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En el inicio de un nuevo siglo, en el mundo y en nuestro país, la sociedad exige una demanda de
la educación superior sin precedentes, basada en la toma de conciencia de la importancia
fundamental que este tipo de educación reviste para el desarrollo sociocultural y económico y
para la construcción del futuro. La universidad en el siglo XXI reclama las exigencias de una
sólida formación cultural como fundamento de la comprensión global de la época en que se vive.
El proceso formativo se ha orientado hacia una amplia y profunda visión determinada por el
impetuoso desarrollo de la ciencia y la tecnología en estrecha interconexión con las diferentes
esferas del saber, así como por su repercusión en toda la vida de la sociedad.
A la universidad actual le corresponde ser un factor clave para el desarrollo científico; el modelo
de universidad científica, tecnológica y humanista conjuga fortalezas que son atributos únicos:
una elevada concentración de hombres de ciencia y pensamiento, que hace de la universidad una
institución social con capacidad de general nuevos conocimientos y habilidades para comprender
los desarrollos tecnológicos, y con capacidad de difundir, socializar dichos conocimientos.
En los tiempos en que vivimos, las universidades, además de cumplir su encargo social como
institución cultural, tienen el propósito de asegurar la calidad de la formación integral de
personalidad del profesional, a través de los procesos sustantivos universitarios (docente,
investigativo y extensionista).
El enfoque integral para la labor educativa y político ideológica constituye la estrategia maestra
de la Educación Superior, para las universidades resulta un verdadero reto formar profesionales
cuyos valores respondan a una actuación profesional responsable y comprometida con la
solución de los problemas de su entorno laboral, demostrando competencia en su desempeño y
una actuación ciudadana digna de los más altos valores morales que distinguen nuestra sociedad.
El centro de la labor educativa es la formación ética del profesional para ello el enfoque integral
potencia la aplicación de métodos y el despliegue de los contenidos de las asignaturas para
formar desde la instrucción los valores éticos que caracterizan a cada profesional.
Las universidades constituyen un espacio cosmopolita para el aprendizaje ético ya que son
centros difusores de cultura por excelencia; la universidad y sus claustros de profesores han
estado siempre en el vórtice de las transformaciones que la sociedad le impone, en sus recintos
ha primado como tendencia fundamental el pensamiento crítico, la necesidad del progreso, la
búsqueda del rigor y de la verdad en todos los ámbitos y procesos, más cuando se trata de los
cambios en las formas de pensamiento y de promover la capacidad de los estudiantes hacia estos
mismos procederes.
El ciudadano ideal y competente en Colombia debe cumplir con los siguientes factores:
1. Tiene identidad. Conocer la historia del lugar donde se vive sirve para estar identificado con
él. Sin embargo, eso no significa aprender una historia sesgada, como suele ocurrir cuando es
escrita por los vencedores. La versión de los derrotados también es importante. Así mismo, es
necesario conocer lo bueno y lo malo, las fortalezas y debilidades del municipio, el departamento
y el país.
2. Está informado. No basta con saber qué significan los colores de la bandera, quién escribió el
himno nacional o cuántas constituciones ha tenido Colombia. Hay que saber cuáles son los
derechos y los deberes que señala la Constitución Nacional, qué es el Derecho Internacional
Humanitario, qué leyes se están tramitando en el Congreso, etc.
Incluso el ciudadano contemporáneo debe estar al tanto de lo que pasa en el mundo porque debe
tener conciencia de la globalidad. Por ejemplo, si gana las elecciones George Bush tiene unas
implicaciones para Colombia diferentes a si gana el demócrata John Kerry.
3. Es deliberante. El que delibera examina atentamente pros y contras de una decisión. No traga
entero, analiza y pide razones y explicaciones, y las da cuando quiere convencer a otros.
4. Participa. Estar informado y ser analítico obliga a no quedarse con ese conocimiento. El buen
ciudadano comparte sus saberes con los demás y toma parte de acciones que sirven a la
comunidad. Además, está pendiente y alerta de los mecanismos de participación que existen en
su entorno: colegio, empresa, conjunto residencial, etc.
7. Vela por el bien público. Sus conocimientos, su posibilidad de participar, de rebelarse ante las
arbitrariedades, lo obligan a buscar que prime el bien público sobre el particular. De igual forma,
vela por el bienestar de los más débiles.