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bacillus thuringiensis en relación a los insectos Fitopatógenos

Descripción
Bacteria gram positiva que habita en el suelo, y que se utiliza comúnmente como una alternativa
biológica al pesticida. También se le puede extraer la toxina Cry y utilizarla como plaguicida. La
B. thuringiensis también aparece de manera natural en el intestino de las orugas de diferentes
tipos de polillas y de mariposas, así como en las superficies poco iluminadas de las plantas.
Este producto biológico es una bacteria que al comer el follaje de la planta el insecto se intoxica
y le produce la muerte.
Durante la esporulación, muchas cepas producen cristales proteínicos, conocidos como δ-
endotoxinas, que poseen propiedades insecticidas. Por esta razón se ha empleado la Bt como
insecticida y, más recientemente, para producir organismos genéticamente modificados. Sin
embargo, existen cepas que producen cristal que no tiene acción insecticida.
Clasificación de las d-endotoxinas de Bacillus thuringiensis
Como se mencionó, existen dos tipos de d-endotoxinas: las proteínas Cry y las proteínas Cyt. A
la fecha se han clonado y secuenciado más de 200 diferentes genes cry y 16 diferentes genes
cyt. Esto es sin duda un arsenal muy valioso para el control de diferentes insectos plaga y de
insectos transmisores de enfermedades. La nomenclatura de las d-endotoxinas está basada
exclusivamente en la similitud de la secuencia primaria. La definición de proteínas Cry es
cualquier proteína paraesporal de Bt que muestre un efecto tóxico hacia algún organismo,
verificable por medio de bioensayos o cualquier proteína que muestre similitud con las proteí-
nas Cry. Actualmente se han encontrado toxinas Cry en otras especies de bacterias como
Clostridium bifermentans (clasificadas como Cry16A y Cry17A) con actividad hacia mosquitos.
Las proteínas Cyt denotan a las proteínas paraesporales de Bt que muestren actividad hemolítica
o tengan similitud a la secuencia de las toxinas Cyt. A la fecha, las proteínas Cry están distribuidas
en 50 grupos y varios subgrupos, y las proteínas Cyt en dos grandes grupos y varios subgrupos.
Cada grupo muestra una especificidad muy grande hacia ciertos tipos de insectos. La figura 2
muestra un filograma de las toxinas Cry descritas a la fecha. Esta información se actualiza
constantemente y puede consultarse en la siguiente dirección URL: http://www.
biols.susx.ac.uk/Home/Neil_Crickmore/Bt/. Las líneas verticales de la figura 2 representan los
límites en identidad que marcan las diferentes categorías en la nomenclatura. El número arábigo
se designa con la primera fila que corresponde hasta 45% de identidad (por ejemplo: Cry1, Cry2,
etc.). La segunda hilera cataloga a las proteínas con una letra mayúscula y corresponde a
identidades de 45 a 78% (Cry1A, Cry1B, etc.). La tercera fila asigna una letra minúscula y
corresponde a identidades de 78 a 95% (Cry1Aa, Cry1Ab, Cry1Ac, etc.). La última fila incluye un
número arábigo al final de la nomenclatura indicando más de 95% de identidad (Cry1Aa1,
Cry1Aa2, etc.). El grupo mayoritario de toxinas Cry se les conoce como la familia de tres-
dominios, ya que están constituidas por tres dominios estructurales (figura 3).
Bti, una bacteria inteligente
Un caso excepcional es el control de mosquitos por una cepa de Bt conocida como Bacillus
thuringiensis subespecie israeliensis (Bti). Esta bacteria produce tres toxinas Cry (Cry4A, Cry4B y
Cry11A) y dos toxinas Cyt (Cyt1A y Cyt2A) con alta actividad insecticida contra larvas de
diferentes especies de mosquitos y otros dípteros. Bti se ha ocupado por más de 30 años en el
control de mosquitos y moscas transmisores de enfermedades como el dengue, la malaria y la
oncocercosis sin que a la fecha se haya reportado la aparición de resistencia. Distintos estudios
en diferentes laboratorios demostraron que la no aparición de insectos resistentes a Bti se debe
a la presencia de la toxina Cyt1Aa. Se han podido aislar poblaciones de moscos resistentes a las
toxinas Cry4A, Cry4B y Cry11A, o a las tres toxinas, sin embargo, no se han podido aislar
poblaciones resistentes a la toxina Cyt1Aa. Es más, las poblaciones de mosquitos resistentes a
las toxinas Cry recuperan la sensibilidad a estas toxinas en presencia de cantidades subletales
de Cyt1Aa. Por otra parte, se ha demostrado que la toxina Cyt1A sinergiza la actividad insecticida
de las otras toxinas Cry, es decir, la actividad tóxica de la mezcla de toxinas Cry con Cyt es mucho
mayor que la suma de sus actividades individuales. Las toxinas Cry y Cyt son toxinas formadoras
de poro. Esto significa que, para matar a su insecto blanco, las toxinas Cry y Cyt se insertan en la
membrana de las células apicales del intestino formando un poro que permite el paso de iones
y agua, provocando un desbalance osmótico y finalmente la lisis celular. Sin embargo, las toxinas
Cry y Cyt tienen mecanismos diferentes para interactuar con la membrana. Es importante
mencionar que el mecanismo más común de la resistencia a las toxinas Cry son mutaciones que
afectan a los receptores proteínicos, lo que evita así la unión de la toxina a su membrana blanco.
En cambio, las toxinas Cyt, formadas por un solo dominio estructural, no interaccionan con
proteínas de membrana, si no que interaccionan directamente con lípidos específicos de la
membrana de mosquitosformando el poro. Nuestro grupo reportó recientemente el mecanismo
molecular del sinergismo entre las toxinas Cry y Cyt. Los datos mostraron que la toxina Cyt1Aa
se inserta a la membrana y funciona como un receptor proteínico de las toxinas Cry (figura 5).
Este mecanismo explica la falta de aparición de insectos resistentes a Bti en la naturaleza. Este
es el primer ejemplo de una bacteria patógena cuya virulencia se basa en toxinas formadoras de
poro y que produce una proteína que funciona como receptor de las otras toxinas. Sin duda Bti
se puede considerar una bacteria inteligente, ya que desarrolló un mecanismo que le permite
aumentar su actividad tóxica y además evitar la aparición de insectos resistentes a sus toxinas

Ventajas y limitaciones del uso de Bacillus thuringiensis


Varios factores han hecho posible su éxito en la agricultura y en el control de mosquitos
transmisores de enfermedades. El más importante es su alta especificidad hacia el insecto
blanco y su inocuidad para mamíferos, otros vertebrados, plantas e inclusive otros insectos
benéficos. Las toxinas de Bt se han utilizado como bioinsecticidas en agricultura durante los
últimos 40 años, principalmente en cultivos de hortalizas y cereales. Como se mencionó antes,
también Bti se ha ocupado con éxito durante 30 años para el control de mosquitos. Sólo existe
un ejemplo de generación de resistencia a Bt en campo. Esto se debe a que los tiempos de
permanencia de las proteínas Cry en el ambiente son muy cortos, por lo que la presión de
selección es muy baja. También existen evidencias de mutaciones que afectan la expresión de
los receptores tipo caderina, que resultan en insectos resistentes a las toxinas Cry1A, y tienen
un costo en el desempeño de los insectos en la naturaleza, evitando que las mutaciones que
afectan a esta proteína se fijen en la población de insectos. En el caso de Bti, como ya se
mencionó, la falta de resistencia se debe a la presencia de la toxina Cyt1A. Paradójicamente, las
ventajas de Bt se convierten en importantes desventajas para su uso comercial. El estrecho
rango de huésped ocasiona que no se cuente con toxinas para cada plaga que afecta la actividad
humana. También, la reducida permanencia en el ambiente hace necesario un profundo
conocimiento de la biología y comportamiento de la plaga que se quiere controlar, ya que una
toxina puede ser activa para los estadios larvarios, pero disminuir o incluso no ser tóxica para
los adultos. Por lo tanto, los tiempos y formas de aplicación deben seleccionarse
cuidadosamente. Otra limitante ha sido la utilización de Bt para el control de insectos
barrenadores y chupadores, ya que su aplicación se ha dado tradicionalmente como producto
asperjado, y el hábito alimenticio de estos insectos impiden la ingestión de la toxina Cry. Este
problema se ha resuelto con la creación de plantas transgénicas que producen sistémicamente
la toxina Cry haciéndola accesible a insectos barrenadores. Por último, existe el riesgo de
desarrollo de resistencias por el incremento en el uso de Bt como aspersiones de cristales y
sobre todo en plantas transgénicas que expresen constitutivamente una o varias toxinas Cry. El
objetivo es que la planta, una vez transformada con el gen de la toxina, exprese suficiente
cantidad de ésta como para aniquilar a las plagas susceptibles que las consumen. Desde 1987
aparecieron los primeros reportes sobre plantas de tabaco y tomate que presentaban suficiente
expresión de la toxina de Bt como para conferir niveles altos de resistencia. En la actualidad,
universidades, centros de investigación y compañías privadas llevan a cabo proyectos sobre el
desarrollo de plantas transgénicas con capacidad insecticida, una gran variedad de importancia
económica. La adopción de plantas transgénicas en la agricultura está ocurriendo a velocidad
vertiginosa. Sólo en Estados Unidos, el 50% de la superficie sembrada con soya consiste de
plantas transgénicas resistentes a herbicidas. En México, por ejemplo, el 60% del algodón que
se cultiva es Bt. En la actualidad existen ocho cultivos importantes con cultivares transgénicos
registrados: soya, maíz, algodón, canola, papa, tomate, tabaco y remolacha, y muchas otras
plantas están próximas a registrarse. La introducción de plantas transgénicas a nuestro país ha
sido estrictamente regulada, y el caso de la introducción de maíz transgénico reviste singular
importancia, dado que Mesoamérica es sitio fundamental en la evolución del maíz, donde aún
existen sus posibles ancestros. Es necesario evaluar el impacto del maíz transgénico sobre las
poblaciones de sus ancestros, la posibilidad de que los transgenes eventualmente pudieran
introducirse en las plantas silvestres. Un uso racional de esta tecnología redundará sin duda en
mayor producción al resolver el grave problema agrícola del ataque de insectos, así como evitar
la contaminación del medio ambiente con pesticidas químicos y la exposición de los agricultores
a esto agentes químicos.
CONTROL DE INSECTOS-PLAGA EN LA AGRICULTURA
UTILIZANDO HONGOS ENTOMOPATOGENOS: RETOS Y
PERSPECTIVAS
RESUMEN

El manejo de insectos plaga generalmente se ha realizado por medio de agentes pesticidas que
entre otras cosas son tóxicos y contaminan el ambiente. Por este motivo en el presente
documento se aborda la importancia de implementar nuevas estrategias de control de plagas a
través del uso de microorganismos entomopatógenos, resaltando el empleo de hongos como
grupo mayoritario y más comúnmente empleado para este fin.

Introducción

En la actualidad la producción de alimentos enfrenta el reto de mantener un alto nivel de


calidad, considerando aspectos de inocuidad alimentaria y sistemas de producción con
retribución más justa para los productores (García y González, 2010). En México son frecuentes
e importantes los daños que causan plagas tan conocidas como el gusano cogollero del maíz, la
mosca de la fruta, el picudo del algodonero y del manzano, las arañas rojas, las mosquitas
blancas, las chicharritas o los pulgones que atacan a las plantas cultivadas (Alatorre y col., 2000).
Para controlar este tipo de insectos se ha tenido que recurrir al uso de plaguicidas químicos
sintéticos tales como los clorados, organofosforados y piretroides, los cuales fueron exitosos en
el control de plagas en sus inicios, minimizando las pérdidas de las cosechas. Sin embargo, como
consecuencia de su uso inadecuado e indiscriminado, pronto aparecieron problemas de
resistencia de los insectos hacia estos productos, así como un rápido crecimiento de las
poblaciones de plagas secundarias y alteraciones ecológicas, causando efectos indeseables en
el medio ambiente y en la salud del ser humano. Esto ha ocasionado la prohibición o restricción
de muchos insecticidas como el dieldrín, mirex, BHC, paratión etílico, toxafeno y DDT (Morales
y col., 2009). Con el fin de minimizar estas consecuencias desfavorables, se ha propuesto
disminuir el uso de los plaguicidas convencionales y desarrollar nuevas estrategias para un
Manejo Integrado de Plagas (MIP), principalmente por medio del control biológico siendo este
un método de control de plagas más racional y respetuoso con el medio ambiente y acordes con
la filosofía de “desarrollo sustentable” (Badii y col, 2006). El MIP es una alternativa para
disminuir la dependencia en el uso de insecticidas químicos sintéticos. Se basa en las prácticas
culturales con orientación al control de plagas, la capacidad que tienen las plantas para tolerar
o resistir sus daños y la acción de los factores naturales de mortalidad de las mismas, como lo
son los parasitoides, depredadores y patógenos de insectos-plagas. Estas tres últimas son la
alternativa de control más usada para sustituir el uso inadecuado de los insecticidas

INSECTOS PLAGA QUE ATACAN LOS CULTIVOS


Existen más de 100 especies de insectos atacando los cultivos, a continuación, los más
importantes. El gusano cogollero del maíz, Spodoptera frugiperda que atacan a los cultivos del
maíz, puede ocasionar una reducción en la producción que va desde un 20 % hasta la pérdida
total del cultivo desde las primeras etapas de desarrollo de la planta e incluso cuanto éste se
encuentra en épocas de floración (Del Rincón y col., 2006). Este insecto hace raspaduras sobre
las partes tiernas de las hojas, que posteriormente aparecen como pequeñas áreas traslúcidas;
una vez que la larva alcanza cierto desarrollo, empieza a comer follaje preferentemente en el
cogollo y al des perforaciones a través de la lámina o bien áreas alargadas comidas (figura 1)
(Soto, 2008). Figura 1.- Daño causado por La mosca blanca, Bemisia tabaci o Homoptera. Los
cultivos que se ven más afectados por este insecto son: las plantas del tomate, chile, pepino,
frijol y tabaco. Los daños que ocasionan comienzan cuando la mosca en estado adulto como
larvario, comienzan a nutrirse de ella y deterioran el crecimiento de la misma. Debido a su
facilidad para desplazarse de una planta a otra, e introducir su aparato bucal, llega a t e incluso
por su excremento, que forma una lámina pegajosa y produce el desarrollo de hongos (Alas
Marroquín, 2000; González, 2009). El picudo del manzano, Amphidees latifrons hembras
ovipositan los huevecillos dentro de las yemas de los árboles, al que consumen todo el tejido
celular, posteriormente hacen un agujero y caen al raíces del mismo árbol hasta completar todo
su ciclo adultos en la primavera, los cuales suben de regreso al árbol para comer las hojas
haciendo mordeduras en forma de “U” hasta el otoño, en los meses de noviembre a febrero en
la ausencia de hojas, atacan las yemas vegetativas y florales causando anillamientos y la muerte
de la rama del árbol (Dávila, 2007). 2012 Volumen 4, No. 8 Revista Científica de la Universidad
Autónoma de Coahuila Existen más de 100 especies de insectos atacando los cultivos, a
continuación, se describirán Spodoptera frugiperda (Lepidóptera: Noctuidae), es una de las
principales plagas atacan a los cultivos del maíz, puede ocasionar una reducción en la producción
que va desde un 20 % hasta la pérdida total del cultivo desde las primeras etapas de desarrollo
de la planta e incluso cuanto éste se encuentra en., 2006). Este insecto hace raspaduras sobre
las partes tiernas de las hojas, que posteriormente aparecen como pequeñas áreas traslúcidas;
una vez que la larva alcanza cierto desarrollo, empieza a comer follaje preferentemente en el
cogollo y al desplegarse, las hojas muestran una hilera regular de perforaciones a través de la
lámina o bien áreas alargadas comidas (figura 1) (Soto, 2008)

Daño causado por Sodoptera frugiperda en cultivos de maíz (Soto, 2008). o Trialeurodes
vaporariorum es un insecto plaga, perteneciente al orden Homoptera. Los cultivos que se ven
más afectados por este insecto son: las plantas del tomate, chile, pepino, frijol y tabaco. Los
daños que ocasionan comienzan cuando la mosca se instala en el envés de la hoja hospedante
y tanto en estado adulto como larvario, comienzan a nutrirse de ella y deterioran el crecimiento
de la misma. Debido a su facilidad para desplazarse de una planta a otra, e introducir su aparato
bucal, llega a transmitir enfermedades vírales e incluso por su excremento, que forma una
lámina pegajosa y produce el desarrollo de hongos (Alas Marroquín, Amphidees latifrons, es un
escarabajo de hábitos nocturnos, altamente destructivo. Las dentro de las yemas de los árboles,
al eclosionar emergen larvas muy voraces posteriormente hacen un agujero y caen al suelo
enterrándose y comiendo mismo árbol hasta completar todo su ciclo larvario. Después el insecto
pasa al estado pupal, naciendo los adultos en la primavera, los cuales suben de regreso al árbol
para comer las hojas haciendo mordeduras en forma de noviembre a febrero en la ausencia de
hojas, atacan las yemas vegetativas y florales causando anillamientos y la muerte de la rama del
árbol (Dávila, 2007).
CONTROL BIOLÓGICO
El estudio y aplicación del control biológico tiene una larga historia. Diferentes autores han
tratado de documentar en diversas épocas el desarrollo de las actividades del control biológico
como disciplina científica y estrategia fundamental en el manejo integrado de plagas (Rodríguez
y Arredondo, 2007). Los insecticidas biológicos se usan desde hace 56 años, pero su aplicación
se incrementó significativamente desde 1990 (Morales y col., 2009). El Control Biológico es parte
muy importante del MIP, ya que además de cuidar y reforzar la acción de los agentes que
normalmente están presentes en el ecosistema (Alatorre y col., 2000) se desarrolla la
manipulación deliberada de parasitoides, depredadores y patógenos de las especies plaga
dentro del agrosistema, diseñada o proyectada para reducir la población plaga a un nivel que no
produzca daños económicamente importantes (Badii y col, 2006). A partir del uso de insectos
entomófagos para el control de insectos plaga, el control biológico se ha extendido al uso de
una amplia gama de organismos para el control de insectos. Entre los organismos más utilizados
como agentes de control se incluyen virus, bacterias y sus toxinas, hongos y otros
microorganismos patógenos. Estos organismos generalmente tienen como efecto la muerte
directa de la especie de insecto que atacan o actúan como antagonistas inhibiendo el desarrollo
de otros microorganismos mediante sustancias que excretan.

MICROORGANISMOS UTILIZADOS EN EL CONTROL BIOLÓGICO DE INSECTOS –PLAGA}

Hasta el momento solo se conocen 3 especies de bacterias con posibilidad de ejercer control
sobre insectos: Bacillus thuringiensis, Bacillus sphericus, y Bacillus popilliae. Sin embargo, estas
especies presentan algunas subespecies y muchas razas que durante su proceso de esporulación
producen cristales proteícos con efecto insecticida y/o algunas toxinas con el mismo efecto.
Estas bacterias han sido encontradas colonizando insectos de los órdenes Díptera, Ortóptera,
Hymenóptera y Coleóptera. Destaca el empleo de Bacillus thuringiensis para el control de larvas
de lepidópteros que atacan a plantas agrícolas y forestales. Las familias de virus más comunes
en el control de plagas son: Baculoviridae, virus de la poliedrosis nuclear que ataca Lepidópteros
e himenópteros; Reoviridae, virus de la poliedrosis citoplasmática que ataca Lepidópteros y
Dípteros; y Poxviridae virus entomopox que ataca Lepidópteros y Coleópteros. De los virus
entomopatógenos, los baculovirus son los más utilizados con fines de control biológico, debido
a que tienen un rango de hospedantes limitado a algunas especies de Lepidópteros,
Hymenópteros, Dípteros, Coleópteros y Tricópteros. Se han encontrado hasta 450 especies de
virus patógenos de insectos y ácaros (Badii y col, 2006). Particularmente, los hongos han sido
una de las mejores alternativas para el control de plagas en los últimos años. Más de 750
especies de hongos se han documentado infectando insectos (National Academy of Sciences
1979). Entre los hongos más utilizados como insecticidas biológicos se incluye a Beauveria
bassiana (Balsamo) Vuillemin y Metarhizium anisopliae (Metchnikoff) Sorokin (Monzón, 2001;
Rodríguez y Arredondo, 2007). Aproximadamente el 80% de las enfermedades que se producen
en los insectos tienen como agente causal un hongo (Badii y col, 2006) 45 Los hongos
entomopatógenos poseen características muy especiales que les permiten sobrevivir en forma
parasítica sobre los insectos y en forma saprofita sobre material vegetal en descomposición. El
crecimiento saprofito puede dar como resultado la producción de conidióforos, conidias y
desarrollo miceliar, lo cual permite que el hongo pueda ser cultivado en el laboratorio utilizando
técnicas de producción en masa de bajo costo. Prácticamente, todos los insectos son
susceptibles a algunas de las enfermedades causadas por estos hongos (Cuadro 1). Se conocen
aproximadamente 100 géneros y 700 especies de hongos entomopatógenos. Entre los géneros
más importantes se encuentran: Metarhizium, Beauveria, Aschersonia, Entomophthora,
Zoophthora, Erynia, Eryniopsis, Akanthomyces, Fusarium, Hirsutella, Hymenostilbe,
Paecelomyces y Verticillium

HONGOS ENTOMOPATÓGENOS MÁS UTILIZADOS PARA EL CONTROL DE


INSECTOS-PLAGA
Este hongo ataca a más de 200 especies de insectos de diferentes órdenes, incluyendo plagas
de gran importancia agrícola, entre las que están la broca del café, la palomilla del repollo y el
picudo del plátano (Monzón, 2001). El género Beauveria está compuesto por varias especies: B.
bassiana, B. brongniartii ó B. tenella, B. amorpha y B. velata, sin embargo, las más
frecuentemente estudiadas son B. bassiana y B. brongniartii (Alean Carreño, 2003). La colonia
de Beauveria en PDA a los 14 días es algodonosa a polvorienta, blanca y a medida que va
pasando el tiempo se vuelve amarillenta y cremosa. El revés es de color rojizo al centro y
amarillento alrededor (figura 2). Se caracteriza por presentar conidióforos sencillos,
aproximadamente de 1-2 µ de diámetro (Cañedo y Ames, 2004), están irregularmente
agrupados o en grupos verticilados, en algunas especies hinchados en la base y adelgazándose
hacia la porción que sostiene la conidia, la cual se presenta en forma de zig-zag, después de que
varias conidias se producen; las conidias son hialinas, redondeadas a ovoides y unicelulares
(Alean Carreño, 2003), midiendo aproximadamente de 2 a 3 X 2 a 2.5 µ (Cañedo y Ames, 2004).
Metarhizium anisopliae

Este hongo entomopatógeno ataca naturalmente más de 300 especies de insectos de diversos
órdenes. Algunas plagas que son afectadas por este hongo son la salivita de la caña de azúcar
(Aeneolamia varia), y chinches plagas de diversos cultivos. Los insectos muertos por este hongo
son cubiertos completamente por micelio, el cual inicialmente es de color blanco, pero se torna
verde cuando el hongo esporula (Monzón, 2001). Presenta una colonia pegada al medio,
completamente redonda, de colores oliváceo, amarillento, verdoso, marrón oscuro,
dependiendo del aislamiento, con un revés incoloro a marrón, a veces verdoso citrino (figura 3).
Los conidióforos nacen del micelio y son irregularmente ramificados con dos a tres ramas en
cada septo, miden de 4 a 14µ de longitud x 1.5 a 2.5 de diámetro. Las fiálides son cilíndricas en
forma de clava, adelgazados en el ápice, miden de 6 a 13µ de longitud y de 2 a 4µ de diámetro.
Las conidias son unicelulares, cilíndricas y truncadas, formadas en cadenas muy largas, hialinas
a verde oliváceo, miden de 3.5 a 9µ de longitud x 1.5 a 3.5µ de diámetro

Nomuraea rileyi
Este hongo ataca más de 32 especies de insectos de los órdenes Coleoptera, Lepidoptera y
Orthoptera. Con mayor frecuencia se encuentra atacando lepidopteros, por ejemplo,
Spodoptera en maíz. Los cuerpos de los insectos muertos por este hongo presentan un micelio
blanco, que puede tornarse verde con la esporulación (Monzón, 2001). Posee conidióforos muy
complejos que se ramifican a intervalos regulares que se levantan erectos y muy densamente
agrupados para dar lugar a conidios verdes muy pálido que con el tiempo cambian a tonalidades
hasta verde malaquita (figura 4). Las hifas son lisas y hialinas. Los conidióforos son cortos y
anchos, las fiálides son redondas, cilíndricas a globosas con una base muy ancha (Elósegui, 2006).
Paecilomyces fumosoroseus

Se han reportado como mínimo cinco especies de Paecilomyces infectando ocho insectos
diferentes. Las infecciones causadas por P. fumosoroseus se reconocen por el color rosado
pálido mientras que en P. lilacinus son de color violeta claro. La especie más importante del
género es Paecilomyces fumosoroseus (Alean Carreño, 2003). Sus colonias son inicialmente de
color blanco en medio PDA, luego adquieren el tinte rosado característico. El revés de la colonia
es al comienzo ligeramente amarillento, pero a medida que pasa el tiempo se vuelve de color
anaranjado intenso (Cañedo y Ames, 2004). Paecilomyces fumosoroseus (figura 5) presenta
hifas hialinas a amarillosas, septadas, de paredes delgadas. La mayoría presenta ramificaciones
verticiladas o irregularmente ramificadas, llevan en su parte terminal en cada rama grupos de
fiálides, las cuales pueden ser también solitarias, éstas constan de una porción basal cilíndrica o
hinchada, adelgazándose abruptamente a menudo para formar un cuello muy notorio, miden
de 5 a 7µ de largo x 2.5 a 3µ de diámetro, que se reduce a 0.5µ en el extremo superior. Los
conidióforos alcanzan hasta 100µ de largo x 1.5 a 3µ de diámetro. Las conidias son hialinas,
unicelulares y de forma ovoide, miden de 3 a 5 x 1 a 2µ y se observan agrupadas en cadenas
largas.

Verticillium lecanii.

Este hongo se encuentra frecuentemente atacando áfidos y escamas en zonas tropicales y


subtropicales. Además, ha sido encontrado sobre insectos del orden Coleoptera, Diptera,
Hymenoptera y sobre ácaros. Los insectos infectados por este hongo tienen una apariencia
blanquecina (Monzón, 2001). El hongo en medio PDA presenta un color blanco amarillento
compacto y revés amarillo intenso (figura 6). Los conidióforos de las especies de Verticillium son
poco diferenciados de las hifas vegetativas, las células conidiógenas (fiálides) están en forma de
verticilios de dos a seis, en parejas o solitarias sobre hifas o apicalmente sobre cortas
ramificaciones, miden de 11 a 30µ de largo x l.5 a 2µ de diámetro, son ligeramente anchos en la
base y van adelgazando hacia la punta. Las conidias de Verticillium lecanii son pequeñas, hialinas
cilíndricas o elipsoidales y redondeadas en sus extremos midiendo de 2 a 4 x 1 a 1.5µ. Son
uniformes en cuanto a forma y tamaño dependiendo del aislamiento. Estas conidias nacen en
forma de gotas filamentosas o en cadenas

MECANISMO DE INFECCIÓN DE HONGOS ENTOMOPATÓGENOS

En forma general los hongos presentan las siguientes fases de desarrollo sobre los hospederos:
germinación, formación de apresorios y estructuras de penetración, colonización y reproducción
del patógeno. El inoculo o unidad infectiva está constituida por las estructuras de reproducción
sexual y asexual, es decir las esporas y conidias El inicio de la infección se realiza por germinación
de las esporas del hongo sobre el tegumento del insecto plaga. La dispersión de las esporas se
realiza por contaminación ambiental a través del viento, suelo, la lluvia e incluso insectos
enfermos al entrar en contacto con otros sanos (Giraldo, 2009). Las características físicas y
químicas de las superficies de la cutícula del insecto y la espora son las responsables algunas
glicoproteínas pueden servir como un receptor específico para las esporas (Tanada y Kaya tubo
germinativo y un apresorio, con éste se fija en la cutícula y con el tubo germinativo o haustorio
(hifa) se da la penetración al cuerpo del insecto (figura 7). Aquí participa un mecanismo físico y
uno químico, el primero consiste en la presión ejercida por la estructura de penetración, la cual
rompe las áreas esclerosadas y membranosas de la cutícula. El mecanismo químico consiste en
la acción enzimática, principalmente por proteasas, lipasas y quitinasas, las cuales causan
descomposición del tejido en la zona de penetración, lo que). Después de ésta fase se inicia el
proceso de colonización, en el cual la hifa sufre un engrosamiento y se ramifica en la cavidad
general del cuerpo. A partir de ese momento se forman pequ colonias del hongo y otros cuerpos
hifales (blastosporas), sin embargo, no ocurre gran crecimiento hifal antes de la Estructura y
composición de la cutícula de insectos y forma de penetración de hongos entomopatógenos
Otra forma mediante la cual el hongo puede causar la muerte del insecto, es mediante la
producción de toxinas. Los hongos entomopatógenos tienen la capacidad de sintetizar toxinas
que son utilizadas en el ciclo de la relación patógeno- hospedante. Entre estas toxinas destacan
las dextruxinas (demetildextruxina y protodextruxina) ya que su modo de acción también inhibe
la síntesis de ADN, ARN y proteínas en las células de los insectos (Pucheta y col., 2006); además
son sustancias de baja toxicidad, pero de mucha actividad tóxica sobre insectos, ácaros y
nematodos.
La muerte del insecto se produce con mayor rapidez cuando es afectado por un hongo que
produce cantidades considerables de toxinas, ya que se adiciona la toxemia a la destrucción de
los tejidos y a las deficiencias nutricionales. Los individuos enfermos no se alimentan, presentan
debilidad, desorientación y cambian de color, presentando manchas oscuras sobre el
tegumento, que corresponden con las esporas germinadas del hongo (Alean Carreño, 2003;
Cañedo y Ames, 2004; Giraldo J. 2009). Con la muerte del insecto termina el desarrollo parasítico
del hongo y empieza la fase saprofítica: el hongo crece en el hemocele formando masas
miceliares que salen al exterior fundamentalmente por las regiones intersegmentales,
esporulando sobre el cadáver y produciendo inóculo para infectar a otros insectos y por las
aberturas naturales: espiráculos, boca y ano

Normalmente, los hongos entomopatógenos son de acción lenta. Pero estos productos
dependen generalmente de las condiciones ambientales de temperatura y de elevada humedad
relativa para que su desarrollo y acción patógena sea la adecuada. Generalmente tardan una
semana como mínimo en eliminar a la víctima o al menos en que este deje de alimentarse. Son
adecuados para su aplicación por introducción, manipulación ambiental o aumento inoculativo

RETOS DEL USO DE MICROORGANISMOS PARA EL CONTROL BIOLÓGICO

El desarrollo de productos basados en microorganismos para su uso como bioinsecticidas


implica numerosas pruebas de laboratorio y de campo, para confirmar su presencia natural del
microorganismo en el medio ambiente, su virulencia, factores medioambientales y su correcta
identificación (Arredondo, 2007). Dentro de los agentes entomopatógenos se incluyen
principalmente hongos, bacterias y virus, por su disponibilidad en el mercado, además de
nematodos y protozoos en menor proporción (Dufour, 2001). Estos microorganismos por lo
general, se caracterizan por su escasa toxicidad sobre otros organismos del ambiente, su aptitud
para ser tratados de forma industrial, es decir, que se cultivan, formulan, empaquetan,
almacenan y se comercializan como un insecticida convencional. Estos insecticidas biológicos
penetran en el insecto plaga por ingestión y por contacto en el caso de los hongos (Badii y col,
2006; Giraldo, 2009). Los hongos entomopatógenos tienen un gran potencial para ser
empleados como biocontroladores (Cañedo y Ames, 2004). Por ejemplo, los géneros Beauveria
sp, Metarhizium sp y Paecilomyces sp tienen un amplio uso y aceptación por su especificidad y
efectividad como insecticidas biológicos (Cañedo y Ames, 2004; Morales y col., 2009; García y
González, 2010). Se suelen comercializar en preparados a base de esporas. Los hongos
entomopatógenos presentan grados variables de especificidad, pueden ser específicos a nivel
de familia o especies muy relacionadas. En el caso de las cepas, pueden ser específicas a nivel
de especie, sin afectar a los enemigos naturales (Alean Carreño, 2003; Cañedo y Ames, 2004). Si
el entomopatógeno encuentra las condiciones adecuadas para introducirse y colonizar un
ecosistema, se reproduce y renueva en forma continua, es decir, se vuelve persistente, haciendo
innecesarias nuevas aplicaciones. Se pueden aplicar mezclas de hongos entomopatógenos con
dosis subletales de insecticidas para lograr efectos sinérgicos superiores a los logrados con
aplicaciones de cada producto por separado. Cuando el hongo no llega a causar la muerte
directamente, se presentan efectos secundarios que alteran el desarrollo normal del ciclo de
vida del insecto plaga (Cañedo y Ames)

PERSPECTIVAS DEL USO DE HONGOS ENTOMOPATOGENOS PARA EL CONTROL DE INSECTOS-


PLAGA

El aislamiento consiste en la obtención del hongo a partir de la fuente de inoculo, la cual puede
ser insectos, plantas, suelos o medios artificiales como PDA o de preservación en seco como la
sílica gel. A partir del aislamiento del hongo se procede a la inoculación de un medio de cultivo,
para la obtención de un cultivo puro. Por tal razón se debe tener la seguridad de que el hongo
aislado corresponde al de interés, además éste debe estar libre de contaminantes. El aislamiento
de hongos entomopatógenos puede hacerse de dos maneras: por dilución seriada y de forma
directa. El aislamiento por dilución seriada consiste en colocar un insecto infectado por hongos
y esporulado en un recipiente que contiene 10 ml de agua destilada estéril con 0,1% de Tween
80. Como resultado se obtiene una suspensión concentrada del inoculo. A partir de esta
solución, se preparan diluciones en serie (10-1, 10-2, 10-3, 10- 4, 10-5, 10-6). Para realizar la
siembra y obtener los cultivos del hongo se deben usar las últimas diluciones (10-4, 10- 5, 10-6).
El aislamiento directo consiste en la obtención del hongo a partir del cuerpo del insecto,
pasándolo luego a un medio nutritivo. Debido a que las muestras que se toman del insecto
pueden estar sucias y contaminar el aislamiento se recomienda hacer una desinfección externa
del insecto con hipoclorito de sodio (3-5 %), enjuagándose con agua destilada estéril. Este tipo
de aislamiento puede ser de dos formas: raspando partículas del hongo en un insecto
desinfectado, utilizando un asa bacteriológica y pasándola en un medio nutritivo o bien con una
pinza seca y estéril se toma el insecto esporulado desinfectado y se agita con movimiento
verticales y horizontales, sobre la superficie del medio de cultivo (Monzón, 2001). El aislamiento
de hongos de suelos cultivados generalmente se realiza haciendo un muestreo del área de
cultivo seleccionada, se toma alrededor de 0,5 Kg de suelo de los primeros 10-20 cm de
profundidad y con una distancia de 5 m entre cada una de ellas. Las submuestras se mezclan y
se toma una muestra final de 0.5 Kg. El suelo se debe colocar en bolsas de plástico,
manteniéndose a la sombra durante el traslado al laboratorio. En las muestras de suelo se
colocan insectos trampa preferentemente aquellos que son altamente susceptibles a especies
de hongos y nematodos entomopatógenos. Las larvas del insecto trampa se recuperan del suelo
y se desinfectan superficialmente en hipoclorito de sodio al 1 %, se enjuagan en agua destilada
estéril; se remueve el exceso de y se colocan en cajas de Petri con una capa doble de papel filtro,
con el fin de producir una humedad relativa elevada y para favorecer el desarrollo de los hongos
y se incuban. Los hongos que se desarrollan sobre la superficie de las larvas se aíslan y se procede
a su identificación (Gaitán, 2003; Quesada y col., 2007). Tradicionalmente, la identificación de
hongos se basa en métodos fenotípicos como son: la morfología de las esporas (conidios) e hifas,
o bioquímicos, como el perfil de proteínas extracelulares, los cuales son influenciados
grandemente por la interpretación y dependen de un alto grado de especialización del analista
y del ambiente. Las características morfológicas que se utilizan para la identificación de hongos
son el tipo de crecimiento, forma y tamaño de la espora y tipo de estructuras reproductivas, lo
cual mucha de las veces resulta insuficiente para la identificación certera a nivel de especie
(Carrillo, 2003). La caracterización molecular, consiste específicamente en diferenciar individuos
de interés según sus variaciones o polimorfismos en el ADN. Estos polimorfismos pueden darse
debido a dos tipos de cambios principalmente: cambios en las bases nitrogenadas por adición,
transición, traslocación o deleción, y reorganizaciones en la secuencia del ADN (Luna y col.,
2001). Con el desarrollo de técnicas más específicas basadas en las diferencias en la información
o configuración genética, ha sido posible aminorar estos errores, y brindar información más
exacta y reproducible (Echeverría, 2006). El principal argumento a favor del uso de caracteres
moleculares es que son universales. Existen genes presentes en todos los genomas celulares
como los ribosomales, que pueden proveer de información para reconstrucciones filogenéticas,
donde los caracteres morfológicos son inaplicables.

Las regiones que codifican para el RNA ribosómico (rDNA) (Iturralde, 2005) se pueden encontrar
en mitocondrias, cloroplasto y núcleo, y contiene la información para el RNA que conforma los
ribosomas, por lo que es información que se transcribe, pero no se traduce (Rentaría 2007). La
principal razón para el estudio de rDNA es que es un gen multicopia que contiene regiones que
no codifican para proteínas, y que estas copias están repetidas en tándem, facilitando así su
amplificación.
En el DNA ribosómico existen fragmentos con distinto grado de conservación de una longitud
cercana a 6Kb, lo que permite realizar estudios evolutivos a nivel de géneros y familias y suelen
usarse para el diseño de iniciadores universales. La región del rDNA en eucariotes incluye el gen
18S (también denominado small sub unit, SSU), el espaciador intergénico ITS1, el gen 5.8S, el
espaciador ITS2 y el gen 28S (también denominado large sub unit, LSU). Las regiones 18S, 5.8S,
28S están relativamente conservadas entre los hongos, facilitando una base molecular para
buscar relaciones filogenéticas a diferentes niveles. El tamaño pequeño del gen 5.8S limita su
utilidad en comparaciones filogenéticas (Ochoa, 2008).

La amplificación por PCR y la posterior secuenciación del gen 18S rDNA para la caracterización
de hongos presenta una serie de ventajas como son: está presente en todos los organismos y
tiene la misma función en todos ellos; debido a restricciones estructurales, diferentes regiones
de la molécula presentan distinto grado de variabilidad en secuencia, lo que permite realizar
comparaciones con diferente nivel de resolución; su transmisión es principalmente vertical ya
que se considera que no está sujeto a transferencia génica horizontal entre microorganismos; la
longitud de su secuencia tiene un tamaño adecuado como para proporcionar suficiente
información, con un coste asumible, y el análisis de la secuencia permite realizar
reconstrucciones filogenéticas de los microorganismos

Por otra parte, los hongos presentan sensibilidad a la variación de las condiciones climáticas
como temperaturas extremas, desecación y luz ultravioleta (Alean Carreño, 2003; Cañedo y
Ames, 2004). Estas limitantes pueden ser contrarrestadas mediante el uso de aditivos
(protectores solares, aceites y anti-desecantes). Por lo tanto, requieren de condiciones de
almacenamiento más exigentes que las moléculas inorgánicas, para evitar que pierdan su
patogenicidad. En general, los insecticidas biológicos no matan instantáneamente, pero
alcanzan buenos niveles de control entre una y tres semanas después de la aplicación,
dependiendo de la plaga y del ambiente. Aunado a esto, el insecto deja de ser plaga al ser
parasitado por el hongo, ya que deja de alimentarse mucho antes de morir, disminuyendo el
daño al cultivo

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