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La barbarie y el retrato mítico de la catástrofe

en El año del desierto de Pedro Mairal

Vommo, BomuUc
Simmos College

Me he perdido en la tierra de la muerte.


Una soledad infinita cuyo límite es el
desaliento.
El desierto entra en la ciudad,
— Roberto Arlt

La novela El año del desierto (2005) de Pedro Mairal relata una catástrofe: la caída de
Buenos Aires debido a las fuerzas destructivas de un fenómeno llamado la intemperie. La
historia transcurre en el curso de doce meses pero los cambios espaciales y sociales ocurridos
muestran un retroceso temporal de siglos. De este modo, el relato recorre múltiples males
sociales que han provocado el caos, la violencia y la desaparición de la ciudad. Nuestro
objetivo aquí es estudiar la representación de crisis en la novela con el fin de examinar las
reflexiones sociales expuestas con respecto al presente, pasado y futuro de la nación. Este
escenario -que se derrumba ante el lector- contiene además una dimensión mítica que
nos propone discusiones acerca de la identidad nacional y el sentido de pertenencia a una
sociedad en tiempos de extremo conflicto social.
La protagonista del relato, María Valdés Neylan, rememora el exterminio
generalizado de su patria y comparte su experiencia de supervivencia. Su testimonio es,
en realidad, una historia de múltiples desastres. La narración comienza en momentos de
inestabilidad social y pánico frente a los dramáticos cambios del paisaje urbano. Como
señala Elsa Drucaroff en su estudio Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la
postdictadura, el presente retratado por autores recientes contiene una incertidumbre frente
a la realidad social propia de la experiencia histórica y política que este grupo ha vivido. En
efecto, la autora sostiene que esta generación debe lidiar de manera diferente con la carga
de violencia y muerte dejada por la dictadura argentina (1976-1983). Drucaroff retoma
una metáfora de José Ortega y Gasset que proponía estudiar cada generación de forma
vertical e imaginar a los jóvenes en la punta de una torre humana. Aun cuando parece que
este grupo domina el mundo, es también prisionero de la base que lo sostiene. En otras
palabras, los jóvenes dependen de la historia que han heredado y de los protagonistas de

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ésta. La generación más reciente, arguye la autora, se encuentra en la cima de una torre
compuesta de cadáveres y debe comenzar a escribir luego de la muerte, el desconcierto, el
sentimiento de derrota de la generación militante y el desamparo del presente propio de su
experiencia del presente. Así también, los escritores más recientes están marcados por otro
acontecimiento: la crisis económica argentina ocurrida en diciembre del año 2001 que
desestabilizó el gobierno, produjo masivas movilizaciones y dejó al país en un profundo
estado de caos y desconcierto. El caos de fines del 2001 se ha convertido, según Drucaroff,
en la efeméride fundacional de las nuevas generaciones de escritores. Esta crisis genera un
quiebre que deja a gran parte de la población en la pobreza, el desempleo y el desalojo.
La novela que estudiamos en este trabajo sitúa la crisis del 2001 en el comienzo de
la trama y expone así el retrato de una urbe marcada por el descontento social, la violencia
y la represión policial, como podemos ver en el siguiente pasaje:

Pasaron dos chicas, una ayudaba a la otra que tenía sangre en la cara. Alejandro
no venía y lo odié por haberme hecho meter ahí. Se oyeron disparos. Me
acurruqué detrás de un árbol, frente a un local. Contra las persianas metálicas
golpeaban piedras o pedazos de cosas. Yo pensaba: «No tengo nada que ver, no
me puede pasar nada, vengo a encontrarme con mi novio». Hasta que vi pasar
una camioneta de la policía con un tipo muerto atrás, Algo me pegó cerca y un
vidrio, a mi espalda, se rajó en forma de telaraña. Me vi rota en el reflejo, como
hecha pedazos. (17)

Así, la atmósfera de peligro y conmoción experimentada por los habitantes de Buenos


Aires durante diciembre del 2001 marca el escenario de crisis presente en la novela y
crea el comienzo de una cadena de sufrimientos que tanto la protagonista como la
comunidad enfrenta. El reflejo quebrado en el espejo muestra la destrucción de sus
certidumbres (la ruptura de la imagen que ella tiene de sí misma) y vaticina además las
futuras transformaciones que deberá experimentar. En este sentido, el presente catastrófico
retratado al comienzo de la novela augura el desenlace de la trama. Como sabemos, la
etimología del término catástrofe da cuenta del desarrollo final o desenlace de las obras
dramáticas griegas. Desde este contexto, podemos entender el tono revelador de este
episodio y el desenlace trágico narrado. La novela relata y articula las diversas partes que
conforman este proceso de catástrofe.
De esta manera, Mairal se propone mostrar una realidad caótica volviéndola más
dramática mediante una serie de estrategias narrativas. La más evidente es el fenómeno de
regresión temporal y social que ocurre dentro de la novela. Al respecto, el autor explica:

Mi novela pone en acción en cámara rápida cosas que acá suceden todo el
tiempo. Y si vos acelerás un poquito, por ejemplo el tiempo de la caída de De
la Rúa, cuando hubo cinco presidentes en diez días o algo así, yo creo que no
inventé nada. Simplemente tomé esa velocidad de destrucción para acelerarla
y continuarla y contarla para atrás, porque la destrucción lleva para atrás, te
vuelve a las tribus [...]'

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El autor propone la aceleración como mecanismo narrativo intensificador de la catástrofe
y conecta automáticamente la destrucción con el retroceso. En otras palabras, Mairal
propone una historia que - por medio de un movimiento regresivo - revela las múltiples
crisis que han sido parte de la historia argentina, tales como: marginalidad, autoritarismo,
persecución política, censura, discriminación, acoso sexual y guerra, entre muchas otras.
El estilo propio del género de ciencia ficción permite crear un relato en el que se rompe
la sucesión temporal típica de un relato con el fin de crear un retrato multi-dimensional y
multi-temporal de la catástrofe. En su libro Archaeologies o f thefuture, Jameson plantea que
el género de la ciencia ficción utiliza un mecanismo narrativo indirecto (indirection) con
el propósito de distraer al lector y situarlo en un escenario futurístico aunque la verdadera
meta de este tipo de relato es ofrecer una reflexión sobre el presente histórico. Jameson
explica que la fantasía muestra una visión nostálgica del pasado y de una sociedad regida
por la magia y la religión pero la ciencia ficción se preocupa por desarrollar procesos
históricos que han influido y forman parte del conjunto de reflexiones sobre el presente.
En el caso de El año del desierto, el presente es un terreno baldío que contiene una visión
post-catastrófica del mundo. Su estilo de ciencia ficción permite que una variedad de
tiempos históricos vuelvan al presente y conformen una red de conflictos sociales que
contribuyen a agravar la crisis.
De este modo, los acontecimientos narrados remiten a hechos históricos que
ocurrieron en Argentina: la crisis del 2001, la dictadura, el peronismo, las inmigraciones,
el gobierno de Rosas, el pasado colonial hasta llegar a la fundación de Buenos Aires, la
conquista y el descubrimiento de la zona. No se trata de una vuelta nostálgica a un pasado
más simple sino una vuelta a los momentos más críticos de ruptura del contrato social y
restricciones de los derechos de los habitantes de la ciudad. Este retroceso temporal da
cuenta de diferentes estados de desarrollo tecnológico y cultural que van progresivamente
desapareciendo. La historia recuenta así la pérdida de libros, máquinas, educación, comida,
ropa, medicamentos hasta llegar a la pérdida de objetos de consumo, la destrucción de los
soportes físicos de los edificios y, por último, de la ciudad misma. El proceso de destrucción
ocurre debido a la erosión cuyo resultado es el descampado. De esta manera, el asfalto de
las calles se vuelve barro, los edificios se desmoronan, la comida se pudre, los cuerpos se
enferman, etc. La intemperie es la fuerza que echa abajo todo lo construido y diezma la
población de la ciudad. En suma, el retroceso, la descomposición y la intemperie actúan
en conjunto para asolar el territorio argentino.
En este sentido, uno de los temas centrales del imaginario nacional representado
por la novela es la pérdida de civilización y la llegada de la barbarie. Como sabemos, la
antinomia civilización/barbarie tiene una larga tradición cultural, social, política y literaria
en el contexto argentino. Al respecto, el Facundo (1845) de D. E Sarmiento es el referente
principal que viene a la mente a la hora de discutir esta oposición. La obra de Sarmiento
tiene una extensa bibliografía que resulta imposible cubrir en este trabajo. Sin embargo,
vale la pena repasar algunos de las tensiones centrales del texto y sus repercusiones en el
discurso sobre la identidad nacional argentina con el fin de establecer conexiones con
el retrato propuesto en El año del desierto. En “Saber del otro: Escritura y oralidad en el
Facundo de D. E Sarmiento”, Julio Ramos resume las diferentes perspectivas presentes en
la obra de la siguiente manera:

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Si en el momento en que se escribe el Facundo la modernización había sido
interrumpida, si la vida pública era una carencia, y reinaba el caos, la escritura,
en su operación generalizadora y homogeneizadora, era un modelo fundamental
del proyecto racionalizador, así como registraba, en la misma heterogeneidad
de su forma, las aporías que confrontó esa racionalización en America Latina.
(569)

Asimismo, la lectura de la obra misma ha tenido múltiples perspectivas diferentes, como


explica Diana Sorensen en su libro Facundo and the Construction o f Argentine culture. La
autora afirma que:

A work like Facundo, which has engendered a plurality of readings, dramatizes


the instable nature of the text itself: far from being a homogeneous bearer
of meaning, it is a web of differential relationships that is not limited by
the physical boundaries of the book, but that spreads over a vast network of
readings claiming to legitimize it, question it, or undermine it. If a text is
dissemination of meanings, its readings stage their production. (3)

Si el proyecto de Sarmiento era crear una visión nacional homogénea (diagramar un relato
fundacional en el sentido propuesto por Doris Sommer), el modo en que concibe las
oposiciones entre civilización y barbarie evidencia también las dificultades de su propósito.
Muchos estudiosos de la obra del autor argentino notan que el mensaje del Facundo busca
el orden pero su descripción muestra también la fascinación por la barbarie y la figura de
Facundo Quiroga. Por ejemplo, en “La seducción estética de la barbarie en el Facundo”
María Rosa Lojo explica que Facundo es una figura mítica cuya pasión desbordante no
tiene barreras y cuyo espíritu descontrolado muestra el espíritu de la Pampa.
Según Sarmiento, el desierto es la barbarie por esto ambos amenazan el futuro del
país. No obstante, este espacio ilimitado y despoblado produce una tendencia natural del
argentino hacia la poesía. Sarmiento habla de un espacio que no conoce personalmente
hasta años después y lo retrata a partir de rasgos exóticos. En La barbarie en la narrativa
argentina, María Rosa Lojo explica que el autor argentino representa la barbarie mediante
tres esquemas: en primer lugar, la asocia con sociedades no europeas; en segundo lugar,
la compara con la sociedad medieval y feudal; en tercer lugar, ve en ésta los defectos de
la tradición española al recordar la cultura autoritaria e inquisitorial. La barbarie es la
ausencia de civilización y se unifica mediante el terror. Asimismo, la barbarie existe en la
ciudad y se puede encontrar en la irracionalidad y en su deseo de tiranizar al resto del país.
Las consideraciones expuestas acerca de la visión nacional, la figura del bárbaro y la
carga simbólica del desierto son puntos centrales también en la obra que estudiamos aquí.
A la extensa historia discursiva de la barbarie (como El matadero de Echeverría, Amalia de
Mármol, Radiografía de la pampa de Martínez Estrada, poemas y cuentos de Borges, entre
muchísimos otros ejemplos) se agrega ahora su representación en la literatura reciente.
Tal y como expone Elsa Drucaroff, los autores nuevos se proponen discutir la oposición
barbarie/civilización con el fin de explorar sus conexiones y el modo en que ambos planos
conviven en la sociedad en el siglo XXI. En este contexto, la «civilibarbarie» está presente

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tanto en el mundo de los pobres y su intemperie como en los siniestros secretos de los ricos.
Así, la autora comenta:

Antes se impugnaba en alguna medida uno de los dos términos, hoy la


literatura de post dictadura trae algo dolorosamente nuevo: la conciencia de
que esta antinomia perdió ya todo sentido, no porque se haya superado sino
porque ya no existe como tal. La barbarie y civilización no son más opuestos,
su enfrentamiento tiene poco que ver con el presente y la lucidez del arte lo
percibe. (478)

Ciertamente, El año del desierto representa la barbarie en diferentes grados y en


diferentes sectores de la población. Primero vemos la entrada de la barbarie en el
enfrentamiento entre la provincia y la capital. Después, la novela retrata la salvaje represión
policial. Más tarde, la novela recuenta la violencia brutal de las tribus de marginados sociales
para terminar con el retrato de los antiguos jefes de la protagonista que se han convertido
en caníbales. Resulta interesante notar cómo en el comienzo de la novela, el conflicto
nacional tiene dos caras, dos sectores en pugna como fueron los unitarios y federales en el
pasado argentino. Así, María escucha a la muchedumbre que grita en las calles:

Ya venimos para el centro,


Capital, capitalistas
los vamos a degollar,
por la santa reconquista.
Ya entramos en la ciudad,
Capital, capitalinos,
nosotros somos la patria
ustedes son asesinos. (48)

Como vemos, este sector de la población ataca a los habitantes de la ciudad tanto con
la amenaza de su degollamiento como la acusación de ser asesinos. La polarización de la
sociedad retoma entonces la violencia de la conquista y sus argumentaciones religiosas con
el fin de dominar a los que se oponen a su poder. Así, María relata la caída de la civilización
y la entrada de la violencia sexual, autoritarismo, irracionalidad y agresión que aparece tras
la pérdida de la seguridad social. Uno de los personajes recita una nueva versión del célebre
poema de Jorge Luis Borges “Fundación mítica de Buenos Aires”. Aunque en este caso la
fundación se transforma en destrucción:

¿Y fue por este río de sueñera y de sangre


que los vuelos vinieron a arruinarme la patria?
Irían con sus chumbos los milicos pintados
Arrojando los cuerpos a la corriente zaina. (60)

Como vemos, el barro se transforma en sangre, las proas de los barcos ahora son aviones
y en lugar de barcos hay militares. La desaparición de personas en el río no sólo remite al
violento pasado de la dictadura sino que también invierte el sentido de fundación con el

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fin de subrayar su mítica destrucción. Luego de la pérdida de la privacidad, la vivienda,
las comunicaciones y los servicios básicos para la subsistencia, la población se vuelve cada
vez más salvaje. Por ejemplo, hay cada vez más ataques sexuales, se pierde el respeto por las
víctimas de los conflictos y no hay compasión por los más débiles.
María, que hasta ese momento había sido voluntaria y enfermera, debe prostituirse
con el fin de tener un lugar seguro donde vivir. Esta sección de la novela nos muestra la
degradación que sufre la protagonista con el fin de subsistir en un mundo donde imperan
los impulsos sexuales masculinos. El prostíbulo, según el crítico Rodrigo Cánovas, es un
lugar alegórico donde se de-construye la sociedad a partir de su matriz sexual. Desde este
punto de vista, la novela expone el control económico del cuerpo femenino mediante una
siniestra representación familiar en la que un grotesco proxeneta esclaviza a mujeres y las
ofrece a grupos de extranjeros que aún tienen el poder de subyugar a las mujeres.
La barbarie existe también en el campo donde la protagonista es víctima de robos,
ataques y secuestros. En este espacio, la narradora retrata la transformación de grupos
nómades que, después de la crisis, olvidan sus vidas anteriores. Luego y después de diferentes
contactos con grupos cada vez más primitivos, la protagonista se integra a la tribu: aprende
nuevas lenguas, se viste como una indígena, realiza sus oficios. Por último, María retorna
a la ciudad donde encuentra la brutal violencia de caníbales que han invadido las torres
donde ella solía trabajar. Este retrato crítica la ambición y codicia que llevó a la Argentina
al caos durante el 2001. Mairal construye un mundo donde no hay escapatoria: tanto
ciudad como campo se encuentran dominados por las fuerzas de una barbarie que controla
toda la sociedad.
Asimismo, la novela dialoga también con representaciones literarias que han
contribuido a la creación de un imaginario nacional. Efectivamente, El año del desierto re­
utiliza diversas imágenes de Buenos Aires con el fin de mostrar un paisaje simultáneamente
apocalíptico, literario e histórico. Es decir, el espacio es concebido como un archivo de
aspectos culturales y personajes literarios que han formado la identidad argentina y que se
forman parte ahora de los escombros y ruinas del presente. El pasado re-habita el presente,
ya que es re-descubierto en la destrucción de las capas superficiales de la ciudad. Como
muestra Drucaroff, la novela crea una serie de conexiones intertextuales con obras de
Esteban Echeverría, José Hernández, Exequiel Martínez Estrada, Raúl Scalabrini Ortiz,
Borges, Cortázar, entre muchos otros (Drucaroff, 482). La ciudad es entonces un conjunto
de representaciones culturales que han creado una imagen mítica de la ciudad porteña que
también se derrumba en la crisis.
En el libro Delirios de grandeza. Los mitos argentinos: memoria, identidad y cultura,
María Cristina Pons y Claudia Soria ofrecen una mirada panorámica de representaciones
sociales que han influido en la formación identitaria de la nación. En la introducción,
Pons plantea las diversas dificultades a la hora de estudiar las diversas posiciones críticas
sobre el mito. Así, luego de repasar las contribuciones de Mircea Eliade, Joseph Campbell,
Labourdette, Barthes y Jung, entre otros, la autora decide ofrecer una definición de aspectos
generales que pueden servir para comprender los mitos contemporáneos argentinos. Los
mitos, según, Pons, suponen un lenguaje propio que propone una visión particular del
mundo. Así y debido a su dimensión simbólica, los mitos nos otorgan una representación
distinta de la realidad y permiten que la gente se identifique con lo que expresan y no

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necesariamente con quien los crea. En este sentido, los mitos son expresiones culturales y
vehículos de construcción de identidad social. Pons explica la función social de los mitos
de la siguiente manera:

[...] creemos que el universo mítico de una cultura podría considerarse como
la representación simbólica de lo social. Y en cuanto tal, el universo mítico de
una cultura aparece como código o espacio privilegiado que refleja las dinámicas
culturales, los cambios históricos y las luchas en la construcción de la identidad
de cualquier grupo social. (18)

Siguiendo las ideas de Campbell, Pons subraya que los mitos proporcionan una fuerza o
energía (positiva o negativa) que hace que las personas actúen de una determinada manera.
De este modo, la obra que estudiamos consta de dos dimensiones míticas: por un
lado, los mitos que reaparecen cuando se destruyen las capas superficiales de la ciudad.
Estas fuerzas subterráneas adquieren una nueva energía al ser contextualizadas en la
actualidad; por otro lado, la narración muestra un modelo general de total destrucción
y ligado a una visión apocalíptica del futuro. Dentro de este contexto, vemos que en el
primer proceso reaparece —como vimos anteriormente —la presencia de la barbarie que
amenaza constantemente a la sociedad. Además, podemos identificar la división social
imperante y la violencia estatal que destruyen el modelo de desarrollo y modernidad de la
ciudad. En este sentido, la vuelta al caos da cuenta de la existencia de un universo mítico
fundacional excluyeme, como afirman Pons y Soria. Un relato fundacional basado en la
fisura o la negación del otro: un país polarizado desde su origen. Las autoras ven el presente
de la nación de la siguiente manera: “La Argentina llega, entonces, al siglo XXI siendo un
país con una genealogía no muy clara, fragmentada, resultado de la discontinuidad de los
proyectos nacionales propuestos por cada uno de los que han asumido el poder a lo largo
de la historia”(21).
La segunda dimensión mítica nos lleva a la representación de una historia apocalíptica.
En efecto, la novela incorpora ciertas estructuras míticas que se relacionan con el texto bíblico
y que subrayan el inevitable destino de la nación. En el ensayo “El imaginario apocalíptico
en la literatura hispanoamericana: esbozo de una tipología” Genevieve Fabry estudia los
modos en que diversos textos del siglo XX y XXI retoman, reformulan y utilizan historias
apocalípticas con el fin de mostrar las consecuencias dramáticas del fin de la humanidad.
Según Fabry existirían cuatro posibles relaciones entre el mito del Apocalipsis y textos
contemporáneos: refiguración mítica explícita, implícita, estereotipada y postapocalíptica.
La obra que estudiamos aquí estaría - como afirma la autora- en la cuarta categoría. En
efecto, El año del desierto explora la destrucción de la ciudad pero también la recuperación
de la palabra y el testimonio de supervivencia de una mujer que ha sido testigo del fin de
su patria. Su testimonio proviene entonces de “una zona fronteriza abierta por el trauma”,
como explica Fabry. En este sentido, María recuerda la destrucción de su patria desde un
momento post-traumático en el que se ha logrado recuperar la palabra. El relato es, por
tanto, una historia protegida por la única sobreviviente.
Asimismo, en “La alegoría del Apocalipsis en la literatura latinoamericana”, Julio
Ortega propone que los relatos del fin del mundo en la tradición americana son contra-

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apocalípticas puesto que son representaciones políticas. Efectivamente, resulta difícil
ignorar este aspecto en la novela de Mairal. La destrucción no del mundo, sino de un país
específico que sufre de los excesos bárbaros de un sistema neoliberal donde sobrevive el
más fuerte: aquel dispuesto a exterminar a la competencia. El canibalismo expuesto al final
del relato sería el límite y el dominio de una barbarie devastadora. Este final proviene del
imperio económico que excluye a los marginados pero también incluye la opresión política,
la ignorancia y la crueldad que vive en esta sociedad en un estado de permanente latencia.
El relato apocalíptico explora todas las fuentes de destrucción creando un mundo donde
la comida, la vivienda y los cuerpos mismos comienzan progresivamente a deteriorarse
para terminar en escombros. Un proyecto nacional devastado por la violencia política y la
desmedida ambición económica.
Además de las discusiones sobre la barbarie, el futuro y los mitos, la novela
desarrolla también la caída o pérdida del orden familiar. En el artículo “Temporalidades
del presente”, Josefina Ludmer examina la función de los relatos familiares y propone
que éstos ligan diversas referencias temporales y muestran un deseo de continuidad entre
pasado y presente. La autora se refería a novelas que surgían en el contexto del año 2000
pero sus reflexiones nos sirven también para entender obras posteriores. En este sentido,
la familia se transforma en la voz colectiva que sufre de las injusticias sociales del presente
y lleva asimismo las marcas del horror del pasado. Estas ficciones -propone Ludmer -
utilizan el modelo familiar como elemento articulador de subjetividades y conflictos. La
crítica argentina explica que:

La familia en las ficciones es una encarnación específica de la temporalidad:


un modo de articular la sucesión, de llenar un hueco de tiempo y de marcar
continuidad histórica. Sirve para subjetivizar la memoria, la historia, el
futuro, los diferentes pasados, sirve para narrar en continuidad, en serie y en
encadenamiento. (110)

Este es precisamente uno de los temas que se repite en muchos relatos argentinos de los
últimos años: la dificultad de narrar la continuidad familiar en una sucesión lógica de
eventos familiares. Frente a la imposibilidad de otorgar sentido a un pasado misterioso
y oscuro, la memoria parece incompleta y la herencia familiar, precaria. O, en otros
momentos, la verdad que se busca en el pasado revela el horror del origen.
Al principio de la obra, María vive con su padre a quien cuida, mantiene y protege. El
estado mental de este hombre - al igual que la ciudad misma - comienza progresivamente
a deteriorarse. La lucha por la protección de su padre se transforma en la primera gran
tarea que María deberá afrontar. El padre de María empeora hasta llegar a un estado de
inconsciencia y luego muere. María lleva sus cenizas en un recipiente durante gran parte de
su odisea hasta que logra dejarlas junto a la tumba de su madre. Este rito del duelo le permite
cerrar un ciclo y continuar su lucha por la supervivencia. Huérfana y desamparada, María
deberá afrontar los innumerables retos descritos en la historia. Sin embargo, el recuerdo
de su pasado, de su herencia familiar, de su descendencia irlandesa se transforman en una
fuente de fortaleza para soportar el dolor y el sufrimiento que enfrenta. Podemos ver esto

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en un momento de reflexión y preciada privacidad cuando María se lava el pelo y piensa en
esa parte de su cuerpo como una conexión con otros miembros de su familia:

Todas esas mujeres llegaban hasta mi propio pelo, hasta las puntas en donde yo
sentía que terminaba, o quizá fuera otro salto, ahora que el agua me caía por
los mechones empapados, quizá yo alguna vez tendría una hija, y así seguiría
fluyendo esa cascada, o quizá no, quizá el agua caía simplemente a ese fuentón
de hojalata que yo iba a vaciar en el desagüe oscuro hacia la mugre de las
cloacas... (125)

María debe aceptar que ella es el último miembro en su genealogía familiar. En su


estado de abandono y desamparo, la idea de tener una hija resulta imposible. Asimismo,
la protagonista ha pasado meses en busca de un novio que murió en una de las tantas
batallas entre guerrilleros y militares. La novela representa entonces la fractura de una
nueva generación en la que el amante ausente—desaparecido y víctima de la represión-
destruye la posibilidad de formar una nueva familia. Aún más, las fuerzas destructoras de
la intemperie tienen un efecto en el cuerpo de las mujeres, quienes pierden paulatinamente
sus capacidades reproductivas.
De esta manera, El año del desierto es ante todo el reconocimiento de una pérdida, la
imposibilidad de volver a la patria, de reencontrarse con los familiares perdidos o de crear
una nueva familia. Buenos Aires fue el destino de las generaciones anteriores y ahora sólo
sobrevive en los mapas que la protagonista mira en la biblioteca donde trabaja. Su lengua
materna, recuperada luego de cinco años de silencio, le permiten acceder a los recuerdos y
a su historia. María lo describe así: “Y es como volver sin moverme, volver en castellano,
entrar de nuevo en casa. Eso no se deshizo, no se perdió, el desierto no me comió la
lengua”. (8) Desde el exilio, esta mujer rememora su pasado, el recuerdo de sus seres
queridos y el mundo en el que se crió. De este modo, el relato de María cuenta una serie
de linajes (familiar, literario, filosófico, cultural) que componen el imaginario nacional que
ha heredado y que resguarda de las fuerzas destructoras de la crisis. La memoria sobrevive
en ella y forma parte del futuro debido a que María es capaz de salvarse de la catástrofe.
Como hemos observado, El año del desierto postula una serie de reflexiones sobre el
pasado, presente y futuro de una nación. La representación apocalíptica del futuro registra
el pesimismo de un presente lleno de incertidumbre y los traumas de un pasado lleno de
violencia. Las conexiones históricas de este relato comienzan con las repercusiones sociales
de la crisis del 2001 pero se remontan al origen mismo de la nación. Así, la novela discute
nuevamente los discursos identitarios que conforman el universo mítico de Buenos Aires y
muestran el retrato de sus ansiedades.
Notas
1 Sasturain, Diego “Me llevó cinco años recuperarme de haber sido una ‘joven promesa’ “. Diario Clarín 24
de enero de 2006. Disponible en el siguiente enlace: http://pedromairal.blogspot.com/2006/04/reseas-sobre-
el-ao-del-desierto.html

Obras citadas
Cánovas, Rodrigo.“Heterotopías: El prostíbulo en la novela hispanoamericana”. Hispanic ResearchJournal 2
(2001): 143—151. Impreso.

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Drucaroff, Elsa. Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la posdictadura. Argentina: Emecé,
2011. Impreso.
Fabry, Geneviere. “El imaginario apocalíptico en la literatura hispanoamericana: esbozo de una tipología”.
Cuadernos LIR IC O 7 (2012). En línea.
Fabry, Geneviere y Use Logie Los imaginarios apocalípticos en la literatura hispanoamericana contemporánea.
Oxford: Peter Lang, 2010. Impreso.
Jameson, Frederic. Archaeologies o f the future. The Desire called Utopia a n d other Science Fiction. Londres: Verso,
2005. Impreso.
Lojo, María. La “barbarie" en la narrativa argentina. Argentina: Corregidor, 1994. Impreso.
--------- . “La seducción estética de la barbarie en el Facundo”. Estudios filológicos. TJ (1992):14l—148.
Impreso.
Ludmer, Josefina.“Temporalidades del presente”. Margens/Márgenes (Brasil-Argentina) 2 (2002): 91—112.
Impreso.
Mairal, Pedro .El año del desierto. Argentina: Salto de página, 2010. Impreso.
Ortega, Julio.”La alegoría del Apocalipsis en la literatura latinoamericana” en: Los imaginarios apocalípticos en
la literatura hispanoamericana contemporánea. Oxford: Peter Lang, 2010. 53-67. Impreso.
Pons, María Cristina y Claudia Soria Delirios de grandeza. Los mitos argentinos: memoria, identidad y cultura.
Argentina: Beatriz Viterbo, 2005. Impreso.
Ramos, Julio.”Saber del otro: escritura y oralidad en el Facundo de D. F.Sarmiento”. Revista Iberoamericana
143 (1988): 5 5 1 -5 6 9 . Impreso.
Sarmiento, D. F. Facundo. Buenos Aires, Juan Roldán, 1921. Impreso.
Sasturain, Diego. “Me llevó cinco años recuperarme de haber sido una ‘joven promesa’ “. Diario Clarín 24 de
enero de 2006. En línea.
Sorensen, Diana .Facundo a n d the Construction o f Argentine culture. Austin: Texas UP, 1996. Impreso.

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