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PRÓLOGO

Cuando se quiere abordar la temática (problemática) de los agroquímicos


(agrotóxicos) es necesario indagar en los muchos y variados aspectos que componen
una realidad compleja. Se combinan grandes intereses económicos junto con las más
sencillas costumbres, compañeras inherentes de la simpleza y la humildad; las
conductas de personas que viven bajo el ritmo frenético de las urbes, y los guarecidos
bajo la aparente tranquilidad de las zonas rurales. Un escenario heterogéneo, de matices
dispares, con el constante choque de necesidades y las carencias de ciertos valores fruto
de imposiciones respaldadas por facilismos o adquiridas por el hecho de fomentar la
velocidad, el dinamismo que tanto perseguimos sin saber bien por qué estaremos tan
apurados para todo.

La realidad nunca tiene un solo, exclusivo e indiscutible punto de vista; sin embargo
el espíritu de este escrito es respaldar con hechos concretos y citando estudios tan
serios como independientes, el legado de una forma de vida que vincula desde la
producción de los alimentos hasta los hábitos de los consumidores, que, por supuesto;
somos todos. Aclaro que no soy un experto, aunque si un conocedor en la materia. Son
cosas distintas: no me dedico ni soy un profesional sobre los temas medulares que
trataré en este escrito, pero si estoy en contacto con todos ellos y comparto mi punto de
vista avalándome en las diversas fuentes que cito, como en mi propia experiencia de
vida. Tampoco es este un trabajo de investigación, ya lo verán; aunque debo aclarar que
he leído bastante, sintiendo el hecho de estar informado como una responsabilidad que
respalde lo expuesto. En los últimos seis años he vivido al menos dos meses en ocho
países latinoamericanos. Esta particularidad no me otorga ninguna credencial ni me
convirtió en un erudito, pero me permitió reconocer algunos patrones en nuestro
comportamiento, algunas tendencias en cuanto a la alimentación y la industria que hay
detrás de ella. Salta a la vista, aunque a veces se nos pasa por alto.

Podría resumir esta forma de ver el panorama actual con un puñado de frases
simples, las cuales se encadenan unas a otras mediante reflexiones prácticamente
inmediatas. Nuestros tiempos están marcados por el reemplazo de alimentos naturales y
caseros por productos manufacturados donde abundan los componentes químicos. La
razón de ser son el capitalismo y la globalización en sus máximas expresiones, lo que
acarreó la ponderación en la rapidez y simplificación de las tareas habituales, entre ellas
la alimentación. La tecnificación en la ingeniería de procesos generó que cada vez más
se recurra a substitutos artificiales en post de la eficiencia. ¿Eficiente en cuanto a qué?
Pues en cuanto a la rentabilidad, a las ganancias de quien produce, sobre todo a gran
escala: empresas multinacionales, pooles de siembra, históricos terratenientes, entre

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otros. Los dueños del mercado son a su vez quienes imponen las condiciones y se llevan
los más jugosos beneficios. Todo este cambio se consolidó sin tiempo -ni demasiado
interés- en validar el fuerte impacto en el ambiente en que vivimos, ni sus nocivos
efectos en la salud de las personas. Las ganancias han sido tan grandes que son
suficientes para invadir todo contexto con un descomunal aparato publicitario -
fundamental para generar hábitos en los consumidores- y para financiar la acción
constante de ocultar detractores, facilitar ensayos, falsificar, violentar o alterar pruebas,
análisis y homologaciones; ya que tanto los laboratorios como las universidades se
nutren directa o indirectamente de estos dividendos y muchas veces terminan
expulsando o menospreciando a las voces que avalan teorías contrarias. Investiguemos,
involucrémonos en el tema y veremos que un sinnúmero de empleados y ex empleados
de multinacionales son quienes ostentan altos cargos en los estados, instituciones
educativas y laboratorios… Quien da de comer y quien produce el alimento del chancho
es, en efecto, el mismo funesto personaje.

Haciendo foco en el título: FUMIgate. El sufijo gate es utilizado en inglés para hacer
referencia a un escándalo. La palabra watergate significa “gran escándalo”, y de allí
deriva el uso de su terminación combinándolo con otras palabras (papergate, fifagate,
etc). Muchos creemos que el modelo productivo actual, identificado inequívocamente por
la cantidad de tóxicos necesarios para su proliferación es, a esta altura de los hechos, un
escándalo.

Rosario, 16 de Mayo de 2018.

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Capítulo I

¿Qué comemos?
El origen y la composición de los alimentos.
“Que la comida sea tu alimento, y el alimento tu medicina” [Hipócrates]

“La comida que comes puede ser la más poderosa forma de medicina o la forma más lenta de

veneno” [Ann Wigmore]


 
Palabras clave {ultraprocesados, artificial, calditos, globalización}

No es una novedad que con el advenimiento de las nuevas tecnologías, sobre todo en
el campo de la comunicación, el ser humano protagoniza una ráfaga avasalladora de
cambios en las pequeñas acciones que componen la vida cotidiana. Desde las ciudades
más modernas hasta los parajes más alejados campo adentro han sido penetrados por
las modificaciones de la globalización: televisión satelital, teléfonos celulares, GPS y la
interminable manufactura industrializada de prácticamente todos los productos. Las
tareas domésticas se han reducido, dándole espacio a jornadas laborales que invitan a
buscar soluciones más “prácticas” para las cuestiones del hogar. Las verduras no se
obtienen de la huerta, se compran en la verdulería; las arvejas vienen en lata, las lentejas
en paquetes de nylon, las tortas nacen de un polvo empaquetado en cajas de cartón
colorido. En las ciudades no sabemos y ni siquiera nos preguntamos de dónde salen los
alimentos, ya que gran parte de la naturaleza nos es remotamente conocida. Pero el
proceso de enajenación de algo tan básico y primordial como los componentes de
nuestra dieta no termina allí: un paso más allá está desentenderse hasta de la propia
elaboración y cocción. La comida nos llega “hecha” o, muchas veces peor, “lista para
preparar”. El paquete ilustra un “risotto con hongos” pero contiene un producto
acartonado, artificial, con alguna especie deshidratada y un cóctel de químicos para
saborizar, aromatizar, preservar y hasta colorear lo que luego deglutiremos.
Componentes como jarabe de maíz de alta fructosa o la lecitina de soja se encuentran en
casi todos los empaques, conformando alimentos denominados ultraprocesados que a
pesar de tener “sabor a queso” o a “frutilla” tienen una sorprendente similitud en cuanto a
su materia prima y preparación. Los saborizantes hacen el resto, distorsionando el
paladar con sabores artificiales que nada tienen que ver con un puré de papas o una
sopa. El cóctel con exceso de azúcares, sal y aditivos como los “resaltadores de sabor”1
generan además de una adicción, una costumbre tan fuerte que convierte en desabrido
cualquier manjar natural.

Todo esto sería fácil de ver si los cambios se hubieran dado de un día para el otro.
Pero lógicamente, el sucesivo reemplazo de las costumbres se fue dando de manera
                                                            
1
Podemos encontrar variada información en la web: https://goo.gl/jE91oF
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gradual. Se pueden identificar tres grandes factores relacionados a este fenómeno: la
organización social reinante, los métodos de producción modernos y los renovados
hábitos de consumo.

La organización social tiene que ver con el continuo éxodo de personas desde zonas
rurales hacia las grandes ciudades. Las razones son múltiples: desde el traslado forzoso
de pueblos originarios que se han visto desprovistos de sus tierras ancestrales, hasta
rasos trabajadores o pequeños y medianos hacendados que migraron en busca de
mayores comodidades. Por supuesto, algunas veces la migración se dirige hacia zonas
residenciales, pero en su mayoría se han ido incrementando las periferias, magnificando
aún más el tamaño de ciudades que fueron invadiendo constantemente sus antiguos
límites, extendiendo su tamaño y penetración en zonas más o menos naturales. Según
datos del Instituto Geográfico Nacional (IGN)2 en la Argentina 36,5 millones de habitantes
de un total de 40,1 millones viven en zonas urbanas, lo que representa un 91%. Este valor
supera la media a nivel mundial, aunque a su vez, gigantes como IBM3 sostienen que la
urbanización tiende a crecer en los próximos años. De todas formas, más allá de las
cifras, la incertidumbre se genera en relación a una reflexión inmediata:

Si un alto porcentaje de las personas vive en ciudades, y por ende, en general no


produce alimentos; entonces ¿quién los produce por ellos?

La realidad me lleva a responder este interrogante de una manera drástica. En primer


lugar, nuestra alimentación ha ido incluyendo una proporción de alimentos
ultraprocesados cada vez mayor (pueden imaginar lo que esto implica), por lo que
muchos se producen en fábricas y con una pequeña participación de materias primas
naturales. La segunda es metodológica, ya que actualmente se maximiza la producción
aplicando técnicas de cultivo y crianza de animales intensivas que involucran
componentes químicos de manera ascendente, incluyendo fumigaciones, balanceados y
otros artilugios que distan al ente de su natural desarrollo. Pero la necesidad es tan
artificial como el método, ya que no corresponde a una carencia, como podría ser la falta
de tiempo o espacio físico, sino que responde a la adaptación a un modo de vida, a una
organización social. Porque es sabido que una enorme porción de la siembra se
comercializa fuera del país. Entonces la explotación de estas interminables extensiones
de tierra claramente no se destina a nutrirnos, sino a sostener una determinada forma de
vida, la cual muchas veces nos es totalmente ajena. Dicho de otra manera, un porcentaje
muy alto de lo que sembramos se exporta para fabricar alimento balanceado en otros
lugares del globo, destinado a la crianza acelerada de ganado. Entonces, ¿es necesario
exprimir y envenenar el campo para obtener alimentos? No, lo es para obtener ganancias
exorbitantes. Con el afianzamiento de este mercado, la mano de obra se vio reducida y
generó multitudes de trabajadores desplazados de la órbita rural para adaptarse
forzosamente a la vida en las urbes.

                                                            
2
IGN llama zonas urbanas a poblaciones de al menos 2.000 habitantes. Link: https://goo.gl/Cs5b4W
3
IBM hace referencia al tema en muchos catálogos de productos. Por ejemplo el que puede encontrarse en
la web: https://goo.gl/Jmp87d
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La sustitución de productos envasados, ultraprocesados o los modificados
genéticamente también ha sido paulatina. El ritmo de vida y las costumbres
consolidadas con el capitalismo globalizado han generado un mercado prolífero para
todo producto que cuente con dos características que parecen esenciales: fácil y rápido.
Pocos se detuvieron a analizar qué estaba quedando afuera con la aplicación de esta
ecuación mágica. Con el tiempo, la obesidad, el sedentarismo y los casos de cáncer se
han multiplicado de manera alarmante, desencadenando un legado catastrófico4. Pero el
punto crucial de este análisis es dejar en manifiesto que, como sociedad, nos hemos
alejado de la relación directa con el alimento. Lo que nos nutre ha dejado de ser visto
como un fruto de la naturaleza para convertirse en una mera mercancía, tan impersonal e
inerte como una resma de papel o un par de medias. La relación con el productor ya no
existe, porque no es él quien nos vende un cajón de fruta para convertirlo en dulce, sino
que fue reemplazado por una multinacional que llena las góndolas de frascos inertes de
mermelada con aditivos. Ya no importa cuál es la verdura de estación, porque se puede
comprar todo el año mercadería fumigada y preservada en cámaras de refrigeración. Así
un tomate cosechado en febrero se vende aún en julio, por supuesto, con una reducción
en cuanto a nutrientes y un sabor insulso que mucho difiere del que podría haber tenido
bajo otras circunstancias.

Las recetas antes transmitidas de generación en generación han quedado como cosa
del pasado, irreproducible en tiempos donde muchos almorzamos en el escritorio mismo
del trabajo o cenamos un rebozado cárnico con forma simpática y contenido dudoso,
algo siniestro, que poco tiene que ver con lo que anuncia el envoltorio. Aparentemente ya
“no hay tiempo” para dedicarle horas a la cocina. O lo hay, pero si lo convertimos a
dinero, cuesta tan caro que pocos pueden darse el gusto.

Los males no son visibles de manera inmediata; pero es innegable que quienes han
dejado de valorizar la alimentación como un pilar de su vida, experimentan tarde o
temprano trastornos alimenticios, carencias o enfermedades directamente relacionadas
a sus hábitos. Es popular un dicho que dice “somos lo que comemos”. Si bien creo que
indudablemente somos mucho más de lo que comemos, la alimentación es una parte
importantísima de nuestro desarrollo y experiencia de vida, brindándonos esa conexión
transparente entre el ser y su entorno natural. En relación a lo que comemos podemos
notar cómo varía nuestra energía, nuestra predisposición y hasta nuestro humor. Pero
nos hemos ido como desconectando… ¿Cómo es posible que tantos chicos, jóvenes y
hasta adultos no conozcan el origen de los alimentos? ¿Cuántos son capaces de
reconocer alimentos en las plantas sembradas en la huerta? ¿Cuántos disfrutan del
deleite de tomar una fruta del árbol para luego comerla? El desconocimiento general
sobre la procedencia y naturaleza de nuestra comida es llamativo. Ni hablar de la
sustitución de la carne animal por escorias como las salchichas, las hamburguesas y
otros productos industriales: las pastas rellenas de paquete, los lácteos y derivados

                                                            
4
 Ghergo, G. (02/10/15). Mapa del cáncer en Santa Fe: factor ambiental y agroquímicos en debate. Rosario3. 
Recuperado de https://goo.gl/9ZGrBU Casos de cáncer en Monte Maíz superan la media normal. (21/10/14). Cba24n. 
Recuperado de: https://goo.gl/GRFeFL  
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invadidos de agregados artificiales, azúcares y saborizantes. Desde hace un tiempo
atrás, en muchos países se puede adquirir leche que, controversialmente, no es leche;
sino un “producto lácteo” que contiene cierto porcentaje de leche y una mezcla
económica de componentes químicos (ver imagen). Y con esto no quiero decir que jamás
debemos consumir estos productos, pero sí que bajo ningún punto de vista deberíamos
tenerlos como eje central de nuestra alimentación.

La etiqueta pertenece a un producto mejicano: una leche versión económica que contiene un 70% de
verdadera leche, con la adhesión un brebaje que incluye grasa vegetal y goma guar. Obviamente, los
empaques son muy similares, y una vaca contenta sonríe en primera plana.

La curiosidad me ha llevado a enterarme que productos como las gaseosas o


diversas golosinas muchas veces ni siquiera incluyen la fruta a la que hacen referencia
en el envase. A veces son solo saborizantes, otras, como el caso de los jugos en polvo;
contienen una fruta diferente. Los excesivos endulzantes hacen la magia de convertir la
manzana en ananá, aunque si vamos al caso el aporte es tan mínimo que poco incide en
el resultado final.

¿Se han puesto a ver los ingredientes que conforman el famoso “caldito”?

Con suerte, según la marca, un máximo del 8% corresponde a verduras y especias


deshidratadas. El resto se completa en mayor medida con sal, grasas y aceites; para
darle paso triunfal al cóctel que incluye el mágico resaltador de sabor, colorante,
aromatizante y en algunos casos saborizante artificial. No difiere prácticamente la
composición si se trata de sabor carne, verdura o pollo: más grasa, un cambio de aroma,
un toque de sal y listo.

No entraré en detalles acerca de los daños que ocasionan en general el consumo de


este tipo de productos, sobre todo con una periodicidad habitual (ni siquiera debemos
decir en exceso). Para indagar al respecto, además de afinar nuestro sentido común,
recomiendo el libro “Malcomidos: Cómo la industria alimentaria argentina nos está
matando” de Soledad Barruti.

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«Alguna vez, de chico imaginaba que los pollos iban cacareando por una larga
cinta transportadora que abruptamente caía en un temible embudo metálico. Las
gallinas aleteaban y lanzaban una voz desesperada que se iba apagando una tras
otra cuando sucumbían en una maquinaria enorme que desataba un ruido bestial.
En el otro extremo un pico dosificador escupía trozos amarillentos sobre un papel
de aluminio. Patas, pico, cresta, alas, tripas; todo iba a parar al “caldito
concentrado”.»

Esa era mi disparatada versión de cómo se producían, pero viendo la realidad, hoy
pienso que con mi pesadilla me he quedado corto.

   

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Capítulo II

¿Cómo los obtenemos?


Los modos de producción modernos.
“Más del 80% de la comida de los estantes de los supermercados en la actualidad, no existían

hace 100 años” [Larry McCleary]

“Las mejores y más evolucionadas tecnologías son aquellas que no destruyen la base misma

sobre la cual vivimos” [Vandana Shiva]

“¿Cómo pudimos alguna vez haber creído que era una buena idea cultivar nuestra comida con

veneno?” [Jane Goodall]


 
Palabras clave {explotación, desnaturalización, agrotóxicos}
 
Ya mencioné que la falaz idea de un campo lleno de naranjos ilustrado en el costado
de un jugo tetrabrik es tan irreal (y hasta cínico) como carnes, verduras y lácteos en el
frente de las bolsas de alimento para mascotas. Lejos del ideal de campo feliz están las
huertas ubicadas en la periferia de grandes urbes, donde muchas veces los productores
son mal pagos, los trabajadores explotados y la cosecha fumigada dos o tres veces por
día. Los controles normalmente son escasos, sobre todo en el proceso de producción.
Podemos referirnos a estudios recientes que incluyeron el análisis químico en muestras
de verduras adquiridas en la ciudad de Rosario5, aunque ensayos similares en Capital
Federal, Mar del Plata y otras ciudades han arrojado los mismos o peores resultados6.

Lamentablemente, alimentarnos a base de frutas y verduras adquiridas por los


mecanismos habituales no nos garantiza una buena práctica ni nos priva de indeseables
ataques a nuestra salud. La farsa de la estética de los frutos ha calado tan hondo, que es
común que manzanas, naranjas y duraznos sean pintados y encerados para parecer más
apetitosos o para ser aceptados en los grandes mercados. Claro, como toda estética, es
superficial y exterior; ya que por dentro conservan su naturaleza alterada genéticamente,
junto con la constante exposición tóxica a raciones de fertilizantes, funguicidas,
herbicidas y plaguicidas de origen químico, todos con mayor o menor grado de nocividad.
Por supuesto, tales agroquímicos podrían también llamarse “venenos”, como el que
cualquier vecino ha derramado para controlar hormigas o cucarachas en su propia casa.
¡Cuán errados estamos! Si una manzana no tiene un color parejo e intenso, lo
relacionamos con mala calidad. Aunque si tuviéramos contacto con un manzano,
sabríamos que la naturaleza no produce en serie y de manera uniforme. Los frutos

                                                            
5
Alertan por la presencia de agroquímicos en frutas y verduras. (24/07/17). Rosario3. Recuperado de:
https://goo.gl/nFyx3W
6
Parrilla, J. (03/05/17). Veneno en la heladera: el 60% de las frutas y verduras del Mercado Central tienen
restos de agroquímicos. Infobae. Recuperado de: https://goo.gl/pHUxZd
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adquieren diferentes tamaños, formas y colores; que si bien responden a una similitud de
especie, serán siempre irregulares. Una mancha es un hecho normal, natural, lógico,
sano. Un veneno aplicado para controlar un insecto no lo es. Es curioso que esta
afirmación, de puro sentido común, haya sido desterrada y substituida por su antónimo
en la creencia popular.

El reemplazo de las técnicas de cultivo a partir de elementos que provee la naturaleza


fue un proceso explosivo, en el sentido de que hubo un “boom” relacionado con la
facilidad y eficacia de los productos químicos sobre sus sustitutos tradicionales. El
cambio alcanzó en primera medida a los grandes sembradíos, pero se ha extendido a
todo el arco de productores, y hasta las mismas huertas caseras. Un purín de ortiga, unas
cuantas cabezas de ajo machacado con alcohol o un rociado a base de agua y cenizas
de madera han sido reemplazados por productos químicos que demuestran una
efectividad asombrosa a la hora de matar. Claro, este verbo letal es mencionado como
controlar plagas o proteger la planta; algo que suena bastante más ameno. En las
etiquetas advierten sobre la toxicidad del producto, aunque rara vez prestamos atención
a estos avisos. Son peligrosos para su manipulación, altamente nocivos para el medio
ambiente y tienen un periodo de “carencia” en el cual no podemos consumir el vegetal
fumigado, porque aún contiene altas dosis del veneno. No hay agua que alcance para
quitar este residuo tóxico, aun siendo prudentes y aguardando el tiempo aconsejado, los
componentes muchas veces quedan impregnados o alojados invisiblemente en la
cáscara o el interior de los frutos. Dramáticamente, existen víctimas que han sufrido las
consecuencias de consumir estos productos post fumigación. En diversas etiquetas se
advierte sobre la acción dañina de los agroquímicos en cuencas, pero rara vez se toman
medidas preventivas7; tenemos poca conciencia de lo que genera el drenado de estos
productos hacia los causes de agua a través de las lluvias. A su vez, existe en el paisaje
campestre un elemento más frecuente que los clásicos eucaliptus o las lechuzas
apostadas en los postes de quebracho de los alambrados: el bidón vacío. El popular
descuido respecto a su desecho provoca que sea arrojado en los lotes como si de un
enorme basural se tratara. Resquebrajados por el Sol, se mantienen como resecos y
desmembrados testigos de lo que su uso y abuso provoca en el entorno. En mayor o
menor medida todas las personas estamos afectadas por los retazos de estas prácticas,
habiendo consumido, al menos en bajas dosis pero constantes a lo largo del tiempo
componentes nocivos sin siquiera haber sido alertados.

Para completar este panorama oscuro, qué estrago más tormentoso que el de la
“manufactura” de animales para consumo humano. La crianza donde los animales
pastoreaban y transcurrían su vida hasta alcanzar las condiciones necesarias se ha ido
relegando. Ese trascurso ha sido acelerado, tecnificado e incentivado siniestramente. Se
practica una ingeniería de procesos similar a la aplicable a procesos muertos de
componentes inertes, como extraer un mineral o fabricar un envase plástico. Esa
tecnificación condena al animal a una existencia atroz, con un grado de crueldad

                                                            
7
Eleisegui, P. (20/06/16). La cuenca de todo el Paraná está contaminada con glifosato. Adelanto24.
Recuperado de: https://goo.gl/BxZCvC
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excesiva e innecesaria, que es difícil de sostener conscientemente. Por eso preferimos
ignorarla, manteniéndonos inmunes gracias a la indiferencia que nos aleja de
espantarnos con tan sólo un mínimo grado de empatía, piedad o sentido de dignidad. En
mi opinión, estos trasfondos van de la mano con el resto de los hechos mencionados a lo
largo del escrito. Es necesario convivir con un nivel de inocente ignorancia o de siniestra
crueldad para amparar lo que genera la mecánica de nuestra alimentación actual como
sociedad. De todas formas, trunco esta reflexión para focalizarme en lo que es nocivo
para el consumidor. Esa eficiencia mencionada en el proceso de producción viene de la
mano del abuso de fármacos: vacunas, antibióticos y estimuladores de crecimiento para
criar al animal en la menor cantidad de tiempo posible. Reducción drástica del espacio y
la necesidad de incorporar alimentos balanceados alejan al animal de su entorno natural.
Los cerdos por ejemplo, son vacunados al promedio de una vez cada 20 días y
sacrificados antes de cumplir los 6 meses de existencia. La crianza de los pollos se
reduce a 45 días con amplias jornadas de luz, mucho alimento de engorde y constantes
dosis de antibióticos y hormonas. Quien tiene la posibilidad de atestiguar el crecimiento
normal de un pollo de 45 días notará que el de criadero quintuplica su volumen mediante
esos métodos de desarrollo acelerado. No existe mecanismo natural que alcance este
nivel de producción, lo cual evidencia la desnaturalización de “los bichos que comemos”,
provocando una notoria diferencia en la calidad, propiedades benéficas y por supuesto, el
sabor de la carne.

Muchas veces se respalda discursivamente este escenario productivo de vegetales y


animales con la afirmación de que es necesario para alimentar un Mundo cada vez más
poblado. Nada más falso que esa hipótesis. La correspondencia de estos métodos se
empareja únicamente con el afán exacerbado de multiplicar las ganancias a la vez que se
reducen los costos, aunque esto requiera despreciar la calidad del producto y acudir a las
insostenibles prácticas que analizamos. No atacamos el hambre, ni tampoco la codicia
de quienes buscan perpetuar sus obscenos beneficios. Consumimos carnes en grandes
cantidades, casi de manera “extravagante”, no por necesidad alimenticia sino por
costumbre. No hemos formado la conciencia de que una alimentación más sana y
sustentable permitiría una producción de otras características y de mejor calidad para
todos. Podemos amar el folklore del asado, pero también controlar el exceso. Existen
diversos sitios web con información fidedigna al respecto8, al igual que una producción
audiovisual sumamente interesante, que si bien es amplia, toca varios de estos temas9.

Vayamos ahora a la arista más grande y difundida de este embrollo, que tiene que ver
con el sector agrícola: la siembra basada en barbecho químico, conocida también como
“paquete tecnológico” por el conjunto de normas legales que permite, difunde y
empodera la producción de semillas transgénicas y toneladas de agrotóxicos. Arriba
oficialmente a nuestro país con la firma de la resolución 167 del año 1.996 con Felipe
                                                            
8
5 cosas que te provocan comer carne en exceso. Salud180. Recuperado de: https://goo.gl/aiehaX 6
razones de sentido común para dejar de comer carne. (11/04/2013). Ecoosfera. Recuperado de:
https://goo.gl/7WshxP
9
Jean-François Brient y V. L. Fuentes. De la servidumbre moderna. Para descarga gratuita en su sitio web:
www.delaservitudemoderne.org
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Solá como secretario de Agricultura, bajo la presidencia de Carlos Menem. Un dato
anecdótico en el contexto de una tendencia mundial impulsada fuertemente por las
multinacionales que lo respaldan. Tal es así, que algo tan trascendental se aprobó en
tiempo record y con el respaldo de un informe de apenas 106 carillas, redactado en inglés
y por la misma empresa Monsanto10. Se me ocurre adjetivarlo como increíble,
impresentable, tragicómico… aunque bien le cabrían los tres y muchos más que podría
aportar el lector. Ni siquiera se tradujo, ni siquiera se hizo al menos un triste simulacro de
informe analizando lo aportado por el mismo proveedor: un mamarracho (¿ya se les
había ocurrido este adjetivo?). Más información puede indagarse en la web11 como en un
libro indispensable para entender esta problemática: “Envenenados” de Patricio Eleisegui;
el cuál es muy claro, respalda cada afirmación con datos contundentes e incluye además
testimonios que ilustran a la perfección esta realidad que alcanza a todo el país.

A partir de allí quedaron en desuso herramientas, maquinaria agrícola y por supuesto


seres humanos dedicados al trabajo del campo. Un proceso de renovación sin sustento
alguno a largo plazo, nos hizo partícipes en la aplicación de productos químicos,
concretamente fertilizantes y venenos de todo tipo (herbicidas, fungicidas, etc.) que
arrastraron consigo lo más grave: el efecto mortífero sobre el ambiente y todo ser vivo
que lo habita o se relaciona con él. Es un sistema macabro que se sostiene con los
grandes réditos que genera, y es por eso que sus principales defensores casi siempre
obtienen algún beneficio económico o, peor aún; han sido formados profesionalmente
bajo las consignas instaladas por este modelo productivo. Analicemos brevemente este
importante detalle: la influencia no alcanza a quienes participan de la comercialización
directa, sino que va mucho más allá; invirtiendo millones en publicidad, enquistándose en
todo ámbito donde necesite aprobación, adoctrinando en los espacios educativos y
presionando en ambientes gubernamentales. Existe un gran aparato al servicio de estas
prácticas. El tamaño de las empresas multinacionales detrás de esto es monstruoso y es
constante la compra entre compañías gigantescas. Ejemplo claro: Bayer está a punto de
adquirir Monsanto, y todos hemos sido achacados desde nuestra infancia con eso de que
“si es Bayer, es bueno”… así que ya veremos qué resulta de esta operación
multimillonaria. Por lo pronto parece que habrá más lugar para influencias y
manipulación.

Desde hace unos años, escuchamos llamar a la gran llanura pampeana y litoraleña
como “desierto verde”, nombre que responde a grandes extensiones de tierra colonizadas
por un homogéneo y único cultivo: la soja. Pero no es justamente un paisaje natural y
mucho menos mágico, sino que responde al abuso del monocultivo y el uso exacerbado
de químicos, en su gran mayoría tóxicos, para evitar el crecimiento de cualquier otra
especie. En el desierto verde no crece nada, salvo la soja. Esto es posible porque la
semilla transgénica contiene un gen que la hace resistente al glifosato, un herbicida de
                                                            
10
Actis, A. (05/12/17). El glifosato y un poderoso lobby que gana pulseadas en todo el mundo. Rosario
Plus. Recuperado de: https://goo.gl/6niKrx
11
Aranda, D. (24/03/11). 15 años de soja: La prueba del delito. La vaca. Recuperado de:
https://goo.gl/1v7WZF Ortiz, A. (06/03/17). Los efectos del herbicida glifosato en Argentina: ¿Cuánto
crecimiento del PIB justifica el cáncer? El diario. Recup. de: https://goo.gl/TBybBx
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amplio espectro que elimina cualquier otra especie. Esta afirmación espantosa es
camuflada como “mejora de rendimiento”, ya que se limita a mencionar que suprime las
“malezas”. Veremos que el costo asociado a esta producción antinatural tiene un
altísimo riesgo para las personas y un impacto irreversible para el medio ambiente.

Hace algunos años, en el campo se producía con la misma esencia con la que puede
trabajarse una huerta, pero con el uso de maquinaria y herramientas para permitir
trabajar grandes extensiones. El suelo se cuidaba abonándolo, se respetaban los ciclos
de las plantas, los cultivos se rotaban, se asociaban, las semillas eran almacenadas para
volver a sembrarse nuevamente. Una extensión de tamaño medio, requería varios días
para preparar la tierra. Luego se sembraba con las semillas que habían sido guardadas
de la temporada anterior, se controlaba la plantación durante su crecimiento y finalmente
se cosechaba a lo largo de varios días; cuando la gente se volcaba en masa al trabajo de
campo. Nada de esto, absolutamente ninguna de estas acciones se lleva a cabo en la
producción actual. Con el empleo prácticamente inconsciente de agrotóxicos y la ayuda
de la tecnología aplicada en la maquinaria, el proceso de siembra se ha reducido
notoriamente. Hoy se “prepara” el suelo, básicamente fumigando para que todas las
plantas existentes en el terreno a explotar mueran (una drástica explotación), luego se
siembra entre GPS y máquinas que hacen un surco en la tierra sin removerla (siembra
directa), y mientras la planta crece (fuerte por modificaciones genéticas) se la fumiga
otras 10 o 12 veces con venenos que ella tolera, pero las demás no. El cóctel de químicos
incluye recetas letales tanto para la prevención como para la reacción ante una plaga,
pero también otras soluciones, en las que la información escasea, pero se sabe que las
hace resistir a las sequías12, el calor extremo o la falta de algún nutriente necesario. A
veces el productor consulta telefónicamente al agrónomo para que le “recete”, le indique
qué químico aplicar ante determinada situación. Así, como si la tierra fuese una industria
y el alimento una mercancía más. Al final, se cosecha en un solo día, a veces incluso
durante la noche. Las semillas no se guardan, porque para volver a sembrar se requiere
volver a comprarlas y, claro, también abastecerse de toneladas de químicos que nutren a
esas creaciones vegetales. Ante un nuevo inconveniente, surge una solución que siempre
incluye elevar las dosis. Un caso actual: el arribo de la “cotorra” desde tierras cordobesas
o entrerrianas a la provincia de Santa Fe acarreó una ascendente superpoblación del
exótico plumífero, que ya ha hecho estragos en las hectáreas de maíz. La respuesta: ya
se ha comenzado a escuchar entre los productores, que la próxima camada de semillas
transgénicas incluirá un componente para repeler a la especie de la familia de los loros.
Nadie se preocupó por el desmonte ni el calentamiento global… es simple: un “problema”
surge y se lo ataca con veneno o repelente.

¿Confía el lector en la “buena fe” y “responsabilidad” de los hacedores de estos


tóxicos?

                                                            
12
Entre tantos otros, existe un producto cuya explicación vulgar denota que “levanta” las hojas de la planta,
permitiéndole absorber al máximo la humedad ambiente al inicio del día.
|12|
La irresponsabilidad, la falta de conciencia o ambas combinadas con una peligrosa negligencia originan hechos
preocupantes y a la vez insólitos; riesgosos para quien los produce y también en descalabro del bienestar de los
demás. Desde operarios en cuero y sin guantes manipulando agrotóxicos, pasando por personas lavando los
mosquitos fumigadores a la orilla de los ríos hasta el colmo de aplicadores sobrevolando casas y escuelas
rurales13. Increíble, pero real.

¿Han caminado alguna vez por el campo? Dependiendo la época del año, si tienen
suerte y no está inundado, van a ver que la tierra es extremadamente dura, con una gran
cantidad de polvo en su superficie. No se la trabaja, se la explota. El constante desmonte
para aumentar la superficie a sembrar y la compactación progresiva de la tierra, sumado
a la naturaleza aceitosa de la soja, generaron que grandes extensiones de tierra
disminuyan radicalmente su poder de absorción. El agua es en la actualidad un gran
problema para el agro, y sobre todo para las localidades aledañas, ya que las
inundaciones son frecuentes debido a que el curso acostumbrado del agua ya no es tal.
O bien se concentra en las tierras sembradas, o se dirige donde antes no llegaba,
causando estragos. Pero no nos preocupemos, ya inventarán un producto que haga a la
soja resistente al agua estancada… O como puede verse en la televisión dedicada al
“productor agropecuario”, con un camino abovedado, unas cuantas toneladas de arena y
varias capas del grueso nylon de los silos bolsa, tendremos un camino listo para
continuar con la extracción, dejando atrás la trivialidad de la inundación y deterioro de los
campos. Mientras la soja siga creciendo, más que reparar, parecemos adaptarnos a la
peligrosa realidad que generamos.

«El cielo despejado, el aire algo espeso. El sol del atardecer refleja su oblicuo
destello amarillento sobre el sembradío. Parejos en altura, se extienden simétricos a
la mínima y exacta distancia que les permitirá su desarrollo, miles de plantas de
maíz. Como manchones, se erigen cada tanto plantas más altas, nacidas un tiempo
atrás de las semillas que cayeron en la última cosecha. Me pregunto qué será de tal
mixtura, cuando unos choclos estén listos y los otros apenas hayan sido poblados
por granos aislados en un joven marlo. Al otro día ni me asomé, las máquinas
trabajaban en el campo, y el olor afuera se hace insostenible, lo huelo nocivo, me
                                                            
13
Histórica condena por fumigar con agrotóxicos una escuela. (03/10/17). Periódico digital Pausa.
Recuperado de: https://goo.gl/F3rgwk
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cierra el pecho y el apetito. Al tercer día vuelvo como testigo habitual del atardecer,
pero algo había cambiado. Las plantas más grandes, aquellas que me atraían con
su desfachatez en medio de tanta homogeneidad sospechosa, comenzaban a
secarse lentamente. Las habían atacado, las estaban secando.
-Las plantas guachas- me dijo Castro.
Y continuó -después del aplique se mueren, para que solamente queden las
nuevas. A esas no les hace nada, porque le meten una sustancia a la semilla para
que resistan el veneno.-
-Qué nivel de tecnicismo- me sugirió.
Aunque yo simplemente pensé desmoralizado: “¡qué horror!”. »

Entre la ciencia y la política

Un aspecto esencial en la argumentación de quienes defienden este modelo de


producción está basado en explicaciones científicas. Sin embargo, no solo estudios
recientes han achacado sobre la toxicidad de los agroquímicos, sino que desde hace
décadas se ocultan los alarmantes resultados de estudios realizados a lo largo y ancho
del mundo. No es casualidad que los países más desarrollados, sean también los que
tengan las reglamentaciones más restrictivas en cuanto al uso de estos productos.

En nuestro país es paradójico el caso de Andrés Carrasco, médico argentino


especializado en biología molecular y en biología del desarrollo, quien entre otros cargos
de importancia, fue presidente del CONICET y jefe del Laboratorio de Embriología de la
UBA. Dueño de una gran reputación como investigador, pasó a ser atacado y
desprestigiado por diversos sectores luego de que sus estudios sobre la nefasta
influencia del glifosato fueron ascendiendo en popularidad. Con un mínimo de lógica,
podremos fácilmente deducir a qué intereses les eran serviles estos detractores. Por otra
parte su figura, basada en el valor simbólico y científico de sus afirmaciones, lo ponderó
como un estandarte en la campaña de con-ciencia sobre los efectos del modelo
productivo. Participó de innumerables charlas, encuentros, notas periodísticas y
documentales14 referidos al tema, hasta que murió el 10 de mayo de 2014. Se convirtió
en una de esas figuras engrandecidas por sus acciones, donde la persona se eleva para
ocupar un lugar que es insignia y bandera de lucha, donde aporta enormemente para
inspirar y dar apoyo a miles de reclamos anónimos, a miles de voces calladas.

Cruzando las fronteras argentinas, más precisamente en tierras donde este negocio
parece tener, si no es un origen, al menos una gran “oficina administrativa”; allí en los
Estados Unidos, caen como pesadas gotas de lluvia torrencial las denuncias por
corrupción, manipulación de datos científicos y ensayos de laboratorio15, ocultamiento
                                                            
14
Aranda, D. (03/05/09). Lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo. Página12.
Recuperado de: https://goo.gl/pXErJa
Lafferriere, L. (11/05/14).La muerte de Andrés Carrasco genera mucha bronca y más ganas de seguir
luchando. Río Bravo. Recuperado de: https://goo.gl/Ym4T6W
15
Federovisky, S. (18/10/17).La historia de los "Monsanto Papers", los efectos cancerígenos del glifosato y
su alumno predilecto. Infobae. Recuperado de: https://goo.gl/8JE99J Thomás, R. (18/03/17). Denuncian
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sistemático de evidencia comprometedora y denuncias masivas por cuestiones de salud
en contra de los agrotóxicos. A su vez, un tribunal internacional popular que analizó en La
Haya la historia de la multinacional Monsanto la encontró culpable de delitos de ecocidio,
crímenes de guerra, violaciones de los derechos a un medio ambiente sano y equilibrado,
a la salud y a la alimentación y de quebrantar la libertad científica16. Cargos que resultan
sumamente graves y contundentes.

La nocividad de los productos no solo alcanza lo inmediato y visible, ya que además


de volcarse en nuestras tierras, afectan animales e insectos, drenan hacia nuestros ríos17
e incluso caen dentro de las gotas de lluvia18. No se trata de una sensación o una
creencia popular, sino que es un hecho relevado por personas idóneas, con perfiles
técnicos y pertenecientes a instituciones académicas o científicas. El impacto se puede
medir y se lo ha demostrado, no es discutible. Primero la gente alzó la voz, luego las
investigaciones lo respaldaron. Las notas al pie remiten al Conicet, a la Universidad de La
Plata, a la valiente experiencia del Campamento Sanitario llevado adelante por la
Universidad Nacional de Rosario19.

Una herramienta imprescindible para ayudarnos a entender el presente es


justamente indagar en hechos históricos, incluso cuando ese pasado es bastante
cercano. Indagando a través de internet se despliegan una infinidad de notas
relacionadas al crecimiento sostenido que este modelo mantiene desde sus inicios20,
amparándose en herramientas disuasivas como la desinformación o contando con la
complicidad interesada de ciertas autoridades, las que convierten su inacción en un
hecho criminal. A continuación intentaré describir dos hitos que me resultan paradójicos.

El oscuro accionar de las multinacionales más grandes dedicadas a semillas


transgénicas, pesticidas y demás productos agresivos incluye la participación conjunta
para crear el conocido “agente naranja”, que fue utilizado por militares de Estados Unidos
en Vietnam, en el marco de lo que denominaron “guerra química”. Esta atrocidad puede
apreciarse crudamente en imágenes tomadas a lo largo del tiempo, con alrededor de
medio millón de personas afectadas con malformaciones congénitas. El poder residual
del agente es tan grande, que persiste aún 40 años después21. Si bien es el caso más
difundido, no fue este el único herbicida o defoliante utilizado, ya que existen otros como
                                                                                                                                                                                                     
en Estados Unidos que Monsanto manipuló estudios sobre el glifosato. La Izquierda diario. Recuperado de:
https://goo.gl/Am6uCP
16
Parrilla, J. (18/04/17). Monsanto, hallado culpable por daños a la salud y el ambiente, crímenes de guerra
y ecocidio. Infobae. Recuperado de: https://goo.gl/zoeT1o
17
Escalada, M., Ronconi, A. (17/02/18). Conicet: detectan más glifosato en el fondo de un afluente del
Paraná que en un campo de soja. El Disenso. Recuperado de: https://goo.gl/4QTyGM
18
Buján, S. (09/12/14). Llueven tóxicos: Glifosato y atrazina en aguas de lluvia de la región pampeana.
Facultad de Cs. Exactas de La Plata / Agencia Argenpress. Recuperado de: https://goo.gl/kD17fu
19
Cerró el campamento sanitario más importante y confirmó "perfil epidemiológico". (10/06/17). Rosario3.
Recuperado de: https://goo.gl/uZUsQC
20
Tokar, B. (01/12/98). Monsanto: Una historia en entredicho. Ecologistas en acción. Recuperado de:
https://goo.gl/NvmTH5 ¿Por qué Monsanto es la peor compañía sobre la faz de la tierra? (17/04/13).
Ecoosfera. Recuperado de: https://goo.gl/BeSAAI
21
Newton, J. (25/04/14).Four decades after Agent Orange - heartbreaking pictures show even now babies
in Vietnam are being born with horrific defects. Daily Mail (UK). Rec. de: https://goo.gl/m6fs1k
|15|
por ejemplo el “agente azul”. Todos ellos fueron rociados sobre zonas rurales por una
década, afectando cultivos, suelos y todo ser vivo que las habitase. Más allá de las
conclusiones éticas y morales que cada uno puede desarrollar, debemos recordar que de
estos venenos derivan productos de uso agrícola como el 2,4D o el 2,4,5-T; este último
generador “accidentalmente” en aquel entonces del TCDD una de las moléculas más
tóxicas jamás sintetizadas por el hombre. Algunos de dichos productos actualmente
están prohibidos, aunque corresponde un largo paréntesis: porque nos demoramos en
dictar las leyes y porque luego solemos no cumplirlas22. En 1984 se alcanzó un acuerdo
de indemnización por valor de 180 millones de dólares entre siete compañías químicas y
los abogados de los veteranos de guerra de Vietnam estadounidenses, no así para las
víctimas del país asiático.

El segundo gran hito, si bien podría corresponderse con una fecha determinada -la de
la primera vez- resulta más representativo haciendo foco en su evolución, y no
centrándose en su punto de partida. El hecho, vuelto conducta, tiene que ver con el
patentamiento de las semillas; acción privadora por naturaleza, que restringe uno de los
derechos más inmediatos del ser humano: el de producir su propio alimento. La
problemática no se limita a hacer uso o no de determinadas especies modificadas
genéticamente, sino que tiene que ver con el carácter invasivo de éstas, y el reemplazo
paulatino sobre las semillas naturales, la imposibilidad de encontrar en el mercado
común variedades de antigüedad ancestral, que fueron siendo relegadas hasta hundirse
en el olvido. Testigo de estas prácticas es el caso paradójico de México, donde distintas
asociaciones campesinas buscan generar conciencia de la eliminación progresiva de
decenas de especies características de maíz, en pos de la primacía de la semilla
transgénica. Además de la pérdida irreparable de variedades autóctonas, y el atentado
contra la biodiversidad, se centra la crítica en todo lo que acarrea el modelo de
producción dominante, donde la soberanía alimenticia se vuelve una quimera y el
bienestar de la población una práctica desechable23.

Las viviendas rurales abandonadas reciben el nombre de taperas. En la actualidad son tan comunes, que se
habla de la “taperización” del campo. Muchos han huido empujados por la situación, otros tantos han preferido
instalarse en las ciudades, sin que dejar de lado pertenencias sea un impedimento que la “sojagate” no haga
olvidar.
                                                            
22
Saccone, V. (03/01/18). América Latina, un continente infestado por los pesticidas. Esglobal. Recuperado
de: https://goo.gl/qMRFLz
23
Mentiras y verdades sobre el maíz transgénico. Greenpeace. Recuperado de: https://bit.ly/Ox6BjH
|16|
Capítulo III

Y ahora… ¿qué hacemos?


La necesidad del cambio.
“La agroecología es un conjunto de técnicas, pero también un movimiento social” [Hervé Petit,

Francia] "una alternativa a las prácticas agrícolas industriales" [Rilma Román, Cuba] “viene a

disputar al sistema económico dominante sus valores y principios” [Isabel Andreoni, Uruguay]
24

“No descubrí nada nuevo. Digo lo mismo que las familias que son fumigadas, sólo que lo

confirmé en un laboratorio” [Andrés Carrasco]

Palabras clave {agroecología, orgánico, transformación, información}

El último siglo trajo consigo el advenimiento de métodos tecnológicos, que más que
nunca antes, propiciaron cambios profundos a nivel organizativo, cultural y productivo.
La capacidad de destrucción del ser humano creció agigantadamente, tanto para
aniquilar seres vivos como para alterar los recursos naturales. La contaminación no es
ya una lejana quimera, sino una cuestión sumamente seria de la que se desprenden
grandes inconvenientes: calentamiento global, catástrofes climáticas, extinción de
especies. Más que causas concretas, lo nocivo de nuestra actual existencia como raza
humana se corresponde a comportamientos, costumbres, hábitos, prácticas. Nos
desborda la irresponsabilidad, la falta de previsión, el desinterés; esa sensación de que
tendremos tiempo de ocuparnos algún día. La necesidad de atender lo urgente, muchas
veces nos lleva a descuidar los mecanismos, los métodos para planificar proyectos de
magnitud que respeten el medio ambiente, y por ende, respeten nuestra existencia
inmediata y nuestro futuro.

Los dos primeros capítulos hacen referencia al notorio alcance de esta problemática.
Desmonte, inundaciones, sequías, calentamiento, contaminación en los cursos de agua,
envenenamiento, malformaciones, abortos espontáneos, cáncer, muerte. Me impacta que
cada una de estas palabras pueda tener una traza, una relación con el modelo productivo
y los agrotóxicos. Por eso el cambio no es solo una alternativa o una opción, sino una
necesidad que será más y más urgente mientras nos demoremos en optar por ella.

Si bien existe una lógica reticencia al cambio, es notorio como en los últimos años se
ha generado un efecto dominó que llevó la discusión a todos los sectores de la sociedad.
La bandera la alzó la gente común, los vecinos que notaron que algo andaba mal. De a
poco y armados de paciencia, nunca dejaron de persistir en su reclamo, en su exigencia
elemental: el derecho a la salud. Ejemplos de esta lucha son el Grupo de Madres de
                                                            
24
Laorden, C. (04/04/18). ¿Qué es la agroecología? El País. Recuperado de: https://goo.gl/S7VWjn
|17|
Ituzaingó en Córdoba25, la multisectorial Paren de Fumigarnos en Santa Fe26, entre tantos
otros que se han ido multiplicando. Ejemplos podemos ser todos los que hagamos correr
la voz, los que nos preguntemos, los que exijamos una respuesta. No estamos solos,
podemos a encontrar organizaciones en cada rincón del país y del Mundo entero.

Entre todos escribimos la respuesta a nuestro interrogante. Hoy en día, podemos


encontrar alimentos agroecológicos en casi todas las ciudades. Los productores suelen
organizarse en ferias, pero también proliferan almacenes que concentran mercadería de
todo tipo: comestibles, bebidas, de aseo personal, de limpieza, etc. Los precios son cada
vez más justos, balanceando las ganancias del hacedor con el poder adquisitivo del
comprador. Mientras más alternativas se generen y más consumidores se vuelquen a
estos productos, menor será la diferencia respecto a productos que injustamente
llamamos “tradicionales”. Encontramos productores que se vuelcan a prácticas
agroecológicas tanto a nivel local como regional. No me refiero a casos aislados, sino un
creciente número de experiencias. Algunas se basan en métodos tradicionales,
fortaleciendo la relación del hombre con la tierra y dignificando el trabajo de campo,
aplicando saberes tan simples como evidentes y efectivos: horticultores, huertas
familiares, proyectos cooperativos. Otras se sostienen en sólidos fundamentos técnicos,
involucran estudios de suelo, análisis de riesgos, planificación y tecnificación en los
modos de producción: son productores medianos y grandes, asesorados por
profesionales que se han volcado a estas prácticas más sanas. Es un negocio rentable, el
nicho del mercado existe y se va expandiendo, porque el consumidor incorpora cada vez
más productos agroecológicos a su dieta.

El círculo está cerrado, ahora nos queda expandirlo. Los pueblos lo declaran,
científicos lo avalan y académicos lo promulgan27. Pujando y persistiendo, aunque a
priori la lucha se presenta dispar, se consiguen resultados incluso ante las autoridades,
ante la justicia28. En este punto, hemos formado una fuerte conciencia al respecto de qué
consumimos, de qué significa un alimento sano más allá de las falsas promesas
publicitarias, del valor real y directo respecto a las verdaderas buenas prácticas
agrícolas, limpias, saludables, naturales.

No solo el productor se libra de tanta toxicidad, sino que los consumidores tenemos
al fin alternativas reales y alcanzables. La relación entre unos y otros se fortalece,
volvemos a vernos las caras, a razonar ambos que compramos y vendemos alimentos y
no cualquier mercancía. Las prácticas agroecológicas nos permiten rescatar la vida rural,
promover la biodiversidad, estimular las relaciones humanas que se generan a partir de

                                                            
25
Madres de Ituzaingó: 15 años de pelea por el ambiente. (19/03/17). La voz. Recuperado de:
https://goo.gl/kxtTEf Améndola, S. (22/06/12). Primera condena por fumigar con agroquímicos. Página 12.
Recuperado de: https://goo.gl/9fRKnE
26
Argentina: Se realizó el 24° plenario de la Multisectorial “Paren de fumigarnos” de la provincia de Santa
Fe. (20/03/18). Resumen Latinoamericano. Recuperado de: https://goo.gl/CUAwRi
27
Hiba, J. (27/09/14). Proponen crear una escuela terciaria de agroecología. La Capital. Recuperado de:
https://goo.gl/6qHoUy
28
Ludueña, M. (29/03/17). Malvinas Argentinas, el pueblo cordobés que venció a Monsanto. Chequeado,
Fundación La Voz Pública. Recuperado de: https://goo.gl/xfHpko
|18|
un cambio que es cultural. Es una elección casi filosófica: cómo queremos vivir. Es el
atroz contraste entre imaginar inmensas góndolas de supermercados, abarrotadas de
paquetes industrializados bajo la tenue luz de los tubos fluorescentes y una feria al aire
libre, en una plaza, con productores que comercializan su mercadería a precio justo
mientras en el mismo marco, se intercambian semillas y venden plantines.

Basta de pueblos fumigados, basta de escuelas fumigadas; basta del escándalo de la


fumigación. No solo somos soñadores por darnos la libertad de vislumbrar un ideal que
incluya la integración de trabajadores rurales, la participación justa de pequeños
productores y la renovación ideológica que empuje a distribuir tierras y ganancias,
permitiendo el acceso a la tierra y una verdadera soberanía alimentaria. La rueda ya está
girando. En lo inmediato, unimos nuestras voces para dar el primer paso: generar
conciencia. A partir de allí será insostenible mantener las prácticas actuales en ámbitos
urbanos y en zonas rurales habitadas, empezando a correr las fronteras que alguna vez
quisiéramos ver desvanecerse.

   

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FUMIGATE sobre agroecología y otras hierbas.


Autor: Esteban Ati Morales atimorales@gmail.com
Ilustraciones: María A. Cagliani (Keka).
Foto de tapa: Julia Blanco.
 

>> 1ra impresión: 100 copias 26/05/18 <<


Repartidas en el Encuentro de Agroecología “Sembrando vida”. Murphy, Santa Fe, Argentina.

>> 2da impresión: 200 copias Junio de 2018 <<


Versión digital (gratuita para descargar e imprimir): https://joom.ag/IgsY

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