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Menos

BASURA
más
ALEGRÍA
¡CONÓCENOS!
Hola amigas y amigos, yo soy Salvador y ella es mi hermana Juliana. Nos gusta mucho ir a
bañarnos en el río, jugar en el monte y subir a los árboles. Juliana y yo somos inseparables.

Eso es cierto, porque somos mellizos, nacimos el mismo día, y tenemos 11 años. A mí
también me encanta el río, cantar y mirar a las aves. Juntos estamos aprendiendo a proteger el
bosque para vivir contentos y disfrutar de una mejor comida, agua limpia y aire puro. ¿Sabían
que cada vez que la gente tala el bosque, este se demora muchísimos años en volver a crecer?
Y las plantas sólo crecen si no hemos contaminado demasiado la tierra.

Tenemos muchísimas historias que contarles, por eso, ahora les compartiremos la de “Menos
basura, más alegría”. Estamos seguros que la disfrutarán mucho.

Si amigos y amigas, conocerán a nuestra mamá Rosaura, nuestro papá Felipe y a nuestro
querido abuelo Jacinto. Ahora vengan con nosotros y déjense llevar por la belleza de nuestra
tierra y los misterios que ella encierra.

Después de conocerla más, estamos seguros que ustedes también querrán cuidarla y
protegerla y junto con nosotros serán guardianes del medio ambiente.
Menos
BASURA
más
ALEGRÍA
Se acercaba el cumpleaños número setenta del abuelo Jacinto, quien era muy respetado
y querido en la zona. Desde que llegó al pueblo, muchos años atrás, había ayudado
mucho a su familia y a la gente del lugar, ya sea en la construcción de sus casas o
aconsejándolos en lo que hiciera falta. Por eso, su familia le organizó una gran celebración
en la víspera.

Esa tarde llegaron varios familiares y vecinos trayendo deliciosos platillos. Todos
comieron, celebraron, cantaron y bailaron hasta muy tarde. Don Jacinto dio un discurso
de agradecimiento, como era su costumbre en el día de su santo. En ese instante, para
sorpresa de todos, una encantadora mariposa azul sobrevoló su cabeza. Al finalizar
el agasajo, en señal de agradecimiento, el abuelo dio unas bolsitas pequeñas a cada
invitado.

–Les estoy dando las semillas que he recolectado durante todo el año –dijo–. Ahora
ustedes tienen que sembrarlas para que la vida continúe.

Todos los asistentes le agradecieron y fueron a sus casas llevando aquel regalo especial.

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Al día siguiente, en la casa había una montaña de cosas por limpiar: platos, botellas vacías
de gaseosa, restos de comida, ollas con grasa y mesas muy sucias. Salvador, el nieto de
Don Jacinto, llevó las sobras de la comida a su vecina que tenía perros y chanchos. Luego
tiró los restos de cáscaras de frutas y verduras a un hueco donde, por costumbre, hacían
abono orgánico. Así, con el tiempo, esa basura se iba a descomponer y convertir en tierra
negra, rica para nutrir los cultivos. Eso lo había aprendido en la escuela.

Felipe, el papá, barrió la casa, mientras Juliana lavaba los platos. Salvador llevó la basura
orgánica a los depósitos y Rosaura fue a devolver las sillas que le habían prestado. Toda la
familia tenía una tarea en la casa.

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La familia pasó muchas horas tratando de dejar todo limpio, pero no sabían dónde poner
todas las bolsas de plástico, cajas, botellas y latas vacías.

–¿Qué vamos a hacer con esto, Salvador? –dijo Juliana–. No lo podemos enterrar
porque contamina la tierra. Al río tampoco lo podemos echar porque ya ves que se
enferma y luego nosotros también nos enfermamos.
–Tienes razón, Juliana. ¿Por qué no le preguntamos a la profesora?
–Es buena idea. Mañana lo haremos.

Al día siguiente le contaron a su maestra su preocupación porque ya no sabían qué hacer


con tantos plásticos y cajas.

–No se preocupen, chicos. Justo hoy vamos a hablar de las 3R.


–¿Y eso qué es? –replicó Juliana.
–Pasen primero. Ahora les explico a todos.

La profesora recordó lo exitosas que fueron las campañas de limpieza del río, pero
recalcó que más importante que limpiar es no ensuciar y que, aunque menos gente
contamina el agua, no significa que la basura ya no exista.

–Sí, profesora. A veces hay mucha basura y no podemos enterrarla toda porque
no es orgánica. Por eso alguna gente aún la tira afuera de sus casas –señaló un
compañero de la clase.
–Ese es un gran problema. Ustedes ya saben que la basura que más contamina
es la inorgánica, es decir, la que no se pudre y no podemos convertirla en abono.
Tampoco la podemos tirar –señaló la profesora.
–¿Y qué podemos hacer? – Preguntó el mismo niño.

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–Justo de eso vamos a hablar hoy. Les voy a enseñar las 3 reglas de oro de
todos los que protegemos la naturaleza. Las llamamos las 3R… La primera y
más importante es Reducir. Eso significa disminuir la cantidad de basura que
producimos. Por ejemplo, si llevamos nuestras propias bolsas al mercado, ya
no tenemos que recibir más bolsas de plástico. También, si compramos menos
gaseosa, ya no tendremos tantas botellas descartables.
–En la fiesta de mi abuelo compramos mucha gaseosa, profesora. Mejor
hubiéramos preparado refresco de cocona y así no tendríamos tantas botellas –dijo
Salvador.

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–Claro niños, y eso me lleva la segunda y tercera R: Reutilizar y Reciclar.
Reutilizar es…
–Eso es fácil. Es usar de nuevo –contestó Juliana.
–Correcto. Por ejemplo, en las botellas podemos guardar agua… Y si
no tenemos en qué reutilizar las cosas, las podemos Reciclar, es decir,
convertirlas en algo nuevo. Por ejemplo, con el papel usado podemos
elaborar papel reciclado. Con imaginación y trabajo podemos hacer cosas
útiles y muy divertidas.

La maestra contó a toda la clase sobre las cosas que Salvador y Juliana habían
guardado. Luego pidió ideas de cómo podrían reciclarlas o reutilizarlas. Al día
siguiente, tomarían todo el día para desarrollar su creatividad.

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Al llegar a casa, muy entusiasmados, los
hermanos contaron a su familia sobre las
3R: Reducir, Reutilizar y Reciclar. Ellos
dijeron que en casa practicarían todo
lo que habían aprendido. Entonces, su
papá Felipe trajo unas cajas para separar
la basura que podrían usar de nuevo. En
una escribió: Papeles y Cartones, y en la otra:
Envases de plástico. Además, prometió a sus hijos
que comprarían menos gaseosas o cosas descartables para las
próximas reuniones.

A la mañana siguiente, el día tenía una luz especial. Todas las niñas y niños
llegaron más temprano que de costumbre a la escuela llevando cosas
para reutilizar y reciclar. Aves de todos los colores los acompañaron con
su canto todo el tiempo. Festejaban porque ahora habría menos basura y
contaminación.

Cosas maravillosas nacieron de los desechos: macetas, porta lapiceros,


flores decorativas. Con las botellas y vasos plásticos hicieron cajitas para
guardar semillas ; libretitas y adornos con papel reciclado de cuadernos viejos
y revistas; instrumento musicales con botellas de vidrio y tapitas de metal;
bolsas de tela con retazos de ropa vieja, entre otras cosas ingeniosas.

Como había tanto, decidieron que cada martes tomarían una hora
para dejar volar su imaginación. Fue una de las clases más
entretenidas que habían tenido.

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Las familias de los niños estuvieron
contentas con todas las cosas creativas
y útiles que sus hijos llevaron a casa.
Además, desde entonces, ahorraron
dinero ya que no necesitaron comprar
cartulinas y papeles o gastar en las
actuaciones escolares. En la escuela,
todo lo hacían reciclando. Poco a poco,
todo el pueblo empezó a Reducir,
Reutilizar y Reciclar.

Así, el pueblo entero se volvió un ejemplo


en toda la selva del Perú. Quizá un día,
otros lugares de nuestro país puedan
seguir los pasos de esta comunidad que
demostró que se puede progresar sin
contaminar.

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Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida Sin Drogas
DEVIDA
Av. Benavides No 2199, Int. B, Miraflores
Lima - Perú
www.devida.gob.pe

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