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HOMILÍA DE MONS.

PEDRO CANDIA POR LOS GENDARMES

FALLECIDOS

Escuela Güemes-14/12/2015

Sra. Ministra de Seguridad, Sr. Director Nacional de la Gendarmería, queridos

familiares del personal fallecido, queridos hermanos gendarmes:

Nuestras palabras de consuelo

Estamos aquí reunidos por un hecho bien doloroso y triste: la muerte de estos

hermanos nuestros, gendarmes.

Muchos de ustedes ya habrán dicho unas palabras de condolencia muy sentidas,

y todos con nuestra presencia procuramos acompañar de corazón el dolor de las

familias.

En momentos tristes como estos se agradece mucho la compañía de los amigos

y camaradas que se ponen a su lado. Pero nuestras palabras no son las únicas. También

Dios nos dice las suyas. Son las que acabamos de escuchar en la carta de san Pablo y en

el Evangelio de Jesús.

Palabra consoladora de Dios

Y es que si estamos aquí, es precisamente para escuchar y celebrar esta Palabra

de Dios. Palabra que escuchada y meditada nos da fuerzas para ir vivir como creyentes.

Las lecturas en esta ocasión tiene un tono bien diferente que las palabras humanas. No

muestra nada de tristeza ni de pena.


Al contrario, expresa el deseo de los cristianos conscientes, que saben, y están

convencidos, de que aquí en este mundo, estamos de paso, que la tierra no es nuestra

morada definitiva: que la casa de aquí abajo, el cuerpo, la salud, todo lo que tenemos, un

día se deshará y que nos espera una morada definitiva en la casa solariega, en la casa del

Padre.

La muerte de estos queridos gendarmes que un día abrazaron la vocación de

servir a la Patria y seguir su bandera si fuera necesario hasta perder la vida, nos

conmueve y nos deja perplejos.

3. Dios, la vida plena

Jesús hoy nos dice en el Evangelio: "Vengan a mi todos los que están cansados

y agobiados, y yo los aliviaré"'.

El creyente encuentra en Dios descanso, consuelo, remedio y paz. A los

pequeños y sencillos Dios les revela este secreto: la vida sólo tiene sentido si Dios está

presente en ella. La vida, para el que cree de verdad, no se pierde, sólo se cambia. Se

pasa de la casa provisoria a la casa del Padre.

Se pasa de la vida mortal a la vida eterna. Se nace para vivir. Se vive para morir.

Pero morimos para vivir y vivir para siempre. Que este sentido de la Palabra de Dios,

diferente del sentido de nuestras palabras, nos ayude a vivir con fidelidad y confianza

nuestra propia vida, seguros de que tendrá también un final feliz: que en Dios,

encontraremos consuelo, descanso, remedio y paz.

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