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ESTRUCTURA ECONÓMICA Y SOCIAL DE LA

RUSIA ACTUAL

Artículos aparecidos, como resumen ampliado de las reuniones de Nápoles y Génova de abril y agosto de 1955, en los n°
10-14 y 17-23 de 1955, 2-4,11,15-18 y 20-26 de 1956, y 1-2 y 5-12 de 1957 de “Il Programma Comunista”.

PREMISA
1 - REFERENCIA A LOS TEMAS TRATADOS ANTERIORMENTE

El tema actual se puede considerar continuación directa del que fue tratado en la reunión general del
partido, en Bolonia, los días 31 de octubre y 1 de noviembre de 1954, y que fue ampliamente desarrollado en
la serie aparecida en 11 números del quincenal “Il Programma Comunista”: que van desde el n° 21 de 1954,
al n° 8 de 1955.

El título Rusia y Revolución en la teoría marxista correspondía al objetivo de realizar una exposición
sistemática de todo lo que el movimiento comunista marxista ha sostenido en relación al desarrollo histórico
de la sociedad rusa, y de sus relaciones internacionales.

Fieles al método de presentar el trabajo de los marxistas revolucionarios, no como una genérica y más o
menos escéptica espera de acontecimientos que acaezcan con giros y novedades imprevistas para señalar al
movimiento la nueva vía, sino como una continua confrontación de los acontecimientos históricos con la
precedente “expectativa” y “previsión” que el partido, en su organización y participación viva en la acción
histórica, está en condiciones de extraer, aunque sea entre luchas continuas, de la teoría que constituye su
característica y su plataforma. Nos hemos propuesto presentar cuanto habían desarrollado los marxistas en
relación al proceder de la historia social de Rusia, en contraste con los datos históricos de los desarrollos
europeos y mundiales precedentes y contemporáneos.

La exposición ha sido dividida en tres partes. Una Introducción ha vuelto a ligar de manera natural el
tema a los múltiples desarrollos precedentes que un argumento tan importante había tenido ya en nuestras
convocatorias y exposiciones escritas desde los primeros años de esta postguerra, y ha planteado así el
problema: combatir todas las aserciones de enemigos abiertos o larvados sobre la inadecuación del
marxismo para encuadrar el desarrollo ruso, y la pretendida necesidad de aportar revisiones a nuestra teoría
general, con el fin de volver a introducir las “particularidades” rusas.

La primera parte ha tenido por título: Revolución europea y “área gran eslava”. En ella ha sido
bosquejada una zona y un período de desarrollo de las formas de producción, precisamente de la zona rusa
actual, en lo que la distingue de la zona mediterránea en su época clásica y de la germánica en el período
feudal; intentando exponer las grandes líneas de estos tres procesos, y poniendo el ruso en relación a los
datos históricos sobre el modo de asentarse y organizarse en la tierra de las primeras comunidades, sobre su
manera de organizarse en clases sociales y en formas de producción, y sobre la mayor o menor
centralización de las formas políticas y del Estado. Llegando así hasta la época moderna, se ha expuesto
cuanto el marxismo originario ha sostenido sobre la función de Rusia en el movimiento revolucionario
europeo desde la revolución francesa; y a continuación, sobre las cuestiones sociales internas rusas. Todo
esto, con las aportaciones de Marx y Engels en el siglo pasado. Fijado así el doble interés marxista en las
revoluciones de Rusia que demostraban, interfiriendo fatalmente, afectar: a la burguesa y a la proletaria. La
segunda parte ha expuesto las visiones, especialmente ricas y complejas, sobre tal cuestión de futuro
histórico de los movimientos internos de Rusia, tanto premarxistas, como sobre todo marxistas; deteniéndose
en los debates y en las resoluciones presentadas en los distintos congresos del partido bolchevique antes de
la guerra de 1914. También aquí, se ha ido hacia la demolición de la obstinadísima idea de que en Rusia se
debiese usar un metro histórico especial.

2 - PLAN DEL PRESENTE INFORME

Sobre la base del material, predispuesto y elaborado de tal modo, se llega directamente al tema actual:
estudio del modo histórico con el que aquella grandísima revolución se ha desarrollado bajo nuestros ojos, y
valoración de los acontecimientos y de la situación que la acompañó.

Por consiguiente, estamos en el tema esencial, que no solo es aquel que ha dado origen a la peculiar
diferenciación de nuestro grupo de tantos otros, sino que en el fondo es el centro de toda la lucha, de toda la
contienda política del mundo contemporáneo: ¿Qué es Rusia en la actualidad? Es, en efecto, desde el lejano
1917 que el juicio sobre la situación rusa, la condena o la exaltación de lo que posee el propio escenario en
Rusia, y de los golpes de escena que este muestra a un mundo atónito, forman el estimulo para los
movimientos y los partidos que, incluso en el seno de los países más lejanos de tal escenario, se contraponen
y combaten.

Todo el horizonte actual esta ocupado y ahogado por una interpretación que en el fondo es la misma
para los dos sectores, fierísimos enemigos entre sí, en los cuales el mundo contemporáneo esta dividido por
una barrera erigida cuasi físicamente, formidable ante los ojos y los pasos de todos. Rusia, con su potente
Estado guía y con una franja de satélites y caudatarios, estaría de parte del proletariado mundial y a favor de
una forma socialista de la organización social, mientras que los otros países, a cuya cabeza se colocan
algunos otros monstruos de una potencia estatal equiparable a la rusa, representan la defensa, la
conservación y los intereses ligados a la actual forma capitalista de la sociedad económica, y a la clase
burguesa que la dirige con la bandera de la libertad democrática.

Desde las primeras manifestaciones hemos combatido, solos o casi en solitario, contra esta
interpretación de la historia viviente, y solos hemos demostrado como oponerse a ella con exactitud, en
rigurosa coherencia con el método marxista de lectura de toda la lucha social del siglo que nos precede.
Hemos negado el paralelismo Rusia-socialismo desde las primeras reuniones, y desde las primeras
publicaciones de nuestro quincenal y de la revista “Prometeo” (hasta el año 1951); hemos desarrollado
nuestras fórmulas desde las primeras reuniones en Roma, Nápoles, Florencia, Milán, Trieste, etc. Hemos
mostrado como se distinguen estas netamente, sobre todo, de las de los trotskistas, que están por la defensa
de una Rusia proletaria y socialista actual, y también de aquellas de un izquierdismo banal a las que les falta
toda fuerza dialéctica para ir más allá de la identificación verbal de todos los procesos históricos, y de todos
los imperialismos; particularmente, hemos desmantelado una construcción estrambótica, que ve en la
estructura social que se formó en Rusia, una tercera vía al sanguinario diálogo iniciado hace un siglo entre
capitalismo y comunismo, una pretendida dominación de clases burocráticas. Y hemos desarrollado todo
esto, demostrando que el ala izquierda de los comunistas marxistas italianos (y raramente otros grupos
internacionales) deriva del cordón umbilical del marxismo ortodoxo unitario, ante todo, y después de la dura
defensa que hicieron tras la revolución de Rusia, y ante los primeros síntomas de la gigantesca oleada
degenerativa, que luego lo ha invertido todo y que se designa con el nombre de estalinismo.

Después de recorrer de nuevo (entiéndase, con método crítico y no con la simple repetición de una
sucesión de hechos generalmente conocidos), se trata ahora de realizar una exposición mejor de todo esto
que tenga como resultado clarificar las relaciones de producción actualmente en curso en Rusia, con las
leyes económicas a las que responden, y demostrar que tal sociedad está encuadrada dentro de los límites del
capitalismo; y finalmente establecer en este caso el resultado obtenido, sin tratar de escarnecerlo, por una
revolución burguesa, que procede con épicos desarrollos desde la vieja Europa, sobre todo el planeta.

3 - TRATAMIENTO ULTERIOR SOBRE LA TÁCTICA

También quedará fuera del actual informe, aunque no se pueda olvidar a cada momento, el tema en el
que desde hace tiempo trabaja nuestro movimiento, y del que se han podido recoger algunos documentos
notables: el debate sobre la táctica y el método que preludió históricamente a nuestra separación del
comunismo oficial, que poco a poco, desde posiciones cada vez menos aceptables y heterodoxas, descendió
hasta renegar sistemáticamente de las posiciones de partida que se ligan a cuanto teníamos en común, para
decirlo con las habituales y breves expresiones de Marx, Lenin, y de la III Internacional. Tal debate tuvo su
desarrollo entre los años 1920 y 1926 y sus posiciones, se deberá demostrar, eran genuinamente marxistas,
en su recta y difícil presentación, recibiendo del devenir la menos agradable, pero la más clamorosa de las
confirmaciones.

Sin embargo, es importante precisar muy bien nuestras posiciones sobre este restablecimiento
relacionado con el delicado punto de la táctica, indispensable para todo retorno, auspiciable aunque no se
prevea demasiado cercano, a los períodos en los que esté en primer plano el sector de la acción y de la lucha
respecto a aquel no ofuscable y siempre decisivo de la doctrina de partido.

Indudablemente, nuestra lucha es por la afirmación, en la actividad del partido, de normas de acción
“obligatorias” del movimiento, que deben no solo vincular a cada individuo y a los grupos periféricos, sino
al mismo centro del partido, al que se debe total disciplina ejecutiva, mientras que esté estrechamente ligado
(sin el derecho de improvisar por descubrimientos de nuevas situaciones, de charlatanes que se abren a
“nuevos cursos”) al conjunto de normas precisas que el partido se ha dado para guiar la acción.

Sin embargo, no se debe entender mal la universalidad de tales normas, que no son normas originarias
inmutables, sino normas derivadas. Los principios estables, de los que el movimiento no se puede
desvincular, porque surgieron – según nuestra tesis de la formación de una vez del programa revolucionario
– en raros y determinados momentos de la historia, no son las reglas tácticas, sino las leyes de interpretación
de la historia las que forman el bagaje de nuestra doctrina. Estos principios conducen en su desarrollo a
reconocer, en amplios campos y períodos históricos calculables por decenios y decenios, el gran curso sobre
el que camina el partido y del que no puede desviarse, porque esto no le acompañaría más que a su
hundimiento y a su liquidación histórica.

Las normas tácticas, que nadie tiene derecho a dejar en blanco ni a revisar según conjeturas inmediatas,
son normas derivadas de la teorización de las grandes vías de los grandes desarrollos, y son normas
prácticamente firmes pero teóricamente móviles, porque son normas derivadas de las leyes de los grandes
cursos, y con ellas, a escala histórica y no de la maniobra y de la intriga, declaradamente transitorias.

Remitimos al lector a los tan machacados ejemplos, como aquel famoso de pretender trasladar al campo
europeo occidental las luchas y guerras de defensa y de independencia nacional, con el método del
derrotismo de toda guerra que sea dirigida por el estado burgués. Será necesario que los compañeros
entiendan, que ningún problema halla respuesta en un código táctico del partido.

Este debe existir, pero por si solo no descubre nada y no resuelve ninguna cuestión; las soluciones se
buscan en el bagaje de la doctrina general y en la sana visión de la zona y los ciclos históricos, que es de
donde de deducen.

Por tanto, una exposición posterior usando como material histórico el diálogo polémico entre la
izquierda italiana y Moscú, deberá iluminar el problema táctico y remediar los graves errores que todavía
circulan, como por ejemplo, refiriéndose al problema de las relaciones entre el movimiento proletario
internacional y el de los pueblos coloniales contra los antiguos regímenes internos y el imperialismo blanco,
máximo ejemplo de problema histórico y no táctico, no es un problema de apoyo, porque es antes necesario
explicar en todos los sentidos por qué se ha replegado totalmente el movimiento puramente clasista del
proletariado de las metrópolis, y solo después se sabrá cómo esta fuerza revolucionaria del nivel
postcapitalista entra en relación con las fuerzas revolucionarias del nivel precapitalista, actualmente potentes
y vivas en Oriente.

Responder citando, y peor, inventando en frío una rígida fórmula de táctica, es banal en casos similares.
Sostener el derecho de reinventar en cada momento reglas tácticas elásticas acomodaticias, esto si que es
oportunismo y traición, contra el que siempre seremos despiadados, contra el cual opondremos mucho más
férreas y menos inocuas condenas de infamia.

4 - RESULTADOS ADQUIRIDOS

Como resultados establecidos en la exposición precedente, sobre la que ahora nos apoyamos para ir
más allá, nos bastará recordar los más importantes.

La doctrina del materialismo histórico explica perfectamente aquello que superficialmente parecerá
originalidad exclusiva de la historia rusa. La diversidad del proceso en el que la libre tribu errante se
transforma en pueblo estable organizado, está relacionada con: la naturaleza física del territorio, el clima, la
poca fertilidad, la inmensa extensión de tierras distantes de las costas, el distinto ritmo de la evolución
respecto a la de los pueblos de las calientes riberas del mediterráneo, al conexo o distinto aparecer del
esclavismo, a la formación del Estado unitario. Una suerte distinta tienen las poblaciones venidas del Oriente
y llegadas a los confines del resquebrajante imperio romano, del que explotan riquezas acumuladas y
dotaciones de producción avanzada – a las que les basta, para formar en la tierra una civilización de
producción agrícola, un ordenamiento descentralizado como el de los señores feudales – y las que
permanecieron más próximas a Asia y en el corazón de territorios inmensos, expuestas a las ulteriores
oleadas de hordas en busca de caza o de una sede fija, cuya estabilidad es precaria hasta que es confiada a
jefes locales, y que solamente quedan fijos en el momento en que se forma una gran organización estatal con
un centro único, con una elevada capacidad para los fines no solo de la guerra sino también de la producción
en tiempos de paz.

El Estado es, pues, desde los primeros tiempos elemento esencial de la sociedad rusa; gracias a él y a
las organizaciones militares y administrativas, que lo tienen como centro, supera los continuos ataques de la
parte asiática y de la europea y deviene cada vez más potente. Pero su función no es solo política, sino
también directamente económica: a la corona y al Estado le pertenecen cerca de la mitad de las tierras y
comunidades rurales siervas, y por tanto, la clase de los nobles no controla más que la mitad del territorio y
de la población, y está subordinada respecto al poder central dinástico: el rey no es, como en el sistema
descentralizado germánico, el elegido de los nobles, detentadores efectivos del control real económico y
jurídico de la sociedad.

Este típico “feudalismo de Estado” llega hasta la época moderna y en él, Marx ve el eje de las “Santas
alianzas” y la principal fuerza que, desde Napoleón en adelante, se empeña en sojuzgar todas las
revoluciones burguesas en Europa, y posteriormente está dispuesto a ayudar a monarquías y burguesías
contra los primeros movimientos proletarios.

Añadimos a los hechos el encarnizado interés de Marx por toda derrota militar de los zares, de la que
pudiese salir el hundimiento del baluarte reaccionario eslavo, cualquiera que fuese el enemigo.

Por tanto, colocamos los datos de los primeros análisis de las fuerzas sociales internas, y las respuestas,
con las que Engels sentó las bases acerca del famoso problema sobre el posible “salto del capitalismo” al que
el mismo Marx había hecho dialécticas indicaciones, llegando a descartar esta posibilidad. Engels sigue las
primeras formulaciones de los revolucionarios rusos que infravaloran la naciente industria, y se apoyan en el
movimiento campesino llegando también él al final de su vida a la conclusión de que no había ninguna
probabilidad de que la comunidad agrícola eslava pudiese desarrollarse hacia el socialismo general, antes de
que una completa forma capitalista y mercantil se haya podido delinear.

En la segunda parte, como hemos recordado, hemos continuado el trabajo de extrema importancia del
naciente movimiento marxista ruso, apoyado en el proletariado industrial, y hemos recordado sus tesis
históricas sucesivas, que se pueden resumir así: 1) Progresivo desarrollo del capitalismo en Rusia y
formación de un gran proletariado urbano. 2) Conclusión negativa sobre la eficiencia revolucionaria de la
burguesía rusa para dirigir el abatimiento del zarismo. 3) Análoga conclusión sobre la capacidad de los
movimientos basados en los campesinos, como los populistas, trudoviques, y socialistas revolucionarios. 4)
Condena de la posición de los marxistas del ala derecha, luego definidos como mencheviques, que con la
falsa afirmación de que la revolución burguesa no era cuestión que le interesase a los proletarios y a los
socialistas, proponían dejarle la dirección a los partidos democráticos y populares, abandonando
prácticamente la lucha política contra el poder zarista. 5) Desenmascaramiento ulterior de esta tesis
contrarrevolucionaria, negando que se pudiese apoyar un desarrollo de la revolución democrática basado en
constituciones concedidas por el zar y hasta con la conservación de la dinastía, o sea, fórmula insurreccional
y republicana de la revolución burguesa. 6) Participación del proletariado urbano en primera línea en toda
lucha, como históricamente acaeció en 1905; poder revolucionario surgido de la lucha armada, que
excluyese a todos los partidos burgueses constitucionales, basándose en la dirección de la revolución
democrática por parte de los trabajadores y los campesinos (dictadura democrática del proletariado y de los
campesinos). 7) Pasaje a la ulterior lucha revolucionaria con programa socialista, solo a continuación del
desencadenamiento, siempre previsto por el marxismo, de la revolución socialista proletaria en Europa tras
el hundimiento del zarismo.

5 - LA FORMULA DE LENIN

Por lo cual, tanto antes como después de la revolución, Lenin no ha previsto un proceso distinto de la
revolución proletaria internacional que se tuviese que descubrir a través del desarrollo de la crisis
revolucionaria rusa. Como marxista de la izquierda radical no ha dudado nunca que en los países capitalistas
el socialismo habría surgido de una insurrección revolucionaria de los proletarios y de la puesta en práctica
de la exclusiva dictadura marxista del proletariado. Sin embargo, en vista de que debía trabajar ante el
problema de un país en el que la revolución burguesa aún estaba por realizarse, no solo ha previsto que el
proletariado y su partido revolucionario debiesen comprometerse a fondo y con todas sus fuerzas, sino que,
dado el particular estado de retraso en la caída del reaccionario régimen zarista y feudal, ha enunciado la
previsión y el programa explícito de que la clase obrera debiese arrancar de las manos de la burguesía esta
tarea histórica propia, y dirigirlo a su vez, arrancándole también la no menos característica de capitanear en
la lucha a las masas campesinas.

Si la fórmula, en el ejemplo de la revolución burguesa fue: dirección de la clase burguesa (pero también
entonces más por parte de sus ideólogos y políticos que por las personas de industriales, comerciantes y
banqueros), atrayéndose a los proletarios de las ciudades y a los campesinos siervos a la estela de la
revolución democrática; la fórmula rusa de la revolución (siempre burguesa, o sea democrática) fue distinta:
dirección por parte del proletariado, lucha contra la misma burguesía propensa al entendimiento de
compromiso parlamentario con el zarismo, arrastre de las masas populares y rurales a la estela del
proletariado, que elevaba, en ésta fase histórica, a los campesinos pobres al rango de aliados suyos en la
insurrección y en el gobierno dictatorial.

Las tareas de una revolución similar no son las de socialismo, sino estas, bien definidas: guerra civil
hasta derrotar a la policía y al ejército zarista, abatimiento de la dinastía y proclamación de la república,
asamblea constituyente elegida luchando contra todo partido burgués y oportunista, apoyándose en los
consejos – surgidos en 1905 – de obreros y campesinos.

La objeción de que esta no fuese una revolución socialista, no detuvo a Lenin ni siquiera un instante,
estando la cosa clara en teoría. Se trataba de la revolución burguesa, en la única forma en que asegurase la
derrota de la contrarrevolución zarista y medieval: a este único resultado (en aquel tiempo, e incluso
posteriormente, claramente grande y decisivo) se consagraba la fuerza de la dictadura proletaria: dictadura,
porque se usaban medios violentos y no legales, como las grandes burguesías habían hecho en Europa a la
cabeza de las masas, pero democrática, porque su tarea era la destrucción del feudalismo y no del
capitalismo, con los campesinos como aliados por esta misma razón y porque, al mismo tiempo que están
destinados ulteriormente a devenir un día aliados de la burguesía contra el proletariado, lo son también al ser
enemigos jurados del feudalismo.

Lenin (nos parece indispensable continuar y sintetizar lo dicho ya en Bolonia, remitiendo a los que
dudan a los montones de documentos y pruebas aportados en el resumen mismo) no se planteaba, pues, en
tal fase la meta de la revolución socialista, que como tal condujese no a una democracia burguesa radical y
consecuente al máximo, sino a la dictadura expropiadora del capital, porque dejaba tal tarea ulterior a una
lucha no ya en el cuadro nacional, como habría sido aquella de la acaecida revolución rusa, sino en una lucha
internacional.

Consideraba que, al día siguiente de una guerra europea, ya prevista por Marx y Engels como un
choque entre eslavos y alemanes, la caída del zarismo habría puesto con seguridad a las masas trabajadoras
de occidente en movimiento, y que solo después de que las mismas hubieran tomado el poder político y los
grandes medios de producción concentrados por un capitalismo pleno, habría podido asumir también un
contenido socialista la revolución en Rusia. El encaminamiento hacia la guerra había sido confirmado por
aquella ruinosa con Japón, pero la contrarrevolución consiguió aplastar a las fuerzas revolucionarias de 1905;
por consiguiente, el abatimiento decisivo del zarismo, hasta que la lucha no diese como resultado el
aplastamiento bajo el terror (igualmente con sentido “burgués”, como el de Robespierre), de la fuerzas
reaccionarias, era aún una condición previa para el advenimiento del socialismo. Junto con Trotsky,
demostramos que la fuerza proletaria internacional fue invocada por Lenin, antes que para un desarrollo
social colectivista, para defender el poder revolucionario surgido en Rusia contra un retorno zarista. Esto
mismo, de hecho, habría significado el yugo para los proletarios y campesinos rusos llegados al poder
democrático, y para los trabajadores de occidente alzados contra la burguesía capitalista.

Efectivamente, ya en 1917 y después de otra serie de acontecimientos, fueron fuertes los intentos de
retorno del zarismo, flanqueados por las fuerzas de occidente, y requirió muchos años la lucha para
liquidarlos. Justa, pues, la graduación de las fases históricas en la potente visión de Lenin, y sería ciega
ejercitación extremista la de presentarlo como seguro pronosticador del socialismo en Rusia.

Esta interpretación aparentemente de izquierda de la obra de Lenin solo serviría al juego insidioso de
demostrar que se va históricamente al socialismo a través de formas amasadas con ingredientes democráticos;
y socialmente con elementos campesino-populares, lo que es la forma central de la degeneración y de la
vergüenza presente.

6 - CONFRONTACIÓN CON EL ACONTECIMIENTO

El argumento presente consiste en establecer si Rusia ha avanzado más allá o menos de cuanto se
contenía en aquella perspectiva. Si trazásemos un puente entre las que desde 1903 a 1917 parecían
disquisiciones más bien lejanas a efectos prácticos, y la situación actual de 1955, en la que nosotros
enraizada y fundamentalmente hallamos la plena forma capitalista en vías de poderosa difusión en Rusia, y
en la que encontramos apoyada y entrelazada con ella, una verdadera orgía de “valores” democráticos,
populares, y aliancistas, vemos que tenemos todo el derecho a concluir que Lenin lo había previsto
claramente y que la historia ha llegado a donde él decía, gracias al esfuerzo gigante que se le ha endosado al
proletariado ruso, y cuyo balance actual es: “construcción de capitalismo”.

Con esto quedarían probados todos nuestros puntos: que con la clave marxista, la antigua y nueva
historia de Rusia se ha podido leer distinguidamente; que con razón Marx y Engels le pronosticaron los
tremendos horrores del infierno capitalista, que Lenin dio una construcción impecablemente marxista de la
vía para liberarse del yugo de un poder formidable y del régimen precapitalista, y una teoría muy afortunada
de la impotencia de la burguesía para hacerlo, y de su reemplazo histórico por parte del proletariado.
Afirmando con todo el derecho que en esto Lenin no había yuxtapuesto a la teoría marxista clásica ninguna
parte nueva: el nacimiento del comunismo proletario es dialécticamente un hecho nacional e internacional:
únicamente podía nacer y formarse allí donde la forma moderna de producción había triunfado, y eso solo
ocurrió dentro de cuadros nacionales (Inglaterra, Francia, etc.) pero, apareciendo para tales desembocaduras
nacionales como teoría, y como organización y partido operante, debía plantearse enseguida y desde el
primer momento ante sí no sólo el binomio capitalismo-proletariado, sino el verdadero y vivo cuadro
mundial de todas las clases y de todos los movimientos de las sociedades humanas en todos los estadios de
su desarrollo. El Manifiesto contiene la aplicación de tal principio en un horizonte universal, y desde
entonces los comunistas, aunque cualquier otra vestal se haya dejado seducir, tienen la llama encendida de
una verdadera e incandescente revolución.

Esta es la verdadera visión y el único planteamiento marxista para los complejos problemas de todas las
sociedades que todavía no han desarrollado el gran duelo entre patronos y obreros, para todas las clases
marginales e impuras de aquellas sociedades que ya tienen también como armazón vivo el “modelo”
capitalista de economía.

7 - HISTORIA DE MEDIO SIGLO

Si todo esto en sus puntos esenciales es verdad, no se pueden sin embargo considerar como los únicos
de este arco histórico de cincuenta años, entre la teoría trazada en 1905 y la estructura, que se había
consolidado en los hechos en 1955. Este puente histórico no tiene un solo ojo, y esto no porque no pueda
tenerlo, sino porque se ha tratado quizás de los 50 años más densos de toda la historia conocida a caballo
entre dos grandes guerras universales, y para la Rusia a la que nos referimos, de al menos tres grandes
revoluciones, y de un curso mitad revolucionario y mitad contrarrevolucionario que (si bien no es un caso
único en la historia de los modos de producción) tiene unas características mucho más profundas.

No suministrando la teoría en el sentido marxista los arcos intermedios, que en conjunto definen todo el
difícil ciclo, como es habitual se puede uno dejar coger la mano por el simplismo.

Sí, el partido ruso de los obreros revolucionarios y de los socialistas comunistas se dio a sí mismo el
objetivo histórico de alcanzar el advenimiento del capitalismo mercantil y democrático, a condición de que
aceptando tal consigna (y dedicándole las propias fuerzas de clase, protagonistas de otra gran tarea histórica)
se garantizase la cancelación desde Europa, con hierro y con fuego, de la monstruosa construcción del
Estado de los zares, rechazando para siempre su recuerdo en la oscuridad del pasado.

Si la gigantesca lucha que se ha desarrollado después en vicisitudes alternas, no obtuvo más que este
resultado, y se debe negar que existan hoy en Rusia fuerzas dominantes trabajando para la realización de
formas ultracapitalistas, con el mismo criterio que no las hay en los países capitalistas de occidente,
consistiendo la diferencia entre ambos, en la distinción entre un capitalismo en crecimiento floreciente y otro
en fase de inflación que preanuncia el declive.

Pero sería erróneo sacar como conclusión de todo esto que, dada la contradicción entre lo que trazó el
partido, y lo que la historia nos presenta, en Rusia no ha habido más que una revolución burguesa, diciendo
que tanto la de Kerensky como la de Lenin fueron ambas burguesas, en la misma relación que lo fueron (por
así decir) la de Mirabeau con la de Robespierre.

En este desarrollo sostendremos que si la forma de producción en Rusia no es más que burguesa,
Octubre no fue burgués, sino proletario y socialista, después de haber puesto en su lugar los factores
económicos y sociales, las clases, los partidos, y las relaciones políticas del poder.

Un desarrollo similar no es definible más que en el cuadro internacional de la historia de los últimos
decenios, y en el cierre de esta premisa recordaremos los tres caracteres históricos que en sí mismo contiene
Octubre, y que lo elevan muchísimo más alto que el simple contenido de haber destruido el zarismo para
siempre, que con sólo los resultados de febrero, probablemente habría vuelto a vencer, como intentó hacerlo
desesperadamente y como gran parte de la burguesía mundial habría alentado -como de hecho alentó,
rompiéndose los cuernos contra la dictadura integral de los bolcheviques.

8 - DESTRUCCIÓN DE LA GUERRA

La estrecha relación establecida entre la derrota del ejército zarista y la revolución política, perseguida
en las anhelantes impaciencias de Marx y de Lenin en todas las guerras que registra la historia europea –
podemos decir claramente, y en relación al uso puramente indicativo que hacemos de los nombres
personales desde las coaliciones de inicios de 1800 hasta la primera gran guerra de 1900 – se confirmo en la
política llevada a cabo, sin retroceder ante las más trágicas consecuencias, por el poder de Octubre:
favorecer el derrumbamiento de los regimientos, desmontar el frente, dominar toda embriaguez interna en el
partido, desgraciadamente también de los mejores, e incluso de los definidos izquierdistas, por una versión
nacional y patriótica de la guerra, que por el contrario fue despedazada sin piedad con éxitos verdaderamente
grandiosos.

Esta política ilimitadamente revolucionaria, laceradora de cualquier hipocresía, empujada a sus más
extremas consecuencias, inspirada en la reivindicación del derrotismo sin reservas, de la conversión de la
guerra de defensa de la patria en guerra civil, pasó por la prueba grandiosa de la ruina del poder militar
alemán, con los frentes hundidos no por una ofensiva desde el oeste sino por una capitulación y por las
confraternizaciones desde el este.

Una revolución burguesa no podía tener semejante contenido real, inseparable por motivos intrínsecos,
expuestos ampliamente por nosotros (por ejemplo, en el informe de la reunión de Trieste del 29 al 30 de
agosto de 1953, cuyo resumen escrito, con el título Fattori di razza e nazione nella teoria marxista
[Factores de Raza y Nación en la Teoría Marxista], se publicó en los números 16-20 de 1953 de “Il
Programma Comunista”), del fomento de los valores y de las instituciones con carácter nacional y patriótico.
Demostrando otra vez que Robespierre desde la tribuna parlamentaria le reprochó a los ingleses, sus
enemigos jurados, su acción contra las influencias francesas al otro lado del Atlántico, dirigidas contra Luis
XIV y XVI. La revolución burguesa no rompe la línea histórica nacional, sólo una revolución proletaria
puede osar tanto. Actualmente sí, la línea del poder ruso es patriótica, y exalta a los vencidos de Port Arthurt
y Tsushima, en la que Lenin había trabajado para cortar los barrotes, y no menos a los defensores de
Sebastopol, que estaban sobre el estómago de Marx, e incluso las empresas de conquista de Pedro el Grande.

9 - LIQUIDACIÓN DE LOS ALIADOS

Otra característica de la política revolucionaria bolchevique es la lucha progresiva contra los aliados
transitorios de la fase precedente, que uno tras otro van siendo puestos fuera de combate llegando a un puro
gobierno de partido. Aquí no es suficiente buscar una analogía con las revoluciones burguesas en las luchas
entre los distintos partidos desde 1789 a 1793 en Francia, porque la analogía se limita al método de acción.
No diremos, por ejemplo, que un carácter originalmente proletario de la revolución rusa haya sido el
terrorismo político. Han tenido el terror las revoluciones de la burguesía, en Inglaterra, en Francia, y en otros
muchos países, y tal método en Rusia era invocado decididamente también por los no marxistas, como los
populistas de izquierda y por los socialistas revolucionarios, ya que se trataba de destruir a los partidos que
defendían al zar.

Pero la posición dialéctica asumida a lo largo de todo el desarrollo por los bolcheviques, que parte de
una subrogación de las tareas de la burguesía para llegar a la dispersión de sus partidos, y se desarrolla a
través de la marcha transitoria con los aliados semiburgueses y campesinos, para acabar echándoles del
gobierno y privándoles de todo derecho a participar en el estado, responde a la posición original de los
marxistas, que desde antes de 1848 formulan claramente una primera lucha junto a aliados burgueses,
liberales, demócratas, y un sucesivo pasaje al ataque decidido contra todos ellos y contra las facciones
pequeño burguesas. Tal previsión está sólidamente fundada en una crítica anticipada e inexorable a las
ideologías propias de estos estratos, que les convierten en enemigos indefectibles del proletariado.

Estos desarrollos característicos de todas las luchas entre clases han conducido innumerables veces a la
derrota del proletariado y a la despiadada destrucción de sus fuerzas y organizaciones, como en los clásicos
eventos de Francia. Por primera vez, el partido proletario en Rusia ha llegado victorioso al último episodio
de las fases de la guerra civil, liberando el campo de todos los sucesivos ex-aliados, que poco a poco iban
pasando a la contrarrevolución abierta, y la victoria en las últimas batallas ha quedado en las manos del
partido. Cualquiera que haya sido la continuación, que no vio una derrota en la guerra civil, sino otro
proceso muy distinto, esta experiencia histórica es verdaderamente original y sigue siendo un patrimonio
efectivo del potencial revolucionario, dispersado luego por otras vías, y por la desacreditada aplicación de
alianzas y revoltijos separados de toda autonomía dialéctica original del partido de clase y de sus posiciones
exclusivas.
Hemos expuesto muchas veces el concepto marxista de que las experiencias de las contrarrevoluciones
son un alimento precioso para el duro camino, como en el caso de la comuna de París tan fundamentalmente
invocado por Lenin.

Por consiguiente, estos resultados, aun si luego se dispersan o desvanecen, nos sirven para probar que
después de Octubre, y antes de que tuviese tiempo de plantearse la tarea de naturaleza económica,
productiva y social (que a continuación estudiaremos), el poder político llegó efectivamente a las manos del
proletariado, que por la situación internacional fue llevado claramente aunque no definitivamente más allá
de los límites de la dictadura democrática y más allá de los de la alianza con partidos de base popular
campesina, y por tanto, en la esfera histórica de la revolución política socialista, a la que le faltaron luego las
aportaciones que sólo la revolución de los obreros de occidente habría podido proporcionar.

10 - DEMOLICIÓN DEL ESTADO

El traspaso de la revolución puramente democrática, aunque sea con los diversos partidos socialistas en
primera fila, al Octubre bolchevique, no fue posible sin que toda la cuestión del acceso al poder del partido
obrero en los países avanzados se volviese a clarificar, y con esta, la teoría marxista integral de la violencia
en la historia, y de la naturaleza del Estado político.

Esta gran batalla no fue solamente teórica, como en las páginas de El Estado y la Revolución y en las
polémicas que involucraron a todo el mundo de la primera postguerra, y tampoco fue únicamente
organizativa ya que se efectuó radicalmente la escisión entre los revolucionarios de la III Internacional y los
revisionistas y traidores de la II. Fue una verdadera batalla política y se desarrolló con las armas en la mano
en tremendos episodios, cuando vimos a socialdemócratas convertidos en verdugos al servicio del
capitalismo apuñalar a la revolución y a la dictadura roja en Alemania y Hungría, y prepararse y llevarse a
cabo el mismo choque en toda Europa.

Admitamos que sólo se hubiese llegado a poner en práctica (insurreccional, incluso terrorista) la
dictadura democrática de obreros y campesinos, única heredera histórica posible del poder en Rusia, pero sin
ir más allá. Habría quedado una sola experiencia, una sola herencia para la historia revolucionaria: son
necesarias insurrecciones, guerra civil, dictadura y terror, pero solamente para salir de la forma medieval; y
no igualmente para salir, sucesivamente, de la forma burguesa y capitalista.

Pero en el ulterior avance del poder proletario bolchevique en Rusia, la lucha pudo llegar a estar unida
a la de las fuerzas avanzadas de los proletarios comunistas que en los países de Europa tenían ante si no ya
un olvidado medioevo, sino la moderna democracia del capital, y que aprendieron (en línea con los
compañeros que en Rusia habían debido eliminar incluso a los sedicentes socialistas, que estaban a la
sombra de ideas burguesas y pequeño burguesas, y de democráticos pacifismos de clase, que defendían, que
desde la caída del régimen feudal en adelante, se debiese llevar la lucha a los ámbitos legales, y que se
habían revelado como puros contrarrevolucionarios, algunos llegando hasta la mal disimulada unión con el
zarismo que todavía tramaba conjuras), en un fase histórica muy ulterior respecto a la conquistada libertad
burguesa, la necesidad de la violencia y de la dictadura de la clase oprimida por el capital.

Aunque la revolución burguesa clásica hubiese contenido en sí misma la necesidad del


desmantelamiento del precedente órgano de Estado, al estar fundado en los antiguos ordenamientos, en los
privilegios de los ordenamientos mismos, y en la distinta potestad jurídica de los componentes de la sociedad,
sólo la lucha de la revolución rusa en la fase de Octubre pudo dar base histórica y positiva a la exigencia de
que también el Estado jurídico de las modernas constituciones que proclaman la igualdad y la libertad de
todos, basadas en representaciones universales sin distinción entre órdenes, también tal Estado, como fue
establecido desde el primer momento por Marx y por el Manifiesto, no era más que un órgano de dominio de
clase, y un día la historia, a su vez, lo trituraría en pedazos.

Por tanto, no está permitido decir que la revolución de Octubre se quedó en los límites de una
revolución burguesa. El desarrollo social de Rusia ha debido permanecer en los límites de las formas y
modos capitalistas de producción, y es un dato histórico que el proletariado ha luchado por el advenimiento
de una forma burguesa, y que debía hacerlo. Pero su lucha política no se ha limitado a eso.

Como parte inseparable de la lucha política del proletariado internacional, que para organizarse como
clase dominante, antes debe organizarse en partido de su propia revolución característica y exclusiva, las
fuerzas y las armas que han vencido indiscutiblemente la batalla de Octubre, vencieron para el proletariado y
el socialismo mundial, y su victoria servirá en el sentido histórico y material, a la victoria mundial del
comunismo, sobre las ruinas del capitalismo de todas las graduaciones y de todos los países, comprendida la
actual Rusia.

PRIMERA PARTE
LUCHA POR EL PODER EN LAS DOS REVOLUCIONES

1 - LA GUERRA DE 1914

No se puede dejar de lado la relación que se dio entre la Revolución de 1917 en Rusia y la primera
guerra mundial que estalló en 1914, punto este muy conocido y por nosotros recordado infinitas veces. Todo
el desarrollo histórico que enlaza entre sí las vicisitudes de los partidos marxistas en Europa y en Rusia, y la
unión entre las perspectivas de futuro que se formaron y las particularidades de su vida política interna y de
sus luchas de tendencia, tienen como pasaje crucial la volcánica crisis histórica, el terremoto político de
agosto de 1914, del que nos separan 41 años.

Aunque aquí no se quiera hacer historia y las hechos esenciales estén escritos en la cabeza de todos,
será necesario no obstante recordar los puntos esenciales.

En Sarajevo, capital de Bosnia, provincia de preponderancia eslava, que pasó del imperio otomano al
austriaco después de las guerras balcánicas, el 28 de junio el archiduque Francisco Fernando, heredero del
trono del viejísimo Francisco José, pasea con su mujer en una carroza descubierta. Son abatidos por los
disparos de revólver de dos jóvenes nacionalistas de Bosnia.

En pocas semanas trágicas transcurridas, el gobierno de Viena afirmó que los atacantes confesaron en
los interrogatorios, ser agentes del movimiento independentista y del gobierno serbio. El 23 de julio, se dijo
que por secreta incitación del Káiser Guillermo, el ministro austriaco de asuntos exteriores, Berchtold,
transmitió a Serbia el histórico ultimátum, que imponía una serie de medidas de política y policía interna. El
plazo era de sólo 48 horas: Serbia respondió en un tono débil pero no aceptó todas las condiciones. El 26, el
primer ministro inglés, Grey, trató de intervenir para convocar una conferencia, a la que se opuso Alemania.
El 28, un mes después del atentado, Austria declaró la guerra a Serbia.
El 29, se movilizó Rusia, el 30, Alemania, sobre las dos fronteras. El 31, Alemania requirió a Rusia que
revocase en 24 horas la orden de movilización, y no habiendo obtenido respuesta le declaró la guerra el 1 de
agosto. El 3, declaró la guerra a Francia, el 4, invadió Bélgica sin declaración de guerra. Solamente el 6 de
agosto, Austria declaró la guerra a Rusia.

Como se sabe, el gobierno belga decidió resistir con las armas la invasión, y Gran Bretaña le declaró la
guerra a Alemania con el motivo de que los acuerdos internacionales para la neutralidad de Bélgica habían
sido violados, a lo que el conde Bethmann-Hollweg, ministro de asuntos exteriores alemán, opuso la famosa
frase de que los tratados no son más que pedazos de papel.

La historia ha demostrado después, que los ingleses pocos días antes habían asegurado a Berlín la no
intervención en caso de guerra con los Franco-rusos, incitando así al gobierno del káiser a precipitarse en el
cráter.

Antes de ver los reflejos inmediatos de la evolución de la guerra sobre la situación en Rusia, que es lo
que nos interesa, es necesario todavía desgranar otro rosario, el de la ruina del socialismo internacional, que
constituyó el otro aspecto de aquellos días de tragedia.

Situación que es preciso considerar muy distinta a la de la explosión de la guerra de 1939. En aquel
momento, en cada país se enfrentaban dos alternativas claras: por una parte, la posición internacionalista de
clase, y por la otra, una posición nacional y patriótica de unanimidad, y esto con analogía absoluta en todos
los países. En 1939, todo había cambiado, y en algunos países estaba presente un derrotismo burgués, que
fundó los movimientos contra la guerra con abiertos “partidarios del enemigo nacional”. En el primer ciclo
histórico el nacionalismo triunfó, en el segundo, se dividió en dos nacionalismos. El ciclo en el que el
internacionalismo se ponga en pie, todavía se espera.

2 - HUNDIMIENTO DE PESADILLA

Dos días después del ultimátum de Austria a Serbia, el partido socialista germano lanzó un firme
manifiesto en contra de la guerra, en el cual, ese gesto era condenado por estar “deliberadamente calculado
para provocar la guerra” y se declaraba que por los gobernantes de Viena no se “derramaría ni una gota de
sangre de soldado alemán”.

Pero cuando los días 29 y 30 en Bruselas, se reunió el Buró Socialista Internacional, en convocatoria de
urgencia, la situación ya se precipitaba. Habló el dirigente de los socialistas austríacos, el viejo Víctor Adler:

«Ya estamos en guerra. No esperéis más acciones por nuestra parte. Estamos bajo la ley marcial.
Nuestros periódicos han sido suprimidos. No estoy aquí para dar un discurso en un mitin, sino para decires la
verdad, que ahora, mientras centenares de miles de hombres marchan hacia las fronteras, toda acción es
imposible».
Ya no estaba Bebel, muerto a finales de 1913; por los alemanes estaban presentes Haase y Kautsky que
discutían directamente con Jaurès y Guesde sobre la extrema esperanza de localizar la guerra entre Austria y
Serbia (magnífica la actitud de los pocos socialistas de Serbia). La huelga general contra la movilización fue
propuesta sólo por el inglés Keir Hardie (no fue indigna la actitud del pequeño British Socialist Party) y por
Balabanoff que con Morgari representó a Italia. ¿Pero quién respondió fríamente? El “marxista ortodoxo”
Jules Guesde:
«una huelga general sería eficaz sólo en los países en que el socialismo es fuerte, y facilitaría así la
victoria de las naciones atrasadas sobre las avanzadas ¿qué socialista puede desear la invasión de su país, y
su derrota a manos de un país más retrógrado?».
Lenin no estaba allí, sino en un pueblecito en los Cárpatos con la mujer enferma. Rosa Luxemburgo
estaba también enferma con problemas de corazón. Grande fue el derechista y no ortodoxo Jaurès, que tronó
en el grandioso mitin ante una inmensa muchedumbre retumbante, gritándoles: ¡Abajo la guerra! ¡Guerra a
la guerra! ¡Viva la Internacional! Dos días después el nacionalista Vilain abatía al gran tribuno de dos
disparos, en París.

La reunión no supo hacer más que anticipar al nueve de agosto el Congreso socialista mundial, ya
fijado en Viena para el 23. Pero como observa Wolfe, aquellos diez días estremecieron al mundo mucho más
de lo que lo han hecho los sucesivos decenios.

Mientras tanto, desde el 31 al 4 de agosto en Berlín, se suceden las sesiones de la dirección socialista y
del grupo parlamentario, que era fuerte, con nada menos que 110 diputados en el Reichstag.

Mueller fue enviado a París donde se trataba la misma cuestión, pero la mayoría de los compañeros
franceses dijeron: Francia es la agredida, nosotros debemos votar si a los créditos de guerra, y vosotros los
alemanes debéis votar no. En Berlín 78 votos contra 14 decidieron que si a los créditos, con una declaración
que declinase la responsabilidad de la guerra. El día 4, todos, los 110 fueron considerados como votantes a
favor de los créditos (incluidos los 14, entre ellos el presidente del partido socialdemócrata alemán, Haase y
asimismo Carlos Liebknecht, por disciplina) si bien uno, aunque solo, Kuner de Hallet abandonó la sala.

El mismo día, los despachos de prensa traían desde París la misma noticia maldita: los créditos para la
defensa nacional eran aprobados por unanimidad.

En las dos capitales las muchedumbres se manifestaban por las calles al grito de ¡Viva la guerra!
También Trotsky estaba aquellos días en Austria, en la capital. Atolondrado escuchó los gritos de exaltada
alegría de los jóvenes manifestantes. ¿Qué idea les inflama? se preguntó. ¿La idea nacional? ¿Pero no es
Austria la negación misma de toda idea nacional? Pero Trotsky vivía de la fe en las masas, y en su
autobiografía halló una explicación totalmente optimista a esta excitación desencadenada por la
movilización, empresa dudosa de las clases dominantes.

3 - SIETE TESIS SOBRE LA GUERRA

Lenin, que afortunadamente había salido de Austria, donde era un ciudadano enemigo, no tenia en la
neutral Suiza noticias seguras sobre el comportamiento de los socialistas rusos. Se había dicho que toda la
fracción de los socialdemócratas en la Duma, incluso los mencheviques, había rechazado el voto a favor de
los créditos de guerra. Pero algunas cosas se le habían atragantado: Kautsky, al que él todavía consideraba su
maestro, en la discusión por el voto había hablado a favor de la abstención, pero luego, con mil sofismas,
había justificado y defendido el voto favorable establecido por la mayoría. Después, supo que en París,
Plejanov se había convertido en propagandista para el enrolamiento en el ejército francés. Lenin atravesó
días de rabia y de furor hasta que se orientó en la necesidad de volver a comenzar todo y defenestrar a los
nuevos traidores. En cuanto pudo reunir a seis o siete compañeros bolcheviques, les presentó siete
descarnadas tesis sobre la guerra. Estaban junto a él, Zinoviev, las compañeras de ambos, tres diputados de
la Duma, y quizás la ruso-francesa Ines Armand.

Estas son las siete tesis:

1) La guerra europea tiene el carácter definido y manifiesto de guerra burguesa, dinástica, e imperialista.
2) La conducta de los dirigentes de la socialdemocracia alemana, partido de los dirigentes de la Segunda
Internacional (1889-1914), que han votado los créditos de guerra y que repiten las frases burguesas y
chovinistas de los junkers prusianos y de la burguesía, es una traición directa al socialismo.

3) La conducta de los dirigentes socialistas franceses y belgas, que han traicionado al socialismo entrando
en los gobiernos burgueses, comporta igual condena.

4) La traición al socialismo por parte de la mayoría de los dirigentes de la Segunda Internacional significa el
hundimiento político e ideológico de la misma. La causa fundamental de este hundimiento es el predominio
actual del oportunismo pequeño-burgués.

5) Son falsas e inaceptables todas las justificaciones dadas por los diversos países para su participación en la
guerra: defensa nacional, la defensa de la civilización, la democracia, y así, sucesivamente.

6) La tarea de la socialdemocracia en Rusia consiste en primer lugar, en una lucha sin descanso y sin piedad
contra el chovinismo gran ruso y monárquico zarista, y contra la sofística defensa de tal chovinismo por
parte de los liberales o constitucionales democráticos rusos, y por parte de los populistas. Desde el punto de
vista de las clases trabajadoras y oprimidas de todos los pueblos de Rusia, el mal menor sería la plena
derrota de la monarquía zarista y de su ejército que oprime a Polonia, Ucrania y muchos otros pueblos del
imperio.

7) La consigna de los socialistas en el momento actual debe ser una propaganda penetrante, haciéndola
extensiva también a los ejércitos, y a los sectores de las actividades militares, por una revolución socialista y
por la exigencia de dirigir las armas no contra los propios hermanos, sino contra la reacción de los partidos y
gobiernos burgueses en todos los países… La actividad ilegal dentro del país y del ejército… el llamamiento
a la conciencia revolucionaria de las masas contra los dirigentes traidores… la agitación en favor de las
Repúblicas alemana, rusa y polaca.

El texto fue adoptado con pocas enmiendas, o mejor, añadidos:

1) Un ataque al llamado “centro” que había capitulado frente a los oportunistas, y que debía ser mantenido
fuera de la nueva Internacional. Quizás este golpe dirigido contra Kautsky no salió de la pluma de Lenin.

2) Un reconocimiento de que no todos los trabajadores habían sido presa de la fiebre de la guerra, sino que
en muchos casos se habían mostrado hostiles al chovinismo y al oportunismo. Tal añadido fue debido quizás
a las noticias de aquellos países donde parte del movimiento estaba sobre la buena vía (Serbia, Italia,
Inglaterra, algunos grupos griegos, búlgaros, etc.).

3) Un añadido sobre Rusia que Wolfe encuentra de indudable origen leninista ya que constituye “una
característica formulación de las exigencias y de las consignas de una revolución democrática en Rusia”. Y
la hemos querido poner aquí porque nos vuelve a llevar sobre el hilo conductor de nuestro tema:
«Lucha contra la monarquía zarista y el chovinismo gran ruso, paneslavista; propaganda por la
emancipación y la autodeterminación de los pueblos oprimidos por Rusia, con las consignas inmediatas:
república democrática, confiscación de las tierras de los grandes propietarios terratenientes, jornada de
trabajo de 8 horas».
Algunas semanas después del estallido de la guerra de 1914, la perspectiva de los marxistas
revolucionarios está por lo tanto clara.

En Europa: liquidación de la II Internacional y fundación de la Tercera.

En Europa: lucha para liquidar la guerra, no con la paz, sino con el abatimiento del dominio capitalista
de clase (revolución socialista), previo derrocamiento de todas las dinastías.

En Rusia: pérdida de la guerra, fin del zarismo, revolución democrática con medidas radicales. Pasaje a
una revolución socialista sólo conjuntamente con una revolución europea similar.

4 - NADA DE “TEORÍA NUEVA”

En la oficial y estalinista Storia del partito bolscevico, este ciclo está narrado de tal modo que concluye
con la formación de una “teoría nueva” por parte de Lenin, ante el hundimiento del movimiento europeo en
el oportunismo, que sería, según ellos, la de la revolución en un solo país. Por tanto, es reivindicada con este
sentido y con este fin la adhesión a toda la incansable cruzada de Lenin contra los socialpatriotas de todo
pelaje: “Tal era la concepción teórica y táctica de los bolcheviques en las cuestiones de la guerra, la paz y la
revolución”. Es evidente por el contrario que, bajo pretextos más engañosos que los de los Guesde y de los
Kautsky, las consignas dadas a los partidos comunistas clamorosamente en la segunda guerra mundial,
lanzándoles a todos en un frente revueltos con las burguesías, no han dejado piedra sobre piedra de la teoría
de Lenin sobre la guerra, sobre la paz, y sobre la revolución, ya que ésta no era más que la “vieja teoría” de
Marx, que los traidores de 1914 habían destrozado análogamente, y que Lenin para su vergüenza había
reconstruido gloriosamente ¿Qué otra cosa es la victoria del país retrógrado de Guesde en Bruselas, sino la
eterna mentira de la deprecada victoria de los fascistas en Francia o Inglaterra?

La falsificación oficial se apoya en dos artículos de Lenin de 1915 y 1916. El de 1915 tiene por título:
“Sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa”. Lenin pone muchas reservas a esta consigna,
justísimas. Esta estaba en las siete tesis de la siguiente forma: “Estados Unidos republicanos de Europa”,
coordinada con la reivindicación de las repúblicas en Rusia, Alemania, y Polonia (hoy todas ellas realizadas
¿pero cuando añadiremos la inglesa?). Luego el partido decidió justamente suprimir esta consigna política,
que podía dar lugar a malentendidos. Según Lenin, los Estados Unidos de Europa entre Estados capitalistas
(no solo dinásticos) es una fórmula inadmisible: pero no porque sea una fórmula aún presocialista y
exclusivamente democrática, ya que tales reivindicaciones pueden ser útiles, sino porque en este caso
particular un organismo tal sería reaccionario. Opinión óptima y profética sobre las diversas federaciones y
ligas europeas hoy propugnadas por todas las partes, incluso estalinistas. “En un régimen capitalista los
Estados Unidos de Europa equivalen a un acuerdo para el reparto de las colonias”.

Excúsese la insistencia en la disgresión. Hoy serían los segundos después de América, que ya tiene en
aquel reparto la cabeza del león. Pero esto hace “aut imposible aut reaccionaria” a la fórmula federal europea.

O contra América, como Lenin lo veía en 1915, o bajo América como hoy lo plantean (y a lo mejor
bajo Rusia, o bajo un acuerdo con ella) los Estados Unidos de Europa no se formarían más que contra las
colonias y contra el socialismo.
Para nosotros, dice Lenin claramente, es más revolucionaria la situación de la guerra que la del
federalismo europeo (¡Muy distinto que el haber adoptado toda la teoría, etc, etc, por parte de las citadas
sacristías!)

Nuestra consigna sería Estados Unidos del mundo, decía Lenin. Pero no nos conviene tampoco ésta, en
primer lugar, porque coincide con el socialismo, “en segundo lugar porque podría generar la opinión
equivocada de la imposibilidad de la victoria del socialismo en un solo país y una concepción equivocada de
las relaciones de tal país con los otros”.

Es aquí donde queremos a esos señores. Es el período sucesivo a este, el que invoca la historia oficial:

«La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. Resultando
que es posible el triunfo del socialismo primeramente en algunos países o incluso en un solo país capitalista
tomado separadamente. El proletariado victorioso de dicho país, expropiados los capitalistas y organizada la
producción socialista, se levantaría contra el resto del mundo capitalista arrastrando consigo a las clases
oprimidas de los otros países (aquí acaba la cita de los aliados de Roosevelt, y antes de Hitler, de los
castradores de la revolución y del pensamiento de Lenin: pero nosotros la proseguimos) inflamándolas para
sublevarse contra los capitalistas, interviniendo, en caso de necesidad, incluso con la fuerza armada contra
las clases explotadoras y sus Estados».

5 - ¿LAS REVOLUCIONES SIMULTÁNEAS?

La otra cita, a la que se refiere el texto indicado es de un artículo del otoño de 1916: El programa
Militar de la Revolución Proletaria en la que se afronta abiertamente la hipótesis de un país capitalista en el
que ha vencido el proletariado, que lleva a cabo la guerra contra países que siguen siendo burgueses,
induciéndoles a la revolución. Un tema que hemos hecho nuestro otras veces, y que sobre todo está a mil
millas de las grandes bufonadas de la “coexistencia pacífica”, de la “emulación” y de la “defensa contra la
agresión”, ya que aquella guerra sería una guerra de clase, de exquisita agresión, y sobre todo de una
declaración, no disimulada, al proletariado del mundo, de no esperar nada más, que el momento en el cual
fuese posible atacar la fortaleza de la explotación capitalista.

El vulgar truco consiste en pasar de una a otra de estas tesis: conquista del poder político en un solo
país – construcción del socialismo en un solo país capitalista, donde se haya conquistado el poder –
construcción del socialismo en Rusia únicamente. Y es esto último lo que consideramos que pertenece al
reino de los sueños, como los hechos económicos palpables repiten en la segunda parte de este informe.

He aquí el gran bulo, que quiere justificar la nueva teoría (para después pisotearlas, tanto a la nueva
como a la vieja).

«Esta teoría difería radicalmente de la concepción difundida entre los marxistas en el período del
capitalismo preimperialista, cuando los marxistas consideraban que el socialismo no habría triunfado al
mismo tiempo en todos los países civilizados».
Y luego: Lenin destruía etc…

Esta no es más que una fábula fabricada palabra a palabra, de la que Lenin no se ocupó jamás. ¿Quién
ha creído nunca en esa historia del socialismo simultáneo en todos los países? Ni los izquierdistas, ni con
mayor razón los derechistas del marxismo. Y los países civilizados ¿Cuales habrían sido? Rusia ciertamente
no, sino Francia, Inglaterra y América. ¿Y Alemania? Oyendo a los santurrones de 1914, y a los de 1941 y a
los de hoy, que para atacar a la comunidad europea de defensa vuelven a levantar ese abusado espectro del
alemán en armas ¡Alemania es más salvaje… que el país de los Hotentotes!
Sin embargo, antes de continuar desbaratando el equívoco central que anima toda la narración de la
historia proletaria ad usum Kraemlini, es necesario hacer una observación. Este pretendido dualismo entre
dos teorías, la vieja y la nueva, una surgida de la situación del capitalismo preimperialista, y seguida, con su
táctica correspondiente, por la II Internacional; y la otra que habría sido descubierta e instaurada por Lenin,
basada en las experiencias de la fase (etapa) imperialista más reciente, no es únicamente una estimación
propia del oportunismo estalinista.

El mismo oportunismo de la II Internacional vivía de una pomposa (y asquerosa) nueva teoría: aquella
que se jactaba de haberle hecho justicia a un Marx cuarentaiochesco [de 1848] y catastrofista, autoritario y
terrorista, que de hecho había modelado, en vez del brillante e híspido “red terror doctor”, el muy honorable
parlamentario socialdemócrata con chistera y capa (tales insectos los vemos asimismo en Moscú),
despreciando al partido de clase y cortejando a los sindicatos economicistas, pancistas y gradualistas,
bomberos de cualquier acción de masas, y finalmente, mezclado con los furores blancos de Vladimiro
Ulianov, además de nosotros como últimos idiotas, votante de los créditos para la masacre imperialista. Era
la teoría revisionista de Bernstein y sus socios, y cantaba el eterno motivo como las putas; aquellos tiem-pos
han pa-sa-do.

Ahora bien, la misma vieja historia de la vieja teoría del s. XIX del barbudo Carlos, y de la nueva teoría
de principios del s. XX que osa endosar a Lenin, pero que es patrimonio de un simiesco ejército de mandriles
con el culo pelado que osan farfullar su nombre, es propia de muchos grupitos que no se hacen llamar
estalinistas, porque no se aperciben de serlo, y que – como tantas veces fustigamos – se dedican a volver a
embarrancar la barca de la revolución, que habría embarrancado en dique seco porque no estaban ellos,
pobres cercopitecos, para diseñar la nueva teoría, fuertes en aquello que Marx no supo, y Lenin apenas
comenzó a deletrear; de tantos grupitos que de vez en cuando en una espantosa “bouillabaise” de doctrinas y
de masturbadas lecturas anuncian entregarse a “reconstruir el partido de clase”. Dejamos a estos señores en
la práctica de sus ejercicios (que fracasan sobre todo en aquel objetivo, al estar acompañado del mísero
capricho que les mueve: armar ruido) y volvemos a la manipulación del Kremlin.

6 - ¡ABAJO EL DESARME!

La otra aportación a la teoría de la “revolución en un solo país” está sacada por los del concilio de
Moscú de otro artículo, del otoño de 1916, que trata otro tema: es decir, echa abajo, como había hecho el
otro artículo de 1915 por los Estados Unidos de Europa, otra “consigna” que los elementos de izquierda del
movimiento socialista durante la guerra, y en especial los de la Internacional Juvenil socialista, lanzaron en
oposición al socialchovinismo: por el desarme. Es un potente ataque contra el pacifismo, coherente con
Lenin, coherente a través de decenios con la “vieja teoría” de Marx, inseparable de la desesperada defensa de
los marxistas radicales de todas la épocas contra el pietismo filantrópico humanitario de radicales pequeño
burgueses, y también de libertarios, contra los puntos de vista gradualistas del reformismo de finales del
siglo XIX, que en meadero publico de corporativismo de bonzos y electoralismo democrático quería ahogar
la fuerza, la violencia, la dictadura, la guerra entre Estados y la guerra entre las clases, sucia visión que está
en las antípodas del marxismo integral y originario, vengado por las admirables manos de los zapateros
remendones. Para proponerla de nuevo hoy contra los recogedores de firmas, en la cara a los pregoneros de
la cruzada de la plumilla contra el cañón y el misil atómico.

Del artículo El Programa Militar de la Revolución Proletaria, que en nuestras exposiciones (que nada
inventan o descubren, sino que solamente vuelven a proponer el material histórico, dotación del movimiento
anónimo y eterno, en los cuadros y en los ciclos precisos de su desarrollo) encuentra su justo empleo, he aquí
el pasaje que utilizan los (“comunistas”) oficiales:
«El desarrollo del capitalismo tiene lugar en los distintos países de forma extremadamente desigual. Y
no podría ser de otro modo en un régimen de producción mercantil [¡Aplica et fac saponem!…]. De aquí la
inevitable conclusión: el socialismo no puede vencer simultáneamente en todos [cursivas de Lenin] los
países. Vencerá primeramente en uno o en alguno de ellos, mientras los otros seguirán siendo durante un
cierto período de tiempo, países burgueses o preburgueses. Este hecho provocará no sólo fricciones, sino
también la tendencia abierta de la burguesía de los otros países a aplastar al proletariado victorioso del
Estado socialista. En tales casos, la guerra por parte nuestra sería legitima y justa. Sería una guerra por el
socialismo, por la emancipación de los otros pueblos de la opresión de la burguesía».
Todo el pasaje es oro colado. Pero también lo son las frases que le preceden:
«La victoria del socialismo en un solo país no excluye de ningún modo, ni de golpe, todas la guerras.
Por el contrario, las presupone».
¡Muy distinto a pretender, como hacen los estalinistas, estar en un país socialista, y por eso preparar la
paz universal! están en un país burgués, su pacifismo es farisaico, no menos que el burgués anti-1914, luego
anti-1939, y hoy anti-tercera guerra mundial (¿1970?). Tendrá el mismo final.

Y luego están las frases inmediatamente sucesivas:

«Engels tenía perfectamente razón cuando, en su carta a Kautsky del 12 de septiembre de 1882,
reconocía categóricamente la posibilidad de “guerras defensivas” del socialismo ya victorioso: El aludía
precisamente a la defensa del proletariado victorioso contra la burguesía de los otros países».
¡Pobres monaguillos!

Precisamente en los escritos a los que recurren para mostrarnos a un Lenin que alumbre la nueva teoría,
éste, con la claridad habitual en el desarrollo del razonamiento muestra que todo lo que el está diciendo ya
era bien notorio para los marxistas “del segundo período preimperialista”; o sea 38 años antes; y ciertamente
no le era conocido a Engels porque lo hubiese soñado aquella noche otoñal, sino porque se refería al ABC
del marxismo parido por la historia en los años 40 del siglo XIX.

A nosotros nos interesa el encuadramiento histórico y toda la construcción del artículo. No pudiendo
reproducirlo totalmente, damos el poderoso esqueleto.

7 - EXUBERANCIAS JUVENILES

Lenin había sido atacado por las tesis de Grimm en la Jugend-Internationale [Internacional Juvenil].
En los programas mínimos de los viejos partidos estaba insertado el precepto: milicia del pueblo, armamento
del pueblo. La guerra había puesto de actualidad este problema: es conocido que los sindicatos anarcoides
defendían la tesis “rechazo al servicio militar”: su portavoz en el congreso internacional de Stuttgart en 1907
había sido Hervé, que había defendido la justa tesis de la huelga general con un discurso teóricamente
inconexo (opinión del mismo Lenin). Ahora bien, los jóvenes marxistas de izquierda proponían la
sustitución de la frase: armamento del pueblo, por: desarme. Lenin se opuso.

Queremos recordar que también en la juventud socialista italiana de aquellos años fue discutido a fondo
y no solo teóricamente, sino también en famosos procesos el problema antimilitarista. Condenándose como
puramente burguesa la posición individualista idealista: yo estoy contra el derramamiento de sangre y no
cojo el fusil. Cuando la cuestión versaba sobre la entrada de Italia en la guerra, afirmamos que llamándonos
neutralistas se presentaba mal nuestra posición revolucionaria: nosotros no nos planteábamos como meta la
“neutralidad” del Estado burgués, y tampoco su tarea de mediador, y de defensor de la absurda idea: desarme
universal, tanto burgués como individual. En paz o en guerra dijimos (para nuestra vergüenza, a Lenin ni
siquiera le conocíamos): Somos enemigos del Estado burgués: después de la movilización, cualquiera que
puedan ser nuestras fuerzas, no les ofreceremos neutralidad, no desarmaremos la lucha de clase,
intentaremos vencerlo.

Mis bravos jóvenes, dice Lenin, vosotros queréis reivindicar el desarme total porque esta es la más
clara, decidida y consecuente expresión de la lucha contra cualquier militarismo y cualquier guerra. Pero es
aquí donde os equivocáis. Esta premisa es idealista, metafísica, no tiene nada que ver con nosotros: estar
contra la guerra para nosotros es un punto de llegada fundamental, pero no un punto de partida. La misma
abolición de la guerra no es una consigna nuestra. La guerra es uno de los hechos históricos que señalan las
etapas del ciclo capitalista en su ascensión y caída: abolir la guerra por fortuna no quiere decir nada, si no
quisiera decir parar aquel ciclo antes de que llegue la solución revolucionaria. Pero estas son frases nuestras.
Lenin va – tal vez un poco lejos – a lo concreto. Explica en que casos no estamos contra la guerra.

En primer lugar expone las guerras revolucionarias burguesas apoyadas por los marxistas.
Recomendamos nuestras amplias exposiciones sobre el tema. La tesis de que en el área europea tales guerras
acabaron en 1871, cuando Marx lo sentenció con la fórmula “ahora ya todos los ejércitos nacionales están
confederados contra el proletariado”, es sustituida por Grimm por otra “evidentemente falsa”: en esta época
de desenfrenado imperialismo ya no es posible ninguna guerra nacional. Lenin habría firmado la tesis si se
hubiesen añadido estas palabras: en el área europea, entre potencias europeas, abofeteando proféticamente
la “liberación nacional” francesa o italiana apologizada en 1945. Pero aquí contrapone la plena posibilidad –
aún actual – de guerras nacionales extraeuropeas, en Asia y en Oriente.

En segundo lugar, las guerras civiles son guerras y sólo acabarán cuando desaparezca la división de la
sociedad en clases. Otra sacudida contra la celebre “cualquier” guerra.

Finalmente Lenin cita la guerra revolucionaria no ya burguesa, sino socialista de mañana. Tres tipos,
pues, de guerras justas, o sea, que nosotros podemos o debemos apoyar. Según Lenin, esta es la formulación
justa:

«la consigna y la aceptación de la defensa de la patria en la guerra imperialista de 1914-16, solamente


son una forma de corrupción del movimiento obrero mediante la mentira burguesa».
Esta respuesta, dice Lenin, golpea a los oportunistas más que toda consigna platónica por el desarme o
contra toda defensa de la patria. Y propone añadir que ahora ya cualquier guerra de las siguientes potencias:
Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, Rusia, Italia, Japón y EEUU no puede dejar de ser reaccionaria, y que
en esa guerra el proletariado debe trabajar por la derrota de “su” gobierno, aprovechándola para
desencadenar la insurrección revolucionaria.

Esta teoría está encarnada en el enraizado antipacifismo de Marx y Engels. ¿Cuál sería la teoría nueva,
estalinistas? ¿Quizás la época del pleno imperialismo se había cerrado en 1939? ¿Y se debía por el contrario
defender la patria primero en Alemania y Austria, jodiéndola en otras partes – luego en Francia, Inglaterra,
Italia, para salvarlas de Alemania? Evidentemente aquí se necesita la tercera teoría, luego la cuarta y así
sucesivamente sin final; pero siempre gira aquel disco que tanto os gusta: los ti-em-pos han cam-bia-do…

Mas es el oportunismo el que corrompe siempre del mismo modo.

8 - OBRERO Y FUSIL

Puesto que se trata del movimiento de los jóvenes, Lenin, después de haber dicho que no se debe incluir
la consigna del desarme, sino sustituir la de milicia del pueblo por la de milicia proletaria, pone de relieve la
necesidad de la preparación técnico-militar con fines insurreccionales, otro punto sobre el que se batió desde
hacía decenios, aunque desgraciadamente no hayamos visto las aplicaciones más que al puro o purísimo
servicio de las ideologías burguesas, en movimientos ilegales, es verdad, pero emanados de Estados y
ejércitos burgueses. Lenin menciona incluso el armamento de las mujeres del proletariado.

«¿Cómo se comportarán las mujeres proletarias? ¿Se limitarán a maldecir toda guerra y todo aquello
que es inherente a la guerra, reivindicando el desarme? Las mujeres de una clase oprimida verdaderamente
revolucionaria, jamás aceptarán una función tan vergonzosa. Ellas dirán a sus hijos: “Pronto serás grande. Te
darán un fusil. Cógelo y aprende a manejar bien las armas. Es una ciencia necesaria para los proletarios: no,
no para disparar contra tus hermanos, contra los obreros de los otros países – como sucede en la guerra
actual y como te aconsejarán que hagas los traidores al socialismo – sino para combatir contra la burguesía
de tu país, para acabar con la explotación, con la miseria y con las guerras, no con pías intenciones, sino
sometiendo y desarmando a la burguesía”».
Este discurso, los estalinistas, no lo pueden citar. Precisamente a las mujeres las invitan a formular
piadosos deseos; tan piadoso, que invocan como ejemplo máximo de desarmador precisamente a Pio XII
(respetable, en comparación con esta gentuza).

Con el fin de hacer comprender a los jóvenes esta dialéctica, que entre tantas cabelleras blancas no
consiguen aún empañarla, Lenin prosigue su tesis hasta dejar en su lugar – teóricamente – la expresión
defensa de la patria y guerra de defensa. Hace falta saber leer en estos casos. En la literatura marxista,
estando consolidado que la frase “contra todas las guerras” no se encuentra, siendo propia o de liberales o de
libertarios, y que debe haber una distinción histórica no siempre simple entre las distintas guerras y los
diversos tipos de guerras, sin embargo se ha acabado por heredar, con el fin de hacer tal distinción, la
fórmula del lenguaje común: cuando somos atacados nos defendemos. Aunque se esté mil millas alejados de
transferir al plano histórico, como hacen los filisteos, las reglillas de la moral individual, se acabó por llamar
guerras de defensa a las guerras que eran sostenidas y apoyadas, o al menos no saboteadas. Es conocidísimo
que el primer llamamiento de la I Internacional sobre la guerra franco-prusiana contiene la frase: por parte
alemana la guerra es guerra de defensa. Y de hecho fue Napoleón III el que gallardamente había
desencadenado el ataque. Pero el hecho es que al final de aquel ciclo histórico, a Marx le interesa más la
ruina de Bonaparte que la de los odiados prusianos, y Bonaparte (véase la rica aportación de citas) es
considerado como aliado del zar: nada habría cambiado si primero hubiese atacado Moltke, y el grito no
hubiese sido: ¡A Berlín! ¡A Berlín!, sino ¡Zur París! ¡Zur París!

9 - PATRIA Y DEFENSA

¿Qué escribe efectivamente Lenin, al menos en la siempre traducción oficial al italiano?

«Admitir “la defensa de la patria” en la guerra en curso (1916) significa considerarla una guerra
“justa”, conforme con los intereses del proletariado, y nada más, absolutamente nada, ya que ninguna guerra
excluye la invasión. Sería simplemente idiota negar “la defensa de la patria” por parte de los pueblos
oprimidos en su guerra contra las grandes potencias imperialistas, o por parte del proletariado victorioso en
su guerra contra cualquier Galliffet de un Estado burgués» (Galliffet fue el asesino de los comuneros de
París).
Nosotros, que no cambiamos nunca las “propuestas” o los “teoremas” de la teoría, pero que alguna vez
osamos reordenar el uso de los símbolos, hemos puesto en cursivas las palabras ninguna guerra excluye la
invasión, para hacer evidente la glosa.

Así como no es dialéctica la fórmula: Rechazamos todas las guerras; tampoco es menos metafísica y
burguesa esta: Estamos contra todas las guerras, a menos que no sean guerras de defensa, y este amenazado
e invadido por un enemigo el territorio nacional, dado que la defensa de la patria es sagrada para todos los
ciudadanos de cualquier país. Esta es precisamente la fórmula del oportunismo, que explica cómo el mismo
día los franceses y los alemanes votaron con la misma unanimidad por la guerra nacional. Las palabras
ninguna guerra excluye la invasión reclaman un artículo del Avanti! de 1915 sobre Socialismo e difesa
nazionale [Socialismo y defensa nacional]. Con la fórmula del deber de la defensa nacional no se aceptan
algunas guerras, sino precisamente cualquier guerra: Desencadenada por los Estados burgueses la orden de
abrir fuego, desde un lado o desde el otro ambos territorios están en peligro, a veces uno de los ejércitos
abandona el propio por razones estratégicas, aun siendo el “agresor”, y ejemplos históricos de esto existen a
montones. Por consiguiente, nosotros distinguimos entre guerra y guerra, e incluso si a veces usamos los
términos populares (en verdad nos gustaría dejarlos en el ostracismo) de guerra justa o defensiva, para
designar expeditamente una guerra que apoyamos y de la que consideramos que el éxito pueda ser útil para
el curso revolucionario, en realidad solo nos planteamos el problema dialéctico e histórico: ¿La guerra en
cuestión le interesa al proletariado? ¿Es, como Lenin ha dicho ya, conforme con los intereses del
proletariado? Para la guerra de 1914 se responde: no, desde ninguna de las partes. Y se han equivocado
también los socialistas belgas aunque esté claro que se trata de un país neutral agredido: tienen razón los
bravos compañeros de la no menos agredida Serbia.

Por ejemplo, Marx y Engels en 1849 apoyan a Austria contra la pequeña Dinamarca, claramente
agredida, y hacen lo mismo (como se demuestra ampliamente en el informe de Trieste en Factores de raza y
nación…) para todas las guerras hasta 1870. Habrían apoyado las invasiones napoleónicas y negado a las
guerras alemanas del principio del s. XIX la naturaleza de guerras justas, defensivas, e incluso de
independencia, como en la idea general burguesa y pequeño burguesa. Interesaba a la revolución, entonces,
que venciese el primer Napoleón y no la Santa Alianza.

De cualquier modo, es siempre fundamental para Lenin la preocupación de que el partido extraiga sus
decisiones no del cuadro integral de nuestra completa y compleja (nunca estrechamente dualista) visión de la
historia que se desarrolla, sino de una frase formal, que muchas veces es burguesa. Nosotros encontraríamos
más exacto decir no que en determinados casos admitimos la justeza de la guerra y la patria defendida, sino
que ante la guerra, en determinadas épocas y lugares saboteamos la guerra, y en otros defendemos la guerra.
La palabra patria es demasiado aclasista, y Lenin en las mismas tesis más difundidas de 1916, hace suya
claramente la frase del Manifiesto que dice: nosotros, los proletarios, no tenemos patria.

De cualquier modo, el peligro de adoptar a la ligera consignas como la del desarme es verdaderamente
enorme y significa un repliegue total en la ideología burguesa.

10 - VICTORIA EN UN SOLO PAÍS

No ha sido una digresión inútil – aunque haya sido una repetición de conceptos ya expuestos, no
obstante y sobre todo para martillear con el fin de dejar muy claro que la teoría de la guerra y de la paz es
fija e inmutable desde hace más de cien años – aquella sobre la consideración de la guerra general que
estalló en 1914, ya que está unida estrechamente al tema histórico de la revolución rusa, como se dijo en la
introducción.

Clarificados los dos textos de Lenin encargados de la condena de dos aversiones históricas: los Estados
Unidos de Europa y el desarme europeo y mundial, volvemos al punto que han tratado de distorsionar los
estalinistas: la revolución en un solo país.

Nuestros textos se deben leer pensando que no nacieron para ir a rellenar un cierto vacío en una
estantería de la biblioteca, añadiendo un capítulo en abstracto, para una materia y disciplinas abstractas, sino
en lo vivo de una polémica que era la infraestructura histórica de una batalla real de fuerzas e intereses
opuestos. Aquí estamos en lo vivo del choque entre Lenin y los fautores de las guerras. Es necesario seguir
el nutrido diálogo que pronto se convertirá en una lucha con las armas en la mano sobre los más diversos
frentes.

Los marxistas revolucionarios dicen: en ningún país puede ser apoyada esta guerra, ninguna defensa de
la guerra, sino en todos los países sabotaje de la guerra y también de la defensa de la patria.

Los oportunistas e incluso los más peligrosos centristas responden hipócritamente: Estamos preparados
para hacerlo. Pero con la condición de que con certeza matemática, al mismo tiempo que nosotros paramos
el ejército de nuestro Estado; también este parado el otro. Si esta garantía falta, no haríamos más que
defender la guerra del enemigo.

Está claro que tal objeción aparentemente lógica, entendida como lo son todas las tesis populares de los
actuales desventurados activistas que se dirigen al proletariado, contiene la bancarrota de la revolución. Así
por ejemplo, en la guerra con Austria se consiguió impedir, con esfuerzos sobrehumanos, que los
parlamentarios socialistas italianos votasen los créditos de guerra, pero cuando tuvo lugar el
desmoronamiento de Caporetto, solo en el momento que los burgueses nos hicieron el honor de atribuirlo a
nuestra propaganda (¿Cómo trataría tal problema histórico un Togliatti? ¿Diría que es una infamia hacer
hundirse al Veneto, gloria para Sicilia? Tanto es así, que por su obra nada se desmoronó), nuestros
honorables querían lanzarse a votar los fondos para la defensa en el Grappa, e invocar la vía de alemanes y
franceses de 1914. No se puede decir si estuvo bien o mal el haberlo impedido: lo cierto es que se reveló con
meridiana claridad la peste oportunista, que sucesivamente se debió tratar con hierro candente.

No era Lenin un tipo que se echase atrás ante tal argumento. solo un imbécil no esta en condiciones de
entender que es lo que se necesita para que todo partido revolucionario sabotee la guerra del propio Estado,
dijo repetidamente. En verdad nuestra consigna era precisamente la más difícil y la menos banal, y el devenir
ha enseñado mucho sobre este punto, sobre la imposibilidad de proceder siempre con frases cristalinas, y
sobre la auténtica gloria de la “oscuridad revolucionaria” en la que mantenemos al gran Carlos como
maestro.

De cualquier modo, Lenin se muestra aquí irreductible y él mismo escribe en sus duras demostraciones
el inequívoco título: contracorriente.

La historia no quiso que él, en su grandeza, viese venir el peligro obsceno de volver a caer impotentes
en el legamoso fondo de la corriente, que a todos nosotros nos parecía invertida pero que desgraciadamente
no lo estaba.

Es necesario sabotear la guerra desde uno y desde el otro lado del frente SIN la condición de que el
sabotaje sea de fuerzas parejas, sin preocuparse de que la otra parte sea por ventura inexistente. Es necesario
igualmente, en tal situación, con un ejército enemigo que traspasa el desguarnecido frente, tratar de liquidar
a la propia burguesía, al propio Estado, de tomar el poder, de instaurar la dictadura del proletariado.

Paralelamente, con la “confraternización”, con la agitación internacional, con todos los medios a
disposición del poder victorioso, se provocará el movimiento de rebelión en el país enemigo.

Para el centrismo, la respuesta es fácil: Pero si tal movimiento a pesar de todo fracasa, el Estado y el
ejército enemigos siguen siendo eficientes, y vienen a ocupar el país revolucionario para derrocar al Estado
del proletariado ¿Que haréis?

Lenin tuvo para esto dos respuestas: una está en la historia de la Comuna, que no habría dudado,
pudiendo derrotar a la pandilla de esbirros burgueses de Francia, en recibir a cañonazos también a los
prusianos, pero en ningún caso habría arriado la bandera roja de la revolución. La otra respuesta a los
consortes apologistas de la guerra burguesa, imperialista y contrarrevolucionaria, fue precisamente: La
guerra. Nuestra guerra, la guerra revolucionaria, la guerra socialista.

¿Entonces contra el mismo enemigo? ¿Entonces, la misma guerra que defendemos nosotros? sonríe
maliciosamente el filisteo contradictor. No, porque la nueva guerra es una guerra de clase, porque no está
dirigida conjuntamente con el Estado burgués y su estado mayor, ya derrotados; porque la suya no será la
victoria de una coalición imperialista, sino de la revolución mundial.

11 - EL PAPEL CAMBIADO

Este punto histórico considera la posibilidad de una maniobra revolucionaria de la Internacional


opuesta a la de los traidores de 1914, totalmente opuesta a la que fue tomada en 1939 y 1941.

El oportunismo es el bill de la no-revolución, la tregua de clase interna concedida a todos los


beligerantes, hasta que acabe la guerra.

Mostraremos que es un truco vulgar asimilar este vergonzoso y descarado expediente de traidores a la
pretendida adhesión preventiva del movimiento a una teoría que impusiese la “revolución simultánea” en
todos los países.

La fórmula de Lenin es la negación del bill, la negación de la tregua en todos los países tanto en guerra
como en paz, y la presión hacia el evento revolucionario en la victoria y en la derrota del Estado, y sobre
todo la utilización revolucionaria de esta.

En cualquier parte donde la derrota de la guerra le diese la posibilidad, el partido proletario debía tomar
el poder: esta habría debido ser la política en Alemania, en Francia, como lo fue en Rusia.

Francia sin Alemania habría debido tener un gobierno socialista; o Alemania sin Francia. Ambos
gobiernos tenían la posibilidad de instaurar medidas anticapitalistas resueltas y sobre todo de coger por el
cuello a los industriales de guerra, e inmediatamente debían, desde la parte en la que se había vencido, no
desarmarse sino organizar un ejército revolucionario, para detener al ejército enemigo, para impedir el
estrangulamiento de la propia revolución.

La construcción del comunismo en Rusia, y en general en un “solo” país preponderantemente feudal y


patriarcal, no tiene nada que ver con esta tesis, y no se puede apoyar en la misma: eso es harina de otro
costal.

¿Qué debían hacer los revolucionarios en Rusia? Por Dios, se ha dicho mil veces en todos los sentidos:
no el socialismo, sino una república democrática. La hipótesis del socialismo en un solo país es obvia, pero
se escribe: país capitalista.

Helo aquí: el as ha salido de vuestra manga, señor fullero.

12 - LA TEORÍA INVENTADA
Nos hemos extendido sobre la antítesis artificial entre dos teorías, la “vieja” y la “nueva”, sobre las
“cuestiones de la guerra, de la paz y de la revolución” pretextada en la Storia (oficial) del partito bolscevico
editada en Rusia.

Autor de la nueva teoría sobre la “revolución en un solo país” habría sido Lenin, mientras la vieja teoría,
propia de los viejos marxistas, sería la de la “revolución proletaria simultánea en todos los países
civilizados”.

Hemos dicho que tal teoría no es verdadera ni falsa: solamente es una pura invención porque nadie la ha
defendido jamás. La vieja teoría coincide con la nueva. Marx ha establecido estos puntos como Lenin los ha
reivindicado. Los marxistas (excluyendo a los que así se llaman, pero que no creen en la revolución) han
estado siempre por el ataque revolucionario, incluso en un solo país, como estrategia política para luchar por
la toma del poder.

En cuanto a la transformación de la estructura social en socialismo, que con expresión teóricamente no


menos falsa que las otras se llama construcción del socialismo, y que se debería llamar destrucción del
capitalismo, ésta se consideró siempre proponible y posible incluso en un solo país. Pero bajo dos
condiciones de cristalina evidencia desde Marx a Lenin. Primera: que en el país en cuestión exista el
capitalismo plenamente. Segunda: que el proletariado vencedor de dicho país sepa aplicar la consigna: no he
venido a traer la paz, sino la guerra.

No existe otra teoría de la guerra, de la paz y de la revolución. Existen, y nace una en cada nueva
generación, nuevas teorías, y son, como la de la Storia moscovita, las teorías de la contrarrevolución.

Para demostrarlo volvemos a exponer una vez más el pasaje que inventa la teoría antigua, e inventa la
invención de Lenin, sistemáticamente degradado: de combatiente marxista integral a fantoche de altar y de
monumento.

«Esta teoría [de Lenin, que, como decíamos, habría echado las bases en 1905 en su obra Dos tácticas
de la socialdemocracia en la revolutión democrática, según dice el texto que ensarta otra perla en el collar
de pifias teóricas e históricas: ¿Cómo fundar una nueva teoría para un problema “atrasado” refiriéndose a
Alemania en la época del Marx joven, y a Francia en la de Babeuf? Según estos falsarios, Lenin habría
disertado sobre como construir el socialismo con la revolución democrática, y sería el más harapiento de los
ultraderechistas] esta teoría difería radicalmente de la concepción difundida entre los marxistas del período
preimperialista cuando los marxistas consideraban que el socialismo no habría podido triunfar en un solo
país sino que habría triunfado al mismo tiempo en todos los países civilizados».
No repetimos la crítica de la definición civilizados. Si en lugar del adjetivo civilizados estuviese el de
capitalistas (referido a la estructura económica) o democráticos (referido a la política) la fórmula estaría
menos carente de sentido intrínseco, aunque seguiría siendo igualmente falsa. Aquellos “marxistas” no han
existido nunca. Marx era indudablemente un marxista del período preimperialista. ¿Y qué se hace con él? O
Marx es tonto y el marxismo una tontería, o quizás en el marxismo, teoría nacida en 1840, ya están dadas las
leyes de la etapa (no período) imperialista del capitalismo. Y efectivamente, Lenin no las produjo por medio
de una secreción de su cabeza, sino por la aplicación de las doctrinas del Capital. Basta leerlo. Volvió a
demostrar, a través de los acontecimientos de la etapa imperialista, nuestra teoría del capital. Volvió a
demostrar que la paz de los Estados y de las clases está excluida en ella, y que, como en los primeros albores,
las llamas de la catástrofe social y de la explosión general de violencia dominan a la clausura del ciclo.

¡Fuera los nombres! Marxistas de aquel tipo no han existido. Iremos más allá: socialistas genéricos
tampoco.
13 - PAÍSES Y REVOLUCIONES

Ya desde su forma utópico-idealista el socialismo no fue pensado como internacional: ¡Ni siquiera
nacional! Esta pensado como socialismo en una sola ciudad: en la República de Platón, en la Ciudad del Sol
de Campanella, en la Utopía (o sea, ciudad que no tiene lugar) de Moro, en la Icaria de Cabet, en el país del
soberano absoluto, el iluminado entre todos, de los grandes utopistas franceses, en la fábrica cooperativa de
Owen, en el falansterio de Fourier, y si queremos en el monasterio medieval de Benedetto ¿Y esto se lo
habría inventado Lenin como una “nueva teoría”, so bobalicones?

Este primer ingenuo y noble socialismo fue pensado por sus (ellos sí) constructores, primero como un
acto de opinión, y luego, de voluntad, trasmitido al pueblo por el sabio guía, o incluso por el gran rey. Está
claro que nadie lo subordinará a la coincidencia de estas oleadas de iluminación de las mentes en diversos
países al mismo tiempo; siempre que es utópico el socialismo, está previsto dentro de unas fronteras precisas,
y en los más sugestivos de estos “proyectos” sociales es considerado como permanente (esta concepción no
es dinámica, sino estática en sí misma, salvo las intuiciones de no pocos intelectos geniales, como el
poderoso Saint-Simon) el estamento militar, el ejército estable y la defensa del país elegido contra enemigos
envidiosos.

Se pasó del utopismo al marxismo no debido a una reflexión más refinada del tema, sino por el efecto
de la aparición de la producción capitalista. El marxismo construye su doctrina y su programa sobre todo
trabajando sobre Inglaterra. Este solo, solísimo país le da la trama para probar que la economía socialista, en
un cierto estadio del desarrollo mercantil-industrial, no solo es posible y construible, sino que es
determinadamente necesaria, como una condición no ya técnica, productiva y económica, sino solo histórica;
es decir, que los vínculos antiguos, las relaciones de producción y propiedad, sean quebrantados y destruidos
por las fuerzas productivas desbordantes, no por luminosas avanzadillas de la opinión.

Por consiguiente, cuando nacen las tesis sobre la economía capitalista y las más generales del
materialismo histórico, nacen gracias a la dinámica de la sociedad inglesa de los siglos XVII y XVIII.

El programa socialista nace no como una profecía del milenio, sino como una posibilidad basada en
condiciones ya adquiridas, pero en un SOLO país: Inglaterra en sentido estricto, sin Irlanda, donde se espera
la revolución burguesa agraria, sin la mayor parte de Escocia.

En los albores del s. XVIII, Francia no es una isla, sino la locomotora de Europa, su tarea histórica es la
de extender a Occidente la llama de la gran revolución. Solamente entre 1831 y 1848, el proletariado inicia
sus épicas luchas, que no son todavía para construir socialismo, sino para difundir la revolución hacia
Oriente: planteémonos por audaz que sea, la hipótesis de que los obreros de París hubiesen vencido en 1848;
habría sido preeminente respecto a la tarea de destruir el capitalismo interno, la de una guerra revolucionaria
contra la reacción en Europa: todavía, en un sentido amplio, el problema histórico de las Dos Tácticas, y no
la cuestión de si es posible una Francia socialista. Pero esto, por razones históricas, que nada tienen en
común con la misma necesidad de esperar que haya una trama económica socialista más allá del Rhin, más
allá del Danubio o más allá de los Alpes.

14 - A LA RAÍZ: ¡MANIFIESTO!

Sin embargo, llegados al maduro 1848, nosotros tenemos lo que irónicamente llaman “Biblia de los
comunistas”: el Manifiesto de Marx y Engels. El problema de la revolución proletaria ya esta plena e
insuperablemente planteado: no solo no hay un plan de la revolución simultánea en todos los países,
atribuida a los marxistas de los viejos tiempos, sino que evidentemente es propuesta la revolución socialista
incluso en un solo país. No solo es propuesta o admitida, sino que está contenida en toda la poderosa
construcción unitaria, y no podría ser de otra manera.

En sus últimos años, en 1893, Federico Engels redactó la introducción a la edición italiana del
Manifiesto. Pues bien, en esta breve introducción hay algunos pasajes históricos, como aquel que dice: el
Manifiesto le hace plena justicia a la acción revolucionaria que tuvo el capitalismo en el pasado. La primera
nación capitalista ha sido Italia. Y Engels data el traspaso del medioevo feudal a la era moderna en el 1300,
en la época de Dante.

Sin embargo, volviendo a la situación de 1848, y recordando como desde Milán a Berlín y a París
estuvieron los primeros obreros en las barricadas en toda Europa, y en remachar este lapso de “simultaneidad”
europea de la revolución como guerra de todas las clases, añade las significativas palabras:

«Sólo los obreros de París, derrocando al gobierno, tenían la intención bien decidida de derrocar al
régimen de la burguesía. Pero, por más que ellos tuviesen conciencia del fatal antagonismo que existía entre
la propia clase y la burguesía, ni el progreso económico del país, ni el desarrollo intelectual de las masas
francesas habían llegado al grado que habría permitido una reconstrucción social. Los frutos de la revolución
fueron, por lo tanto, en última instancia recogidos por la clase capitalista».
Se pueden sacar diversos corolarios, aparte del habitual que hemos desflorado de la enorme estupidez
de la lucha antimedieval en la Italia de 1945, o en las… elecciones sicilianas de 1955. Errorcitos de seis
siglos y medio. En Sicilia, más que en ningún otro lugar, en la ciudad de Palermo bajo el reinado de Federico
II se dio la primera metrópolis burguesa.

¡En 1848, Engels piensa que la transformación económica socialista no es posible en la burguesísima
Francia! ¡El, que había extraído esta perspectiva segura en sus estudios juveniles sobre la economía inglesa!

Por lo tanto, la maldita construcción del socialismo ha sido vista por los más antiguos marxistas como
cuestión de un solo país, y Lenin no debía descubrirlo ni en 1905, ni en 1914.

Por lo demás: ¿Fue inútil quizás la lucha socialista parisina de 1848? ¡Jamás! Engels dice que la
utilización capitalista de la revolución condujo a las formaciones nacionales de Italia y Alemania, recuerda
que, según Marx, los que habían abatido la revolución de 1848 fueron ejecutores testamentarios.

Por consiguiente, la noción del proletariado que lucha por la revolución capitalista, que debe luchar por
ella, que lo debería hacer si estuviese en el punto de elegir su vía, tampoco es esta una invención de Lenin en
1905.

Lo que les reservó la historia a los obreros franceses de 1848, se lo reservo a los obreros rusos de 1917:
Lenin lo vio y lo teorizó decididamente y con anticipación; los hechos históricos lo demuestran hoy con
deslumbrante luz: batirse con una organización de clase y conciencia socialista de partido desarrolladas en
una revolución proletaria, mientras los frutos de tal revolución consisten en la instauración del capitalismo.

Pero reclamamos el contenido del Manifiesto a este respecto, por conocidísimo que sea.

15 - ESTRUCTURAS ARMÓNICAS

¿Es preciso recordar lo “sistemático” de nuestro código histórico? El primer personaje que aparece en
escena es la burguesía, de la que el peor enemigo escribe sin igual la “chanson de geste”. Combate y recorre
el mundo, sacude desde sus cimientos las instituciones seculares, desencadena las enormes fuerzas de la
actividad de los hombres, diabólicamente suscita a sus enterradores, los proletarios.

Las clásicas enunciaciones sobre la “organización de los proletarios en clase, y por consiguiente, en
partido político”, se refiere al cuadro nacional de un “solo país”. Y en efecto, existe la conocida observación:
la lucha del proletariado contra la burguesía es ante todo nacional, pero más por su forma que por su
contenido. El proletariado de un país debe naturalmente desembarazarse primero de su propia burguesía.

Esta celebre tesis, más adelante es remachada por las no menos conocidas frases, que siguen al pasaje
que dice que los obreros no tienen patria: “puesto que el proletariado primero debe conquistar el poder
político [los socialtraidores leían: ¡El sufragio universal!], elevarse a clase nacional, aunque no en el sentido
burgués”.

El sentido de tales palabras, tan discutidas y falseadas al estallar la primera conflagración [1914],
contiene en sí mismo la teoría del poder y del Estado. La burguesía tenía como meta construir el Estado
nacional – el proletariado no tiene como fin ni la construcción permanente del Estado, ni la de la nación, sino
que debiendo empuñar el arma del poder y del Estado, precisamente cuando sólo haya obtenido el
hundimiento de la propia burguesía (“ante todo”) y del propio Estado burgués, edifica su propio Estado, su
dictadura, se constituye en nación, o sea, defiende su territorio contra las burguesías del exterior, en espera
de que a su vez las derroque el proletariado.

Por todo esto, desde los primeros documentos tenemos que en el curso del advenimiento revolucionario,
se desarrolla la hipótesis de la victoria en un solo país, no como excepción sino como norma, y la teoría
existe desde los albores del marxismo.

¿Cómo leer de otra manera todo lo que durante un siglo los filisteos han tratado de leer al revés, o sea,
la parte programática ulterior:

«El proletariado se servirá del poder político para arrancar poco a poco a la burguesía todo el capital,
para concentrar todos los medios de producción en manos del Estado, o sea, el proletariado mismo
organizado como clase dominante, y para acrecentar lo más rápidamente posible la masa de las fuerzas
productivas»?
Esto no es más que el inicio de la “transformación de todo el sistema de producción” y se trata de
“intervenciones despóticas” y de “medidas económicamente insuficientes e insostenibles”. Cosas viejas,
cierto. Pero debemos probar, precisamente, que es vieja y no nueva la teoría de la toma del poder político y
de la preparación de la transformación social. ¿Cómo si no continuaría el texto: “Estas medidas serán
distintas según los distintos países”?

¿Y añadiría un elenco para los más avanzados de la época de 1848?

¿Y como el capítulo final trataría nación por nación la perspectiva de la conquista revolucionaria del
poder, si no es fundándose en el concepto, que guía todo, de que la revolución podrá comenzar en cualquier
país donde se haya formado, con el desarrollo productivo, un moderno proletariado, y finalmente antes en
Alemania que en Inglaterra y en Francia, porque allí esta encima la revolución burguesa “con un proletariado
mucho más desarrollado, que no tuvo Francia en el s. XVIII e Inglaterra en el s. XVII”?.

16 - DE 1848 A LA COMUNA

Después de la grave derrota de 1848, las perspectivas de la conquista proletaria del poder en los países
europeos se alejaron. En el largo período sucesivo, Estados y naciones burguesas se sistematizan en una
serie de guerras, los partidos proletarios no tienen posiciones de primer plano, la política marxista se orienta
hacia aquellas guerras que conducen a la derrota de las reservas reaccionarias, por turno, Austria, Alemania,
y Francia, y sobre todo y en todo momento Rusia, como tantas veces se ha expuesto.

La nueva sistematización nace del grandioso episodio de la Comuna de París. Esta vez el proletariado
no solo se compromete a derrocar a la burguesía nacional, sino que esto sucede todavía bajo el peso de dos
fuerzas enemigas: el ejército prusiano como vencedor, y las fuerzas armadas del Estado burgués convertido
en república.

Aquí se eleva el memorable análisis de Marx en las obras clásicas: ¿Queréis comprender lo que era la
revolución proletaria, la dictadura del proletariado, el Estado socialista? Ahí esta el primer ejemplo histórico:
¡La Comuna!

¿Acaso Marx, o uno solo de los marxistas de la época, al ponerse al lado de la Comuna, soñó con
condenarla a causa de que, a diferencia de 1848, en las otras capitales de Europa, el proletariado no se movió,
y mucho menos en Berlín, ya que estaba claro que el ejército alemán pleno de fuerza intervendría contra el
Estado socialista de París, si no bastasen las fuerzas burguesas de Francia?

Por lo tanto, ¿no estaba ya totalmente en pie (en plena fase preimperialista del capitalismo) y en pie
solo esta, la teoría de la revolución en un solo país, y la de los primeros pasajes, clásicamente elevados a
ejemplo por Marx y sobre sus exactísimas huellas por Lenin, de la transformación social con decretos y
edictos famosos?

¿Qué marxista, incluso de las tendencias menos ardientes, ha excomulgado a la Comuna, o le ha


aconsejado entregar las armas, porque o se hace la revolución en toda Europa, o no se hace en Francia?

En aquel momento había dos posiciones en la Primera Internacional, la marxista y la bakuninista; hay
dos “versiones” de la Comuna, ambas en el sentido de exaltar sin reservas su insurrección, su breve ciclo de
vida, y la gloriosísima caída, deshonra y vergüenza de los regímenes “civilizados”.

Ninguna de estas corrientes puede volver a acercarse a la inventada teoría de la revolución


contemporánea en toda Europa.

En la visión libertaria, el París de la Comuna no es un Estado político, sino que responde al mito del
municipio local que en su estrecho ciclo se libera levantándose contra la tiranía estatal y contra la opresión
social, fundando una colectividad autónoma de libres e iguales. Es conocido el por qué, según los marxistas,
esto es un sueño, por no decir algo peor, pero lo recordamos para excluir que esta ala de los socialistas
(socialistas anarquistas, se les llamaba) nunca haya creído en la revolución simultánea: lejos de esto, ellos ni
tan siquiera habrían admitido la revolución nacional, sino la de una ciudad, o un municipio.

Algunos años después combatían para fundar la anarquía en España y en alguna de sus provincias,
afirmando tortuosamente no tener ejércitos ni gobiernos, cayendo bajo la inexorable demolición crítica de
Engels y Marx.

Sean cuales fueren los errores, tampoco en esta dirección pescamos a los partidarios del: nada de
revolución si no se produce en diez países.

Tenemos luego la versión ortodoxa, marxista, de la Comuna, la versión, a despecho de los


manipuladores de patrañas, con un digno sentido leninista.
La Comuna no sólo es la municipalidad de París asediada dos veces; es Francia, el proletariado francés
constituido finalmente en clase, que ha plantado en las riberas del Sena la bandera de su constitución en
clase dominante, erigido el Estado revolucionario de la nación francesa. Nación no en el sentido burgués y
contra la nación alemana, sino en el sentido de que con sus cañones intenta estrangular al traidor Thiers en el
sillón desde donde controla todo el territorio francés, y derrama por este objetivo la generosa sangre del
París rojo, aun sabiendo que, mientras el verdugo indigno avanza, el obrero de Berlín, de Viena, de Milán no
ha cogido la escopeta. Es la teoría la que en el fulgor llameante se convierte en ardiente historia. Y se
convierte en patrimonio y en contenido de la revolución mundial, su victoriosa conquista, incluso después de
que callaran las últimas descargas contra el muro de Père Lachaise, en la conciencia general de los marxistas
de que un día nacerá de una primera comuna nacional victoriosa, el incendio progresivo e imparable del
mundo del capital.

17 - REVISIONISMO SOCIALDEMÓCRATA

Fueron los odiados enemigos de Lenin, los que desde 1900 fundaron una “nueva teoría” que ellos
pretendían marxista, o versión moderna del marxismo; y con ella prepararon la catástrofe de 1914, que según
dicen los falsificadores de Moscú, habría inducido a Lenin a volver a rehacer toda la terminología marxista
sobre la Guerra, la Paz, y la Revolución.

Mientras en el campo obrero Bernstein y todos los otros elaboran el reformismo gradualista – a su vez,
nada nuevo, sino el brebaje de las herejías contra las que Marx consumió toda su vida, desde los socialistas
prusianos de Estado, al lassalleanismo, al socialradicalismo francés, al tradeunionismo inglés, y así
sucesivamente – la burguesía elabora su teoría de la guerra y de la paz, volviendo a levantar el mito del
desarme, del arbitraje y de la paz universal. También esta antigua historia esta ya triturada por los golpes de
mazo de Marx, desde que después de 1848 se las tuvo que ver con la izquierda radical burguesa, Mazzini,
Blanc, Garibaldi, Kossuth y similares, de los que sabemos con que furiosa indignación se ocupó.

El revisionismo legalitario desmonta la visión marxista pedazo a pedazo. Son rechazados ante todo la
insurrección, la violencia, las armas, y la dictadura: se admite durante un breve espacio de tiempo una
desnicotinizada “lucha de clase” que es obligada a desarrollarse dentro de los límites de la legalidad estatal,
con la conquista electoral de los escaños en las asambleas políticas. El modelo es la socialdemocracia
alemana, monstruosa máquina para las elecciones, y se hace una baja utilización de una de las últimas frases
de Federico Engels: la distancia del poder ahora se puede calcular por las estadísticas de los últimos
progresos electorales. ¡Pero Engels había dicho claramente que una vez obtenido tal objetivo, el capitalismo
mismo desencadenaría el terror!

No tenemos que repetir la crítica de esta tendencia y de su perspectiva. Mayoría en la Cámara, gobierno
legal socialista, serie de leyes progresivas que atenúan la explotación proletaria y los beneficios burgueses,
hasta poner en marcha una mutación gradual del capitalismo en socialismo: no nos hace falta recordar aquí
como poco a poco en Francia, Bélgica y en otras partes la misma lucha de clase en forma de papeletas de
voto fue cambiada al admitir que los partidos obreros pudiesen entrar como minorías dentro de gobiernos
burgueses, fundando aquello que fue llamado ministerialismo, posibilismo y millerandismo. Lo condenó –
en periodo de paz – la Segunda Internacional, pero luego le abrió las puertas vergonzosamente en la guerra,
desencadenando el anatema de Lenin. No sabía él que la Tercera Internacional lo admitiría y ensalzaría no
solo en la guerra sino también en la paz, para agradar a los Nenni de turno.

¿Sea lo que sea de esta unión de gentilhombres, se pueden descubrir en sus filas a los misteriosos
marxistas preimperialistas, que querían la conquista del poder el mismo día en todos los países civilizados?
Evidentemente, si el acceso al poder no deriva ya de una acción con las armas y por las calles, ni de un
hundimiento en el vacío de las bases del capitalismo, sino solo de la subida de la masa de los votos
“socialistas”, precisamente no importa nada que el día luminoso de la llamada al poder de un premier
socialista sea en todas partes el mismo, por el contrario, es cierto y seguro que llegarán tiempos muy
irregulares y nada impedirá que convivan diez regímenes, capitalista al cien por cien, socialista al diez por
ciento, al veinte por ciento, etc., sonriéndose, arbitrándose, desarmándose, dándose premios Nobel, a través
de las fronteras.

Tampoco en este campo encontramos a alguien que esté contra la construcción del socialismo en un
solo país. Si éste se construye poco a poco por medio de las leyes del Estado burgués, cambiando
únicamente el partido que gobierna, la exigencia de la simultaneidad europea no la imagina ni la imaginará
nadie.

18 - SOLAMENTE ES NUEVO EL OPORTUNISMO

No fue Lenin quien hizo la nueva teoría de la guerra, la paz y la revolución, sino precisamente los
renegados a los que él fustigó durante los acontecimientos de 1914. Estos que no dejaron ni una sola palabra
de la vieja teoría, de la única teoría de Marx.

Marx decía que la revolución proletaria sobreviene con la guerra civil entre las clases, y con el
derrocamiento del Estado. Ellos lo negaron.

Marx decía que la guerra entre Estados solo desaparecerá con la caída del capitalismo y jamás con un
acuerdo general entre Estados burgueses. Los renegados lo negaron.

Marx decía que la guerra entre Estados capitalistas y precapitalistas puede tener un contenido que le
interese al proletariado, debiendo tomar parte en ella, pero que en el área del capitalismo de occidente, desde
1871, todos los ejércitos están contra el proletariado, y éste está contra todas las guerras europeas e
intercapitalistas. Los renegados negaron la primera y la segunda concepción, y dijeron que en toda guerra
entre dos Estados el proletariado debe ayudar al suyo, por poco que este amenazado de sucumbir. Fueron
pacifistas mientras que no hubo guerra, guerreros intervencionistas apenas estalla.

Lenin volvió a colocar los procesos de paz, guerra y revolución en el lugar donde el marxismo los había
mantenido siempre. Y tal y como el marxismo había dicho siempre, se reivindicó derrotismo y revuelta
proletaria en todas partes, incluso unilateralmente y en un solo país, en el área y en el curso histórico que la
guerra civil de 1871 había abierto.

Él no generó ninguna nueva teoría, sino que quiso destrozar la nueva teoría del socialpatriotismo.

Cuando de este imponente trabajo histórico de restaurador de la doctrina no vieja, sino única, se quiso
hacer surgir como algo original la obvia estrategia del ataque a la burguesía en el campo nacional incluso
unilateralmente, enunciada en el Manifiesto y en todos los textos marxistas, entre ellos los referentes a la
Comuna, básicos y sacrosantos para Lenin en todas sus páginas; y cuando se tradujo esta tesis que no era
nueva por aquella de que sin revolución europea podía haber en Rusia una transformación social en un
sentido comunista, la buena vista de la comadrona del Kremlin intento un verdadero cambio de guardia,
atribuyéndole al que consideran el Pequeño Padre de la revolución en Rusia un pestilente bastardo; no le
convirtieron en el destructor de una antigua teoría de inexistentes viejos marxistas, sino en destructor de
aquella que él mismo, sobre la espina dorsal del sistema general, había levantado con verdadera genialidad:
en una revolución que no se extienda fuera de Rusia, el proletariado deberá tomar el poder, pero para llevar a
cabo la revolución democrática y para favorecer con esto el advenimiento y el desarrollo del sistema
capitalista de producción, sólo superable con la revolución proletaria vencedora en otros países de Europa.

Teoría que Lenin construyó con una plenitud verdaderamente maravillosa, y cuya verificación vio
realizarse; teoría de la que nunca renegó o se retractó.

Es inútil insultarlo insinuando, con osadas falsificaciones, que lo haya hecho, dado que la historia
después de él, ha demostrado con evidencia las fases ulteriores, en el orden por él construido.

19 - LA TRANSFORMACIÓN SOCIALISTA

La cuestión acerca del paso a una economía socialista en Rusia, con una república que ya no está
controlada por la burguesía, sino por el proletariado vencedor, y con un programa social de nacionalización
agraria y estatalización industrial, no es correctamente situado en su lugar si se plantea en el momento del
problema, totalmente prejudicial, de la liquidación de la guerra. En el momento del hundimiento de la
Segunda Internacional la perspectiva rusa – incluso cuando a Lenin no le consta que muchos socialistas de
varias tendencias también le han traicionado – no se plantea más favorable que antes de la guerra. Hasta
1914, Lenin cuenta mucho con el movimiento obrero marxista de los países más desarrollados para abreviar
el curso del capitalismo en Rusia, que ahora ya no se puede eludir, ya no se cree posible. Pero en el
momento en que la potente socialdemocracia alemana, junto con los otros grandes partidos de los países
industriales caen pavorosamente en la ruina del oportunismo, deviene más difícil la previsión de que a la
revolución democrática antizarista rusa le suceda una revolución proletaria en países europeos, sobre la que
pueda hacer palanca una transformación socialista de Rusia menos lejana.

Con este giro de 1914, hemos visto, pues, como Lenin recapitula el programa en las siete tesis.

En Rusia, trabajar en profundidad por la derrota, por el hundimiento del ejército y de la dinastía. El
programa posterior sigue siendo el mismo: no gobernar con partidos burgueses y pequeño-burgueses, sino
dirigir la república con la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos. Socialmente, tal
república, llevará a cabo la nacionalización de la tierra, las ocho horas, la banca de Estado y otras medidas
que no salen aún de los límites del capitalismo.

En Europa: lucha para eliminar a los oportunistas, organización de una nueva Internacional proletaria,
nuevos grupos y partidos que dirijan la lucha derrotista contra la guerra. Allí donde sea posible, intentar la
toma del poder político con la consigna de la dictadura proletaria confiada al partido comunista.

Sólo después de que la guerra haya arruinado al poder burgués, al menos en parte de Europa, se
planteará el problema de la transformación socialista europea y de su apoyo a la evolución económica y
técnica en Rusia.

Por lo tanto, el problema de hacer socialista a Rusia aisladamente no se planteó en el momento en el


que la historia oficial asume que fuese planteado por Lenin por primera vez, y por primera vez resuelto de
manera positiva: construir socialismo en una Rusia recién salida del feudalismo y encerrada entre países
capitalistas.

Un giro similar en el pensamiento de Lenin es necesario indagarlo después, y lo haremos: en el


momento de la caída del zarismo, a su llegada a Rusia, en la lucha por el poder para el partido bolchevique
en solitario, en el período sucesivo a la conquista del poder, en el de las primeras medidas económicas y en
el giro fundamental de la NEP, aunque tiene tan poco de nueva, que un titulo similar no fue nunca dado por
Lenin.
El solo hecho de haber inventado esta conversión de Lenin fuera de la época histórica y del cuadro
teórico propio, anticipándola con astucia, demuestra la falsa posición que está en la base de toda la política
del Estado ruso, como se evidenció después de la muerte de Lenin y de los conocidos acontecimientos.

20 - PODER Y ECONOMÍA

Como esta cuestión de la transformación socialista en relación a una conquista del poder en un país
todavía no capitalista esta planteada de modo general, se clarificará mejor para evitar equívocos graves, y
además convendrá prestar atención a la distinción entre el aspecto económico y el político en el traspaso
entre los distintos modos de producción.

Nuestra resuelta defensa de la tesis de que no esperamos nunca ver en Rusia, dada su estructura social y
su mísera economía al terminar la guerra, funcionar la economía, la producción, y la distribución socialistas,
puede turbar a algún lector que vea en ella el eco de la posición oportunista que durante años y años estuvo
volcada en difamar a los bolcheviques.

Según el marxismo, la transformación de la economía en socialista no se puede propiamente poner en


marcha si en la estructura de un país el gran industrialismo, el capitalismo de las grandes empresas, la
formación del mercado general de cambio, la comercialización de toda la tierra y de sus productos, no son
hechos y caracteres dominantes. Cuando estas condiciones están presentes, la transformación no es gradual y
espontánea, sino que según Marx, Lenin y la izquierda revolucionaria, no comienza si no tiene lugar la
revolución política: o sea, el abatimiento violento del Estado capitalista, y la fundación del nuevo Estado del
proletariado, con el partido marxista claramente a la cabeza.

Por tanto, no basta con desencadenar esta lucha política y realizar esta conquista, para garantizar la
transformación socialista.

Pero, de la misma manera que sería un error afirmar que con un simple acto golpista contra el poder, a
lo Blanqui, a lo putschista, podemos introducir el socialismo integral en Nueva Guinea, también sería un
error excluir situaciones en las que se deba tomar el poder político aun sabiendo claramente que con esa
única base la transformación socialista no se obtendrá.

Por lo tanto, quien hubiese dicho: Bolcheviques, sin la revolución en Europa no construiréis socialismo,
no se habría equivocado. Pero no fue esto lo que dijeron los filisteos. Dijeron, que no pudiendo asegurar la
transformación socialista, los comunistas tenían el deber de no tomar el poder, aun teniendo fuerzas, como
los hechos probaron; debían delegarlo en otras clases y partidos, o eventualmente sostener y participar
sumisos en un gobierno provisional de Lvov y de Kerensky.

Pero los comunistas rusos no respondieron que habían querido – y debido – tomar el poder porque era
el medio para hacer la Rusia socialista, incluso en solitario. Entonces ni siquiera lo soñaron. Tenían, y
proclamaron al mundo, una serie distinta de razones históricas, más vastas que los problemas de la futura
economía rusa. No era una carrera para administrar Rusia como si fuese una gran farm, o un trust de
producción. Era una carrera para expulsar del poder y abatir unas fuerzas de clase y políticas, que
indudablemente nos habrían alejado mayormente de la futura transformación socialista rusa y mundial, que
habrían arruinado aún más la economía contingente del país, que habrían expuesto a Rusia al grave peligro
de la contrarrevolución, no en el sentido de mantener a un Kerensky o a un Miliukov, sino en el de
abandonar el poder a gobiernos reaccionarios emanados de los países imperialistas del grupo alemán o del
anglo-francés, o directamente de las fuerzas resurgidas del zarismo, que habrían levantado la cabeza con la
clásica tarea de policías contra la revolución democrática en Rusia, y proletaria en el resto de Europa.
El único partido que tuvo una clara visión de estas tendencias, que pudo afrontar aquella serie de
peligros, que hizo evidentes la impotencia y la traición progresiva de todos los demás fue el de Lenin: los
comunistas de todos los países aplaudieron cuando tomó para sí todo el poder, le invitaron a mantenerlo
sólidamente e hicieron lo posible para oponerse a los golpes de sus miles de enemigos: no les pidieron que
fabricasen socialismo (menos los que eran pequeño burgueses en dispersión), sino que pretendieron hacer
ver como se vivía como socialistas.

Esta pregunta habrían debido hacérsela los rusos a los europeos. Estaba precedida de otra petición clara:
echad abajo al capitalismo donde esta plenamente maduro, tomad el poder, proclamad la dictadura, tarea
histórica integral, del proletariado, solo suya, del partido comunista.

21 - PRODUCCIÓN Y POLÍTICA

¿Pero si la producción socialista no está tampoco a la vista, y es necesario por tanto ver a regañadientes
como se extiende la nueva forma capitalista, no se contradice el determinismo económico por el hecho de
que un poder político socialista se apoye en una economía que todavía no es socialista? El argumento
solamente es capcioso. Ante todo, una verdadera economía socialista no tiene necesidad, una vez que supere
las formas capitalistas y mercantiles, de generar poderes socialistas o algo que se le parezca: al contrario, los
excluye.

Aquel que se pierda en esta dificultad, no habrá comprendido nada de la grandiosa polémica histórica
sobre la dictadura. No les diríamos a los anarquistas que el Estado y la violencia dictatorial nos hacen falta
después del derrocamiento del Estado burgués, si no pudiésemos probar que en una situación nada breve en
los mismos países ultraindustriales el proletariado será una clase política dominante, gobernante, aunque será
aún económicamente en gran medida clase explotada.

La superestructura del modo de producción capitalista es la inercia de la ideología y del


comportamiento tanto de los capitalistas como de los oprimidos, que muy lentamente desaparecerá, y que el
gobierno revolucionario tiene la tarea de reprimir.

Que el poder estatal sea la superestructura que compete a un modo de producción determinado
(monarquía absoluta para el feudalismo, república liberal para el capitalismo, etc.) no es una fórmula exacta,
sino esta otra, ya establecida en las páginas del Manifiesto: el Estado es el órgano para el dominio de una
clase sobre otra.

Por tanto, son plausibles las dos situaciones. Estado capitalista que garantiza el dominio de la burguesía
sobre los trabajadores – Estado socialista que aun no habiendo más que comenzado a eliminar el modo de
producción capitalista se asegura su destrucción porque es el órgano del dominio de fuerza del proletariado
sobre los explotadores supervivientes. A estas situaciones les sigue una tercera: ya no hay clase explotadora
ni explotada, modo de producción socialista, ya no hay Estado.

Si un modo de producción, como el ruso, es en su mayor parte feudal con algunos puntos de
capitalismo, la historia ha realizado el caso en el cual el control y dominio de un Estado mantenido sólo por
los proletarios está dedicado de lleno a extirpar el modo feudal y no ataca todavía al capitalista; y no es
posible señalar límites a tal período de coyuntura, determinado por las influencias de todas las distintas
estructuras productivas en los países de un área compleja.
Parece evidente que tal período no puede ser indefinido, y por lo demás, el límite fue puesto por Marx y
por Lenin: era el momento de extensión de la revolución impura rusa a una pura europea, que ambos
consideraron más breve.

Los partidos componentes de una misma Internacional pueden tener históricamente en sus manos, por
una parte una revolución impura, por otra una revolución pura (socialista desarrollada) o solamente la acción
revolucionaria contra poderes burgueses aún no derrotados. Esta relación de fuerzas debe llegar a una
ruptura de equilibrios: llegó en pro de la contrarrevolución.

22 - INFAMIA Y FILISTEOS

Pero es verdaderamente demasiado ser traqueteado por las objeciones al comunismo ruso con infinita
hipocresía travestida con acusaciones de violación del marxismo. Con el pretexto teórico de que la dictadura
no tenía la posibilidad de erradicar toda relación burguesa, gritaron que era injusta y feroz la dictadura
terrorista de los bolcheviques. ¡Pero cuánto más fuerte habrían gritado si hubiesen tenido la posibilidad de
erradicarla!

En realidad, los escandalizados por la dictadura comunista en Rusia eran los mismos que se
escandalizaban, a la cabeza estaba el renegado Kautsky, porque la quisiéramos aplicar en Europa, preparada
para la rápida transformación socialista.

En realidad, los argumentos no versaban sobre los lados negativos y sobre el retraso de la economía de
Rusia, sino sobre la sucia sujeción a ideologías burguesas, a límites de origen burgués que el proletariado
habría debido autoimponerse. Se decía que había que esperar a un verdadero florecimiento del capitalismo,
porque entonces el número de obreros habría sido tal, que la vía de la persuasión y del idilio de clase habría
conducido a la victoria sin violencia.

Por consiguiente, no era en nombre de la prisa por llegar a la sociedad socialista, sino por el “valor
absoluto” del principio democrático del idealismo burgués, donde se pretendía que los bolcheviques se
hubiesen parado sin despedazar los riñones a los partidos que tenían, por ejemplo, más votos que ellos en la
asamblea constituyente “libremente elegida”.

Entonces los bolcheviques habrían seguido estando durante un tiempo mucho más largo – pero
ciertamente no de decenios y decenios – con las cartas marxistas en regla para mantener el poder en Rusia,
aun no pudiendo fundar socialismo, a condición de que hubiesen continuado declarándolo como siempre lo
había proclamado Lenin, sin fingimientos.

Pero cien veces las tuvieron en regla cuando en sucesivas oleadas de genuina acción revolucionaria
truncaron las fuerzas de la contrarrevolución abierta, y amordazaron los aullidos innobles de los derrotistas.

Porque no sólo impidieron que exista hoy una situación todavía más desfavorable y
contrarrevolucionaria, sino que remacharon la enseñanza de que las prédicas y los conjuros engañosos de los
prejuicios burgueses no deben tener la fuerza de parar la mano del proletariado puesto en pie; que la fuerza
material no debe sufrir, antes de su inexorable empleo, la censura de un adversario felón, que teniéndonos en
sus manos no se plantearía ni por un momento el problema de la renuncia al poder y de la piedad para una
persona humana, salvo la suya propia.

23 - RETORNO A 1914
Repetimos que no ha sido una digresión, sino un anticipo del tema, la exposición (que comprende los
apartados desde el 4 al 22 de esta I parte) sobre la falsificación central de aquella Storia del Partito
Bolscevico que apareció anónima, como recuerda Trotsky, y después impresa por una colectividad de
autores, y que finalmente ha sido insertada en la colección de Opera Omnia de José Stalin.

Para demostrar, como nos proponemos, que en Rusia no hay más que estructura capitalista, y no
socialista, era importante mostrar desde cuando se ha intentado el cambio entre la tesis (ciertamente no es
una nueva teoría) de Lenin sobre la transformación de la guerra imperialista en guerra civil, y aquella, cuya
paternidad es solo de José Stalin, y falsa, de la construcción del socialismo en Rusia solamente.

En tal exposición recordamos que Lenin había sabido que en la Duma rusa los bolcheviques y los
mencheviques, y los mismos socialistas revolucionarios, habían protestado contra la guerra y votado contra
los créditos. Lo creía Lenin en septiembre de 1914, o en agosto, cuando escribió las siete tesis: pero no era
así.

Los mencheviques, y entre ellos Cheidse y el ex-maestro de los bolcheviques, Plejanov, son los
dirigentes, en la Duma y en la emigración, de los “defensistas”, cuyas filas comprenden sin embargo también
a no “liquidadores”. El grupo de los diputados obreros bolcheviques está contra la guerra: y enseguida es
arrestado y deportado; pero también están contra la guerra varios mencheviques, entre ellos, Martov. En las
mismas organizaciones de los bolcheviques y en los grupos del exterior existieron oscilaciones graves, y
también entre los deportados en Siberia: se discute mucho sobre el parecer de Stalin, por lo menos, muy
reservado, hasta que no llegaron mucho después noticias sobre el parecer de Lenin. Un dirigente vigoroso de
los derrotistas fue Spandarian, antes de cualquier relación con el exterior.

A su vez, los socialistas revolucionarios se dividieron: contra la guerra, Chernov, a la cabeza de un


pequeño grupo; a favor, Avksentiev, Bunakov y otros muchos que formaron un grupo “Más allá de las
fronteras”. Todos estos, como Plejanov, como Pedro Kropotkin, como Cheidse, etc., declararon que la guerra
contra los alemanes era justa, defensiva y santa, e invitaron a suspender toda acción contra el gobierno y la
dinastía del zar. Ni siquiera Cheidse y Kerensky tuvieron aun la desfachatez de votar a favor de los créditos
de guerra.

24 - ¿SUBVERSIÓN DE LAS “TENDENCIAS”?

También al objetivo Wolfe, no demasiado ortodoxo en línea teórica, le gusta insistir sobre el hecho,
para nosotros no muy significativo, de que la división entre defensistas y derrotistas en 1914 no coincide
con la división entre revisionistas-reformistas y marxistas ortodoxos radicales. Al conocido caso de Kautsky
él contrapone a Carlos Liebknecht, que era un “bernsteiniano de izquierda”, mientras por lo demás el mismo
Bernstein estuvo entre los primeros en deplorar el abandono de la “vieja táctica marxista” (bien entendido
aquí) del voto contra los créditos de guerra. Pero chovinistas fueron una conocida serie de ortodoxos
alemanes: Parvus, Lensch, Cunow, y Haenisch. En Inglaterra, los líderes derechistas laboristas Snowden y
MacDonald votaron contra los créditos; a favor, Hyndman, líder (en el texto de Wolfe) de la ortodoxa Social
Democratic Federation. El British Socialist Party, que no tenía parlamentarios, estuvo decididamente en
contra de la guerra imperialista.

Cerraremos el inagotable argumento de los socialistas ante la guerra con el sablazo de Wolfe:

«Los “blandos” [traduciendo así modernamente el termino “softminded”] humanitarios se inclinaron


al pacifismo, mientras muchos “duros” [toughminded] “materialistas históricos” [los entrecomilla Wolfe,
un claro idealista histórico] se lanzaron a la guerra en cuerpo y alma».
Wolfe no nos ha metido en la lista a Mussolini. Le habríamos dicho que era un idealista iluso, o
autosugestionado, de seguir el materialismo revolucionario. Un idealista no es ni un marxista radical ni un
marxista reformista. Solamente es alguien que está fuera de nuestro camino. Históricamente Gramsci nos
ayudó a cazar, con mil razones, a Turati. Sin embargo, teóricamente, y siempre es un mal cuando se oculta,
tenia menos ortodoxia Gramsci que Turati.

Las señas interesan: las personas y sus nombres sólo ayudan a una mnemotecnia didáctica; quizás sea
también un poco culpa nuestra si se produce indigestión. Hemos tratado de hacer la historia de la lucha entre
defensismo y derrotismo. Era indispensable para pasar a la antítesis entre “uniconstruccionismo” y…
comunismo. Socialchovinismo y “Kominformismo” no son sólo una lectura de la teoría comunista; sólo son
algunas de las tantas vías de abandono. Pésimo viaje, señores.

De cualquier modo, aquello que no es de derechas ni de izquierdas es el método histórico del Kremlin,
historicismo reclamista. Todo el partido bolchevique estuvo en bloque contra la guerra. Cuando, de hecho, el
proceso a los diputados de la Duma, arrestados con Kamenev acabó mal, y se hicieron declaraciones
equívocas, suscitando la ira de los valerosos compañeros Spandarian y Sverdlov (muertos ambos sin haber
sido objeto de difamaciones, y sin perder el honor), la Storia ataca con fuego sólo a Kamenev. Kamenev
efectivamente dirigía el grupo de la Duma, y no evitó que este, el 25 de julio, presentase con los
mencheviques una declaración incierta, que hablaba de defender al pueblo contra toda opresión interna y
externa. Lenin no lo supo: pero era muy clara la gravedad, inmensamente mayor, de todo acto de solidaridad,
incluso vaga, con la defensa bélica en la Rusia autocrática, con respecto a los países occidentales.

Sin embargo, el hecho histórico de que todos los partidos burgueses y pequeño burgueses den una
tregua al zar en el momento que este entra en guerra, no es más que otra prueba de la construcción histórica
de Lenin: es el proletariado únicamente el que podrá derrocar en Rusia al zarismo y al feudalismo, y hacer él
aquella revolución que no es la suya. ¡En febrero de 1915, la Duma acogía el ukase de disolución a largo
plazo, con hurras a la victoria de las armas imperiales!

25 - PRIMERAS VICISITUDES DE LA GUERRA

Los dirigentes capitalistas de las naciones democráticas estaban seguros de que la apisonadora
moscovita, que tantas veces había llegado hasta los muros de occidente para truncar las revoluciones, se
movería inexorable aflojando la mordaza de los ejércitos alemanes que avanzaban sobre París. Pero aquella
máquina militar no se había puesto a prueba desde hacía muchos decenios en los campos de occidente, y la
moderna técnica había transformado la guerra y sus medios. Las grandes reservas de hombres, las grandes
masas de caballería ya no eran válidos, y los préstamos de los banqueros franceses y de otras naciones
habían sido gastados alegremente, pero sin grandes resultados en el sentido de armamento moderno.

Los germanos quitaron unas pocas tropas del frente oeste para llevarlas, con su habitual ventaja de las
líneas internas, hacia Prusia oriental, pero antes de que llegasen al frente ruso, el ejército de Samsonov ya
había sido aplastado con pérdidas colosales gracias a la maniobra genial de Hindenburg en los lagos de
Masuri, y a la superior organización bélica alemana. Burgueses de Francia y de Rusia, sin embargo, se
intercambiaron felicitaciones por este aligeramiento de la presión sobre París, por lo demás, análogo al
obtenido por los rusos de Stalingrado con las grandes masacres de la segunda guerra mundial.

Los viejos recuerdan una viñeta de Scalarini en el “Avanti”: las garras de Nicolás caen sobre Berlín, las
de Guillermo sobre París. Masuri y Marna pusieron todo esto al revés.
Mientras en Rusia se apagaba la ola de entusiasmo, que en las ciudades había visto como los
estudiantes, y algunos famosos de los estratos revolucionarios de 1905, alababan la guerra y se arrodillaban
cantando himnos zaristas, los generales intentaron un contraataque en el Cáucaso, rechazando a los turcos, y
en Galizia, rompiendo el frente austro-húngaro en agosto hasta Leopolis, y en la primavera hasta la fortaleza
de Przemysl, llave de los Cárpatos. Pero una arrolladora contraofensiva en todo el frente austro-alemán en el
verano de 1915 alcanzó Riga y Varsovia.

La desorganización militar, civil, administrativa y económica progresaba en toda Rusia de forma


pavorosa: carestía de los víveres en el campo, crisis de la industria, amenazadora parálisis de los transportes,
agotamiento extremo de las finanzas estatales. La preocupación comenzó a afectar a los aliados de occidente.

En el curso de 1916, lo que queda del potencial ruso, debido a las peticiones de los aliados que ayudan
con dinero y provisiones, está empeñado en ofensivas inútiles o de éxito breve, dirigidas a aliviar la presión
de los austro-alemanes en el frente occidental. Moscú ya no dicta su voluntad arrojando sobre la balanza la
firme espada de otros tiempos, sino que sirve de almohadilla cuando le place al moderno despotismo del
gran capital.

26 - LA GUERRA SE CORRESPONDE CON LA DEMOCRACIA

Las lecciones de la primera gran guerra universal comienzan a ser imponentes, y sin embargo, deberá
pasar todo un ciclo y sobrevenir una nueva gran guerra trastocando los continentes, sin que los engaños de
las supersticiones oportunistas puedan ser evitados. El binomio predilecto de la banal retórica burguesa, que
asocia despotismo y potencia guerrera, autocracia e invencibilidad, que pinta a los modernos estados
liberales del capitalismo como pacíficos y desarmados, como inadaptados para la guerra a ultranza,
encuentra un desmentido clamoroso en la marcha del primer conflicto. Francia, Inglaterra, la misma Italia y
luego la intervencionista América, países de jactada libertad y de gobierno parlamentario, atraviesan la
guerra prácticamente intactos, y con ventajas y conquistas. La primera en ceder será Rusia, y le seguirán las
“feudales” Alemania, Austria y Turquía, aunque hayan adoptado mucho más que la primera la técnica
moderna industrial con fines bélicos. Napoleón no fue invencible por ser un déspota, sino porque se
impulsaba con el ímpetu de la revolución democrática que por primera vez creó al ciudadano soldado;
porque manejaba el ejército de la Convención de 1793, que por primera vez instituyó el servicio militar
obligatorio para la defensa, entonces coherente, de la revolución y de la patria.

Por tanto, quedaba triturada una mentira, que desgraciadamente ha vuelto a ganar después inmenso
terreno, o sea, que para parar el militarismo conviene exaltar la democracia. Las dos cosas van juntas, como
Atenas y Roma ya habían demostrado (eran sociedades esclavistas, pero al esclavo le estaba negado portar
armas).

Aunque está sacado de una publicación de propaganda, es interesante el reflejo de los efectos de la
guerra de 1914-1918 sobre la “riqueza nacional” de los países implicados. Rusia descendió al 40% con
respecto a 1913, Austria al 59%, Alemania al 67%, Francia al 69%, Inglaterra al 85%. ¡Japón y América
vieron aumentar la riqueza nacional! Las perdidas en el cambio respecto al dólar porcentualmente eran en
1918 como siguen: ¡Japón ganó 1, Inglaterra perdió 2, Francia 12, Italia 20, Alemania 23, Austria 33, y
Rusia 40!

Por lo tanto, ya no conviene decir: la democracia no es militarista, sino lo contrario: más democracia,
más militarismo y más potencial bélico.
Entonces debía presentarse por si misma la conclusión: Rusia ya no es el factor militar decisivo en
Europa. ¿Qué hacer para que llegue a ser más guerrera? ¡Democratizarla!

¿Quizás hemos disminuido a Lenin cuando hemos constatado que trabajó todo un período histórico
para hacer surgir la “democracia” en Rusia? Que los que hacen juicios apresurados se planteen esta
confrontación: capitalistas de occidente de Rusia luchan por la democracia para hacer a Rusia más potente
en la guerra, y por la victoria – Lenin y los comunistas luchan para que este traspaso histórico se lleve a cabo,
pero su meta es la derrota ¿A quién dio la historia la razón?

27 - EL IMPERIO CRUJE

Con la sucesión de los reveses de los ejércitos rusos se desarrolla todo un movimiento de intrigas en las
esferas dirigentes internas y en las diplomáticas: el descontento por los graves errores y el desorden
administrativo alcanzaron aún nuevos estratos: especialmente estos ambientes suponen que la extrema
corrupción del régimen zarista y el empuje de la depresión económica sublevarán inevitablemente a las
masas, que han comenzado a manifestar su intolerancia, no solo por el modo con que es conducida la guerra,
sino contra la guerra misma y por su finalización.

La burguesía industrial a la que la guerra ha dado mayor importancia pide un nuevo gobierno que no
este dominado por las camarillas de la corte y de la nobleza terrateniente. Los partidos parlamentarios de los
liberales y de los kadetes que habían hecho ostentación de solidaridad con el gobierno se van agitando. Su
dirigente Miliukov pronuncia un retumbante discurso con el tema: ¿Estupidez o traición?

Mientras, la corrupción de la Corte imperial era demostrada por los famosos episodios de fanatismo del
monje Rasputín y las muy conocidas influencias de la zarina sobre el atolondrado zar; capitalistas rusos y
diplomáticos extranjeros tuvieron indicios de una tendencia de las fuerzas reaccionarias a establecer una paz
por separado con los alemanes. Por ambos lados se decidió acabar con las vacilaciones, mientras las masas
por su parte y los mismos soldados en el frente se sublevaban cada vez con más frecuencia.

Desde los extremos más opuestos se concuerda en el parecer de que, realizada sin efectos una serie de
pasos y de reuniones internacionales, las embajadas de Francia y de Inglaterra intrigaron secretamente para
el advenimiento de un nuevo gobierno burgués democrático y para la deposición, si no de la dinastía, si del
zar Nicolás.

La sustitución de Sazonov, ministro de asuntos exteriores ligado a los occidentales, por los elementos
de extrema derecha, hizo la situación todavía más tensa.

El 15 de diciembre de 1916, Rasputín fue asesinado por una conjura de palacio, de aristócratas que
querían conjurar la ruina del régimen.

Cada vez tomaba más forma, a inicios de 1917, la preparación de un golpe de Estado de la nobleza y de
la alta burguesía para deponer a Nicolás, nombrar zar al hijo enfermo, Alejo, y asumir el poder, para el cual
se pensaba designar al príncipe Lvov. Parece que el embajador inglés, Buchanan, siguiese tal movimiento.
Pero la acción popular no esperó más y los diversos partidos de la izquierda parlamentaria se vieron forzados
a acelerar los plazos: en verdad lo hicieron con absoluto éxito, constituyendo un poder totalmente controlado
por la burguesía, mientras los partidos pequeño burgueses y los socialpatriotas mantenían magníficamente
entretenidas a las fuerzas del proletariado.
28 - REVOLUCIÓN PARTIDARIA DE LA GUERRA

Si bien es cierto que sólo los bolcheviques trabajaron en profundidad dentro de las masas para provocar
la caída del gobierno, sublevar a los obreros, soldados y marineros, y hasta a las mujeres de las “colas” para
los víveres, dirigieron las huelgas generales y estuvieron a la cabeza de la multitud en no pocas y cruentas
batallas con la policía, tampoco es menos cierto que se dejaron llevar y no supieron ser coherentes con el
“esquema” revolucionario de Lenin.

La consigna debía ser, como recordamos en los largos análisis acerca de los escritos de Lenin de 1905
(en la reunión de Bolonia): lucha callejera, no acuerdos entre partidos parlamentarios; derrocamiento de la
dinastía, no gobierno constitucional; república-dictadura democrática del proletariado y de los campesinos,
es decir, ningún acuerdo con partidos de izquierda que a su vez hagan acuerdos con la burguesía.

Esta fase histórica bajo el concepto de Lenin fue siempre una revolución burguesa en manos del
proletariado y de los campesinos.

Febrero de 1917 no fue esto; por el contrario, fue una fase precedente, y extremadamente débil, que fue
posible solo por la situación de guerra y por las fuerzas exteriores. Basta reflejar que los proletarios
(bolcheviques) y los campesinos pobres (Socialrevolucionarios de izquierda) se quedaron en la oposición; y
en un momento determinado fuera de la ley.

Octubre de 1917, que examinamos a continuación, fue la fase leniniana, en el sentido inmediato (y fue
incluso más, como repetiremos), es decir, la revolución democrática en manos del proletariado.

Febrero se define en seguida como: revolución democrática y burguesa en manos de los burgueses.

El esquema de los hechos es conocido (en fechas de nuestro calendario, con los 13 días de más, después
de febrero).

10 de marzo. Huelga general en Petrogrado: lucha en las calles.

11 de marzo. El zar disuelve la Duma. Los diputados se quedan en la capital para rechazar la orden y formar
el gobierno provisional.

12 de marzo. Surgen tanto el comité provisional de la Duma como el Soviet de los delegados de los
trabajadores de Petrogrado (que clásicamente deberían tomar, en la visión marxista, todo el poder a nivel
nacional).

13 de marzo. Son arrestados los ministros del zar.

14 de marzo. Soviet en Moscú. Delegados de los soldados en el de Petrogrado.

El ejército enviado contra los trabajadores dispara contra la policía.


15 de marzo. La burguesía se apunta un buen tanto. EL comité provisional de la Duma forma gobierno
provisional: Lvov, constitucional, primer ministro; Miliukov, dirigente de los kadetes, Exteriores; Kerensky,
socialrevolucionario-populista, Justicia, etc.

Nicolás II abdica en favor de su hermano Miguel.

16 de marzo. Miguel abdica y se remite a la futura constituyente.

18 de marzo. El soviet de Petrogrado, como el de Moscú, está en su gran mayoría en manos de los
mencheviques y de los socialistas revolucionarios. Éste, prácticamente, entrega el poder al gobierno
provisional formado por los partidos burgueses, en el que el locuaz y traidor Kerensky asume el papel de
representante de la izquierda y de los obreros socialistas. Los bolcheviques reaccionaron con un manifiesto
que, y esta vez no se puede dar la razón ni a los estalinistas, ni al mismo Trotsky, no desautoriza al gobierno
provisional burgués, sino que plantea algunas reivindicaciones que el mismo debería poner en práctica:
aunque sea oponiendo la conclusión de la paz al atezamiento de la guerra.

Más tarde, mencheviques y socialrevolucionarios entraban a formar parte del gobierno: los
bolcheviques tomaban una posición que no estaba clara, “Pravda” publicaba los artículos de Kamenev que
luego provocarán la indignación de Lenin: en sustancia, no solo no definían contrarrevolucionario al
gobierno Lvov, sino que le ofrecían un apoyo, aunque fuera condicionado.

La burguesía, después de haber hecho derrocar a las fuerzas zaristas por medio del proletariado
insurgente, había ganado la partida del poder al cien por cien.

Esto se debía únicamente a la obra y a la función histórica de los partidos pequeño-burgueses y


oportunistas, como el “esquema de Lenin” trazado en un largo curso había tenido en cuenta perfectamente.

29 - LA RUTA EXTRAVIADA

Estaba muy claro que todo el ala derecha, mejor dicho, la casi totalidad del gobierno provisional estaba
formada por partidarios de la guerra y amigos de los aliados occidentales: habían sido inducidos a derrocar al
gobierno del zar, al cual en 1914 habían ofrecido plena solidaridad nacional, por el único motivo de que se
había convertido en sospechoso de derrotismo filo-alemán, saboteando todo el potencial del país, y ahora era
lógico que orientasen todo el esfuerzo hacia la reanudación de las hostilidades en el frente.

No menos lógico era que aquella parte de los partidos proletarios que se había manifestado bajamente
“defensista” en 1915, apoyase la misma política y aplaudiese la guerra, que ya había adquirido una
virginidad democrática.

Los elementos de tales partidos que habían sido, si no derrotistas, al menos opositores a la guerra,
pasando a la política de continuación de la guerra y de la defensa de la Rusia liberada, demostraron que no
tenían nada en común con la condena de la guerra imperialista “desde cualquier parte”, y que sólo razones de
tipo burgués y no marxista les impidieron marchar con la guerra, mientras ésta era dirigida por el zar.
¿Pero estuvo quizás perfectamente clara la posición de todos los bolcheviques en esta alternativa
histórica? ¿Qué ha cambiado? ¿Debe continuar el derrotismo, o es necesario pasar a otra fase porque ahora
ya se posee una “patria democrática”? Desgraciadamente se estuvo muy lejos de la elección segura.

Pero antes aun de la cuestión de la guerra, el período de euforia, en el cual por ejemplo se encontraron
de regreso de la deportación en Siberia, como el taciturno Stalin, el elocuentísimo Sverdlov, y tantos otros, y
de confraternización retórica entre populistas, trudoviques, socialrevolucionarios, mencheviques y
bolcheviques, demuestra como la evolución teórica del movimiento no estaba a la altura de los poderosos
trazos de la obra leniniana y de las batallas de los congresos.

En la época de las “dos tácticas” y de tantas otras polémicas agudas, Lenin había ligado
indisolublemente no solo a todas las corrientes populistas, sino también a los mencheviques, a la fatalidad de
su porvenir contrarrevolucionario.

Los mencheviques habían tomado la actitud de intransigentes, diciendo: el proletariado no puede tomar
el poder en la revolución rusa; es la burguesía la que debe asumirlo: nosotros en este caso no gobernaremos,
como máximo “controlaremos” (ante esa palabra Lenin se ponía como una fiera) el poder democrático.

Ostentaban considerar oportunista a un Lenin que decía crudamente: nosotros deberemos tomar el
poder de un gobierno provisional en la revolución burguesa democrática a condición de que no se les dé
ninguna migaja a los partidos burgueses. Y además, que no se hable más de monarquía.

La disputa, a pesar de las potentes mentiras difundidas por el estalinismo, no fue nunca esta: debemos
tomarlo nosotros para construir la Rusia socialista. Estaba claro que adversarios de la fuerza de Plejanov
habrían respondido enseguida: pero si se trata de este objetivo histórico, estamos por el poder también
nosotros.

Lenin – está bien remacharlo siempre – dijo que se debía tomar el poder porque no existían otras vías
históricas para evitar que venciese la contrarrevolución. Evidentemente, en sentido potencial, esto deriva de
la necesidad de avanzar históricamente hacia el socialismo, la revolución socialista mundial y rusa, pero
siempre se dice en sentido potencial y no como contenido inmediato y actual de la lucha histórica.

Trotsky mismo hasta entonces no se había orientado. Cuando Lenin demostraba el derechismo de los
mencheviques, él concordaba. Pero, cuando los mencheviques con poderosa hipocresía atacaban a un Lenin
que hacia luchar al proletariado por demasiado poco, Trotsky que como ardiente militante no soñaba más
que con la lucha, se quedaba perplejo: con retraso comprendió la potencia dialéctica de la construcción de
Lenin. Pero la comprendió seriamente. De cualquier modo lo emplearemos como irreprensible testimonio de
que Lenin quería esto: la revolución democrático-burguesa, con tal de que no fuese el aborto y la parodia de
una revolución demo-burguesa. Como determinista fundido en el acero, le hacia reír la acusación de haber
querido demasiado poco. En realidad él había dado un ejemplo, como dirían los anglosajones, terrible de
como se consigue escribir la historia que debe venir.

Ahora bien, en el momento en que los mencheviques se desenmascaran por si solos, incluso declarando
que solo se trata de libertad, de democracia y de guerra democrática, nunca jamás de socialismo inmediato, y
ENTRAN en el gobierno burgués, todo animal de sangre bolchevique habría debido saltar a su gaznate y
declararle la guerra sin cuartel. No hicieron esto ni Kamenev, ni Sverdlov, ni Stalin, ni otros.
Independientemente de la cuestión sobre la guerra – que desde hacía dos años o más ya estaba resuelta por
Lenin y por el marxismo incorrupto – ellos faltaron a su deber hacia un partido que tan esculturalmente
había diseñado sus tareas para las horas que sonaban en ese momento histórico.
Deficiencia pues de aquel grupo, que a lo mejor tenía méritos increíbles de lucha insurreccional, frente
al problema de la relación entre las clases sociales y los partidos políticos de Rusia. Es grave que un partido
falte a la acción, cuando ha explicado con una precisión tan brillante la doctrina histórica.

30 - ¿HALLADA UNA PATRIA?

También esto fue debido a la situación de guerra. Indiscutible. Pero al error respecto a la dinámica
interna, correspondió un error similar respecto a la dinámica de las fuerzas internacionales del conflicto
imperialista mundial.

Los momentos peores para el… buen alma de Carlos Marx, si sigue las cosas desde el otro mundo (para
nosotros materialistas las sigue, sí, pero desde el lugar-tiempo de cuando estaba vivo, y ahí esta Vladimiro –
os podéis reír– para gritar lo que él habría gritado) son aquellos en los que ve, después de haber explicado
tantas veces cómo la dialéctica desembrolla la historia, cómo los “marxistas” demuestran que están a cero,
mientras sus adversarios demuestran saber al dedillo la lección.

El grupo de partidos burgueses que en la preguerra, como se ha podido seguir a través de Lenin,
estaban claramente decididos a no desencadenar jamás el ataque contra el gobierno feudal y a evitar el pasaje
escabroso del gobierno transitorio “ilegal”, ha abandonado tan sabia determinación por el único motivo de
que la guerra perdida habría sido una ruina para los altos intereses capitalistas rusos e internacionales, y
habría provocado con certeza violentos movimientos a costa de las clases poseedoras en una aguda guerra
civil. Por tanto, siguieron el camino que podía evitar complicaciones de este género, el camino de la derrota
alemana en la guerra mundial. Más todo esto era coherente con la exigencia claramente burguesa de la
exaltación de los valores nacionales internos, como en cualquier otra revolución burguesa del siglo XIX. Si
por consiguiente se procedía en la dirección de la derrota alemana, o sea, de la victoria de los imperialistas
occidentales, socios en importantes negocios, está claro que de la revolución antizarista no debía salir el final
de la guerra, sino la reanudación de esta con la máxima violencia y “entusiasmo nacional”, la superación del
derrotismo tramado por las zarinas histéricas y por los Rasputines intrigantes.

El gobierno provisional se empeño en un vía tal sin dudar. ¿Quién hubiera podido entorpecerla? El
Soviet con su poder dualista ¡Pero qué dualismo de poderes! El poder no se comparte, de la misma manera
que las burguesías de occidente no lo habrían compartido con los diputados de los partidos obreros que
votaron los créditos o entraron en los ministerios: a estos puercos se les había dado una ropa de criados con
capa, librea y nada más. Y así se puso en práctica con los Cheidse y los Tsereteli, con los Martov y los
Chernov.

¿Para encontrar el camino hacia falta, pues, abrir los textos de Lenin, o sentir retumbar en la cabeza de
los ecos de sus duros y escabrosos discursos en diez congresos y conferencias, o se podía encontrar incluso
sin haber leído las tesis, los artículos, los opúsculos dictados después del vergonzoso 1914 de la II
internacional?

¿Y si los socialistas belgas y franceses habían sido clavados en la picota, ¿ quién duda de que con la
misma razón deberían haberlo sido los rusos, que hubiesen dado la solidaridad nacional a una república
postzarista, incluso con un valor superior a aquellas tres pesetas?

Dudar acerca de esto quería decir estar sujetos a una ideología puramente burguesa y nacionalista,
hacer una comparación con la defensa de la patria por parte de la Convención y con la epopeya de las
Termópilas de Francia, no haber comprendido un cristo de todo Marx, del Imperialismo de Lenin, de la
distinción marx-leniniana entre la guerra de defensa revolucionaria y la contemporánea, execrada y
desvergonzada guerra de los poderes imperialistas, que no por haber perdido a los Romanov desprendía
ciertamente menos hedor, ni por haber adquirido la cara caquéctica de Woodrow Wilson.

En efecto son estos los argumentos con los que pretendían escabullirse los reformistas de Italia en aquel
1917, más allá del derrumbamiento en Caporetto; y varias veces hemos recordado las mal sudadas camisas
para mantenerlos firmes.

¿Son estos, pues, los muy férreos bolcheviques, los muy fieles al partido, ensangrentados en las venas
de su sangre roja y revolucionaria? ¡Bravo!

31 - VLADIMIRO LEVANTA LA FUSTA

¿Relatar todavía una vez más el viaje de Lenin desde Suiza a Rusia, su llegada triunfal? No vendría al
caso, sin embargo sería necesario volver a hacerlo, ya que los acontecimientos son tan claros, y es grande el
peligro de que el fácil sentimentalismo, o su digno aliado, el mísero escepticismo sagaz, concluya diciendo
así: Nada que decir; está todo en un solo hombre, en una sola cabeza, y los grandes movimientos de la
historia prorrumpen solamente cuando esta ha elegido por sorteo, entre tantos imbéciles que los úteros
descargan, a aquel tipo “que siempre tiene la razón”.

Lenin parte con pocas noticias, pero en el viaje, y sobre todo tras haber cruzado la frontera, o más bien
el frente, le salen al encuentro: Tiene entre sus manos los números de Pravda redactados por Stalin y
Kamenev, que muestra enfurecido a los compañeros de viaje, quizás aterrorizados de que los haga pedazos.

Trotsky cuenta que Kamenev, uno de los devotísimos de Lenin hasta el punto de mimetizarle incluso
los actos y la grafía – ciertamente, un hombre que no se debe minimizar – va a su encuentro, pero sale
malparado. Ocurrió en la estación, en la frontera finlandesa. Lo relata Raskolnikov, otro testigo seguro.
Lenin entra y se sienta en el diván: “¡¿Qué es lo que habéis escrito en Pravda?! [usaría el término que
equivale a qué coj…] ¡Estamos muy enfadados con vosotros!”. Desde aquel momento quién se pone a tiro
sufre análoga acogida, hasta el famosísimo discurso a la muchedumbre desde el carro de combate.

Clarificaremos el abismo que se planteaba entre la mentalidad de los compañeros que habían
permanecido en Rusia y la construcción de Lenin. Clarificaremos, para desmontar un aspecto de la teoría de
la hipnotización de la masa, que ante todo hay una gran ventaja al observar estos grandísimos hechos con
gran distancia en el espacio (y en el tiempo también). Lenin se apea en la estación de Petrogrado. No mira ni
siquiera a su alrededor y ningún imbécil osa decirle: ¡poneos antes al día! Se ve venir al encuentro deferentes
y falsos a los representantes del “gobierno” en el salón imperial de la gran estación, el poetastro Cheidse les
dirige un discurso de bienvenida, ofreciéndoles la unidad con los mencheviques en la “democracia
revolucionaria”. En la reunión de partido, algunos días antes, Stalin había mostrado – como diremos – ser
propenso a acoger una iniciativa similar de Tsereteli.

Lenin no respondió ni siquiera no, sino que le volvió resuelto el trasero a la delegación oficial (la
espalda habría sido un honor demasiado grande), cruzó el umbral de la estación, entró entre las aclamaciones
en la plaza, y le aislaron en el coche blindado. No existe quizás el texto del discurso. Cada cual lo cita a
trozos: … Saludo en vosotros a la vanguardia del ejército proletario mundial… esta guerra de bandidaje
imperialista es el inicio de la guerra civil en toda Europa… el alba de la revolución socialista mundial ya ha
surgido… cada día, quizás mañana, puede hundirse definitivamente el imperialismo capitalista… La
revolución hecha por vosotros ha señalado el principio, se ha abierto una nueva época: ¡Viva la revolución
socialista mundial!
Aquel discurso, y las sucesivas manifestaciones de Lenin en la sede del partido y en la conferencia del
día siguiente, sobre las que estamos bien documentados por las célebres Tesis de abril, no solo dejaron
pasmados a los pretendidos “dirigentes de la revolución”, sino que, según todos los testimonios, hicieron
“girar la cabeza” a los mejores obreros y dirigentes intelectuales bolcheviques: No quedó nada, después de la
crítica arrolladora, de la táctica seguida hasta aquel momento: las nuevas propuestas cayeron
fulminantemente sobre la atónita audiencia que sintió hundirse el suelo bajo sus pies. Quien ha oído hablar a
Lenin, sin énfasis de oratoria alguna, y tanto más quien no ha dudado en contradecirlo, puede decir como
cuanto él exponía pareció evidente y consecuente para todos, y también para quienes nunca le hubiesen
escuchado. Los que estaban poco preparados en dialéctica marxista eran siempre los más atónitos. ¡Lo que
dice es imposible! Pero está tan claro y probado que no hay sílaba a la que rebatir…

32 - EL LOCO DE ABRIL

A los resúmenes de prensa del discurso del 3 de abril les siguió el atolondramiento general: pero no
solo fue el de los adversarios, sino también el de los cuadros del partido bolchevique; y esto mismo ocurrió
cuando en la reunión convocada para el 4 de abril, Lenin hizo una exposición más amplia, desinteresándose
totalmente de los temas y de las soluciones que habían sido preparadas, y durante la sesión presentó las
conocidísimas Tesis, de las que el estalinismo ha intentado hacer una gigantesca falsificación, mientras los
mismos trotskistas equivocan el planteamiento al sostener que con ellas, Lenin revolucionaba la “vieja”
táctica bolchevique de 1905. Por el contrario, es correcto que Lenin vuelve a tocar en Moscú el tema de las
Dos tácticas sin cambiar nada, y Trotsky finalmente se adhiere a su potencial revolucionario (a su llegada un
poco después): lo falso es esto, no se trata de ningún modo de pasar de la revolución burguesa a la
“transformación socialista” sino exactamente de pasar de la “táctica menchevique en la revolución
democrática” a “la táctica revolucionaria” y comunista siempre en la revolución democrática.

Esta demostración es dada de modo cristalino por el texto de la tesis del 4 de abril y del informe de
Lenin a la conferencia del 24 y siguientes, en el que como veremos Lenin dice a cada paso: “no se trata aún
de instaurar el socialismo”, sino de no comportarse como oportunistas en la revolución burguesa.

Sin embargo, por ahora parémonos sobre los testimonios del atolondramiento, que, si hubiese sido
verdaderamente un partido marxista que funcionase como debería, habría sido sustituido por la simple
constatación: dice lo mismo que ha dicho durante veinte años, y nosotros ciegos estábamos al haber tomado
una vía distinta, con el habitual recelo que exigía una situación nueva, inesperada.

Los adversarios ni siquiera habrían debido asombrarse: sus frases expresan solo el feroz contratiempo
de que el lazo sutil tejido en el seno de los soviets a la fracción bolchevique hubiese sido cortado de un solo
golpe.

Plejanov, que como teórico habría debido reencontrar al Lenin que siempre conoció, como buen
renegado finge escuchar aquellas cosas por primera vez. Hace como los togliattianos itálicos, que a cualquier
viejo compañero indignado le responden: ¿es posible que vengáis todavía con las viejas historias de 1921?
Sus frases son de este género: este discurso es una farsa-sueño, es el delirio de un loco. Los mencheviques,
hecha la señal de la cruz ¡descubren que Lenin “incita a la guerra civil”! Cheidse, es desde luego formidable:
Lenin se quedará fuera de la revolución, mientras que nosotros proseguiremos en nuestro camino. ¡Profetas a
la fuerza! ¡Tsereteli afirma que si hubiesen tomado el poder habrían arruinado todo, y deshecho, nada menos,
la Internacional proletaria!

Esta gente ya había salpicado su baba por el paso dado por los alemanes, luego había corrido para ver si
después de tantos años Lenin les tendía una mano sobre la que se habrían lanzado con lágrimas de
conmoción; escarmentados volvieron a lanzar veneno: todo esto es clásico, se conoce muy bien, hace falta
tratar otras cosas. Pero lo que es importante es el extravío de los compañeros incluso de primera línea,
totalmente ignorado en la Storia oficial, que como de costumbre solo lanza fango sobre Kamenev, Rikov,
Bujarin y otros, desde la plataforma de los patíbulos veinte años después. Oigamos los testimonios recogidos
por Trotsky. “Todos – dice – estaban demasiado pasmados para llevar a cabo discusiones. Ninguno osaba
exponerse a los golpes de este líder desesperado” (aquí hay un poco de bella literatura: no era líder
desesperado, sino enfurecido, por no usar un participio más fuerte, que sin embargo marchaba
doctrinalmente con seguridad entre el pasado y el futuro evidentes, en aquel momento particularmente
fecundo, uno de los poquísimos en los que se realiza la acción catalítica de ese corpúsculo que es el
“dirigente” sobre la colectividad entera). Prosigue Trotsky:

«Alguno susurraba que Ilich había permanecido durante mucho tiempo en el extranjero, que había
perdido contacto con Rusia, que no comprendía la situación, y lo peor de todo, que se había pasado al
“trotskismo”». Aquí peca el gran León no de vanidad, que no iba con él, sino de generosa ingenuidad:
Trotsky era el que finalmente encontraba a Lenin, no al contrario. Trotsky con su mirada de águila no vio
aquella escena, pero sabía que los azules y ultrapenetrantes ojos de Lenin en aquel momento, incluso
resplandeciendo, parecían decir tranquilamente: no sólo es así y así, sino que debéis reconocer que lo sabe
cualquier fulano. Nadie siente la necesidad de volver la cabeza solo porque se estén contando cosas nunca
oídas, sino solo cuando tiene la sensación: es imposible que no se dijese así desde el primer momento:
¿Cómo lo hemos podido pensar de otro modo? ¡Lo sabíamos hasta de memoria!

33 - ESCALOFRÍOS DE LA REPRIMENDA

Algunas otras referencias sobre esta operación sensacional de lavado de cerebros, operación que no ha
sido hecha por esbirros feroces o magos freudianos, sino que es un efecto de fuerzas materiales en la
culminación de ciertas crisis históricas que el mito, no constructor de sueños ni de farsas, sino interprete
fatigoso de hechos palpables, solía expresar con las palabras sagradas: El es el verbo: ¡Ha hablado y la luz ha
entrado en nosotros! (¡Ay, materialista Plejanov, que bajo has caído!), son estas.

Cuando Lenin dijo: propongo cambiar el nombre del partido por comunista, no se adhirió ni siquiera
Zinoviev, que había viajado con él! El bolchevique Angarski escribió:

«Es necesario confesar que muchos de entre los viejos bolcheviques permanecieron atados a las
opiniones viejo-bolcheviques sobre la cuestión del carácter de la revolución de 1917 y que la renuncia a esta
visión no estuvo libre de dificultades».

Y Trotsky escribe:

«en realidad no se trataba de muchos viejos bolcheviques sino de todos, sin excepción».

Pues bien, ni Angarski, ni Trotsky: puede ser que se tratase de todos (aunque habría que creer, aun
faltando otras fuentes reconstructivas, que, pongamos Krupskaia, o cualquier otro, no fruncieron el ceño)
pero el hecho es que se trataba de reivindicar las “viejas tesis de 1905” tal cuales, fórmula por fórmula: Son
estas coincidencias, y no la capacidad de un cerebro humano, por mucha luz que de él brote, las que se ligan
a las fuerzas del subsuelo histórico, capaces de remover toda una época.

Pero un trabajador de los Urales, Markov, “al que la revolución había cogido ante su torno”, dice las
palabras teórica y totalmente justas, espontáneas:
«nuestros dirigentes titubearon hasta la llegada de Vladimiro Ilich. La posición del partido comenzó a
ser clara solo con la aparición de sus famosas Tesis».
Bujarin, con cabriolas demasiado fáciles, recordó después de la muerte de Lenin que una parte del
partido consideró las tesis como una traición de la ideología marxista. Ludmila Stahl dejó escrito:
«Nuestros compañeros se contentaban con una simple preparación de la Asamblea Constituyente a
través de los métodos parlamentarios, y ni siquiera tomaban en consideración la posibilidad de ir más allá.
Aceptando la palabra de Lenin nosotros haremos aquello que la vida misma nos empuja a hacer».
Muy bien. Pero demostraremos que aquella palabra, que condenaba la Asamblea Constituyente por
sufragio universal en la revolución burguesa rusa, ya estaba impresa en 1905.

34 - PRUEBA MONOSÍLABA: DA

Ya que en el gran trabajo hecho por una organización mundial gigantesca se ha trabajado tanto para
inventar que solamente Stalin se puso enseguida en línea con las tesis de abril (mientras que “Pravda”
dirigida por Stalin y Kamenev imprimió que las de Lenin eran, vaya miseria, solo opiniones personales)
citamos a un último testigo no trotskista.

No es la primera vez que se hace referencia a él, pero es útil y conveniente para el tema. En el ejecutivo
ampliado del Komintern de febrero-marzo de 1926, en una reunión sobre la cuestión rusa (estaba naciendo la
oposición Trotsky-Zinoviev-Kamenev), cuyo debate se impidió y con él, el poder llevar a la reunión plenaria,
con motivo de que lo mismo había pedido la oposición aun no siendo más gravemente châtiée, un delegado
de la izquierda del partido italiano le preguntó a Stalin si era verdad que en la reunión de 1917, a propósito
de la política a mantener durante la guerra, Lenin también le había incluido, a Stalin, entre aquellos contra
los que lanzó epítetos del tipo “chovinista ruso”, “nacionalista cosaco” y similares. Mientras la joven
intérprete con gran embarazo callaba, Stalin dio la orden de traducirle la cuestión, levantó la cabeza y dijo
claramente: da – sí, es verdad.

Una vez (también en el mismo ejecutivo) Stalin atacando a los izquierdistas hizo una triple distinción:
cuando habla la compañera X, se trata siempre de una mentira – cuando es el compañero Y, a veces es
verdad, a veces es falso – cuando es el compañero Z (el delegado italiano) se trata siempre de la verdad, aun
si en las conclusiones se equivoca.

El testigo que hemos citado es el mismo Stalin, a través de aquellos que en su opinión (ver el resumen
impreso en Moscú) no dijeron falsos testimonios nunca. Le devolvemos el honor: aunque solo sea
monosilábicamente, Stalin ni siquiera quiso mentir.

Esto no bastaría para condenar a nadie, también Cristo le debió decir a Pedro, su primer lugarteniente:
Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.

A los materialistas no se nos puede decir: ¡Tú estarás conmigo en el Paraíso! La historia, y su teoría,
nos dominan a todos nosotros, pequeños o grandes, famosos y desconocidos. Y nosotros sólo seguimos su
camino.

35 - LÍNEAS MAESTRAS DE ABRIL

Indudablemente, la llegada de Lenin a Rusia y las Tesis de Abril del día siguiente, constituyen
históricamente un giro, una etapa fundamental. Pero esto no se debe entender en el sentido de que estas
lancen al mundo una nueva consigna, una nueva versión de la dinámica revolucionaria, y que desde aquel
momento, como escribimos hace tanto tiempo en estos textos, haya sido cambiada la visión del proceso
revolucionario socialista. La versión banal es que, como desde una cátedra, para todo el proletariado mundial
haya sido cambiado el programa de enseñanza. Ya no más lucha, victoria y poder del proletariado
asalariado, como plataforma de la destrucción del capitalismo y de la liberación de las fuerzas productivas
tendientes hacia su ordenamiento comunista; sino lucha, victoria y estado del pueblo, de proletarios y
semiproletarios, de obreros y de campesinos propietarios: ¡ésta es la interpretación banal y pedestre, y esta
lección debería ser también comprendida por los proletarios de occidente, de los países del capitalismo
maduro y próximo a la putrefacción antes de ser sometido a muerte violenta!

El giro no se refiere a la vía por la que un país capitalista sucumbe al proceso de la revolución socialista,
sino la de un país de feudalismo putrefacto, en la revolución burguesa y popular.

El de abril es un potente golpe de timón a la nave bolchevique, que estaba cediendo a los oleajes del
oportunismo pequeño burgués y se había salido de la ruta a seguir en la revolución burguesa, golpe de timón
que exige del timonel una fuerza de Hércules y unos ojos de águila, pero que no le pide calcular la nueva
ruta desconocida, sino sólo obedecer y hacer obedecer la señalada indefectiblemente en el mapa de
navegación de la historia.

Todo aquello que Lenin grita e incide en el mapa de aquellas históricas tesis está claramente en contra
de lo que en Rusia hacían, además de los partidos burgueses y pequeño burgueses, también los obreros y su
mismo partido. Pero al mismo tiempo está ferozmente conforme con todo aquello que estaba escrito, en la
ruta de Marx y Engels en 1848, remachada en cien acontecimientos, y en la ruta trazada por el mismo Lenin
desde 1900 en adelante acerca de Rusia.

Los cagaprisas que tiemblan cada vez que oyen hablar de una nueva, moderna directriz, deben
comprender solo esto: nosotros defendemos la inmutabilidad del rumbo, pero no su rectilineidad. Esta está
llena de difíciles recovecos. Pero no nacen en la cabeza o en el capricho del dirigente, del líder, como dice
Trotsky. Líder significa de hecho guía. El dirigente del partido no tiene en las manos un volante y ante sí el
arbitrio de la angulación de la dirección, es el conductor de un tren o de un tranvía. Su fuerza está en que él
sabe que la vía esta determinada, pero ciertamente no es rectilínea en todas partes, conoce las estaciones por
donde pasa y la meta a donde conduce, las curvas y las pendientes.

Ciertamente, no solo él lo sabe. El trazado histórico pertenece no a una cabeza pensante, sino a una
organización que va más allá de los individuos sobre todo en el tiempo, hecha de una historia vivida y de una
doctrina (para vosotros la palabra dura) codificada.

Si esto es desmentido, estamos todos fuera de combate y ningún nuevo Lenin nos salvará jamás. Iremos
a la mortificación apretando los manifiestos, los libros y las tesis en una bancarrota no compartible.

Abril, pues, trata una determinada y grandiosa situación histórica, que envuelve un año crucial y la
agitación de ciento cincuenta millones de personas. No la trata como imprevista y nueva, como impuesta por
golpes de suerte, sino que la clava en las líneas deterministas que la doctrina unitaria, y fundida en bloque,
de la historia y de la revolución, o mejor de las revoluciones, ha descubierto. Los descubrimientos no se
desarrollan o mejoran. Son o no son.

Por todo esto parece que Lenin se presenta como el que disuelve y echa abajo todo. Destruir es el único
medio marxista de dirigir y de construir. Para el fango burgués y pequeño burgués, como para todas las
clases que se van muriendo, el conocimiento es locura, la verdad revolucionaria se trata con cicuta. Al
menos por una vez, a los bien pensantes escandalizados se les obligó a embucharse el contenido del vaso.
Bajándose del coche parado, el mecánico remueve el obstáculo oportunista con pocos y tremendos golpes de
hacha. El convoy de la historia prosiguió inexorablemente. Aquella era la única vía por la que podía y debía
pasar.

36 - ¡RECHAZAR EL DEFENSISMO!

1. (primer inciso). En nuestra actitud hacia la guerra, que por parte rusa, bajo el nuevo gobierno de
Lvov y socios, sigue siendo incontestablemente una guerra imperialista de bandidaje, debido al carácter
capitalista de este gobierno, no es admisible ni la más mínima concesión al “defensismo revolucionario”.

Después de cuanto hemos recordado reiteradamente no hace falta una aclaración teórica. Está claro que
si la guerra era considerada imperialista por los marxistas también para Inglaterra, Francia, Bélgica, etc., no
se podía tampoco pensar que, imperialista bajo el zar, dejase de serlo bajo un gobierno burgués democrático
ruso. Lo había llegado a ser incluso más exquisitamente, porque aquella forma de revolución, que Lenin
viene a dispersar, representaba una ligazón mayor a los intereses del gran capital de occidente.

Interesa esta observación: los bolcheviques habían fracasado en la dialéctica revolucionaria. No habían
comprendido que en Rusia la democracia se aceptaba, predicaba e invocaba como puente inevitable de paso,
pero no como una situación en la que la oposición entre Estado y proletariado debiese alentarse solo porque
el Estado pasado a la burguesía hubiese asumido formas parlamentarias: ellos dudaban en lanzar la consigna
derrotista en el ejército combatiente, solo porque en Moscú estaba Lvov y no Nicolás. Escobazo.

1. (segundo inciso). en una guerra revolucionaria que justifique realmente el defensismo


revolucionario, el proletariado consciente puede dar su aprobación solo con estas condiciones: a) pasaje
del poder al proletariado y a los elementos pobres del campo, cercanos al proletariado; b) renuncia efectiva
y no verbal a cualquier anexión; c) ruptura completa y efectiva con todos los intereses del capital.

Aquí hay que darse cuenta de que esta no es de ningún modo una fórmula nueva sino más bien
aclaratoria, que desarrolla el clásico concepto de la dictadura de obreros y campesinos, que a continuación
debe ilustrarse respecto a los “elementos pobres del campo cercanos al proletariado”. Pero la observación
importante es que, por rigor doctrinal al igual que para no bloquearse en situaciones ulteriores previsibles
(que veremos) Lenin, aun en la enorme urgencia de actuar contra la “simpatía por la guerra”, que después de
febrero amenazaba con arruinar todo, no usa la fórmula simple de que estamos “contra toda guerra”. Es un
hecho que aquí el extremismo simplista está dispuesto a caer en los dos errores: tanto el pacifista como el
militarista.

Otra observación evidente: la guerra rusa en 1939-45 no fue defensismo revolucionario, porque
faltaban todas las condiciones exigidas por Lenin: el poder no estaba ya en las manos de los proletarios y de
los campesinos pobres – no existía ninguna renuncia a la anexión después de la guerra, porque en la primera
fase se sometió a Polonia, en la segunda a media Europa-, no solo no existía ruptura con los intereses del
capital, sino descarada alianza, con el alemán para obtener a Polonia, con el angloamericano para el resto.

37 - EL DERROTISMO PROSIGUE

1. (tercer inciso). Dada la innegable buena fe de amplios estratos de representantes de las masas
favorables al defensismo revolucionario, que aceptan la guerra solo como una necesidad, y no con
intenciones de conquista, y dado que ellos son engañados por la burguesía, es necesario explicarles con
especial cuidado, con perseverancia y paciencia, su error, explicarles el lazo indisoluble entre el capital y la
guerra imperialista, demostrarles que sin derrotar al capital es IMPOSIBLE terminar la guerra con una paz
verdaderamente democrática y no impuesta con la violencia.
Lenin, que ha visto infiltrado al defensismo en su mismo partido, valora este peligro como
nacionalpatriotismo “cosaco” en todo su alcance, y lo coloca genialmente al lado del “pacifismo” de la masa.
Esta cree verdaderamente que la guerra prosigue por culpa de Nicolás, Guillermo y Francisco José, y cree
que los gobiernos “democráticos” harán enseguida lo posible para acabarla. Es necesario explicarles que es
todo lo contrario, que como decíamos con nuestras palabras “la guerra se adapta a la democracia” aun más
que al despotismo. El último pasaje es el que hay que saber leer. Lenin subraya la palabra IMPOSIBLE, y si
tuviésemos el texto veríamos que la construcción exacta es: no se necesita invocar una paz sin violencia, y
democrática, porque en esto solo hay error e ilusión, sino invocar el abatimiento del capital. Un círculo de
Estados capitalistas y democráticos no es garantía de la paz general, sino la condición del imperialismo.
Tesis que es lo que contrario de la otra tesis, común en el fondo a todos los acuerdos actuales de Ginebra, de
que la guerra se conjura con medidas de “honestidad política”; que sea posible la coexistencia pacifica, y
cosas similares… mientras todos son lobos para el pillaje.

1. (cuarto inciso). Organización de la más amplia propaganda de estas teorías en el seno del ejército.
Confraternización.

La urgencia del momento impone que este punto internacional esté indicado con unos pocos golpes de
escoplo. ¡No se organizaba ilegalmente el derrotismo militar, la desaparición del arma para abrazar al
soldado enemigo, debido a que la dirección del ejército la tuvieran Nicolás y los suyos (¡el gobierno
provisional quería por tanto digerir al gran duque Miguel!), sino que se debe hacer no menos vigorosamente
bajo el comité y el gobierno de la Duma! Los cosacos ad honorem palidecen, e intentan en vano esconderse
bajo las mesas.

38 - TRANSICIÓN: ¿ENTRE QUÉ DOS ETAPAS?

2. (primer inciso). El fenómeno que marca la actual historia rusa es la TRANSICIÓN de la primera
etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía a causa del insuficiente grado de preparación y
organización del proletariado, a la SEGUNDA etapa, que deberá consignar el poder al proletariado y a los
estratos pobres del estamento campesino.

Aquí, el sustantivo revolución está escrito sin los adjetivos que nosotros ponemos sin dudar. Se trata, en
la primera y en la segunda etapa, de revolución burguesa y democrática, de revolución antifeudal y no
socialista.

Por norma, un texto se interpreta de manera que haga susceptibles a los distintos pasajes y artículos ser
ordenados lógicamente. Y los pasajes sucesivos, además de las cien formulaciones sobre la misma tesis
durante casi veinte años, lo demuestran claramente. Hay más: esta primera etapa que le ha dado el poder a
una burguesía que por sí sola no podía ni quería hacer la revolución antifeudal, ha sido posible, como simple
prólogo de la revolución antizarista rusa esperada por todos, solo por el hecho internacional de la guerra
imperialista, que le ha prestado fuerzas e impuesto tareas a la burguesía local, y que ha inducido – por el
hundimiento de los partidos europeos sobre el punto de la guerra – a extravío al naciente proletariado ruso,
apoyándose los semiproletarios en la burguesía y no en los obreros.

Ahora se trataba de recuperar. No para hacer más de lo que nos prefijábamos desde 1905, sino para
remediar el mal resultado de haber hecho mucho menos que el programa teórico: revolución capitalista con
dictadura democrática del proletariado y de los campesinos.

2. (segundo inciso). Esta transición está caracterizada por un lado, por la plena legalidad (Rusia es en
ESTE MOMENTO, de todos los países beligerantes, el más libre), por el otro, por la ausencia de violencia
contra las masas, y finalmente por la actitud de confianza inconsciente de las masas en el gobierno de los
capitalistas, que son los peores enemigos de la paz y del socialismo. Esta condición particular exige de
nosotros que nos sepamos adaptar a las condiciones ESPECIALES del inmenso trabajo del partido en el
seno de las masas proletarias, apenas despertadas a la vida política.

Nuestras mayúsculas son las cursivas del original. En este pasaje hay dos cursivas: en este momento, y:
especiales, las más elocuentes. La dialéctica enseña que muchas veces importa más la respuesta a las
hipótesis que niegan la actual, que la respuesta a esta misma.

Lenin ha sido tiroteado con las objeciones de que estamos en minoría, de que los obreros no entienden
(¡¿Oh, por todos los cristos, los profesores de marxismo?!), que la fuerza está en manos del gobierno
provisional y la mayoría del Soviet está con el gobierno y no con nosotros, que tenemos la ventaja de
podernos reunir, hablar, hacer los periódicos, etc… Y bien, dice Lenin, ¿Qué más queréis? ¿Es esta una
razón para escribir y contar necedades? ¿Debemos quizás, para agradecer de tales generosidades al gobierno
liberal, sacarle brillo a sus botas o cuando menos (aquel gran tonto de Nenni ya había hecho escuela)
hacerles una oposición leal y caballerosa?

Ciertamente, debemos aprovechar generosidades: como Marx ha dicho siempre, el proletariado es


educado por la burguesía victoriosa, a su pesar, no en la escuela, sino llamándolo a la lucha y a la vida
política. En este lapsus de libertad debemos remontar la corriente, abrirle los ojos a la masa, tomar nosotros
la cabeza.

Reflexionad: todo eso es posible en este momento especial. Aquí el dirigente político mantiene firmes
las manos a sus seguidores, pero el más grande dirigente teórico ya ve claro el desarrollo que se abre.
Libertad, no violencia sobre las masas: por ahora ¿pero le dirías a las masas que esta situación es definitiva,
que es una victoria asegurada de la revolución? ¡Muy pronto deberemos luchar en el terreno ilegal! ¡La
revolución todavía debe hacerse (y no porque haya que hacer la socialista) y en unos meses, si no
estuviéramos nosotros atacando al gobierno burgués-oportunista, será él quien nos pondrá fuera de la ley! En
el mes de julio siguiente, Lenin debía ya esconderse. Pero la masa ya había comprendido ¿A lo mejor por
una edición de las “tesis”? Nunca jamás. Eran las tesis las que habían comprendido la historia. Y los ciegos
hasta entonces, o deslumbrados por el fulgor democrático, abrían perplejos sus ofuscados ojos.

39 - ¡EL GOBIERNO PROVISIONAL A LA PICOTA!

Tesis 3. Ningún apoyo al Gobierno Provisional que ha demostrado el carácter mentiroso de todas sus
promesas, sobre todo de las referentes a la renuncia a las anexiones. Desenmascarar al gobierno, y no
exigir de él lo imposible, que equivale a creer que ESTE gobierno, gobierno de capitalistas, DEJE de ser
imperialista.

Es una respuesta directa al manifiesto del partido en marzo y a los artículos de “Pravda”, que
consideraban al gobierno que sucedió al zarismo, aun no formando parte de él, una conquista revolucionaria,
y se limitaban a invitarlo a una serie de medidas políticas “imposibles”, como la iniciativa de la paz
“democrática”, sin declarar que era un gobierno dirigido por el capital internacional para mantener en pie la
guerra, y que se debía poner fin a la guerra a su pesar, y abatirlo, como único camino hacia la paz. El
gobierno Lvov no menos que los sucesivos expresaba las exigencias de la burguesía nacional que se formaba
la ilusión de asirse al banquete de la victoria sobre Alemania y a la participación en el botín imperialista,
dando a una Rusia burguesa y militarista un impulso hasta entonces no imaginado. Este volvía a cambiar las
ayudas de la Entente con el compromiso de oponerse a través de la revolución rusa y su desarrollo hasta sus
últimas consecuencias, cosa solo posible por la fuerza de la clase trabajadora. Contaba con captar a los
dirigentes obreros como habían hecho los gobiernos de Francia, Bélgica y Alemania, y conseguía sobre tal
vía los primeros éxitos con la complicidad de los mencheviques y de los populistas en los Soviets: esto nadie
lo había sabido decir antes de las Tesis de Abril. Nadie le había dado aún la espalda a la alegría por la caída
del zar: hoy en Italia, el proletariado está inmerso en la inconsciencia porque nadie (fuera de nosotros) le ha
dado aún la espalda a una victoria mucho más imbécil: la obtenida sobre Mussolini, que no es ni siquiera un
triunfo de la lucha histórica entre las clases, sino solamente una vicisitud militar de la guerra.

40 - PARTIDO Y SOVIETS

Tesis 4. (primer inciso). Darse cuenta que nuestro partido está formado por una minoría, y por el
momento débil minoría, en la mayor parte de los Soviets de diputados (delegados) obreros, en comparación
al BLOQUE DE TODOS los elementos pequeño-burgueses oportunistas, sujetos a la influencia de la
burguesía, y que extienden esta influencia al proletariado: desde los socialistas-populistas hasta los
socialistas-revolucionarios y al comité de organización (Cheidse, Tsereteli, etc.), Steklov, etc.
La situación tan conocida – mayoría de los Soviets en manos de los socialistas de derechas, delega por
parte de estos, el poder en el Gobierno Provisional elegido en el seno del comité de las oposiciones de la
vieja Duma zarista – está esculpida por Lenin en la fórmula general del oportunismo: la burguesía influencia
y controla a los socialistas de derecha, y estos a favor de la primera influencian y controlan a las masas
obreras.

Los revolucionarios desaprueban la sumisión del soviet al Gobierno Provisional, y deben combatir esto
¿Cómo deben comportarse hacia los actuales dirigentes del Soviet, que formando un bloque entre sí, están al
servicio de una política capitalista y militarista? ¿Quizás denunciar al Soviet como tal? ¿O por el contrario
decir que, dado que la “mayoría democrática” en el seno del Soviet vota para apoyar al gobierno burgués,
esto es ratificado como homenaje al acostumbrado “frente unido del proletariado”?

Ante tal alternativa, Lenin se alza de hombros. Ninguna de las dos.

Tesis 4 (segundo inciso). Explicarle a las masas que los Soviets de diputados obreros son la única
FORMA POSIBLE de gobierno revolucionario y que, por consecuencia, nuestra tarea, mientras que este
gobierno siga sometido a la burguesía, sólo puede ser la de explicar a las masas pacientemente,
sistemáticamente, con perseverancia, el error de la táctica de los Soviets, explicación que sobre todo se
adapte a sus necesidades prácticas. Mientras estemos en minoría haremos un trabajo de crítica y de
clarificación de los errores, afirmando al mismo tiempo la necesidad del pasaje de todo el poder del Estado
a los Soviets de diputados obreros, con el fin de que las masas se liberen con la experiencia de sus errores.

Como de costumbre hay que apoyarse en el subrayado: única forma posible. Las tesis son estas: todo
gobierno y poder fundado fuera de los Soviets no es revolucionario. solo un gobierno fundado en la mayoría
del Soviet puede ser revolucionario. Pero se dice: Los Soviets expresan democráticamente la voluntad, la
libre opinión de los trabajadores: por consiguiente cualquier gobierno fundado sobre estos es revolucionario,
está en conformidad con los intereses proletarios, y es apoyado. Esto sería falso en todos los sentidos. Hoy
los Soviets expresan la opinión de un proletariado engañado, extraviado: ellos no deciden en el sentido
revolucionario, y ni siquiera en el de las “necesidades prácticas” de las masas.

En tal caso no se desecha como rechazo el Soviet, esta forma histórica expresada por la revolución
burguesa rusa, preparación directa para las tareas del proletariado, ni se le ataca por la fuerza: se denuncia
sistemáticamente el error. ¿Cuál es la consigna de esta dura campaña? La conocidísima consigna: todo el
poder del Estado a los Soviets.

Todo significa que el Soviet no reconoce ningún otro órgano de poder político que no haya emanado de
este; que no acepta repartos del poder, en cuanto tales repartos son también una renuncia a todo poder.
Por consiguiente (¡dialéctica!), nosotros reconocemos al Soviet porque es la única forma posible de
gobierno revolucionario. Lo reconocemos en principio incluso cuando su mayoría está contra nosotros, y no
lo declaramos enemigo. No le decimos: O pasas a nuestras manos o te atacamos. Le decimos: con la
condición de que se gobierne solo con el Soviet, nosotros reconoceremos a este gobierno incluso como
minoría, incluso si están en mayoría los mencheviques y populistas. Pero este debe reclamar todo el poder, y
por consiguiente reprobar al comité de la Duma y al gabinete Lvov, romper los puentes con él y no negociar
el poder con partidos que no tengan una base exclusivamente de trabajadores. Los mencheviques y los
eseristas tienen una elección: o con los burgueses en el gobierno provisional, o con nosotros en un Soviet
que tiene todo el poder, y dirige el Estado. Esto lo comprendieron muy bien las masas dirigidas por los
socialistas de derechas.

41 - TÁCTICA IMPECABLE

Cuando Lenin les explica esto a sus compañeros de partido, él no calla que se sabe claramente lo que
elegirán los oportunistas: el gobierno provisional y no un gobierno del Soviet con los bolcheviques; un
compromiso por el cual no sea el Soviet el único órgano de poder, para que permanezcan los gobiernos
burgueses, y no la denegación de todo mandato de poder a hombres políticos designados fuera del Soviet.
Cuando esta elección esté clara, la mayoría de los Soviets abandonará como traidores a los oportunistas, y
estos, junto a los burgueses serán dispersados, en cuanto no están en medio en el momento del inevitable
choque entre los órganos del poder burgués y el Soviet.

El desarrollo de la revolución en Rusia confirmó la exactitud de tal visión de manera potente y


luminosa, que desgraciadamente se perdió de vista que no se trataba de un nuevo modo de hacer la
revolución socialista. Este modo no habría sido nuevo para nada, porque correspondía a la política ya rancia
de legalitarios, reformistas y revisionistas, autores de la colaboración entre pequeño burgueses y trabajadores,
que habían renegado completamente de la concepción de la revolución de Marx con la cual se pasa del modo
de producción capitalista al socialista.

Aquella táctica leniniana, en aquel cuadro histórico, repetimos que es impecable. El cuadro es el de la
Rusia de los zares que sale de las formas feudales de producción, su época es la gran lucha que va desde
1880 a 1917.

Aquella táctica es la justa, y no es excepcional, precisamente porque es la que se debe seguir en una
revolución antifeudal, en una revolución burguesa.

Y aquí nosotros nos unimos a un argumento futuro; la lucha que la izquierda italiana llevó a cabo desde
1918 a 1926 y después, e incluso con Lenin, cuando se quiso usar aquella táctica para la revolución
proletaria en la Europa capitalista.

42 - ABAJO EL PARLAMENTARISMO

Tesis 5 (primer inciso). No república parlamentaria – el retorno a esta forma de gobierno, después del
Soviet de los diputados obreros, sería un paso atrás-, sino República de los Soviets de los diputados obreros,
asalariados agrícolas y campesinos, en todo el país, de abajo a arriba.
Creemos que fue aquí donde estalló la bomba atómica. Sin embargo, nadie mejor que Lenin lo ha
probado, son las clásicas palabras marxistas desde 1848, incluso si éstas con la anticipación de setenta años
describen taxativamente sólo las formas a destruir y no aquellas que todavía les vendrán a reemplazar. Quien
desde los primeros pasos no haya entendido que el marxismo culmina con la destrucción del
parlamentarismo democrático, no es un marxista, sino un modelo de ineptitud.

Vayamos sin embargo a la contingencia histórica. Hemos mostrado como razonaban la mayor parte de
los bolcheviques. El gobierno provisional no es nuestro gobierno ¿Pero de que le podemos acusar, si es
provisional? Tiene el mandato de convocar – hermosa porquería – elecciones libres, cuya sed atormenta
desde hace un siglo a los rusos: después la asamblea constituyente se marchará y realizará la entrega de
poderes a quien tenga la mayoría parlamentaria: por tanto hasta entonces preparémonos para las elecciones,
y basta.

Aquí Lenin, como dijeron luego los necios, debió de veras hacer de loco. Por ahora gobierna la
burguesía, el Soviet está de observador y delega el poder sustancial en el gobierno provisional ¿Y luego, si
en las elecciones de la constituyente, como parece seguro, los burgueses y sus servidores, todos partidarios
de la guerra, son mayoría, el poder definitivo pasa al Gobierno parlamentario, y el Soviet qué hace? ¡Se da
cuenta que el provisional era él y se disuelve, porque sobre las garantías parlamentarias en verdad se puede
dormir! Recomienda a los proletarios combatir heroicamente en el frente contra los alemanes se cuida bien
de organizar con los diputados de los obreros y de los campesinos a los de los soldados…

El Soviet, de esta forma, habría sido un órgano de la lucha y de la época revolucionaria, y su vida
limitada a la época de la lucha. Su tarea histórica habría sido la de dirigir a las masas trabajadoras en la
insurrección: derramada su sangre generosa, estas habrían vuelto a integrarse en los rangos, y el poder legal
habría gobernado sin desordenes.

Aquí se percibe la grandeza de Lenin. Los Soviets no son sólo el órgano de lucha de la revolución, sino
mucho más: la forma del poder estatal revolucionario. Son aquello que estaba contenido en las palabras:
dictadura democrática. El proletariado asume el poder en el curso de la revolución antifeudal, pone en
práctica la transformación social que en sustancia es creación de capitalismo, pero en este tiempo no solo le
quita el poder a la burguesía y a los grandes terratenientes, sino que lo organiza de forma tal que les excluye
totalmente hasta del derecho de representación.

La única delegación política estará en el seno de la red de los Soviets desde la periferia al centro; sobre
esta trama se apoyará el Estado, la burguesía no solo no tendrá el poder sino que no figurará tampoco como
partido de oposición.

He aquí la tremenda blasfemia. La única forma propia de la revolución antifeudal rusa no será una
asamblea parlamentaria como en la revolución francesa, sino un órgano distinto, fundado solamente con la
clase de los trabajadores de la ciudad y del campo.

No solo cae el pretexto de esperar a las elecciones de la Constituyente, sino que cae la necesidad de esta:
el ciclo se cerrará en su momento con la disolución forzosa. Se trata de un camino totalmente distinto:
conquistar en los Soviets una mayoría bolchevique, trabajando legalmente (1848: organizar al proletariado
en partido político), luego conquistar todo el poder en el Soviet (organizando al proletariado en clase
dominante) evidentemente abatiendo por la fuerza el poder del gobierno provisional.

En la revolución socialista el proletariado abatirá el poder del gobierno estable parlamentario, por tanto
burgués, y organizará la dictadura de los asalariados en solitario dirigida por el partido comunista.
Aquí – no olvidarlo nunca – la historia busca todavía las formas de poder proletario en la tardía
revolución democrática.

43 - POLICÍA, EJÉRCITO, BUROCRACIA

Tesis 5 (segundo inciso). Supresión de la policía, del ejército y del cuerpo de los funcionarios (es decir:
sustitución del ejército permanente por el pueblo armado).

Prácticamente, el gobierno de febrero había cambiado a los ministros, pero no la red, el engranaje de la
administración nacional. Los Cien Negros habían desaparecido, pero más que una policía oficial, eran un
partido secta de la reacción. Los generales, los altos funcionarios centrales y locales apenas habían sido
cambiados desde la caída del zar. La revolución incluso en cuanto revolución burguesa, en esto estaba
incompleta. Si se debía asumir el poder político, incluso con las correspondientes tareas sociales de
liquidación del feudalismo y no todavía del capitalismo (que solo habría sido posible con la revolución en
Europa) era necesario, sin embargo, reducir a cenizas el aparato tradicional del Estado.

El poder proletario de los Soviets no podía fundarse más que en la clase obrera en armas. No sería el
ciudadano el que habría formado parte del ejército, sino que los burgueses y los propietarios habrían
quedado fuera, así como de los órganos representativos, y esto con el fin de reprimir toda tentativa
contrarrevolucionaria de guerra civil.

El clásico ejército permanente nacional de tipo napoleónico vuelve a convertirse en el sostén de la


fuerza estatal, solo en una revolución que sigue siendo socialmente capitalista, en la que el proletariado
pierde el control.

Tesis 5 (tercer inciso). Elegibilidad y revocabilidad, en todo momento, de todos los funcionarios; sus
sueldos no deben ser superiores al salario medio de un buen obrero.

Este principio defendido por Lenin incansablemente es aquel bien conocido de la Comuna de París. Es
un principio para la economía de transición en la que esta vigente, en pleno, el sistema asalariado. Pero en
dicho sistema es un gran paso hacia la eliminación de la división social del trabajo, de la subdivisión de la
sociedad entre los que viven en la incertidumbre y los que tiene “una carrera”. Abolir las carreras es una
consigna de una economía en la que el consumo básico está garantizado para todos, aunque sea con los
límites determinados por los planes. Hoy, en vez de esto, la burguesía tiende a hacer lo contrario: no abolir
aquellos que tienen la carrera asegurada, sino convertirlos a todos en carreristas, en especial a los obreros
industriales.

De hecho la norma de Lenin, por la que el administrador (que coincide con el representante político)
era un simple productor momentáneamente desplazado por decisión del Soviet a aquella tarea siempre
revocable, ha sido abandonado cuando la República, que todavía se llama de los Soviets, se ha convertido en
un Estado capitalista gobernado por las fuerzas sociales del capital y no por los trabajadores, yendo
fatalmente, debido a las vicisitudes mundiales, en sentido contrario a aquel según el cual se pasa de una
dictadura de trabajadores que administra la transformación capitalista a una que administra la transformación
socialista.

También con la tarea de 1917, de liquidar el feudalismo desde sus profundas raíces, incluso aún más,
hacía falta aquella garantía. El trabajador delegado para gobernar y administrar una sociedad en la que
todavía, burgueses e intereses burgueses explotan el trabajo de sus semejantes, no debe ser expuesto a
devenir un privilegiado y un posible instrumento de la fuerza capitalista: esto es lo que después sucedió a
escala general, al extenderse ineluctablemente el reclutamiento masivo de burócratas.

44 - ¿LA FRÁGIL NATURALEZA HUMANA?

¿Cómo habría sido Lenin en esto un iluso, si proveyó con tanta seguridad eventos inmensos y aún
incomprendidos? ¿Tendrían razón los habituales escépticos que resuelven cuestiones del género con la
fórmula de que es el poder el que no resiste al hambre de riqueza, más que de vanidad, y que no puede llegar
a ser más que explotación económica y despotismo en el sentido vulgar? ¿Con la inherencia de este proceso,
en cualquier clima histórico, con datos insuperables de la vejadísima “naturaleza humana”?

No es por cierto la primera vez que mostramos la vil inconsistencia de estas canalladas, y nos batimos
contra esta crítica carcomida que dice que son esas las causas que han matado a una gran revolución. Por lo
demás, no esta muerta, sino que se ha encauzado por un camino históricamente menos rápido que el previsto
por Lenin, en cuanto que han faltado precisamente las condiciones planteadas por Lenin como necesarias.

La revolución rusa ha recorrido un amplio arco de la historia: desde la ruina de un sistema feudal
mucho más podrido que el de Luis XVI, a la instauración de un capitalismo mercantil colocado en sus
formas económicas al nivel del capitalismo elefantino de occidente, encarnado en la máquina estatal que
mejor chupa la plusvalía, y con el cortejo de una burocracia aún más corrompida que el ambiente de las
cortes feudales; que tiene una escala de privilegios y asignaciones mucho más escandalosas que aquellas.

Sin embargo, la época de la prestación heroica para el poder revolucionario – y es quizás más
estupefaciente la aceptación de la miseria austera que aquella, tan común, de la renuncia a la vida – no es
solo propia de la revolución proletaria, ha sido propia de todas las revoluciones, e incluso de todas las
formas sociales de producción, y resulta fácil leerlo en la historia y también en el mito, a los que
precisamente los necios sonríen creyendo que las leyendas que circulan se las ha sacado de la manga un
bello día de primavera otro incrédulo de su calibre.

No nos remontaremos al Licurgo que se tragaba entre sus soldados y campesinos la sopa espartana, al
rey Agide que repartió entre todos ellos sus bienes, no recordaremos los ayunos y las renuncias de judíos,
cristianos y mahometanos de las épocas revolucionarias, ni los episodios de la historia romana sobre
Cincinnato, general invencible pero insensible a las seducciones del poder y del lujo, ligado a la azada de su
campo.

La misma revolución burguesa ha tenido a sus campeones de la austeridad que han dejado títulos y
propiedades para abrazar la nueva causa. El más ilustre, Robespierre, se distinguió más que nada por el
nombre de incorruptible. Toda nación tuvo a sus Savonarola de la política, y de las autorregulaciones
inflexibles, cuando el moderno capitalismo surgía. Por ejemplo, la burguesía liberal italiana de la vieja e
intransigente derecha histórica lanza desde Sella en adelante un grupo de verdaderos ayunadores al poder,
inflexibles consigo mismos antes que con los demás.

La gran generación bolchevique tenía a estos hombres dispuestos para tomar sobre sí este empeño, por
poco más que el queso y el pan de la emigración lejana, para administrar la revolución, y por mucho más en
una revolución hecha por los pobres, para fundar una forma social que habría llevado a lo más alto a los
ricos. Quien se ríe de aquel prejuicio del estipendio obrero de Lenin es un pobre hombre que solo ha soñado
en la ostentación de un hombre ambicioso y nunca ha visto su hábito raído: que no ha visto nunca al mismo
Zinoviev, Bujarin y tantos otros compañeros; que no ha conocido a Nadiezda Krupskaia, la mujer de Lenin,
de la que no se podía decir que vestía peor que su criada porque nunca tuvo criada y que nunca se puso en
evidencia de ninguna forma, aun pudiendo, como teórica marxista, darle en los morros a los más altos
exponentes.

La fórmula de Lenin también aquí era la correcta. La historia ha tomado otro camino, confirmando su
doctrina en pleno, pero llevando al primer plano a los modernos sátrapas de la política y los supersueldos, y
a los enternecidos por el lujo y el confort crasamente burgués. Hecho que es afloramiento de ociosidad, y no
de fuerza y causa de historia, episodio propio de las épocas fétidas, y de las formas de producción que deben
morir.

45 - LAS MEDIDAS SOCIALES NETAMENTE BURGUESAS

Detendremos nuestro análisis, como coronamiento de cuanto nos hemos propuesto demostrar, en las
tres tesinas sobre las medidas económico sociales.

No tenemos necesidad de comentar la 9, sobre las tareas, el programa y el nombre del partido, ni la 10
sobre “Renovar la Internacional”, ya que su objeto está en el centro de todas nuestras amplias exposiciones.

Tesis 6. En el programa agrario, cambiar el centro de gravedad hacia los Soviets de diputados de los
asalariados agrícolas. Confiscación de todos los bienes de los terratenientes. Nacionalización de todas las
tierras del país: las tierras son puestas a disposición de los Soviets locales de los diputados de los
asalariados agrícolas y de los campesinos pobres, que se deben formar en todas partes. Creación de
empresas modelo en toda gran posesión, puestas bajo control de los Soviets de los diputados de los
asalariados agrícolas y cultivadas en nombre de la comunidad.

La cosa está clara, sobre todo, para quien ha seguido nuestras exposiciones sobre las debatidas
cuestiones agrarias. Lenin coloca en primer lugar al asalariado agrícola, proletario puro y no campesino.
Luego al campesino pobre. Pobre quiere decir que tiene su fuerza familiar de trabajo, poca tierra, y ningún
capital de ejercicio: no puede vivir del producto de su terrenillo y eventualmente debe vender al burgués
agrícola su trabajo. La fórmula no es el reparto o la municipalización sino la nacionalización, o sea,
confiscación de la renta agraria por parte del Estado: medida tan burguesa que fue propuesta por David
Ricardo. Disposición de la posesión no por parte del trabajador individual, sino del Soviet. Lucha contra el
pequeño cultivo con grandes empresas modelo: no son todavía estatales sino sólo controladas por los soviets:
por consiguiente, se admite el capitalismo agrario.

Tesis 7. Fusión inmediata de todos los bancos del país en un solo banco nacional puesto bajo control
de los Soviets de diputados obreros.

También esta medida es clásica del período burgués y no pocos Estados la han puesto en práctica de
diversas maneras. Existen bancos donde hay capital empresarial y mercantil. Incluso aquí el capital no es
confiscado sino controlado. El Estado es banquero y sus clientes son privados.

Tesis 8. No la “instauración” del socialismo, como nuestra tarea INMEDIATA, sino por ahora
solamente el control inmediato de la producción y del reparto de los productos por parte de los Soviets de
los diputados obreros.

Esta tesis se refiere claramente a la economía urbana, industrial. Esta no es, en coherencia con todo
cuanto precede, una reivindicación a satisfacer por el gobierno provisional que deba incluirla en su programa,
sino una tarea dada al poder proletario, y como es evidente continuación de estas otras: a) conquistar el
Soviet con la fórmula: todo el poder, id est al partido comunista; b) derrocar al gobierno provisional,
quitando de en medio la constituyente; c) sacar adelante el derrotismo en la guerra imperialista.
Y sin embargo este programa de transformación social, presentado por Lenin en abril de 1917, como el
programa de la segunda etapa de la revolución, no presenta ningún artículo que conduzca a la
transformación socialista. Lenin dice que nosotros no instauramos el socialismo, palabra que toma con
pinzas, porque ningún gobierno “instaura” el socialismo; la dictadura proletaria verdadera y pura servirá para
dispersar las relaciones y las formas de producción burguesas: tarea destructiva, no instaurativa. En la
conferencia sucesiva de finales de abril, Lenin explicará aún mejor el conjunto, y con palabras aún más
cortantes.

46 - OTRAS MENTIRAS DISPERSADAS

Así hemos puesto a punto las Tesis de Abril en su cuadro y en su tiempo, y probado que el giro de
Lenin versaba únicamente sobre un retorno más enérgico hacia la estrategia revolucionaria, en el seno del
complicado y arduo proceso de la liquidación de la Rusia feudal y zarista. La revolución se había dividido,
como habíamos establecido, en dos etapas respecto a la clásica expectativa de los bolcheviques, no porque
hubiese sido añadida una etapa ulterior, sino porque la primera etapa prevista, por los obstáculos de la
situación, y un poco por debilidad revolucionaria, se había roto en dos. La etapa de febrero era una falsa
revolución y no una revolución sólo burguesa. Aquella, si la historia no hubiese tenido una desembocadura
muy distinta, conducía directamente a la contrarrevolución, o sea no solo al control por parte de la burguesía
mundial, sino incluso, y en la sucesión de las enmarañadas vicisitudes de la guerra, a tentativas de
contrarrevolución zarista.

Las Tesis de Abril obviaron este peligro. Por consiguiente, es otra enorme falsedad del estalinismo
(después de haber intentado atribuirle a Lenin la paternidad de la siguiente doctrina: construcción del
socialismo en Rusia aisladamente, en el momento de las tesis de 1914 contra la guerra imperialista y la
traición oportunista, que concernían a la destrucción de la guerra con el derrotismo en cada país e incluso en
uno solo y también en Rusia, pero que no anunciaban construcciones del género) de atribuírsela como si
hubiese enunciado una tal enormidad en el momento de su retorno a Rusia en aquel famoso mes de abril.

He aquí una muestra de como se expresa una publicación de fuente estalinista, flanqueando sus
exposiciones con los inconfundibles textos de Lenin:

«Lo que marcaba la situación era, por tanto, el pasaje de la revolución democrático-burguesa a la
revolución socialista, o como decía Lenin, la transformación de la revolución burguesa en revolución
socialista».
Pero las palabras de Lenin están allí arriba:
«El fenómeno que marca la actual historia rusa es la transición de la primera etapa de la revolución,
que ha dado el poder a la burguesía a causa del insuficiente grado de preparación y organización del
proletariado, a la segunda etapa, que deberá consignar el poder al proletariado y a los estratos pobres del
estamento campesino».
Este segundo texto será de nuevo utilizado en su momento. Pero la causa está instruida. El defecto
principal, dice también Lenin en la siguiente conferencia del partido (ver el apartado 49, más adelante), es
que los socialistas plantean la cuestión actual de un modo demasiado general: pasaje al socialismo. Nosotros
no podemos pretender instaurar el socialismo: sería el más grande de los absurdos. La mayoría de la
población es de pequeños cultivadores, de campesinos que no pueden ni siquiera pensar en el socialismo.
Nosotros debemos preconizar el socialismo.
La dialéctica de la historia reside en esto: aquel que declaraba no querer todavía pasar al socialismo, era
el más grande de los revolucionarios. Aquellos que dicen haber obtenido de él la consigna de construirlo, y
afirman haberlo hecho, no son más que condenados burgueses.
47 - HACIA LA CONFERENCIA DE ABRIL

La llegada de Lenin, Zinoviev, Sokolnikov, Krupskaia y otros compañeros, tuvo lugar el 16 de abril de
1917 (calendario europeo gregoriano) y 3 de abril (calendario ruso). Las conocidas tesis fueron leídas por
Lenin en la conferencia ampliada convocada en Petrogrado por las organizaciones locales, del 4/17 abril.
Esta conferencia era la preparación de la nacional (séptima) del partido del 24-29 (7-12 de mayo). Concierne
seguir la Vieja Cronología para no tener que llamar conferencia de mayo a aquella ya conocida como de
abril, y revolución de noviembre a la clásica Revolución de Octubre. El salto entre las dos fechas es de 13
días.

Ya hemos dicho que la conferencia estaba en curso y se estaba lanzando la resolución para el
entendimiento con los mencheviques, e incluso existía la propuesta de unificación de las fracciones del viejo
partido socialdemócrata ruso. Según Trotsky,

«el contraste era demasiado estridente. Para endulzarlo, Lenin, contrariamente a su costumbre, no
sometió a análisis la resolución aceptada (antes, en su ausencia), sino que simplemente le dio la espalda».

Hemos expuesto la confusión que provocó en todos el inesperado discurso, con las tesis que lo
compendiaron. La demostración de Trotsky, de que Stalin estaba totalmente excomulgado, como casi todos,
es tan irrefutable como la historia de los trucos increíbles gracias a los cuales la posterior historiografía
oficial que después ha falsificado, poco a poco, todo el período y el contraste: antes de abril - después de
abril; dejando, se entiende, en la pestilencia a Kamenev y a los otros futuros “trotskistas”. En 1924, Stalin
admitió haber compartido la errónea posición de compromiso con el gobierno provisional, que “llevaba agua
al molino del defensismo” y confesó: “la he rechazado solamente a mediados de abril, después de haberme
adherido a las tesis de Lenin”. Pero en 1926 dice que son “habladurías” y que sólo se trató de vacilaciones
pasajeras: “¿Quién no las ha tenido?”. En 1930 fue perseguido el historiador Yaroslavsky por haber hecho
referencia a aquellas vacilaciones. La frase de León es feliz: ¡El ídolo del prestigio es un monstruo voraz!

Finalmente en la Storia oficial se marcan con aquella posición semimenchevique a Kamenev, Rikov,
Bubnov y Noghin, y se le atribuye la reacción a Stalin apenas llegado del exilio, a Molotov y a otros.
Nosotros no le damos demasiado peso a esta polémica. Stalin = Kamenev, antes de abril, es una igualdad
demostrada. Pero ante la historia revolucionaria está rehabilitado tras ajustar cuentas no Stalin, sino
Kamenev. Podría ser al revés y el análisis de las fuerzas históricas seguiría siendo el mismo.

A Trotsky no se le puede seguir cuando quiere reivindicar aquí un juicio suyo de 1909 sobre el
desacuerdo entre las “dos tácticas” según el cual había elementos antirrevolucionarios en la tesis
menchevique y en la bolchevique, los primeros porque como tales afloraban ya, los segundos porque como
tales habrían aflorado sólo en caso de victoria revolucionaria. Esto habría acaecido en abril, y se habría
debido a Lenin el “rearme” del partido, expresión usada por León en 1922, que desencadenó después las iras
de los estalinistas. Trotsky inserta aquí su teoría del dirigente genial que representa a las masas, más
revolucionarias que el partido, y el partido más revolucionario que su “máquina” organizativa.

En estas ideas está la prueba del tardío acercamiento de Trotsky a Lenin y de una parte de verdad de la
contracrítica estaliniana, si bien los dos campos han errado haciendo creer que con la bomba de abril, Lenin
llevase a cabo una revisión de las viejas tesis.

Nosotros remachamos el peso revolucionario de la función del partido con la prueba de que la teoría
había previsto todo en modo ortodoxo cuanto seguro. Si Lenin “rearmó” al partido, el término abrasa a
aquellos que estaban “desarmándole”, pero prueba precisamente, como muestra nuestra presentación, que
Lenin le volvió a colocar sobre las posiciones del viejo contraste entre las “dos tácticas” que a Trotsky no le
gustaba. Lenin no le dictó al partido nuevas armas secretas o inéditas: le hizo volver a tomar las que estaba
dejándose caer.

48 - DESACUERDO EN LA CONFERENCIA

Existió resistencia contra Lenin. No por parte de Stalin, que se quedó esperando al margen, sino por los
más ingenuos como Kamenev, Rikov, Noghin, Dserginsky, Angarsky y otros.

«La revolución democrática no había acabado». «El ímpetu para una revolución social debía venir de
Occidente».
Antes de pasar a las decisivas respuestas de Lenin, es necesario dar aquí una formulación acertada de la
narración de Trotsky, después de esta última referencia a Occidente:

«Esto era verdad. Sin embargo el objetivo del Gobierno Provisional no era el de completar la
revolución democrática, sino el de aplastar su curso. De donde se derivaba que la revolución democrática
sólo podía ser completada con la clase proletaria en el poder».
Aquí estaba en línea.

La conferencia panrusa de las organizaciones bolcheviques del 24 al 29 de abril, vio representados a


más de 79.000 miembros del partido por 131 delegados con voto deliberativo, más 18 con voto consultivo.
De aquellos 79.000, más de 15.000 eran de la capital, Petrogrado. He aquí las verdaderas dimensiones de un
partido revolucionario de clase. ¡Muy distinto de los groseros festivales con recuento de cabezas, y de
invitaciones solicitando la presencia con “atracciones” de Luna Park!

Como confirmación de las declaraciones de Trotsky parece que también el Kremlin sea del parecer de
que Abril no es muy interesante. En las Opere scelte [Obras Escogidas] de Lenin, traducidas al italiano
(ahora se imprimen como Obras completas), de la aportación de Lenin a la conferencia de Abril sólo se
recogen las breves tesis sobre la cuestión agraria y sobre la cuestión nacional, expresivas e importantes sin
embargo como las que más. Falta pues el informe principal de Lenin sobre el Momento attuale [Momento
actual] que, de modo orgánico, desarrolló los temas de las Tesis de Abril. Debemos recurrir pues a textos
resumidos, sacando uno de una publicación italiana de tipo popular, y el otro de un resumen en alemán
desgraciadamente desordenado.

Los temas de la conferencia eran (después del discurso de apertura hecho por Lenin, subrayando el
alcance histórico de aquella conferencia en cuanto “forma parte no solo de las condiciones de la revolución
rusa, sino también de la revolución internacional que está avanzando”) los siguientes: 1) El momento actual;
2) La conferencia de paz; 3) La actitud a mantener en los Soviets; 4) Revisión del programa del partido; 5)
Situación en la Internacional; 6) Unificación de las organizaciones socialdemócratas internacionalistas
(residuo póstumo de la organización de la conferencia después de la de marzo); 7) La cuestión agraria; 8) La
cuestión nacional; 9) La asamblea constituyente; 10) Cuestiones de organización; 11) Informes por regiones;
12) Elecciones al Comité Central. La conferencia tenía el valor de un congreso de partido. Lenin, después de
su llegada fue encargado de desarrollar los puntos 1,7 y 8 del orden del día, pero también habló sobre los
puntos 4 y 6, sobre la actitud hacia los Soviets obreros y campesinos, en defensa de la resolución sobre la
guerra, y sobre la situación de la Internacional y las tareas del POSDR. Llevó a cabo también el discurso de
clausura.

No seguiremos todo el desarrollo ya que la construcción desarrollada por Lenin, en sus muchas
intervenciones es la misma de las Tesis de Abril, integral y precedentemente expuestas y comentadas a
fondo por nosotros. Sin embargo existen aquí clarificaciones y formulaciones muy notables.

49 - TODAVÍA LA CUESTIÓN DEL PODER

Lenin aclara aún que en febrero el poder ha caído desde las manos del despotismo feudal a las de la
burguesía capitalista y de los grandes propietarios terratenientes, representados por el Gobierno Provisional
y por sus hombres parlamentarios, kadetes y liberales, sostenidos por la banda de los populistas y
socialistoides oportunistas. Pero la historia le plantea a la burguesía dominante tres tareas que no puede
resolver: conseguir acabar con la guerra, darle la tierra a los campesinos y sacar al país de la crisis
económica. La burguesía es solidaria con los imperialistas extranjeros en la guerra de rapiña, como lo era el
zar, incluso más que éste.

Como máximo podría llegar a una paz imperialista, que prepare nuevas guerras. La burguesía
capitalista no tiene interés en la nacionalización de la tierra, no porque tal medida sea incompatible con el
capitalismo, sino por los lazos entre terratenientes y capitalistas, por los créditos hipotecarios que los bancos
burgueses tienen sobre la tierra. Y finalmente la burguesía no puede concebir y poner en práctica medidas de
reanudación económica, que no se hagan a costa de los trabajadores del campo y de las fábricas.

Por tanto, se le debe arrancar el poder a la burguesía, asumiéndolo el proletariado revolucionario,


apoyado por los campesinos.

Aquí tenemos una fórmula sugestiva. Ante la habitual objeción de que falten las condiciones para el
pasaje de una revolución social burguesa, a una socialista, Lenin responde:

«Los consejos de diputados obreros, campesinos y soldados deben tomar el poder “no para crear una
república burguesa, y tampoco para pasar inmediatamente al socialismo».
En la exposición de Lenin, la cuestión económica y la política, una vez más, son tratadas con fuego a
discreción.
«No podemos estar por la “introducción” del socialismo. Sería el más grave de los absurdos. Debemos
propugnar (una vez más encontramos traducido preconizar) el socialismo. La mayoría de la población en
Rusia está compuesta por campesinos, por pequeños propietarios, que no pueden ni siquiera pensar en el
socialismo. Por consiguiente debemos proponer medidas concretas».
Hemos dicho muchas cosas sobre estas medidas concretas económico-sociales en los diversos campos,
y está claro, con las palabras de Lenin, que estas no tienen un carácter como para salir del marco capitalista.
No nos repetimos sobre el control de la producción y sobre el banco del Estado, sino que damos aún una
definición del postulado de la nacionalización de la tierra:
«La nacionalización de la tierra, que es una medida burguesa, asegura a la lucha de las clases la
máxima libertad posible y concebible en la sociedad capitalista y libera el usufructo de la tierra de todas las
supervivencias no burguesas. Por lo demás, la nacionalización, en cuanto abolición de la propiedad privada
de la tierra, en la práctica le sacude un golpe tan formidable a la propiedad privada de todos los medios de
producción en general, que el partido del proletariado debe contribuir con todas los modos posibles a esta
reforma».
Aquí, el empleo de la ciencia económica marxista llega al máximo rigor. Estatalizar la tierra (en otro
texto se dice Staatseigentum, o sea propiedad estatal) equivale a suprimir el primero de los tres personajes, el
rentista terrateniente, y dejar en juego en la lucha de clase otros dos: arrendatario capitalista y agricultor
asalariado. Esto es mejor que pasar el usufructo, burgués por definición, al pequeño campesino como
cultivador directo. De cualquier modo, en la tesis Lenin lo tolera, a condición de que se organicen aparte de
los Soviets de los braceros asalariados (hoy desaparecidos, ¿Pero con qué sentido social?), y con vistas a otra
ventaja: abolir la propiedad de la tierra es un gran paso para poder preconizar la abolición de toda propiedad
privada, también sobre el capital.
50 - LA NUEVA FORMA DEL PODER

Por consiguiente, todas estas medidas concretas, necesarias para conseguir mover a la mayoría
campesina hacia nuestro lado, y para conseguir que apoye el pasaje del poder del Gobierno provisional
(parlamento, asamblea constituyente) a los Consejos, no significan de hecho “poner un pie económico en el
socialismo”, pero, en cuanto al traspaso del poder integral a los Soviets, este sí significa poner “un pie en el
socialismo”, el político. En relación a estas consideraciones hemos descartado la definición de Octubre como
revolución burguesa dirigida por el proletariado.

Octubre debe llamarse revolución socialista, no sólo porque el proletariado es la clase dirigente y
dominante, sino por su forma política y estatal original, que trasciende a toda república burguesa y que es la
propia de la revolución socialista internacional, mientras que, sin embargo, la transformación socialista de la
estructura económica, esta nueva forma y fuerza no la podrá comenzar desde Rusia, sino desde Europa.

Veamos como es este desarrollo en las palabras de Lenin, o mejor en los resúmenes que poseemos.

«¿Cuales son las tareas del proletariado revolucionario? El defecto y la laguna fundamental de todos
los estudios de los socialistas está en el hecho de que el problema es planteado de un modo demasiado
general: pasaje al socialismo; mientras que se debe hablar de los pasos y de las medidas concretas. Algunas
están maduras, otras no. Estamos atravesando un período de traspaso. Hemos creado claramente formas que
no son similares a las formas estatales burguesas: los consejos de obreros y soldados, una forma de Estado
que hasta ahora no ha existido nunca. Esta es una forma que representa los primeros pasos hacia el
socialismo, y en el inicio histórico de la sociedad socialista es un hecho decisivo. La revolución rusa ha
creado los consejos obreros. En ningún país burgués del mundo existen instituciones estatales de este genero,
ni puede haberlas: ninguna revolución socialista podrá actuar con una forma de poder distinta de esta.
«La revolución es burguesa, por consiguiente, no se debe hablar de socialismo, dicen los adversarios. Por el
contrario, nosotros decimos: puesto que la burguesía no puede salir de la situación que se ha creado,
precisamente por esto, la revolución continúa. No debemos reducirnos a una fraseología democrática, sino
explicar claramente la situación a las masas e indicarles una serie de medidas prácticas: tomar en sus manos
los sindicatos [leáse: los sindicatos de producción; conocido ejemplo de los azucareros, N.D.R.], controlarlos
mediante los consejos de obreros y campesinos, etc. Y todas estas medidas tendrán como efecto, si se llegan
a realizar, el que Rusia se encontrará con un pie en el socialismo».

Y en un pasaje de la resolución:

«El proletariado de Rusia, que actúa en uno de los países más atrasados de Europa, en medio de una
gigantesca población de pequeños campesinos, no puede plantearse inmediatamente como objetivo la
realización de la transformación [Umgestaltum] socialista. Pero sería un gravísimo error y, en la práctica, el
pasaje completo al lado de la burguesía, si se quisiese por tanto deducir la necesidad de un apoyo político de
la clase obrera a la burguesía misma, o limitar nuestra actividad al cuadro de lo que la pequeña burguesía
puede aceptar, o la renuncia al papel dirigente del proletariado para iluminar al pueblo sobre la
improrrogabilidad de una serie de medidas prácticamente ya maduras que conduzcan hacia el socialismo [en
la dirección que conduce al socialismo]».

51 - LA CLARA ALTERNATIVA

Tomar pues el poder, derrocar al gobierno provisional, abolir el dualismo, hacer de los consejos la base
exclusiva del Estado político revolucionario, es la tesis inexorable, que no se contradice por el hecho de que
las medidas en si mismas no son socialistas, sino que, constituyendo una avanzadilla decisiva del cesante
feudalismo al capitalismo, van hacia el socialismo.

La incitación reaparece a cada paso. Ya lo hemos referido: la revolución continúa. Otras expresiones:

«Si los Consejos deben tomar el poder, solo lo hacen con este objetivo [como conclusión de las otras
medidas, estatalización del trust del azúcar]. De otro modo no tiene ningún sentido tomarlo. La cuestión se
plantea así: O los Consejos se desarrollan, o caerán como la Comuna de París. Si se tiene necesidad de una
república burguesa, pueden dársela incluso los kadetes […] El pleno éxito de estas medidas solo es posible
en caso de revolución mundial, solo si los obreros de todos los países defienden la revolución y esta
estrangula la guerra. Por esto, la toma del poder es la única medida concreta, la única solución.
«¿Qué deben hacer los Consejos, si el poder pasa a sus manos? ¿Deben ponerse quizás de parte de la
burguesía? La respuesta es: para la clase obrera la batalla de clase continúa». «Es imposible pasar
directamente al socialismo ¿Con qué objetivo deben pues tomar el poder los Consejos? Precisamente para
dar los primeros pasos concretos hacia este traspaso, que se deben y se pueden dar. En este aspecto, el peor
enemigo, es el miedo. Es necesario aclarar a las masas que estos pasos concretos se dan en seguida, de otro
modo el poder de los Consejos de obreros y soldados ya no tendrá sentido, no dará nada al pueblo».
Traduzcamos este discurso remachado veinte veces en palabras simples. En un ambiente atrasado,
feudal, las medidas capitalistas plenas tienen el valor de pasos dados hacia el socialismo. En la situación
específica rusa y a causa de la guerra imperialista mundial, la burguesía nunca dará estos pasos de decidido y
total capitalismo, de destrucción radical del feudalismo ¿Es necesario dejar vivir a una república medio
burguesa, exponerse finalmente a la contrarrevolución feudal? Nunca jamás. El proletariado y el partido
comunista deben tomar el poder, quitándoselo a la burguesía, para imponer las medidas de capitalismo
integral y total: con tales pasos drásticos, Rusia pone un pie en el socialismo, el pie político, decimos
nosotros, y no el pie económico.

52 - UN PIE Y EL OTRO PIE

Incluso Lenin en sus imágenes de propaganda puede ser a veces vulgar. Nosotros, con nuestra modestia,
seremos imitadores sin rodeos, y de estos dos pies nos ocuparemos detenidamente.

Ante todo, repitiendo que disponemos de resúmenes en fragmentos y sin ordenar, les hemos dado un
orden progresivo a las cuestiones, revelaremos que las “asignaturas” con marca estalinista, a las que a veces
nos referimos, concluyen el pasaje que hemos citado, quitando de en medio la historia del pie, y la sustituyen
con estas destacadas palabras: ¡Y estas medidas, una vez puestas en práctica, transportaran a Rusia de golpe
al terreno del socialismo!

Naturalmente, por muchos esfuerzos que hagamos no podremos conseguir nunca la segura posesión de
aquellas intervenciones verbales de 1917. Pero no son necesarios para darle la imputación de mentira, una
vez más, a la divulgación de fuente estalinista.

Veamos otro pasaje de Lenin basado en el pie.

«Esta medida [segunda: la primera como es conocido es la nacionalización del suelo agrario; ahora
vienen el control de los Soviets sobre la gran producción, sobre los trust azucareros, el carbón, los metales,
etc., sobre los bancos, la tasación más justa y progresiva de las rentas y de los patrimonios], permaneciendo
el gran capital (…) no es socialismo, solamente es una medida transitoria, pero la realización de una serie de
medidas de este género, junto con la existencia de los Consejos de obreros y soldados, conseguirá que Rusia
se encuentre con un pie en el socialismo: con uno solo, porque el otro sector de la vida económica del país
está dominado por la mayoría campesina».
El primero de los dos pies se refiere pues al proletariado de la industria, el segundo, a los pequeños
campesinos cultivadores directos. El primero está en el socialismo, el segundo fuera. El primero lo está en
sentido político porque lo ha conseguido gracias a dos condiciones: la toma del poder por parte de los
Soviets, y el control del Estado proletario sobre la gran industria, la industria pesada. Ahora bien, ésta, como
veremos ampliamente en el curso de la presente exposición, también es una condición política; ya se trate de
control sobre cuanto queda de gran capital privado, o de estatalización de las grandes fábricas, de
Staatseigentum de estas. Es una condición política socialista porque la industria pesada asegura a quién la
tiene en su poder las armas de la guerra de clase y de la guerra civil ante la contrarrevolución interna y
externa. No es por el contrario condición económica socialista, puesto que económicamente todavía se trata
de empresa privada sujeta al control del Estado, o más allá, como empresa en propiedad del Estado. Es una
condición económica de “capitalismo de Estado”, en la que el sistema empresarial, salarial, mercantil y
monetario sigue en pie: sería condición, además de política, también económica socialista, desde el
momento en que el mercantilismo y la rentabilidad de la empresa individual fuese superada, y con ellos el
sistema asalariado.

Por lo tanto, el pie puesto por la frase de Lenin, aun admitiendo que de entre las suyas no sea la más
elevada, en el socialismo de Rusia es debido a un paso dado solamente por el sector urbano-industrial-
proletario: este paso consiste en el poder asumido por los obreros contra la burguesía y en el papel dirigente
respecto al “pueblo” llano y campesino, y consiste en haber adoptado la medida de quitarle a los burgueses
el control de bancos, seguros, trust industriales, etc.

El pie que permanece en el capitalismo es el rural-agrario, donde no se puede plantear en 1917 (ni se ha
planteado en 1955) una consigna con medidas de capitalismo de Estado integral. La nacionalización o
estatalización de la tierra no es tampoco capitalismo de Estado, porque se puede asociar al capitalismo
privado grande y pequeño. La tierra en Marx no es capital ni en el campo económico ni en el campo
histórico: enviamos, para este asunto básico, a la serie sobre la cuestión agraria en el marxismo, de la que
Lenin es el Ortodoxo de los ortodoxos. Capital son los instrumentos productivos del ejercicio agrícola, las
provisiones vivas o muertas, fijas o circulantes. Un capitalismo pleno en la tierra sería el haber transformado
a todos los campesinos en asalariados de grandes empresas, y de privado pasaría a ser de Estado cuando éste
expropiase y confiscase todas las empresas agrarias, todo el capital agrario de ejercicio y todas las
provisiones.

Por eso nacionalizando la tierra se nos asegura “el apoyo de la mayoría campesina”, pero no se crea
ninguna base para un socialismo en la agricultura. Se cumple simplemente una parte de la revolución agraria
burguesa, liberando al pequeño campesino de la servidumbre feudal y de una parte de la renta que se le daba
al propietario terrateniente; una parte, porque el Estado, ya sea burgués o proletario, deberá necesariamente
imponerles tasas al menos parecidas a las que pagaba al propietario titular del suelo, si no a toda la renta de
la que este disfrutaba.

53 - PASOS ULTERIORES DE LOS DOS PIES

Una constante aspiración de Lenin es la preponderancia del proletariado rural sobre el pequeño
agricultor en ejercicio: y éste sigue siendo tal tanto si tiene propiedad como si tiene el usufructo,
convirtiéndose en el fondo en un arrendatario del Estado. Anticipando lo que se dirá a continuación, está
claro que no es fácil conseguir, ni siquiera en los países más desarrollados, una agricultura en la que todos
sean asalariados, que se obtiene cuando familias rurales no consumen directamente el producto del propio
trabajo en especie. Solo desde este escalón se podría pensar en saltar al de un capitalismo agrario de Estado,
y decir: ciertamente no estamos en el socialismo, pero hemos metido el pie en el escalón que conduce a él.
Lenin retomará esta idea en el opúsculo de 1921, sobre el impuesto en especie, del que hablaremos
ampliamente.

Supongamos que, desaparecidos los boyardos y los grandes propietarios terratenientes de tipo burgués
(landlords, latifundistas), los empresarios agrarios (Kulaks en Rusia) le hubiesen quitado todo a los pequeños
campesinos y dirigiesen toda la agricultura con asalariados. Habríamos pasado al escalón del capitalismo
privado en la agricultura, y se podría decir: si estatalizamos todo el capital de los Kulaks, o por lo menos de
los grandes, entramos en el capitalismo de Estado y metemos el otro pie (siempre que todo el poder lo
mantengan los asalariados de la industria y de la tierra) en el socialismo.

¿Qué ha sucedido por el contrario en Rusia? Más que expropiados los kulaks han sido liquidados. Su
capital no pasó al Estado, sino que ha sido dividido en dos partes: una la tienen grandes empresas
cooperativas pero no estatales, otra en muchos pequeños lotes entre los campesinos de dichas empresas
cooperativas, que son por consiguiente medio asalariados, medio productores directos y el producto directo
en parte lo consumen y en parte lo venden. Esta solución ha tomado el lugar de la difusión cuantitativa de las
verdaderas empresas del Estado, que cultivan relativamente poca tierra. Esto no ha sido un pasaje del
capitalismo privado al estatal, sino una permanencia dentro de una forma cuya mitad es pequeña producción
parcelada, o sea, que está por debajo de la agricultura capitalista, y otra mitad que está por encima, ya que
una “cooperativa de trabajo” rural con sus ingresos y gastos puede convertirse en una gran empresa que no
es parcelada, sino que es siempre una empresa privada y no del Estado.

En otras palabras, repetimos el concepto. El pequeño campesino en el régimen burgués se diferencia


del siervo feudal porque está libre de servidumbre personal de trabajo y de producto. El sintetiza en sí mismo
(Marx, Lenin) tres figuras: es propietario de tierra, porque toda la poca tierra sobre la que trabaja es suya; es
capitalista porque todo el pequeño capital de ejercicio es suyo; es trabajador porque todo el trabajo del
campo lo dan él y sus familiares.

Nacionalizamos la tierra sin pasar desde la pequeña a la gran empresa: desaparece la figura del
propietario, y quedan en el productor parcelario las otras dos de pequeño capitalista y de trabajador (analogía:
el artesano, el pequeño arrendatario trabajador, o colono).

Pasamos a la gran empresa capitalista: los pequeños campesinos son expropiados de tierra y capital:
queda la tercera figura de trabajador asalariado en las empresas concentradas en grandes unidades de
trabajadores.

Pasamos al koljos ruso. El pequeño campesino se ha convertido, durante la mitad de su tiempo (fuerza)
de trabajo aproximadamente, en asalariado y capitalista colectivo (se le entrega una cuota salario y una cuota
de utilidades en un sistema complicado, como veremos) y durante la otra mitad se convierte en productor
parcelario: tiene casa, el capital de ganado, máquinas, aperos, semillas, donde emplea su otra parte de tiempo
(fuerza de trabajo).

Dejando las dos partes minoritarias de grandes empresas de Estado, y de pequeñas familias campesinas
no koljosianas aún, queda el hecho de que la mayoría de los trabajadores de la tierra en Rusia se adhiere
todavía a las formas de la mínima producción, con todas sus consecuencias económicas, sociales y políticas.
El segundo pie se ha quedado en tierra no socialista, siendo incluso precapitalista.

54 - MOVIMIENTO NOCIVO DEL PRIMER PIE


Indudablemente después de las violentas crisis de las que nos ocuparemos -lucha por la conquista del
poder, por el estrangulamiento de la guerra, por la muerte de la contrarrevolución-, la industria por un lado
ha tendido a convertirse toda o casi toda en estatal, y por otro a asumir un peso cuantitativo mucho más
fuerte en la economía social rusa. Allí donde un hecho tal hubiese permanecido asociado al poder político en
manos del proletariado ruso, y ligado al movimiento general del proletariado revolucionario mundial, el pie
del que hablaba Lenin estaría todavía más fuertemente en el socialismo aun estando el cuerpo todavía fuera,
en un ambiente mercantil y de capitalismo de Estado.

Desgraciadamente, es otra condición política básica la que se alentó. El Estado ruso ha participado
plenamente en una guerra entre Estados imperialistas, como aliado de uno (cualquiera que sea) de los dos
grupos. El proletariado ruso no tiene ya un papel dirigente respecto a la clase campesina aunque sea solo
koljosiana, a la que se le dio igualdad de derechos en la constitución política de 1936. Su movimiento
político ya no está ligado al programa internacional de la revolución armada y de la dictadura, la
Internacional Comunista ya había sido desmantelada. Aquella condición había sido demolida pieza por pieza,
y expresión física de tal hecho han sido las persecuciones contra la oposición de izquierda y las “purgas” que
exterminaron sus filas.

En estas condiciones, el capitalismo de Estado queda, el dominio de la gran industria queda, pero el
carácter socialista de la realización de estas “medidas” se perdió: estamos al nivel de un capitalismo de
Estado como el alemán y de otros países (que Lenin ilustra en el citado opúsculo de 1921).

La revolución que Lenin quería, y Octubre nos dio, fue pues socialista, porque metió sólidamente el pie
político-proletario en el socialismo.

Habría metido el segundo pie económico-rural si hubiese llegado en su ayuda la revolución proletaria
internacional. A lo mejor solo después de esta, finalmente países avanzados como Alemania y Estados
Unidos, verán, como forma de pasaje, el gran capitalismo agrario de Estado. Y habría entrado con todo su
cuerpo, iniciando la erradicación de la autonomía empresarial del asalariado y de la distribución mercantil-
monetaria, en las ciudades y en el campo paralelamente.

Pero ha vencido en el mundo la contrarrevolución capitalista, aun habiendo sido batida en Rusia la
feudal, protegida por los burgueses de la época.

Por consiguiente, no solo no ha sido llevado el segundo pie al terreno del socialismo, sino que el
primero volvió a ser sacado. Los dos, hoy, y desde hace no pocos años, casi 30, están fuera.

No solo Rusia no es una sociedad socialista, sino tampoco una república socialista. Socialista sigue
siendo a la luz de la historia revolucionaria, la Revolución de Octubre, y la coherente, monolítica y previsora
construcción de Lenin del camino de Rusia.

55 - LA DIFÍCIL MANIOBRA DESPUÉS DE ABRIL

Apenas había ganado Lenin la áspera batalla de separar al partido bolchevique de todo vínculo de
tolerancia hacia el gobierno burgués y hacia el defensismo, cuando se encontró frente a la objeción sedicente
de izquierda: habéis dicho que es necesario tomar el poder: muy bien; volvemos a la ilegalidad y preparamos
la insurrección a corto plazo.

El informe de Lenin sobre los desarrollos tácticos, según la trama de las Tesis del 4 de abril, fue tan
delicado como concluyente.
Nosotros, dice, no tenemos más que una minoría: es necesario ser muy recelosos. Muchos trabajadores
han caído en el defensismo de buena fe, por euforia revolucionaria, incluso en las ciudades. Los campesinos,
hasta la puesta en práctica de medidas económicas concretas, no estarán con nosotros. Si queremos salvar
para la revolución internacional la nueva forma de los Consejos, no podemos atacar el Soviet solo porque su
mayoría no nos sigue a nosotros, sino a los amigos oportunistas del gobierno provisional burgués.

Lenin dijo: Algunos se preguntan: ¿No nos hemos retractado? Hemos preconizado la transformación de
la guerra imperialista en guerra civil y resulta que ahora hablamos de acción pacifica y no armada para el
pasaje del poder a los Soviets. Pero nosotros estamos, explicó, en un período de transición en el que
Miliukov y Guckov no han empleado todavía la violencia: y por consiguiente nos hace falta una profunda y
paciente propaganda. Si nosotros hablásemos ahora de guerra civil no seríamos marxistas, sino blanquistas.
En el inmediato futuro, nuestra política debe conducir a desenmascarar al gobierno burgués, y aún más a sus
defensores mencheviques (evidentemente, en aquella fecha, sobre esto Lenin no insiste en los textos
públicos). Pero en la construcción de Lenin la futura fase de la guerra civil es cierta y precisa: será discutida
ampliamente por los bolcheviques en los meses sucesivos, y aún frenarán la acción en julio, siendo después
reprimidos con persecuciones y provocaciones: finalmente, en octubre aceptaron el desafío.

El partido, dijo bien Trotsky, tenia necesidad de un período de rearme, y de clarificación de la


orientación de los militantes y de la parte avanzada de las masas; solo después, en el momento señalado por
la historia habría dado la batalla, para ganarla.

Este poderoso conjunto de decisiones vio la luz gracias a la aportación de Lenin sobre el programa de
trabajo, predispuesto bajo el efecto de una dirección precedente no demasiado feliz. Llegada al punto de la
unificación de los socialdemócratas internacionalistas (con la que en marzo, Kamenev y Stalin
interpretaban la repesca de casi todos los mencheviques), la Conferencia, siguiendo la línea de Lenin,
condenó todo entendimiento con los socialchovinistas rusos y extranjeros y con todo oportunismo,
formulando la consigna de la Internacional Comunista.

Así hemos hecho una amplia exposición de cuanto defendió Lenin en relación con la tarea de
desarrollar en la situación política de aquel momento fundamental, y también en referencia al tema de la
cuestión agraria. Merecerá atención ulterior la cuestión de las nacionalidades; gravísima en el imperio de los
zares, definido como la cárcel de los cien pueblos.

El congreso (el quinto) de finales de julio, marcará el pasaje de la fase de lucha pacífica a la nueva
insurrección armada: pero la línea teórica e histórica será el claro desarrollo de la conferencia de abril, y los
mismos nombres formarán parte de los 32 del comité de octubre, como de los 14 de abril. Stalin fue llamado
por primera vez al comité central: Trotsky todavía estaba ausente y era ajeno a la organización bolchevique.
Según Trotsky, aparte de Lenin y Stalin, de todos los elegidos en este Comité Central, solo Sverdlov murió
de muerte natural, todos los otros fueron, o ajusticiados, o suprimidos no oficialmente después.

Es quizás en la histórica conferencia de Abril dónde los puntos cardinales de la evolución rusa brillan
con mayor luz: ruptura con la burguesía antizarista a medias, ruptura con los social-oportunistas, ruptura con
la guerra, unión con el movimiento revolucionario y lucha por el estado de la dictadura proletaria en todos
los países.

Puntos formidablemente expuestos, aún en la abierta declaración de que en Rusia no estamos en el


momento histórico de la transformación socialista.

56 - LA CUESTIÓN NACIONAL RUSA


Acerca de la contribución de Lenin a la conferencia de abril (24-29 de abril; 7-12 de mayo estilo
europeo) de 1917, nos queda por examinar la cuestión nacional. Tenemos aquí el texto de la resolución que
Lenin propuso, y un resumen de los conceptos de la misma en un opúsculo del 10 de abril, poco después de
las Tesis del 4 ya ilustradas. De otra publicación no completa como fuente, puede sacarse un indicio de la
discusión.

Según tal fuente el mérito principal del planteamiento de la cuestión nacional viene dado por Stalin,
relator oficial.

Es posible que Stalin haya entendido así resarcirse de la excomunión de la política seguida por él hacia
el gobierno provisional burgués y los partidos oportunistas de los Soviets: por tanto, la intervención decisiva
fue de Lenin y determinó las conclusiones de la conferencia.

Indudablemente es justo decir que las nacionalidades oprimidas por el zarismo (cien razas, cien lenguas,
solía decirse, en un solo Estado y bajo un solo autócrata) representaban una parte inmensa en la lucha
empeñada en 1917 por la fundación de un nuevo poder, por su paso a una nueva clase. El éxito de la
revolución dependía, en gran parte, de saber si el proletariado habría conseguido arrastrar tras de sí a las
masas trabajadoras de las nacionalidades oprimidas. Esto es un hecho: piénsese tan solo en Polonia, donde
los más feroces progroms zaristas habían aplastado a polacos y hebreos; y donde el odio no solo era hacia el
zar sino hacia Petrogrado, hacia la raza rusa, dominante en el imperio histórico. Otro dato histórico decisivo
es que el gobierno provisional burgués era propenso a continuar la vieja política de estrangulamiento y de
opresión de las nacionalidades: reprimía a los movimientos nacionales y disolvía las organizaciones del tipo
de la Dieta de Finlandia. Para los partidos burgueses y pequeño-burgueses, en relación a la situación de
guerra por la que amplias zonas del ex-imperio estaban en manos extranjeras, alemanas, es verdad que
quedaba como primera consigna aquella de “Rusia es una e indivisible”, como bajo el zar en que también era
santa.

No menos histórico es el que solo los bolcheviques tomaban posición contra esta consigna feudal,
declarando abiertamente que los pueblos de las naciones oprimidas tenían el derecho a disponer de su suerte.
El texto popular que tenemos, aquí y allí parafraseado, en su poco rigor, atribuye este derecho a los
“trabajadores”, pero la fórmula se refiere sin ambages a los pueblos.

Luego se dice que era Stalin el que había elaborado con Lenin los principios de la política nacional
bolchevique, y que en su informe desveló la política de bandidaje del gobierno y denunció sin piedad a los
conciliadores pequeño-burgueses a remolque de la burguesía. Ahora bien, la cuestión de la paternidad de las
directrices según los nombres de los hombres ilustres no es lo que nos importa, es conocido, y en su
momento hablaremos de las aportaciones de Stalin sobre la cuestión nacional en general (ver nuestro Razza e
Nazione nella teoria marxista [Raza y nación en la teoría marxista]). Lo que es cierto es que el giro de abril,
contra el gobierno provisional y los oportunistas de los Soviets, aborda tanto la cuestión nacional como la de
la guerra y la paz, de la actitud hacia el gobierno provisional y el dualismo de poderes, de las medidas
económicas y agrarias, etc. Quien hubiese visto la justeza en la política reaccionaria de los burgueses y
pequeño burgueses sobre el punto de vista de la nacionalidades, habría debido estar de acuerdo en todo, y no
organizar la conferencia sobre la que estamos tratando, en la dirección de la “benévola espera” hacia el
gobierno hasta la Constituyente, y de una fusión con los mencheviques.

57 - CONTRASTE ENTRE DOS POSICIONES

Pueden asumirse los puntos que se atribuyen a Stalin, pero en la resolución redactada por Lenin,
encontramos: a) reconocimiento del derecho de los pueblos a la separación (¿Qué significa reconocerlo a
los trabajadores? nada); b) autonomía regional para los reunidos de un Estado determinado; c) para las
minorías nacionales, leyes especiales que garanticen su libre desarrollo; d) para los proletarios de todas las
nacionalidades de un Estado determinado, una organización proletaria única e indivisible, un partido único.

Ahora bien, aquí, si no ayuda la dialéctica, no se consigue salir, como no consiguió salir la izquierda
bolchevique de entonces ¿Es esta la solución de la cuestión nacional para una sociedad comunista?
Ciertamente no. Es la solución en una revolución burguesa democrática consecuente. Pero en el momento de
1917 y en la fase de capitalismo imperialista, conquistador, de bandidaje, en ultramar y dentro de Europa, la
burguesía de cada país y rusa sobre todo es totalmente incapaz de tener fe en tantos inciensos literarios (más
que históricamente concretos) quemados en las épocas de 1789 y 1848 por la autonomía de las pequeñas
nacionalidades y su liberación (que, si tuvo lugar, fue por insurrecciones y guerras de independencia, y no
por transacciones desde arriba).

Tal programa, como tantos de aquellos de naturaleza social agraria y urbana, sub-socialistas y aún
democrático-burgueses, puede ser asumido y puesto en práctica solo por un poder proletario que tenga bajo
su control el timón del proceso revolucionario antifeudal: la clave de todo el problema está siempre allí, o
sea en las teorizaciones precedentes de partido, en las lecciones de la historia interpretadas debidamente
desde 1900 hasta hoy, y con lazos sobre todo lo que estableció Marx a partir de 1848 en teoría y en política,
por ejemplo, en relación a la clásica cuestión de Polonia, tratada a fondo por nosotros.

Pero Piatakov, marxista al que no hay que menospreciar, defendido por algunos miembros de la
conferencia, hizo otro informe sobre la cuestión nacional. Piatakov fue derrotado a continuación, y nos
servimos de las referencias que tenemos. Él habría afirmado que en una época en la que la economía
mundial ha establecido lazos indisolubles entre muchos países, el Estado nacional constituye una etapa
histórica ya superada:

«la reivindicación de la independencia pertenece a una época histórica ya sobrepasada», y dice, «esta
es reaccionaria porque quiere hacer caminar la historia hacia atrás. Partiendo del análisis de la nueva época,
la época del imperialismo, nosotros decimos que en el momento actual no podemos concebir una lucha por
el socialismo distinta de aquella conducida bajo la consigna “Abajo las fronteras”, una lucha que tienda a la
supresión de todas las fronteras entre las naciones y los Estados».

58 - REFUTACIÓN DE LENIN A LOS “IZQUIERDISTAS”

Retomaremos cuanto ha sido atribuido a Lenin porque contiene un concepto de alto valor, y no con el
objetivo de condenar a Piatakov, sino a los que escriben con ánimo “publicitario”. Compañeros que razonan
como aquí se hace hablar a Piatakov, conocemos unos cuantos, incluso óptimos ayer y hoy. También
nosotros hemos cantado los versos con los que el viejo Turati se sonrojaba: “las fronteras perversas
cancelemos del hemisferio”, lo que repudiamos haber cantado y… desentonado. Pero una cosa es cantar, y
otra deducir desde el punto de vista marxista. Preconizamos pues aquella cancelación y la Internacional de la
cultura y de la lengua, o la fusión mundial de las razas humanas, pero siguiendo el curso histórico
guardémonos bien de decir y de hacer gazpachos poéticos y líricos.

Lenin como polemista no usaba paños calientes, y probablemente habrá hablado como se afirma:

«El método de la revolución socialista bajo la consigna “abajo las fronteras” es una confusión
completa… ¿Qué diablos significa el método de la revolución socialista bajo la consigna “abajo las
fronteras”? NOSOTROS DEFENDEMOS LA NECESIDAD DEL ESTADO. PERO EL ESTADO
PRESUPONE LAS FRONTERAS… hace falta estar locos para continuar la política del zar Nicolás [que era,
supongamos que haya añadido Vladimiro, abajo toda frontera que ose recortar el territorio de mi Santa
Corona]… La consigna “abajo las fronteras” llegará a ser justa cuando la revolución socialista sea una
realidad, en lugar de ser un método…».
Deteneos sobre las palabras que hemos escrito con mayúsculas. Son grandes ¿Por qué las ha dicho el
gigante Lenin en un momento feliz? Puede ser el gigante Engels, cuando teoriza con frase cristalina: Dos
elementos definen al Estado: un territorio definido y un poder de clase armado. Puede ser, por decirlo así, el
gigante Marx cuando sobre el terreno teórico, asumiendo el papel autoritario y aceptando el término,
ridiculiza a los libertarios anarquistas de 1870, que instruyen al cosmos y a la historia con los abajo Dios, el
Patrón y el Estado. Puede ser un hombre normal como todos nosotros, desde el momento que sin ningún
mérito propio en un cierto momento de su vida se le “metió eso en la cabeza” para no salírsele nunca más. O
sea en los hemisferios cerebrales, en las meninges, en la corteza o en donde os parezca del natural melón.

59 - LA CUESTIÓN CENTRAL: EL ESTADO

La cultura burguesa aún plantea toda la cuestión de esta manera: capitalismo quiere decir economía
privada, socialismo quiere decir estatalización. Desde hace tiempo nueve socialistas de cada diez, siguiendo
la rutina pugnaban por exaltar al Estado, y si con solo un fin didáctico tomamos un momento a Italia, se
sabía que los anarquistas “estaban contra el Estado”, los socialistas marxistas (¡ay, ay!) por la conquista del
Estado, bajo la fórmula infeliz de los “poderes públicos”.

¿Nosotros, que éramos niños cuando el congreso socialista de Génova, en 1892, teníamos necesidad de
leer para desenredar la cuestión, hacia 1919, el Estado y la Revolución? Para esto bastaba media paginita de
Marx y Engels, conocidas y muy citadas, adquiribles incluso de cuarta mano, y sin rellenarse de erudiciones.

El marxismo está contra el Estado en general y está contra el Estado burgués en particular. La
sociedad que está en su programa histórico será sin clases y sin Estado. Pero el marxismo prevé que el
Estado será un instrumento revolucionario transitorio para destruir precisamente a la actual clase dominante,
después de que la revolución haya destruido el Estado actual.

El marxismo dirige la lucha contra el Estado burgués, que solo por la violencia será derrocado. Pero en
estadios históricos precedentes el marxismo prevé la utilización de este mismo Estado cuando destruye al
Estado feudal, y en determinados sectores, mientras golpea a los detentadores privados del capital con sus
desintoxicadas nacionalizaciones. Prevé la entrada en los órganos del Estado burgués en períodos
determinados, primero con fines “estimulantes”, después con fines “saboteadores”, y en un cierto momento
debe prever que se abandone este terreno por el de la insurrección y la toma de todo el poder.

Una anécdota. A veces aligera lo expuesto. Desde 1908 en Italia los marxistas comenzaron a
arrancarles el monopolio de la acción revolucionaria a anarquistas y sindicalistas de la entonces moda
soreliana, verbalmente extremistas pero en sustancia pequeño burgueses, al mismo tiempo que denunciaban
al ala reformista del socialismo. Tuvo una cierta notoriedad la “izquierda magisterial” con los compañeros
Dini, Capodivacca, y otros, pioneros de la agitación sindical de los maestros, y sólidos militantes del partido.
Para el diputado y abogado Turati: los Dini, los Ciarlantini y otros hombrezuelos similares. Para el diputado
y abogado Turati (ciertamente no era tonto ni siquiera en marxismo, y con él Treves y otros) no se concebía
un marxista sin título universitario.

Precisamente el maestro Ciarlantini en el congreso de Reggio Emilia de 1912, dominado por Mussolini
como abanderado de la izquierda, dio un discurso, quizás no entendido por todos pero meritorio y de franca
felicitación, sobre el tema del socialismo contra el Estado, por motivos marxistas y no anarco-sorelianos.

Entonces versaba toda la cuestión sobre el ir a las elecciones como intransigentes y no con los
ignominiosos bloques populares, método de colaboración de clase entre proletarios y burgueses. Entonces,
nos batíamos los jóvenes por esto, pero sabíamos claramente que la clase proletaria quiere estar sola no para
penetrar en el Estado parlamentario, sino para destruirlo con la revolución.

Por tanto, volviendo a Lenin, quién con Marx y Engels, y con nosotros en la platea, ha establecido que
el Estado nos sirve, y en ciertos casos el Estado post-feudal tal cual, hace un siglo también burgués. Siempre
que esta máquina histórica que es el Estado nos sirva, nos servirá como fuerza, como arma política, militar,
y también como policía, y nos servirá en un territorio taxativamente circunscrito: y las fronteras también nos
servirán.

Cuando ya no haya feudalismo, cuando ya no haya burguesía y no existan clases y mejor aún formas
económicas y productivas de clase, o sea cuando ya no existan proletarios, entonces, como Engels dijo,
arrojaremos al Estado entre los hierros viejos, arrojaremos fuera a los últimos Estados, y solo entonces
caerán las últimas fronteras nacionales.

Ciertamente no en cuanto hayamos tomado el poder en un país de gran capitalismo moderno; y aún
menos cuando hayamos tomado el poder en la feudal Rusia de 1917. Y entonces, Lenin le responde a
Piatakov, no me dices nada con la frase: no más fronteras. Me debes decir: ¿Qué fronteras, las del territorio
Romanov u otras? ¿Y cuáles?

Todavía hoy arde la cuestión de abril de 1917. En estos días grita la Francia burguesa que Argelia
africana y negra está dentro de sus fronteras de “República una e indivisible”. Le echa en cara a la aun más
centralista de los Soviets de someter a pueblos dentro de una dilatada cortina respecto a la santa de Nicolás.

Para resolver tal punto llameante, el marxismo no se puede basar en el caluroso e ingenuo grito de los
Piatakov. Necesita algo muy distinto, cuando para mover las fronteras harían falta torrentes de energía
histórica, y escasas se demuestran las de la Internacional obrera, que las debería cancelar por la pizarra
esferoide del planeta.

60 - LA ACOSTUMBRADA COCINA HISTÓRICA

El balance de este choque sobre la cuestión nacional se hace con los textos kominformistas del modo ya
conocido.

«Lo que unía a L.Kamenev e I.Piatakov (¡con gran maña no se dice que el primero y Stalin, un poco
antes y también un poco después de abril, defendieron el mismo planteamiento!) era la incomprensión de las
tareas de la revolución atrayendo al partido hacia el pantano menchevique (¿y qué hacia Stalin, que había
redactado y se volvió a tragar la moción de unificación con ellos?); Piatakov, sin declararse abiertamente en
esta cuestión (¡todos aquellos que no están hoy en santidad siempre han sido, en tal medida,
mefistofelicamente simuladores!) contrario a la tesis de Lenin, condenaba prácticamente la revolución al
aislamiento y a la derrota. El partido luchaba en dos frentes: contra la oposición oportunista de derechas y
contra la oposición de izquierda».
Y se continúa repitiendo que las principales cuestiones de la conferencia las consumieron los informes
de Lenin y Stalin, para cancelar, no fronteras como quería el desventurado Piatakov, sino el recuerdo, todo
recuerdo del hecho de que entonces la oposición de derechas significaba Stalin, según los datos
incontrovertibles y los testimonios aducidos por nosotros.

Por tanto, la oposición de izquierda habría dicho: si tomamos todo el poder revolucionario en Moscú y
Petrogrado, sería de tontos ceder Varsovia, Kiev, Jarkov, Odessa, Bakú, Batum, etc., sería un regalo hecho a
la contrarrevolución en nombre de un respeto teórico de escuela al “derecho de separación”. ¿Qué raza y
nacionalidad ha cedido Stalin, entonces ortodoxo contra errores de izquierda, en la cuestión nacional? Fue la
vicisitud alterna de guerra la que hizo surgir a la libre Finlandia burguesa, aún hoy respetada, y la libre
Polonia, que ayudando a Hitler, se la volvió a comer resueltamente en 1940.

Es pues el momento de volver al texto original de Lenin, que sobre este punto es especialmente claro.

Primero se debe revelar que los distintos cocineros de aquella cocina no siempre van al unísono. La
muy conocida Storia oficial del partido dice que el relator sobre la cuestión nacional, Stalin, había elaborado
junto con Lenin, etc, etc., luego vuelve a añadir la resolución haciendo creer que fuera redactada por Stalin,
como algo obvio. Pero por el contrario, en las Opere scelte [Obras escogidas] de Lenin, editadas en Moscú,
figura el mismo texto de la resolución, publicada en la Soldatskaia Pravda del 3 de mayo de 1917, como
nota al pie de página, y comprendida en el volumen: Escritos de 1917 de V.I. Lenin, vol. I, p.352-353,
edición 1937. ¿Cuál de las dos es la verdadera?

61 - LENIN Y LA CUESTIÓN DE LAS NACIONALIDADES

Una primera formulación bella y breve está en el opúsculo escrito a continuación de las Tesis del 4 de
abril. El capítulo sobre las cuestiones agrarias y nacionales es óptimo también para la primera: insiste sobre
la división entre el Soviet rural de los braceros asalariados y semi-proletarios (aquellos, digámoslo por
centésima vez, que tienen un poco de tierra, pero no se pueden mantener y deben trabajar como jornaleros
aquí y allí en otras haciendas mayores) y el Soviet genérico de los campesinos, contra la

«dulzarrona fraseología pequeño burguesa de los populistas sobre los campesinos en general, velando
el engaño de la masa desposeída por parte de los campesinos acomodados, quienes solamente son una
variedad de capitalistas».
¿¡en qué difiere pues el aquí abofeteado populismo de la política agraria actual de los kominformistas,
pongamos en Italia, donde cortejan incluso a los grandes arrendatarios!?

Lenin pidió, entonces, que en toda hacienda confiscada a los terratenientes (confiscación que los
oportunistas mantenían en suspenso en espera de la… Constituyente) surgiese una gran hacienda modelo
mantenida bajo el control de los Soviets. Y añadía:

«El partido del proletariado, en antítesis a la fraseología y a la política pequeño burguesa que domina
entre los socialistas-revolucionarios, sobre todo a sus charlatanerías sobre las normas de “consumo” o de
“trabajo”, sobre la “socialización de la tierra”, etc., debe explicar que el sistema de la pequeña hacienda en
régimen de producción mercantil, no está en condiciones [cursivas de Lenin] de emancipar a la humanidad
de la miseria y de la opresión de las masas».
Dicho una vez más que ni democristianos ni “comunistas” demuestran estar mínimamente
sensibilizados en Italia para tal objetivo, e incuban camadas de estériles y miserables haciendas familiares,
que matan tanto a la escuálida Basilicata como a la magnífica Sicilia, retornamos a la cuestión nacional:
reproduciendo tal cual el pasaje de Lenin (punto 14 del opúsculo):
«En la cuestión nacional el partido del proletariado debe reivindicar ante todo la proclamación y la
realización inmediata de la plena libertad de separación de Rusia de todas las naciones y nacionalidades
oprimidas por el zarismo, unidas o mantenidas por la fuerza dentro de las fronteras del Estado, es decir,
anexionadas.
«Todas las declaraciones, las proclamas, los manifiestos sobre la renuncia a las anexiones, que no impliquen
la efectiva libertad de separación, se reducen a un engaño del pueblo por parte de la burguesía o a píos
deseos pequeño burgueses.
«El partido proletario tiende a crear un Estado [¡Escuchad!] lo más amplio posible, puesto que esto va en
interés de los trabajadores: tiende al acercamiento y luego a la fusión de las naciones, pero quiere alcanzar
este objetivo sin violencia, a través de la unión libre y fraternal de las masas obreras y trabajadoras de todas
las naciones.

«Cuanto más democrática sea la república rusa, cuanto mejor se llegue a organizar en república de los
Soviets de diputados obreros y campesinos, tanto más vigorosa será la fuerza de atracción que conducirá
libremente hacia ella a las masas trabajadoras de todas las naciones.

«Plena libertad de separación, la más amplia autonomía local (y nacional), garantías minuciosamente
definidas de los derechos de las minorías nacionales: he aquí el programa del proletariado revolucionario».

62 - LA RESOLUCIÓN DE LA CONFERENCIA

Las grandes cuestiones históricas que aquí se presentan, y cuya perspectiva embaraza a no pocos
compañeros, se siguen mejor gracias a la resolución desarrollada. Naturalmente, el planteamiento del
problema se desplaza.

a) ¿estamos en un régimen en período feudal y peor asiático-despótico? Le damos completamente la


mano a los movimientos por la liberación nacional, que en las famosas tesis de 1920, en el II Congreso de la
Internacional Comunista (aceptadas por la izquierda italiana, que disentía ferozmente de aquella táctica para
los países avanzados en el capitalismo) se debatió definirla: democrático-burguesa o nacional-
revolucionaria. Los dos términos invitan a comer, con esófago comunista y marxista, el mismo plato de la
ingrata presentación: en los susodichos lugares, épocas y modos sociales, con tal de que se trate de coger los
fusiles, se forma bloque no solo con las masas no proletarias, sino con las mismas burguesías. Esto es todo.

b) ¿Estamos por el contrario en el día siguiente a la caída del feudalismo y en una república dirigida por
la burguesía que no se decide a terminar con la cuestión de la guerra y de la tierra? Es necesario imponerle la
liberación de las nacionalidades encerradas en el Estado ex-feudal, que entiendan que deben separarse. Esto
quiere decir concretamente, que la cuestión no se planteará en una consulta “panrusa”, sino que se admitirán
consultas nacionales periféricas.

c) ¿Estamos por ir más allá, no a la sociedad socialista, sino a una república socialista que funde el
poder en los Consejos de los Obreros y Campesinos? Y bien, seremos coherentes, en espera de formas
sociales superiores y sobre todo de la revolución internacional, proclamando que los Soviets de las
nacionalidades serán libres para decidir su separación o no del Estado único.

Anticipamos que la cuestión no es la misma que la de las Repúblicas unidas en Federación, ya que
también en la República Socialista Soviética Rusa casi todas las nacionalidades y las razas en juego están
representadas en minoría, y las diversas Repúblicas federadas y autónomas no corresponden, y no podrían
hacerlo, a lenguas y razas uniformes.

Al día siguiente de la conquista del poder mantendrán el principio de separación, pero en su realización
influirán las guerras civiles y militares, o mejor con Estados que hayan enviado cuerpos
contrarrevolucionarios de invasión, distintamente operantes en todas las regiones del inmenso territorio.

En un cierto punto, la gran batalla de 1920 en las puertas de Varsovia decidirá un gran acontecimiento,
ya que no provocaría una sublevación obrera polaca, y la decisión de un Soviet nacional polaco en las
“fronteras” por proclamar.
63 - DESPOTISMO E IMPERIALISMO

El proceder de la resolución es histórico.

«La política de opresión nacional, heredada de la autocracia y de la monarquía, es defendida por los
grandes terratenientes, por los capitalistas y por la pequeña burguesía, con el objetivo de defender sus
privilegios de clase y de dividir a los obreros de las diversas nacionalidades: El imperialismo moderno,
reforzando la tendencia a someter a los pueblos más débiles, representa un nuevo factor de agravamiento de
la opresión nacional».
Se remonta a la tesis histórica fundamental del marxismo que, para el pleno desarrollo de la forma
capitalista de economía y la disolución de toda la sociedad europea de los lazos feudales, fue necesaria la
sistematización, con insurrecciones internas y guerras nacionales, en Estados fundados sobre una
nacionalidad; fue y era necesario liquidar todos los imperios históricos infracontinentales, entre los que más
se resistieron a morir estaban los de Viena, Berlín y Constantinopla, durísimo fue el de Petrogrado.

Si por consiguiente el modo de producción capitalista liga su surgimiento en el área europea a la libre
sistematización de las nacionalidades, en las que los proletarios están directamente interesados, en la ulterior
fase imperialista éste, en la concepción de Lenin, vuelve a empalmarse con la opresión. La lucha por los
mercados extracontinentales y de ultramar conduce a potentes aparatos de fuerzas estatales y a continuas
contiendas guerreras, tendentes al dominio político sobre los países de los otros continentes. Cuando en el
plano de las grandes guerras chocan los imperialismos para despojarse mutuamente de las colonias y de las
posesiones, incluso los de pleno desarrollo capitalista y democrático dirigen sus apetitos hacia la conquista a
costa de las provincias europeas ajenas, y según los resultados de las guerras, los pequeños pueblos pasan de
unas manos a otras.

La ideología de la liberación nacional europea y general se reemplaza con la otra expansión de la


moderna civilización: ésta está empleada en justificar primeramente el sojuzgamiento, la esclavización y la
misma destrucción de pueblos y razas de color, finalmente va a tomar la forma de la reivindicación, en la
metrópoli, de provincias fronterizas disputadas en puntos neurálgicos: Alsacia y Lorena, Venecia Julia, la
región de Danzig, los Sudetes y los Balcanes. De estas disputas nace la solidaridad del oportunismo
socialista con el capitalismo imperial, nace la epidemia del defensismo, en cuanto que desde ambos lados se
esconde el deseo de conquista bajo las frases de la salvación, de la propia civilización desarrollada, de
amenazas agresivas.

Aquel mismo socialismo que se declaraba contra todas las anexiones, deviene el autor de todas las
guerras. Si se admite el sofisma de que un pueblo que posee los modos de producción más avanzados tiene
“el derecho” de gobernar a los menos desarrollados, sofisma del que todos los países de Europa han
conocido sus crímenes, la idea burguesa de libertad de los pueblos y de igualdad de las naciones, en sí
misma históricamente vacía, se lleva a cabo en la de la opresión y la conquista.

Habiendo roto con el zarismo al mismo tiempo aliado en Europa con todos los atropellos de nación y de
clase, y con el oportunismo de 1914 consagrando el homenaje del proletariado a todas las guerras burguesas,
la revolución rusa no podía más que tomar la directriz de acabar con las guerras de expansión y conquista, y
ofrecer la libertad a aquellos países que las conquistas violentas habían incluido en el Estado ruso.

64 - SEPARACIÓN DE ESTADOS
Lenin anunció el concepto de que una república burguesa, pero de democracia desarrollada al limite
extremo, puede permitir una convivencia de pueblos y lenguas sin predominio de uno: Lenin se refiere, está
claro, a Suiza, donde no hay una, sino tres lenguas oficiales del Estado. Y añade:

«A todas las nacionalidades que componen Rusia debe serle reconocido el derecho a separarse
libremente y a constituirse en Estado independiente».
Dice que una política distinta fomenta los odios nacionales y el sabotaje de la solidaridad proletaria
internacionalista: Cita el caso de Finlandia y el conflicto surgido con el gobierno burgués de Petrogrado,
sosteniendo que en Finlandia, arrancada del odiadísimo yugo zarista, debe consentirse la separación.

Cuando no se llegue a una separación estatal, el partido debe defender una amplia autonomía regional y
la abolición de la lengua oficial obligatoria, exigir que la nueva constitución prohiba todo privilegio nacional
y toda violación de los derechos de las minorías nacionales.

Los lectores de nuestra revista recordarán en el informe de Trieste sobre Fattori di razza e nazione
[Factores de raza y nación], la parte dedicada a los escritos de Stalin sobre la lingüística: las teorías según
las cuales una revolución de clase no comporta una intercepción de la función histórica de la lengua nacional
se referían a la lengua rusa, convertida de hecho en lengua de la República de los Soviets y de toda la Unión.
Nuestra crítica de este punto valió para probar que esta exigencia histórica de una lengua estatal uninacional
es otra prueba del carácter burgués asumido por la revolución, y son vanas las torsiones teóricas para
justificar en el plano marxista aquella exigencia. ¿Dónde ha acabado, pues, la opuesta reivindicación del
Estado que ante todo propone a las minorías nacionales separarse estatalmente, y si no lo exigen las acoge en
una administración polilingüe, tipo Suiza? Volveremos a considerar en su lugar si el gran andamiaje estatal
ruso de hoy tenga una lengua nacional única, de derecho y de hecho, uno de los lados oscuros que definen
una estructura imperial.

65 - CONTRA LA AUTONOMÍA “CULTURAL”

Es aquí donde llegamos al famoso punto sobre el cual Stalin, en 1913, colabora con Lenin en la
cuestión nacional, en oposición a la socialdemocracia austriaca de la preguerra; punto que en 1917 remacha
Lenin. Era la propuesta de los socialistas del “Estado mosaico” de los Habsburgo. Ellos consideraban que la
administración del Estado fuese única, política y burocráticamente, en las finanzas, en el ejército, etc (aparte
de la relación paritaria entre Austria y Hungría, unidas en la corona) y propugnaban que a todos los pueblos
subordinados: eslavos, otomanos y latinos, se les concediese «la competencia en los asuntos concernientes a
la enseñanza pública y las materias afines de competencia del Estado central, para volver a ponerlas en
manos de las Dietas nacionales “sui generis”» que no tendrían otro poder. Lenin añade ahora, que esto divide
artificialmente a los obreros que habitan en una misma localidad, y que tal vez trabajan también en el mismo
centro, y refuerza su unión con la cultura burguesa de cada nación, mientras que los socialistas por el
contrario se proponen «reforzar la cultura internacional del proletariado mundial».

En el estudio del joven Stalin que llamó la atención de Lenin y su mujer, precisamente estaba
desarrollado el tema de que la solución de la autonomía escolástica, universitaria y cultural, era una tesis de
derecha y oportunista, mientras que era revolucionaria la tesis de la separación del Estado austro-húngaro de
las provincias italianas, eslovenas, croatas, otomanas, serbias, rumanas, checas y eslovacas, para la fractura
de este Estado, si bien ésta no fuese, necesariamente, tarea de una revolución socialista – que por el contrario
habría podido reunir a aquellos pueblos en un plano muy distinto – sino de una revolución burguesa y de una
guerra de sistematización, como fue para Austria la primera europea, y como lo habían sido para el imperio
otomano las precedentes guerras balcánicas.
Esta tesis es coherente con la consideración marxista de las cuestiones nacionales, que con amplias
exposiciones demostramos que no podían reducirse a la negación de las nacionalidades como hecho
histórico actual, y fue entonces bien defendida. Pero mientras que en 1917, Lenin supedita a ésta la
revolución rusa, que no es una rebelión nacional, sino la alteración histórica del Estado que tantas
nacionalidades mantenía encerradas en sus redes, podemos preguntarnos claramente qué desarrollo tuvo
aquella tesis en los años siguientes, y qué tipo de Estado, en relación a la libertad de movimiento de naciones
y regiones, es el de la URSS construida en nombre de Stalin, que aparece como un formidable monobloque,
mientras que Stalin reivindica la tradición y el mérito de superautonomista nacional. Coherentemente con el
pensamiento de Lenin el sucesivo paso de Rusia, que pudiese superar tanto la servidumbre como la
fragmentación nacional, podía ser realizado solo en compañía de la revolución proletaria europea. Dado que
ésta no llegó, Rusia se organizó en un superestado concentrado y unitario en las fuerzas armadas internas y
externas; exquisita forma del moderno capitalismo.

66 - NACIONES Y ORGANISMOS PROLETARIOS

Los marxistas radicales, siempre habían combatido la formación de partidos nacionales que se decían
socialistas en el seno de un mismo Estado (Polonia, Bohemia, etc.). En Rusia, la cuestión en cuanto a
movimientos de los sindicatos obreros y a la organización del partido, ya socialdemócrata, estaba muy
caliente. Lenin había defendido siempre un partido único para todo el Estado ruso. La cuestión fue
particularmente viva con el Bund hebreo, partido de vivaz acción revolucionaria y de doctrina marxista,
aceptado en los congresos rusos e internacionales pero reacio a fundirse con el partido socialista, y después
comunista, comprendiendo indiferentemente a militantes de todas las nacionalidades. Lenin remacha este
punto con las siguientes palabras:

«Los intereses de la clase obrera exigen que los obreros de todas las nacionalidades de Rusia se unan
en organizaciones proletarias únicas; políticas, sindicales, cooperativas, educativas, etc. solo una tal fusión
de los obreros de las distintas nacionalidades en organizaciones únicas permitirá al proletariado conducir una
lucha victoriosa contra el capital internacional y el nacionalismo burgués».
Estas fórmulas finales colocan en la relación justa la constante persecución del internacionalismo tanto
en el movimiento proletario como en la futura organización socialista de la sociedad, y la lucha contra el
nacionalismo “inmanente” de los burgueses, con las soluciones históricas que en las grandes etapas y las
grandes áreas tenemos el deber de hallar y dar a las cuestiones de raza y nación. Cuanto hemos dicho con
amplitud a propósito de la conferencia fundamental de abril de 1917, que traza todo el cuadro de la
Revolución de Rusia soldando estrechamente el pasado y el futuro del movimiento, que incluso por facilidad
de exposición se personifica en Lenin, integra históricamente todo lo que hemos desarrollado en doctrina en
el ya citado informe de Trieste, que como recordarán los compañeros desarrolló la cuestión de raza y nación,
en la aplicación histórica, hasta la primera gran guerra mundial y en los límites del área europea centro-
occidental, y se reservó la presente aplicación para Rusia y la de una futura expansión por Oriente y Asia,
desarrollada oralmente en Florencia.

Toda elasticidad justa, a escala histórica y de la geografía mundial, es posible, dentro del correcto plano
doctrinal marxista, a condición de que sea respetada la condición leniniana de la organización única
plurinacional dentro de cada Estado, y de la unión internacional de éstas: de aquella Internacional Comunista
que sobre las huellas de la estalinista declinación – monolingüe – se liquidó ruinosamente no menos que
servilmente, deberá resurgir un día como Partido Comunista Único, con secciones en cada Estado territorial.

67 - NACIONALIDAD Y OCCIDENTE
Una prueba de escaso internacionalismo que dieron los varios Graziadei, Serrati, Cachin, etc, fue
precisamente no comprender la cuestión nacional del mundo hasta más allá de los Urales y el Mediterráneo,
porque aquellos datos no eran los de la política de su país de origen.

Con el único fin de hacer más inteligible la construcción de Lenin para Rusia y el mundo extraeuropeo,
que se demostró verdaderamente profética, y sobre todo estrictamente ortodoxa en marxismo, una vez más
nos valdremos del ejemplo de Italia, y nos preguntaremos si era exacto y desde cuando lo era decir: En Italia
la cuestión racial y nacional no existe; por consiguiente nuestro partido (¡pero esto sería exacto si
precisamente este fuese nacional!) se ocupa solo de cuestiones de clase. Hermoso, pero insignificante.

El Estado burgués nacional italiano se ha formado tarde, en 1861, con guerras y con insurrecciones de
una joven burguesía, a las que el proletariado les dio su plena participación. Aunque surgiese un Estado de
razas mixtas en el sentido etnográfico, todo concurrió (y, además de la tradición democrática a la francesa, la
misma del catolicismo, de la Internacional eclesiástica) para liquidar las cuestiones raciales: un ruso o
incluso un alemán se maravillaba al escucharnos decir que no sabíamos si un conciudadano fuese hebreo o
de religión no católica: la igualdad de las condiciones de vida era total no solo jurídicamente sino de hecho y
en las costumbres.

Rápidamente se diseño sobre tal fondo laico, si bien tarde, la lucha de clase del proletariado de la
ciudad y del campo, la economía capitalista apareció entre nosotros en las recientes formas (tenía tradiciones
muy distintas desde el norte al sur, desde Palermo a Milán).

En 1911, el partido proletario se despojó de los últimos recelos nacionales: denunció clamorosamente
la celebración del cincuentenario de la unidad, y al mismo tiempo se liberó de la alianza con la pequeña
burguesía contra pretendidos estratos retrógrados, cuando más retrógrado que la pequeña burguesía no existe
ninguno.

Sobre el estómago de la burguesía quedó una cuestión nacional negativa, irredentista. Un honesto
burgués radical de finales del siglo, presentía que habría llegado la cuarta guerra y la llamaba
anticipadamente, “la prueba de fuego”; y la Italia burguesa salió bien para la marcha de la guerra
imperialista, pero sin el apoyo del proletariado, que supo volverse indiferente.

El proletariado socialista había practicado buenas pruebas (no son méritos, sino facilidades dadas por la
historia) en las posiciones antiimperialistas y antianexionistas en las duras empresas africanas de finales del
siglo XIX y de 1911-12; había aprendido a despreciar la tesis que corrompió a muchos marxistas: la guerra
es justa si se lleva a un pueblo bárbaro ordenamientos modernos y civiles.

En cierto modo, el proletariado italiano, en 1918, no se encontró empachado en las cuestiones


nacionales negativas (irredentismo) y positivas (imperio) en las que la burguesía se había comprometido ella
sola, y se sintió predispuesto, en el cuadro interno, a ir hacia adelante y trabar batalla de clase.

68 - REVOLUCIÓN CON EUROPA

Si esta batalla, que no es necesario volver a recorrer en los episodios gloriosos y sin gloria, se perdió,
también se debe a un planteamiento insuficiente de las luchas en el cuadro internacional, a subvaloraciones
del mucho mejor nutrido imperialismo que había excavado (en Inglaterra, Francia y Alemania) el terreno
bajo los pies de la Revolución europea.

Si una revolución rusa no puede alcanzar el vértice de su ciclo sin una revolución en Europa, sobre todo
a causa de las escasas formas económicas modernas, una revolución italiana no puede, no por las habituales
mentiras de regiones deprimidas y atrasadas, sino porque geográficamente los hechos de Italia son hechos
internacionales, y la misma revolución burguesa ha salido adelante porque en las guerras de sistematización
de la Europa del oeste o del este, han arrollado los obstáculos conservadores. Cualquiera de los dos bloques
imperiales, en los que Europa puede dividirse, que hubiera vencido puede mandar en Italia, y en el pasado y
en el futuro este país de las muchas fronteras se entenderá con ambos contendientes. No pequen los
militantes italianos de demasiado orgullo por haber superado primero el mal del oportunismo chovinista.
Que no digan que por su experiencia de la política vivida en el interior pueden declarar superada la cuestión
nacional, o proceder a borrar las muchas fronteras.

Esto no ocurrirá antes de haber liquidado la cuestión de las fronteras de Europa, entre las cuales está el
tremendo problema de las dos Alemanias: solo la revolución puede unirlas, pero la revolución de Europa
tiene necesidad de una unidad germánica, y de una dictadura obrera alemana, presentándose más frágiles la
inglesa o francesa, por diversas razones.

Sería precisamente ciego orgullo nacional cerrar los ojos sobre este punto, y no comprender que
tenemos que aprender de la revolución de ayer en Rusia, e incluso de la de mañana en Asia, para romper el
cerco de las cien condiciones que se oponen, en el áspero camino, entre nosotros y el socialismo.

Habiendo reabierto el argumento, no estará mal añadir algún otro apunte sobre la cuestión nacional en
la Rusia de 1917.

La tesis histórica de que el gobierno provisional formado por burgueses y socialoportunistas, así como
tendía a continuar la guerra, mantenía la directriz zarista de dominio sobre toda la indivisible “Panrusia” y –
cosa típica – combatía con medidas de represión a los movimientos de las periferias de tipo nacionalista-
burgués (allí donde por el contrario los bolcheviques llegaban a la desunión con el fin de alcanzar el
entendimiento revolucionario internacionalista entre las clases obreras), tiene verificación en una serie de
hechos.

Ucrania (un tercio de la población respecto a la Rusia europea, una novena parte del territorio). Petliura
y otros burgueses nacionales seguidos por los socialoportunistas formaban la Rada, que se opuso al gobierno
de Petrogrado, pidiendo la autodeterminación, pero no la separación. Lenin declaró como modestas tales
reivindicaciones y afirmó que no se debía «negar el pleno derecho de Ucrania a separarse libremente de
Rusia; precisamente el reconocimiento sin reservas de tal derecho y, solo eso, permitió organizar una
campaña por la libre unión de los ucranianos y de los gran rusos; por la unión voluntaria de dos pueblos en
un solo Estado». En julio hubo un acuerdo entre Petrogrado y Kiev, pero el 4 de agosto fue revocado drástica
y unilateralmente por el primer gobierno.

Finlandia (3% de la población, 4% del territorio). Permitida la Dieta basada en una constitución zarista
precedente, después de un conflicto con ella, el gobierno provisional la disolvió por la fuerza en julio de
1917. Lenin había escrito:

«Los zares han practicado una política brutal de anexiones cambiando a un pueblo por otro de acuerdo
con los monarcas (desmembramiento de Polonia; compromiso con Napoleón sobre Finlandia, etc.), así como
los terratenientes se intercambiaban los campesinos siervos de la gleba. La burguesía, convertida en
republicana practica la misma política, pero de un modo más sutil, camuflado (…) Obreros, rechazad la
política anexionista del gobierno provisional en relación con Finlandia, Curlandia y Ucrania».
Turkestán, Azerbaiyán, Kirguizistán, Kazastán, Uzbekistán, Tayikistán (territorios de Asia Central en
parte, un séptimo de la población de la Rusia europea). El gobierno provisional las administró desde el
centro con el viejo aparato burocrático de los zares, amnistió a los carniceros de las insurrecciones
nacionales, le impuso a aquellos musulmanes y mongoles la lengua rusa y la escuela rusa.
Polonia. Aquí el gobierno provisional hizo el gran gesto de publicar, en febrero de 1917, la declaración
de independencia de la Polonia rusa ¡Pero el hecho es que los alemanes lo ocupaban todo y un año antes
había proclamado la misma independencia! Donde ocupaban los territorios las tropas rusas, los burgueses y
los oportunistas impedían toda “disensión”. Polonia es el “test” clásico de la vejada cuestión nacional: su
función no comienza ni acaba aquí.

Una indicación sobre la lengua. El 29 de marzo de 1917, el gobierno provisional ruso «autoriza el
empleo de todas las lenguas y de todos los dialectos en los documentos de sociedades privadas, en las
enseñanzas impartidas en las escuelas privadas y en los libros de comercio».

La constitución de 1918 (que consagra la independencia de Finlandia, provincias persas, Armenia, y el


derecho de separación nacional) comprende entre los comisariatos centrales del pueblo, el de la enseñanza,
sanciona el derecho general a la enseñanza gratuita, pero no habla del uso de las distintas lenguas.

La constitución de 1936 (de la que debemos ocuparnos después) dice en el art. 121 que el derecho del
ciudadano a la enseñanza es “en lengua materna”. Deja el ministerio de enseñanza a las Repúblicas
federadas (que sin embargo no son monolingües). No se habla, pues, explícitamente ni de una lengua única
del Estado ni de la equivalencia jurídica de las lenguas.

Prácticamente el mismo pamphlet estaliniano sobre la lingüística, que coloca el factor lengua (ver el
informe de Trieste sobre “Raza y nación”) fuera de la determinación económico-social y de la “política”, es
la erección de un pedestal monumental a la clásica lengua rusa histórico literaria, que no es considerada
lengua de nacionalidad, sino lengua de Estado, por cuanto es plurinacional.

Concepto que en la historia se acompaña, indisolublemente, con una fase de dominio en la forma
burguesa-capitalista de producción, si Marx es Marx.

En orden a tal ciclo, y en relación a cuanto citamos de Marx en aquel informe sobre la guerra de
Crimea y el asedio a Sebastopól: Voroshilov ha glorificado en estos días, en aquella ciudad, la resistencia
heroica y patriótica en el centenario de su defensa. ¡Santa Rusia!

69 - DESPUÉS DE ABRIL HACIA LA GRAN LUCHA

El lector que ha entendido el alcance de nuestro tratado, sabe que no intentamos hacer historiografía
genérica ni narración de los hechos, que exigiría mayor uniformidad en la “densidad de la redacción”. Los
hechos, son conocidos incluso en crónicas, sin embargo en algunos detalles son algo controvertidos y
herméticos hechos: es aquí donde nos detenemos con la documentación y el análisis a fondo.

Pero a lo que tendemos es a la confrontación continua entre elaboración doctrinal realizada


anticipadamente por el partido – o también por los otros partidos – que actúan en el proceso histórico, y los
efectivos acontecimientos posteriores.

Por este motivo le hemos dado mucho espacio a la fase de abril: fase de balance teórico de partido entre
dos batallas de contenido distinto del que nos ha bastado y nos bastará bosquejar las etapas esenciales, los
choques importantes.

El partido bolchevique había realizado en gran escala una gran construcción de perspectivas históricas
en el período que va hasta 1905: introduciendo las conclusiones y previsiones relativas a Rusia en la gran
perspectiva del comunismo marxista en las batallas del proletariado de los países de raza blanca.
Un segundo balance debería ser afrontado sobre la nueva pausa, impuesta por la reacción que siguió a
1905, utilizando las enseñanzas de aquella gran lucha, hasta que no se llegó a la nueva gran crisis que atacó
al socialismo internacional con la explosión de la guerra de 1914. Una nueva batalla doctrinal tuvo lugar, en
un primer momento no tanto en el seno del socialismo ruso, que también le parece a Lenin totalmente
contrario a una guerra proclamada por el odiadísimo zar (vemos que Lenin en gran parte aquí se había
ilusionado, no pudiendo pensar que después de tanta preparación teórica y de lucha se dudase sobre tal
punto), como en los partidos de occidente, la mayor parte de los cuales se habían hundido vergonzosamente
en la traición chovinista.

Cuando en febrero de 1917, la crisis se tragó al Estado zarista ruso, todas las previsiones de la doctrina
vuelven de nuevo al bagaje de los hechos, pero los efectos trastornantes de la guerra europea y mundial se
agolparon con los del choque de clases en Rusia, y de la revolución antifeudal en la que la clase obrera debe
ocupar un puesto de combate difícil de definir, pero ciertamente en las primeras filas.

El partido que había sido el ambiente de una preparación tan rica después de febrero, aun habiendo
hecho dignamente su parte en la acción, no se encontraba a salvo de tres problemas en el planteamiento de la
fase ulterior, que hemos trazado adecuadamente. 1) Comportamiento ante la guerra. 2) Tarea del partido
proletario en el proceder de la revolución antifeudal. 3) Lucha contra el oportunismo socialdemócrata y
socialpatriota internacional.

En abril, el balance histórico se ha realizado con una amplitud de primer orden, aprovechándose de la
legalidad transitoria vigente en Rusia; el programa de acción está construido decididamente: se trata de
aplicarlo.

70 - ¿PREPARACIÓN LEGAL O BATALLA?

La cuestión puede verse bajo dos aspectos, de principio y de método, de táctica. Dos alas extremas, si
bien la dicción no sea exacta, la ven en modo exclusivo. La visión dialéctica de Lenin ve los dos tipos de
actividad y se esfuerza en colocarlos dentro de lo posible en las fases más oportunas para alcanzar el éxito.

Una posición netamente menchevique y oportunista es la de decir: El zarismo ha caído, el poder lo


mantiene una coalición, a veces encubierta, a veces pública de burgueses y de oportunistas pequeño
burgueses. Está establecido que no se puede sostener un gobierno tal en ninguna parte del programa interno
y externo: es necesario dar la consigna de que el poder pase a los Consejos obreros y campesinos. Pero ahora
que la propaganda y que la agitación son libres, y desde que la revolución democrática ha vencido, se trata
solamente de ganarse, a la luz del sol y con medios legales, a la mayoría en las organizaciones obreras y en
los Soviets. Sería peor decir: Tal agitación pacifica se debe extender más allá, incluso si se tuviese la
mayoría en los Soviets, hasta la convocatoria de la Asamblea Constituyente, para conseguir poner en minoría
la solución del gobierno de coalición con los burgueses.

Entre tanto, tal solución debe rechazarse como no revolucionaria en cuanto que no es propuesta como
referida a una fase que transcurre, más que en el sentido de admitir que, después de la liberación democrática,
el partido por programa y por principio excluye la lucha armada y la guerra civil, aun habiendo excluido
desde el ángulo opuesto un bloque parlamentario y gubernativo con los partidos burgueses. Por el contrario,
es plenamente dialéctica la respuesta de Lenin: hoy, a finales de abril, nos conviene provocar a corto plazo
una guerra civil para tomar el poder. Sin embargo, la guerra civil se tendrá, e incluso en dos hipótesis: de una
contrarrevolución zarista que tienda a derrocar al gobierno provisional, en cuyo caso lo sostendremos con las
armas (y acaeció), y en una segunda hipótesis: que, estando la lucha proletaria desarrollada hasta la
capacidad y necesidad de asumir con los Soviets todo el poder, y el gobierno provisional se resista a
entregarlo (y acaeció).
Por consiguiente, Lenin responde no a esta derecha que quiere renunciar para siempre a un lucha
armada, desde ahora en adelante, y al mismo tiempo les concede que aún no sea el momento de prender
fuego a la pólvora y sea necesario trabajar legalmente.

Otra ala opuesta a la que también se le escapa el lazo dialéctico entre teoría y método estratégico quiere
la lucha inmediata, a provocar sin dilación, y para predisponer en toda ocasión con combates preliminares.
Acaecida la revolución liberal, dicen estos compañeros, toda eventualidad de apoyo a gobiernos burgueses,
aunque estén ratificados por un parlamento, está excluida y la vía para abatirlos no es la conquista pacífica
de una mayoría, sino solo la insurrección. También esta posición es defectuosa si deviene exclusiva,
limitativa para el partido, y no solamente dice que la lucha armada es plausible y segura en tiempos futuros,
sino que afirma que en toda fase se deba pensar en esta sola, y no con una preparación pacífica.

Contra estos compañeros, Lenin debió hacer los más grandes esfuerzos para que no se atacase antes de
estar preparados, aun admitiendo plenamente que en todo movimiento espontáneo de las masa trabajadoras
el partido debiese estar presente no solo con la agitación política, sino también con la fuerza material.

Dada la extrema dificultad de individualizar el momento propicio para tan difíciles conversiones en la
actividad del partido, en momentos de tal convulsión, entre guerra en la frontera y crisis económica y social,
casi todos los compañeros se echaron después en cara ásperamente quién no había querido la lucha, quién la
había querido comprometer desencadenándola prematuramente.

Es indiscutible que, sin la poderosa preparación del debate de abril, el partido habría ido, o por el
camino de la flaqueza o por el de la exasperación, hacia la derrota y ruina seguras.

71 - LA FASE DESPUÉS DE ABRIL

Sabemos que ya antes de que la conferencia de abril se abriese, el 17, 14 días desde que Lenin había
llegado, las masas tuvieron una reacción por una provocación del gobierno. Coincidiendo la fecha con el 1
de mayo nuevo estilo, el primero postzarista, se tuvo otra coincidencia con la nota de Miliukov, ministro
Kadete de asuntos exteriores, que prometía, a petición de los aliados, la continuación de la guerra. No
obstante el grado relativo de infatuación defendista, constatado por Lenin en el pueblo ruso y en los soldados,
en contraste con las tendencias de liquidación inmediata de la guerra, se abrieron en Petrogrado y en Moscú
una serie de jornadas en las que los trabajadores exigieron la cabeza de Miliukov con manifestaciones
armadas, reclamando la paz y su dimisión, concedida algunos días después. Pero las masas no fueron más
allá de las manifestaciones, y el partido estaba todavía ocupado en liquidar sus dudas.

Fue el 17 de mayo, o sea el 4 de mayo del viejo estilo, después de la clausura el 12 de mayo (29 de abril)
de la conferencia, cuando llegó Trotsky a Petrogrado (acogido con entusiasmo incluso como antiguo
presidente de 1905) y dio un discurso en el Soviet en el que se declaró (no pertenecía aún al partido
bolchevique) plenamente de acuerdo con la directriz política de Lenin.

En las jornadas de abril algunos bolcheviques habían propuesto lanzar la consigna de derrocar al
gobierno, pero el partido los reprendió oponiéndose. Trotsky afirma aquí que Stalin suscribió con dos
conciliadores el telegrama que invitaba a los trabajadores y marinos de Kronstadt a suspender la acción anti-
miliukov. Entre tanto, a primeros de mayo Miliukov y Gutov dimitían como ministros, y en la coalición
entraban los mencheviques y los socialrevolucionarios.

Después del 12 de mayo, clausura de la conferencia, y hasta la convocatoria del I Congreso de los
Soviets del 3/16 de junio de 1917, los bolcheviques desarrollaron el trabajo de propaganda, organización y
penetración expuesto en la conferencia.
Mientras tanto los oportunistas avanzaban por el camino previsto por Lenin. Antes de abril el comité
ejecutivo del Soviet, controlado por ellos, estaba casi emparejado en número de favorables y contrarios para
entrar en el gobierno. Después de aquella primera crisis de calle, 34 delegados contra 19 se declararon de
acuerdo con los burgueses. A juicio de Lenin, era la pequeña burguesía, que reculaba ante la amenaza de una
nueva fase revolucionaria, entregándole a los capitalistas todas las posiciones. El 6/19 de mayo fue
anunciada la lista del nuevo gobierno, presidido por el burgués Lvov, con Kerensky y los otros nombrados
más arriba: burgueses y oportunistas habían establecido el pacto de acero.

Como estaba previsto, este gobierno fue importante también en el sentido reformista y los tímidos
pasos de los “socialistas” enseguida fueron bloqueados, con lo que en las masas de la ciudad y de los campos
aumentó la contrariedad hacia el gobierno y hacia los dirigentes del soviet en aquel momento.

72 - LA LUCHA EN LOS CAMPOS

Rebullía la lucha de los campesinos por tomar, de un modo u otro, la tierra de los grandes propietarios,
y uno de los objetivos de la coalición era la de desviar este fermento amenazante con conquistas pacificas. El
ministro de agricultura, Chernov, hizo tentativas para poner en práctica el torcido programa teórico de
reparto de los socialistas revolucionarios. El acogió la reivindicación de las zonas rurales que denunciaba las
tentativas de los agrarios de salvarse de la expoliación con ventas fraccionadas a testaferros y a campesinos
ricos y medios: adoptó la medida de suspender, con una orden legal a los notarios, todos los contratos de
compraventa de tierras.

Contra esta extraña medida, en contraste teórico con el mismo programa de una gran revolución
burguesa, que como en Francia en 1789, hiciese “de la tierra un artículo de comercio”, se levantaron
indignados los grandes terratenientes, pretendiendo que Chernov retirase su disposición. Miserablemente,
este individuo primero la redujo a la nada, precisando que no estaba prohibida la transmisión de los derecho
hipotecarios, y finalmente, todavía más vilmente autorizó la reanudación de todas las contrataciones
conformes “con la ley”, bajo pretexto de que solo la futura constituyente habría podido legislar de manera
distinta. Este era el miserable fin de lo que había dicho el “ministro de los mujiks”.

Aquí se volvía a confirmar la visión exacta de los bolcheviques que proponían que sin esperar la
constituyente y sin más dilación fuese declarada la tierra propiedad del Estado, entregándole la posesión
material inmediata a los consejos locales de los campesinos para la gestión colectiva o con distribuciones
transitorias de lotes a las familias cultivadoras.

73 - LAS REIVINDICACIONES DE LOS OBREROS URBANOS

Al mismo tiempo, en las ciudades, la escasez de recursos y de alimentos agitaba a los obreros que
invocaban aumentos de salarios. Durante meses y meses el gobierno no tocó esta tecla escabrosa, no tuvo un
ministro de trabajo, mientras el progresista Konovalov estaba en el de industria. Finalmente se dedicó a la
cuestión al menchevique Skobelev, pero con el único fin de nombrar en la autodenominada conferencia
oficiosa de la Duma una comisión dividida en subcomisiones y secciones privadas de cualquier autoridad,
que dieron marcha atrás al oir a los empresarios decir que todo aumento del gasto habría parado la máquina
productiva o inducido a aumentos enormes de precios. En torno a un millón de obreros industriales se
pusieron en movimiento en las fábricas, poco satisfechos con los vagos comités de empresa que el nuevo
régimen había reconocido titubeando.
Hasta principios de junio el gobierno no trató más que en comisiones y con declaraciones teóricas la
cuestión de una política económica del Estado, de su control sobre las fábricas y de las perspectivas de la
estatalización de las más grandes, que veía poco favorablemente por cuanto… ¡que dada la penuria de
medios no se podía pasar al socialismo! Empeoraron las condiciones de aprovisionamiento, las colas de las
mujeres de los obreros duraban jornadas enteras, y en los grandes y medianos centros la ola de descontento
subía imparable.

En cuanto al ejército, mientras el gobierno tramaba una reanudación de la lucha militar con el apoyo de
las potencias de la Entente, aun temiendo las consecuencias – que luego vinieron – del desencadenarse
ofensivas libres y sin freno en el frente; crecía en los soldados el rechazo a la continuación de la guerra y en
los regimientos se producían agitaciones y se organizaban Consejos, orientados cada vez más hacia la
tendencia bolchevique.

En este turbio cuadro social se abría, para otro gran choque político, todavía bajo formas incruentas, el
Primer Congreso de los Soviets de toda Rusia.

Con la revigorizada fracción bolchevique, Lenin, al igual que había llevado la fuerza de las exigencias
revolucionarias en las sesiones del partido, se aprestaba a llevarla a las sesiones de toda la clase trabajadora.
Fue un choque memorable.

74 - EL PRIMER CONGRESO PANRUSO DE LOS SOVIETS

El congreso se abrió el 3/16 de junio de 1917 y se prolongó hasta el 24 de junio/7 de julio, con amplias
discusiones que por el momento dejaron la situación como la habían encontrado. Pero con aquel congreso se
cerró la fase de preparación legal del partido bolchevique, de agitación sobre la plataforma establecida por
las Tesis de Abril, y se abrió la nueva fase, o sea, no el pasaje del partido al ataque insurreccional, sino el
ataque contra él de la contrarrevolución, el fin de la utilización de las libertades públicas, el retorno forzado
“al subsuelo”, o sea, aquella acción ilegal a la que el partido estaba muy aferrado.

En el poder, como sabemos, estaba el gobierno de la coalición establecida el 6/19 de mayo entre los
burgueses y los socialoportunistas: Lvov presidente, otros diez ministros entre octubristas y kadetes (los
“diez ministros capitalistas”), los mencheviques Tsereteli y Skobelek, los socialrevolucionarios y afines,
Kerensky, Pereverzev, Chernov y Peschekhonov. Kerensky, alma donada por los aliados de occidente,
estaba en el ministerio de guerra: el partido socialrevolucionario era en aquellos momentos el más influyente
numéricamente en Rusia.

Tres meses transcurren entre la llegada de Lenin y la lucha de julio: el rearme del partido fue válido: en
el lado teórico con la precisa definición de los objetivos, en el táctico con la directriz de realizar por el
momento una acción de organización, propaganda y agitación entre las masas.

De esta fase se deriva la tradición, a la que luego se le dio demasiado bombo, de una “receta” especial
que la “bolchevización” le otorgaría a las masas para dar la voz de alarma cuando duermen, con un trabajo
tenaz, incansable, etc., como en una abusada y demagógica campaña. Tal receta será empleada durante todo
el período estalinista de modo hipócrita y filisteo para cerrarle la boca a quien, por el contrario, veía como la
verdadera tradición era traicionada baja e impunemente. Por el contrario, se trató de una actitud particular
para valorar el traspaso histórico, previsto y esperado, de la larga preparación teórica, y no de un expediente
de charlatanes para invertir siempre y en todas partes situaciones estancadas. Hoy nosotros sufrimos un
estancamiento desde hace treinta años, entonces la situación mutaba cada dos semanas. En todo momento,
no es posible ir a las “grandes masas”, sino solo en aquel en el que ellas están en movimiento hacia la
revolución: momento que se comprende, no se provoca.

Aquellos tres meses no fueron, en aquel específico momento y lugar, ciertamente arrojados al vacío. El
Comité Central de abril había resumido así las tareas:

«1) Explicación de la línea y de la directriz proletaria para poner fin a la guerra. 2) Crítica de la política
pequeño burguesa de confianza y de apoyo al gobierno de los capitalistas. 3) Propaganda y agitación de
grupo a grupo en cada regimiento, en cada empresa, particularmente en el seno de las masas atrasadas de los
criados, braceros, etc. [Este texto no está escrito por Lenin, o está mal traducido, ya que mezcla a los criados
de la ciudad y del campo, que son la versión empeorada del siervo ruso de la gleba, con los obreros agrícolas
puros; N.D.R.], puesto que sobre todo en ellos ha intentado apoyarse la burguesía en los días de la crisis. 4)
Organización, organización y una vez más organización del proletariado en cada centro de trabajo, en cada
barriada y en cada cuartel».
Esta es una lección histórica de primer orden en el estudio de los procesos revolucionarios; no es una
filosofía eterna ni desligada de la organización, forma histórica en la cual lo importante está en su contenido,
y que no es automáticamente revolucionaria, pudiendo también ser lo contrario. Sigamos en los hechos el
juego ardiente de las fuerzas sociales.

En la vigilia del congreso, los bolcheviques midieron varias veces el grado de su preparación: en la
Conferencia de los comités de fábrica y de centros de trabajo que tuvo lugar del 30 de mayo al 3 de junio
(12-16 de junio, nuevo estilo), en la que tres cuartas partes de los delegados aceptaron la línea bolchevique
de Lenin – bien ilustrada por la “Resolución sobre las medidas de lucha contra la ruina económica” – en la
conferencia de las organizaciones militares bolcheviques mantenida durante el congreso panruso entre los
soldados, y en otras ocasiones y manifestaciones. Los sindicatos obreros habían crecido, en aquel período, a
130 de nueva constitución en la capital y a 2.000 en toda Rusia.

75 - ALINEAMIENTO EN EL CONGRESO

El Congreso panruso, abierto el 3/16 de junio bajo la dirección de los dirigentes oportunistas del
gobierno y del Soviet de la capital, constaba de algo más de mil delegados, pero solo 822 tenían voto
deliberativo. De estos, 285 eran socialistas revolucionarios, 248 mencheviques, que, seguidos por varias
pequeñas fracciones, disponían de la mayoría aplastante. Los bolcheviques no eran más que 105. En el
Congreso estaban representados 305 Soviets locales unificados de diputados campesinos y soldados de toda
Rusia; 53 Soviets regionales y provinciales; 21 organizaciones del ejército activo; 8 de la reserva; 5 de la
marina de guerra. Era la disposición de una fuerza colosal encuadrada y armada: se mostró totalmente
impotente.

La sólida fracción bolchevique no tenía en aquel congreso ni el propósito de alcanzar la mayoría, ni el


de atacar al congreso desde fuera cuando este le hubiese rechazado las propuestas. El objetivo de aquel
momento solo era el de proclamar en un campo más amplio el programa revolucionario, hecho propio en
abril por el partido.

En la presidencia se sentaban por los bolcheviques, Kamenev, Zinoviev, Noghin y Krilenko. Oradores
principales fueron Lenin, Zinoviev y Kamenev. Pero el trabajo de la fracción fue dirigido silenciosamente
por dos organizadores de envergadura: Stalin y Sverdlov, que nunca fueron a la tribuna. Trotsky no estaba
todavía en el partido bolchevique. Es justo cuando pone de relieve que si Sverdlov no hubiese muerto, muy
pronto habría asumido él, muy cercano a Lenin, las funciones de secretario organizativo del partido.
De cualquier manera, los bolcheviques, que como los hechos ya demostraron, controlaban a las masas
de la capital, Petrogrado y habrían podido presionar desde el exterior sobre el congreso, por última vez
condujeron una gran batalla de palabras y de ideas, en un terreno neutro, que fue una declaración de guerra
cercana tanto para la burguesía como para los oportunistas, aún empeñados en repartirse la herencia del
zarismo.

La cuestión primaria era la de la actitud hacia el gobierno provisional. Socialrevolucionarios y


mencheviques sostuvieron, en el congreso panruso, la posición que habían hecho prevalecer hasta entonces
en el Soviet de Petrogrado: dejar el poder gubernativo al gobierno de coalición, formado fuera de los soviets,
en el seno del equivoco comité que pretendía haber obtenido su legitimidad en la vieja Duma “elegida” bajo
el zar. Y mientras tanto dejar todo hasta la Asamblea Constituyente que debía elegirse “como en los países
liberales y civilizados”.

Tsereteli, uno de los oradores más locuaces, repitió por enésima vez:

«En el momento actual, no hay en Rusia ningún partido político que diga: dadnos el poder,
abandonadlo, nosotros ocuparemos vuestro puesto. Un partido tal, en Rusia no existe”. El viejo rector estaba
seguro de su efecto y de su platea, pero una voz – era la de Lenin – le respondió desde uno de los bancos de
delegados: “¡ESTE PARTIDO EXISTE!»
Entre murmullos y comentarios atónitos Lenin salió a la tribuna:
«El, Tsereteli, ha dicho que en Rusia no hay un partido político que se declare dispuesto a tomar todo
el poder en sus manos. Yo respondo: ¡Existe! Ningún partido puede rechazar hacer esto, y el nuestro no lo
rechaza: ¡Esta dispuesto, en todo momento, a tomar todo el poder en sus manos!»

76 - LAS INTERVENCIONES DE LENIN

Esta narración será un poco novelesca, quizás, pero nosotros tenemos en las Opere de Lenin dos textos:
el del discurso que dio precisamente el 4 de junio sobre la cuestión de la actitud hacia el gobierno, y el de la
resolución propuesta sobre la ardiente cuestión agraria.

En el discurso (¿acta oficial del Soviet no bolchevique?) figura la respuesta a la frase citada de Tsereteli:
evidentemente, Lenin retoma el desafío lanzando precedentemente, y la declaración de estar preparados para
tomar el poder. Y sigue entre paréntesis: (aplausos, risas). De hecho, el congreso en parte aplaudía la abierta
declaración; los personajes influyentes, pobre gente, aparentaron desgañitarse de risa: eran los que en abril
habían sentenciado: ¡Lenin se quedará sólo, mientras que nosotros estaremos a la cabeza de la revolución!

La primera tarea del movimiento marxista, organización declarada para prever la historia, es la de
confrontar incansablemente los hechos con las previsiones de aquellos grandes hombres que nos tratan como
visionarios. Y eso hacemos.

Antes de citar los pasajes que convirtieron en ácida la risa de Tsereteli, subrayamos un instante este
hecho histórico: el partido no esconde JAMAS que esta construido para mantener, él sólo, el poder.

Poned atención: en el momento en que Lenin, que era considerado tácticamente – por quien no ha
comprendido nunca nada – un imprevisible equilibrista sin escrúpulos, un acróbata de doble juego, asesta
con absoluta calma esa cuchillada, la situación era esta: no se trata de construir la sociedad socialista, de
poner en práctica el programa socialista; no se trata tampoco de amenazar para mañana con la acción en la
calle, con la violencia insurreccional, lanzar desde la tribuna la consigna a las masas; todavía se habla de
usar las facultades legales de propaganda; no se dice – eso se dirá, y, como veremos, doctrinalmente se
teoriza desde ese momento – que quedándose en minoría se buscará la manera de echar fuera a empujones a
la mayoría; no se exige al Soviet asumir inmediatamente el poder, bajo pena de boicotearlo. Nada de todo
esto, pero, ante los dioses infernales, aun sin anunciar ni amenazar con la revolución a las puertas, se
proclama muy alto que el partido de la clase trabajadora existe para conseguir este único objetivo: tomar el
poder, y no, aunque sea en la fase más desfavorable para él, para participar en él con el fin de regir lo que
otros han administrado.

Valga esto para los “aprendices” de Lenin, que dicen que han aprendido de él la ductilidad que las
putas aprenden de la alcahueta, y que dicen (hoy, en 1955) que su partido no tiene más objetivo que el bien
de la nación, y que para tal fin da igual quien lo gobierne. ¡Cerdos!

77 - LA POSICIÓN BOLCHEVIQUE

Lenin habla en un ambiente hostil, y es exacto el episodio que se narra a continuación de esta cita.

«El presidente: Su tiempo ha terminado.

«Lenin. En medio minuto acabo… (Ruidos, gritos, invitaciones a continuar, protestas, aplausos).

«El presidente. Comunico al Congreso que la presidencia propone prolongar el tiempo concedido al orador
¿Quién está en contra? – (La mayoría es favorable)».

El discurso terminará “entre los aplausos de una parte de la asamblea”.

Lenin comenzó preguntando: ¿Qué tipo de institución es esta asamblea? ¿Podéis decir vosotros que
existe en cualquier otro país del mundo? No. Y entonces la cuestión es esta: o un gobierno burgués como en
todo los países actuales, o esta institución a la que hoy se apela para que decida sobre el poder. Ahora bien,
esta nueva institución es un gobierno, del que solo se encuentran ejemplos en la historia de los más grandes
lances revolucionarios, como el de 1905 en Rusia, y el de 1792 y 1871 en Francia.

La conclusión de Lenin nos es familiar: es una conclusión contra la coexistencia. Gobierno burgués de
tipo parlamentario y Soviet no pueden coexistir: por consiguiente, o se suprime el primero, o el segundo será
derrotado por la contrarrevolución y como mucho naufragará en el ridículo.

Conforme con esta doctrina (grita Lenin, ¡no digáis que solo se trata de una cuestión teórica!) hemos
presentado siempre, desde entonces hasta hoy, como fanfarrones a todos los que, sin ningún movimiento y
estando claramente en pie el gobierno parlamentario burgués, querían “fundar en Italia los Soviets”.

Todos la tienen tomada con construir, edificar, fundar ¡El animus burgués de la empresa de
construcción! ¡Somos revolucionarios porque aspiramos solo a abatir, demoler y destrozar!

Pero queremos detenernos sobre la conocidísima afirmación de que una institución de gobierno que
surge de las masas explotadas se tuvo no solo en la Rusia de 1905 y en la Comuna de París, sino además “en
la Francia de 1792”.

Esta es una tesis de Marx y Lenin fundadísima. La revolución francesa de 1789-1793, fue una
revolución burguesa, o sea, estuvo determinada por la presión del modo de producción capitalista que debía
sustituir al feudal; no podía haber otra perspectiva social que el pasaje del privilegio económico y del poder
político de la nobleza feudal a la gran burguesía. Pero el choque se manifestó como choque de las masas
pobres de la ciudad y del campo contra el antiguo régimen y sus defensas: y es precisamente de una
revolución históricamente a caballo entre el feudalismo y el capitalismo donde queda bien dicho revolución
verdaderamente popular. Fue una revolución de clase para la burguesía, pero no de la burguesía, que hizo
combatir a los pobres, y a los medios de inteligencia. Verdadera revolución de clase y no del pueblo será la
nuestra, porque el proletariado hará la revolución por si mismo, y más todavía para destruir a todas las clases;
la hará la misma clase obrera, y ella sola.

En Rusia, en 1917, entre febrero y octubre no tenemos el problema histórico de la revolución entre
capitalismo y socialismo, sino todavía el de la revolución entre feudalismo y capitalismo. solo que en el
lejano 1792 se trataba de la segunda revolución burguesa, y el pueblo pobre podía combatir pero no gobernar;
en el reciente 1917, se trataba de la… penúltima revolución burguesa, y el proletariado, ya presente, debió
combatir con el pueblo y gobernar con él – en hegemonía sobre él.

78 - LAS REVOLUCIONES “POPULARES”

No nos extenderemos ahora con citas de Marx y de Lenin a propósito de un dualismo de poder en la
revolución antifeudal que ya se reveló en la revolución francesa del siglo XVIII (y podemos decir también en
la inglesa del XVII, en tiempos de Cromwell y después de los Orange) y que acabó en ambos casos con la
derrota del poder “poder embrional del pueblo” y el triunfo de la clase poseedora minoritaria de los
fabricantes, banqueros y terratenientes burgueses. En este sentido se ve contrapuesta al primer Parlamento, a
los Estados Generales, de 1789, la Convención extremista de 1793, que expresaba el ardor revolucionario de
los sanscullottes urbanos y de los incendiarios siervos liberados de los campos, cayendo en el Termidor bajo
el poder gran-burgués, como mucho tiempo después debía caer la comuna bajo la esbirros de Thiers.

Dejando este análisis daremos un pasaje de Lenin que confirma como la Revolución rusa era en su
conjunto una revolución burguesa, y como esta se desarrollo como “verdaderamente popular” – lo que no
contradice la tesis de que venció en Octubre como revolución política socialista, y dirigida al desarrollo
social anticapitalista, aun siendo, al final del ciclo revolucionario e internacionalista seguida de la derrota de
los comunistas europeos, volviendo a encerrarse – no menos que la francesa de 1793 – en el gran traspaso
feudalismo-capitalismo. Este es el pasaje de El Estado y la revolución:

«Si tomamos por ejemplo las revoluciones del s. XX, es necesario reconocer claramente que las
revoluciones turca y portuguesa fueron revoluciones burguesas. Pero ni la una ni la otra fueron populares,
puesto que la masa del pueblo, su inmensa mayoría, no intervino de modo activo e independiente, con
reivindicaciones económicas y políticas propias, ni en la una ni en la otra de estas dos revoluciones. La
revolución burguesa rusa de 1905-1907 [Lenin escribe entre febrero y octubre, precisamente en el momento
de aquel congreso de junio, y aquí denuncia a Tsereteli por haber presentado su candidatura, pocos días
después del discurso que estamos tratando, con la tarea de fusilador de los bolcheviques] ha sido por el
contrario y sin duda una revolución verdaderamente popular [frase tomada de Marx y Engels, que sin pausa
denunciaron la falta de este traspaso histórico en la Alemania burguesa] ya que la masa del pueblo, su
mayoría, sus estratos sociales inferiores más profundos, oprimidos por el yugo y por la explotación, se han
sublevado de modo independiente y han imprimido sobre todo el curso de la revolución el sello de sus
exigencias, de sus tentativas [aquí, imaginad una cursiva puesto por nosotros en la profética palabra] de
construir de un modo propio una nueva sociedad en el lugar de la antigua que ellos destruían».

Aquí queda claro, que entre las revoluciones burguesas, la rusa ha sido exquisitamente popular, y que
Lenin ha dirigido una revolución popular en el curso de 1917, dándose cuenta perfectamente de ello. En todo
esto ha marchado por el camino de la revolución anticapitalista europea, en una Europa en la que ya no se
verificaba la condición de 1871, «en la que en el continente, en ninguno de los Estados el proletariado no
constituía la mayoría del pueblo», como dice rápidamente a continuación de aquel párrafo.
Pero el vil y traidor es quien dice que precisamente Lenin ha trazado una nueva vía de la revolución de
clase en Europa, degradándola a “verdaderamente popular”: allí donde esta era una promoción auténtica
para una revolución capitalista-burguesa naciente, como en Rusia, desde el feudalismo histórico.

Si hubiera tenido lugar tal revolución, que Lenin no vio, la revolución rusa no habría descendido de
popular a capitalista, sino que habría saltado verdaderamente de popular a proletaria clasista y comunista.
Así fue.

Pero volvamos al I Congreso de los Soviets.

79 - LA “DEMOCRACIA REVOLUCIONARIA”

Lenin escarnece la manía de esta frase pomposa en los oportunistas. No abandona su vía de veinte años
(como inventa el estalinismo) y efectivamente no niega el proponer solo una dictadura del proletariado y de
los campesinos pobres en la revolución democrática. Sois vosotros, dice, quienes no debéis hablar de
democracia revolucionaria, sino de “democracia reformista con un gobierno capitalista”. Y es aquí donde el
orador se dirige a aquel, al que por cierto no llama compañero, sino “ciudadano ministro de Correos y
Telégrafos” y le da la respuesta que suscitó en los oportunistas las risotadas ya señaladas.

«Podéis reìr os cuanto queráis, pero si el ciudadano ministro nos sitúa también a nosotros más allá que
a un partido de derechas [¡oh, que viejo recurso de los renegados!] frente a esta cuestión (del poder) recibirá
la respuesta que se merece. Mientras que exista la libertad, mientras que la amenaza de detención y de
deportación a Siberia – proferidas por los contrarrevolucionarios con los cuales nuestros ministros cuasi-
socialistas se hallan todos unidos en un mismo bando – no son más que amenazas, todo partido en un
momento similar dice: dadnos vuestra confianza y nosotros os expondremos nuestro programa (…) Nuestra
conferencia del 24 de abril ha expuesto este programa (…) Trataré de darle al ciudadano ministro una
explicación 'popular'».
Lenin prosigue con la exposición de las ideas y de las propuestas de abril. El gobierno quiere que la
guerra continúe, porque tal es el interés de los capitalistas rusos y extranjeros, y es un gobierno de la misma
clase.

Pero la confutación de Tsereteli sobre el derecho de los partidos en régimen de libertad tuvo un gran
sabor dialéctico y polémico. Desgraciadamente, Lenin no ha podido volver a ver los volúmenes de sus
Obras… Lenin preveía que era cuestión de días la puesta fuera de la ley de los bolcheviques, que eran los
únicos enemigos de la coalición con los burgueses, es decir, de la servidumbre a los burgueses.

Lenin contrapone las dos alternativas: Si, para evitar que el proletariado, y nuestro partido, lleguen al
poder, tomáis contra nosotros y contra nuestras posibilidades de agitación en las elecciones a los Soviets, en
la prensa, etc, medidas represivas, esto mostrará claramente que nuestra tesis es justa. Pero si afirmáis que la
libertad democrática ha triunfado con vosotros ¿entonces, por qué, después de la consulta a las clase
trabajadoras en el seno de una democracia revolucionaria, pretendéis que la asamblea de los soviets respete
por principio el poder de un centro ajeno a ella misma, preconstituido? Invitáis a los trabajadores a elegir
delegados mencheviques y socialrevolucionarios, les invitáis a seguir a estos partidos que se dicen socialistas
¿Pero con que lógica, si tales partidos afirman por principio no querer llegar al poder?

Esta clara y tajante argumentación tiende a realizar la serie de resultados: solo los Soviets deben
mantener el poder y formar el gobierno. Pero para que esto sea posible es necesario que en los Soviets no
prevalezcan los partidos que se dicen obreros, mientras proponen a la clase obrera que renuncie de partida a
toda eventualidad del poder.
80 - LAS MEDIDAS DE POLÍTICA ECONÓMICA

Con el discurso de Lenin también se pone en claro la cuestión de las medidas practicas anticapitalistas
que el gobierno de coalición es impotente para tomar. Los oportunistas aquí se defienden con la
acostumbrada música: la situación económica es grave, Rusia es pobre y además empobrecida por la guerra.
Exigir medidas contra la gran industria significa pretender “instaurar” el socialismo; ellos se dicen
socialistas, pero objetan, muy fuera de lugar, que el socialismo llega solo sobre la base de un desarrollo
capitalista. Lenin explica que no se trata de esto, sino solo de ir hacia delante en el sentido de los intereses de
los trabajadores, en contra de los burgueses. Nosotros, en abril, hemos pedido solo la verificación, dice
Lenin, de los beneficios del 500 y 800% de los industriales de guerra, como medio para meter en la cárcel a
algunos durante un tiempo, de modo que revelen todo, y mediante el control de los obreros revolucionarios
en la empresa. Esto no es socialismo.

Seguimos estando en el mismo punto de la polémica. Son una serie de pasos en la dirección de la lucha
de nuestra clase, también posibles cuando no se pueda instaurar el socialismo, que como punto de llegada
está fuera de la revolución en Rusia, pero debe seguir siendo el objetivo de la clase y del partido. Se trata,
pues, del control obrero, de la cartelización obligatoria, o sea, de la constitución de sindicatos industriales
controlados por el Estado. Esto lo hacen también los gobiernos burgueses [en Italia los diversos IRI, INI en
España], pero con el fin de acrecentar los beneficios capitalistas con dinero del Estado: la revolución debe
hacerlo para confiscar parte de los beneficios. Y finalmente, pero solo más tarde, los bolcheviques
propondrán la estatalización de las fábricas.

Desde 1918, y en 1921, Lenin explicará que no se trata, ni siquiera con la expropiación sin
indemnización, de socialismo, sino de subir al peldaño del capitalismo de Estado, que está en el camino
hacia el socialismo.

Pero plantead la cuestión como relación concreta de fuerzas políticas. El partido revolucionario lanza la
consigna: las fábricas de la industria bélica, pesada, al Estado, para reforzar la forma armada del Estado
mismo y el poder político de la clase obrera. ¡Los oportunistas se oponen, porque no quieren quitarle a los
capitalistas ni el beneficio ni el poder, y asumen que no estando maduro el socialismo no es el momento de
estatalizar los grandes medios de producción! La respuesta correcta es doble: estatalización industrial y
capitalismo de Estado, y no todavía socialismo (ni siquiera en el sentido de fase inferior del comunismo).
Pero negar esta medida y defenderla encierra al mismo tiempo un acto de lucha contra el socialismo y por el
socialismo, lucha esta última que el proletariado dirige aun sabiendo que va a administrar el poder, aunque
todavía en forma democrática, de una sociedad burguesa.

81 - EL CONGRESO RETROCEDE

Lenin concluirá diciendo que la revolución no puede detenerse: debe dar todos aquellos pasos reales
hacia adelante, o debe ceder a la contrarrevolución si retrocede. Pero el momento no está todavía maduro y
este primer Congreso retrocede, vota por Tsereteli y por Chernov. Sin embargo, antes los bolcheviques ya
habrán hecho la plena demostración de que el gobierno quiere y conduce una guerra de victorias imperiales,
y prepara ruinosas ofensivas militares, que no defiende los derechos de los obreros de las ciudades contra las
perrerías de los patronos, que engaña a los campesinos deteniendo toda reforma hasta la decisión de la
Asamblea Constituyente.
A este propósito, por enésima vez, es poderosa la redacción de la resolución sobre la cuestión agraria
de Lenin, en el proyecto redactado por él para el I Congreso de los diputados campesinos de toda Rusia, el
17 de mayo - 10 de junio, o 4-28 de mayo, al viejo estilo.

Las fórmulas económico-sociales son muy conocidas y estrictamente marxistas:

«Es necesario alentar la transformación de toda gran propiedad terrateniente en empresa modelo,
cultivando la tierra en común, con los mejores instrumentos, y bajo la dirección de agrónomos y según las
decisiones de los Soviets de los diputados obreros agrícolas».
Más que nunca el reparto populista y la propiedad parcelaria son condenadas fieramente.

Pero el punto políticamente interesante es el n° 2.

«Los campesinos deben tomar inmediatamente en gestión toda la tierra, de modo organizado (…) sin
que esto prejuzgue la decisión definitiva de la Asamblea Constituyente – o del Consejo de los Soviets de
toda Rusia, si el pueblo le da a tal Consejo el poder estatal central – sobre el régimen agrario».
La dicción indica aquí con igual potencia las posiciones de principio y de doctrina y de una perspectiva
histórica consistentemente trazada.

Los Soviets, si no desaparecen, y cumplen todos sus otros objetivos, junto al de apropiarse
colectivamente la tierra de los grandes terratenientes, evitando la fragmentación, ciertamente llegarán al
punto de tomar el poder central del Estado, eliminando al Gobierno provisional. Una vez eliminado este, no
hay necesidad de Asamblea Constituyente: serán “constituyentes” en materia agraria y en todo lo demás los
Soviets en el Consejo Central Supremo. ¡Aquí leemos ya la condena, que les pareció – a los necios –
repliegue improvisado al no haber obtenido la mayoría de la Asamblea Constituyente futura que fue
liquidada sin contemplaciones apenas nacida!

Ninguna forma constitucional y organizativa en sí misma y por virtud propia puede hacer milagros.

Este congreso oportunista y temeroso del poder capitalista fue la prueba: enseguida oiremos a Lenin
pronunciar otra condena muy distinta; y decir que la fórmula: el poder a los Soviets se mantiene hasta que
los Soviets se mueven como fuerza de clase: de otro modo, la fórmula se cambia, como sucedió: la clase y su
partido pueden, si es necesario, tomar el poder sin los Soviets y contra su mayoría. Ni la envoltura de la
democracia parlamentaria, ni el particularmente inestable y fugaz de la “democracia revolucionaria” tiene el
derecho de arrogarse la exclusiva de la revolución: esta podrá pasar también sin y en contra de tales formas,
aún si es, como es, una revolución antifeudal, y está conducida como anticapitalista en un sentido
“potencial”, pero no aun en “actual”.

Durante y después del Congreso los acontecimientos apremian.

82 - LAS LUCHAS DE JUNIO

Durante el Congreso, que estaban muy seguro de controlar hasta el fondo, los partidos menchevique y
eserista habían preparado una manifestación en honor a los caídos por la revolución, fijándola para el 12 de
junio. Comenzando a estremecerse debido al estado de ánimo del proletariado de Petrogrado, dudaron y
acabaron por retrasarla al 18 de junio (1 de julio). Pero en ese día, por fatal coincidencia, debía ser
desencadenada la nueva ofensiva en el frente alemán, que el semidemente Kerensky había fomentado, y
cuyos planes, preparados desde hacía tiempo, eran los mismos de febrero, del Estado Mayor General zarista,
con la complicidad de una serie de generales contrarrevolucionarios, que después serán famosos, como
Kornilov y Denikin.

La demostración de junio consiguió lo contrario de lo que los intrigantes del Congreso esperaban. Los
obreros de Petrogrado se lanzaron a las plazas con banderas, carteles y gritos infernales que recogían
totalmente las consignas del partido bolchevique: “¡Todo el poder a los Soviets!” - “¡Abajo los diez
ministros capitalistas!” - “Pan, Paz, y Libertad” - “Control obrero de la producción” y similares. Aunque ya
antes del día 12, en el Congreso se hubiese arremetido por parte de Dan y Tsereteli contra los bolcheviques,
acusándoles de complot contrarrevolucionario y saboteador de la revolución, la manifestación del 18 de
junio, veía movilizados pacíficamente a medio millón de ciudadanos de Petrogrado y de los centros vecinos.
Los poquísimos grupos con lemas de confianza hacia el Gobierno provisional fueron escarnecidos y
dispersados por los mismos manifestantes, y grave fue el miedo de los oportunistas. Los periódicos
mencheviques tuvieron para escribir cosas de este género:

«La manifestación del 18 de junio se ha transformado en manifestación de desconfianza hacia el


Gobierno Provisional. Exteriormente producía una impresión deplorable. Parecía que el Petrogrado
revolucionario se hubiese separado del congreso de los Soviets de toda Rusia… Algunos días antes este
había votado su confianza en el gobierno. El 18 todo el Petrogrado revolucionario parecía expresarles una
neta desconfianza».
En esta ocasión, los bolcheviques de hecho no tenían el objetivo de un choque armado, y contuvieron el
movimiento en los límites de una manifestación imponente, pero tranquila. Pero mientras tanto los
acontecimientos se precipitaban: los oportunistas preparaban planes de represión, de los que se habían
jactado públicamente en el congreso, los soldados bramaban por las noticias de sucesivos envíos de
formaciones hacia el frente, y los trabajadores de Petrogrado, entre los que no pocos compañeros
bolcheviques se impacientaban, comenzaban a preguntarse si no era mejor atacar con todas las fuerzas al
gobierno e intentar su abatimiento.

83 - LA SITUACIÓN CAMBIA

En efecto, estamos en un momento histórico, en uno de aquellos vuelcos que habitualmente son
invocados para pretender una revisión total y una inversión completa no solo de las disposiciones tácticas de
acción, sino también, con grave error y daño, para elaborar toda una nueva visión de la perspectiva histórica
y de la valoración doctrinal seguida hasta entonces por el partido, y es en estos momentos especiales cuando
explotan las crisis de la infección oportunista.

La fuerza del partido bolchevique, como a la luz de los hechos vamos demostrando aquí, para
desmentir la pésima, falsa y traidora utilización de estas célebres y grandiosas experiencias, por el contrario
hubo de trasladar con magnífica seguridad el frente de su formación y los medios prácticos de combate, pero
sin extraviarse jamás de la línea sólidamente ininterrumpida de su teorización y previsión sobre el curso de
la revolución en Rusia. En verdad, en todos estos momentos especiales, ahora fulano, luego mengano, ahora
tal tendencia luego la otra, no evitarán la crisis, y esto difícilmente era evitable, pero casi siempre el partido
como unidad superior a los individuos tomó y mantuvo la vía justa.

No es ni siquiera justo atribuir este resultado excepcional y favorable de la lucha histórica más
memorable que hasta aquí haya registrado el movimiento obrero a la presencia del hombre genial que
aparece solo cada quinientos años, como Zinoviev dejo caer una vez. Lenin mismo ha probado y declarado
que el resultado útil se debía a una constante observancia, durante largos años, de los principios del partido,
a la utilización coherente del camino del movimiento proletario en un largo curso y en todas las naciones, a
la rigurosa confrontación de los hechos presentes con las leyes del devenir histórico en todas las fases
pasadas, elaboradas por nuestra teoría revolucionaria. Voluntad, tenacidad, coraje y dominio de sí mismo
ante los momentos terribles los demostraron centenares y millares de compañeros y de proletarios.

El Congreso de los Soviets se cerró después de las interminables y a veces vacías discusiones el 24 de
junio/ 7 de julio de 1917: en los veinte días de sus estériles trabajos todo ha cambiado.

Después de la manifestación del 18 de junio, los movimientos de los enemigos del bolchevismo
trabajan deprisa: ministros capitalistas y generales zaristas bajo la presión de los aliados imperialistas de
occidente deben hacer recrudecerse la guerra, aunque solo sea con el objetivo de aligerar la presión alemana
contra los países “democráticos”; los oportunistas del “socialismo”, incluso aquellos que habían mantenido
una vaga actitud internacionalista y zimmerwaldiana cuando a la cabeza del ejército estaba la monarquía
autocrática, son irresistiblemente arrastrados sobre la vía de la traición social-nacional de los partidos
europeos: estos han insultado a Lenin como agente alemán cuando él les indicaba la vía señalada por
Liebknecht, encarcelado en aquel momento, por haberle dicho a los soldados alemanes que disparasen sobre
su Káiser. Ellos no comprenden que su coalición con los burgueses facilita la unión de estos con la
contrarrevolución, aún autocrática y zarista, como poco tiempo después verán, y sin embargo sin poder
curarse – Lenin preverá y constatará en las siguientes fases que semejantes enmiendas no son posibles.

Las famosas jornadas de julio, fechadas entre el 4 y el 6, o sea el 17 y el 19, nuevo estilo: el 7/20 se
lanza el mandato de detención de Lenin, que deberá esconderse. Entre tanto el Congreso de los bolcheviques,
que admitirá a Trotsky y a su tendencia, está convocado para el 26 de julio/8 de agosto y será completamente
subterráneo: el 22, el mismo Trotsky será detenido y con él, Kamenev y muchos otros compañeros. Stalin
que permaneció libre, dirigirá toda la organización desde la puesta a salvo de Lenin en Finlandia así como la
del congreso ilegal, cuyas discusiones deberán, una vez más, resentirse mucho de aquel retorno tumultuoso.

84 - LAS BATALLAS DE JULIO

Como hemos dicho precisamente el 18 de junio/1 de julio, mientras las masas se manifestaban en
Petrogrado, se inicio la ofensiva, con cerca de 300.000 hombres sobre un frente de 70 kilómetros y con el
empleo de relevante artillería, 800 piezas ligeras, más de 500 medias y pesadas. Hubo un éxito militar inicial.
Hasta el 25 de junio, los rusos registraron éxitos y avanzaron aunque fuera sacrificando a 60.000 hombres.
Pero los alemanes contraatacaron y ya el 6 de julio hundieron el frente definitivamente, haciendo fracasar la
famosa ofensiva de Kerensky y Brusilov, y determinando la disolución del ejército ruso combatiente.

Todos estos acontecimientos: la traición de los socialoportunistas, de los “fautores de compromisos”,


con el pasaje a la reacción policial, las colusiones entre sus jefes y ministros y los generales zaristas, la
catástrofe de la ofensiva impuesta por los aliados imperialistas, el retorno a la ilegalidad del partido y a la
situación de guerra civil, estaban integralmente previstos en la perspectiva seguida por Lenin.

Todo esto confirmaba la táctica seguida en los Soviets, que debía llegar hasta el desenmascaramiento
de la política burguesa-oportunista ante las masas campesinas del frente, y el partido estaba, pues,
plenamente preparado para ello.

Sin embargo, la estrategia predispuesta por Lenin y por la mayoría no era todavía la de aceptar la
batalla en las calles y derrocar al gobierno: también este era un hecho histórico previsto por la teoría y
preparado tácticamente, pero el partido no había y no habría elegido julio: era demasiado pronto. Sin
embargo, después del rearme de abril, julio no fue de hecho una sorpresa, e incluso vino a probar que se
había previsto justamente, y que se procedía bien sobre la vía histórica que el partido se había propuesto
recorrer hasta el fin.
Es falso pues, el titulo de que en el VI congreso el partido (como en la conocida Storia oficial) se
orientó hacia la insurrección armada. Estaba, desde hacia tiempo, orientado hacia ella, y no había admitido
nunca que pudiese llegar a la victoria y al poder por otra vía. ¡Lenin no había descubierto nada nuevo sobre
esta materia, y había mucha menos necesidad de que lo descubriese Stalin, justamente con grosera
manipulación insinuada!

Las manifestaciones espontáneas estallaron en el barrio de Vyborg el 3/16 de julio, y se fusionaron en


una única y gran manifestación de trabajadores, esta vez armados, bajo la consigna del pasaje de los poderes
del Gobierno provisional a los Soviets. El partido estuvo presente para evitar que se desencadenase el asalto
armado, pero el gobierno arrojó contra los manifestantes a los junker (alumnos de las escuelas para oficiales)
y la sangre empezó a correr. Burgueses y guardias blancos se ilusionaron con haber vencido.

85 - DERROTA EN LAS CALLES Y REPRESIÓN

En nuestra tarea actual no está el hacer la crónica de las jornadas de julio de 1917. En nuestra
exposición, ya muy amplia, nos interesa recordar los acontecimientos, sobre todo, para poner en evidencia
las alternancias de las fases y las valoraciones que poco a poco el partido dio de estas (o las dieron sus partes
y corrientes) en relación a los principios teóricos generales, y en su orgánica y decenal visión de la
revolución rusa.

Como ya hemos indicado, las dos jornadas de actividad de las masas, sobre todo en las calles de
Petrogrado, fueron el 3 y 4 de julio (16-17). Los trabajadores espontánea y violentamente se movilizaron
contra varios hechos que hemos ilustrado: la coalición cada vez más estrecha de los mencheviques y
socialrevolucionarios con los Kadetes burgueses y otros partidos de centro y el lanzamiento de la ofensiva
con muchedumbres en el frente deseada por Kerensky.

La versión que dieron juntos y revueltos los burgueses y los oportunistas fue que los bolcheviques,
vista su derrota en el ejecutivo de los Soviets, que se reunía desde el 3/16 de junio, sobre todo por la gran
influencia de socialpopulistas y mencheviques en la provincia y en el campo, su tesis para la toma del poder
por parte de los Soviets mismos, y la ruptura de la coalición con los burgueses en el gobierno provisional,
respondieron a la derrota en la votación con el deliberado recurso a la fuerza. ¡Todo esto condimentado con
calumniosos ataques a los agentes alemanes, e incluso del zarismo! Pero todas las historias, sobre este punto,
nos confirman que esto no era verdad, y que no solo el partido no había preparado de hecho este cambio
inmediato de frente, sino que hizo todo para evitar, en ese momento, el choque general.

En realidad, las masas de obreros de Petrogrado y de soldados y marineros de la flota armados y en


poder de la ciudad, se reunieron en torno al Palacio de Tauride donde deliberaba el Comité Ejecutivo de los
Soviets, y enviaron varias delegaciones amenazadoras que exigían el fin de la coalición de gobierno, la paz y
el fin de las ofensivas en el frente, y todas las otras medidas que coincidían con la posición de los
bolcheviques. Entre los agitadores, además de obreros bolcheviques muy impacientes y extremistas, no
faltaban obreros anarquistas, y también agentes provocadores tanto de los blancos como de los mismos
traidores socialistoides, que preparaban el contraataque contra los bolcheviques.

Los hechos principales fueron la exigencia del regimiento de ametralladoras de asaltar y arrestar al
gobierno; el asedio a la fortaleza de S. Pedro y S. Pablo; la toma de posesión material del barrio rojo de
Vyborg y de la base naval de Kronstadt. Pero Trotsky y Stalin concuerdan diciendo que los dirigentes
bolcheviques y el Comité Central trabajaron para detener tales acciones armadas y de verdadera guerra civil.

Los hechos principales de la rápida represión desencadenada fueron las intervenciones de fuerzas
armadas llamadas por Kerensky: los junkers, el regimiento de Volinia (el que en octubre debía volcar la
balanza de parte de la revolución), a cuya llegada los diversos Tsereteli quitándose el miedo y la máscara
proclamaron la nueva coalición gobernante, idéntica a la anterior: la devastación de las redacciones y de las
imprentas de los periódicos bolcheviques, en las que el obrero Voinov fue despedazado. Las guardias
obreras rojas fueron desarmadas, las unidades militares más rojas obligadas a partir para el frente. Se inició
la oleada de detenciones, a la que se sustrajo Lenin. Fue anunciado el gran proceso por “alta traición”. El
partido había sido puesto fuera de la ley, los obreros debieron retroceder.

¿Como juzgó el partido esta nueva fase y que estrategia se fijó para el futuro? Nosotros aquí estamos
intentando probar que el hilo conductor era el mismo de 1900. Pero las fases fueron muchas y alternas.
Desde febrero a abril, tolerancia larvada de la coalición burguesa-obrera y de la guerra, propósitos de
reacercamiento a los mencheviques (cosas que tienen el nombre histórico de Kamenev-Stalin, sin que los
posteriores alineamientos en campos opuestos de los dos nombres, uno de víctima, el otro de verdugo, los
hayan podido cancelar). Desde abril a junio, después del retorno de Lenin, reanudación sobre el hilo
revolucionario “clásico” y clarificación de todas las tesis y posiciones con la estrategia de acción legal y
pacífica para conquistar el Soviet, y desde este hacer conquistar, abocar para sí, el nuevo poder del Estado.
En julio, derrota dentro del Soviet, ira de las masas trabajadoras, ofensiva de los renegados traidores de la
clase obrera, momentánea derrota de esta, tentativa del gobierno burgués de aniquilar el partido.

86 - CONGRESO CLANDESTINO

Será en octubre cuando Lenin, cogidos por la nuca los opositores, gritará que no hay un minuto que
perder, que no es la hora de consultas, que vayan a hacer desentenderse también al congreso de los Soviets,
incluso el del partido, también el voto del Comité Central, y la opinión estúpida de las mayorías; que se debe,
en la noche que está transcurriendo (del 24 al 25 de octubre - del 6 al 7 de noviembre), acabar con el
gobierno enemigo, o desaparecer de la historia.

Pero en esta fase de retroceso es de sumo interés seguir las reacciones del ya recordado VI Congreso
del partido (que seguía al V de Londres diez años después, y que tuvo lugar del 13/26 de julio al 3/16 de
agosto).

Este fue precedido también por una conferencia de las organizaciones bolcheviques de Petrogrado, que
había sido interrumpida por las manifestaciones, y se concluyo entre el 4 y el 7 (17 y 20) de julio. Los
ánimos estaban excitados: la conferencia en la primera fase había hecho de todo para frenar a las masas
impacientes, ahora se discutía ardientemente si el revés había sido decisivo y si ahora la fase de la
contrarrevolución victoriosa. La mayoría siguió a uno de los más valerosos bolcheviques, Volodarsky, que
rechazaba encarnizadamente el admitir que la contrarrevolución nos hubiese vencido. Su resolución en este
sentido fue aceptada con 28 votos contra 3, pero con nada menos que 28 abstenciones. Que Volodarsky no
era ningún especialista en presentar ordenes del día, lo dicen estas tremendas palabras de Trotsky, que
muestra como el partido revolucionario puede en ciertos casos oponerse al desencadenamiento de la guerra
civil, pero a batalla perdida es el primero en la revancha:

«El humor derrotista de las masas solo duró algunas semanas. Agitaciones abiertas se reanudaron a
mediados de julio, cuando en las pequeñas “asambleas” en diversas partes de la ciudad aparecieron tres
revolucionarios audaces: Slutskij, que más tarde fue asesinado por los guardias blancos en Crimea;
Volodarsky, asesinado por los socialrevolucionarios en Petrogrado, y Evdokimov, asesinado por Stalin en
1936».
Dejemos alta la memoria del compañero Volodarsky, más que por su fin a manos de un traidor del
proletariado, por el poderoso planteamiento en la conferencia de julio, rastreada por los agentes del
capitalismo. Y no compartimos los juicios que siguen en Trotsky.
Los documentos que hoy poseemos, entre ellos artículos escritos en julio y publicados en septiembre en
Kronstadt (donde no se había osado suprimir la prensa, como parece que el esbirro Kerensky no osó
hurgonear Vyborg haciendo disolver el congreso inmediatamente posterior a la conferencia) establecen
como juzgó Lenin inmediatamente y sin ninguna incertidumbre la situación del momento.

La Storia oficial en este punto pone a Stalin en el primer plano en el VI Congreso y le atribuye la
paternidad del diagnóstico del pasaje de la fase legal a la de guerra civil, y una vez más la enunciación de
que la revolución debe dirigirse a la construcción del socialismo. Pero Trotsky documenta como Stalin, que
solo o casi tan solo estaba en contacto con el escondido Lenin, poseía las Tesis de julio, escritas enseguida
por Lenin que nadie ha visto más, ni han sido nunca publicadas. Evidentemente el texto de estas se puede
deducir de dichos artículos, y esta claro que Stalin no enunció estos descubrimientos, pero, estando
prevenido por el pasado, se hizo portavoz servil de Lenin.

Por otra parte, si resulta que en la Conferencia de Petrogrado, Stalin, aunque relator sobre el momento
político, se opuso a la resolución de Volodarsky que negaba la victoria de la contrarrevolución, no se ve
como haya podido aparecer él como aquel que trazaba la fase futura de guerra civil revolucionaria.

87 - UN BALANCE MÁS DE LA REVOLUCIÓN

Estamos en presencia de tres presentaciones históricas que podemos llamar de Lenin, Trotsky y Stalin.
Los dos últimos dicen que la suya es la de Lenin, incluso sostienen en cierto sentido que Lenin haya
indicado un camino sobre el que ya estaban ellos, el del desarrollo no pacifico sino insurreccional de la
revolución que se abrió en febrero.

En verdad, Trotsky y Stalin tienen una posición común: o sea, aquella de que en el curso de 1917 Lenin
hubiese modificado y renunciado a su tesis de 1905 acerca de la dictadura democrática del proletariado y de
los campesinos pobres. A este propósito Trotsky reivindica una antigua tesis suya, que en verdad sostiene
desde 1905: la revolución permanente, o sea, una serie ininterrumpida de guerras de clase que van, como
enunció Marx para la Alemania de 1848-50, desde la revolución claramente burguesa, sostenida por el
proletariado, hasta una revolución claramente proletaria. Stalin luego reivindica una tesis que desarrolló
mucho después, al menos siete u ocho años después, o sea que, habiendo agotado la primera revolución las
tareas burguesas, la segunda habría tenido por contenido la instauración solo en Rusia de la sociedad
socialista integral.

Hay que señalar que la construcción de Trotsky está en el plano político y no se aleja de la de Lenin,
por cuanto que como él mantiene que el cierre de la revolución permanente no se obtendrá más que
paralelamente a una revolución socialista europea.

Pero Trotsky, al igual que Stalin, se equivoca cuando sostiene que Lenin haya roto la línea de 1905. Las
revoluciones en Lenin – y en la historia – no son ni dos, autónomas histórica y socialmente, ni una, con un
amplio desarrollo: Estas son tres. Revolución antifeudal dirigida por la burguesía con la ayuda de los
oportunistas pequeño burgueses – revolución democrática, pero dirigida contra los primeros por el
proletariado revolucionario – y revolución anticapitalista que coincide con la revolución proletaria “pura” en
occidente.

El segundo punto de Lenin, políticamente y en cuanto al poder, contiene ya un aspecto de la revolución


socialista y constituye la única vía al socialismo. El tercer punto solo conduce a la transformación socialista
de la economía europea y rusa.
Trotsky refiere que Volodarsky, después de haber tomado la posición correcta sobre la cuestión de la
batalla de julio

«continuó defendiendo sustancialmente el esquema bolchevique de la revolución de 1905: primero, la


dictadura democrática, luego, la inevitable ruptura con las aldeas; y en la eventualidad de la victoria del
proletariado en occidente, lucha por una dictadura socialista». Después dice que «Stalin apoyado por
Molotov y por algunos otros defendió la nueva concepción de Lenin: solamente la dictadura del proletariado,
apoyándose en los campesinos más pobres, puede asegurar una solución en las tareas de un revolución
democrática y al mismo tiempo abrir la era de las transformaciones socialistas».
¡Es extraño que en un libro escrito para demoler a Stalin se le deba dar la razón donde ha errado
podridamente, es decir, haciéndole pregonero de una nueva concepción con la que durante muchos decenios
se hará enorme ruido! Aquí no deploramos la fórmula de “abrir la era” que estaba en Lenin y también en
Marx (ver en Rusia y Revolución en la teoría marxista a propósito de la señal para la revolución de los
trabajadores de occidente), sino que rechazamos que 1917 haya aportado una concepción nueva y distinta de
la vía histórica en Rusia, y aún menos en Lenin. Cuyas formulaciones originales veremos enseguida.

Trotsky no puede decir: «Stalin tenía razón contra Volodarsky, pero no sabía probarlo». Habría sido
algo sin importancia. Ni es correcto añadir: «Por otra parte, rechazando reconocer la victoria decisiva de la
contrarrevolución burguesa, Volodarsky probó tener razón contra Lenin y Stalin». Volodarsky tenía razón y
tenía el derecho de reclamar a Lenin: es Stalin el que entonces no tenía derecho a hacerlo (y se estuvo
callado en el momento del voto) y aún menos lo tuvo después de haber narrado que él fue el primero en dar
la orden de avanzar: ¡Enfilemos la proa hacia la guerra civil!

88 - LA ORIENTACIÓN DE LENIN

Deduzcamos lo afirmado más arriba del mismo texto de Trotsky: cuando Volodarsky vio que Stalin era
ponente declaró: el informe debería presentarlo Lenin, o Zinoviev. Cuando se abstuvieron los 28, declararon
que lo hacían por no haber podido leer las tesis de Lenin, y perplejos por las dudas de Stalin. solo con que
hubieran sabido que Lenin pensaba como Volodarsky, el voto habría sido unánime.

La obra del escondido Lenin fue una vez más admirable. Aquí Trotsky la presenta según su parecer:
«Aunque su lejanía le hiciese caer frecuentemente en errores tácticos, esta misma lejanía le permitía definir
del modo más seguro la estrategia del partido». Una gran verdad que demuestra como la dirección de una
revolución no tiene nada en común con un escenario para exhibiciones dramáticas.

Tenemos estos textos de Lenin: “Sobre las consignas”, escrito en julio y después aparecido en
opúsculo, creemos que en Kronstadt; “Las enseñanzas de la revolución”, escrito a finales de julio y
publicado en septiembre en el periódico “Rabochij” (Los trabajadores), y en opúsculo. El estudio de estos
textos basta para aclarar, con la distancia en el tiempo, las cuestiones que el partido afrontaba en el entorno
del VI Congreso, aun si la redacción en tesis ya no se posee.

El primer artículo enuncia lo que en la Storia oficial se presenta como genial e innovadora nueva
consigna lanzada por Stalin; la consigna: todo el poder a los Soviets, sobre la que hemos luchado desde abril
a junio, es liquidada. Lenin se dio cuenta desde entonces de lo que habría ocurrido. En estos casos se tiene el
mal hábito de decir: se equivoco e hizo mal en abril lanzando aquella consigna, que produjo efectos
deletéreos (derrota en julio). Y en este mismo sentido el juicio popular se equivocará cuando en septiembre
se volverá a lanzar la misma consigna del poder a los Soviets, induciendo a que se hubiese errado en julio al
desecharla… Es un razonamiento como el de las modernas opiniones vacías de tipo americano: la política es
el arte de inventar y lanzar eslóganes apropiados con una fuerza así: Mejor que la coca cola no hay más que
la coca cola. Quien los adivina gana la gran partida política y el éxito, puesto que las masas, atontadas,
empiezan a danzar sobre aquellos ritmos el can-can de la historia.

Hay una dialéctica muy distinta en las posiciones de Lenin, como por ejemplo en la crítica del
blanquismo que, como recordamos, le sirvió en abril contra los llamados izquierdistas, y en la defensa del
blanquismo, o sea de la definición marxista de arte de la insurrección, en Octubre, contra los derrotistas-
pacifistas.

Las aparentes contradicciones en la mente de los tontos permiten, por el contrario, colocarse
magníficamente en el camino de una misma visión doctrinal, lo confirman la unidad y continuidad potente,
invitan a los aportadores de nuevas concepciones, pasadas o póstumas, generosas o tendenciosas, a ahorrarse
la molestia.

La exposición de Lenin aclara que, mientras en la primera fase era posible prever el pasaje del poder a
los Soviets de manera pacífica, en la siguiente el abandono del poder por parte del gobierno burgués es
imposible sin lucha. Ahora bien, la consigna de esta lucha violenta no puede ser la del pasaje del poder del
gobierno vencido al Soviet, porque los actuales soviets (julio) son “carneros conducidos al matadero” en
cuanto que están en manos de los mencheviques y socialrevolucionarios, cuya acción ha permitido, por si
sola, el pasaje del poder a la burguesía contrarrevolucionaria.

En esta concepción ya no está contenido el objetivo futuro que, cuando los Soviets en manos de los
oportunistas pasen a las de los revolucionarios (los bolcheviques), se lanzará la reivindicación de que se les
entregue a estos el poder del Estado. Es un caso de negación de la negación. Pero no en el sentido de un
arrepentimiento, que anula el primer arrepentimiento, sino en el sentido dialéctico del pasaje a un plano
superior: en octubre ya no se tratará del pasaje pacífico del poder a los Soviets, sino del pasaje violento,
insurreccional, condicionado por el derrocamiento con las armas en la mano del poder burgués.

Lenin insiste en el hecho de que a la formulación de la consigna de acción inmediata no se hace según
criterios genéricos, sino en relación a la situación concreta, no forzosamente por la naturaleza del Soviet en
abstracto, sino de la de los Soviets que de hecho están presentes. También podrá suceder, si la evolución
tuviera un cierto curso degenerativo, que de los Soviets como forma de poder de la clase obrera, en el futuro,
no se tenga que hablar más. No es la forma, sino el contenido de la Revolución lo que interesa. El contenido
de cada reivindicación se juzga por un carácter de clase: un Soviet en manos de burgueses o siervos de
burgueses es un cadáver de Soviet: «Entonces quiere decir que ellos son ceros, marionetas, que el poder real
no está en sus manos»; en este caso, esto como respuesta a la objeción de que no es el Soviet, y por ventura
Chernov y Tsereteli como personas, los que han hecho disparar contra los trabajadores manifestantes.

¡Hay un grave error en los partidos del “leninismo” y de la “bolchevización”, que interpretan esta
adhesión de las consignas de acción a los caracteres inmediatos de las situaciones de fuerza, como una
inclinación facilona para cambiar y refabricar de vez en cuando nuevas ideologías y teorías del partido!

89 - HISTORIA DEL PODER OSCILANTE

Y efectivamente, Lenin explica las vicisitudes del juego de fuerza entre Soviets y burguesía
reclamándose al más puro hilo teórico. El Estado, dice Lenin, según Engels, consiste ante todo «en grupos de
hombres armados, con accesorios materiales como las prisiones…».

Nada más alcanzar el triunfo en la revolución de febrero, tal instrumento estaba en poder de la
monarquía zarista y de las clases feudales. Tal instrumento fue roto por obra de las masas obreras y
campesinas, que rápidamente se organizaron en grupos armados espontáneos y en todas partes tomaron
localmente el poder, abriendo una fase de libertad completa, lo que en concreto significó, que toda corriente
política antifeudal pudiese organizarse sin ser molestada por esbirros y prisiones.

Los Soviets, ya conocidos desde 1905, surgieron enseguida en todas partes y comenzaron a darse un
tejido por toda Rusia: si hubiesen tenido en sus manos el poder central, nadie habría podido prohibirlos con
medios coercitivos, policía y encarcelamientos. Pero, por su parte, la burguesía capitalista y terrateniente
comenzó a constituir su propio poder, en formas adherentes a las suprimidas: gobierno entre los grupos de la
Duma que ya no era de derechas, comités pseudo-parlamentarios – por otra parte, los partidos dominantes
entre la clase trabajadora permitieron instituir el dualismo de poder, y lo administraron fuera de los Soviets
en una coalición con los burgueses. En el período que va hasta el 18 de junio, el Soviet habría podido decidir
romper el dualismo, formando en su seno un gobierno de partidos obreros, aunque no fuera revolucionario:
en aquellos meses la burguesía no habría podido impedirlo con actos de fuerza. Aún más, dice Lenin, incluso
de modo no violento podía proceder la lucha entre partidos pequeño-burgueses y el partido proletario
revolucionario, si los Soviets, en lugar de haberse desautorizado por si solos, hubiesen tenido en sus manos
el poder del Estado, el control de todos los destacamentos armados.

La política de los oportunistas ha vaciado estas posibilidades históricas: el gobierno civil y sobre todo
militar ha puesto sus Estados Mayores fuera del Soviet, ha obtenido el control del ejército, de la burocracia y
de la policía: en todo esfuerzo de clase para oponerse a él, mencheviques y socialrevolucionarios han hecho
tan solo que el Soviet ratificase los actos.

Se ha llegado al punto en que gobierno tal ha podido usar a su modo los destacamentos armados y las
prisiones: la fase de libertad de agitación ha terminado, se ha disparado contra las masas, se han suprimido
periódicos, hecho detenciones, etc.

En tal situación solo existen dos vías: o la contrarrevolución burguesa (que todavía no es blanca, zarista)
conserva el poder armado y quita toda libertad de acción al proletariado, o este derroca por la fuerza al
gobierno contrarrevolucionario con sus aliados oportunistas.

Socialmente hablando, Lenin explica la cuestión con el hecho de que la pequeña burguesía, según Marx,
vil y oscilante siempre, se ha aliado con la burguesía.

Con el poder en manos de los Soviets, habría podido producirse por vía pacífica la separación entre la
pequeña burguesía y la burguesía y un entendimiento entre aquella y el proletariado. Pero sus partidos
convirtiéndose, con sus dirigentes, en siervos de la burguesía misma, han cerrado la vía a toda solución sin
guerra de estas relaciones.

Por consiguiente, hoy la consigna no será, dice Lenin, todo el poder a los Soviets, sino «lucha decisiva
(o sea destructora y armada) a la contrarrevolución que ha tomado el poder».

90 - RESPUESTA A OBJECIONES TÁCTICAS

Lenin mismo prevé que se le dirá: somos de la opinión de que todavía no es el momento de empuñar las
armas en la guerra civil: si cambiamos ahora de tal forma la consigna nos prestaremos a iniciativas
imprudentes y al juego de la provocación. Lenin responde que los obreros rusos están ya bastante seguros y
conscientes: por lo que es el momento de no silenciar que es necesaria la reanudación integral de la lucha
armada, ya que solo el proletariado revolucionario tendrá la fuerza de batir a la contrarrevolución.
Con esto rebate una segunda objeción: Cuando hemos declarado que no habríamos atacado con las
armas a un gobierno con base soviética de mencheviques y socialrevolucionarios habiéndose separado de la
burguesía parlamentaria, hemos mostrado a las masas el considerar que estos movimientos pequeño-
burgueses podían ser aceptados como aliados ¿Como denunciarles ahora como enemigos, y como enemigo
también al mismo Soviet que ellos controlan? ¿Si la reacción burguesa, y peor zarista, les atacase también a
ellos, y quisiese disolver los Soviets, permaneceríamos nosotros indiferentes? Tampoco aquí la respuesta
tiene ninguna incertidumbre.

Nosotros sabemos, dice Lenin, que los dirigentes de estos partidos tendrán el final que debían tener: sin
embargo, esto no nos impide defender a las masas campesinas y del pueblo llano contra los ataques de la
reacción tanto capitalista como feudal. Aquí esta claramente diseñada la fase que vendrá un poco más
adelante con Kornilov.

«Sería un gravísimo error creer que el proletariado revolucionario sea capaz por venganza, si así se
puede llamar, contra los socialistas revolucionarios y los mencheviques – que han dado su apoyo a la
masacre de los bolcheviques, a los fusilamientos en el frente y al desarme de los obreros – de rechazar el
apoyarles frente a la contrarrevolución (blanca, feudal). Plantear así la cuestión significaría, ante todo,
atribuir al proletariado concepciones morales pequeño-burguesas (porque el proletariado apoyará siempre, si
le es útil a la causa, no solo a la pequeña burguesía titubeante, sino también a la gran burguesía)», pero
sobre todo sería un error negar el hecho de que los contrarrevolucionarios, «los cavaignac (…) los nuevos
detentadores del poder, pueden ser vencidos solamente por las masas revolucionarias, y estas pueden
moverse a condición no solo de estar dirigidas por el proletariado, sino de sustraerse a la influencia de los
socialrevolucionarios y de los mencheviques, traidores de la causa de la revolución».
Lenin ha respondido reclamándose a directrices clásicas del marxismo. Mientras que la amenaza feudal
este en pie (lo será con Kornilov y mucho después) el proletariado apoyará a la pequeña burguesía y a la
burguesía (en Marx incluso a la grande contra la pequeña, a menudo aliada con los feudales). Pero Lenin
recordará la lección de los Cavaignac, de los generales y ministros de la república de 1848, que después de
haber vencido en febrero con la fuerza proletaria, masacraron ferozmente en junio a los obreros de París; y
no verá su victoria más que en la destrucción final de estos aliados de un momento pasajero.

Siguiendo estos documentos, no redactados en frío como si se tratase de un análisis histórico, sino en el
llamear de las batallas, se les debe saber colocar en la serie dialéctica. El Partido sabe desde el principio cual
será el curso: deberá hacer de aliado con los burgueses y alguna vez salvarles (como con Kornilov), pero
sabe que debe acabar por dispersarlos; sabe que deberá atraerse como aliados a los partidos pequeño
burgueses, pero sabe que sus dirigentes traicionarán y deberán ser abatidos, y las mismas clases que están
por debajo al final se pondrán contra el proletariado.

Pero en las proclamas externas estas etapas de la acción son anunciadas cuando los datos sucesivos
contenidos en la doctrina han entrado en la experiencia de las masas, empujadas al horno revolucionario:
desde febrero a junio se declara posible un gobierno de dictadura democrática de proletarios y campesinos
incluso sobre la base de un frente de partidos de izquierda; hecho el frente con la derecha, la fórmula social
no se abandona – en divergencia con Trotsky y con Stalin – sino que la ruptura con los partidos populistas y
mencheviques es proclamada como irrevocable: todo entendimiento pacífico con ellos, aun en el plano de
los Soviets, es excluido.

Con esto, cuando la inutilidad de estas fuerzas políticas les haya echado encima a los generales del zar,
que muerden el cebo y tratan de engañar al Soviet y al gobierno parlamentario, serán los obreros
revolucionarios y el partido bolchevique los que, tomadas las armas, harán morder el polvo a aquellos
ejércitos de la reacción, y salvaran al poder Kerenskiano, pero para triturarlo claramente en su momento.
Todo esto es impecable como estrategia revolucionaria. Todo esto, de ningún modo se puede justificar
con teorías improvisadas en pretendidos giros imprevistos, aun si todas las previsiones teóricamente
alcanzadas no se introducen al mismo tiempo en el centro de la agitación.

91 - LA CONCLUSIÓN DE LENIN

El segundo escrito desarrolla más ampliamente estos mismos conceptos y en modo especial, el
concepto marxista de la inestabilidad de la pequeña burguesía y del insuperable carácter pequeño burgués de
los campesinos.

Con claridad meridiana resulta que no fue obra de Stalin el pasar de la consigna del período pacífico a
la del período de guerra civil, y que por lo demás el nuevo giro consistía en diversas posiciones (y una etapa
prevista) del weg zur Macht, del camino que conduce al poder, jamás en una nueva versión del programa
social inmediato de la revolución rusa y del partido bolchevique, y aún menos en la declaración de que, solo
por haber desenmascarado a los partidos pequeño burgueses, se haya pasado de un golpe a afirmar – casi
como decía Lenin, como para despreciarlas – que se realizará en Rusia, y sin el apoyo europeo, un
socialismo total (en un solo país), fábula vulgar fabricada muy posteriormente.

He aquí, en efecto, la conclusión de Lenin:

«La enseñanza de la revolución rusa es esta: las masas trabajadoras no se salvarán del férreo diente de
la guerra, del hambre y del yugo de los grandes propietarios terratenientes y de los capitalistas, si no rompen
completamente con los partidos socialrevolucionario y menchevique, tomando clara conciencia de la función
de traición de estos partidos, rechazando todo acuerdo con la burguesía, alineándose resueltamente al lado de
los obreros revolucionarios. Solo los obreros revolucionarios, si llegan a ser apoyados por los campesinos
pobres, podrán hacer pedazos la resistencia de los capitalistas, conducir al pueblo a la conquista de la tierra
sin indemnización, a la libertad completa, a la victoria sobre la carestía, a la victoria sobre la guerra y a una
paz justa y duradera».
No hay ninguna duda de que, mientras en julio la condena de los oportunistas ya es clamorosa, pública
y abiertamente irrevocable, y el recurso a la violencia es declarado igualmente inevitable, las
reivindicaciones están TODAVÍA políticamente sobre el terreno democrático y socialmente NO ESTÁN
TODAVÍA sobre el terreno socialista: sin embargo, a cada paso, todas son propagadas por cuanto se colocan
políticamente en el camino del poder integral del partido proletario, y socialmente, en la sociedad socialista
internacional.

Falsedad completa por tanto la de la Storia oficial que nos presenta a Stalin ocupando el puesto y
dictando las normas del nuevo camino (después de haber puesto, hábilmente, a Lenin a buen recaudo, cosa
innegable).

Por lo demás, la Storia oficial dice que el Congreso planteo como puntos esenciales de la plataforma
económica del partido: la confiscación de las tierras de todos los propietarios terratenientes, la
nacionalización de los bancos y de la gran industria, y el control obrero de la producción y la distribución, o
sea, medidas presocialistas habituales; otros escritos y documentos demuestran que todavía en octubre la
nacionalización es planteada de modo limitado y bajo formas burguesas.

92 - AUN EL SEXTO CONGRESO


A pesar del difícil momento, tomaron parte 157 delegados: el número de los inscritos al partido había
pasado a 240.000 adherentes. El Partido tenía 41 periódicos; es extraño que el principal (“Pravda”) no
imprimiese más que 320.000 copias para toda Rusia.

Estaban ausentes por estar en prisión o fugados, Lenin, Trotsky, Lunacharsky, Kamenev, Kolontai y
muchísimos otros. Estaban presentes, entre los más conocidos, Sverdlov, Bujarin, Stalin, Molotov (¡un
pecado que no se puede uno quitar de encima es el de pedirle a los participantes como fueron realmente las
cosas!), Voroschilov, Orgionizkidse, Jureniev y Manuilsky.

Sverdlov presentó el informe organizativo del Comité Central. Stalin repitió los informes presentados
en la Conferencia de Petrogrado: actividad política y estado del país. Declaró que ya se estaba combatiendo
a fondo a los defensores del compromiso social. Bujarin trató las cuestiones internacionales y la guerra, y
sostuvo que solo con el derrocamiento del gobierno provisional podía surgir una acción por la paz.

En la discusión se vio que los dos ponentes no estaban de acuerdo. También aquí es extraño que
Trotsky, al exponer las dos tesis, le dé la razón a Stalin. Bujarin defendió el “viejo esquema bolchevique”:
primera revolución hombro con hombro con los campesinos, segunda revolución hombro con hombro con el
proletariado europeo, la primera vez, en nombre de la democracia, la segunda, en nombre del socialismo.
Stalin llamó fútil al esquema de Bujarin, ya que el proletariado si se bate no puede hacerlo más que por los
propios problemas. Trotsky encuentra la confutación exacta, habiendo sostenido desde 1905, que el
proletariado si toma el poder no puede más que abrir el camino a una revolución socialista, sin embargo,
acusa tanto a Bujarin como a Stalin de haber hecho revivir pocos años después la “dictadura democrática”
incluso para los fines de la Internacional, y para Trotsky con efecto ruinoso en la revolución china y de otros
países.

Trotsky, auténtico revolucionario, se muestra siempre más reacio que Lenin a tolerar que una clase
proletaria y un partido marxista deban comprometer notables energías dedicadas a revoluciones antifeudales
democráticas y burguesas, y dice que en tal caso, y dado que Lenin tuviese razón cuando dijo que esto se
hacia «con los únicos fines de nuestra causa socialista», se debía quitar de las manos, lo antes posible ese sal
besogne y pasar a la revolución socialista.

Indudablemente, tomar el poder incluso solo en Rusia, y aun teniendo no pocas tareas de naturaleza
democrática y capitalista que solventar, era siempre un paso en el sentido del socialismo, y también un acto
de la revolución socialista. Mucho más sabiamente, en 1926, Trotsky dice magníficamente, que sin dejar el
poder y sin renunciar a proclamar la propia política e incluso la propia política económica como socialistas,
se debía saber esperar incluso decenios. Se pueden tomar medidas no solo simbólicas y propagandísticas
sino también concretas de contenido socialista, cuando se reconoce que la sociedad socialista todavía no
puede florecer: la uva se cultiva incluso cuando se poda el pámpano, y el vino se mira incluso cuando se
mezcla con el agua.

Vayamos más allá: no hay nada de malo en anunciar la sociedad socialista más próxima de lo que esta,
con la condición de que no se traicionen los caracteres. En aquel momento vemos que no solo Bujarin y
Trotsky, sino también Stalin, estaban convencidos de que la sociedad socialista en Rusia no se habría
desarrollado antes de una victoria política del proletariado europeo.

En efecto, Stalin concluyó con las siguientes palabras: Dado que las fuerzas de la revolución se
desarrollan, las explosiones deberán llegar y llegará el momento en que los trabajadores se levantarán y
reunirán en torno a si un cierto estrato de campesinos pobres, levantarán la bandera de la revolución de los
trabajadores e iniciarán la era de la revolución socialista en occidente. Esta, hace notar aquí Trotsky, siguió
siendo la fórmula del partido en los años siguientes. Demostramos en la exposición sintética de este estudio,
que en 1926, Trotsky y Zinoviev reprocharon a Stalin haber pensado y hablado así, hasta 1924.
Atribuimos la mayor importancia – esperamos que con la comprensión de los lectores – a mostrar como
en las diversas etapas e interetapas, el partido teoriza y siente estas grandes cuestiones, aún hoy ardientes.

Cuando la Storia estalinista, a su vez, cita la confutación de Stalin contra ciertos elementos derechistas,
con las palabras: No esta excluido que sea Rusia la que abra el camino al socialismo, busca una coartada que
no se sostiene. La previsión esta desde 1882 en la presentación de la traducción rusa del Manifiesto. Esta no
tiene nada que ver con la previsión de una sociedad socialista en Rusia dentro de un mundo capitalista, que
entonces habría hecho reír al mismo Stalin. La confutación estaba dirigida a algunos compañeros – no por
cierto, Bujarin – que querían retrasar la toma del poder político por parte del partido comunista en Rusia,
hasta la revolución socialista occidental, permaneciendo hasta entonces como simple oposición al gobierno
de tipo Kerenskiano.

Trotsky se oponía fieramente a esto, como demuestra con sus escritos y con su actuación: sin embargo,
él esta tan apegado a la tradición de la polémica de 1905 que, aun no estando dispuesto a dejar tal tarea
híbrida a los Kerenskianos, de los que fue exterminador, piensa – y ciertamente era útil pensarlo en los
últimos momentos que precedieron a la guerra civil de Octubre – que de cualquier modo no deba retrasarse,
después de tomado el poder con las armas, el relanzamiento de las tareas no socialistas. Y es también un
hecho revolucionario que en 1917 no se plantean, ni Lenin, ni Trotsky, ni el partido que debe conducir al
incendio rojo, la formidable cuestión: ¿Que será de nosotros si el proletariado de Europa no se mueve?

En aquella fase fue un trabajo socialista para toda una generación política, eso que siempre hemos
resumido en tres tareas: liquidar la guerra – liquidar a todo oportunismo de los distintos partidos rusos, y
aniquilarlos – reorganizar y conseguir llevar sobre el programa revolucionario a la Internacional Proletaria.

La conquista del poder que se prepara, desde aquel momento de julio, solo con las fuerzas del partido –
exceptuando la fracción de izquierda de los socialrevolucionarios, con la cual habrá un ciclo sucesivo de
crisis – es vista por aquella posición (como por la nuestra de 1955) como la mayor y única de la revolución
socialista victoriosa.

Pero más alta y decidida, ardiente y fría al mismo tiempo, la perspectiva de Lenin, que debe incluso
adoptar tareas inmensas de naturaleza social capitalista y apagar la sed de reivindicaciones demo-burguesas
del pueblo, se alza hoy más grande, hoy que la revolución proletaria occidental ha faltado, que el capitalismo
gobierna el mundo; y sin embargo con este balance nosotros jamás admitiremos que Lenin y el bolchevismo
se equivocaron, y que no comprendieron la historia revolucionaria, o que no trabajaron en su surco
grandioso.

93 - DONDE FUE QUEBRANTADA LA LINEA

La tesis de Trotsky de que el proletariado no podía tomar todo el poder en una revolución sucesiva a la
primera burguesa-popular sin ir hacia el socialismo, en el sentido determinado sentido por estas expresiones
innegables (y también para planteársele inevitablemente al proletariado ruso en la situación anterior a
octubre, ya que es cierto que el proletariado debe cargar con enormes cargas históricas que no son suyas,
pero al final debe sentir la necesidad de luchar por sus exigencias), dicha tesis permanece sólidamente en pie
mientras las cuestiones de política económica “interna” permanecen aún dormidas: en síntesis, el período de
liquidación de la guerra, que ocupa casi un año, el de la demolición de las cien fuerzas
contrarrevolucionarias, que ocupa otros tres si no más, y el contemporáneo período del gigantesco trabajo
para ayudar a la revolución europea, que podemos ampliar aún a otros tres años más.

Todas estas tareas se desarrollan gobernando como socialistas, y como solo un gobierno proletario y
comunista puede proceder.
En la medida en que la posibilidad de una intervención en la transformación social de grandes y
avanzados países de occidente se debilita, el problema para el nuevo poder bolchevique deviene cada vez
más tremendo.

La cruda fórmula de que el poder proletario no puede tener más que un programa socialista, se
convertiría en la otra recíproca de que, si este poder no vive en una sociedad socialista, no ya capitalista, él
deberá arruinarse, o peor aún, desaparecer de la historia.

En efecto, la solución que los enemigos vencedores y asesinos de Trotsky hallaron fue la de gobernar y
no desaparecer, la de declarar no solo que la sociedad socialista podía generarse en Rusia, aun antes de
generarse en el ambiente de la producción capitalista europea, sino que ya se había generado: lo que fue, con
una fórmula horrenda, llamado la construcción del socialismo en un solo país, su cultivo en invernadero, la
subrogación del enfantament revolucionario con una cataplasma administrativa.

No por necesidad ínsita, en las dos direcciones opuestas, en la fórmula de Trotsky – que en aquellos
días Stalin habría tenido el mérito (¡!) de oponer a Volodarsky y Bujarin – sino por la menos rígida
consecuencia que la más rica y alta visión de Lenin contuvo… Vencerá o caerá como revolucionario integro
en la teoría y en el combate quien, como Volodarsky, dice: le arrancaré el poder a la contrarrevolución
burguesa y lo mantendré contra ella, aun si lo debo llamar por un momento democrático y popular, y tolerar
el tener solamente en Rusia delanché, arrollando todo muro de contención, al prorrumpir del más ardiente
capitalismo en una sociedad milenaria e inmóvil.

Le entregará por otra vía el poder al enemigo mundial quien lo sostendrá con la declaración de que tal
palingenesia de formas capitalistas modernas – y en los campos capitalistas solo a medias – es por el
contrario el advenimiento realizado de aquella sociedad socialista hacia la cual todos y desde tiempos ultra
seculares hemos demostrado que caminamos; peor, que esta forma, para nosotros históricamente necesaria,
ha salido de una voluntad, una voluntad de construcción ¡expresión por sí misma suciamente burguesa!

Si Volodarsky, sobre la posición que siempre mantuvo como militante integro, no hubiese sido
asesinado por contrarrevolucionarios eseristas, cuando se desenmascararon, también él habría sido, como
sus amigos de julio, asesinado por esta estirpe de contrarrevolucionarios.

¿Fueron reos por consiguiente solo de un error de definición histórico-económica? Un pequeño error,
pero escrito en cartelitos pegados a los respaldos de las sillas, ante los pelotones de ejecución.

No fue plomo en las nalgas, sino en las columnas vertebrales de los compañeros de ayer. Sin embargo,
no es sobre la moción de los afectados sobre lo que hacemos asignación, sino sobre la demostración orgánica
de la traición a la doctrina. Error mucho más monstruoso que el cometido apretando el grillete. La
revolución ha pasado siempre sobre miríadas de errores de este segundo tipo.

Los primeros asesinan.

94 - ¿DOGMA O GUÍA PARA LA ACCIÓN?

Es necesario insertar todavía algunas observaciones en el curso cronológico de esta exposición, aun
dándonos cuenta de que todavía estamos en los umbrales del verdadero tema, desarrollado en las partes
finales de las reuniones de Nápoles y Génova, o sea la economía social en Rusia desde la revolución de
Octubre en adelante.
Debemos probar que la posición de Lenin y del partido entre julio y septiembre de 1917, en los que se
abandonó la consigna “el poder a los Soviets”, que después debía ser retomada por la lucha armada de
octubre, no fue un lapsus, no sufrió la lamentable vicisitud del reconocimiento de un error, en el que la
revolución extingue poco a poco sus llamas y su gloria en los años sucesivos.

Esta fórmula del reconocimiento vale para las personas, que poco importan con sus arrepentimientos,
sumisiones o cruentas liquidaciones. Para el partido, esta fórmula se transforma en la de rectificaciones
sucesivas de la estrategia de la clase obrera, derivadas de la aparición de situaciones “imprevistas”. En la
medida que estos giros sucesivos han conducido al proletariado mundial y ruso a las más hedientas miasmas
del pantano burgués, se han inyectado, cada vez con más potentes recursos, en las masas extraviadas las
innobles creencias de que este dictamen este contenido en la línea de Marx, de Engels y de Lenin, reducidos
a la piadosa figura de alumnos sin prejuicios de última moda.

Nosotros no nos extendemos en la exposición de los episodios gloriosos o vergonzosos, sino de las
sucesivas valoraciones del curso histórico por parte del movimiento marxista, para probar que estas están
ligadas a un curso unitario indeformable, teorizado en su nacimiento no por una mente cualquiera en un
momento cualquiera, sino por un movimiento colectivo de clase determinado en la época fija de la aparición
del contraste entre capitalistas y proletarios, época más fecunda para este fin que las pasadas y que las
posteriores. Nosotros estamos – es necesario decirlo crudamente, entre tanta ofuscación de imágenes
transmitidas – por un corpus de doctrina que no esta permitido cambiar, a lo largo del arco histórico de la
clase obrera moderna, desde su aparición hasta la desaparición de las clases. Si una enseñanza histórica
desmintiese a esta doctrina construida “con parte” del pasado y del futuro, ella, en dañada y contestada
hipótesis, se hundiría en la nada, y no podría ser salvada por apuntalamientos contingentes, por hibridaciones
bastardas. Y debemos, como hemos dicho, darnos planteamientos a largo plazo, para oponernos al juego de
citas con las que, sin colocarlas en el tiempo, en el hilo de los tiempos, en el documento específico del que se
trata, se intenta dar valor a este despreciable eclecticismo, al que todo el derrotismo, que nos ha derrotado en
tantas reanudaciones, aunque no dispersado, se vuelve a dirigir integralmente.

Toda la literatura del estalinismo mira, en su potente organización, hacia esta meta. Por ejemplo,
recurre a una frasecita de Lenin, o a él atribuida, que condena el concepto: «el marxismo no es un dogma,
sino una guía para la acción».

95 - LA PRETENDIDA “FILOSOFÍA DE LA PRAXIS”

Esta vieja frase, que Gramsci usó con el objetivo de evitar que la palabra marxismo no hiciese pasar sus
cuadernos bajo la pedestre censura carcelera, es también equivoca, y aquí no concluiremos la disquisición,
para la que hace aún falta recoger material incluso relativo a la política comunista, además de en Rusia,
también en el mundo, en su larga historia.

El marxismo tiene que ver con la praxis (palabra que significa acción humana, y no tiene nada de
diabólica), pero no en el sentido de convertirse en el sujeto, en el punto de apoyo, en la llave del mundo
social y de la historia. Es mejor decir que el marxismo es una doctrina o ciencia de las causas y de las leyes
de la praxis, y que no se trata de la praxis de la persona individual, sino del comportamiento social medio. La
explicación que da no consiste en colocar tal comportamiento en la base, sino en la cima de la investigación,
lo que no quiere decir que este efecto de causas ambientes materiales y relativas a la vida material de la
especie, no se refleje en las causas del proceder histórico: lo hace, y aquí esta toda la misteriosa “inversión”
de la praxis, cuando se descubre, no en el pensamiento ni en la voluntad del hombre individual, incluso
excepcional, sino en la intervención en época de madurez de las clases sociales en sentido amplio y del
partido de clase en sentido más estricto. En este punto y en este plano se ve que la doctrina marxista no
surgió para satisfacer la voluptuosidad de cerebros anhelantes de descubrir el retórico misterio del ser, sino
para servir de base al movimiento de una clase social determinada y del partido que preparará su victoria
revolucionaria.

A la luz de este rápido reclamo, la frase de que el marxismo no es un dogma, sino una guía para la
acción, aun si figura, por motivos que es fácil encontrar de vez en cuando, en tesis de propaganda, de
agitación y de batalla, no dice nada o no vale nada.

En la acepción etimológica y filosófica común, dogma significa una afirmación derivante de una
revelación sobrehumana, que es valida para todos los tiempos y que no esta permitido negar y ni siquiera
someter al análisis critico. Los trascendentalistas lo admiten, los inmanentistas lo niegan a su manera y a
nosotros marxistas… nos importan un bledo los unos y los otros.

Nosotros no decimos ni que el dogma ha sido revelado por dios, ni que ha sido inventado por un pícaro
o una banda de pícaros. El dogma ha surgido en una época y una sociedad determinadas, como primer
embrión de una ciencia, y no de una ciencia abstracta sino de una ciencia que debía servir a la praxis (de la
experiencia y de la actividad social, incluso primitiva), ya sea como base de normativa práctica, de código
ético. La forma dogmática surgió por intereses de clase que querían conservar una estructura social y su
control. Para nosotros, la religión no es y no aparece como respuesta a la exigencia de comprender el mundo,
sino a aquella, muy anterior y absorbente de controlar la sociedad (y en general para contener sus tendencias
a mutarse).

En sustancia para un marxista los dogmas, históricamente, eran guías para la acción. La frase de que el
marxismo no es dogma, sino una guía para la acción, es pues un sin sentido, si es dicha por un marxista.

Ella se expone a confundirse con dos posiciones burguesas: una, que la actual ciencia de clase haya
salido de las trabas del dogma relevado y autoritario, y por tanto, que sea una ley igualmente válida para sus
señorías los burgueses y para nosotros. La otra, que con la condena de los dogmas fideistas se haya hecho ya
todo aquello que era necesario para tener el derecho de guiar la acción humana, y que se haya cerrado ya el
período de las revoluciones. Para nosotros las viejas sociedades tenían por guía para la acción un sistema de
dogmas, la burguesa tiene por guía de acción una falsa ciencia y una filosofía que sin razón se pretende
antimitológica y consagra vacíos ideologismos sobre la humanidad, la personalidad y la libertad con el único
fin de defender y conservar el modo social capitalista; el marxismo es una nueva forma de superar tanto el
dogma, como el burgués antidogma, y de plantear, en líneas antes imposibles de proponer, la verdadera
relación entre conocimiento y praxis, doctrina y acción, en dialéctica inseparabilidad.

Se dice bien, cuando se dice que el marxismo no es un dogma, en cuanto que es la teoría de una clase
social que nace en un momento histórico determinado y trata científicamente los hechos sociales del presente,
del pasado y del futuro. Se puede decir correctamente que la teoría marxista vale como guía para las
decisiones del partido, y en este sentido de guía para la acción de la clase.

La frase que une los dos términos, en la fácil formulilla frecuentemente usada por los oportunistas, solo
puede servir para rebatir a quien quiera agotar el marxismo en el estudio del devenir histórico,
obscureciéndole su lado esencial de la participación colectiva en la acción histórica.

96 - TODAVÍA LENIN SIGUIENDO EL HILO DEL TIEMPO

La posición de la desconfianza contingente en los Soviets es históricamente de la más alta importancia,


porque converge en una tesis marxista y leninista esencial que se cobra frente a todos los obrerismos,
laborismos, sindicalismos y partidarios de consejos de empresas de derechas o de izquierdas, y que estamos
acostumbrados a reclamar a menudo. La revolución no es una cuestión de formas de organización. O: no es
una cuestión constitucional, sino una cuestión de fuerzas de clase.

Esto queda demostrado cuando se hace ver que aquella desconfianza, que no contradice a la confianza
en el resultado final de la conquista del poder, mucho después de Octubre, se la sigue considerando como
muy justa, en dicho período entre julio-septiembre. El documento es este.

En el II Congreso de Moscú de la Internacional Comunista, en junio de 1920, sobre la cuestión del


parlamentarismo, Lenin, y Bujarin como ponente, rechazaron la propuesta de abandonar la participación en
las elecciones parlamentarias en Europa, defendida por la fracción comunista abstencionista italiana. Ambos
oradores tomaron nota de que la fracción comunista abstencionista no caía en el error de proponer en Italia la
inmediata formación de Soviets, propugnada por los otros grupos que luego vinieron a converger en la
formación del partido comunista en Livorno, en 1921 (Bombacci, Genari y otros: en cuanto a los turineses,
ellos en su particular doctrina, distinguían mal la red de los organismos de empresa, inmersa en la sociedad
actual, de los órganos de un nuevo poder político revolucionario).

Bujarin observó que los compañeros abstencionistas

«reconocen con nosotros que no se puede proceder a la organización inmediata de Soviets obreros en
todos los países. Los Soviets son órganos de combate del proletariado. Si las condiciones que hacen posible
este combate faltan, no tiene sentido crear los Soviets, porque estos se transformarían en apéndices
filantrópico-culturales de otras instituciones puramente reformistas, y existe el grave peligro de que se
organicen según el modelo francés, en los que un par de individuos se reúnen en asociaciones pacifistas y
humanitarias, privadas de todo valor revolucionario».

Lenin trató, no por casualidad, el mismo punto, haciendo notar que el representante de los
antiparlamentarios italianos

«ha dicho que es necesario transferir la lucha a otro campo, a los Soviets. Pero luego ha reconocido
que los Soviets no pueden ser creados artificialmente. El ejemplo de Rusia demuestra que los Soviets pueden
ser constituidos durante la revolución o en la inminencia de esta. En la época de Kerensky, los Soviets (y
precisamente los Soviets mencheviques) estaban constituidos de tal modo, que no podían dar vida en ningún
caso al poder proletario».

Esta claro que la deducción de uno y de otro orador era que hasta que los soviets no surgiesen en la
lucha, el objetivo – entonces común para todos – de destruir el parlamento burgués se debiese alcanzar
trabajando dentro de los parlamentos para sabotearlos. Los abstencionistas obedecieron, pero
permaneciendo sobre sus posiciones formularon la previsión fácil de que ningún parlamento caería por
sabotaje desde el interior, y el partido que entrase habría acabado en el “cretinismo parlamentario”
denunciado por el marxismo. No vamos a tratar aquí este punto, sino el de probar como está concatenada
estrictamente, en un curso unitario la interpretación de la revolución de Rusia, en general a lo largo de treinta
años, y en especial, en los traspasos desbarajustados de los meses de 1917, año de fuego.

Dejamos el argumento poniendo de relieve – para confusión de cuantos consideran que nuestra
reconstrucción es una fría historiografía de cosas muertas – que sabor de ironía tenía el artículo que para
“Pravda” ha escrito, en el último aniversario de la revolución soviética, aquel que sería el sucesor in pectore
del secretario general de los comunistas italianos. Dos ocasiones, ha escrito este, se han perdido para
sovietizar Italia: la de la primera posguerra en 1919-20, y la de la segunda posguerra con el movimiento de
liberación.
Una y otra vez, en posición defensiva y ofensiva, el proletariado italiano, potente en las ciudades y en
el campo, mayoría y primera fuerza social del país, cimentado por el disgusto de haber bebido hasta las
heces en el cáliz oleoso de las democracias parlamentarias burguesas, que en cada fase se superan a sí
mismas en la propia ignominia, ha sido apartado de los umbrales de la revolución de clase por toda una
gama de “defensores de los compromisos”, ha naufragado en los Aventinos y en los Comités de Liberación
Nacional, formas regresivas frente a las que el más menchevique y kerenskiano de los Soviets de Rusia es un
modelo de fuerza revolucionaria.

Este lamento tartufesco suena a burla amarga, en los labios de los ahogadores de la revolución en el
constitucionalismo más empalagoso, y si es posible incluso, en episodios actuales, subparlamentarios ¡Un
Gronchi es mucho menos que un Kerensky! Aunque le guste ser tan teatral.

97 - FAMOSO “FRENTE ANTIDERECHISTA”. KORNILOV

La nueva situación era pues esta: el partido bolchevique había declarado abiertamente agotada toda
posibilidad de llegar al poder por la vía pacífica y dentro de los Soviets: estos, dirigidos por los
socialoportunistas, se habían uncido aún más al gobierno de coalición con los burgueses dirigido por
Kerensky, el cual había iniciado no menos abiertamente la represión del movimiento proletario
revolucionario y había puesto a los bolcheviques fuera de la ley.

Entre tanto la ofensiva desencadenada en el frente por el gobierno de Kerensky había acabado en el
desastre, y el ejército alemán avanzaba.

El ejército estaba dirigido por el general Kornilov, que el 3/16 de agosto, desarrollando un plan
reaccionario sistemático, imponía la institucionalización de la pena de muerte para los militares, no solo en
el frente sino también en la retaguardia.

El gobierno provisional, que apuntaba a la dispersión de los Soviets, aunque no se hubieran revelado
contra él, convocó para el 12/25 de agosto en Moscú una “Conferencia de Estado”, una de las muchas
tentativas de poner en pie, antes de las elecciones para la Constituyente, una representación “popular”
adecuada para los intereses burgueses.

Como de costumbre, los Soviets estuvieron representados por mencheviques y socialrevolucionarios.


Kerensky amenazó con reprimir por la fuerza todo movimiento revolucionario en las ciudades y todo intento
expropiador en los campos. Kornilov fue más allá pidiendo la disolución de los Soviets. A su cuartel general
se acercaron con ayudas de todo genero grandes terratenientes, industriales y banqueros, establecieron con
Kornilov estrechas relaciones los agentes de los aliados franceses e ingleses.

Los bolcheviques, que trabajaban intensamente y ganaban influencia entre las masas, opusieron a la
Conferencia una huelga general en Moscú y en otras ciudades. De acuerdo con Kerensky, Kornilov
desplazaba de Petrogrado a las tropas de tendencia revolucionaria y acercaba regimientos que consideraba
“fieles”. La misma gravedad de estas medidas comenzó a impresionar a Kerensky y a su gobierno,
divulgando la duda entre los soldados mencheviques y eseristas.

El 21 de agosto/3 de septiembre, Kornilov había abandonado la ciudad de Riga a los alemanes: cuatro
días después se mueve hacia Petrogrado. Kerensky había hablado en vano con él para que fuera sustituido en
el mando: Kornilov se quitó la máscara y se lanzó contra el gobierno civil.
Kerensky declaró al general “traidor a la patria” e invocó la ayuda de las masas populares. En el comité
central ejecutivo de los soviets intervino por los bolcheviques Sokolnikov, que declaró que un partido estaba
dispuesto para «buscar medidas militares con los órganos de la mayoría del soviet» con el fin de rechazar a
Kornilov. Así se expresa Trotsky, y añade que «mencheviques y eseristas aceptaron esta oferta agradeciendo
y rechinando los dientes, ya que los soldados y los obreros ahora seguían a los bolcheviques».

Es importante saber que este ejemplo de frente único entre todos los partidos obreros, del que tanto se
ha discutido a continuación para justificar otras formas de táctica del frente único “político”, surgió en el
plano militar y no como un verdadero acuerdo entre los comités dirigentes de los partidos. Se debe hacer
notar que la misma Storia oficial dice que

«lívidos de espanto, los dirigentes socialrevolucionarios y mencheviques pidieron en aquellos días


protección a los bolcheviques, convencidos como estaban de derrotar a Kornilov. Pero, movilizando a las
masas para derrotar a Kornilov, los bolcheviques no abandonaron tampoco la lucha contra el gobierno
Kerenskiano. Los bolcheviques desenmascaraban, frente a las masas, al gobierno de Kerensky, de
mencheviques y socialrevolucionarios, los que con su conducta política habían favorecido objetivamente el
complot contrarrevolucionario de Kornilov».
No hubo necesidad de pasar de la movilización de las masas trabajadoras a una verdadera guerra civil.
Contra el octavo cuerpo de caballería, bajo la dirección de Krimov, se alinearon en la periferia de Petrogrado
obreros armados de los sindicatos, guardias rojos y compañías de marineros de Kronstadt. Agitadores
bolcheviques alcanzaron a la “división salvaje” cosaca: la tropa rechazó proseguir la marcha sobre la ciudad
roja. El general Krimov se disparó un tiro en la cabeza saltándose el cerebro: Kornilov mismo, con sus
secuaces Lukonsky y Denikin fueron arrestados en el cuartel general de Mogilev el 1/14 de septiembre.
Kerensky, que permaneció en el poder, les liberó poco tiempo después. Fue una aventura en sustancia
incruenta. Pero aumentó de modo decisivo el prestigio de los bolcheviques.

98 - EL FRENTE SE DERRUMBA, EL BOLCHEVISMO AVANZA

Derrotado Kornilov, Lenin dispone que se reanude la consigna del poder a los Soviets, los cuales
habían demostrado, por la fuerza del movimiento bolchevique, haber vencido fácilmente una batalla que
Kerensky habría perdido. Lenin, a través de la prensa, según Trotsky, «propuso un compromiso a los
partidarios de compromisos» a los que tanto había llenado de vergüenza. Comprometeros, dijo, a garantizar
la plena libertad de propaganda a los bolcheviques, y estos se comprometerán a no atacar “la legalidad
soviética”, o sea, respetarán la voluntad de la mayoría del soviet sin recurrir a la fuerza insurreccional.

Pero como Lenin sabia bien fueron los “fautores de compromisos” los que declinaron el compromiso
con los bolcheviques. Esto no les favoreció: la preponderancia de los bolcheviques sobre ellos estaba
cercana. Y aquí Trotsky, también grande como historiador, escribe:

«Como en 1905, la ventaja que la primera oleada de la Revolución le había dado a los mencheviques,
desapareció velozmente en la atmósfera exasperada de la lucha de clase. Pero contrariamente a la línea de
desarrollo de la primera revolución, el crecimiento del bolchevismo ahora correspondía al reforzamiento y
no a la declinación del movimiento de las masas».

Es muy distinto, como estudiaremos en su lugar, el juego del compromiso y de la “oferta de


compromiso” en un país apenas salido de la revolución antifeudal, y en otro donde ésta ya está lejana,
descontada, pasada. Sin embargo, esta frase nos recuerda un informe en Moscú de la dirección del Partido
Comunista de Italia, después de la huelga general de agosto de 1922 contra el fascismo, que selló la
verdadera fecha de la victoria de la contrarrevolución burguesa capitalista y del estado tradicional,
habitualmente confundida con la farsa de la marcha sobre Roma y del 28 de octubre, pretendida revolución
en FRAC parlamentario. Escribió el partido italiano: el proletariado, después de haber combatido
valerosamente ha sido batido, no por los fascistas, sino por el Estado burgués y por sus fuerzas armadas. Sus
fuerzas se repliegan, pero las de nuestro partido avanzan respecto a las de los partidos oportunistas. La lucha
debe continuar contra la burguesía fascista como contra los socialistas oportunistas.

Pareció este el camino que preparase una nueva fase revolucionaria, en la que el partido comunista
avanzase en una situación de reanudación proletaria y revolucionaria.

En 1924, Moscú dicto la consigna: Bloque por la libertad con todos los antifascistas. Los que tuvieron
el estómago para aceptarla están ahogados, aún hoy, en el populismo parlamentario, hambrientos de bloques
de gobierno no solo con los socialdemócratas y liberales italianos, sino directamente con los católicos. Una
situación de movimiento hacia delante intrínseco y extrínseco como la del septiembre bolchevique de 1917
no se puede ni siquiera entrever.

Desgraciados entre los desgraciados aquellos pobres obreros que la soñaron en un nuevo cara a cara
electoral, donde la degeneración del ropaje será aún más clara, en todas los matices contendientes.

99 - PREPARLAMENTO Y BOICOT

Visto que la “Conferencia de Estado” había preparado el terreno a Kornilov (los bolcheviques ni
siquiera habían sido invitados), el gobierno de coalición intento realzar sus destinos con una “Conferencia
Democrática”, convocada esta vez por el Comité Ejecutivo de los Soviets para el mismo día de la caída de
Kornilov, 1/14 de septiembre. Se la hizo pasar como matriz de un Pre-parlamento o Consejo de la República.
Entre tanto los bolcheviques avanzaban de éxito en éxito. El 3/16 de septiembre Trotsky y los otros
dirigentes eran liberados. El día siguiente, en el soviet de Petrogrado una votación daba por primera vez la
mayoría a los bolcheviques. El 9/22 debía dimitir el viejo presidium:. el 11/24, sustituyendo a Cheidse,
Trotsky volvía a su puesto de 1905, a la presidencia.

Enseguida se plantea para los bolcheviques la cuestión de si debían tomar parte en el llamado Pre-
Parlamento. Es en estos momentos cuando comienzan las celebres cartas de Lenin al Comité Central, que
plantean la cuestión de la insurrección, y con un pujante aumento incitan a esa predisposición, y finalmente y
contra todos los titubeos exigen que sea desencadenada.

Sobre esta cuestión del Pre-Parlamento tuvo lugar como de costumbre una disparidad de criterios. Los
bolcheviques designados como miembros de tal Consejo Consultivo tomaron parte en las primeras sesiones:
muy pronto Lenin, después de haber indicado el tenor de las primeras declaraciones, que denunciaban todo
posible compromiso ulterior con los partidos que lo habían rechazado, exigió la salida de la “fracción”
(nosotros decimos grupo) del partido.

El Comité Central, en desacuerdo, remitió el problema a la reunión de la misma “fracción”. En esta,


Stalin y Trotsky estuvieron por el boicot, consiguiendo la aprobación de Lenin en una carta del 22-24 de
septiembre (5-7 de octubre). Pero estuvieron por la participación Rikov y Kamenev, obteniendo la mayoría.
La expresión de Lenin había sido particularmente drástica; debemos darle a las masas una consigna clara y
precisa: ¡Dadle una patada a Kerensky y a su Pre-parlamento!.

Finalmente, el 24 de septiembre/7 de octubre la fracción bolchevique abandonó el risible pseudo-


parlamento: ¡Nos reclamamos a las masas! ¡Todo el poder a los Soviets! Un mes después esta consigna era
realidad.
100 - ¡LA INSURRECCIÓN ES UN ARTE!

Debemos seguir rápidamente el curso de la lucha para tomar el poder. Las vicisitudes son conocidas:
pero dado el notable hecho de que una corriente del partido se opuso, debemos darle preferencia a esta
cuestión “política” para verificar después con qué programa social enfocaba la batalla final, el partido
bolchevique, y establecer una vez más la continuidad de la perspectiva.

Indudablemente nunca más será posible tener la verdadera serie de la correspondencia entre Lenin y el
centro del partido, y la de las intervenciones verbales del Comité Central en el que se debatieron los puntos
históricos: preparar el ataque armado, elegir el momento para desencadenarlo con éxito.

Un escrito de Lenin del 1/14 de septiembre se refiere difusamente al problema de la crisis económica y
de la “catástrofe inminente” de Rusia, gobernada por burgueses y socialtraidores, y amenazada por golpes de
derecha. Pero una carta al Comité Central algunos días (13/26) después, lleva decididamente a primer plano
el tema del asalto al poder: El Marxismo y la Insurrección. La urgentísima comunicación no omite referirse
a las bases de la doctrina. Los revisionistas de derechas del marxismo nos han dirigido la acusación de
blanquismo a los marxistas radicales. En Marx, por el contrario, la insurrección es tratada como un arte, en
el mismo sentido que se habla con corrección terminológica de un arte de la guerra y de sus normas y reglas.

A los marxistas revolucionarios les distingue de los blanquistas el hecho de que ellos no consideran la
insurrección como la única actividad política y no la consideran una actividad a emprender en cualquier
momento. La guerra, dicen los teóricos militares, es una continuación de la política de los Estados. Ningún
Estado está siempre en guerra, normalmente el medio de la política exterior y de sus relaciones incluso de
contraste con otros Estados es la negociación, la diplomacia: cuando desde esta se pasa (y como vemos hoy
en las más variados modos y formas) a la guerra declarada, existe un arte para dirigirla, confiada a los
Estados Mayores.

La forma extrema del contraste entre las clases sociales es la guerra civil, Marx lo dice a cada momento.

Lenin aclara la diferencia con el blanquismo, estableciendo que para la iniciativa de la insurrección no
basta el deseo de un grupo conspirativo y ni siquiera de un partido revolucionario (siempre indispensable, no
suficiente por si solo en cualquier caso y momento). Es necesario un determinado grado de actividad de las
masas, que en general se reconoce en un solo instante del curso de una gran lucha clasista. Descubrir tal
momento, como prepararlo y dirigir la acción armada, es un arte que el partido debe estudiar, conocer y
aplicar felizmente.

Lenin examina las relaciones de fuerzas en el 3-4 de julio y concluye que en aquel momento el partido
no debía intentar el asalto. Los adversarios no estaban desbaratados aún por los acontecimientos, el lance
revolucionario proletario era limitado.

Después del episodio Kornilov, todo esto, por ambas partes, ha cambiado. Hoy “nuestra victoria es
cierta”. Lenin desbarata la alternativa, en la que sabe que algunos creen, de una acción en el seno del
Preparlamento. «¡La decisión esta fuera de la Conferencia, en los barrios obreros de Petrogrado y Moscú!»

Los alemanes amenazan Petrogrado. El gobierno ya no puede defenderla y no puede ni quiere firmar la
paz. Nosotros, dice Lenin, colocando en este estadio las dos caras del tremendo problema internacional, solo
nosotros podemos hacer las dos cosas. Propondremos la paz, incluso un armisticio nos bastará. «¡Obtenerlo
hoy significa ya vencer al mundo entero!». Pero si no pudiéramos parar el oleaje, nosotros organizaremos
incluso la desesperada guerra revolucionaria: ¡Para el frente, le quitaremos a los capitalistas ocios y pan!
Brest Litovsk debía superar esta más que trágica alternativa.
Para la Conferencia, Lenin defiende no discursos sino una breve declaración, a la que seguirá el boicot
del derivado Preparlamento. Ruptura completa con la burguesía, destitución de todo el gobierno actual,
ruptura con los imperialistas franco-ingleses, pasaje de todo el poder a manos de una democracia
revolucionaria dirigida por el proletariado revolucionario.

Lenin subraya las últimas palabras y nos vuelve a confirmar que no tiene interrupciones la línea de
1905 y de abril, aunque disgustará a Trotsky: en conexión con esto, Lenin añade, con nuestro proyecto de
programa: la paz a los pueblos, la tierra a los campesinos, confiscación de los beneficios escandalosos de los
capitalistas, represión del escandaloso sabotaje de la producción perpetrado por ellos. Por centésima vez: la
revolución socialista, pero no la sociedad socialista (que vendrá, lo volveremos a ver enseguida, de
occidente).

Después de esto, acción a fondo en los centros de trabajo y en los cuarteles (notad: en esta convulsa
fase del ataque no se esperan aliados campesinos insurgentes). Después de esto, elegir el momento propicio
para la insurrección.

Como Trotsky hace notar (mientras que aquí Lenin solo quiere demostrar que no se permanece fiel al
marxismo y a la revolución si no se comprende que la insurrección es tratada como un arte) sus
comunicaciones pasan a la aplicación en concreto, se difunden sobre todos los particulares de la estrategia
insurreccional, de los lugares a tomar, de las fuerzas a dislocar.

101 - AUN CONTRASTE EN EL PARTIDO

En la carta del 8/21 de octubre, Lenin todavía incita a discutir incluso la cifra de armados necesarios
para impedir la resistencia del gobierno. En tal arrecife vuelve a citar a Carlos Marx: «La insurrección, como
la guerra, es un arte». Se sirve de las mismas recomendaciones hechas por Marx 65 años antes, y concluye
con la cita final de Danton, «el maestro más grande de táctica revolucionaria conocido hasta ahora: ¡Audacia,
aún la audacia, y siempre la audacia!» ¡Y Lenin termina así: «Esperemos que en el caso en que se haya
decidido actuar, los comandantes apliquen con éxito las ordenes de Dantón y de Marx».

«¡El éxito de la revolución rusa y de la revolución mundial dependen de dos o tres días de lucha!»
En la histórica reunión del Comité Central a la que Lenin llegó disfrazado, el 10/23 de octubre (a
quince días de la victoria) se vota la moción que deduce la urgencia de atacar por motivos sacados de la
situación internacional: el amotinamiento de la flota en Alemania, como más alta manifestación del
desarrollo en toda Europa de la revolución socialista mundial… la situación militar, etc… ponen al orden del
día la insurrección armada.

La decisión no fue unánime. Kamenev y Zinoviev votaron en contra. No seguiremos aquí todas las
maniobras de la historia oficial para hacer creer que también Trotsky disintiese de algún modo, y que no
fuese él, quien dirigió en pleno el arte de la insurrección. En los años de 1920 a 1926, estas cosas las
narraban en Moscú, incluso las piedras sin que nadie estuviera en desacuerdo.

El 16/29 de octubre, en la reunión ampliada del Comité Central, los dos volvieron a hablar contra la
insurrección. Derrotados una vez más, y aquí estuvo el hecho grave, dos días después desde las páginas de
un periódico menchevique, afirmaron que su partido se equivocaba, lanzándose a una peligrosa aventura.

La nueva carta de Lenin del mismo día es tremenda. Se empeña en pedir al Congreso que los dos sean
expulsados del partido, les llama señores y les desafía a fundar un partido disidente «con algunas decenas de
desorientados o de candidatos a la asamblea constituyente». Lenin se detiene sobre la revelación de una
decisión interna del partido. Alude a los “argumentos ideológicos” de los dos: la espera de la asamblea
constituyente, esperando (¡) resistir hasta entonces, y un “lamentoso pesimismo”: los burgueses son muy
fuertes, los obreros todavía demasiado débiles.

La conclusión de Lenin es esta, dramática: «Momento difícil. Tarea ardua. Traición grave». Lenin no
desconfía ni un momento de los obreros. «¡Los obreros cerraran filas, la insurrección campesina y la extrema
paciencia de los soldados en el frente concluirán la obra! ¡Cerremos filas, el proletariado debe vencer!». Pero
él ve saboteada la lucha de dos o tres días, en el recinto de las grandes capitales.

102 - LOS ÓRGANOS DE LUCHA

En un primer momento, con el abandono del Preparlamento, el partido formó (en la narración de
Trotsky) una oficina para recoger las informaciones sobre la lucha contra la contrarrevolución confiada a
Trotsky, Sverdlov, y propuesto por Stalin en su lugar, Bubnov. Según Trotsky, Stalin estaba a favor de la
insurrección, pero no consideraba preparado al partido. Según Stalin, por el contrario, Trotsky hizo sin
rodeos una tal propuesta para torpedearla. Es increíble el extremo alcanzado en nuestra época en la manera
de exponer la historia: se miente a la Dantón: ¡Audacia, aún audacia, y siempre audacia! Que nos perdone la
gran sombra jacobina, si tomamos prestada para una cosa tan vil su histórica palabra.

El 9/22 de octubre el conflicto entre Soviet y gobierno estaba a punto de estallar debido a la amenaza
de trasladar al frente a la guarnición revolucionaria. En el seno del Soviet, Trotsky propuso y formó el
Comité Militar Revolucionario.

Bajo las presiones bolcheviques el Segundo Congreso panruso de los Soviets estaba convocado para el
20 de octubre/2 de noviembre. Puesto que era necesario que el poder fuese tomado al menos en Petrogrado
antes del 20, para que el Congreso, en el que estaba asegurada la mayoría a favor de las tesis bolcheviques,
pudiese tomar el poder con el gobierno ya derrotado en la descrita sesión del 10/23 se estableció como día
para la insurrección el 25/28. Al Comité Militar cinco días le parecieron muy pocos (sobre esto especula
Stalin) y además, en la reunión ampliada del 16/29 ya había pasado uno de los cinco días. En aquel momento,
mientras el tiempo apremiaba, y Zinoviev y Kamenev intentaban retrasar todo al menos hasta la reunión del
Congreso, Stalin divagó sin proponer fechas. La grave situación fue resuelta por los dirigentes del Comité
Panruso, que todavía no era bolchevique: ellos decidieron retrasar el Congreso de los Soviets al 25 de
octubre/7 de noviembre.

Aquellos cinco días de más bastaban al Comité Militar Revolucionario. Pero entre tanto la cuestión se
complicó por la actitud del “Rabochij Put”, que aun no poniéndose contra Lenin dijo que era demasiada la
aspereza de su artículo contra Kamenev y Zinoviev.

El 16/29 también se decidió organizar un “Centro Militar Revolucionario” del partido, con Sverdlov,
Stalin, Uritsky, Dserginski, y Bubnov. Stalin ha hinchado enseguida el trabajo de este centro, durante varios
años olvidado según Trotsky, y que por lo demás en la decisión del puño de Lenin debía formar parte del
Comité Militar del Soviet, pacifico protagonista de la acción. No nos extenderemos sobre esta poco
edificante cuestión: por cierto, no es Trotsky el que inventa, y además están con él documentos que cita y la
notoriedad general sobre su acción, y el reconocimiento por parte de Lenin y de millares de participantes en
aquellas jornadas.

103 - LA HORA SUPREMA


Lenin escribe la última carta histórica la tarde del 24 de octubre/6 de noviembre: parece que en la
misma jornada, y antes de recibirla, el Comité Central decidiese la acción.

En el protocolo, Trotsky hace la propuesta y comunicaciones fundamentales: Stalin estuvo ausente, y


nunca ha dicho por qué. La historia oficial de su participación – aunque ni Trotsky ni ningún otro le haya
tachado de falta de coraje – está hecha no de acero, sino de materia plástica.

A nosotros nos interesa, más que el detalle de las horas y de los choques, que es muy conocido por
muchas otras fuentes, la valoración de Lenin sobre la llameante urgencia de la situación.

«Camaradas, todo retraso en la insurrección equivale verdaderamente a la muerte. Quiero convencer


con todas mis fuerzas a los compañeros de que ahora todo pende de un hilo, que están al orden del día
cuestiones que no han sido resueltas por conferencias ni congresos ni siquiera por congresos de los Soviets),
sino exclusivamente por los pueblos, por las masas, por la lucha de las masas armadas.

«Es necesario a cualquier precio, esta tarde, esta noche, detener al gobierno después de haber desarmado (y
derrotado si opusieran resistencia) a los junkers, etc..

«¡No se puede esperar! ¡Puede perderse todo!

«¿Quien debe tomar el poder? Esto ahora no tiene importancia. Lo tome el Comité Militar Revolucionario u
otra institución que declare quererlo entregar a los verdaderos representantes de los intereses del pueblo, del
ejército, de los campesinos.

«No dejar el poder en las manos de Kerensky y CIA hasta el 25 en ningún caso: decidir la cuestión sin falta
esta tarde o esta noche.

«Nosotros no tomamos el poder contra los Soviets, sino para ellos. La toma del poder, es tarea de la
insurrección. Su objetivo político se precisará después ¡Sería la ruina o puro formalismo esperar al incierto
voto del 25!

«¡El gobierno duda. Es necesario acabar con él a toda costa! ¡Titubear en la acción equivale a la muerte!»

La noche del 25 de octubre/6 de noviembre Lenin llega a Smolny. A media noche entre el 6 y el 7
comienza la acción. A las 3 de la tarde Lenin aparece en el Soviet de Petrogrado. A las 9 comienzan las
operaciones contra el Palacio de Invierno. A las 11 de la noche del día 7, se abre el segundo Congreso
panruso de los Soviets.

Los socialtraidores lo abandonan. El Congreso asume el poder. El mismo día, el manifiesto del partido
bolchevique a los “Ciudadanos de Rusia” había declarado que el gobierno provisional había sido finalmente
depuesto.

El gran ciclo de la lucha se había cumplido con la frase de la toma insurreccional del poder.

El partido estaba frente a su programa. Pero mucho antes de las tareas sociales, este mismo y la historia
le planteaban aún tremendas tareas políticas. Proletarios y socialistas, los segundos, al mil por mil. Aun
envueltos en grandes escorias democráticas y capitalistas, los primeros.

104 - EL PODER CONQUISTADO


Nuestro trabajo no es más que un intento hacia la ampliación, no de una historia (en el sentido que para
los bien pensantes se indica con el termino de historiografía) sino de algunos capítulos de ciencia histórica,
termino que para todo el pensamiento moderno es una blasfemia. El modernismo se jacta de haber expulsado
de todas las ciencias, también naturales y no humanas (para el marxismo la ciencia de la especie humana es
una ciencia natural), casualidad y determinismo, solo porque muchos problemas – desde hace tiempo – se
afrontan y resuelven como problemas matemáticos, y con el método de probabilidad. O sea, no se asume
haber determinado, mediante leyes descubiertas, el valor preciso del dato incógnito, sino solo haber
establecido el conocimiento de un cierto campo de valores a los que el dato que se busca deberá con una
buena probabilidad “circundarse”. A un conocimiento del futuro (mejor dicho de lo incógnito, pudiendo ser
cien mil veces más difícil calcular una incógnita del pasado que una del futuro: por ejemplo, la composición
química de la pintura negra que Cleopatra se daba en los ojos; y la hora, el minuto, e incluso el segundo del
próximo eclipse de luna) riguroso y puntual, obligado y cierto, se le sustituiría por uno elástico y aproximado.
Aquí no desarrollamos el punto de que esta alternativa se reduce a una masturbación filosófica desde
tiempos inmemoriales: la certeza absoluta de la solución no es más que una ficción de comodidad, una
convención, que en la praxis de la especie ha hecho siempre buen juego, pariendo un llameante poder de
conocimiento, como el clásico buscar oriente por occidente, como el “altissimum planetam tergeminum
observavi” de Galileo, que primero observó el anillado Saturno. La seguridad matemática no es más que un
expediente para evitar encontrarse con golpes demasiado duros: la dotación colectiva de experiencia de la
especie, que en la historia llamamos religión, filosofía, empirismo, ciencia, es un edificio levantado con
muchas piedras, sobre cada una de las cuales se puede escribir: necedad individual.

Es así que a nosotros nos parecería un gran resultado si se verificase la previsión de que la tercera
guerra mundial acaeciera en torno a 1975, a tres cuartos de siglo, y que no será precedida por una guerra
civil general entre proletariado y capitalismo en los países avanzados de occidente, ofreciendo solamente la
posibilidad de este grandioso evento. Y estaremos dispuestos a admitir por tanto que una cifra tal no se
puede recabar de ninguna ecuación (demasiado vaga la de 1945 - 1918 + 1945 = 1972) y es solamente el
resultado de inducciones de probabilidades. En el Diálogo con Stalin, mostramos que en tal profecía
coincidían el pensamiento de Stalin, el del economista liberal Corbino, y el de la muy pequeña y muy
anónima izquierda marxista ortodoxa.

Esta disgresión sirve para poner de relieve, que naturalmente, también nosotros estamos influenciados
por el modo tradicional de tratar el argumento, y al igual que nosotros somos víctimas del abuso de los
nombres de los personajes ilustres, también lo somos de la manía de las fechas “matemáticas”.

Tratando sobre Rusia, desarrollamos en la reunión de Bolonia una primera parte que trataba la
exposición marxista de la historia de aquel país hasta la fecha de la gran Revolución. En las reuniones de
Nápoles y Génova hemos pasado al tema de la actual estructura rusa, y el contenido de tal exposición se
divide en dos partes: la lucha por el poder en las dos revoluciones, y la más especialmente dirigida al tema: o
sea, a probar la tesis de que la sociedad rusa de hoy es capitalista en un desarrollo joven, y no socialista.

LLegados al 26 de octubre/8 de noviembre de 1917, deberemos cerrar de golpe el primer argumento:


los bolcheviques han tomado el poder. Aquí están ante la prueba: ¿Cómo han gobernado? ¿Cómo han puesto
en práctica su programa? Es indudable que en el marxismo la posesión del poder es un medio, no un fin –
punto de partida, no de llegada. Pero numerosos argumentos permanecen, que están todavía en el radio de la
lucha por el poder, y no en el de la forma social, al que el traspaso de este le ha abierto el camino.

105 - LA LUZ DE OCTUBRE

Los marxistas no tendrían razón de conmemorar fechas con días fijos, es cierto, pero no es delito si lo
hacen: la tal avanzadilla al conocimiento de la especie, colectiva, se ha hecho, como testimonio recordado,
haciendo congeniar juntos a materiales heterogéneos, pequeñas tonterías y grandes ingenuidades, sobre todo
clamorosas contradicciones, girando en laberintos donde no se encuentran Arianas. Y solo al final de este
curso milenario, y mucho más allá de este conato nuestro, que no puede proceder sin tropiezos y derrotas, el
“Hilo del Tiempo” será encontrado.

Desde hace mucho más de un siglo se está desenrollando el hilo en el huso, pero el milagro esta solo en
esto, que más que los iluminados del mundo oficial puede señalar la vía correcta un tonto cualquiera, por la
superioridad que tiene el último timonel con el ojo en la brújula magnética sobre el dantesco y magnífico
Ulises, que no para el “libre vuelo” hacia lo desconocido, “para seguir a la virtud y al conocimiento”, hasta
que el mar, por encima de él con sus sacrilegios, no se volvió a cerrar.

Tiene por consiguiente un gran alcance el martillear la fecha del 26 de octubre (viejo estilo), como un
vuelco instantáneo, porque así se subraya una lección histórica primaria: la contenida en las cartas de Lenin
que invocan no esperar un día más y ni siquiera unas pocas horas para derrocar en Petrogrado al gobierno de
Kerensky. En efecto, esta gran verdad, o sea, que el partido debe haber elegir el momento, determinado por
la historia, entre los rarísimos en los que la praxis se invierte y la voluntad colectiva arrojada sobre la
balanza consigue derribarla, no quita que la lucha continúe mucho tiempo después de aquel vuelco, erigido
como símbolo: en el reto de Rusia, en las inmensas provincias, entre los destacamentos militares.

Y no quita que, incluso después de la primera conquista, repercuta desde la capital a todo el país aún
libre de la invasión alemana, la lucha continúe con la liquidación de la guerra, con la eliminación del último
partido aliado, el socialista revolucionario de izquierda, y de la Asamblea Constituyente, y con la resistencia
de varios años a rebeliones internas y a invasiones de guerra civil lanzadas sobre la naciente república
proletaria.

La lección contenida en estos datos de la historia es tanto más grandiosa, en cuanto que el contenido de
estas empresas es totalmente de clase, y consagra el nombre de socialista y comunista a la revolución de
Octubre y al Estado de los Soviets, dirigidos por el partido bolchevique, en toda su acción política, en tanto
en cuanto esta tiene un solo centro, no en un sistema de medidas para gobernar Rusia y administrarla, sino en
la incansable lucha por la Revolución comunista de Europa.

Más dura, difícil y compleja es la lección que se deriva del estudio de las medidas, por así decirlo, de
administración interna.

Más ardua es su utilización revolucionaria, que se alcanza solo realizando el esfuerzo de admitir que tal
tarea “rusa”, cuando la revolución occidental declina, tiene en su mayor parte un contenido no socialista.

Son importantes todavía varios argumentos, que preceden a tal demostración.

106 - DESTRUCCIÓN DEL ESTADO

El Estado de clase es una máquina inmensa, caracterizada por la existencia de un “comando” central
único. Ha llegado el momento, como dice Lenin al final del clásico El Estado y la Revolución, de yuxtaponer
la praxis a la doctrina. Todo Estado está definido, según Engels, por un territorio preciso y por la naturaleza
de la clase dominante. Por lo tanto está definido por una capital donde se reúne el gobierno, que es definido
por el marxismo como “el comité que administra los intereses comunes de la clase dominante”.

No escapa a tal definición el traspaso del poder feudal al burgués ni siquiera en Rusia: una máquina de
dominio debe sustituir a otra, y esto puede acaecer solo con una lucha cruenta, que se llevó a cabo en febrero
de 1917. Pero es inevitable que en esta fase salga a flote la teoría política, total y diametralmente opuesta,
que en todas las revoluciones históricas ha disimulado el carácter del pasaje del feudalismo al capitalismo.
Se afirma destruir el despótico poder central de una clase, que se configura en el de un monarca y de una
dinastía, no para sustituir al gobierno de una nueva clase dominante contra otra, sino para construir un
Estado, un gobierno y un poder que no exprese el soguzgamiento de una parte de la sociedad a otra clase
gobernante, sino que se funda en “todo el pueblo”.

El hecho históricamente más grande es que, allí donde fatalmente se debieron pagar mayores tributos a
esta interpretación democrática de la revolución, que en las revoluciones europeas se adaptaba bien en un
gran campo de exigencias reales – incluso tenaces ilusiones – de amplios estratos sociales, allí una serie de
hechos históricos positivos puso en claro, para el mundo proletario, la robustez de la dinámica revolucionaria
marxista fundada en las clases, la dictadura de una de ellas, la violación de las libertades de las otras y de sus
partidos hasta el terror, hecho por lo demás inseparable de todas las revoluciones, incluso puramente
burguesas.

Uno de los primeros de estos hechos es la ruptura del viejo aparato estatal que la clase llegada al poder
debe realizar sin titubeos: lección sacada ya por Carlos Marx de las luchas de Francia, y de la Comuna de
París, que se instaló contra Versailles en el Hôtel de Ville, opuso máquina contra máquina armada, también
sofocó en el terror (antes de ser asesinada) a los miembros físicos de la clase enemiga, y obtuvo (después de
vencida) el formidable atestado del proletariado revolucionario mundial que, si tuvo culpas, no fue la de
haber sido demasiado feroz, sino de no haberlo sido suficientemente.

No es la teoría la que aquí se debe diseñar una vez más, sino que solo se deben presentar sus
confirmaciones, cuyas noticias hacían saltar como ebrios de luz y de alegría a los revolucionarios de
occidente.

El gobierno burgués es detenido en el Palacio de Invierno, pero sus oficinas no son (con su personal)
puestas a las órdenes de los nuevos dirigentes del gobierno; son cerradas y la guardia roja acampa en las
salas. El nuevo gobierno se forma desde las primeras células con nueva materia-hombre en el instituto
Smolny, sede de los bolcheviques. Trotsky narra un episodio, en el que quería joder a Stalin pero que hace
honor a todos. Este había sido nombrado Comisario del Pueblo para las Nacionalidades (el nombre de
Comisario del Pueblo en lugar de ministro, parece que fue propuesto por Lenin: indudablemente este nombre
define – sunt nomina rerum – a una dictadura democrática: en Alemania habrían sido Comisarios Obreros, o
del proletariado). Pero lo que es grande es levantar barraca nueva, quemando la vieja. Un compañero
bolchevique de corte común, pero de pasta adaptable, apostrofa por las habitaciones del Smolny, José Stalin:
¿Tienes un Comisariado, camarada? No, respondió el segundo. Permite que te sirva: no me sirve más que un
mandato. Stalin lo escribió en un pedazo de papel y se lo hizo firmar en la sala del Consejo (una habitación
común donde un tabique de madera dividía el local del dactilógrafo y del teléfono). Petskovsky en una de las
habitaciones de Smolny ya ocupada encontró una mesa libre y la empujó contra el muro, colgando de él una
inscripción: Comisariado del Pueblo para las Nacionalidades. A todo esto le añadió dos sillas. «Camarada
Stalin, no tenemos un céntimo en nuestra cuenta – ¿Hace falta mucho? – Para comenzar un millar de rublos
– Id a donde Trotsky: tiene el dinero que ha cogido al Ministerio de Asuntos Exteriores» – añadió
Petskovsky que con recibimientos regulares tomados de Trotsky como préstamo 3.000 rublos, que
probablemente jamás ha devuelto el Comisariado de las Nacionalidades al de Exteriores…

Sobre las tumbas de los comuneros fusilados cuelga el inigualable elogio fúnebre de Marx, que les
entrega a la historia, pero les acusa de no haber hecho saltar, ingenuamente, las cajas fuertes del Banco de
Francia.

La Revolución no tiene derecho a avanzar con las manos limpias.


107 - LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE

La revolución liberal-democrática del 19 de febrero, sobre los trazos históricos de toda revolución
burguesa, convocó una asamblea constituyente electiva de toda Rusia, que debía promulgar la nueva
constitución y las leyes parlamentarias. En el afligido período que prosiguió, las elecciones fueron dilatadas
continuamente por el gobierno provisional, incluso cuando este se convierte en un gobierno de coalición
entre burgueses y socialistas de la derecha oportunista.

Mientras los bolcheviques llevaban a cabo la lucha en los Soviets e incluso cuando rompiendo las
dilaciones la transfirieron al campo de la guerra civil, ellos nunca excomulgaron oficialmente a la
Constituyente ni anunciaron que habrían desertado de las elecciones. A lo mejor, agitando la fórmula del
poder a los Soviets, los bolcheviques no dijeron públicamente que el gobierno estable no debiese ser
designado por la mayoría de la Constituyente. Anunciaron sus candidatos a la misma repetidamente.

Sin embargo, sabemos que desde las Tesis de Abril, Lenin proclama el principio de que la república no
debe ser parlamentaria sino apoyada en el sistema de los Soviets, y por consiguiente excluyendo el voto de
los no trabajadores, aun siendo admitidos en los Soviets, además de los obreros, los campesinos-soldados.
Había fidelidad absoluta a la fórmula de la dictadura democrática (con esto, una vez más, se quiere expresar
que la dictadura no es de una sola clase, sino de varias clases. Si la base fuese de una sola clase,
permanecería el sustantivo dictadura y se suprimiría democrática – si fuese de todas las clases, se suprimiría
dictadura y permanecería democracia). El imaginario paso sostenido por los estalinistas, y en un cierto
limitado sentido también por Trotsky, no solo en la teoría sino incluso en la práctica, a la dictadura del
proletariado tout court ¿Como se concilia con el hecho de que hoy en Rusia votan todos los ciudadanos? La
respuesta de que no habiendo burguesía la sanción es superflua, es vana: en todo caso, si valiese para
demostrar que existe la dictadura, esta siempre sería dictadura interclasista (admite a votar a los campesinos,
artesanos, pequeños industriales, comerciantes, etc, que indiscutiblemente existen actualmente) y por lo
tanto, el pasaje más allá de la dictadura democrática según el Lenin de 1905 no ha tenido lugar: de hecho
solo podía ocurrir por el efecto de una revolución fuera de Rusia.

En su momento la cuestión del estudio de las Constituciones, y de la definición actual como república
capitalista que, a pesar de la praxis estatal totalitaria, es tan parlamentaria, como lo eran las burguesas de
Hitler y Mussolini.

Lenin teoriza pues que, aun estando en presencia de una revolución proletaria integral, debe plantearse
enseguida la superación de la forma parlamentaria del Estado. Por consiguiente, desde Abril condena la
Asamblea Constituyente. La misma fórmula de 1903-1913, ya la había condenado como programa práctico
de gobierno a la caída de los zares.

Luego hemos citado pasajes de Lenin, como conoce el lector, que contienen implícitamente el principio
de la no convocatoria de la Constituyente, aun protestando contra las dilaciones hasta la misma de la
expropiación de la tierra.

E incluso el mismo Trotsky, el cual se dice fautor de la dictadura proletaria en la revolución


permanente, cree que debe justificarse en términos contingentes la medida de disolver la Asamblea,
convocada después de la toma del poder por parte de los bolcheviques. Escribiendo en 1918, Trotsky piensa
evidentemente que lo más prudente era desechar la dictadura permaneciendo en el campo de la democracia,
y no pasar por encima de la democracia, caminando a través de la dictadura de una sola clase y un único
partido hasta alcanzar el objetivo del no-estado – ya que para Marx y Engels solo para este último fin la
dictadura es “transitoria”.
108 - TROTSKY Y LENIN

Reproducimos la justificación de Trotsky del librillo “Desde la Revolución de Octubre a la Paz de


Brest Litovsk”, escrito precisamente en la larga espera de aquellas negociaciones.

«Nosotros éramos perfectamente sinceros cuando decíamos que la vía para la Asamblea Constituyente
no pasaba a través de la conquista del poder por parte de los Soviets. El continuo aplazamiento de la
Constituyente había dejado sus huellas…»

Aquí Trotsky explica que el partido numéricamente más fuerte en Rusia era el socialista revolucionario,
cuya ala derecha prevalecía ampliamente en el campo, con una minoría de izquierda de obreros urbanos.
Ahora, si bien las elecciones hubiesen tenido lugar incluso en las primeras semanas después de la revolución
de Octubre, como las noticias se difundieron mal en el inmenso territorio, y estaba claro que los eseristas de
derechas habrían obtenido la mayoría: esto significaba la mayoría para el depuesto gobierno de Kerensky:
graciosa la idea de volver a llamarlos otra vez y decirles: os presentamos nuestras excusas, volved a los
escaños, los principios de la democracia son para nosotros preliminares y universales: ¡Revolución,
socialismo, y proletariado, son cosas que están en segundo lugar!.

Trotsky está bajo el efecto de la orgía de imprecaciones llegadas de occidente tras la noticia de la
dispersión del rebaño de neo-honorables al son de golpe de mosquetón y sin derramar una gota de sangre, de
las innobles pedanterías de Karl Kautsky, al que dedicó después un volumen formidable: Terrorismo y
Comunismo.

Después de haber excluido, por la historia de la cuestión, que fuese proponible recitar la parte del necio
hasta tal punto, Trotsky prosigue:

«Queda por examinar ahora la cuestión en el terreno de los principios. En nuestra calidad de marxistas,
nosotros no fuimos nunca idólatras de la democracia formal. En la sociedad de clase las instituciones
democráticas no solo no quitan de en medio la lucha de clase, sino que le dan a los intereses de clase una
expresión sumamente imperfecta. Las clases dominantes continúan manteniendo siempre a su disposición
innumerables medios para falsificar, disuadir y violentar la voluntad de las masas populares trabajadoras. Un
aparato aún más imperfecto para expresar la lucha de clase es, en el trastorno de la revolución, el de las
instituciones de la democracia. Marx dijo que la revolución es la “locomotora de la historia”. Gracias a la
lucha abierta y directa para conquistar el poder gubernativo, las masas trabajadoras acumulan en poco
tiempo una cantidad de experiencia política, y en su evolución pasan rápidamente de un escalón a otro. El
lento mecanismo de las instituciones democráticas puede menos aún seguir esta evolución, cuanto más
grande es el país y cuanto más imperfecto es su aparato técnico».
Esta es una buena polémica contra los socialdemócratas que aún admiten la lucha de clase y la
conquista del poder político. Pero a nosotros nos parece un análisis insuficiente, en cuanto que consideramos
que cuanto más desarrollado está un país, en cuestiones técnicas y en experiencia en el largo ejercicio de la
democracia burguesa representativa, tanto más se presta el aparato de ésta a mentiras, corrupción y
envilecimiento de las masas, y si es consultado, está cada vez más apto para decir no al socialismo proletario.

Trotsky mismo dice que Lenin le mantuvo para redactar el decreto de expulsión. Desde hacia por lo
menos seis meses lo tenía sobre el estómago.
109 - DECRETO DE DISOLUCIÓN

¿Queréis un pequeño ensayo de dialéctica? La declaración de los derechos del pueblo trabajador y
explotado, núcleo de la primera constitución soviética, que será a continuación objeto de nuestro examen,
escrita por Lenin con fecha de 4 enero de 1918, tiene por sujeto gramatical la Asamblea Constituyente. El
decreto, de la misma pluma, que la disuelve, es del 7 de enero.

De hecho, la Asamblea, reunida el 5 de enero, no había aceptado la petición del Comité Ejecutivo
Central Panruso de los Soviets, de adoptar la Declaración de los Derechos en el proyecto de Lenin, que
comienza con la afirmación de que todo el poder central y local pertenece a los Soviets.

El decreto de Lenin no se funda en cuestiones contingentes sino que va derecho a su lapidaria


conclusión: “El Comité Ejecutivo Central decide: la asamblea constituyente es disuelta”.

La decisión parte del hecho de que la Revolución Rusa desde el inicio ha creado los Soviets, que estos
se ha desarrollado contra las ilusiones de colaboración con los partidos burgueses y «las formas engañosas
del parlamentarismo democrático-burgués», y «han llegado prácticamente a la conclusión de que la
liberación de las clases oprimidas sin la ruptura con esas formas y con cualquier clase de conciliación es
imposible». Esta ruptura «se ha obtenido con la Revolución de Octubre, que ha vuelto a poner todo el poder
en manos de los Soviets».

Esta ha provocado la reacción de los explotadores y «en la represión de tal desesperada resistencia ha
demostrado plenamente ser el inicio de la revolución socialista». Esta fórmula rigurosa es asumida
integralmente por los marxistas, ya que se trataba de la revolución socialista internacional, y de ningún modo
de la luego convertida en fábula “edificación socialista solo en Rusia”.

El texto prosigue:

«Las clases trabajadoras han debido persuadirse, basandose en la experiencia, de que el viejo
parlamentarismo burgués ha pasado de moda [joven en Rusia, viejo en Europa, para la que toda la grandiosa
demostración histórica se erigió entonces, y hoy permanece integral,] que es incompatible con el objetivo de
la realización del socialismo; que no son las instituciones nacionales, generales, sino solamente las de clase,
como los soviets, las que están en condiciones de vencer la resistencia de las clases poseedoras y de poner
[añadido nuestro sobre el hilo de la lógica y de la doctrina: con este mismo hecho] los fundamentos de la
sociedad socialista. Toda renuncia a la integridad de los Soviets, toda renuncia a la República soviética
conquistada por el pueblo, en favor del parlamentarismo burgués y de la Asamblea Constituyente, sería
ahora un paso atrás, sería el hundimiento de toda la revolución de Octubre, obrera y campesina».
El texto continúa diciendo que esta Asamblea ha rechazado la tesis del poder a los Soviets y con esto
«ha roto todo lazo con la República Soviética roja. El abandono de una asamblea similar por parte del
grupo de los bolcheviques y de los socialrevolucionarios de izquierda, los que hoy forman la mayoría de los
Soviets y gozan de la confianza de los obreros y de la mayoría [oíd] de los campesinos, era inevitable».
Los partidos con mayoría en la Constituyente, en realidad, llevan a cabo fuera de la misma una acción
derrotista contra la revolución, defienden a los saboteadores capitalistas, los llamamientos al terror de
agentes desconocidos de la contrarrevolución.
«Está claro por todo esto que la otra parte de la Asamblea Constituyente solamente podría tener la
función de apoyar la lucha de los contrarrevolucionarios para el abatimiento del poder soviético».
Se cierra el grandioso documento.

La grandeza de este texto radica en que no se basa en contingencias particulares extraídas del concreto
desarrollo ruso. Este ha ofrecido solamente las ocasiones previstas: magnífica aquella de que, en las
elecciones, los revolucionarios no hubiesen obtenido la mayoría: habría sido terriblemente embarazoso, y
quien sabe cuantos bolcheviques habrían claudicado una vez más.

El histórico texto se basa en argumentos de principio sacados no de la historia pasada, sino de la


historia esperada de la revolución proletaria y comunista mundial, sobre la incompatibilidad entre la
democracia parlamentaria y la realización del socialismo, que seguirá al violento abatimiento de los
obstáculos sociales, de las formas tradicionales de producción, como está escrito en el Manifiesto.

No leyeron el argumento, más allá de diez fronteras, los seguidores del marxismo incorrupto, pero les
bastó la desnuda noticia del hecho de que la mayoría abandonó la Asamblea y ordenó que la mayoría fuese
reducida al silencio, para celebrar en uno de los más llameantes encuentros entre previsión doctrinal y la
historia viviente.

La masa de los proletarios explotados, empujada por la guerra a la lucha revolucionaria, comprendió la
grandeza del evento, aunque fuera en forma manos científica; gritó con millones de voces que una vez más
la Luz (¡llamadla, oh filisteos, si os envenena, mesiánica: pero está la Teoría que se hace Realidad!) se había
levantado resplandeciendo sobre el horizonte de Oriente.

A este punto la Storia oficial del Partido le dedica unas pocas líneas.

«La Asamblea Constituyente, cuyas elecciones se llevaron a cabo, en gran parte, antes de la
Revolución de Octubre, y que rechazó ratificar los decretos del II Congreso de los Soviets sobre la paz,
sobre la tierra, sobre el pasaje del poder a los soviets, es disuelta».
Este es un excusa.

110 - GUERRA Y PAZ

Las páginas de la narración estalinista sobre este punto son tales, al menos para quien en aquella época
ya vivía, que solo citarlas para confutar equivaldría a confesar una idiotez congénita. Trotsky y Bujarin
habrían trabajado contra la paz, para conseguir que los alemanes, que les pagaban, conquistaran Rusia y
aplastasen la Revolución. El genio de Lenin lo impidió: ¿Pero como es que aquel genio no habría llegado a
comprender que sus más cercanos colaboradores, incluso durante años y años y hasta su muerte, eran puros
sicarios? ¿Y como es que no lo habría comprendido tampoco Stalin, por cuya grandeza se difunde aquel
texto? ¡Ellos dos, y todos los otros, y todos nosotros, que fantástico montón de necios! Dejémoslo estar. No
podemos confesar que los alemanes pagan también al “Filo del Tempo”.

Por la misma razón no nos interesan todos los detalles, aunque decisivos, de la confutación que da
Trotsky de la increíble construcción. Quien cree que el socialismo es una construcción, puede también
dedicarse a “edificar la historia”, como la oficialidad Kremlinesca. En ambos casos fabrican sobre arenas
movedizas, y a nosotros nos urgen cosas más sólidas.

El II Congreso panruso de los Soviets que asumió el poder el 26 de octubre / 8 de noviembre, en la


misma sesión adoptó el decreto sobre la paz, preparado por Lenin, primer acto del nuevo poder. Con él se
propone a todos los países en guerra el inicio inmediato de negociaciones “por una paz justa y democrática”.
El texto dice a continuación, que es lo que se entiende con tal fórmula:

«una paz inmediata, a la que aspira la aplastante mayoría de los obreros y de las clases trabajadoras de
todos los países, agotadas, extenuadas y martirizadas por la guerra, una paz sin anexiones ( o sea, sin
conquista de tierras extranjeras, sin incorporaciones forzosas de otros pueblos) y sin indemnizaciones».
Una dilucidación ulterior:
«Por anexión o conquista de tierras extranjeras el gobierno ruso entiende – conforme con la conciencia
jurídica de la democracia en general y de las clases trabajadoras en particular – cualquier anexión de un
pueblo pequeño y débil por un Estado grande o potente, sin que el pueblo lo haya aprobado claramente,
netamente y voluntariamente con el consenso y el deseo, independientemente del momento en el que esta
incorporación forzada haya sido realizada, independientemente también del grado de desarrollo o de atraso
de la nación anexionada por la fuerza o mantenida forzosamente dentro de las fronteras de aquel Estado, e
independientemente, incluso, del hecho de que esta nación este en Europa o en los lejanos países
transoceánicos».
Esa propuesta concreta no constituye una construcción teórica. La posición marxista es la de que un
partido proletario no puede en ningún caso apoyar una anexión política forzada; pero no consiste en hacer un
capítulo del programa de la sistematización ex-novo de todos los pueblos homogéneos en un nuevo
ordenamiento político-geográfico de Estados, alcanzado y mantenido por el consenso y sin violencia. Esta es
considerada por los marxistas una utopía inconciliable con la sociedad de clase capitalista, todavía más que
en ninguna otra, mientras que en una sociedad socialista el problema se plantea sobre otras bases, incluyendo
la distensión y la extinción de toda violencia estatal.

Es una propuesta tal, que los países burgueses podrían aceptarla, o al menos no pueden rechazarla por
razones de principio, y que por lo tanto les desenmascararía si la rechazasen – como es seguro – en su
apetito de bandidaje imperialista. Así se habrá probado que una conciencia jurídica internacional de los
Estados, de hecho, no existe, ni puede existir en el mundo actual.

El decreto contiene otros dos puntos fundamentales: la renuncia al secreto diplomático y la anulación
de los tratados, secretos o no, estipulados por el Estado ruso hasta entonces – y la propuesta de un armisticio
de al menos tres meses para el desarrollo de las negociaciones.

La conclusión de la relación que ilustra el decreto es poderosa. Se explica que no se puede renunciar a
discutir con los gobiernos, y se da un carácter no de ultimátum a la propuesta de paz «sin anexiones y sin
indemnizaciones». Pero con esto no se renuncia a hablar también con los pueblos, con los obreros de todos
los países para que derroquen a los gobiernos que se oponen a la paz. «Nosotros luchamos contra las
mistificaciones de los gobiernos que, de palabra, todos están por la paz y por la justicia, pero que de hecho
conducen guerras de conquista y de rapiña». El decreto alaba abiertamente la insurrección obrera, los
amotinamientos en la flota alemana. Sin embargo, excluye la posibilidad de acabar unilateralmente la guerra.
Esta solo puede acabar con la paz: el decreto no contiene – todavía – la previsión de una paz separada.

111 - CRONOLOGÍA TRÁGICA

El 7 de noviembre la propuesta fue trasmitida a todos los gobiernos en guerra. La respuesta de los
aliados, franceses, ingleses, etc., fue trasmitida no al gobierno bolchevique, sino al Cuartel General del
ejército el 11 de noviembre: era una clara amenaza de atacar a Rusia, si está hubiese osado concluir una paz
separada con los alemanes.

Lenin, en el discurso de clausura había explicado lealmente que no se le había dado a la propuesta de
armisticio general la forma de ultimátum, amenazando con la paz separada, sino que se hacia hincapié en el
cansancio de las masas beligerantes para obligar a los gobiernos a negociar: había recordado aun el
amotinamiento ferozmente reprimido en la marina alemana, y los motivos italianos después de Caporetto y
en las jornadas de Turín: «Tomad Italia, dónde este cansancio ha provocado un movimiento revolucionario
de larga duración, que reclamaba el fin de la masacre».

A la amenaza aliada del 11 de noviembre, respondió con una proclama del Soviet a los obreros,
soldados y campesinos en el que se declaraba que el poder soviético jamás habría tolerado que la sangre «de
nuestro ejército fuese vertida bajo la fusta de la burguesía extranjera». El gobierno bolchevique mantuvo la
invitación al armisticio, y el compromiso de publicar todos los tratados secretos.

El 30 de noviembre, el gobierno soviético decide iniciar la negociación por la paz con las potencias
centrales, e inútilmente invita a las potencias occidentales a participar. El 2 de diciembre en Brest Litovst
comienzan las negociaciones de la primera delegación dirigida por Joffe: desde el 22 al 28 se desarrolló la
conferencia de paz que concluye con propuestas severísimas e inaceptables de los alemanes. Dichas fechas
son del nuevo calendario, que en adelante seguiremos, ya que en febrero de 1918 un decreto del nuevo
gobierno lo adoptaba para toda Rusia.

Un armisticio con los alemanes había sido concluido el 5 de diciembre. El 9 se había comenzado a
discutir y los alemanes habían ostentado en un primer momento, aceptar las bases jurídicas de la paz
propuestas por los rusos, lo que produjo una gran impresión. La declaración de Kühlmann en tal sentido y
después de muchas prórrogas se había hecho el 25 de diciembre y provocó el 28 una gran manifestación de
masas en Petrogrado por la paz democrática. Pero al día siguiente, la delegación Joffe se presentaba
denunciando que las peticiones efectivas alemanas comportaban la caída bajo el yugo germánico de los
países bálticos, de Polonia, e incluso de Ucrania.

El 10 de enero se envía la segunda delegación, dirigida por Trotsky, y se inician nuevas y largas
sesiones, que duran hasta el 10 de febrero.

La situación se complicó por una delegación de la Rada ucraniana de Kiev que, ostentando ser
autónoma de la nueva República Rusa, era como un fantoche en manos alemanas, y el 9 de febrero, mientras
su poder se había convertido cada vez más ficticio, firmaba sola una paz con Alemania y Austria.

Al día siguiente los rusos declararon no poder aceptar aquellas condiciones miserables, y se retiran
declarando que de cualquier forma pondrán fin a la guerra, desmovilizando el ejército.

Se confiaba en la reacción de los proletarios de Alemania y Austria, se esperaba que el ejército alemán
no habría reanudado un intento de invasión. Pero no fue así. El general Hoffmann, cinco días después de la
última sesión, violando el termino convenido de siete días, declaró expirado el armisticio y reinició las
operaciones. El frente ruso se desmoronó totalmente. Los contrarrevolucionarios finlandeses y ucranianos
invocaron las bayonetas alemanas para resistir a los bolcheviques que les habían arrollado. La amenaza
pendía sobre Petrogrado. El 19 de febrero, por radio, el gobierno ruso se declara dispuesto a firmar cualquier
paz dictada por los alemanes, que no se detienen y solo el 23 comunican las nuevas y tremendas condiciones.
El 28 de febrero la tercera delegación, dirigida por Sokolnikov, llega a Brest Litovsk: el 3 de marzo de 1918,
finalmente la paz-horca es firmada. Pasaban a Alemania, Estonia, Letonia y Polonia, Ucrania se convertía en
Estado vasallo, Rusia debía pagar una indemnización. Pero todo esto, en el cuadrante de la historia estaba
destinado a durar solo algunos meses, hasta el hundimiento alemán en noviembre y el armisticio general con
los occidentales victoriosos. La crisis de Brest Litovsk sustancialmente había quebrantado internamente a
Alemania y no a Rusia.

112 - GRAVE CRISIS EN EL PARTIDO

Durante las tremendas alternativas de Brest se había desarrollado en el partido un profundo desacuerdo.
Una corriente, que se llamó comunistas de izquierda, y que encontraba apoyo en la actitud de la derecha de
la coalición de gobierno, o sea en los eseristas, se declaró contra la paz separada y sobre todo contra la
aceptación de condiciones tan gravosas. Tomado el poder por los trabajadores, estos sostenían, que la guerra
ya no es la de los imperialistas y de los oportunistas, sino que es una guerra revolucionaria, una guerra santa:
es necesario sublevar en armas a todo el pueblo ruso, no firmar apareciendo ante los proletarios extranjeros
como traidores a la Internacional, y es mejor sucumbir en la lucha perdiendo el poder y la conquista de la
revolución, si las fuerzas proletarias rusas fuesen aplastadas sobre el campo.

Contra esta posición se levantó con constancia y decisión inflexible, y como de costumbre en ciertas
fases casi sólo, Lenin. Su argumento fundamental era la confianza en la revolución europea, a la que era
necesario dar el crédito de una espera más larga que la de semanas y meses, sacrificándose en todas las
concesiones nacionales con tal de encontrarse en el poder al final de la guerra, incluso si se debía, como
luego ocurrió, trasladar a Moscú la capital.

Como ya se hizo otra vez, recordaremos que, cuando llegaron a Europa los ecos de este tremendo
debate, y cuando muchos que pasaban por izquierdosos se exaltaban con la idea de una guerra de
desesperación antialemana, los elementos de izquierda del partido italiano, aun en la casi inexistencia de
documentación, abrazaron la tesis leniniana y la sostuvieron en el “¡Avanti!” y en el “Avanguardia” de los
jóvenes, con la misma intensidad con la que se habían solidarizado con la dispersión de la Constituyente y la
tremenda cruzada contra los oportunistas y traidores dentro y fuera de Rusia; encargando a los trabajadores
de Europa y de Italia la tarea de extinguir y de soterrar la guerra conjurando una llamarada de fanatismo
patriótico, que hacia el juego al intervencionismo traidor y antialemán.

La delegación Trotsky volvió con la noticia de que no había aceptado firmar la paz el 10 de febrero.
Pero la cuestión ya había sido discutida en una conferencia de 63 bolcheviques, celebrada el 21 de enero, a la
que había sido llamado Trotsky. La tesis de Lenin de firmar la paz como los alemanes querían fue derrotada,
habiendo obtenido solo 15 votos. Tuvo 16 la tesis de ni guerra ni paz de Trotsky. La mayoría absoluta, 32
votos, siguió la tesis de Bujarin a favor del rechazo de la firma y la proclamación de una guerra
revolucionaria. El 24 de enero, la discusión volvió a producirse en el Comité Central del Partido. Lenin
propuso no rechazar la firma, sino prolongar ampliamente las negociaciones: 12 a favor y 1 en contra.
Trotsky insistió en la propuesta: rechazo de la firma, desmovilización, con 9 a favor y 7 en contra.

El 25 de enero se discute todavía en una reunión común con los eseristas de izquierda. La mayoría
decide someter al Congreso de los Soviets la fórmula: ni guerra ni paz.

El 10 de febrero, como se ha dicho, vuelve la delegación que ha aplicado esta directriz, contra el
parecer de Lenin, pero no en contra del de la mayoría. Krilenco que tenía el mando supremo ordena la
desmovilización. Las condiciones militares en cuestión técnica estaban tan claras, que nadie se opuso.

Cuando se supo que los alemanes, después de una conferencia presidida por el Kaiser Guillermo en
Hamburgo, habían reanudado el avance, se reunió otra vez el Comité Central el 17 de febrero. La propuesta
alemana de reanudar las negociaciones y firmar fue rechazada por 6 votos contra 5. No hubo votos a favor
de la guerra revolucionaria, sino únicamente la abstención de Bujarin, Joffe y Lomov.

El 18 de febrero en una larga sesión, (primero sostuvieron la firma Lenin y Zinoviev), el rechazo
Trotsky y Bujarin, y la propuesta de negociar fue rechazada por 7 votos contra 6: más tarde se decidió el
envío de un telegrama que ofrecía la paz con las viejas o incluso distintas condiciones, con la aprobación de
Lenin, Smilga, Stalin, Sverdlov, Trotsky, Zinoviev, Sokolnikov, con 5 en contra y 1 abstención. La respuesta
llegó el 23. El Comité Central votó la aceptación con 7 votos contra los 4 de Bujarin, Bubnov, Uritsky y
Lomov. Sin embargo, se votó la preparación para la guerra revolucionaria. El 3 de marzo se obtuvo la paz.

El 6-9 de marzo la polémica estalló violentamente en el séptimo Congreso del Partido y fue aprobada,
contra la viva oposición de la fracción Bujarin, la aceptación de la paz de Brest. La resolución de Lenin
obtuvo 30 votos, contra 13 noes, y 4 abstenciones. En este Congreso el partido toma el nombre de
Comunista (bolchevique), como fue propuesto un año antes por Lenin.
En el Tercer Congreso de los Soviets la cuestión se retoma y, esta vez, están en la oposición también
los socialrevolucionarios de izquierda: la coalición se rompe y estos pasan a la oposición más decidida
contra el gobierno bolchevique. Estamos a 15-17 de marzo; el gobierno se forma de manera distinta, con
Chicherin de Comisario de Exteriores, Trotsky de la Guerra.

113 - LA VALORACIÓN DE LENIN

Los escritos de Lenin atacan gravemente la actitud de aquella “izquierda” que quería el rechazo de toda
paz y la guerra santa contra los alemanes. La oposición había ganado la organización del partido en Moscú,
y el 24 de febrero hubo un voto de censura al Comité Central. Lenin llama “extraña y monstruosa” tal
posición. Los izquierdosos debían admitir que esta guerra habría sido una guerra sin esperanza y que los
alemanes habrían vencido ulteriormente y avanzado, con la consecuencia de la caída del poder de los Soviets.
Ellos habían respondido que tal eventualidad era preferible al deshonor de sufrir la imposición imperialista
alemana. Lenin demuestra que es una posición de desesperación y que no es derrotismo de la revolución
internacional firmar una paz honrosa y tremenda con el imperialismo germánico: su perspectiva de que la
revolución superará este pasaje tremendo tendrá sabor de profecía una vez más.

Sin embargo, Lenin no ha condenado nunca por principio la guerra revolucionaria. De hecho, unos días
antes del escrito ahora citado, el 22 de febrero, Lenin había redactado el llamamiento para la defensa
revolucionaria, encabezado en las Obras con las palabras, que no sabemos si son originales, de las que tanto
abuso se hizo en 1942: “¡La patria socialista está en peligro!”. Son dadas todas las disposiciones para la
resistencia desesperada contra el invasor, en el caso de que este rechace la delegación que ya había partido
para firmar la paz y continúe deliberadamente penetrando en el país.

Pero en los escritos posteriores de preparación del VII Congreso, Bujarin y los suyos son ulterior y
fieramente estigmatizados, basándose en un informe de la situación real.

La finalización de la guerra era una meta fundamental, quizá la más vital, de una larguísima lucha, que
duraba desde 1914 y en cierto sentido desde 1900. Era indispensable que este pilar fuese establecido a
cualquier precio: la guerra imperialista y zarista ha terminado: la traición social chovinista ha sido triturada;
(y era tanto un fundamento de la revolución ruso como, y por encima de cualquier otra cosa, de la revolución
internacional). No faltarían luchas y guerras civiles para la defensa de la revolución y de la victoria de
Octubre: Lenin lo sabía y lo dijo claramente.

Pero Brest fue una etapa del camino que debía conducir desde la guerra imperialista a la guerra civil en
cada país, como había declarado el marxismo revolucionario en 1914, e incluso antes. Y el proletariado
alemán dio con Spartaco en el 1918, al final de aquel tremendo año, la prueba de haber entendido el
compromiso que se derivaba del estrago consumado con la “paz oprobiosa”, en la que el bolchevismo y el
propio Lenin tuvieron el gigantesco coraje de poner deliberadamente la propia firma el histórico 3 de marzo
de Brest. Fue a la contraparte estipulante y triunfante, a la que la historia enseguida puso sobre el tapete.

En la etapa de Brest, la Revolución Europea estaba en marcha gloriosa. Sobre la línea política
revolucionaria, el poder ruso de octubre mantenía en alto él solo la bandera roja correctamente.

114 - LA TREMENDA GUERRA CIVIL


La salida de los eseristas del gobierno tuvo lugar en el cuarto Congreso de los Soviets que,
inmediatamente después del séptimo Congreso del partido comunista (bolchevique), como se llamó desde
entonces, aprobó la línea de Lenin para Brest Litovsk; la revuelta siguió en el V congreso panruso de los
Soviets, del 4-10 de julio de 1918, que ratificó el tratado definitivamente, adoptó la Primera Constitución,
proclamó la formación (iniciada desde febrero) del Ejército Rojo estable, y rechazó las tesis
socialrevolucionarias contra la lucha sin cuartel al campesino rico y capitalista agrario (el kulak). Desde la
oposición los eseristas pasan a la revuelta: el 5 de julio su seguidor, Blumkin (luego, en un film a lo Totó,
presentado como agente de León Trotsky) asesina al embajador alemán, Mirbach, esperando volver a
encender la guerra. En varias ciudades y en Moscú los eseristas se sublevan, llegan a descargar sus cañones
contra el Kremlin. El partido comunista sin el mínimo titubeo dispone la liquidación de la aventura, que se
lleva a cabo en pocos días: este último residuo aliado, este último objeto susceptible de “bloque” y de “frente
único”, entre el horror de todo el oportunismo mundial y la alegría de los marxistas revolucionarios de piel
no débil de cada país, son puestos fuera de la ley roja y aplastados como un nido de serpientes. Fieles a su
método terrotista y consagrados a la contrarrevolución, todavía debían asesinar el 30 de agosto al valeroso
bolchevique Uritsky, grave pérdida para el partido, y con la mano de Fanny Kaplan meter en la espalda del
mismo Lenin una bala de pistola, que quizá le abrevió la existencia.

En aquel momento se abrían uno tras otro los frentes de intervención exterior, de la guerra civil; el 17
de agosto, cortando por lo sano otro engorroso problema se quita de en medio por orden del gobierno
bolchevique, en Ekaterinburg, donde los blancos estaban a punto llegar, a la familia imperial; y no hay razón
para creer que alguno pudiese escapar.

Se había abierto el período después del cual quedó resuelto el problema que indicamos en el resumen
de esta serie de reuniones como conclusión: ¿Qué debe hacer el partido revolucionario apenas llegado al
poder? – con la solución: combatir dura y largamente para no perderlo. Lucha que, por ambas partes, no
puede dar cuartel a los vencidos.

115 - LAS TRES TAREAS SOCIALISTAS DE OCTUBRE

El armazón crítico de nuestra reconstrucción histórica reside en sostener dialécticamente que la


revolución rusa no ha conducido hacia una Rusia socialista, sino capitalista; y que esto no contradice, sino
que confirma la teoría histórica del partido. Entre revolución rusa y sociedad socialista rusa el “puente” que
ha faltado lo ponía esta: la revolución proletaria europea. Y esto sosteniendo al mismo tiempo que, mientras
que febrero de 1917 fue una revolución política burguesa, Octubre de 1917 fue una revolución política
proletaria, y socialista (y por consiguiente también revolución social definida como socialista), lo cual nada
quita si, después, el camino dialéctico hacia la victoria del socialismo en el mundo capitalista no pudo ser
recorrido en su totalidad. No esta perdida una causa histórica, porque se aplaze para una audiencia posterior.

Hemos establecido por tanto la demostración del “derecho” del Octubre ruso en la clasificación de
“socialista”, y “comunista”, en tres tareas, que han quedado sólidamente implantados en el corpus histórico
humano.

El primero es el aplastamiento del oportunismo nacionalista traidor de la Segunda Internacional, y la


liquidación de la guerra capitalista.

La segunda tarea es la decidida y sucesiva dispersión de todos los movimientos sociales y políticos
instalados entre la burguesía y el proletariado revolucionario, agotando en una potente serie dialéctica la
función histórica en la medida que ya no tiene fuerza propulsiva, a partir de la caída del feudalismo, y
construyendo la prueba física real de la necesaria unidad y totalidad del poder revolucionario dictatorial, y
terrorista cuando es necesario, en manos del partido de clase, del partido marxista y comunista.

La tercera tarea está en la solución, teórica y de acción, de la relación entre la clase proletaria
revolucionaria y el Estado. La emancipación de la clase trabajadora es imposible dentro de los límites del
Estado burgués: este debe ser derrotado en la guerra civil y su mecanismo demolido: con esto la visión
socialdemocrática del curso histórico esta dispersada. Después de la victoria revolucionaria e insurreccional
es necesario que surja otra forma histórica estatal, la dictadura del proletariado, dirigida por el partido
comunista, que abre la etapa histórica en la que surge la sociedad socialista y se va extinguiendo el Estado.
Con esto queda juzgada la lucha de 1870-72 entre marxistas y libertarios, cerrado el ciclo de la ilusión
anarquista y pequeño burguesa, aunque certificando a los anarquistas la validez de la tesis de que el Estado
no se conquista, sino que se destruye.

116 - VOLVIERON LAS SUMAS

¿Cuál es el balance, en Rusia y en el mundo internacional, de estas tres gigantescas tareas históricas?

Primero: la derrota de los traidores de 1914 fue definitiva en el campo teórico, y definitiva, siempre en
ese campo, la obra de fundación de la nueva Internacional. En la actuación histórica, por lo que se refiere a
Rusia, el resultado fue pleno, con la destrucción del “defensismo” que resurgía amenazante (Lenin-Abril),
pero, por lo que se refiere a la Internacional, a la poderosa base crítica y teórica no le correspondió igual
éxito. No habiendo una intervención proletaria europea victoriosa, al Octubre socialista ruso no se le pudo
injertar el pasaje de la sociedad rusa al socialismo. Pero, lo que fue aún peor, no se le injertó el desarrollo de
los partidos comunistas en Rusia y en otros lugares, coherente con las gloriosas bases ¡De cualquier forma,
balance positivo hasta la fecha de Octubre de 1917!

No menos positivo el balance para la segunda tarea: en teoría, la destrucción totalitaria de los partidos
“afines” sigue siendo una conquista universal, que en la acción se consiguió en aquel entonces en Rusia sin
excepciones. Internacionalmente y por las mismas susodichas razones se ha retrocedido después desde la
altura de Octubre.

La tercera tarea de la destrucción del aparato estatal tradicional en la doctrina ha sido cumplido con El
Estado y la Revolución, con la total restauración del marxismo, y en la acción la tarea en Rusia ha sido
llevada hasta el extremo haciendo pedazos tanto el aparato zarista como los conatos de ordenación burguesa
en el gobierno provisional y en el aborto de Estado parlamentario. En la época de Octubre este balance
resplandece completamente, y es un resultado que el futuro utilizará en pleno, a pesar de la derrota de la
revolución en Europa y de la involución del poder ruso hacia formas sociales de capitalismo, y estatales de
mentira demopopular.

La revolución de Octubre y el partido comunista de Lenin fueron a la victoria conduciendo toda la


acción sobre la verdadera línea revolucionaria, consiguiendo todos los resultados conseguibles y en el
sentido favorable para el desarrollo de la revolución proletaria internacional y de la sociedad socialista; las
únicas formas posibles, entonces, hoy, y mañana.

La resistencia de la forma histórica capitalista en el mundo moderno y en Rusia con mayor razón
todavía, se liga a la tremenda derrota del movimiento de la clase obrera en la prueba de agosto de 1914.

A pesar de las derrotas estratégicas ulteriores del proletariado mundial, y a pesar de la nueva y peor
oleada de oportunismo que ha asesinado al Partido y a la Internacional de Lenin, el punto de apoyo de
Octubre es potentemente válido y lo sigue siendo durante todo el curso de la Revolución futura. De las
revoluciones proletarias que la historia rubricará, Octubre ha sido la primera en vencer, y en señalar el único
camino, desde entonces gloriosamente abierto.

117 - SUPREMO ESFUERZO EN SOLITARIO

Si enseñanzas y “entrenamientos” históricos y grandiosos del proletariado mundial son las conquistas
de Octubre en cuestión de totalidad unipartítica de la revolución, de trituración de la guerra imperialista, de
reducción a pedazos del Estado parlamentario, no lo es menos la verdadera y propia epopeya a través de la
cual, en más de tres años de pavorosa guerra civil, fueron aplastados, sin dejar rastro palpable, todos los
feroces intentos de la contrarrevolución, alimentados por las clases dominantes y por las fuerzas de
conservación del mundo entero y por los poderes constituidos de todos los países.

Una parte enorme del potencial revolucionario que poseían los proletarios rusos y su formidable partido
fue absorbido en este esfuerzo increíble. Los enemigos llegaban desde todas las direcciones, se enfrentaban
en decenas y decenas de frentes, tenían bases y medios de operaciones por todos los puntos, no solo del
horizonte geográfico, sino del político: las múltiples y multiformes punzonadas, procedentes de clases,
partidos y Estados de todas las condiciones, blancos, amarillos, verdes, rosados, reaccionarios feudales,
grandes capitalistas liberales, radicaluchos pequeño burgueses, socialistuchos pseudo-obreros, atacaban con
un solo objetivo: abatir al poder bolchevique. No es el momento de hacer una historia de la larga lucha, a la
que en síntesis le dedicamos algunos apuntes indicativos, pero esto se probará por las referencias a las
épocas, a los lugares de partida y de ataque, a los nombres de las nacionalidades, de los gobiernos, y de los
generales que actuaban. Cien ataques contra una defensa única, unicolor, y que venció porque fue
“unipartítica”.

Aquí queremos hacer dos puntualizaciones. ¿Por qué, escuchamos preguntar, ante la increíble
heterogeneidad del adversario y ante la diversidad del origen de los intereses por los que habían sido
animados y eran sostenidos, no se pensó ni un momento en enfrentar a unos contra otros, en sembrar entre
ellos la hábil y habitual discordia, para discriminarles, para graduarles; y por qué la revolución se llevo a
cabo sin discusión en el programa simple y único de rechazarles y aniquilarles a todos, desde el zarista hasta
el anarquista? ¿Por qué no se echó mano aquí de ningún recurso a la teoría de la maniobra flexible, que tanto
mal hizo en la estrategia política en medio del caleidoscopio de los partidos europeos, y que echó las raíces
del ruinoso y fétido pulular actual de equívocos y guiños de ojo, del fluctuar incesante en monstruosas
aperturas y guiñamientos de la vía politicastra?

Y en segundo lugar, queremos hacer notar que, aun sin faltar algunos episodios de internacionalismo
proletario que detuvieron o retrasaron no pocas de las empresas de intervención burguesas y extranjeras en la
socialista Rusia, hubo demasiada desproporción entre la parte de la carga que recayó sobre el ejército interno
de la revolución, y aquella que fue la ayuda de los proletarios exteriores y la lucha al grito de: ¡Fuera las
manos de Rusia!, que hubiera sido mejor al grito: ¡abajo la burguesía del poder, fuera de Rusia! No es poco
este enorme consumo de fuerzas en una lucha feroz a vida o muerte, donde en cada acto estaban en juego
todas las cartas, repercutiendo en las debilidades de la estrategia externa de los partidos, sobre la fragilidad
no explicable fácilmente con la que el bolchevismo, que era fuerte en una tradición de firmeza sin igual, dejo
luego, y acaso como consecuencia de la inmolación de una parte muy notable de su gran milicia, bastardear
los puntos programáticos fundamentales del marxismo y de la revolución, trampeando bajamente el valor de
las formas sociales, y finalmente desencadenando la espantosa degeneración que se desarrolló sobre la
insensata consigna de la construcción del socialismo en la sola Rusia.
Todo aquello que el proletariado ruso y el partido ruso podían hacer por sí solos, en la fecha de la
victoria civil de 1920-1921, estaba hecho. Y todo cuanto se podía dar había sido dado. El advenimiento del
socialismo exigía la entrada en el campo de batalla del proletariado internacional. A este no le fue dada la
consigna, que se supo dar al Ejército Rojo, ya desde la dificilísima y atormentada fase de su formación:
marchar con el misma razón contra todos los enemigos, e intentar sin discriminaciones despreciables
atravesarles el corazón.

118 - EN RUSIA Y EN EUROPA

¿Cómo se explica esta doble posición? ¿Acertada en el terreno militar, y equivocada en la maniobra
política y exterior? Sería algo banal. No son los jefes, dirigentes, gobiernos y partidos los que tienen en sus
manos elecciones similares. Es la fuerza de la historia misma la que los obliga a tomar las posiciones que
surgen de las relaciones físicas de la infraestructura. En Rusia, la fase revolucionaria estaba madura para
hacer surgir en un ciclo breve fuerzas nuevas y disgregar las formas muertas; fuera, en Europa la situación
era falsamente revolucionaria y el despliegue no fue decisivo, la incertidumbre y el cambio de actitud fue
efecto y no causa de la desviación de la histórica curva del potencial de clase.

Si hubo error y si de error de hombres y de políticos es sensato hablar, este no consistió en haber
perdido el autobús histórico que se podía coger, sino en haber venerado, en la lucha en Rusia, la presencia de
la situación suprema, en haber creído que en Europa se pudiese sustituir el efecto de ilusionados y subjetivos
malabarismos, en no haber tenido, por parte del movimiento, la fuerza para decir que el autobús del poder
proletario en occidente no había pasado y por consiguiente, que era mentira señalar la llegada de la
economía socialista en Rusia. Para nosotros, la historia no la hacen los héroes: pero los traidores tampoco.

El momento y el período feliz fue advertido en Rusia por los sismógrafos del subsuelo social. Los
diagramas fueron descifrados por los ojos de Lenin que gritó la urgencia de horas del asalto de Octubre, que
vigiló desde el centro de una red de hilos telegráficos la dinámica unitaria del estrecharse y del relajarse de la
soga única en torno al cuello de la revolución, a la que cien manos liberadoras le daban una tensión única.
De un Lenin que derramaba comunicaciones al estilo impelente que Trotsky atestigua: para Kamenev
(mandado en la primavera de 1919 a Ucrania con funciones administrativas, y cercado por los blancos):

«absolutamente necesario que lleve usted mismo las ayudas a la cuenca del Don, de otro modo, no hay
duda de que la catástrofe sería tremenda y difícilmente remediable: pereceremos casi todos con seguridad si
no conseguimos en poco tiempo volver a limpiar la cuenca (carbonífera) del Don».
La historia no se hace, una vez más, y ya es una fortuna descifrarla de vez en cuando: dejemos que cada
día aumenten en una unidad los necios que no entienden esto, y que ellos solitos, solitos se pongan a hacerla,
con sus manitas… Incluso no se descifra ni siquiera la vía segura, lo que podría concluir en el fatalismo, que
horroriza al impotente nacido…: solo se establecen algunos lazos entre condiciones determinadas y sus
desarrollos correspondientes.

No se estaba en un período análogo de estremecimientos históricos en Europa centro-occidental en


aquellos años y en los sucesivos: se iba a tientas, se fue a bandazos varias veces y al final, como el
organismo de Lenin cedió después de haber dado todo (la confrontación solo tiene un valor didáctico), cedió
el organismo del partido ruso, y el comunismo internacional fue a la deriva.

119 - “IONIZACIÓN” DE LA HISTORIA


Para aclarar el concepto sobre la diferencia entre los dos ambientes (áreas decimos a veces) y las dos
épocas, o fases, nos permitiremos recurrir a una imagen física, y diremos que en la Rusia del período de
guerra civil no se erró la dirección de tiro de la artillería porque en los períodos vitales para la revolución la
atmósfera histórica esta ionizada. Cada molécula humana se orienta necesariamente, automáticamente, no
debe fatigarse para elegir posiciones.

El descubrimiento de los iones hizo de preludio para la moderna química-física infraatómica, aunque
no se tratase todavía de partes de átomos; hizo de preludio a la síntesis entre los datos experimentales
mecánicos, químicos, y eléctricos.

Cada molécula de un cuerpo químico determinado se compone de dos partes que se llaman iones,
unidas por un lazo eléctrico. Los dos iones estén cargados con electricidad de polo opuesto, y por tanto se
atraen, se mantienen unidos entre sí. El ion positivo sodio y el ion negativo cloro (metal y metaloide) forman,
combinados, la sal común, cloruro de sodio. Poned atención que no es el discurso del electrón y del protón,
que unidos forman el neutrón, pero aquí nos sirve lo mismo. La molécula de sal es, después del abrazo
electroquímico, neutra, estable, indiferente, se pone en cualquier posición, incluso si está en un campo
eléctrico potente, y no se digna a lanzarse hacia nadie.

¡Pero ionizad la sal! lo que acaece en muchas ocasiones, entre las que está la muy simple de disolverla
en el agua, y haced pasar por ella una leve corriente eléctrica (había dicho bien el alquimista de hace mil
años, corpora non agumt nisi soluta, los cuerpos son activos solo en disolución, y la ciencia es siempre al
final vieja y nueva); y bien, los dos iones se separan, su carga polar se pone en evidencia, estos ya no se
pueden poner en una actitud arbitraria, según un eje cualquiera, pero se distinguen en dos únicos tipos: los
positivos y los negativos. Se mueven en dos únicos sentidos opuestos sobre la misma línea: los primeros
hacia el aflujo de fuerza eléctrica negativa, los otros inversamente.

Por gusto, apliquemos por un momento nuestro modelillo, que en una indagación más profunda vale
para todos los cuerpos y para todos los campos de la naturaleza física, hasta en el caso sensacional de la
atmósfera terrestre en la que estamos inmersos, y que lejanos cataclismos astrales, o terrenas bombas
atómicas humanas, vienen a polarizar de varios modos, a hacerla radioactiva (por cuanto ahora sube, es casi
lo mismo), al curso histórico del aglomerado humano. En ciertos momentos, como en 1956 y en esta sórdida
fase de la civilización burguesa occidental, el ambiente histórico no está ionizado, las innumerables
moléculas humanas, los individuos no están orientados en dos formaciones antagónicas. En estos períodos
muertos y asquerosos, la molécula persona puede ponerse a yacer orientada de un modo cualquiera, el
“campo” histórico es nulo y a nadie le importa. Es en estas épocas cuando la inerte y fría molécula, no
invadida, clavada sobre un eje indefectible, por una corriente imperiosa, se recubre de una especie de
incrustancia que se llama conciencia, y se pone a chismear que irá cuando quiera, donde quiera, eleva su
nulidad y necedad inconmensurables a motor, a sujeto causal de la historia.

Sin embargo, dejad que, como en la Rusia de la gran guerra civil, las grandes fuerzas del campo
histórico sean suscitadas por los choques de las nuevas fuerzas productivas que empujan contra la red de las
viejas formas sociales que vacilan: es entonces cuando en nuestra imagen la atmósfera histórica, el magma
social humano, se presenta ionizado, y si hubiese un contador Geiger de la revolución sus manecillas
empezarían a girar locamente. Las líneas de fuerza del campo se clavan sobre sus trayectorias, todo está
polarizado entre dos orientaciones inexorables y antagónicas, cada elemento del complejo elige su polo y se
precipita al choque con el opuesto, acaba la mortífera duda, se va a joder innoblemente todo doble juego, el
individuo-molécula-hombre corre en su formación y vuela a lo largo de su línea de fuerza, finalmente
olvidado de aquella patológica idiotez que siglos de extravío le decantaron como libre arbitrio!

Hemos querido presentar de este modo el sugestivo hEcho histórico de que en la larga guerra trienal, la
inmensa y gloriosa revolución bolchevique tuvo en contra docenas y docenas de formaciones enemigas, pero
la historia de su batalla portentosa y de su actitud superestructural conoce solo dos campos, dos direcciones,
dos fuerzas que chocan, dos únicas salidas de la tragedia social: o perecemos nosotros, o perecerán las
puercas hordas de contrarrevolucionarios sin adjetivos.

La revolución comunista solo puede vencer cuando, polarizada por nuevas fuerzas esta atmósfera
muerta que hoy nos sofoca, dispersada la blasfemia científica del indiferente y vil coexistir entre polos
enemigos, todo el mundo capitalista sea ionizado en la fase revolucionaria futura, y las únicas opciones se
pongan ante la lucha suprema.

La historia no la ioniza el prurito de moleculillas neutras que llegan hasta la esterilización mortífera, ni
tampoco la ha ionizado solo nuestra revolución: ya ocurrió, por ejemplo, cuando Cristo, que fue llamado
Dios porque no se redujo a la parte risible de Hombre, Jefe y Héroe, sino que era fuerza impersonal del
campo histórico, ionizó el mundo de las sociedades esclavistas antiguas con su fórmula equivalente: Quien
no esté conmigo, está contra mí.

120 - DIALOGO DE COLOSOS

Un episodio de enorme elocuencia valdrá para explicar nuestra actual parábola. Se remonta a la época
en que la defensa revolucionaria unitaria debía lanzarse sin perder el aliento contra las avanzadillas
sostenidas por los alemanes, búlgaros y turcos, contra los desembarcos ingleses, americanos, franceses y
japoneses, contra revueltas campesinas de partidos oportunistas y anarquistas, contra nidos de fuerzas
feudales y nobles de pelaje zarista, contra ex-generales de la monarquía y cargas eclesiásticos, contra
pseudo-gobiernos burgueses, socialdemócratas y socialrevolucionarios, y esta defensa unitaria tenía una sola
arma: el Ejército Rojo, de reciente y fabril formación, en cuyo seno buscaba a cada paso, y a menudo con
éxito, abrirse camino el sabotaje y la traición, realizados por espías de todos los colores políticos, con el fin
común de apuñalar en el corazón al gobierno rojo.

Todo ejército es un instrumento técnico, y requiere mucho tiempo la preparación de sus engranajes
además de predisposición y entrenamientos. El numerosísimo ejército rojo sufría de las primeras
formaciones de obreros armados y de guardias rojos, que habían sacado solo del entusiasmo revolucionario y
de clase su preparación para el arte del combate en masa. Se estaba entre la continua alternativa de disponer
de elementos políticamente seguros, pero militarmente inexpertos, o de elementos políticamente al menos
dudosos, pero técnicamente adaptados para la guerra, debidamente preparados y con entrenamiento.

El ejército, dirigido por Trotsky como supremo Comisario para la Guerra, fue organizado asumiendo
que formasen parte, además de los voluntarios comunistas y obreros, soldados de distintas graduaciones en
el ejército profesional zarista.

Una posición, indudablemente tachada de infantilismo, fue tomada por algunos elementos del partido:
que no se debía combatir más que con militantes de probada fe revolucionaria, y para conjurar traiciones no
confiar destacamentos al mando de oficiales del ex-zar.

Trotsky había superado desde hacia tiempo tales dudas por experiencia directa en la compleja actividad
y a pesar del indudable conocimiento de muchos casos de derrotismo. La cuestión fue llevada reiteradamente
a las decisiones de Lenin: Como de costumbre es Trotsky quien lo narra en su libro Stalin:

«En marzo de 1919, en la sesión de la tarde del Consejo de los Comisarios del Pueblo, a propósito de
un telegrama que anunciaba la traición de un cierto comandante de la Armada Roja, Lenin me escribió una
nota: “¿No sería mejor quizás darles una patada a todos los especialistas y nombrar a Lachevich comandante
en jefe?”. Yo comprendí que los opositores a mi conducta militar y en particular Stalin habían hecho presión
sobre Lenin en los días precedentes con particular insistencia, y habían hecho surgir dudas incluso en él.
Escribí en el anverso de su pregunta: ¡”Pueril”! Se ve que la rabiosa respuesta había producido una
impresión: a Lenin le gustaban los pensamientos formulados de modo claro y cortante. Al día siguiente, con
un informe del Estado Mayor en el bolsillo, yo entré en la oficina de Lenin en el Kremlin y le pregunté:

«¿Sabéis cuantos oficiales zaristas tenemos en el ejército?

«“No, no lo se”, respondió interesado.

«“¿Aproximadamente?”

«“No se”, dijo categóricamente rechazando adivinarlo (permitidnos añadir que no era un tipo habituado a
este tipo de juegos…)

«“¡No menos de treinta mil!”. Esta cifra le aturdió sin rodeos. “Ahora calculad – insistí – el porcentaje de
los traidores y de los desertores entre tantos, y veréis que de hecho no es alta. Entre tantos hemos podido
constituir un Ejército de la nada. Este Ejército aumenta y cada vez será más fuerte”.
«Algunos días después, durante un mitin en Petrogrado, Lenin hizo el balance de sus dudas sobre las
cuestión de la dirección militar: “Cuando recientemente el camarada Trotsky me dijo que el número de
oficiales subía a varias decenas de miles, y me di cuenta de como podíamos usar a los mismos enemigos en
beneficio nuestro; como podíamos obligar a aquellos que son contrarios al comunismo a construirlo; como
podíamos construir el comunismo con los matones que los capitalistas habían juntado para usarlos contra
nosotros… Nosotros no tenemos otros matones».

121 - GLOSA AL “DIALOGO”

Este episodio, auténtico porque solo un disminuido puede pensar que es uno de aquellos que se
inventan, no sirve aquí para poner de relieve que cuando Lenin habla de construcción, no habla como un
subcontratista de la construcción sino como dirigente de un partido revolucionario. Aquí los matones no son
de arcilla sino de carne y hueso, y la imagen del matón vale como la de la molécula humana. Solo cuando el
capitalismo haya cocido matones y fundido acero habrá bastantes para la forma económica socialista, esto
está claro incluso en sentido físico. Y en Rusia demasiadas casas son todavía de madera. Por lo tanto no nos
escabullamos.

Hemos expuesto el vivo y vibrante diálogo para aplicar al dato apasionado, aun después de casi
cuarenta años palpitantes de fuerza histórica, y paralelo a datos análogos que podremos obtener de la historia
de guerras civiles revolucionarias mucho más lejanas, para aplicarles, que por cierto no es una doctrina
nueva, nuestra manera actual de presentación. Los oficiales zaristas pudieron combatir eficazmente y vencer
para la revolución, incluso determinar con su aportación indispensable la victoria de la revolución, porque el
ambiente social estaba, usando el término adoptado, altamente “ionizado”, y la molécula “oficial del ejército”
no podía más que polarizarse en uno de los dos sentidos, y necesariamente en el de la derrota de los
contrarrevolucionarios.

Ellos combatieron con singular empeño, ya sea teniendo en contra fuerzas con las banderas dinásticas y
feudales, como fuerzas de origen burgués nacionales o extranjeras, y no se detuvieron ante discriminantes
políticos entre los distintos destacamentos, y frentes enemigos. En la situación suprema en la que toda la
sociedad se mueve entre dos polos llameantes, existe poco tiempo para los hechos secundarios de las crisis
de conciencia y de las decisiones subjetivas, o del “voto” que se da consultando en el foro interior a la propia
señora opinión.
Los mismos hechos y campos potentes orientaron, ionizaron las actitudes de Trotsky y de Lenin, cuya
grandeza emerge precisamente de episodios como estos. La directriz en las grandes cuestiones no surge de la
mente del dirigente como no lo hace de una constitución colectiva: está sellada según las leyes determinantes
de la historia de los cerebros que constituyen “contadores” de iones, de electrones en movimiento,
particularmente válidos y sensibles.

Si lejanamente fuese plausible tomar nota de aquellas versiones, peores que novelas, en las que los
personajes están, después de expulsados del campo de acción y después de muertos, colados en ridículos
moldes, veríamos a los dos interlocutores de nuestro diálogo tomar despojos opuestos y figura de Genio, el
uno de toda la Verdad y el Bien, el otro de todo lo Falso y el Mal. Deberemos tragarnos una versión de este
calibre: que mientras que estaba Lenin, aquel del que cada palabra era por virtud arcana infalible (y Trotsky
mismo dijo en la discusión de 1926 que cada vez que uno de ellos había estado en desacuerdo con Lenin, la
historia los había dado por equivocados, y probó que en estos caos se había encontrado gravemente Stalin,
como sabemos muy bien – aunque no por cierto en el sentido imbécil de que en un solo cerebro esté ínsito el
mandato para emitir en cada momento el Verbo), por el contrario su contradictor de entonces no consultaba
con él y con los otros para el mejor funcionamiento del ejército de la Revolución, sino que desde hacia ya
muchos años buscaba su sabotaje; y ¡que el poder adivinatorio de Lenin lo impidió! Sin embargo, no
pudiendo asumir de hecho que haya sido aprobada la propuesta de tachar a todos los oficiales de origen
profesional del ejército, y no habiendo triunfado, sabotaje y traición, una tal versión no encontraría crédito
posible en lugar alguno.

Pero también pudiera acreditarse, favoreciendo el estado de una sociedad amorfa y desorientada si
alguna vez vivió en las antípodas de la ionización vital y generosa, una manipulación semejante ¿Qué
quedaría, en una teoría de la historia en la que las fuerzas de la base económica y de las clases perdiesen
todo efecto determinante, y en su lugar todo se hubiese dejado al juego de dos personalidades, de dos
Hombres y de dos Nombres del que uno tenga la virtud de salvar todo, el otro de echar todo a perder?

Admitido incluso que con esta versión de los hechos se pueda convencer al mundo, está claro que no
quedaría nada que hacer, incluso a quién haya estudiado y aplicado durante toda su vida El Capital de Carlos
Marx, que llevar esto al lugar dónde se tiene aquel trozo de papel que contiene uno de los grandes resultados
de la sociedad capitalista, desde que este objeto funcional ha sustituido el paño de terciopelo reservado para
los príncipes y la práctica que el medieval y tosco Jaeger canta en la rústica balada resolviendo el caso mit
seier Faust, con el propio puño.

Para que se descienda a estos niveles cuando se despacha una “historia” frente a la cual son mucho más
respetables las fábulas, pensad como bufones y como histriones con el fin de hacer mearse de risa al público
de aquello, que con ánimo y miga parejos, pasa de la sala de proyecciones al comicio electoralista.

122 - EL PENSAMIENTO DE LENIN

Haced de Lenin un autómata infalible y vuestra ciega idea de elevar por encima de las “fuerzas de
campo” de la dinámica histórica el valor, motor del hombre-genio, os conducirá, por efecto de esta sencilla
tentativa, a empequeñecer la verdadera historia de su tarea y de su enseñanza que es lo mismo que su
aprendizaje y que el aprendizaje del partido, partiendo de la lección de los acontecimientos a escala de los
decenios y de los siglos.

El partido con Lenin y todas sus fuerzas alcanzó el éxito duramente, y lo alcanzó en tanto en cuanto
supo mantenerse en la línea del hilo doctrinario seguro y continuo por encima de los tiempos y de las
generaciones. En el episodio citado Lenin no dicta, sino que comprende con la capacidad de los verdaderos
marxistas y con la desconfianza que tienen del factor opinión y voluntad de los individuos. Es en marzo de
1919 cuando Lenin confirma en el ejército, hasta la victoria, a los oficiales zaristas. Incluso en noviembre de
1918 habla de la “jornada del oficial rojo”, y hace un paralelismo entre el viejo y el nuevo ejército, aquel
odiado y este amado por las masas. Y dice (en verdad se trata de un resumen de periódico):

«Los viejos cuadros del ejército estaban compuestos preponderantemente por los hijos de la burguesía,
viciados y corrompidos, que no tenían nada en común con el soldado simple. Por eso hoy, creando el nuevo
ejército, debemos reclutar los comandantes solo en las filas del pueblo. Solamente los oficiales rojos tendrán
prestigio entre los soldados y deberán consolidar el socialismo en nuestro ejército. Un ejército de este tipo
será invencible».
Estas son ideas distintas de aquellas lanzadas después del discurso con Trotsky, pero solo un filisteo
consideraría que constatar esto sea disminuir a Lenin y a su excepcional aportación. En verdad el ahora
citado no es su lenguaje textual, y basta confrontarlo con los rudos textos acerca del uso en general de
especialistas que no eran camaradas, y con la indudablemente dicción original citada por Trotsky.

Por encima de los grandes y de los pequeños hombres, y contra la insulsa teoría de que el partido y sus
dirigentes puedan y deban en cada situación imaginar recursos para mutarla y removerla, nosotros lo
deducimos todo de los grados de potencial histórico, del que sin embargo pueden indagarse las leyes de
mutación, y ponemos bajo la nariz de cada presuntuoso actor histórico sin escritura el contador Geiger: ¿Ves
las manecillas paradas? Ahorrate el esfuerzo de mover… la cola.

123 - FRENTE ENEMIGO SIN FRACTURAS

Más que el detalle de la crónica de la guerra civil rusa nos ha parecido importante este aspecto: que no
se pensó un momento el hacer presión en los intersticios entre uno y otro ejército de la contrarrevolución,
sino que se luchó contra todos peleando palmo a palmo el terreno, con una guerra que no tenía en ningún
sector perspectivas de armisticios, sino solo el fin de uno de los dos ejércitos en la nada. No se soñó tampoco
con “desbloquear” la pavorosa e incumbente masa de tantos agresores. Y volvemos para ver en este
elemento histórico otra grandiosa conquista de la revolución rusa, conquista que queda como arma y
admonición para el futuro, no obstante el hecho de que la totalitaria victoria de entonces en los campos de la
guerra de clase no haya podido conducir al triunfo final del comunismo, que precisamente no puede llegar si
están en armas, en partes del mundo burgués, ejércitos indemnes.

Esta lección de los hechos escribe en nuestra doctrina el otro teorema de que la “guerra de las clases no
tiene pacifismos”, no tiene coexistencia de ejércitos en armas y tampoco y aun menos de Estados políticos
nacionales. Y esta lección surge de la fase más grandiosa de la revolución de los bolcheviques, hecha para
escabullirse torpemente por quién le robó las insignias en jueguecillos de destrezas de truhanes.

y aquí deberemos una vez más hacer hablar a Lenin, en su carta (22 de mayo) de 1918 a los obreros de
Petrogrado, Sobre la carestía:

«O los obreros conscientes, los obreros de vanguardia vencerán, reagrupando en torno a sí a la masa de
los campesinos pobres, instituyendo un orden rigurosísimo, un poder severo e inexorable, una verdadera
dictadura del proletariado, y obligando a los kulaks a someterse, estableciendo una justa distribución del pan
y del combustible a escala nacional [metemos aquí entre paréntesis un fragmento elocuente que sigue más
adelante, pero encaja: “El obrero, convertido en guía avanzado de los campesinos pobres, no ha llegado a ser
un santo. Ha conducido hacia delante al pueblo, pero también él se ha contagiado de las enfermedades
propias de la pequeña burguesía en disgregación… La clase obrera no puede deshacerse de golpe de los
debilidades y de los vicios hereditarios de la sociedad de los explotadores y de los vampiros…”] – o la
burguesía, con la ayuda de los kulaks, con el apoyo indirecto de hombres sin carácter y confusionarios
(anarquistas y socialrevolucionarios de izquierda) barrerá el poder de los Soviets y sacará adelante a un
Kornilov ruso-alemán, o ruso-japonés… Una de dos. No hay vía intermedia. El país está reducido hasta el
extremo. Cualquiera que reflexione sobre la vida política no puede no darse cuenta de que los kadetes, los
socialistas-revolucionarios de derecha y los mencheviques tratan de encontrar un acuerdo para establecer un
Kornilov ruso-alemán si es “preferible” a uno ruso-japonés, un Kornilov coronado si es mejor y más seguro
para aplastar la revolución, que un Kornilov republicano».
Es aquí precisamente Lenin el que alinea ante los trabajadores, para incitarles a la lucha mortal, la
unidad del multicolor frente enemigo, sin hacer distinción alguna, sin mostrar otra salida fuera de la
destrucción de todos o la muerte de la revolución.

124 - EL LLAMAMIENTO CONTRA LOS ENEMIGOS

Una síntesis de la situación de guerra también debe sacarse de Lenin, en la fecha de agosto de 1918, en
otro llamamiento a los obreros para la lucha decisiva. Una vez más no hay lugar para la esperanza de que las
hostilidades que aun existen entre los diversos grupos enemigos en el plano mundial puedan hacer menos
duro y total el esfuerzo de la Rusia soviética. Ninguna inclinación de la parte del bloque austro-alemán o de
la del anglo-francés, ninguna guerra mayor de exterminio declarada a los partidos internos de derecha o de
izquierda.

«La República Soviética está rodeada de enemigos. Pero vencerá a sus enemigos externos e internos.
Entre las masas obreras ya se nota una reanudación, lo que es para nosotros garantía de victoria. Ya se ve
como en Europa Occidental son más espesas las chispas y las explosiones del incendio revolucionario (jamás
se separa de este nudo de todo el desarrollo, la mirada del Lenin viviente, precisamente grande por este
magnífico error) que nos dan la certeza de una no lejana victoria de la revolución mundial.
«Hoy, para la República Socialista Soviética de Rusia, el enemigo externo es el imperialismo anglo-francés
y nipón-norteamericano. Este enemigo está avanzando hoy en Rusia, saquea nuestras tierras, se ha apropiado
de Arkángel, y de Vladivostok (si se presta fe a los periódicos franceses) ha llegado a Nikolsk-Ussurisk. Este
enemigo ha pagado a los generales y a los oficiales del cuerpo expedicionario checoeslovaco [(prisioneros de
guerra liberados y avituallados desde Siberia y Extremo Oriente.]. Y marcha contra la pacífica Rusia con la
misma ferocidad y realizando los mismos actos de rapiña llevados a cabo por los alemanes en febrero, con la
única diferencia de que los anglo-japoneses tienen necesidad no solo de conquistar y saquear el suelo ruso,
sino también de abatir el poder soviético para “restablecer el frente”, es decir, para atraer nuevamente a
Rusia a la guerra imperialista (o, más simple, de rapiña) de Inglaterra contra Alemania.

«Los capitalistas anglo-japoneses quieren restaurar en Rusia el poder de los grandes propietarios
terratenientes y de los capitalistas para poder repartirse con ellos el botín aferrado durante la guerra, para
someter a los obreros y a los campesinos rusos al capital anglo-francés, para extorsionarles los intereses de
los muchos miles de millones prestados, para apagar el incendio de la revolución socialista que se ha
iniciado en Rusia, y que amenaza cada vez más [oíd] con inundar todo el mundo.

«Las fieras del imperialismo anglo-japonés no tienen fuerzas suficientes para ocupar y someter a Rusia.
Estas fuerzas también afectan a nuestra vecina, Alemania, como ha probado la “experiencia” de Ucrania.
Los anglo-japoneses contaban con cogernos desprevenidos. No lo han conseguido. Los obreros de
Petrogrado, luego los de Moscú y después los de toda la región central industrial, se sublevan cada vez con
mayor unanimidad, con cada vez mayor tenacidad, cada vez más en masa, con abnegación creciente. En esto
está el empeño de nuestra victoria.

«Los bandoleros… cuentan con su aliado interno: grandes propietarios terratenientes, capitalistas, kulaks…
Así han actuado y continúan actuando los kadetes, los socialistas revolucionarios de derechas y los
mencheviques: bastará recordar sus empresas “checoeslovacas”… Así actúan los socialistas revolucionarios
de izquierda, que en su extrema memez y falta de carácter han ayudado con la revuelta de Moscú a los
guardias blancos en Yaroslavl, a los checoeslovacos, y a los blancos en Kazán».

Este lapso, en el que no se configuran todavía las avanzadillas de Kolchak, de Wrangel, de Denikin, de
Judenich, da idea de la enorme apuesta histórica en juego. La del compacto frente que va de zaristas a
anarquistas, de Kaiseristas alemanes a demócratas franceses e ingleses, es una sola: detener la revolución en
Europa. Los dos grupos de Estados enemigos en la tremenda guerra aún no decidida se convierten en
solidarios en el esfuerzo contra el comunismo que avanza. No se lucha por Moscú o por Rusia, sino por el
mundo entero, y la solidaridad de clase va más allá de la guerra nacional.

Con la misma potencia dialéctica con la que la construcción poderosa de Lenin desgranó la serie
histórica de las clases y de los partidos, desde los feudales a los eseristas de izquierda, en un largo curso
desde 1900 a 1918, así los volvió a poner juntos, entonces y para siempre haciendo la guerra contra la
revolución mundial. Deshonraron a esta inmensa tradición aquellos que, en los tristes años que siguieron,
volvieron a eliminar discriminaciones entre oportunismos y entre imperialismos, los cuales gritaron el
mismo odio y muerte al bolchevismo y a Lenin.

125 - UNA GUERRA, VEINTE ENEMIGOS

Como no se podía plantear la discusión sobre la economía rusa sin el examen del proceso
revolucionario, e incluyendo en el mismo las perspectivas y los programas que en aquella larga lucha por el
poder en frentes cambiantes fueron propuestas precisamente en relación a la formación de aquella estructura
futura, razón y objetivo de la lucha misma; y tampoco se puede cerrar esta parte histórico-política para pasar
a la histórico-económica (en cuanto separables) sin tener en cuenta, en la primera, la serie tremenda de las
guerras civiles que la coronaron, y hasta que no se cerraron en todas partes con la victoria no permitieron
que todo el esfuerzo se llevase sobre la estructura social.

Aquí no es posible escribir sobre esta, que se debería llamar epopeya como aquella que en épocas más
antiguas selló el choque entre la civilización europea y la árabe, una narración histórica en orden cronológico,
pero es necesario recordar la síntesis con el objetivo de valorar el peso de este período ardiente en el balance
del esfuerzo de la revolución, porque quizás quien juzga desde el presente, y no forma parte de los de la
vieja generación que vivió ampliamente y de cerca el ansia de aquellas pavorosas alternativas, no pone en la
justa proporción con el acontecimiento que llegó a ser el más famoso y referido a su fase aguda, al acmé de
la lucha en la capital, a las jornadas de Octubre, cuya importancia habría sido cancelada por la historia actual
si una sola de las innumerables tentativas de enterrar Octubre con las armas en la mano hubiese alcanzado el
éxito.

Dividiremos la serie en frentes siguiendo cada uno desde el inicio hasta el final, y apenas indicando
para cada uno de ellos el origen de las fuerzas contrarrevolucionarias, en grupos políticos y, por consiguiente,
sociales internos, y en envíos de fuerzas de intervención de Estados extranjeros; el inicio, las fases y
alternancias principales y el final, que en todas partes estuvo señalado con la misma consigna, aniquilación,
liquidación, rastreamiento, y una o dos veces solamente con las consignas paz, evacuación, fuga. Diez,
veinte guerras: la revolución debía vencerlas todas; a la contrarrevolución le bastaba con vencer una: no
venció. Esta lección colosal de la historia le pertenece al proletariado mundial, cualquiera que haya sido la
vicisitud que consiguió acabar (pero no por trauma) con la Revolución Socialista en Rusia.

¡En este trágico ciclo, las primeras fechas se deben escribir nada más pasar Octubre de 1917, la última a
finales de 1922! El momento máximo en el que los ataques, especialmente desde el noroeste y desde el sur
parecían alcanzar Petrogrado y Moscú, puede considerarse el otoño de 1919. Dos años de defensa
desesperada, dos y un poco más de reconquista de los territorios para la revolución.

126 - FRENTE ALEMAN-UCRANIANO

Sabemos que entre las fuerzas contra las que se declara en estado de guerra el III Congreso panruso de
los soviets, el 31 de enero de 1918, está el gobierno de la Rada ucraniana, que se alía con los alemanes
durante las ya conocidas fases del armisticio y de l a paz de Brest Litovsk, continuación directa de la guerra
con los alemanes. Conocemos los avances sucesivos de estos, hasta la aceptación de las durísimas
condiciones del ultimátum, el 3 de marzo de 1918. Si seguimos la frontera entre Alemania y Rusia tal como
era antes de la primera guerra mundial, yendo desde el Báltico al Mar Negro, primeramente encontramos
tres provincias rusas: Estonia, Letonia, y Lituania, después, la parte rusa de Polonia con Varsovia, y detrás
de esta, la Rusia Blanca o Bielorrusia, a continuación, Ucrania, región sudoeste de Rusia que lindaba
entonces con la Polonia austríaca y con el resto del imperio de los Habsburgo, y finalmente, Rumania.
Después de Brest, Alemania incorpora Estonia, Letonia y Lituania, toda Polonia, y tiene frontera con la
Rusia Blanca, cuya capital es Minsk, 700 km. al sur de Petrogrado, y luego con Ucrania, cuya capital es
Kiev, otros 300 km. aproximadamente más al sur. Bielorrusia no tiene gran importancia, con unos 10
millones de habitantes de hoy, contra 40 de la rica Ucrania, que tiene además de Kiev las grandes ciudades
de Jarkov, Odessa, Dniepropetrovsk, etc. El frente hasta Ucrania fue respetado por Alemania, ya que atacar
hubiese significado romper el tratado de paz, con previsible impresión grave sobre el proletariado alemán ya
en fermento. Pero el gobierno ucraniano de la Rada deviene prácticamente un vasallo de Berlín: y una
verdadera guerra comenzó en toda Ucrania entre las grandes fuerzas bolcheviques y las gubernativas de los
blancos y socialoportunistas. El poder soviético se habría extendido muy pronto a toda Ucrania, si esta no
hubiese sido ocupada por los “aliados” germánicos que sostenían al gobierno de Kiev. Bajo esta forma,
tropas alemanas echaron a los bolcheviques, entre abril y mayo de 1918, de Jarkov, Odessa, Rostov sobre el
Don y Taganrog, puerto en la desembocadura del Don, en el mar de Azov, y de Crimea. El 29 de abril los
alemanes depusieron a la Rada y nombraron dictador (hetman) al general blanco Skoropadsky. Era una
forma de invasión de la Rusia Roja bolchevique por parte de los alemanes, a pesar de la paz formal. Sin
embargo, este frente se disolvió después del armisticio general en Europa en diciembre de 1918, y el ejército
alemán se retiró dentro de sus antiguas fronteras, dejando automáticamente el terreno a las fuerzas
bolcheviques, y cerrando esta primera fase de lucha en el sudoeste.

127 - FRENTE COSACO Y CAUCÁSICO

Durante 1918, las ayudas alemanas alcanzaron a los ejércitos blancos que entre el Don y el Volga
habían sido reunidos por varios generales zaristas a los que ya en el III Congreso de la referida fecha les
declaró la guerra: Alexeiev en el sudeste y hasta el norte del Cáucaso, Kaledin en el Don, Kornilov en el
vecino Kuban. Con ellos estaba también el blanco Mamontov, y varios regimientos de caballería cosaca, que
constituían el nervio del ejército imperial. En agosto de 1918, Krasnov estaba a solo 15 km. del importante
centro de Zaitsin en el Volga, llave de todo el sudeste ruso (más tarde Stalingrado), pero las fuerzas rojas de
Voroshilov, el 20 de agosto contraatacaron liberando la tantas veces disputada ciudad. De nuevo cercada,
esta fue liberada el 16 y el 17 de octubre por la “División de acero” llamada desde el Cáucaso.

Las fuerzas de los imperios centrales actuaban también en el sur del Cáucaso con regimientos turcos y
alemanes. La frontera geográfica de Europa está en la cadena que va del Cáucaso al Mar negro y al Mar
Caspio, pero políticamente Rusia tenía más al sur tres regiones, Georgia con la alta Tiflis, y Batum en el Mar
Negro, Azerbaiyan con Bakú en el Caspio, y Armenia entre las dos con Erivan. El 15 de abril de 1918, los
turcos tomaron Batum y se extendieron por toda la Transcaucasia, importantísima para la guerra por los
yacimientos petrolíferos. Caídos los imperios centrales, la lucha en este frente seguirá contra los ingleses en
una fase posterior.

128 - INTERVENCIONES DE LA ENTENTE

Mientras la revolución lucha duramente desde el sur al oeste con los alemanes, sus aguerridos enemigos
en la amplísima guerra, a su vez intervienen concéntricamente esperando ver el corazón de la revolución. La
primera maniobra corresponde a Japón, que desembarca regimientos en Vladivostok el 5 de abril de 1918,
uniéndose a los blancos de la región del litoral y fundando un gobierno de Extremo Oriente que, si bien era
el más lejano de Moscú, fue también el último en ser expulsado del territorio soviético: y solo el 14 de
noviembre de 1922, cuatro años y medio después, habiendo evacuado los japoneses Vladivostok, la
República del Extremo oriente, creada por Japón como Estado-tapón, deviene parte de la Rusia soviética.

Entre tanto se formaba por obra de la flota británica el frente norte: los ingleses desembarcan en
Murmansk el 1 de julio de 1918 y en Arkángel, más al noroeste, en el Artico, el 1 de agosto, fundando con
los blancos locales un gobierno del norte.

El 15 de agosto incluso tropas americanas van a desembarcar en la extrema Siberia dándole un fuerte
apoyo a los entonces aliados japoneses. Los Estados de la Entente: Inglaterra, Japón, y Estados Unidos
tienen las mismísimas intenciones que sus enemigos en el conflicto de guerra, alemanes, austríacos, turcos y
búlgaros: conseguir hundir el poder de los bolcheviques y de los trabajadores revolucionarios.

¿Podía la Francia jacobina faltar a esta similar y noble cita? Ella se les unirá no demasiado
gloriosamente en cuanto se les paso el miedo a los aun válidos ejércitos de Guillermón, que solo el
derrumbamiento de Brest Litovsk ha podido descomponer. El 17 de diciembre barcos franceses desembarcan
tropas en Odessa y se encaminan hacia el interior. Se trata de tomar la consigna de las divisiones boches que
aquel mismo mes se retiraban precipitadamente, como hemos dicho antes. Quien ha vivido la época de estas
solemnes lecciones de la historia no podría haberlas olvidado nunca: y como siempre se podía lloriquear,
siendo razonables, todavía por la burguesía francesa cuando Hitler, en 1940, se les echó encima como
Guillermo en 1914, lloriquear como había hecho el Mussolini del otoño de 1914, al que todos los necios le
gritaban: ¿Dejaréis degollar a Francia? – ¿Aquel mismo Mussolini que más tarde, en 1940, la degolló con
pocos gastos, cuando con las primeras maniobras de las divisiones acorazadas nazis, Marianna se dio prisa
para volver a poner la espada de Vercingetorix, de Carnot y de Joffre? Ni en una parte ni en la otra, la gente
no cocinaba con el Hilo del Tiempo.

El 21 de marzo, las tropas francesas están en Kerson, pero en sus venas está la sangre proletaria de los
iguales y de los Comuneros; rechazan el innoble arte del verdugo; a bordo de los cruceros, los marineros,
con Marty se amotinaron; el 2 de abril de 1919, Odessa es evacuada por los franceses y los barcos vuelven a
la mar. Episodio que se liga claramente a la potente serie de revoluciones de trabajadores que sellan de
etapas rojas la historia de Francia en fechas no olvidadas; una de las pocas y generosas aportaciones que
nosotros desde el oeste, hemos sabido dar a la defensa desesperada de los camaradas, de los hermanos de
Rusia.

Particularmente comprometidos en el intento de estrangulamiento de la revolución están los ingleses


con el truculento libertador de la humanidad Winston Churchill. No les basta el frente del Artico, bloqueado
por las distancias y el clima. El Soviet de Bakú, en el Caspio, dominado por los felones mencheviques y
eseristas – los mismos partidos que el 25 de julio habían llamado a Georgia a los alemanes y les entregaron
la ciudad de Poti – con leve mayoría, el 25 de julio de 1918 llama en su ayuda a los ingleses contra los
bolcheviques. la historia se repite: Verdún, vil ciudad de confiteros… le abrió las puertas al enemigo. El 3 de
agosto los ingleses, avanzando desde Persia, llegan al mando del general Dunsterville y ocupan el territorio
de Azerbaiyan. Este impecable gentleman no se contenta con hacer de ladrón de oleoductos, sino que como
auténtico verdugo hace fusilar a 26 compañeros comisarios bolcheviques, entre ellos Schiaumian, Presidente
del Soviet, con la ayuda de los socialrevolucionarios. El 13 de septiembre se cierra esta gloriosa acción con
el retorno a Persia de las tropas de Dunsterville.

Otra acción inglesa fue la revuelta de Yaroslavl, ciudad a 200 km. al norte de Moscú, capitaneada por
el blanco Savinkov e instigada por el agente inglés Lockhart. Estalló el 6 de julio de 1918, el 21 ya había
sido sofocada por los bolcheviques. Las amenazas del norte sobre Moscú no despertaron jamás una
verdadera alarma y el frente de Arcangelks fue retirado a continuación y reembarcado por los ingleses.

129 - ESTE. CHECOSLOVACOS Y KOLCHAK

Como en el año 1918 la derrota militar puso fin a las tentativas de las fuerzas alemanas en el oeste y en
el sur, así acabaron las tentativas de intervención directa con fuerzas regulares extranjeras: las potencias
vencedoras no cesaron de hacer planes contra la Rusia soviética, e incluso realizaron acciones mucho más
amenazantes en todo el curso de 1919, pero se llevaron en pleno también esas en el terreno de la guerra civil,
organizando y armando (siempre por medio de generales zaristas) fuerzas “indígenas” de la población rusa
contraria al régimen bolchevique, ilusionándose con hacer palanca sobre resistencias sociales a la revolución,
que ciertamente no faltaban, sobre todo entre las clases medias del campo. Surgieron una serie de ásperos
conflictos, a los que se añadieron sin embargo algunas verdaderas guerras de Estados, como con Finlandia y
luego con Polonia. El 12 de mayo de 1918 una victoria del general Mannerheim sobre los rojos truncaba las
esperanzas de una república soviética en Finlandia: con ayuda directa de la Entente la guerra en el frente de
Carelia duró sin éxitos decisivos por ninguna de las partes hasta principios de 1920. También aquí la historia
dictó lecciones elocuentes: la guerra de “liberación nacional” de Finlandia, desde Moscú fue puesta en pie
por los alemanes, que la apoyaron igualmente cuando en lugar de los Romanov vino Lenin: sin solución de
continuidad, en 1918, tal función fue heredada poco a poco por los ingleses y aliados y por la arrolladora,
grosera y banal simpatía de los americanos, galantes a sangre fría en el mundo de la Virgen Libertad ¡
Cuantas lecciones, y como se perdieron: y sobre todo cuando las mismas simpatías adocenadas avalaron el
asqueroso abrazo de 1941 entre Rusia y América supermilitaristas!

Un episodio, en si mismo, fue la revuelta de los checoslovacos prisioneros de guerra del zar en una
zona del medio Volga. Estos ex-soldados eran de origen social y político pequeño burgueses y en parte
obreros: reformistas y radicales, irredentistas de Austria. Ellos obtuvieron la libertad desde la revolución y se
pensó en prepararles para Siberia, cuando cundió la rebelión en sus filas contra los bolcheviques. El
movimiento comenzó en mayo de 1918, y fue sostenido con todos los medios por agentes franceses.
provistos de abundantes armas los ex-prisioneros toman Novo-Nicolaievsk (hoy Pugachevsk) en el Volga, el
26 de mayo, Cheliabinsk, entre el Volga y los Urales, el 27 Penza, en la otra parte del río, unos 400 km. al
este de Moscú, el 29 Omsk en Siberia, más allá de los Urales el 7 de junio; Samara (hoy Kuibishev), por
encima del río el 8, Ufa, al este sobre Kama, el 5 de julio, Simbirsk (hoy Ulianovsk) en el Volga, el 22 de
julio, Ekaterinburg en los Urales (hoy Sverdlovsk) el 25, y el nudo fluvial de Kazán desde la que
amenazaban Nizui Novgorod (hoy Gorky), el 27.

En todas partes y en especial en el este se unen fuerzas de los blancos, de los eseristas e incluso obreros
de la industria de Votkiusk e Igievsk (ciudad lejos de Kama) que los siguen. Se forman dos gobiernos: el de
Samara que se hace llamar “de la Asamblea Constituyente”, y el de Omsk formado por los blancos y con
ellos por el general Kolchak, que llegó a ser famoso. Se forma así un poderoso frente oriental, y el ejército
rojo se organiza para atacarlo: una primera ofensiva conduce a la reconquista de Kazán y se comienzan a
rastrear los restos de los checoeslovacos a lo largo del Volga. Pero Kolchak, que se había retirado más allá
de los Urales forma un nuevo ejército, después de que en diciembre de 1918, con un golpe de Estado haya
tomado él solo el poder derrocando a los eseristas y mencheviques. Kolchak maniobra contra Perm (hoy
Molotov) decidido a retomar el camino de Moscú. La ciudad cayó el 2 de enero de 1919, el 6 de marzo
Kolchak está más allá de los Urales y el 15 toma Ufa. El 28 de abril de 1919, el ejército rojo, que ha sido
reorganizado, retoma la contraofensiva con éxito. El 26 de mayo, el Consejo militar de los Aliados de París
ofrece al jefe contrarrevolucionario reconocimiento y apoyos, pero el día siguiente los rojos lo expulsan de
Sterlitamsk, en Perm. El 4 de junio, Kolchak se adhiere a las propuestas de París. Pero en el curso de estos
meses será rechazado más allá de los Urales y no volverá a ganar más terreno. Moscú, que ha sido entre
tanto amenazado desde el sur, mientras Petrogrado lo era desde el noroeste y suroeste, no teme más la
amenaza de Oriente. El 14 de noviembre cae Jamburg y Omsk, capital de Kolchak en Siberia, y el 4 de
diciembre el camarada Ivan Smirnov, uno de los muchos dirigentes del partido que se mostró como un
óptimo general, puede telegrafiar: Kolchak ha perdido su ejército. En enero de 1920 incluso este enérgico
rastreo está terminado; el jefe mismo es detenido y pasado por las armas.

130 - FRENTE MERIDIONAL: DENIKIN

Apenas acabada la guerra europea, como decíamos, los Aliados se proponen ocupar el lugar de los
alemanes que evacuan Ucrania, volviendo a levantar el frente sur y suroeste. El 24 de noviembre de 1918 se
reúnen en una conferencia en Jassy, en Rumania, rusos blancos, o sea zaristas, plenamente sostenidos por
Churchill: el general Denikin es proclamado dictador de Rusia. Como sabemos, este tenía fuerzas en el
Cáucaso septentrional desde principios de 1918: el 26 se proclama comandante en jefe de todas las fuerzas
rusas de la Rusia meridional; por lo tanto, alemanes, franceses e ingleses ya no están: sino más bien sus
aportaciones de dinero, armas y avituallamientos de todo género, y sobre todo los de los anglo-franceses. La
gran ofensiva (peligrosísima para los bolcheviques) desde el sur, se desencadena en mayo de 1919 y la base
principal está en el Kuban, entre el Mar de Azov y el Cáucaso.

Las etapas del avance y de la reconquista de la atormentadísima Ucrania son arrolladores. El 15 de


junio, Denikin toma Kupiansk, 100 km. al este de Jarkov, después la misma Jarkov. En un posterior empuje,
el 4 de septiembre toma Kiev, la capital, y el 22 está en Kursk, sobre la directriz Jarkov-Moscú, del que dista
solo 500 km. Se sobreentiende que a sus espaldas es todo suyo: Crimea, Don, la cuenca del Donetz. La grave
amenaza se estrecha sobre Orel, a solo 250 km. de Moscú, que es tomada el 13 de octubre. El Comité
Central Bolchevique toma medidas de emergencia, y finalmente el 21 de octubre el ejército rojo desplegado
entre Orel y Voronetz afronta la batalla y el ejército de Denikin obtiene una grave derrota. El 27 de
noviembre Kursk, punto vital, había vuelto a ser tomada por los rojos.

Desorganizado el potente ejército de Denikin, a finales de 1919 las fuerzas revolucionarias se dedican a
la difícil tarea de reordenar el terreno liberado y erizado de escombros y de trampas. Antes de hablar de
reconstrucción de todo lo que ha sido devastado y que es indispensable para la vida de la población, ya es
una tarea tremenda el saneamiento del ambiente humano lleno de espías, de saboteadores y de enemigos
políticos. La guerra civil difiere de la estatal por el hecho de que no se puede en el territorio ocupado pasar
todo a hierro y fuego, tomar el botín y destruir posteriormente las instalaciones, pero también por el hecho
de que se debe neutralizar con medidas drásticas a la parte de los civiles que son partidarios disimulados de
las fuerzas contrarrevolucionarias.

Durante esta dura necesidad, en la que la seguridad a espaldas de las tropas que avanzan no puede ser
asegurada con medidas de intimidación indiscriminada, sino que es necesario discriminar socialmente entre
camaradas y enemigos de clase. Denikin pudo escapar mucho más al sur y reorganizar, gracias a las sólidas
ayudas extranjeras, su base del Cáucaso septentrional. En marzo intentó aún maniobrar hacia el norte, pero
esta vez el ejército rojo le detuvo mucho más al sur. Lo detuvo y volvió a entrar por Rostov, en el bajo Don y
el 27 de marzo de 1920 tomó Novorossijsk, al otro lado del estrecho de Kersch (por donde el Mar de Azov
se comunica con el Mar negro) en la costa. Esta posición controla toda la Ciscaucasia, viejo baluarte de los
Blancos, y permitió la definitiva liquidación de sus fuerzas, cerrando esta grave fase del conflicto armado.

131 - FRENTE OCCIDENTAL: JUDENICH

Este gravísimo intento que miraba a Petrogrado más que a Moscú y en el tiempo fue totalmente
concomitante con la guerra de Denikin, fue otra inspiración directa de los ingleses y de Churchill. La
dirección Wilsioniana de la Liga de las Naciones había consagrado la “libertad” de los pueblos de Finlandia
y Estonia que debían servir como bases de ataque contra los bolcheviques. Entre tanto se organizaba en
terreno ruso el ejército de Judenich. Todas las tentativas fueron hechas para unir las operaciones de estas
fuerzas pagadas por el capitalismo extranjero con las nacionales de Mannerheim, pero Finlandia no quería
llevar a cabo operaciones de invasión y se detuvo sobre su frontera histórica de Carelia, muy cercana de la
base naval de Kronstadt, en la desembocadura del Neva y en Petrogrado. Desde el puesto fronterizo de
Terioki, donde algunos delgados al Komitern, en junio de 1920, no fueron autorizados a pasar por los
finlandeses, no había más que 25 km. a Petrogrado, donde se inauguraba el II Congreso.

En cuanto a Estonia, habiendo renunciado a incorporarla, la Rusia de entonces, aunque durante toda la
lucha de Judenich le sirviese de base logística, el 2 de febrero de 1920 después de un armisticio, firmaba la
paz con Moscú.

La empresa de Judenich se inicia a principios del verano de 1919 y maniobra desde el noroeste
amenazando directamente Petrogrado; al cual en mayo, o sea cuando Denikin maniobra desde las bases del
Mar Negro, está ya muy cercano. Stalin fue entonces enviado a Petrogrado, donde Zinoviev dirigía el partido
y el Soviet, y con medidas decisivas, las formaciones militares y la guardia roja liberaron la ciudad, mientras
los marineros rojos liberaban la fortaleza de Krasnaja Gorka caída en manos enemigas. Judenich retrocedió,
pero el 25 entraba en Pskov, 250 km. al sureste, organizando allí su base de operaciones. El 13 de junio tuvo
lugar el paso de Churchill para disuadir a los finlandeses.

En octubre, Judenich desencadena su mayor y más peligroso ataque, y el 16 toma Gatchina. El 20-21
tiene lugar, con la intervención directa de Trotsky, la batalla decisiva en las alturas de Pulkovo, un poco al
este de Petrogrado: Para Judenich es el hundimiento final, y la segunda capital roja está libre del peligro, el
mismo día en que entre Orel y Voronetz, como hemos dicho en el precedente apartado, las fuerzas de
Denikin eran aplastadas. El momento de más alto riesgo estaba superado, sobre los tres frentes más
importantes de la larga guerra civil, la contrarrevolución estaba desbaratada.

132 - FRENTE DEL SUR: WRANGEL

Sin embargo, todavía debía abatirse una oleada sobre el cinturón ya relajado por heroicos golpes de
ariete que había tratado de estrecharse en torno a las dos metrópolis, cerebro y corazón de la gran revolución.

Un nuevo ejército blanco se formó en abril de 1920 confiado al barón Wrangel, otra criatura anglo-
francesa, que avanza desde Crimea. Las fuerzas enemigas son también imponentes, y después de apenas
haber respirado tras la lucha con Denikin y Judenich, el ejército rojo aún debe desplegarse sobre dos frentes:
Wrangel en el sur, y en occidente, como veremos, Polonia.
La cuenca carbonífera del Donetz, la región del Don y del Kuban habían sido perdidas de nuevo por los
revolucionarios demasiado comprometidos en el oeste, pero en noviembre de 1920 es posible afrontar con
fuerzas a Wrangel: en una batalla en el istmo de Perekop, que une con el continente la península de Crimea,
este sufrió una tremenda derrota y huye para salvar la vida: ¡A mediados de noviembre toda Crimea, tantas
veces perdida y reconquistada, volverá a ser limpiada de las bandas de los blancos!

133 - LA GUERRA RUSO-POLACA

Este episodio histórico tuvo un alcance incalculable y pareció poner de nuevo en movimiento a todas
las fuerzas proletarias de Europa: creíamos de verdad que al levantarse las banderas rojas en la avanzada,
industrial, y occidental Varsovia todo el subsuelo en el oeste se habría resquebrajado y la faz de la vieja
Europa habría cambiado completamente, como a principios del s. XIX cuando la incendiaron las bayonetas
de la revolución burguesa.

En el ordenamiento dado por los americanos a la nueva Europa de la utopía willsoniana, la ciudad
bilingüe de Vilno siguió estando en disputa entre Lituania y Polonia, con un largo conflicto que acabó con el
atropello polaco despreciando las mismas ordenes ginebrinas. Los polacos desde el otoño de 1919,
invadieron la Rusia Blanca y ocuparon la capital, Minsk, con algunas partes de Volinia y de Podolia. Se
detuvieron, en el momento del amenazante avance de Denikin por toda Ucrania, porque la victoria de los
blancos zaristas habría podido contrastar con las pretensiones polacas de expansión e incluso de
independencia. Derrotado a finales de 1919 Denikin definitivamente, las fuerzas polacas, sostenidas con
todos los medios por Francia y por su emisario, el general Weygand, maniobraron ocupando, entre enero y
marzo e 1920, la ciudad de Dvinsk, Latgalia y Mosyr, que están entre la Rusia Blanca y Ucrania, entre
Minsk y Kiev. Las fuerzas lituanas apoyan la invasión, que el 26 de abril está en pleno apogeo, dirigida por
las tropas del gobierno de Pitliura, bajo la dirección del “libertador de Polonia”, Pilsudsky. Aquí escribe
Trotsky:

«En cuanto tal guerra le fue impuesta a el ejército rojo, el objetivo del gobierno soviético no era
solamente el de parar el ataque, sino el de llevar la revolución a Polonia y de esa manera abrir por la fuerza
la puerta para el comunismo en Europa».
He aquí el lenguaje de un Estado y un ejército revolucionarios: cuando estos se convirtieron en
imperialistas, entonces su miserable lenguaje se amasará con la defensa de la patria contra la agresión, con el
pacifismo, la coexistencia – su acción, de vil traición.

El 30 de abril, Trotsky, escribió así al comité central: «Precisamente porque es una lucha a vida o
muerte esta tendrá un carácter extremadamente intenso y áspero». Y adelantó contra la esperanza
ultraoptimista de una revolución en Polonia (los falsos izquierdosos de siempre sostenían una vez más que
no se debiese combatir ejército contra ejército en campo abierto, sino contar con la notable fuerza de los
proletarios y comunistas de Polonia). «Que la guerra termine con una revolución de los trabajadores en
Polonia, no puede haber duda, pero no hay ninguna base para creer que la guerra comience con un
revolución similar».

Trotsky manifestó que no era conveniente, debido a la debilidad de las fuerzas militares soviéticas, la
“marcha directa sobre Varsovia”. Pero Lenin era fautor de esta idea, él sentía que la revolución de Europa no
podía ser esperada ulteriormente, y como siempre, que sin ella todo se habría perdido; aquella idea, entonces,
nos embriagó a todos nosotros, que seguíamos ansiosos la distancia de la Varsovia proletaria, que tantas
pruebas de heroismo de clase ha dado antes y después, auténtico París del Este, de las vanguardias de la
revolución mundial.
El 8 de mayo los polacos conquistan Kiev por la fuerza, la capital ucraniana, y los bolcheviques
responden con su esfuerzo más potente. El enemigo retrocede bajo el contraataque de todo el frente: entre el
entusiasmo del mundo proletario se siguen las noticias apremiantes: el 13 de junio la roja Kiev es nuestra
una vez más; el 11 de julio se está en Minsk; el 14 en Vilno: los polacos han huido hasta el río Bug. El 1° de
agosto Tukachevsky está en Brest: Varsovia está a menos de 100 km. al oeste; el 11 el ejército rojo está
desplegado delante de la ciudad.

Desgraciadamente esta marcha triunfal fue duramente detenida, con un golpe terrible contra el
entusiasmo revolucionario. Las discusiones sobre el desastre duran aún hoy. El ala izquierda rusa se había
proyectado hacia el suroeste en dirección a Leopoles (Lemberg + Lvov) al mando de Voroshilov y Budionny.
S.S. Kamenev (no confundirle con el más conocido Lev), comandante en jefe, dispuso que el ejército de
caballería se lanzase hacia el norte para tomar por el costado a los defensores de Varsovia, apuntando sobre
Lublin, que está entre Lvov y Varsovia. Esta orden era debida a Trotsky, presidente del Comité
Revolucionario de guerra, mientras Stalin que estaba con Voroshilov parece que sostuvo el avance sobre
Lvov, desde donde se está a 10 km.; y después, la mutación de frente. La maniobra no salió bien, y el 16 de
agosto los polacos, delante de Varsovia, por consejo de Weygand, atacaron a Tukachevsky y le derrotaron.
El 17 de agosto, roto el frente, no le quedó al mando ruso más que ordenar la retirada general, abandonando
el territorio polaco. La gran esperanza estaba perdida, el 21 de septiembre se iniciaron las negociaciones para
la paz, habiendo considerado vana los franco-polacos, a pesar del clamoroso éxito, la idea de invadir el
territorio soviético. La paz de Riga fue firmada el 20 de octubre de 1920. Desde entonces aquel frente,
aquella frontera atormentada, no debía moverse más hasta noviembre de 1939, cuando 19 años después
Hitler y Stalin se repartieron Polonia aplastada por los alemanes. Hoy Polonia es un Estado satélite del
imperialismo militar de Moscú: Leopoles se ha quedado dentro de las verdaderas y propias fronteras rusas,
con muchas otras ciudades polacas como Brest y Grodno; son rusas la filoalemanas Estonia, Letonia y
Lituania; Koenigsberg se llama Kaliningrado. Esta frontera se moverá aún mucho hasta que las grandes
capitales no se subleven y consigan la victoria, como lo intento hacer Varsovia al final de la guerra,
sucumbiendo con sus combatientes obreros bajo las ruinas de las casas reducidas a escombros por los
alemanes una por una, mientras desde las antiguas posiciones de Tukachevsky el victorioso generalísimo
Stalin estaba parado observando. Como a su vez lo intentó Berlín, y un día todavía lejano lo volverá a
intentar.

En los duros y amargos debates del X congreso del partido comunista ruso, en marzo de 1921, se hará
el balance de aquella derrota crucial: Lenin escuchará pálido las acusaciones recíprocas. Quizás no pensaba
en el cuestión del sucesor, que deslumbra a la opinión corriente, pero observaba el inmerso espejismo de la
revolución mundial que, alejándose de nosotros un gran trecho, nos imponía una larga y dura espera, pero
con una gran certeza.

134 - LA PAZ ROJA

La situación de la lucha armada fue estabilizándose de este modo, después de la serie de fases de
convulsiones de las que creemos haber presentado las principales. Muchos, muchos otros fueron los
episodios antes de que desapareciesen todas las amenazas contra el poder conquistado: se debería decir algo
de los anarquistas de Makno, que aun en el difícil agosto de 1920, atacaban caminos y ferrocarriles
ucranianos, de las rebeliones de Semenov y Ungeru en Oriente, de guardias blancos finlandeses en Carelia,
de aquella tremenda de los marineros de Kronstadt, donde indudablemente comunistas extremistas y
anarquistas estaban implicados, y que fue vencida en el cincuentenario de la Comuna de París, el 18 de
marzo de 1921: la historia no tiene todos los materiales para juzgar tal episodio.
Consideramos extraño a nuestro tema la sucesión de debates sobre las responsabilidades de las crisis
que indicaron las etapas de la larga guerra interna. Las confutaciones de León Trotsky contra las increíbles
narraciones de la Storia estalinista oficial son de valor decisivo: ellas son incluso superfluas a los ojos de
quien ha constatado alguna vez el entusiasmo de los soldados rojos, no tanto por la persona incomparable
cuanto por la obra luminosa del gran jefe guerrero de la Revolución. Su respuesta final a Stalin, aplasta al
vencedor bajo la dignidad y la altura del vencido.

Casi nunca, dice el gran organizador de la victoria, que otras veces veremos delante de los grandes
cuadros geográficos luminosos, señalar los puntos de las victorias y de las derrotas, con relación constante y
visión ordenada de las medidas a adoptar, con frialdad de técnico y no con ademanes de caudillo, casi (dice
serenamente) estuve yo en los frentes de las victorias seguras, estudiadas y puestas en practica reparando los
derrumbamientos, los vacíos y las equivocaciones, si no las traiciones (las que quiso cargar increíblemente
en su cuenta), porque mi compromiso estaba sobre los puntos de menor resistencia, de probable próxima
fractura, en la simple, como él dice, nuestra estrategia por línea interna, que imponía recurrir a las partes
débiles del cerco, que llegó a tener un radio de solo 200 km. solo en Pulkovo, narra él haber dirigido
directamente la victoria sobre Judenich.

La grandeza de la victoria bolchevique en la guerra civil es tan alta y el significado de este proceso
volcánico de la guerra de clase tan vasto, que solo un loco y una banda de derrotistas puede complacerse, por
sucias razones de negocios, describiendo a la heroica falange de la defensa roja como criadero de agentes del
enemigo.

A nosotros nos interesa, no el héroe al que entregar la Corona, sino la ilustración de la amplitud de la
tarea, que consistió en defender el poder con las armas, alcanzando después de una larga campaña
revolucionaria, con las etapas desde 1905 a 1917.

Hasta 1921 y 1922, estabilizado el territorio de la dictadura comunista hasta los límites de aquello que
estaba bajo el imperio del zar, se prosiguieron las fundaciones de las repúblicas comunistas unidas y
federadas con Rusia; la lista sería interminable: Georgia y Daguestan a finales de 1921, Crimea en octubre,
Bukara en septiembre de 1920; etc. Ampliamente golpeada por las luchas que hemos expuesto fue la
Transcaucasia, particularmente expuesta a las insidias del capitalismo mundial. En febrero de 1921, Stalin
hizo ocupar Georgia por las fuerzas armadas, mientras que el partido deseaba tenerla por adhesión
espontánea, pero fue de la últimas operaciones territoriales de tipo militar. El 12 de marzo de 1922 era
proclamada la república Transcaucasica (hoy Armenia, Azerbaiyan y Georgia).

La guerra civil había terminado y comenzaba la época de la política económica administrativa, de la


que hablaremos en la segunda parte. Sin embargo, con esto no se habrá cerrado el argumento político. La
lucha entre distintas corrientes, que no podían dejar de corresponder a fuerzas sociales efectivas, continuará
largamente en el partido. Ella no dará casi nunca lugar a actos de fuerza armada de los disidentes, sino a
represiones del centro tan amplias que tuvieron el carácter de verdadero exterminio de movimientos
enemigos del centro estatal. La exposición de los hechos y de los programas económicos, volviéndonos a
colocar en el centro del problema histórico del que hemos sacado los datos formidables, no nos permitirá
callar esta lucha encarnizada y no dedicar en la exposición de la estructura económico-social algunos
capítulos al choque con las oposiciones, al terror en el partido y en el Estado, y a las ferocísimas purgas que
atropellaron a tantos de los protagonistas de las largas vicisitudes que habían conducido al partido
revolucionario al poder, con su luminosa conquista y su gloriosa defensa. Larga lucha en la que detrás de
estos nombres, de perseguidos no tanto con los pelotones de ejecución como con un andamiaje de infamias,
indiscutiblemente se encontró con un movimiento de masas del proletariado ruso, que no estaba en
condiciones de levantar el peso sofocante bajo el cual, quedándose sola en un mundo enemigo, la revolución
comunista de Rusia, en un proceso original, pero plenamente legible por la doctrina marxista, aun sin una
nueva guerra civil, ha debido plegarse sangrientamente para gloria del eterno enemigo.
135 - SIEMPRE EL DICTADO DE LENIN

Hemos ilustrado siempre nuestra exposición con la demostración de que se coloca en la perspectiva
rusa de Lenin. Esto es un hecho que no se deduce del “Lenin tiene siempre razón” de los filisteos, porque los
lectores saben que sobre la perspectiva europea, a escala táctica desde los años que comienzan en 1919,
estamos en desacuerdo sobre puntos esenciales de la previsión de Lenin. Cuando él veía cercana la
revolución occidental que no llegó, no se equivocó. Estos no son errores, sino méritos revolucionarios. Pero
cuando no vio la amenaza del oportunismo que habría levantado la cabeza, Lenin se equivocó: porque no lo
consideró inseparable de los desarrollos de ciertas maniobras tácticas consentidas.

En la economía del desarrollo ruso y en la política del partido no se equivocó, esto es importante,
porque nada tiene que ver con las infalibilidades personales, buenas para los bobalicones, el fin vital de fijar
la dialéctica integridad de toda una construcción histórica y doctrinal.

Veamos como planteó la cuestión del trato a los adversarios oportunistas dentro de Rusia y durante la
lucha suprema (julio de 1919):

«Es nuestro deber plantear abiertamente la cuestión: ¿Qué es mejor? ¿Coger por la cabellera y meter
en prisión y alguna vez incluso fusilar a centenares de traidores entre los kadetes, los sin partido, los
mencheviques, los socialistas revolucionarios, que “actúan” (unos con las armas en las mano, con un
complot, otros haciendo propaganda contra la movilización, como los tipógrafos y los ferroviarios
mencheviques, etc.) contra el poder de los Soviets, o sea por Denikin, o dejar llegar las cosas a un punto tal
como para permitir a Kolchak y a Denikin exterminar, fusilar, y fustigar a muerte a decenas de miles de
obreros y campesinos? La elección no es difícil».
La revolución no hizo discriminaciones en Rusia, y fue victoriosa. Hizo discriminaciones entre los
enemigos fuera de Rusia, permitiendo un método que hoy ha llegado hasta la peor ignominia, y no solo ha
sido vencida, sino deshonrada y ensuciada.

Después de la victoria sobre Kolchak, en agosto de 1919 – y con esto suspendemos las citas – Lenin
escribe:

«O dictadura (es decir, poder de hierro) de los propietarios terratenientes y de los capitalistas o
dictadura de la clase obrera. No existe vía intermedia. Sueñan en vano con vía intermedia los hijos de papá,
los intelectuales, aquellos señoritos que han estudiado mal y en malos libros. En ninguna parte del mundo
existe, ni puede existir, vía intermedia. O dictadura de la burguesía (disimulada bajo las frases pomposas de
los socialistas revolucionarios y de los mencheviques sobre el poder del pueblo, sobre la constituyente, sobre
las libertades, etc.) o dictadura del proletariado. Quién no lo ha aprendido de toda la historia del siglo XIX es
un perfecto idiota; pero en Rusia hemos visto todos como los mencheviques y los socialistas revolucionarios,
bajo Kerensky y bajo Kolchak, soñaban esta vía intermedia».
Una generación entre nosotros y Lenin, hemos soñado la revolución fuera de Rusia ¿Qué soñáis
vosotros, jóvenes proletarios de 1956? ¿Qué vía intermedia? ¿Qué malos libros estudiáis mal, y como
perfectos idiotas?

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