30 :ev 3 al 9 de octubre de 2010
Diócesis de Arecibo
A LA SOMBRA DE UN GRAN PASTOR
Tuve el privilegio de estrenar mi servicio pas-
toral en Puerto Rico (1967-1977) bajo la guía de
nuestro Cardenal, entonces Arzobispo de San Juan.
A lo largo de aquellos primeros diez años en la
Parroquia de Santa Gema de Vistamar (Carolina),
necesitado de experiencia y apoyo, tuve en el Sr.
Arzobispo y en su equipo de colaboradores la me-
jor escuela que he tratado de implementar en el
resto de mis responsabilidades dentro de la Iglesia
Borinqueña.
Ante todo, yo admiré en el Cardenal Aponte y
sentí fuerte el sentido de acogida de padre y pastor.
La Curia Arquidiocesana estaba siempre accesible
en las incertidumbres de mi estreno parroquial. A la
acogida acompañó siempre la seguridad de criterio
y apoyo.
Esta actitud se desbordaba en las visitas del Ar-
zobispo a la feligresía parroquial. ¡Cuántos puentes
se echaban entre la Jerarquía de la Iglesia y los sen-
cillos Àeles, que admiraban su claridad de ideas, su
lenguaje, su alegría y cariño!
Eran aquellos tiempos de crecimiento urbanís-
tico y de nuevas demarcaciones parroquiales. En
muchas comunidades religiosas nos sentimos com-
prometidos en el empeño de acercar la Iglesia y
sus instituciones a las nuevas urbanizaciones, etc.
Para cualquier diÀcultad estaba abierta la puerta y
el corazón del Arzobispo.Personalmente, viví este
momento eclesial en la ampliación del Colegio Pa-
rroquial Santa Gema, y en la asamblea del Clero,
que me marcó profundamente, y que vino a lla-
marse “el Sínodo de Belén” (1973).
El pueblo de Puerto Rico consideró siempre a
Mons. Aponte Martínez como “fajón”, trabajando
desde las cinco de la madrugada en distintos afa-
nes, puntos geográÀcos, celebraciones y asambleas.
La dura jornada se coronaba íntimamente con una
buena partida de “dominó”.
Mi segunda etapa de experiencia la compartí
ya con el Cardenal de Puerto Rico en el ámbito de
por las diócesis
la Conferencia Episcopal. La puntualidad y regulari-
dad, el buen humor, el criterio ecuánime y sensato,
la visión de una Iglesia en sintonía con la marcha
de la sociedad, el cuidado Àno de la fraternidad
episcopal y la riqueza de su amplia experiencia, etc.
son tesoros que responsabilizan para el futuro a
quienes corresponde dirigir la marcha de la Iglesia
de Dios en Puerto Rico. ¡Quiera Dios prolongar los
días útiles y la sabiduría de este gran Pastor para los
desafíos que la sociedad plantea a la Iglesia en los
nuevos tiempos!
En este momento solemne de los Aniversarios
de nuestro Cardenal, vaya mi admiración, mi agra-
decimiento y mis deseos de las mejores bendicio-
nes terrenas y divinas.
+ Iñaki Mallona, C.P
Obispo de Arecibo