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INFORME
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II. GÉNESIS DEL ARTÍCULO 502.3 DEL CÓDIGO PENAL
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“Artículo 502.
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Aunque en una intervención posterior durante la misma sesión, el
Diputado López Garrido manifestó su receptividad a los argumentos expuestos,
defendió el mantenimiento de la enmienda referida de su Grupo asociándola al
hecho de la falta de posibilidades, en ese momento, de que prosperase otra
enmienda del mismo Grupo (enmienda núm. 818, BOCG, Congreso de los
Diputados, serie A, núm. 77-6, de 6 de marzo de 1995), que, en relación con el
tipo básico de falso testimonio, como delito contra la Administración de justicia,
recogido en el artículo 435 del Proyecto, pretendía la supresión de la extensión
que de dicho tipo postulaba el mismo a los procedimientos administrativos,
considerando que “si se mantiene el falso testimonio en procedimientos
administrativos, debería mantenerse en procedimientos ante las Comisiones de
investigación”. (DS, Congreso de los Diputados, Comisiones, 1995, núm. 516,
p. 15825).
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además, cara al futuro, normalmente van a ser públicas) que sepa que viene
con el compromiso de decir la verdad, que puede causar un grave perjuicio a
los destinatarios de sus eventuales mendacidades, pero, en segundo lugar y,
sobre todo, tiene que tener en cuenta que viene a colaborar con el órgano
depositario de la soberanía nacional en el ejercicio de uno de sus más
importantes cometidos y responsabilidades. En esa dirección, creemos que el
garantizar que lo que aquí se manifieste, en el seno de una comisión
parlamentaria, sea ajustado a la verdad es algo que debe preocupar al
legislador penal y que, por lo tanto, debe incorporarse al código penal ese tipo
delictivo, para garantizar todos esos fines que la pena tiene y servir de acicate,
en este caso, a quienes pudieran tener alguna duda, algún temor o algún
deseo de no decir la verdad.” (DS, Congreso de los Diputados, Pleno y
Diputación Permanente, ibíd., pp. 8693-8694).
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III. ANÁLISIS DEL DELITO DE FALSO TESTIMONIO ANTE COMISIÓN
PARLAMENTARIA DE INVESTIGACIÓN
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un interés que debe ser protegido por el poder judicial. Esta es la razón
fundamental por la que, en una sociedad democrática, el falso testimonio es
tipificado como delito en la Ley penal” (STS 1624/2002, de 21 de octubre, cuya
argumentación reproducen las SSTS 318/2006, de 6 de marzo y 327/2014, de
24 de abril).
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PICAZO. “Experiencias jurídicas y Teoría del Derecho”, Barcelona: Ariel, 1982,
p. 216).
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La doctrina penalista ha recibido este planteamiento, y así VÁZQUEZ-
PORTOMEÑE SEIJAS presenta el contenido del injusto del falso testimonio
ante una comisión de investigación “como una obstrucción a las tareas de
recabar información precisa de lo acontecido, indagar sobre todos los aspectos
controvertidos”, (op. cit., p. 44). El bien jurídico protegido sería pues, según
este autor, “el procedimiento investigador del Parlamento” (ibíd. p. 44; en el
mismo sentido CARRASCO ANDRINO, op. cit., p. 321), lo que por lo demás
armoniza con los argumentos expuestos durante la tramitación parlamentaria
del vigente CP (“seriedad y rigor de las declaraciones”, “colaboración con el
órgano de la soberanía nacional”).
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de validez del requerimiento en la Ley Orgánica 5/1984, aprobada en desarrollo
de lo dispuesto en el artículo 76 de la Constitución (que configura como un
deber –deber constitucional- la comparecencia ante las comisiones de
investigación de las Cortes Generales, remitiendo a la Ley la sanción por
incumplimiento del mismo, Ley a la que también remiten los artículos 52.2 del
Reglamento del Congreso de los Diputados y 60.2 del Reglamento del
Senado). Según el artículo 2 de la referida L.O. 5/1984, los requerimientos para
comparecer se formularán mediante “citación fehaciente de la Presidencia de la
Cámara respectiva”, “en forma de oficio”, deberán hacer constar los extremos
que se señalan en el apartado 1 de dicho artículo (“a) La fecha del acuerdo en
virtud del cual se requiere y la Comisión de Investigación ante la que se ha de
comparecer. b) El nombre y los apellidos del requerido y las señas de su
domicilio. c) El lugar, el día y la hora en que haya de comparecer el requerido,
con apercibimiento de las responsabilidades en que pudiera incurrir en caso de
desobediencia. d) El tema sobre el que deba versar el testimonio. e) La
referencia expresa a los derechos reconocidos en esta Ley al requerido)”,
añadiéndose la posibilidad de que el ciudadano requerido comparezca
“acompañado de la persona que designe para asistirlo” (art. 3.1 de la citada
Ley) y que la notificación habrá de hacerse dentro del plazo establecido en el
apartado 2 del artículo 2.
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Además de especial, el delito examinado es (como el de falso testimonio
en causa judicial) de propia mano, pues las declaraciones de los “convocados”
no pueden ser delegadas o realizarse por otras personas (de “actos
personalísimos”, en referencia a los testimonios en juicio, habla la STS
1624/2002, de 21 de octubre), ni siquiera por escrito (como, por excepción, se
admite para determinadas personas en el proceso penal –art. 412 LECrim),
siendo para la L.O. 5/1984 la comparecencia personal, “sinónimo de
personación directa del requerido en el lugar, día y hora señalados” “(Dictamen
a requerimiento de la Comisión de investigación sobre incompatibilidades y
tráfico de influencias”, Revista de las Cortes Generales, 1988, núm. 14, p. 137),
sin que sea óbice a ello el caso de las personas jurídicas (en el que el
requerimiento “se entenderá dirigido a quienes ostenten su representación
legal”, según previene el apartado 3 de artículo 2 de la L.O. 5/1984), pues será
a la persona física que efectivamente declare ante la comisión, como
representante de una persona jurídica, a quien se imputarán las eventuales
consecuencias de una declaración falsa.
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las advertencias prevenidas en los artículos 433 y concordantes de la LECrim
sobre la obligación de los testigos de ser veraces y las penas correspondientes
al falso testimonio “no pueden invalidar la declaración de dichos testigos (…) y
en todo caso se trataría de una mera irregularidad procesal”; en un caso
relativo al testimonio de un perito la STS 99/1998, de 30 de enero, señala que
no es exigible “para que se entienda cometido el falso testimonio (…) que el
perito tenga que haber sido apercibido expresamente de las consecuencias
penales del incumplimiento del deber de veracidad”; en este sentido,
FARALDO CABANA afirma que “la falta de advertencia previa y formal por
parte del juez o tribunal de la obligación de decir la verdad es un requisito
accesorio que no impide la condena por falso testimonio”. –Falso testimonio de
testigos, peritos e intérpretes: un análisis desde el derecho procesal y penal y
la psicología jurídica. Valencia: Tirant lo Blanch, 2017, p. 165).
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cualidad de parte –nota de ajenidad que debe matizarse en el proceso penal
por la situación especial de la declaración de la víctima u ofendido como
testigo- cuyas declaraciones, con finalidad probatoria y, por tanto, destinadas a
provocar la convicción judicial en un determinado sentido, se refieren bien a
datos que no habían adquirido para el declarante índole procesal en el
momento de su observación –caso del testigo-, bien se vierten con un
fundamento técnico sobre los que tienen ya índole procesal –GUASP, Derecho
procesal civil, Tomo I, 3ª ed. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1968, pp.
302 y ss.).
Art. 458.1
Art. 502.3
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sabe”. De los dos sentidos a su vez atribuidos por la filosofía al término verdad
(según se aplique a las “cosas” –como cuando se habla de una moneda que es
falsa- o al decir –referido a la verdad o falsedad de un enunciado lingüístico-,
vid. FERRATER MORA. “Diccionario de Filosofía. Tomo IV [a-z], voz “verdad”,
p. 3660 y ss.) el atribuido a la expresión “faltar a la verdad” en el uso lingüístico
común se refiere al decir, y tal es también el sentido en el uso jurídico de la
expresión: faltar a la verdad en el “testimonio”.
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lo que explica la referencia en la doctrina a la “concepción objetiva” como punto
de vista dominante.
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caso de declaración contradictoria con la verdad objetiva (y por tanto falsa)
realizada en la creencia subjetiva de ser veraz, por falta de dolo.
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auto del TS 525/2005, de 7 de abril, señala que el falso testimonio “es una
figura dolosa que requiere el conocimiento de que la declaración prestada no
se ajusta a la verdad histórica”, siendo el bien jurídico defendido “el de la
administración de justicia, no la situación de las partes en el proceso”. A su vez
las SSTS 318/2006, de 6 de mayo y 327/2014, de 24 de abril señalan: “(…) el
delito se integra de dos elementos: el subjetivo, constituido por el dolo
integrado por la conciencia de la alteración de la verdad (imposible de cometer
por imprudencia) y la voluntad de emitir la falsa declaración (lo que habrá de
ser puesto en relación con la teoría del error), sin que sea preciso que se
abarque la trascendencia que pueda tener en la posterior resolución judicial, a
la que la declaración sirve como medio de prueba; y el objetivo, consistente en
la falta a la verdad sobre extremos sustanciales o esenciales”. La última
sentencia precitada sintetiza: “el delito de falso testimonio consiste en la
consciente y deliberada falsedad o mentira de la declaración del testigo (…) se
requiere, por tanto, no solo la objetiva falta de verdad en la declaración (…)
sino además el dolo directo, consistente en conocer la falsedad y querer así
expresarla”. En el mismo sentido la STS 901/2016, de 30 de noviembre,
aludiendo al ángulo de la verdad objetiva, al referirse a la verdad como “la que
se corresponde con la realidad material de las cosas”.
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Que la verdad (o falsedad) se predique del “testimonio”, entraña dos
consecuencias significativas, que podemos denominar positividad y facticidad.
De un lado, configura la conducta típica como una acción positiva, siendo
equívocas algunas referencias doctrinales sobre el falso testimonio como un
delito de “omisión”. Cuestión distinta es que el decir en que consiste el
testimonio contenga omisiones que pudieran reconducirse al falso testimonio,
siempre que supongan una alteración sustancial de la verdad y versen sobre
datos relevantes, extremos a los que nos referiremos más adelante (en este
sentido, MUÑOZ CONDE, op. cit., p. 811; FARALDO CABANA, op. cit., quien
afirma que “en el falso testimonio la conducta es siempre activa, lo que no
impide incluir en ella el silencio de datos relevantes siempre que dicho silencio
dé lugar a un verdadero acto concluyente”, p. 146). En todo caso, se trata,
según opinión unánime, de un delito de mera actividad, que se consuma con la
mera realización de la declaración falsa, sin necesidad de ulteriores efectos. De
otro lado, el objeto del testimonio genuino, el procesal, son hechos, como se
deduce de los artículos 410, 436, 445, 707 y 708 de la LECrim, que establecen
que la declaración del testigo consistirá en comunicar todo lo que sepa acerca
de los hechos por los que se le pregunte, y, en el mismo sentido, de los 360,
368 y 372 de la LEC, de aplicación a los demás tipos de procesos. “El
testimonio es una declaración representativa de la realidad que el sujeto
percibió (…), no es el juicio o la opinión que el testigo tenga sobre los hechos
objeto del testimonio, sino la realidad por él percibida y recordada” (BERNAL
VALLS, op. cit., p. 78).
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En todo caso, para que la acción positiva en que consiste el testimonio
integre la conducta punible ha de suponer una alteración esencial de los
hechos. Así se desprende en el caso del falso testimonio en causa judicial del
contraste entre el falso testimonio propio recogido en el artículo 458 (con el que
el art. 502.3 guarda una identidad de dicción) y el denominado falso testimonio
impropio, descrito en el artículo 460, referido al testigo perito o intérprete que
“sin faltar sustancialmente a la verdad, la alterase con reticencias, inexactitudes
o silenciando hechos o datos relevantes que le fueran conocidos”.
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leal a las generales de la Ley, bien mintiendo en las respuestas a las preguntas
y repreguntas formuladas”; “la falsedad debe resultar evidente o puesta de
manifiesto por el resto de las pruebas”, “siendo la declaración clara y directa”,
señala la STS 327/2014, de 24 de abril.
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Una última precisión se refiere a que, no obstante haberse abandonado
un antiguo criterio jurisprudencial, que exigía la autorización previa del Tribunal
que conoció la causa en la que se vertió el testimonio reputado falso como
requisito para proceder contra su autor (criterio contrario al derecho a la tutela
judicial efectiva, según la STC de 30 de septiembre de 1985), la jurisprudencia
del TS considera, en línea de principio, como término válido de comparación
con la declaración del testigo, para apreciar si es falsa o no, la “verdad judicial”
establecida en el previo proceso en que se prestó aquélla (SSTS de 22 de
septiembre de 1989, 265/2005, de 1 de marzo o 327/2014, de 24 de abril).
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que ha de permitir una valoración (y propuesta de soluciones) congruentes con
aquella finalidad. Esta finalidad es la acotada en el acuerdo de creación de la
Comisión, vinculada en todo caso por el “interés público” como parámetro
constitucional habilitante de la creación de una Comisión de Investigación (art.
76 CE), que permitiría excluir del concepto de relevancia la información relativa
a la vida privada, esto es, la que en desenvolvimiento de los derechos
fundamentales a la intimidad personal y familiar garantizados por el art. 18.1 de
la Constitución implica “un ámbito propio y reservado frente a la acción y
conocimiento de los demás, necesario -según las pautas de nuestra cultura-
para mantener una calidad mínima de la vida humana” (STC 231/1988, de 2 de
diciembre, FJ 3).
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No es objeto del presente informe el estudio de estos derechos ni de
otros bienes constitucionales (como “la seguridad y la defensa del Estado” y “la
averiguación de los delitos”, explícitamente mencionados, junto con “la
intimidad de las personas”, en el artículo 105.b) de la Constitución como
ámbitos preservados frente al acceso de los ciudadanos a los archivos y
registros administrativos) en relación con su incidencia sobre el alcance del
deber de declarar ante una comisión de investigación, incidencia que, no
respondiendo nuestro modelo constitucional al de asimilación de los poderes
inspectivos del Parlamento al de los jueces ni existiendo una regulación general
sobre los mismos, no puede recibir una respuesta uniforme y abstracta, sino
que dependerá del contenido esencial de los derechos afectados y de la
configuración legal de los mismos (y de los restantes bienes
constitucionalmente protegidos) en su aplicación a las circunstancias de cada
caso.
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diferencia del testigo, “puede callar total o parcialmente o incluso mentir, en
virtud de los derechos a no declarar contra sí mismo y a no confesarse
culpable, reconocidos en el art. 24.2 CE, que son garantías instrumentales del
más amplio derecho de defensa” (STC 170/2006, de 5 de junio, FJ4, que se
hace eco de las sentencias del mismo Tribunal 197/1995 y 129/1996, formando
parte ella misma de una serie jurisprudencial que aplica al coimputado la
misma doctrina –así SSTC 68/2001, 233/2002 y 312/2005-). En el caso del
acusado, pues, su exclusión del ámbito del falso testimonio opera en el plano
de la tipicidad (“el procesado o inculpado en una causa o procedimiento penal
se halla excluido de la comisión del delito de falso testimonio, (…) (la exclusión)
abarca no solo al que se encuentra ya declarado procesado formalmente, lo
que implica una expresa inculpación judicial, sino también al que declara en
defensa de un cargo que se le dirija, sea o no verdad lo que declare”, afirma la
STS de 23 de diciembre de 1980). En el caso del testigo cuyo testimonio
pudiera resultar autoincriminatorio, se halla también amparado por aquellos
derechos pero su irresponsabilidad penal en el supuesto de falso testimonio
sería consecuencia de la aplicación de alguna de las causas de justificación
contempladas en el artículo 20 CP (en particular, estado de necesidad o
ejercicio legítimo de un derecho, nº 5 y nº 7 respectivamente de dicho artículo).
Así la STS 541/2009, de 27 de abril, en el caso de un testigo cuya declaración
le “hubiera puesto en peligro de ser condenado penalmente”, señala producirse
“un conflicto entre un deber y un derecho, que se debe resolver con los criterios
del estado de necesidad, (…) estimando, por lo tanto, excluida la antijuricidad
cuando el derecho ejercido tiene mayor jerarquía normativa que el deber
infringido (…) La mayor jerarquía normativa del derecho fundamental no es
discutible.”
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