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Marco teórico
Fundamentación Doctrinal.
Experiencia Bíblica
El concepto de Justicia en la Biblia es entendido en el ámbito de las relaciones del hombre con
Dios, de los hombres entre si y con la Naturaleza. Justicia es la Gracia de Dios, en estrecha
unión a la justificación, por la cual Dios hace justo al hombre pecador; al hombre le compete
responderle con la conversión y la fe. Los profetas son especialmente los encargados de
denunciar la injusticia, anunciar y manifestar la justicia ya presente, a través de gestos
simbólicos.
La literatura profética nos enseña como los profetas miran la realidad con los ojos de Dios,
escuchan las quejas de los pobres y se hacen voz de los sin voz para denunciar y anunciar cual
es el sueño de Dios para su pueblo.
Textos bíblicos:
• Antiguo Testamento
Ex. 22, 21-23 Dt. 10,18-19
Dt. 24, 15-24 Ex. 22, 24-27
Ex. 23, 1-11 Lev. 19, 35-36
Dt. 25, 13-16 Is. 1, 10-17
Jer. 7,1-7 Am. 5,11-15; 21-24
Dt. 24, 12-15 Lev. 19, 35-36
Mi 6,1-8 Lev. 15, 4ss
• Nuevo testamento
Mc. 2, 23 Mc 3, 1ss
Mc 12, 28-34Lc. 7, 36-50; Jn. 4,7-39
Mt. 22, 36-40 Mt 5, 1-12
Mt. 25, 31- 46 Lc. 4, 16-21
Experiencia Eclesial
La Iglesia, “metida” en la historia, descubre cada vez más la interacción profunda que hay
entre conciencia y estructura social. No podemos conformarnos, solo con la formación de la
conciencia ni tampoco con el cambio de estructuras.
Hoy el compromiso con la justicia se decide el nivel de práxis cristiana. Estamos llamados a
proclamar el origen divino de la justicia y la imposibilidad histórica de una justicia que tenga su
base solo en el hombre. El proyecto humano del cristianismo parte del hombre a imagen de
Dios y del amor de Cristo.
La enseñanza de la Iglesia:
(1891) León XIII en la Rerum novarum dice que la justicia debe regular las relaciones de
producción y de trabajo. Pio XI, Quadragesimo anno afirma la subordinación de la norma
positiva a la ética natural y Juan XXIII en la Mater et Magistra y Pacem in Terris toca los
problemas estructurales de injusticia en la sociedad.
Estas enseñanzas son recogidas por el Vaticano II en la Gaudium et Spes. Habla de la íntima
relación entre la dimensión pública y privada de la justicia, afirma la fundamental igualdad de
todos los hombres y la urgencia de llegar a una condición de vida más humana y más justa para
todos: “Las instituciones humanas, privadas o publicas, esfuércense por ponerse al servicio de
la dignidad y del fin del hombre. Luchen con energía contra cualquier esclavitud social o
política y respeten... los derechos fundamentales del hombre. Más aún estas instituciones
deben ir respondiendo cada vez más a las realidades espirituales, que son las más profundas
de todas, aunque es necesario todavía largo plazo de tiempo para llegar al final deseado” (GS
29)
Juan Pablo II en la Laborem exercens y Sollicitudo rei socialis presenta la primacía del trabajo
sobre el capital y denuncia las estructuras de pecado que generan condiciones de terrible
miseria para los países pobres. En la Centesimus annus frente al fenómeno de la globalización,
propone el bien común como la gran meta a alcanzar. Frente al liberalismo, socialismo
marxista y capitalismo, es necesaria y urgente alternativas económicas que respondan a la
exigencias de la justicia y del uso responsable de la libertad. Hay que construir una alternativa
de solidaridad internacional, una nueva civilización: la civilización del amor (CA 10).
En 1971 el II Sínodo de los obispos Sobre las justicia en el mundo presenta un texto muy
influenciado por la Populorum progressio, asume la voz de los sin voz, se refiere a la crisis de
solidaridad universal y hace hincapié en el diálogo sincero y leal. Presenta las grandes líneas
del mensaje evangélico y de la misión de la Iglesia en relación a la justicia. Establece una
profunda relación entre el amor cristiano y la justicia: “El amor cristiano al prójimo y la justicia
no se pueden separar. El amor implica, de hecho, una absoluta exigencia de justicia que
consiste en el reconocimiento de la dignidad y de los derechos del prójimo. La justicia, a su vez,
alcanza su plenitud solamente en el amor. Por ser cada hombre imagen visible de Dios invisible
y hermano de Cristo, el cristiano encuentra al mismo Dios y su absoluta exigencia de justicia y
de amor en cada uno de los hombres” (Justicia en el Mundo 34)
“Hacer de la Iglesia la casa y escuela de la comunión: este es el gran desafío que tenemos ente
nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder
también a las profundas esperanza del mundo… (NMI 43)
Debemos…..
La comunidad analiza los hechos, examina a la luz del Evangelio la inhumana opresión que
sufren los indígenas, se pone de parte de ellos y consciente de la gravedad de la situación
decide denunciarla públicamente ante los conquistadores y notables españoles. Entre todos
los miembros de la comunidad elaboran el sermón que encargan pronunciar a fray Antonio de
Montesinos, buen predicador. Escogen la fecha del Cuarto domingo de Adviento y toman
como punto de partida la frase de Juan Bautista: “Yo soy la voz del que clama en el desierto”.
En una sencilla iglesia de paja la voz de los profetas se alzó clara y rotunda para cambiar el
rumbo de la historia.
Vida Congregacional:
Desde nuestro carisma
La espiritualidad de Santo Domingo nace desde su experiencia de Dios. Frente a una imagen de
Dios caracterizada como poder, que presentaban muchos teólogos contemporáneos, Domingo
enfatiza la idea de un Dios misericordia y justicia, que no quiere la muerte del pecador, sino
que se convierta y viva. El encuentro con la Palabra y con los hambrientos de pan o de verdad,
serán en adelante para Domingo, lugares de contemplación constante, de entrega total y
harán de él, una “Predicación viviente”.
Domingo comparte sus bienes con los pobres para que su palabra no quede desvinculada de la
práctica.
Crea una familia que anuncie la Verdad sin componendas, sin ostentaciones, sin compromisos
con el poder, es decir en coherencia con el Evangelio.
Santa Catalina después de veinte años de contemplación, comienza para ella una intensa
actividad social y política. Catalina empieza a recorrer las calles de la ciudad, va a las cárceles, a
los barrios más peligrosos, se dedica al cuidado de los que sufren, de las personas
abandonadas en los hospitales.
Intensa y de gran relieve es también su actividad realizada a través de las numerosas cartas
enviadas por ella a personas de todas las categorías sociales con el fin de aconsejar,
reconfortar, reprender, animar.
Mujer de fuego y de la sangre, ella nos estimula e impulsa a continuar hoy en el mundo su
misión de unidad y de paz, proclamando la Verdad de la caridad. (Const. 16)