CASO RODRIGUEZ VARELA, FINALMENTE SE IMPUSO LA IDONEIDAD.
Acaba de producirse el nombramiento del doctor Ignacio Rodríguez
Varela, como juez de la Cámara de Apelaciones en lo Penal. La noticia podrá parecer intrascendente para quienes no conozcan los antecedentes de este caso, al que uno de nuestros lectores calificó de “reparación histórica”. La primera vez que nos referimos a la larga persecución ideológica sufrida por Rodríguez Varela, por la mera portación de apellido, recordemos que su padre fue ministro de Justicia durante el gobierno militar, fue en una nota desde esta columna en el año 2013. En el referido editorial, titulado “Discriminado por portación de apellido”, denunciábamos que Rodríguez Varela había sido ternado 9 veces, y clasificado en el primer puesto en 6 de dichas ternas. Pero nunca fue nombrado. En 2015, volvimos sobre el tema, que ya en ese entonces resultaba escandaloso, relatando que el funcionario se había presentado en todos los concursos de fiscales o jueces, nacionales y federales, alcanzando el primer puesto en la mayoría de ellos, sin resultado positivo alguno. Indefectiblemente otros eran los nombrados. Recurrió a la justicia, donde una sentencia reconoció que había sido proscripto, pero no podía anularse el último concurso objetado. Finalmente, en 2016 volvimos sobre el tema denunciando la proscripción del funcionario y pidiendo se respetara el principio de idoneidad. Cuando se habla de la grieta, y si se pretende suturar la profunda herida abierta entre los argentinos, es necesario reparar urgentemente este tipo de proscripciones por filiación, que ignoran las prescripciones constitucionales sobre la igualdad de los ciudadanos para acceder a los cargos públicos. ¿De qué sirven los concursos si el dedo ideologizado o partidista es el que decide por sobre el mérito? En el fondo de la cuestión subyace una concepción peyorativa de la justicia que ha conducido a la lamentable situación actual. Se razona así: no debe ser juez el mejor candidato, sin el que me responda ideológicamente. No interesa tener una justicia de calidad sino una justicia adicta, obediente, sumisa, capaz de “cajonear”, postergar, y desde luego nunca cuestionar al gobierno que lo nombró. Mientras los concursos no sean serios, eligiendo a los tres primeros de la terna, mientras no se dejen de repartir previamente a los candidatos deseables las respuestas a las preguntas de los exámenes como sucedía en el gobierno anterior, mientras no se termine con las proscripciones por apellido y la condena por filiación, no habrá posibilidad de que lleguen los mejores. La justicia será obsecuente y todo menos imparcial e independiente. El nombramiento del doctor Ignacio Rodríguez Varela no solo repara una gravísima y prolongada injusticia, sino que augura una esperanza respecto de futuras designaciones judiciales.