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Análisis 3.5
Coherencia 3
Fuentes 4
Redacción 4
Precisión 3.5
NOTA 18
Integrantes:
● Diego Mansilla Peláez (20161166)
● Aarom Tinoco Gutarra (20162368)
Introducción:
El presente trabajo tiene como finalidad determinar si existe una limitación al derecho a la libertad de
expresión e información de los estudiantes que presentan una orientación política no progresista en la
Pontificia Universidad Católica del Perú, respecto al tema del marxismo cultural. Decidimos investigar
a este grupo en particular, dado que considerábamos que aquel grupo tenía algunas limitaciones al
momento de expresarse respecto a dicho tema. Teníamos como hipótesis inicial, la cual consistía en
que, si bien dicho grupo de estudiantes poseía el derecho y la libertad para manifestar sus ideas al
respecto, ello se vería limitado dada la posición hegemónica sobre el marxismo cultural en la
universidad. Limitado en el sentido de los impedimentos o repercusiones, ya sea como un desvalor
social o sanciones, sobre los estudiantes al momento de expresarse. Ello dentro de las clases, fuera de
ellas en conversación con otros estudiantes, e inclusive dentro de los espacios informáticos de
comunicación como serían las redes sociales oficiales y extraoficiales de la universidad.
Para evaluar nuestra hipótesis y compararla con la realidad, decidimos realizar una serie de entrevistas
a algunos estudiantes pertenecientes a dicho grupo. Entrevistamos a 12 personas, a las cuales le
preguntamos la noción que tenían sobre el marxismo cultural, su postura al respecto, si consideraban
que existía una postura hegemónica en cuanto a dicho tema y cual era, si veían ello reflejado en las
lecturas o la malla curricular de los cursos, así como si se han visto limitados o impedidos de presentar
una opinión o idea fundada al respecto. Las entrevistas que realizamos fueron orales, ello con el motivo
de poder recibir una respuesta más natural e “informal” a comparación de lo que se podría esperar de
ser escrita, pues considerábamos que en esta el grupo investigado podría cambiar de parecer en varias
ocasiones antes de enviarnos su respuesta final. Buscábamos con ello una opinión real y en primera
mano del grupo investigado. Además, al momento de recolectar la información, utilizamos una
grabadora junto a una laptop para anotar las ideas que considerábamos relevantes. Lo primero fue para
no interrumpir a los entrevistados, pues consideramos que el haber tomado nota a mano impediría que
captemos toda la entrevista y queríamos evitar forzar a los entrevistados a hacer pausas que los
incomodarían o que interrumpirán su procesamiento de ideas para contestar a nuestras preguntas.
Además, que con las grabaciones podríamos volver a escucharlas y tomar mejores notas que las tomadas
la primera vez, las cuales fueron tipeadas a computadora para poder anotarlas con mayor celeridad que
de haber sido a mano.
Tal como se ha mencionado con anterioridad, nos basaremos en su totalidad en el derecho a la libertad
de expresión e información contenido en el Artículo 2° de la Constitución Política del Perú de 1993.
Asimismo, analizaremos las entrevistas realizadas desde el punto de vista de algunos autores, nos
basaremos en sus escritos sobre hegemonía y cambio social, así como sus escritos sobre modernidad.
Estos son Giddens, Habermas, Santos, Peterson, entre otros.
El grupo investigado presentó su consentimiento para ser investigado, así como autorizaron que
utilicemos sus respuestas a nuestras preguntas como objeto de análisis en la presente investigación.
Marco Normativo:
Para objeto del presente estudio, las entrevistas realizadas a los susodichos estudiantes, es pertinente
analizar el derecho a la libertad de expresión, sus alcances y el enfoque doctrinal que será adoptado para
el presente trabajo. Esto con el fin de evitar confusiones en cuanto a qué se permite según este derecho
y los límites legítimos que podría tener.
En primer lugar, es menester realizar una breve diferenciación entre la libertad de expresión y la libertad
de información. Puesto que, si bien consideraremos ambas dentro del objeto de estudio, el trabajo se
enfocará más en la primera, dado que las limitaciones que podrían sufrir ambos derechos no son
precisamente las mismas en todos los casos. Optando por la libertad de expresión, puesto que presenta
un mayor conflicto dentro del grupo de estudio como se mostrará en las siguientes páginas.
De acuerdo con Landa, “la libertad de expresión consiste en el derecho que tiene toda persona de emitir
sus opiniones e ideas; mientras que la libertad de información comprende el derecho de toda persona
no solo de transmitir informaciones, sino también a recibirlas [el subrayado es nuestro]” (2012: 5). A
partir de aquella cita, podemos rescatar la diferencia más importante entre ambos derechos, uno
garantiza la emisión de opiniones e ideas, mientras que el otro de información respectivamente. Es Commented [AVB1]: La diferencia está en el acceder
decir, dada la calidad del mensaje, para ser constitucionalmente amparable en ambos casos, deben a dicha información, no en el hecho de que sean ideas.
Las ideas son información y la información contiene
cumplir con requisitos diferentes. ideas.
Con respecto a ello, Díez-Picazo considera que “a la información, más no a la expresión, se le impone
constitucionalmente el requisito de la veracidad por expresión es, sencillamente, que no resulta
lógicamente predicable de ella: las opiniones o juicios de valor pueden ser razonables o irrazonables,
inteligentes o estúpidos, oportunos o inoportunos; pero, al no tratarse de hechos, no pueden ser jamás
verdaderos o falsos” (2005: 321). Es decir, que mientras la opinión o juicio de valor puede ser totalmente
subjetiva y carente de racionalidad sin dejar de gozar de una protección constitucional, la información
que se transmite debe ser veraz para ser protegida.1
Sin embargo, dada la naturaleza y el contenido de ambos derechos, es inevitable que exista una relación
entre ambos. No puede desligarse por completo a la libertad de expresión de la libertad de información,
1
[1] Es necesario precisar que la veracidad como tal no exige estrictamente que la información sea verdadera
en su totalidad. Dado que ello sería prácticamente imposible dada la latente subjetividad en cualquier tipo de
información por más objetiva que pretenda ser. La veracidad en sí exige un deber de buena fe, es decir, una
veracidad del sujeto más que del objeto; que el sujeto crea en su objetividad dada la diligencia que podría haber
tenido al momento de recurrir a sus fuentes (Díez-Picazo 2005: 322)
siendo por ello imposible para el presente trabajo considerar únicamente a la libertad de expresión
dejando de lado a la libertad de información. Estos derechos “tienden a entrelazarse; en la práctica, tan
raro y difícil es dar noticias de forma absolutamente neutra o no valorativa, como emitir opiniones
totalmente desvinculadas de algún hecho” (Díez-Picazo 2005: 321). Sin embargo, en el presente trabajo
nos centramos en la libertad de expresión, en la medida que nos enfocaremos más en la difusión de
ideas, opiniones o juicios de valor, ello sin desconocer la relación que podrían tener con información
precedente.
La libertad de expresión a su vez abarca a su vez la prohibición de la censura previa, así como la
autorización previa o el control previo de la expresión (Díez-Picazo 2005: 325-326). Esto debido a que
al ser la libertad de expresión un derecho fundamental, vincula al Estado y a los particulares, y con ello
le impide “limitar el ejercicio de esta libertad […] el Estado tiene la obligación de garantizar condiciones
mínimas para el ejercicio libre y efectivo de los derechos fundamentales” (Lanza 2012: 5). En nuestro
ordenamiento jurídico, esto está precisado en el Artículo 2° de nuestra Constitución, siendo un derecho
fundamental de la persona: “las libertades de información, opinión, expresión y difusión del
pensamiento mediante la palabra oral o escrita o la imagen, por cualquier medio de comunicación social,
sin la previa autorización ni censura ni impedimento algunos, bajo las responsabilidades de la ley”.
La finalidad de este derecho, y la importancia que tiene como para ser considerado un derecho
fundamental, es debida a que permite “la generación del debate político y la formación de una opinión
pública sobre estos asuntos” (Lanza 2012: 6). El hecho de poder manifestar con libertad las ideas,
pensamientos o la misma información es esencial para un Estado democrático de derecho, en el cual
deben coexistir una pluralidad de concepciones e ideas. Caso contrario unas ideas serían impuestas
sobre otras, afectando no solo aquello que se transmite sino también aquello que se recibe, perjudicando
no solo la libertad de expresarse, sino la de autorrealizarse y relacionarse efectivamente con los demás.
La sociedad se vería forzada a permanecer invariable, sin resistencia alguna frente a las concepciones
hegemónicas actuales. Limitando en gran medida el cambio social, así como el debate entre los
miembros de un grupo social.
No obstante, ello no significa que cualquier expresión puede ser amparada dentro del derecho a la
libertad de expresión. E inclusive, dentro del ámbito de lo que en un primer plano se tiene como
permitido o amparable bajo dicho derecho, dejaría de serlo en determinadas circunstancias.
Circunstancias que constituyen límites a la libertad de expresión. Limitaciones legítimas dado que
ningún derecho posee un carácter absoluto, sino que puede verse limitado para proteger o desarrollar
bienes jurídicos.
Existen diversas posturas respecto a si el discurso de odio debe ser amparado bajo el derecho a la libertad
de expresión. Parafraseando a un autor como es Dworkin, citado por Marciani, considera que debería
optarse por priorizar la libertad en cuanto a expresión, pues de otro modo existiría una tiranía del
pensamiento, incluso si ello implica aceptar expresiones que más que ideas reflejan prejuicios o
antivalores que sean más bien ofensivos (1996: 255). En nuestro caso, no optamos por esta postura; sin
embargo, la que optamos no es necesariamente ajena a la Dworkin. Pues si bien estamos totalmente en
contra de cualquier tiranía del pensamiento o de los valores, consideramos que hay expresiones, que
dado el impacto que generan, deben verse limitadas, aunque sea en contadas ocasiones.
Para efectos de esta investigación consideraremos la postura de Sunstein, citada por Marciani, la cual
considera que el debate público, necesario para garantizar la vigencia de la democracia, abarca con
frecuencia temas relacionados a la intolerancia o discurso de odio, y que censurar tendría como
consecuencia una afectación al debate. No obstante, puede limitarse esta libertad de expresar el discurso
de odio en ocasiones particulares; sin embargo, para ello debe analizarse el caso en particular, para
constatar la magnitud del daño, o el destinatario que se vería perjudicado por dicho discurso, así como
la necesidad o el aporte que verdaderamente consiste dicho discurso para el debate (1993: 256). El
discurso de odio, por tanto, podría restringirse siempre que constituya un daño real hacia algún bien
jurídico tutelable. Landa considera algunos límites externos a las libertades comunicativas, dentro de
las cuales se encuentra la libertad de expresión y con ello el discurso de odio. Se consideran como
límites legítimos el orden público, la seguridad nacional, la moral pública (estableciendo mínimos
éticos), así como los derechos de los terceros, principalmente la intimidad, el honor y la voz e imagen
propias. Dada la naturaleza del discurso de odio, la cual según Rodríguez, consiste en “fomentar el odio
y los perjuicios e incitar la violencia contra determinados individuos [...], contra un determinado grupo”
(2016). Se estaría afectando los susodichos derechos de los terceros destinatarios de dicho discurso. Por
tanto, al menos durante la presente investigación, no consideraremos que el discurso de odio puede
ampararse bajo la libertad de expresión, en caso el grupo de estudio pretenda ampararse o manifestarlo.
Del mismo modo, no consideramos amparable el mero insulto. Dado que además de ser lesivo a los
derechos antes mencionados, no constituye aporte alguno al debate público. Ello por la carencia de
fundamento que hay tras de sí. Lo que en el presente estudio se considerará relevante son aquellas
expresiones que tengan una incidencia en el debate público, en este caso en el debate en torno al
marxismo cultural, siendo estas las opiniones, ideas, e información siempre que respeten los límites
señalados; excluyendo por ello nuevamente al discurso de odio pese al aporte que quizá pudiese otorgar.
Dado que actualmente y desde siempre nos encontramos en un proceso de cambio, donde las
concepciones de los valores cambian y las nociones que se tienen sobre la sociedad se parcializan, es
inevitable amparar el debate público respecto al marxismo cultural. Si bien a nivel de país, el Perú, a
comparación de otros podría considerarse como conservador o con una hegemonía menos susceptible
al cambio sobre los temas relativos al marxismo cultural, ello no es óbice para que el debate respecto a
este tema deba ser amparado, sea a favor o en contra; y, como en el caso de la presente investigación,
en los contextos donde esta situación de hegemonía se invierte.
Marco Conceptual:
El concepto del posmodernismo hace referencia a un proceso cultural que se distingue del
pasado debido a diversos cambios sociales. Para abarcar el desarrollo de este amplio concepto,
haremos referencia a tres autores importantes como Jürgen Habermas, Boaventura de Sousa
Santos y Jordan B. Peterson. En el lado de Habermas, él entiende al posmodernismo como una
expresión ilimitada de la personalidad propia, como una exigencia de una auténtica experiencia
personal y como una etapa donde resalta el subjetivismo (1985: 25). A diferencia de la
modernidad, que lo plantea como resultado de una transición de lo antiguo a lo nuevo, la
posmodernidad resalta la afinidad heroica del presente, de modo que sustituye la memoria
histórica. Este énfasis en el presente se relaciona mucho con el hedonismo, puesto que
podríamos conjeturar que el hombre posmoderno se aleja de su intención de querer progresar
o trabajar para el futuro, ya que está en una búsqueda de placer y satisfacción constante.
Con respecto a una teoría que nos aproxime más al entendimiento del hedonismo, Epicuro,
filósofo griego, fue el primero en referirse al placer como un elemento fundamental para una
teoría de la moral. En su Carta a Meneceo manifestó que los seres humanos y los animales
buscaban el placer y evitaban el dolor determinando lo placentero como bueno y lo doloroso
como malo. Por eso expresaba que el placer es el principio y fin del vivir feliz (1985: 4).
Asimismo, John Stuart Mill, en su teoría del utilitarismo sostuvo que las acciones de una
persona podían ser consideradas como correctas, solamente en la medida en que estas
promuevan la felicidad, y serán incorrectas en la medida que tiendan a volver infeliz al ser
humano. (1984: 46). La definición de Mill, apoyada en la teoría de Epicuro, es la más adecuada
para lo que busca la posmodernidad, puesto que de acuerdo con lo que decía Habermas, lo que
se pretendía con este nuevo proyecto era liberar los potenciales cognoscitivos de cada uno de
los dominios que se percibían en las sociedades occidentales. De manera que esta liberación de
los dominios representaría una satisfacción a los placeres limitados de las personas. Sin
embargo, para Habermas, esta búsqueda de placer constante, sostenía ciertos errores que hacía
que, por ejemplo, el concepto de arte desapareciera, puesto que los intentos de declarar que
todo es arte y que todo mundo es artista, solamente para satisfacer ciertos deleites personales,
y, además, retraer todos los criterios e igualar el juicio estético con expresiones subjetivas, lo
único que traería como resultado serían experimentos sin sentido. En síntesis, para Habermas
la posmodernidad se puede explicar cómo la búsqueda de la satisfacción inmediata y del
predominio de la subjetividad, pero la persona en su afán por querer expresarse sin tener que
limitarse a un parámetro social hace que, por ejemplo, el arte pierda su base esencial que la
caracterizaba.
Por otro lado, Jordan B. Peterson, psicólogo clínico y profesor de la Universidad de Toronto,
relaciona al posmodernismo con el nihilismo que propuso Nietzsche. Según Peterson, el dogma
del posmodernismo se basa en el colapso de la estructura de valores preestablecidos en una
sociedad. Por lo tanto, al no haber un valor intrínseco en la identidad de cada persona, cada
miembro de la sociedad es libre de cualquier límite de la razón y se autorrealiza en base a sus
emociones. Además, agrega, aunque en desacuerdo, que esta ideología sostiene que las
estructuras de valores producen exclusión, y que esta premisa es la que se encuentra
predominando en las universidades, sobre todo las que se dedican a estudios de ciencias
sociales y humanidades.
Con respecto a este último autor, Peterson manifiesta que las personas que adjuntan el
posmodernismo a su estilo de vida no creen en la lógica, puesto que esta proviene del logos
occidental, al que han renunciado. Por esa razón, muchas veces no admiten el diálogo, es decir,
el intercambio de ideas con personas que son contrarios a ellos en la forma de plantear una
perspectiva de la realidad. Sostiene además que detrás de la posmodernidad se haya un intento
por volver a las doctrinas marxistas, pues aparte de tener características nihilistas y
totalitaristas, en el sentido de que solo respetan la libertad de expresión cuando lo expresado
está dentro de su pensamiento, carecen de un método para fundamentar su propia teoría.
Peterson en este punto, obliga a que se traiga a colación lo que manifestaba Ludwig Von Mises,
pues en su libro El Socialismo, siempre manifestó que la característica en común entre los
socialistas, comunistas y los nuevos grupos socialdemócratas era la carencia de una
metodología para adecuar su pensamiento a la realidad, por lo que muchas veces el argumento
de aquella ideología marxista se basaba solamente en la crítica al modelo opuesto, en este caso,
al liberalismo económico y a la cultura de la civilización occidental.
Dentro de esta explicación basada en Jordan B. Peterson, cabe profundizar en la relación que
hizo entre posmodernismo y el intento por volver a presentar una teoría marxista reformulada.
Lo que se abordará en la presente investigación. Peterson vinculó al posmodernismo con el
totalitarismo, y eso lo explica con la censura de la libertad de expresión mediante mecanismos
como la corrección política. En sus ponencias, el psicólogo clínico Peterson, manifestó que el
origen de este nuevo marxismo, al que llamamos marxismo cultural, sufrió un cambio que
provino del fracaso de sus políticas económicas. En el término de la Guerra Fría, la victoria
capitalista fue eminente y evidenció las falencias de un sistema que ocasionó la desintegración
de la Unión Soviética, que fue una de las grandes potencias del siglo XX. Esta derrota
ideológica sufrida por los marxistas, obligó a que se refuerce lo ya planteado por la Escuela de
Frankfurt, que fue un grupo de investigadores que vinculan las teorías de Marx y Hegel al
campo de la superestructura social.
La teoría marxista reformulada tomó las banderas de la cultura y comenzó a crear nuevos
campos de conflicto, donde ahora el opresor no era burgués, sino, por ejemplo, la religión
católica. De acuerdo con Peterson, estos nuevos campos de conflicto definían las nuevas
políticas de identidad que habían tomado los marxistas, con la finalidad de dañar la imagen de
la civilización occidental, que se compone a través de la filosofía griega y de los valores
cristianos. En ese sentido, al repensar la finalidad del marxismo, también se crean nuevos
sujetos de la revolución basados en el concepto de luchar contra la hegemonía cultural (Laclau
2015: 157). El problema de la libertad de expresión es que en ciertos espacios, donde existe un
predominio con esta ideología marxista cultural, es que se ve vulnerada de forma legal, pero
políticamente aquella censura es válida. El rasgo totalitarista que Peterson le atribuye a esta
ideología se basa en su negación al intercambio de ideas, al hecho de querer aceptar que, por
más rechazo posible, exista la posibilidad de que una verdad absoluta desaparezca las distintas
que se han construido con el relativismo que proponía el posmodernismo.
Análisis:
La entrevista, que estuvo dirigida a personas con ideologías libertarias y a personas con
posturas conservadoras, estuvo dividida en seis preguntas, las cuales estuvieron formuladas
con la finalidad de extraer respuestas que nos hagan concluir si realmente existe una percepción
del concepto de marxismo cultural dentro de la universidad y si la libertad de expresión de estas
personas que no comparten esta posición se ve vulnerada en cierto grado.
“Es una cuestión relativa. Lo que sucede es que se puede decir que hay un monopolio ideológic o en
determinadas ramas de la academia universitaria. Por ejemplo, si tu vas a hablar de socialismo en
ciencias, si tu sales vivo no vuelves a pisar un pie ahí. Pero en ciencias sociales es muy difícil encontrar
posturas alternativas a lo que dice Marx, Engels o Foucult. Yo creo que en ese campo social sí, porque
faltan profesores con posturas disidentes. Por ejemplo, recuerdo el caso de un profesor de filosofía en
EEGGCC que fue censurado por la universidad por alumnos bastante desubicados. Hay alumnos que
intentan censurar propuestas disidentes y que reciben el apoyo de la universidad.” (2018).
Con respecto a la cuarta pregunta, se quiso obtener información de que si alguna vez se habían
sentido intimidado o habían sentido miedo al momento expresar una postura dentro del
ambiente de clases. Asimismo, se buscó saber su opinión acerca de que si creían que existía
una tolerancia frente a las posturas que difieren de aquel monopolio ideológico. En cuanto a la
respuesta de Walter Arauco, alumno de EE.GG.LL., afirmó que:
“Por presión social comienzan a acoger (las personas) las postura que ya están establecidas. En algunos
cursos, como sociología, todos los temas son violencia contra la mujer, el racismo contra ciertos grupos,
y temas del LGTB, y no se van a una universalidad del problema, que sería la violencia en total o la falta
de educación.” (2018).
En relación a esta declaración, la libertad de expresión como un derecho constitucional debe
prevalecer en cualquier ámbito, y más aún si es que se trata de un ambiente académico. En
otras declaraciones, se había obtenido recolectado experiencias donde el entrevistado contaba
que en cursos como Argumentación de EE.GG.LL. los profesores daban la libertad para
escoger el tema y la postura del ensayo, pero cada vez que alguien presentaba una postura
distinta a lo que se abarca en la facultad con respecto, por ejemplo, al tema del género, trataban
de negarle el tema o aumentar la dificultad de desarrollo, con la única finalidad de que cambie
a otro tema menos polémico. Acontecimientos como el recién comentado es un acto que puede
ser penalizado por ir contra de la Constitución y del ideal de la libertad de expresión que, según
Diez-Picazo, abarca a su vez la prohibición de la censura previa, así como la autorización previa
o el control previo de la expresión.
Por último, con respecto a la quinta pregunta, se hizo cuestión acerca del grado de libertad de
expresión que tienen los estudiantes que no piensan al igual que la mayoría. Declaraciones
relevantes fueron la de la primera y décima entrevista:
“De que puedes, puedes opinar, pero hay un temor de hacerlo, debes hacerlo con cuidado, porque la gente
es muy sensible, se ofende por todo. Si no piensas como ellos, te tildan de lo que sea. En mi caso no,
pero si cuando sostengo mi opinión tengo que ser mucho más light [sic]. Es cuestión más de sociedad
que de derecho. Si quieres o no. Eres libre, pero en la práctica la sociedad te empuja para que te calles.”
(Primera entrevista - 2018).
“Como decía, creo que cuando una opinión es distinta, el ambiente didáctico regresa a los años 40 o 50,
a esa época por ahí, puesto que se refleja claramente esa relación antigua entre el profesor y el alumno,
donde el profesor era el que sabía y el alumno no era capaz de armar un razonamiento por su propia
cuenta. Además, por eso no te doy mi nombre. No vaya a ser una trampa para que el defensor universitario
capte a los disques homofóbicos.” (Décima entrevista - 2018).
El grupo entrevistado coincide en gran medida con Habermas en cuanto a su concepción del
posmodernismo, pues lo consideran como una ideología vinculada a exaltar la subjetividad, lo
cual implica la cuasi extinción de la búsqueda de una única verdad. Del mismo modo,
consideran que el marxismo cultural, se manifiesta dentro de los cursos que alguna vez han
llevado, y expresan un rechazo hacia esta situación. Este rechazo no se debe en sí a la inclusión
de dichos temas en la universidad, sino al hecho que en los cursos que los abordan se ven
únicamente desde la perspectiva de estos profesores, tratando de imponer una agenda política,
más que desarrollar las otras perspectivas sobre temas de género, indigenismo, feminismo,
entre otros. Podemos concluir a partir de ello, que el grupo entrevistado posee una postura en
contra del marxismo cultural, así como con respecto a la exaltación de la subjetividad y la
difuminación de una única concepción de la verdad como resultado del posmodernismo.
Otra conclusión, y en relación con la conclusión anterior, es que el grupo investigado considera
que no existe un monopolio ideológico como tal, sino que considera que solamente en algunas
secciones académicas de la universidad no existe una alternativa de postura, como es el caso
de la facultad de Ciencias Sociales. Existe un predominio ideológico, pero de acuerdo con el
grupo entrevistado, para que se llegue a dar un monopolio ideológico como tal de tendría que
llegar a implementarse cursos de identidades en las demás facultades donde se desarrollan
temas pocos o casi nada relacionados a ciencias sociales, como es el caso de las ingenierías.
Un dato a tomar en cuenta, lo cual contradecía nuestras hipótesis iniciales, fue que la mayoría
de los estudiantes a los que entrevistamos, si bien consideraban que existían limitaciones al
momento de expresarse en contra del marxismo cultural, la gran mayoría de ellos presentaron
su consentimiento, y algunos su deseo, de que su entrevista no sea anónima y que con ello se
den a conocer sus declaraciones por parte de otros. Ello, lejos de ser contradictorio a sus
respuestas, pues no niegan que las expresiones contrarias al marxismo cultural se vean
limitadas en cuanto a las medidas a posteriori que puedan tomarse respecto a ellas, implica un
ejercicio de contrahegemonía dentro de la universidad. Sería el empleo del pilar de la
emancipación de Santos, aunque ello se de únicamente dentro de la universidad, pues el pilar
de la regulación o hegemónico que presenta una postura en favor al marxismo cultural se
limitaría al ámbito de la universidad, dado que fuera de ella, las posturas de cada pilar son
diferentes. No obstante, ello implica que el predominio de alguna ideología, aun si es la
posmodernista, no impide un intento de contrahegemonía, un intento de cambio social.
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