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UNIVERSIDAD NACIONAL MAR DEL PLATA

FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

CÁTEDRA: DIDÁCTICA GENERAL

Año: 2018 primer cuatrimestre

Trabajo Práctico N° 2:

Observación e Informe: una aproximación a la clase escolar desde Didáctica


General

Estudiantes: María Paz Di Iorio, Ernesto Manuel Román

Temprano en la mañana entramos en la escuela, pintada de blanco, poco


llamativa desde el exterior aunque universalmente reconocible como escuela, incluso si
no tuviera el cartel grande y bastante nuevo que dice con amables caracteres “escuela
cooperativa Amuyen” acompañados de los dos pinos que simbolizan al movimiento
cooperativista. Una vez flanqueada la puerta de ingreso, también blanca con rejas en
maya, nos encontramos en un amplio corredor que remata en un patio interno y a cuya
izquierda se encuentra la preceptoría. Nos encontramos con la directora del colegio que
nos llevó al aula donde realizaríamos las observaciones. Para llegar a ella, cruzamos el
pasillo, doblamos a la izquierda y subimos una escalera. El edificio en general se notaba
en buenas condiciones estructurales y de limpieza, tenia sin embargo un tono bastante
austero, sin demasiado decorado y con las paredes sobriamente pintadas con blanco y
colores fríos.

Entramos en el aula de paredes pintadas de blanco y azul oscuro. Es un


rectángulo que se extiende a lo largo hasta unas ventanas con cortinas azules de un
tono más claro. En las paredes hay estanterías con materiales didácticos, de plástica y
otras materias. También hay numerosos afiches, presumiblemente hechos por los
estudiantes, sobre diversos temas seguramente vistos en clases y tambien una especie de
álbum de fotos (presumiblemente de egresados de algún nivel) y un afiche más grande
con un personaje de Mafalda y una inscripción que reza “bienvenidos 2do año”. El aula
está llena (con aproximadamente 20-25 estudiantes) pero no repleta, es decir, todos los
espacios están ocupados sin que por ello haya sensación de hacinamiento. Los
estudiantes están sentados en torno a mesas cuadradas o redondas, de a cuatro por cada
una, lo que llama la atención puesto que en la mayoría de los colegios se usan bancos
individuales. Entendemos que esto se debe a la perspectiva pedagógica del colegio que
acentúa el trabajo colectivo y la interacción entre los estudiantes. La pizarra, blanca del
material preparado para escribir con fibrón sobre ella, estaba al lado de la puerta,
delante de ella había una mesa para el profesor y al costado un gran armario de metal
pintado de gris, sobre el cual se erguía un televisor.

La primera clase que pudimos observar era de geografía, un profesor joven, con
bastante cara de dormido. Lo primero que llama la atención es la tranquilidad de los
chicos, estos conversaban en vos baja durante los momentos de distracción y
escuchaban atentamente al profesor cuando hablaba. En el comienzo de la jornada hubo
varias interrupciones. Primero entro una chica que tenía que rendir la materia, puesto
que la adeudaba del año anterior. Luego llego una chica perteneciente a ese curso que
arribaba a la clase con retraso, por último el preceptor paso a tomar asistencia. Vale
destacar que con tanta entrada y salida de gente, los alumnos comenzaron a alborotarse
un poco pero una alumna no dudo en ponerle fin al griterío y exclamó: “¡¿Pueden
callarse todos?, sino la compañera no va a poder rendir!” El profesor comenzó la clase
hablando del inminente parcial y de los contenidos que entraban en él. Luego colgó un
mapa de argentina y comenzó con el tema del dia. Explicaba en el mapa que colgó sobre
la pizarra a la par que iba anotando en ella los conceptos fundamentales de la clase. Esta
sin embargo, no revestía un carácter expositivo-magistral sino que se desarrollaba en un
dialogo continuo con los estudiantes, los cuales levantaban la mano para responder a las
preguntas o realizar acotaciones, se notaba interés por parte de estos, aunque no de la
totalidad del grupo, puesto que algunos no intervenían. El profesor conocía los nombres
de varios de sus estudiantes. En general el clima de trabajo era distendido, los
estudiantes iban anotando en sus mapas lo que el profesor explicaba. En un momento,
uno de ellos parece que tuvo una actitud que el profesor sintió como fuera de lugar.
Nosotros por nuestra parte no lo percibimos, pero la reacción del docente fue cambiarlo
de lugar, pasarlo a una de las mesas del frente. En lo sucesivo notamos que pese al
clima de confianza que había, también se ejercían normas de disciplina estrictas: ante
cualquier gesto que obstruyera la clase había una llamada disciplinaria. El profesor de
geografía parecía particularmente estricto. Como había algunos alumnos que
participaban fervorosamente en la clase y otros permanecían callados, el docente insto a
que los que estaban callados dieran sus pareceres, cosa que sin embargo no termino de
conseguir. En medio de la clase dio lugar a una pequeña pausa. Los estudiantes se
relajaron y charlaban entre ellos sin hacer mucho estruendo, durante este interludio el
profesor círculo alrededor del aula, revisando carpetas y charlando con ellos. Luego de
la pausa, dicto algunos temas para que los estudiantes anotaran en una hoja al comienzo
de la carpeta que haría de programa de la materia, a raíz de esto realizo un comentario
que nos resulto poco feliz: menciono que esto le serviría a los que se llevaran la materia
que, dado las estadísticas, era una situación en la que un cierto porcentaje de los
alumnos estarían en fin de año. A continuación dicto una definición esta vez como parte
del contenido propio de la clase. Luego analizo dicha definición en dialogo con los
estudiantes, realizando preguntas que fueron pertinentemente constatadas por ellos.
Como cierre de la clase utilizo un fragmento de un documental del canal encuentro que
abordaba la temática que se fue desarrollando. De esta clase rescatamos el uso del
docente de distintas estrategias pedagógicas (uso del mapa, dictado de definiciones,
utilización de medios auidivsuales) que abordan desde distintos ángulos el mismo
problema, enriqueciendo la exposición y evitando que el hecho pedagógico se vuelva
monótono y agobiante.

Finalmente vino el preceptor a avisar que era el recreo. Los estudiantes


empezaron a salir, no sin que el preceptor tenga que instarlos con frases como “todos a
fuera” o “vamos chicos”. En el pasillo que daba a la escalera había un bullicio terrible,
salimos hacia una terraza donde estaban varios chicos charlando. En ella había una
puerta y una escalera permitían bajar y salir al patio interno. Este era espacioso, se veía
un galpón en el fondo, un arenero con juegos y un kiosco donde compraban facturas y
café. Sobre el borde derecho parecía haber otro pasillo con aulas.

Luego de que sonara la campana, volvimos a ingresar al aula, los estudiantes


entraron y se sentaron organizadamente. Entró el profesor de literatura. Parecía tener
mucha afinidad con los estudiantes, el trato era muy desenvuelto, dando la impresión de
que a muchos ya los conocía. Recupero un poco los temas de la clase pasada, y luego de
esto y algunas digresiones que surgían de la charla con los estudiantes, comenzó por
interrogarlos sobre sus saberes previos en torno al tema que sería el eje de la obra que se
estudiaría a continuación. Una miscelánea de ejemplos broto de los chicos que
parecieron interesarse. A continuación comenzaron a leer la obra de teatro que era el
tema de la clase. Para esto se hizo teatro leído, es decir, algunos chicos tomaron el papel
de los personajes de la obra y leían a su turno, mientras el docente aportaba las
didascálicas e iba comentando los aspectos fundamentales de la obra (genero, recursos
literarios, problemas en torno a la representación teatral, formas en que la obra se
tematizaba a sí misma, etc). Dicha práctica permitía desarrollar la obra de forma crítica
y hacer una lectura pormenorizada de sus aspectos más relevantes. Nos llamo mucho la
atención, como recurso didáctico, el hecho de que ante las palabras más “difíciles” el
profesor primero preguntaba si la conocían, para luego dar una definición y pedirles a
los estudiantes que la anoten en un glosario que usan durante todo el año. Pensamos que
es un buen recurso no solo para permitir a los chicos acceder a la literatura, que muchas
veces posee un vocabulario mucho más rico que el del común de los hablantes, sino
también porque, como sostiene Wittgestein, “los limites de mi lenguaje son los limites
de mi mundo” de tal forma que ampliar el vocabulario implica también ampliar los
límites de lo que puede entrar en el mundo del pensamiento y la reflexión de cada uno.
En medio de la clase hubo un recreo más que discurrió sin ningún evento notable.
Luego de este la clase siguió con el mismo formato. Durante ella no faltaron las risas y
los comentarios marginales, las recomendaciones de películas o las menciones a otras
obras de teatro. Sin embargo sobre el final de la clase el profesor advirtió a algunos
estudiantes que debían tener si o si el material de lectura y que la próxima vez que no lo
tuvieran los reprendería con una sanción. La clase finalizó con una tarea para el hogar:
los chicos debían escribir un relato desde la perspectiva de uno de los personajes.
Cuando terminó, nos retiramos con los alumnos puesto que había faltado un docente.

Tuvimos que ir entonces el día siguiente, en el cual presenciamos una clase de


matemáticas. Esta fue la más “tradicional” con la que nos encontramos. Comenzó con la
corrección de la tarea dejada la semana anterior: el profesor pedía a los estudiantes que
pasen al pizarrón y mostraran la resolución de los ejercicios propuestos. Pedía primero
que el resto dijera si lo había hecho de la misma manera y buscaba que la corrección se
realizara de manera grupal, pero en caso de error, finalmente mostraba con amabilidad
la causa del mismo. Luego de la corrección introdujo un tema nuevo explicándolo en el
pizarrón, primero con definiciones contenidas en un cuadro y luego con el ejemplo de
un ejercicio. El profesor era un hombre que parecía particularmente tranquilo y cuando
paso a realizar los primeros ejercidos del nuevo tema, buscaba que los estudiantes
fueran aportando los pasos de las resoluciones. Sin embargo, por momentos estos se
mostraban bastante perdidos y el profesor debía avanzar más bien solo. Se notaba
menos interés por los contenidos que en las clases anteriores, particularmente la clase de
literatura había suscitado un entusiasmo que no parecía despertar la matemática. Luego
de la presentación del tema y los ejemplos en la pizarra, el profesor dio una serie
bastante larga de ejercicios a resolver en la clase. Mientras los estudiantes los realizaban
se dispersaron un poco, charlaban entre sí en las mesas, y el profesor pidió silencio y
concentración en más de una ocasión. Mientras los resolvían él circulaba por las mesas,
viendo el progreso y ayudando cuando los chicos no encontraban el camino a la
solución. A veces se detenía a charlar con algún grupo en particular y la conversación
derivaba a otros temas, (por ejemplo a un grupo les recomendó una película que
abordaba un problema matemático). Finalmente llego el preceptor para avisar del recreo
y el docente pidió que para la próxima clase estuvieran resueltos todos los ejercicios que
había dado.

De nuestra experiencia en general rescatamos el compromiso de los estudiantes,


que durante todo el tiempo observado se comportaron de forma muy tranquila,
contribuyendo con el desarrollo de la clase y participando activamente. También
parecían tener muchos saberes propios, intereses culturales y artísticos. La propuesta
pedagógica de la institución, consistente en las mesas grupales y el trabajo cooperativo,
parece por demás superadora del modelo tradicional de los pupitres. De la actitud en
general de los docentes rescatamos fundamentalmente el uso de recursos pedagógicos
varios, la insistencia en el dialogo, en el trabajo colectivo entre los estudiantes y el
aprovechar las digresiones como ocasiones donde también se puede enseñar, pues estas
no eran meros comentarios de la vida cotidiana sino que remitían a saberes
disciplinarios (películas, obras literarias, costumbres de los habitantes de tal o cual
región, etc). Sin embargo nos llamo la atención que, pese a la mansedumbre de los
chicos, los profesores tuvieran tanta insistencia en la disciplina y un margen de
tolerancia bastante bajo.

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