You are on page 1of 3

La política de la sorpresa

Graciela Brodsky
La tensión temporal

Si se considera la experiencia analítica en su conjunto, la indicación de


Lacan es que "hace falta tiempo... para hacerse al ser". No es
equivalente a "hacerse a la idea", aunque seguramente la indicación
está tomada de esta expresión. En efecto, parece demostrado que
aunque la concepcion del final de análisis varíe, eso no incide
directamente sobre el acortamiento de los análisis. Asimismo, tampoco
parece tener incidencia en la duracion total el acortamiento de las
sesiones o la alternancia entre periodos con y sin sesiones separados a
veces por varios meses.
En cambio, si dentro de la extension del analisis se considera esa
unidad que representa cada sesion, lo que predomina es la prisa, no se
trata de "hace falta" tiempo sino mas bien que "no hay tiempo... que
perder".
En lo que hace a la duracion total, es normalmente el analizante quien
esta apurado por concluir (excepcion hecha de la reaccion terapeutica
negativa), mientras que al analista le toca poner en juego el "todavia...
una vez mas". En cambio, en la sesion, al analizante suele faltarle el
tiempo para desplegar todo lo que hubiera querido decir, mientras que
el analista indica que es suficiente.
Considerada en detalle, esta tension temporal entre el todo y la parte
no hace mas que reflejar la tension existente entre el sintoma, que
"instituye el orden donde se revela nuestra politica" y la interpretacion,
que define la manera de intervenir en dicho orden (Lacan,
"Lituraterre").
Hacerse al sintoma no es finalmente otra cosa que lo que Freud
recomienda en "Recuerdo, repeticion y elaboracion", puesto que
propone una nueva relacion con la enfermedad resultado del
abandono de la politica de la represion y el reconocimiento de la
verdad que esta en juego en el sintoma, que debe ser considerado por
quien demanda analisis como un adversario digno, como una parte de
su ser fundada en motivos importantes y de la que se podria extraer
valiosas enseñanzas.
Sin embargo, los fines del analisis exigen que previamente el sentido
del sintoma se haya descifrado y que su significacion fantasmatica
haya perdido consistencia. La interpretacion (semantica, asemantica,
corte, puntuacion, etc.) interviene con este proposito.
El sintoma y la sorpresa
¿Por qué no basta una interpretacion? ¿Por qué no alcanza con una
sesion? Jacques-Alain Miller se hacia la pregunta en Buenos Aires.
Y en efecto, ¿Por que nos dariamos una estrategia prolongada si no
fuera que la repeticion forma parte de esa "realidad solida" con la que
nos chocamos en el dispositivo? La industria cinematografica
descubrio hace algunos años la eficacia del "suspense" que producen
esos personajes que una y otra vez renacen a partir de un resto
fraccionado "ad-infinitum".
Pero la repeticion no recae solo en el analizante, y si este aporta con su
sintoma la repeticion de lo mismo, el analista, por su parte, exige "una
regularidad casi burocratica" en la sucesion de las sesiones. De todos
modos, este cruce de dos repeticiones obedece a politicas distinas.
Mientras la del analizante persigue el goce, la del analista en la sesion
prepara el terreno que aloja lo imprevisto para "sorprender ese algo
cuya incidencia original fue marcada como traumatismo" (Lacan, "De
la psychanalyse dans ses rapports avec la réalité").
La sorpresa, tan cara a la fenomenologia, no es un tema de actualidad.
La proliferación tecnológica va en dirección contraria, y el ideal de la
civilizacion es que "eso" ande sin sorpresas y sea calculable (la
confeccion del mapa del genoma humano, por ejemplo, va en este
sentido). Del mismo modo, la globalizacion del consumo empuja a la
marginacion lo que el positivismo del siglo XIX buscaba en el
exotismo.
El psicoanalisis no es indiferente a este declinacion de la sorpresa. Si
las interpretaciones de Freud, aun las mas explicativas, tenian eficacia,
era, precisamente, porque no habian sido escuchadas antes. Freud no
sabia que el inconsciente se acostumbra al psicoanalisis y desconfiaba
de las sorpresas que podian provenir del analista: "La intervencion
analitica presupone un largo contacto con el enfermo, y toda tentativa
de sorprenderlo en la primera consulta con la comunicación brusca de
sus secretos adivinados por el medico es tecnicamente condenable y
atrae al medico la cordial enemistad del enfermo" (Freud, "Analisis
profano"). Freud desaconsejaba la sorpresa como recurso... ¡porque
toda su practica era sorprendente! Preferia, mas bien, la sorpresa del
analista: "Obtenemos los mejores resultados terapueticos en aquellos
casos en los que actuamos como si no persiguiesemos fin ninguno
determinado, dejandonos sorprender por cada nueva orientacion y
actuando libremente sin prejuicio alguno" (Freud, "Consejos al
medico…").
A medida que el saber que produce la experiencia analitica -y que por
una curiosa inversion temporal parece preceder a la experiencia
misma- se acumula, se hace evidente lo que la novedad disimulaba: el
saber solo da cabida a la sorpresa cuando falla; de ahi la afinidad de la
sorpresa con la verdad y tambien con la histerica, dedicada a
demostrar la falla del saber. De ahí tambien su limite: basta estar un
poco advertido para encontrarla siempre en el mismo lugar; por eso el
agente del discurso analitico no es la histeria. Por cierto, tampoco la
obsesion.
Cuando falla, el inconsciente produce extrañas formaciones: sueños,
lapsus, actos fallidos, chistes. Tambien sintomas, pero estos solo
sorprenden cuando irrumpen estruendosamente, como en el
desencadenamiento de la psicosis. Normalmente, el sintoma se repite
lo suficiente como para no sorprender. Su lema es: "¡Otra vez!" O
quizas: "Otra vez..." Los signos agregados no logran disimular lo que
no cesa. Si hubiera que encontrar la modalidad logica que le va bien a
la sorpresa, habria que hacerlo por fuera de cualquier "no cesa". Ni
necesaria ni mposible, la sorpresa es mas bien, contingente. Sin
embargo, no se recomienda confiar en la "providencia de los
acontecimientos": para ganarle de mano al inconsciente, para salirle al
encuentro a la repeticion, es mejor contar con la virtud del analista.

Pericles psicoanalista
Para terminar, una referencia a la virtud. No cualquiera -ni cardinal ni
teologal- sino esa virtud que Lacan llama esencial: la virtud politica.
Cito: "Los practicantes excelentes, eminentes, que no son demagogos
(Temistocles, Pericles) actuan en ese alto grado de accion que es el
gobierno politico en funcion de una ortodoxia que no se define sino
por esto: que hay alli una verdad que no puede captarse en un saber
articulado. (...) La ortodoxia, que Socrates deja atrás, nosotros la
colocamos en el centro. El analisis es eso.
Al fin de cuentas, si para Socrates, Temistocles o Pericles fueron
grandes hombres, es porque eran buenos psicoanalistas.
Ellos encontraron en su registro lo que la opinion verdadera quiere
decir.(...) Responder como conviene a un acontecimiento en tanto
significativo -puede ser la orden de salir del Pireo, impartida a la flota-
es hacer la buena interpretacion. Y hacer la buena interpretacion en el
momento debido, es ser buen psicoanalista. (…) para Socrates, el buen
politico es el psicoanalista." (Lacan, Seminario II)

You might also like