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1. INTRODUCCIÓN
A esta premisa no puede escapar el profesional médico que por una imprevisión
culpable, llega a causar un daño en la vida o en la salud de su paciente; acto
ilícito que es sancionado en casi todas las legislaciones del mundo, pero que en
nuestro país no se le otorga la importancia que requiere, existiendo cierto
escepticismo en el momento de denunciar estos hechos, porque simple y
llanamente existe la creencia en el común de las gentes, que es casi imposible
que los magistrados puedan establecer fehacientemente la responsabilidad
penal del médico causante de un delito culposo. Por tal razón, es que vamos a
desarrollar el tema que se titula la responsabilidad de los médicos en el homicidio
culposo.
Para que nuestro análisis sea puntual vamos a presentar algunos aspectos de
carácter general en lo que se refiere a los delitos cometidos por los profesionales
de la medicina; y vemos que hay en los delitos contra la vida, el cuerpo y la salud
algunas disposiciones legales que han sido estructuradas a título de dolo, otras
a título de culpa, y otras que han sido estructuradas como figuras
preterintencionales. Nosotros para desarrollar nuestro análisis, vamos a apuntar
única y exclusivamente a los delitos culposos. En efecto, cuando se trata
correctamente de la responsabilidad culposa o imprudente de los médicos
entendemos que la conducta delictiva manifestada sólo podrá encuadrarse en la
parte especial del Código Penal que describe el delito de homicidio culposo
previsto en el Art. 111 del C.P.
2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Observamos en el devenir de la historia que en los tiempos primitivos el origen
de las enfermedades no era atribuido a causas físicas u orgánicas. Los males
aún en el cuerpo eran producidos por el castigo de los dioses. Por lo mismo,
quienes desempeñaban el papel de lo que hoy se conoce como médicos, eran
los sacerdotes quienes hacían de mediadores entre lo divino y lo terrenal, los
mismos que por esa condición especial, del todo espiritual, intercedían por la
salud de sus semejantes. Si el sacerdote no lograba restablecer los quebrantos
de su paciente, no se le podía imputar ninguna responsabilidad.
Con estas drásticas sanciones estaban sentadas las bases del carácter
retributivo de la pena, pues el médico no era pasible de sanción como la
amputación de sus manos, sino que también estaba obligado al resarcimiento
por el daño resultante de la actividad profesional por el que debía de reemplazar
con otro esclavo si causaba la muerte del esclavo o pagar la mitad del valor del
esclavo si se causaba una lesión.
3.1. IMPRUDENCIA
3.2. NEGLIGENCIA
La negligencia[5] es una modalidad de la culpa en general que guarda sintonía
con una práctica médica deficiente, con descuido y desatención. El médico actúa
por imprudencia cuando hace un más de lo que debería hacer, en la negligencia
el médico hace un menos de lo que debería hacer. Un ejemplo de negligencia
se concreta cuando el cirujano luego de practicar una operación quirúrgica olvida
una gasa o un instrumento (pinza) en el campo quirúrgico.
3.3. IMPERICIA
No debemos dejar de acotar que el deber objetivo de cuidado tiene sus críticas
en el sentido que no posee ninguna función conceptual ni estructural y no
contribuye a delimitar la imprudencia de forma objetiva. Se trata de una postura
minoritaria que apunta al deber individual de cuidado, no general, que exige un
cuidado personalísimo al sujeto particular[15]. JAKOBS niega que exista un
deber de cuidado o una infracción de cuidado que caracterice la imprudencia, en
esta no hay –como en el dolo- más deber que el que surge de la norma, y sólo
este deber se infringe: En la comisión imprudente, el autor debe omitir el hecho,
y en la omisión imprudente debe realizarlo (¡cuidadosamente!). Sobre todo en el
delito de comisión, lo que se suele decir de que el autor ha dejado de observar
el cuidado prescrito es falso desde el punto de vista de la lógica de las normas:
En el delito de comisión el autor no es que deba obrar cuidadosamente, sino que
debe omitir el comportamiento descuidado. Ejemplo: En el ámbito de la comisión
no se prescribe manejar cerillas con cuidado, sino que se prohíbe el manejo
descuidado; no existe un deber de manejar[16]. Para Jakobs la imprudencia
penalmente relevante es sólo la previsibilidad del riesgo que sobrepasa el riesgo
permitido y que además es objetivamente imputable.
Frente a esta postura, la segunda viene representada por aquellos autores que
conceden relevancia a dichos aspectos a la hora de configurar el injusto de la
conducta. Esta segunda concepción, que cuenta entre sus exponentes en la
doctrina alemana con autores como JAKOBS, OTTO, STRATENWERTH O
STRUENSEE, puede contemplarse en realidad como una fase más en la
evolución de la concepción personal de lo injusto. Si bien es verdad que esta
concepción es defendida con diferentes matices, puede señalarse a JAKOBS
como el exponente de la radicalización de tales planteamientos, hasta el punto
de llegar incluso a tildar de superficial el concepto de previsibilidad objetiva por
entender que, en último término, todo se reduce a comprobar si el sujeto
individualmente considerado, estaba en condiciones de evitar el resultado
lesivo[20].
Más allá de las teorías expuestas, debemos indicar que esto implica que el
médico antes de iniciar un tratamiento médico-quirúrgico debe examinar sus
cualidades y el límite de sus posibilidades para llevar a cabo la correspondiente
intervención. Si, por el contrario, el cirujano que interviene es un médico dotado
de capacidades excepcionales por su inteligencia, experiencia y habilidad, que
desde un punto de vista subjetivo puede observar un cuidado superior al
objetivamente establecido con carácter general, valora ante un paciente que si
se le aplica lo dispuesto en la lex artis fallecerá, pero estima que tiene
posibilidades de salvación si aplica una determinada técnica que dada sus
excepcionales capacidades sólo él puede desarrollar con éxito y no actúa de ese
modo, habrá respetado el límite social y objetivo que marca un estándar de
comportamiento recíproco en función de la necesidad de protección de los
bienes jurídicos, cuando deben involucrarse consustancialmente en la
consecución de determinadas utilidades sociales valoradas positivamente, pero
es responsable de un homicidio en comisión por omisión dolosa, al no haber
impedido o evitado en este caso particular el fallecimiento del paciente si tenía
realmente esa capacidad[23].
6.1. EN EL DIAGNOSTICO
6.2. EN EL TRATAMIENTO
La salud y la vida del paciente constituyen para el médico un deber absoluto que
deja en segundo plano los demás intereses personales de éste. Una regla es
que el facultativo debe respetar siempre el bienestar del enfermo porque la
profesión médica está al servicio de la salud de las personas. En ese sentido, el
médico debe compenetrase con la personalidad de su paciente, debiendo estar
muy atento a todas sus preocupaciones y necesidades. Por ello, la fundamental
relación médico-paciente en el tratamiento debe estar desprovista de toda
consideración de índole personal, buscando establecer una verdadera corriente
de amistad y comprensión entre ambos con el propósito de vencer la
enfermedad. Ahora bien, en lo relativo a la responsabilidad penal del médico en
el tratamiento no hay que pensar inmediatamente en la responsabilidad del
médico si la recuperación del paciente no es satisfactoria o si la salud de éste
empeora toda vez que pueden influir factores exógenos e incluso endógenos de
la propia naturaleza del paciente que no permitan hacer del médico un sujeto
activo de la acción penal.
¿QUÉ ES LA IATROGENIA?
Es preciso tener en cuenta que para que exista responsabilidad penal debe
quedar fehacientemente establecido el nexo causal entre el hecho culposo
cometido por el médico y la muerte ocasionada al paciente. Este procedimiento
se constituye como el primer requisito para determinar la imputación objetiva del
resultado. Consecuentemente, no habrá delito si la muerte se produce por culpa
del propio paciente o por un hecho iatrogénico, es decir, por una circunstancia
imprevisible e inevitable.
8. ASPECTOS PROCESALES
Resulta obvio que la pericia no tiene carácter vinculante obligatorio para el juez.
Sobre el particular, RABINOVICH BERKMAN enseña que, el magistrado no
está obligado a seguir el pie de la letra lo dicho del dictamen pericial si tiene
evidencias o elementos en general idóneos para apartarse de aquél. Además el
perito debe tener presente que se le pide la expresión de una opinión científica
sobre los hechos concretos, no un juicio de responsabilidad, ni mucho menos
una sentencia o un veredicto. El perito no es un jurado; en consecuencia, al no
estar formulado el dictamen en términos resolutivos el juez no hallará mayor
inconveniente en tomarlo como lo que realmente es: un consejo dado por un
asesor técnico[42]. En definitiva, el juez en su condición de perito de peritos
valorará la pericia de acuerdo a las reglas de la sana crítica, por lo que aún
cuando la pericia médica no tiene influencia absoluta en la sentencia,
indudablemente, si tiene relevancia decisiva en ella sobre todo cuando el
dictamen pericial descansa en la interpretación de conceptos y aportes
científicos o técnicos.
9. PENALIDAD
Sin embargo, según el texto del artículo 111 del CP actual, la pena será no mayor
de cuatro años si el delito resulta de la inobservancia de reglas de profesión,
ocupación o industria y cuando sean varias las víctimas del mismo hecho, la
pena será no mayor de seis años. Como se puede apreciar, con la modificación
del dispositivo en comentario – Ley 27753 del 09/06/2002- los profesionales
médicos, respecto al CP de 1924 y al CP de 1991 originario, actualmente han
visto rebajada la sanción por la comisión del delito de homicidio culposo o
imprudente a cuatro años de pena privativa de libertad. Pero la benignidad de
las penas a los médicos no ha quedado ahí. El legislador peruano ha
considerado no punir con inhabilitación a los médicos imprudentes al retirar el
texto expreso que sí se establecía en el CP originario. Los Anteproyectos de
Código Penal de 2004 y de 2009[46] siguen la tendencia flexible de sustraer a
los médicos de la inhabilitación.
El día 29 de enero, con los resultados de los tres análisis en la mano, mi esposo
se dirige nuevamente al consultorio del mencionado facultativo, quien después
de interpretarlos resultados arrojados diagnostica: CÓLICOS HEPÁTICOS,
procediendo luego a la prescripción de 4 medicamentos para combatir esa
dolencia.
Es por fin, a las 12 del día, transcurridas más de tres horas desde el pedido de
traslado urgente a Cirugía, que los cirujanos de turno evalúan a mi esposo. No
obstante, Sr. Fiscal, ello tampoco fue suficiente para que el equipo de cirugía de
guardia, conformado por la referida doctora “D” y por el doctor “C”, procediera a
intervenir quirúrgicamente a mi esposo. Por el contrario, de manera autoritaria y
displicente, la Doctora “D” dispone que pase a Cirugía, agregando que debía
“esperar su turno” porque ella y su compañero, el Doctor “C”, iban a realizar
primeramente las operaciones que ya estaban programadas, aduciendo que
ellos eran “respetuosos” del rol de operaciones y que además tenían que “hacer
Medicina”.
Siendo ya el día 31 de enero, a las 00:30 a.m. mi esposo logra al fin ingresar a
la Sala de Operaciones. Habían transcurrido, Sr. Fiscal, 29 horas del diagnóstico
de ABDOMEN AGUDO Y SHOCK SÉPTICO HIPOVOLEMICO, 16 horas del
pedido de: ¡Transferencia a Cirugía Urgente! Y más de 12 horas desde la
evaluación practicada por los cirujanos de turno, dilaciones que potenciaron el
agravamiento de mi esposo, quien a la hora en que se realiza la operación tiene
ya un alto grado de mortalidad por lo que reacciona desfavorablemente a la
tardía intervención quirúrgica, falleciendo a las 9:20 p.m. del día 31 de enero del
presente año a causa de una infección generalizada, tal como se desprende del
certificado de defunción.
CONCLUSION
Los hechos anteriormente expuestos, Sr. Fiscal, configuran el delito de
HOMICIDIO CULPOSO, en su forma agravada, que se encuentra previsto en el
segundo párrafo del Art. 111 del Código Penal.
A nivel judicial se nombran dos peritos médicos por lo que ante dos dictámenes
contradictorios se nombran un perito dirimente; siendo sus dictámenes como
siguen:
CONCLUSIONES
1. El señor Juan Pablo Félix Ayona es recibido en el Hospital con una apendicitis
complicada de peritonitis de seis días de evolución.
Cabe aclarar que el paciente fallecido estuvo bajo tratamiento del Dr. “A” del 26
al 29 de enero, a través de dos consultas particulares.
CONCLUSIONES
Es una buena regla pensar “Si una persona previamente sana presenta dolor
abdominal y en forma brusca y persiste por más de 06 horas, lo más probable
es que se trate de un abdomen agudo que tiene que ser tratado por medio de la
cirugía y al más breve plazo”, es mejor pensar así y equivocarse, que al contrario
con consecuencias lamentables y a veces irreparables. De otro lado el
interrogatorio (anamnesis) del paciente al ser admitido al hospital es muy escueto
y deja mucho que desear, no es precisa una cronología de los síntomas y en
general lo descrito en la historia clínica no reflejaría la gravedad del caso
Luego en el examen físico del abdomen, los términos no son claros, si es claro
que hay dolor intenso a la palpación y mencionan “tenso”, quizá quisieron
expresar rigidez muscular, y con los R H Q, disminuidos tenían todos los
elementos o signos para pensar en peritonitis corroborado por una fórmula
Leucocitaria (análisis de sangre) muy sugestiva, sin embargo pensaron en
obstrucción intestinal baja.
1. La anestesia fue al parecer bien conducida pese a no haber estado hecha por
un médico anestesiólogo, este último problema es común en los Hospitales del
país por falta de recursos humanos (falta de especialistas).
En conclusión la muerte se produjo por sepsis provocada por una apendicitis que
fue operada tardíamente, en esto contribuyó:
c) Casi dos días de espera para su intervención estando internado, fue un factor
en contra.
“LA MORTALIDAD DE LA APENDICITIS ESTA EN RELACIÓN DIRECTA CON
LA PERFORACIÓN Y LA PERITONITIS SUBSECUENTE Y EN RELACIÓN
INVERSA A LA HABILIDAD PARA DIAGNOSTICARLA TEMPRANAMENTE”.
10.3. SENTENCIA
10.4. COMENTARIO