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En los países escandinavos, por ejemplo, donde predominan los climas fríos y
con pocos recursos para la obtención de energía, la basura cumple un rol
fundamental al dotar de calefacción a parte de sus habitantes. Estos países
desarrollaron políticas intensas de reciclaje y eliminación de residuos, al punto
de lograr deshacerse de la totalidad de sus desechos, situación que incluso les
permite importar basura. En Suecia, según informes de la Agencia de Protección
Medioambiental local, se llegaron a importar 800 mil toneladas de basura con el
objetivo de convertirla en combustible. De lo que se incinera para la calefacción,
se devuelven los desechos de metales pesados a su origen, que proviene en
mayor parte de sus vecinos noruegos. (Marghetich, 2014)
Una de las grandes políticas que desincentivan el mal uso de los desechos
urbanos es la utilización de bolsas de basura etiquetadas. Todos los ciudadanos
suizos deben botar la basura no reciclable en bolsas grises identificadas con una
etiqueta, las cuales tienen una capacidad de 17, 35 y 60 litros y con un precio
mínimo de aproximadamente 1 euro por etiqueta. El no cumplimiento de esta
norma es fuertemente castigado.
Lo que no puede ser reciclado o usado como abono se quema en unos modernos
incineradores que producen una polución ambiental mínima y generan
electricidad para aproximadamente 250.000 hogares. (Revista Suiza, 2017)
Bibliografía: