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A REFORMA CONSTITUCIONAL

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En primer lugar, la Constitución solo puede reformarse conforme al


mecanismo establecido de manera taxativa en ella, lo cual se configura en
el primer límite al Poder Constituyente Reformador. Así, las constituciones
pueden ser rígidas o flexibles, de acuerdo a la facilidad con la que las
mismas pueden reformarse. Las hay especialmente rígidas como la
constitución de los Estados Unidos, o especialmente flexibles como la
constitución del Reino Unido, que como se sabe se encuentra conformada
por leyes ordinarias y por convenciones.

La constitución peruana es relativamente rígida, puesto que requiere de


mayorías calificadas para la generación de una reforma, la misma que le
corresponde al Congreso, siendo imposible la recurrencia a una asamblea
constituyente. Toda reforma constitucional debe ser aprobada por el
Congreso con mayoría absoluta del número legal de sus miembros, y ser
ratificada mediante referéndum. Sin embargo, el referéndum puede evitarse
cuando el acuerdo del Congreso se obtiene en dos legislaturas ordinarias
sucesivas con una votación favorable superior a los dos tercios del número
legal de congresistas, en cada una de ellas.

La reforma total de la Constitución.

Sin embargo, la reforma constitucional no puede implicar el reemplazo de


una norma constitucional por otra, razón por la cual, en principio,
mecanismos como una asamblea constituyente se encuentran proscritos,
porque en verdad una nueva constitución se conforma sobre la base de la
precedente, como ha ocurrido en nuestra historia constitucional. De hecho,
en tanto la reforma constitucional muestra límites estos incluyen la
imposibilidad de generar una trasformación total del Estado en su conjunto.

Ahora bien, el Tribunal Constitucional ha mostrado una posición ambigua


sobre el particular, basándose en el artículo 32° de la Constitución . De
hecho, si bien ha limitado la posibilidad de acceder a la reforma total por
parte del Congreso, ha señalado que sí es posible la misma a través de un
referéndum, sin notar que en verdad no existe la reforma total de la
Constitución . En consecuencia, el Tribunal debería haber empleado los
principios de unidad y de concordancia práctica para llegar a la conclusión
de que el citado artículo 32° debe ser leído de manera consistente con el
resto del texto constitucional.

Asimismo, es preferible mantener el mismo texto constitucional y efectuarle


las sucesivas reformas que se requieran a reemplazar un texto
constitucional por otro. Ello, porque la Constitución tiene vocación de
permanencia. No es casualidad que los países que gozan de mayor
estabilidad en términos generales han sido aquellos que han tenido una
menor cantidad de textos constitucionales, los mismos que deben de tener
vocación de permanencia. Esto se relaciona directamente con diversos
conceptos de la llamada Teoría de Juegos, en particular lo relativo a la regla
de juego y la necesidad de que la misma se mantenga estable en el tiempo.

Por ejemplo, Estados Unidos posee una norma constitucional elaborada en


el siglo XVIII, que se encuentra aún en vigencia, sometida sí a un conjunto
de reformas denominadas enmiendas, las mismas que no han modificado en
buena cuenta la sustancia de su texto. Asimismo, el Reino Unido posee una
constitución no escrita, conformada por algunas leyes, pero también por
usos y convenciones. Asimismo, la mayor parte de los demás países
desarrollados – con la posible excepción de España, cuya Constitución es
del año 1978 – poseen constituciones que han sido promulgadas a mediados
del siglo XX y que han sufrido limitadas reformas desde entonces.

Las cláusulas pétreas.

Por otro lado, algunas constituciones consignan lo que se denomina


cláusula pétrea, por la cual algunos preceptos no pueden ser modificados.
Un ejemplo interesante se encuentra en la Ley Fundamental de Bonn,
respecto al sistema de gobierno alemán , o la Constitución Peruana de 1933,
respecto a la reelección presidencial inmediata. Las cláusulas pétreas se
muestran entonces como un importante límite a la reforma constitucional.

Existen además supuestos tácitos de cláusula pétrea, es decir preceptos


constitucionales que no se consideran susceptibles de ser modificados por
ser consustanciales al Estado de Derecho, como son los derechos
fundamentales, o la separación de poderes . La existencia de dichas
cláusulas pétreas tácitas explica porque no es posible la reforma total de la
Constitución.
Introducción
La Constitución de 1993, es la duodécima carta en la historia Republicana del Perú, desde 1823.
Han transcurrido más de veinte años desde la promulgación y entrada en vigencia del Texto fundamental de
1993. Bien vale recordar que ella fue impulsada por los grupos políticos afines al Ex-Presidente Alberto
Fujimori, que habían respaldado el autogolpe del 05 de abril de 1992 y que estaban convencidos de impulsar
el neoliberalismo económico en el Perú. Es decir que la Carta Política vigente, nace al amparo de un
autogolpe de Estado y con la pretensión de cerrar una etapa histórica y abrir otra. Y además para darle alguna
legitimidad a un gobierno al que la comunidad internacional presionaba para que la tuviera. El país afectado
aún por la anomia que desde la década anterior se presentaba en la sociedad, no participó en
el debate Constitucional. El pensamiento ilustrado tampoco. Todo esto marca una primera diferencia con el
texto de 1979, que fue fruto del consenso para darle curso político a un país que salía de un largo proceso de
suspensión de las libertades ciudadanas, en el que la institucionalidad democrática estuvo cancelada.
El consenso, para la teoría constitucional, es fundamental en la elaboración de toda carta política. Para el
constitucionalista KARL LEOWENSTEIN, es una de las reglas de oro del proceso constituyente que consiste
en una dinámica de aproximaciones sucesivas; ello unifica lo diverso y da contenido homogenizador a la
Constitución. En el Perú, la regla del consenso funciono con la carta de 1979. En rigor no había mayoría
absoluta de ninguno de los partidos o movimientos que alcanzaron representación en la Asamblea
Constituyente. Sin embargo, hubo niveles de acuerdo que permitieron darle unidad a la Constitución de 1979.
El Congreso Constituyente Democrático (CCD), no fue capaz de percibir que su tarea histórica consistía en
buscar y conseguir el consenso necesario para concentrar todas las reformas en una modificación sustantiva
del Título IV de la Constitución de 1979.
De esta manera la carta política vigente, hubiera evitado la excesiva concentración de poder en manos del
Presidente de la República, en detrimento del parlamento.
Por eso la mayoría oficialista del CCD frustro la posibilidad de que la nueva Constitución fuese el resultado de
un acuerdo nacional.
Así las cosas, y como bien lo apunta el constitucionalista DOMINGO GARCIA BELAUNDE, "el oficialismo, no
tenía la menor idea de lo que era una constitución e ignoraba por completo las corrientes modernas del
Constitucionalismo". Pocas Constituciones, como la que nos rige, han generado tantas y justificadas críticas a
su contenido por parte de los sectores especializados. La incorporación de instituciones sin conocimiento de
su naturaleza y alcances, el penoso dogmatismo de algunos de sus dispositivos sobre economía, la supresión
sectaria de algunos acertados artículos de la Carta de 1979, y su desorden y precaria sistematicidad,
son cartas de presentación que justifican las duras críticas a este texto.
Antecedentes y exposición de motivos para la reforma de la Constitución de 1993
El constitucionalista ENRIQUE BERNALES BALLESTEROS, indica de que "una Constitución sabiamente
elaborada tiene que inspirarse en la historia, apelar al conocimiento Sociológico y al Derecho
Constitucional Comparado, pero buscando en la combinación de elementos y en la proporción que garantice
el equilibrio de las partes, que ella sea clara, concisa y eficiente". Al parecer, los constituyentes del CCD, se
olvidaron o no quisieron consultar la historia. De haberlo hecho, probablemente habrían trabajado con mayor
criterio de justicia y de equidad el capítulo de los derechos económicos o no se hubieran atrevido a aprobar
(por ejemplo) la reelección inmediata del presidente de la República. En la década del la veinte la Constitución
peruana de ese año, fue modificada dos veces para permitir la reelección sucesiva (primero) y después
definitiva del Presidente Augusto B. Leguía quien gobernó el país como un déspota que atropelló los más
elementales derechos y libertades de la población.
Pero los Constituyentes de 1993 tampoco demostraron mayor conocimiento sociológico y de Derecho
Constitucional Comparado, porque no se explica de otra manera los errores cometidos en torno al desarme
del Estado, al que priva de elementales y universales instrumentos de supervisión y planeamiento; o
la adopción de un parlamento unicameral de tan sólo 120 representantes, en un país que sobrepasa
largamente los doce millones de electores, y donde por obra de una decisión carente de realismo social y
jurídico porcentajes importantes de la población podrían quedar, como en efecto así ha sucedido en el pasado
reciente, sin representación en el Congreso. Pero éste error se ha corregido aunque tardíamente; por ello en
las últimas elecciones del 08 de abril del año dos mil uno, se ha aplicado el distrito electoral múltiple.
Estos errores de elaboración nos hacen recordar el comentario crítico del tratadista MAURICE DUVERGER,
sobre Constituciones de nuestro continente a las que, refiriéndose sobre todo a los primeros tiempos, les
imputa una falta de adecuación al cuerpo social para el que eran dictadas, y una ausencia de análisis sobre la
realidad inmediata. Claro, eso sucedía en los albores de la independencia, y explica en parte la candorosidad
y errores de ciertos textos constitucionales. Dos siglos más tarde, tales errores son inaceptables.
El inspirador de la Carta de 1993 fue sin lugar a dudas el Ing. Alberto Fujimori. El interés central del gobierno
de facto y de su mayoría en el CCD., fue explícitamente el incorporar al nuevo texto constitucional
los objetivos políticos de concentración autoritaria del poder que caracterizaron el autogolpe del 05 de abril,
así como poner como marco jurídico el proyecto político-militar de reestructuración autoritaria del Estado y la
sociedad, que aparentemente inspiraron aquel golpe.
Así se desprende del acelerado debate constitucional que básicamente buscó asegurar la inclusión en la
Carta de los siguientes elementos: la relativización y flexibilización de los derechos económicos y sociales; el
debilitamiento del Estado en cuanto a su participación en la actividad productiva; el giro de la economía hacia
una opción neoliberal constitucionalmente exigida y protegida. Y en lo político, la reelección presidencial
inmediata; el fortalecimiento absoluto de los poderes presidenciales, la minimización del parlamento; y la
liquidación de la descentralización.
Todos estos elementos los encontramos en la constitución de 1993, tratando de engranarse en
un modelo concentrador de poder.
El verdadero modelo de la carta de 1993, gira entre dos ejes que le dan identidad y
caracterización: liberalismo a ultranza en lo económico y autoritarismo presidencial en lo político. No
es una Constitución desprovista de ideología; la tiene, pues su fuente de inspiración es el neoliberalismo,
corriente que ha adquirido gran fuerza y expansión en el mundo de la post guerra fría y de la pretendida
"globalización".
Entonces la carta vigente, lo que ha privilegiado es un régimen político de concentración del poder en el
Presidente de la República. Este Desarrollo aparece principalmente en el Título IV, que se ocupa, de
la Estructura del Estado. Se trata del Título más largo con un total de catorce Capítulos. Por eso
éste trabajo tiene como objetivo la necesidad de fomentar y contribuir a una reforma constitucional dirigida
principalmente a las disposiciones concernientes al régimen político, las atribuciones presidenciales (eliminar
algunas atribuciones del Presidente), las relaciones Legislativo-Ejecutivo, y estableciendo reglas que hicieran
más dinámica y eficaz la producción gubernativa. Esas reformas Constitucionales aseguraran la continuidad
del régimen Constitucional.
Dice el Constitucionalista ENRIQUE BERNALES BALLESTEROS: "Del análisis de los Capítulos del Título IV
sobre estructura del Estado se puede llegar a establecer que la nueva carta no registra
ninguna innovación progresista del régimen político; por el contrario, insiste en el híbrido del sistema mixto,
pero exagera de tal manera la figura del Presidente de la República que rompe los más elementales criterios,
de equilibrio de poderes, configurándose entonces un anti-modelo: El Cesarismo Presidencial, que también es
conocido por la doctrina como dictadura Constitucional".
El régimen mixto ya existía en la carta de 1979 con la misma característica de una preeminencia del
Presidente de la República, en razón del origen popular del cargo, ser simultáneamente jefe de Estado y jefe
de Gobierno, ejercer también la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas y tener esparcidas dentro de la
Constitución atribuciones y funciones exclusivamente otorgadas al alto cargo. Este carácter mixto del régimen
político peruano, imperfecto y sin un juicio histórico favorable a su existencia en cuanto a criterio objetivos
de medición, tales como la continuidad constitucional, la estabilidad política y la gobernabilidad, es parte de la
tradición política peruana.
En realidad, un cambio profundo hubiera consistido en la adopción de manera más definida del régimen
Presidencial o del parlamentario aunque este último carece por el momento de antecedentes y de
posibilidades en el Perú. Por consiguiente, no debe confundirse la concentración de atribuciones en más de
un aspecto autoritaria en el Presidente de la República y concluir equivocadamente que la nueva carta ha
dado el saldo hacia el régimen presidencial.
Si este fuera el caso, la Constitución habría precisado con mayor nitidez la separación de poderes, que es uno
de los elementos básicos del régimen Presidencial. Las atribuciones presidenciales habrían acentuado
determinadas capacidades de decisión autónoma del presidente; pero concomitantemente las facultades del
Congreso se habrían acrecentado, tanto en los aspectos legislativos que le son propios, como en lo que
respecta al control del ejecutivo. Esto es lo que dice la teoría constitucional respecto del régimen presidencial.
Es el caso, por ejemplo, del sistema norteamericano, en el que las atribuciones de un presidente con amplio,
margen de decisión tiene sin embargo como contrapeso el enorme poder del Congreso. No es ésta la figura
que consagra la Constitución Peruana, que ha establecido como régimen político uno caracterizado por la
concentración excesiva de poder y de capacidades autónomas de decisión en manos del Presidente de la
República con menoscabo del Congreso, que es obligado a actuar disminuido respecto de las atribuciones
que conceptualmente le corresponden, así como en su relación con el Ejecutivo. La carta de 1993 configura lo
que DUVERGER denomina presidencialismo atípico, proveniente de una aplicación deformada del régimen
presidencial clásico, por debilitamiento de los poderes del parlamento e hipertrofia de los poderes del
Presidente de la República.
De la reforma constitucional
En efecto, el Texto de la Constitución de 1993 modifica sustancialmente el equilibrio entre los Organos
Ejecutivos y Legislativo, al consagrar una marcada capacidad de decisión propia en el Presidente de la
República, que abarca tanto los aspectos del gobierno que naturalmente están bajo su responsabilidad, como
asuntos que anteriormente requerían de ley o de ratificación previa del parlamento.
Respecto de lo primero, esta la ATRIBUCION DE DICTAR DECRETOS DE URGENCIA con fuerza de ley,
en materia económica y financiera, cuando así lo requiere el interés nacional y con cargo de dar cuenta al
Congreso. El Congreso puede modificar o derogar los referidos decretos de urgencia (art. 118, inc. 19 de la
Carta política vigente). La Constitución anterior textualmente expresaba lo siguiente: "...dictar medidas
extraordinarias en materia económica y financiera, cuando así lo requiere el interés nacional y con cargo de
dar cuenta al Congreso (art. 211, inc. 20 de la Carta de 1979).
La diferencia es notoria, como resultado de la comparación de ambos textos. Es más, dichos decretos de
urgencia, tienen fuerza de ley, que la Constitución anterior no tenía, respecto de los cuales el Congreso no
tiene capacidad de revisión, actuando simplemente como si se tratara de leyes ordinarias, frente a las cuales
se sigue el trámite ordinario de cualquier iniciativa de derogación total o parcial de una ley.
Respecto de la segunda cuestión, tenemos que a partir de la nueva Constitución el Presidente de la República
dispone de un amplio campo para la suscripción de tratados y convenios internacionales sin la participación
del parlamento. El artículo 56 sólo dispone la aprobación congresal de los tratados cuando se refieren a
materias que versan sobre: derechos humanos, soberanía, dominio o integridad del territorio, defensa
nacional y obligaciones financieras del Estado.
El artículo antes indicado, restringe las atribuciones del Congreso en materia de tratados internacionales,
empleándose automáticamente con ello la facultad del Presidente de la República de celebrar o ratificar
tratados, o adherirse a ellos sin el requisito de la aprobación previa del Congreso, tal como se desprende de la
lectura del artículo 57 de la Carta vigente. La Constitución precedente establecía con claridad en su artículo
102: «Que todo tratado internacional debía ser aprobado por el Congreso, antes de su ratificación por el
presidente de la República». El texto es claro no necesita de mayores comentarios.
También el Presidente de la República dispone ahora de absoluta libertad para el nombramiento de
embajadores, sin necesidad de ratificación del Congreso (Art. 118, inc. 12). La carta política anterior en su
artículo 211, inc. 15, disponía que el nombramiento de embajadores, tenía, que ser previamente ratificado por
el senado. De esta manera se le quita facultades al Congreso, fortaleciendo las atribuciones del Presidente de
la República.
Lo mismo ocurre con la aprobación de los ascensos a los rangos superiores de las Fuerzas Armadas o altos
rangos militares, sin necesidad de ratificación del Congreso (Art. 172). El Texto fundamental de 1979,
señalaba en su artículo 281: «Que los ascensos de los altos rangos de las Fuerzas Armadas, eran
previamente ratificados por el Senado». De esta manera evitaremos en el futuro, la corrupción en las Fuerzas
Armadas, especialmente, en los altos rangos, restituyendo la facultad de ratificación de los ascensos al
Congreso. Asimismo, y en lo que se refiere a las relaciones con las Fuerzas Armadas, la Constitución y las
leyes han preferido una subordinación de éstas al Presidente de la República, antes que a la
propia legalidad constitucional.
Las limitaciones introducidas en el artículo 79, con relación a la aprobación por el congreso de tributos, al
punto que éste no puede adoptar una decisión sin el informe previo del Ministerio de Economía, o aprobar por
mayoría legal simple (80) regímenes de tratamiento tributario especial para determinadas zonas del país.
Dicho dispositivo legal obstaculiza el libre ejercicio de las atribuciones del Congreso, precisamente la de dictar
leyes. El artículo 139 de la carta de 1979, textualmente indicaba: "Que sólo por ley expresa se podía conceder
exoneraciones y otros beneficios tributarios". Y no era necesario el informe previo del Ministerio de Economía.
Por último la modificación introducida en el artículo 112 la cual permite la reelección inmediata del Presidente
para un período adicional. Artículo muy controvertido, pero que le permitió a Fujimori postular a elecciones
presidenciales el año 2000. Con respecto a ello, al parecer, los Constituyentes del CCD, se olvidaron no
quisieron consultar la historia. De haberlo hecho, probablemente no se hubieran atrevido a aprobar la
reelección inmediata del Presidente de la República. En la década del veinte la Constitución Peruana de ese
año fue modificada dos veces para permitir la reelección sucesiva, primero, y después definitiva del presidente
Augusto B. Leguía quien gobernó el país como un déspota que atropelló los más elementales derechos y
libertades de la población. Con esa experiencia pasada la Constitución de 1979 ha previsto en su artículo 205:
"Que para la reelección debe transcurrir un período Constitucional". Por eso sostenemos que la reforma debe
tener por finalidad restituir las atribuciones al Congreso y desconcentrar el excesivo poder del Presidente de la
república.
La realidad nos demuestra que se ha roto el equilibrio de poderes, por cuanto el Congreso pierda atribuciones
legislativas y de control, en tanto que numerosas decisiones presidenciales serán ejercidas autónoma y
discrecionalmente por el Presidente. Formalmente el régimen mixto se mantiene, pero con una excesiva
concentración de poderes en el Presidente de la República.
Lo que interesa señalar en este caso, es que el ensanche de la autoridad presidencial no proviene de un
incremento ex profeso en la enumeración de atribuciones del cargo que aparecen en el artículo 118, sino del
cotejo de relaciones entre uno y otro órgano del Estado. Si la división de poderes y el equilibrio entre ellos
consisten, según MONTESQUIEU, en estructurar un sistema que evite la concentración de poder y en el cual
"el poder controle al poder", esa concepción que inspira a la democracia constitucional ha sido notablemente
disminuida por los Constituyentes Peruanos de 1993.
El criterio que acabamos de exponer es central e importante porque una simple comparación de atribuciones
presidenciales entre la Constitución precedente y la actual, puede llevar a conclusiones equivocadas. En
efecto, quien comparase el artículo 211 de la Constitución de 1979 con el artículo 118 de la carta vigente, que
es el que fija lo que corresponde al Presidente de la República, establecería que prácticamente se trata de
textos semejantes. Pero esta afirmación sería fruto de un análisis superficial; hay que buscar en el conjunto de
la Constitución y especialmente en los Capítulos y artículos que se refieren al Congreso, donde este queda
claramente disminuido, lo que es la tónica de la concentración de poder y de capacidad de decisión autónoma
en el Presidente de la República.
Entonces en la Constitución de 1993, existe pues, un claro fortalecimiento del Presidente de la República, que
como señala FERNANDEZ SEGADO, monopoliza el poder Ejecutivo y asume un
verdadero liderazgo legislativo. Esta concentración, como si fuera poca la inmensa autoridad del presidente
en las constituciones, hace recordar que la pompa, el boato, el poder concentrado y el culto a la persona del
Presidente, es parte de una de las más penosas tradiciones políticas del Perú. El cabal y certero juicio del
Constitucionalista VICTOR ANDRES BELAUNDE sigue siendo de actualidad, a pesar de haber ingresado a un
nuevo siglo: " Y como defectos de nuestro carácter y vicios sociales arraigadísimos, la misma suntuosidad
exterior e idénticos servilismos y atmósfera de rendimiento que rodeaban al virrey, rodean hoy al jefe de
Estado. Reviviendo el decoratismo colonial, podemos sostener sin exageraciones que el Presidente de la
República es un virrey sin monarca, sin consejo de indias, sin Oidores y sin juicios de residencia".
Creemos, que no hay exageración en el análisis crítico que hemos formulado al modelo político de la
Constitución de 1993 y que concluye en el carácter concentrado del poder que en su conjunto esboza.
Cualquier duda a este respecto debe ser resuelta acudiendo a la realidad política del Perú en el pasado
reciente.
Conclusiones
Por eso, la carta de 1993, exige la necesidad de reforma Constitucional, apelando a los propios mecanismos
por él instituidos en el artículo 206, que textualmente dice: "Toda Reforma Constitucional debe ser aprobada
por el Congreso con mayoría absoluta del número legal de sus miembros, y ratificada mediante referéndum
(...). La iniciativa de reforma constitucional corresponde al presidente de la República, con aprobación del
Consejo de Ministros; a los Congresistas; y a un número de ciudadanos equivalente al cero punto tres por
ciento (0.3%) de la población electoral, con firmas comprobadas por la autoridad electoral. Dicha reforma esta
orientada a la necesidad de restituir las atribuciones del Congreso y modificar y a la vez mejorar los textos
constitucionales o disposiciones constitucionales referentes a:
I. Los tratados, descritos en los artículos 56 y 57 de la Carta política vigente, por los argumentos
anteriormente esbozados.
II. Régimen Tributario y Presupuestal, establecido en el artículo 79.
III Poder Ejecutivo, del artículo 112, referido a la reelección inmediata del Presidente de la República,
asimismo buscar la modificación del artículo 118, incisos 12 y 19 respectivamente relacionados con el
nombramiento de embajadores y con la atribución de dictar decretos de urgencia con fuerza de ley.
VI. Seguridad y Defensa Nacional, indicado en el artículo 172, que está vinculado con los ascensos de los
altos rangos militares.
Esas reformas o modificaciones en los artículos antes indicados, son sustanciales, ya que aseguraran la
continuidad del régimen Constitucional. Por ello una Constitución inviable puede facilitar golpes de Estado
como pretendida solución Político-institucional a las crisis; y en el Perú, como lo sabemos con amarga
experiencia, no han sido pocas las veces que esto ha sucedido. Los casos más recientes son las
Constituciones de 1933 y de 1979.
Por lo tanto la Constitución no solo es Ley de Leyes, sino el documento histórico y magno en el que se
plasman las aspiraciones de un pueblo a convivir pacífica y ordenadamente, dentro de sistemas en los que,
"la libertad esté asegurada y el poder sirva a la justicia".
Referencias bibliográficas
1.-BLANCAS BUSTAMANTE, Carlos, LANDA ARROYO, César Y RUBIO CORREA, Marcial. Derecho
Constitucional General. Tomos I y II. Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial. Varias
ediciones.
2.-BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Fundación Honrad Adenauer. Lima 1996.
3.-Bernales Ballesteros, Enrique, La Constitución de 1993:Analisis comparado Editora RAO 1999.
4.-BERNALES BALLESTEROS, ENRIQUE; LA CONSTITUCION DE 1993, VEINTE AÑOS DESPUES,
EDITORIAL IDEMSA, LIMA, SEXTA EDICION 2012.
5.-COMISION ANDINA DE JURISTAS. La Constitución de 1993: análisis y comentarios. Tomos I y II. Lecturas
sobre Temas Constitucionales 10. Lima (1994), 11 (1995) y 12 (1996).
6.-DUVERGER, Maurice. Instituciones Políticas y Derecho Constitucional. Barcelona. Ediciones Ariel, 1970
7.-EGUGUREN PRAELLI, Francisco. La Constitución de 1979 y sus problemas de aplicación. Lima. Cultural
Cuzco. 1987.
8.-EGUIGUREN PRAELLI, Francisco. Diez años de régimen constitucional en el Perú 1980 – 1990. Los retos
de una democracia insuficiente. Lima. Comisión Andina de Juristas. 1990.
9.-GARCIA BELAUNDE, Domingo. Las Constituciones del Perú. Edición Oficial, Ministerio de Justicia. 1993.
10.-LOEWENSTEIN, Karl. Teoría de la Constitución. Barcelona, Editorial Ariel. 1976.
11.-PLANAS, Pedro. Rescate de la Constitución. Lima. Comisión Andina de Juristas. 1995.

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos98/constitucion-1993-necesidad-reforma-


constitucional/constitucion-1993-necesidad-reforma-constitucional.shtml#ixzz5FdFsGNck

LEY DE REFORMA CONSTITUCIONAL QUE RECONOCE EL DERECHO DE ACCESO AL


AGUA COMO DERECHO CONSTITUCIONAL

Artículo único. Incorporación del artículo 7º-A de la Constitución Política del Perú
Incorpórase el artículo 7º-A de la Constitución Política del Perú, conforme al texto siguiente:
“Artículo 7º-A.- El Estado reconoce el derecho de toda persona a acceder de forma progresiva y universal al
agua potable. El Estado garantiza este derecho priorizando el consumo humano sobre otros usos.
El Estado promueve el manejo sostenible del agua, el cual se reconoce como un recurso natural esencial y
como tal, constituye un bien público y patrimonio de la Nación. Su dominio es inalienable e imprescriptible”.
Comuníquese al señor Presidente de la República para su promulgación.
En Lima, a los quince días del mes de junio de dos mil diecisiete.
LUZ SALGADO RUBIANES
Presidenta del Congreso de la República
ROSA BARTRA BARRIGA
Primera Vicepresidenta del
Congreso de la República
AL SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
POR TANTO:
Mando se publique y cumpla.
Dado en la Casa de Gobierno, en Lima, a los veintiún días del mes de junio del año dos mil diecisiete.
PEDRO PABLO KUCZYNSKI GODARD
Presidente de la República
FERNANDO ZAVALA LOMBARDI
Presidente del Consejo de Ministros
1536004-1
Constitución de la Republica del Perú

Artículo Nro 206


Toda reforma constitucional debe ser aprobada por el Congreso con mayoría absoluta del
número legal de sus miembros, y ratificada mediante referéndum. Puede omitirse el
referéndum cuando el acuerdo del Congreso se obtiene en dos legislaturas ordinarias
sucesivas con una votación favorable, en cada caso, superior a los dos tercios del número
legal de congresistas.

La ley de reforma constitucional no puede ser observada por el Presidente de la República.

La iniciativa de reforma constitucional corresponde al Presidente de la República, con


aprobación del Consejo de Ministros; a los congresistas; y a un número de ciudadanos
equivalente al cero punto tres por ciento (0.3%) de la población electoral, con firmas
comprobadas por la autoridad electoral.

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