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Año de la Misericordia
8 de diciembre, 2015—20 de noviembre, 2016
Se escogen cantos apropiados para cada parte de la Hora Santa
Canto
[Exposición del Santísimo Sacramento durante el canto]
Reflexión I
(del anuncio del Papa Francisco acerca del Jubileo Extraordinario de la Misercordia 1, 2)
Pausa
Antífona: Oh Dios, habla de la paz a tu pueblo. Quiero escuchar lo que dice el Señor,
pues Dios habla de paz
Salmo 85 a su pueblo y a sus servidores,
con tal que en su locura no recaigan.
Señor, has sido bueno con tu tierra:
Hiciste volver a los cautivos de Jacob. Cerca está su salvación de los que le temen
Suprimiste la deuda de tu pueblo, y habitará su Gloria en nuestra tierra.
perdonaste totalmente su pecado. La Gracia y la Verdad se han encontrado,
Depusiste todo tu furor, la Justicia y la Paz se han abrazado;
y volviste del ardor de tu cólera. de la tierra está brotando la verdad,
y del cielo se asoma la justicia.
Restablécenos, Dios, salvador nuestro,
por fin a tu resentimiento con nosotros. El Señor mismo dará la felicidad,
¿Estarás siempre irritado con nosotros, y dará sus frutos nuestra tierra.
de edad en edad proseguirá tu cólera? La rectitude andará delante de él,
la paz irá siguiendo sus pisadas.
¿No volverás, acaso, a darnos vida
para que tu pueblo en ti se regocije? Gloria al Padre, y al Hijo,
¡Haz, Señor, que veamos tu bondad y al Espíritu Santo.
y danos tu salvación! Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Miqueas 6:8
Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar
las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?”
Jesús le contestó: “No te digo siete veces, sino setenta y siete veces.”
“Aprendan algo sobre el Reino de los Cielos. Un rey había decidido arreglar cuentas con sus
empleados, y para empezar, le trajeron a uno que le debía diez mil monedas de oro. Como el
hombre no tenía con qué pagar, el rey ordenó que fuera vendido como esclavo, junto con su
mujer, sus hijos y todo cuanto poseía, para así recobrar algo. El empleado, pues, se arrojó a los
pies del rey, suplicándole: “Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo.” El rey se
compadeció y lo dejó libre; mas todavía, le perdonó la deuda.
Pero apenas salió el empleado de la presencia del rey, se encontró con uno de sus compañeros
que le debía cien monedas. Lo agarró del cuello y casi lo ahogaba, gritándole: “Págame lo que
me debes.” El compañero se echó a sus pies y le rogaba: “Dame un poco de tiempo, y yo te lo
pagaré todo.” Pero el otro no aceptó, sino que lo mandó a la cárcel hasta que le pagara toda la
deuda.
Los compañeros, testigos de esta escena, quedaron muy molestos y fueron a contárselo a su se-
ñor. Entonces el señor lo hizo llamar y le dijo: “Siervo miserable, yo te perdoné toda la deuda
cuando me lo suplicaste. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero como yo tuve
compasión de ti?” Y tanto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos hasta que
pagara toda la deuda.
Y Jesús añadió: “Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone
de corazón a su hermano.”
Reflexión II
(del anuncio del Papa Francisco acerca del Jubileo Extraordinario de la Misercordia 9)
En la parábola del “sirviente sin misericordia,” Jesús afirma que la misericordia no es solo
el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente
sus verdaderos hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a no-
sotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia. El perdón de las ofensas deviene
la expresión más evidente del amor misericordioso y para nosotros cristianos es un
imperativo del que no podemos prescindir. ¡Cómo es difícil muchas veces perdonar! Y, sin
embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la
serenidad del corazón. … Y sobre todo escuchemos la palabra de Jesús que ha señalado la
misericordia como ideal de vida y como criterio de credibilidad de nuestra fe: “Dichosos los
misericordiosos, porque encontrarán misericordia” (Mateo 5,7) es la bienaventuranza en la
que hay que inspirarse durante este Año Santo.
comida
recibimos, o sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te
vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”
ropa
cárcel
Benditos de mi Padre
De pie y canten un canto apropiado
Reflexión III
(del anuncio del Papa Francisco acerca del Jubileo Extraordinario de la Misercordia 15)
En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más
contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea.
¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan
la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la
indiferencia de los pueblos ricos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas
heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con
la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad
que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros
ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la
dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio.
Lectura III: Marcos 10:46-52
Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran
muchedumbre, Bartimeo, el hijo de Timeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al
camino.
Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: “¡Hijo de David, Jesús, ten
compasión de mí!”
Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: “¡Hijo de David,
ten compasión de mí!”
Jesús se detuvo y dijo: “Llamadle.” Llaman al ciego, diciéndole: “¡Animo, levántate!
Te llama.”
Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús.
Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: “¿Qué quieres que te haga?” El ciego le dijo:
“Rabbuní, ¡que vea!”
Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado.” Y al instante, recobró la vista y le seguía por
el camino.
Antífona: El Señor está cerca del corazón deshecho.
Pausa
Salmo 34:2-3, 6-7, 17-18, 19, 23
Intercesiones
Por los que tienen hambre, que reconozcamos y respondamos a tantos hambres de nuestro mun- do,
oremos...Dios misericordioso, escucha nuestra oración.
Por los que tienen sed, que reconozcamos y respondamos a la necesidad de agua limpia y saludable en
todas partes del mundo, oremos...Dios misericordioso, escucha nuestra oración.
Por los que no tienen ropa, que reconozcamos y respondamos con compasión a todas formas en que a
personas se les roba su dignidad, oremos… Dios misericordioso, escucha nuestra oración.
Por los peregrinos, que reconozcamos y les demos la bienvenida a todas personas buscando pertenecer
a una familia o a una comunidad, oremos… Dios misericordioso, escucha nuestra oración.
Por los enfermos, que reconozcamos y estemos presentes a personas que sufren de cuerpo y de alma,
oremos… Dios misericordioso, escucha nuestra oración.
Por los encarcelados, que reconozcamos y visitemos a personas que les falta su libertad,
oremos… Dios misericordioso, escucha nuestra oración.
Por los que han muerto, que reconozcamos y consolemos a los que lloran por la pérdida de un ser
querido, oremos...Dios misericordioso, escucha nuestra oración.
El Padre Nuestro
Oración del Papa Francisco para el Jubileo
Señor Jesucristo,
tú nos has enseñado a ser misericordiosos como
el Padre del cielo,
y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:
¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo
con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti,
su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera
compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno
de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea
un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva
a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Señal de la Paz
El Logo y el Lema
El lema “Misericor dioso como el Padre” (tomado del Evangelio de Lucas, 6:36) sir ve co-
mo una invitación a seguir el ejemplo misericordioso del Padre que nos pide no juzgar o con-
denar sino que nos pide perdonar y dar amor y perdón sin medida (Lucas 6:37-38).
El logo presenta el tema de la misericor dia: el Hijo car ga en sus hombr os el alma pérdida.
El logo ha sido diseñado de tal manera que exprese el profundo modo en el cual el Buen Pastor
toca la carne de la humanidad y lo hace con un amor y con el poder de cambiar vidas. Un
aspecto en particular que merece examinarse es que mientras el Buen Pastor, en su inmensa
misericordia, toma la humanidad para sí mismo, sus ojos se juntan con los del hombre. Cristo
ve con los ojos de Adán, y Adán ve con los ojos de Cristo. Cada persona descubre en Cristo, el
nuevo Adán, su propia humanidad y el futuro que es por venir, contemplando, en su mirada, el
amor del Padre.
La escena es capturada dentro una almendra. Llama a la atención las dos naturalezas de Cristo,
divina y humana. Los tres óvalos concéntricos, con colores progresivamente más claros mien-
tras nos movemos hacia fuera, sugieren el movimiento de Cristo que carga a la humanidad fuera
de la noche del pecado y de la muerte. Al contrario, la profundidad del color más oscuro sugiere
el poder de penetrar del amor del Padre que lo perdona todo.
En verdad, cada día tenemos acceso a la misericordia del Padre por nuestro Señor Jesús; sin
embargo, en nombrar un Año Santo de la Misericordia, el Papa Francisco ha determinado que
hay un tiempo especial de gracia para la Iglesia y para el mundo. Quiere celebraciones de este
Año Santo que sean una medida por la cual podemos decir si estamos viviendo como los
discípulos de Cristo.
Las obras corporales de misericordia son las maneras en que vivimos la caridad al responder
a las necesidades físicas de nuestro prójimo. Las obras espirituales de misercordia son las
maneras en que cuidamos por las necesidades espirituales de nuestro prójimo.
Las Obras Espirituales de Misericordia: ¾ Enseñar al que no sabe ¾ Dar buen consejo al
que lo necesita ¾ Corregir al que yerra ¾ Perdonar las injurias ¾ Consolar al triste ¾ Sufrir con
paciencia los defectos de los demás ¾ Rogar a Dios por vivos y difuntos.