You are on page 1of 3

LAS PULSIONES Y SUS DESTINOS, DESPUÉS DE LACAN

María del Carmen Meroni


(*) REUNION LACANOAMERICANA DE RECIFE, agosto 2001.
(**) JORNADA DE CARTELES, EFBA, octubre 2001.

Voy a partir de una cuestión planteada por Lacan, que citaré en una de sus versiones más sintéticas, en el
Seminario XI: "Lo que tenemos ante nosotros en el análisis, es un sistema en el que todo se acomoda, y que
alcanza su propia clase de satisfacción. Si nos entrometemos en ello, es en la medida en que pensamos que
hay otras vías, más cortas, por ejemplo. En todo caso, si nos referimos a la pulsión, es en la medida en que al
nivel de la pulsión, el estado de satisfacción debe ser rectificado". (6-V-64).

Sabemos desde la formulación de Freud, que los circuitos pulsionales que configuran las distintas especies
del objeto (para Lacan, fundamentos en el fantasma, de una identificación del Sujeto, o de una identificación
denegada por el Sujeto) esos circuitos pulsionales son la razón de que haya cuerpo "humano", no hay cuerpo
si esos circuitos no se imprimen. Dichos circuitos son polimorfos: pretenden distintas satisfacciones que no
se unifican ni se reúnen en una meta que las armonice, y su trazado es pre – subjetivo (se configuran en el ser
vivo casi por completo inerme, no orientado en el mundo y capaz de recibir estímulos en su sustancia
nerviosa, tal como nombra Freud el "sujeto acéfalo" en donde se pone en acción el mapa de circuitos de la
configuración pulsional).

Es el fantasma el que tomará a su cargo la articulación parcial de la satisfacción de pulsiones heterogéneas,


(es la materia prima con la que el fantasma cuenta), no sin los restos insubordinados de esas satisfacciones
heterogéneas, que van a sostener los síntomas . Estos se sirven del significante para señalar con su
insistencia los lugares donde se ha puesto en evidencia en el campo del Sujeto que el fantasma no se las
arregla bien con lo Real del sexo y de la castración. Los circuitos en los que se pone en forma la pulsión,
materia prima también del síntoma, persiguen la satisfacción dejando la marca en cada giro, de que hay algo
del fin que no cancela la fuente; su representación (el objeto) no se basta a sí mismo y por eso es variable. Las
pulsiones operan con el dispositivo de la Pulsión de Muerte: lo que no anda está siempre presente allí, el
síntoma se sirve del significante para darle a eso que nunca cierra, su figurabilidad. Por su parte el fantasma
ha sellado la orientación del deseo del neurótico, con un sello eficaz, opaco y sin historia a la vista: "tantos
florines, tantas ratas" gobierna las inclinaciones deseantes de ese hombre y contiene cifrado el goce que él
debe y no logra reintegrar a su lugar, para que no quede perdido; la causa que le orienta el deseo y el plus de
goce que le falta al Otro se superponen en ese mismo signo opaco, de todo lo cual (si eso más o menos
funciona), él no tiene la menor idea.

Así las cosas, la hendidura abierta de lo que nunca se cancela en la fuente pulsional, no configura un
apartamiento del circuito, no hace caer la configuración de la fuente ni altera la dimensión del objeto que le
ha sido propuesto a esa fuente en el campo del gran Otro que vale para cada uno. El deseo humano así
planteado, bienvenido (porque sin eso, sería peor), no es sin embargo lo que el analista glorifica, sino aquello
sobre lo que es necesario que trabaje, lo que debe ser reprogramado más que homenajeado o bendecido.

Ahora bien, ¿de qué se trata cuando decimos con Lacan "rectificación de la pulsión", en el acto de
entrometerse en el deseo neurótico, acto propio del analista?, si no suponemos que el Sexo y la Muerte
pueden tener en el campo del Sujeto, una "representación adecuada" a la que se pudiera llegar.

Hay una sola manera en la obra de Freud tal como la leemos, en la que puede hablarse de "rectificación de la
pulsión". A diferencia de los montajes contra el flujo indiscriminado de la deriva pulsional: la transformación
en lo contrario y la vuelta sobre sí mismo, que son la construcción misma de los circuitos de la pulsión. A
diferencia de los diques reactivos contra la pulsión que convierten su curso inalterado en un desarrollo
coartado en su fin. Y a diferencia de la represión, que al fundar el campo del Sujeto en la imposibilidad de ser
todo él eso que satisface, deja a las pulsiones en disponibilidad para el fantasma. Esa única manera (en Freud)
de "rectificación de la pulsión", es la vía llamada de la Sublimación. Según Lacan, en esa vía hay algo que
"singularmente ha quedado en la teoría analítica en cierto suspenso, es seguramente el punto conceptual
alrededor del cual se han acumulado la mayoría de las sombras y la mayoría de las falsas apariencias que
hace falta nombrar" (lo dice en la Lógica del Fantasma, 22-II-67).

En la obra de Freud, el Ideal del Yo es el tope de la normalización del Complejo de Edipo. Dicha
normalización consolida la ceguera en el campo del Sujeto sobre la Demanda del Otro que configuró los
objetos pulsionales que el fantasma retoma y el Ideal promueve y regula. La ceguera sobre tal Demanda
consolida las vías de satisfacción en las que consiste el mapa pulsional, es decir un cuerpo humano. El amor
de transferencia (la atribución a alguien del saber Inc. generado en el campo del Sujeto, atribución que existe
como tal sólo si él lo ignora) es decir, la neurosis misma, según Lacan, mantiene aislada a la pulsión de la
Demanda del Otro, y la función Deseo del Analista en su ejercicio, vuelve a poner a esas dos magnitudes
apartadas por el modo en que funciona la neurosis, nuevamente en relación. Y entonces, coloca al objeto
(advertida la Demanda del Otro de la cual ese objeto es el producto), a la máxima distancia posible en cada
ocasión, del Ideal, representante de la ceguera sobre esa Demanda del Otro que en el amor de transferencia,
el analista mismo representa. O lo que sería lo mismo, fantasma y sublimación se oponen recíprocamente.

Freud decía que el Ideal del Yo precisa de la sublimación (satisfacción desviada de su fin que según Freud, y
no es el menor enigma, "no es sexual"), pero el Ideal no puede arreglárselas por sí mismo para producirla. El
idealista no es para Freud el inventor audaz o el creador gozoso, sino más bien el intolerante: no soporta que
se ponga en duda su reivindicación de estar siempre del lado del Bien y de la Verdad, exaltación del propio
Yo en el campo del Otro, que revela lo que ese Ideal ha heredado de su Demanda. El motor que produce
satisfacción sublimada de la pulsión no es, como para el Ideal del Yo, la represión (que es lo que el artista nos
ahorra, por eso apreciamos su obra); la sublimación no precisa de la represión porque no conserva
deformados los destinos incestuosos. Pero en el Leonardo de Freud, presentado en este punto como
paradigma de la vía sublimatoria, la sublimación disminuye o sustituye a la vida sexual, que parece quedar
conectada sin alternativa a las configuraciones incestuosas conservadas de la investigación sexual infantil, y
al retorno sintomático de lo reprimido, es decir, al campo del fantasma. Se ve por qué la sublimación no
podría afectar la vida sexual, sino sólo eludirla.

¿Qué quiere decir, para Lacan, que en el curso de un análisis la satisfacción de la pulsión debe cambiar?.
Entendemos que en el planteo de esta cuestión, no es posible dejar de lado a la sublimación como aquella
operación que, en el circuito de la pulsión, según el modo de la Pulsión de Muerte, cava un vacío que tiene su
representación, en un objeto que queda subvertido (el ejemplo de las cajitas de fósforos sin fósforos,
bellamente usadas contra natura, para decorar un salón), objeto que deviene inconsistente para su destino en
ese Otro, y entonces ya no sostiene una sustancia que aún le serviría, que sería posible intentar reintegrarle.
Es esa satisfacción que se aparta de la que el campo del Otro demanda que se produzca fijándole sus circuitos
Es una lectura posible de la sublimación como aquella operación que "eleva el objeto (vehículo de la
reintegración virtual al Otro, en el fantasma, de ese goce que siempre le falta) a la dignidad de la Cosa" (que
ya no hay a quién se le pudiera reintegrar).

Ahora bien: el apercibimiento en los objetos insignes, para cada uno, de las marcas que formaban a ese
objeto, una vez advertidas, (marcas debido a las cuales, por cierto, hubo allí "cuerpo humano"), el
vaciamiento progresivo de esas marcas en el curso de la construcción de un fantasma, podría decirse que
corresponde al proceso que da lugar a un apartamiento entre el objeto y el Ideal del Yo, instancia que regula
la reintegración en el campo del Otro del goce que siempre le falta y hace que el Sujeto se vea allí como
"amable" según sostenga ese goce que en el fantasma se conserva. Desmarcación del objeto y apartamiento
entre objeto e Ideal, son operaciones correlativas. Ambas disuelven el estilo de goce de cada uno, para el
Otro, hacia el Otro, de ese Otro siempre singular, al cual toda la estructura de la neurosis está consagrada.

La distancia que aparta al Sujeto de ese fin que el recorrido de la pulsión mantenía, hace al objeto
inconsistente, solamente en el sentido de que ya no podría consistir en una entidad que el Sujeto encarnara o
proveyera para reintegrar el goce que falta en el campo del Otro (en principio, de "su" Otro en singular),
según su Demanda. Ese vaciamiento que aleja al objeto de ese "plus de goce" que se le debe al Otro, se acerca
a la reformulación lacaniana (ya no freudiana) de la noción freudiana de "sublimación". No es un estado
permanente, ni una actividad, ni el atributo de un Sujeto "esencial"; es una operación de corte reiterada y
puntual, sobre una vía que el análisis hace transitable: la induce y la facilita.

En cuanto a que la satisfacción sería "no sexual", es notable que el protagonista lacaniano del apólogo de
Kant, ese que no se detendría necesariamente (como Kant asegura) frente a la experiencia erótica con la
dama, para preservar su vida (y no es porque sea el perverso, que morirá, pero no puede resistir la tentación
de destrozarla); el que no es el perverso, el que Lacan ubica del lado de la sublimación, no renuncia a cogerse
a la señorita que en ese momento vale más para él que su integridad organizada en el campo del Otro. "Vale
más", quiere decir allí para Lacan, "sobrevaloración" del objeto de la pasión amorosa, que no es
"idealización" (es decir, que no refleja los atributos perfeccionados del propio Yo). Freud dijo en otro lugar,
que había algunos para quienes "Navegar es preciso, vivir no lo es", tal como estaba escrito en la divisa de
los barcos de la Liga Hanseática. Para esos navegantes, navegar no era el Ideal que excluye a la muerte del
plano de la vida, y no porque ansiaran reducirla, pero eso la convierte en otra vida. A esa clase de valoración
del navegante, hacia un objeto que no refleja la perfección e integridad del Yo, y llevado por la cual el Sujeto
lacaniano del apólogo de Kant se cogería a la dama aún a riesgo de su vida, Lacan va a llamarla
"sublimación". No excluye, no reduce, no reemplaza, a la experiencia erótica, tampoco consiste en ella,
aunque al apartarla del marco de la subsistencia, cualquiera que sea, dada por el Otro, desde luego que la
afecta y la modifica.

Según nos propone Lacan en su cuadrángulo del año 68 en la Lógica del Fantasma, la Sublimación, que está
escrita en el vértice de abajo, a la izquierda, es la operación negativa, ya que se trata de un grupo de Klein,
del funcionamiento equilibrado del fantasma, que es el vértice de arriba a la derecha. Siendo los otros dos
vértices, los dos desequilibrios posibles del fantasma en la experiencia de la neurosis: el vértice (arriba,
izquierda) que ubica al Sujeto encarnando el ser del objeto que adquiere su máxima consistencia (y la
separación posible es el pasaje al acto), y el vértice (abajo, derecha) que realiza el "hacerse pensar por entero"
del Sujeto por el Inc. (cuya efectuación congelada, en el llamado a una falta en ese Otro que lo piensa todo, es
el acting out).

El fantasma como Repetición, arriba a la derecha, es el recubrimiento en la lúnula central, entre lo que el
Sujeto hace las veces de ser (sin serlo) para el Otro, y lo que le llega del campo del Otro (una vez construido)
como siendo aquello que lo piensa. Lacan no borra de la experiencia del sujeto moderno la máxima de
Descartes; por el contrario, articula allí la estructura que da cuenta de su enorme eficacia. Arriba, a la
derecha, se escribe: "(hago como que) soy, allí donde (creo que) pienso", sutura de la imposibilidad de "ser,
allí donde pienso". Esta sutura es el modo mismo en que se articula el fantasma de cualquiera.

Su operación negativa, abajo a la izquierda, (que primero será una "x", luego escribirá "menos fi", algunas
clases más tarde lo llamará "sublimación", y en el seminario siguiente ubicará allí el "acto" analítico),
tendríamos que pensarla entonces como el negativo funcional del polo de la repetición, representada por esa
lúnula (el fantasma) de arriba a la derecha. De la suspensión o extracción de esa lúnula podríamos decir que
en el vértice de la sublimación, que al año siguiente es el del Acto, el Sujeto realiza aquello del objeto que él
no hace las veces de ser, para su Otro singular, y aquello que la instancia que piensa, no podría pensar con
los significantes de la Demanda, de su Otro singular. Entendemos allí: la creación reiterada de la ausencia de
ese Otro singular en el campo del Sujeto, a la que no se llega sin el goce fálico (sinsentido, en el orden del
sentido) ya que no se trata de la locura. Ausencia que toma según Lacan el mismo lugar que puede tomar el
"menos fi" en la satisfacción sexual cuando no hay interferencia (impotencia, frigidez), sino que hay
conjunción en la que se verifica la ausencia de unidad, realizada en el instante del orgasmo que ya no sería
(como sí son los placeres preliminares), atravesable sólo con el goce fálico.

El Otro de cuyo campo la sublimación extrae al Sujeto, entendemos que no es, ni cancela, el campo del gran
Otro en general, sino el campo (del fantasma) en el que era necesario ser y pensar según el cuerpo fue
moldeado por la demanda del Otro en singular para cada uno: es sólo de ese Otro de quien se trata. Por eso
no se trataría en ese vértice de abajo a la izquierda de la anulación o restricción de goces, sino por el
contrario de su multiplicación, que amplía el campo de lo contingente al suspenderse la pesada necesidad de
un único estilo de goce posible.

Entonces, que la sublimación "desexualiza la pulsión" puede no referirse a que la sublimación está por fuera
del campo de la experiencia erótica, como Freud parece decir, o aún que se le opone, la sustituye, como dice
de Leonardo. Mas bien con Lacan podríamos entender la "desexualización" como que la estructura de la
sublimación en el campo de la pulsión (advertida como Demanda), quiebra, se opone, a lo que podríamos muy
bien llamar "la sexualidad humana", pero entendiendo allí "sexualidad" como la experiencia erótica
"normal", es decir ordenada en el marco del fantasma, que toma el relevo de los circuitos pulsionales
impresos por la Demanda del Otro, y dirige con ellos el deseo en la neurosis, según la "norma" de lo que
quedó construido para cada uno como campo de "su" Otro. La función "deseo del analista", en un análisis,
produce sobre los circuitos pulsionales la operación anormal de vaciamiento de satisfacción sobre ese Otro,
operación que podríamos llamar "sublimación". En el sentido de la sexualidad humana "normal", y no del
campo de la experiencia erótica, se podría decir que la sublimación "desexualiza la pulsión".

You might also like