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UNIVERSIDAD DE LA SABANA

MAESTRÍA EN PEDAGOGÍA

REFLEXIÓN SOBRE EL SENTIDO METAFÍSICO DEL CONCEPTO DE EDUCABILIDAD

BASADO EN EL TEXTO: LECCIONES DE METAFÍSICA TOMISTA, DE JESÚS GARCÍA


LÓPEZ

La noción de educabilidad nos remite fácilmente a considerar las diferencias entre la


educación humana y los diferentes procesos de adiestramiento animal. Sin embargo, no
necesariamente es tan evidente la razón fundamental que da cuenta de la diferencia entre
la condición humana y la animal; de hecho, es fácil encontrar ejemplos de
comportamientos animales que tienden a asemejarse a conductas humanas y que, para
algunas, desdibujan las líneas de diferenciación entre unos y otros.

Al respecto, Polo (1993) propone que la capacidad de abstracción es uno de los rasgos
fundamentales que distinguen al ser humano del animal, entendida esta como la
posibilidad de fijar propiedades estables en las cosas, que no se modifican con el cambio
de circunstancias en los objetos. Por ejemplo, podemos identificar el principio activo que
permite a una planta determinada proporcionar el remedio para una enfermedad,
sustraerlo y llegar a sintetizar el mismo principio a partir de componentes diferentes de los
que se encuentran en dicha planta. A partir de ese momento, el conocimiento que
poseemos del medicamento no depende del uso de la planta sino de haber abstraído el
principio esencial que da razón de la capacidad de curación.

La esencia

Esto nos permite introducir una noción mediante la cual establecemos el fundamento
último de la distinción entre hombres y animales. Una de las ramas de la filosofía clásica es
la metafísica, que trata sobre el ser de las cosas: nos preguntamos por el ser cuando
comprendemos que muchas realidades permanecen aunque cambien sus manifestaciones
físicas; esto nos permite catalogar variedades específicas de animales dentro de una
especie determinada, aunque no comparta los rasgos comunes de otras. Por ejemplo,
sabemos que el delfín o las ballenas son mamíferos, aunque compartan múltiples rasgos
de los peces. En este orden de ideas, la metafísica establece que la “unidad primordial de
cada cosa (…) el meollo profundo sin el cual una cosa no podría ser la que es” (García,
1995, P. 35) es la esencia de las cosas; aquello que hace que una cosa sea eso y no otra
cosa.

De acuerdo con esto, ¿cuál es la esencia del ser humano? ¿Qué es lo que nos permite
distinguir a un humano de otros animales, incluso en condiciones en que las circunstancias

Documento elaborado por el profesor Juan David Enciso, Febrero de 2017; basado en: García, J
(1995), Lecciones de metafísica tomista. Ontología. Nociones comunes. Pamplona, EUNSA.
de determinados seres humanos no parecerían tan humanas? Desde Aristóteles, seguido
luego por Tomás de Aquino, se ha considerado que los dos rasgos básicos de la esencia
humana son la razón y la voluntad. (García López 1995). No obstante, surgen fuertes
cuestionamientos, vigentes en nuestros días, cuando nos encontramos con personas que
aparentemente no comparten estas condiciones. Por ejemplo, una persona en estado de
coma, o con un grado alto de discapacidad cognitiva, no posee mayor habilidad racional,
ni dominio sobre su voluntad. Otro tanto puede decirse respecto de la criatura que se
gesta en el vientre de la madre, o incluso de alguien que, movido por una pasión
exacerbada se ve inclinado a cometer actos de homicidio. ¿Cómo se justifica en estos casos
la categorización de seres humanos a estos individuos? ¿Cómo justificar que son
educables?

La potencia

Para explicarlo la metafísica apela a las nociones de potencia y acto. Con frecuencia
observamos las capacidades de una persona determinada y afirmamos que tiene un gran
potencial, para la música, el atletismo, etc. Al hablar del potencial, somos conscientes de
que esa persona aún no lo ha desarrollado, pero manifiesta ya señales evidentes de que
posee en realidad condiciones objetivas para alcanzar una determinada condición. En otras
palabras, esa persona ya tiene algo de lo que puede llegar a desarrollar con mayor
perfección. Esa promesa que se encierra en el potencial de una persona proviene de la
noción de potencia, y se refiere al “principio constitutivo” de las cosas (García López, P.
213): aquello que puede llegar a ser porque de alguna forma ya está contenido en la cosa
que se estudia.

Tal principio constitutivo puede darse de forma activa o pasiva. Ejemplos que presenta
García López de potencias pasivas son los sentidos, bien sean los sentidos externos como
el gusto, oído u olfato, o los sentidos internos: memoria, imaginación, estimativa. Tenemos
la capacidad de ver (potencia pasiva), pero es necesario que abramos los ojos y
ejercitemos la vista para que la potencia pase de la forma pasiva a la activa. Lo mismo
sucede con la memoria: tenemos la capacidad de recordar, pero no lo hacemos siempre.

Las potencias activas, en cambio, se refieren a acciones concretas que se dan siempre que
está presente el factor generador de la potencia: Ejemplos de este tipo de potencias
pueden encontrarse en los seres inanimados, y se concretan en la capacidad de sus
energías materiales, como el calor, el sonido, la luz, la electricidad, etc. (García López, 1995,
P. 215). Es decir que el calor tiene la facultad de calentar y lo hace siempre que esté
presente el agente generador de calor.

Documento elaborado por el profesor Juan David Enciso, Febrero de 2017; basado en: García, J
(1995), Lecciones de metafísica tomista. Ontología. Nociones comunes. Pamplona, EUNSA.
Pero están también las “potencias que tienen dominio sobre sus acciones”, es decir que se
activan en función de la determinación del agente que las posee, y que son justamente la
voluntad y la razón, concretamente la voluntad libre, que para pasar de la potencia al acto
“necesita ser ilustrada por el intelecto, pues nada es querido si previamente no es
conocido” (P. 216). Esto significa que en el ejercicio de la voluntad libre hay un proceso de
discernimiento a través del cual la persona elige aquello sobre lo que ha reflexionado y no
se limita a la simple activación de una facultad sensitiva, como sucede en el caso de la
memoria o la vista.

El acto

Lo anterior nos deja ver que la voluntad y la razón dan cuenta de la condición humana en
la medida en que cualquier ser humano las posee al menos en potencia: en tanto que es
humano, tiene la capacidad de razonar y ejercer actos de la voluntad, aunque dichas
facultades estén opacadas en algunos casos por circunstancias concretas, derivadas de
problemas de salud, sociales, políticos, etc. Por esta razón, podemos afirmar que
determinado sujeto es persona aunque sus circunstancias le impidan ejercer la razón o la
voluntad de manera activa. Se trata de un principio básico de inclusión, que es justamente
principio constitutivo del ser humano.

Sin embargo, es necesario que la potencia se actualice, se active; lo que García Carrasco
llama “estar activo en el mundo de las cosas y de los hombres” (1993, P. 19). Como lo
sugiere Barrio (2007), es esta activación, mediante el desarrollo de hábitos, la que hace que
lo que está en potencia llegue a ser realidad, segunda naturaleza, lo cual supone un grado
de perfeccionamiento, que es el que se produce en el educando a partir de la acción
educativa. Por eso a la potencia que ha sido desarrollada se le denomina acto. También
hay diferentes formas de acto, dependiendo de cuál es la perfección que se da a partir de
la activación de una potencia determinada:

El acto puede darse como movimiento, en forma de desplazamiento: se modifica la


ubicación del agente, pero no se modifica el agente en sí mismo: cambio de lugar pero no
hay un cambio sustancial en mí. El acto también puede darse “como acción transitiva:
“pasa a una materia exterior, como calentar y cortar”. La perfección alcanzada está en el
objeto que recibe la acción. (P. 186 y ss). Es decir que la perfección consiste en que el
objeto se haya calentado, o enfriado, o recuperado un miembro del cuerpo. En este
sentido, se produce una modificación exterior en el agente que recibe la acción.

Finalmente, está el acto como operación, que es el que más nos interesa en educación,
porque no se centra en la modificación exterior del objeto, como podría ser la operación
de los ojos, o el desarrollo de una habilidad motriz, sino en el perfeccionamiento de la

Documento elaborado por el profesor Juan David Enciso, Febrero de 2017; basado en: García, J
(1995), Lecciones de metafísica tomista. Ontología. Nociones comunes. Pamplona, EUNSA.
persona en sí misma y la acción desarrollada se denomina actividad inmanente, porque
posee valor en sí misma (P. 191). El acto como operación es, precisamente, el que involucra
de manera activa el ejercicio de la razón y de la voluntad, hasta el punto que una misma
acción puede ser simplemente actividad transitiva, cuando nos acostumbramos a hacer las
cosas de manera mecánica, o puede ser actividad inmanente, cuando ponemos todos los
sentidos en lo que realizamos, aunque se trate de una acción cotidiana, como abrir una
puerta o saludar a otra persona.

Puede afirmarse entonces que es la disposición con la que realizamos una actividad la que
la convierte en mera acción transitiva o la lleva a su punto de maduración como actividad
inmanente, y nos ayuda con ello a perfeccionar el uso de nuestra razón y de nuestra
voluntad. Es allí cuando se han desarrollado las virtudes.

En definitiva, podemos decir que somos educables en razón de nuestra esencia humana,
según la cual somos capaces de ejercer la voluntad libre apoyados en el uso de la razón,
pero necesitamos activar dicha voluntad mediante el uso responsable y consciente de
dichas facultades, de manera que nuestra libertad pase de ser potencia a un verdadero
acto.

Referencias

Barrio, J (2007); “Cómo formar la segunda naturaleza. Notas antropológicas acerca de la


educación de los hábitos”; Estudios sobre educación; No. 13.

García Carrasco, J (1993); “El concepto de educabilidad y el proceso educacional”; Teoría de


la educación; Vol. 5.

Polo, L (1993); Quién es el hombre. Un espíritu en el mundo; Madrid, Rialp. En:


http://iterhominis.com/03_Polo/01_Livros/INDI_QH.htm

Documento elaborado por el profesor Juan David Enciso, Febrero de 2017; basado en: García, J
(1995), Lecciones de metafísica tomista. Ontología. Nociones comunes. Pamplona, EUNSA.

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