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Existe una tendencia dentro del mundo reformado a rescatar el aporte del
puritanismo y alguno de sus exponentes, sean éstos históricos o algunos más
contemporáneos, que tienden a ser portadores y resemantizadores de las propuestas
originarias. Debo decir desde un comienzo que valoro profundamente el tremendo
aporte a la teología y la práctica de los puritanos, manifestado en a) su apelación a la
piedad que es fruto de la obra del Espíritu en nosotros, b) en el celo evangelístico, d)
el amplio interés por la predicación fiel de la Palabra aplicada a la realidad de la
iglesia; y e) la ligazón realizada entre avivamiento y justicia social. Creo que hay
bastantes cosas que aprender de ellos y, por supuesto, adoptar, con las pertinentes
adaptaciones al momento cultural nuestro, desde variables espacio-temporales.
De hecho, existen varios sujetos, algunos amigos entre ellos, que están realizando
con mucho esfuerzo, inteligencia y devoción un rescate del puritanismo, y lo hacen
teniendo en cuenta nuestra distancia histórica con ellos, junto con tener una mirada
sustentada en el evangelio y en la rigurosidad histórica, que ve en ellos santos-
pecadores, por ende, ajenos a un "mecanismo puritano" que calca y copia. Dicho
eso, quisiera manifestar algunas preocupaciones respecto de la reflexión y de la
acción del reciente movimiento neopuritano.
Súmese a ello, una serie de inventos actuales, como el de la salmodia exclusiva, pues
si bien resulta evidente que los puritanos defendían el uso de salmos cantados en el
culto, no hay ninguna prueba fehaciente del exclusivismo. Es decir, se usa un
concepto ahistórico para dar "prueba de blancura" de una práctica cúltica,
generando una entelequia que constituye a neopuritanos más puros que otros.
Se puede relevar en mucho de lo que se escribe y dice por parte de los neopuritanos
un fuerte influjo pentecostal. Es sabido por muchos, el fuerte proceso migratorio de
iglesias pentecostales a iglesias reformadas. Gran parte de ellos llegan a través de las
“doctrinas de la gracia”, limitando el calvinismo, por lo menos por un buen tiempo, a
una doctrina soteriológica, y no como una cosmovisión amplia de toda la realidad.
Sin lugar a dudas, harían bien en observar los neopuritanos que no existen iglesias a
la medida de su pureza reformada mental y que la sana teología se manifiesta,
también, en amor por la iglesia santa y pecadora a la que se pertenece. Y ojo con
esto, la pertenencia es sumamente importante, porque más allá de cualquier
ensoñación, no existe reformado que no se somete a la autoridad de un consejo,
elegido por el pueblo y conformado por miembros de éste, y que asienta su discurso
y práctica en la Palabra de Dios.
Me permito citar, ahora explícitamente, a Martyn Lloyd-Jones, quien señala que: “No
habría nada más ridículo que convertir la enseñanza, ni más ni menos que de los
puritanos, en un nuevo tipo de escolasticismo y malgastar nuestro tiempo
meramente citando textos, repitiendo frases y exhibiendo nuestro conocimiento
teórico. Eso sería hacer lo mismo que hicieron los grandes oponentes de los
1Martyn Lloyd-Jones. Los puritanos. Sus orígenes y sucesores. Edimburg, El Estandarte de la Verdad,
2013, pp. 197-224.
puritanos en su época: me refiero a los carolinos y a gente como ellos, los cuales
predicaban sermones que consistían, en buena medida, en ristras de alusiones
clásicas”2 (“El conocimiento falso y el verdadero”, 1960). Los amigos neopuritanos
harían mucho bien en tener esto como bandera de lucha.
2 Ibídem, p. 51.