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KONVERGENCIAS
FILOSOFÍAS DE LA INDIA
Raimon Panikkar
1
Publicado originalmente en: Vicente Fatone: Obras Completas, Buenos Aires, Sudamericana,
1973, Vol. I.
KONVERGENCIAS, Filosofías de la India, Número 7, Enero 2017 | 70
osadía de escribirle, porque la presencia es real. En rigor, nos dijimos ya todo lo que aquí
pormenorizo.
El tema de la mística ha sido uno de los problemas que más le han preocupado y sobre él
quisiera aventurar algunas consideraciones, que al mismo tiempo pueden servir de
introducción al lector de este volumen de sus obras completas, que temáticamente tratan
del asunto.
¿Quién o Qué es Dios? Es una pregunta que oigo plantearme a cada instante. Una de mis
respuestas con la que creo estaríamos de acuerdo, es la que suelo dar a quien se
encuentra torturado existencialmente, y no sólo teóricamente, por la cuestión: Dios es
quien rompe tu aislamiento sin quebrar tu soledad: quien te hace ser tú mismo siendo con
los demás, pero sin ser engullido por ellos. Dios es quien permite el diálogo sin necesidad
de dualismo, quien hace posible la plegaria sin necesidad de cuál sea la petición que exige
ser contestada, quien permite verte sin enajenarte, quien hace posible el amor sin
necesidad de ser amado, quien hace que el conocimiento pueda ser sin por eso ser objeto
del mismo. Ni qué decir tiene que lo mismo daría, en contexto, decir “lo que” en lugar de
“quién”. En pocas palabras, Dios no es un objeto, Dios no es el Otro, ni es tampoco el
Mismo, ni, en definitiva, es ni no-es. En alguna parte nos recuerda usted, aunque
suponiéndola posterior, aquella Proposición II del Libro de los XXIV Filósofos: “Deus est
sphaera infinita, cuius centrum est ubique, circunferentia muscuam”, Dios es una esfera
infinita cuyo centro está en todas partes y cuya superficie es ninguna. Es el Dios de la
mística, diría usted, y no el de la religión. Comprendo que la idolatría haya sido y continúe
siendo el gran peligro y la gran tentación de toda religión, sagrada o secular, tradicional o
moderna. Y un concepto puede ser un ídolo más insidioso que un fetiche. Pero lo que
ocurre es que Dios no-es-de-nadie. Nadie puede monopolizarlo, ninguna religión, ninguna
filosofía, ni mística, como tampoco ningún ateísmo o agnosticismo. Dios no permite la
propiedad privada; ni siquiera de él mismo. Un Dios que se perteneciera a sí mismo sería
pura contradicción y moralmente un fraude. El dogma de la Trinidad, que no es por cierto
exclusivo de la religión cristiana, viene precisamente a romper el aislamiento de un Dios
propietario de sí mismo, sin por eso menoscabar su soledad.
Siempre tuve la impresión de que usted era un gran solitario, pero no un aislado, y que,
por tanto, estaba en comercio vivo con Dios, sufriendo por ver a este Dios mediatizado
por el institucionalismo y tradiciones ya no vivas, como usted también expone al hablar
“Los Intermediarios” en El hombre y Dios. Por eso el místico es de incómoda convivencia:
tolera mediadores pero no admite intermediarios.
La experiencia mística imprime un carácter indeleble. Por este motivo apunta usted tan
certeramente que “la mística no tiene, en toda su historia, un solo renegado”, y
poéticamente repite que “la mística es, como la muerte, una región de la que no se
vuelve”. La mística es, ciertamente, una experiencia mortal. En contacto con la realidad
realiza y la realidad es tal precisamente por eso. La experiencia mística es transtemporal,
tempiterna lo he llamado yo y, por tanto, carece de sentido un “volverse atrás”.
En esta posible participación se funda no sólo el hecho de que se pueda hablar de mística,
sino también la posibilidad de un campo todavía muy virgen y en el que usted ha dado
más de un paso con una firmeza que sólo la mencionada participación hace explicable. Me
refiero al campo de lo que por no insistir sobre nombres nuevos seguiremos llamando
mística comparada.
Los problemas, sin embargo, no son de poca monta. El primer dilema parece ser el
siguiente: o bien hay un término neutro e independiente de comparación, o bien no lo
hay. En el primer caso la mística parece comprometida, pues ¿qué hay o puede haber más
Más aun, ¿no presupone la misma pretensión comparativa lo que está en tela de juicio, a
saber, que las místicas son comparables?
Usted, querido amigo, hace a mi modo de ver la única mística comparada posible, esto es,
usted no compara misticismos sino que estudia, por participación, la intuición mística, que
usted cree encontrar en una determinada concepción del mundo, y al expresarla y
aclararla echa usted mano de formulaciones de otras tradiciones filosóficas o religiosas
que le parecen servir para profundizar y esclarecer la cuestión. Dicho con otras palabras,
que no quisieran hacerle decir lo que usted no dice, pero que, expresando mi opinión, me
parece estar en su misma línea de pensamiento: mística comparada no consiste en
comparar misticismos ni en comparar fenómenos místicos, sino en servirse como
vehículos de expresión para formular su propia intuición mística, de todas aquellas
doctrinas y nociones que puedan ayudar a esclarecer la inteligibilidad del problema
personal que se trae entre manos. Empresa absurda y condenada al fracaso si consistiera
en intentar explicar lo inexplicable por acumulación de inexplicables. Faena fascinante y
llamada a contribuir poderosamente al entendimiento entre los hombres, participando en
el fondo mismo de la vida humana, en la fuente misma de su existencia; tarea importante
y urgente si consigue despertar un eco y una participación creadora en el lector haciendo
vibrar en él fibras dormidas o poniendo en marcha potencialidades latentes.
Permíteme que salga aquí en su defensa –o en la mía- frente a quienes tildan un tal
procedimiento de sincretista por haber dejado anquilosar su propio horizonte, olvidando
que todo horizonte es constitutivamente flexible, movedizo y que, por representar un
límite, se encuentra siempre más allá de cualquier comprensión y acercamiento.
En primer lugar, la función del maestro, la del filósofo y, ni qué decir tiene, la del místico,
es primaria e irreducible y por tanto sin justificación distinta de la verdad. Bondad y
belleza, que encarnan en sí mismos. La flor, en cuanto flor, no tiene por qué ni tampoco la
auténtica enseñanza del verdadero maestro: es su misma vida. Usted nos ha vuelto a
recordar las tajantes y valientes palabras de Meister Eckhart al respecto: “Lo que os he
dicho es cierto…Habla la verdad. No sé si puedo decir más”. O con sus propias palabras en
otra ocasión: “Jedes hinzudenken verdeckt das Sein”, cualquier repensamiento encubre al
ser. La verdad no tiene otro parapeto donde defenderse ni otro refugio en donde
protegerse. La metaverdad sería una mentira.
Con otras palabras: no se puede comparar las religiones fuera del ámbito de la religión, si
la comparación tiene que ser reconocida como válida por ellas mismas. Pero la religión es
concreta, la mía, la tuya… ¿Cómo es, pues, posible imparcialidad y neutralidad desde una
religión determinada? La filosofía comparada es a su vez filosofía, con la cual ella debería
también entrar en una comparación, y así hasta el infinito. La mística pretende haber
llegado al contacto último e inmediato, inefable por lo demás, con la realidad. ¿Qué
perspectiva puede tener desde allí si no puede dar ya ningún paso atrás?
Desde un punto de vista eminentemente formal debe empezarse por decir que la solución
puede solamente darse si se encuentra, en el interior mismo de las disciplinas en cuestión,
una base común aceptada por las mismas. Este es el lugar verdadero del diálogo. El
diálogo no es una simple conversación, no es un mero enriquecimiento mutuo por la
información suplementaria que se aporta, no es un exclusivo correctivo de malentendidos
y sólo una crítica mutua; el diálogo es la búsqueda en común, de lo común y de lo
diferente, es la fecundación mutua que cada uno aporta, es el esfuerzo mutuo por ser
con-vencido por el otro, es el reconocimiento implícito o explícito de que no somos
autosuficientes y que el sujeto de la religión, del filosofar, así como la mística no es el
individuo, sino la persona, esto es, la relación constitutiva entre todos los factores que
No voy a entretenerme ahora en dilucidar más la cuestión, sino solamente en apuntar tres
presupuestos en los que descansa la respuesta afirmativa a la posibilidad de la mística
comparada, en el sentido en que la hemos venido entendiendo.
Ello hace que la tarea que nos ocupa no pueda consistir en llevar a cabo meras
traducciones o en encontrar simples correlaciones, sino en una vivencia holística repetida
sin esquizofrenia en la mente, el corazón, y el cuerpo, de quien ha tomado sobre su
responsabilidad tamaño quehacer.
En la comunidad de un tal ideal, querido amigo, nos encontramos hace años en la India y
nos seguimos encontrando mientras la tarea esté por hacer y las semillas que usted
sembró sigan viviendo en la segunda, tercera y cuarta generación…
R.Panikkar
Varanasi, junto al Ganges, agosto de 1970.