La venida del Hijo del hombre Cada una de estas descripciones indica un viraje en Ante ese giro total
je en Ante ese giro total de la situación, los discípulos de
Ya hemos visto hace un par de semanas que una
parte esencial del pensamiento judío acerca del futuro
era el Día del Señor, el día en que Dios intervendría
directamente en la historia, cuando la era presente,
con toda su maldad, daría paso a la era futura.
Jesús se apoya en esa imaginería pero le da un
nuevo contenido. Ninguna de sus figures se ha de
tomar literalmente, pues son metáforas, intentos de
expresar lo indescriptible con palabras humanas, y de
encontrar alguna clase de representación para
acontecimientos que no se pueden expresar en
lenguaje humano.
Jesús había mencionado en su discurso un horizonte
desgarrador: guerras, terremotos, hambrunas y
señales asombrosas (las cuales las habrá siempre; Lc
21,10s). Todos los terminos que emplea tienen doble
sentido: luchas de poder, revoluciones sociales,
miserias por doquier, crisis económicas desoladoras.
Entre la destrucción de Jerusalén y de su templo y los
desastres mundiales que se sucederán, se repetirá la
historia: la persecución de los discípulos por parte de
los poderes judíos y paganos. Esto los confirmará en
la verdad de su postura.
Los discípulos habían preguntado a Jesús por la
señal que daría paso a la restauración de Israel (Lc
21,7). Él les responde ahora hablándoles de “señales
cósmicas” –que algunos interpretan al pie de la letra
como si se tratara de la descripción del fin del mundo-
en sentido figurado.
Eclipses de sol y luna, lluvias de estrellas,
terremotos, hambrunas y nubes espesas entre las que
sobresalen haces de luz solar. Mediante estas
imágenes del Antiguo Testamento describe Jesús una
especie de cataclismo, no de la tierra, sino del
universo. Es la imagen del fin de un mundo Viejo que
da paso a otro nuevo.
La catástrofe cósmica era símbolo de la caída de un
orden social injusto (Is 13,10; 34,4; Ez 32,7s; Jl
2,10.31; 3,15). La conmoción cósmica era un recurso
literario de los profetas bíblicos para indicar la caída de
un poder opresor, que produce un viraje en la historia
(Is 13, ruina de Babilonia; Is 34, de Edom; Jr 4,20-23,
del desastre que amenazaba a Judea y Jerusalén; Ez
32,7s, de Egipto; también Jl 2,10; 3,4; 4,15; Am 8,9).
la historia, pero no el final de la historia misma; en
ellas, la destrucción se concibe como un juicio de Dios,
pero no como un juicio final; de hecho, la vida
continua. Como en los textos proféticos, las imágenes
cósmicas de este pasaje no han de ser tomadas en
sentido literal, sino figurado, y, como en ellos, no
indican en fin del mundo, sino el fin de un mundo.
A la luz de los textos proféticos, el significado de
estas imágenes puede exponerse así: en el Antiguo
Testamento el sol y la luna eran divinidades paganas
(Dt 4,19s; 17,3; Jr 8,2; Ez 8,16), y dar culto a Dios
establecía la distinción entre Israel y los paganos (Dt
4,19s; 17,3; 2 Re 17,16; Jr 8,2; Ez 8,16). Así pues, el
sol y la luna, junto a los valores representados por
ellos, pierden su brillo (se oscurecen); los poderes
politicos opresores del ser humano y legitimados por
ellos, que se atribuían dignidad divina (estrellas; Is
14,12ss; 24,21) se tambalean y caen. A cada caída de
un poder opresor, corresponde una “venida” del Hijo
del hombre, percibido por los mismos opresores. Una
conmoción cósmica afectará al mundo pagano
después de la caída de Israel y la destrucción del
templo de Jerusalén. El oscurecimiento de los astros
mayores significa el eclipse y caída de esos dioses.
De modo que la caída del regimen opresor judío,
consecuencia histórica del rechazo del Mesías, vendrá
seguida de la caída sucesiva de los poderes opresores
paganos. “Las fuerzas celestes se tambalearán” (v.
26); se trata de los poderes divinizados cuyo prestigio
se tambalea. Es el triunfo del Hijo del hombre sobre
los opresores, que llega con gran poder y gloria (v. 27).
Su gran potencia de vida (fuerza que da vida) se
opone a las potencias de muerte que vacilan; su
“gloria” o realeza, a la realeza de los opresores que
declina. Será el triunfo de lo humano (el Hijo del
hombre) sobre lo inhumano (los regímenes opresores).
El texto no explicita la causa de estos hechos, pero
la supone. Lo mismo que la nación e institución judías
conocieron su ruina por rechazar la Buena Nueva de
Jesús y dar muerte al Hijo (Lc 20,9-16), haciendo
culminar así su infidelidad a la Alianza, también los
regimenes paganos opresores caen por rechazar el
mensaje de Jesús, predicado ahora por sus
seguidores en el mundo entero.
Jesús –cuya labor ha contribuido también a esa caída-,
lejos de temer, tienen que ponerse de pie, cobrando
ánimos, “porque se acerca vuestra completa
liberación” (v. 28).
Da así Jesús estímulo a los suyos con su predicción,
pues ellos no tienen nada que temer. Pero así como
sus seguidores levantarán la cabeza, los incrédulos
desearán esconderla “diciendo a las montañas y
peñascos: ¡Caed sobre nosotros, y escondednos de la
presencia del que está sentado en el trono y de la ira
del Cordero! Porque ya ha llegado el gran día de su
ira, ¿y quién podrá resistir?” (Ap 6,16s).
Otra de las grandes metáforas presentes era la
entronización de Jesús. La nube representa la Gloria
de la presencia de Dios, la shekinah, la cual será el
trono y la señal del Hijo del hombre (Mt 17,5; Mc 9,7;
13,26; 14,62; Lc 9,34; 21,27; Hch 1,9; Ap 14,14).
Con la parábola de la higuera (Lc 21,29s), Jesús
instruye a los discípulos sobre el “cuándo” que tanto
les preocupaba (Lc 21,7). La caída de Jerusalén (Lc
21,31) –expuesta en la maldición de la higuera- no
significaría de ningún modo la restauración de Israel,
sino el inicio del reinado universal de Dios –anuncio
del verano, tiempo de cosecha y alegría-, el comienzo
del milenio (aunque un milenio diferente al imaginado
por los judíos). En ese momento caerán todas las
barreras ideológicas, religiosas y nacionalistas. Israel
esperaba que el Mesías fuera el arma secreta en su
lucha secular contra los opresores romanos. Después
del gran fracaso del Mesías, los discípulos irán
comprendiendo –no sin resistirse- que Jesús les
hablaba de un nuevo orden de cosas. La destrucción
de Jerusalén y la entrada de los paganos acaecerán
dentro de la generación contemporánea de Jesús. Es
decir, que aquella generación no pasaría sin que todo
aquello tuviera lugar. Si esto lo dijo Jesús refiriéndose
a su Segunda Venida, se equivocó, porque no tuvo
lugar durante la vida de la generación que le estaba
escuchando. Pero podría ser que esta frase se
refiriera a la profecía con la que empezó su discurso:
el asedio y la caída de Jerusalén junto a la destrucción
de su templo. De ese modo, la destrucción de
Jerusalén y la entrada de los paganos en el Reino
tendrían lugar dentro de la misma generación.
Serie "Campaña Permanente de Evangelismo". PC0206
 Empieza el Adviento
El año nuevo, el verdadero año litúrgico y cristiano,
comienza hoy; y se abre con una perspectiva triunfal:
la vuelta gloriosa de Jesús y el fin de todas las cosas.
Es lógico, por tanto, que hoy también nos
preguntemos nosotros por la Segunda Venida de
Cristo. También los judíos hablaban de una segunda
venida de Elías, y Jesús quiso quitar de la cabeza de
los suyos una lectura literalista de los textos. “¡Elías
ha venido ya!”, dijo refiriéndose al espíritu que
animaba a Juan Bautista. Por eso no podemos
encerrarnos en unas imágenes míticas dándoles una
realidad que no sea la del mito.
Es cierto que la esperanza cristiana suplica “¡Ven
pronto, Señor!” o “¡Maran atha!”
Podemos decir que esta es una plegaria esencial
para todo cristiano. Pero ¿cuál es el contenido de esta
súplica? Urge buscar una respuesta, porque
desatender esta pregunta es poseer una fe infantil e
irresponsable. Es más: empeñarse en desconocerla
es una muestra clara de fanatismo.
Hay que empezar diciendo que estas profecías
grandiosas entusiasmaban a los primeros cristianos.
Era esta fe, esta espera, lo que impresionaba a sus
contemporáneos que vivían, como muchas personas
de hoy, “como gentes que no tienen esperanza”.
Pero hoy pocos fieles se sienten familiarizados con
estos grandiosos pensamientos. Y sin embargo, estos
sucesos tendrán lugar, de algún modo, un día, pues
Jesús volverá al fin de los tiempos y toda la humanidad
será juzgada por él. ¡Hemos sido prevenidos de ello!
Sin embargo, nos gusta sonreír con aires de
suficiencia ante el mensaje de amor de Jesús, pero
olvidamos que Jerusalén fue destruída hasta los
cimientos y que pagó caro su rechazo del Mesías.
Lamentablemente, hoy muchos cristianos no
esperan nada, no velan ni aguardan nada. Han
renunciado a la aspiración de dar la Buena Nueva a
todos –tal vez porque sus vidas reflejan poco esa
Buena Nueva. Se han resignado a ocupar un puesto
cada vez más pequeño en las corrientes
ascensionales de los grandes movimientos políticos y
sociales de nuestro tiempo; se han instalado en el
mundo y viven confundidos con él.
Estos fieles leen el mismo periódico que los demás,
frecuentan las distracciones de los demás, tienen la
misma moral de los demás y ganan y gastan el dinero
del mismo modo que los demás. Se sienten cristianos
por educación, porque sus padres los llevaron a la Primer domingo de Adviento
Iglesia cuando niños o porque alguien los anima a
tener algún sentimiento religioso. Sólo un puñado de Ciclo C; Lc 21,25-33
prácticas y ritos los unen al mensaje de Jesús, con los
cuales tienen por descontado que han adquirido firmes
derechos en la otra vida. La vuelta gloriosa de Cristo
al fin de los tiempos no es más que algo exagerado y
estrafalario que no está al alcance de su mentalidad.
Ellos, desde luego, no la esperan; lo que esperan es
que continúe lo más posible su pobrecita vida con sus
pobrecitos caprichos. Se parecen a alguien que se
asegura contra incendios: desde luego que esa
persona no espera un incendio, que se defenderá
contra él todo lo que pueda, pero en fin, si algún día se
produjese, no se quedaría arruinado. También
muchos cristianos se preocupan de pagar su seguro, y
con ello se quedan tan tranquilos sobre el porvenir.
No es que se nieguen a creer en la Segunda Venida. La venida del Hijo del hombre
La aceptan con docilidad, pero sin interés. Por otra
parte, cuando las cosas empiezan a marchar mal y el 21,25 Habrá señales en el sol, la luna y las
horizonte mundial se oscurece con catástrofes, no estrellas. En la tierra, las naciones paganas
dudan en declarar que se acerca el fin del mundo. estarán confusas y angustiadas por el rugido del
Pero el verdadero cristiano, el discípulo de Jesús, mar y el ímpetu de su oleaje. 26 La gente se
sabe que su Venida está cerca, que es inminente, que desmayará de espanto pensando en lo que le
siempre está viniendo, porque él es el Dueño del viene encima al mundo, pues hasta las fuerzas
mundo, y algún día esa gran verdad se revelará
celestes se tambalearán. 27 Entonces se verá
completamente, y veremos que Dios lo ha guiado y
conducido todo. Y cuando Dios haya roto todas las llegar al Hijo del hombre en una nube con gran
apariencias y haya colocado en su sitio todos los poder y gloria. 28 Cuando todo esto comience a
verdaderos valores, nos quedaremos deslumbrados y suceder, animaos y levantad la cabeza, porque se
golpearemos nuestros pechos por nuestra falta de fe. acerca vuestra completa liberación.
Entonces comprenderemos cuánta razón habíamos 29 Les propuso Jesús esta comparación:
tenido al creer, al esperar, al amar. Entonces veremos -Fijaos en la higuera y en los demás árboles:
que Dios nos acompañaba en todo momento, con la 30 cuando veis que brotan sus hojas, conocéis
misma mirada compasiva y afectuosa con la que que el verano está cerca. 31 Del mismo modo,
acompañaba a su Hijo en la cruz. cuando veáis que pasan estas cosas, sabed que
Este era el motivo por el que los primeros cristianos
ya está cerca el Reino de Dios.
se alegraban incluso por las persecuciones –y hasta
por el martirio- de las que eran objeto. Cristo podia 32 Os aseguro que esta generación no pasará
venir en cada instante, y podia encontrarlos muriendo hasta que todo esto suceda. 33 El cielo y la tierra
por él y diciendo “¡Maran atha!” pasarán, pero mis palabras no pasarán.