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PRODUCCTIVA.
INTRODUCCION:
Con la ineludible tarea de brindar una visión más completa de la situación que está viviendo la
sociedad con respecto a los altos índices de inseguridad alimentaria en las familias
principalmente de la zona rural, por la necesidad de educación en diversos temas ambientales y
rurales, sensibilización y promoción de estrategias que ayuden hacer frente al cambio climático,
a las tradicionales prácticas de producción (quemas, monocultivos etc.) se hace necesario el
establecimiento de áreas y/o Fincas que promuevan la diversificación de sistemas productivos y
así superar las limitaciones actuales de la producción agrícola y por ende mejorar el nivel de vida
de las familias.
El área de la Finca Modelo, forma parte del Parque de ciencias Estelimar, ubicado del
Monumento El Centenario 1.5km al este, carretera hacia las Torres-Estelí.
Teniendo en cuenta las oportunidades que ofrece dicho centro, surge la iniciativa de crear una
Finca Modelo, en el marco del proyecto de “Agua para las Comunidades y Familias del Café”
financiado por Green Mountain Coffee Roasters y coordinado por el CII-ASDENIC, estableciendo
una área demostrativa y formativa, implementando sistemas de producción sostenibles de
hortalizas, frutales y plantas ornamentales con un enfoque orgánico e implementación de
tecnologías alternativas, de tal manera que oriente a la diversificación de finca de las familias
productoras, así mismo se proyecta como una área experimental.
Emprender una Finca Modelo basado en el manejo adecuado de los recursos naturales, para el
aseguramiento del equilibrio ecológico, la diversificación del sistema productivo y la
sostenibilidad económica.
Ser un espacio formativo y experimental, que facilite los procesos de aprendizaje mediante la
sinergia entre los componentes social- económico- ambiental, que contribuya al desarrollo de
capacidades humanas que permitan superar las limitaciones actuales de la producción agrícola
y por ende mejorar el nivel de vida de las familias.
Sistemas de riego.
Diversidad de cultivos.
Agricultura orgánica.
Energías renovables.
Administración de finca.
Es por ello que se considera de vital importancia que la factoría del conocimiento se involucre
en este proyecto, elaborando productos que puedan ser compartidos a la sociedad de forma
innovadora, accesible y entendida por la población, entre éstos podrían encontrarse: Videos,
Fotografías, Documentales, Guías técnicas, entre otros, de tal forma que genere un impacto
mayor en el aprendizaje, además que se documentará todo el proceso de desarrollo de la finca
modelo.
Juan José Garrido: La otra revolución
“Cuando permites que las decisiones libres se lleven a cabo, los mercados son dinámicos, existen
más intercambios, más acuerdos (...) y mejor eficiencia; cuando quieres que las decisiones se
rijan por patrones y convencionalismos, así sean ilógicos, pues desanimas los intercambios”.
La semana pasada, en “Una mirada fuera de la caja”, sostuve que la educación peruana estaba
en crisis, y proponía una revolución educativa para sacar a dicho sector del fracaso histórico en
el que se encuentra. Terminé el artículo señalando que “el peor escenario para un joven peruano
es recibir la calidad de nuestro sistema de salud y educación para terminar en uno de los
mercados laborales más rígidos del mundo”. Hoy quiero hablar de la otra revolución que los
jóvenes y más necesitados requieren: una reforma laboral profunda y extensa.
Cualquier mercado, sea de bienes o servicios, se rige por más o menos las mismas reglas: cuando
permites que las decisiones libres se lleven a cabo, los mercados son dinámicos, existen más
intercambios, más acuerdos, mayor movilización y mejor eficiencia; cuando quieres que las
decisiones se rijan por patrones y convencionalismos, así sean ilógicos, pues desanimas los
intercambios. De uno u otro, hablamos al final del sistema de “incentivos”, y o los entiendes, o
no. Pero los entiendas o no, igual siguen funcionando. Esto no es nuevo; de hecho, distintos
estudios, inclusive con chimpancés y bonobos, han probado la fuerza que ejercen los incentivos
en las decisiones.
Los humanos, dirán algunos, no son mercancía y, por lo tanto, no se puede tratar el mercado
laboral como uno de chocolates o manzanas. Cierto, el humano no es una mercancía, pero el
trabajo que ellos puedan proveer (sea como obrero en una fábrica de chocolates o como
vendedor de manzanas) sí: son “horas” (tiempo) que se compran (la empresa) y se venden (el
trabajador). El trabajador escoge entre descansar y trabajar; la empresa entre contratar para ser
más eficiente o ahorrar y por ahí perder oportunidades.
La realidad, más allá de si nos gusta o no, funciona más o menos así. En un mercado con pocas
regulaciones, la empresa ofrece un puesto de trabajo y una persona se ofrece a cumplirlo, llegan
a un acuerdo y, a partir de ahí, el (ahora) contratado cumple con el encargo a cambio del sueldo
negociado. Si las barreras de entrada y de salida son bajas, ni empresa ni persona tendrán miedo
de llegar a un acuerdo: si funciona, bien, y si no funciona, terminan la relación sabiendo ambos
que pueden buscar mejores acuerdos con otras empresas o personas. Si las barreras de ingreso
y de salida son altas, pues al menos una de las partes (la empresa) se las pensará mucho antes
de tomar la decisión.
Supongamos ahora que el acuerdo es que, por 100 horas de trabajo mensual, se paguen S/1,000.
Si la empresa paga en total, entre sueldo y otras exigencias estatales, S/1,100 y el trabajador
recibe de sueldo neto (el sueldo acordado menos las exigencias estatales) S/900, pues para
ambos el acuerdo se mantiene en un límite razonable; pero si la empresa paga en total S/1,600
y el trabajador recibe S/650, pues para ambos el acuerdo no suena razonable.
Si sumamos ambos desincentivos (altas barreras de entrada y salida, y una absurda discrepancia
entre los costos que asume la empresa y lo que recibe neto el trabajador), pues la solución será
llevar el acuerdo de manera informal. Es lo lógico, más aún si el Estado en cuestión tiene poca
capacidad de vigilar que no le saquen la vuelta a la ley, menos aún de castigarlo de manera
correcta.
Pues eso es lo que pasa en el Perú: tenemos absurdas exigencias (regulaciones, barreras) para
contratar, y tenemos en la práctica un impedimento al despido (los fallos del Tribunal
Constitucional son, en la práctica, una ley de estabilidad laboral; léase, no puedes romper tu
ligazón, sino a altísimo costo, con un trabajador). A eso sumamos una altísima dispersión entre
lo que paga la empresa y lo que recibe el trabajador. Y finalmente, ambos (contratante y
contratado) no son libres de acordar el sueldo (hay un sueldo “piso”, la remuneración mínima
vital), ni son libres de establecer los términos del acuerdo (dado nuestro frondoso sistema
regulatorio). De los 3 enemigos de un mercado laboral dinámico y formal, pues tenemos los 3.
¿El resultado? Uno de los mercados laborales más informales del mundo.
¿Qué hacer? Pues, al igual que en la educación, requerimos con urgencia una revolución laboral,
pero una de verdad: que promueva la contratación formal y que beneficie a ambos, empresas y
trabajadores. El Estado puede establecer parámetros mínimos, pero no convertirse en el gran
obstructor, la gran muralla hacia la formalización laboral.
Para ello se deben mejorar los incentivos, de tal forma que la empresa y el trabajador prefieran
hacer un acuerdo formal a uno informal. Desregular, por cierto, no significa desproteger. El
mercado laboral norteamericano es altamente desregulado y, sin embargo, los mercados
funcionan muy bien: las empresas contratan y despiden, pero la tasa de desempleo es muy baja.
Si la tasa de desempleo es baja, y siendo el mercado mayoritariamente formal, pues, por
definición, los trabajadores no están desprotegidos. ¿Por qué? Porque el trabajador que entra a
un trabajo adquiere competencias en el ejercicio diario, competencias que luego lleva a otro
trabajo. Los jóvenes entran con salarios bajos a trabajar, pero ganan experiencia, se vuelven
productivos y así pueden pasar a trabajos con mejores remuneraciones. En el Perú sucede lo
contrario: contratar es complicado, no puedes hacer un contrato en el que ambas partes (de
manera libre) acuerden los términos, los sobrecostos laborales son altísimos y despedir es casi
imposible. ¿Beneficiamos a los trabajadores? No; al contrario, los desprotegemos al quitarles la
capacidad de ejercer, de trabajar, de ganar competencias. Por cierto, también se puede proteger
el bienestar del trabajador sin proteger el trabajo mismo (en eso consiste el modelo de
“flexiseguridad” danés).
Como siempre, podemos seguir viviendo en esta fantasía donde todos nos mentimos
mutuamente, nos contamos el cuento de que somos una sociedad modelo donde las leyes
protegen a los trabajadores contra la codicia empresarial, y permitimos que un grupete de
políticos e intelectuales hinchen el pecho satisfechos por haber protegido la dignidad humana.
O podemos enfrentar la realidad: promover la competitividad y productividad de nuestras
empresas, la contratación juvenil (es más importante, según múltiples estudios, que cualquier
etapa educativa escolar), la formalización de los trabajadores y profesionales, promocionar el
entrenamiento técnico laboral, y así.
Para ello requerimos políticos con coraje, con visión de futuro, sin miedo a enfrentar a los
vendedores de cuentos que tanto daño nos han hecho. La evidencia es clara, y el camino a
seguir, conocido.