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passagens
janeiro 2011

Memoria, Experiencia
y Narración
apoio Leonor Arfuch
Aloisio Teixeira
reitor da ufrj | presidente

Sylvia da Silveira Mello Vargas


vice-reitora

Beatriz Resende
coordenadora

Paulo César Caetano


chefe de gabinete

Denilson Lopes
superintendente de difusão cultural
coleção passagens
Heliane Rocha
superintendente administrativa © 2011 do Autor.
Salvo casos previstos em lei, a utilização
Maria do Amparo Miranda Dias desta obra somente se dará mediante
diretora de produção autorização por escrito do Autor.

Liv Sovik coordenação


Loana Maia Beatriz Resende
assessoras de projetos especiais Denilson Lopes

Sandra Mello projeto visual


assessora da superintendência de difusão cultural Sônia Barreto

diagramação
Júlio Ferretti
palácio universitário da praia vermelha
universidade federal do rio de janeiro revisão
Av. Pasteur, 250 − 2º andar Sonja Cavalcanti
cep 22295-900 | Urca | rj
tel (21) 2295-1595
www.forum.ufrj.br
Uma tal passagem é uma cidade,
um mundo em miniatura.

walter benjamin, Passagens

Passagens é uma publicação destinada

passagens
a registrar e divulgar palestras,
intervenções ou conferências
que aconteceram no Fórum de Ciência
e Cultura da Universidade Federal
do Rio de Janeiro.
Texto elaborado para o lançamento do livro O espaço
biográfico (tradução de Paloma Vidal, EdUERJ, 2010),
realizado no Fórum de Ciência e Cultura da UFRJ em
parceria com a Editora da UERJ em 17 de junho de 2010.

Memoria, Experiencia
y Narración
Leonor Arfuch

Leonor Arfuch é professora e pesquisadora da Universidade


de Buenos Aires. É autora de La entrevista, una invención
dialógica (Paidós, 1995, reeditado em 2010); El espacio
biográfico: dilemas de la subjetividad contemporánea (Fondo
de Cultura Económica, 2002); Crítica cultural entre política
y poética (Fondo de Cultura Económica, 2008), entre outros.
Em 2004, obteve o British Academy Professorship Award.
Es para mí una gran emoción estar hoy aquí, compartiendo con ustedes lo
que para un libro en traducción es como un nuevo nacimiento, en una lengua
otra, con cadencias, sentidos e interpretaciones diferentes. Todo mi agradeci-
miento entonces a Ítalo Moriconi, que tuvo la idea y asumió el desafío, por la
confianza y el afecto que me ha brindando; a Paloma Vidal, mi traductora, es-
critora ella misma y poeta, cuya lectura minuciosa y cálida aportará sin duda
a esa lengua otros destellos; a la UERJ Editora, que me recibe generosamente
en su catálogo; y a los co-organizadores de este evento, que han hecho posible
el intenso diálogo e intercambio que hemos tenido y que continuamos ahora.
Todo libro tiene un pasado – más o menos explícito – y un futuro, que en
su primera edición es sólo virtual, tentativo. La traducción tiene el mérito de
conjugar esos dos tiempos: ya la palabra echó a rodar, fue apropiada, hubo un
futuro de la lectura que hizo posible su despliegue hacia otros horizontes. Y si
bien yo no voy a hablar aquí del libro en sí mismo – otro es el derrotero de mi
presentación, que estará ligada más bien a su devenir, al momento actual de
mi investigación –, sí quiero referirme muy brevemente a su pasado, a cómo
llegué a interesarme en los temas que hoy nos han convocado, a la definición

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de ese “espacio biográfico”, cuyo contorno, abierto e impreciso, no ha cesado memoria – adquieren particular relevancia en relación con las narrativas del
de expandirse en el marco de la globalización. pasado reciente en la Argentina, cuyo auge está en sintonía con una preocupación
No fue desde los géneros canónicos, que delinearon la sensibilidad del memorial que también existe en otros países de América Latina.
sujeto moderno en Occidente en una larga historicidad, cuyo origen míti- El tema de la memoria, en estrecha relación con la justicia y con la afir-
co remonta al siglo XVIII – biografías, autobiografías, memorias, diarios mación ética de los derechos humanos, estuvo presente desde el inicio de mi
íntimos, correspondencias – sino de la insistente presencia y la inquisidora trayectoria, como inquietud teórica y política. Abordé así distintos temas: la
introspección que propone un género mediático mucho más reciente, la en- construcción mediática del Juicio a las ex juntas militares de la dictadura, que
trevista, cuyo territorio también puede ser acusado de expansión (ARFUCH, tuvo lugar en 1985; el peso de la confesión de represores en la escena pública;
[1995] 2010). No partí entonces de grandes obras, de emblemáticas construc- el impacto semiótico y semántico de las imágenes de los desparecidos; la rela-
ciones de la subjetividad (San Agustín, Rousseau, Goethe), terreno, por otra ción entre arte, memoria y archivo, etc. Actualmente lo que me interesa es el
parte, bastante hollado, sino que volví a ellas, podría decirse, a la invención cruce entre lo biográfico y lo memorial, la manera sutil en que se entraman la
del “yo” como centro referencial del discurso, para analizar lo que leía como experiencia individual y la colectiva en el camino de una memoria histórica.
un síntoma: esa ebullición cultural, mediática y hasta política que caracteriza Como en mi trabajo sobre el espacio biográfico, no quise, al abordar
nuestro presente – en el sentido barthesiano, en que somos quizá contem- las narrativas – el terreno clásico de mi indagación – hacerlo desde la de-
poráneos de un siglo –, que hace de la persona y su peculiar circunstancia, de limitación canónica de los géneros y entonces hablar de un “nuevo” cine
sus emociones y experiencias, de lo que acontece en el devenir de una “vida argentino o una “nueva” literatura, o de la producción artística por un lado
real”, una narrativa privilegiada, en una dispersión que va mucho más allá de y la producción académica por el otro, sino atender a las articulaciones po-
los géneros tradicionales. sibles entre esos diversos registros significantes, a la emergencia sintomáti-
Consecuentemente, ese espacio biográfico así definido, en la multiplicidad ca y periódica de múltiples formas de la memoria, a sus diálogos, hiatos y
de sus formas, géneros, estilos y soportes, que tanto remedan como contrarían confrontaciones, a las tensiones y conflictos que inevitablemente suscitan,
a sus antecesores, en sus ocurrencias mediáticas, académicas, literarias o de en definitiva, a la definición posible de un espacio memorial – o un “estado
las artes visuales, que alteran decisivamente los umbrales entre lo público, lo de memoria”, según la feliz expresión de Tununa Mercado – atravesado pro-
privado y lo íntimo, puede operar conceptualmente, más allá del análisis de fundamente por lo auto/biográfico.
sus géneros, como un horizonte de inteligibilidad para dar cuenta de una ver- Difícil tarea, que hace a una reflexión constantemente desafiada por
dadera reconfiguración de la subjetividad contemporánea. nuevos acontecimientos de toda índole – políticos, jurídicos, teóricos, es-
Si el estudio de la entrevista como género me llevó a esta otra arena, de téticos – y aleja la escritura del libro futuro de su conclusión… que aunque
mayor alcance, que se reveló de interés para distintas áreas y disciplinas – coin- nunca será una, espero que alguna vez pueda ser conclusivo, en el sentido
cidentemente con la propuesta del libro mismo, donde abogo por una “teoría de Bajtín (1982), es decir, llegar a un cierre provisorio que abra el espacio de
sin fronteras” (que algunos llamarán transdisciplina) – fue quizá la cercanía la lectura – y por ende, de la respuesta.
entre auto/biografía y memoria lo que me orientó hacia los temas que estoy Esa voluntad articuladora – que también podría llamarse semiótica
trabajando actualmente, donde estos significantes – biografía, autobiografía, – es ante todo teórica: desde qué lugar pensar la cuestión de la memoria,

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especialmente la traumática, en distancia crítica de su “naturalización” como abiertos a represores que están teniendo lugar, búsqueda infatigable de niños
consigna que puede derivar en automatismo pero también de su oscureci- apropiados, nuevas denuncias que salen a la luz, debates críticos sobre la vio-
miento en el devenir histórico, tras las ideas de “amnistía” o “reconciliación”. lencia revolucionaria, demandas de “memoria completa” que involucra tam-
Aquí, la vuelta a los clásicos, de la mano de Ricoeur también fue inspiradora: bién a las víctimas de la guerrilla…
la memoria como “huella en la cera” según Platón – y entonces, como afec- El trauma es entonces otro concepto ineludible en la articulación de una
ción imborrable, marca en el alma –; la memoria como imagen, en Aristóte- perspectiva teórica: su carácter elusivo e intratable que sin embargo se revela
les, y entonces, en cercanía de la imaginación. Memoria como trabajo, como en síntomas, su insistencia maníaca en relatos y gestos reiterados, el desborde
rememoración – anamnesis – y no como azarosa emergencia del recuerdo, de palabra que suele rodear aquello resistente a todo decir. Sin embargo, el
como un esfuerzo afectivo y reflexivo, en búsqueda de razones – aún para lo narrar, aún compulsivo, que hasta puede infringir el umbral del pudor – en
que parece irracional – memoria no tanto conmemorativa como prospectiva, muchos relatos testimoniales – conlleva un efecto terapéutico, no sólo por la
podríamos decir, memoria del por-venir. posibilidad cierta de poner en forma una experiencia – puesta en forma que
Memoria fluctuante, sujeta al vaivén de la temporalidad y no sólo a la es también una puesta en sentido – sino sobre todo por la instauración de la
pugna con el olvido – por otra parte, su otro constitutivo – que nunca se es- escucha como apertura dialógica al otro, recuperación del lazo de la comuni-
tablece por entero, jaqueada siempre por la aparición de un algo más, huella, cación en su sentido ético.
revelación, testimonio, prueba. Memoria plural, memorias, apenas pasa de ser El testimonio fue – y continúa siendo, en la medida en que se abren
un concepto teórico a configurarse en la diversidad narrativa, a expresar tanto nuevos juicios – un género privilegiado en los trabajos de la memoria. En su
la aporía aristotélica de “hacer presente lo que está ausente” como la descon- primera fase, la de la presentación de víctimas y testigos ante la Comisión
certante reflexión de Maurice Halbwachs (1992), al formular su concepto de de notables (la CONADEP), que convocara el gobierno de Alfonsín y que
“memoria colectiva”: pese a que hay experiencias compartidas por una comu- dio lugar a la recopilación de relatos reunidos en el Nunca Más – relatos
nidad, sólo los individuos, las personas, recuerdan. reiterados poco después en el Juicio a las ex Juntas militares (1985) –, tuvo
Memorias en plural y entonces, como terreno de conflicto: la pugna por el carácter indelegable de prueba para una acusación, constatación de los
el sentido de la historia comienza también en su paso inicial, qué es lo que crímenes de lesa humanidad perpetrados en base a una planificación per-
se recuerda, qué es lo que permanece en el flujo del acontecer y accede a la fectamente orquestada desde las instituciones del Estado. Pero su potencia
dignidad de la memoria, qué es lo que se silencia, se rechaza o se obnubila. En narrativa no se agotó allí sino que siguió desplegándose en etapas sucesivas,
otras palabras, qué, para quién, para qué. en otros géneros y formatos: recopilaciones en libro, filmes, vídeos, inves-
Todos estos aspectos adquirieron especial relevancia al abordar ese “pasa- tigaciones. Hay quienes explican esta primacía del género por la falta de
do reciente” de la Argentina, un pasado profundamente traumático, tanto en documentación probatoria, de archivos y registros que eximan de la palabra
su historicidad como en su actualidad, el presente del pasado, podría decirse, reiterada de las víctimas – quienes, performativamente, realizan el precepto
su insistencia punzante, su pendiente, ese “salir al paso” benjaminiano, que austiniano donde el volver a decir es volver a vivir. Otros ponen el acento en
se expresa tanto en la proliferación de narrativas, testimoniales, académicas, una excesiva “victimización” de la memoria, en una exacerbada asunción del
ficcionales, como en la lucha política y en el accionar de la justicia: juicios

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yo que se instituye en prueba suficiente, relativizando otras fuentes consus- vivido en la misma época – o en cualquier época –, se juega, creo, un rasgo esen-
tanciales a la disciplina histórica. cial en la elaboración memorial que cada uno pueda realizar de ese pasado.
Por cierto, la valoración del testimonio y el respeto a las víctimas no ex- Pero quizá el espacio biográfico mismo se juegue precisamente en ese
cluyen la distancia crítica, tanto en términos de ese “yo” que se estructura en “podría haber sido”, tanto por el infinito fluir de las identificaciones que nos
el relato – donde pesan las restricciones del inconsciente, su “no todo” – como hacen adictos a las vidas de los otros, como por la ficción de sí mismo que
de la supuesta espontaneidad del decir – sobre la cual nos alertaba Roland todos alimentamos, por esas otras vidas, deseables, que estaban disponibles
Barthes – y la no desdeñable vecindad entre memoria e imaginación, que no para nosotros por azar o por elección.
desdice la verdad de los hechos pero la pone en el contexto situado de una En la vecindad del testimonio y en la larga temporalidad de la memoria,
experiencia singular e irrepetible. han surgido además de los identificados como “ficción”, infinidad de rela-
Y aquí tocamos otro concepto esencial en nuestra problemática: el de ex- tos – artísticos, cinematográficos, literarios, críticos – que se ubican en algu-
periencia, revisitado actualmente desde distintas ópticas, y donde vuelven a na región del espacio biográfico, aunque no siempre en ajuste a sus géneros
resonar los ecos benjaminianos de la “pérdida de la experiencia”. Si nos ate- canónicos. Son trabajos del arte de la memoria, podríamos decir, alejados de
nemos a la proliferación de relatos en el escenario argentino, ella desdice la la función probatoria, de la figura del testigo, ligados a las modulaciones de
“mudez” de lo intransferible que encerraba ese concepto en relación a un pe- una historia personal pero sin intervención de lo privado o bien bajo formas
culiar momento histórico – el regreso de los soldados de la Gran Guerra, que autoficcionales, donde el yo fluctúa en diversas identificaciones y se deslinda
había alterado todo lo conocido – , pero quizá haya que repensarlo (el con- de la verdad referencial.
cepto) en lo que supone como pérdida de los espacios comunes de recepción, En líneas generales, y en coincidencia con la opinión de Gamerro sobre
pérdida de la distancia que hace al relato incorporable desde una tradición, la literatura, es el arte quizá, en relación con la memoria, el que aporta un
susceptible de ser acogido, interpretado e incluso intervenido para asimilarse impacto simbólico irremplazable, en tanto modo de significar que va más
a la “propia” experiencia. Por el contrario, el testimonio crudo, investido de su allá del “relato de los hechos” para desplegar sin límites la dimensión de la
carga fantasmática, de su horror reciente y reiterado, del detalle del agravio a metáfora, cuyo don es, volviendo a Aristóteles, el innegable privilegio icóni-
los cuerpos, es difícilmente asimilable pese a la conmoción que suscita, a ese co de “hacer ver el mundo de otra manera”. Potencia de la imagen – o de la
impacto en la sensibilidad que no siempre puede identificarse con una ética palabra como imagen, en su textura poética y sensible – que toca otros re-
de la responsabilidad. gistros de la percepción y por ende, de la comprensión. Digo esto pensando
Pero quizá esa pobreza de la experiencia pueda ser suplida por la riqueza de en particular en el trabajo de algunos artistas contemporáneos a los que me
la imaginación, por el trabajo de la escritura, como afirmaba recientemente el voy a referir, pero sigo creyendo que la mejor obra de arte, la que anuda de
escritor Carlos Gamerro (El secreto y las voces; Las Islas): (cito) “No sólo el que modo inconfundible memoria, imagen e identidad, es esa estructura móvil
padeció puede hablar, no siempre el que ha tenido la experiencia será el que y cambiante que componen las fotos de los desaparecidos, en los muros, en
mejor la cuente”. “La literatura – agregaba – puede ser autobiográfica en ne- las pancartas, en las marchas.
gativo, no como la historia de lo que nos pasó sino de lo que nos pudo haber Es que la desaparición traza un espacio sin equivalente, donde pre-
pasado”. En ese “podría haber sido”, en esas otras vidas que podríamos haber sencia y ausencia se tensan en una simultaneidad dolorosa, sin pausa, sin

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aquietamiento. La visualidad aparece así como un terreno privilegiado: hay detectivesca – él mismo vestido con el típico piloto inglés a lo Sherlock Hol-
necesidad de recuperar las imágenes, los rostros, los momentos, las expresio- mes –, más política, formulando preguntas ante los eslabones sueltos de la
nes cotidianas de la vida que súbitamente se tornaron en sombras. La ausencia, historia, tomando posición y enjuiciando, un modo, quizá, de intentar colmar
la búsqueda identitaria y los intentos vanos de ocupar los espacios vacíos, ca- la ausencia con razones.
racteriza una serie de filmes de hijos de desaparecidos que pueden agruparse Otras dos obras visuales podrían integrarse a este grupo: la instalación
en una línea común, sin perjuicio de sus diferencias estéticas y hasta políticas. Arqueología de la ausencia, de Lucila Quieto, y las fotografías de Gustavo Ger-
Entre ellos, María Inés Roqué, con su obra pionera, Papá Iván (2000), abría mano, Ausencias. En el primer caso la desaparición del padre ha sido anterior
un camino de indagación respecto de su padre, un destacado dirigente guer- a su nacimiento, en el segundo, es el hermano mayor el que ha desaparecido a
rillero, y también de rebeldía, de lo que se llamó “memoria airada”, anunciada los 18 años. Si la memoria se enfrenta a la aporía aristotélica de “hacer presen-
por un epígrafe inicial: “Prefiero un padre vivo a un héroe muerto”. Un film te lo que está ausente”, ¿cómo suplir la ausencia de quien ni siquiera ha estado,
documental, de formato más o menos tradicional, con fotografías, diálogos, en algún momento, presente? El camino de Lucila fue el la invención de la
entrevistas, imágenes de archivo, vuelta sobre lugares altamente simbólicos – presencia, podríamos decir, la creación de un recuerdo inexistente: proyectó
la casa, la escuela, el barrio –, donde se alternan la mirada de la niña y de la fotos de su padre desaparecido y se fotografió a sí misma, participando de la
adulta, cuyo peculiar involucramiento personal y autobiográfico lo inscribía escena. En palabras de la curadora de la muestra, Julieta Escardó:
en el marco de una nueva nominación, que tornaba en canon lo que podría
pensarse como oxímoron: “documental subjetivo”. Lucila Quieto parte de fotografías heredadas para crear fotos imposibles. Obse-
Posteriormente, y en la misma línea del documental subjetivo, Albertina sionada por la idea de no tener fotos junto con su padre, decidió que si no tenía

Carri, con su polémico film Los Rubios (2002), introducía una variante donde “esa imagen” a partir de la cual poder recordar, debía producir primero aquella
fotografía que le permitiera crear el recuerdo.
la rebeldía no era sólo afectiva sino también formal: el deseo de incomodar,
de molestar las conciencias más que producir catarsis, el rechazo a recorrer
Luego ofrece su “invento” a otros amigos, también hijos de desapareci-
caminos trillados, a tratar de suplir la ausencia – del padre y de la madre en
dos, con una invitación que decía: “Ahora podés tener la foto que siempre
este caso, desaparecidos cuando ella tenía 3 años – con palabras de otros –
quisiste”. Así los hijos, ya casi de la edad que tenían sus padres cuando de-
testimonios, cartas, recuerdos –, la fluctuación entre “poner el cuerpo” y ser
saparecieron o cuando fueron retratados tal vez por última vez, aparecen
representada por una actriz – es decir, el dilema de la primera persona –, la
compartiendo en las imágenes lo que les fue negado en la vida, nuevamen-
certeza desoladora de que no hay ninguna verdad a descubrir sino quizá so-
te, el “podría haber sido”.
lamente la imaginación para suplir los retazos faltantes de la infancia – aquí,
Si la inquietud de la ausencia inspiró asimismo la obra de Gustavo Germa-
el uso de los míticos muñequitos Playmobil, animados, jugando escenas
no, su modalidad expresiva fue radicalmente diferente: mostrar justamente
profundamente conmovedoras. Más tarde, Nicolás Prividera, con M (por
esa ausencia como una anomalía del presente. Para ello volvió a su provincia
Mamá y por Memoria) se planteó una aproximación diferente, inquisitiva,
natal, Entre Ríos, contactó a distintas familias, seleccionó 15 casos, entre ellos
buscando testigos y huellas no sólo familiares sino de hechos, reacciones y
el propio, y confrontó viejas fotografías, en las que algunos de los retratados
complicidades en la desaparición de su madre, una obra en algún sentido
están desaparecidos, con nuevas fotografías que tomó, treinta años después,

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recreando la misma escena con los sobrevivientes, familiares o amigos, bus- el pasado que se escurre en el devenir de los días, búsqueda de sentidos de
cando el exacto lugar, la pose, el momento del día, la semejanza de la luz, para la vida y de esas otras vidas, tan próximas y tan lejanas.
poner justamente de manifiesto la falta, el hueco reconocible del cuerpo en Y lo que parecen decir estas obras, en particular los filmes y la instala-
la imagen, las huellas del tiempo y de la pérdida en los personajes, incluido ción de Lucila, es que ese secreto – de la vida de los padres – nunca será
él mismo con sus dos hermanos, confrontados a una fotografía de cuando develado. Por más que haya palabras – testimonios – que se superponen in-
eran niños. El armado de la exposición reponía los nombres de los retratados tentando un retrato, por más que haya libros, fotografías, discursos, anécdo-
en la primera imagen y sólo un punto para el o la ausente en la segunda, un tas, objetos atesorados. Por más que se invente una escena compartida. La
minimalismo quizá cuestionable – el nombre es justamente lo que sobrevive imposible narración de sí mismo – como diría Régine Robin – es también
a la muerte y lo que intentó ser borrado en las tumbas bajo el “NN” – pero de la imposible narración de los otros.
un fuerte impacto simbólico. Pero lo que también ponen en escena estas obras es la sutil relación entre
En ambos casos se hace manifiesto ese perturbador efecto de la fotografía, auto/biografía y testimonio, su compromiso y su dilema. El compromiso que
que algunos autores ven en cercanía de la muerte: lo que no está contenido supone trabajar una materia sensible para muchos, más allá de la modula-
en el recuadro, lo que escapa, el misterio de su más allá, pero también su ción personal. El dilema de respetar cierta fidelidad a los hechos sin perder
temporalidad, lo que dice del devenir del tiempo la imagen capturada en un la libertad metafórica, si pudiera decirse, que coloca a estas obras más bien
instante fugaz. del lado de la autoficción. Un desafío no sólo temático sino también ético y
Este conjunto de obras – que no pretendo “representativo” – da cuenta estético: cómo contar, cómo eludir el estereotipo – aunque se camine siempre
sin embargo de la potencia de la relación memoria/imagen/imaginación sobre terreno hollado – y decir algo diferente. Cada uno en su estilo, sin em-
en el trazado hipotético de una biografía, así como de ciertos rasgos que bargo, creo que ha logrado esa difícil articulación: poner al desnudo la huella
definen al espacio biográfico: el involucramiento personal en la historia lacerante de la pérdida singular y en ese gesto hacer visible la tensión entre
que se cuenta, el impacto emocional que eso supone, la narración como lo individual y lo colectivo: hacer memoria, hacer la historia personal, hacer
puesta en forma de la vida, la inquietud del pasado, la búsqueda de huellas, historia. Creo además que esa invención de sí y/o de otro, que cada uno in-
la necesidad de recurrir a otros para armar la propia historia, el yo que tentó a su manera, tiene menos que ver con la nostalgia que con la fuerza del
se objetiva en un “otro yo” – en los filmes por ejemplo, desdoblamientos recuerdo, con cierta energía de la recuperación del pasado y la apertura hacia
entre personaje y narrador, cuerpo presente en la imagen o sólo voz –; una el futuro, aunque la fisura de lo trágico esté allí, de modo ineludible.
búsqueda que hasta podría decirse genealógica pero no tanto en el sentido Si la imagen trabajó sin descanso en estos más de treinta años, para re-
de quiénes fueron los padres – en algún lado escribí que los padres son poner el vacío de los cuerpos, los rostros y los nombres – fotografías, silue-
nuestros más entrañables desconocidos: el misterio de sus vidas siempre tas, manos, filmes, artes visuales, performances, marcas urbanas, monumen-
se nos escapa, hay secretos, cosas de las que no se habla o no tuvimos nun- tos – la palabra y la escritura también desplegaron sin tregua su potencialidad
ca el tiempo suficiente – sino más bien de quiénes son esos hijos, es decir, significante, a veces al punto de la saturación. De una producción inabarcable,
cómo se construye una identidad a partir de esa ausencia que supone tam- que comprende los más variados géneros y estilos, he elegido confrontar dos
bién una gran violencia. Por eso quizá tantas preguntas, preguntas sobre tipos de escritura, también liminares en cuanto a su definición genérica, para

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volver sobre la relación entre memoria, autobiografía y testimonio, esta vez del campo, para tomar una conocida expresión de Primo Levi – sin por ello
“del otro lado”, del lado de la “presencia”, de quienes fueron a la vez protago- desdibujar ese “plano interior” de la vivencia que da aliento a la voz narrativa.
nistas, víctimas y sobrevivientes. Si en los ejemplos anteriores la imaginación Una estrategia discursiva diferente es la elegida por las cinco mujeres,2
venía en auxilio allí donde no hay recuerdo – o no lo suficiente –, aquí el que asumen la más canónica primera persona para revivir momentos com-
recuerdo es tan punzante que arriesga incluso desbordar la palabra. partidos y singulares en el formato del la conversación, con su obligada
Se trata de escrituras producidas por mujeres sobrevivientes de la ESMA, 1
distribución de los “turnos”. Aquí cabe hacer una referencia a las diversas
el mayor campo de detención y exterminio de la Argentina, donde también temporalidades de la memoria, esos tiempos que tienen que transcurrir an-
funcionaba una maternidad clandestina. Por un lado, el conocido libro de tes de poder hablar, esa distancia de la vida en (cierta) normalidad que hace
Pilar Calveiro, Poder y desaparición: los campos de concentración en la Ar- transmisible la experiencia de la absoluta anormalidad. Los veinte años
gentina (1998), donde narra su experiencia, ya en su exilio en México, bajo transcurridos permiten en este caso un relato que el habla coloquial aligera,
la forma de una tesis doctoral con los resguardos del género; por el otro, Ese aún en los momentos más densos, produciendo el efecto de una elaboración
infierno (2006), un libro que reúne testimonios de cinco mujeres, que también memorial donde la marca – imborrable – del pasado no parece impedir cierto
atravesaron la pesadilla de ser detenidas-desaparecidas en la ESMA y otros
optimismo del presente. La obsesión del detalle – de la tortura, la ignominia,
centros y que deciden, veinte años después, reunirse periódicamente ante un
la vejación – reaparece aquí, sintomáticamente, como insistencia del dato y
grabador y recordar paso a paso esa experiencia, desde la detención hasta la
de la prueba – aunque ya se ha dado testimonio ante un tribunal – pero tam-
puesta en libertad.
bién, podría pensarse, de la “prueba” que, como personajes de una épica, han
En el primer caso, el acento está puesto en una crítica política que extiende a
atravesado y superado. (Recuerdo aquí el concepto de “prueba cualificante”,
una sociedad concentracionaria – y no solamente a un aparato represivo – la
que A. J. Greimas (1983) elabora a partir de las clásicas funciones del relato
condición de posibilidad del campo. En ese empeño, el yo testimonial, alu-
propuestas por Vladimir Propp (1977): con sus “coadyuvantes y oponentes”
dido solamente con el número de su identificación en la ESMA, se deslinda,
como un paso obligado en el tránsito del héroe (la heroína) a la madurez, la
en débrayage, a la tercera persona, estableciendo una doble distancia, la de la
sabiduría, la justicia.) Sin embargo hay algo contrastante en el tono y el estilo,
autorreferencia y la autoconmiseración. Parece demostrarse así la afirmaci-
un ritmo divergente entre el registro de la minucia de la cotidianidad de la
ón de Maurice Blanchot (1974): “‘Él (ella) sufre’ es más creíble y éticamente
campo y sus anécdotas y lo ominoso del ámbito que las contiene, una tensión
aceptable que el ‘yo sufro’”. Ese deslinde del yo hacia la tercera persona – em-
blemáticamente marcado en el célebre Roland Barthes par Roland Barthes entre Ese infierno evocado – el título del libro – y el devenir sin escollos de la

(1975) – coloca la experiencia íntima en su dimensión testimonial, distan- conversación – convenientemente editada –, la falta de vacilación, de pausas,
ciándola de la tonalidad afectiva para privilegiar la reflexión teórica y políti- de silencios, de apagamientos de la voz… en definitiva, un decir “todo” que
ca, intrínsecamente ligada. El plano de detalle se torna así casi detectivesco, aparece como síntoma del no-todo, de lo que en verdad no puede decirse. Un
como intensificando el “efecto de real” barthesiano: los tránsitos cotidianos, flujo continuo de palabra que roza el umbral de lo excesivo y nos pone en esa
el reconocimiento del espacio con ojos perpetuamente vendados, lo táctil, lo incómoda situación donde nos sentimos a un tiempo masoquistas y voyeurs.
sonoro, las voces, los objetos, las rutinas, en definitiva, el “sistema periódico”

Memoria, experiencia y narración 17 18 Leonor Arfuch


Así, el terrible detalle de la palabra puesta tanto a una distancia teórica como Las formas, los contornos, responden por igual a rostros de desaparecidos y
de la no-persona – según Benveniste – y el mismo detalle en la enfática auto- a rostros de transeúntes actuales a quienes se tomó fotografías al pasar, en la
rreferencia de lo vivido, parecen ser dos modos posibles de rodear el trauma, calle. El concepto es que la memoria vive en el presente y en cada uno de no-
lo que se resiste a la simbolización, lo que escapa a ella. Por cierto, en ambos sotros. O también, podríamos aventurar, que la “víctima” es la sociedad toda
casos – como en otros relatos de mujeres, testimoniales o autoficcionales, de que padeció, con la desaparición de tantas historias, la pérdida de un mundo
la misma índole – el modo de narrar la experiencia está atravesado por la en común. Que la víctima, más allá de su rostro y su nombre, es ya una catego-
cuestión del género (gender), aspecto que no puedo considerar aquí. ría universal. Y que la memoria – la nuestra – también debe acogerla, más allá
Estos ejemplos, como los de las obras visuales, no agotan la diversidad de nuestro entorno inmediato, de nuestra peculiar experiencia traumática. El
narrativa que la memoria del pasado reciente en la Argentina inscribe en el impacto al salir deja perplejos: entendemos que nuestra sensibilidad y nuestra
espacio biográfico y que muestra más un escenario de confrontación que de reflexión, en el siglo XXI, nos lleva más allá de nuestras fronteras, ante “ese
consenso. Pero quizá nos permiten reflexionar acerca de las relaciones entre dolor de los demás” según nos convocara Susan Sontag (2003), una especie
arte, autobiografía y testimonio; desplazar el concepto de “arte político” para de ciudadanía universal. Y al mismo tiempo no queremos que se borren los
pensar más bien la experiencia ética y política que el arte, aún en su mo- rostros singulares, con sus facciones, sus sonrisas, sus gestos cotidianos, tal
dulación subjetiva, puede suscitar; analizar el privilegio – y el riesgo – de la como nos lo solicitan esas fotografías que nos miran por doquier. Dilemas de
voz “propia” en relación a instancias colectivas; volver sobre el problema de la memoria y de las biografías, que quizá no debamos intentar resolver.
la representación – y las estrategias de autorrepresentación – en situaciones
traumáticas que rozan umbrales del pudor; y finalmente, como recordaba re-
cientemente en una conferencia Andreas Huyssen, estar atentos al resguardo Bibliografía
ético que debe primar para que la memoria – y sobre todo las políticas de
memoria – no derive en una “victimología”, que confiera una identidad cris- ACTIS, Munú y otras. Ese infierno: conversaciones de cinco mujeres sobrevivientes de la ESMA.
Buenos Aires: Altamira Memoria, 2006.
talizada a quienes padecieron – en olvido de su vida activa y en muchos casos
ARFUCH, Leonor. La entrevista, una invención dialógica. Buenos Aires: Paidós, 2010 [1995].
militante – y aliente la competencia de distintos grupos por su apropiación.
BARTHES, Roland. Roland Barthes par Roland Barthes. Paris: Seuil, 1975.
En el nuevo Museo de la Memoria de Santiago de Chile, el artista chile-
no Alfredo Jaar realizó una instalación que llamó Geometría de la concien- BLANCHOT, Maurice. El diálogo inconcluso. Caracas: Monte Avila, 1974 [1969].

cia, que requiere de un compromiso corporal. Hay que bajar un nivel de la CALVEIRO, Pilar. Poder y desaparición: los campos de concentración en la Argentina. Buenos
Aires: Colihue, 1998.
gran explanada de entrada, dejarse introducir en un recinto subterráneo cuya
puerta se cierra herméticamente a nuestras espaldas, enfrentarse a la oscuri- HALBWACHS, Maurice. On collective memory. Chicago: The University of Chicago Press, 1992.

dad, luego, en penumbra, a centenares de contornos de rostros sin facciones GREIMAS, Algirdas J. Du Sens II. Paris: Seuil, 1983.

que se dibujan con una tenue luz sobre fondo negro y se reflejan al infinito a PROPP, Vladimir. Morfología del cuento. Madrid: Fundamentos, 1977 [1928].
través de espejos. Al cabo de un rato, súbitamente, esos contornos se iluminan SONTAG, Susan. Ante el dolor de los demás. Buenos Aires: Alfaguara, 2005 [2003].
con una luz intensa por unos segundos causando el impacto de la inmensidad.

Memoria, experiencia y narración 19 20 Leonor Arfuch


Notas

1 ESMA – Escuela de Mecánica de la Armada (N. do E.).

2 Las cinco autoras: Munú Actis, Cristina Aldini, Liliana Gardella, Miriam Lewin, Elisa Tokar
(2006).

Memoria, experiencia y narración 21

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