Professional Documents
Culture Documents
Para hablar de el principoo Fumus Boni Iuris Y Periculum In Mora debemos de entender que
Toda medida cautelar está dirigida a asegurar el cumplimiento de la decisión definitiva en un
proceso ya iniciado o por iniciarse que nace en el proceso Civil consolidando el valor eficacia;
siendo presupuestos para su concesión y ejecución: “la apariencia del derecho invocado” (fumus
boni iuris), “el peligro en la demora” (periculum in mora) La medida cautelar es un
instrumento destinado a garantizar que lo resuelto en el proceso principal sea satisfecho
en su integridad. En ese sentido, la doctrina ha identificado clásicamente tres
presupuestos para el otorgamiento de la medida cautelar: la verosimilitud del derecho,
peligro en la demora, y la contracautela; en este último caso, a la fecha existe consenso
en que se trata de un requisito para el cumplimiento de la decisión cautelar. No obstante
ello, en la práctica se ha detectado problemas jurídicos referidos a la correcta aplicación
de los presupuestos de la medida cautelar, pues si bien las decisiones jurisdiccionales
controlaban que la solicitud cautelar cumpla con la verosimilitud en el derecho y peligro
en la demora, además del ofrecimiento de contracautela; muchas decisiones judiciales
no controlaban que la decisión cautelar sea adecuada (medio-fin) a la pretensión
principal; no se controlaba que la decisión cautelar sea proporcional cuantitativa y
cualitativamente a la pretensión principal; entre otros. Eso ha desencadenado que la
medida cautelar sea utilizado en forma abusiva, como mecanismo de presión hacia la
contraparte, que ha merecido una respuesta legislativa
Cabe resaltar que de la redacción del numeral 3) del art. 611º del Código Procesal Civil, otorga
ciertas facultades al juez en el momento de la decisión cautelar, atenuando el principio
dispositivo que rige la medida cautelar.
Un ejemplo, de aplicación del presupuesto de razonabilidad (proporcionalidad) es la
desarrollada en el EXPEDIENTE N 1209-2006-PA/TC48, EN LOS SEGUIDOS POR LA
COMPAÑÍA CERVECERA AMBEV PERÚ S.A.C. CONTRA BACKUS, en cuyo proceso
la empresa Backus buscaba que Ambev no utilice los envaces de su propiedad; proceso en el
cual se dictó una medida cautelar disponiendo que ambev se abstenga de utilizar cualquier tipo
de envase, tampoco podría introducir o comercializar otros envases, en tanto, se resuelva el
proceso principal, medida que fue confirmada en segunda instancia. Ante dicha decisión Ambev
cuestiona esta decisión vía proceso de amparo, que en el Tribunal Constitucional fue declarada
fundada, entre otras razones, porque resultaba desproporcionada, en cuyo fundamento 62
desarrollado el principio de proporcionalidad (sub principio de necesidad) que debe contener
una decisión cautelar: «En este sentido, lo que desde una perspectiva procesal se conoce como
principio de congruencia o, en la teoría cautelar como “principio de adecuación” o principio de
mínima injerencia, sirve para delimitar las potestades cautelares del juez, ya que permite que la
medida adoptada sea no sólo idónea a la finalidad que persigue, sino que al mismo tiempo no
sea tan dañina que incluso cause mayores estragos al peligro de daño irreparable al que se
intenta garantizar al adoptarla. En síntesis, el juez que adopta una medida cautelar, sabiendo de
la omnipotencia de sus facultades, debe tratar de que la medida adoptada, no sólo se restrinja al
ámbito del proceso principal, sino que dentro de las posibles alternativas que se presente (por
ejemplo entre varios tipos de bienes posibles de afectar), debe optar por aquella fórmula que
lesione menos los derechos de la persona o personas sobre las que va a recaer la medida. Desde
una perspectiva constitucional, tales principios de las medidas cautelares son protegidas a través
del principio de proporcionalidad y, en concreto, a través de los sub principios de idoneidad y
necesidad. Se trata de optimizar las técnicas procesales de tutela de los derechos a efectos de
garantizar la vigencia de los derechos no sólo de quien solicita una medida cautelar, sino
también y con mayor rigor aún, de quien los va a sufrir […]»
Cabe precisar que si bien es cierto tradicionalmente la contracautela ha sido considerado como
un presupuesto de la medida cautelar, a la fecha se ha entendido que en realidad se trata de un
requisito para el cumplimiento de la medida cautelar. De allí que nuestro ordenamiento procesal
lo considere como un requisito de admisibilidad de la medida cautelar [inciso 4) del art. 610º del
Código Procesal Civil]. No es un presupuesto previo para la concesión de una medida cautelar,
sino que constituye un dispositivo accesorio dependiente del criterio judicial aplicado en
función de su libertad publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30 de Noviembre de 2006,
paginas 9288-9299. Interpretativa. La contracautela es un mecanismo de protección del
demandado, eventualmente, pertinente La caución busca salvaguardar los intereses de la parte
afectada por la medida cautelar en el supuesto de que al finalizar el proceso no se ampare la
pretensión de quien se vio favorecido con ella. Es un requisito que se debe verificar ex post, es
decir, luego de que se ha considerado la idoneidad de la medida50. La contracautela se funda en
el principio de igualdad, ya que persigue el equilibrio entre las partes, al postergarse la
bilateralidad: por un lado se autoriza al peticionante a asegurar un derecho no reconocido
judicialmente, sin oír al contrario, pero por otro se garantiza a éste la efectividad de
resarcimiento por los daños que pudiera ocasionarle, si aquel derecho no existiera51. Prueba de
que la contracautela no es presupuesto de la medida cautelar es que en los procesos sobre
violencia familiar no se exige contracautela, conforme lo dispone el artículo 11º, in fine, de la
Ley de Protección frente a la Violencia Familiar, TUO de la Ley 26260, D.S. N.º 006-97-JUS.
En ese mismo sentido, el art. 614º del Código Procesal Civil establece que las medidas
cautelares solicitadas por el Estado no es exigible la contracautela. La contracautela en medidas
cautelares referidas a procesos de familia, como regla general, se prescinde de la contracautela,
en razón de presumirse interés común de los litigantes y encontrar solución a los problemas
generados por la ruptura matrimonial. En el caso de medidas cautelares sobre el fondo referido a
conflictos de familia, dado que se exige la cuasi certeza del derecho y necesidad impostergable
podrá eximirse la contracautela o utilizar caución juratoria-
la necesidad de que existan medidas cautelares en el proceso penal viene dada por la
combinación de dos factores: por un lado, todo proceso con las debidas garantías se
desarrolla siguiendo unas normas de procedimiento por lo que tiene una duración
temporal; y por otro, la actitud de la persona a la que afecta el proceso, que si es
culpable o así se siente, su tendencia natural le llevará a realizar actos que dificulten o
impidan que el proceso penal cumpla su fin (hará desaparecer los datos que hagan
referencia al hecho punible, se ocultará, etc.). Por ello, la Ley faculta al órgano
jurisdiccional a que adopte determinadas precauciones para asegurar que puedan
realizarse adecuadamente los diversos actos que conforman el proceso, y para que al
término del mismo la sentencia que se dicte sea plenamente eficaz.
Estas medidas participan de los mismos caracteres que las adoptadas en el proceso
civil: instrumentalidad (no constituyen un fin en si mismas, sino que están vinculadas
a la sentencia que en su día pueda dictarse), provisionalidad (no son definitivas,
pudiéndose modificar en función del resultado del proceso o si se alteran los
presupuestos que llevaron a adoptarlas) y homogeneidad (debe ser semejante o
parecida a la medida ejecutiva que en su día deba acordarse para la efectividad de la
sentencia) A diferencia del proceso civil al no exigirse la constitución de una fianza, los
presupuestos de las medidas cautelares se reducen a dos: "fumus boni iuris" (juicio de
probabilidad consistente en atribuir razonadamente un hecho punible a una persona
determinada) y "periculum in mora" (que exista una situación de riesgo o peligro de
que el inculpado se sustraiga al proceso o a la ejecución de la condena).
1.-Detención preliminar.
2.-Prisión preventiva.
3.-Incomunicación.
5.-Detención domiciliaria.
6.-Internación preventiva.
7.-Impedimento de salida.
Los mismos que se dan en un determinado momento, para garantizar la presencia del
inculpado, y no pueda sustraerse al proceso, es una medida cautelar y temporal , la
misma que puede variar de acuerdo como se acrediten o demuestren su participación en
el ilícito que se le ha inculpado . Detención preliminar se da en los casos en los que no
exista flagrancia. Se hace al pedido del fiscal cuando se trate de delito grave, con pena
superior a 4 años, cuando haya razones para considerar que el imputado ha cometido el
ilícito. La resolución del juez debe estar bien fundamentada, consignando todos los
datos del inculpado que lo identifiquen. Los plazos son de 24 horas hasta 9 meses en
procesos sumarios y 18 meses improrrogables en procesos ordinarios. En la actualidad a
diferencia de los plazos antes referidos se puede ampliar el plazo de detención a 36
meses en procesos complejos donde se juzgue a cantidad de procesados y haya
multiplicidad de ilícitos penales infringidos, pertenezcan a organizaciones criminales.
Pero también está la detención domiciliaria que se aplica en los casos de personas
mayores de 65 años, con vigilancia policial, y las que no teniendo esa edad, adolecen de
enfermedades graves, la misma que se varia a detención efectiva de mejorar su estado
de salud . También está el impedimento de salida del país , para garantizar la presencia
del inculpado se da cuando se investigan delitos con una pena superior a tres años . En
la actualidad tiene vigilancia de policía pero el nuevo código establece que puede ser
vigilancia particular. Sin duda la implementación del nuevo código en el resto del país
va a necesitar del apoyo y desempeño de todos los separadores del derecho y de su
preparación y actualización permanentes. Antiguamente en el siglo XlX, en el mayor
número de casos, los agraviados ocurrían previamente a las autoridades de policía que,
de hecho, procedían a la captura del acusado, sea cual fuere la naturaleza del delito que
se le impute. No es extraño hallar detenidos a individuos a quienes se acusa de injurias,
calumnias, delitos contra el honor y hasta de hechos que, aunque reprobados por la
moral, no constituyen delito. El reo, que fue capturado por meros indicios necesitaba,
para obtener su libertad, una presunción fundada de su inocencia; y esa presunción se
derivaba de las diligencias efectuadas. Pero si, por el contrario, las actuaciones venían a
dar mayor vehemencia a los indicios, confirmando las sospechas que originaron la
captura, el Juez debía expedir auto mandando que la detención continúe. Luego, a
principios del siglo XX , el Juez para ordenar la captura y detención del acusado, no
debía esperar la comprobación del cuerpo del delito ni la culpabilidad de aquél, pues
ellas no podían obtenerse sino practicadas las diligencias, cuya actuación previa
facilitaría la fuga del reo. La notoriedad del hecho, un certificado aún no reconocido
juratoriamente, la fractura de puerta o mueble, la presentación del documento que se
decía falsificado, no comprobaban el cuerpo del delito, por falta de solemnidad, pero
bastaban para presumir que la acusación descansaba sobre un hecho positivo y era
imprudencia no tomar entonces la precaución de ley. En los delitos que merecían penas
más graves que la de arresto mayor, el Juez Instructor (hoy Juez Especializado en lo
Penal), dictaba orden de detención provisional fuera de los casos de flagrante delito o
cuasiflagrante delito, en los que era obligatorio, siempre que a su juicio existían graves
presunciones de que el acusado había cometido realmente el delito, o siempre que lo
solicite el agente fiscal. En consecuencia, como se acaba de apreciar, ocasionaba y
provocaba serios problemas al procesado por la congestión de expedientes con reos en
cárcel.
La Constitución Política de 1993 en su inciso 24 del artículo 2 prescribe que toda
persona tiene derecho a la libertad, y el acápite "f" del inciso 24 del artículo citado
señala que nadie puede ser detenido sino por mandamiento escrito y motivado del Juez
o por las autoridades policiales en caso de flagrante delito. Es decir, el Juez tiene la
importante responsabilidad de aplicar al caso concreto de manera excepcional esta
restricción, y como todo poder tiene que ser limitado por el criterio de conciencia que
cada magistrado tiene por mandato de la ley y con la correcta interpretación de las
normas, evitando el abuso de Derecho.
Las medidas coercitivas son actos procesales de coerción directa que, pese a recaer
sobre los derechos de relevancia constitucional, de carácter personal o patrimonial de
las personas, se disponen con la finalidad de evitar determinadas actuaciones
perjudiciales que el imputado puede realizar durante el transcurso del proceso
instaurado en su contra llegando incluso ha frustrarlo.
Sin embargo, como las medidas coercitivas constituyen una restricción a derechos
fundamentales del imputado como la libertad por ejemplo, estas sólo serán solicitadas
por el sujeto legitimado para tal efecto: el Fiscal. Ante tal requerimiento, el Juez de la
investigación preparatoria sólo lo dispondrá cuando concurran los presupuestos
previstos en el inciso 3 del artículo 253 del CPP:
1. - Fuere indispensable.
a) Riesgo de fuga;
b) Ocultamiento de bienes;
c.-Necesidad.- Aparte de útil para alcanzar los fines del proceso penal, estos no pueden
alcanzarse por otro medio.
Motivación: Significa que la imposición de las medidas coercitivas por parte del
Juez requiere de modo ineludible resolución judicial especialmente motivada
(254 CPP). Este principio tiene origen constitucional toda vez que en el numeral
5 del Art. 139 de la vigente Constitución Política del Estado, se prevé que toda
resolución judicial debe ser motivada con mención expresa de la ley aplicable al
caso y de los fundamentos fácticos en que se sustenta. Asimismo, este principio
exige que la petición por parte del Fiscal sea motivada de modo suficiente según
prevé el inciso 2 del artículo 203 del Código Proceso Penal.
Instrumentalidad: Las medidas coercitivas no tienen una finalidad
independiente en sí mismas; por el contrario constituyen formas, medios o
instrumentos que se utilizan para garantizar la presencia del imputado en el
proceso y con ello finalmente se logre el éxito de proceso
Urgencia: Las medidas coercitivas sólo podrán ser impuestas cuando de los
hechos y las circunstancias en que ocurrieron se pueda evidenciar la
concurrencia de un verdadero peligro de ineficacia del proceso penal por la
demora (evidencia de peligro de fuga u obstaculización de la actividad
probatoria)
Jurisdiccionalidad: Las medidas coercitivas sólo pueden ser impuestas,
modificadas, ampliadas, suspendidas, acumuladas, por la autoridad
jurisdiccional competente, en este caso, por el Juez de la investigación
preparatoria. Sólo como excepciones a este principio aparecen la detención
policial o el arresto ciudadano, cuando en ambos casos, medie la especial
situación de flagrancia delictiva.
Provisionalidad: Las medidas coercitivas reguladas en el NCPP, tienen un
tiempo límite o máximo de duración. Su duración no es ilimitada ni mucho
menos dura lo que dure el proceso. Incluso, antes que finalice el tiempo límite
previsto por ley, pueden variar debido que se encuentran subordinadas a la
permanencia de los presupuestos materiales. Aquí se materializa la regla del
rebus sic stantibus que no es otra cosa que las medidas coercitivas son
reformables, aun de oficio si favorece el imputado, cuando varían los
presupuestos en que fueron aceptadas o rechazadas. De ahí que algunos
tratadistas le denominen medidas procesales provisionales.
Rogación: Las medidas coercitivas de carácter personal, sólo pueden imponerse
por la autoridad jurisdiccional a solicitud de sujeto legitimado, esto es el Fiscal.
Si se trata de medidas coercitivas de carácter real se imponen por requerimiento
del Fiscal y excepcionalmente, también a solicitud del actor civil en caso que se
solicite embargo o ministración de posesión (255 CPP). En el sistema
acusatorio, si no hay requerimiento o solicitud por parte del sujeto legitimado, es
jurídicamente imposible que el juez ordene una medida coercitiva sobre el
imputado.
4. APLICACIÓN DE LA MEDIDAS CAUTELARES EN EL ÁMBITO
ADMINISTRATIVO
El tema cautelar objeto de éste trabajo, también está presente entre las
normas reguladoras de la jurisdicción constitucional. Así, refiriéndonos en
concreto al proceso de amparo, podemos estudiar la regulación
comprendida en la Ley Nº 23506, vigente por más de 20 años, y en el Código
Procesal Constitucional, nueva norma especial de dicha jurisdicción. La
Ley Nº 23506, Ley de Hábeas Corpus y Amparo, publicada el 08 de
diciembre de 1982, reguló desde un principio en su artículo 31 el instituto
de la medida cautelar en el proceso de amparo. El texto de dicha norma,
luego de sucesivas modificaciones (Leyes Nº 25011 y Nº 25398 y Decreto Ley
Nº 25433), quedó redactado de la siguiente manera: "Artículo 31.- A
solicitud de parte, en cualquier etapa del proceso y siempre que sea evidente
la inminente amenaza de agravio o violación de un derecho constitucional,
por cuenta, costo y riego del solicitante, el Juez podrá disponer la
suspensión del acto que dio origen al reclamo. De la solicitud se corre
traslado por el término de un día, tramitando el pedido como incidente en
cuerda separada, con intervención del Ministerio Público. Con la
contestación expresa o ficta el Juez o la Corte Superior resolverá dentro del
plazo de dos días, bajo responsabilidad. La resolución que dicta el Juez, o
en su caso, la Corte será recurrible en doble efecto ante la instancia
superior, la que resolverá en el plazo de tres días de elevados los autos, bajo
responsabilidad. La medida de suspensión decretada no implica la
ejecución de lo que es materia del fondo mismo de la acción de amparo".
Parece ser que en la doctrina existió por algún tiempo debate acerca del
carácter de la institución regulada en el citado numeral, discutiéndose sobre
si se trataba de una mera suspensión o de una medida cautelar. Al respecto,
no bastando para determinar la naturaleza de una institución recurrir al
nombre con el que cuenta sino a sus caracteres fundamentales, podemos
afirmar que la suspensión indicada era una medida cautelar, y como tal le
eran aplicables los lineamientos propios del derecho procesal, compatibles
con su naturaleza urgente y sumaria de remedio constitucional.
Determinado el carácter cautelar de la suspensión aludida, del texto de la
norma se pueden extraer algunas conclusiones preliminares. Una de ellas es
la exclusión de toda modalidad cautelar temporal sobre el fondo o
coincidente, por efecto del último párrafo. Otra, es la consagración de la
medida de no innovar, cuando la norma señala que “(…) el Juez podrá
disponer la suspensión del acto que dio origen al reclamo.” Conforme a ello,
la medida cautelar descrita debería limitarse a conservar e inmovilizar una
situación de hecho o de derecho a fin de impedir los probables cambios que
pudieran frustrar el resultado del proceso de amparo y la eficacia misma de
la sentencia.[26] Preguntándose qué es lo que puede suspender dicha
medida, otro constitucionalista peruano explica que ella debe recaer sobre
actos positivos o sobre la continuación de efectos positivos en el presente o
posibles de verificarse en el futuro, no pudiendo retroceder en un minuto
los hechos hasta antes de haberse decretado.[27] Dicho criterio, excluiría la
posibilidad de decretar una medida innovativa. En este punto, cabe
recordar que la acción de amparo tiene como objeto el reponer las cosas al
estado anterior a la violación o amenaza de un derecho constitucional
(artículo 1 de la Ley Nº 23506). Frente a la amenaza, la acción de amparo
procede cuando ella es cierta y de inminente realización (artículo 4 de la
Ley complementaria Nº 25398). De lo anterior, se entiende que, en realidad,
la acción de amparo busca impedir la consumación de la violación de un
derecho constitucional, razón por la cual procede contra una amenaza sólo
cuando esta es cierta e inminente, es decir, cuando resulta obvio que en
cualquier momento la amenaza se transformará en una violación. Así, la
demanda cautelar podrá ser presentada ante una violación o ante una
amenaza. Frente a una violación, pensamos que la medida más idónea es
una innovativa, por cuanto conviene a los fines del proceso de amparo
variar la situación presuntamente violatoria del derecho constitucional
alegado a un momento anterior, evitando así que la violación se torne en
irreparable, caso en el cual la acción de amparo sería improcedente (inciso
1 del artículo 6 de la Ley Nº 23506). De acuerdo a la naturaleza del acto
violatorio, también podría haber cabida para una medida temporal sobre el
fondo, la cual, lamentablemente, ha sido prohibida por la ley (artículo 31),
como queda dicho. Ante una amenaza, en cambio, correspondería expedir
un mandado de no innovar, por cuanto lo importante es interrumpir el
decurso fáctico amenazante, es decir, evitar que la amenaza a un derecho
constitucional se convierta en una violación a éste último. Recuérdese que la
amenaza sólo es relevante tratándose de aquella cuya conversión en
violación sea inminente. Sólo en el caso que la pretensión principal reciba
un reconocimiento favorable de parte del órgano jurisdiccional, se
dispondrá la reposición de los hechos hasta el momento anterior a la
amenaza.
En igual sentido, ABAD YUPANQUI concluye indicando que la expresión
“suspensión del acto” configura una medida cautelar de no innovar; sin
embargo (a partir de algunos fallos judiciales expedidos entre los años 1987
y 1990) también es posible incluir medidas innovativas, siempre que –según
dicho autor-, se considere su naturaleza excepcional y se apliquen
estrictamente los presupuestos exigidos para su despacho.