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Discurso pronunciado por el

Gobernador del Estado de Jalisco,


Aristóteles Sandoval, durante la
presentación del libro "El campo que yo
conocí”.
Pronunciado por:
Jorge Aristóteles Sandoval Díaz, Gobernador del Estado de Jalisco
Fecha:
Miércoles, Mayo 24, 2017
Muchas gracias.

Bienvenidos, bienvenidas, gracias por acompañarnos en esta tarde, sobretodo donde nos lleva una
visión y nos transporta a la realidad del campo mexicano que conoció, vivió, construyó, y fue parte
de las grandes reformas en nuestro país, Don Augusto Gómez Villanueva.

Decirle que su claridad, su determinación, su memoria, la forma de su generosidad y su atención


con cada uno de quienes lo conocemos, nos motiva a seguir haciendo política, política de la buena,
política con valores, decirle que sabe de mi aprecio, mi cariño, mi respeto y admiración, bienvenido
Don Augusto, muchas gracias.

Gracias a todas, a todos, pues después de escuchar aquí con elocuencia, la extensión, la claridad,
con la que ya comentaron las líneas de este importante libro, con una narrativa ágil, con anécdotas
muy interesantes, nos lleva a reflexionar cuáles fueron los esfuerzos de un campo mexicano que
tuvo un gran momento, que originó a través de la revolución el interés de impulsar a la igualdad y
la conquista de quienes merecían esas tierras, que por años habían trabajado, y que un sistema
los había marginado y los había explotado.

Por eso, al referirse Hugo Castro aquel momento aquí simbólico de la abolición de la esclavitud por
Miguel Hidalgo y Costilla, siendo este también un espacio donde Juárez lo erigió como Palacio
Nacional, siendo un espacio histórico también que se construye con impuestos precisamente del
agave, un espacio natural que le debe mucho al campo. Y esos momentos que motivaron a
intelectuales, gobernantes, autores, a hablar del campo, enriqueció mucho la visión de lo que en
sus líneas podían llenar.

Por ello, decirle Don Augusto, donde nosotros leemos la frase “la historia se escribe con el
testimonio de quienes participaron en ella”, pues le hace un justo homenaje, pues usted es una de
las voces más autorizadas en el tema, ya que como saben también fue el primer secretario de la
Reforma Agraria, además de toda su trayectoria parlamentaria.

Como nos cuenta también Don Augusto en su libro, había grandes propietarios de tierras que, al
expropiarles la superficie que detectaban fuera de la ley, fueron afectados.

En una lectura política también don Augusto nos revela los detalles que hicieron posible la
transformación del campo mexicano y que son los detalles íntimos, los interesantes de este libro,
los del trabajo silencioso, los de la actividad poco glamurosa que pasaban desapercibidos por la
prensa, me refiero también a los ejemplos que pone de las batallas legales que eran
indispensables para generar los cambios jurídicos en cualquier reforma o las dificultades de hacer
cumplir las nuevas leyes antes la fuerza de la costumbre.

Estamos hablando de una época en la que repartir la tierra significaba repartir oportunidades, una
dimensión que selló esa frase “queremos tierras, no papeles”.

Otras veces esta repartición era un acto de justicia histórica solamente postergada, por ejemplo,
frente a pueblos indígenas en su lucha ancestral por el despojo de sus tierras desde tiempos de la
conquista, que a ellos por cierto, les dedica casi 50 páginas.

No es coincidencia que “El campo que yo conocí” haya sido editado en el año 2015, a 100 años de
la promulgación de la Ley Agraria, como tampoco lo es el hecho de esta presentación cuando se
cumple un siglo de que se incluyera el reparto de las tierra en la Constitución, en su artículo 27.

Esto no sólo demuestra su buen timing Don Augusto, sino también nos obliga a recordar los
pendientes que aún tenemos con la gente de nuestros campos y ahí me quedo con algo que
comento en estos momentos, los problemas están en el campo, si vemos el tema de cómo son
explotados quienes producen producto del narcotráfico, pues ellos nunca ganan, ellos son a los
que menos les pagan, siguen siendo explotados, porque inclusive en esa industria el narcotráfico,
quien ganan son el intermediario, el narcotraficante. Ahí es donde debemos de acudir, con
nuestros hermanos campesinos que podemos ofertarles, ofrecerles otras siembras mucho más
productivas como lo hemos platicado Héctor, si no tienen oportunidad y es la única oportunidad
que encuentran en esa lejanía, en ese abandono para producir, a eso se están dedicando, eso nos
llama poderosamente a la reflexión y a la acción inmediata, eso nos habla de seguir impulsando la
tecnología, la innovación, del extensionismo, en nuestro campo jalisciense, porque no queremos
muy pronto tener campos vacíos y ciudades llenas, de ahí se viene la alimentación, de ahí se viene
la parte fundamental de nuestro desarrollo, y hoy estos episodios y a lo largo de esta narrativa nos
hace reflexionar que pendientes tenemos.

En este (inaudible), en la parte literaria, si me lo permiten, quiero expresar que este libro es un
puente también que nos acerca a entender la realidad del agro mexicano en una época, en la que
sus paisajes, sus gentes, sus costumbres fueron, valga la expresión, un campo fértil como lo dije
también para escritores jaliscienses.

Y ahí tenemos los de abajo del laguense Mariano Azuela, por aquí está también nuestro amigo el
diputado, el presidente también bienvenidos a todos los presidentes, ricas también en su regiones
y en el campo, o el “Llano en llamas”, “Pedro Páramo” que ahora que también coincidente con la
celebración de Juan Rulfo, quien en otra coincidencia se cumplen cien años de su nacimiento,
Rulfo nació en el mismo año en el que el reparto de tierras fuera incluido en nuestra Constitución.

Y no puedo pasar por alto “Las Sierras Flacas” y “Al Filo de la Aguja” de Agustín Yáñez, también
orgullosamente jalisciense y de quien Don Augusto tendrá muchas anécdotas pues Yáñez también
fue Secretario de Educación casi contemporáneo a Don Augusto.

Para más datos curiosos debo decir que la primera edición “Al Filo de la Aguja” fue publicada
también por la editorial Porrua, mientras que “El campo que yo conocí“, aparece con el sello de
Miguel Ángel Porrua, tal vez como un guiño de que ambas obras se comunican a través del
tiempo.

La novela de la Revolución nos descubrió ese México profundo que todavía le toco caminar a Don
Augusto, ese México de terracerías que atravesaba con su portafolio para firmar acuerdos sobre
una caja de jitomates y muestra de ello pues esta la portada del libro.

Aquí están pues las dos caras de ese México, del México que nuestros grandes escritores nos
mostraban, pensando seguramente en la visión de un mejor país y las cara de quienes como de
Don Augusto, se dedicaron a construir esa visión desde las pequeñas rancherías, comunidades,
ejidos que fatuamente serian nuestros ejidos, que entonces carecían de lo indispensable.
Hoy en Jalisco podemos decir que estas realidades son distintas gracias a programas innovadores,
que hemos impulsado, que ha impulsado el Gobierno de la República, que el Presidente decidió
democratizar la producción, democratizar las herramientas para que lleguen al campo, mejorar los
incentivos al financiamiento, apoyo decidido a la mujer del campo, todo eso ha sido la apuesta del
Presidente y la hemos continuado esa política en los estados.

Por ello, no quiero terminar sino decirles y aquí lo comento Abel, lo comento Héctor y Hugo, que la
mejor parte en este libro, si bien como lo dije se trata de un libro ameno, con una narrativa ágil y de
muchas anécdotas, hay algo muy importante que se (inaudible), no se trata solamente del
documento, el valor histórico, lo importante del papel que cumple para entendamos el México
profundo de nuestros grandes novelistas. Si leemos con atención descubriremos que este libro
deja en descubierto, no al escritor, no al político, no al hombre de estado, sino a la persona, al ser
humano.

Se trata de un documento, cuyo espíritu antepone los valores humanos a los hechos históricos, y
en el que reconocemos al escritor en sus diferentes facetas, como político, como factor activo de
cambios y como padre de familia.

Y es ahí donde me detengo, porque el libro “El campo que yo conocí” es también un
reconocimiento de que la familia, tanto para quienes vivimos en las grandes ciudades, como para
quienes viven en el campo, sigue siendo el eje de nuestros alcances.

Don Augusto Villanueva ha tenido el sensible tino de empezar el libro con dedicatoria a su familia
más extensa, su esposa, sus hijos, a su nietos, sus hermanos, a sus padres y a esta extensión de
su familia que han sido los campesinos de México, y ha tenido la congruencia de terminar la obra
con una fotografía familiar como lo comento aquí Don Augusto, para como lo dijo, para el guarda
un significado profundo, y a veces vemos la obra y dejamos de ver al hombre, pero en este libro
será difícil que lo hagamos, antes y al final de estas casi 900 páginas de esta obra, Don Augusto
nos muestra lo más importante, su familia.

Don Augusto es un protagonista directísimo de la historia de nuestro país y su obra es, sin duda,
una lectura obligada para entender nuestro presente, por ello no me resta sino felicitarlo Don
Augusto, que siga portando en estas memorias que seguro estoy le servirán mucho al país y a los
tomadores de decisiones y hoy con su mensaje innovador de cómo estar unidos, de cómo estar
cerca, cómo ampliar el colectivo, cómo tomar las decisiones juntos, cómo poder tener gobiernos
más horizontales que vengan de abajo hacia arriba, cómo poder ir al campo y escuchar y tomar
las decisiones de allá hacia quienes elaboramos las políticas públicas y no del escritorio, de la
oficina hacia el pueblo, hacia donde están los problemas.

Ahí con lo que nos dice es con esa sensibilidad con la que debemos atender a nuestro campo, a
nuestra gente, para seguir siendo el Gigante Agroalimentario, para seguir teniendo el liderazgo a
nivel nacional internacional y que sigan llegado aquí las grandes inversiones y que sigan creciendo
nuestros productores, y que podamos apoyarlos desde la producción hasta la comercialización,
que hoy hemos tenido éxito abriendo otros mercados en el mundo y eso también se lo debemos al
Presidente de la República, a la visión de nuestro Secretario, al trabajo de nuestro equipo, a la
gestión de nuestros presidentes, al apoyo de nuestros legisladores y legisladoras que hoy nos
acompañan tanto locales, como federales.

La importante presencia de un amigo también, un luchador social y que nos sigue acompañando,
al señor gobernador Guillermo Cosío Vidaurri, a nuestros líderes, Rubén muchas gracias por
acompañarnos, Osiel, gracias especialmente a todas mis amigas y amigos que me acompañaron
en esta tarde con una persona a quien admiro, estimo y estoy seguro que a la historia siempre se
lo reconocerá y hoy le estamos, haciendo aquí presente con esta gran producto, con este libro que
seguramente estoy les va a gustar a todos y a todas, los invito a leerlo.
Muchas gracias.

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