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LIBERTAD
GERNIKA
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BIBLIOTECA. F U C 9 0
SOBRE LA LIBERTAD
John Stuart Mill
o ¿ 3 .4 M
va / | ¿r I Título original en Inglés
' \ <0 I J L On Liberty
Londres, 1859
Composición tipográfica
Ofelia Fandiño Ugalde
Cuidado de la Edición
Maria Elsa López Paniagua
Diseño de la portada
Luisa Martínez Leal
José Manuel López López
ISBN: 968-6599-04-5
INTRODUCCION
E
tan infortunadamente opuesta a la mal llamada doctrina
de la necesidad filosófica, sino la libertad civil o social:
es decir, la naturaleza y límites del poder que la sociedad
puede ejercer legítimamente sobre el individuo. Es un
asunto que rara vez se presenta y que casi nunca se discut
términos generales, pero que influye profundamente en las
controversias prácticas de la época, por su presencia latente, y
que lo más probable es que tenga que reconocerse muy pronto
como el problema vital del futuro. Está tan lejos de ser nuevo
que, en cierto sentido, ha separado a la humanidad casi desde
las más remotas épocas, pero en la etapa de progreso en que han
entrado actualmente las porciones más civilizadas de nuestra
especie, se presenta bajo nuevos aspectos y requiere un trata
miento distinto y más fundamental.
La lucha entre la libertad y la autoridad es
la característica más notable en aquellas partes de la historia que
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CAPITULO II
DE LA LIBERTAD DE
PENSAMIENTO Y DISCUSION
P
era necesaria cualquier defensa de la "libertad de pren
sa" como una precaución contra un gobierno corrompi
do o tirá n ic o . T a m b ié n p o d em o s s u p o n e r qu e
actualm ente no es necesario argumento alguno para
impedir que una legislatura o un poder ejecutivo cuyos interes
no se identifiquen con los del pueblo, presciba a éste sus
opiniones, así com o las doctrinas o argumentos que deba escu
char. Además, este aspecto del problem a se ha expuesto tan a
menudo y con tanto éxito por num erosos autores, que no es
necesario insistir aquí especialm ente en él. Aunque las leyes
inglesas relacionadas con la prensa son actualmente tan serviles
como lo fueron en la época de los Tudor, no hay peligro de que
se ejerzan contra la discusión política, excepto durante algunos
periodos temporales de pánico, en los que el tem or de una
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y opuntios. Incidentalm ente, ese cuerpo legal fite el pirm er código escrito
entre los griegos y en Europa, y no pocos de su s principios estuvieron en
vigor m uchos siglos después. A dem ás del p rincipio a que se refiere el
autor, sancionaba también en la vida so cia l griega el prin cip io de
represalia o lex talionis).
3 (A m oldo de Brescia fu e ejecutado en 1155. Fra Dolcino de N ovara fu e
torturado y muerto en 1307. E l infierno de D ante se refiere a él en su
Canto XXVIII.
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que carecen de fundamento o convicción, retrocedan ante el las matemáticas, donde no hay nada que pueda decidirse en
menor indicio de argumento. Sin embargo, si hacemos a un lad o ; tfóntra del mismo. La peculiaridad de la evidencia de las verda
esta posibilidad —si suponemos que la mente abriga una opi des matemáticas, consiste en que todos los argum entos se
nión verdadera, pero la abriga como prejuicio, como creencia 7 encuentran de un solo lado. No hay objeciones ni réplicas a las
que es independiente y a prueba de todo argum ento— no es ésta - mismas. Empero, en todo tema en que es posible una diferencia
la forma en que un ser racional debe abrigar la verdad. Esto no de opinión, la verdad depende de un equilibrio que hay que l
es conocerla. La verdad que se sostiene de ese modo sólo es una lograr entre dos series de razonam ientos contradictorios. Hasta -í
superstición más, que se adhiere accidentalmente a las palabras en lá filosofía natural, siempre hay una posible explicación más jj
que la enuncian. Si hay necesidad de cultivar la inteligencia y dé los m ismos hechos: alguna teoría geocéntrica y no heliocén-
el criterio de la humanidad, lo que por lo menos no niegan los trica, algún flogisto en vez de oxígeno, y hay que dem ostrar por £
protestantes, ¿en qué pueden ejercitarse más apropiadamente qué la otra teoría no puede ser verdadera. Hasta que lo demos- t
por cualquiera que en las cosas que le conciernen tanto que se ' tremos y hasta que sepam os la forma de hacerlo, no com pren- *
considera que es indispensable que tenga ciertas ideas sobre deremos las bases de nuestra propia opinión. Sin embargo,
ellas? Si el cultivo de la comprensión consiste en una cosa más cuando nos ocupamos de temas infinitamente más complicados,
que en otra, indudablemente consiste en conocer los fundamen como los de moral, religión, política, relaciones sociales y
tos de nuestras propias opiniones. Cualesquiera que sean las problemas de la vida, las tres cuartas partes de los argum entos
creencias de los hombres en temas en los que es de capital en favor de cada opinión controvertida, consisten en aclarar los
importancia que esas creencias sean correctas, deben ser capa aspectos que favorecen a alguna opinión distinta. El segundo
ces, por lo menos, de defenderlas contra las objeciones más de los grandes oradores de la antigüedad, decía que siempre
comunes. No obstante, alguien puede decir: "Hay que enseñar estudiaba las opiniones de su adversario con igual o m ayor
les las bases de sus propias opiniones. N o es conveniente que. intensidad que las suyas propias. Es indispensable que todos los
esas opiniones se expresen maquinalmente, tan sólo porque qiie estudian cualquier asunto para llegar a la verdad, imiten io
nunca han sufrido ataque alguno. Los que estudian geometría ; que practicaba Cicerón para lograr sus éxitos forenses. El que
no se contentan con memorizar los teoremas, sino que trata de. sólo conoce su propia versión de cualquier asunto lo conoce
comprenderlos y aprenden también las demostraciones, y sería ] muy poco. Sus razones pueden ser buenas y puede no haber
absurdo decir que siguen ignorando los fundamentos de las, nadie que sea capaz de refutarlas, pero si también él es incapaz
verdades geométricas porque nunca oyen que nadie las ponga de refutar los razonamientos de su contrario, si ni siquiera sabe
en duda ni intente demostrar que son falsas." Todo esto es cuáles son, no tiene fundamento alguno para preferir cualquier
innegable, y esas enseñanzas son suficientes en un tema como opinión. Para esa persona, la situación racional sería suspender
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que pretenden para ella los que más fácilmente se contentan cori
esa clase de'com prensión de la verdad que debería acompañar
la creencia en ella, tampoco se perjudica el argumento en favor
de la libre discusión. Hasta esa doctrina acepta que la hum ani
dad debe tener una seguridad razonable de que puede contestar
satisfactoriamente todas las objeciones. Y, ¿cómo pueden con
testarse, si se desconoce lo que requiere contestación? o ¿cómo
puede saberse que la respuesta es satisfactoria, si no se da a los
contrarios la oportunidad de demostrar que no lo es? Si no es
posible que lo esté el público, por lo m enos los filósofos y los
teólogos que tratan de resolver esas dificultades, deben estar
familiarizados con ellas en su forma más abstracta, y esto no se
logrará si no se expresan libremente ni se estudian a la luz de
todas las ventajas que puedan concedérseles. La iglesia católica
tiene su propia manera de resolver este problema embarazoso.
Establece una amplia separación entre los que pueden recibir
sus doctrinas por convicción y los que deben aceptarlas por
obligación. En realidad, ninguno tiene el derecho de elegir lo
que pueda aceptar, pero es admisible y m eritorio que el clero
—o por lo menos aquella parte del m ismo en el que se puede
confiar— se familiarice con los argumentos de los contrarios
para refutarlos y, por consiguiente, pueda leer obras heréticas,
lo que no está permitido a los seglares, excepto mediante
permiso especial, que es muy difícil conseguir. Esa disciplina
reconoce que el conocimiento de los argumentos de un enemigo
es benéfico para los preceptores, pero, de acuerdo con ella,
encuentra medios de negarlo al resto del mundo y de dar, por
consiguiente, más cultura a la clase privilegiada, aunque no más
libertad mental que la que permite a las masas. Con ese sistema,
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que un rico entre al reino de los cielos; que no deben juzgar para
no ser juzgados; que nunca deben jurar; que deben amar a sus
semejantes com o a sí mismos; que si alguien les quita su capa,
deben darle también sus vestiduras; que no deben preocuparse
del mañana; que si fueran perfectos, venderían todas sus pose
siones y darían el dinero a los pobres. No faltan a la sinceridad
cuando dicen que creen en todo esto. Realmente creen, como
se cree en todo lo que siem pre se ha oído elogiar y que nunca
se discute. Empero, en el sentido de una creencia viviente que
rija su conducta, creen esas doctrinas tan sólo hasta donde
ordinariamente actúan de acuerdo con ellas. En su integridad,
esas doctrinas son muy útiles para emplearlas contra los adver
sarios, y se supone que se invocan (cuando es posible hacerlo)
como la razón de todo lo que esas personas hacen y creen que
es laudable. No obstante, el que les recordara que esas máximas
requieren una infinidad de requisitos que ni rem otam ente pien
san cumplir, sólo lograría que se le clasificara entre los im po
pulares individuos que pretenden ser mejores que los demás.
Las doctrinas no tienen influencia alguna en los creyentes
ordinarios, no tienen ningún poder sobre sus mentes. Sienten
un respeto habitual por sus palabras, pero no hay ningún senti
miento que vaya de ellas a las cosas que tienen significado, que
fuerce a su mente a aceptarlas y que los haga ajustarse a su
fórmula. Cuando se trata de su conducta siempre buscan al señor
A o al señor B para que les diga hasta dónde deben obedecer a
Cristo.
Podemos tener la seguridad de que las cosas
eran muy distintas entre los prim eros cristianos, porque si no
hubiera sido así, el cristianism o nunca habría progresado para
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tenga que persistir en el error para perm itir que otra alcance la
verdad? ¿Deja de ser real y vital una creencia tan pronto como
se acepta generalmente, y no puede sentirse o comprenderse
totalmente una proposición a menos que haya cierta duda de
ella? ¿Perece una creencia entre los hombres tan pronto como
la humanidad la acepta unánimemente? Hasta ahora hemos
creído que la meta más elevada y los m ejores efectos de una
inteligencia desarrrollada, consisten en hacer que la humanidad
acepte cada vez más las verdades que se consideran im portan
tes. Pero, ¿significa esto que la inteligencia sólo dura mientras
logra su objeto? ¿Se acaban los frutos de la conquista a la
consumación de la victoria?
Niego todo esto. A medida que la hum ani
dad progresa, todas esas verdades tendrán un constante incre
mento y casi podrán medirse el bienestar de aquella por el
número e importancia de las verdades que hayan llegado al
punto de que no se discutan. La desaparición de toda controver
sia importante que se relacione con todos los asuntos posibles,
es uno de los incidentes indispensables para la consolidación de
la opinión, consolidación que es tan benéfica si las opiniones
son verdaderas, como peligrosa y perjudicial cuando son falsas.
Sin embargo, aunque ese estrechamiento gradual de los límites
de la libertad de opiniones es necesario en ambos sentidos del
vocablo, ya que a la vez es inevitable e indispensable, no
estamos obligados por ello a llegar a la conclusión de que todas
sus consecuencias deben ser benéficas. La pérdida de una ayuda
tan importante para la comprensión inteligente y vital de una
verdad que se obtiene mediante la necesidad de explicarla a los
que la atacan o de defenderla de ellos, aunque no es suficiente
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como verdad total. Hasta ahora, el último caso es el más ^ creencia de que toda esa diferencia era en su favor, con qué
frecuente, ya qué en la mente humana lo unilateral ha sido t efecto tan benéfico estallaron en medio de ellas, como bombas,
siempre la regla y lo multilateral la excepción. Por consiguiente, las paradojas de Rousseau, que dislocaron la masa compacta de
aun uuraiiíe las fcvulucioiicá de la úpiitióii, generai'ffieíiíe se la opinion unilateral c hicieron que sus cIcHaCTaIos gc rccombi-
estanca una parte de la verdad, mientras que otra progresa. ' naran de nuevo, en mejor forma, con ingredientes adicionales.
Incluso el progreso, que debería sobreañadir, en la mayoría de Esto no quiere decir que, en general, las opiniones comunes
los casos, sólo sustituye una verdad parcial e incompleta con ¿ estuvieran más alejadas de la verdad que las de Rousseau. Por
otra, y el mejoramiento consiste principalmente en que el nuevo lo contrario, estaban más cerca de ella y contenían más verdad
fragmento de verdad es más necesario, más adaptable a las ; positiva y menos errores, A pesar de todo, habían en la doctrina
necesidades de la época, que el que remplaza. Como ese es de Rousseau y ha fluido en la corriente de la opinión juntamente
parcialmente el carácter de las opiniones prevalecientes, aun ’ con ella una cantidad considerable precisamente de aquellas
cuando tengan fundamentos verdaderos, debe ser preciosa toda verdades que deseaba la opinión popular, y que fue el depósito
opinión común que se omite, sin importar la cantidad de error que quedó atrás cuando disminuyó la inundación. El mayor
o confusión, que pueda contener esa verdad. Ningún juez im valor de la sencillez de vida, el efecto enervante y desmoraliza
parcial de los asuntos humanos sentirá indignación alguna . dor de las trabas e hipocresías de la sociedad artificial, son ideas
porque los que nos fuercen a aceptar verdades que de otro modo , que nunca han estado ausentes por completo de toda mente
pasarían inadvertidas, descuiden algunas de las que vemos. cultivada, desde que Rousseau escribió sobre ellas, y con el
Pensará más bien que mientras la verdad popular sea unilateral, tiempo producirían su efecto lógico, aunque actualmente nece
es más conveniente que la verdad impopular tenga también siten afirmarse más que nunca y confirmarse con hechos, por
partidarios unilaterales, que ordinariamente son los más enér que en este caso las palabras han perdido su fuerza casi por
gicos y los más capaces de hacer que prestemos atención, a completo.
nuestro pensar, el fragmento de sabiduría que proclaman como Por otra parte, en política es ya casi una
si fuera el total de la misma. creencia común que un partido del orden o de la estabilidad, y
otro partido del progreso o de la reforma, son elementos nece
Así pues, en el siglo XVIII, cuando casi
todas las personas instruidas y todas las que no lo eran, qué sarios para las buenas condiciones de la vida política, hasta que
seguían a las primeras, se dedicaban a admirar lo que se llama ' uno u otro llegue a ensanchar suficientemente su percepción
civilización, así como las modernas maravillas de la ciencia, la mental y se convierta en partido del orden y del progreso, que
literatura y la filosofía, y mientras exageraban la diferencia conozca y distinga lo que hay que conservar de lo que hay que
entre el hombre moderno y los de la antigüedad, y abrigaban la hacer a un lado. Cada una de esas maneras de pensar deriva su
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CAPITULO III
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seres humanos sean libres para formular opiniones y
para expresarlas sin reservas, y éstas son, asimismo, las
perjudiciales consecuencias para la naturaleza intelec
tual y, a través de ella, para la condición moral del
hombre si, a pesar de los impedimentos que pueda haber, esa
libertad no se concede o se afirma. Examinemos ahora si esas
mismas razones no requieren que los hombres deban ser libres
para actuar de acuerdo con sus opiniones, es decir, para aplicar
las a su vida, sin que sus semejantes puedan ponerles ninguna
traba, ya sea física o moral, siempre que sea bajo su responsa
bilidad y a su propia costa. Naturalmente, esta última condición
es indispensable. Nadie pretende que las acciones deban ser tan
libres como las opiniones. Por el contrario, las mismas opinio
nes pieren su inmunidad cuando se expresan en circunstancias
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1 The Sphere and Duties o f Government, del original alemán del Barón
Wilhelm von Humboldth, páginas 11-13 (Mili se refiere a un trabajo
antiguo de Wilhelm von Humboldt (1767-1835), que escribió en 1792,
bajo ¡a influencia de la Revolución Francesa, después de una visita a París
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te, tal vez sea capaz de mayor mal, pero también, indudable
mente, de mayor bien. Los impulsos fuertes son tan sólo otro
nombre de la energía. Esta puede dedicarse a usos perjudiciales,
pero simpre puede obtenerse mayor bien de una naturaleza
enérgica que de otra indolente e impasible. Los que tienen más
sentimientos naturales, son siempre los más fuertes, porque
tienen sentimientos cultivados. Las mismas intensas suscepti
bilidades que hacen más vividos y enérgicos los impulsos
personales, son también la fuente en que se origina el más
apasionado amor a la virtud y el control personal más rígido.
Con el cultivo de las mismas, la sociedad cumple con su
obligación y, a la vez, protege sus intereses; pero para ello no
rechaza la madera de los héroes, porque no sabe cómo hacerlos.
Se dice que una persona tiene carácter cuando tiene deseos e
impulsos propios, que son la expresión de su naturaleza, según
se ha perfeccionado y modificado por su cultura. La persona
que no tenga deseos e impulsos propios no tiene carácter, del
mismo modo que no lo tiene una máquina de vapor. Si, además
de ser propios, sus impulsos son fuertes y están dominados por
una voluntad poderosa, tiene un carácter enérgico. Todo el que
crea que no debe permitirse el desarrollo de la individualidad
de los deseos e impulsos, tiene que pensar que la sociedad no
necesita naturalezas fuertes —es decir, que no es mejor porque
contenga muchas personas que tengan un gran carácter— y que
no es deseable un elevado promedio de energía.
En algunos estados primitivos de la socie
dad, esas fuerzas pudieron ser, y lo fueron en realidad, mucho
mayores que el poder de disciplinarlas y controlarlas que enton
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susceptibilidades humanas; el hombre no necesita otra capaci sión, de acción o de disfrute. Hay un tipo de excelencia humana
dad que la de conformarse con la voluntad de Dios; si utiliza muy distinto del calvinista: una concepción de que la humildad
alguna de sus facultades para cualquier propósito que no con ’ha recibido su naturaleza no sencillamente para ser abnegada,
sista en cumplir más eficazmente esa supuesta voluntad, estará :sino para otros fines distintos. La "afirmación pagana" es uno
mejor sin ella. Esta es la teoría del calvinismo y, en forma de los elementos del humano valer, del mismo modo que la
mitigada, hay muchos que la apoyan aunque no se consideren ."negación cristiana".2 Hay un ideal griego de perfeccionamien
calvinistas. La mitigación consiste en dar una interpretación to personal, que se combina con el ideal platónico y cristiano
menos ascética a la supuesta voluntad de Dios, y en creer que del propio gobierno, pero que no lo sustituye. Puede ser mejor
sea su voluntad que la humanidad pueda disfrutar de alguna de ser un John Knox que un Alcibiades, pero es todavía mejor ser
sus inclinaciones naturalmente no en la forma que prefieran íos un Pericles que cualquiera de ellos. Si en nuestra época hubiera
hombres, sino en forma de obediencia, es decir, una forma que un Pericles, indudablemente tendría algo bueno que pertenecie
ra a John Knox.
prescriba la autoridad y, por consiguiente, que sea igual para
todos, de acuerdo con las necesidades del caso. Para que los seres humanos se convirtieran
i,; en nobles y hermosos objetos de contemplación, es necesario
En alguna forma insidiosa semejante, hay
que no desgasten por medio de la uniformidad todo lo que hay
ahora una decidida tendencia hacia esa estrecha teoría de la vida
y hacia el tipo restringido y limitado de carácter humano que de individual en ellos, sino que lo cultiven y permitan su
patrocina. Sin duda, muchas personas piensan sinceramente que desarrollo dentro de los límites impuestos por los derechos e
los seres humanos que se sujetan y empequeñecen de ese modo intereses de los demás. Y de igual modo que sus obras compar
son como su Hacedor quiso que fueran, del mismo modo que ten el carácter de sus autores, mediante ese mismo proceso
muchos han creído que los árboles son mejores cuando se les también se enriquece, diversifica y anima la vida humana,
poda de copa o se recortan en forma de animales que como los proporciona abundante alimento para los exaltados pensamien
hizo la naturaleza. Sin embargo, si alguna parte de la religión tos y los elevados sentimientos, y refuerza los lazos que unen a
consiste en creer que el hombre fue hecho por un Ser benéfico, todo individuo con la raza, si se considera que.es infinitamente
es más consistente con dicha fe creer que ese mismo Ser mejor pertenecer a ella. En proporción con el desarrollo de su
concedió todas las facultades humanas para que pudieran culti individualidad, cada persona se hace más valiosa para sí misma
varse y desarrollarse —y no para que se desarraigaran y consu
mieran— y que se deleita con cualquier aproximación de siis
Sterling, Essays. (John Sterling (1806-1844), Essays and Tales, (1848)).
criaturas a la concepción ideal que aquéllas significan y con
cada aumento de cualquiera de sus capacidades de compren-;
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fácil proporcionarle una vida que una capa, o es que los seres
humanos son más semejantes unos a otros en su conformación
física y espiritual que en la forma de sus pies? Si sólo se tratara
de que hay diversidad de gustos, sería razón suficiente para no
intentar que se ajustaran a un modelo, pero las personas distintas
requieren también diferentes condiciones para su desarrollo
espiritual; y no pueden vivir adecuadamente en una misma
moral, del mismo modo que todas las variedades de plantas no
pueden existir en idénticas condiciones físicas de atmósfera y
de clima. Las mismas cosas que ayudan a una persona a cultivar
lo más elevado de su naturaleza, son estorbos para otra. El
mismo modo de vida es una excitación saludable para unos y
ayuda a mantener todas sus facultades de acción y de disfrute
en el mejor orden posible, mientras que para otros es una carga
enfadosa que detiene o destruye toda vida interna. Tales son las
diferencias entre los seres humanos en sus fuentes de placer, sus
susceptibilidades al dolor y el efecto de los distintos agentes
físicos y morales que, si no hay una diversidad correspondiente
en sus maneras de vida, no pueden obtener una proporción
adecuada de felicidad, ni alcanzan la estatura mental, moral y
estética de que es capaz su naturaleza. Entonces, hasta donde
se relaciona con los sentimientos públicos ¿por qué sólo deben
tolerarse los gustos y las formas de vida que cuentan con la
aquiescencia de la multitud de sus partidarios? En ninguna parte
(excepto en algunas instituciones monásticas) se desconoce por
completo la diversidad de gustos. Sin que pueda reprochársele,
a cualquier persona puede gustarle o desagradarle remar, fumar,
la música, los ejercicios atléticos, el ajedrez, los naipes o el
estudio, porque tanto los que gustan de estas cosas como los que
las aborrecen, son demasiado numerosos para que puedan pro-
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CVéase nota 1, página 70). señala dos cosas como condiciones necesarias
del progreso humano —porque son precisas para que los individuos sean
distintos unos de otros — o sea la libertad y la variedad de situaciones. En
nuestro p a ís disminuye diariamente la segunda. Las circunstancias que
rodean las diferentes clases e individuos y form an sus caracteres, se están
p areciendo más cada día. A ntiguam ente, las clases, ! vecindades,
artesanías y profesiones diferentes, vivían en lo que podían llamarse
mundos diferentes; ahora, y en mayor grado cada día, viven en el mismo
mundo. Comparativamente hablando, ahora leen lo mismo, escuchan lo
mismo, ven lo mismo, van a los mismos sitios, sus temores y esperanzas
se relacionan con los mismos objetos, tienen los mismos derechos y
libertades y los mismos medios de afirmarlos. Por grandes que sean las
diféréncias de posición que existen todavía, np tienen comparación con
las que han desaparecido, y la asimilación sigue adelante. Todos los
. cambios políticos de la época la fomentan, porque tienden a elevar a los
de abajo y a bajar a los de arriba. La fom enta toda extensión de la
educación, porque la educación pone al pueblo bajo una influencia común
y le da acceso al depósito general de hechos y sentimientos. La fom enta
el mejoramiento de los medios de comunicación, porque ponen en
contacto personal a los que habitan en sitios alejados y mantienen un
rápido flu jo de cambios de residencia entre un sitio y otro. La fom enta el
aumento del comercio y la de la manufactura, porque difunde más
ampliamente las ventajas de las circunstancias fáciles y entrega a la
competencia general todo lo que se ambiciona, aun las cosas más
elevadas, con lo cual el deseó de progresar ya no es característico de una
clase particular, sino que pertenece a todas. Un agente m ás poderoso que
todos los citados, que causa una semejanza general entre la humanidad,
es el completo establecimiento, en éste y en otros países libres, de la
influencia de la opinión pública sobre el Estado. A medida que se fueron
nivelando las cumbres sociales que permitían que las personas que las
ocupaban despreciaran la opinión de la multitud; a medida que la misma
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propósito expreso de castigarla y procurando que la misma sea
suficientemente severa. En el primer caso es un ofensor ante
nuestro tribunal y debemos cuidar no sólo de juzgarlo, sino
también de ejecutar en una u otra forma nuestra propia senten
cia; en el segundo, no nos corresponde aplicarle pena alguna,
excepto la que derive incidentalmente de emplear la misma
libertad para el arreglo de nuestros asuntos que la que le
concedemos para el arreglo de los suyos.
Muchas personas se rehusarán a admitir la
distinción que hacemos aquí entre la parte de la vida de una
persona que sólo concierne a ella y la que concierne a otros.
Algunos pueden preguntarse: ¿cómo puede cualquier parte de
la conducta de un miembro de la sociedad ser totalmente
indiferente para los demás? Ninguna persona es un ser total
mente aislado. Es imposible que haga algo que la perjudique
grave y permanentemente, sin que cause algún perjuicio, por lo
menos a los que están cerca de ella, aunque a menudo su
trascendencia es mayor. Si perjudica sus propiedades, daña a
aquellos que directa o indirectamente reciben apoyo de ellas, y
ordinariamente disminuye, en mayor o menor grado, los recur
sos generales de la comunidad. Si deteriora sus facultades
corporales o mentales, no sólo daña a los que reciben de ella
alguna parte de su felicidad, sino que se descalifica para prestar
servicios que generalmente debe a sus semejantes, puede con
vertirse en una carga para sus afectos o su benevolencia. Si esa
conducta fuera muy frecuente, casi no habría ofensa alguna que
pudiera cometerse que fuera más perjudicial para la suma total
del bien. Finalmente, aunque cualquier persona no dañe direc
tamente a otras con sus vicios y tonterías, puede decirse, sin
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