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Versículo: "Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no
hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace
justicia” (Hechos 10:34-35).
En el tiempo en que Jesús vivió en esta tierra, murió, resucitó y ascendió a los cielos, sus
apóstoles, judíos de nacimiento, ignoraban algunas verdades de Dios que hasta ese entonces
se habían mantenido ocultas. Los apóstoles y todos los judíos creían que Dios era sólo su
Dios y no el de todo el mundo. Se consideraban un pueblo especial y creían que la salvación
era sólo para ellos. Esto, por supuesto, los hacía menospreciar a todo aquel que no era judío,
considerando al resto como inferiores.
Esta actitud se evidenciaba en su trato con las demás personas que no eran judías. No
hablaban con ellos, no compartían ni comían juntos, ni siquiera se acercaban a ellos. Los
excluían completamente porque los consideraban diferentes.
Pedro comprendió que Dios no hace acepción de personas por su nacionalidad, sexo, raza,
edad, o cualquier diferencia que puede haber, sino que todos son iguales en dignidad y todos
necesitan escuchar el evangelio.
Oración: Señor, somos propensos a menospreciar a los que no son como nosotros y a
centrarnos en las diferencias en vez de ver que ninguno es mejor que otro delante de ti.
Ayúdanos a ver a las demás personas con tus ojos, a ayudar al que nos necesite, a incluir al
que está solo, porque Cristo entregó su propia vida y cargó los pecados de TODO aquel que
en él cree para darnos salvación, sin hacer acepción de personas. Amén.