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Jamás le había gustado la lluvia en las ventanas de Paris. El hecho de ver las gotas
deslizándose sobre los cristales, verlas suplicando y agonizando en el mismo segundo
en que sus cuerpos informes se azotaban contra la ciudad la deprimía demasiado.
Cuando todos en Paris amaban la lluvia por ser un motivo mas para abrazar al ser
amado, ella la detestaba. Era la continua ironía de su vida, vivía en la ciudad del amor
sin un romance. Se dedicaba a lo que en años pasados amaba pero que después de
tantas cosas se había vuelto una cruz demasiado asfixiante para cargarla con gusto.
¿Como había ido a parar ahí? Esa pregunta tenia una única respuesta obligada. Había
llegado huyendo del pasado, de los recuerdos. Se había refugiado en los brazos de
otras tierras en busca del olvido que regalan los años. Un olvido que no había
encontrado en Italia, en España y tampoco en Francia. Cinco años después de la
separación del dueto t.A.T.u Yulia era maestra de piano. Vivía en el último piso de un
edificio raído por los años, cada noche miraba la ciudad por su ventana y se dormía
pensando en aquellas calles empedradas que le habría gustado recorrer de su mano y
no de la mano de la soledad, se dormía y soñaba que cada mañana Lena la despertaba
con un beso y una caricia. Sin embargo, todo aquello eran solo sueños de una mente
solitaria.
La lluvia caía insistente y se arrastraba por la ciudad formando pequeñas cascadas en
las aceras. Yulia había terminado pronto la clase de piano de aquella chiquilla sin
talento. La verdad era que sus padres insistían en convertirla en una autentica navaja
suiza, con tantas habilidades como fuera posible. El ballet, la pintura, clases de
cerámica, las clases de canto y las de piano, actividades que tenían la finalidad de
volverla una "damita", pero la pobre niña no tenia talento para nada artístico, excepto
por la poesía. Por desgracia sus padres no querían que su hija tuviera ese talento.
Yulia sentía pena por Monique, esa niña nunca seria libre sino se le daba una pequeña
ayuda y ella estaba dispuesta a dársela. Tomo la taza frente a ella y sorbió un poco del
café. A menudo pensaba en su pasado y en su presente. Había sido parte de una
revolución sin armas, gracias a t.A.T.u y a su libertad el mundo había abierto sus
mentes y corazones. Ella y Lena habían sido las principales impulsoras del 'amor
diferente'. Gracias a ellas el mundo podía mirar el amor gay sin la vergüenza de
antaño. Por primera vez los oídos de Yulia prestaron atención a una melodía que
sonaba lejana dentro del café pero, al mismo tiempo, encantadoramente cercana.
- Zachem ya.
Era increíble que siete años después de que t.A.T.u iniciara y a cuatro años de su
separación, sus canciones aun sonaran en las estaciones de radio de todo el mundo.
Sus fans no las habían olvidado. Yulia tampoco se había olvidado de ellos ni de su
compañera de batalla, esa mujer a la que había amado desde el instante que la vio
entrar junto al representante de Neposedi.
- Lena... - murmuro en un suspiro.
Cuatro años sin verla, sin saber de ella. El recuerdo palpitaba doloroso en sus sienes.
Aquellos ojos verde-grises, aquella sonrisa picara, el rostro dulce, la voz melosa, y su
nombre, el mas cruel de los aguijones, la atormentaban día y noche desde aquel adiós
en el aeropuerto de Moscú. No se verían nunca mas, lo sabían, y a pesar de eso
ninguna de las dos tuvo el valor de decir 'Lo siento'. En Paris había dejado ya de llover,
pero en su corazón el diluvio no tenía nunca fin.
-oOo-
PROLOGO 2: Una ventana con vista al Kremlin
Lena notó con pesar que comenzaba otro largo y lastimoso día. Se percató de ello
justo después de la tercera taza de café que se servía frente a la pequeña cafetera del
área de descanso de su consultorio. Sacudió su cabeza tratando de ahuyentar la
somnolencia que la atormentaba y que la mantenía en un estado de sopor constante.
Sintió una mano posarse en su espalda, era casi como una caricia, sólo casi. Emitió
una queja en forma gemido como el del niño cuando su madre lo despierta para ir al
colegio. A pesar de lo odiosa que le resultaba aquella pesadez, no deseaba
abandonarla pues era el único sedante lo suficientemente fuerte para mantenerla
flotando sobre la realidad de su pasado y su vida. Se giró sin prisa y se encontró de
frente con Svetlana.
- ¿Se encuentra bien? - preguntó preocupada.
- ¿Cuántas veces te he dicho que no me hables de usted cuando estamos en esta
zona?
- Lo siento, doctora. No puedo hablarle de otra manera.
Lena suspiró, recorrió el pequeño cuarto con la mirada en busca de un asiento, a falta
de uno se sentó sobre unas cajas, sentía las piernas débiles. Cuanto más pensaba en
lo que podía nacer por Svetlana, más sentía que despertaba a la realidad. Sin
embargo, hacía tantos años que su cama estaba desierta, tantos años que su cuerpo
no había conocido mas que el látigo de la soledad. Svetlana Shimov era una joven
admirable y de hermosos sentimientos, noble en cada una de sus acciones. Había algo
que Lena no había descifrado de su secretaria, era un detalle que, aunque comprendía,
no le había podido dejar de llamar la atención. Para ser una chica tan hermosa era
también muy solitaria. Conocía buena parte de la vida de su empleada, sabía que
Svetlana había crecido con una tía, que sus padres prácticamente la habían
abandonado pues siempre iban de un país a otro, fuera de eso la vida de Svetlana
había sido normal.
- Svetlana... ¿alguna vez te has enamorado de una chica?
La joven se sonrojó y desvió la mirada hacía su propio café, su cabello cayó
oportunamente sobre su rostro ocultándolo de la mirada gris de Lena. La psicóloga
notó el tono rubio de la secretaria, no era del rubio platinado de las estrellas del
Hollywood de antaño, su tono le recordaba la arena dorada del desierto africano. Lena
extendió su mano y apartó el cabello de rostro enrojecido de Svetlana. Estaba
consciente que la pregunta había sido demasiado directa y de que podía asustar a la
chica, pero también estaba consciente de que si no tomaba ese paso ahora no lo haría
nunca. La joven secretaria buscó la manera de no turbarse más de lo que ya estaba al
sentirse tan cerca de Lena. Trató por todos los medios a su alcance de huir pero estaba
hipnotizada por la mirada de aquellos fragmentos de cielo gris.
- Lo siento, no era mi intención turbarte. - susurró Lena dedicándole la sonrisa más
delicada y hermosa que tenía.
- No se preocupe. - susurró Svetlana sin levantar la mirada. - Supongo que ya sabe
que estoy enamorada de usted. ¡Soy tan obvia! Lo siento de verdad, doctora. Sé que
yo no debería sentir esto pero... no pude evitarlo... es sólo que...
- No, Svetlana, no te disculpes...
- Es sólo que... - continuó sin prestar atención a los esfuerzos de Lena por detener lo
que había desatado - ¿Sabe? Usted fue una luz en mi vida. Trabajar aquí es lo más
satisfactorio que me ha pasado. Usted, doctora, se volvió mi modelo a seguir. Se que
la ha pasado difícil desde que ella se fue, pero no se ha derrotado ni un segundo. Eso
es precisamente lo que me gusta tanto de usted.
Sin proponérselo, Svetlana había tocado una fibra dolorosa, Yulia todavía le ardía en la
piel y la odiaba por ser inolvidable e irremplazable. Con las palabras de la joven se
formó un carnaval de imágenes del pasado: se veía a sí misma y a Yulia en Neposedi,
la audición, el rencuentro tras tantos años de no verse, el éxito de t.A.Tu y su
disolución, entre cada recuerdo sus sentidos se veían colmados y extasiados por las
sensaciones revividas, podía sentir las manos de su ex amante sobre sus caderas, los
labios de Yulia en sus labios y su lengua volviéndola loca con movimientos prohibitivos
en aquél paradisíaco lugar situado entre sus piernas. El erotismo de sus sesiones
románticas, entreverado con los recuerdos de su vida juntas terminó por quebrantar la
solidez de Lena. Temblando y empapada en llanto cayó sobre sus rodillas. Svetlana se
hincó junto a ella abrazándola, confortándola de un dolor que ella desconocía, pero no
preguntaba nada. Lena lloró entregándose a los mimos de su empleada y amiga. Con
su oído contra el pecho de Svetlana, Lena escuchó el latido de aquél corazón
enamorado, mientras el dolor menguaba en el propio y su razón con sus sentidos
quedaban hundidos en la melancolía de un abrazo que no había recibido en cuatro
años. Lena cerró los ojos y se dejó arrullar por el latido de Svetlana.
- Lo siento, Lena. - susurró a su oído.
Lena se apresuró a posar sus dedos sobre los labios de Svetlana, obligándola a no
decir nada más. Se abrazó más fuerte al cuerpo de la rubia obligándola a que la
abrazara con la misma intensidad. Por fin el llanto se detuvo por completo quedando
dos caminos salados sobre las mejillas de la pelirroja. No había ni un sonido en la
oficina de Lena, se podía decir que el tiempo se había detenido. Svetlana respiraba con
dificultad víctima de sus propios sentimientos, de sus emociones encontradas. Sentir a
Lena sobre su pecho no estaba precisamente en sus planes, nunca desde que la
conociera en persona había pensado en tenerla tan cerca, todo lo que había deseado
era verla y estar cerca de ella. Jamás pensó poder estar tan cerca de ella, tan cerca y
tan abismalmente lejos. Estaba plenamente consciente de que Lena no se había
arrojado a sus brazos por ser ella, lo había hecho porque ella era la única persona que
estaba cerca en el momento del colapso.
La pelirroja levantó la mirada y se encontró con los ojos confundidos de Svetlana, esos
ojos violetas la observaban con tristeza y melancolía pero sus labios le sonreían. Lena
acarició la sonrisa de Svetlana con el toque de quien teme desvanecer una figura
preciosa en el agua. Sus labios eran suaves, tenían una forma muy peculiar, quizá
cuando la joven hacía cierta mueca se formaría un corazón justo debajo de su nariz.
Lena se sonrió de su propia idea y limpiándose la sal de las mejillas se despegó poco a
poco de su secretaría, quedado hincada frente a ella. Se miraron sin decir nada,
extendieron sus manos que se entrelazaron a medio camino quedando unidas. Lena se
inclinó hacia Svetlana depositando un beso en la mejilla de la joven. El contacto fue
sutil, como el de un colibrí bebiendo de una flor. Las mejillas de la joven secretaria se
cubrieron de un velo carmín y sus ojos se nublaron de incredulidad. De repente todo
fue mas claro para ambas, el mundo se volvió sencillo como que dos mujeres jóvenes
se encontraban una frente a la otra sin nada que las apartara y sólo había unos
centímetros que hacían la diferencia entre una soledad voluntaria y la posibilidad de
volver a sonreír legítimamente. Lena consumió la distancia entre ellas y se abrazó al
cuello de Svetlana, la joven la envolvió en un nuevo abrazo.
- Lena... doctora... - se interrumpió al mismo tiempo que despegaba a Lena de su
cuello y se inclinaba hacia ella para devolverle el beso que le diera antes. No deseaba
tener nada de la joven doctora, no quería hacerse ilusiones gracias a un momento de
debilidad. Sus labios chocaron finamente contra el rostro de Lena. La mitad de su boca
besaba el rostro de la pelirroja y la otra mitad descansaba sobre la boca de la
cantante. Svetlana dio un respingo espantada, avergonzada y con unas ganas enormes
de correr y no volver sobre sus pasos. Sin embargo todo quedó en deseos e ideas pues
no se movió ni un centímetro, sus labios seguían exactamente donde mismo. Lena fue
la que rompió el encanto del momento y le miró con esa mirada cristalina que Svetlana
nunca había visto. Tomó las manos de Svetlana y las puso alrededor de su cuerpo.
- No me sueltes, por favor. - pidió la pelirroja dando rienda suelta a sus emociones.
Yulia ya no iba a volver, era una realidad cruda y cruel pero no dejaba de ser verdad, y
ella necesitaba sentir que aún existía alguien que podía amarla, alguien que podía
curar las heridas del pasado, que podía enseñarla a amar a alguien que no fuera Yulia
Volkova.
Se rindió, entre los brazos de Svetlana, el pasado había terminado por vencerla. Pero
con lo que el pasado no contaba era con que tendría una protectora cuando la derrota
llegara. No importaba si había perdido, Svetlana estaba con ella y la protegería.
-oOo-
CAPITULO 3: Dentro de un sentimiento muerto
El Sena reflejaba el rostro de una chica preocupada, sus hermosos ojos azules estaban
perdidos en las ondas y en las diminutas olas que el curso del río formaba. Detrás de
ella una chica de escasos diecisiete años había encontrado más interesantes las lozas
del puente y tenía una expresión similar a su compañera de ojos azules. La primera le
sonrió a su reflejo con la melancolía de quien decide no saltar al agua para vivir un día
más. Se volvió hacia la más joven encontrándola perdida entre los tonos de gris de las
lozas.
- ¿Qué te pareció Simone? - preguntó por fin Yulia.
- ¿Cómo? Perdona Yulia, ¿qué me decías?
- ¿Estás segura que tu y Simone nada mas hablaron sobre poesía? - dijo Yulia
arqueando una ceja.
- ¿Q...q...qué dices? - balbució Monique sonrojándose violentamente. - ¡Sólo hablamos
de poesía! Madmoiselle Bovie es una excelente escritora y mentora. Claro, nunca tan
buena como tú.
- ¿Cómo yo? Pero si no he logrado que siquiera toques un Fa afinado.
- Eso no quita que seas la mejor maestra del mundo. - le sonrió Monique.
- Exageras. Vámonos, tengo que dejarte en tu casa.
Las jóvenes siguieron su camino, Monique hablaba mucho y Yulia escuchaba muy poco.
La pequeña ex -t.A.T.u estaba inmersa en las palabras que Simone le había dirigido
mientras Monique iba y venía por la extensa biblioteca de la escritora. Su vieja amiga
sabía perfectamente dónde poner el dedo para despertar alguna inquietud en ella,
sabía cómo jalar los hilos para que se sintiera culpable y pusiera manos a la obra con
respecto a cualquier cosa. Al salir de su sesión con Monique sus años le ayudaron a
percibir en la maestra de piano lo que la joven aprendiz no pudo ver, se dio cuenta
inmediatamente de que Yulia había estado llorando.
- Los libros no son buenos compañeros de lágrimas, Volkova. ¿Por qué no puedes
olvidarla? Eso le preguntas una y otra vez a esos amigos empastados, no te lo pueden
responder. - Yulia le dirigió una mirada confundida - No todas las respuestas están en
los libros, Yulia, la mayoría están en el corazón.
- No sabes lo que es perder a quien amas con todo tu ser. - le había respondido sin
siquiera mirarla.
- Tal vez, pero tú al menos tienes la suerte de haber amado y de haber sido amada,
algunas no podemos jactarnos de tales logros. Tienes dos opciones mon amie,
regresas a Rusia y le dices todo lo que le tengas que decir a Madmoiselle Katina
especialmente que llevas cuatro años muriéndote de amor por ser una estúpida
orgullosa o la olvidas definitivamente y continúas con tu vida.
- Pides lo imposible... no puedo hacer ni lo uno ni lo otro.
Definitivamente no podía hacer nada de lo que le pedía Simone, no podía olvidara Lena
y tampoco podía continuar con su vida. Sentía que había quedado atrapada en lo
insólito de un sentimiento muerto. El amor latía en su pecho pero la persona a quien
estaba dedicado se encontraba muy lejos y posiblemente hiciera mucho tiempo que ya
se había olvidado de ella. Pasaron un teléfono público y Yulia se detuvo un segundo,
¿debía llamarla? ¿Quizá llamar a casa y preguntar por ella? Mejor no. Siguieron
caminando sin que se pudiera decidir. ¿Por qué no podía arrancarse lo que sentía por
Lena? ¿Por qué ese sentimiento seguía aferrándola al pasado? Yulia sacudió la cabeza
tratando de alejar sus pensamientos, posponiéndolos para cuando estuviera sola en su
departamento. No podía permitir que Monique la viera así, su alumna se preocupaba
mucho por ella siempre y no había necesidad de agregarle preocupaciones.
- Ya llegamos. ¿Vendrás mañana? - preguntó la chica a su maestra que se hallaba
demasiado lejos como para prestar atención al sentimiento en los ojos de su alumna.
- Claro. Guarda bien los libros que te prestó Simone, no queremos que tus padres
descubran nuestro secreto. Hasta mañana, Monique.
***
La noche había encendido sus estrellas en el cielo y recibía una respuesta hermosa
desde las casas de Paris. La ciudad iluminada por diminutas faros y focos por todas las
calles era un hermoso espectáculo desde las ventanas altas como la de la habitación
de Monique. La joven soñaba despierta contemplando la ciudad, después de un largo
suspiro se giró hacia el interior de su habitación. Por más que le desagradara el
decorado seguía siendo su habitación y esa era la única razón por la que le gustaba
estar ahí. No le agradaba la cama mullida como para una princesa, tampoco le gustaba
el tono rosa pálido que tenían las paredes, por suerte ya había convencido a sus
padres de pintarlas de color crema. Todo en su habitación parecía salido de un cuento
de hadas y eso le desagradaba enormemente, pero el deseo de sus padres de volverla
una dama con más habilidades que aditamentos en una navaja suiza no le había
dejado otra opción en el decorado de su habitación. Sin embargo había un sitio que le
pertenecía y en el que sus padres no habían tenido injerencia: una gaveta de su
escritorio. En ese espacio que aún era virgen de la influencia de sus padres, Monique
guardaba sus mas preciados tesoros.
La joven se sentó y abrió la gaveta. Lo primero que vio fue la portada de una revista
donde Yulia ocupaba el espacio compartiéndolo solo por los varios titulos de notas en
todos los formatos y colores. Su maestra de piano tenía los brazos cruzados frente al
pecho y miraba al lector con sus ojos azul acero inundados de melancolia. El título del
articulo principal decía "Yulia, una soltera muy cotizada". Había sido la última revista
en la que Yulia había aceptado aparecer y se remitía a un año después de la
separación de su grupo favorito. Mas alla de aquella portada había muchas otras cosas
relacionadas con t.A.T.u: llaveros, tarjetas postales, bolígrafos, lápices y las cajas de
los discos que habían grabado. Pero el mas grande tesoro que tenía en esa gaveta era
una servilleta con la marca de una taza de café. Aquella invaluable joya pertenecía al
día en que Monique conoció a Yulia.
Iba caminando de camino a su casa cuando en un café de Campos Elíseos vio a la ex
integrante de t.A.T.u. Yulia miraba una taza de café que hacía mucho tiempo se había
enfriado, cuando Monique se le acercó, le dedicó una hermosa sonrisa y la invitó a
sentarse al notar la indecisión de la chica. No hubo charla y todo lo que Monique
alcanzó a decir es que le daba mucho gusto conocerla pues había sido una gran
admiradora de t.A.T.u. Yulia la miró gravemente, se levantó y se alejó sin decirle nada
más. El mesero llegó para retirar la taza sucia y fue cuando Monique decidió llevarse
algo de su encuentro con su ídolo, y vio la servilleta con la base de la taza marcada.
Aquella misma tarde su madre le presentó a Yulia como su maestra de piano, y ella fue
la adolescente mas feliz del mundo. Ya había pasado tiempo desde entonces y había
aprendido a conocer a Yulia e incluso a amarla.
- Yulia... - suspiró la joven. - A veces me pregunto si me ves más que sólo como tu
alumna y si ya has olvidado a Lena.
Siempre se regañaba a sí misma cuando pensaba en Yulia como un ente separado de
Lena pues había sido fanática hasta el hueso del grupo impulsor de la libertad de ser y
amar, pero desde que era su maestra no podía evitar quererla lejos de Lena. Al
principio el piano no le había llamado la atención pero cuando conoció a su profesora
se empeñó en ser la mejor, sus avances habían sido lentos y demasiado torpes pero
no perdía la tenacidad pues estaba decidida a ser el orgullo de su ídolo y maestra. El
tiempo transformó en toda aquella admiración en amistad primero y luego en amor.
Ese último paso había sido increíblemente doloroso, sabía muy bien que Yulia no podía
ser para ella, no por la diferencia de edades, sino porque Yulia no había olvidado a
Lena.
- No sé si eso es verdad... tal vez ya la olvidó. - se dijo mientras sacaba una libreta y
un bolígrafo de otra gaveta y comenzaba a rasgar el papel en silencio.
***
- ¿De nuevo?
- Lo siento, Madam Poulain, pero usted sabe que Monique no es exactamente
Beethoveen. Necesita mucha práctica para que todo salga bien. - se excusó Yulia a la
mañana siguiente cuando fue a buscar a su alumna para ir a sus lecciones secretas con
Simone.
- Entiendo, Yulia pero... Tienes razón. Monique no debe ser el hazmerreír de tu recital.
Pasa por favor. - la invitó Madam Sophie mientras se hacía a un lado para permitirle el
paso.
- Oh no, esperaré aquí afuera. No se preocupe.
- Monique no ha despertado y yo tengo que atender la cocina, así que anda, sube a
despertarla para que se vayan a ensayar. - sonrió la señora antes de dejar a Yulia en
el vestíbulo.
Yulia se armó de valor y se desplazó escaleras arriba hacia la habitación de su alumna.
No le agradaba tener que deambular en los dormitorios en caso de que Monsieur
Poulain apareciera repentinamente, pero si Monique no había despertado aún era un
riesgo que tenía que correr. La casa por dentro no parecía tan enorme, esa impresión
daba pues largos pasillos revelaban incontables cantidades de puertas. La joven pensó
que se extraviaría en aquél laberinto pero la alfombra color vino a sus pies no se lo
permitió y de hecho la condujo hasta la habitación de Monique que se identificaba por
el dibujo de un pony en la puerta. Con suavidad llamó a la puerta pero no hubo
respuesta.
- ¿Monique? Despierta. - susurró demasiado bajo para que siquiera la puerta la
escuchara. - Creo que tendré que entrar. ¡Ay con esta niña!
Yulia se introdujo en la habitación e inmediatamente sintió un estremecimiento de ver
cómo la tenían sus padres en su propia habitación. No reparó en nada mas ni siquiera
en el poema casi completo que yacía sobre el escritorio junto a la cama. Se detuvo a
contemplar a Monique, durmiendo era incluso mas adorable que despierta. La observó
con fraternal cariño y reparó por primera vez en dos años en las facciones de su
alumna. Monique usaba el cabello lacio a la altura de media espalda, lo tenía de un
tono castaño que recordaba mucho el color del otoño sin un tono marrón definido, y
así dormida, su cabello caía desordenadamente velando su rostro. Era una chica muy
blanca, demasiado blanca quizá, todo resultado de las raras veces que tomaba baños
de sol. Yulia se percató de que su alumna tenía diminutas pecas difuminadas sobre su
nariz. Era una chica bastante bonita y escondía unos ojos verde jade, mágicamente
misteriosos. Se sentó en la orilla de la cama y sacudió levemente el cuerpo de su
alumna.
- ¡Hey dormilona, despierta! Tenemos mucho que hacer hoy.
Monique abrió los ojos lentamente y para su sorpresa se dio cuenta de que su sueño se
había hecho realidad: Yulia estaba ahí al momento de que despertara. Como movida
por la somnolencia que no deseaba irse de su cuerpo se irguió en la cama y se abrazó
a Yulia. La maestra no supo reaccionar y se quedó inmóvil, pendiente de los
movimientos de la adolescente.
- Siempre había soñado con que fueras tu quien me despertara por las mañanas. -
susurró al oído de Yulia.
Los segundos parecieron solidificarse y de alguna manera se negaron a fluir en todos
los relojes de Paris permitiéndole a Monique más tiempo para disfrutar el espejismo
que casi podía sentir disipándose entre sus dedos.
- ¿Estoy soñando todavía? - preguntó al mismo tiempo que descansaba su cabeza en
el hombro de su maestra.
Yulia sacudió la cabeza respondiendo la pregunta de Monique, se sentía anormalmente
torpe, la repentina actitud de su alumna la había hecho perder absolutamente toda
razón. Se sentía como parte de un sueño pero sabía que todo aquello había sido
provocado por la sorpresa. Tomó a Monique de los hombros y la alejó de ella
lentamente sonriéndole.
- Vamos, a levantarse. - murmuró.
Monique meneó la cabeza asintiendo y sin mayor aviso que una sonrisa, se abrazó al
cuello de Yulia uniendo sus labios. La adolescente jugó con los labios de su maestra
con gran destreza. Algo en su interior comenzó a quemarse provocando que
despertara poco a poco. No podía creer que estaba besando a Yulia, su maestra, su
amiga, pero sobre todo la mujer a la que amaba más allá de cualquier amor. Apretó su
boca contra la de Yulia recibiendo, por un solo segundo, respuesta a la llamada de
cariño y amor que había iniciado con un abrazo. Monique acarició el rostro de Yulia y
se separó de ella unos milímetros para luego volver a unirse a ella en un beso largo,
donde le confesaba todo lo que sentía. Le confesaba su amor, su pasión, le confesaba
que su interés por el piano había surgido para complacerla, le confesaba que desde los
12 años le había entregado su corazón de niña y ahora le entregaba su corazón de
mujer. Yulia estaba paralizada, no podía apartarse de la boca de aquella adorada niña,
no comprendía nada de lo que ocurría. ¿Qué había hecho ella para que Monique
tomara ese paso? ¿Acaso Monsieur Poulain tenía razón y ella era una mala influencia
para la adolescente? Por desgracia no tenía las respuestas y mientras sus labios
seguían unidos a los de Monique empapándose de un amor que ella no deseaba tener
ni podía corresponder, seguía empapándose de la nostalgia que un beso le significaba
y Yulia no pudo contener sus emociones, se desbordó su corazón en la desdicha de
saber que la joven a quien consideraba su amiga había terminado por sentir algo más
hondo y doloroso que la amistad: el amor.
-oOo-
CAPITULO 3: Dentro de un sentimiento muerto
El Sena reflejaba el rostro de una chica preocupada, sus hermosos ojos azules estaban
perdidos en las ondas y en las diminutas olas que el curso del río formaba. Detrás de
ella una chica de escasos diecisiete años había encontrado más interesantes las lozas
del puente y tenía una expresión similar a su compañera de ojos azules. La primera le
sonrió a su reflejo con la melancolía de quien decide no saltar al agua para vivir un día
más. Se volvió hacia la más joven encontrándola perdida entre los tonos de gris de las
lozas.
- ¿Qué te pareció Simone? - preguntó por fin Yulia.
- ¿Cómo? Perdona Yulia, ¿qué me decías?
- ¿Estás segura que tu y Simone nada mas hablaron sobre poesía? - dijo Yulia
arqueando una ceja.
- ¿Q...q...qué dices? - balbució Monique sonrojándose violentamente. - ¡Sólo hablamos
de poesía! Madmoiselle Bovie es una excelente escritora y mentora. Claro, nunca tan
buena como tú.
- ¿Cómo yo? Pero si no he logrado que siquiera toques un Fa afinado.
- Eso no quita que seas la mejor maestra del mundo. - le sonrió Monique.
- Exageras. Vámonos, tengo que dejarte en tu casa.
Las jóvenes siguieron su camino, Monique hablaba mucho y Yulia escuchaba muy poco.
La pequeña ex -t.A.T.u estaba inmersa en las palabras que Simone le había dirigido
mientras Monique iba y venía por la extensa biblioteca de la escritora. Su vieja amiga
sabía perfectamente dónde poner el dedo para despertar alguna inquietud en ella,
sabía cómo jalar los hilos para que se sintiera culpable y pusiera manos a la obra con
respecto a cualquier cosa. Al salir de su sesión con Monique sus años le ayudaron a
percibir en la maestra de piano lo que la joven aprendiz no pudo ver, se dio cuenta
inmediatamente de que Yulia había estado llorando.
- Los libros no son buenos compañeros de lágrimas, Volkova. ¿Por qué no puedes
olvidarla? Eso le preguntas una y otra vez a esos amigos empastados, no te lo pueden
responder. - Yulia le dirigió una mirada confundida - No todas las respuestas están en
los libros, Yulia, la mayoría están en el corazón.
- No sabes lo que es perder a quien amas con todo tu ser. - le había respondido sin
siquiera mirarla.
- Tal vez, pero tú al menos tienes la suerte de haber amado y de haber sido amada,
algunas no podemos jactarnos de tales logros. Tienes dos opciones mon amie,
regresas a Rusia y le dices todo lo que le tengas que decir a Madmoiselle Katina
especialmente que llevas cuatro años muriéndote de amor por ser una estúpida
orgullosa o la olvidas definitivamente y continúas con tu vida.
- Pides lo imposible... no puedo hacer ni lo uno ni lo otro.
Definitivamente no podía hacer nada de lo que le pedía Simone, no podía olvidara Lena
y tampoco podía continuar con su vida. Sentía que había quedado atrapada en lo
insólito de un sentimiento muerto. El amor latía en su pecho pero la persona a quien
estaba dedicado se encontraba muy lejos y posiblemente hiciera mucho tiempo que ya
se había olvidado de ella. Pasaron un teléfono público y Yulia se detuvo un segundo,
¿debía llamarla? ¿Quizá llamar a casa y preguntar por ella? Mejor no. Siguieron
caminando sin que se pudiera decidir. ¿Por qué no podía arrancarse lo que sentía por
Lena? ¿Por qué ese sentimiento seguía aferrándola al pasado? Yulia sacudió la cabeza
tratando de alejar sus pensamientos, posponiéndolos para cuando estuviera sola en su
departamento. No podía permitir que Monique la viera así, su alumna se preocupaba
mucho por ella siempre y no había necesidad de agregarle preocupaciones.
- Ya llegamos. ¿Vendrás mañana? - preguntó la chica a su maestra que se hallaba
demasiado lejos como para prestar atención al sentimiento en los ojos de su alumna.
- Claro. Guarda bien los libros que te prestó Simone, no queremos que tus padres
descubran nuestro secreto. Hasta mañana, Monique.
***
La noche había encendido sus estrellas en el cielo y recibía una respuesta hermosa
desde las casas de Paris. La ciudad iluminada por diminutas faros y focos por todas las
calles era un hermoso espectáculo desde las ventanas altas como la de la habitación
de Monique. La joven soñaba despierta contemplando la ciudad, después de un largo
suspiro se giró hacia el interior de su habitación. Por más que le desagradara el
decorado seguía siendo su habitación y esa era la única razón por la que le gustaba
estar ahí. No le agradaba la cama mullida como para una princesa, tampoco le gustaba
el tono rosa pálido que tenían las paredes, por suerte ya había convencido a sus
padres de pintarlas de color crema. Todo en su habitación parecía salido de un cuento
de hadas y eso le desagradaba enormemente, pero el deseo de sus padres de volverla
una dama con más habilidades que aditamentos en una navaja suiza no le había
dejado otra opción en el decorado de su habitación. Sin embargo había un sitio que le
pertenecía y en el que sus padres no habían tenido injerencia: una gaveta de su
escritorio. En ese espacio que aún era virgen de la influencia de sus padres, Monique
guardaba sus mas preciados tesoros.
La joven se sentó y abrió la gaveta. Lo primero que vio fue la portada de una revista
donde Yulia ocupaba el espacio compartiéndolo solo por los varios titulos de notas en
todos los formatos y colores. Su maestra de piano tenía los brazos cruzados frente al
pecho y miraba al lector con sus ojos azul acero inundados de melancolia. El título del
articulo principal decía "Yulia, una soltera muy cotizada". Había sido la última revista
en la que Yulia había aceptado aparecer y se remitía a un año después de la
separación de su grupo favorito. Mas alla de aquella portada había muchas otras cosas
relacionadas con t.A.T.u: llaveros, tarjetas postales, bolígrafos, lápices y las cajas de
los discos que habían grabado. Pero el mas grande tesoro que tenía en esa gaveta era
una servilleta con la marca de una taza de café. Aquella invaluable joya pertenecía al
día en que Monique conoció a Yulia.
Iba caminando de camino a su casa cuando en un café de Campos Elíseos vio a la ex
integrante de t.A.T.u. Yulia miraba una taza de café que hacía mucho tiempo se había
enfriado, cuando Monique se le acercó, le dedicó una hermosa sonrisa y la invitó a
sentarse al notar la indecisión de la chica. No hubo charla y todo lo que Monique
alcanzó a decir es que le daba mucho gusto conocerla pues había sido una gran
admiradora de t.A.T.u. Yulia la miró gravemente, se levantó y se alejó sin decirle nada
más. El mesero llegó para retirar la taza sucia y fue cuando Monique decidió llevarse
algo de su encuentro con su ídolo, y vio la servilleta con la base de la taza marcada.
Aquella misma tarde su madre le presentó a Yulia como su maestra de piano, y ella fue
la adolescente mas feliz del mundo. Ya había pasado tiempo desde entonces y había
aprendido a conocer a Yulia e incluso a amarla.
- Yulia... - suspiró la joven. - A veces me pregunto si me ves más que sólo como tu
alumna y si ya has olvidado a Lena.
Siempre se regañaba a sí misma cuando pensaba en Yulia como un ente separado de
Lena pues había sido fanática hasta el hueso del grupo impulsor de la libertad de ser y
amar, pero desde que era su maestra no podía evitar quererla lejos de Lena. Al
principio el piano no le había llamado la atención pero cuando conoció a su profesora
se empeñó en ser la mejor, sus avances habían sido lentos y demasiado torpes pero
no perdía la tenacidad pues estaba decidida a ser el orgullo de su ídolo y maestra. El
tiempo transformó en toda aquella admiración en amistad primero y luego en amor.
Ese último paso había sido increíblemente doloroso, sabía muy bien que Yulia no podía
ser para ella, no por la diferencia de edades, sino porque Yulia no había olvidado a
Lena.
- No sé si eso es verdad... tal vez ya la olvidó. - se dijo mientras sacaba una libreta y
un bolígrafo de otra gaveta y comenzaba a rasgar el papel en silencio.
***
- ¿De nuevo?
- Lo siento, Madam Poulain, pero usted sabe que Monique no es exactamente
Beethoveen. Necesita mucha práctica para que todo salga bien. - se excusó Yulia a la
mañana siguiente cuando fue a buscar a su alumna para ir a sus lecciones secretas con
Simone.
- Entiendo, Yulia pero... Tienes razón. Monique no debe ser el hazmerreír de tu recital.
Pasa por favor. - la invitó Madam Sophie mientras se hacía a un lado para permitirle el
paso.
- Oh no, esperaré aquí afuera. No se preocupe.
- Monique no ha despertado y yo tengo que atender la cocina, así que anda, sube a
despertarla para que se vayan a ensayar. - sonrió la señora antes de dejar a Yulia en
el vestíbulo.
Yulia se armó de valor y se desplazó escaleras arriba hacia la habitación de su alumna.
No le agradaba tener que deambular en los dormitorios en caso de que Monsieur
Poulain apareciera repentinamente, pero si Monique no había despertado aún era un
riesgo que tenía que correr. La casa por dentro no parecía tan enorme, esa impresión
daba pues largos pasillos revelaban incontables cantidades de puertas. La joven pensó
que se extraviaría en aquél laberinto pero la alfombra color vino a sus pies no se lo
permitió y de hecho la condujo hasta la habitación de Monique que se identificaba por
el dibujo de un pony en la puerta. Con suavidad llamó a la puerta pero no hubo
respuesta.
- ¿Monique? Despierta. - susurró demasiado bajo para que siquiera la puerta la
escuchara. - Creo que tendré que entrar. ¡Ay con esta niña!
Yulia se introdujo en la habitación e inmediatamente sintió un estremecimiento de ver
cómo la tenían sus padres en su propia habitación. No reparó en nada mas ni siquiera
en el poema casi completo que yacía sobre el escritorio junto a la cama. Se detuvo a
contemplar a Monique, durmiendo era incluso mas adorable que despierta. La observó
con fraternal cariño y reparó por primera vez en dos años en las facciones de su
alumna. Monique usaba el cabello lacio a la altura de media espalda, lo tenía de un
tono castaño que recordaba mucho el color del otoño sin un tono marrón definido, y
así dormida, su cabello caía desordenadamente velando su rostro. Era una chica muy
blanca, demasiado blanca quizá, todo resultado de las raras veces que tomaba baños
de sol. Yulia se percató de que su alumna tenía diminutas pecas difuminadas sobre su
nariz. Era una chica bastante bonita y escondía unos ojos verde jade, mágicamente
misteriosos. Se sentó en la orilla de la cama y sacudió levemente el cuerpo de su
alumna.
- ¡Hey dormilona, despierta! Tenemos mucho que hacer hoy.
Monique abrió los ojos lentamente y para su sorpresa se dio cuenta de que su sueño se
había hecho realidad: Yulia estaba ahí al momento de que despertara. Como movida
por la somnolencia que no deseaba irse de su cuerpo se irguió en la cama y se abrazó
a Yulia. La maestra no supo reaccionar y se quedó inmóvil, pendiente de los
movimientos de la adolescente.
- Siempre había soñado con que fueras tu quien me despertara por las mañanas. -
susurró al oído de Yulia.
Los segundos parecieron solidificarse y de alguna manera se negaron a fluir en todos
los relojes de Paris permitiéndole a Monique más tiempo para disfrutar el espejismo
que casi podía sentir disipándose entre sus dedos.
- ¿Estoy soñando todavía? - preguntó al mismo tiempo que descansaba su cabeza en
el hombro de su maestra.
Yulia sacudió la cabeza respondiendo la pregunta de Monique, se sentía anormalmente
torpe, la repentina actitud de su alumna la había hecho perder absolutamente toda
razón. Se sentía como parte de un sueño pero sabía que todo aquello había sido
provocado por la sorpresa. Tomó a Monique de los hombros y la alejó de ella
lentamente sonriéndole.
- Vamos, a levantarse. - murmuró.
Monique meneó la cabeza asintiendo y sin mayor aviso que una sonrisa, se abrazó al
cuello de Yulia uniendo sus labios. La adolescente jugó con los labios de su maestra
con gran destreza. Algo en su interior comenzó a quemarse provocando que
despertara poco a poco. No podía creer que estaba besando a Yulia, su maestra, su
amiga, pero sobre todo la mujer a la que amaba más allá de cualquier amor. Apretó su
boca contra la de Yulia recibiendo, por un solo segundo, respuesta a la llamada de
cariño y amor que había iniciado con un abrazo. Monique acarició el rostro de Yulia y
se separó de ella unos milímetros para luego volver a unirse a ella en un beso largo,
donde le confesaba todo lo que sentía. Le confesaba su amor, su pasión, le confesaba
que su interés por el piano había surgido para complacerla, le confesaba que desde los
12 años le había entregado su corazón de niña y ahora le entregaba su corazón de
mujer. Yulia estaba paralizada, no podía apartarse de la boca de aquella adorada niña,
no comprendía nada de lo que ocurría. ¿Qué había hecho ella para que Monique
tomara ese paso? ¿Acaso Monsieur Poulain tenía razón y ella era una mala influencia
para la adolescente? Por desgracia no tenía las respuestas y mientras sus labios
seguían unidos a los de Monique empapándose de un amor que ella no deseaba tener
ni podía corresponder, seguía empapándose de la nostalgia que un beso le significaba
y Yulia no pudo contener sus emociones, se desbordó su corazón en la desdicha de
saber que la joven a quien consideraba su amiga había terminado por sentir algo más
hondo y doloroso que la amistad: el amor.
-oOo-
Svetlana despertó con la mirada fija en el techo. Todo había sido un sueño, una
pésima broma de su subconsciente. No había manera de que sus labios hubieran
rozado los de Lena que sus brazos hubieran rodeado el cuerpo perfecto de su
empleadora. El techo se veía diferente, de pronto le parecía más próximo y más blanco
que la mañana anterior. Quizá era por su extraña alucinación de la noche. Al sentarse
sobre la cama se dio cuenta que llevaba puesta la ropa del día anterior y en un
instante comprendió a medias lo que estaba pasando. Por el rabillo del ojo observó una
figura que respiraba tranquilamente y, al parecer, también dormía. Su corazón
comenzó a palpitar tan fuerte que por un segundo temió despertar a quien fuera que
dormía a su lado. Observó la habitación y se encontró con la sorpresa de que
definitivamente no estaba en su departamento. Había una televisión justo frente a la
cama, un armario entre abierto y una enorme pila de libros junto a la puerta: libros de
psicología. Svetlana tragó saliva con dificultad adivinando dónde se encontraba, con
angustia y miedo volteó su mirada hacia su costado.
Tuvo que ahogar un grito entre sus manos y la garganta al hallarse en la cama junto a
Lena. ¿Qué había pasado? Su mente no recordaba claramente lo que había ocurrido,
todo se nublaba después de ese maravilloso beso en la oficina. La mente de Svetlana
se vio oscurecida nuevamente cuando la pelirroja se acurrucó junto a ella buscando su
calor. Su mente le gritaba que saliera de ahí pero su cuerpo obedeció los latidos del
corazón y se recostó abrazando a Lena. La joven murmuró algo ininteligible y dejó que
su cabeza descansara en el pecho de Svetlana. Nadie movió un solo músculo durante
lo que pareció una hora. Finalmente Lena abrió los ojos al tiempo que se abrazaba a la
mujer que dormía junto a ella. Svetlana acariciaba ausente la espalda de su amada
jefa y no se percató de que ya había despertado. Finalmente Lena levantó su rostro y
se encontró a escasos centímetros de la boca de su secretaria.
- Gracias, svietia - susurró Lena antes de besar los labios de la rubia secretaria.
Svetlana se quedó en silencio recibiendo y respondiendo el beso con la más sencilla
magia que no podía dejar de pensar que todo aquello era solo un sueño. Terminó por
convencerse de que aquello era tan real como los labios de Lena pegados a los suyos y
sus cuerpos manteniendo el calor sin mas estorbos que la piel y la ropa del día
anterior. Svetlana no se podía explicar cómo era que sus sensaciones eran tan
intensas si no estaban mas cerca que dos amigas que se abrazaban, aún con el beso
sus sentidos estaban cargados de emociones y sensaciones, todo su cuerpo vibraba
pero no podía ni quería hacer algo para detenerlo. Rompieron el beso y Lena se
acurrucó entre los brazos de Svetlana buscando dormir un rato más.
- Lena...
- ¿Mmmh? - gimió Lena un poco molesta por la irrupción a sus intentos por dormir.
- ¿Por qué...? - Lena la silenció poniendo sus dedos sobre los labios abiertos de
Svetlana.
- No digas nada, no preguntes nada, hoy no... ¿por favor?
- Está bien.
Se acercaba el medio día y las jóvenes no se habían movido ni un ápice. Al final fue
Lena la que se levantó de la cama y se dirigió hacia la cocina. Svetlana la siguió sin
saber si podía hablar o no. Había algo nuevo en Lena, algo que ella no había notado
desde hacía mucho tiempo. De pronto supo de qué se trataba.
- ¿Tienes hambre? - Lena giró su rostro hacia Svetlana, entre sus pecas y su mentón
tenía colocada la más hermosa sonrisa que la secretaria hubiera visto jamás.
Por minutos infinitos, Svetlana quedó inmersa en esa hermosa sonrisa. Algo en su
interior le decía que las cosas por fin habían cambiado. Su empleadora ya no parecía la
misma chica triste de antes, era como si durante la noche se hubiera desecho de una
carga que había llevado durante demasiado tiempo. La rubia se contagió de la libertad
de su amada Lena y acercándose hacia ella la abrazó de la cintura.
- Lena...
- Quedamos que no preguntarías nada. - dijo Lena apresurada y su sonrisa se vio
desvanecida tras una nube de tristeza.
Svetlana le sonrió tomándola del mentón. La observó tan de cerca como siempre había
deseado hacerlo, toda ella era perfecta: sus ojos verde-grises, sus pecas, su cabello
rojo, esa expresión de melancolía permanente. La mujer rubia acercó sus labios a los
de Lena y los acarició levemente con los propios.
- No voy a preguntarte nada. - susurró Svetlana obteniendo en Lena la misma sonrisa
radiante de antes. - Sólo quería decirte que... te amo.
Unió sus labios con los de Lena. Era un beso tierno, cálido, lleno de comprensión,
ausente totalmente de preguntas innecesarias, de dudas. Era un beso en tiempo
presente, un beso que no prometía nada excepto un cariño continuo. Lena dejó
escapar un par de lágrimas antes de cerrar sus ojos y entregarse a los labios de
Svetlana.
-oOo-
CAPITULO 5: Jamás.
Las calles de Paris jamás habían parecido más melancólicas y grises. Ni las flores, ni el
aroma dulce de miel desvaneciéndose sobre el pan en las tiendas podía sacar a Yulia
del ensimismamiento del que era presa. Habían transcurrido ya dos semanas desde el
incidente en la habitación de Monique. Yulia no había tenido el valor suficiente para
rechazar a su alumna, sobretodo porque en su mente deambulaban las palabras que
Simone le había dicho hacía mucho tiempo ya. "Es hora de continuar, enamórate de
nuevo Volkova." ¿Podía ser? No, claro que no. No quería iniciar una relación en el
anonimato. Una relación con Monique se vería truncada al instante por las leyes, los
padres de ella y tantas otras cosas como que su corazón aún le pertenecía a Lena. De
repente la casa de Simone ya no le parecía un palacio sino un rincón del mundo donde
podía refugiarse y ser vulnerable. Llamó a la puerta y fue Simone en persona que le
abrió. La escritora se encontraba disfrutando uno de sus pasatiempos preferidos, la
jardinería. Simone gustaba de arreglar su jardín ella misma, Yulia solía decir que se
dedicaba a hacer el trabajo del otoño pues las pobres flores siempre terminaban sin un
sólo pétalo encima.
- ¿Y Monique? – preguntó Simone buscando a la joven detrás de Yulia y luego bajo la
chaqueta de la pelinegra.
- Hoy no iba a venir, tenía reunión familiar, ¿recuerdas?
- ¡Ah, es verdad! ¿Y no podía faltar?
- No, Simone.
- Está bien. – Simone continuó sus labores de "jardinería", luego de un rato las rosas
no tenían más pétalos que perder y la escritora habría comenzado a arrancar los
pétalos de las lilas de no ser por la mano de Yulia.
- Necesito hablar contigo, Simone.
- Si es sobre Madmoiselle Katina de nuevo…
- No, es sobre Monique…
La rubia y exuberante escritora detuvo todo movimiento de su cuerpo, una hermosa
sonrisa le iluminó el rostro y sus ojos se volcaron hacia las estrellas que aún dormían
bajo el manto azul claro del cielo. El tiempo se deslizó sigiloso en aquél jardín y Yulia
no sabía todavía cómo decirle a Simone lo que había ocurrido en la casa de Monique.
Por fin Simone volvió a la vida y dio un par de saltos para alcanzar el cómodo sofá que
mantenía en el patio con propósitos de sentarse a escribir bajo el sol cálido de los
veranos.
- ¿Qué me quieres contar sobre Monique? – sonrió la bellísima escritora.
- ¿Recuerdas ese día que vinimos a ensayar y yo me fui antes de que acabara la clase?
- Sí, lo recuerdo, y por ese abandono de menores te ganaste una buena regañada,
Volkova.
- Sí, - respondió Yulia por inercia – me fui porque no podía ver a Monique.
- Explícate. – la expresión de Simone se había transformado con las últimas palabras
de su amiga, su intuición femenina le señalaba la ruta que tomaría la pequeña
profesora de piano.
- Monique me besó… - susurró Yulia exhalando un hondo suspiro.
- ¡¿Qué?!
Simone se levantó con el rostro deformado en un gesto de desaprobación y de ira.
Apretó los puños contra su cuerpo y miró a Yulia furiosa.
- ¡¿Te besó?! ¡¡Volkova no tienes vergüenza!! – gritó la escritora - ¿No quieres decir
que la besaste?
- ¡No! ¡Yo jamás le habría hecho eso! - exclamó Yulia al borde de las lágrimas tratando
de acercarse a Simone que inmediatamente la detuvo con un ademán enérgico.
- Escúchame bien Yulia, soporté todas tus tonterías sobre Katina y aguanté tus
depresiones. Comprendo que te sientas angustiada, nadie te ha visto tan vulnerable
estos años como yo, pero no puedo perdonarte que abuses así de una niña que confía
en ti. Sabes bien que ella haría lo que le pidieras porque te admira como ya nadie lo
hace.
- Simone yo no…
- ¡Callate Yulia! ¡Ya estoy harta de estas cosas! ¡No puedes jugar con los corazones de
las personas! ¡Monique es tu alumna por Dios! ¡Sal de mi vista Yulia!
Simone entró en su casa perturbada y con las lágrimas escurriendo como manantiales
por sus mejillas. No cabía en su mente lo que había dicho Yulia, e inconscientemente
había juzgado a su mejor amiga sin escuchar. Pero simplemente no podía decir la
verdad. Monique era mucho menor que Yulia, no había manera que la pianista no se
hubiera dado cuenta de que crecían sentimientos especiales en la alumna. Se dejó caer
en un sofá y al mismo tiempo su mente cayó en una vaga e imperturbable agonía.
Yulia permaneció en el jardín con la mirada clavada en una rosa que Simone no había
tocado. ¿Había perdido también a su mejor amiga? Pero ¿por qué? La pelinegra
comenzó a pensar que en su vida había hecho algo en verdad malo. No se explicaba de
otra manera su constante mala suerte. Primero había perdido a sus padres cuando les
confesó ser lesbiana; después, perdió a Lena por orgullosa y estúpida; ahora perdía
también a su única amiga. Derrotada salió de la residencia de Simone y se sentó en la
banqueta. Observó lo grises que eran las calles, y lloró desconsoladamente hasta que
sintió que los rayos del sol la reconfortaban de alguna manera. Levantó la vista y se
dio cuenta que debía ser casi medio día. Se levantó y volvió a casa. De camino, su
mente se perdió en el antaño.
**Flashback**
El concierto en Praga había sido todo un éxito. Las localidades se habían agotado a los
pocos minutos de abrir las taquillas, razón por la cual se preparó un segundo concierto.
Todos los fanáticos gritaban las canciones de t.A.Tu en ruso y en inglés, conocían cada
letra e inflexión. Muchos incluso conocían los pasos de baile para cada canción. Lo
mejor de la noche había sido ver bailar a varias parejas al son de "Malchik Gay", éxito
de su primer disco aunque jamás salió al mercado como sencillo. Para los fans había
sido el mejor concierto de la historia del dúo ruso, para las t.A.T.u había sido el inicio
del fin. Durante el segundo concierto Yulia invitó a varias parejas a bailar la coreografía
de Malchik Gay, entre las cuales resaltaba una pareja de hermosas jóvenes checas. Al
poco rato de verlas bailando Yulia tuvo la ocurrencia de darle un valor agregado al
concierto al hacerla de swinger e intercambiar pareja con las chicas que le habían
llamado la atención. En el momento Lena pensó que sería divertida la reacción de la
presa. "Lesbianas y swingers" diría alguna nota, así que accedió. No tardó en
arrepentirse cuando vio a Yulia demasiado emocionada con la chica que no dejaba de
coquetearle a través de su blusa semitransparente. Desde donde estaba Lena podía
ver perfectamente el cuerpo desnudo bajo la ropa de la fanática, no quería ni
imaginarse lo que Yulia podía ver desde su lugar arrodillada frente a la checa. Sin
perder el estilo ni montar en cólera Lena volvió a intercambiar parejas. Ya se había
vuelto una costumbre terminar los conciertos con Malchik Gay y Lena dio gracias de
que la tradición continuara porque no estaba de humor para soportar otras 2 canciones
con la sonrisa pegada en el rostro. Al terminar el concierto esperaron a felicitar a los
chicos de su grupo que habían hecho posible la seguridad, luces y sonido del concierto.
Las chicas se separaron y quedaron de verse en el camerino.
- ¡Estuvieron geniales, Yulia!
- ¡Gracias! ¡Gracias! – iba respondiendo Yulia mecánicamente.
Al llegar al camerino encontró a la chica con la que había bailado y no a Lena. Su
expresión de sorpresa quedó para siempre plasmada en una fotografía que pronto
recorrió Internet. La muchacha la miraba con un deseo que era palpable desde el
momento de entrar en la habitación.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó Yulia sin poder salir de su sorpresa.
- Quería felicitarte por tu concierto…- murmuró la chica en un inglés verdaderamente
malo al tiempo que se acercaba a Yulia y, literalmente, untaba su cuerpo contra el de
la cantante.
- Pues muchas gracias, pero no puedes estar aquí. – respondió Yulia tratando de
resistir la tentación que encarnaba esa joven.
- ¿Puedo estar aquí entonces? – susurró la chica la oído de la pelinegra colocando su
mano sobre los senos de Yulia.
En aquél instante Lena entró en el camerino encontrándose con la pelinegra y la
fanática a punto de darse un beso. La pelirroja no dijo nada, esperó que la chica
saliera del camerino y la escoltaran fuera del recinto. Cuando ya no había nadie que las
escuchara se acercó a Yulia y le profirió tremenda bofetada.
- ¡¿Qué te pasa?! – gritó Yulia indignada.
- ¡Eres una cínica! – murmuró Lena entre dientes, levantó sus cosas, se puso ropa mas
abrigada y salió del camerino sin decir nada más.
**Fin Flashbak**
El tren se detuvo en la estación previa a la que Yulia esperaba. Abruptamente volvió a
la realidad cuando el frío del exterior la golpeó y el calor de la gente la volvía a
sofocar. Se asió con fuerza al tubo del que iba agarrada para no caer cuando el tren
dio marcha de nuevo.
- ¿Señorita?
- ¿Mm…?
- ¿Se encuentra bien? – preguntó un señor pulcramente vestido que la había estado
observando desde hacía tiempo.
- Sí, estoy bien. – respondió ella con una sonrisa.
- Tome, límpiese esas lágrimas. Es usted una jovencita muy bonita como para andar
con la nariz roja como un reno de Santa Claus.
Yulia tomó el pañuelo y se dio cuenta de que había estado llorando mientras su mente
la había enviado al país de los recuerdos. Se limpió las lágrimas con una punta y
guardó el pañuelo desechable en un bolsillo de su pantalón.
- Usted es Yulia Volkova ¿verdad? – preguntó el mismo señor luego de un largo rato en
el tren.
- Sí. – respondió Yulia casi inaudiblemente como temiendo que alguien mas la
reconociera y terminara aplastada por la gente del tren. Súbitamente recordó que ya
nadie la conocía, ella ya no era parte de t.A.T.u. y repitió con más fuerza - Sí, soy yo.
- La reconocí. – sonrió el señor mostrándole una caja maltratada de un disco
compacto. Se trataba de la caja de su primer disco 200km/h in the wrong lane. –
Increíble que la haya conocido aquí.
- Sí supongo que sí. Toda una sorpresa.
- Es una verdadera lástima que el grupo se haya desintegrado, era excelente. Tengo
todos sus discos. – sonrió el señor y hubo un largo rato de silencio hasta que sus ojos
brillaron a la luz de una pregunta para reiniciar la conversación - ¿Tiene prisa?
- Escuche, no me gustan los hombres…
- No la estoy invitando a salir, Yulia. Sólo… se ve muy triste y se me ocurrió que quizá
quiera hablar con alguien.
- No puedo. Voy a casa. Mire… no quiero hablar de t.A.T.u, de lo que hice en el dúo, de
lo que no hice, de lo que debí hacer ni de lo que he hecho con mi vida hasta ahora.
- No hablemos de eso entonces. Déjeme nada más compartir su tiempo un rato. No me
diga qué la tiene triste, pero al menos acépteme la invitación que le hago a distraerse
de cualquiera que sea esa preocupación.
El señor parecía muy mayor para haber sido fanático de t.A.T.u y al mismo tiempo le
recordaba un poco a Vanya, como solía llamar cariñosamente a su productor y
representante. No había nada de malo en tomar café con un extraño y tenía razón,
necesitaba distraerse.
- Está bien.
***
La noche encendió las llamas que dormían en cientos de focos por Paris. Yulia sonreía
todo el tiempo mientras el amable señor con el que había ido al café contaba todo tipo
de anécdotas. Sin embargo a las 10 decidió que ya había sido mucho tiempo fuera de
casa.
- Ha sido una tarde muy divertida, gracias Monsieur… - dijo Yulia mientras salían del
pequeño café.
- Dejémoslo así, Mademoiselle Volkova. Fue un placer haber compartido con usted esta
tarde. Espero que todo mejore en su vida. ¡Buena suerte! – se despidió el caballero
agitando su mano y yendo en dirección opuesta a Yulia.
- ¡Qué hombre tan raro!
De repente Yulia se volvió a encontrar con su mundo. La velada la había pasado
hablando de los buenos tiempos de t.A.T.u más bien, del impacto que había tenido en
la vida de aquél señor. El grupo le había abierto los ojos ante la realidad del mundo y
fue con una canción del segundo disco que se dio cuenta de lo importante que era la
revolución de la que estaba siendo parte t.A.T.u. A partir de ahí se volvió incondicional
de las chicas, fue a todos los conciertos que pudo, compró todas las versiones de los
discos e incluso compró toda la mercancía que veía con el logo o la fotografía del dúo.
El calor de los recuerdos aún ardía en las sienes de Yulia cuando recordó que se
hallaba nuevamente sin amigos, sin amor y sin una verdadera razón para continuar
excepto la inercia. Miró hacia la calle sin saber qué rumbo tomar. Podía ir a casa a de
Monique y hablar con ella pero, ¿de qué serviría? La chica no iba a entender de
razones. Podía volver a casa de Simone, pero su amiga se veía realmente alterada
cuando entró en la casa, además le había gritado que no quería verla. Lo mejor en ese
caso era esperar unos días y llamarla, esperar que todo estuviera mejor y pudieran
hablar. La otra opción era ir a casa, fundirse con el sofá frente al televisor y esperar
que ninguna cucaracha la confundiera con carne fresca. ¿Por qué se encontraba tan
sola? ¿Era su castigo por dejar a Lena? Las lágrimas empezarían a rodar por su rostro
otra vez. Yulia maldijo el momento en que su vida se había ido al vacío y deseó con
todo su corazón despertar en su cama junto a Lena y que todo hubiera sido un mal
sueño. Pero no, ningún sueño o pesadilla dura 4 años.
- ¿Yulia?
La chica se giró y encontró el rostro sonriente del monsieur que se había ido hacía
unos pocos minutos. Sus ojos se desprendieron de las lágrimas que había tratado de
contener y brincó hacia el extraño abrazándose a su cuello. Hundió su rostro en su
pecho y lloró un dolor que nadie, excepto ella, comprendía. Él no dijo nada, había
vuelto sobre sus pasos porque algo le había dicho que lo hiciera y agradecía a aquella
pequeña voz darle la oportunidad de tener entre sus brazos a un ídolo de tantos años.
Quizá se veía débil, quizá no era la luchadora que había sido antes, pero eso no le
importaba. Ya no le importaba que la gente la mirara llorar y pensara que era débil, ya
no le importaba admitir que necesitaba un abrazo. Todo lo que quería era sentirse
protegida, ser vulnerable sin miedo a que en ese momento algo le atacase. Sólo quería
sacar todos esos sentimientos que el pasado había acumulado en su cuerpo. En ese
momento aquél extraño era perfecto, se sentía tranquila y protegida ahí entre sus
brazos, y no le importaba dar rienda suelta a sus lágrimas mientras sus brazos
estuvieran ahí.
- Soy Armand. – susurró abrazando con fuerza a Yulia, mientras la pelinegra seguía
llorando.
-oOo-
CAPITULO 6: En el sentimiento va la condena.
Lena abrió el periódico en una de las páginas centrales, sus ojos se arrastraron hasta
una pequeña nota con una fotografía igualmente pequeña. Se reconoció
inmediatamente a la tierna edad de 17 años. Yulia con 16 años se abrazaba a su
cuello. La nota decía lo siguiente:
"Hace siete años el dúo t.A.T.u inició su meteórica carrera con un éxito dónde le
gritaban al mundo su amor y pedían la comprensión de la gente. El mundo les abrió los
brazos y durante tres años Olegovna Yulia Volkova y Sergeevna Lena Katina fueron las
líderes de movimientos en todo el mundo. Gracias a esas adolescentes enamoradas el
mundo tuvo la oportunidad de vivir el cambio más importante de esa generación. Así
como en los 70’s se inició la liberación femenina, en el año 2000 se inició la revolución
del amor libre. Las fronteras se abrieron. Hubo gente que puso el grito en el cielo pero
el mundo, en especial la comunidad GBTLI[1], le agradecieron a t.A.T.u el inicio de un
cambio. Hace cuatro años se separaron dejando un terrible hueco en el corazón de sus
fanáticos, pero su presencia aún se siente: sus canciones aún suenan en la radio, los
sitios de internet dedicados a ellas aún proliferan en la red y aún ocupan las portadas
de varias revistas a nivel internacional. Este espacio es dedicado a ellas en caso de que
nos lean, hay un mensaje de sus fans: Las extrañamos."
Lena arrojó el periódico furiosa. ¿Por qué el mundo se empeñaba en recordarle a Yulia?
¿Qué si habían sido las iniciadoras de una revolución mundial? ¿Por qué no entendían
que todo se termina, incluso el amor? Yulia no la amaba, tenía mucho tiempo sin
hacerlo pero no había terminado con ella por el bien del dúo y de los fans que tenían
sus esperanzas puestas en ellas. Ella tampoco la quería ya… Eso era mentira, ella aún
la amaba. No, sólo no podía olvidarla. El sentimiento se había muerto mucho tiempo
atrás.
Svetlana vio el periódico deshojado en el suelo y encontró a Lena con el rostro
enrojecido. Dudó en hablarle pues parecía inmersa en sus pensamientos. Finalmente
se decidió.
- ¿Doctora?
Lena quitó la vista del punto invisible donde la tenía clavada. La visión de Svetlana la
regresó al presente. Levantándose de su silla le dedicó una sonrisa a su secretaria,
tomó su mano y cerró la puerta tras ella. Se abrazó a ella intensamente como
queriendo volverse una con ella. Svetlana había aprendido en dos semanas que cuando
Lena hacía algo sin motivo aparente no debía preguntar nada porque detrás de cada
acción se encerraba una poderosa razón que normalmente tenía que ver con el
pasado.
- Svietia, gracias.
- ¿Gracias de qué? – preguntó Svetlana sonriéndole a la dulce pelirroja.
- Gracias por quererme y por soportarme.
- No te soporto, eres una niña encantadora.
- No soy una niña. – replicó Lena a medio puchero.
- Pero SÍ eres encantadora.
Lena sonrió inocentemente. Los ojos violetas de la secretaria brillaron justo antes de
quedar detrás de los párpados cuando un beso nacía en la superficie de los labios de la
princesa pelirroja y terminaba de nacer en los de la rubia. Los pacientes no se
imaginaban que detrás de la puerta donde solían deshacerse de sus traumas estaba
ocurriendo la curación del corazón de la psicóloga. Las manos de Svetlana acariciaban
las cicatrices que había dejado Yulia con su partida y las curaban de manera casi
milagrosa. La pobre no sabía que su amada Lena abría esas heridas por las noches
cuando recordaba la pasión que se había encerrado entre sus sábanas cuando Yulia
aún le hacía el amor. La curación sin embargo, funcionaba en el instante en que
ocurría y Lena podía olvidarlo todo, podía perderse en los labios, en el cabello, en el
aroma y la presencia de Svetlana. Se separaron con una sonrisa, la secretaria abrazó a
su amada.
- ¿Paso al siguiente paciente? – susurró la rubia deseando que la psicóloga dijera que
no.
- Sí, ¿cuántos nos faltan?
- Cuatro. – dijo la secretaria sonriendo.
- ¿Qué vas a hacer hoy? – preguntó Lena cuando Svetlana estaba por salir.
- Ver televisión. – respondió; la rubia. - ¡Ah! Y pensar en ti.
***
El cansancio que la noche cierne sobre las almas de quienes pasan las horas de sol
trabajando no había tocado todavía el departamento de la ex t.A.T.u. Las imágenes se
sucedían en el televisor sin pena ni gloria mostrando una de esas largas películas rusas
de los años 60’s. Lena descansaba su cabeza en las piernas de Svetlana mientras ésta
acariciaba su cabello absorta totalmente en la película que de momento mostraba a
dos mujeres discutiendo. La joven se inclinó sobre Lena y besó sus labios de manera
delicada. Lena se levantó y se dirigió a la cocina, volvió con un plato de papas fritas.
- Eres una tragona. – comentó Svetlaana extendiendo sus brazos hacia su novia.
- Déjame en paz. – respondió Lena enseñándole la lengua a la rubia de ojos violeta.
Svetlana se levantó del sofá y le quitó el plato de las manos a la pelirroja. La tomó de
la cintura y le propinó el beso mas intenso de toda su relación. Lena se aferró al
cuerpo de Svetlana como buscando no caerse de la orilla del mundo donde se
encontraba. La mujer rubia estrechó con fuerza a la pelirroja convirtiendo su beso en
una mortal necesidad. Lena recargó su cuerpo contra el de su amante y ambas
cayeron al sofá. Entablaron una lucha titánica por la posición más alta de las dos,
siendo Svetlana la vencedora. La rubia atacó con besos el cuello de su amada mientras
ésta recorría su espalda. Las manos de Svetlana se concentraron en las caricias que le
proporcionaba al vientre plano y firme de Lena sobre su blusa blanca. Las piernas de
Lena se entrelazaron con las de Svetlana formando un candado imposible de zafar. Sus
pieles gritaban bajo la ropa y se estremecían al menor contacto. La pelirroja se
concentró en sentir cada uno de los besos y de las caricias, entregándose a cada
sensación y emoción. Svetlana rompió lentamente el beso mientras observaba a la
pelirroja preciosa que tenía bajo su cuerpo.
- Lena… te amo.
- Yo… - Lena se detuvo un segundo a pensar,, las heridas nuevamente se abrían y
sangraban el dolor que se había guardado como un veneno en su piel.
Svetlana le sonrió pues sabía que no obtendría la respuesta que deseaba escuchar.
Volvió a besar sus labios esperando que de esa forma Lena olvidara lo que comenzaba
a rondar su mente. Sin embargo un beso y unas caricias no bastaban. Lena comenzó a
pensar en Yulia, en lo que sentía con ella cuando sus caderas se unían y se
desprendían del mundo de los mortales. Todo pareció volver en el tiempo. Sobre su
cuerpo Yulia la besaba y acariciaba entre sus típicas risillas de niña traviesa. Siempre
solía exclamar con una enorme y bella sonrisa cuando se encontraba cara a cara con
su ombligo, esa expresión le daba el aspecto de un niño que encuentra algo muy
divertido. Lena sonrió ante tales recuerdos y jaló hacia ella el cuerpo que la incitaba a
tales momentos de su vida.
Svetlana se dejó llevar por las manos de Lena, después de todo no haría nada que su
amada pelirroja no deseara. Lena tomó una mano de la rubia y la metió bajo su blusa
permitiéndole degustar con el tacto esa piel tan suave como blanca. Sus ojos violeta se
vieron iluminados cuando descubrió el vientre de Lena y se deshizo suavemente de la
blusa. Lena se aferró a ella como temiendo caer sintiendo la piel de Svetlana tan cálida
y suave como la de su pelinegra. La rubia besó el vientre de su amada subiendo
lentamente hasta encontrarse con el sostén de Lena. Por unos segundos la miró
dubitativa y al no obtener una orden clara de restricción pasó sus manos sobre la
espalda de Lena para deshacerse de la prenda íntima.
Lena recordó entonces que no estaba ya con Yulia, que esa ingrata la había dejado
hacía mucho tiempo. Unas lágrimas trataron de huir por sus mejillas pero ella las
contuvo acariciando la nuca de la hermosa rubia de la que ahora era amante al mismo
tiempo que desperdigaba besos sobre el hombro, cuello y la oreja de Svetlana. La ropa
le estorbaba y al mismo tiempo tenía miedo de despojarse de ella. ¿Qué podía hacer?
¿Podía olvidar con Svetlana cada herida mortal inflingida por su primer amor? Debía
intentarlo, o al menos perecer en ello. Con la habilidad que la caracterizaba, se deshizo
uno a uno de los botones de la blusa de su rubia amante. Al poco rato sus pieles
emanaban el aroma combinado de ambos cuerpos mientras la batalla por el control de
cada beso se seguía librando después de una mordida o un viaje al cuello de alguna de
ellas. Svetlana respiraba agitadamente en el oído de Lena y luchaba por deshacerse de
la falda de su jefa. Lena mantenía sus piernas aprisionando a Svetlana sin darle
oportunidad de maniobrar demasiado.
- Svietia, yo… - de golpe cayeron en su mennte cientos de sonrisas y de miradas
compartidas con Yulia. Su presencia era tan fuerte que lograba invadir la mente de la
pelirroja incluso en un momento tan íntimo.
Yulia comenzó a abarcar cada parte de la habitación. Ese torbellino pelinegro que la
amaba en el día y durante las noches le hacía el amor con el mismo frenesí con el que
una oruga se transforma en mariposa. De pronto no podía concebir pertenecerle a una
persona ajena, no podía concebir la posibilidad de abandonarse a sus emociones y
sensaciones sin que ella fuera parte de todo. Lena comenzó a sentirse sucia. No podía
ser que permitiera que alguien que no fuera Yulia la tocara y sin embargo… Svetlana
no había hecho nada malo. Súbitamente sintió la mano de la rubia adentrándose entre
las piernas y su vientre por debajo de su falda. Su única reacción fue empujarla lo más
lejos posible. Svetlana cayó de espaldas en el suelo sin lograr comprender lo que
ocurría. Se irguió de inmediato temiendo haber lastimado a Lena, al hacerlo se percató
de que Lena se encontraba llorando.
- Lena, ¿qué pasó? Lo siento,, ¿te presioné?
- Vete de aquí. – dijo Lena secamentte.
- Pero… niña…
- Vete de aquí, Svetlana. – repitió la pelirroja.
Confundida y medio desnuda como estaba, Svetlana tomó sus cosas y se dirigió a la
entrada del departamento de Lena. No entendía la reacción y el cambio repentino de la
joven pecosa. ¿Había hecho algo mal? Todo iba muy bien hasta que hacer el amor en
el sofá de la sala frente al televisor como adolescentes había parecido inminente. En el
camino se acomodó la ropa como mejor le pareció y antes de salir de la casa se giró
hacia Lena que tenía la mirada perdida en el televisor.
- Lena, lo siento. No era mi intencióe;n herirte. Perdóname si hice o dije algo que te
molestara…
- ¡SVETLANA LARGÁTE! – gritó Lena estallando en llanto y arrojándole la primera cosa
que se había encontrado: una almohadilla.
La rubia salió de inmediato y a Lena no le quedó otra cosa que el ruido de la televisión
y su soledad. Abrazó sus rodillas y deshizo todo su llanto en las mangas de su camisa.
Su cuerpo era solo de Yulia y maldecía a la chica de ojos de zafiro por haberla poseído
de tal manera. La maldecía por haberle robado el derecho a ser feliz lejos de ella.
Detestaba todo lo que se refería a Yulia, comenzando por ella misma y su soledad.
- ¡YULIA TE ODIO! – gritó Lena a la nada mientras en la televisión, sin que ella se
percatara, pasaban un video muy viejo: Ya Shosla S Uma.
Svetlana tenía la oreja pegada a la puerta esperando escuchar a Lena en algún
momento salir a buscarla. Sin embargo con aquél grito sabía que Lena no la iría a
buscar. Suspiró hondamente y dejó que sus pies la llevaran a la calle. Después de todo
no se había equivocado, Lena no podía quererla… mas bien no podía amarla.
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Las pisadas sonaban fuertes y luego disminuían solo para nuevamente oírse con
fuerza. Simone llevaba horas caminando de aquí para allá. Su mente no dejaba de
llevarla a la tarde anterior. Se había portado sumamente grosera con su mejor amiga.
¿Y todo por qué? Porque le había confesado algo que ya esperaba pero que, en el
fondo de su corazón, deseaba que jamás ocurriera. Pasaba suficiente tiempo con
Monique como para darse cuenta de que la joven amaba a su instructora de piano, en
todos sus poemas salían a relucir melenas negras y ojos lapislázuli envueltos en
amores imposibles. Y aún así no podía creer lo que su amiga le había dicho. No podía
concebir que la adolescente la hubiera besado. En silencio maldijo su reacción tan
viseral y trató de descifrar dónde podría encontrar a la pelinegra pues no contestaba
su teléfono.
- ¡Horrible y difícil situación la mía! Lastimar a mi amiga de esa forma tan ruin. – se
regañó a sí misma.
En el instante en que Simone decidía salir a buscar a Yulia su teléfono sonó.
- ¿Yulia?
- No, soy yo Monique. Pasa algo con Yulia ¿verdad?
- Sí, Monique. Iba a buscarla en este momento.
- Todo es culpa mía. – balbuceó la chica desde el otro lado de la línea.
- ¿Por qué dices eso niña?
- La besé, Simone. Fue… es mi culpa… - ahogó un chillido.
- No te preocupes, Monique. Yulia no desapareció por un beso, fue por algo que le dije.
- ¿Discutieron?
- Por así decirlo. Llámame después, voy a buscar a Volkova.
No le dio tiempo de responder a Monique y colgó. Trataba de contener esa emoción
entre cálida y gélida que le había nacido en el pecho.
***
Armand llevaba exactamente 3 horas despierto a los pies de la cama de Yulia, y hacía
dos horas y media que la observaba dormir. En la media hora que no había empleado
en admirar a la pelinegra se había tomado la libertad de usar su baño y ducharse,
después preparó un poco de café y tomó el asiento del que no se había movido desde
entonces. Finalmente la joven murmuró algo sobre apagar el sol, pateó las cobijas dos
veces y enterró su cabeza entre el colchón y la almohada. Armand sonrió al verla tan
pequeña. No daba la impresión de tener 25 años, así dormida le parecía una colegiala
en lunes, es decir, totalmente deseosa de permanecer en cama hasta el final de los
tiempos.
- Buenos días. – murmuró Yulia después de sentarse en la cama adormilada para
después dejarse caer hacia atrás profiriendo una maldición en ruso y quedando
dormida de nuevo.
Armand se mordió los labios para no reírse. Definitivamente parecía una colegiala. Un
par de minutos después, acorde a la tradición de la joven Volkova, se levantó estirando
los brazos como si quisiera crecer un par de centímetros más y bostezó abriendo la
boca tan grande como sus mandíbulas se lo permitían. Ahora totalmente despierta,
Yulia se percató por fin de la presencia de Armand al pie de su cama.
- ¿Qué miras?
- La miro a usted Madmoiselle Volkova.
- ¿No tienes nada mejor que hacer? – preguntó Yulia con ligera molestia en su voz. No
era de su total agrado que miraran su ritual matutino.
- En realidad no. ¿Qué podría ser mejor que observar a una jovencita hablando
dormida?
- ¿Hablé dormida? – preguntó con pánico.
- Balbuceaste un par de cosas en ruso, que por supuesto no entendí. – respondió
Armand en un tono menos formal que el que había estado usando toda la noche.
- Armand…
- ¿Sí?
- Gracias por quedarte anoche. – susurró la pelinegra poniéndose una bata encima.
- Gracias por dejar que me quedara. Tu compañía es lo más agradable que he tenido
en años.
Armand y Yulia se sonrieron dando a entender que las palabras estaban de más
después de una noche como la de ellos. Las confesiones habían estado a la orden y
conocieron cosas uno del otro que nadie más sabía, en el caso de Yulia la única que
sabía esas cosas era Lena. Aún bostezando y rascándose una oreja, Yulia se paró a
conectar el teléfono, a encender el televisor y a prepararse el desayuno. El timbre sonó
unas diez veces antes de que Yulia se exasperara y decidiera abrirle la puerta al
individuo que tocaba como mal nacido.
- ¡¿Dónde es el incendio?! – gritó al abrir la puerta.
Frente a ella estaba Simone, vestida de culpabilidad y un bonito conjunto negro. La
escritora no esperó a que Yulia reaccionara y, probablemente, le cerrara la puerta en
las narices y se lanzó a abrazarla. Cuando lo hacía siempre le daba la impresión de
abrazar a un muchacho delgado. Yulia le regresó el abrazo sin comprender muy bien
qué rayos estaba sucediendo.
- Te estuve llamando, Yulia. Me tenías preocupada.
- Creí que no querías verme. – respondió Yulia con un puchero más que con un
reclamo.
- Perdóname por lo de ayer. No era mi intención herirte o hacerte pensar que no te
creo. Es sólo que… verás… me he encariñado con Monique y… y…
- Y te pusiste celosa. – completó Yulia la frase.
- Sí… eso. – balbuceó Simone mientras su rostro se volvía del color de los atardeceres
sobre el Sena.
Yulia soltó una carcajada tan estruendosa que dos vecinos salieron, en calzoncillos, a
ver qué ocurría en el pasillo. Esto sólo provocó que las risas de Yulia aumentaran y que
Simone la metiera al departamento de un empujón.
- ¡Ya cállate, Volkova! – exclamó propinándole un golpecito en la nuca a su amiga. –
Mejor dime por qué no contestaste el teléfono anoche.
Entre tanto alboroto Armand salió de la habitación donde se había quedado haciendo la
cama. Escritora y señor se miraron desconcertados, uno no esperaba ver al otro ahí.
Simone le dirigió una mirada curiosa a Yulia que para entonces se estaba
"descosiendo" de risa.
- ¿De qué me perdí anoche? – preguntó la rubia esperando una respuesta ya fuera del
extraño o de su amiga.
Un par de horas después Yulia se quejaba del dolor de estómago que le había
provocado cuarenta minutos ininterrumpidos de risa. Simone sintió que fueron los
minutos más largos de su existencia. Armand se había ido hacía bastante rato cuando
Yulia golpeaba el suelo con los pies y los puños llorando de risa.
- ¿Ya te vas a dejar de reír, Volkova? – preguntó Simone con los brazos cruzados
frente al pecho.
- Ya no puedo reírme más. – respondió Yulia respirando con dificultad. – Aunque
podría seguir riendo.
- ¡Volkova! – gritó Simone jalando las orejas de su amiga.
***
Yulia llegó a la casa Poulian y llamó a la puerta. Para su buena suerte sólo Madame
Poulian y Monique estaban en casa y madam Poulian se encontraba demasiado
ocupada como para atender debidamente a su hija y la instructora. Todo parecía
indicar que un nuevo momento a solas llegaría para estudiante y alumna. Recorrió el
conocido camino hasta la habitación de la más pequeña de los Poulian.
- Hola, Monique. – saludó la pelinegra dedicándole una sonrisa a la joven estudiante.
- ¡Yulia! – exclamó la chica tirando todo lo que había en su escritorio.
Yulia se acercó a recoger los papales que habían sido regados por el suelo pero
Monique no le permitió observar nada, en especial un papel arrugado que había sido
arrancado de una libreta un par de horas atrás. Con las mejillas encendidas Monique
se sentó en la cama. Tenía muchos motivos para no poder mirar a Yulia a los ojos, el
papel y el beso que le había dado hacía un tiempo.
- Monique, necesito hablar contigo…
La jovencita miró a Yulia como una rata que sabe que en cualquier momento será
ahogada. Yulia le sonrió con esa mirada increíblemente tierna y con esos labios dulces
y rosas al natural. Sin darle tiempo a pensar qué significaba esa sonrisa, la abrazó.
Monique le agradeció ese gesto y se abrazó a su maestra con una marejada de
sentimientos golpeando sus ojos y su pecho, mientras en su mano el papel misterioso
seguía arrugándose.
- Tú no me amas, Monique. – le susurró Yulia al oído.
- Sí…yo… - negó con la cabeza Monique tratando de explicarle a Yulia que en realidad
la amaba, que había hecho todo por ella.
- No, princesa. Tú sólo has confundido admiración con amor. – Yulia rompió el abrazo y
se arrodilló frente a Monique. – No te cierres a lo que crees sentir. Dime, ¿qué sentiste
cuando me besaste? ¿Fue una sensación parecida al éxito o un sentimiento cálido que
te recorrió desde los labios hasta el estómago iluminando tu día?
Monique meneó la cabeza un rato y después se hundió en sus pensamientos. Evocó
ese maravilloso momento en que había tenido el valor suficiente de traspasar la línea
del respeto y había podido probar los labios de la mujer que más amaba… ¿la amaba?
Miró hacia la gaveta donde guardaba su pequeño universo dedicado a Yulia. Ese beso
no había sido más que una demostración de lo grande que había sido su cariño
durante tantos años de ser su fanática. No, no había sentido esa sensación cálida
llegando desde sus labios hasta su estómago, tampoco había sentido que su día se
iluminara. Había fantaseado sobre Yulia, sí, pero eso lo hacía siempre. Recordaba
haberse sentido exactamente igual que después de comer una gran barra de chocolate
o de haber ganado un pase gratis en el cine.
- ¿En qué piensas todo el día, Monique? ¿A quién le dedicas tu primer y último
pensamiento del día?
La pregunta de Yulia había golpeado otro punto en su corazón. La primera persona en
la que pensaba, por supuesto era Yulia. No, lo primero que hacía era mirar hacia la
gaveta de su escritorio, pero su primer pensamiento estaba dedicado a la clase nueva
que tendría en casa de Simone después de que Yulia pasara por ella. Las horas se le
escapaban esperando que la próxima clase llegara. Simone… pero ella era mucho
mayor. Ya se había dado cuenta de lo que sentía por Simone pero la enorme diferencia
de edades la había obligado a callar, a pensar en Yulia. ¿Estaba enamorada de
Simone? Bueno, ¿cómo podía no enamorarse de esa mujer tan exuberante, tan
hermosa, tan elegante, delicada y al mismo tiempo fuerte? ¿Cómo podía no haberse
enamorado de la exquisita forma de hablar, la manera que tenía Simone de volverlo
todo hermoso? Estaba enamorada de su prosa, de su elegancia, de la forma con que
su cuerpo se movía entre los libros y la manera en que sus manos se posaban sobre
sus hombros cuando tenían clase. Finalmente, Monique levantó la mirada hacia Yulia.
- Tienes razón… Me…
- Te obsesionaste conmigo, eso es todo. Es normal tratándose de mí. – dijo la
pelinegra agregando un coqueto guiño en su última frase provocando que Monique se
sonrojara.
- En realidad estoy enamorada de Simone… pero ella jamás me hará caso. Ella es una
mujer madura, de mundo… y yo… sólo una niña sin talento.
- Creo que debes hablar con Simone. – respondió Yulia sonriendo y dándole su libreta
para escribir. – Vamos.
Monique corrió escaleras abajo, ansiosa de ver a la mujer que amaba, que realmente
amaba. Incluso si amar sonaba demasiado drástico, lo que ella sentía por Simone
difícilmente podría sentirlo por alguien más. Yulia la miró correr y casi tropezarse con
sus propios pies.
- Hoy, a pesar de todo, fue un excelente día. – murmuró para sí misma.
-oOo-
La cabeza le dolía como si una estampida de elefantes hubiera estado jugando carreras
contra otra dentro de su cerebro. Toda la noche había sido lo mismo y había
comenzado cuando dejó de llorar como histérica. No había sido la reacción propia de
una psicóloga pero no había logrado controlarse. Todos sus estudios no le servían de
nada cuando se trataba de Yulia. Ella siempre la había sacado de balance, siempre
había conseguido que su mente se volviera una especie de licuadora donde lo único
constante era un torbellino. La bocina de un auto la despertó con un tremendo golpe
en las sienes, sin darse cuenta se había quedado parada a la mitad de la calle cuando
cruzaba de una acera a otra hacia su consultorio. Sacudió la cabeza y siguió su paso.
Se sentía mal por lo que había ocurrido con Svetlana, no tenía por qué desquitarse con
ella. Después de todo, lo único que Svietia había hecho era devolverle el amor que
Yulia se encargó de desquebrajar. En el elevador se decidió, le ofrecería disculpas a
Svetlana y luego, tal vez, podrían hacer el amor en su oficina. Lena sonrió, sí, iría
hasta el escritorio le daría un gran beso y luego invitaría a Svetlana a su oficina.
- ¡Svietia…! – se interrumpió a s&iaacute; misma cuando se encontró con una morena
que acomodaba los papeles del escritorio.
- ¡Buenos días, doctora! Soy Nadine.. Svetlana me pidió que la viniera a reemplazar.
- ¿Dónde está? – pregunt&oacuute; angustiada.
- No lo sé, doctora. Sólo me pidió que viniera.
- ¿Va a regresar? – Lena sonaba cada vez más desesperada.
- Doctora, de verdad quisiera ayudarla pero no sé nada. Svetlana sólo me pidió que
viniera a suplirla. ¿Hago pasar a su primer paciente?
La mente de Lena se volvía más turbia a cada segundo y las estampidas de elefantes
volvían a jugar carreras en su interior. Asintió débilmente con la cabeza y entró a
refugiarse a su consultorio. Lo había arruinado todo, también había logrado que
Svetlana se fuera. Primero Yulia, luego Svetlana, ¿seguiría así para siempre? ¿Alejaría
a todas las personas que la amaran?
***Flashback***
- ¡Lenochka! ¡ Lenochka! ¡ Lenochka! ¡Le…!
- ¡Ya cállate Volk! – rió Lena tratando de concentrarse en su libro.
Yulia cesó sus brincos y metiéndose a la boca la paleta de fresa que había estado
comiendo se concentró en un punto lejano del parque. En el otro extremo una chica
iba de aquí a allá sobre sus patines. La pelinegra, al no obtener atención alguna de su
novia decidió concentrarse en aquella mujer que patinaba con tanta gracia. La chica
pronto notó la mirada interesada de Yulia por lo que comenzó a hacer acrobacias más
y más interesantes. La multitud la ocultó unos segundos y la desapareció. Yulia suspiró
lamentando haber perdido su entretenimiento. Volvió la mirada a Lena pero la pelirroja
seguía con la nariz hundida en su libro. Al instante apareció la chica de los patines, y
con una bella sonrisa la invitó a acompañarla.
- ¿Lena?
- ¡¡Volkova Yulia Olegovna déjame leer!! – exclamó totalmente furiosa la pelirroja.
Yulia tomó los patines que le había llevado la chica y se fue a patinar con ella. Le
dieron muchas vuelvas al parque y jugaron a muchas cosas incluyendo carreras.
Cuando Lena por fin terminó el libro buscó a su novia y lo único que encontró fue un
vacío. A través de los rayos que disparaban las lámparas del parque alcanzó a ver a
Yulia tomada de la mano de una chica. Se paró totalmente histérica, no podía creer
que Yulia hiciera de eso. La pelinegra por su lado dominaba ya a la perfección las
piruetas y los saltos que la chica le había enseñado.
- ¡Lo hiciste, Yulia!
Yulia brincó de gusto al haber podido realizar un brinco combinado con un giro de 360°
sin embargo olvidó que tenía los patines puestos y el brinco de emoción fue tal que
tropezó y se fue de bruces. La chica la ayudó a levantarse riéndose como dos locas.
- ¡Volkova! ¡Eres increíble! – exclamó Lena furiosa.
- ¿Qué hice? – chilló Yulia corriendo detrás de Lena que ya le llevaba un buen tramo. -
¡Lena!
La pelirroja se giró únicamente para estampar su mano contra la mejilla de Yulia. Sus
ojos grises eran dos lagunas cubiertas por niebla y la pelinegra no sabía qué había
pasado. Hipnotizada por el dolor de aquél querido rostro se congeló en su sitio con una
mano en la ofendida mejilla. Lena siguió su camino con gruesos lagrimones
escurriendo por sus mejillas y mojando la calle. Yulia no pudo reaccionar sino hasta
que su amada salió de su rango de visión.
- ¡¿Cómo se atreve?! – le gritó Lena a una almohadilla del sofá preferido de Yulia.
Unas horas después Yulia llegó a casa con un ramo de flores. No se atrevió a hablar
con Lena pues su orgullo aún estaba herido después de tremenda bofetada. Se sentó
frente a la pelirroja y le extendió la media docena de rosas. Lena tampoco dijo nada,
seguía indignada. Tomó el ramo y abrió la tarjeta:
TE AMO
Yulia le sonrió a través de la mesa.
- No sé qué te hice pero… ¿me perdonas?
- No.
***Fin Flashback**
Aquella había sido la primera pelea del resto, el preludio al final de su relación. ¿Y todo
por qué? Por celos, estúpidos e infantiles celos. Yulia no había hecho nada,
simplemente había buscado algo en qué entretenerse mientras ella se encontraba
sumergida en su novela. Además, el gesto de llevarle un ramo de rosas y disculparse
sin necesidad había sido hermoso. Pero no, tenía que ser estúpida y arrojarle el ramo.
Había sido su culpa, se había terminado todo por su culpa, y ahora también alejaba a
Svetlana.
Los pacientes pasaron frente a sus ojos, todos iguales, no distinguía rostros y sólo se
limitaba a asentir y decir que había avance que se verían la próxima semana.
- Dra. Lena, debería tomarse unas vacaciones. Se ve muy cansada. – dijo una de sus
pacientes antes de salir.
Tal vez eso era lo que necesitaba, vacaciones. Sí, vacaciones de sí misma. Se preguntó
si en las agencias de viaje habría algún paquete que pudiera meter su alma en una
botella y guardarla ahí para siempre. Svetlana… no podía pensar en otra cosa. No
podía sino recordar sus hermosísimos y raros ojos violeta mirándola enamorada.
Necesitaba ese amor, necesitaba sanar sus heridas, curar todas esas culpas. Svetlana
le ofrecía ese mundo en sus brazos, en sus ojos. En ese momento la puerta se abrió,
era la chica que había estado supliendo a Svetlana.
- Doctora…
- Ya no más pacientes Nadine… hoy yaa no.
- Ya no hay mas pacientes, doctora. Sólo… algo que le llegó.
¿Algo? Lena arqueó las cejas y se dirigió a la puerta, pero antes de que pudiera salir
un enorme ramo de flores, violetas, rosas, tulipanes e incluso una rarísima flor llamada
ave del paraíso. Lena cayó casi desmayada en su asiento. Aquello debía ser una
alucinación provocada por el cansancio y la preocupación. Era enorme, un metro
cincuenta tal vez. Y de entre las flores salió un rostro familiar.
- ¡Svetlana! – gritó Lena lanzándose a los brazos de la rubia que inmediatamente hizo
a un lado el enorme arreglo para abrazar a su pelirroja.
- Veo que estás de mejor humor. – sonrió.
- Te extrañé. Svetlana, perdóname por favor… yo… - la rubia calló a Lena con un dedo
sobre sus labios.
- Vamonos de Moscú. – susurró; Svetlana provocando cierta mirada de pánico en
Lena. – Vamos a otra ciudad a disfrutar del tiempo, de ti y de mi. Vamos a Paris.
- ¿Paris? ¿Hablas en serio? ¿Paris? – sonrió Lena sin poder creer lo que escuchaba.
- ¡Claro! – respondió la rubia sonriéndole.
Lena se dirigió a la puerta cerrándola con seguro. Se giró hacia Svetlana que la miraba
desconcertada. La pelirroja se acercó a su compañera abrazándola por el cuello.
- Debemos irnos si queremos alcanzar a hacer tus maletas. – sonrió nerviosa Svetlana.
- Ajá. – susurró Lena en el cuello de Svetlana besándola y subiendo hacia sus labios
donde se detuvo jugando mágicamente con su boca.
Svetlana se sostuvo de lo primero que encontró a la mano, la orilla del escritorio. Lena
era rápida y hábil, de repente ya se encontraban frente a frente con la ropa arrugada y
besándose como sólo se puede besar al sol después de una larga y fría noche. Lena se
detuvo un segundo a mirar a su querida rubia, sus ojos violeta la hipnotizaban, su piel
erizada bajo su contacto era adorable. La pelirroja comenzó a deshacer los botones de
la blusa de la rubia besando y mordiendo los lunares que salpicaban su mirada
mientras se abría paso entre el algodón y la piel nívea. Svetlana no podía reaccionar y
sólo se concentró en controlar su respiración. ¿Qué le pasaba a Lena? ¡A quién le
importaba! Ahogó un gemido en la garganta mientras Lena besaba su vientre ya
desnudo. La blusa azul cayó con presteza sobre el escritorio tirando un par de cosas en
su camino, entre ellos un portarretratos con un recorte de periódico. Lena mordió los
labios de su amante jalándola hacia su diván. Ese cómodo diván color vino que las
había observado con tanta ansiedad durante tantas semanas por fin las sentía sobre su
superficie de piel. Svetlana no tuvo que esperar más tiempo para quitar la blusa de
Lena y revelar sus blancos, hermosamente formados senos. Eran sostenidos por
apenas un sostén de encaje que sólo cumplía su función como ornamento. Sus manos
se apoderaron de aquellas montañas sintiendo el cuerpo de Lena reaccionar ante sus
caricias. La falda de Lena no tardó en encontrarse con el suelo observando la escena
entre una maceta y una arruga de la alfombra. Los jadeos de Svetlana se confundían
con los de Lena superándose unos a otros en intervalos disparejos. El diván absorbía el
sudor de Lena con avidez y aquél que no lograba consumir lo esparcía por su
superficie. Svetlana podía verse reflejada lejanamente en los ojos grises de su pelirroja
amada.
El sol comenzaba a deslizarse sobre las ventanas de la oficina de Lena soplando sus
rayos sobre los cuerpos entrelazados y desnudos de dos mujeres. Svetlana respiraba
con dificultad pero no le importaba, nada importaba ni el sudor que pegaba su cabello
a su cráneo, ni tampoco la ropa que después tendrían que recoger de estar regada por
todo el consultorio, no importaba pues Lena se veía hermosa bajo su cuerpo y entre
sus brazos. Sus pecas resaltaban un poco mas a través del resplandeciente elixir
salado que le cubría el rostro. Su cabello rizado se veía un poco enmarañado pero igual
era hermosa. Svetlana besó la frente de su jefa sin dejar de acariciar su cuerpo con
ese cariño propio de quien entrega el alma en apenas el roce que provoca la yema de
su dedo contra la piel de la persona amada.
- Gracias, Svietia. – susurró Lena al oído de su rubia.
- Gracias a ti, mon amour. – respondió aquella guiñándole un ojo.
***
En el aeropuerto la gente iba y venía, ya nadie parecía reconocer a Lena. Supuso que
sin Yulia ella era sólo otra chica bonita. Svetlana le tomó la mano y se la besó
delicadamente. En las caricias de la rubia no había malicia, no había ni siquiera un
deseo salvaje o puramente carnal. Ese viaje sólo buscaba unirlas más. No había
preguntado nada sobre esa noche en su departamento, ni se le veían intenciones de
hacerlo, igual que tampoco comentaba nada sobre lo ocurrido en el consultorio la
noche anterior. La última vez que Lena había viajado en avión había sido en un jet
privado que habían rentado especialmente para la banda y su staff. Esto no se parecía
en nada a eso, era clase turista y un niño corría por el pasillo, pero no importaba.
- Quítate esas barreras, Elena. – see dijo a sí misma. – Puedes confiar en ella.
- ¿Quieres maní? – preguntó Svetlana sin saber lo que pasaba por la mente de su
amada.
Lena sonrió, hizo a un lado la pequeña bolsa de maní, pasó sus manos alrededor del
cuello de Svetlana y la besó. Sus labios estaban salados por la botana y su boca sabía
un poco a pasta de dientes y maní. La pelirroja sonrió mientras sentía las miradas caer
sobre ellas y alejarse, al tiempo que el avión tomaba velocidad y ella hacía caso omiso
a la azafata. Por primera vez en cuatro años se sentía libre y capaz de desafiar al
mundo entero.
- Gracias, mi estrella. – susurró Lena al oído de Svetlana.
-oOo-
CAPITULO 9: El pasado en el Espejo
Yulia se puso la gabardina frente al espejo. ¿Qué tenía ante sus ojos? Una chica adulta,
cansada, harta de la vida, el brillo salvaje que alguna vez tuvieron sus órbitas azules
se había apagado para siempre, los huesos se dibujaban en sus costados consecuencia
de las frugales comidas de los últimos meses. ¿Quién era esta joven? Una maestra de
piano, una joven rusa que vivía en Paris y tenía un pésimo francés que el tiempo no
había podido mejorar, una ex cantante, una estrella que había dejado de brillar, esa
joven era Yulia Volkova, la mitad rebelde del extinto dúo t.A.T.u. Recorrió con la
mirada su cuerpo, delgada, ojeras sombreaban su rostro dándole un aspecto de
ultratumba. Demasiado blanca, demasiado sola, demasiado destrozada. ¿Dónde había
quedado el fuego? ¿Dónde había quedado la emoción, la pasión por la música, por la
vida? Extinguido… todo había muerto en una guerra, la guerra que su corazón sostuvo
contra la soledad, contra la fría mirada de Lena, contra el amor.
¿Quién era entonces la joven que la miraba a través de la única ventana entre una
habitación real y una mera copia?
–No te conozco. –susurró acariciando el reflejo.
La joven le devolvió la caricia y le respondió con una mirada triste que se perdió en
una lágrima. Yulia se despegó del espejo, se terminó de acomodar la gabardina y salió
del departamento. Iba retrasada para reunirse con Armand y Simone.
***
Las noches en Paris eran incluso más hermosas que los días. El clima era delicioso,
Lena había estado en Paris muchas veces en su vida pasada pero jamás había tenido la
oportunidad de disfrutarla como entonces. Svetlana besó su mano ante la mirada
reprobatoria de una anciana justo antes de que el semáforo peatonal cambiara a
verde. La pareja cruzó la calle hacia un pequeño café que según Dominique, el
conserje del hotel, vendía el mejor café de todo Paris. Lena eligió una mesa que tenía
posición privilegiada por poder observar lo que ocurría en dos calles diferentes con
apenas un ligero giro de cabeza. Era muy feliz. Paris. ¿Cuándo había sido la última vez
que estuvo ahí?
***Flashback***
–Bon jour… bon voyage… merci… ¡salut!
–Yulia, deja de balbucear en francés.
–¡¡Je suis trés borracha!!
–No puedo creer que te dejé beber tanto. –se reprochó Lena empujando a Yulia quien
se dejó caer cuan larga era sobre el asiento del auto riéndose histéricamente.
Lena miró a Yulia como un bicho raro mientras Iván les daba una mirada divertida
desde la parte delantera del auto. El conductor también les sonrió en el espejo
retrovisor, Lena pudo advertir que ambos hombres estaban a punto de carcajearse. La
pelirroja por su parte ya no soportaba a la pelinegra. Llevaba horas comportándose de
esa forma, dudaba seriamente que siguiera borracha pero su comportamiento…
–¡Yulia! –gritó Lena.
La joven de ojos zafiro había sacado la mitad del cuerpo y estaba gritando un cliché de
una película americana muy famosa y ganadora de muchos premios de la academia en
el 2000, además estaba gritando cosas en francés que había escuchado en una
canción. Lena la jaló del pantalón metiéndola en el auto.
–¡¡Yulia en serio!! ¡Te vas a matar! ¡Compórtate!
– Lena… –susurró Iván.
– ¿¡Qué!?
Iván se llevó el dedo a los labios y luego señaló a la pequeña Yulia. Lena, que ya
estaba harta de escuchar a Yulia cantando y gritando y haciendo exhibición y media
siguió el dedo de Iván furiosa solo para encontrarse que su petit amie estaba dormida.
Se había hecho un ovillo en el asiento y dormía tranquilamente con una mano bajo su
mejilla. La escena enterneció a la pelirroja que inmediatamente arropó a su novia con
su suéter. En ese momento el auto se detuvo en un semáforo a unas pocas cuadras de
la Torre Eiffel.
–Yulia. –susurró en el oído de la pelinegra. –Despierta, no puedes perderte esto.
Yulia murmuró algo ininteligible y besó la mano de Lena para después usarla como
almohada. Lena sonrió acariciando los teñidos cabellos con su mano libre y
contemplando maravillada el hermoso espectáculo que Paris le ofrecía. Una perfecta y
cálida noche, la Torre Eiffel iluminada y contagiando su fulgor a Champs Elysées.
Excelente bienvenida.
***Fin de Flashback***
Claro que lo recordaba. Había sido una hermosa experiencia. Lástima que la última que
pudo vivir junto a Yulia. El concierto en Paris fue el último antes del concierto de Praga
que desató la separación y desintegración de t.A.T.u. No, Lena no había olvidado nada
de esa gira.
- ¿Lena?
La pelirroja volvió al presente con una bocanada del aire frío parisiense. Los ojos que
la atravesaban eran violetas y no azules, esto le provocó un sobresalto. Svetlana la
miró sin decir nada, pensó que seguro la había sacado de un pensamiento importante
así que se limitó a pedir disculpas con un beso en la mejilla. Lena la miró como se mira
a un extraño que acaba de hacer algo realmente estúpido y después clavó la mirada en
su café.
***
Yulia entró en el café y pidió un moka. La imagen reflejada en el mostrador seguía
recordándole la niña triste en que se había convertido. Le sonrió a su reflejo y miró
alrededor mientras la joven que atendía le tenía listo su café. La imagen por la mañana
siempre era la misma. El hermoso café se llenaba de turistas y de vecinos que
conocían la buena calidad de las bebidas calientes del lugar. Era curioso, pero los
vecinos del café siempre se sentaban adentro mientras que los turistas preferían las
mesas de fuera, ahí era donde sus ojos apuntaban con mayor atención. Una cabeza
pelirroja captó su mirada. ¿Podía ser Lena? ¿Podía ser posible que estuviera en Paris?
- Yulia, tu café.
- Gracias.
- Salúdame a Monique, por favor.
¡Monique! Miró su reloj notando que la manecilla pequeña señalaba las 10 y la
pequeña apuntaba al 2. ¡Diez minutos tarde! El auditorio donde era la cita quedaba a
treinta minutos y ya iba tarde. Tomó su café y salió corriendo, literalmente. Pasó junto
a la pelirroja pero se obligó a no mirarla, había pasado sus primeros años alucinándola
en cada cabellera roja, había sufrido mucho y no deseaba volver a eso.
Casi una hora después la pelinegra llegó al auditorio donde Armand, Monique y Simone
la esperaban impacientes. Armand fue el primero en verla e inmediatamente le lanzó
una serie de preguntas sobre su retraso, Yulia se disculpó y nadie dijo más del asunto
al notar su desmejorado aspecto.
- Te ves fatal, Yulia.
- ¿De veras? No he dormido bien. – se disculpó la maestra.
Yulia les dirigió una mirada tranquila y se empezó a pasear por el escenario probando
la acústica con repentinas palmadas o golpes con los pies o diciendo una “A” abierta y
sostenida. La acústica del lugar era buena y su método poco convencional, se
convenció de esto último al mirar las caras sorprendidas de sus amigos. Sonrió
apenada coloreando sus mejillas de un carmín leve y bajó de un salto hacia los demás.
- Está perfecto, Armand.
- Yulia… - susurró Monique asustada - ¿En verdad piensas dar el recital?
- ¿Qué recital? ¡Ah! ¡Ese recital! No, no exactamente. ¿No se los explicó, Armand?
- No, Armand no les explicó nada porque esta fue idea tuya Yulia mon amour. –
respondió el caballero besando las mejillas de la pequeña pelinegra.
- Está bien se los explicaré. Todo este tiempo hemos estado mintiéndoles a tus padres
Monique haciéndoles creer que estamos ensayando para un recital. En realidad es una
mentira a medias. – Monique le dio una mirada interrogante al mismo tiempo que
Simona arrugaba el entrecejo tratando de descifrar lo que su amiga planeaba – Veras,
sí vamos a dar una presentación pero no será de piano.
- ¿No? ¿Entonces? – preguntó Simone acariciando el cabello de Monique.
- Aquí, en este escenario. – y Yulia subió al mencionado abriendo las piernas y los
brazos como solía hacerlo en los conciertos de t.A.T.u - Monique presentará a varios
editores y otros intelectuales, amigos de Armand y Simone, en lo que ha trabajado
durante este tiempo. Invitaremos a la prensa, a tus padres Monique y verán lo genial
que eres. ¡Todo mundo lo verá! Tus padres tendrán que reconocer el talento de su
hija.
Armand le dio una palmada en la espalda a Monique y un beso en la cabeza a Yulia.
Ambos se abrazaron y miraron a Monique esperando una reacción. Simone por su
parte tenía la boca abierta no sabiendo qué hacer ni qué decir. La joven sin embargo
estaba atónita, sin expresión alguna, sin emoción alguna en su rostro. De pronto se
puso pálida y apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos.
- ¿Qué pasa Monique? – preguntó Armand alarmado.
- ¡No! ¡No pueden! – empezó a gritar la chica. - ¡¿Por qué no me dijeron nada?!
- Monique… creímos que te gustaría. Después de todo para esto has estado trabajando
con Simone. – se disculpó Yulia.
- ¡No quiero! ¡No! ¡No, Yulia!
- Cálmate. – Simone tomó las manos de la chica notando el terrible temblor que la
azotaba, la chica estaba asustada - ¿Por qué no quieres hacer la presentación? Es una
gran oportunidad.
- Mi padre… no lo soportaría… y…
- Tu padre estará orgulloso cuando vea tu talento. ¡He leído tus trabajos Monique, son
grandiosos! – trató de animarla Armand.
- ¡No lo entienden! ¡Mi padre mataría a Yulia si se enterara de este… este engaño!
Monique comenzó a llorar desesperadamente, se soltó de las manos de Simone y salió
corriendo del auditorio. La escritora trató de detenerla pero la expresión en la cara de
Yulia la detuvo. La chica rusa parecía a punto de desmayarse. ¿Qué podía hacer?
¿Seguir a la niña o quedarse con su amiga? Ambas necesitaban a alguien.
- Ve por ella. – susurró Yulia.
Simone obedeció. Armand notó también la palidez acentuada de Yulia, algo no andaba
bien. La obligó a sentarse en el borde del escenario, tomó sus manos y se las besó.
- ¿Qué pasa contigo, Yulia? No estás bien.
- Tú qué sabes, me conoces hace muy poco.
- Te conozco lo suficiente para saber que no estás bien. ¿Has estado comiendo?
- Sí.
- ¿Duermes bien?
- Sí, Armand. Estoy comiendo bien y durmiendo bien. Estoy bien.
Yulia miró al os ojos a Armand para convencerlo de que todo estaba bien y que no
mentía. Sin embargo ella sabía que las cosas no andaban bien. Llevaba muchas noches
soñándola, a ella, esa hermosa pelirroja. No podía sacarse a Lena de la cabeza, había
vuelto del pasado a atormentarla nuevamente. Había pensado que Lena formaba parte
sólo de su pasado, pero seguía estando presente. Seguía atormentándola con besos
inexistentes, con caricias por la noche que sólo eran recuerdos que soplaban en el
viento.
***
Svetlana salió del cuarto de baño y se encontró a Lena recostada dándole la espalda.
La rubia se recostó junto a su hermosa pelirroja pensando en qué podía pasar dentro
de su cabecita. Pasó un dedo por el brazo de Lena acariciándola sin preguntar nada, de
pronto escuchó que la pelirroja sollozaba.
- ¿Qué ocurre, Lena?
- No es nada, Svet.
- Te amo. – murmuró la rubia abrazando a Lena sin preguntarle nada más.
Silenciosamente Lena agradecía estos gestos de Svetlana, no deseaba mentirle, ni
quería tampoco confesarle la verdad. ¿Cuál era esa? La verdad era que extrañaba
mortalmente a Yulia. Durante esos cuatro años había soportado perfectamente su
ausencia, había sido fuerte, después de todo Yulia había tenido toda la culpa de su
separación y no tenía por qué llorarle. Sin embargo el tiempo había dejado abiertas las
heridas y ahora, en Paris, en ese sitio que había sido su último paraíso antes de caer
definitivamente al infierno, las heridas dolían más que nunca.
Odiaba a Yulia. La odiaba con todo su ser. La había lastimado tanto. ¿Por qué su
recuerdo le hacía tanto daño y al mismo tiempo le daba tanta felicidad?
*** Flashback ***
Estaban nerviosas, y se miraban una a la otra sin saber qué hacer. Las habían invitado
a uno de los cientos de los llamados talk shows de Estados Unidos, uno de tantos que
llevaba el nombre de la conductora. Yulia y Lena buscaban a Ivan con la mirada y no
aparecía por ningún lado. Beata y los guardaespaldas miraban en todas direcciones
nerviosos. Nunca habían pisado un escenario sin que Ivan estuviera tras bastidores por
cualquier situación que pudiera darse. Sin embargo el programa empezó y el
representante no aparecía.
- Hola, hola. Esto es Sabrina, conmigo: Sabrina.
La anunciadora apareció detrás del público. Se trataba de una señora gorda, con el
cabello anaranjado y una estrafalaria manera de vestir. Su sonrisa burlona estaba
enmarcada en labial rojo. Sabrina saludó a su público recibiendo una calurosa
bienvenida manejada por un foco rojo de “Aplausos”.
- Han escandalizado al mundo, han atemorizado a los padres todo al rededor del globo.
Ellas son, Yulia y Lena: ¡¡t.A.T.u!!
Yulia y Lena buscaron desesperadas a Ivan pero aún no aparecía. Tuvieron que salir a
escena y rogar que todo saliera bien. Sabrina les aplaudió con sus enormes manos
provocando que su grupo de zombies del público la imitaran.
- Pasen, pasen, siéntense chicas.
Yulia buscó a Beata con la mirada. Nadie les había dicho que serían panelistas en el
programa. El staff de t.A.T.u se movilizó rápidamente. Lena podía ver a Beata
peleando con el floor manager pero no podía escuchar nada de lo que ocurría. Sabrina
se acercó a las chicas con esa enorme, anaranjada e hipócrita sonrisa. Yulia se sentó
en el sillón blanco que estaba en el set e invitó a Lena a sentarse en sus piernas.
Terminaron retirando el otro sofá que no habían querido utilizar.
- ¿Cómo están chicas?
- Bien, Sabrina. – respondió Yulia tratando de conservar la calma.
- Eso me parece bien. Bueno chicas el tema de hoy es la infidelidad, ¿han sido infieles
entre ustedes?
- Sabrina, no nos dijeron que seríamos panelistas. – respondió Lena con toda la
agudeza que la caracterizaba.
- Oh, lo sé querida, lo sé. Pero Sabrina siempre hace preguntas a sus invitados sobre
el tema del día antes de pasar al interludio musical de Sabrina. – respondió la enorme
conductora con una sonrisa sospechosa. – Sean buenas chicas y respóndale a Sabrina
y a su público.
Las jóvenes se miraron y volvieron a buscar a su staff con la mirada. Lo único que
recibieron fue una negativa, Ivan aún no había llegado. Yulia tomó la mano de Lena y
le sonrió a la conductora.
- La infidelidad es una muestra de que tu pareja ya no te importa.
- ¿Entonces ustedes nunca le han sido infiel una a la otra?
- No, Sabrina. – se apresuró a responder Lena.
La conductora les dio la espalda mirando a su público de frente, les sonrió haciéndoles
una señal cómplice. Se giró nuevamente hacia las jóvenes.
- Sabrina siempre tiene sorpresas bajo la manga. Esta vez no es la excepción. Tengo
un video que a todos nos interesará.
El estudio se oscureció y una enorme pantalla bajó del techo a la izquierda de las
t.A.T.u. Sin saber lo que les esperaba ambas miraron la pantalla abrazadas. El video
empezó al son de All the Things She Said, su primer sencillo, retomando imágenes de
los conciertos y de videos pasados. La música se apagó y dejó paso al sonido original
del video que ahora mostraba a Yulia con el ceño fruncido mirando a todos lados como
esperando a alguien. Tamborileaba sus dedos en la mesa mientras sorbía una
limonada auxiliada por una pajilla larga. Una chica de cabello castaño y largo hasta la
mitad de la espalda apareció en la escena acercándose hacia Yulia. La sorprendió por
la espalda y Yulia se apresuró a saludarla. La recién llegada se sentó de espaldas a la
cámara y repentinamente esquivó todos los objetos en la mesa para besar a Yulia. En
ese momento la imagen se congeló y las luces se encendieron de nuevo.
Yulia miraba atónita la pantalla y sus ojos saltaban de ella a Sabrina y de la conductora
a Lena. De pronto todo se oscureció durante un segundo, había recibido una bofetada
demasiado fuerte. Lena se encontraba de pie frente a ella con el rostro enrojecido y las
lágrimas hirviendo en sus ojos.
- ¿¡Cómo pudiste!?
- Lena… nena… - balbuceó la pelinegra aun en shock por el beso congelado en la
pantalla.
- ¿Cómo Yulia? ¿¡Cómo!?
En ese instante llegó Ivan al estudio y al mirar la pantalla supo que las cosas no
andaban bien. Las habían llevado ahí con engaños y no podía permitir que el mundo
viera a sus estrellas pelear. Ordenó que el equipo cubriera todas las cámaras y los
televidentes no pudieron ver más de lo que ocurría. Ivan se precipitó sobre Lena que
seguía llorando y de cuando en cuando golpeaba a Yulia gritándole cosas en ruso que
nadie, salvo ellos, entendían. Beata levantó a Yulia y la alejó de Lena que la miraba
con ganas de matarla y se debatía entre lágrimas, gritos y el sonido de su corazón
haciéndose pedazos. Ese fue el fin.
***Fin de Flashback***
Lena comenzó a llorar. La noche había caído hacía muchas horas y Svetlana dormía
tranquilamente a su lado. Mordió la almohada, ya no deseaba pensar en ella y sin
embargo Yulia se le aparecía en cada esquina de la vieja y hermosa ciudad. ¿Por qué
había tenido que arruinarlo todo? ¿Por qué no le dijo que no se fuera? ¿Por qué se
quedó a observarla partir? Lena lo sabía, lo recordaba perfectamente. Fue en el
aeropuerto, en el último lugar que las vio juntas.
*** Flashback ***
- Pasajeros con destino a Roma, favor de abordar por la puerta A7.
Yulia tomó una pequeña mochila y se la echó al hombro, se ajustó la gorra y empezó a
caminar hacia la puerta que habían indicado. En ese instante escuchó su nombre, se
giró con discreción pensando que tal vez sería alguna fanática, pero no era así, era
Lena. Ambas se miraron a escasos centímetros una de la otra.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó Yulia.
- ¿Así que es cierto? Te vas.
- Sí.
Ambas enmudecieron y se miraron a los ojos. A través de las gafas oscuras Lena podía
adivinar los ojos de Yulia ansiosos por escuchar algo de los labios de la pelirroja; y
Yulia podía observar perfectamente los ojos de Lena con las lágrimas a punto de salir.
- Pasajeros con destino a Roma, favor de abordar por la puerta A7.
Yulia interrumpió el contacto visual escuchando con atención a la voz que le decía que
debía irse o no se iría jamás. Miró a Lena y todos sus músculos le gritaron que la
abrazara, más su mente fue más sabía y le obligó a mirar en otra dirección. La
pelirroja la observó titubear pero no sabía a qué se debía. ¿Acaso no quería irse?
- Adiós, Elena.
Yulia nunca la había llamado así. Definitivamente era el adiós. No había esperanza.
Yulia empezó a cambiar lejos y de pronto se detuvo, se giró quitándose las gafas.
- Yo jamás te engañé.
Eso encendió la mecha en el interior de Lena. Ella lo había visto con sus propios ojos.
¿Cómo podía decirle que no la había engañado? ¡Ella lo vió todo! Nadie se lo contó, lo
vio! ¡Cuánto cinismo cargaba Yulia Volkova en ese cuerpo tan pequeño!
- ¡Lárgate de aquí, Volkova! ¡No puedo creer que sostengas tu mentira!
Yulia vio correr a Lena hasta perderse entre la multitud, suspiró y subió al avión que la
alejó de Rusia.
***Fin de Flashback***
Yulia miraba la luna recordando aquella despedida. Cuatro años. Ya no tenía caso
pensar en eso. No volvería ver a Lena. Azotó la puerta y se tiró sobre la cama. Ojalá el
mundo no amaneciera mañana, pensaba. ¿Qué caso tenía? Su trabajo con Monique no
había dado frutos, la niña no quería presentar su trabajo. Su vida amorosa era un libro
acedo. Su vida personal se iba por un hoyo negro nuevamente. No tenía nada, igual
que cuatro años atrás.
-oOo-
***
¡¡¡t.A.T.u ha renacido!!!
Por Pierre Cassel
PARIS, FRANCIA. Luego de pasar 4 años en el exilio las rusas que iniciaron la famosa
revolución gay con sus polémicas canciones como All the Things she Said y Not gonna
ge tus, ha vuelto y lo hicieron para quedarse. Se nos ha dicho que Lena Katina y Yulia
Volkova se reencontraron en el departamento donde la última había estado viviendo
desde su llegada a Paris. La feliz pareja declaró que tienen grandes planes para los
fans que las han esperado todo este tiempo. Habrá que ver qué es lo que tienen estas
mujeres ahora mucho mas maduras de lo que recordamos. Estén pendientes hay
fuertes rumores de un próximo concierto aquí en Paris.
***
FIN