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I.S.B.N. 950-560-035-6
G. Baremblitt • M. Caparros - J. C. de Brasi
A. M. del Cueto - A. Fiasché - V. R. Kamkhagi
H. Kesselman - S. Kesselman
E. Pavlovsky - O. Saidón
LO GRUPAL 4
Selección y Coordinación:
Eduardo Pavlovsky
EDICIONES BUSQUEDA
Prólogo y
III. I N C O N C I E N T E Y C R E A T I V I D A D E N LOS
GRUPOS T E R A P E U T I C O S
IV. SOBRE S A L U D M E N T A L E I N S T I T U C I O N E S
V. SOBRE U N A EXPERIENCIA
« T O S p a l modernismo argentino y e s p Z
EDUARDO PAVLOVSKY
- H m a n i f l e s t a A r m a n d 0 Bauleo en Cuestiona-
v Z » E 1 , " l t 1 1 í n ¡ ? T e i l c u e n t r o celebrado p o r Plataforma en
I 1 ™ f t l í | ° L a teoría y la práctica psicoanalítica a la
Juz de los diferentes caminos hacia el socialismo"
La fuerza del Movimiento era el origen juvenil del
cuestionamiento, que alcanzaba a la estructura institucio-
nal del psicoanálisis en su totalidad. Era también un
cuestionamiento generacional. Movimiento desde las bases
En nuestro país, la ruptura con la Asociación Psi-
coanalítica Argentina se produce en 19713. El grupo Pla-
taforma estaba constituido por jóvenes candidatos, miem-
bros adheridos, titulares y algunos didácticos. La mayo-
ría de ellos eran marxistas y peronistas revolucionarios
Fue un modelo de ruptura ético-ideológico y la a c t i -
tud tenia algo de sacrilega. Se había quebrado la imagi-
nería de la omnipotencia institucional de la A . P A El
psicoanálisis de izquierda se proponía la adecuación de
su discurso a una práctica posible, y esta práctica era
vivida como práctica de transformación, no de consolida-
clon. Significó también preguntarle al psicoanálisis cuál
era su etica, implicó ir más allá en el intento de relacionar
a Freud con Marx. Fuera de algunos artículos válidos en
su producción científica, la importancia de Plataforma
estaba, en esa respuesta al autoritarismo institucional en-
carnada y expresada esta vez por psicoanalistas dé iz-
quierda. Fueron ellos los gestores de este movimiento
antiautoritario que venía precedido p o r los antecedentes
?ÍLo g r r a n d e s movilizaciones estudiantiles y obreras de
1968 en Europa, Los trabajos de Plataforma y de Do-
A V A* K 7 r , t D 0 T m e n t 0 . 86 s e p a r ó también e n e s a época de la
mJs, etc. g r a b a n ' e n t r e otros> F" Ulloa> S. Daibcovsky, G. St-
cumento se agruparon en dos t o m o s : Cuestionamos 1 y
Cuestionamos 2. H o y resulta difícil encontrarlos 4 . L a
represión de los últimos años los tornó subversivos. Que-
darán como documentos de un momento de ruptura en la
larga historia del prestigioso movimiento del psicoanáli-
sis en nuestro país.
Más allá de los errores, más allá de las ingenuidades
que cometimos, lo que se puede recuperar de esta ética a
través del tiempo, antiautoritaria es que siempre hubo
en sus enunciaciones algo de insoportable para el poder
del psicoanálisis.
N o podíamos conocer los efectos de las inscripciones
deseantes, institucionales, históricas o sociopolíticas que
nos atravesaban. Estábamos gestando un movimiento y
eramos partícipes activos, sujetos de esa específica his-
toria. Al separarnos de la A.P.A. arrastrábamos c o n
nosotros la misma estructura autoritaria que habíamos
combatido. Tuvimos la virtud de "autodisolvernos" para
evitar nuestra propia hiatrogenia institucional.
La historia de Plataforma y su destino no se empezó
a describir. Estamos todavía demasiado pegados al te-
rror de lo inmediato. Recordar hoy la existencia de Pla-
taforma es sólo un primer paso hacia la reconstrucción
de una época demasiado olvidada por el poder del psi-
coanálisis durante la dictadura.
Algunos de sus enunciados, como aquel que hablaba
de la responsabilidad social del psicoanalista, cuestionan
implícitamente el papel que les tocó jugar en esos años a
muchos analistas. La ética de Plataforma fue reempla-
zada por una nueva ética: la ética del deseo como ética del
mercado o ética del bienestar.
La gran "inquietud social" del psicoanálisis oficial
después de la dictadura, no borra su ignominioso silen-
cio cómplice ante el terrorismo de Estado. Nunca hubo
tal florecimiento de institutos de enseñanza, ni tantos
encuentros con. invitados extranjeros como en ese m o -
EDUARDO PAVLOVSKY
GREGORIO BAREMBLITT
E d i p o proceso
En diversos momentos, no sin vacilaciones, lagunas
y repeticiones, explicables (con buena voluntad) p o r las
vicisitudes del dictado y registro de nuestro curso, f u i -
mos caracterizando cada una de estas entidades, a saber:
El Edipo anécdota: como esos comportamientos de
observación cotidiana, que pueden constatarse especial-
mente en los niños, de a m o r o atracción sexual así c o m o
de hostilidad por sus progenitores, más o menos incita-
dos o correspondidos por éstos.
El Edipo onírico: como el texto manifiesto de mu-
chos sueños (en particular los que Freud relata en un
capítulo de la "Interpretación de los sueños") que coin-
cide en contenido con el ítem anterior, o sea el E d i p o
anecdótico. Consiste en lo esencial en escenas soñadas
(o ensoñadas en vigilia) en que el soñante intenta o
posee eróticamente a un progenitor y / o elimina al otro.
El Edipo mítico: alude a la incursión que Freud hace
en el terreno antropológico suponiendo el acontecimiento
del asesinato y devoración, practicada por los hermanos
unidos, de un proto-padre omnipotente que les prohibía
el acceso a las mujeres de la tribu durante la conviven-
cia primitiva. Aquí cabe recordar que Freud no e n f a -
tiza demasiado en que si tal acontecimiento fue un he-
cho históricamente acaecido o es apenas un recurso ima-
ginativo para ilustrar una teoría de los supuestos orí-
genes de la cultura humana.
El Edipo mitológico: se refiere propiamente al mito
griego, narración original de la cultura griega antigua,
recogido por historiadores, antropólogos, críticos estéti-
cos y otros especialistas. Se trata de la leyenda de un
ciudadano tebano que mató a su padre y se casó con su
madre (sin saberlo) coronándose así rey de su ciudad
y sufriendo una serie de consecuencias ulteriores.
El Edipo literario: se refiere a las diferentes v e r -
siones que los poetas y escritores desde el siglo V a.C.
hasta la actualidad han dado del mito edipiano.
El Edipo trágico o dramático: que bien podría estar
comprendido en la clase del literario, es separado deli-
beradamente porque le adjudicamos un papel histórico
de singular y específica importancia para el tema que
nos ocupa. Se trata de la versión teatral del mito edi-
piano, escrita por el dramaturgo griego Sófocles en Ate-
nas, ciudad importantísima de la Grecia clásica.
El Edipo como complejo: indica a un conjunto ar-
ticulado de pulsiones, deseos, representaciones y afectos,
organizados en fantasmas cuyo planteamiento, dinamis-
mo y resolución sustenta y envuelve a toda la personali-
dad psíquica, siendo, al decir de Freud, "el núcleo de la
personalidad normal y patológica". El Edipo como com-
plejo integra una totalidad, comprendiendo enteramente
la cual, se denomina completo. Pero éste a su vez se
compone de un complejo de Edipo directo (atracción por
el progenitor del sexo opuesto y hostilidad p o r el del
mismo sexo) y de un complejo de Edipo invertido (atrac-
ción p o r el progenitor del mismo sexo y hostilidad por
el del sexo opuesto). Los elementos de atracción del
complejo configuran el Edipo positivo. Los de hostili-
dad, los del Edipo llamado negativo. El Edipo completo
está precedido en la formación de la personalidad por
formas pre-edípicas cuyas características se describen
m e j o r en los ítems: Edipo proceso y Edipo fase.
™ Í , , n S l d e r a d ° a l m i t 0 a Ia como instrumento
Í P Z Í Z d e - P r ° r ° S d e e d u c a c i ó n ' de "documentación"^
de investigación, de creación de belleza, de culto etc S
bien entre las numerosas interpretaciones puede haber
complementariedad, a menudo hay o p o s i c i ó n T r o n f l i c t o
E n especial cuando una interpretación se e n t i e s e por
l e e Z T / Z / ^ r t ' CUand° n° úni™' ^ es buePno
, ° d a S e l l a s s e h a c e n (sabiéndolo o n o ) en
función de intereses actuales que precisan de entender e"
de í ™ , • í n a n f r a , ? a r a J' u s tificar un estado actúa
de cosas Admitir el polisentido de los mitos y su multi-
nntrPrtabÍ dad P°r parte de analistas no a pre u-
?intención
n t e L ? ó n debemos
U d ? ° ° en dos
m
enfatizar
S e a q U e fuese'
trazos ^ la mayoría
r a
s::srada de ia cuai ei
terminación "familiar". Eso tendrá, como veremos una
5T
olímpico (sistema de las tiranías helénicas antiguas) o
a la entidad del capital-dinero (modo de producción ca-
pitalista) . 3^) Centralizar la célula básica de la organi-
zación social en la familia nuclear o extensa y en las
relaciones de alianza (codificación del M. de P . P . ) o en
la familia imperial (sobrecodificación despótica del M.
de P . A . ) o en la "familia estructural" o la subjetividad
íntima " f o r m a l " (axiomatización del capital). 4?) Cir-
cunscribir así el deseo "carente" al ámbito de la subje-
tividad-familia-representación-intercambio, reservando su
investimiento en la producción "material" y en el poder
"político" como si fuese un " a f u e r a " y un "después".
59) Concebir y contribuir a reproducir el inconciente
c o m o representacional teatral y significante ( o estruc-
tural) eterna, universal y exclusivamente edipiano. 6 9 )
Concebir las fugas an-edipianas del deseo (locura) como
psicopatología. 7?) Concebir las producciones no-aliena-
das, es decir, no aprovechables para la generación-acu-
mulación de plus-valías (de riqueza, poder y prestigio)
como desperdicio, anarquía y marginalidad, y así con-
tribuir a la explotación y a la represión-general-represión
que son condiciones para la reproducción del modo he-
gemónico. 8?) E n s u m a : entender el inconciente produc-
tivo-deseante, natural y técnico como un reservorio de
creencias míticas, un mal teatro, un lenguaje reprimido
o una lógica combinatoria y no como una fábrica: subs-
tancia material misma de la producción.
EL DESARROLLO DE LA AGRESION
EN EL INDIVIDUO EN EL CONTEXTO
DE SU GRUPO FAMILIAR
HERNÁN KESSELMAN
2) Cooperación ^ —« ^ 5) Aprendizaje
(y saboteo)
Reproyecto
Nueva tarea
m e n t o T c o T Í ' C ° n d m Í S m ° t í t u l ° P e l eón o t r o ^ S u -
mentó o con algunas variantes. En este sentido ™ ™
s u e j hacer historias clínicas de mis p a c i e n t e f WndivT
S 8 ' , : ? 0 g r u P ° s > e n I a consulta privada. En su
r v e n ™ J
a e m i s . n o t a . s e indagaciones iniciales, nos
sirve para poder revisar juntos, hacia el final del trata-
. miento, q u é c o s a s ha descubierto conmigo y / o con y por
el grupo Qué ratificaría, rectificaría o enriquecería aí
final del tratamiento de aquella autobiografS, i S d a f
v í f a f t S e n í f ° ^
En cuanto a la historia corporal, les solicito un viaie
Tde
te de ^cílrlt
Val°:rÓn
su cuerpo prueba que ^ corporal"
denomino "el mapa cadaTar-
Este es un test proyectivo que estudia el cuerpo en cua-
sai sjsítsj^
tetizado estos t e m a ? n ? r 62 an0S y quien ha
rtllSSSHi
s»SSsS&-53Ss==
Estos sujetos no toleran que el otro Dupda ría y „ ™
t r t0le^ Ia «^valencia (que el oíro pueSa ser
vo) v nÜ ' g r a t i f í c a n t e 0 l u s t r a n t e a mismo L m -
p o ) y no toleran que el otro no responda a su deseo P ? r
i w m m m
.sorpresas vienen cuando el otro se cansa de dar siempre
y dice basta. Estos sujetos no valorizan al otro hasta el
momento en que lo pierden. Es como si recién entonces
pudieran reconocer todo lo que el otro les da y todo lo que
significa para ellos. Se trata de un nivel narcisista, en
el cual se exige que los otros satisfagan todos los deseos;
y por más que los otros les brinden, siempre está la que-
j a o el reproche. La frecuencia de interacción es como
la relación del bebé con el pecho: varias veces al día (es-
tas frecuencias de interacción han sido fijadas a manera
•de e j e m p l o ) .
b ) Nivel anal: Es menos regresivo. Se caracteriza
por períodos o ciclos, donde alternan la expulsividad y la
retentividad; hay explosiones y ataques violentos hacia
el otro, que son seguidos p o r reacciones de arrepentimien-
to, acompañadas de una conciencia piadosa y culposa de
autoacusación y de un intento de reparar el daño causa-
do. Son ciclos donde alternan los estallidos y las recon-
ciliaciones.
Estos sujetos tienen una gran dificultad para termi-
nar de juntarse o de separarse definitivamente. Es un ni-
vel evolutivo, superior al anterior, dentro de las modali-
dades de comunicación, ya que aparece una reflexión que,
aunque temporaria, considera la necesidad del otro. Aquí
ya aparece el miedo a la pérdida; hay sentimientos de cul-
pa y su correspondiente ansiedad, la ansiedad depresiva.
La frecuencia de estos ciclos de interacción es de una
vez p o r semana o una vez p o r día o por mes, dependiendo
de la cultura.
te a d e l a p o s i c i ó n de cuatro pa-
«cas y ^ ^ X S S á H f ^ f e ^ eré -
inda^rlo^esde^^momento^n 6 ^^^ 0
como tal. El primer l c o m i e n z a a formarse
la Pareja, b a s a r e T c u ° a " ¿ a Z Z A Z *
del futuro srunn ¿ uesarroliara la estructura
causas o m o c i o n e s a l Z ^ T ^ 1 ? J ' U e g a n m ú l t i P ^
plícitas y concientes n t r f ? e e " t a s s o n a v e c e « ex-
f otr
quedarse en el arumo fnmiiZL I on?en > 2) Para poder
M
hdades de las cuales la rigen: ferian tres moda-
?AM m r
términos de la evolución rnTnl^"3 dentro de **
toda pareja que se forma ^ i h ^ 6 1 1 0 8 T T l que
todos estuviéramos Tan b i e f d e n t a l que si
- o y en l u g a Í T e «
una familia entera (como si no alcanzara con casarse
con uno). Es para salir de su propia familia que elige
la familia del otro y se casa con la otra familia.
En el segundo caso, los individuos se casan para po-
der quedarse dentro del grupo familiar de origen; el cón-
yuge quiere permanecer con sus padres y, p o r consiguien-
te, incorpora al otro a su propio grupo y lo adosa. Inclu-
ye al otro como si fuera de su propia familia; esto se ve
muchas veces en caso de hija m u j e r única (o de varias
hijas m u j e r e s ) , o de hijo varón único ( o de varios hijos
varones) que incorporan al marido o a la esposa al grupo
familiar propio. Es una manera de seguir quedándose
dentro de su grupo familiar y, a la vez, darle a los padres
el hijo varón o la hija m u j e r que no tuvieron.
Todas estas divisiones nos sirven para entender los
procesos, pero no son compartimentos estancos sino que
funcionan dinámicamente y se complementan mutuamen-
te. Ambas modalidades — 1 y 2 — son complementarias.
Un sujeto que pertenece al grupo uno buscará como pa-
reja a alguien que esté en el dos y viceversa.
La tercera modalidad la constituye el grupo que se
c o n f o r m a para poder separar al otro de su familia, para
poder aislarlo de la pareja f o r m a d a con uno de los pa-
dres. La posición explícita suele ser que lo que uno busca
es lograr que el otro "se independice de su familia, para
hacerlo crecer y desarrollarse". Pero, por lo general, de-
trás de todo esto aparecen personalidades muy dependien-
tes de su propio grupo familiar, si bien se trata de una
dependencia secreta, oculta hasta para ellos mismos. E s
como si no pudieran elaborar el conflicto dentro de su
propia historia y tuvieran que elegir a otro para resolver
el conflicto. Son por lo general personalidades solitarias
pero muy dependientes, aunque aparecen como muy inde-
pendientes. Provienen de familias muy poco afectivas,
dispersas, frías. Suelen buscar en el otro la complemen-
tariedad y encuentran a alguien que tiene una familia muy
unida; lo que se está dando veladamente es el intento de
separar al otro del grupo familiar, p o r envidia de lo que
no se tiene o no se tuvo nunca y que el otro tiene.
De este modo y en una primera aproximación, di-
El duelo central no elaborado
sslSssssfi
conformaif ei tato c e n t a l t / J " í WJ?S ( e 8 t a tre»
(.-¡al „ desencadenante ^ " ^ o ; 4) El duelo ac-
^ m m m m á
lizado, mantenido y todo lo que corresponde al proceso de
evolución de un grupo familiar y pasar a asumir el rol
de esposos y luego de padres.
Suele observarse, frente al comienzo de estructura-
ción de una pareja, el surgimiento de situaciones triangu-
lares ansiógenas que tienden, defensivamente, a hacerse
binarias, es decir, a hacer de a dos, como posibilidad de
elaboración de la situación de duelo. E n estas situaciones
triangulares se encontraría en una punta el grupo f a m i -
liar de origen de uno de los cónyuges, en la otra punta el
grupo familiar de origen del otro y en la tercera el grupo
que acaba de constituirse. Se observan situaciones de ex-
clusión, donde el grupo familiar que se f o r m ó se adosa a
uno de los grupos familiares; por ejemplo, a los padres
de la esposa o viceversa, excluyendo al otro grupo.
Otra posibilidad se da cuando la pareja recién f o r -
mada se conforma como unidad de a dos y excluyen o ais-
lan a los respectivos núcleos familiares. Se observa cómo
frente a esta situación de pérdida cada uno de los inte-
grantes del nuevo grupo viene ya con un duelo que tiene
que elaborar y trae una fantasía, con una expectativa,
con una esperanza de recuperar lo perdido a través del
otro. Estamos frente a lo que proustianamente denomino
"a la búsqueda del rol perdido". De esta manera es como
se configuran esas situaciones tan claras y tan comunes
de la vida cotidiana, donde el varón busca en la m u j e r
una mamá que lo cuide y que lo atienda, "tal como mamá
hacía con é l " ; o la m u j e r busca "un papá que la proteja
y la sostenga o contenga, tal como el padre hacía con
ella". No es que estos hijos esperen siempre encontrar en
sus parejas los padres que tuvieron; a veces se busca lo
que jamás se tuvo. De todas formas, ya sea que se bus-
que lo que se tuvo, o lo que no se tuvo, es siempre la bús-
queda del rol perdido; es lo que se tuvo y f u e perdido o
lo que nunca f u e tenido. Aparece así en cada uno la ilu-
sión de recuperar el rol perdido, a través del otro. Esta
ilusión suele llevar muchas veces a la desilusión. Miste-
rios de la dialéctica de la pareja conyugal.
Todo encuentro es en realidad un re-encuentro y ve-
remos cómo la conformación de una pareja también es
un reencuentro. Se busca realmente el rol perdido y, a
S S r t ^ haciéndose una identificación
proyectiva, uno se identifica con otro, pero a partir de
haberle proyectado una serie de cosas que se b S c a í en
el otro, que se quieren encontrar en el otro. Entonces r S
driamos a f i r m a r que lo reviste con esa proyección v a u ¡
después, en la medida en que comienza a verse a í o t í o te!
c o m o es y no como se quería que el otro ¡ Z n - e s e n t e -
que e? otro r e a l m e n ^ S e e s t á escamotean^ ío
t l Í T r ; 6Sa alt,Ura
e m p i e z a n c o n ^ s proble-
mas. La obra pertenece a la década del '50)
Lo cierto es que la pareja conyugal actual — y a sea
en Argentina como en E s p a ñ a — al igual que la famiha
d H s S S l « ^ r d m Í e n t 0 h a b i t u a t de p S o s
d e la familia ( T e " ^ C n S 1 S : l a "CrÍSÍS -terminable
oVe^rl^J
« se amigan en fÍ
V Ídad " a
en la cama.
mU6rte " L °S q U e - "peS"
B) Duelo conyugal familiar:
Una vez que una pareja se casa y conforma su p r o -
pio grupo familiar, comienza a elaborar el duelo por las
respectivas pérdidas, a lograr estabilizarse, a conseguir
ciertos puntos de aproximación, a empezar a ponerse de
acuerdo en algunas cosas, a lograr una cierta adecuación
sexual; es entonces cuando habitualmente se deciden a
encargar un hijo y se entra en una nueva situación de
duelo, que es lo que denomino el duelo conyugal familiar.
Con esta denominación apunto al duelo que los padres tie-
nen que hacer por la pérdida de la pareja conyugal en sí
misma. Y a no habrá "té para dos". Desde el momento en
que deciden tener un hijo tienen que elaborar la pérdida
de su intimidad.
to en su c r e c i m l n t o y m i r r C 1 ' d ° / a h a s t a e s e m <>*en-
dres. Con c a s a r á M a S é ^ S F * SUS P r ° P Í 0 S p a "
miento. Necesita t e n l 7 „ í ; n n ? l ° g r a r e s e reconoci-
P
ya lo suficientemente L a S d e ^ Z ™ ™ d e ™ s t r a r l e s que es
dre. El tener ur ° m o p a r a s e r Padre o ma-
dad de obtener aoupl T e n t o n c e s c o m o I a Posibili-
t e » de s u e n ¿ r u p r S ¿ , r a r E n e p n t t ° Y " t e ™ i n a r de sa-
man el poder sobre e l T i S ;,, e S t ° S , c a s o s ' l o s Que to-
s aat fEE í ~
dres „ „ ^
salir del grupo, para quedarse, para reparar, para calmar
Ja andro-menopausia de padres y / o suegros.
Se configuran entonces situaciones triangulares don-
de se va a tratar siempre de que quede un tercero exclui-
do y donde lo más común, dada la situación del nacimien-
to, es que el primer gran excluido sea el padre (destinos
del Complejo de E d i p o ) .
En la relación estrecha que se establece entre la ma-
dre y el hijo (que p o r otra parte tiene todo un f u n d a -
mento en la naturaleza del vínculo), suelen unirse el pa-
d r e y la madre para excluir al hijo o pueden unirse el pa-
dre con el hijo — e s t o es más difícil— para excluir a la
madre (si bien en etapas más avanzadas del desarrollo).
O ambos abandonan al hijo. Veamos, entonces, que así
se perfila esa "olla común" que se va formando dentro del
grupo familiar a partir de las situaciones de duelo por las
cuales tienen que ir pasando todos los miembros del gru-
po, que van confluyendo y se van depositando, como si
fueran las catáfilas de una cebolla, alrededor de un nú-
cleo central que constituye lo que se denomina el duelo
central no elaborado.
^^^JSSSíS^A a Ia C0nsulta - l e
« t a , conflictos, f r u s t r S n r ^ f í d a - q u e ffeneran depre-
tidumbre. Dichas p ^ e in?er-
s e r querido (abuelos S e r ; I a m u e r t e de un
elaborado ° central
d i f i c u L 5 L t h t e l L s t t T a ^ f ¿ ^ 0 ' P r o Y e n i e n t e de las
<íe c o n o c i m i e n t o í p o r e j e m n i r e T l 6 ^ ^ d e l ob ->' et °
ca|), y b ) el o b s t á Z l ^ u ^ f J ^ í f ^ CríPti"
terrible es d e j a r l e s ^ K S ? a p e n d e m o s . . lo
8 1 0 0 m u e r e el ^ o r y ^ c r e a c i n } ' (1?') ^ 686 P U n t o trá"
ria, ^ ^ S ^ S S Z TÍ6dadeS ( p e r s ^ o -
das p o r el coordinador^ d e S u ™ ® d e b 5 ? S e r ^ r p r e t a -
las resistencias al cambio T í ? ^ P e r a t l X ° P a r a remover
aprender nuevos roles r u J r , ! e s t e r e o t i p o que impide
d e r a d e s a p a r e c e r pP a rr aa aa Tr ee n d p ^ T P Í C h ° n ' e s E n -
roles. P n d e r a reaprender nuevos
6) Telé: es el grado de atracción o rechazo que te-
nemos por aquellas personas a quienes conocemos por
primera vez, pero en quienes en realidad estamos reco-
nociendo el vínculo con una persona anterior que explica
las simpatías o antipatías que, a veces, percibimos incon-
cientemente, irracionalmente por algunas personas que
aceptamos y por otras que rechazamos. Todos los coor-
dinadores estudiamos permanentemente este grado de re-
conocimiento de objetos positivos y negativos para cada
sujeto, de sentimientos de atracción, telé positiva. y de
rechazo, telé negativa. Telé es un término acuñado por
Jacobo Moreno y que Pichón Riviére utilizó por conside-
rarlo parte de un lenguaje más cotidiano y más abarca-
tivo que los términos psicoanalíticos de transferencia y
neurosis de transferencia. Eso le permitió plantear la
ambivalencia y la divalencia como momentos vinculares di-
námicos en contra de la predeterminación de las posicio-
nes kleinianas tempranas (esquizo-paranoide y depresi-
va) . La telé da una idea de afecto a distancia o, como se
dice vulgarmente, "de piel". El órgano de choque de la
telé son los sentidos (más que los razonamientos), la piel
y las mucosas. P o r eso se dice que ciertas personas nos
gustan o no nos gustan por la piel, por el olfato, p o r la
vista, etcétera. Siempre se trabajan las telés, porque en
los grupos familiares las telés son también vehículos de
malentendidos y secretos y sobre todo de la identidad:
"eres como tu abuelo", "eres como tu madre" que, a ve-
ces, se dice por el color de ojos del abuelo o p o r el carác-
ter de la madre. Las telés provocan las subagrupaciones
típicas del grupo f a m i l i a r : duplas, triángulos, cuadriláte-
ros, etcétera, que en ocasiones se estereotipan y son res-
ponsables de los trastornos de la identidad personal, se-
xual y agresiva de cada integrante de la familia.
Una vez que hemos estudiado los seis ítems del Cono
Invertido: pertenencia, cooperación, pertinencia, comuni-
cación, aprendizaje y telé, estamos preparados, según Pi-
chón, como psicólogos sociales, para trabajar con el exis-
tente de tres tipos de ansiedades a interpretar: ansieda-
des persecutorias, que son las del temor al ataque; ansie-
dades depresivas, que son las del temor a la pérdida de
tar la « n b á j J d S T l S W "
estas ansiedades y sus d e f e r í 1 S i n terpretando
Z^ a RlVev.e'
en la Primera Escuela Privada de Psicología Social de Bs As
FnW^rk-1 - J ? S C U e l a d e Psi cología Social en España Dr.
director: Dr. Hernán Kesselman,
en . , (Asociación Española de Psicología y Psicote-
rapia de la Infancia y la Adolescencia), Madrid.
15. Kesselman, H y col. (Kozameh, G.; Laría, A . ; Negrete, M.) r
La psicopaíologia mfanto-juvenil como emergente del grupo
familiar , clase teórica, previa al grupo operativo del taller
del II Simposmm sobre Psicoterapia de la Locura, San Sebas-
tian, mayo 1985, España.
J U A N CARLOS D E BRASI
Orientación
a c e r c a d S a S a í a ^ u ^ ^ ^ Una eXpIoració »
d e lo Q ue su historia X ^ ^ S S ? " ^
P r e n d é V n ' T ^ T ^ « ^ S S S . Q ue em-
mientras se buscará r n í n í 6 P e n s a r s o b r e l o hecho,
ciso h a c e r l o s ™ T "
mos considerando. relación al punto que esta-
^Ml-SiSSSsS?
mas que un uso restrino-iH^ ,, ae ^determinación,
« — " « r a
La segunda especifica la importancia secundaria,
para este enfoque, de las "articulaciones conceptuales"
que marcarían la "coherencia" o "grado de cientificidad"
de los postulados ecrológicos. Tales articulaciones son
relevantes en determinados niveles, pero no pueden cons-
tituirse en parámetros de evaluación de teorías. Y me-
nos de las establecidas por esta dimensión que se prefi-
gura siempre como una compleja práctica de intervención
en distintos ámbitos.
Así los anudamientos conceptuales, sus consistencias
o inconsistencias, serán dependientes tanto de la ubica-
ción que les otorga la propuesta originaria, como de las
condiciones de enunciación que atraviesan los diversos
hilos fácticos y discursivos.
Puntualizaciones epistémicas
Clima
m u l a d ó n a p f V r ° R n ^ m o v i m i e n t o espiralado de su f o r -
mulación el ECRO permanece sujeto a una tensión con-
original, modelo formal y metodología dialéctica, lo ope-
rativo como verificación y funcionamiento que produce
cambios, objeto de conocimiento y hombre en situación
No son meras contradicciones desde un punto de S s t a
P i c h l i ^ n o r ^ ^ T ^ 6 n e l d i s c u r s 0 vanguardista de
f i c n o n , por meter todo en el mismo saco. Inversiones
sorpresivas, inclusiones desmesuradas, analogías q í e obs-
E K ? S c r P r T S Í Ó n d e l a s correspondencias, e t e ,
m t aue d e U l^ad°r ^ de SU^erencias complicadas
debútenle transmisión rápida y fácil» a un g r u p o
«i p Í p V Í n Í V e l d e a n á l i s i s determinado ("semántico")
« i ? t l e n e u n aspecto superestructura! compuesto de
elementos conceptuales" y otro infraestructura! portador
de elementos emocionales, motivacionales", que confor-
man la "verticalidad del sujeto". Sin embargo un m í -
* Agregado mío.
Imagen
El E C R O es polifacético, su imagen calidoscópica.
Quizás podamos marcar en una secuencia lo que aparta-
mos del acontecer discursivo.
En primer lugar surge como un plan de investiga-
ción aplicado al campo problemático de una psicología
social optativa.
En segundo término diseña un camino crítico.
Su tercera nota evidencia una serie de cuestiones
"reprimidas" en el ámbito cultural e institucional de la
salud mental y la educación.
En cuarto término significa una introducción a la
resolución de problemas por operaciones específicas.
E n quinto lugar entraña una f o r m a particular de
interpretar el cambio "en situación".
Su sexto aspecto supone una creencia en la eficacia
de la multidisciplina.
El séptimo rasgo implica una visión progresista de
los vínculos sociales.
Y su última característica dibuja una esperanza en
las potencialidades grupales como transformadoras del
espacio vital (relaciones ecológicas).
Perspectivas
La multiplicidad de significaciones y vías que abría
la metáfora pichoneana fueron perdiendo el vigor pro-
pedéutico de las enunciaciones originales. El uso y aban-
dono simultáneos caracterizó las menciones del ECRO.
Cuando se remitía a algunos de sus conceptos o niveles era
d e manera paródica, pues las teorías "fuertes" y accio-
nes que lo avalaban servían como garantía indiscutible
d e sus enunciados y propuestas. Pero se olvidaban los
senderos internos por los cuales debían circular sus desa-
rrollos, cortados muchos de ellos p o r las razones apunta-
das, impulsados otros de modo contradictorio e insufi-
ciente.
Sin embargo pienso que es necesario recuperar el
aliento inicial de sus formulaciones, por lo que repre-
senta para el recomienzo problemático de una psicología
social marcadamente alternativa, sea cual fuere el nom-
bre que adquiera en el futuro, un campo grupal, insti-
tucional, social-histórico y una práctica ligada con su
devenir.
En el esquema aparece planteado el problema de la
productividad de la imaginación, de lo imaginario e ima-
ginado en una formación gruposocial histórica que tras-
ciende lo imaginario tal como lo formula el discurso
psicoanalítico vigente. Las nociones de repetición, cliché,
fantasma, fantasía y protofantasía, fantaseo, transferen-
cia, resonancia, etc., son la materia prima obligada para
una elaboración rigurosa del universo clínico, grupal, ins-
titucional, así como de sus espacios de aplicación e in-
tervención. Pero ellas funcionan con cierta eficacia a
partir de lo que no pueden explicar, o sea: p o r un ex-
ceso de las argumentaciones analógicas.
Un ejemplo de esto lo brinda el texto de Didier A n -
zieu, "El inconciente y el grupo", cuya influencia está
presente en casi todos los escritos de las corrientes psico-
analíticas grupalistas francesa y argentina. Su impor-
tancia queda fuera de toda crítica. Los efectos de su
lectura la requieren con urgencia.
Elaborado desde la constitución narcisística y fan-
tasmática, estructurado desde correspondencias viciadas
por su punto de partida, los grupos son definidos c o m o
imaginarios. Certidumbre de las hipótesis. Alborozo de
las extrapolaciones, donde se confunden las formaciones
que componen todo grupo con el grupo mismo. Reprodu-
cir estas máquinas de productos seriados, después es cosa
fácil y cómoda. Contra ellas se debe reivindicar la má-
quina "infinitiva" del aprender a pensar, instrumento p o -
tencialmente liberador de un sujeto "condenado" a exis-
tir en la repetición de sus organizaciones psicodinámicas
iniciales.
Montada sobre una comprensión del esquema c o m o
trazo de una productividad imaginante (donde es preci-
so volver a pensar toda la cuestión de lo imaginario en
los grupos, instituciones, etc.), la dimensión conceptual
comienza a tener, entonces, sus propios niveles de f o r -
mulaciones conjeturales, dependientes de lo que buscan
fundamentar, de sus espacios teóricos y analíticos, de
sus nociones importadas y sus descubrimientos específi-
cos, de aproximaciones relevantes e irrelevantes para sus
avances e investigaciones. E n síntesis, la obligación que
marcan esos recorridos es la de concebirlos como figuras,
limitadas e indefinibles, que se trabajan trabajándose.
Así se recorta una manera distinta de pensar la re-
ferencia,. Su complejidad y los equívocos que provoca ya
f u e r o n señalados. Reiteramos que nunca se dirige ni
denota un estado de cosas o un espacio de operaciones
virtuales. Ellos son los referentes de las proposiciones
enunciadas o de lo que uno se proponga hacer con los
mismos. La referencia escapa a la f o r m a de presencia
que distingue al referente, siendo el pasaje necesario para
entender una señal o construir cualquier tipo de relación.
Una lógica de lo referencial abarca dimensiones,
elude binarismos o asignaciones de valores determinados
que, en última instancia, remiten a un núcleo sustantivo.
Los procedimientos de tal lógica tienden a poner de re-
lieve intersticios, grietas, elipsis, fallidos, olvidos, silen-
cios, etc., no para restituir la unidad inexistente de un
pensamiento, relato o texto, sino para darle f o r m a a un
sentido que el absurdo y la inconsistencia muestran en
su estado "puro".
P o r lo tanto sentido de lo grupal puesto más allá
de sí mismo. Así el grupo queda referido a... nada
preciso (de otro modo supondríamos determinaciones
unívocas), salvo a su propio movimiento de descentra-
miento. Recordemos que cuando un grupo es alucinado
como "unidad", "totalidad", centrado "en sí", en ese mis-
mo instante se autodespoja de toda referencia. Y aun-
que aumenten los referentes "externos", permanece a
merced de su ocaso grupuscular.
Operativo, nombre de aquello que sucumbe en el cri-
terio de verdad dominante, extraño a sus finalidades crí-
ticas y movilizadoras. Adopción incomprensible de un
"criterio" de cientificidad que legitima la empiria y su
sombra positiva como la verdadera "conveniencia" para
un discurso sobre lo grupal.
En el horizonte de la producción deseante, de la sub-
jetividad conformada según el ámbito social-histórico de
referencia, del deseo produciendo sus constelaciones di-
seminadas, y en última instancia, de la psicología social
alternativa que se busca fundar, la noción de verdad como
concordancia, implanta equívocos y bloqueos imposibles
de superar. Esto no implica abandonar el itinerario tra-
zado, sino redefinir todos los pasos de la marcha nece-
saria para transitarlo.
La verdad como problema y la problemática de la
verdad, en universos reticulados, llenos de investigacio-
nes sinuosas, teorizaciones incompletas, conceptualizacio-
nes programáticas, experiencias complejas, materiales pre-
cariamente construidos, y sin el seguimiento que exigen,
y demás aspectos característicos, requieren otros pará-
metros para enfocar su dilucidación.
La verdad, una cualquiera, sigue más el curso de
la inadecuación que el de la adecuación. La relación en-
tre las distintas temporalidades y formaciones que atra-
viesan los niveles concientes, preconcientes e inconcien-
tes, lo manifiesto de lo dicho y lo que late en su decir,
es fundamentalmente una relación de asincronia, de des-
fasaje, no de concordancia. Cuando algo así ocurre, siem-
pre muy tarde, es que una interpretación anudó cierto
sentido o la fase de una tarea está siendo realizada.
Los restos donde muerde un deseo, son dis-cordantes,
no concuerdan con lo esperado, pero permiten que la ver-
dad de este grupo o de tal evento se filtren. Y con ellos
esa verdad niega lo que se creía o ilusionaba sobre el
nivel de intervención específico.
Nuevamente la discordancia hace aparecer una dife-
rencia sustancial, que es preciso profundizar, entre lo
manifiesto (parecer) y sus ramificaciones causales. A
la vez que la verdad se cualifica sólo desde el proceso
de transformación que inaugura, es decir, como práctica
develadora, como experiencia propiciadora (que nunca
está dada, sino debe construirse) de nuevas realidades,
donde cualquier sentido unificador es un mito que des-
maya ante la potencia creadora del fragmento. O para
decirlo con M. Merleau-Ponty, " E l punto más alto de la
verdad sigue siendo perspectiva y podemos comprobar,
junto a la verdad de adecmción que sería la del algorit-
m o — . . . — , una verdad por transparencia, implicación y
recuperación, una verdad en la que participamos, no por-
que estemos pensando la misma cosa, sino porque a cada
uno a nuestro modo nos concierne y nos alcanza a todos".
No vale la pena extenderse mucho más. El movi-
miento integral del E C R O se ha detenido en un momento
expositivo que a otra interrogación le cabe impulsar.
Sólo restan hacer dos reflexiones previas al acorde final.
El criterio de adecuación-operación (regulador del
proceso evaluativo) delimita y orienta a la adaptación
tal como se fundamenta en el discurso ecrológico. Ahora
bien, más allá de su probado cultivo en la "Psicología del
Y o " , pienso que las categorías de adaptación activa, par-
cial o global se sitúan en el lugar del síntoma — l a con-
ducta como un registro observable y por eso sujeta a
control experimental— y no en el de su resolución.
P o r otro lado, si dicha categoría tiene una palmaria
conexión con lo elaborado en la metapsicología freudia-
na, entonces, la dimensión del grupo interno, centro de
la psicología social operativa, tendrá que ser redefinido
desde el Ello o, en su defecto, deberá explicitarse el tipo
de articulación que mantiene con la segunda tópica.
Son planteos para tender líneas de trabajo e inves-
tigación futuras. Retroceder en el análisis, circular por
los vericuetos del material indagado, entraña prepara-
tivos para intentar un salto mayor. La cualidad del
mismo siempre está reposando, sólo hay que atreverse a
impulsarla.
Para concluir estimo que no se debería tener un
ECRO. Toda pregunta que apunte a dar cuenta de su
propiedad lo cristaliza.
Obrar en uno de sus posibles cursos, probar su vi-
gencia, etc., es diferente, pues ello habla de la tarea in-
crustada en el goce del pensar, y de ejercerlo para trans-
f o r m a r y transformarnos efectivamente.
Abril de 1986
r
r
MODERNIDAD INCONCIENTE
Y GRUPOS
OSVALDO SAIDÓN
Las palabras
Interpretación, clínica, tarea, horizontalidad, proce-
so, epistemología convergente, son las ideas que nos han
preparado el terreno para otras palabras más imprecisas,
y por eso signos que nos obligan a la investigación. Aquí
algunas palabras: intervención, pragmática, esquizoaná-
lisis, producción, transversalidad, devenir, transdicipli-
naridad.
Hace ya muchos años que nos preguntan y nos pre-
guntamos. ¿Al final qué es el grupo operativo? Conse-
guimos seguir sin responder, sin f o r m a r escuelas donde
se responda. Proponemos con mayor o menor habilidad,
montar grupos dispositivos, discusión con amigos, inter-
venciones en la micro y la macro política, donde el pen-
samiento se arriesgue a aprender a pensar.
Para esto no basta una interpretación y un buen
ECRO de referencia; hace falta, como Deleuze nos dice
en relación a Proust, la formación de signos que nos
exijan, que nos coaccionen a pensar, dotar al grupo para
abrirse a esos signos a su encuentro y a su violencia.
Corremos el riesgo en nuestro trabajo, otros han
caído en esa trampa, de colocar nuevas palabras, allí
donde estaban las tradicionales. La moda es la peor
amenaza para la modernidad.
Alejandro Scherzer en un último trabajo, nos re-
cuerda la necesidad de abrir nuestra caja de herramien-
tas. Allí con lucidez y sistematización, va mostrando uno
a uno los conceptos e ideas que surgen en el acontecer
grupal. Es un experto coordinador y comienza con una
pregunta simple sobre qué es el concepto grupo. Va an-
dando hasta agotar las perspectivas que la pregunta abre.
Procuraré dirigir mi interés en otro sentido. ¿ Cuáles
son las herramientas de que disponemos para expandir
la multiplicidad de sentidos que lo grupal habita?
Una teoría de las ideologías, capaz de develar los
aspectos inconcientes que determinan nuestras ideas so-
bre los grupos, las clases, las instituciones, ha sido hasta
tiempo reciente el lugar de cruce de varios conceptos del
materialismo histórico y del psicoanálisis. Pero nosotros
ya le conocemos su caída hacia un estructuralismo, donde
el énfasis en el determinante, parece haber olvidado la
historia y la producción de las herramientas para esca-
par o transformar esas determinaciones. Develando la
ideología del encubrimiento terminó produciendo la de
la resignación. Todos ya sabemos que un cuerpo resig-
nado está listo a recibir una interpretación.
Vamos a ejemplificar nuestra perspectiva de inves-
tigación en el campo de una lingüística de los grupos o
de una socio-lingüística al decir de Batkin.
El estructuralismo ha reforzado la jerarquización que
la semántica y la sintáctica conservan en relación a la
pragmática.
Nos interesa la pragmática, la relación de la palabra
con el deseo con el Y o . No separamos entre yo del enun-
ciado y yo de la enunciación. Nos interesa el agente
colectivo de enunciación. Hablamos de emergente en una
socio-lingüística de los diferentes modos de hablar, no
en una relación de las palabras con las palabras. Es al
contrario en la pragmática, en esa confusión entre la
voz y el habla, entre el cuerpo y el pensamiento, donde
tenemos alguna cosa a decir sobre el inconciente.
P o r un lado la clásica teoría de la comunicación, nos
parece, solidaria con una idea interaccionista de los gru-
pos. La llamada dinámica interacción, identidad de roles
de los grupos, no nos aclaran mucho sobre cómo se forma
un grupo y qué lo agita, apenas lo describen.
P o r otro lado, la lingüística, centrada en la relación
entre significante, sintaxis, o en la relación entre las
palabras y las cosas (semántica), nos lleva a una inves-
tigación del determinismo de la estructura grupal de un
inconciente que aunque grupal, continúa siendo pensado
como restrictivo, o expresivo.
Cómo se agencia el deseo en un grupo, cuál el agente
colectivo que enuncia, que lo agita, esto entendemos por
una pragmática, o dicho de otra manera por el estudio de
la transversalidad (usando a Guattari), o la diagramá-
tica de Deleuze, o el pensamiento crítico de Rozitchner
o la clínica ampliada de De Brasi. Un grupo, abierto a
la producción inconciente y no simplemente resignado
a interpretar el inconciente como determinante límite o
resistencia, es lo que nos proponemos investigar.
Las líneas
Deleuze dice que habitamos tres tipos de líneas. Lí-
neas duras, de grupos sedentarios (la ciudad, la profe-
sión, el trabajo, la familia) y otras líneas más flexibles,
llenas de acontecimientos, de inesperado, líneas de grupos
nómades, y una tercera línea abstracta, de deseo que
energetiza todo pero que sólo existe agenciándose, combi-
nándose con las otras dos.
Nos podríamos proponer, pensando en esas líneas que
mencioné antes, de cambiar la idea de transferencia por
la de transversalidad. N o nos interesa lo que acontece
entre yo y él sea lo que f u e r a lo que él representa: re-
miniscencia de mi hermano, de mi padre, etc. y a partir
de eso trato a él como un hermano, como un padre y
repito lo que no consigue ser hablado. Claro que esto
acontece, tanto acontece que lo vemos todos los días
Pero el problema son las otras cosas que acontecen. Un
análisis, un esquizoanálisis debería decir todas aquellas
esquíelas", aquellas cosas que pasan, toda una transver-
salidad que aparece entre y o y él. No lo que yo coloco en
el o lo que el coloca en mí, como mutuo sistema de depo-
sitacion.
Hay un mundo, hay una serie de líneas que nos
atraviesan y que no pueden ser representadas, no tienen
objeto previo. No es necesariamente alguna cosa de mi
familia, de mi grupo original. Todos mis fantasmas son
de grupo y algunos son de grupos más o menos peque-
nos circulares como es la familia. Otros son muy extra-
nos, son de pedazos de objetos parciales, son de figuras
que y o v o y produciendo o son básicamente lo que está
produciéndose en ese acontecimiento grupal. Podemos ha-
blar de una transversalidad en lugar de una transferen-
c i a Si el índice de transversalidad, o sea nuestra posi-
bilidad de abrirnos para ser atravesados, es muy limitada
seguramente nos montaremos en una línea más o menos
dura y repetitiva. El sabrá quién yo soy, yo sabré quién
es el y el encuentro será una cosa ya esperada. Un en-
c u e n t r o como cualquier otro. Si el índice de transversa-
lidad aumenta, tal vez en ese encuentro otros sentidos
puedan aparecer.
Esto no es un invento. Esto nos acontece todos los
días. Esto quiere decir que una práctica micropolítica
-o pragmatica o esquizoanalítica no puede ser realizada
con cualquiera.
Nosotros podemos analizar a nuestro vecino, no a
nuestro prójimo. Nuestro vecino es aquel que por algu-
na razón transcurre en una intensidad que también
transcurre en nosotros, y que se agencia en él en algún
lugar de este planeta. El es nuestro vecino pero no por
significantes, no es una vecindad de discursos, es una
vecindad de práctica, es una vecindad de intensidad.
El paciente, el prójimo es aquel al cual nos aproxi-
mamos porque sabemos lo que él precisa, para darle al-
gún objeto prefijado. Difícilmente se produce ahí un
encuentro, un encuentro expansivo. Simplemente se pro-
duce una introyección, una interpretación. Se puede decir
que en realidad el cuerpo triste todo el tiempo pide in-
terpretaciones. ¿Interpretaciones qué quiere decir? Mos-
trar cuál es la esencia de ese cuerpo. Que otro le muestre
cuál es la esencia de él en lugar de que se produzca un
nuevo sentido.
Algunas veces se ha dicho que a partir de ahora
sólo nos queremos analizar entre amigos. De cierto modo
estamos diciendo que el análisis es siempre de grupo y
que la función analítica es la de posibilitar el surgimien-
to de grupos de vecinos. Grupos que posibiliten la ex-
pansión de los cuerpos y el agenciamiento con otro grupo.
Los dispositivos
Otra idea que nos interesa es traspasar la concep-
ción de un grupo como conjunto de individuos con una
mutua representación interna, casi siempre sentado en
círculo por la idea de dispositivo. Un dispositivo que
actúe en un mundo de signos y que escapa a lo simple-
mente discursivo. La idea de dispositivo la usamos por
lo que la palabra quiere decir en su sentido vulgar. Un
dispositivo es alguna cosa que sirve para hacer funcionar
algo. Entonces nos interesan los grupos en cuanto co-
locan en funcionamiento alguna cosa al interno de la
institución o al interno de los mismos.
La idea de dispositivo ha sido muy fecunda en re-
lación a la polémica que se entabla sobre si el grupo es
alguna cosa que representa la sociedad o es algo que se
opone a la sociedad. El grupo como dispositivo es algo
que permite en un determinado momento histórico au-
mentar el índice de transversalidad. Mostrar la carto-
grafía de líneas que describíamos antes, intensificar un
acontecimiento, y a partir de esto colocar en funciona-
miento alguna cosa que estaba andando excesivamente
bien adaptada. Deleuze dice una frase muy simpática:
"Sólo funciona bien la máquina que funciona mal, o sea
cuando se descompone". El dispositivo sería aquel ins-
trumento que nosotros colocamos para ver dónde es que
ia máquina se descompone, para hacer de la descompo-
sición y de la crisis no un drama sino un productor de
nuevos acontecimientos.
Las máquinas
Otra idea interesante que voy a mencionar sintéti-
camente es la de pensar un grupo como una máquina
de guerra o como una manada de lobos. Es una idea
tomada de Elias Canetti. El dice que existiría una uni-
dad grupal pero que no tiene nada que ver con una f o r -
mación empírica predeterminada ni con lo social. P o r
lo contrario lo social tendría entre sus unidades posibles
esa máquina de guerra. La idea de que el grupo funcio-
na como una máquina de guerra en el sentido de que es
una formación que constantemente se está construyendo,
que constantemente se está maquinando.
La máquina de guerra es lo contrario de un ejército.
La máquina de guerra es una cosa que permanentemente
evita que el estado, o la organización capturen el deseo.
El deseo no puede ser criticado pues él produce el tiem-
po todo, sólo puede ser agenciado o capturado en una
determinada situación histórica. La máquina de guerra
es la que evita la tentativa del estado de agenciarse del
deseo. El estado como el gran organizador, como el to-
talizador, como el "uno". Aquel que acaba con la multi-
plicidad, aquel que separa poder por un lado y sociedad
por el otro. Esto es muy rico para pensar cómo hacer
para que un grupo sea una reunión de diferencias y no
sólo de semejanzas. Cómo hacemos para que el g r u p o
sea la expresión de singularidades y no la sumisión a
una unidad imaginaria que siempre estaría fuera del
propio grupo. . , .
El grupo sujeto que habla Guattari s e n a justamen-
te aquel grupo que escapa en su actividad a la prevalencia
de la unidad y da expresión a la multiplicidad
Intentamos llevar esos dispositivos grupales y estas
orientaciones de análisis a nuestro trabajo concreto, i m
las escuelas, en el trabajo comunitario, en las favelas, en
el trabajo clínico, en el hospital, o en el consultorio. No
tenemos nuevas técnicas, apenas nuevos encargos y exi-
gencias de implicación en nuestros proyectos. _
Sabemos que el plano de sustentación que adquieran
estas reflexiones estará dado — n o por la coherencia teó-
rica del aparato ni por la referencia erudita—, sino por
la puesta en funcionamiento de múltiples experiencias
que legitimen al trabajador social a llamarse de tal.
CREATIVIDAD
EN LOS GRUPOS TERAPEUTICOS
EDUARDO PAVLOVSKY
Psicodrama
NICOLÁS CAPARROS
Grupo Quipu de Psicoterapia. Madrid
Introducción
La consigna
GARY TUCKMAN,
W I L L I A M FRIED, ANGEL FIASCHE 1
i
SUEÑOS EN TALLOIRES 4
SUSANA KESSELMAN
eaSSfet^QBiañgS
* q n ^ n a Kesselman. Dinamista corporal. Psicóloga social es-
El sueño de Gerda
Susana Kesselman*