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“El funcionario o servidor público que, abusando de su cargo, obliga o induce a una
persona a dar o prometer indebidamente, para sí o para otro, un bien o un beneficio
patrimonial, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de
ocho años”.
El bien jurídico protegido es el fin prestacional que cumple la administración pública de acuerdo a
nuestra Constitución. El objeto del bien jurídico es la legalidad del ejercicio de la función pública.
De esta manera, el funcionario público que comete el delito de concusión afecta la legalidad de los
servicios públicos, ya que abusa de su cargo para satisfacer fines privados mediante la incidencia
en la voluntad del particular. En otras palabras, las potestades públicas no le son conferidas al
funcionario para que este se aproveche de ellas y obtenga ventajas privadas a través del
constreñimiento de la voluntad del particular. El delito de concusión es un delito especial, toda vez
que el círculo de autores está limitado a los funcionarios públicos.
Esta delimitación se justifica en que todo sujeto, al ingresar a la función pública, adquiere las
potestades suficientes para lesionar el fin prestacional que la administración pública cumple en un
Estado Social y Democrático de Derecho, el funcionario público ejerce un control cualificado sobre
el bien jurídico tutelado a raíz del poder estatal del que dispone. Esta relación de dominio funcional
es la que justifica la prohibición contenida en los delitos contra la administración pública cometidos
por funcionarios públicos. Si se comparte lo antes dicho, podemos afirmar que el núcleo de la
prohibición penal radica en el ejercicio ilegítimo de las funciones y facultades que el servidor
público detenta. Y ello en cuanto el uso de la actividad pública es el instrumento mediante el que
se lesiona o pone en peligro el fin prestacional de la administración pública en los delitos de
corrupción. El legislador penal utilizó los vocablos abuso del cargo para referirse a este mal uso de
la función pública.
Ahora bien, la característica especial del delito de concusión subyace en que el servidor público
abusa del cargo para obligar o inducir a una persona a dar o prometer indebidamente un bien o
beneficio patrimonial para sí o para otro. La Corte Suprema de Justicia hace referencia a este
elemento de la conducta prohibida de la siguiente manera:
“(…) este abuso del cargo incida sobre la voluntad del sujeto viciando la misma,
convirtiéndose en un constreñimiento o una inducción, es decir, conlleva al uso de
violencia, la que es ejercida sobre la víctima para doblegar su voluntad, de tal modo que
acceda a sus ilegítimas pretensiones (…)”
El delito de concusión exige como medio comisivo el uso de la violencia o amenaza que vicie la
voluntad del sujeto. De ahí que se afirme que en casos de concusión, el particular que entrega la
ventaja o dádiva siempre será eximido de cualquier tipo de imputación por otros delitos contra la
administración pública, como bien podría ser el caso del delito de cohecho, por ejemplo. Esta
respuesta jurídico-penal se fundamenta en la no exigibilidad de otra conducta con respecto a dicho
particular, ya que se encuentra bajo el estado de un miedo insuperable. Tomando en cuenta que el
miedo insuperable “no excluye la voluntariedad de la acción, sino que la priva de la normalidad
necesaria para que pueda imputarse penalmente al sujeto”, podemos señalar que en el delito de
concusión el particular sigue siendo consciente que la entrega del dinero o ventaja es contraria a
Derecho. Sin embargo, frente al contexto particular de amenaza o violencia en el que se encuentra
sería imposible exigirle que se comporte de otra manera y de acuerdo con el ordenamiento jurídico.
Por otro lado, el elemento “inducir” señalado por el tipo penal de concusión amerita una de
interpretación cuidadosa. De acuerdo a la teoría general del delito, la inducción o instigación es
una figura de la participación que es accesoria a la lesión del bien jurídico realizada por el autor. El
artículo 24° del Código penal define a la inducción o instigación como determinar dolosamente a
otro a cometer un hecho punible. Sin embargo, distinto es el supuesto en el que un sujeto
instrumentaliza a otro (a través del error o la coacción) para cometer un ilícito. Este supuesto
pertenece a la figura de la autoría mediata.
La autoría mediata, en su sentido clásico, se produce cuando el autor material de un ilícito actúa
sin libertad o sin conocimiento de la situación, ello provocado por la coacción o el engaño ejercido
por la persona de atrás. En el caso del delito de concusión, puede afirmarse que nos encontramos
ante un supuesto de autoría mediata en donde el particular actúa por medio de la coacción ejercida
por el funcionario público. Así pues, se descarta la relación inductor-inducido y se confirma la
instrumentalización de este último a través de la coacción. Asimismo, es necesario precisar que los
supuestos que recoge el tipo penal de concusión corresponden a situaciones en las que el
particular se encuentra alejado de cualquier vínculo con la administración pública. Por tanto, el
particular no tiene posibilidad alguna de acceder y afectar el bien jurídico penalmente protegido. La
concusión no sanciona la conducta del particular en tanto es víctima de violencia que anula su
voluntad. De esta manera, la concusión se diferencia del delito de cohecho en que el funcionario
público abusa de sus facultades y utiliza la violencia o el engaño para viciar la voluntad del privado
y obtener una ventaja patrimonial. Con otras palabras, el delito de concusión prohíbe a todo
funcionario público utilizar sus facultades para obligar al particular a entregarle una ventaja
patrimonial.
Delito de Peculado
De acuerdo con nuestro ordenamiento jurídico, el delito de peculado sanciona al
funcionario o servidor público que se apropia o usa, para sí o para otro, caudales o
efectos cuya percepción, administración o custodia le están confiados por razón de su
cargo, para atribuir la responsabilidad a una persona por el delito de peculado, nuestro
sistema no solo exige que el sujeto activo tenga la condición de funcionario público,
sino, además, que ostente un vínculo funcional con los caudales o fondos del Estado.
Como señala Fidel Rojas Vargas en Delitos contra la administración pública (Lima,
2003), solamente puede ser autor de peculado el funcionario o servidor público que
reúna las características de relación funcional exigidas en el tipo penal, es decir, quien
posea los caudales o efectos públicos como consecuencia de un deber de percepción,
custodia o administración de los mismos.
VISTOS
El recurso de nulidad interpuesto por el encausado Benny Orlando Velarde Valer contra
la sentencia de veintinueve de diciembre de dos mil catorce de fojas mil sesenta y seis,
expedida por la Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Ayacucho, en el extremo
que condena al acusado como coautor de la comisión del delito contra la administración
pública, en la modalidad de peculado doloso agravado por extensión de tipo, en agravio
de FONCODES y el Estado Peruano; le impone, tres años de pena privativa de la
libertad, cuya ejecución queda suspendida por un periodo de prueba de un año, reparar el
daño causado, entendido esto como el pago de reparación civil a favor del agraviado bajo
apercibimiento de aplicársele el artículo cincuenta y nueve del Código Penal en caso de
incumplimiento; asimismo, inhabilitación por un año conforme al artículo treinta y seis,
incisos uno y dos del Código Penal. De conformidad con el Dictamen del señor Fiscal
Supremo en lo Penal.
Interviene como ponente la señora jueza suprema Chávez Mella.
CONSIDERANDO
DECISIÓN
Por estos fundamentos declararon:
NO HABER NULIDAD en el extremo de la sentencia de veintinueve de diciembre de dos
mil catorce de fojas mil sesenta y seis, expedida por la Sala Penal de la Corte Superior de
Justicia de Ayacucho, que condena al acusado Benny Orlando Velarde Valer como
coautor de la comisión del delito contra la administración Pública, en la modalidad
de Peculado Doloso Agravado por extensión de tipo, en agravio de FONCODES y
el Estado Peruano; impone tres años de pena privativa de libertad cuya ejecución queda
suspendida por el período de un año sujetos al cumplimiento de reglas de conducta; e
inhabilitación por el plazo de un año conforme al artículo treinta y seis, incisos uno y dos
del Código Penal; fija en mil soles por concepto de reparación civil que deberá abonar en
forma solidaria a favor de la parte agraviada, sin perjuicio de restituir el monto apropiado;
con lo demás que contiene y los devolvieron.
S.S.
HINOSTROZA PARIACHI
VENTURA CUEVA
PACHECO HUANCAS
CEVALLOS VEGAS
CHÁVEZ MELLA
Delito de Cohecho
Bien jurídico
Los delitos de corrupción de funcionarios están inmersos dentro de un catálogo mucho más amplio
que es el de los delitos contra la administración pública (Título XVIII – Código Penal). En tal
sentido, se puede argüir que necesariamente cualquier acto de corrupción tiene que estar en
vinculación con la actividad estatal donde se desempeña el sujeto activo.
Esto es, que todas las figuras delictivas de corrupción de funcionario (cohecho) tienen como bien
jurídico la “correcta función pública”, que se encuentra englobada dentro de los principios
esenciales a cada una de las actividades prestadas por el Estado, dentro del marco de un Estado
Social y Democrático de Derecho.
• Delito bilateral: Para su consumación se exige la concurrencia de por lo menos dos sujetos
activos (corrupción activa y corrupción pasiva)
El Código Penal peruano asume una posición ecléctica, que recoge la acción u omisión de
bilateralidad y unilateralidad al mismo tiempo de estas conductas reprochables, no siendo
necesariamente exigible un pacto de dos sujetos para que se configure el tipo, basta la acción
unilateral de simple solicitud por parte del funcionario o servidor público sin aceptación del
particular, o del particular que trata de corromper con dádivas, promesa o cualquier otro tipo de
ventaja.
Sin embargo, el verbo rector “aceptar” contenido en los arts. 394, 394, 395 y 398 CP hace
referencia a un criterio bilateral, es decir, que presenta una codelincuencia necesaria, siendo
sancionados ambos sujetos activos con la pena prescrita en el art. 393 CP.
El art. 393 del CP de 1991, introduce el vocablo “solicitar”, considerando en una misma figura 3
modalidades del ilícito penal: cohecho activo (solicitar), cohecho pasivo (aceptar) y el conocido en
la doctrina como cohecho subsiguiente (aceptar a consecuencia de haber faltado a sus deberes).
En esta última modalidad el funcionario o servidor público acepta el donativo, promesa o cualquier
otra ventaja por un acto que ya se ha realizado.
El “solicitar” configura la hipótesis de un delito formal o de mera actividad en que no se precisa la
producción de resultado material alguno.
El vocablo “solicitar” es sinónimo de pedir, requerir que denota una iniciativa en la corrupción.
Desde ese panorama se puede argüir que la iniciativa corruptora del funcionario es propia de la
concusión (art. 382 CP) y no del cohecho.
La solicitud o aceptación se hace antes de que el agente lleve a cabo los pactos propios de su
cargo, resultando irrelevante que se cumpla o no con la promesa, o se entregue donativo, o el
agente realice o no el acto debido, bastando la acción unilateral de simple solicitud o aceptación.
• Delito de mera actividad El delito se consuma con el solo hecho de solicitar, aunque el
destinatario no acceda a su demanda, y, también, con aceptar el ofrecimiento o promesa
aunque no llegue a concretarse. Por ello, este delito llega a ser un delito de mera actividad, lo
que hace imposible la tentativa.
Desde ese enfoque, se podrá apreciar esta clasificación en los siguientes artículos:
b) COHECHO ACTIVO.- Puede ser realizado por cualquier persona sin exigencia de la
cualificación profesional a excepción del abogado que tiene una tipificación especial. En
estos casos es el particular quien toma la iniciativa de corromper al funcionario. Lo comete
el particular que ofrece, promete o entrega una dádiva, promesa o regalo a cambio de una
determinada resolución del funcionario público. Así las cosas, se podrá verificar dicha
clasificación en los siguientes tipos penales:
Finalmente, cabe indicar que no cualquier medio corruptor es típico para consumar el
delito, deberá tener idoneidad vinculante y suficiencia motivadora.
c) EL BENEFICIO
Por beneficio se habría que comprender el provecho o la utilidad personal obtenida de modo ilícito
por el agente, cuando ello no pueda ser subsumido en los alcances significativos del donativo o la
ventaja.
CUESTIONAMIENTOS:
a. ¿El delito de cohecho pasivo impropio tutela el patrimonio público?
El tipo penal de cohecho pasivo impropio no solo tutela el correcto desempeño de la función
pública sino también el patrimonio público unido al debido cumplimiento del Derecho Administrativo
funcional”.
b. ¿Para la configuración del delito de cohecho es necesario el cumplimiento del pago, la promesa
o acto indebido?
“En el delito de cohecho el solo acuerdo de voluntades configura el tipo penal, no siendo necesario
el cumplimiento del pago, de la promesa o del acto indebido, ya que el bien jurídico protegido es la
regularidad e imparcialidad en la correcta administración de justicia en los ámbitos jurisdiccionales
o administrativos. La tentativa no se admite en los delitos de mera actividad, cómo el delito de
cohecho en general”.
c. ¿Se configura el delito de cohecho impropio cuando un juez de paz cobra una suma de dinero
por ejercer su función?
“Si bien está acreditado que el acusado cobró cuando ejercía el cargo de juez de paz no letrado,
también lo es que como funcionario no remunerado por el Estado, por el cargo que ejercía, está
justificado, máxime si el monto cobrado parece razonable y proporcional al servicio prestado, por lo
que no se dan los presupuestos del cohecho impropio”.
A partir de este objetivo central, la labor del Procurador Anticorrupción se diferencia del rol que
corresponde al Ministerio Público a través de sus Fiscales Anticorrupción. A los Fiscales, como
defensores de la legalidad y el interés público, les corresponde la titularidad del ejercicio de la
acción penal y la persecución pública del delito (artículo 60 y siguientes del Código Procesal Pena).
En tanto, que el Procurador, constituido como actor civil para tal efecto, le corresponde la
titularidad de la acción civil (art. 11.1° del Código Procesal Penal). Aun cuando la ley faculta
inicialmente al Ministerio Público a asumir la titularidad de esta última, dicha legitimación cesa
cuando el principal perjudicado por el delito interviene en el proceso penal a título de actor civil. En
el caso de delitos de corrupción el principal perjudicado es el Estado y, por ello, corresponde al
Procurador Anticorrupción la titularidad de la “pretensión reparatoria”.
En ese sentido, el Pleno Jurisdiccional Superior Nacional Penal, de fecha 20 y 21 de junio del
2008, en cuanto al delito de enriquecimiento ilícito estableció lo siguiente:
“Es necesaria la configuración de una relación de causalidad, toda vez que por la
naturaleza del ilícito, el funcionario debe haber hecho uso de su cargo para incrementar
ilícitamente su patrimonio. El Ministerio Público debe probar que el funcionario público se
ha enriquecido ilícitamente, en el periodo que tuvo dicha condición”.
Por tanto, para que “A” sea imputado penalmente por este delitos solo tendrá que enriquecerse de
manera indebida, mediante el abuso de la función pública que ejerce. En base a ello no se exige
un peligro abstracto, o lesión, sino, un punto intermedio entre ambas, que viene a ser el delito de
peligro concreto. Sin embargo, se debe destacar que ello no puede equipararlo a un delito de
“mera sospecha”.
Debemos tener en cuenta que la imputación objetiva para los casos de enriquecimiento ilícito solo
operará para el caso de desvalor de resultado, es decir, desvalor del resultado del funcionario
público, resultando que no debe entenderse como un delito de lesión, porque ya sostuvimos eso no
es posible, toda vez que por su subsidiario no se identifica una lesión directa, sino un peligro de
lesión, por eso la configuramos como un delito de peligro concreto.
Bajo estas consideración, el bien jurídico es identificado como todas aquellas circunstancias dadas
o finalidades que son útiles para el individuo y su libre desarrollo en el marco de un sistema social
global estructurado sobre la base de esa concepción de los fines o para el funcionamiento del
propio sistema, debiendo tomar como punto de partida los principios fundamentales establecidos
en la Constitución a través de los cuales se enmarcan límites al poder punitivo del Estado.
Ahora, en cuanto al delito de enriquecimiento ilícito, el bien jurídico protegido parte de nuestra
propia Constitucional Política, ya en su momento por el artículo 22º de la Constitución Política de
1933, la Constitución de 1979, en su artículo 62º, y actualmente en la constitución política vigente
de 1993, en su artículo 41º. Aquella es la base fundamental de la cual se debe partir para su
conceptuación y ubicación normativa.
Asimismo, respecto al bien jurídico protegido y naturaleza jurídica del delito de enriquecimiento
ilícito, la jurisprudencia señala:
Brinda así el ámbito de actuación en la que se debe desempeñar el funcionario público (según la
Constitución Política, Resoluciones, Reglamento de Organización y Funciones), sirviendo como
barrera de imputación, en caso contrario, es decir, de vulnerarse estos presupuesto estaremos
ante un abuso del cargo. El incremento ilícito del patrimonio del funcionario público tiene que
haberse dado aquel desempeñaba el cargo público.
Solo de esa manera puede ser entendido como un abuso durante el cargo, cuyo límite es el tiempo
que dura la elección de la que fue objeto (sea por elección popular o cargo de confianza).
El ejercicio del cargo es el medio que utiliza el funcionario para enriquecerse ilícitamente. S e toma
el vínculo o cargo del funcionario como el momento en que se tiene que dar el enriquecimiento
ilícito. Este criterio se identifica con una abanico abierto, por ejemplo, respecto a qué delitos
pueden originar un enriquecimiento ilícito, si solo delitos funcionariales, o también delitos comunes.
Creemos que estaremos ante este delito en todos los aspectos, pues, el punto central para imputar
al funcionario o servidor público es el incremento ilícito de su patrimonio, sin posibilidad de
justificarlo, sin importar el medio o forma de realización, así como la naturaleza del delito.
La importancia del nexo causal fue tomado en cuenta por el Pleno Jurisdiccional Superiores
Nacional Penal, de fecha 20 y 21 de junio de 2008. En cuanto al delito de enriquecimiento ilícito se
estableció lo siguiente:
“Es necesaria la configuración de una relación de causalidad, toda vez que por la
naturaleza del ilícito, el funcionario debe haber hecho uso de su cargo para incrementar
ilícitamente su patrimonio. El Ministerio Público debe probar que el funcionario público se
ha enriquecido ilícitamente, en el periodo que tuvo dicha condición”
En tal sentido, debe existir una relación causal entre el cargo que ocupa el funcionario público y el
incremento ilícito producido. Es decir, una relación de causa (cargo público) efecto
(enriquecimiento).
De no existir tal criterio, no estaremos ante este delito, pues, la conducta será atípica. Así, si por
ejemplo, el funcionario público en ejercicio de su cargo recibe una millonaria herencia familiar, la
cual, está claro, desborda y marca un desbalance de su patrimonio. Bastará, con la justificación de
tales ingresos, en sí lícitos, dada por el funcionario.