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PRÓLOGO
La realidad nunca tiene un solo, exclusivo e indiscutible punto de vista; sin embargo
el espíritu de este escrito es respaldar con hechos concretos y citando estudios tan
serios como independientes, el legado de una forma de vida que vincula desde la
producción de los alimentos hasta los hábitos de los consumidores, que, por supuesto;
somos todos. Aclaro que no soy un experto, aunque si un conocedor en la materia. Son
cosas distintas: no me dedico ni soy un profesional sobre los temas medulares que
trataré en este escrito, pero si estoy en contacto con todos ellos y comparto mi punto de
vista avalándome en las diversas fuentes que cito, como en mi propia experiencia de
vida. Tampoco es este un trabajo de investigación, ya lo verán; aunque debo aclarar que
he leído bastante, sintiendo el hecho de estar informado como una responsabilidad que
respalde lo expuesto. En los últimos seis años he vivido al menos dos meses en ocho
países latinoamericanos. Esta particularidad no me otorga ninguna credencial ni me
convirtió en un erudito, pero me permitió reconocer algunos patrones en nuestro
comportamiento, algunas tendencias en cuanto a la alimentación y la industria que hay
detrás de ella. Salta a la vista, aunque a veces se nos pasa por alto.
Podría resumir esta forma de ver el panorama actual con un puñado de frases
simples, las cuales se encadenan unas a otras mediante reflexiones prácticamente
inmediatas. Nuestros tiempos están marcados por el reemplazo de alimentos naturales y
caseros por productos manufacturados donde abundan los componentes químicos. La
razón de ser son el capitalismo y la globalización en sus máximas expresiones, lo que
acarreó la ponderación en la rapidez y simplificación de las tareas habituales, entre ellas
la alimentación. La tecnificación en la ingeniería de procesos generó que cada vez más
se recurra a substitutos artificiales en post de la eficiencia. ¿Eficiente en cuanto a qué?
Pues en cuanto a la rentabilidad, a las ganancias de quien produce, sobre todo a gran
escala: empresas multinacionales, pooles de siembra, históricos terratenientes, entre
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otros. Los dueños del mercado son a su vez quienes imponen las condiciones y se llevan
los más jugosos beneficios. Todo este cambio se consolidó sin tiempo -ni demasiado
interés- en validar el fuerte impacto en el ambiente en que vivimos, ni sus nocivos
efectos en la salud de las personas. Las ganancias han sido tan grandes que son
suficientes para invadir todo contexto con un descomunal aparato publicitario -
fundamental para generar hábitos en los consumidores- y para financiar la acción
constante de ocultar detractores, facilitar ensayos, falsificar, violentar o alterar pruebas,
análisis y homologaciones; ya que tanto los laboratorios como las universidades se
nutren directa o indirectamente de estos dividendos y muchas veces terminan
expulsando o menospreciando a las voces que avalan teorías contrarias. Investiguemos,
involucrémonos en el tema y veremos que un sinnúmero de empleados y ex empleados
de multinacionales son quienes ostentan altos cargos en los estados, instituciones
educativas y laboratorios… Quien da de comer y quien produce el alimento del chancho
es, en efecto, el mismo funesto personaje.
Haciendo foco en el título: FUMIgate. El sufijo gate es utilizado en inglés para hacer
referencia a un escándalo. La palabra watergate significa “gran escándalo”, y de allí
deriva el uso de su terminación combinándolo con otras palabras (papergate, fifagate,
etc). Muchos creemos que el modelo productivo actual, identificado inequívocamente por
la cantidad de tóxicos necesarios para su proliferación es, a esta altura de los hechos, un
escándalo.
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Capítulo I
¿Qué comemos?
El origen y la composición de los alimentos.
“Que la comida sea tu alimento, y el alimento tu medicina” [Hipócrates]
“La comida que comes puede ser la más poderosa forma de medicina o la forma más lenta de
No es una novedad que con el advenimiento de las nuevas tecnologías, sobre todo en
el campo de la comunicación, el ser humano protagoniza una ráfaga avasalladora de
cambios en las pequeñas acciones que componen la vida cotidiana. Desde las ciudades
más modernas hasta los parajes más alejados campo adentro han sido penetrados por
las modificaciones de la globalización: televisión satelital, teléfonos celulares, GPS y la
interminable manufactura industrializada de prácticamente todos los productos. Las
tareas domésticas se han reducido, dándole espacio a jornadas laborales que invitan a
buscar soluciones más “prácticas” para las cuestiones del hogar. Las verduras no se
obtienen de la huerta, se compran en la verdulería; las arvejas vienen en lata, las lentejas
en paquetes de nylon, las tortas nacen de un polvo empaquetado en cajas de cartón
colorido. En las ciudades no sabemos y ni siquiera nos preguntamos de dónde salen los
alimentos, ya que gran parte de la naturaleza nos es remotamente conocida. Pero el
proceso de enajenación de algo tan básico y primordial como los componentes de
nuestra dieta no termina allí: un paso más allá está desentenderse hasta de la propia
elaboración y cocción. La comida nos llega “hecha” o, muchas veces peor, “lista para
preparar”. El paquete ilustra un “risotto con hongos” pero contiene un producto
acartonado, artificial, con alguna especie deshidratada y un cóctel de químicos para
saborizar, aromatizar, preservar y hasta colorear lo que luego deglutiremos.
Componentes como jarabe de maíz de alta fructosa o la lecitina de soja se encuentran en
casi todos los empaques, conformando alimentos denominados ultraprocesados que a
pesar de tener “sabor a queso” o a “frutilla” tienen una sorprendente similitud en cuanto a
su materia prima y preparación. Los saborizantes hacen el resto, distorsionando el
paladar con sabores artificiales que nada tienen que ver con un puré de papas o una
sopa. El cóctel con exceso de azúcares, sal y aditivos como los “resaltadores de sabor”1
generan además de una adicción, una costumbre tan fuerte que convierte en desabrido
cualquier manjar natural.
Todo esto sería fácil de ver si los cambios se hubieran dado de un día para el otro.
Pero lógicamente, el sucesivo reemplazo de las costumbres se fue dando de manera
1
Podemos encontrar variada información en la web: https://goo.gl/jE91oF
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gradual. Se pueden identificar tres grandes factores relacionados a este fenómeno: la
organización social reinante, los métodos de producción modernos y los renovados
hábitos de consumo.
La organización social tiene que ver con el continuo éxodo de personas desde zonas
rurales hacia las grandes ciudades. Las razones son múltiples: desde el traslado forzoso
de pueblos originarios que se han visto desprovistos de sus tierras ancestrales, hasta
rasos trabajadores o pequeños y medianos hacendados que migraron en busca de
mayores comodidades. Por supuesto, algunas veces la migración se dirige hacia zonas
residenciales, pero en su mayoría se han ido incrementando las periferias, magnificando
aún más el tamaño de ciudades que fueron invadiendo constantemente sus antiguos
límites, extendiendo su tamaño y penetración en zonas más o menos naturales. Según
datos del Instituto Geográfico Nacional (IGN)2 en la Argentina 36,5 millones de habitantes
de un total de 40,1 millones viven en zonas urbanas, lo que representa un 91%. Este valor
supera la media a nivel mundial, aunque a su vez, gigantes como IBM3 sostienen que la
urbanización tiende a crecer en los próximos años. De todas formas, más allá de las
cifras, la incertidumbre se genera en relación a una reflexión inmediata:
2
IGN llama zonas urbanas a poblaciones de al menos 2.000 habitantes. Link: https://goo.gl/Cs5b4W
3
IBM hace referencia al tema en muchos catálogos de productos. Por ejemplo el que puede encontrarse en
la web: https://goo.gl/Jmp87d
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La sustitución de productos envasados, ultraprocesados o los modificados
genéticamente también ha sido paulatina. El ritmo de vida y las costumbres
consolidadas con el capitalismo globalizado han generado un mercado prolífero para
todo producto que cuente con dos características que parecen esenciales: fácil y rápido.
Pocos se detuvieron a analizar qué estaba quedando afuera con la aplicación de esta
ecuación mágica. Con el tiempo, la obesidad, el sedentarismo y los casos de cáncer se
han multiplicado de manera alarmante, desencadenando un legado catastrófico4. Pero el
punto crucial de este análisis es dejar en manifiesto que, como sociedad, nos hemos
alejado de la relación directa con el alimento. Lo que nos nutre ha dejado de ser visto
como un fruto de la naturaleza para convertirse en una mera mercancía, tan impersonal e
inerte como una resma de papel o un par de medias. La relación con el productor ya no
existe, porque no es él quien nos vende un cajón de fruta para convertirlo en dulce, sino
que fue reemplazado por una multinacional que llena las góndolas de frascos inertes de
mermelada con aditivos. Ya no importa cuál es la verdura de estación, porque se puede
comprar todo el año mercadería fumigada y preservada en cámaras de refrigeración. Así
un tomate cosechado en febrero se vende aún en julio, por supuesto, con una reducción
en cuanto a nutrientes y un sabor insulso que mucho difiere del que podría haber tenido
bajo otras circunstancias.
Las recetas antes transmitidas de generación en generación han quedado como cosa
del pasado, irreproducible en tiempos donde muchos almorzamos en el escritorio mismo
del trabajo o cenamos un rebozado cárnico con forma simpática y contenido dudoso,
algo siniestro, que poco tiene que ver con lo que anuncia el envoltorio. Aparentemente ya
“no hay tiempo” para dedicarle horas a la cocina. O lo hay, pero si lo convertimos a
dinero, cuesta tan caro que pocos pueden darse el gusto.
Los males no son visibles de manera inmediata; pero es innegable que quienes han
dejado de valorizar la alimentación como un pilar de su vida, experimentan tarde o
temprano trastornos alimenticios, carencias o enfermedades directamente relacionadas
a sus hábitos. Es popular un dicho que dice “somos lo que comemos”. Si bien creo que
indudablemente somos mucho más de lo que comemos, la alimentación es una parte
importantísima de nuestro desarrollo y experiencia de vida, brindándonos esa conexión
transparente entre el ser y su entorno natural. En relación a lo que comemos podemos
notar cómo varía nuestra energía, nuestra predisposición y hasta nuestro humor. Pero
nos hemos ido como desconectando… ¿Cómo es posible que tantos chicos, jóvenes y
hasta adultos no conozcan el origen de los alimentos? ¿Cuántos son capaces de
reconocer alimentos en las plantas sembradas en la huerta? ¿Cuántos disfrutan del
deleite de tomar una fruta del árbol para luego comerla? El desconocimiento general
sobre la procedencia y naturaleza de nuestra comida es llamativo. Ni hablar de la
sustitución de la carne animal por escorias como las salchichas, las hamburguesas y
otros productos industriales: las pastas rellenas de paquete, los lácteos y derivados
4
Ghergo, G. (02/10/15). Mapa del cáncer en Santa Fe: factor ambiental y agroquímicos en debate. Rosario3.
Recuperado de https://goo.gl/9ZGrBU Casos de cáncer en Monte Maíz superan la media normal. (21/10/14). Cba24n.
Recuperado de: https://goo.gl/GRFeFL
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invadidos de agregados artificiales, azúcares y saborizantes. Desde hace un tiempo
atrás, en muchos países se puede adquirir leche que, controversialmente, no es leche;
sino un “producto lácteo” que contiene cierto porcentaje de leche y una mezcla
económica de componentes químicos (ver imagen). Y con esto no quiero decir que jamás
debemos consumir estos productos, pero sí que bajo ningún punto de vista deberíamos
tenerlos como eje central de nuestra alimentación.
La etiqueta pertenece a un producto mejicano: una leche versión económica que contiene un 70% de
verdadera leche, con la adhesión un brebaje que incluye grasa vegetal y goma guar. Obviamente, los
empaques son muy similares, y una vaca contenta sonríe en primera plana.
¿Se han puesto a ver los ingredientes que conforman el famoso “caldito”?
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«Alguna vez, de chico imaginaba que los pollos iban cacareando por una larga
cinta transportadora que abruptamente caía en un temible embudo metálico. Las
gallinas aleteaban y lanzaban una voz desesperada que se iba apagando una tras
otra cuando sucumbían en una maquinaria enorme que desataba un ruido bestial.
En el otro extremo un pico dosificador escupía trozos amarillentos sobre un papel
de aluminio. Patas, pico, cresta, alas, tripas; todo iba a parar al “caldito
concentrado”.»
Esa era mi disparatada versión de cómo se producían, pero viendo la realidad, hoy
pienso que con mi pesadilla me he quedado corto.
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Capítulo II
“Las mejores y más evolucionadas tecnologías son aquellas que no destruyen la base misma
“¿Cómo pudimos alguna vez haber creído que era una buena idea cultivar nuestra comida con
5
Alertan por la presencia de agroquímicos en frutas y verduras. (24/07/17). Rosario3. Recuperado de:
https://goo.gl/nFyx3W
6
Parrilla, J. (03/05/17). Veneno en la heladera: el 60% de las frutas y verduras del Mercado Central tienen
restos de agroquímicos. Infobae. Recuperado de: https://goo.gl/pHUxZd
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adquieren diferentes tamaños, formas y colores; que si bien responden a una similitud de
especie, serán siempre irregulares. Una mancha es un hecho normal, natural, lógico,
sano. Un veneno aplicado para controlar un insecto no lo es. Es curioso que esta
afirmación, de puro sentido común, haya sido desterrada y substituida por su antónimo
en la creencia popular.
Para completar este panorama oscuro, qué estrago más tormentoso que el de la
“manufactura” de animales para consumo humano. La crianza donde los animales
pastoreaban y transcurrían su vida hasta alcanzar las condiciones necesarias se ha ido
relegando. Ese trascurso ha sido acelerado, tecnificado e incentivado siniestramente. Se
practica una ingeniería de procesos similar a la aplicable a procesos muertos de
componentes inertes, como extraer un mineral o fabricar un envase plástico. Esa
tecnificación condena al animal a una existencia atroz, con un grado de crueldad
7
Eleisegui, P. (20/06/16). La cuenca de todo el Paraná está contaminada con glifosato. Adelanto24.
Recuperado de: https://goo.gl/BxZCvC
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excesiva e innecesaria, que es difícil de sostener conscientemente. Por eso preferimos
ignorarla, manteniéndonos inmunes gracias a la indiferencia que nos aleja de
espantarnos con tan sólo un mínimo grado de empatía, piedad o sentido de dignidad. En
mi opinión, estos trasfondos van de la mano con el resto de los hechos mencionados a lo
largo del escrito. Es necesario convivir con un nivel de inocente ignorancia o de siniestra
crueldad para amparar lo que genera la mecánica de nuestra alimentación actual como
sociedad. De todas formas, trunco esta reflexión para focalizarme en lo que es nocivo
para el consumidor. Esa eficiencia mencionada en el proceso de producción viene de la
mano del abuso de fármacos: vacunas, antibióticos y estimuladores de crecimiento para
criar al animal en la menor cantidad de tiempo posible. Reducción drástica del espacio y
la necesidad de incorporar alimentos balanceados alejan al animal de su entorno natural.
Los cerdos por ejemplo, son vacunados al promedio de una vez cada 20 días y
sacrificados antes de cumplir los 6 meses de existencia. La crianza de los pollos se
reduce a 45 días con amplias jornadas de luz, mucho alimento de engorde y constantes
dosis de antibióticos y hormonas. Quien tiene la posibilidad de atestiguar el crecimiento
normal de un pollo de 45 días notará que el de criadero quintuplica su volumen mediante
esos métodos de desarrollo acelerado. No existe mecanismo natural que alcance este
nivel de producción, lo cual evidencia la desnaturalización de “los bichos que comemos”,
provocando una notoria diferencia en la calidad, propiedades benéficas y por supuesto, el
sabor de la carne.
Vayamos ahora a la arista más grande y difundida de este embrollo, que tiene que ver
con el sector agrícola: la siembra basada en barbecho químico, conocida también como
“paquete tecnológico” por el conjunto de normas legales que permite, difunde y
empodera la producción de semillas transgénicas y toneladas de agrotóxicos. Arriba
oficialmente a nuestro país con la firma de la resolución 167 del año 1.996 con Felipe
8
5 cosas que te provocan comer carne en exceso. Salud180. Recuperado de: https://goo.gl/aiehaX 6
razones de sentido común para dejar de comer carne. (11/04/2013). Ecoosfera. Recuperado de:
https://goo.gl/7WshxP
9
Jean-François Brient y V. L. Fuentes. De la servidumbre moderna. Para descarga gratuita en su sitio web:
www.delaservitudemoderne.org
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Solá como secretario de Agricultura, bajo la presidencia de Carlos Menem. Un dato
anecdótico en el contexto de una tendencia mundial impulsada fuertemente por las
multinacionales que lo respaldan. Tal es así, que algo tan trascendental se aprobó en
tiempo record y con el respaldo de un informe de apenas 106 carillas, redactado en inglés
y por la misma empresa Monsanto10. Se me ocurre adjetivarlo como increíble,
impresentable, tragicómico… aunque bien le cabrían los tres y muchos más que podría
aportar el lector. Ni siquiera se tradujo, ni siquiera se hizo al menos un triste simulacro de
informe analizando lo aportado por el mismo proveedor: un mamarracho (¿ya se les
había ocurrido este adjetivo?). Más información puede indagarse en la web11 como en un
libro indispensable para entender esta problemática: “Envenenados” de Patricio Eleisegui;
el cuál es muy claro, respalda cada afirmación con datos contundentes e incluye además
testimonios que ilustran a la perfección esta realidad que alcanza a todo el país.
Desde hace unos años, escuchamos llamar a la gran llanura pampeana y litoraleña
como “desierto verde”, nombre que responde a grandes extensiones de tierra colonizadas
por un homogéneo y único cultivo: la soja. Pero no es justamente un paisaje natural y
mucho menos mágico, sino que responde al abuso del monocultivo y el uso exacerbado
de químicos, en su gran mayoría tóxicos, para evitar el crecimiento de cualquier otra
especie. En el desierto verde no crece nada, salvo la soja. Esto es posible porque la
semilla transgénica contiene un gen que la hace resistente al glifosato, un herbicida de
10
Actis, A. (05/12/17). El glifosato y un poderoso lobby que gana pulseadas en todo el mundo. Rosario
Plus. Recuperado de: https://goo.gl/6niKrx
11
Aranda, D. (24/03/11). 15 años de soja: La prueba del delito. La vaca. Recuperado de:
https://goo.gl/1v7WZF Ortiz, A. (06/03/17). Los efectos del herbicida glifosato en Argentina: ¿Cuánto
crecimiento del PIB justifica el cáncer? El diario. Recup. de: https://goo.gl/TBybBx
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amplio espectro que elimina cualquier otra especie. Esta afirmación espantosa es
camuflada como “mejora de rendimiento”, ya que se limita a mencionar que suprime las
“malezas”. Veremos que el costo asociado a esta producción antinatural tiene un
altísimo riesgo para las personas y un impacto irreversible para el medio ambiente.
Hace algunos años, en el campo se producía con la misma esencia con la que puede
trabajarse una huerta, pero con el uso de maquinaria y herramientas para permitir
trabajar grandes extensiones. El suelo se cuidaba abonándolo, se respetaban los ciclos
de las plantas, los cultivos se rotaban, se asociaban, las semillas eran almacenadas para
volver a sembrarse nuevamente. Una extensión de tamaño medio, requería varios días
para preparar la tierra. Luego se sembraba con las semillas que habían sido guardadas
de la temporada anterior, se controlaba la plantación durante su crecimiento y finalmente
se cosechaba a lo largo de varios días; cuando la gente se volcaba en masa al trabajo de
campo. Nada de esto, absolutamente ninguna de estas acciones se lleva a cabo en la
producción actual. Con el empleo prácticamente inconsciente de agrotóxicos y la ayuda
de la tecnología aplicada en la maquinaria, el proceso de siembra se ha reducido
notoriamente. Hoy se “prepara” el suelo, básicamente fumigando para que todas las
plantas existentes en el terreno a explotar mueran (una drástica explotación), luego se
siembra entre GPS y máquinas que hacen un surco en la tierra sin removerla (siembra
directa), y mientras la planta crece (fuerte por modificaciones genéticas) se la fumiga
otras 10 o 12 veces con venenos que ella tolera, pero las demás no. El cóctel de químicos
incluye recetas letales tanto para la prevención como para la reacción ante una plaga,
pero también otras soluciones, en las que la información escasea, pero se sabe que las
hace resistir a las sequías12, el calor extremo o la falta de algún nutriente necesario. A
veces el productor consulta telefónicamente al agrónomo para que le “recete”, le indique
qué químico aplicar ante determinada situación. Así, como si la tierra fuese una industria
y el alimento una mercancía más. Al final, se cosecha en un solo día, a veces incluso
durante la noche. Las semillas no se guardan, porque para volver a sembrar se requiere
volver a comprarlas y, claro, también abastecerse de toneladas de químicos que nutren a
esas creaciones vegetales. Ante un nuevo inconveniente, surge una solución que siempre
incluye elevar las dosis. Un caso actual: el arribo de la “cotorra” desde tierras cordobesas
o entrerrianas a la provincia de Santa Fe acarreó una ascendente superpoblación del
exótico plumífero, que ya ha hecho estragos en las hectáreas de maíz. La respuesta: ya
se ha comenzado a escuchar entre los productores, que la próxima camada de semillas
transgénicas incluirá un componente para repeler a la especie de la familia de los loros.
Nadie se preocupó por el desmonte ni el calentamiento global… es simple: un “problema”
surge y se lo ataca con veneno o repelente.
12
Entre tantos otros, existe un producto cuya explicación vulgar denota que “levanta” las hojas de la planta,
permitiéndole absorber al máximo la humedad ambiente al inicio del día.
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La irresponsabilidad, la falta de conciencia o ambas combinadas con una peligrosa negligencia originan hechos
preocupantes y a la vez insólitos; riesgosos para quien los produce y también en descalabro del bienestar de los
demás. Desde operarios en cuero y sin guantes manipulando agrotóxicos, pasando por personas lavando los
mosquitos fumigadores a la orilla de los ríos hasta el colmo de aplicadores sobrevolando casas y escuelas
rurales13. Increíble, pero real.
¿Han caminado alguna vez por el campo? Dependiendo la época del año, si tienen
suerte y no está inundado, van a ver que la tierra es extremadamente dura, con una gran
cantidad de polvo en su superficie. No se la trabaja, se la explota. El constante desmonte
para aumentar la superficie a sembrar y la compactación progresiva de la tierra, sumado
a la naturaleza aceitosa de la soja, generaron que grandes extensiones de tierra
disminuyan radicalmente su poder de absorción. El agua es en la actualidad un gran
problema para el agro, y sobre todo para las localidades aledañas, ya que las
inundaciones son frecuentes debido a que el curso acostumbrado del agua ya no es tal.
O bien se concentra en las tierras sembradas, o se dirige donde antes no llegaba,
causando estragos. Pero no nos preocupemos, ya inventarán un producto que haga a la
soja resistente al agua estancada… O como puede verse en la televisión dedicada al
“productor agropecuario”, con un camino abovedado, unas cuantas toneladas de arena y
varias capas del grueso nylon de los silos bolsa, tendremos un camino listo para
continuar con la extracción, dejando atrás la trivialidad de la inundación y deterioro de los
campos. Mientras la soja siga creciendo, más que reparar, parecemos adaptarnos a la
peligrosa realidad que generamos.
«El cielo despejado, el aire algo espeso. El sol del atardecer refleja su oblicuo
destello amarillento sobre el sembradío. Parejos en altura, se extienden simétricos a
la mínima y exacta distancia que les permitirá su desarrollo, miles de plantas de
maíz. Como manchones, se erigen cada tanto plantas más altas, nacidas un tiempo
atrás de las semillas que cayeron en la última cosecha. Me pregunto qué será de tal
mixtura, cuando unos choclos estén listos y los otros apenas hayan sido poblados
por granos aislados en un joven marlo. Al otro día ni me asomé, las máquinas
trabajaban en el campo, y el olor afuera se hace insostenible, lo huelo nocivo, me
13
Histórica condena por fumigar con agrotóxicos una escuela. (03/10/17). Periódico digital Pausa.
Recuperado de: https://goo.gl/F3rgwk
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cierra el pecho y el apetito. Al tercer día vuelvo como testigo habitual del atardecer,
pero algo había cambiado. Las plantas más grandes, aquellas que me atraían con
su desfachatez en medio de tanta homogeneidad sospechosa, comenzaban a
secarse lentamente. Las habían atacado, las estaban secando.
-Las plantas guachas- me dijo Castro.
Y continuó -después del aplique se mueren, para que solamente queden las
nuevas. A esas no les hace nada, porque le meten una sustancia a la semilla para
que resistan el veneno.-
-Qué nivel de tecnicismo- me sugirió.
Aunque yo simplemente pensé desmoralizado: “¡qué horror!”. »
Cruzando las fronteras argentinas, más precisamente en tierras donde este negocio
parece tener, si no es un origen, al menos una gran “oficina administrativa”; allí en los
Estados Unidos, caen como pesadas gotas de lluvia torrencial las denuncias por
corrupción, manipulación de datos científicos y ensayos de laboratorio15, ocultamiento
14
Aranda, D. (03/05/09). Lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo. Página12.
Recuperado de: https://goo.gl/pXErJa
Lafferriere, L. (11/05/14).La muerte de Andrés Carrasco genera mucha bronca y más ganas de seguir
luchando. Río Bravo. Recuperado de: https://goo.gl/Ym4T6W
15
Federovisky, S. (18/10/17).La historia de los "Monsanto Papers", los efectos cancerígenos del glifosato y
su alumno predilecto. Infobae. Recuperado de: https://goo.gl/8JE99J Thomás, R. (18/03/17). Denuncian
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sistemático de evidencia comprometedora y denuncias masivas por cuestiones de salud
en contra de los agrotóxicos. A su vez, un tribunal internacional popular que analizó en La
Haya la historia de la multinacional Monsanto la encontró culpable de delitos de ecocidio,
crímenes de guerra, violaciones de los derechos a un medio ambiente sano y equilibrado,
a la salud y a la alimentación y de quebrantar la libertad científica16. Cargos que resultan
sumamente graves y contundentes.
El segundo gran hito, si bien podría corresponderse con una fecha determinada -la de
la primera vez- resulta más representativo haciendo foco en su evolución, y no
centrándose en su punto de partida. El hecho, vuelto conducta, tiene que ver con el
patentamiento de las semillas; acción privadora por naturaleza, que restringe uno de los
derechos más inmediatos del ser humano: el de producir su propio alimento. La
problemática no se limita a hacer uso o no de determinadas especies modificadas
genéticamente, sino que tiene que ver con el carácter invasivo de éstas, y el reemplazo
paulatino sobre las semillas naturales, la imposibilidad de encontrar en el mercado
común variedades de antigüedad ancestral, que fueron siendo relegadas hasta hundirse
en el olvido. Testigo de estas prácticas es el caso paradójico de México, donde distintas
asociaciones campesinas buscan generar conciencia de la eliminación progresiva de
decenas de especies características de maíz, en pos de la primacía de la semilla
transgénica. Además de la pérdida irreparable de variedades autóctonas, y el atentado
contra la biodiversidad, se centra la crítica en todo lo que acarrea el modelo de
producción dominante, donde la soberanía alimenticia se vuelve una quimera y el
bienestar de la población una práctica desechable23.
Las viviendas rurales abandonadas reciben el nombre de taperas. En la actualidad son tan comunes, que se
habla de la “taperización” del campo. Muchos han huido empujados por la situación, otros tantos han preferido
instalarse en las ciudades, sin que dejar de lado pertenencias sea un impedimento que la “sojagate” no haga
olvidar.
22
Saccone, V. (03/01/18). América Latina, un continente infestado por los pesticidas. Esglobal. Recuperado
de: https://goo.gl/qMRFLz
23
Mentiras y verdades sobre el maíz transgénico. Greenpeace. Recuperado de: https://bit.ly/Ox6BjH
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Capítulo III
disputar al sistema económico dominante sus valores y principios” [Isabel Andreoni, Uruguay]
24
“No descubrí nada nuevo. Digo lo mismo que las familias que son fumigadas, sólo que lo
El último siglo trajo consigo el advenimiento de métodos tecnológicos, que más que
nunca antes, propiciaron cambios profundos a nivel organizativo, cultural y productivo.
La capacidad de destrucción del ser humano creció agigantadamente, tanto para
aniquilar seres vivos como para alterar los recursos naturales. La contaminación no es
ya una lejana quimera, sino una cuestión sumamente seria de la que se desprenden
grandes inconvenientes: calentamiento global, catástrofes climáticas, extinción de
especies. Más que causas concretas, lo nocivo de nuestra actual existencia como raza
humana se corresponde a comportamientos, costumbres, hábitos, prácticas. Nos
desborda la irresponsabilidad, la falta de previsión, el desinterés; esa sensación de que
tendremos tiempo de ocuparnos algún día. La necesidad de atender lo urgente, muchas
veces nos lleva a descuidar los mecanismos, los métodos para planificar proyectos de
magnitud que respeten el medio ambiente, y por ende, respeten nuestra existencia
inmediata y nuestro futuro.
Los dos primeros capítulos hacen referencia al notorio alcance de esta problemática.
Desmonte, inundaciones, sequías, calentamiento, contaminación en los cursos de agua,
envenenamiento, malformaciones, abortos espontáneos, cáncer, muerte. Me impacta que
cada una de estas palabras pueda tener una traza, una relación con el modelo productivo
y los agrotóxicos. Por eso el cambio no es solo una alternativa o una opción, sino una
necesidad que será más y más urgente mientras nos demoremos en optar por ella.
Si bien existe una lógica reticencia al cambio, es notorio como en los últimos años se
ha generado un efecto dominó que llevó la discusión a todos los sectores de la sociedad.
La bandera la alzó la gente común, los vecinos que notaron que algo andaba mal. De a
poco y armados de paciencia, nunca dejaron de persistir en su reclamo, en su exigencia
elemental: el derecho a la salud. Ejemplos de esta lucha son el Grupo de Madres de
24
Laorden, C. (04/04/18). ¿Qué es la agroecología? El País. Recuperado de: https://goo.gl/S7VWjn
|17|
Ituzaingó en Córdoba25, la multisectorial Paren de Fumigarnos en Santa Fe26, entre tantos
otros que se han ido multiplicando. Ejemplos podemos ser todos los que hagamos correr
la voz, los que nos preguntemos, los que exijamos una respuesta. No estamos solos,
podemos a encontrar organizaciones en cada rincón del país y del Mundo entero.
El círculo está cerrado, ahora nos queda expandirlo. Los pueblos lo declaran,
científicos lo avalan y académicos lo promulgan27. Pujando y persistiendo, aunque a
priori la lucha se presenta dispar, se consiguen resultados incluso ante las autoridades,
ante la justicia28. En este punto, hemos formado una fuerte conciencia al respecto de qué
consumimos, de qué significa un alimento sano más allá de las falsas promesas
publicitarias, del valor real y directo respecto a las verdaderas buenas prácticas
agrícolas, limpias, saludables, naturales.
No solo el productor se libra de tanta toxicidad, sino que los consumidores tenemos
al fin alternativas reales y alcanzables. La relación entre unos y otros se fortalece,
volvemos a vernos las caras, a razonar ambos que compramos y vendemos alimentos y
no cualquier mercancía. Las prácticas agroecológicas nos permiten rescatar la vida rural,
promover la biodiversidad, estimular las relaciones humanas que se generan a partir de
25
Madres de Ituzaingó: 15 años de pelea por el ambiente. (19/03/17). La voz. Recuperado de:
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un cambio que es cultural. Es una elección casi filosófica: cómo queremos vivir. Es el
atroz contraste entre imaginar inmensas góndolas de supermercados, abarrotadas de
paquetes industrializados bajo la tenue luz de los tubos fluorescentes y una feria al aire
libre, en una plaza, con productores que comercializan su mercadería a precio justo
mientras en el mismo marco, se intercambian semillas y venden plantines.
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