You are on page 1of 204

1

2
Créditos
Moderadora de Traducción
Mona y Abby Galines

Traductoras 3

Nelly Vanessa, Abby Galines, Annabrch, Mimi,


Cjuli2516ZC, Kath, Axcia, Melusanti, Maria_clio88,
Crys, Nelshia, Magdys83, Gerald, GigiDreamer,
YuviAndrade, Agus901, Erianthe, Lvic15

Moderadora de Corrección
Dennars

Correctoras
Caronin84, Clau, Dennars, Kath, Maria_clio88, Maye

Recopilación y revisión final


Dennars

Diseño
Lectora
Índice
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5 4
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Epílogo
Sobre la autora
E ste libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e
incidentes son producto de la imaginación del autor o se utilizan de
manera ficticia. Cualquier parecido con eventos actuales, lugares o
personas, vivas o muertas, es pura coincidencia.

5
Para mamá, te amo.

6
Sinopsis
Guía de Supervivencia del Segundo Asistente de Starr Medios

1. No llames a tu jefe sexy ―el anticristo‖ en su cara.


2. No mires fijamente, umm, el paquete o el brazo lleno de tatuajes del jefe sexy.
(No. En serio. Detente) 7
3. No te expongas al lado negativo del malicioso primer asistente.
4. No te olvides de memorizar el manual del empleado de 300 páginas.
5. Si valoras tu cachemira, no te acerques al perro del jefe.
6. Los hoyuelos del jefe incitan a la lujuria. No. Cedas.
7. "El ascensor se comió mi ropa" no es una excusa válida para presentarse en las
reuniones importantes medio vestida.
8. No rompas estas siete reglas dentro de la primera semana de empleo si sabes que estás
en extrema necesidad de dinero para apoyar a tu madre enferma.
9. Hagas lo que hagas, no te enamores del jefe. Mira la regla ocho acerca de la madre
enferma.
10. Nunca olvides las reglas.
Capítulo 1
Manual Starr Media
Regla # 37
Las siguientes palabras están estrictamente prohibidas al publicar en las redes
sociales:
Húmedo
8
Mancha
Pústula
Secreción
Úlcera
Vómito
Sorber
Genitales
Mojado

D
más allá de mí.
ejé de leer a la mitad de la lista mientras mi café con leche de ―llegué al segundo
día de mi primer trabajo de chica grande‖ se revolvía inquieto en mi estómago.
Por qué alguien crearía una entrada usando esas palabras, bueno, estaba

Pero definitivamente tenía lo esencial y por supuesto que mi cliente, Craig Willington, el
supuesto próximo George Straight (en unos cinco años, más o menos), no utilizaría humedad
para referirse al pan de maíz de su abuela o cualquier otra cosa. Sentí un estremecimiento solo
de ver las palabras húmedo y genitales una al lado de la otra en la página.
Me desplomé en la silla giratoria ergonómica que probablemente costaba más que una
renta en la ciudad y me balanceé atrás y adelante sosteniendo el grueso Manual de Empleados
de Starr Media. Solo había realizado algunos trabajos en la universidad y establecimientos de
salario mínimo para pagar mi adicción de un solo un clic de compra de zapatos, pero nunca me
había encontrado con una lista detallada de tantas normas. Brogan Starr lideraba esta empresa
con una correa más apretada que el Pentágono durante una amenaza de seguridad nacional.
—Novata, ¿hasta dónde has avanzado en el manual? —Jackson, el primer asistente del
señor Starr y en general El Grinch1 en persona, rodeó mi escritorio y apoyó una muy cuidada
mano en la pila de papeles de aspecto triste que se elevaba sobre mi bandeja de salida.
—Casi termino, solo… —le eché un vistazo al Manual—, …cuarenta páginas más.

1El Grinch: Personaje de un cuento navideño escrito por Dr. Seuss que odiaba la navidad y era detestado por
Me tomó toda la tarde de ayer y esta mañana llegar hasta aquí. A este ritmo, estaré
terminado para la hora de la salida. Me moría de ganas de ir más allá del entrenamiento de
logística de la primera semana para empezar lo que fui contratada para hacer: trabajar con las
cuentas de redes sociales.
Bueno, sería un trabajo secundario mientras recibía pedidos de café, sacaba copias y
hacía todo lo que venía junto con el trabajo de Segunda Asistente, pero había un lado positivo
en mi título de post-graduada. Con un MBA2 y una especialidad en relaciones con los medios
sociales, me habían dado la oportunidad de trabajar en la casuística de un solo cliente.
Finalmente ascendería hasta la dirección de mercadeo. En unos años. Si las estrellas se
alineaban y Venus estaba retrógrado.
—Vamos a hacer un recorrido rápido antes de ir a comer. —Su voz tenía todo el
entusiasmo de alguien esperando en la cola del DMV3. 9

—Excelente. No puedo esperar para conocer a todo el mundo. Pensé que tal vez
podríamos tomar el almuerzo en Luigi‘s...
Mi voz se apagó cuando vi la expresión de Jackson. Sus cejas se transformaron en dos
garabatos caricaturescos que indicaban claramente, oh cariño, no sucederá.
—En primer lugar no vamos a ―tomar el almuerzo‖ juntos. Nunca. Jamás. En segundo
lugar… —dijo tocando el Manual de Empleados de Starr Media—, no debes haber llegado a la
regla 738.
Que alguien comprobara el termostato, ya que acababa de ponerse muy frío aquí. Decidí
que lo más seguro era ignorar su aguijonazo.
—¿Conoces todas las reglas de memoria? —pregunté tratando de distraerlo.
—Solo esa en particular. El Anticristo realmente se superó a sí mismo con esa —se
burló Jackson.
En el pasado día y medio, se había referido a nuestro jefe como ―el Anticristo‖ más a
menudo que por su apellido real, haciendo hincapié en su apodo.
Unos día antes de empezar a trabajar había hecho una investigación (alias asecho) sobre
Brogan Starr en Wiki. El resultado de mi investigación de dos minutos fue:
1. Es el CEO más joven en crear una compañía Fortune 5004
2. Creció en Bellevue, Washington.
3. Terminó el primero de su clase en MIT5 a la edad de 20.
4. Tenía un muy buen mentón, prácticamente la única característica visible en su foto de
perfil con una gorra de los Seahawks y los Ray Ban.
Todavía tenía que conocer al señor Starr, quien había estado encerrado en su oficina ayer
y hoy y formaría mi propia opinión sobre la idoneidad del apodo Anticristo. Siempre que
decidiera hacer una aparición a plena luz del día.

2MBA: Master in Business Administration, en español una maestría en Administración de Empresas.


3DMV: Department of Motor Vehicles, en español: Departamento de Vehículos Motorizados. Es donde se sacan
o se renuevan las licencias.
4Fortune 500: Es una revista que publica una lista anual de las 500 empresas más importantes.
5MIT: Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Confundida por la mención de la regla, revisé el Manual de Empleados hasta llegar al
número citado.
Regla # 738
Los empleados no deben, bajo ninguna circunstancia, guardar envases de
pescado o comida con ajo en el refrigerador de la compañía. Los empleados se
abstendrán de consumir comida con ajo durante las horas de trabajo.
Bajé el Manual y me quedé mirando fijamente a Jackson. Miré el Manual de nuevo.
Luego otra vez a Jackson. No podía formar palabras en este estado de violencia.
Querido Dios. Este hombre era un monstruo. Las palabras dignas de estremecimiento
eran una cosa, pero ¿ajo? Imágenes de deliciosos palitos de pan y pastas saladas bailaron en mi
mente burlándose de mí. Supongo que eso significaba que no habría paseos a Luigi‘s para 10
almorzar. Su pizza de ajo era la mejor de la ciudad, pero sin duda no valía perder mi trabajo
por ella.
La reunión con el señor Starr ya no era necesaria para tener una opinión totalmente
formada. El apodo en la oficina era bien merecido.
Jackson dio golpecitos con el pie a un ritmo de staccato rápido y dejó escapar un suspiro
exagerado.
—No tengo todo el día. ¿Quieres el recorrido o no?
Me levanté de mi escritorio y tomé lápiz y papel. Con la avalancha de información que
había recibido en estos dos días, tenía que anotar la importancia de ―no hacer esto o te
castigarán‖ en la libreta con espiral que tomé prestada (bueno, que literalmente me robé) ayer
en la mañana de la habitación de Zoey.
—Sí.
Pasamos junto a la entrada principal y caminamos hacia la otra parte de la oficina donde
estaban los empleados de Starr Media. El azulejo blanco prístino brillaba a la luz, las paredes
estaban pintadas de un color gris acero de moda, salpicadas aquí y allá con fotografías de
nuestros clientes más estimados. Jackson cambió el paso a una caminata enérgica y me dio las
explicaciones como haría un guía en un aburrido tour de Hollywood, informativo y ensayado.
En cierta forma fue menos que reconfortante. Los pensamientos ―por favor no dejes que sea
un puesto transitorio‖ y ―mierda, necesito este trabajo más que el aire‖ me rondaban por la
cabeza.
Señaló una pequeña habitación a la izquierda y no se molestó en parar.
—Aquí está el cuarto de fotocopiado. Cada uno tiene su propio código. Si pierdes el
tuyo, estarás sometida a la ira de Glinda. No la hagas enojar.
Asentí y garabateé un rápido ―No cruzarse con Glinda‖ en mi bloc de notas, añadiendo
un doble subrayado a la nota.
Después de pasar más puertas oyendo murmurar a Jackson descripciones en voz baja,
llegamos al fondo de la oficina donde había quince cubículos con sillas elegantes y paredes de
ladrillo que le daban una sensación de elegancia industrial.
Un zumbido de dedos golpeando teclados, teléfonos sonando y voces bajas llenaban el
espacio, un ambiente completamente diferente a mi puesto en la cueva de la entrada. La acción
pasaba aquí, la dinámica de la gente que creaba y orquestaba las ideas, prácticamente sonaba
como electricidad estática en el aire. Aquí era donde quería estar. Este era mi lugar.
La energía cambió cuando algunas personas levantaron la vista de sus papeles
estudiándome durante unos segundos, luego regresaron a lo que estaban haciendo.
Jackson señaló cada mesa de trabajo, desde la parte de atrás hasta la ventana.
—Te presento a Amy, Fred, Patricia…
Y la lista seguía mucho más rápido de lo que podía garabatear en mi papel. El veredicto
estaba entre si Jackson estaba haciendo esto a propósito, o si normalmente hablaba como si
estuviera en triple Fast Forward.
En lo que a las presentaciones se refería, esto clasificaría como rápido y caótico.
Garantizaría cero posibilidades de recordar a alguien. 11
—Hola —saludé con la mano.
Sonaron unos murmullos desde los cubículos junto a la ventana, pero todos los demás
mantuvieron la cabeza gacha y siguieron trabajando.
Muy bien. Un grupo animado.
Me puse el bloc de notas contra el pecho y aplasté el ardiente deseo de salir de la
habitación, esconderme debajo del escritorio y engullir Skittles6 con la esperanza de caer en
coma por exceso de azúcar.
La universidad había sido un entorno fácil para conocer a personas con ideas afines.
Había asumido que, dado que todos estábamos trabajando para la misma empresa, haría
conocidos de inmediato, porque… oye, ¿no podríamos unirnos todos y decir ―trágatelo‖ al
hombre que odiaba el ajo? Pero cada vez era más evidente que tenía que ganarme mi camino
en la escalera social.
—Date prisa, novata.
Jackson ya estaba en el pasillo que conducía a nuestros escritorios y me apresuré a
alcanzarlo. La caminata enérgica se convirtió en una maratón de velocidad cuando íbamos
llegando a la entrada principal.
Tan pronto como llegamos al escritorio, se dejó caer en su silla y comenzó a escribir algo
en su ordenador.
—Cuando hayas terminado con el manual, necesito que vayas por café. Dos cafés con
leche de vainilla con leche de soja. Extra calientes.
Levanté la cabeza de golpe. Eso era. Finalmente tendría la oportunidad de conocer al
misterioso Brogan Starr.
—¿Esa es la bebida del señor Starr? —Parecía una bebida para alguien con un palo en el
trasero. Olviden eso, trasero era una de las palabras prohibidas. Atrás, entonces. El señor Starr
tenía un palo en la parte de atrás.
—No, son para mí.
Me tragué una respuesta inteligente. El trabajo duro era parte del asunto de ascender por
el tótem del negocio de los medios sociales, eso era de esperar. Jugabas el juego y movías una

6 Una marca de gominolas.


clavija hacia arriba, cada día, una a la vez. Y podría compartir mis propias ideas para mejorar la
creación de redes.
Hasta entonces, era... la perra de Jackson.
¿Ves? Aprendiz rápida.
—No hay problema.
Incluso me las arreglé para poner una sonrisa en el rostro, solo para mostrar lo
encantada que estaba de estar aquí.
Que no estaba demasiado lejos de la verdad, porque nada me hacía más feliz que un
ingreso estable recién salida de la escuela de posgrado, especialmente cuando podría poner más
en los gastos médicos de mamá y, de acuerdo, poner ocasionalmente el dedo en el botón de
compras en internet. 12
Veinte páginas más adelante, decidí tomar un descanso e ir por el café de Jackson. Lo
miré mientras caminaba hacia el ascensor y me contuve de asomar la cabeza sobre su figura
encorvada. Tenía los pies apoyados en el escritorio mientras jugueteaba con algo en su
teléfono. Usar el teléfono móvil durante las horas de trabajo estaba prohibido, como se
indicaba en la regla cuarenta y siete. Pero supongo que la regla no se aplicaba al primer
asistente.
El ascensor se abrió y Jackson gritó antes de que las puertas se cerraran.
—Leche de soja. ¡Extra caliente o estás despedida!
Ahora mi trabajo estaba en manos de un camarero y su capacidad de calentar lo
suficiente la mierda con leche de Jackson. Excelente.
Me desplomé contra la barra de metal en la parte trasera del ascensor y apoyé la cabeza
contra la pared. Una canción de los ochenta sonaba en el intercomunicador y me recordó algo
que mamá tarareaba en el auto. Una triste sonrisa se tambaleó en la comisura de mis labios. Era
patético lo mucho que la extrañaba. A los veinticuatro años debería estar viviendo a cientos de
kilómetros de mi madre. Pero un mes lejos demostraba que era una completa niña de mamá,
especialmente teniendo en cuenta su estado actual.
Antes de que pudiera sacar el teléfono para hacerle una llamada rápida, las puertas del
ascensor se abrieron y me encaminé a las puertas para comprar el café con leche de Jackson
antes de darle alguna razón para despedirme en mi segundo día.
A las nueve y media había llegado de vuelta al edificio contenta de que en el centro de la
ciudad hubiera un Starbucks en cada cuadra.
Siendo conocedora de la tecnología (o como a mi madre le gustaba decir, ―adicta‖) me
picaron los dedos por tomar una instantánea del centro de Seattle y publicar lo ocurrido en mi
primera semana en Starr Media.
Fruncí el ceño recordando la estricta política que prohibía las publicaciones que hablaran
de la empresa en las redes sociales personales. Más o menos, trabajar en Starr Media era el
equivalente a ser parte de Fight Club. Con fuerte énfasis en la primera regla7.
Al entrar en el ascensor, miré de reojo a la pared de espejos y me encogí. El aire húmedo
de Seattle aumentaba el factor de encrespamiento en mis rizos, mi gruesa masa de cabello hacía

7 Hace referencia a la película Fight Club, cuya primera regla era no hablar de Fight Club.
una transición rápida de un ―antes‖ a un ―después‖ como uno de los animales del comercial de
Chia Pet8.
Aparté con un resoplido un mechón de mi rostro mientras equilibraba los cafés de
Jackson y además el mío. Movía los pies con impaciencia esperando mi piso. Para un edificio
tan grande en el corazón del centro, el ascensor se movía al ritmo de una babosa, los dígitos de
cada piso se volvían intermitentes en la parte superior mientras ascendía.
Cuando finalmente llegué al cuarenta, me tomé un segundo para acomodar los cafés en
el contenedor y mi bolsa. En cuanto mis pies estuvieron más allá de la abertura las puertas se
cerraron de golpe detrás de mí casi comiéndose mi bolsa. Dejé escapar un grito y me tambaleé,
derramando un poco de café en el proceso. Santa madre de Moisés, era como si estuviera en
un máquina de juegos gigante. Me enderecé la chaqueta y acomodé de nuevo las tazas de café
quitándole importancia al incidente. Para un ascensor tan arcaico, sin duda se aseguraba de que 13
las puertas te indicaran el camino de salida.
Jackson levantó la vista del ordenador y sonrió cuando vio el café en mis manos.
—Parece que acabas de aprender una lección del viejo Betsey.
—¿Quién es Betsey? —Le entregué sus bebidas.
—Nuestro amado ascensor. —Hubo un silencioso tonta articulado al final―. Y aquí va
una pista, solo muerde a las personas que lo merecen.
Frunció los labios y tomó un sorbo de su café con leche, y se quemó.
Miré al ascensor de nuevo, el corazón me seguía latiendo frenéticamente en el pecho.
—Es bueno saberlo.
¿Por qué no estaba eso en el manual? Regla #768: No te pares en el ascensor más de dos segundos
después de que las puertas se abran. Serás expulsada.
Alguien con tantas reglas debería incluir algo sobre el carnívoro ascensor.
Tomé mi café y le di un gran trago a mi espresso triple.
—¿Cuándo conoceré al señor Starr?
Me senté en mi escritorio que solo tenía una carpeta manila con información de Craig
Willington, mi gran pila de contratos de responsabilidad que debían ser firmados y el Manual
de Empleados. Me había imaginado mis primeros días caóticos (enterrada en el papeleo del
tipo excitante y no del tipo firma por tu vida) como veía en mis programas de televisión
favoritos, pero era mucho más decepcionante. Si mi vida fuera una etiqueta en este momento,
sería: #apesta-apesta.
Eso diría si pudiera escribir sobre mi trabajo.
—Ya está en su oficina y no quiere que lo molesten.
—Oh.
Fruncí el ceño. Conocer al señor Starr estaba en la parte superior de mi lista de tareas
pendientes. Cuanto más rápido nos encontráramos, más pronto vería de lo que era capaz y me

8Chia Pet: Marca de animales de cerámica cuyo cuerpo tiene agujeros en lugares estratégicos como el cráneo, al
llenar el recipiente de agua,las semillas de chia en su interior germinan y crecen como si fuera un pelo de pasto
erizado.
daría un mayor volumen de trabajo. A juzgar por la expresión constantemente molesta del
rostro de Jackson, no parecía muy interesado en mi idea de seguir más allá de esta semana, así
que tenía que ganarme a alguien.
—No te preocupes, Lacey, te encontrarás con él muy pronto.
—Lainey.
Agitó la mano con desdén y las luces fluorescentes se reflejaron en sus uñas pulidas.
—Lo que sea.
Luego murmuró algo que sonó parecido a: No es que vaya a llegar a saber su nombre, de todos
modos.
Ummm, eso no era reconfortante. A pesar de que preguntar por los empleados
14
anteriores era decididamente una mala idea, no podía firmar otro contrato de confidencialidad
hasta que supiera qué era exactamente a lo que me enfrentaba.
—¿Cuánto tiempo duró la última persona en mi puesto?
—Dos semanas.
Tragué saliva. De acuerdo, no era gran cosa. Tal vez eran un fracaso total y carecía de los
conocimientos necesarios para ser asistente.
—¿Y la persona anterior?
—Una semana.
Bueno, mierda.
—Ah.
Mantuve una sonrisa estampada en el rostro mientras caminaba a mi escritorio, no quería
que me viera sudar. En serio, ¿cómo funcionaban otras empresas en Seattle? Los puestos
temporales, ¿significaban que toda la gente era desechable como una taza para llevar?
Este puesto no era prescindible para mí. Tenía que hacer este trabajo, así tuviera que
enseñarle al señor Starr lo invaluable que podía ser.
Me dejé caer en la silla giratoria y, después de firmar un interminable papeleo, saqué la
cuenta de Media Craig Willington. Jackson me había mostrado cómo tener acceso a todas las
fotos pre-aprobadas de cada estrella en la nube. Como parte de la descripción de mi trabajo,
estaba a cargo de publicar en sus redes sociales y de construir su base de fans.
Esta mañana, Craig había enviado más de tres selfies para su cuenta con su novia
Miranda Ríos, estrella de la música country. Tenía una barbilla con un leve rastro de barba y la
hendidura entre sus dos dientes delanteros tenía diez puntos de encanto. Miranda estaba con
su típica sombra de ojos de color melocotón y labios rojos rubí que brillaban a la luz del sol.
Dejé escapar un suspiro y me quedé mirando con melancolía la foto. Si estuviera haciendo mi
propia página, lo titularía #metasdevida. Pero esta no era mi cuenta, probablemente por mi
ausencia de carisma y pésima cuenta bancaria. Ah, la glamurosa vida de una estudiante de
postgrado. Una vez que pagara los gastos de mamá, me liberaría de tomar decisiones para
pobres y tendría un buen flujo de caja. Mientras tanto ―excederme‖ era el código para Netflix y
pizza congelada.
Me incliné sobre el escritorio y me quedé mirando las fotos, decidiendo qué decir. Esta
era mi primera cuenta, mi primer post y tenía muchas ganas de hacerlo bien. Craig tenía
cincuenta mil seguidores, más pequeño que otros clientes de la firma, pero pensaba cambiar
eso. Merecía ser tan entretenido fuera del escenario como en un concierto de música country.
Después de que Jackson me diera su cuenta ayer, fui a casa y busqué toda su música y
actuaciones en directo. Este individuo se dirigía directamente hacia los discos de platino. Era
solo cuestión de tiempo.
Reflexionando durante unos minutos, me decidí por:
Craig_Willington: Navegando en la puesta de sol con mi gota de limón @MirandaRivers.
Sonreí, satisfecha con mi idea. Los fans se comerían eso por completo, ya que ―gota de
limón‖ era su último lanzamiento. Pocos minutos después de pulsar enviar en el mensaje ya
tenía dos mil me gusta y compartidos.
Un momento después, Jackson se acercó a mi escritorio y dejó caer su trasero forrado 15
con pantalones caqui perfectamente planchados en la parte superior de las notas que había
tomado del Manual y el recorrido relámpago por la oficina.
Cuando no le hice caso en el tiempo que consideraba apropiado, se aclaró la garganta
con fuerza y se removió sobre el escritorio, arrugando mis notas.
Imbécil.
Levanté la vista componiendo como pude una sonrisa.
—¿Sí?
Mi madre siempre me dijo que los matara con amabilidad, y no estaba a punto de
volverme grosera en mi segundo día con alguien que olía a arrogancia y a ríos de colonia
Spritzes de Dolce y Gabbana.
—Por mucho que me encante cuidar chicos, tomo mi almuerzo a las once y media, lo
que significa que tomarás el tuyo a las doce. Durante ese tiempo, si hay una emergencia,
envíame un mensaje de texto. No vayas a Starr, no le gusta que nadie lo moleste cuando está
trabajando en un nuevo proyecto, especialmente una novata como tú. —Garabateó su número
en una nota adhesiva, la arrancó y la pegó en la parte inferior de la pantalla de mi ordenador―.
No arruines nada, ¿capisce?9
—Está bien.
En serio, ¿había algo más que decir? Jackson no estaba sacando la alfombra de
bienvenida. No es que esperara que lo hiciera, me lo tenía que ganar y estaba decidida a
mostrarle que era más que capaz. Sin embargo, no me hubiera importado una pequeña charla
educada.
—Bueno. No me gustaría que te regañaran en tu primera semana —comentó cuando
presionó el botón del ascensor.
Sin presión ni nada.
Mientras las puertas del ascensor se abrían, un empleado corrió por el pasillo casi
llegando a mi escritorio. ¿Phil? ¿O tal vez era Darrel? Todos los nombres del tour se
mezclaban en mi mente.

9Capisce: Entiendes en italiano.


—Tengo que tener estos papeles firmados por el señor Starr en cuarenta minutos o este
cliente cancelará sus servicios. —Lanzó una mirada nerviosa hacia las puertas cerradas y se
mordió las mejillas manchadas mientras sostenía la carpeta de manila delante de mí.
Jackson me había dado órdenes estrictas de no ponerme en contacto con Starr, sin
importar nada.
—¿Le enviaste correo electrónico? —pregunté.
Una gota de sudor corría por la frente del chico.
—Sí. Sin respuesta.
De acuerdo, esto no estaba en mi cabina de mando, pero conocía a alguien que podría ayudar a...
Jackson entró en el ascensor sin escuchar la conversación que tenía lugar a cinco metros
16
de él o haciendo caso omiso de la petición de su compañero de trabajo. De cualquier manera,
el pobre Phil/Darrel/Comosea se iba a llevar una gran decepción cuando supiera que los
privilegios de la segunda asistente no se extendían a cosas como hablar con la persona que
realmente podía resolver.
—¡Jackson, espera!
Pero las puertas se cerraron de golpe y me quedé sola.
Qué porquería.
Capítulo 2
Manual Starr Media
Regla # 332

El Staff de Starr Media debe vestir profesionalmente en toda ocasión.


17

H ubo suerte y no recibí una sola llamada durante el almuerzo de Jackson. Phil
había conseguido la firma del señor Starr, no gracias a mí, sino hasta que
Jackson regresó de su descanso. Salió del ascensor bebiendo el contenido de su
Coca-Cola Light con una paja y me miró fijamente.
—Treinta minutos. No llegues tarde —me indicó, señalando la salida con una mano. Salí
del escritorio y caminé al ascensor.
Una vez fuera del edificio tomé una gran bocanada del aire de Seattle. Todavía estaba
acostumbrándome al clima de aquí. Aunque llovía en Portland, el aire de Seattle estaba
atrapado en un pacto de niebla aparentemente eterno.
En lugar de ir a Luigi‘s, opté por lo seguro: la tienda de sándwiches de al lado. Como
medida de precaución decidí comprar mi Panini de pavo sin cebolla, a pesar de que no estaba
en la lista de alimentos prohibidos.
Solo para asegurarme de no tardar en volver a mi escritorio llevé el sándwich de vuelta a
la sala de descanso que estaba sorprendentemente vacía, ya que las doce parecía ser la primera
hora de comida. De hecho, todo acerca de este lado de la oficina estaba extrañamente
silencioso. Quizás había visto demasiadas comedias del tema oficina en la universidad. ¿No se
suponía que había gente riendo y bromeando? ¿Personas en el descanso tomando café y
bebiendo del enfriador de agua? La realidad era una gran aguafiestas.
El tour de esta mañana regresó como un montaje en mi mente mientras recordaba las
expresiones aburridas de todo el mundo y la falta total de reconocimiento. No había pensado
en la popularidad desde la secundaria, pero esto se sentía muy parecido a ser degradado a la
caseta del baño durante la hora del almuerzo.
Me senté en la mesa, desenvolví el Panini e hice una mueca. Los palitos habrían dado en
el clavo. Aunque ninguna cantidad de palitos de pan valía la pena para renunciar a un ingreso
estable, ni siquiera de Luigi‘s.
Aun así, le dirigí una mirada maligna a mi sándwich.
Alguien entró en la sala de descanso justo a tiempo para sacarme de mi duelo de ajo. La
primera cosa que noté fue su cabello. Podría decir mucho sobre alguien basada en el corte y el
estilo. El corte limpio de estilo sencillo del cabello castaño dorado del chico de la camiseta
negra decía todo. Decía; ―parece que no lo hice a propósito, pero la forma perfecta de este
aspecto tardó al menos quince minutos esta mañana‖.
Lo segundo que noté fue que el tipo debería rectificar su vestuario por violar las normas.
No es que me quejara porque, en realidad, esos bíceps tatuados merecían estar a plena vista en
todo momento.
Mentalmente repasé a todo el que había visto durante el recorrido por la oficina. Y no,
definitivamente no era parte de ese torbellino de nombres, porque me acordaría de esos
pómulos altos. Y esos tatuajes. Sus brazos estaban cubiertos en ambas muñecas con
intrincadas marcas que desaparecían bajo la manga de su camiseta. Algunas eran palabras,
algunas imágenes que no acababa de entender sin mirarlo de forma espeluznante.
Decididamente, todas daban mucho calor.
Sonrió y se acercó al aparato de agua. Sacando una bolsita de té de su bolsillo, la dejó
caer en una taza de café y la llenó de agua. El glug glug glug del agua rompió el silencio y
rápidamente me tragué mi bocado de sándwich, preparándome por si el tipo quería hablar, a 18
diferencia de las otras cinco personas que echaron una mirada a la sala de descanso, vieron
evidencia de vida humana y se fueron al ascensor antes de que pudiera pronunciar un hola. Para
ser personas que trabajaban en una agencia de medios de comunicación social, eran
extrañamente... antisociales.
—Eres nueva aquí.
Era una declaración. Una que tenía la sugerencia de que eso ocurría más a menudo que
mis compras en ShoeBinge.com. Había eliminado la aplicación de mi teléfono en el momento
en que supe del diagnóstico de mamá hace un mes y todavía estaba pensando en esos tacones
con diamantes de imitación.
—Segundo día.
Sonreí. Al fin. Alguien con quien hablar que no fuera Jackson y su increíble habilidad
para echarme miradas feas sobre la pantalla de su ordenador.
—¿Qué tal hasta ahora? —Los músculos en su bíceps estaban tensos mientras tomaba
un sorbo de su té.
Ovarios, conozcan la pornografía de brazo, su nuevo mejor amigo.
Doblé el papel de cera de mi sándwich por la mitad y arrugué la orilla con el pulgar.
—Ha sido un placer. Terminé el manual de empleados... finalmente.
—¿Aprendiste algo bueno?
Levanté la vista de la envoltura y lo miré.
—Estás rompiendo el código de vestimenta en dos formas.
Sonriendo, miró su ropa y luego a mí. Dos hoyuelos aparecieron en sus mejillas y me di
cuenta de lo increíblemente injusto que era que alguien pudiera ser tan precioso sin ser
retocado por los profesionales de una revista.
—Supongo que sí.
—Conoces al jefe. ¿Cómo es? ¿Rígido como el libro de reglas?
Sonrió de medio lado mientras me miraba con sus penetrantes ojos marrones.
—No sé si rígido sería mi primera opción.
Me reí.
—¿De verdad? Oí que lo llaman el Anticristo.
Alzó las cejas.
—Oh, ¿en serio? Ese es nuevo para mí.
—Eeeh —dije jugando con la envoltura—, Jackson mencionó que era un apodo
bastante bien conocido en la oficina.
Tal vez el chico trabajaba en un departamento diferente. Diablos, era mucho mejor que
todos los demás empleados con los que había (no) hablado ayer y hoy.
Soltó una carcajada que resonó en toda la sala de descanso.
—Muy interesante. Gracias por el encuentro.
Tomó la cuerda de la bolsa de té y la movió distraídamente en el agua. Las venas en sus 19
brazos se tensaron deliciosamente y mi cerebro entró en modo zombi. Excepto que en vez del
típico monólogo interior de quiero comer cerebros, el mío decía quierooo tocaaaaar veeeeeenas.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó sacándome de mi estupor.
Me aclaré la garganta y el rubor tiñó mis mejillas.
—Lainey Taylor. La recién nombrada asistente del Anticristo.
El señor hoyuelos apretó los labios y no podría asegurar si el brillo en sus ojos era
porque le hacía gracia o estaba un poco molesto. Tal vez un poco de ambos. Grandioso,
supuse que estaba de vuelta al punto de partida con respecto a hacer amigos. Retrocedió hacia
la puerta y se apoyó contra el marco.
Realmente extraño. De donde yo venía, la gente tendía a dar su nombre después de que
alguien se presentaba. ¿Este chico? Nada. Dudaba que 200 salidas hasta al corredor de la I-5
fueran suficientes para ver un cambio en las costumbres sociales.
Se mordió el labio inferior y pareció estar disfrutando de este incómodo silencio que me
hizo retorcerme en el asiento. Hice una bola con la envoltura del sándwich solo para darle a
mis manos algo que hacer. En realidad, estas personas necesitaban trabajar en sus habilidades
sociales. ¿Dónde estaba el comité de bienvenida?
Nota mental: iniciar un comité de bienvenida si no existía uno.
—Es realmente un placer conocerte, Lainey —aseguró.
Puso la mano en el marco de la puerta y, justo antes de salir de la habitación, lo regañé.
—No me diste tu nombre.
—Me puedes llamar El Anticristo.
Y con eso se fue rápidamente por el pasillo y desapareció en su oficina.
Se me paró el corazón y el Panini se volvió un ladrillo sólido en el fondo de mi
estómago.
Mierda.
Traté de pensar en algo que suavizara la situación, como un: ja, ja, era broma, sabía
absolutamente que era usted todo el tiempo viejo amigo, (risa maníaca). Pero todo lo que pude hacer fue
mirar su figura en retirada.
Por el amor de todo lo que es sagrado, acababa de llamarle a Brogan Starr ¡A Brogan
Starr!, el Anticristo. Agaché la cabeza sobre la mesa y me quedé así. Si era posible morir de
mortificación, ahora sería un momento tan bueno como cualquier otro.
Bueno, sería mejor que recogiera mi escritorio e hiciera otra nueva solicitud.

20
Capítulo 3
Regla de vida de Lainey Taylor #1

Una chica es tan fuerte como su mejor amiga.

M i mejor amiga Zoey estaba acurrucada en el sofá de dos plazas viendo una
repetición de Gilmore Girl’s cuando entré en nuestro apartamento del centro a
las nueve de la noche. Lo más loco de irte a las ocho y media era que todavía
había gente revoloteando por la oficina, lo que significaba que tenía que intensificar mi juego si
quería dar una buena impresión.
21

Apartó la vista de la televisión y frunció el ceño cuando vio mi versión drástica y


despeinada comparada con la de esta mañana.
—¿Debo siquiera preguntar cómo estuvo tu día?
—¿Quieres decir el día en que le llamé demonio a mi jefe en su rostro? No, no quiero
hablar de ello. —Pero ya lo sabía después de haberle enviado un mensaje de texto: SOS Mátame
ahora, inmediatamente después de haber ocurrido el incidente.
Se limitó a asentir. Eso era algo que me gustaba de Zoey. Nunca presionaba para obtener
más información antes de que estuviera lista para darla.
—Las sobras están en la nevera —indicó.
Me quedé helada. Inspiré profundamente en busca de cualquier evidencia de humo o
comida quemada. No, solo nuestro aromatizador eléctrico de frambuesa con vainilla. Sin
indicio de que Zoey hubiera tocado una espátula o una cacerola.
—¿Cocinaste?
Resopló.
Automáticamente me relajé. Zoey había sido degradada a preparar comidas frías. Todo
lo demás era peligro de incendio.
—Me sentí mal porque estabas deprimida echando de menos a tu madre y fui a Luigi‘s.
Solo asegúrate de cepillarte muy bien los dientes mañana por la mañana para que no te metas
en problemas con el Anticristo.
Zoey y yo habíamos sido mejores amigas desde que se mudó a la misma calle que yo en
séptimo grado. Había tenido la misma bici que yo y un feroz amor por New Kids on the
Block. Desde ese día decidimos andar juntas y nos convertimos en almas gemelas. Después de
que ambas terminamos la educación universitaria, le ofrecieron un trabajo de diseño de
interiores en el centro de Seattle la misma semana que Starr Media me ofreció trabajo. Por lo
tanto, era lógico que nos mudáramos juntas.
—Eres la mejor.
Dejé caer la bolsa sobre el mostrador y busqué la caja de comida en el refrigerador.
Deliciosos palitos de pan, pasta de cabello de ángel con camarones en salsa cremosa y dulce.
Mi estómago soltó un gruñido ante el delicioso aroma que golpeó mi nariz.
Me senté a su lado en el sofá, apoyé los pies sobre la mesa de café y comencé a meterme
grandes cantidades de comida en la boca. Estaban pasando uno de los episodios de la primera
temporada, donde Rory todavía estaba con Dean, el perro faldero. Zoey odiaba que utilizara
esa referencia, pero me parecía muy apropiada.
Señaló la pantalla.
—Bueno —comentó—, hay un hombre que se ganó la vida cuando atravesó la pubertad.
—Creo que todos los chicos se ganaron la vida en ese programa.
—Amén. 22
Dean tenía un berrinche con Rory porque necesitaba estudiar.
—En serio, no entiendo lo que ve en él ―protesté. Cualquier persona que se pusiera en
el camino de una chica y sus libros merecía que lo dejaran. Allí mismo. En el acto.
Me robó una barrita de pan de la caja y lo agitó mientras hablaba.
—El chico es atractivo, pasa por toda la cosa de las cavernas. —Bajó la voz a un
graznido cartilaginoso—. Me gusta Rory. Escucha mi declaración. Es tan primitivo.
—Nop, eso no es lo mío.
—Está bien, lo guardaré para mí, muchas gracias.
Tomó un bocado de la barrita de pan y sonrió.
Terminé la pasta y el último palito de pan, y tiré la caja a la basura. Habían pasado un par
de días desde que había hablado con mi madre y decidí que la llamaría antes de irme a la cama.
Me metí en mi habitación y fui a mi escondite de Doritos, marqué su número y me
acosté en la cama. Me imaginé que estaba en la misma posición, viendo la televisión.
Contestó al segundo timbre.
—¿Hola?
—Hola, mamá.
Me comí un Dorito, haciendo un esfuerzo para no masticar directamente en el teléfono.
Mamá siempre se quejaba de que hacía ruidos demasiado fuertes, decía que heredé la
entrañable cualidad de mi padre, una de las humillaciones más agradables cuando se trataba de
él. Hace cinco años, antes de que nos dejara, me reía y me enorgullecía de ser en algo parecida
a mi padre, pero hoy, la idea de que la mitad de mis genes procedieran de él me daba náuseas.
—Hola, bichito. —Hizo una pausa—. Jesucristo, ¿estás en medio de una tormenta de
granizo o qué?
—Comiendo —respondí con la boca llena.
—¿Con gente alrededor? Por lo menos estás defendiendo el apellido cubriéndote la
boca, ¿verdad?
Puse los ojos en blanco y tragué. Incluso tan enferma, podía hacer bromas. Sin duda, su
buen humor era alentador. Tal vez los tratamientos iban mejor que antes de irme a Seattle.
—Solo Zoey, pero está en la otra habitación y no le importa que haga escándalo con la
comida —bromeé.
Dejó escapar un largo suspiro, pero pude oír la sonrisa en su voz.
—Me da mucho gusto saber que te enseñé grandes modales —me dijo sonriente.
Mi sonrisa se desvaneció.
Podía bromear pero, ¿cuánto tiempo más la tendría conmigo? La segunda etapa del
cáncer de ovario no era un paseo por el parque. Las expectativas no eran súper altas desde el
momento en que me estaba dando lecciones de modales para el futuro.
Tiré el Dorito en la bolsa. Mi hambre se había extinguido.
—¿Cómo te sientes? —logré preguntar con el nudo en la garganta.
23
Sabía la respuesta. La quimio se había llevado a la que había sido mi vibrante mamá y la
había convertido en una versión zombi. Las curvas suaves fueron reemplazadas por aristas
ásperas. Las sonrisas fáciles se daban menos y más lejanas.
Se había llevado hasta la última gota de la voluntad que había tenido para salir de
Portland después de su diagnóstico. Pero un puesto de mi nivel en Starr Media pagaba dos
veces más que cualquier cosa que pudiera encontrar en mi ciudad natal. El alquiler del
apartamento del tío de Zoey, por barato, era pan comido.
Papá había estado fuera de nuestra vida durante años, rehaciendo su vida con la
secretaria con la que había estado viendo el tiempo suficiente para tener hijos casi de mi edad.
Era evidente que no sería de ninguna ayuda o apoyo para mi madre durante su batalla.
El seguro de mamá solo pagaba una parte de sus tratamientos, por no hablar de la
acumulación de facturas de hospital increíblemente altas. Los ahorros de su profesión de
profesora de cuarto grado ni siquiera comenzaba a cubrir los costos. Ahora que estaba sin
trabajo, era dejarla ahogarse en deudas o avanzar con ella poco a poco.
—Un poco deprimida hoy. Entro en el siguiente tratamiento el lunes.
Asentí, y luego recordé que no podía verla a través del teléfono.
—Transferiré dinero a la cuenta la próxima semana, ¿de acuerdo?
Mi madre comenzó a protestar.
—No tienes que…
—Mamá. —Habíamos pasado por esto por lo menos cincuenta veces desde que decidí
tomar el trabajo en Starr Media. La única manera de que viviera tan lejos de ella era si podía
aportar parte de mi sueldo para sus tratamientos. De lo contrario, no habría dados.
No había manera de que dejara que mi madre se preocupara por el dinero cuando ya
estaba luchando por mantenerse con vida.
—Gracias, cariño. —Se aclaró la garganta, y me pregunté si estaría tan cerca de las
lágrimas como yo—. Iré a descansar un poco. Te quiero.
Esas llamadas telefónicas siempre me ponían los pelos de punta. Estaba esperando que
cayera el otro zapato, que dijera que los tratamientos no habían funcionado y que debería
volver a casa inmediatamente. Había tanto que quería decirle, ¿cómo se supone que siga adelante si te
pierdo? No he terminado de aprender de ti. Te necesito, mamá.
Lo guardé para mí porque en este momento necesitaba a alguien fuerte para ella, no un
desastre lloroso. Era tiempo de hacer cumplir mi mantra favorito: fingir hasta lograrlo.
—Yo también te quiero.
Apreté los dientes y presioné el botón de colgar.
Aparté un par de lágrimas que sin escrúpulos rodaron por mis párpados. ¿Realmente
valía la pena tomar este trabajo y estar lejos de mamá? Las garras de la duda me corroían por
dentro, la duda de haber tomado la elección equivocada y de no pasar este tiempo con ella.
Pero era eso o añadir años al proceso de pago.
Negué. Nada de pensar de esa manera. Mamá iba a lograrlo y había tomado este trabajo
para asegurarme de no tener deudas hasta llegar a la jubilación.
Zoey tocó suavemente en la puerta y la abrió un poco. 24
—¿Todo bien?
Lancé el teléfono a la mesita de noche con un profundo suspiro.
—Está pasando un momento duro con la quimioterapia. —Me tembló la voz—. Me
gustaría poder estar allí.
Abrió más la puerta y fue a sentarse a la cama. La cama se hundió bajo su peso y apoyé la
cabeza en su regazo.
Zoey sacó mi cabello del moño improvisado y comenzó a trenzar mis rizos. Sus dedos
pasaron entre las torceduras y los nudos del cabello e hicieron un trabajo hábil en el lado
izquierdo de mi cuero cabelludo. Habíamos estado haciendo esto desde que teníamos doce, y
cuando me trenzaba el cabello parecía salido de un video musical de Michael Jackson.
—La culpa es una emoción inútil, Lain. Puedes volverte loca pensando en el qué pasaría
si.
Me mordí el labio para sofocar una sonrisa.
—¿Qué eres, una galleta de la fortuna?
Zoey era una de esas personas que daban grandes consejos, pero era más de la variedad
―haz lo que digo, no lo que hago‖.
Mientras yo cargaba una copia gastada de Whitman mientras recorría toda Europa con
Zoey y mi mamá durante un semestre de la universidad, Zoey llevaba hojas de cálculo y listas
de control, planificando los días a intervalos de quince minutos (no es broma), algo que yo
todavía necesitaba dominar. Tenía una respuesta para cada qué pasaría si, e incluso un plan de
respaldo para el plan de respaldo. Funcionaba muy bien para su profesión.
Ignoró mi broma.
—En este momento estás haciendo lo mejor para ti y tu familia. Solo recuerda eso.
Asentí.
—Lo sé. Si alguien va a salir de esto, es ella.
Tenía la sensación de que lo estaba diciendo más para mi propio beneficio. Zoey
probablemente tenía la fecha de recuperación de mi madre a lápiz en algún lugar de ese
planificador suyo.
—Concéntrate en algo que puedas controlar. Ayuda a tus clientes y deja de llamar a tu
jefe diablo. Cosas por el estilo —dijo con una sonrisa insinuándose en sus labios.
Una risa se me escapó por la nariz.
Sí, realmente necesitaba trabajar en la última parte.
—Hombre, deberías ser psicóloga o algo así.
Me abrazó con fuerza.
—Estoy aquí para psicoanalizarte cada vez que lo necesites.

25
Capítulo 4
Manual Starr Media
Regla # 224
Los teléfonos deben responderse de manera profesional.

H abía un momento en la vida de cada postgraduado en que llegaban


pensamientos como ¿qué diablos estoy haciendo con mi vida? y, de ninguna manera la
escuela me preparó para esto: quiero un reembolso, que te golpeaban más duro que un
aguacero torrencial durante la temporada del monzón. Para mí, ese momento ocurrió cuando
Jackson desapareció por la puerta del ascensor durante el almuerzo en mi cuarto día.
26

Estaba sentada con calma, la gravedad de la situación me golpeaba con toda su fuerza.
Estaba sola, igual que todos los días de esta semana. Y en esos aterradores treinta minutos, no
tenía idea de lo que estaba haciendo. El teléfono no había sonado mientras Jackson tomaba sus
descansos y tenía la esperanza de que mi suerte continuara.
Esta era una compañía Fortune 500 y en este momento era la encargada del teléfono. Yo,
la persona que me aterrorizaba cuando llamaba a la pizzería para hacer un pedido. Pero mi
fobia tendría que irse a pasear, porque contestar el teléfono era un requisito desafortunado de
la asistente del jefe.
Mi racha de suerte terminó cuando sonó el teléfono en el descanso de Jackson. Miré el
receptor y luego le eché un ojo al ascensor. La posibilidad de que Jackson volviera y me
ayudara con la llamada era un firme cero por ciento.
Tienes un Master en Administración de Empresas. Puedes contestar el maldito teléfono.
Cierto. Esto era como pedir una carne especial con doble corteza, aterradora, pero
factible en un caso de hambre extrema o, como en este caso, la necesidad de mantener un
trabajo. Cuadré los hombros, tomé el receptor y contesté el teléfono de Jackson.
—Starr Media, soy Lainey. ¿En qué puedo ayudarle? —Bueno, no fue tan horrible. Golpeé el
bolígrafo contra el borde del escritorio, necesitando algún lugar donde gastar mi energía
nerviosa.
—No me importa si eres el maldito Papa. Quiero a Brogan Starr. Ahora mismo.
Preferiblemente con su cabeza en un palo.
Inmediatamente detuve la mano y se me cayó el lápiz.
Bueno… Hola, cariño.
—Yo… mmm… lo siento, ¿cuál es su nombre?
—Jonathan Gizzara. ―Hubo un silencio. ¿Quién diablos no sabe quién soy yo? estaba añadido
en el extremo de esa declaración―. Mi cliente Guy Wells no está feliz con su reciente
clasificación y Starr responderá por esto. Sabes que es estar inclinado y … —continuó con una
serie de improperios y algunas posiciones sexuales que un principiante no se atreve a probar en
el dormitorio.
Debido a mi reciente falta de historia en ese departamento, la conversación fue
especialmente insoportable. Al menos alguien estaba recibiendo algo, aunque realmente no
necesitaba saberlo con detalles explícitos.
—Señor, tan fascinante como es su experiencia sexual, no veo cómo esto tenga que ver
con el señor Starr...
—No eres el queso más inteligente de la fábrica de queso, ¿cierto cariño?
Apreté los dientes con fuerza mientras luchaba por mantener la compostura. En mi
horario no laboral le diría a este idiota donde podría meterse el queso. Pero necesitaba un
sueldo al final del mes, así que me tragué mi irritación. 27
—El señor Starr no está disponible ahora mismo.
Elevó la voz.
—¿Qué quieres decir con que no está disponible? —Me estremecí y sostuve el teléfono
unos pocos centímetros lejos de la oreja para salvarme de una pérdida auditiva temprana―.
¿Dónde está el insignificante Jackson? Por lo menos sabe cómo funciona su maldita empresa.
—Está almorzando en este momento. Estaría más que feliz si le deja un mensaje al señor
Starr. —Me obligué a sonreír mientras lo dije, lo que ayudó a mantener mi tono alegre y
optimista. De lo contrario, inevitablemente se deslizaría al sarcasmo que dudaba que
agradeciera Gizzara. Había aprendido ese truco de Jackson durante sus cientos de llamadas.
Era todo sonrisas hasta que terminaba la llamada, entonces se convertía de nuevo en ese
melancólico e insufrible ser.
—Le informas que si quiere mantener a sus clientes más importantes y evitar una colosal
tormenta de demandas en la que estará sepultado hasta que tenga cincuenta, deberá responder
el maldito teléfono.
Me retumbaba el pulso en los oídos y la parte posterior del cuello flameaba. Jackson
había dicho específicamente que no molestara a Brogan, pero esto parecía importante.
—Me aseguraré de hacerlo —le prometí contra mi mejor juicio.
Pude haber sonado un poco más arrogante de lo previsto.
La línea se cortó antes de que pudiera decirle que tuviera un buen día. Colgué y gemí,
descansando la cabeza sobre las manos.
Había destacado en Fundamentos Microeconómicos, Dirección de Marketing y en
Gestiones de Comunicación pero, ¿eso me preparó para escuchar a agentes haciendo preguntas
sobre sus ingresos medios por usuario y amenazas colosales de mierda? Mmm, no, no lo hizo.
De hecho, después de la cuarta llamada, el sudor me rodaba por la parte baja de la
espalda y oré para que un apagón arremetiera contra el edificio. O una sobrecarga
electromagnética estratégicamente dirigida. No necesitaba ser exigente en este punto.
A dos minutos de las doce en punto, me había convencido de que mi brillante diploma
ahora podría funcionar como papel higiénico en caso de emergencia. ¿Llamar a mi jefe el
diablo y arruinar las llamadas telefónicas? El hielo fino no podía describir mi situación actual.
¿Tal vez hielo grueso? No, ni eso. Solo un cubo de hielo que se derrite en una estufa caliente.
Estaba a trescientos veinte kilómetro de mi casa, en una ciudad extraña, con un
compañero de trabajo que seguramente estaba molesto conmigo y un jefe con más reglas que
mi padre que es sargento. Parecía que este trabajo no era la aventura que había imaginado que
sería el mundo real. Solo yo, el saturado con Dolce y Gabbana y el Anticristo. Mi propia isla de
la felicidad.
Compraría algunos silbatos y sombreros de fiesta, pero estaba segura de que el ruido
estaba prohibido en alguna regla del manual.
Después de contestar con torpeza unas cuantas llamadas más con agentes,
afortunadamente menos enojados que Gizzara, Jackson atravesó la puerta del ascensor
exactamente a las doce.
—¿Mantuviste la compañía intacta? —Tomó un sorbo de su Coca-Cola y la puso en su
escritorio. 28

Junté las manos y traté de permanecer lo más calmada posible para darle la noticia.
—Hubo un problema.
Frunció el ceño.
—Un problema —repitió—. ¿Qué clase de problema?
—Jonathan Gizzara llamó —respondí lentamente, preparándome para ver cómo
reaccionaría Jackson.
Tensó la mandíbula y su manzana de Adam se movió contra el botón superior de su
camisa.
—Y le pasaste la llamada a Starr, ¿cierto?
Dudé, hojeando la nota adhesiva con su nombre entre mis dedos.
—No. Me ordenaste que no lo molestara.
—Oh Dios mío. —El pánico se mostró en su rostro, se sentó en su escritorio y
comenzó a escribir enojado en su computadora—. Oh Dios mío —repitió, y esta vez de forma
más frenética que la anterior. Manchas rojas habían coloreado la palidez de sus mejillas—.
Arreglaré esto lo mejor que pueda, pero la cagas una vez más y estás fuera. —Golpeó algunos
botones en el teléfono y colocó el receptor en su oído—. Ve a almorzar antes de que cambie
de opinión y te despida.
Me mordí el interior de la mejilla, alejando la caliente picadura de las lágrimas y tomé la
bolsa. Había pasado mucho tiempo desde que había decepcionado a alguien. De hecho, estaba
bastante segura de que la última vez había sido cuando olvidé enviarle una tarjeta de
agradecimiento a mi tía Ruth en séptimo grado y mi madre me había echado encima una gran
carga de culpa. Mi vida en mi primer trabajo que contaba estaba siendo arrojada a un inodoro
de grado industrial.
La lógica me dijo que almorzara fuera de Starr Media y caminé por los alrededores del
centro con mi sándwich casero de mantequilla de cacahuete y jalea, hasta que mi nerviosismo
de los últimos treinta minutos se tranquilizó. Nunca me había considerado una persona
ansiosa, pero entre este trabajo y la enfermedad de mi mamá, era suficiente para acabar con los
nervios de Bob Marley.
Para el momento en que regresé al edificio, mis pulmones se podían expandir
completamente y el constante impulso de golpearme la cabeza contra algo se había calmado.
En gran parte.
Los labios de Jackson estaban curvados en una sonrisa burlona cuando me senté
nuevamente en mi escritorio.
—He solucionado el problema. La próxima vez trata de no ser… —me señaló—…tú.
—Se señaló e inclinó la cabeza de una manera tan dramática que pedía una bofetada—. Piensa
―¿Qué haría Jackson?‖ Deberá ser tu nuevo mantra.
—Está bien.
—Hice una lista de personas que siempre le pasarás a Starr. Si llegas a la próxima
semana, la necesitarás. 29
—Gracias.
Pero eso era un gran si.
***
Había conseguido estar bajo el radar los siguientes dos días, manteniéndome ocupada
con el trabajo de archivo y esfumándome en el momento exacto en que sabía que Brogan iba a
salir de su oficina para una reunión. Tener acceso a su agenda fue muy útil para mantener los
niveles de mortificación al mínimo.
Había cincuentas carpetas extendidas delante de mí esperando para ser archivadas en el
sistema de estanterías que iban del techo al suelo. Esto era lo más cerca que había llegado a
aventurarme en la oficina con mis compañeros que hacían otros trabajos para la empresa. Con
las miradas extrañas que me lanzaron mientras pasaban por el salón de almuerzo la semana
pasada, las posibilidades de encontrar a un amigo aquí para tomar bebidas después del trabajo
iban de escasas a nulas. Lo que estaba bien, porque tenía a Zoey, pero tener más de un amigo
en la ciudad tampoco vendría mal.
Estaba ocupada alfabetizando las carpetas de los clientes en las profundidades del cuarto
de archivo cuando una voz cortó el silencio.
—¿Jackson te puso en el servicio de archivo?
Realmente había terminado mi trabajo, pero cuando Jackson vio que tenía unos
segundos extras para hacer otras cosas, como respirar y pensar en cómo podría lograrlo hoy sin
ingerir más dosis de cafeína, no perdió el tiempo trayéndome un carrito con carpetas y me indicó
que necesitaban estar categorizadas por apellido y el año en que fue firmada.
Alcé la mirada y vi a una mujer que tendría unos veinte años con un suéter rosado y
lentes de cebra.
Me sonrió y se presentó.
—Soy Zelda. —Me tomó unos segundos procesarlo. ¿Ese era su nombre o profesaba su amor
por el personaje de ficción? La mujer debió notar mi desconcierto—. Mi mamá estaba obsesionada
con el video juego cuando estaba embarazada de mí.
Me aparté el flequillo del rostro con un soplido y extendí la mano.
—Lainey. No tengo buenas anécdotas sobre el embarazo de mi madre, aunque comió un
montón de burritos.
Zelda sonrió y el piercing en su labio brillaba bajo la luz fluorescente.
—¿Te está gustando esto hasta ahora?
—¿Además de hacer el ridículo en frente a Brogan Starr y enfadar a un agente? —Me
avergonzaba. Eso era en lo único que pensaba desde hacía dos días. Me removía y daba vueltas
por la noche tratando de inventar algo perfecto que decir y olvidar esto. Por desgracia, lo único
que me venía a la mente era cambiarme el nombre y mudarme lejos de esta ciudad. Eso
acabaría con la mortificación, pero no estaría ni cerca de pagar las facturas de mamá. Por tanto,
la mortificación ganaba—. Todo va bien, supongo.
—Les pasa a todos, lo de enojar a un agente. Son imposibles de complacer, así que no te
preocupes por eso.
Asentí. 30
Sospechaba que me lo decía para hacerme sentir mejor, pero lo acepté.
—Apenas me estoy acostumbrando a todo.
Se inclinó contra la fotocopiadora y me dio una cálida sonrisa.
—No te he visto en la sala del personal. Tienes que venir conmigo. Tomo mi almuerzo
al mediodía.
—También yo tomo el mío ahí, pero creo que soy una paria social.
Frunció el ceño.
—Qué extraño. No te he visto en toda la semana.
—Estaba allí. Y Brogan. Cuando hice el ridículo.
—¿En esa sala de personal? —Apuntó a una sala atravesando el pasillo.
Esto era noticia nueva para mí. En ninguna parte del Tour del Infierno, Jackson había
mencionado las salas del personal. Con énfasis en el plural.
—No. La que está enfrente del escritorio de mi oficina.
En su rostro se asomó una mueca horrible, pero la cubrió rápidamente con una sonrisa.
—Esa es el área de Brogan. Nadie la utiliza más que él, a menos que te quedes sin crema
para el café.
Me cubrí el rostro con las manos y gemí. ¿Por qué nadie me había dicho esto?
—¡Me preguntaba por qué la gente me miraba tan extraño!
Por supuesto que Jackson no lo hizo, porque pensaba que yo no tenía tiempo suficiente
para fraternizar con otros compañeros de trabajo. Todo esto de las novatadas iba a terminar en
el segundo en que empezara a aprender más sobre la empresa.
—Ven a pasar el rato conmigo hoy y te presentaré a todo el mundo.
La primera sonrisa auténtica que había tenido en días asomó en la esquina de mis labios.
—¿Puedo preguntarte algo?
Deslicé el pulgar sobre la carpeta que tenía en la mano. Una pregunta me estaba
carcomiendo desde mi horrible primera reunión con Brogan.
Asintió.
—Seguro.
—¿El personal le puso un apodo a Brogan?
Frunció el ceño y se pasó la lengua sobre el piercing. Se quedó callada un momento,
buscando una respuesta en su mente.
—¿Cómo cuál?
—¿El Anticristo?
Sus labios temblaban mientras una sonrisa estallaba en su rostro.
—El… ¿qué?
—Anticristo —repetí, un poco más vacilante ahora.
Se dobló por la cintura y se carcajeó sujetándose las rodillas. Le tomó unos segundos 31
recomponerse. Se enderezó y se limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas con la manga
del suéter.
—No. Brogan es un gran jefe. Un poco excéntrico con todas las reglas y muy aterrador
cuando se molesta por fechas límite, pero aquí todo el mundo lo ama.
Sí, todo el mundo menos Jackson, al parecer. Y, por supuesto, él fue el que me había
entrenado. No los otros cincuenta empleados que pensaban que Brogan era un jefe decente.
Sofoqué las ganas de arrastrarme por debajo de los papeles y no salir hasta que todo el mundo
se hubiera ido.
—Es bueno saberlo.
—Bueno, tengo que llevar esto a la fotocopiadora antes de la reunión. —Agitó los
papeles frente a ella—. Ven a almorzar, ¿está bien?
Asentí y antes de que pudiera decir cualquier otra cosa, se había ido en dirección a la
fotocopiadora.
Dos horas más tarde, tomé mi ensalada del refrigerador y me dirigí a la sala correcta,
encogiéndome cuando caminé más allá del comedor personal de Brogan.
¿Cuán estúpida debió pensar que era? comiendo ahí toda la semana después de tener el
descaro de insultarlo y, ¿por qué diablos estaba aún contratada? Porque a menos que tuviera un
aneurisma cerebral, el tipo que escribió un manual de trescientas páginas de normas, (ninguna
de las cuales menciona su comedor personal) debió despedirme diez veces a estas alturas.
Todavía no podía sacarme de la mente la flexión de sus brazos musculosos mientras
sujetaba el té, o a sus adorables hoyuelos. Si fuera un chico cualquiera en un bar,
definitivamente lo dejaría comprarme una cerveza o tres antes de aprovecharme de él en mi
cama de regreso a mi apartamento.
Dicho esto, no era un chico cualquiera en un bar. Era mi jefe y, de acuerdo a la regla
veintisiete, estaba totalmente fuera de mi alcance.
Umm, dosis de realidad, chica. ¿Quién dice que estaría interesado en ti o en tu boca que está decidida a
no abrirse delante de él?
Cierto. Ups. La regla no era gran cosa si mi imaginación obviamente estaba quince pasos
por delante de la realidad.
En la sala real, los empleados estaban relajados en las sillas, sonriendo, hablando y
luciendo más felices de lo que había visto el primer día. Estaba empezando a pensar que las
personas eran miserables solo cuando Jackson estaba a diez metros de distancia. Me incluía en
ese grupo, seguro.
Zelda estaba en un extremo, con una silla vacía a su lado. Brilló cuando me vio y le dio
unas palmaditas a la silla.
—¡Llegaste!
Señalé a mi alrededor y dejé salir una sonrisa irónica.
—Vine al lugar correcto esta vez.
—Escuchen, esta es Lainey, la segunda al mando después de Jackson. —Señaló a un
chico con perilla y una camiseta con bigotes pintados—. Este es Eddy. —Señaló junto a él a 32
un chico con gorro y lentes gruesos de montura negra—. Clarence.
Y las dos personas sentadas al lado de ellos las presentó como "Tina y Ashley.‖
Algunos parecían bastante familiares y estaba segura de que la chica con el vestido de
lunares me había mirado feo cuando estaba en la sala de descanso de Brogan ayer.
—Encantada de conocerlos.
Sujeté mi ensalada con más fuerza y forcé una sonrisa, orando tener una mejor
bienvenida que la que había tenido cuando Jackson me dio el recorrido por la oficina.
Todos contestaron a la vez con un ―Bienvenida‖ y ―es genial tenerte en el equipo‖.
Aliviada con sus saludos, saqué la silla y me senté, hurgando en mi ensalada.
—Gracias.
—¿Jackson no te comentó que aquí estaba la sala de empleados? —El chico con la
perilla movió la cabeza y les dio una mirada cómplice a las otras personas en la habitación―.
Típico.
Asentí y todos gimieron.
Eso me hizo sentir infinitamente mejor que hace unos segundos. Por lo menos no fui la
única persona a la que había engañado.
—El consejo número uno, además de no escuchar la basura negativa de Jackson,
obviamente, es ganarte el lado bueno de Glinda. Es la gurú de la copia y puede solucionar
cualquier problema.
El chico asintió hacia Zelda.
—Ella es la reina de la tecnología. Cualquier fallo en tu sistema lo puede arreglar en una
hora.
Zelda se ruborizó y se recolocó las lentes en el puente de su nariz.
—Simplemente no busques porno en los equipos de trabajo. Alguien lo hizo el mes
pasado y causó un virus en todo el sistema. Starr no estaba muy contento cuando encendió su
ordenador y encontró un montón de vaginas en su pantalla.
Todos se rieron de esto.
—Es bueno saberlo.
Me recliné, finalmente me sentía cómoda por primera vez en una semana.

33
Capítulo 5
Regla de vida de Lainey Taylor #2

Nunca confiar en Betsey.

E l bullicioso caos de turistas, hombres y mujeres de negocio y gente del lugar


estaban logrando su ejercicio de mediodía inundando el centro de la ciudad.
Como había estado todos los días en la oficina antes y después de las horas
normales de trabajo, había evitado la mayoría de este congestionamiento. Había algo
satisfactorio en perderse entre todo el suflé, ser simplemente una persona más con algún lugar
34

en el que estar, con algo que hacer. Allí podía ser anónima, descartar la tarjeta de Aprensivo
Profesional con respecto a la salud de mi mamá y a mi espiral financiera, y dejarlo ir por unos
minutos.
Había atravesado exitosamente el record de dos semanas en Starr Media, un milagro que
estaba segura de que tomaba a Jackson por sorpresa. Diablos, hasta yo estaba sorprendida.
La conversación de la semana pasada con mi mamá todavía me pesaba y deseaba que
hubiera algo que pudiera hacer, además de meter mis torpes dedos en la llaga.
A pesar de las protestas de Zelda había decido almorzar por mi cuenta. Treinta sagrados
minutos para divagar sobre mi mamá.
Estaría en su cita médica durante el almuerzo, así que le envié un mensaje: Te quiero y
estoy pensando en ti mientras navegaba por el pesado tráfico a pie. El sol de principios de octubre
calentaba mi rostro a pesar de la mordedura del frío en el aire. Apreté el cinturón de mi suéter
Chanel favorito y me acurruqué dentro de la cálida tela. La niebla se había desvanecido y había
aparecido un cielo azul topacio sin nubes. Esta era la primera vez en días que podía respirar de
verdad, inspiraciones profundas que no se convertían en pequeños agujeros perforando mis
pulmones.
Después de encontrar un banco en Wyatt Park, saqué las sobras de ensalada y observé
los alrededores de exuberante vegetación. Un chico con ropa de lana se sentó en el banco de
enfrente gritando algo sobre carpetas de acciones en su Bluetooth. Dos madres con recién
nacidos que daban vueltas alrededor de la zona desaparecieron en una cafetería. Y un par de
vendedores callejeros se disparaban miradas desagradables el uno al otro cuando pensaban que
nadie los estaba viendo.
Esta zona de Seattle era sin duda muy parecida a Portland, excepto por el excéntrico
estilo… Nadie derrotaría la mentalidad de ―Mantén Raro a Portland‖. Además, no tenían un
Voodoo Doughnut, lo cual era una lástima, porque todo el mundo debería experimentar un
Cock-N-Balls10al menos una vez en su vida.

10Cock-N-Balls: traducido literalmente sería Polla y Bolas.


La calma relajó mis nervios de punta, me di este breve momento para creer que todo
estaría bien. Me recargué en el banco y dediqué un segundo a cerrar los ojos y descansar la
cabeza en el respaldo.
Todo saldría bien. Mamá lograría atravesar la quimio como la campeona que era. Lo
único que me preocupaba era que estuviera sola durante el proceso. En un intento desesperado
llamé a mi padre para contarle el diagnóstico de mamá, pero me había ignorado, demasiado
ocupado con su nueva familia. Su otra vida.
Aún me era difícil digerir la idea de tener un medio hermano casi de mi edad. Y pensar
que cada vez que había salido de ―viaje de negocios‖ en realidad estaba pasando tiempo con
esa familia. Su familia. Alguien que afirmaba que era un libro abierto había escondido capítulos
misteriosos en todas partes. En serio, sonaba como algo salido de una serie y no de un
vecindario de Portland. 35
Mi teléfono sonó, sacándome del viaje por la carretera de la memoria. Lo saqué de mi
bolsa y fruncí el ceño cuando vi el nombre de Jackson en la pantalla. El tipo estaba metiéndose
con mis escasos treinta minutos de soledad en una jornada laboral de diez horas.
—¿Hola? —Balanceé el teléfono entre la oreja y los hombros para acomodarme la bolsa
en el hombro.
—Dos lattes con espuma extra. Te quiero en la sala de conferencias en diez minutos.
Su tono arrogante envió una sacudida molesta por mi columna. Antes de que pudiera
decir algo la línea quedó en silencio. Miré el teléfono y lo metí en mi bolsa murmurando entre
dientes. Que imbécil.
Diez minutos. Tomaba al menos cinco minutos llegar al piso cuarenta con un elevador
lleno de gente. Lo cual significaba que tenía que encontrar la cafetería y conseguir los dos lattes
en la mitad de ese tiempo. Muy bien, no era gran cosa. Había una docena de Starbucks en un
radio de un kilómetro.
Con la orden lista me apresuré de vuelta al edificio. Cinco minutos hasta lo que fuera que
estuviera pasando en la sala de conferencias. Llegaría a tiempo. Por si fuera poco, el elevador
estaba vacío, lo cual significaba que tendría el viaje directo hasta el piso cuarenta.
Justo cuando las puertas del ascensor estaban cerrándose, una mano se interpuso entre
las dos placas de metal y las puertas se abrieron. Justamente ayer, vi a una secretaria de otra
compañía aplastada por las puertas. No tenían piedad, salvo aparentemente por mi jefe.
Mi corazón se hundió más rápido que una moneda en el pozo de los deseos.
Miré a Brogan. Me ofreció una tentativa sonrisa educada, pero estoy segura de que en
realidad preferiría estar en cualquier otro lugar excepto aquí. (¡Porque tú lo llamaste diablo, idiota!)
Las puertas se cerraron y sonó Tainted Love suavemente en el ascensor. Miré los vasos de
café, la bolsa en el suelo, las manchas en las puertas del ascensor, todo para mantener mi
mente ocupada, pero el silencio era demasiado para manejarlo. No podía subir cuarenta pisos
sin decirle nada al hombre que me había contratado.
—Nos encontramos de nuevo —dije. Me encogí ante lo estúpida que seguía viéndome
frente a él. En serio, con una maestría y eso era lo mejor que se me ocurría. La cursi
parlanchina aparecía con vino tinto y demasiados chupitos de tequila. El tipo me había
contratado para ayudar con lo básico y no estaba mostrando exactamente mi capacidad.
—Síp. Salí a una caminata rápida. —Asintió y recogió una pelusa invisible de su manga.
¿Me vio en el parque cuando salió? Oh Dios, ¿me vio masticando? Las reprimendas de
mi mamá repentinamente no parecían tan estúpidas.
Le eché un rápido vistazo.
Desde el horrible encuentro en la sala de descanso su cabello estaba recortado con una
elegancia que acentuaba su rostro. Brogan era, ante todo, fuertes ángulos y hombros anchos.
Normalmente mi reacción al acercamiento forzoso con un tipo en un elevador era: a)
alegrarme, b) rezar por no tener un horrible aliento a café, y c) la obvia esperanza de decirle al
tipo atractivo que atascara el gran botón rojo y proceder con un alucinante revolcón de
ascensor.
Un hilo de pensamiento completamente irracional, ya que él era en realidad la única 36
persona que no me estaba permitida. Además de los otros treinta hombres que trabajaban para
Starr Media. Mientras me pasaba por la cabeza el viejo refrán: la persona frente a la que sientes
la peor de las vergüenzas es la persona que más deseas.
Y el Señor (anti)Anticristo se veía particularmente atractivo el día de hoy.
Se removió y sacó las manos de los bolsillos mientras yo miraba hacia adelante, tratando
de no hacer contacto visual a través del espejo. Este iba a ser un viaje muy largo y silencioso.
Miré fijamente los pequeños números rojos subiendo, cado uno tomándose su tiempo.
¿Debería decir algo más? Si no, parecería una grosera, pero por otra parte era la única que se
había vuelto idiota y lo había insultado. Tal vez debería mantener la boca cerrada, tal como
Jackson me instruyó.
—Un día agradable, ¿verdad? —Bien, fallé en tomar mi propio consejo. Los silencios
incómodos me daban urticaria y siempre sentía la necesidad de llenarlos.
Juntó las manos por delante y me miró.
—Síp. Disfrútelo mientras dure… se supone que será un invierno duro.
—No me molesta lo duro.
Se me escapó de la boca incluso cuando el ¡Noooooooo te atrevas de decir eso! intentó atascar
mi lengua. Si no estuviera cargando el café, estaría poniéndome la capucha sobre la cabeza y
pretendiendo que me había derretido en el ascensor.
Los hoyuelos hicieron una aparición, y juraba que estaba usando cada pedazo de control
para no reírse.
—¿Sí?
—Lo siento. Esa fue caer demasiado bajo en la clasificación de ―eso fue lo ella que dijo‖
para siquiera comenzar a redimirme. ¿Podemos olvidarlo?
—Mi deber como CEO implica olvidar comentarios como ese.
No entendía. Parecía lo suficientemente amigable y social, así que ¿por qué este tipo
tenía tantas reglas? Lo esperaría de alguien que odiara a las personas, que disfrutara de hacerlas
sudar, no de un tipo que todavía era amable con la persona que lo había insultado. Por otra
parte, mi padre tenía miles de reglas en nuestra casa y era muy apreciado en la comunidad, y
mira cómo resultó.
—Sobre lo que pasó el otro día… —comencé, pero me callé. De alguna manera ―lo
siento por llamarlo Anticristo en su cara‖ no se sentía apropiado en este lugar.
—¿Sí?
Uff. Sería mucho más fácil si hubiera dicho: ―No se preocupe. Comencemos de nuevo‖.
Pero esta era la vida real. Por supuesto que no me dejaría salirme de esto tan fácil. Los bordes
del contenedor del Starbucks se clavaron en mis palmas al sujetarlo para salvar mi vida.
—Lamento haberlo llamado… —tragué con fuerza y me las arreglé para mirarlo
directamente a los ojos—, diablo.
Sus labios se apretaron y parecía como si estuviera conteniendo la risa.
—Técnicamente me llamó Anticristo.
37
—Tecnicismos.
—El diablo está en el detalle. —Una sonrisa petulante atravesó sus labios. Maldito él y
sus gloriosos hoyuelos.
Gemí. Me dolían los pies por la necesidad de correr a cualquier lugar, muy lejos, fuera de
este maldito ascensor.
—Muy bien, ¿si me disculpo otras cinco veces, podríamos no mencionar nunca más
cualquier cosa que implique a Satanás?
Se rio y levantó una mano, descartando nuestra interacción previa, como si no hubiera
sido la gran cosa.
—Es refrescante ser insultado de vez en cuando. Todos son demasiado amables cuando
saben que estoy cerca.
—Aun así, lo siento mucho. No es para nada como lo imaginé.
—¿No? ¿Y cómo me imaginó? —Su voz se profundizó, la pregunta era un desafío. Si no
fuera mi jefe, casi hubiera creído que estaba rozando la barrera del coqueteo.
Como una figura de palo con un palo más largo metido en el culo. Alguien con calvicie prematura.
Alguien que no tiene deliciosos hoyuelos o una manga completa de tatuajes.
Esta vez mantuve mis pensamientos para mí misma.
—Así no.
En lugar de la vestimenta casual que había llevado la primera vez que nos vimos, usaba
un traje negro a la medida con una camisa azul clara abotonada hasta arriba. La ropa se
ajustaba a su cuerpo como un rico guante italiano. Había un montón de cosas que decir de un
hombre vestido con un traje bien ajustado. Tales como Yumi, o, Caería sobre él como un jodido arce.
Nada lograba que mis glándulas salivales funcionaran tan bien como un tipo atractivo
bien vestido. Mi mirada viajó discretamente por sus brazos, luego más abajo donde sus manos
estaban de nuevo metidas en los bolsillos. Y luego lo que me llevó a pensar en la fibrosa
protuberancia del hombre de Pinterest, y que Brogan realmente debería usar los pantalones un
poco más ajustados.
Se aclaró la garganta.
Señal de alarma en mis oídos. Aborta la misión. Mueve tus ojos hacia arriba antes de que piense
que estás mirando su paquete. Lo que, aceptémoslo, era cierto.
Este pensamiento no debería estar ahí porque, sí, ocurría que era mi jefe. Un jefe al que
le había dado una primera impresión de mierda y una segunda impresión igual de mala, por la
forma en que iba esto. Razón suficiente para dejarlo lo más lejos posible de mi solitario
entretenimiento en la ducha.
Nuestras miradas se encontraron en el espejo, levantó una ceja sugestiva y esa traviesa
media sonrisa se marcó en la esquina de su boca. Síp, mi jefe me atrapó mirándolo.
Sí, iba a enloquecer en el baño tan pronto como saliera disparada de este ascensor.
El ascensor eligió ese momento para tener piedad y detenerse en el piso cuarenta.
Brogan me hizo un gesto para que saliera primero.
Salí y Brogan me siguió de cerca. Y entonces me acordé de que había dejado mi bolsa en
el suelo del ascensor. Corrí de vuelta, acunando el contenedor que sostenía los dos cafés y me 38
agaché por la bolsa. Las puertas aún estaban abiertas, un pequeño milagro.
Brogan estaba parado esperando mientras yo salía rápidamente del ascensor. No había
dado un paso fuera cuando las puertas se cerraron detrás de mí. Puff. Lo logré.
Ambos nos dispusimos a caminar hacia la sala de conferencias, pero inmediatamente me
tambaleé hacia atrás. ¿Qué dem…? Se me erizó la piel del cuello.
No, no podía ser.
Traté de tirar con más fuerza y un escalofrío me recorrió cuando escuché el
inconfundible sonido de la tela rasgándose.
Oh no.
Betsey, ¿cómo pudiste hacerme esto? ¿No sabía que era a mi suéter favorito el que había
encerrado en sus estúpidas Mandíbulas Vivientes? Había pasado dos horas haciendo fila
durante el Black Friday dándole codazos a las ancianas para conseguir esto. Quería levantarle el
dedo. Quería hacer como el feo Dawson y llorar. Quería mi maldito suéter de vuelta.
Tiré un poco más fuerte y escuché otra rasgadura. Lo siento, Betsey, ¿dije Mandíbulas
Vivientes? Quise decir Hermosas Puertas de Glorioso Metal.
Brogan siguió caminando hacia la sala de conferencia.
—¿Viene? —dijo mirando sobre su hombro. Me dio una segunda mirada y sus cejas se
elevaron—. ¿Todo bien?
Totalmente bien. Acostumbraba a quedarme parada con mi suéter Chanel favorito
destrozado por las puertas del ascensor solo por diversión.
—Estoy bien.
—Entonces vamos a la reunión. No puedo llegar tarde. —Señaló con el pulgar hacia la
sala de conferencias y continuó caminando hacia el dulce refugio que estaba justo fuera del
alcance del atrapa-suéteres.
—Sí. —Me moví hacia adelante, tratando nuevamente de sacar mi suéter de las garras de
acero de la puerta, pero fui recompensada con otra suave rasgadura. Me tomó toda mi
voluntad no gemir y entrar en un frenético juego de tira y afloja con el ascensor por mi amado
suéter.
Brogan estaba casi en la puerta de la sala. Si desaparecía en el interior, aunque fuera por
un segundo, podría liberarme del suéter.
Sigue caminando, solo un poco más.
Como si escuchara mis pensamientos, se detuvo de nuevo y dio la vuelta.
Me congelé a medio tirón, haciendo mi mejor esfuerzo por mantener mi rostro libre de
cualquier indicativo de mi locura interior. Este sería el juego más desastroso de ―Congelados‖.
—¿Segura que está bien? —Me dijo de nuevo, casi en la puerta de la sala de
conferencias.
Mi corazón saltó mientras trataba de encontrar alguna razón, cualquier razón para
quitarlo de en medio y volverme loca a mis anchas.
—Me di cuenta de que dejé algo en la planta baja. Nos vemos adentro.
—Bien —dijo lentamente, aún inseguro—. La puntualidad es importante, así que trata
39
de que sea rápido.
Mantente tranquila. Él no tiene idea de que estás atorada en las mortales garras de Betsey.
—No llegaré tarde —le aseguré—. Puntualidad es mi segundo nombre. Bueno, en
realidad es Jane, pero podría ser puntualidad. —Se me salió una carcajada, las notas de histeria
se mezclaron con la ruidosa carcajada.
Oh Dios, solo cállate. Así se alejará y al menos podrás escarpar con un poco de dignidad.
—Lo veré allí antes de que comience —le dije sonriendo.
Él asintió lentamente y se giró hacia la sala de conferencias.
—Suena bien.
Cosas que probablemente me encontraría en mi escritorio al final de la semana: una
petición para prueba de drogas y una carta formal de suspensión de empleo.
Tan pronto como estuvo fuera de la vista, me volví hacia el elevador y puse el
contenedor de los cafés en el suelo, me quité el suéter e intenté jalarlo de nuevo. Y, de nuevo,
otra suave rasgadura.
—Por favor, Betsey, ¿Qué te he hecho? —supliqué. Traté de abrir las puertas, pero no se
movían—. Te daré cualquier cosa si me devuelves mi suéter. —Eso incluía ofrecer a Jackson
como sacrificio humano. Lo que fuera por rescatar mi suéter.
Presioné el botón de bajar imaginando que si las puertas se abrían el suéter caería. El
zumbido de la cabina del ascensor moviéndose fue un sonido reconfortante. Sí, las puertas se
abrirían y el suéter caería. Llegaría a la reunión a tiempo.
—Prometo tomar las escaleras todos los días si sueltas el suéter. Es Chanel, por amor de
Dios —supliqué.
Me había reducido a negociar con un trozo de metal. Estúpida Betsey.
La tela del suéter debió quedar atrapada en el mecanismo interno, porque a medida que
el ascensor llegaba, se iba disparando hacia arriba de la puerta en un deforme montón. Un
horrible sonido de rasgadura confirmó que el accesorio estaba frito.
Una mezcla entre lamento y gemido se escapó de mi garganta mientras miraba fijamente
la pieza de ropa. Me quedé allí parada, aturdida. Era como uno de esos terribles videos de
YouTube donde los hombres bailan en tangas: horroroso, pero no podías dejar de verlo.
Las puertas se abrieron y mi suéter cayó justo en los pies de Jackson.
Apretó los labios y lo esquivó como si fuera un animal atropellado.
—Típico —dijo con la estúpida nariz respingona apuntando al cielo—. Te lo dije, Betsey
solo te da lo que piensa que mereces.
Entonces se había ido a la sala de conferencias mientras yo me quedaba allí, mirando un
bulto de cachemir negro sobre el suelo.
Recogí la andrajosa prenda apretándola contra el pecho y me prometí que le daría un
entierro apropiado en una esquina del armario una vez que regresara a casa esta noche. Metí la
prenda en el cajón de mi escritorio, seguí a Jackson a la sala de conferencias y tomé el único
asiento disponible en la abarrotada mesa redonda de conferencias.
Los otros empleados, que habían ignorado mi existencia o me habían evitado durante la
primera semana, ahora me sonreían y todos me saludaron cuando me senté. No se molestaron 40
en decir hola a Jackson, lo que el malhumorado no parecía notar o simplemente no le
importaba.
Brogan me echó un vistazo y sus ojos se ampliaron una fracción de segundo cuando su
mirada bajó de mis hombros hacia el top corto que había llevado bajo el suéter. Rápidamente
me miró de nuevo a los ojos, se aclaró la garganta y se movió inquieto en su asiento. No podía
estar cien por ciento segura, pero si tuviera que apostar, ese rápido revoloteo hacia mi pecho
estaba más del lado de fóllame que del de estás incumpliendo el código de vestimenta de la oficina. O
podría ser una racha de pensamientos de deseo acompañados de ―necesito conseguir un
poco‖.
Tranquila, niña. Es tu jefe, no un oficinista pervertido.
Se centró en el resto de los empleados que hablaban cordialmente entre ellos. Tan
pronto como empezó a hablar, se callaron y todos parecieron escuchar embelesados.
—Comencemos esta reunión, ¿de acuerdo? —Su tono tenía un aire autoritario mientras
que seguía siendo amigable. Así es exactamente como describiría a Brogan… dominante pero
accesible—. Melissa, ¿qué tenemos proyectado para el nuevo año?
Ella revolvió los papeles que tenía delante.
—Tenemos programados al menos cuarenta nuevos clientes para el próximo junio.
—Triplícalo —dijo Brogan y asintió hacia el chico sentado junto a Melissa—. ¿Qué
tienes sobre nuestras proyecciones en rentabilidad de inversión, Gabe?
—Sigo trabajando en eso, pero parece que doblaremos nuestros beneficios para el fin del
año fiscal.
Brogan asintió, complacido.
—Eso es lo que me gusta escuchar. Ten los números en mi mesa para el viernes.
Gabe sonrió y le dio un rápido gesto con la barbilla, lo cual asumí que significaba ―por
supuesto‖ en código de hombres.
Fue pasando por todos en la mesa, cada persona compartía los informes de sus
departamentos específicos.
—¿Qué otras noticias tenemos?
Alguien intervino con una idea sobre ahorrar dinero en Starr Media cortando servicios
que pesaban sobre la compañía y no proveían mucho en términos de beneficio.
—En realidad esa es una gran idea. Ponte manos a la obra con eso tan pronto como
hayas terminado las analíticas.
Eché un vistazo alrededor de la habitación con asombro. Extraño, todo el mundo
parecía feliz de estar aquí. Nada como las clases que había tomado en la universidad, donde los
estudiantes miraban el reloj desde el momento en que sus culos tocaban los asientos. Nadie
estaba mirando su teléfono para leer medios sociales. Nadie lanzaba pedazos de papel o se
entretenía con sus ordenadores. Cada par de ojos azules, verdes, avellanas y marrones estaban
dirigidos hacia nuestro CEO, colgados de cada palabra que decía.
La única excepción era Jackson (sorpresa, sorpresa). Por otra parte, si no involucraba
que la gente se arrepintiera hasta del día en que había nacido, dudaba que reaccionara, excepto
para poner los ojos en blanco.
Después de que cada miembro dio su aporte sobre su división, Brogan se puso de pie y 41
les sonrió a todos. Los hoyuelos hicieron su aparición.
—Sigan con el buen trabajo, equipo. —Chocó sus palmas y todos se levantaron y
salieron de la sala de conferencias.
Mientras tomaba mi ordenador, me di cuenta de que Brogan y yo éramos los únicos en la
sala de conferencias.
Se aclaró la garganta.
—¿Consiguió lo que necesitaba?
Levanté la cabeza para mirarlo. Estaba de pie junto a la ventana de suelo a techo, la luz
iluminando sus rasgos.
—¿Lo que necesitaba? —Si hubiera leído mis pensamientos en ese exacto momento,
habría sabido que lo que necesitaba involucraba menos prendas de ropa y más chocolate
(porque el chocolate siempre era la respuesta, no importaba cuál sea la pregunta).
—Antes dijo que había dejado algo abajo.
—Ah, sí.
—Sé que ha leído el manual así que, ¿asumo que sabe que está violando el código de
vestimenta en este momento? —Había una cualidad burlona en su voz y estaba bastante segura
de que esto era una venganza por mi actitud de listilla la primera vez que nos conocimos. Su
mirada bajó del nivel de mis ojos por una fracción de segundo, de nuevo… Y ¿eso fue un
gemido? Fue tan bajo que si hubiese estado respirando, no lo hubiera oído. Pero fue un sonido
que definitivamente había venido de su dirección.
No, tenía que estar imaginando cosas. Brogan Starr no acababa de gemir al mirar mi
pecho, ¿verdad?
—Sí, señor. Encontraré algo para cubrirme. —Crucé los brazos y sus ojos se ampliaron
un mínimo.
Tragó con fuerza y la nuez de Adán se deslizó por su garganta.
—Sí, creo que es una buena idea. —Algo en su intensa mirada hizo que mi piel se
erizara. Hacía mucho tiempo que un tipo no me miraba así… O al menos durante la mayor
parte de mi carrera universitaria había estado demasiado ocupada con la nariz metida en un
libro para notarlo.
No, esto tenía que ser una alucinación causada por mi épica temporada de sequía. Estaba
haciéndolo más grande de lo que era. El pobre hombre solo me estaba dando un momento
difícil y yo lo estaba convirtiendo en uno de esos ardientes romances de los que solo había
leído en mi Tablet.
—He notado que no comentó nada en la reunión. —Tomó una pila de papeles de la
mesa y la dejó caer contra la superficie. Su pulgar pasó por el borde de los papeles en un suave
y firme patrón—. La participación es altamente estimulada.
—No sabía si era mi papel decir algo. —En serio, mis días como empleada se contaban
con un solo dígito. ¿En qué tenía que contribuir en esta reunión? Era la asistente de Brogan.
Todo lo que necesitaba saber ya se lo había informado a Jackson, quien luego le daba esa
información a él.
—¿Anotaste Latte Fletcher en tu currículum? 42

Ladeé la cabeza y lo observé por un momento, no muy segura de qué hacer con esa
pregunta. ¿Se suponía que tenía que apuntar eso? La última vez que lo comprobé, mi grado no
era más valioso que los servicios básicos de entrega de bebidas.
—Por supuesto que no.
—Correcto. He leído tus credenciales. Muchas veces. Tienes ideas brillantes y las
reuniones son una oportunidad para compartirlas. Así hice crecer a mi compañía. —Me miró,
con la suficiente ferocidad como para sacarme el aliento de golpe. Un par de años atrás,
durante mi viaje de mochilera por Europa, pensé que había conocido a los hombres más
asombrosos y atractivos del planeta. Es decir, vamos, con énfasis. Eso por sí solo era suficiente
para enviar mi medidor de desmayo al rojo.
Pero Brogan tenía un rostro intensamente hermoso, incluso cuando sus labios estaban
fruncidos como en este momento, sumado a un cuerpo igual de impresionante y un aire que
podía dominar una habitación. Cada expectativa de lo que era realmente atractivo en el sexo
opuesto fue destruida. Brogan Starr rompía corazones… y con esos deliciosos antebrazos, muy
posiblemente camas…
No es que lo hubiera descubierto.
Golpeó sus papeles de nuevo contra la mesa y mi atención regresó de golpe. Toda la
capacidad de congeniar abandonó su rostro.
—Demuéstreme que no me equivoqué al contratarla.
—Correcto. —Fruncí el ceño. Lo entendí bien. Tenía un montón de tarea que hacer si
quería mantener mi trabajo.
***
—Nos hemos reunido aquí para honrar la corta vida del Suéter Chanel Encontrado En
El Black Friday. Tu tiempo en los pobres hombros de nuestra Lainey fue breve, pero estuviste
con ella bajo la lluvia y en los días nublados. —Zoey tomó un cupcake de la caja y le dio un
respetuoso mordisco—. ¿Tienes algunas palabras, Lain?
Otra tradición que habíamos empezado en la escuela fue la de los funerales de ropa. Ya
fuera una prenda que moría por la moda antes de que estuviéramos preparadas para dejarla ir
(nunca superaré la moda de los vaqueros anchos) o algo que estaba más allá de reparación.
Habíamos honrado a nuestros atuendos favoritos dándoles una despedida apropiada.
Empezamos con sidra espumosa en nuestro primer año y, para el momento en que llegamos a
la universidad, se trató de cajas de vino y cupcakes de marca Hostess.
—Fuiste un gran suéter. Me mantuviste cálida en los días fríos.
—Confiable como un buen novio —intervino Zoey.
Bebí a tragos mi vino. La parte triste era que no sería capaz de permitirme algo tan
bonito durante un largo tiempo. Intentaba cuidar mi ropa, especialmente ahora con mi
presupuesto más apretado que un par de fajas.
—Era más que eso. No necesitaba abrirme de piernas para él.
—Brindo por eso. —Alzó su vino y chocamos los vasos.
43
—Por el mejor suéter que una chica podría pedir. —Tomé un sorbo de vino y lancé la
prenda en una caja de cartón en mi armario. La guardaría para ocuparme de ella más tarde
cuando, tal vez, en mi tiempo libre (¡ja!), me decidiera a coserla.
Zoey me entregó el último cupcake de la caja.
—¿Quieres ver un episodio de Gilmore Girls? —me preguntó.
—Solo si es de Jess.
Cualquier cosa con tal de superar que el trabajo no era lo que debía ser y ese pequeño
problema de no poder apartar de mi mente los ojos marrones del jefe.
—Hecho.
Capítulo 6
Manual Starr Media. Regla #263

No se permiten animales en las instalaciones de Starr Media.

—V enga a mi oficina —dice Brogan con una voz áspera que perfora el
intercomunicador.
—Sí, señor. ¿Hay algo mal? —Me deslizo y paso la puerta. Me
apoyo contra ella.
Frunce el ceño y pasa las hojas que están sobre su escritorio.
44

—Últimamente su rendimiento en el trabajo no está a la altura de la calidad de Starr Media. No estoy


satisfecho con su progreso.
El sudor se escurre por la curva de mi columna y me cuesta trabajo respirar. La habitación se acerca a
mí. Necesito este trabajo más que nada. Él debe saberlo—. Pero he hecho todo lo que me ha pedido.
—Quiero más —exige con hambre en los ojos.
—¿Qué quiere? —No tengo más para dar.
Se arremanga la camisa revelando un tatuaje delicioso y me enseña los hoyuelos cuando sonríe.
—Usted.
La alarma del teléfono zumbó y me senté disparada en la cama. El flequillo estaba
enmarañado contra la frente como una masa húmeda y mi corazón seguía golpeando. ¿Qué, en
el siempre amoroso infierno, ha sido eso? Es decir, supongo que todavía estaba sacudida por la
reunión de ayer, pero tener sueños sexuales con mi jefe era lo último que necesitaba.
Gemí y miré la hora. Todavía tenía cuatro alarmas más del despertador antes de que
tuviera que salir de la cama. Me desplomé sobre la almohada y traté de calmarme para volver a
dormir. Rodé hacia mi lado izquierdo. Luego al derecho. Probé esponjando la almohada y
retirando el cabello. Fue inútil. Mi cuerpo estaba exaltado por el extraño sueño con Brogan.
Gemí y salí de la cama, resignada al hecho de que no conseguiría ningún sueño adicional esta
mañana.
Bien. Hora del plan B. Sustento líquido.
La mañana no comenzaba hasta que hubiera ingerido al menos cuatro tazas de café y que
tuvieran tiempo de hacer efecto. Mamá decía que nunca había bebido café cuando estaba
embarazada, pero estaba segura de que mi adicción provenía del revestimiento primordial del
útero.
Con el cabello desaliñado, pantalones cortos de dormir y una camiseta de tirantes, salí
torpemente de la cama y arrastré los pies hasta la cocina. El café ya estaba preparado y mi taza
favorita (te abrazaría muy fuerte) ubicada al lado de la cafetera. Limpia.
Zoey era una de esas personas molestas que amaban las mañanas, lo cual se evidenciaba
por su hábito de hacer esa mierda del saludo al sol sobre una estera de yoga en el medio de la
sala mientras yo presionaba el botón del despertador siete veces. En este momento, sin
embargo, era una diosa. En mi opinión, cualquier persona que hiciera café por la mañana no
podría hacer nada mal.
Acababa de consumir mi taza número tres cuando Zoey irrumpió en la cocina
tarareando algo en voz baja.
—Ella está viva —dijo, moviéndose hacia la nevera y sacando un envase de yogur.
—Grrrr —murmuré y estiré las manos rígidas frente a mí, haciendo mi mejor imitación
de Frankenstein. Una taza más y sería ochenta por ciento funcional. Después de estar dando
vueltas en la cama repitiendo la gran desaparición del suéter y luchando con el hecho de que
Brogan no estaba completamente convencido de que había tomado la decisión correcta 45
contratándome, eran bien pasadas las tres cuando me quedé dormida.
—¿Comiste algo? Ese combustible de cohete va a quemar un agujero en tu estómago
durante la caminata.
Empujó una Tastytart (o como yo decía "cartóntart" para describir el sabor) a través del
mostrador y me quedé mirando la barrita envuelta en papel de aluminio. No era de la jodida
marca que me había echado a perder los primeros veintitrés años de vida. Lo cual hizo que
automáticamente me sintiera culpable, porque lo menos que podía hacer era renunciar a las
Poptarts para ahorrar dinero para mi mamá.
—¿Caminata? —Fingí ignorancia. Tal vez si me hacía la tonta, tendría piedad de mí y
podría salvarme de hacer ejercicio hasta sudar antes de dirigirme a la oficina. Mi estrategia
había tenido éxito un total de dos veces, ambas mientras Zoey se estaba recuperando de una
borrachera. Las posibilidades estaban en mi contra en este momento.
Sus labios se torcieron, pero se mantuvo firme, con la mano plantada en su injustamente
perfecta cintura de reloj de arena.
—Recuerdo claramente que prometiste ser mi compañera de caminata esta mañana.
La señalé con mi Tastytart antes de darle un mordisco.
—Tomaste una ventaja injusta de mi estado inducido por el vino.
Era cruel e inusual pedir promesas a una persona que toma directamente del envase de
cartón de Franzia11. Lo mantuvimos con clase.
A pesar de que estaba sintiendo los horribles efectos secundarios de todo ese vino, me
fue difícil decirle que no a Zoey. Siempre habíamos corrido juntas en la universidad, ya que
nuestro campus no era siempre el más seguro por la noche ni temprano por la mañana, y nos
había quedado la costumbre cuando nos mudamos a Seattle.
—No me di cuenta de que mi mejor amiga me dejaría para defenderme sola en caso de
ser secuestrada en las calles de Seattle y terminar en un episodio de Dateline12. Encontrarán
partes de mi cuerpo cortado en pedazos y almacenados en el congelador de un tipo que los
vecinos describirán como "agradable, pero un poco apagado." ¿De verdad quieres eso para mí?

11Franzia: Marca de vino que viene en envases de cartón.


12Dateline: Revista de noticias de televisión estadounidense semanal.
Dios mío, hoy estaba en buena forma, utilizando la culpabilidad como una gruesa capa
de mantequilla de maní extra-espesa. En realidad, era impresionante. Dieciséis onzas más de
café y sería capaz de llegar a una réplica digna. Hasta entonces, mi mente estaba en la nación
zombi.
—Bien. Una taza más de café y estaré lista.
—Lo siento, tengo que restringirlo. No puedo tenerte vomitando por todas partes
cuando corremos por la costa.
Agarró mi jarra y vertió el resto del café en el fregadero.
—El servicio en este lugar es una mierda —me burlé.
Me deslicé del taburete y caminé a mi habitación para vestirme mientras Zoey reía en la
cocina. 46
La Costa de Seattle carecía de su bullicio habitual a las seis de la mañana. Al igual que en
Portland, muchos profesionales de negocios corrían a lo largo de la costa.
La frialdad de noviembre atravesaba mis huesos hasta que estuvimos casi terminando el
segundo kilómetro.
Zoey odiaba correr, algo que nunca he entendido, dado que siempre estaba tan
emocionada hasta el momento que nuestros pies golpeaban el pavimento y jadeaba con
respiraciones cortas y poco profundas.
Yo había corrido a campo traviesa en la escuela secundaria y la universidad y, cuando
corría, todo se ponía en perspectiva. No había sido capaz de salir en toda la semana por mi
horario de locos, y el deseo de correr había llegado a ser tan intenso que estaba dispuesta a
sacrificar una hora de sueño por algo de ejercicio muy necesario.
Estaba pensando en encontrar otra oferta de Black Friday en unas cuantas semanas
cuando Zoey me dio un codazo en las costillas. Arranqué un auricular y le lancé una mirada.
—¿Qué?
—Mira a ese alto y oscuro, y dame algo de eso.
Señaló con la cabeza a un hombre corriendo hacia nosotras y yo tropecé unos pocos
pasos.
No.
¿Por qué de todos los lugares de la ciudad al romper el alba?
No era solo cualquier tipo alto y atractivo corriendo hacia nosotras.
No, eso sería totalmente impresionante y justo un premio del universo.
Este hombre con el sudor empapando su camiseta gris, la tela pegada a un conjunto de
abdominales muy bien tonificados, no era otro que el simpático vecino anti-Anticristo.
Un perro trotaba junto a él, tirando de la correa para ir más rápido. En mi opinión, nos
cruzaríamos en el lapso de cincuenta pasos.
Mierda. Sabía que era pura coincidencia correr (oh, ironía) con él en un ejercicio
matutino, pero mi vanidad personal no permitiría que me viera en mi estado desaliñado pre-
maquillaje y pre-domesticación-de-cabello.
Este encuentro casual no podía suceder. No, no pasaría si podía evitarlo. Empujé a Zoey
fuera del camino pavimentado a una zona ajardinada con unos grandes robles y arbustos a la
altura de la cintura. Estábamos bien escondidas.
—¿Qué demonios? —me preguntó.
—Ese es mi jefe —susurré.
—¿El Anticristo? —Se movió para mirar por un lado del árbol y la agarré por los
hombros para arrastrarla hacia atrás.
Soltó un suspiro exasperado y abrió los brazos como Jesucristo.
—Venga. Él no sabe quién soy. ¿Por qué no puedo dar un pequeño vistazo?
—Porque alguien que te mira detrás de un árbol es espeluznante.
47
Levantó una ceja.
—Por lo tanto te escondes de tu jefe detrás de un árbol —dijo sin expresión.
—Touché, pero estoy dispuesta a dejarlo pasar si tú los estás.
—Síp, eso no va a ocurrir en ningún momento de esta década.
Miró con cuidado por detrás del árbol de nuevo y dejó escapar un silbido bajo.
—Habría golpeado eso si fuera tú.
—Libro de reglas —le recordé. Y él esperaba que todo el mundo las cumpliera. Todo el
mundo menos él, al parecer.
—Que se joda el libro de reglas. Tal vez él incluso te golpeé el culo con él.
Me reí entre dientes.
—Estás enferma.
Ella agitó un dedo hacia mí.
—Soy ingeniosa.
Cuando Brogan pasó corriendo, el perro se volvió loco tirando de la correa y ladrando
en nuestra dirección. Me metí más profundo en los arbustos tratando de ocultarme bien.
Brogan tiró de él y lo reprendió suavemente, luego regresó a sus largas zancadas.
Parecía estar fuera del mundo, con los ojos desenfocados y la mandíbula apretada
mientras corría. Si nos había visto, no dio ningún indicio.
—Creo que me gusta más este punto de vista. —Señaló con la cabeza hacia la figura que
se retiraba. Los músculos de las pantorrillas estaban tensos contra su piel y la tela de los shorts
moldeaba su trasero con cada paso.
Durante unos segundos me puse a considerar la rutina del señor Starr. Si se levantaba tan
temprano y se quedaba hasta casi la medianoche en la oficina durante la semana, dudaba de
que el hombre consiguiera más de unas pocas horas de sueño cada noche.
Esta fue mi primera pista real de lo que le gustaba hacer fuera del trabajo. Corría. Y era
un admirador de los Seahawks. Estaba dos pasos más cerca de escribir su biografía. Algo en él
me hacía querer saber más. Bien, tal vez fuera el hecho de que era una entrometida. Pero aun
así, su capacidad de ser tan agradable y a la vez tan poderoso me intrigaba. Mi suposición: era
un monstruo en el dormitorio y desataba un poco de esa agresividad contenida de la sala de
juntas en quienquiera que fuese lo bastante afortunada para enredarse en sus sábanas. Eso
sonaba deliciosamente asombroso en este instante.
Holaaa, tu jefe es la persona menos indicada para fantasear.
Me lo sacudí y lo bloqueé hasta quedar seriamente deshidratada. Sí, estaba
increíblemente sedienta y Brogan definitivamente no era mi marca de Gatorade.
Jefe: listo.
Haber dejado una mala impresión. Dos veces: listo.
Necesitar más el dinero que el sexo: listo (vacilante).
Además, no había manera de ignorar el manual de 300 páginas llenas de reglas dementes
que quedaban mejor en una sátira de SNL13. La experiencia pasada me había enseñado que una
48
persona con esa cantidad de reglas venía con un montón de equipaje. Y no necesitaba hacer
una parada en mis pensamientos, (bueno, cerebro, esta es la parte donde captas una indirecta).
Para el momento en que habíamos hecho nuestra caminata de cuatro kilómetros de
regreso al apartamento, solo tenía tiempo para una ducha rápida. Nada de lavarme el cabello,
así que me lo había recogido hacia atrás y esperaba lo mejor.
Casi estaba funcionando a plena capacidad cuando tomé el tren ligero. Limpié lo último
del sueño en mis ojos y entré en el edificio.
Justo cuando pulsé el botón del ascensor, Brogan se acercó a mi lado.
—Ah, es mi segunda asistente —hizo un gran gesto para comprobar su reloj—. Veo que
su segundo nombre le precede.
Señores y señoras, les presento a Brogan Starr: Director General y comediante.
Un rubor caliente se inició en mi cuello y se abrió camino hasta mis mejillas. Por
supuesto recordaría la única (bueno, tenía un buen número para elegir a estas alturas) cosa
estúpida que había dicho ayer.
—Odiaría decepcionarlo.
—Considéreme impresionado. —Brogan llevaba un traje de color carbón, con una
corbata negra impecablemente armada. Su barbilla y mejillas estaban cubiertas con un rastro de
barba y sus labios parecían estar un par de tonos más oscuros que la última vez que me había
encontrado con él. Como si hubiera leído mi mente, su lengua se deslizó sobre su labio
inferior, y observé, completamente paralizada.
Mi boca se secó más rápido que mi cuenta bancaria en una venta de Sephora14.
Enfócate, Taylor. No lo deseas. Te gusta la idea de él. Sí, la idea de un hombre poderoso con hombros
increíblemente anchos presionándote contra la pared del elevador y golpeándote más duro que la cabeza después
de seis copas de vino.
Está bien, cerebro, no ayudes.
—Creo que tiene una pequeña cosa en su cabello. —Llegó a la parte posterior de mi
cabeza y extrajo una hoja.

13SNL: Programa de TV Saturday Night Live.


14Sephora: Tienda de cosméticos.
La pequeña luz de esperanza de que lograría salir del ascensor sin humillarme sufrió una
muerte lenta y dolorosa. Me quedé mirando la hoja en su mano y contemplé la posibilidad de
que en algún lugar del mundo hubiera un concurso para la Chica Más Torpe Que Alguna Vez
Existió. Ganaría indiscutiblemente. Mi discurso consistiría en un rostro cabizbajo de camino al
escenario, y terminaría con el juez anunciando que habían dicho el nombre equivocado justo
después de que hubiera terminado de agradecer a mi madre.
—Gracias. Debe haberme caído de camino al trabajo.
—Por supuesto. —Sonrió.
No había absolutamente ninguna manera de que pudiera saber que estaba en su camino.
Y jugaría a la ignorante acerca de eso hasta el día de mi muerte.
Fue lo bastante misericordioso para dirigir la conversación en una dirección diferente. 49
—¿Algún gran plan para el fin de semana? —preguntó.
—Salir con mi compañera de apartamento. Todavía estamos instalándonos. —Por no
hablar de que todavía estaba viviendo de cajas. Tenía la idea de que esto era temporal. Algo en
el fondo me impedía desempacar, sabía que en el momento en que me acostumbrara a la idea
de permanencia, algo pasaría con mi mamá y tendría que regresar—. ¿Y usted?
—Estaré aquí —suspiró y sonrió con complicidad—. A veces siento como que estoy
aquí más que en mi propio apartamento.
—Lo está.
Brogan arqueó una ceja.
Err... eso no sonaba espeluznante en absoluto.
Lainey Taylor, su amigable vecina acosadora.
—No es que realice un seguimiento de todos tus movimientos. Eso sería ligeramente
inquietante.
Se volvió hacia mí y por un segundo pude ver una mirada de preocupación pintada en su
rostro. Se desvaneció rápidamente ya que retomó su típica sonrisa despreocupada. Solo un
poco más tensa.
—¿Solo ligeramente? —preguntó.
Mierda. Él pensaba que era seria. Realmente no estaba acumulando puntos extras con el
tipo que firmaba mis cheques.
—Está bien, mucho. Y estaba bromeando. Estoy a cargo de su horario, por lo que es
normal que sepa dónde se encuentra durante el horario de oficina.
Su mirada lo decía todo: Correeeeecto.
—Dígame otra vez ¿cómo pasó la verificación de antecedentes? —Supuse que estaba
bromeando pero allí había una pizca de inquietud.
—¿Me creería si le dijera que soborné a Recursos Humanos con galletas?
Debo. Dejar. De. Hablar.
Bromear con él era la última cosa que necesitaba hacer. Él era mi jefe. Y sin embargo, mi
boca inteligente se negaba a cerrarse por un maldito segundo. Era como si el sistema de
ventilación del ascensor estuviera mezclado con algún tipo de gas nervioso que sacaba las
inhibiciones.
Me quedé allí, sin saber qué hacer, o si había ido más allá del punto de no retorno, y mi
rutina de comediante me había conseguido una carta de despido.
Después de un momento de silencio dolorosamente incómodo, sus labios cedieron y se
rio entre dientes.
—Lainey Taylor, es usted una adición interesante a mi personal. —―Interesante‖ no era
exactamente un respaldo rotundo, pero teniendo en cuenta la situación, no me quejaría de su
elección de adjetivos. Estaba impresionada porque nada parecía perturbar a este individuo.
¿Llamarlo diablo? No era gran cosa, rodó los hombros. ¿Tener una conversación sobre acoso
en el ascensor? Le restó importancia como un profesional. ¿Por qué habría asumido algo
diferente? Estaba segura de que si le hubiera dicho que quería vestirlo como Thor y lamer 50
Nutella en su pecho desnudo (no es una idea del todo mala...), hubiera asentido y sonreiría
fingiendo que le había preguntado la hora. Este hombre era el del poster Chico Tranquilo
Siempre. Asentí y decidí que sería inteligente no hablar más—. Es reconfortante saber que
tengo una empleada tan dedicada que sabe dónde estoy —dijo con una pizca de diversión en
su voz.
El calor llenó mis mejillas y contuve un gemido. Esta era la parte en la que el yunque
gigante caía sobre mi cabeza, ¿verdad? Si tan solo pudiera arrancar las palabras del aire,
meterlas de nuevo en mi boca y fingir que no programé acechar a mi jefe, eso sería muy
apreciado.
El ascensor se detuvo en nuestro piso y ambos salimos. Siguió caminando hacia su
oficina mientras dejé caer mi bolso sobre mi silla.
Antes de cerrar la puerta, se volvió.
—Que tenga un buen día, Lainey. Y si me necesita, sabe dónde estaré. —Guiñó un ojo.
Fui a mi escritorio y agaché la cabeza durante un par de minutos, decidiendo que debería
coserme la boca con un procedimiento quirúrgico.
Cuando llegó la hora del almuerzo, me las había arreglado para mantener un perfil bajo y
evitar cualquier contacto con Brogan. Tan pronto como Jackson regresó de su descanso para
almorzar, tomé mi sándwich de mantequilla de maní y mermelada y me encaminé hacia la sala
de personal. Zelda ya estaba allí, junto con algunas otras personas que reconocía, pero no
podía recordar sus nombres.
—¿Cómo va todo, novata? —A ella le salía como una expresión de cariño, todo lo
contrario al tono malicioso de Jackson.
—Mejor hoy. Solo tratando de no meter la pata con la boca.
—¿Recibiste algunos clientes más?
Zelda era la única persona de la empresa que parecía interesada en mi papel con la firma.
Al parecer, no era común que una segunda asistente recibiera clientes (por lo que ella me había
dicho), pero con mi tesis dedicada a los medios sociales y la aprobación de recursos humanos,
Brogan había decidido arriesgarse y darme una oportunidad de probarme a mí misma.
Fruncí el ceño.
—No. —No es que me quejara, porque un cliente era un infierno mucho mejor que no
tener ninguno, pero mi amor por la multi-tarea se moría por tomar más.
—No te preocupes. Brogan verá que estás haciendo un buen trabajo y te dará más en
poco tiempo.
Ese era el plan. Mantener la cabeza agachada. Dejar de hacer comentarios estúpidos. Al
menos, podría manejar una de esas cosas.
—¿Sabes mucho sobre él?
Si alguien lo sabía, sería Zelda. Ella era amiga de todos en la oficina y conocía todos los
chismes. Por ejemplo, que la segunda asistente anterior fue despedida porque sorbió su té
demasiado fuerte para el gusto de Jackson (en secreto, por supuesto).
—¿Cómo qué? Está aquí mucho y le gustan los Seahawks. A veces viste camiseta los 51
viernes durante esta época del año. —Ambas eran cosas que ya sabía y completamente inútiles
en mi misión de acosar a Brogan.
—¿Qué le gusta hacer fuera de la oficina?
Ella me miró, estudiando mi rostro. Me aseguré de mantener mi expresión impasible.
—¿Por qué? ¿Estás pensando en invitarlo a salir? —Arqueó una ceja.
—No —tartamudeé. El calor llegó a mis mejillas. ¿Era malo que desde que lo había visto
por primera vez hubiera tenido un sueño recurrente con nuestra ropa arrugada en el suelo y
nuestros cuerpos juntos en el sofá de su oficina? Sí, muy malo. Pero esta pregunta era solo para
fines de investigación. Como cualquier socio de negocios, cuanto más supiera de él, más sería
capaz de jugar con mis fortalezas, ganar su confianza y obtener más clientes.
—Solo estaba bromeando. Pero viste los tatuajes, ¿eh?
Asentí. Esos eran una de las muchas razones por las que me sentía atraída por él. Pero
era más que la apariencia de Brogan lo que me interesaba. Su mera presencia en la habitación
cautivaba mi atención, una fuerza magnética que no podía ignorar. Algo así como lo que sentía
cuando escuchaba a John Legend llegar a esas notas de falsete. ―Aturdimiento mental‖ sería la
única manera de describirlo. Brogan había convertido mi mente en una torpe papilla.
—Honestamente, lo escalaría como una puta alpinista si tuviera la oportunidad, manual
del empleado o no.
—¡Zelda! —Arranqué un pedazo de mi sándwich sin estar dispuesta a admitir que, sí,
estaba totalmente de acuerdo con ese sentimiento.
—¿Qué? Es absolutamente atractivo.
Asentí.
—Está bien, sí.
—Para responder tu pregunta, aparte de ser un admirador de los Seahawks y gustarle la
canela en su café, eso es todo. Siempre le gusta escuchar a los demás, pero mantiene su vida
personal para sí mismo.
—¿Cuántos años llevas trabajando aquí?
—Tres.
Guau. Si ella no sabía nada, dudaba que alguien más lo hiciera además de Jackson, y
definitivamente no iba a sacarle a él información. ¿Cómo alguien podía ocultar todo sobre sí
mismo a las personas que veía todos los días? Por otra parte, mi papá había hecho lo mismo.
Me estremecí ante el pensamiento. Brogan no era como mi papá. Seguramente.
—Si te interesan los hombres tatuados, tengo unos cuantos amigos con los cuales te
puedo enganchar. Deberías venir a tomar algo con nosotros este fin de semana.
Por dentro estaba haciendo el baile de la felicidad por el hecho de que Zelda me
extendiera la invitación para pasar el rato. Alguien además de Zoey. Porque, seamos sinceros,
después de años de ser mejores amigas, estaba obligada a pasar el rato. Y quería pasar tiempo
conmigo fuera del trabajo. La euforia inicial rápidamente se desinfló. Tragos significaban
dinero y dinero no era algo que me sobrara exactamente en este momento. Martinis de quince
dólares sumaban bastante rápido en términos de lo que podría utilizar para las cuentas de 52
mamá.
—Pensaré en ello —dije.
Zelda asintió y tomó un bocado de su sándwich de atún.
—Solo mantenme informada. Me aseguraré de que Brent esté allí. Es dueño de una
tienda de tatuajes en el centro. —Movió sus cejas sugestivamente.
La cosa era que nunca me habían gustado realmente los tatuajes. En la universidad había
salido con chicos de corte limpio, del tipo que la mayoría consideraría todo americano, y
ninguno de ellos duró más de un par de meses. De hecho, estaba bastante segura de que era
solo Brogan, lo cual era a la vez estúpido y un poquito problemático. Porque, ¿cómo podría
concentrarme en el trabajo cuando estaba deseando a mi jefe? No es que estuviera
muriéndome por él.
Si me dieran un centavo por cada vez que me había mentido a mí misma esta semana...
Tal vez salir con el amigo de Zelda sería algo bueno.
Regresé a mi escritorio a las doce y media en punto. Jackson no estaba por ningún lado,
así que supuse que estaba, o bien haciendo copias, archivando, o afuera mirando cómics en su
teléfono. Las pocas veces que había ido a su escritorio para hacerle preguntas, había estado tan
pegado a su teléfono que no me vio acercarme.
Alrededor de las tres, el ascensor se abrió y un chico pequeño con una camiseta que se
tragaba su delgada figura atravesó las puertas con algo que solo se podría describir como un
pequeño caballo que lo arrastraba por la correa. El sudor perlaba su rostro mientras trataba de
contener al animal, y sus brazos estaban tensos agarrando el arnés de cuero. Jackson estaba en
una reunión con uno de nuestros clientes, lo que significaba que tenía que hacer control de
daños lo antes posible.
Sacudí los brazos tratando de llamar su atención, que estaba enfocada en la puerta al final
del pasillo: la oficina de Brogan.
—Disculpa —le dije al chico. No podía tener más de diecinueve años, y, obviamente,
todavía no había sufrido su estirón.
El chico me ignoró y se dirigió hacia la oficina.
Me levanté del escritorio.
—Disculpa —le hablé más fuerte—, los perros no están permitidos en Starr Media.
El paseador de perros con cara de niño siguió ignorando mi existencia, y toda mi
paciencia desapareció.
—Oye, idiota. Estoy hablando contigo —grité.
Pero era demasiado tarde, el chico y el perro/pony atravesaron la puerta de la oficina de
Brogan más rápido de lo que pude salir de mi escritorio.
El chico me lanzó una mirada y le entregó la correa a Brogan, luego salió de la oficina.
Rápidamente reconocí al perro como el de esta mañana. Bueno, mierda. Realmente no estaba
teniendo mucho éxito con el "mantener los comentarios estúpidos adentro" hoy.
—Para alguien que dice haber estudiado el libro de reglas, tiene una habilidad especial
para romperlas, Lainey —dijo Brogan. Hubo un atisbo de sonrisa en su voz mientras se ponía
en cuclillas y el perro le lamía una mejilla. Puaj. Estaba completamente a favor de los animales 53
que muestran amor, pero no cuando se trataba de grandes cantidades de saliva—. Hace eso
otra vez y me veré obligado a escribir un informe. —Alzó la vista y esta vez su expresión era
mortalmente seria.
Una vez más me pregunté por qué no me reportaba aquí mismo y ahora. Teniendo en
cuenta que mis predecesoras, seguramente habrían sido escoltadas fuera de las instalaciones
con una pequeña caja de cartón con sus pertenencias si hubieran hecho la mitad de lo que yo
había hecho en mi primer par de semanas. Fuera cual fuese la razón, me consideraba
afortunada y no trataría de empujar mi suerte más lejos.
La manga de Brogan se deslizó por su brazo mientras acariciaba al perro, revelando un
tatuaje de elipses en su muñeca junto con un intrincado remolino de tinta negra. La tela se
deslizaba después de cada caricia, y yo me quedé allí, hipnotizada. La interferencia estática
distorsionó mis pensamientos coherentes, y los reemplazó con cosas como celos leves por un
canino y fuertes manos cuidadas.
Tardé un segundo en procesar lo que había dicho, ya que todavía estaba concentrada en
sus brazos y la presencia de un perro en la oficina. La lengua del perro colgaba fuera de su
boca, y la baba se escurría en el suelo delante de él. Su cola se agitaba contra el suelo mientras
Brogan rascaba la parte superior de su cabeza.
Sacudí la cabeza, tratando de recuperar un pedazo de mis funciones cerebrales
superiores. Había dicho algo antes de que entrara en mi hipnosis del tatuaje.
Correcto. Reglas. No maldecir.
—No sucederá otra vez. —Sí, porque realmente lo estaba haciendo muy bien,
siguiéndolas al pie de la letra.
Un pequeño escenario de ensueño cruzó por mi miente, con Brogan castigándome por
infringir una regla.
—Serán cinco palmadas en el culo por su desobediencia.
—Oh, no, lo siento mucho, señor Starr. He sido una chica realmente muy mala. Por favor, castígueme
con sus grandes y fuertes manos.
Entonces me doblaría sobre su escritorio, levantaría mi falda y su palma golpearía mi…
—Lainey.
Por la forma en que me estaba mirando fijamente, me di cuenta de que había soñado
despierta demasiado tiempo con esa fantasía. ¿Será esto lo que le ocurre al cuerpo cuando no
sales con chicos durante largo tiempo? Tal vez necesitaba unirme a un sitio de citas, porque
nunca conocería a nadie si estaba en el trabajo durante todas mis horas de vigilia.
Él ladeó la cabeza y me miró.
—¿Ha estado trabajando en la cuenta de Willington hoy?
Me aclaré la garganta y volví a la realidad.
—Sí. He hecho tres cuadros y utilicé las fotos de sus vacaciones.
Asintió.
—Bien. Estará complacido.
El perro dejó escapar un ladrido bajo y empezó a dar vueltas por la habitación. Todavía
no podía superar el hecho de que esta bestia estuviera en el edificio. ¿Qué era esto? ¿El día de 54
―trae a tu perro al trabajo‖?
—Es un, um, perro interesante el que tiene. —¿Podría haber elegido un adjetivo peor?
Él sonrió y señaló hacia el perro.
—Lainey, este es Bruce. Bruce, Lainey.
Nunca antes había sido presentada a un perro, por lo que no estaba muy clara respecto al
protocolo. ¿Sacudir una pata? ¿Palmadita en la cabeza? La etiqueta de mascota no debería ser
tan condenadamente confusa. Este sería uno de esos casos en los que una regla especial en el
manual del empleado realmente podría resultar útil.
Regla 652: Cuando se encuentre al perro del jefe, saltar en una pierna y hacer una transición a twerk 15,
seguido de un floreo de manos de jazz. Permitir una educada olisqueada-de-trasero también es aceptable.
—Encantada de conocerte, Bruce. —Me conformé con arrodillarme a su nivel y acerqué
mi mano para acariciarlo. Un conjunto de dientes afilados brillaron mientras su mandíbula se
retraía. Bruce entrecerró sus ojos demoníacos e intentó morder mi mano, pero logré echarme
atrás antes de que pudiera hacer una comida a base de dedos.
—¡Jesús! —Me puse de pie y planté las manos en las caderas.
—¡Bruce! —Su profunda voz retumbó y apuntó un dedo hacia él. Se volvió hacia mí y
frunció el ceño—. Lo siento. A veces tiene problemas al conocer gente nueva.
El impulso de dejar escapar un ―¿te parece?‖ fue abrumador.
—No hay problema. —Escondí las manos detrás de la espalda en caso de que la bestia
decidiera hacer otra embestida.
Bruce rodó y Brogan le rascó la barriga, las gigantes patas del perro se retorcían en el aire
mientras un sonido que solo podía describir como un resoplido de cerdo salía de su boca.
Una fotografía de Brogan con una niñita vestida de azul y blanco cargada sobre sus
hombros estaba sobre el escritorio de Brogan. La niña tenía que tener alrededor de cinco años,
tal vez seis. A diferencia de Brogan, tenía grandes rizos rubios y enormes ojos azules. Mi mente
volvió al modo detective en piloto automático. ¿Hija? ¿Sobrina? Esperemos que la última de
las dos. Nuestras primeras pocas conversaciones no habían sido exactamente estelares, y a su
perro no parecía agradarle, así que tal vez esta fuera mi oportunidad de hacer las paces con él.

15Twerk: tipo de baile en el que una persona, por lo general una mujer, baila de una manera sexualmente
provocativa que implica movimientos de empuje de la cadera y una posición baja en cuclillas.
Nada como preguntar sobre los seres queridos de una persona para poner en marcha una
buena relación. Además, me moría por saber.
Tan pronto como mis dedos tocaron el marco, Brogan se puso rígido.
—No lo toque —tronó.
El repentino arrebato me sobresaltó y aflojé la mano, rápidamente lo coloqué sobre el
escritorio con un fuerte plaf.
—Oh, lo siento mucho, yo… —Me di la vuelta para encararlo. Jesús. No podía ganar
con este tipo. Todo lo que decía y hacía conseguía preocuparlo o molestarlo.
La más mínima insinuación de ceño fruncido desapareció de su rostro en el momento en
que soltó un suspiro, pero sus hombros aún estaban tensos y los músculos abultados.
55
—No fue mi intención levantar la voz. No me gusta que toquen mis cosas. Si está en mi
oficina, está fuera de sus límites. Incluyendo las fotos de mi sobrina.
Hombre reservado. Entendido. No le gustaba que tocaran sus cosas. No cometería ese
error otra vez. Pero di un gran suspiro de alivio ante el hecho de que Brogan estaba libre de
niños.
—Está bien —dije llenando el silencio. Está bien entonces. Me moví lentamente hacia la
puerta, insegura de si llegaría sin hacer algo más para cabrearlo. —Correcto. Bueno, debería
volver al trabajo.
—Buena idea. —Se aclaró la garganta y centró su atención en Bruce—. Dígale a Jackson
que tiene que llevarse a Bruce esta noche. Tengo una reunión y no podré atenderlo. —Me
lanzó la correa y volvió a su trabajo.
Correcto.
Me quedé allí durante unos segundos, irritada más allá de lo creíble conmigo misma al no
lograr tener una sola conversación con Brogan que no implicara meter la pata de alguna
manera. En serio, ¿por qué sigo empleada aquí? Si no estuviera en tan extrema necesidad de
dinero, me despediría yo sola y nos sacaría a ambos de esta miseria.
Bruce se volvió hacia mí y dejó escapar un fuerte guau, aferré la correa a mi pecho y salí
de la oficina de Brogan, cerrando la puerta detrás de mí.
Tiré la correa sobre el escritorio de Jackson y caminé de regreso al mío. Todavía tenía un
poco de papeleo que rellenar, lo suficiente como para mantenerme ocupada hasta después de
las cinco. Pero con un cliente y Jackson acaparando todas las tareas, eso me dejaba jugueteando
con los pulgares el resto de la semana. ¿Cómo se suponía que iba a mostrarme como un activo
para la empresa si no estaba contribuyendo con nada que valiera la pena?
Capítulo 7
Manual Starr Media. Regla #425

Cualquier publicación mal escrita o gramaticalmente incorrecta debe ser retirada


inmediatamente. De no hacerlo, dará lugar a una serie de consecuencias listadas en el
Apéndice A.

A
56
l día siguiente, dediqué toda la mañana a la cuenta de Willington. Publicar un
tweet por Craig era similar a jugar el juego de Operando. Cada vez que pensaba en
usar cierta palabra que estaba en la lista de ―palabras que jamás deben ser
mencionadas‖ un timbre interno sonaba en mi cabeza.
Craig_Wellington: Hola a todos todos. Houston fue una locura. ¡No puedo esperar para estar en su
verlos a todos en St. Louis!
Gasté cinco minutos mirando el signo de exclamación. ¿Craig sería del tipo que los usa?
O tal vez era del tipo más relajado y frío en las redes sociales.
¿Cuándo llegó mi trabajo a consistir en preocuparme por signos de exclamación? Parecía
que había destapado alguna clase de vida alternativa.
Borrándolo y añadiendo en cambio un punto, adjunté una imagen de Craig haciendo surf
con la multitud en el concierto de Houston, las luces brillando en su rostro empapado de
sudor. Cualquier cosa era mejor que enfocarme en la docena de formas en que había hecho el
tonto enfrente de Brogan durante mi breve tiempo en el trabajo. Si quería mantenerlo a largo
plazo, de verdad necesitaba afinar toda esta interacción con el jefe.
En minutos, miles de personas habían dado ―me gusta‖ a la publicación. Una de las
reglas del libro de Brogan decía que era nuestro trabajo darle me gusta o marcar como favoritas
todas las respuestas a la publicación. Algo sobre impulsar las señales y llegar a más personas.
Las redes sociales tenían algoritmos que ni siquiera podía empezar a comprender.
Para el momento en que llegó el almuerzo, había pasado la mañana con tareas
relacionadas con el tweet. No era de extrañar que Craig contratara nuestra compañía. Era un
trabajo de tiempo completo mantenerse al día con las redes sociales.
Jackson se acercó desde su escritorio con una pila de archivos en sus brazos. Un par de
semanas en el trabajo y estaba comenzando a distinguir entre los diferentes arcos de sus cejas.
Hasta ahora había identificado tres ángulos definitivos:
1. El personaje de caricatura: Ahh, chica, tengo tanto trabajo que voy a pasártelo.
2. El garabato: Tu ignorancia me divierte.
3. La ceja disparándose hacia arriba mientras la otra apunta abajo: Te compadezco por
ser una tonta completa.
Sólo había visto el tercer arco una vez, después del incidente del elevador. El segundo
sucedía cuando abría la boca para hacer una pregunta. Este era definitivamente el de caricatura,
el arco sobre exagerado que solo lo conseguían los villanos y Jim Carrey.
—¿Cómo vas, Lenny?
Miré la pantalla del computador, intentando sofocar el impulso de poner los ojos en
blanco. Él no necesitaba más municiones. No entendía por qué la tenía tomada conmigo.
Había durado más que la mayoría de las asistentes anteriores, así que las novatadas deberían
acabar eventualmente. ¿Verdad?
—Lainey —dije, manteniendo un tono ligero. Él lo sabía. Lo había corregido durante
semanas. Pero no iba a dejar que un tipo peinado con un emparrado16 y con entradas en la
cabeza me molestara. Por no mencionar que era por lo menos diez centímetros más alta. Y
solo media un metro sesenta y cinco en mis días buenos. 57

La última vez que me fijé, mis bragas de niña grande estaban en su sitio. Tenía cosas más
urgentes que hacer, como no ser despedida antes de que el próximo cheque de pago pudiera
pagar la quimioterapia de mi mamá.
—Necesito que envíes estos sobres. —Dejó la mitad de los sobres de manila en mi
escritorio—. Y archives estos en el depósito. —Dejó caer el resto de los papeles en el otro lado
de mi escritorio, derramándolos por toda la superficie—. Oh, y necesito que pasees a Bruce
esta noche. Aquí está la llave del apartamento de Starr. —Deslizó la llave por el pedazo de
escritorio sin papeles.
El café latte que había estado bebiendo, terminó escupido en mi pantalla.
—¿Disculpa? —Yo. ¿Ir al apartamento de Brogan? Eso sonaba como una receta para el
desastre. El tipo ya pensaba que era una acosadora de primera clase. No necesitaba darle más
evidencias.
—Así funciona, Lenny. Soy el asistente de Brogan. Tú eres la segunda asistente. Brogan
me da órdenes. Yo te doy órdenes. Tú obedeces. —Soltó la ceja arqueada número dos—. Si
tienes algún problema con la orden, puedo asegurarme de mencionárselo a Brogan y serás
despedida antes de la reunión de mañana.
Un profundo nudo se formó en mi estómago. Estaba esencialmente siendo chantajeada
para pasear a un perro, pero eso no quería decir que fuera lo suficientemente estúpida como
para intentar desafiarlo tan pronto. Tenía cero influencias y debía pensar en mi madre. Y que
me maldijeran si dejaba que Jackson tuviera éxito en sus intentos por sacarme de la compañía.
Era más fuerte que el montón de segundas asistentes que pasaron antes que yo.
—Bien. —Agarré la correa de su mano con manicura.
Brogan tenía entrevistas programadas hasta las diez de la noche, de todos modos. Ni se
enteraría de que había puesto un pie en su apartamento. Apuesto a que ni dormía ahí la mitad
del tiempo, porque estaba en su oficina antes de que llegara y se iba mucho después de que me
iba a casa.
Jackson sonrió y caminó de nuevo a su escritorio, girándose hacia mí antes de llegar a su
silla.

16Emparrado: peinado en el que un hombre cepilla su cabello hacia un lado por encima de su cabeza para cubrir
una zona sin cabello
—Oh, y un consejo: quédate frente a Bruce todo el tiempo. Tiene un gran problema de
flatulencias.
Un perro con problemas de pedos. Dios, ¿en qué me había metido? Apreté la correa con
un poco más de fiereza.
—Come dos tazas de croquetas y diecisiete pedazos de comida húmeda. Debes cortarlo
en pedazos de un centímetro o de lo contrario no comerá.
Mi mirada fue a la suya. Esto tenía que ser un chiste enfermizo, seguido por un ―ja ja,
estoy molestándote, perdedora, diciéndote que tienes la horrible tarea de pasear a un perro
pedorro‖. Excepto que Jackson no parecía estar bromeando. Su aire normal de superioridad
desapareció, y por primera vez lucía muy serio.
—Necesitas seguir eso exactamente. ¿Entiendes? 58
Incliné la cabeza para asentir, preguntándome por qué era tan importante. Además del
hecho de que iba a estar en casa de mi jefe, cuando era muy probable, cien por ciento
probable, que él no estaría de acuerdo.
—Sí. —Estaba convirtiendo esto en algo más importante de lo que era. No pasaba de
ser un perro comiendo comida para perros. No eran cálculos de negocios.
Antes de ir a sacar copias para Jackson, mi teléfono sonó. Lo tomé con mucha menos
ansiedad que mi primera semana de trabajo.
—Starr Media, habla Lainey asistente de Brogan Starr. ¿En qué puedo ayudarle?
Una suave voz acarició mi oreja.
—Me gustaría hablar con Brogan. Dígale que habla su padre.
Después de todo el incidente de Gizzara, sabía que no debía negar a su padre.
—Sí, señor. —Lo puse en espera y marqué a la oficina de Brogan—. ¿Señor Starr?
Su áspera voz vino por el intercomunicador.
—¿Sí?
—Su padre está en la otra línea. Ya se lo pasé.
—Tú, ¿qué? —gruñó.
Muy bien, entonces que la familia llamara al trabajo no era bueno.
—Lo siento, asumí que como era su padre…
—Alguna vez has oído la frase de que asumir hace al idi…
Apreté mis ojos y maldije internamente para mí misma. En serio, no podía hacer esto
bien.
—Sí. Me aseguraré de preguntar la próxima vez.
Antes de decir algo más, la luz roja de mi teléfono desapareció. Incluso si estaba
molesto, al menos tomó la llamada.
Unos segundos después, un grito ahogado vino de su oficina. No pude descifrar nada de
lo que estaba diciendo, pero algunas palabras recortadas pasaron por las paredes y fueron hasta
la entrada.
Nota personal: No le pases al padre si alguna vez llama de nuevo.
***
Caminé al edificio de apartamentos de Brogan después de salir de la oficina a las siete.
Miré la solitaria llave plateada en mi palma sudorosa, el metal atrapaba la luz fuera de la puerta
de Brogan. Tenía la sensación de que Brogan tendría un ataque de histeria de épicas
proporciones si se enteraba de que había tenido acceso a su santuario personal ahora mismo.
Esto iba más allá de tomar una foto enmarcada.
Dejé salir un fuerte suspiro y puse la llave en la puerta. Antes de poder decir qué estaba
pasando, una mancha marrón saltó del suelo y me derribó. Mi espalda golpeó el piso con un
golpe seco cuando mis botas se deslizaron. La baba salpicó sobre mi cara cuando Bruce se
paró en mi pecho, lamiendo mi cabello, sacando hebras de mi trenza francesa.
Mis brazos escudaron mi cara, tomando la mayor parte del asalto de la lengua.
59
—Dios, Bruce, debes invitarme a un vino y una cena antes de besarme. —Triste verdad,
esta era la mayor acción que había tenido en meses. Mientras todo sucedía, no me había
quedado mucho tiempo para conocer tipos en bares. Aunque todavía estaba pateándome por
no hablar con el tipo leyendo a Emerson en el tren.
Bruce se apartó de mi camisa y se sentó a mi lado con la lengua colgando.
—¿Significa que ahora somos amigos? Antes querías arrancarme la cabeza. Necesito un
hombre que no vaya de frío a caliente.
Dejó salir un fuerte ladrido, lo cual tomé como un insulto porque soltó un pedo cerca de
mi rostro y luego trotó dentro del apartamento meneando la cola.
Cerré la puerta detrás de mí y bajé la mirada al agujero en mi camisa que no había estado
ahí antes de abrir la puerta. Una pedazo de la tela se había atorado en las uñas de Bruce y se
movía por el piso mientras él caminaba alrededor de la isla de la cocina. Un círculo especial en
el infierno estaba reservado para este perro.
Bruce trotó hacia un juego de tazones plateado. Tocó el que estaba vacío y dejó salir un
quejido.
—Sí, sí. —Miré alrededor de la cocina, todos los mesones de granito estaban despejados
de cualquier cosa que indicara donde estaba la comida de Bruce—. Ayúdame un poco aquí,
¿quieres? No sé dónde está guardada tu comida.
¿Era posible que un perro tuviera una mirada condescendiente? Bruce de verdad sabía
cómo poner la mirada de ―qué idiota‖. Jackson debió contagiarlo. Soltó un resoplido y dio
zancadas hacia un gabinete y se sentó frente a este. Tocó con una pata la puerta y dejó salir
otro sonoro gas.
—Tal vez necesitas una marca de comida diferente —murmuré y me tapé la nariz
cuando el olor asaltó mis fosas nasales.
Gruñó. Puse los ojos en blanco y abrí el gabinete. Cajas y latas de comida orgánica estaba
apiladas con una precisión experta en la parte de arriba de la despensa, y un cubo transparente
con comida para perros estaba en la parte inferior.
Recogí dos tazas de comida seca y Bruce se puso como loco, corriendo hasta el tazón.
Las patas del perro se movían y bailaban sobre el mismo lugar mientras esperaba impaciente
que dejara la comida en su plato.
—Siéntate —ordené.
Bruce ladró en respuesta, su trasero no se acercó al suelo.
—Siéntate —repetí.
Bruce resopló, ¿y puso los ojos en blanco? ¿Los perros podrían hacerlo? Esto era
exactamente por lo que me gustaban los gatos. No eran dependientes, y ciertamente no
dejaban charcos de babas que pedían un trapeador y botas para la lluvia. El gato de Zoey,
Jitters, era muy superior a este chucho sarnoso.
No estaba para jueguitos, así que dejé la comida en el tazón y casi perdí un dedo cuando
Bruce se abalanzó. Esto lo confirmaba. Nunca ni en un millón de años sería una persona de
tener perros.
Mi siguiente obstáculo fue hallar la comida húmeda, la cual Jackson había sido lo
suficientemente amable para mencionar que estaba en la nevera. Desenvolví el paquete bien 60
envuelto de comida para perros y tuve arcadas cuando sentí el olor, mucho peor que los gases
de Bruce.
Con la nariz tapada con una mano, me las arreglé para cortar diecisiete cubitos según las
instrucciones de Jackson y rápidamente envolví el resto y lo metí en la nevera. Ni siquiera me
molesté en caminar hasta el plato de Bruce, solo lo dejé en el suelo y dejé que fuera por él.
Mientras él estaba en el cielo canino engullendo comida, finalmente tuve un momento
para observar todo. Decir que el estilo de los muebles era minimalista sería un eufemismo. Si
Jackson no me hubiera dicho que paseaba al perro, no habría creído que alguien vivía aquí.
Había un comedor, una prensa francesa, un sofá, una cesta con juguetes para perro y un gran
televisor en la sala de estar, pero esa era toda la decoración. Ninguna foto familiar en las
paredes, ningún vaso vacío en el lavabo, ni siquiera una pila de correo en el mostrador de la
cocina. Nada aquí indicaba que este apartamento estaba habitado por mi jefe. ¿Siquiera vivía
aquí? ¿O era tan rico que su perro era el dueño de este apartamento? De alguna forma eso no
me sorprendería. Por lo que escuché, esos multimillonarios de Silicon Valley eran de lo más
excéntricos cuando se trataba de algo fuera del trabajo. ¿Por qué Brogan sería diferente?
Bueno, número uno, hacía contacto visual cuando hablaba y tenía la habilidad de
encender el interruptor con una de esas profundas miradas de sus ojos marrones.
Ah, hombre. No era buena idea fantasear con los ojos del jefe mientras técnicamente
traspasabas su propiedad. Pero no estaba aquí, bien podría tomar ventaja de la situación para
llegar a conocer al jefe más a fondo aparte de su página de Wikipedia, ¿verdad?
Desde que era una niña, tenía fascinación por Nancy Drew17. En mis años de infancia
me la pasé puliendo mis habilidades de detective, aunque mi mamá diría que era entrometida y
que solo me metía en las cosas de todo el mundo. Tecnicismos a un lado, me gustaba saber
más de las personas, lo que decidían mantener fuera del basurero. Molestaba a mi mamá
cuando revisaba sus cosas, pero después de un tiempo llegamos a un acuerdo con mi fisgoneo.
Mi hormigueo de Nancy Drew superaba mi discreción y disimuladamente fui al
refrigerador para echar un buen vistazo. Así como se podía estudiar un cabello, podías
aprender mucho de una persona por la forma en que mantenía la nevera. Leche orgánica, una
bolsa de tamaño industrial de chispas de chocolate, cerveza artesanal y un contenedor con
sobras envueltas en papel componían la mayor parte de los contenidos de la nevera. En otras
palabras: aburrido.

17Nancy Drew: Es un personaje de novelas para niños y adolescentes. Representa a una detective aficionada.
El instinto me dijo que estaba presionando mi suerte, que debería cerrar la nevera, pero
no pude evitar mirar un poco más levantando los envoltorios de las sobras. Me di cuenta de
que estar en el apartamento de alguien revisando su comida era caer muy bajo. Pero mi gen de
Nancy Drew era una fuerza a tener en cuenta.
Tan pronto como el papel se levantó, el delicioso aroma del pollo al ajo con salsa al
pesto salió del refrigerador. ¡Ajá! ¡Ajo! Que hipócrita. Por un segundo, donde me declaré en
completa locura, contemplé tomar un bocado.
Chica, no eres Ricitos de oro. Deja el ajo y aléjate mientras todavía tienes tu dignidad.
La voz de la razón había hablado, y rápidamente metí el papel en el recipiente y me alejé
del refrigerador. Bruce había terminado su comida y se sentó a mis pies, juzgándome con sus
malvados ojos.
61
—¿Qué? No comí.
Dejó salir un resoplido.
—Como si nunca hubieras pensando en comerte su comida —lo regañé.
No es que mi trabajo de detective hubiera funcionado. Además de que a Brogan le
gustaba el chocolate (en serio, me empezaría a preocupar por el tipo si no le gustara) y que
probablemente tenía el perro más desagradable en la ciudad, no estaba más cerca de enterarme
de nada sobre él.
Capítulo 8
Regla de vida de Lainey Taylor #46

Nunca meterse entre una chica y su noche de Bachelor.

M e acurruqué en el sillón reclinable con mi tazón de helado rocky road y


exactamente dos minutos para la hora. Después de despojarme de mi camisa
rasgada y cambiarla por una vieja camiseta cómoda, me aseguré de llamar a mi
madre para nuestro ritual semanal: Observación en equipo de Bachelor18.
62

—¿Estás lista? Casi comienza.


Cogí el mando a distancia y pasé los canales hasta que encontré el que buscaba. Estaba
terminando el resumen del programa anterior.
—Sí.
—¿Piensas que dejarán ir a esa cabeza hueca de Vanessa esta semana? —preguntó
mamá.
Zoey se precipitó en la habitación con una bolsa de palomitas de maíz de microondas y
un cuenco.
—¿Me perdí algo?
—Mamá piensa que van a eliminar a Vanessa esta semana.
Zoey había sido una adición a nuestra casa desde que perdió a su madre en un accidente
de auto en la secundaria. Poco después empezamos los rituales semanales, las noches de cine,
las fiestas de pijama, y se mantenían incluso diez años más tarde.
—No, a él le gustan demasiado las bubis. Supongo que será Jill —dijo Zoey.
Mamá dejó escapar un fuerte suspiro que se oyó a través del altavoz de mi teléfono.
—Pero si Jill es muy tierna.
Miré el teléfono mientras Zoey sonreía.
—Mamá, ¿desde cuándo eso gana puntos con Derek?
La línea quedó en silencio por un momento.
—Buen punto —dijo al fin.
—¡Oigan, shh, está empezando! —urgió Zoey en voz baja.
La más sagrada de todas las tradiciones de la familia Taylor era la noche de Bachelor. Solo
me la había perdido una vez y fue cuando estuve en la sala de urgencias con apendicitis. Y aun
así, mi madre lo había grabado y lo vimos tan pronto como llegué a casa después de la cirugía.

18The Bachelor: Reality show en el que un codiciado y guapo soltero será cortejado por numerosas chicas
solteras de manera grupal y luego individual, para ir eliminándolas progresivamente hasta quedar con una sola.
—¿Cómo estuvo el Dictador Jackson hoy? —preguntó Zoey.
Le disparé una mirada a Zoey. No le había contado a mi madre los incidentes en el
trabajo porque no quería que se preocupara. Ya tenía bastante en su plato. No necesitaba oír
hablar de otro hombre con problemas de control como papá. Eso cuando no estaba fuera, ya
sabes, teniendo una vida paralela. Jackson era mejor que mi padre, ya que dudaba que el Señor
Emparrado estuviera viviendo una doble vida con dos familias separadas. El tipo
probablemente ni siquiera tenía una novia.
En algunos aspectos, Brogan (dejando aparte el evidente atractivo) me recordaba mucho
a mi padre. Tenía todas esas reglas y políticas duras. Era carismático, igual que mi padre... y con
muchas mujeres, al parecer. Simplemente, me gustaría entender qué hace que te guste una
persona como esa garrapata. Por otra parte, si realmente era parecido a mi padre, debería
quedarme lejos, muy lejos. Nada excepto dolor puede provenir de esa clase de hombres. 63
Mi madre se echó a reír.
—¿Quién es ese Dictador Jackson? ¿Tiene un bigote daliniano19?
Observé a Zoey, haciéndole señas para que mantuviese la boca cerrada.
—Mi compañero de trabajo. Un completo comemierda.
—Eh, al diablo con él. Si es tan idiota, no durará mucho tiempo en la empresa —dijo
mamá.
Bueno, no estaría tan segura de eso.
Jackson parecía estar pegado al culo de Brogan. Podría ser diagnosticado médicamente
como un pólipo.
—Mm-hmm.
Zoey se levantó y se dirigió a la cocina mientras mamá disparaba más preguntas.
—¿Es agradable tu jefe? No has hablado mucho de él en estas últimas semanas.
¿Se cuenta como agradable que no dijera nada cuando me quedé mirando su entrepierna?
De hecho era muy agradable, tanto a la vista como en su personalidad. Tanto así, que el
cabezal de mi ducha tenía mucha más acción últimamente.
No obstante, mamá no tenía necesidad de oírme hablar de mi jefe y de los problemas
con mi compañero. Necesitaba que estuviera tan libre de estrés como fuera posible, y mientras
pasaba por la quimioterapia tenía a Zoey para desahogarme.
Antes de que pudiera responder, ya Derek estaba prometiéndole a Jill que recibiría una
rosa en la ceremonia de esta noche.
—Rata bastarda. Miente entre dientes —dije.
Logramos ver todo el episodio sin que mamá tuviera una emergencia e interrumpiera
para ir al baño. Por suerte, sus intensas náuseas parecían disminuir pocos días después de la
sesión de quimio. Tan pronto como el episodio terminó, prometí llamarla después de su cita de
quimio en unos pocos días y colgué.
Zoey se volvió hacia mí, inclinando el tazón de palomitas de maíz que estaba entre
nosotras en el sofá.

19Daliniano: Es el tipo de bigote que usaba Dalí, y de ahí su nombre.


—¿Qué pasó hace rato?
—¿Con qué? —Exploté una palomita en la boca y me quedé mirando la televisión.
—No quieres hablar sobre el Señor Comemierda Épico. Por lo general mantienes a
mamá Taylor al tanto de esos jugosos detalles.
—Ya sabes cómo se pone mamá. Si se huele que estoy teniendo problemas en el trabajo
hace un millón de preguntas. Ya está lo suficientemente estresada con sus tratamientos.
—El secreto está a salvo conmigo. —Zoey pretendió cerrar con candado sus labios y
tirar la llave—. Pero, ¿qué vas a hacer con él?
—¿Qué puedo hacer? Solo necesito no arruinarlo el tiempo suficiente para demostrar mi
valor.
64
Asintió.
—¿Eso es pelo de perro? —Recogió un pelo de mi rodilla y lo examinó.
Rodé los ojos.
—Pelo de Bruce. Ni siquiera me hagas hablar.
—¿Bruce es un compañero de trabajo?
Dejé escapar una risa.
—No. Bruce es mitad caballo, mitad grifo que gotea.
—Jitters estará celoso de que estés confraternizando con otras especies.
El gato de Zoey estaba actualmente acurrucado en el alféizar de la ventana, mirando al
horizonte de la ciudad. Ella me había ignorado totalmente cuando entré, pero lo atribuí a su
carencia habitual de mierdas con cualquier persona, excepto Zoey.
Zoey sacó el ordenador portátil de su cartera de piel y abrió una hoja de cálculo de Excel
con un arco iris de colores y fórmulas. Me di cuenta de que ni siquiera le había preguntado
acerca de su día. Tan pronto como pasé por la puerta había sido el Show de Lainey. Realmente
estaba triunfando en la categoría de la amistad esta semana.
—¿Cómo está tu carga de trabajo? ¿Algún nuevo cliente?
Se encogió de hombros.
—Tengo una reunión con un nuevo cliente la próxima semana. Acostumbrándome a
toda la logística. Un montón de papeleo. Nada como pensé que sería.
—¿Verdad? El mundo real es decepcionante. —Dejé caer la cabeza contra el respaldo
del sofá y encaramé los pies sobre la mesa de café.
Zoey rodó los ojos.
—No todo puede ser como en las películas.
—Si lo fuera, tendría que hacer un poco de espionaje en el apartamento de Brogan,
buscando un cuarto de tortura.
—Hey, vi esos brazos. No me importaría ser el sujeto de su tortura.
—Voy a darte uno de los manuales de empleados. Eso debería tenerte gritando la
palabra de seguridad al instante.
—Buen punto —dijo y volvió a comer palomitas de maíz y a comprobar las redes
sociales.
Decidí abrir mi correo electrónico y asegurarme de que no tenía ningún problema
urgente que debiera manejar antes de mañana. Un diluvio de memorándum con copia entre
oficinas inundó mi bandeja de entrada mientras me desplazaba hacia abajo en la lista. Justo
cuando estaba a punto de cerrar mi buzón sonó un mensaje nuevo. Mi corazón tartamudeó
cuando mis ojos recorrieron el remitente. Brogan.
Lo primero que pensé fue mierda, no debí fisgonear en su refrigerador; seguramente sabe que casi me
comí su pollo al ajo. Pero luego comprobé que el correo electrónico solo estaba dirigido a mí, algo
que nunca había sucedido antes.

65
De: Brogan Starr
Para: Lainey Taylor
Asunto: Reunión de mañana
Lainey,
Jackson estará fuera de la oficina mañana. Necesito que programes una conferencia telefónica con
Patrick Duvall mañana a las 8:00 p.m. Dile que vamos a discutir la expansión de sus clientes en las redes
sociales.
Brogan Starr, director general de Starr Media
Anticristo.

Mi corazón dio golpecitos pequeños e irregulares contra mi caja torácica. ¡Me había
enviado un correo electrónico! (Bueno, porque Jackson estaría fuera mañana ¡¡Pero aun así!!)
para encargarme de alguien tan importante como Patrick Duvall, y había deslizado una broma
relacionada con ser el diablo. Hice clic en el botón de respuesta rápida y reflexioné cómo
responder. La respuesta corta apropiada sería En ello, jefe, ¿Pero cuándo había sido apropiada en
torno a Brogan Starr durante las últimas semanas? No tenía sentido empezar ahora.

De: Lainey Taylor


Para: Brogan Starr
Asunto: Re: reunión de mañana

Lo llamaré a primera hora de la mañana. Espero que logre dejar la oficina pronto.
Lainey Taylor
Segundo Asistente del Anti-Anticristo.
Persona sufriendo del Síndrome Crónico de la Metida de Pata.

Sí, este correo electrónico era de pesca y poco profesional. Excepto que fue él quien
empezó. No podía evitar preguntarme dónde estaba en este momento. ¿En su oficina? ¿De
vuelta en su árido apartamento con Bruce babeando en su pierna? Ni siquiera quería ahondar
en las razones por las que podría estar pensando en mí tan tarde, porque…
¡Ah! ¡Brogan Starr estaba pensando en mí después de las diez!
Lo bueno es que no podía ver la mentalidad de estudiante de secundaria cuando se
trataba de mi interés por él... el cual seguramente se iría pronto. Tan pronto como consiguiera
chocolate oscuro y muestras gratuitas de Sephora.
Una respuesta llegó casi inmediatamente.

De: Brogan Starr


Para: Lainey Taylor
66
Asunto: Re: reunión de mañana

¿Quién dice que estoy en la oficina? Para alguien que dice saber mi paradero en todo momento, estás
haciendo un pobre trabajo.
Brogan Starr, director general de Starr Media
Empleador de la desinformada segunda asistente.

Esto sin duda contaba como coqueteo, ¿verdad? No estaba solo imaginándolo. ¿Qué
decía eso de mí al querer coquetearle de vuelta? Que era una chica normal, americana y de sangre roja
con un Kindle sobrecargado (¡nunca!) de romances de oficina. Estiré el cuello y me di un momento para
pensar en otra respuesta. Esto no era un ligue, era Brogan siendo agradable, como siempre, a
su ingeniosa y típica manera.

De: Lainey Taylor


Para: Brogan Starr
Asunto: Re: reunión de mañana

Trataré de perfeccionar mis habilidades de agenda/acoso para la reunión del próximo mes.

Lainey Taylor
Segunda Asistente No acosadora.

De: Brogan Starr


Para: Lainey Taylor
Asunto: Re: reunión de mañana
Bueno. Sabrás dónde encontrarme. Buenas noches, Lainey.

Brogan Starr, director general de Starr Media

—Buenas noches, Señor Starr —dije.


Al final, no me dormiría pronto pensando en mangas enrolladas, manos fuertes e
irresistible par de hoyuelos manteniéndome despierta. ¿Qué lo habría hecho cambiar de
opinión respecto a mí? Tal vez, solo tal vez, por fin encajaba en la empresa. Cerré mi portátil y
sonreí. ¿En qué me había metido?

67
Capítulo 9
Regla de vida de Lainey Taylor #77

Si decides traspasar el umbral de tu jefe, asegúrate primero de que no esté en casa.

U na semana después, tomé la correa del escritorio de Jackson al final de la jornada


de trabajo. No había visto a Brogan después del intercambio de correo
electrónico, lo que me hizo pensar que: a) Había imaginado todo el asunto, lo
que sería totalmente posible si no tuviera los correos electrónicos como prueba, o b) En
68

realidad estaba siendo amable nada más. Lo que era definitivamente más plausible.
Jackson ya se había ido. Me había enseñado a pasear y a alimentar a Bruce. Esta sería la
cuarta vez y ya había dejado de tener esa sensación melosa cada vez que entraba en el
apartamento de Brogan.
La caminata de diez minutos al apartamento me heló hasta los huesos, y para el
momento en que entré al edificio tenía los músculos encogidos tratando de conservar calor y
energía. En teoría era una gran fan del clima frío. ¿Café con leche especiado, botas, y jeans
ajustados? Inscríbeme. Pero pégame a un clima de quince grados bajo cero durante más de
dos minutos y me tendrás temblando como un Chihuahua de bolsillo. Para ser una chica de
Portland, era un fraude.
Bruce estaba en la entrada con la cola hacia abajo cuando entré en el apartamento de
lujo.
Antes de que pudiera saltarme, levanté con firmeza una mano frente a mí.
Durante el almuerzo, había leído algunos artículos en internet sobre obediencia canina y
estaba dispuesta a intentar cualquier cosa para salvar mi ropa. Así que me quedé en la entrada
de Brogan, teniendo un enfrentamiento a muerte con este cavernícola baboso.
Solo había espacio para un alfa en este lugar, y seguro como el diablo que no iba a ser
Bruce.
—Siéntate, niño. —Había cometido el error de ponerme mallas con botas esta mañana y
no quería caminar diez cuadras con agujeros a lo largo de los muslos. Bruce se relamió y
resopló con sorna, pero siguió mis órdenes y dejó caer el trasero en el azulejo pulido. Sonreí,
aliviada de no tener que correr por los pasillos para evitar que se me echara encima o quitar las
huellas de sus patas de mi camisa—. Buen chico.
Tal vez no eran tan malo después de todo. Solo tuvimos un comienzo difícil.
Caminé hasta la cocina y tomé su plato de comida, luego fui a la despensa para sacar las
croquetas y vaciarlas en el plato.
Había encontrado una buena forma de evitar que Bruce saltara sobre mí, y lograría la
mínima cantidad de baba de perro sobre mi piel y mi ropa.
No es que odiara a los perros. Es decir, ¡vamos! ¿quién no ama a un lindo Yorkie? Pero
Bruce era, por decirlo suave, un desagradable perro baboso.
Manantiales de baba hacían charcos en el suelo goteando desde sus carrillos mientras
esperaba para comer sus dos tazas de alimento.
Mis labios se curvaron con disgusto.
—Tenemos que conseguirte un babero, amigo.
Bruce resopló. Aparentemente no le gustó mi comentario sobre sus problemas de fuga.
La cuchara de la comida desapareció en las arenas movedizas de las croquetas y tuve que
escarbar para recuperarla.
Mientras estaba encorvada buceando entre las croquetas inhalé con precaución el gas
69
tóxico que soltó y sentí un tirón en mi suéter. Lo ignoré mientras rescataba la cuchara de metal.
Medí las dos tazas e intenté dar la vuelta para ponerlas en el plato, pero inmediatamente
perdí el equilibrio. Al volver la cabeza, vi que un pedazo enorme de mi suéter había
desparecido en su boca gigante y lo estaba masticando.
—¿Qué demonios te pasa? Tu horrible comida tal vez no te guste, pero mi ropa
tampoco sabe bien. —Le quité el pedazo de suéter de un tirón y lo pegué a mi cuerpo, el
flácido extremo húmedo quedó colgando contra el muslo.
Se olvidó del suéter y lo cambió por la comida de perro. No le importó haber aniquilado
otro suéter.
—¿Qué pasa contigo y tu obsesión por arruinar mis cosas?
Decidí no darle la comida húmeda hasta después de nuestro paseo, ya que eso era lo que
parecía darle más gases.
Menos gases de Bruce igual a una Lainey más feliz.
Me ceñí más el suéter y tomé la correa de la encimera. El trozo manchado de humedad
colgaba flácido contra mi pierna.
Lo fulminé con la mirada y en respuesta me movió la cola.
Monstruo. Esperaba que mi suéter le produjera un gas extra esta noche.
Después de que me fuera, claro.
Le puse la correa y salí de los ascensores escuchando el clic de sus uñas contra las
baldosas.
Bajé la vista y sacudí la cabeza. ¿Cuál era la historia con Bruce, de todas maneras? Todo
lo demás en la vida de Brogan parecía tan quirúrgico, limpio y organizado. Este perro era un
desastre.
¿Qué obsesionado por el orden, que no podía manejar un ajo en el lugar de trabajo,
quería un perro que se tiraba pedos todo el día y dejaba un rastro de baba por donde pasaba
como si fuera una babosa? No tenía sentido.
Pero no era mi trabajo especular. Mi trabajo era ganar dinero suficiente para no
ahogarme con la deuda del seguro de salud por el resto de mi vida.
Tan pronto como Bruce y yo salimos a la calle, saqué el teléfono de mi bolsa y llamé a
casa. Mamá acababa de pasar por otro tratamiento de quimioterapia hoy y quería ver cómo
estaba. Atendió después del cuarto timbrazo con voz débil.
—¿Hola?
—Hola, mamá.
Tomó una profunda inspiración y exhaló antes de hablar.
—¿Cómo estás cariño? —Su voz se fue apagando y casi no oí el final.
Dang.
Parecía más cansada de lo que la había oído después de los tratamientos anteriores.
—Estoy bien. ¿Tú cómo estás? ¿Cómo fue el tratamiento de hoy? 70
Por un momento no hubo respuesta y el silencio me dijo más que cualquier palabra. La
imaginé encorvada sobre el inodoro, sola en casa, nadie para cuidar de ella.
¿Y si se desmayaba? ¿Y si tenía una mala reacción y nadie estaba allí para llevarla al
hospital? Todos los ys se apoderaron de mí y de mis entrañas retorcidas.
—Fue difícil. —Un sudor frío me bajó por la espalda. De repente todo se sintió muy
caliente, demasiado. Para que ella lo admitiera, significaba que las cosas fueron mucho peor de
lo que había previsto. Esta era la misma mujer que se disparó un clavo en el dedo durante un
trabajo de DIY20 en la cocina y, en vez de enloquecer, primero tomó una foto y se rio todo el
camino a la sala de emergencia—. Los médicos no creen que estos medicamentos estén
funcionando tan bien como deberían. Van a probar un nuevo cóctel la semana que viene.
Mi corazón se mudó a la garganta y me pellizqué los labios para no dejar escapar el
sollozo. Obsesionarme con el peor escenario no era como tendía a vivir mi vida, pero así
estaban las cosas, viviendo la encarnación de mi peor pesadilla.
De hecho, no había más en el campo de juego.
¿Cuántas opciones de tratamiento había? ¿Qué pasaba si la siguiente tampoco
funcionaba?
Sentí los tentáculos del miedo apoderándose de mi cuerpo y me tomé un segundo para
apartar la rigidez. Tenía que ser la fuerte aquí. Yo no era la que estaba luchando contra el
cáncer, y me negaba a creer que ella mur… Ni siquiera podía pensar esa palabra.
—¿Necesitas que regrese a casa? Puedo estar allá este fin de semana. —Si tuviera horas
de tiempo acumuladas, me iría justo en este segundo con el maldito perro de copiloto. Mi voz
flaqueó y parpadeé para eliminar la humedad fresca en mis ojos. No, no perdería la cabeza.
Esto era un retroceso, no una catástrofe.
Suspiró y su voz adquirió esa tonalidad entrecortada que nunca había oído en ella antes,
como alguien que respiraba a través de la boca para evitar el vómito.
—No. Me gustaría estar sola por un par de días.
Yo estaba a tres horas de distancia y me sentía completa y totalmente impotente.

20DIY: Do It Yourself. En español sería Hazlo Tú Mismo.


—Mamá, no es ningún problema. Estoy aquí para ti. —Tenía que ofrecerme por lo
menos una vez más, porque con absoluta honestidad, bajaría la luna para esta mujer si hubiera
una posibilidad remota de que haciéndolo se sentiría mejor.
—Ya lo sé, cielo. Pero dame unos días. ¿De acuerdo?
Tenía veinticuatro años y no me importaba quién lo supiera: Necesitaba a mi mamá.
Quería consolarla pero no iría en contra de sus deseos. Si quería estar sola, tenía que
respetar eso. Las lágrimas pincharon las esquinas de mis ojos, y rápidamente las limpié con la
manga del suéter.
Bruce gimió suavemente y rozó mi pierna, mirándome con esos grandes ojos negros.
Supe en mi corazón que fue un error venir a Washington y estar tan lejos de mamá. El
dinero era basura si no superaba la quimioterapia. 71
Colgué y cerré los ojos con fuerza, el aire había desaparecido mágicamente de mis
pulmones. Mis piernas se doblaron y caí de rodillas en medio de la calzada mientras las
lágrimas comenzaban a caer por mi rostro. Traté de calmar mi respiración, muy consciente de
que estaba en público y la gente probablemente estaba empezando a mirar. Bruce lamió mi
mejilla y yo lo abracé por el cuello, llorando en su pelaje. Él puso su pata en mi brazo y me dio
la clara sensación de que estaba tratando de protegerme.
Respira. No puedes darte por vencida o de lo contrario se dará por vencida ella.
Me di unos cuantos minutos para serenarme, me limpié los ojos y me enderecé. Esta no
era la Lainey Taylor que me había costado tanto trabajo llegar a ser. Llorar no resolvía las
cosas, y si había aprendido algo era que las cosas se podían arreglar. Así que aguantaría y haría
lo correcto, porque no la perdería. No podía. Era mi mejor amiga. La vida sin ella no sería vida.
Me sequé las lágrimas y bajé la mirada a la cara triste de Bruce.
—No le digas a nadie de esto, ¿de acuerdo?
Movió la cola y soltó el pufff pufff pufff de una feliz flatulencia.
—¡Aggg! Sigues siendo un asqueroso.
Para el momento en que regresamos al apartamento no estaba de humor para hacer
frente a las payasadas de Bruce. Si se le ocurría siquiera mirar mi suéter o mis zapatos de
manera equivocada, volcaría el alimento húmedo en el suelo fuera de su alcance.
Saqué la llave y bajé la mirada al perro que, por primera vez en nuestras interacciones,
miraba abajo, a sus babas. Me agaché a su nivel y le rasqué la cabeza.
—¿No lo sabes, Bruce? A las damas les gustan los machos con una apropiada
proporción entre babear y olfatear el culo. No vas a tener suerte con ellas al ritmo que vas.
Me puse de pie, aun sintiendo el peso del día sobre los hombros y le di vuelta a la llave.
Empujé la puerta con el pie y le quité la correa a Bruce para dejarla en la encimera.
Me apoyé en el granito y saqué mi teléfono para ver si mi mamá había cambiado de idea
y quería que fuera a Portland esta noche. Cuando la pantalla se iluminó fruncí el ceño, mi
teléfono estaba vacío de mensajes.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí?
Un grito muy infeliz y molesto salió del otro lado del apartamento.
Capítulo 10
Regla de vida de Lainey Taylor #63

Nunca te auto invites a una sesión de Netflix por compasión.

L evanté la cabeza de golpe y el teléfono se cayó al suelo. Bogan estaba de pie en


medio del apartamento envuelto en una toalla. Sostenida muy abajo. Gotas de
agua le bajaban por el pecho, rodando sobre los fuertes músculos.
La toalla pegada a su cuerpo marcaba un bulto. En una escala de aww… que mono, a no hay
72

forma de que eso entre, era el Ricitos de oro de los bultos. Perfecto.
Tragué saliva con fuerza y me di cuenta, demasiado tarde, que estaba mirando fijamente
a su parte inferior y el rastro de vello que llevaba a las partes escondidas por la toalla. ¿Por qué
pensaba en su maldita polla? Había pasado un tiempo desde que había tenido acción con una
en la vida real, pero esto se estaba volviendo ridículo. Una de silicona hacía lo mismo y no
venía pegada a una persona que decidía mi destino financiero. De acuerdo, este no era el
momento apropiado para debatir los pros y los contras de un consolador vs. la polla de mi jefe,
de pie en la cocina mientras él estaba medio desnudo.
Y aún miraba fijamente.
Levanté la cabeza de golpe y me encontré con su mirada.
—Estás en casa. —Muy suave. Qué hábil.
—Y eres tan observadora como siempre —mencionó secamente—. Aunque eso no
responde mi pregunta. ¿Qué estás haciendo en mi casa?
No se suponía que estuviera en casa. Había comprobado el calendario, tenía una
conferencia telefónica con Japón hasta las nueve de la noche. Mierda, ¿iba a perder mi trabajo
por esto?
Todo lo que vino a mi mente fue grrr… Había sido hipnotizada a un estado de Bulto de
Brogan Starr Arruina Cerebros. (Es totalmente increíble, ¿de acuerdo?) Sí, porque esa respuesta
funcionaría bien.
Hablé en cuanto recuperé el uso de la voz.
—Jackson me mandó para sacar a pasear a Bruce. —Obvié la parte en la que había
hecho esto durante casi dos semanas.
Entrecerró los ojos.
—No se supone que estés aquí. Solo se le permite la entrada a mi apartamento a
Jackson.
—Lo siento mucho. Jackson estaba… —Piensa. Aunque no me gustara Jackson, nunca
pondría su trabajo en entredicho intencionadamente. Aunque podría apostar con tranquilidad a
que no era recíproco—. Enfermo.
El peso de todo lo que había pasado en esta hora me golpeó como un camión. En serio,
¿tenía que pasar hoy toda esta mierda? No era el tipo de chica qué-agonía, pero de verdad,
cuando todos los caminos señalaban a Roma, bueno, estaba pasando.
Alzó una ceja y su boca comenzó a abrirse.
Sabía lo que era, estaba a punto de despedirme por algo que Jackson me obligó a hacer.
Y no sería capaz de pagar ninguna alucinante factura de hospital. ¿Y si no podía pagar las
facturas mi madre recibiría el tratamiento? El pulso martilleaba en mis sienes y no podía
aplastar el genio bullendo. Una chica solo podía recibir cierta cantidad de mierda sobre sus
Jimmy Choo21 antes de ponerse furiosa.
Su voz fue tranquila.
—No me importa si Jackson te prometió el maldito Taj Mahal. No te quiero en mi 73
apartamento. Este es mi espacio personal. Bruce solo responde a la gente que conoce. A la
gente de confianza. —Esta fue la primera vez que lo vi ser anormalmente anti carismático.
Infiernos. No. Imbécil condescendiente. A la mierda este hombre asombrosamente sexy
y desnudo frente a mí. A la mierda el hecho de que insinuó que no era persona de confianza
para su maldito perro.
El calor me inundó la nuca y entrecerré los ojos.
—¿Sabes qué? Tengo cosas más importantes en las que centrarme que en tus malditas
reglas. Y lo que quiero decir es: ¿A quién le importa si hay un punto y coma en un tweet? ¡A
nadie! O el código de vestimenta que dice que los leggings no son pantalones… tengo un par
en el armario que lamenta no estar de acuerdo. —Lancé las manos al aire. ¿Quién se creía que
era tratando de hacer que todo el mundo aguantara su estúpido Manual que no tenía ningún
sentido?—. Y de nada, por sacar a pasear a tu chucho babeante en un clima helado mientras se
mea en mis zapatos e intenta follarse a una poodle que está muy lejos de su liga.
Da un paso atrás. El enfado dio paso a la conmoción.
—¿Disculpa?
Di un paso hacia él, sin echarme atrás. Maldita sea, si iba a despedirme pondría todo
sobre la mesa, porque esta noche realmente me importaba una mierda Brogan y este estúpido
trabajo a tres mil kilómetros de la persona que más me necesitaba.
—Me escuchaste. He estado lidiando con mi madre que tiene cáncer y está mu… —Me
detuve para recomponerme, con la garganta constreñida—. Las facturas se apilan, los
cobradores siguen llamando. Lo último que necesito es que me trates como a una imbécil. —
Respiraba entrecortadamente, pero continué—. Saco a tu maldito perro a pasear por ti. Que
usa mis suéteres para llenarse, porque al pequeño caballo probablemente no le das suficiente
comida. En serio, necesitas alimentarlo mejor porque no puede sobrevivir a base de suéteres de
cachemira. —Brogan iba a hablar y levanté un dedo, señalando que no había acabado de
decirle lo que pensaba—. Y otra cosa. La regla del ajo es totalmente estúpida. Todo el mundo
sabe que Luigi’s es el mejor sitio para comer y tu regla es completamente aguafiestas. Y
cambiando de tema, es realmente difícil despotricar cuando estás ahí de pie con una toalla.

21Jimmy Choo: Marca de zapatos del diseñador Jimmy Choo.


Al menos había logrado evitar bajar la mirada hacia su mitad inferior. Está bien, mis ojos
habían deambulado un par de veces, pero eso solo probaba mi hercúleo esfuerzo, porque
podría haber sido mucho peor.
Pestañeó con fuerza y crispó las esquinas de la boca con molestia.
—¿Has acabado?
Me crucé de brazos y bajé la mirada hacia Bruce, que movía la cola y miraba de Brogan a
mí.
Maldito perro.
—Sí.
Suavizó la mirada.
74
—Siéntate. —Lo pronunció con suavidad, pero aún tenía la autoridad de un hombre que
lideraba una compañía Fortune 500.
Lo miré sin entender. Pensé que a estas alturas ya habría llamado a seguridad, o al menos
le ordenaría a Bruce que me persiguiera hasta la puerta.
—¿Qué?
—Dije que te sentaras. —Señaló el sofá de cuero de la sala de estar.
Aún estaba enfadada y sintiéndome un poco atrevida.
—¿Sabes?, para ser jefe, eres muy mandón —comenté, sintiéndome terriblemente tonta.
Me lanzó una mirada asesina.
—Voy a dejar pasar eso porque estás teniendo un día de mierda. —Mientras me guiaba a
la sala de estar, me hizo un gesto para que me sentara en el sofá—. ¿Quieres un té?
—Café.
Asintió.
—De acuerdo.
Me senté sola en la sala mirando la chimenea. No había fotografías colgadas, solo arte
abstracto. El fuego crepitó en el hogar y Bruce se acurrucó panza arriba en la alfombra blanca
junto al calor. Me removí, sintiéndome de repente consciente de lo que acababa de decirle a mi
jefe mientras estaba medio desnudo. Y no me había sacado a patadas.
Volvió unos minutos después, completamente vestido con una camiseta negra de manga
corta y un pantalón de deporte gris. Llevaba dos tazas humeantes y me entregó una.
—Gracias. —Me limpié la nariz y tomé la taza con ambas manos.
Brogan se aclaró la garganta y yo me moví nerviosamente en el sofá.
—Siento oír lo de tu madre.
Le fruncí el ceño al café.
—Yo también. Es mi mejor amiga. —Pestañeé para retener algunas lágrimas traviesas
que estaban intentando escapar. ¿Qué iba a hacer si no lo superaba? Tenía a Zoey, pero mi
padre ahora estaba viviendo su vida y mis abuelos habían muerto hace tiempo. Sería una
huérfana de veinticuatro años. ¿Eso seguía contando si superabas los dieciocho años?—. No sé
qué haría sin ella.
Encontró mi mirada.
—Espero que no llegue a eso, pero si sucede, estarías bien. —Mostró una pequeña
sonrisa reconfortante en la esquina de la boca. Sin los caros trajes de negocios y su entorno
corporativo, parecía mucho más joven que su personaje en el trabajo. Si mirada se suavizó y
por primera vez desde que lo había conocido, a Brogan no parecía importarle estar en la misma
habitación que yo.
Pasé el pulgar sobre el borde de la taza, las volutas de vapor se curvaban en el aire.
¿Cómo podía estar tan seguro cuando yo sentía que la vida que había construido me la estaban
arrancando como las páginas de un cuento?
—¿Cómo lo sabes? Ni siquiera me conoces.
Puso la taza en la mesa de café y se giró hacia mí, con expresión seria. 75
—Porque si fueras de las que se rinde, no habrías venido a trabajar para mí y,
ciertamente, no soportarías un manual de reglas. —Hizo el gesto de las comillas para darle
énfasis.
Maldita fuera por meter la pata. Realmente no tenía auto-preservación en lo que se
refería a mantener este trabajo.
—Eso salió un poco brusco, ¿no?
Sonrió.
—Sí, pero lo entiendo. Sé que no es fácil para mucha gente, pero así funciona Starr
Media.
—Entonces, ¿por qué pusiste todas esas reglas estúpidas?
Dejó salir un fuerte suspiro y por un breve segundo pude sentir el peso del mundo de
Brogan en mi pecho. Los cientos de llamadas todos los días. Las miles de preguntas. Me
encantaba trabajar en una gran corporación, pero nunca querría dirigir una.
—Porque si no lo hacía, dejaba abierta la posibilidad de hacer daño a mi compañía. Starr
Media significa todo para mí y nunca haría nada para arriesgarla.
Incliné la cabeza e hice un gran esfuerzo para retener el sarcasmo.
—¿Cómo un palo de pan de ajo va a herir a Starr Media?
Se reclinó y estiró los brazos sobre el respaldo del sofá, poniéndose cómodo.
—Solía jugar al pádel con un cliente que comía en un italiano antes de jugar y
literalmente sudaba ajo. —Se encogió de hombros.
—Lo entiendo. Una vendetta personal contra la comida italiana.
—Mi cruz. Aunque realmente me gusta la comida italiana, solo que no en otra gente.
Decidí no decirle que conocía este pequeño chisme al revisar su refrigerador la semana
pasada.
—Es agradable saber que de vez en cuando sales de la oficina. Es bueno hacer ejercicio y
que te dé el aire.
—Normalmente corro por el muelle. El pádel solo es para los clientes.
—Yo también. Es divertido que no nos hayamos encontrado. —Aparte del incidente de
esconderme en el arbusto que me llevaría a la tumba.
—¿Quieres decir aparte de esa vez hace unas semanas? —Su voz tenía un tono alegre
que nunca había escuchado en la oficina. Siempre era agradable y carismático en el trabajo,
pero esto se sentía diferente, un poco más íntimo—. ¿O se suponía que no sacara eso a
colación? —Guiñó un ojo.
Abrí la boca. ¿No había nada que este tipo no supiera? Juré que me había escondido
antes de que tuviera la oportunidad de notar que estaba en el vecindario.
—¿Cómo…?
—No creo que mucha gente salte a los arbustos cuando me ven acercarme. O deje hojas
en su cabello cuando viene a trabajar. Dejas una impresión bastante duradera, Taylor, te
concederé eso.
El calor se propagó por el cuello y las mejillas, y si el sofá decidiera tragarme en este 76
momento, estaría muy agradecida.
—Sí, ni siquiera quiero tratar de explicar eso.
Asintió y una sonrisa jugó en sus labios, pero después de un momento su expresión se
volvió seria.
—Bromas aparte, esta compañía es mi vida y los primeros años siempre son los más
duros en cualquier negocio. Sé que estas reglas parecen un poco… —buscó la palabra
correcta—, duras, pero tengo que hacer lo que sea necesario.
—Pero necesitas salir y divertirte de vez en cuando. Te volverás loco si pasas todo el
tiempo en tu oficina.
—¿No se supone que soy el que está tratando de que tú te sientas mejor y no al revés?
—Dar consejos a gente mayor es el truco. —De hecho, hablar con Brogan y catalizar mi
rabia fue una distracción bienvenida del problema de mi madre.
Niega y sonríe, probablemente reevaluando su decisión de no llamar a seguridad cuando
tuvo la oportunidad.
—¿Se supone que tome el consejo de alguien que se lanza a los arbustos?
Le golpeé el brazo y aparté inmediatamente la mano. Golpear a mi jefe probablemente
no era la acción más inteligente, especialmente si fue coqueto. Mierda, no solo acababa de
golpear a Brogan, estaba coqueteando con él.
—Bien. —Levantó las manos a modo de defensa, pero aún tenía una sonrisa grabada en
su rostro—. ¿Qué sugieres que haga?
—No sé. ¿Ir al cine? ¿Discotecas? ¿Te gusta bailar?
—Negativo en lo de bailar. Mi madre me apuntó a clases de ballet cuando tenía siete
años y me echaron cuando escupí en el moño de la profesora.
—Está bien, bailar está oficialmente tachado de la lista. Me sorprende que eso no esté en
el Manual.
Me miró de soslayo.
—Sobrepasándote, Taylor.
Saqué la lengua.
—Sobrepasar los límites es lo que hago mejor. Por eso me contrataste.
Alzó una ceja.
—¿En serio?
—El hecho de que el mes pasado logré un récord lo demuestra. —En realidad, el lunes
serían dos meses. Si no era despedida en las próximas horas.
—Sí, lo hiciste. Un hecho impresionante. Y debes saber que me gusta quedarme y leer. A
veces jugar al ajedrez en internet.
Me puse la mano en la oreja.
—¿Escuchaste eso?
Confuso, frunció el ceño y miró a su alrededor.
—¿Escuchar qué? 77
Tomé el teléfono y fingí recibir una llamada.
—¿Hola? —Puse una mano sobre el micrófono y susurré—: Es la Asociación de
Jubilados, llaman por lo de tu carnet.
Se rio y negó. Los hoyuelos hicieron una pequeña aparición y mi mente se quedó en
blanco por un pequeño segundo antes de escuchar su pregunta.
—Está bien, de acuerdo, ¿qué haces tú para divertirte?
—Normalmente veo Netflix con mi compañera de piso, Bachelor todos los lunes con mi
madre y me gusta ir de excursión y a los mercados agrícolas.
Sonrió y volvió a recostarse contra el sofá, los brazos extendidos en el respaldo y la
pierna izquierda apoyada sobre la rodilla derecha. Esto era lo más casual que había visto a
Brogan y tenía que admitirlo, esta noche la apariencia era particularmente atractiva.
—¿Cuáles eran tus planes esta noche? Después de allanar mi casa, claro.
—No estaba allanando tu casa. Estaba cuidando a tu perro mientras se suponía que
estarías en una reunión. Pero si quieres saberlo, iba a volver a casa y hornear.
Me miró con un renovado interés.
—¿Qué te gusta hornear?
—La especialidad Taylor son las galletas con trozos de chocolate. La receta de mi madre
se lleva el primer premio todos los años en la feria estatal.
Brogan gimió.
—Eso suena increíble. Nunca como galletas.
—¿Qué? ¿No encajan con el zumo de pasas y las Tums22?
Apretó los labios, parecía estar haciendo su mejor esfuerzo por reprimir una sonrisa.
—Aún sigo siendo tu jefe, ¿sabes?
—¿Qué estabas planeando hacer esta noche que misteriosamente llegaste tan temprano
de tu reunión?
—Ver una película. Tal vez un documental —respondió con total naturalidad.

22Tums: pastillas contra la acidez estomacal.


—¿Un documental? Ay, jefe, necesitamos introducirte en el siglo veintiuno. ¿Dónde está
el control remoto?
Me lo entregó y puse en Netflix.
—¿Has visto The Breakfast club?
Negó.
—No. ¿Incluye tocino? porque podría gustarme.
Lo miré con sorpresa, sospechando que se había educado en algún culto en medio de
ninguna parte.
—Jesús. Estás peor de lo que pensaba. ¿Cómo es que no la has visto? Es un clásico.
Aunque yo no había nacido cuando la mayoría de los clásicos se difundieron, mi madre y 78
yo los veíamos todo el tiempo cuando era joven.
Se encogió de hombros.
—No vi muchas películas mientras crecía.
—¿Qué hacías?
Las películas fueron fundamentales en mi infancia. Cada película marcó una fase
diferente de mi vida. En mi primera cita vimos Fast and the Furious en el sofá de mi madre.
Miraba The Notebook después de cada ruptura. O golpeaba la vieja escuela atracándome de Ferris
Bueller’s Day Off y deseaba ser Sloane.
—Estaba ocupado con la escuela y estudiando. Mis padres estaban… —Dejó de hablar.
Podría haberle forzado a que se explicara, pero en su rostro floreció una expresión
atormentada, oscureciendo sus rasgos. Por la forma en que reaccionó durante la llamada de su
padre, sabía que su relación distaba de ser amigable.
Pulsé en la película y la puse. Ambos sentados en medio del sofá a solo unos
centímetros. Se me ocurrió que simplemente me había auto invitado a ver una película con mi
jefe. Al que había visto solo con una toalla hacía menos de treinta minutos. Así que merecía ser
despedida.
No había estado en una primera cita desde hacía mucho tiempo. Estar en casa de Brogan
nada menos que sin invitación, era sin duda una primera cita horrible, pero a la sensación
cosquilleando en mi estómago no le importaba ese pequeño detalle.
Nos sentamos como la gente que empezaba una película por castigo, y encontré irónico
que estuviera sentada al lado de alguien totalmente contrario a mí. Como Penny y Leonard en
The Big Ban theory.
Espera, ¿en este escenario era la sabelotodo de ciencias o la actriz fallida? Supongo que si
perdía mi trabajo estaba un paso más cerca de trabajar en Cheesecake Factory. Y
probablemente podría quitar un vestido mejor que Brogan.
Junté las manos en el regazo y me obligué a mirar la película, luchando contra la urgencia
de mirar a Brogan. Me fue casi tan bien como cuando intentaba evitar meter el dedo en pulsar
mientras recorría Amazon. Ni siquiera tenía ese tipo de autocontrol.
¿No tienes esos momentos de déjà vu, cuando te transportas de vuelta a ese horrible
agujero del infierno que es séptimo grado y Lenny McCafferty, el quarterback estrella, está
sentado en tu sofá del sótano mirando una película contigo? ¿Excepto que realmente no estás
mirando la película, sino más bien observándolo, no muy discretamente, y te duelen los ojos
porque estás usando demasiado la vista periférica?
Sí, esa era yo sentada en el sofá de Brogan.
Excepto que esta vez no llevaba un aparato en los dientes o sufría un horrible caso de
acné, pero la repentina preocupación fue por los tacos de la comida mezclados con el café,
sonaba muy poco atractivo en el departamento del aliento.
Esto era muy parecido a mi enamoramiento en la escuela media, en que había sido
golpeada por un caso grave de lo que yo llamaba La Autoconsciencia.
Era el lema perfecto para un comercial médico.
¡Oye, tú! Sí, tú, el que está sentado en el sofá como un imbécil antisocial. ¿Estás sufriendo un caso grave
del Síndrome autoconsciente? ¿No te sientes seguro? Los síntomas son: 79

1.- Ser consciente de las pecas de tu piel. Como persona de tez blanca que solía pasar mucho
tiempo al sol, era inevitable, ¿pero desde cuando tenía tantas?

2.- Poca resistencia a los olores ambientales. Eran difíciles de ignorar cuando Brogan estaba
fresco de la ducha. Una mezcla de colonia y jabón flotaba en mi dirección y mi cuerpo se inclinaba
instintivamente hacia el olor.

3.- Malestar corporal. Había elegido el peor lugar del sofá, la hendidura. Ahora mi trasero estaba
aplastado entre los cojines y se podría necesitar una palanca de torno para sacarme de allí. Había pasado la
oportunidad de moverme, porque Brogan podría pensar que estaba tratando de coquetear si me acercaba más, o
si me alejaba podía preguntarse mis motivos.

4.- Demasiado uso de la visión periférica. Porque, ¿estaba mirando la película o me miraba a
mí?

Tenía un caso realmente grave de Autoconsciencia y estaba pensando demasiado en mi


posición en el sofá. Cada vez que estuviera cerca de Brogan este pensamiento saldría a la luz,
todo era tan fresco, tan nuevo. Tal vez fuera el período de sequía. Tal vez eran sus brazos
tatuados y el pecho musculoso lo que me trastornaba las malditas neuronas. Sea lo que fuere,
me tomaba un gran esfuerzo mantener la compostura y soportar el trasero plantado de mi lado
del sofá.
Puso el brazo sobre el sofá y, por lo que pude ver con mis ojos adoloridos (Síntoma #4
del Síndrome Autoconsciente), cerró los dedos con naturalidad en un puño cerca de mi
hombro. Si me movía un par de centímetros a la derecha, técnicamente me estaría rodeando
los hombros con el brazo. Con esta comprensión se me puso de punta el vello de la nuca y se
me aceleró un poco el pulso. Cerré los ojos e inhalé la esencia limpia de Brogan y
distraídamente me pregunté qué jabón usaba, nunca había olido algo tan masculino y delicioso
en mi vida.
Se movió hacia mí y el pulso me retumbó en las sienes a ritmo rápido.
—Déjame aclarar algo. ¿Castigan a toda esta gente y luego los dejan solos? Eso suena
como un pleito.
—Eran los ochenta, ¿qué esperabas? De acuerdo, ni siquiera era un punto en el radar de
mis padres en esa época, pero he escuchado historias de mi madre. Y según ella, las películas
no estaban muy alejadas de la verdad. —Usé esta oportunidad para alejarme un poco de
Brogan y fuera de la temida hendidura. Fijó la mirada en el espacio del que me había movido y
hubiera dado cada sesión de besos en el sofá de mi pasado por saber qué estaba pensando
exactamente en este momento—. Además, ¿qué tipo de historia sería si no pudieran conspirar
contra el director?
—¿Alguna vez te comentó alguien que tienes un gusto horrible para las películas?
—Todo lo contrario. Siempre elegía las películas para la noche de películas cuando
estaba en el colegio. La gente confiaba en mí para las decisiones importantes. 80

Curvó los labios con una sonrisa irónica y se reclinó contra el sofá.
—¿Bajo coacción? ¿O también irrumpías en sus casas y tomabas el control de sus salas
de estar? —Me golpeó la rodilla con la suya y dejó salir una risa baja que retumbó en mi pecho.
Bajé la mirada a su pantalón deportivo donde estaba conectado con mi pierna, luego una
rápida mirada a su pecho, acabando finalmente en su fuerte mandíbula con barba. Deslizó la
lengua sobre los labios y sus ojos brillaron con diversión cuando me miró. Sonrió ligeramente y
sus hoyuelos hicieron una reaparición.
Hola, ¿partes femeninas? ¿Están ahí? No, sin respuesta, más bien los escombros de mis
ovarios se habían dispersado en un radio de dieciséis kilómetros. En serio, ¿cómo estaba
soltero este tipo?
Una pared de ochenta kilos de puro músculo sentado junto a mí, con unas cuantas
prendas de ropa en el camino. ¿Estaba haciendo calor? El café de su prensa francesa debía
estar dándome alucinaciones. ¿Brogan Starr realmente se estaba soltando y… flirteando?
Decidí que lo mejor era ignorarlo y mantenerme fría.
—Ja. Ja. —Puse los ojos en blanco lo mejor que pude y volví a centrar la mirada en la
película—. Simplemente sigue mirando. Te lo aseguro, cambiarás de idea.
Dobló los brazos, mostrando completamente sus tatuajes, aunque desde mi discreta
mirada de soslayo, no podía ver ninguno con claridad, solo remolinos de tinta negra en su piel.
Mi yo adolescente le habría chocado los cinco a mi yo del presente por este momento, a pesar
del hecho de que éramos mi jefe y yo en este extraño momento envuelto en Netflix.
—Espera, ¿ahora simplemente van a fumar en la escuela? ¿Qué hay del trabajo?
—Relájate, Starr. Llegarán allí. Primero tienen que darse cuenta de lo tercos que han sido
unos con otros. —Porque si esta película me enseñó algo como adolescente, era que la gente
era más que la fachada que le presentaban a la gente. Justo como había más en Brogan que sus
cientos de reglas y el título de CEO.
—El padre de ese tipo, Andy, merece que lo golpeen. —Frunciendo el ceño, se inclinó y
apoyó los antebrazos en las piernas mientras miraba. Estaba transformado. Una elección de
película mala, mi culo. Estaba totalmente atrapado.
Sonreí.
—Eso es lo que él hace.
Los últimos minutos de la película se mostraron en la pantalla y suspiré. Esta película
nunca pasaba de moda, no importaba las veces que la mirara.
—¿No es lo mejor?
Claire simplemente le había dado a John su pendiente y todo estaba bien en el mundo
del mejor castigo conocido por la humanidad.
—Yo… no tengo palabras —respondió. Aún miraba la televisión con horror.
Crucé los brazos sobre el pecho.
—No creo que podamos seguir siendo amigos —bromeé.
Movió la mirada hacia la mía y se me atascó la respiración en la garganta ante la
intensidad de sus ojos.
81
—No éramos amigos. Soy tu jefe.
No podía ignorar el calor en su expresión, el mismo brillo de cuando mi suéter cayó
víctima de Betsy. Habría dado cualquier cosa para que me empujara sobre el sofá y me hiciera
olvidar mi nombre.
—Cierto. Solo era una expresión. —Me aclaré la garganta y alejé los pensamientos de
fornicar en el sofá.
Asintió.
—Esta noche fue agradable. Ha pasado mucho tiempo desde que pasé el tiempo en casa.
Algo en ese comentario me sacó de mi pequeña burbuja de dicha. Este tipo vivía y
respiraba para su trabajo. No es que yo trabajara a horas decentes, pero este giro estaba muy
cerca de mi casa. Era bastante malo que estuviera chiflada por él, pero además, vi de primera
mano lo que pasaba con las relaciones de los adictos al trabajo. La familia secreta no era un
riesgo con Brogan, pero en cierto modo estaba casado con su trabajo. La experiencia con mi
padre era suficiente para alejarme. Pero me estaba alejando de mí, porque esto no iba en esa
dirección. Tenía un inventario personal de cada músculo de su cuerpo.
—En cualquier momento —contesté—. Quiero decir… —Suspiré. Realmente
necesitaba trabajar en pensar antes de hablar frente a él—. Oh, ya sabes lo que quiero decir.
—Sí. —Sonrió—. Lo sé.
—Debería irme. Gracias por escuchar. Ahora me siento mucho mejor. —Incluso aunque
el estrés de todo lo que estaba pasando con mi madre me haría llorar a mares en cuanto
volviera a mi apartamento, fue agradable tener un ligero aplazamiento.
Cuando me levanté se aclaró la garganta y levantó una mano.
—Te acompañaré a la salida.
Se levantó del sofá y los músculos de sus brazos se mostraron de la forma más deliciosa.
Me llevó un momento concentrarme para no violar al menos diez reglas de su maldito Manual
de empleado.
Me encaminó al ascensor después de encerrar a Bruce en el apartamento. Me giré para
enfrentarlo después de pulsar el botón de la planta baja. Solo unos centímetros me separaban
de él, tenía que doblar el cuello para mirarlo. Si daba un paso más nuestros cuerpos se
presionarían juntos y me vería forzada a extender las manos sobre su pecho. Algo que me
hubiera gustado. Mucho.
Buscó mis ojos con una suavidad que me quitó el aliento. Este nuevo lado de Brogan,
eso de bromear y reír… quería que continuara.
Pero a las siete del lunes las cosas volverían a la normalidad, compañeros profesionales.
Los que asentían cuando se encontraban en el pasillo y se saludaban con educación. De la
forma en que se suponía que debería ser.
—Yo… —soltó la palabra con una exhalación.
Alzó la mano a centímetros de mis mejillas cuando el ascensor sonó y las puertas se
abrieron. Dejó caer la mano a un costado y apretó los labios.
¿¿Qué??, quería gritar. No podía dejarme así. Seguramente tenía algo inteligente que decir.
Algo como: Quiero echarte sobre un hombro, volver a mi apartamento y hacerle cosas indescriptibles y
deliciosas a tu cuerpo. O tal vez un: Creo que tu excesivo balbuceo e irrupción en mi apartamento son lindos y 82
me alegro de haberte contratado.
—Te veré el lunes —dijo asintiendo y dándome un golpecito en el hombro.
¿Qué demonios acababa de pasar? ¿Acababa de ser… rechazada?
Hice un repaso mental de los diferentes tipos.

Niveles de rechazo:

Rechazo completo: Un tipo deslizando tu fotografía de Tinder23a la izquierda. Irrespetuoso.

Medio rechazo: Un tipo desapareciendo repentinamente de las redes sociales después de una cita.
Grosero.

Casi rechazo: Entrar en el apartamento de tu jefe, obligarlo a ver tu película favorita y acabar la noche
con un golpe amigable en el hombro, del mismo modo que alguien consuela a un niño cuando pierde un partido
de fútbol. Desalentador pero entendible. ¿Cierto?

Salgo del ascensor, ignorando el extraño escozor por el casi rechazo.


—Es muy temprano.
Las puertas del ascensor se cerraron. Me apoyé contra la barandilla y observé mi rostro
sonrojado en el espejo. Estaba en un gran problema.

23Tinder es una aplicación geosocial que permite a los usuarios comunicarse con otras personas en base a sus
preferencias para charlar y concretar citas o encuentros. Fue lanzada en agosto de 2012 por Sean Rad, Justin
Mateen, Jonathan Badeen y Ramón Denia.
Capítulo 11
Regla de vida de Lainey Taylor #32

Si no quieres subirte al tren rumbo a Crazy Town24, deja de intentar interpretar las
cosas. En serio, no lo hagas.

Z
portátil.
oey estaba en el centro de la sala de estar sobre una colchoneta de yoga en la
postura de Saludo al Sol cuando me desperté. Jitters estaba panza arriba sobre el
sofá, esperándome para que le rascara la barriga mientras la pasaba para tomar mi
83

—¿Cómo va tu postura de Rana Arriba?


—Esta es la Cobra. Y no te haría daño intentarlo, ¿sabes? —Curvó la espalda y extendió
los brazos sobre la colchoneta, cambiando a lo que pensé que era la pose del Niño. En la
universidad me había unido a las clases de yoga con ella y terminé quedándome dormida en
cada posición. El mejor sueño que jamás había tenido. Y que fue rápidamente interrumpido
por la instructora diciéndome con un Namasté25 como el infierno que me fuera de su clase—.
¿Sabías que la gente con puestos de oficina son un ochenta por ciento más propensos a tener
coágulos sanguíneos?
Fui a la cocina, tomé mi taza y la llené de café.
—¿Y sabías que estoy cien por ciento más cerca de morir cada día que vivo?
Dejó escapar una profunda exhalación y negó.
—Realmente adoro tu terquedad.
—Es una de mis muchas adorables cualidades. —Le sonreí dulcemente.
—Sí, sí. —Continuó las poses de yoga mientras Jitters la miraba, golpeando
juguetonamente el cojín con su cola.
—Voy a casa este fin de semana para ver a mi madre. ¿Eres capaz de defender el fuerte?
—Sí, necesito ponerme al día con el papeleo. También iré al centro —dijo.
Durante su tiempo libre, Zoey disfrutaba trabajar con niños en un centro juvenil. Todos
procedían de hogares en riesgo y no dudaba que ella sería la Michelle Pfeiffer que esos niños
necesitaban para mantenerlos fuera de problemas.
—¿Dónde estuviste anoche? No te escuché llegar.
Sofoqué una sonrisa, intentando contener mi entusiasmo.
—Con Brogan.

24Crazy Town: la traducción sería La Ciudad de los Locos.


25Namasté: Es el equivalente al hola o al adiós en muchos lugares budistas, en el sur de Asia y en la India. En
realidad tiene muchos significados. Puede usarse como signo de respeto, veneración, agradecimiento y varios más.
Sus ojos se ampliaron.
—¿Qué? ¿Con Brogan?
—No con él, solo con él. Pasamos la tarde en su sofá.
—Necesito todos los detalles, mujer. ¿Se quitó el palo del culo antes de entrar en su casa
o es un accesorio de veinticuatro por siete?
—Más o menos lo sorprendí mientras salía de la ducha.
Sus cejas desaparecieron bajo el flequillo.
—La trama se complica.
—Eso es lo que ella dijo —tercié. Nunca dejaba pasar una buena broma de eso es lo que
ella dijo. 84
Me dio una mirada.
—El juego de palabras fue totalmente intencionado. De acuerdo, dime… ¿estaba
desnudo?
—Con una toalla, pero vi cosas.
—Cosas —repitió y me dio una mirada incrédula.
Alcé las cejas.
—Cosas.
—¿Y cuánto medían estas cosas? —Separó sus manos, usándolas como una improvisada
regla. Negué y las separó más. Volví a negar y se quedó boquiabierta—. Querido Dios, mujer.
Eso simplemente suena poco saludable.
Un delicioso calor pulsó entre mis piernas solo al pensar en su pecho esbelto. Las gotitas
de agua que se aferraban a su piel. Los bordes donde la piel morena se encontraba con
intrincados tatuajes.
—En realidad, no lo vi, así que podría haber sido un espejismo.
—¿Y solo vieron películas… en su sofá? ¿O estamos hablando de Netflix y relajarse?
—Solo una película.
Fruncí el ceño. ¿Todavía contaba como amistoso si hubiera deseado que sucediera algo
más? Ya no sabía cómo sentirme. Había pasado mucho tiempo desde que había ensillado para
una cita y, en términos de caballos, Brogan era un árabe. Salvaje, intocable, sin tener intención
de ser montado por empleados sin talento. ¿Por qué no puse la mirada en un agradable pinto?
¿O en un poni? Algo seguro.
No solo iba contra la política de la compañía, sino que si iba por él, lo que no haría en
absoluto porque me gustaba pensar que mis hormonas no me hacían estúpida, ¿qué sucedería
si terminaba mal? No podía permitirme perder mi trabajo.
***
Una bufanda de cachemir y botas de montar eran accesorios perfectos para animar un
día deprimente. Árboles rojos y amarillos se alineaban en las aceras y la niebla flotaba en el aire,
cubriendo mi ropa con un ligero brillo de gotas de lluvia. Como todos los que vivían en el
noroeste del Pacífico, me acomodé la capucha sobre la cabeza con más fuerza. Sin paraguas.
Nadie excepto el inmigrante usaba paraguas y no iba a empezar ahora.
Tan pronto como entré en el edificio, me quité el abrigo y sacudí las gotas de agua de la
tela. Sonreí para mí cuando presioné el botón de la planta cuarenta, pensando de nuevo en la
noche. El frente frío de Brogan había pasado y ahora se había convertido en una gran ola de
calor.
Jackson estaba tecleando en su escritorio cuando salí del ascensor, manteniendo mi
abrigo ajustado fuertemente a los costados. Una taza de café se posaba en mitad de mi
escritorio y miré a Jackson.
—¿Quién dejó esto aquí? —En un momento de debilidad pensé que era Brogan, como
una especie de obsequio secreto de ―Lo pasé muy bien anoche, aquí tienes una taza de café
porque creo que eres increíble‖.
—Zelda.
85
El alivio y la decepción me inundaron. Por supuesto que sería de mi única amiga en la
compañía y no del hombre que sorprendí desnudo. Está bien, casi desnudo.
Pensamiento de deseo. ¿En qué mundo de sueños vivía donde los directores ejecutivos
de corporaciones de billones de dólares consentían a sus asistentes? Realmente necesitaba dejar
los romances de oficina por un tiempo porque, al igual que las princesas de Disney, estaba
plantando ideas poco realistas en mi cabeza, como la posibilidad de que mi jefe pudiera estar
enamorado de mí. Porque en la vida real, si jodía las cosas, no sería solo mi vida la que saldría
arruinada.
—¿Oh? ¿Sabes por qué?
Apuntó a su enjuto rostro.
—¿Parece que tengo cara de que me importe lo suficiente para preguntar?
—No —dije en voz baja—. Por supuesto que no.
Esbocé una tentativa sonrisa mientras abría la nota dejada bajo mi café.

Feliz aniversario de dos meses en Starr Media. ¡De este a muchos, muchos más!
Z.

Seis semanas más que mis dos últimos predecesores.


Tomé un sorbo y gemí. Mi absoluta bebida favorita.
—Doble caramelo y moca. Con un poco de crema —dijo Zelda mientras rodeaba la
esquina hacia el frente de la oficina.
—¿Cómo lo supiste?
Puso las manos en las caderas y sus pendientes tintinearon mientras hablaba.
—Chica, es mi trabajo saberlo todo.
—Correcto. —Tomé otro sorbo—. Y gracias. Esto es realmente agradable.
—No hay de qué. Es agradable tener un poco de sangre nueva aquí que realmente
aprecie a las personas. —Le lanzó una mirada fulminante a Jackson y él hizo una mueca. La
mayoría de los otros compañeros parecían tolerar a Jackson, pero Zelda mostraba abiertamente
su completo y absoluto desdén—. De todos modos tengo que volver al trabajo. Felicidades
por el gran logro.
—Gracias. —Me dio un rápido abrazo y sus rizos me hicieron cosquillas en la nariz.
Tan pronto como Zelda desapareció por el pasillo, me volví hacia Jackson.
—Me encontré con Brogan el viernes.
—¿Dónde? —susurró, como si esto fuera un encuentro súper secreto.
—En su apartamento.
Sus ojos pequeños y brillantes se ampliaron y golpeó con sus manos el escritorio con la
suficiente fuerza para hacer traquetear su taza de café.
—¿Qué le dijiste? Juro que si me vendiste… 86
—Relájate. —Tal vez fue el café de premio dándome una sensación extra de seguridad,
pero puse las manos en las caderas y lo confronté con la misma mirada condescendiente que
tan a menudo usaba conmigo—. Guardé tu precioso secreto.
Como si me contradijera, la voz de Brogan se escuchó por el altavoz.
—¿Lainey?
Presioné el botón del receptor.
—¿Sí?
—En mi oficina. Ahora.
El rostro pálido de Jackson cambió a un bonito Blanco Vampiro, y sus ojos me rogaban
mientras me dirigía hacia la oficina de Brogan.
Bien. Déjenlo sudar. Había hecho mi vida un infierno durante los últimos dos meses y
merecía probar su propia medicina.
La puerta de cristal se cerró detrás de mí con un suave siseo. Puse las manos detrás de la
espalda, insegura de qué hacer en esta situación. Habíamos pasado una noche divertida juntos,
pero ahora estábamos en nuestro ambiente de trabajo y no sabía qué significaba. O siempre
había la posibilidad de que sacara el Manual, me señalara exactamente cuántas reglas había
violado y me mandara a empacar mis cosas.
Una sonrisa jugó en sus labios cuando me vio obviamente inquieta. Su comportamiento,
incluso desde la semana pasada en la oficina, había cambiado por completo.
—¿Cómo le va a tu suéter hoy?
El alivio me recorrió cuando me di cuenta que no me había llamado para despedirme…
o si lo iba a hacer, era un individuo seriamente enfermo por bromear conmigo primero. Hojeé
el suéter, fingiendo inspeccionarlo.
—Intacto y sin manchas.
—Es bueno oírlo. Siéntate. —Hizo un gesto hacia la silla al otro lado de él.
Cuando me senté, crucé las piernas y alisé mi falda lápiz.
Formó un triángulo con sus manos sobre el escritorio, golpeteando las yemas de cada
dedo, esmeradamente cuidado.
—Estuve pensando. A Bruce realmente le gusta tenerte cerca, por lo que he pensado en
pasarte la tarea de pasearlo a ti y quitársela a Jackson.
Descrucé y crucé las piernas y en el proceso la punta de mi bota rozó contra su pierna
bajo el escritorio. Ambos nos quedamos quietos, sus ojos encontrándose con los míos. Si
hubiera alejado la mirada, incluso por un instante, me habría perdido la dilatación de sus
pupilas y la manera en que su nuez de Adán se deslizó en su garganta cuando tragó con fuerza.
Un estremecimiento comenzó en la base de la espina dorsal y me recorrió la espalda.
Me aclaré la garganta y decidí enfocar la mirada en algo más seguro, optando por la foto
de Brogan con Bruce en el escritorio. Como la otra noche, el calor de la autoconciencia,
principalmente la conciencia de cuán eufórica estaba al entrar en contacto con alguna parte de
su cuerpo, hormigueó en mi piel desde los codos hasta los dedos de los pies.
Nota para mí misma: hacerme una cuenta en eHarmony26, porque esto está moviéndose peligrosamente 87
hacia la categoría de patético.
—Está bien. Puedo manejarte. —Me ahogué dándome cuenta de lo que acababa de
decir—. Manejarlo. Quise decir que puedo manejar esto, no a ti. —Me pasé la mano por el
cabello y resistí la urgencia de gemir.
Enamoramiento de colegiala. Era la única razón que podía explicar este comportamiento. En
la escuela, estaba el semidiós de todos los profesores de ciencia… el señor Chandler. Era joven
para ser profesor, llevaba camisetas ajustadas a su amplio pecho, tenía tatuajes parecidos a los
de Brogan y, el tabú de que me gustara alguien tan prohibido, había jugado un rol clave en mi
encaprichamiento por él. Eso era de lo que se trataba… un encaprichamiento. Porque Brogan
tenía la triple S27: Sexy, Sutil y Sueño imposible.
Sus cálidos ojos marrones me observaron. Se mordió el labio inferior y me imaginé
cómo se sentirían sus dientes pasando por mi cuello, mis brazos, mi…
Carraspeó y se desabotonó el saco.
—Mientras que esto no sea un problema, creo que eres una mejor opción.
Espera. ¿Qué? ¿Una mejor opción para qué? Salí de mi estupor a tiempo para ver una
sonrisa malvada jugando en sus labios. Rememoré nuestra conversación y me di cuenta que mi
mente se había ido diez pasos más allá de pasear al perro. Mientras se centraba en un cuidador
adecuado para su perro (en serio, la habilidad de cuidador de Jackson habría atrofiado
emocionalmente a una piedra mascota. ¿En qué había estado pensando Brogan?), yo estaba
decidiendo si sería dominante o receptor en el dormitorio. Definitivamente dominante.
Eso me decidió… lo del sitio de citas ocurriría esta noche. Y bajo los rasgos de
personalidad pondría: fantasías delirantes sobre las personas equivocadas en los momentos
equivocados, y ―la gente con perro no necesita aplicar‖.
Volví a cruzar y descruzar las piernas, esta vez asegurándome de no tocar a Brogan.
—¿Supongo que iré esta noche?
—Sí. Tengo una conferencia hasta las nueve. No más encuentros improvisados en toalla.
—Probablemente sea lo mejor.

26eHarmony: es un sitio web de citas.


27Las palabras originales están en inglés: Sexy, Smart, and SO out of my league.
Mi subconsciente me miró de reojo. Oh, lo siento, ¿un extraterrestre te succionó el cerebro a través
de una pajita?
¿En qué universo eso era una buena idea?
Asintió, su expresión se volvió seria, de nuevo a nuestros roles como habían sido antes
de esa noche de amistosa familiaridad. El cambio en su comportamiento fue palpable, de
repente la habitación se volvió más sofocante que un sauna.
—Yo también lo creo. —Golpeteó la pluma en el escritorio y siguió mirándome—.
Lamento si te di una impresión equivocada. Me mantengo firme sobre todas las políticas del
Manual.
Esa palabra dijo todo lo que necesitaba saber.
En términos sencillos: no salir contigo. 88
—Por supuesto. —Mantuve mi expresión impasible. El tipo me estaba haciendo un
enorme favor. Este era exactamente el por qué necesitaba deshacerme de esta molesta (de
acuerdo, no era tan molesta pero mentirme me hacía sentir mucho mejor) fantasía de estar con
él. Entonces, ¿si cometiera acciones innombrables, cosas peores que las que he cometido por
una barra de Klondike28para volver a tener un vistazo de su empapado y húmedo cuerpo en
una toalla? Demonios, no era necesario perder el tiempo con la ropa para lavar, olvida la toalla.
Alejé el pensamiento. Me dio un trabajo, y además la oportunidad de entrar en un
despiadado negocio. Desperdiciar eso por la oportunidad de tener un fin de semana de
diversión era estúpido e infantil.
Ahora, ojalá ese memo se diera prisa en llegar a las otras partes de mi cuerpo.
La llave de su apartamento ya estaba en mi escritorio cuando salí. Seguro que Jackson no
se dio prisa en renunciar a sus tareas de pasear al perro ni nada. Bruce no era tan malo. Baboso
y con gases, sí. Pero cualquier perro que me permitía abrazarlo mientras pasaba por una crisis
emocional estaba bien en mi libro. Ahora solo necesitábamos trabajar en su manía de
confundir mi ropa con comida para perro, la ropa que no podía permitirme reponer en un
futuro próximo.
Está bien, todavía apestaba, pero no me importaba.
Esa noche con Brogan, preocupada por mi aliento y la falta de suficiente desodorante
había sido un rayo de luz en la mierda de los últimos días.
Para cuando llegó la hora del almuerzo, había programado mi correo para la semana y
me las arreglé para reservar un par de citas de Brogan. Como un obsequio para mí misma, fui
al puesto de tacos de un dólar que había unas cuadras más allá, y ya que la lluvia se había
detenido por un rato, decidí pasear por el parque. Después de comerme los tacos, saqué mi
teléfono y llamé a mi madre. No había hablado con ella el fin de semana porque estaba
intentando darle espacio, pero cualquier cosa más allá de tres días era demasiado. Habíamos
planeado que fuera a casa este fin de semana y quería asegurarme de que seguíamos con los
planes de comida chatarra y festival de cine.
Respondió al tercer tono, su voz sonaba más animada que el viernes.
—Hola, bichito.

28Barrade Klondike: es un postre que consiste en una barra de helado de vainilla cubierto con chocolate. Es
conocido por su eslogan publicitario: ¿Qué harías por un Klondike Bar?
—¿Te sientes mejor? —pregunté con la esperanza de que hubiera alguna mejora desde la
semana pasada.
—Mucho. Acabo de ir a una cita para finalizar la mezcla de medicinas para el nuevo
tratamiento.
Sonreí, un peso se levantó de mi pecho.
—Es genial. ¿Cuándo comienzas?
—El miércoles. ¿Todavía vas a venir a casa este fin de semana?
—Estaba pensando eso. Si está bien contigo. —Esta sería una muy necesaria distracción
del hecho de que deseaba a mi jefe y los sentimientos no eran mutuos.
—Por supuesto. Perdona por necesitar mi espacio. Pero no hay nada que una
89
hamburguesa de Greasy Guy‘s no pueda arreglar.
Gemí.
—Extraño Greasy Guy‘s. —Echaba de menos comer buena comida casera. De hecho,
extrañaba todo de mi casa.
—Entonces está decidido. El sábado, tú, yo y una hamburguesa de Guy‘s.
—Está hecho.
Cualquier cosa para mantenerme distraída.
Capítulo 12
Regla de vida de Lainey Taylor #4

Nunca hagas enojar a tu mamá. La rabia es mucho peor que cualquier tormenta de
mierda que puedas imaginar.

—Y o, Lainey Taylor, soy una mujer exitosa, inteligente e independiente.


—Di un asentimiento en el espejo retrovisor—. Los hombres no
dictan mis pensamientos. En especial hombres con tatuajes y
hoyuelos. —Si pudiera mágicamente ganar dinero por todas las mentiras que me había dicho a
mí misma en las últimas semanas, tendría lo suficiente para pagar los tratamientos de mi mamá
90

y todavía me quedaría para llenar una piscina con monedas y nadar en mi riqueza—. No seré
un perro faldero. Soy la señorita perfecta. Completamente tranquila e imperturbable. —Movía
las manos en el volante mientras hablaba.
Una abrumadora sensación de alivio me cubrió mientras cruzaba el puente hacia
Oregón. Esta era mi oportunidad para presionar el botón de reinicio en mi vida y volver al
punto de partida, recordando lo que de verdad importa en la vida: la familia y el amor. No un
jefe que coqueteó conmigo, ¿tal vez?, ¿más o menos?; pero estaba completamente fuera de mis
límites.
Para el momento en que estacioné en mi vieja entrada, mi humor había mejorado, al
igual que la niebla de la madrugada que cubría Portland.
Todos los girasoles y las dalias se habían cerrado por el frío taladrante de finales del
otoño. Los árboles de roble del patio aferraban sus últimas hojas, cafés y tenues, esperando su
turno de caer a la acera mojada por la lluvia.
Abrí la puerta de madera de nuestro bungaló y limpié las botas en el tapete.
—Mamá —grité. Desenredé la bufanda y me quité la chaqueta dejando todo en el
perchero. Un calor me envolvió mientras respiraba los familiares aromas de mi casa: algo
horneándose, el fuego en la chimenea y ropa recién lavada.
—Aquí. —Su voz vino del pasillo. Me abrí paso desde el vestíbulo y di vuelta antes de
las escaleras. Mamá yacía extendida en el sofá con dos mantas encima. Se sentó cuando entré
en el cuarto, y una sonrisa se extendió por su rostro—. Ahí está mi bichito.
Alzó los brazos, y me tomó cada onza de control no correr hacia ella.
Desde que comenzó la quimio había perdido casi cuatro kilos. Ya había estado en forma
por su entrenamiento de maratón y el Crossfit, así que la perdida era una golpe mucho mayor
para su cuerpo delgado. La clavícula sobresalía y sus mejillas se habían hundido. La visión
formó un nudo automático en el fondo de mi garganta.
Me senté en el sofá a su lado y me incliné contra su hombro, respirando su confortable
aroma. El aroma característico de mi madre no había cambiado desde que era niña: un toque
de jengibre, menta y vainilla, como un complejo latte en el que no puedes evitar querer meter
la nariz porque huele muy bien.
—Te ves cansada —dijo pasando el pulgar por mi mejilla.
Incliné la cabeza e hice lo más listo: mantener la boca cerrada.
La ironía no se me escapó.
De hecho, ―estás cansada‖ estaba en la parte superior de mi lista con respuestas de una
palabra que me molestaban más que nada en el mundo. Porque, en serio, era socialmente
inaceptable que alguien te dijera que te veías como la mierda. Pero con las horas que había
estado trabajando, no había forma de negar que había añadido algunas arrugas en lugar de
líneas de bronceado. Un par de años en el trabajo y me vería como el antes y el después de un
cartel de D.A.R.E29. Esta eres tú con cuatro horas de sueño, fechas límites, y 100 miligramos por arriba del 91
consumo diario permitido de cafeína.
—Un largo viaje. —Ni siquiera necesitaba preocuparse por mi horario de trabajo. Debía
concentrarse solamente en su salud.
Me lanzó un vistazo, pero no dijo nada más sobre el tema.
—¿Cómo va el trabajo? ¿Ese imbécil de Jackson todavía te lo está poniendo difícil?
El nombre provocó los clásicos ojos en blanco y la repentina urgencia de golpear mi
cabeza contra algo duro.
—Se ha puesto mejor. Creo que finalmente está aceptándome en la compañía.
—Bueno, eso era inevitable. Eres linda. ¿Cómo podrías no caerle bien?
—No tengo que caerle bien a todos, mamá. Esto no es el jardín de niños.
Frunció los labios y le dio una palmadita a mi muslo.
—¿Cómo está tu jefe?
Además del hecho de que me decepcionó, genial. Todavía estaba decidiendo qué era más
mortificante, que dejara en claro que nada sucedería entre nosotros o que ni siquiera había ido
tras él, en primer lugar.
—Está bien. Dándome más proyectos en los que trabajar.
Una sonrisa se extendió por su rostro. Su sonrisa fue un como un soplo de aire
bienvenido. Si estaba sonriendo, entonces el mundo definitivamente no podía ser un lugar tan
malo.
—Suena a que vas genial. Uno de esto días, cuando me sienta mejor, me encantaría ir a
tu edificio y ver dónde trabajas.
Sonreí. Cualquier conversación sobre el futuro era reconfortante y bienvenida, y la garra
constante alrededor de mis pulmones se soltaba ligeramente.
—Me encantaría.
Tomó el menú a domicilio de Greasy Guy‘s de la mesa de centro y alzó una ceja.
—¿Lista para destruir nuestras figuras femeninas e ingerir la bomba de grasa?

29D.A.R.E.:Es un programa que incentiva a los jóvenes a alejarse de la violencia, drogas y consumo de licor u
otras sustancias. DARE, se traduce como atreverse.
—Siempre. —El metabolismo Taylor todavía no me había fallado, e iba a usar esa
ventaja por tanto tiempo como fuera posible.
—Marqué un par de películas de Netflix que pensé que estarían buenas —dijo,
marcando el número del restaurante en su teléfono.
Recosté la cabeza en el hombro de mi mamá y todo lo demás pareció eclipsarse.
—Suena perfecto.
La comida llegó cuarenta minutos después, y mientras yo engullía la hamburguesa de
media libra con cebollas caramelizadas y suficiente pepinillos para ser calificada como riesgo
biológico, mamá apenas había comido tres mordiscos.
—¿Estás bien? —pregunté metiéndome una papa frita en la boca.
92
Le frunció el ceño a la hamburguesa.
—Creo que mis ojos son más grandes que mi estómago.
Se veía un poco mareada, más que nada por el nuevo tratamiento de quimio. Una ola de
intranquilidad se asentó en mi vientre y empujé el resto de mi comida al otro lado de la mesa,
fuera del alcance, ya sin ánimo para la bomba de carbohidratos. Mi esperanza era que después
de un par de meses más de esta nueva medicación, mamá sería capaz de volver a su vida
normal. Alejé todos las suposiciones y me concentré en lo que podía controlar.
Pasar tiempo con ella ahora, porque eso era todo lo que podía hacer.
Justo mientras mamá puso la película en la TV, mi teléfono saltó en la mesa de centro.
Lo ignoré y me acerqué más ella, tirando la manta sobre los brazos y el pecho. La transición al
coma de los carbohidratos ya estaba en marcha y estaba lista para hibernar en el sofá hasta el
domingo.
Mi teléfono vibró de nuevo, y dos veces más antes de que decidiera contestarlo.
El apodo de Jackson destelló en la pantalla, y el salvaje impulso de aplastar el teléfono
como Hulk pasó con fuerza a través de mis venas como el odiado café con leche de soya.
Quizá le había dicho a Jackson que mi apartamento tenía muy mala señal, para conseguir
algunas horas para mí el fin de semana. Y si fuera cualquier otro fin de semana, habría dicho
justo eso, pero sucedió que habíamos estado trabajado en las cuentas de los clientes de
Jonathan Gizzara esta semana, y tenía la sensación creciente de que los mensajes eran para eso.
La última cosa que quería era que algo saliera mal con la cuenta que había trabajado
personalmente.

Grinch: ¿Puedes venir este fin de semana?


Púdrete, dictador de pacotilla era la respuesta apropiada.Pero valoraba mi trabajo.
Lainey: ¿Qué sucede?
Grinch: Es la cuenta de Gizzara. Brogan quiere que compartamos lo que tenemos en la presentación
del lunes. ¿Puedes ayudarme a presentar?

Cállate la boca. Miré el mensaje y lo leí cinco veces para asegurarme de que no estaba
imaginándolo.
¿Jackson estaba dispuesto a trabajar conmigo en una proyecto y compartir el crédito en
una reunión? Esto era grandísimo. Finalmente podía contribuir con algo esencial en el equipo y
solidificarme como un miembro funcional de la compañía. Tal vez esto llevaría a una posición
diferente. Bien, estaba adelantándome un poco, pero este era un gran paso hacia adelante. Un
paso del tamaño de Bigfoot30.
Miré a mi mamá que estaba revisando Netflix en busca de una película y mi corazón se
hundió. Rechazar esta oportunidad me haría retroceder un mes, porque no sabía cuándo
tendría otra oportunidad de trabajar con un cliente de perfil tan alto.

Lainey: Estoy en Portland. ¿Puedo trabajar desde aquí y enviarte las diapositivas?
93
En el momento en que el mensaje se envió, mi medidor de culpa subió hasta la zona hija
de mierda. Analizar los datos que discutiríamos en la reunión de esta semana me tomaría al
menos diez horas, si no es que más. Hice un cálculo mental. Si regresaba a Seattle a una hora
razonable, no había forma de poder ver todas las películas que mi mamá quería y terminar la
presentación.

Grinch: Sí. Envíame tus datos sobre Tegan Jackson y Elliot Hurr.
Lainey: Gracias Jackson. Lo tendré para mañana en la noche.
Grinch: Como sea. No la cagues.
***
Suspiré y lancé el teléfono en el cojín.
—¿Qué sucede, cariño?
Una inspiración profunda de auto desprecio.
—Trabajo.
Frunció el ceño.
—¿En el fin de semana? ¿Es por esto que has estado tan cansada?
—Es uno de los clientes multimillonarios. Necesita las proyecciones del año que viene
para el lunes.
La frase se sintió extraña y tonta saliendo de mi boca. Combinaba perfecto con
―Conduzco un Lincoln‖ y ―Solo compro camisetas que cuestan más que una portátil‖ y venía
de una chica de Portland con gallinas en el patio trasero, que prefería el Oktoberfest31 a un tour
de vinos en Sonoma.
Era inesperado, por decirlo de algún modo.
—Haz lo que tengas que hacer. Estaré justo aquí —me sonrió y la puñalada de
defraudarla se extendió en mi pecho.

30Bigfoot: En español se llama Pie Grande. Es una criatura mitológica de aspecto simiesco que habita los
bosques, principalmente en la región del noroeste del Pacífico en América del Norte.
31Octoberfest: La fiesta de la cerveza en Alemania que se celebra cada año.
—¿Estás segura? —Lo vacío de mi pregunta me hizo querer golpearme—. Puedo
esperar a regresar a casa.
—No. Esto suena muy importante —me dio una palmadita tranquilizadora en el muslo.
Saqué la portátil de mi bolso e ingresé mientras mamá miraba una película. Su humor
pasó de alegre a algo que yo describía como en modo MamáFingiendo. Desde que fui lo
suficientemente mayor para leer de verdad las emociones de mamá, o de cualquiera en realidad,
ella pondría esta mirada en su rostro: sonrisa un poco apretada, ojos tomando un borde más
duro, un leve suspiro que creía que nadie podría escuchar, quizás un mierda cuando creía que
nadie estaba en la habitación.
Veces que esta mirada hacia su aparición.
1. Recitales de baile de cuatro horas. 94
2. Cuando le dije a mi maestra del jardín de niños que mi madre tenía juguetes
especiales en su habitación con los que no me dejaba jugar.
3. Cada vez que le pedía que se sentara a ver un episodio de Toddlers in Tiaras.
4. Cuando mi primer novio me recogió para una cita, en un Chevy del ‗77 con un
colchón en la parte de atrás de la camioneta.
Así que, para que constara: Yo, Lainey Taylor, soy oficialmente la peor hija como opción para
cuidar a mi mamá enferma.
Ahora que dejamos eso claro, podía empujar la culpa a un lado (o algo así) y
concentrarme en las diapositivas. Hoja de cálculo tras hoja de cálculo, trabajé en un algoritmo
que proyectaba el crecimiento potencial basado en sus seguidores y su historia en las redes
sociales.
Para el momento en que dieron las nueve había completado un cuarto de las diapositivas
que necesitaba terminar antes de mañana por la noche. Flexioné las piernas rígidas y estiré los
brazos sobre la cabeza.
—¿Pausa para café? —preguntó mamá con tono esperanzado.
—¿Eso se pregunta?
Sonrió, esta vez más genuina.
—Haré un poco. —Palmeó mi rodilla y se inclinó hacia adelante para levantarse del
sillón.
Le indiqué que volviera a sentarse.
—En serio, puedo traerlo yo. Necesitas descansar.
Fui a meter las mantas bajo sus pies pero las empujó lejos y se levantó del sillón. Un
dolor que nunca antes había visto estaba en sus facciones.
—No soy una anciana frágil. Soy tan competente como era antes de los tratamientos, y
apreciaría que actuaras de ese modo.
Por un segundo, el habla me falló. Supongo que había estado tratándola diferente desde
su diagnóstico, ¿pero cómo se suponía que todo volviera a la normalidad cuando algo dentro
de ella estaba intentando alejarla de mí?
—Mi intención no era esa. Sé que estás cansada, y solo intentaba ayudar.
—Sé que tienes buenas intenciones, pero quiero cuidar de mi hija, así que déjame hacer
mi trabajo, y tú puedes hacer el tuyo, ¿correcto? —Me miró de una manera que me quitó las
ganas de contradecirla.
—Está bien. —Era inútil discutir con la mujer de la que había heredado mi terquedad.
Desapareció en la cocina y volvió unos minutos después agitando dos tazas de café
negro. Colocó la taza roja en la mesa que tenía a mi lado y luego se sentó junto a mí en el
sillón.
Un suave suspiro vino de su lado del sillón, si no estuviera tan metida en los números y
patrones, habría notado su mirada quemando un agujero en el costado de mi cabeza.
—No me gusta cuánto te están haciendo trabajar —dijo, sin molestarse en esconder su
falta de entusiasmo hacia Starr Media. 95
Me moví y puse mi portátil encima de la mesa de café.
—Es parte del trabajo. No puedo evitarlo.
—Es que no quiero que termines como… —su voz se desvaneció, pero el significado
estaba allí, diciéndolo o no.
Me pasé una mano por el cabello. Bajo cualquier otra circunstancia dejaría pasar el
comentario, pero estaba cuatro diapositivas de Power Point más allá de irritable, y segura como
el infierno de que no me gustaba estar metida en la misma categoría que mi padre solo porque
tenía demasiado trabajo.
Parpadeé y la miré.
—¿Como quién, mamá? ¿Como papá? Solo porque trabajo duro no significa que voy a
terminar escapando con alguien y dejando a mi familia. —Como si no estuviera ganando ya
una medalla en los Juegos Olímpicos de las Hijas Mierdas, este golpe en verdad me dio la
medalla de oro.
La Mamá Fingiendo desapareció, remplazada por un ceño fruncido que exprimió mi
interior. Miró la taza de café.
—Tienes razón. No debí sacar el tema. —Su expresión se derrumbó junto con mi
espíritu.
—Mamá, no quise decir eso. Lo siento.
—Está bien, cariño —Respiró profundamente y cerró los ojos, luciendo como si
estuviera luchando por centrarse—. Voy a la cama ahora. Estoy muy cansada. —Dio un
apretón a mi rodilla, y se fue con otra sonrisa de Mamá Fingiendo.
Miré su figura retirándose y luego a mi portátil. Golpeé mi cabeza contra el sillón. Tragué
el nudo de la garganta y apreté los labios temblorosos. Maldición, en verdad esperaba que esta
presentación valiera estropear lo que podría haber sido un asombroso fin de semana con mi
madre.
***
El domingo regresé a casa. La mañana estaba llena de niebla. La sensación de
decepcionar a mi madre y lo desagradable de una pelea por primera vez desde noveno grado,
cuando no dejó que me afeitara media cabeza (gracias, mamá, tenías toda la razón) pesaba
sobre mí, como la niebla que cubría la I-5.
Pasadas las diez, me detuve en el estacionamiento de mi departamento y descansé la
cabeza contra la cabecera del asiento. ¿Era posible tener más de un lugar al que llamar casa?
Esta era la primera vez desde que me mudé a Seattle que sentía un alivio abrumador al estar en
mi departamento. Un refugio entre el torbellino caótico del trabajo, pasear al perro, fantasías
sobre el jefe y decepcionar a mi madre.
La puerta de Zoey estaba cerrada cuando entré. Aligeré mis pasos sin querer despertarla
y cuando llegué a mi habitación dejé caer la bolsa y caí en la cama. Rara vez seguía dormida a
esta hora, pero quizás tuvo una larga noche de papeleo. Me froté los ojos, deseando que mi
cuerpo adolorido encontrara algo de energía para poder hacer los cambios de último minuto a
la presentación de Jackson antes de enviarla.
Fruncí el ceño, pensando en el fin de semana que se suponía estuviera lleno de películas
de terror y comida chatarra. En su lugar había ignorado a mi madre y solidificando mi posición 96
como la hija más idiota en la costa oeste. El lado bueno fue que no tuve nada de tiempo para
enfocarme en Brogan.
Un golpe sonó en mi puerta unos segundos después y me tomó un gran esfuerzo abrir
los ojos. Zoey estaba en la entrada con un pijama color rosa, su cabello estaba metido en un
moño desordenado.
—Nunca creí ver el día en que despertara antes que tú —dije.
—Sí, bueno…
Retorcía las manos una contra la otra, y por primera vez desde que dejó caer mi plancha
para cabello en el inodoro de la universidad, lucía un poco nerviosa.
Me levanté sobre los codos, y un escalofrió corrió por mi espalda.
—¿Todo está bien?
—Sí. —Caminó hacia mi cama y se sentó—. Si te digo algo, tienes que prometerme que
no enloquecerás, ¿de acuerdo?
—Por supuesto. —Pocas cosas podían hacerme enloquecer, solo los payasos, caminar
sobre un lugar mojado con medias y la disección de un feto de cerdo (aún lo recuerdo desde
décimo grado. Muchas gracias, señor Ellington). Era dudoso que hiciera alguna de ellas en los
próximos minutos.
—Hay un chico.
—Me gusta el comienzo de esta historia.
—Y está aquí ahora.
Como si sus palabras lo convocaran, un chico alto con mandíbula cuadrada, cabello
despeinado y pantalones de chándal en las caderas, sin camiseta… por una buena razón,
porque santos abdominales, apareció en mi puerta.
—Zoey, voy a irme. —Se quitó el cabello de la frente, en una forma que competía con
Sean Hunter de Boy Meets World32.
Si no tuviera que considerar los sentimientos de Zoey, me pondría de pie y comenzaría a
aplaudir por ese pequeño movimiento perfecto.

32Boy Meets World:Comedia norteamericana.


Zoey se masticó el labio inferior y me lanzó una mirada tímida.
—Por favor, llévatelo —murmuré.
Está bien, no pude contenerme por completo.
Me golpeó la pierna.
—Volveré enseguida.
—Toma todo el tiempo que necesites. Adiós, Chico sin Camiseta —le dije al chico que
se retiraba.
Sonrió.
—Adiós, Compañera de Habitación Cuyo Nombre Desconozco. —Su profunda voz me
sacudió el pecho y tuve cero preguntas sobre por qué Zoey eligió a este chico. Era un imán 97
caminante para chicas.
Zoey se acercó y él puso el brazo alrededor de sus hombros, se alejaron por el pasillo y
desaparecieron en su habitación.
Al menos alguien en este apartamento estaba consiguiendo algo.
Capítulo 13
Manual Starr Media
Regla # 26

Los compañeros de trabajo son unos idiotas.


98

A unque esta regla no estaba en el manual, tenía toda la intención de añadirla al


buzón de comentarios y sugerencias. Si es que realmente teníamos uno, de todos
modos. No era que estuviera molesta con Jackson por darme trabajo en el fin de
semana libre. No. Fue lo que hizo después el Grinch, dictador de pacotilla, lo que forzó el
sentimiento de mi regla recién inventada.
Brogan había convocado a los empleados a una reunión el lunes por la mañana.
Después de que todo el mundo tomara su asiento en la mesa de la sala de juntas, Jackson
configuró el proyector y sacó la presentación que habíamos hecho. Debería haber sabido que
algo estaba mal cuando miré su ordenador y noté que mi nombre había quedado fuera del
título, solo aparecía el nombre de Jackson en negrita.
Jackson se movió incómodamente e hizo una mueca que en su rostro se vio como si
hubiera bebido demasiados lattes de soya, y estuviera haciendo audición para el papel
protagónico en un comercial de Pepto33.
Puse los ojos en blanco. Como fuera.
Una vez que llegáramos a mi parte de las diapositivas, asumiría el control y tendría mis
cinco minutos de presentación y ruidos de aprobación.
Entonces habría avanzado un paso más para consolidar mi posición en la empresa.
Badda-bing-Badda-boom. Brogan ni sabría lo que lo golpeó.
Marta y Eric de contabilidad comenzaron con la reunión y los miembros del personal
siguieron con lo suyo alrededor de la mesa con noticias de su división específica. Ya que
Jackson se sentaba junto a Brogan, éramos los dos últimos en presentar nuestra información.
Moví las notas en mis manos y los bordes húmedos comenzaron a curvarse alrededor de
mi palma. Bueno, estaba unos pasos más allá de un ataque de pánico escénico. Esta era la
primera vez que hacía una presentación sin hablar estupideces y, en este momento, las notas
eran simplemente una manta de seguridad en caso de que se me olvidara la redacción. Zoey
realmente estaría orgullosa de mi preparación, excepto por el hecho de sus tarjetas, pero estaba
muy ocupada hablando por teléfono con el Chico Sin Camisa como para pedirle unas, pues la
chica era una adicta a los implementos de oficina. Dudé que tres tarjetas pudieran molestarla.
En todo caso, le compraría un paquete extra la próxima vez que estuviéramos en Costco.

33Pepto Bismol: Es una medicina para las molestias estomacales.


Tan pronto como Zelda se sentó, Brogan señaló a Jackson.
—Adelante —dijo.
Deslizó los dedos por el borde de la mesa, casi pareciendo como si estuviera moviendo
los dedos al ritmo de una melodía. Si tuviera que apostar, diría que era una canción de uno de
los cientos de discos alienados en las paredes de su oficina. ¿Es eso lo que hacía cuando todo el
mundo se iba durante la noche? Podía imaginarlo inclinándose hacia atrás en su silla y cerrando
los ojos cuando, desde el tocadiscos de la esquina, el sonido de alguna dulce melodía barroca
inundaba la oficina. Esa deliciosa boca estaría suave y totalmente besable.
Sacudí la cabeza, borrando esos pensamientos.
Tiempo de juego, Lainey. Enfócate en esos sesenta-mil-dólares de educación en los próximos minutos y
haz que esa latente condena de pagar tu deuda estudiantil sea digna de algo. 99
Jackson comenzó la presentación dando todos los hechos y datos para sugerir que
estábamos detrás de nuestra cuota trimestral y algunas maneras de mejorar nuestras pérdidas.
Presionó el clic y se trasladó a la siguiente diapositiva, que era la cuenta de Gizzara. Mis
diapositivas. Empujé mi asiento para estar junto a él, pero continuó con la presentación, sin
darme la oportunidad de asumir el control.
—Como decía —hizo una pausa y me miró, como desafiándome a decir algo—, los
clientes de Gizzara no utilizan nuestros servicios en toda su extensión.
Continuó hablando, pero en mi mente yo escuchaba otras palabras: Yo, el décimo peor ser
humano del mundo (tenía que haber un puñado de otros idiotas peores que él) no puedo pensar en
ninguna buena idea por mí mismo, por lo que debo robársela a mi inteligente, dulce e inocente compañera de
trabajo que actualmente quiere darme un puñetazo en la garganta, a mí, el insufrible primer asistente.
Todavía estaba congelada en una posición medio parada y medio agachada. Esperé unos
segundos más pensando que Jackson iba a presentarme para compensar esto. Porque incluso
me costó creer el nivel de ―¿Y tú, Bruto?”34al que acababa de rebajarse.
¿Era eso un cuchillo sobresaliendo de mi espalda o era solo el puñal duro de la traición?
De cualquier manera, podía oficialmente quitarlo de mi lista de gente de confianza que me
salvaría en un ejercicio de caída.
Brogan desvió su atención hacia mí y sus cejas se fruncieron cuando me vio en esa
posición agachada. Me hundí en el asiento y me mordí el interior de la mejilla para evitar
mutilar a Jackson tanto verbal como físicamente. Maldito idiota.
El punto sobre agregarle más servicios, que solo la administración de las redes sociales le
daba a la empresa para diversificar, era uno del que estaba más orgullosa. Miré a Brogan
mientras Jackson decía esto y una emoción se disparó cuando él asintió, claramente
complacido. Satisfecho con mi trabajo, grité internamente.
Por desgracia, mi trabajo fue explicado por otra persona.
Cuando Jackson llegó al final de las diapositivas, Brogan se puso de pie, su silla cortó el
silencio de la habitación.
—Es un excelente trabajo, Jackson. Estoy impresionado.

34Ettu brute: Última frase dicha por Julio Cesar al ser asesinado. Se usa para expresar la traición inesperada de un
amigo.
—Gracias. —Sonrió Jackson.
Apreté la mandíbula y seguí esperando por el Sí, y a Lainey se le ocurrió todo y sí, ¡oculto mi
calva peinándome de lado! Algo para redimir lo que me había hecho, porque debajo de toda esa
colonia Dolce and Gabbana no pensé que su corazón fuera dos tallas más pequeño. Pero eso
nunca sucedió.
Mis ojos se estrecharon mientras me giraba hacia Jackson. Se encogió de hombros y
mostró una sonrisa de disculpa.
Lista actual de las cosas más odiadas:
3. El moho en mi pared de la ducha.
2. Un paseo en taxi con controladores de dibujo.
100
1. El maldito Jackson Wells.
Le disparé una mirada y enderecé mis hombros. Tal vez si me quedaba mirándolo
fijamente podría hacerle un agujero en el cráneo.
—Empezaremos implementando esas ideas mañana. —Brogan se dirigió a mí—. Lainey.
Mi corazón flotó en el pecho. Tal vez se dio cuenta de que era mi trabajo. No es que
tuviera razón para hacerlo, porque nunca había visto un proyecto mío en su escritorio, pero
tenía la esperanza.
Dejé de hacerle muecas a Jackson y me volví a nuestro jefe.
—¿Sí?
—¿Crees que puedes arreglar todo esto? Voy a hacer que Jackson te guie con los pasos.
Mis ojos se torcieron.
—Creo que lo puedo manejar —dije lento y con seguridad.
¿Qué tal una orden de escupitajos para el próximo café con leche de soya de Jackson?
A diferencia de algunas personas, estaba a punto de hacer una rabieta delante de toda la
oficina. Mis manos estaban curvadas en puños y me mordí el labio hasta que estuve segura que
una pelea a muerte estilo WWE35 con fajas y música metálica no sucedería en la sala de
conferencias.
¿En qué realidad estaba viviendo cuando asumí que mi nombre estaría en esa
presentación? Despierta y huele el café, Lainey Taylor. No estás en un lindo bosque de gomitas, estás en las
grandes ligas. Y ligas más grandes significan idiotas más grandes. Este error no lo cometería otra
vez.
Brogan dio por terminada la reunión y todos salieron al vestíbulo. Las únicas personas
que nos quedamos fuimos Brogan, el Grinch y yo.
—¿No tenías algo que agregar? —me dijo Brogan, expectante.
Umm, sí, su primer asistente es un cobarde que merece que lo castiguen cortándole la lengua con un
millón de papeles.
—Estuve de acuerdo con la presentación. No tengo nada que añadir.

35WWE: Es una empresa de entretenimiento deportivo, propietaria de una serie de elementos multimedia
relacionados con la promoción de lucha libre profesional.
Brogan me frunció el ceño, una mirada de verdadera desilusión estaba grabada en su
rostro.
—Puedes aprender mucho de él. Te sugiero que pasen más tiempo juntos en los
proyectos para que puedas ver lo que se necesita para salir adelante en este.
Asentí.
―Oh, sí, estoy aprendiendo mucho. —Miré a Jackson y él apartó la mirada, como un
perro desobediente le haría a su dueño cuando lo atrapaba. Hasta Bruce tuvo la decencia de
mirarme a los ojos cuando se orinó en mis zapatos.
Aunque estuviera en el fondo del barril del orden jerárquico de esta empresa, mi nombre
merecía estar en esa presentación. Y Jackson lo sabía.
Brogan se unió al resto del personal en el vestíbulo para celebrar el cumpleaños de 101
Tonya. Me senté en la mesa de conferencias y puse mis palmas sobre la superficie, mirando la
madera de cereza. No confiaba en mí misma para no subirme sobre la mesa y golpear a
Jackson en la cabeza con su maldito portátil.
Lo miré, sin moverme de mi posición.
El silencio que se deslizó entre nosotros estaba cargado con la ira que ahora fluía
libremente por cada centímetro de mi piel.
—Escucha, lo siento, pero Brogan realmente ha estado respirando en mi nuca
últimamente.
Parpadeé hacia él.
—Lo sientes. —Era la primera vez que había pronunciado esa palabra para mí.
Me reí porque a) La disculpa le quedaba igual que un traje de almacén barato y, b) Era
mucho mejor que la alternativa: lanzarle la silla, o peor, demostrarle que eso me había herido.
Estreché los ojos furiosa.
—Guárdatelo para alguien que le interese.
Empaqué mi portátil y pasé rozando por su lado.
Tan pronto como crucé el umbral de la sala, lo dejé ir. Nada bueno podía salir del
rencor.
Como mi mamá siempre decía: Mientras tú cargas con el rencor, la otra persona está bailando.
Jackson estaba bailando el maldito Mambo No. 5 y no iba a pasar otro minuto
malhumorada.
Hora de hacer un plan.
Capítulo 14
Regla de vida de Lainey Taylor #98

Las galletas resuelven todos los problemas.

B
enfriarme.
rogan estaba sentado en el sofá con los pies apoyados sobre la mesa de café
cuando regresé a Bruce a casa después de su paseo del miércoles. Habían pasado
dos días desde la infame Reunión de la Traición y había tenido tiempo para
102

—¿Pensaba que tenías una reunión hasta las nueve?


—No quiero hablar de eso —gruñó y continuó repasando el papeleo esparcido por los
cojines.
—Así de bien, ¿eh?
Cerró los ojos y echó la cabeza atrás contra el sofá subiendo los brazos detrás de la
cabeza como apoyo. La tela de su camisa se estiró sobre el pecho y por una fracción de
segundo mi respiración se atoró. Incluso cuando no lo estuviera intentando, era como si su
cuerpo me pusiera bajo un hechizo.
Un hechizo de corte de energía cerebral.
—Peor —dijo. Luego murmuró para sí—. Mucho, mucho peor.
Eso me detuvo. Durante los pasados dos meses nunca me enseñó este lado, uno del que
solo estaba al tanto porque me encontraba en su santuario personal.
Brogan nunca se inmutaba en la oficina, siempre estaba alegre, bromeando, el alma de la
fiesta. Pero verlo tan vulnerable en su casa, donde no necesitaba actuar, me hizo darme cuenta
de lo poco que sabía de él. Lo perfecto que parecía en el trabajo era solo para la fachada.
Incluso Superman tenía su kryptonita.
—¿Sabes qué lo mejora?
Cuando tenía un mal día en la escuela, mamá y yo horneábamos juntas. A veces eran
galletas, otras veces pasteles. De alguna manera, ella conseguía alejar mi mente de lo que me
hubiera molestado ese día. Con tantos malos días que tuve en la secundaria y en la
preparatoria, estaba sorprendida de no haber sido diagnosticada con diabetes infantil o, al
menos, no haber terminado del tamaño de una ballena jorobada. Gracias, genética Taylor.
—¿Un nuevo trabajo? —preguntó con socarronería.
Puse los ojos en blanco.
—Correcto, porque esta compañía no es tu bebé ni nada.
—Un padre necesita descansar de sus hijos de vez en cuando —refunfuñó, pero su tono
tenía menos de irritación que hace un momento. No se molestó en abrir los ojos—. ¿Qué
propones para mejorar este día de mierda?
—Galletas.
—¿Galletas? —Repitió como si acabara de decirle que la respuesta a la pregunta de la
vida era tres. Este hombre sería un individuo pobre y con mala suerte si no se daba un gusto
con mi único… está bien, uno de mis muchos vicios.
—Ya sabes, ¿la comida mágica que no tiene ciruelas pasas o algo remotamente saludable,
pero que sabe increíble?
Parpadeó despacio, sus largas pestañas abanicaron su rostro.
—Sé lo que es una maldita galleta, Taylor. Simplemente no veo que eso vaya a resolver
los problemas con esta posible fusión.
—Obviamente no has comido mis mundialmente famosas galletas con chispas de
chocolate. 103
—¿Mundialmente famosas? ¿Qué hace que esas galletas destaquen sobre el resto? —Me
lanzó una mirada escéptica.
—Tengo un par de ingredientes secretos. Pero son las lágrimas de unicornio lo que
realmente las lleva al extremo. —No pareció muy convencido—. Vamos, ¿cómo puedes
rechazar las chispas de chocolate en una mezcla de ingredientes que te harán alucinar?
—Realmente te adulas, Taylor. Pero maldición… —gimió y el sonido vibró profundo en
mi pecho—. Las galletas suenan bien.
—Bueno, jefe. Creo que ambos podríamos comer unas pocas. ¿Tienes harina, huevos,
azúcar, bicarbonato, mantequilla y chispas de chocolate?
Asintió.
—Eso creo.
—Bien. Prepárate para ser sorprendido.
Podría haber jurado que lo había oído murmurar ―ya lo estoy‖, pero decidí que era mi
imaginación y la inundación de emociones arremolinándose en mi mente.
Tenía que concedérselo a Brogan, había tenido éxito en mantener mi mente apartada del
hecho de que había sido jodida por mi compañero de trabajo y que la relación con mi madre
estaba tensa por primera vez en años. Era mucho más fácil enfocarse en una tarea mundana
como medir y mezclar. Y comer. Siempre comer.
Porque cuando tenía ocupada la boca, no había posibilidad de que dijera algo estúpido.
Unos momentos después, todos los ingredientes para las galletas estaban sobre la
encimera de granito junto con una batidora KitchenAid roja. Para alguien que pasaba más
tiempo en la oficina que en la casa, mantenía su cocina bien provista.
Una vez que los ingredientes húmedos y secos se mezclaron, empecé a hacer bolas de
masa de galleta y a colocarlas en una bandeja para hornear. Recoger. Rodar. Golpear. Recoger.
Rodar. Golpear. Tres tareas simples en las que estaba totalmente concentrada. Para el
momento en que tuve suficientes para cubrir la bandeja, las preocupaciones del día parecían un
simple ruido de fondo.
Aunque faltaba mucho, no podía esperar para tener un hijo con el que compartir esta
tradición.
Brogan se unió a mí en la encimera, la evidencia de un largo día estaba grabada en su
rostro.
—¿Has visto alguna de las películas que te recomendé? —pregunté, intentando apartar
su mente de lo que estaba molestándolo.
Tamborileó con los dedos sobre la encimera.
—No, pero están haciendo cola en mi cuenta de Netflix.
—Creo que realmente te gustará Mean Girls36. Es un clásico.
—Obviamente, tenemos una definición muy diferente de lo que es un clásico.
—Está bien, tipo duro, ¿qué considerarías merecedor de la etiqueta?
—Casablanca. Lo que el viento se llevó. —Hizo una floritura con la mano—. Películas que 104
han soportado el paso del tiempo.
Continué poniendo bolas de masa en la bandeja de hornear.
—Sabes que ahora hacen películas en esta cosa llamada color, ¿verdad?
—¿Está eso al mismo nivel que…? ¿Cómo lo llamaste? —hizo una pausa—, ¿teléfono
celular?
Abrí el horno, metí la bandeja y programé el temporizador.
—Me sorprende que no tengas un teléfono de disco en tu apartamento.
—Hay uno en mi oficina. —Me guiñó.
Chasqueé la lengua.
—Realmente fuiste un niño con mala suerte.
Soltó un resoplido de risa.
—Miren a la señorita Gran Ciudad poniéndose toda crecida y poderosa.
—No soy de aquí. Nací y crecí en el centro de Portland, muchas gracias. —Me senté en
un taburete frente a la barra del desayuno y Brogan se unió a mí.
—Eso explica mucho. —Sonrió y sus hoyuelos hicieron una aparición por primera vez
en la noche.
Crucé mis brazos sobre mi pecho.
—Disculpa, pero, ¿qué significa eso? —Solo los de Portland teníamos permitido llamar a
nuestra gente rara.
Igual que podía quejarme de algo que mi madre hiciera para molestarme como la mierda,
pero si alguien siquiera pensaba en decir algún comentario menos que halagador de ella, iría en
completo modo Hulk.
—Portland está lleno de gente rara. Pollos rosas, gente caminando por los alrededores en
topless, rosquillas con forma de pene.
Conté con los dedos.

36Mean Girls es una película de comedia adolescente estadounidense de 2004. En español se llama Chicas Malas.
—Primero, la cosa sin camisa es todo en la ciudad de Eugene. Y solo durante la Country
Fair. —Le devolví el guiño—. Segundo, todo el mundo debería disfrutar de un Cock-N-Balls
al menos una vez en su vida. —Alcé la mano sacando tres dedos—. Tercero, mi madre tiene
dos pollos… Betty y Horace.
—¿Es legal tenerlos en la ciudad?
Me miró como si le hubiera dicho que procedía de una compañía de circo ambulante y
actuaba en el trapecio.
—Sí. En serio, ¿has comido huevos frescos? Son los mejores. —Me puse cómoda en mi
taburete, pensando en las mañanas de sábado cuando mi madre entraba al gallinero y volvía
con hermosos huevos azules y marrones. Los cocinaba junto con tocino y croquetas de papa
mientras discutíamos sobre quién sería expulsado del Reality show favorito.
105
Después de que papá se fue, se convirtió en nuestro ritual de los fines de semana cuando
llegaba de la universidad. Fruncí el ceño, pensando que había rechazado a mi madre y
declinado su oferta de desayuno durante mi visita, y en su lugar había comprado rosquillas de
la cafetería que había a unas cuadras de su casa.
Síp, me merecía el título de Hija de Mierda.
—Lo más cercano a huevos frescos ha sido comprar cajas con imágenes de granjas. —
Sonrió cuando vio mi mueca—. ¿La viste este fin de semana?
El temporizador pitó y me ocupé de extraer las galletas del horno.
—¿Cómo sabías eso?
—Te veías más feliz de lo normal el viernes.
Mi respiración se atoró y busqué frenéticamente una espátula en los cajones, necesitando
algo que hacer con mis manos. Brogan me observó. Y no solo a mí, sino a mi humor antes del
fin de semana de infierno.
Después Jackson aplastó parte de mi alma.
—Sí, lo hice. Empezó un nuevo tratamiento hace unos días. Veremos cómo va.
—Bien. Escuché que podían darle algunos cócteles antes de dar con la mezcla correcta.
Después de un rato de dejar que las galletas se enfriaran, las puse en un plato y las llevé a
la encimera. Algo se sentía bien al estar en este apartamento y tener una conversación normal.
Hablaba con Zoey todo el tiempo, pero compartir cosas sobre mi vida con Brogan se sentía…
especial.
Cuando estuviera lista para volver a las citas, quería encontrar a un hombre como
Brogan. Inteligente, exitoso, sexy como el infierno. Sí, ese combo asesino sería mi muerte.
Ningún otro chico parecía estar jugando en el mismo campo que él.
Me aclaré la garganta, extinguiendo esos pensamientos. No ayudarían a mi ya patética
vida amorosa.
—Parece que sabes un montón sobre cáncer.
Se encogió de hombros.
—Puede que hiciera algo de investigación después de que te fueras la otra noche. —
Brogan tomó una galleta del plato y le dio un tentativo mordisco. Sus ojos se cerraron, gimió y
mi boca se secó de repente. Sus pestañas abanicaron la cima de sus mejillas mientras apretaba
los ojos, y mi corazón se tambaleó en el pecho. Renunciaría al helado durante un año para
escuchar ese sonido de nuevo—. Mierda. Están increíbles.
—Te lo dije… galletas de calidad suprema.
Di un mordisco a una galleta, manteniendo la boca ocupada porque sí, mierda, había
hecho una investigación. A causa de algo que afectaba mi vida. Si mi boca no estaba llena de
chispas de chocolate, probablemente diría algo como: ¿podrías ser más perfecto? o, por favor, sigue
haciendo esos sonidos con la galleta.
—Tienes algo pequeño… —pasó el pulgar por la esquina de mi boca—, justo aquí.
Llevó el pulgar a sus labios y chupó el chocolate del dedo.
Un sonido, a medio camino entre jadeo y globo desinflándose salió de mi boca. Mi pulso
se aceleró a un fuerte galope, martilleando contra mis sienes. El calor irradiaba entre mis 106
muslos y me quedé sin palabras. Ni un solo pensamiento coherente se formó mientras miraba
el dedo pasar por la línea de su boca.
Miré su labio inferior y la barba incipiente. Me pasé la lengua por los labios. Si me
inclinaba unos centímetros, mis labios rozarían los suyos. Me agarré a la encimera, sin confiar
en que mis manos se estuvieran quietas.
Antes de comportarme como una completa tonta, me aparté de la encimera y empecé a
apilar los platos en el fregadero.
—Será mejor que limpie.
Mirando la lujosa cocina, el pensamiento de que Brogan y yo viviéramos juntos en esta
casa era una broma.
No había crecido rica. Todo lo que necesité lo tuve, pero no había aparatos extraños,
definitivamente no un lavavajillas o un refrigerador que me hablara. Brogan y yo procedíamos
de dos extremos diferentes del espectro. Él tenía una chica que lavaba su ropa y limpiaba su
inmaculada casa. Yo tenía latas de refresco de una semana esparcidas por mi mesita de noche y
me las arreglaba para lavar ropa en la lavadora cuando la situación del sujetador y las bragas
estaba en Código Rojo. El pensamiento de que pisara el bungaló de la década de los cincuenta
de mi madre era casi de risa. Dos personas de mundos separados no podían estar juntas. Ni
siquiera lo consideraría.
Estaba allí como cuidadora de perro y segunda asistente, puramente por habilidades
profesionales.
Eso no detenía el incesante golpeteo de mi corazón contra las costillas. O el hecho de
que tenía el peor caso de palmas sudorosas que había experimentado alguna vez en mi vida. Y
era mucho decir, porque la Lainey adolescente tuvo las suficientes palmas sudorosas para ser
considerado una enfermedad crónica.
—Estaba a punto de sentarme y ver algo de Netflix después de terminar con el papeleo.
¿Quieres unirte? —Hizo un gesto hacia el sofá donde Bruce estaba panza arriba, roncando.
Dudé. Todo en mí gritaba ¡Sí! Quiero Netflix y relajarme contigo. Pero tenía planes para
trabajar en la cuenta Gizzara y la nimiedad de doce horas lavando ropa.
—En realidad, debería irme.
—Oh. —Sus labios se convirtieron en un puchero, lo que casi era tan adorable como sus
hoyuelos—. Bueno, al menos permite que mi chofer te lleve a casa.
Lo desdeñé con un gesto.
—No es importante. Puedo tomar el tren ligero.
—Escucha, no estoy a cargo de ti… —Una retorcida sonrisa curvó sus labios y sus ojos
brillaron—. Espera, sí lo estoy. —Se frotó la barbilla y me contempló—. Y como tu jefe, te
doy la orden directa de que uses a mi chofer.
Puse los ojos en blanco.
—¿Algo más que pueda hacer por ti, jefe? —Hice una exagerada reverencia.
—Llévate algunas galletas. No es posible que pueda comerme tantas. —Hizo un gesto
hacia las docenas de galletas esparcidas en rejillas de refrigeración a lo largo de la encimera.
Bien, eso era algo que podía apoyar.
107
—De acuerdo. Estoy segura de que mi compañera de piso apreciará eso.
No había manera de que Zoey probara alguna.
Nos quedamos de pie en la entrada por un momento. Cometí el error de alzar la mirada
al rostro de Brogan. Más específicamente a sus ojos.
Esos ojos marrones recorrieron mi cuerpo con un calor para el que no estaba preparada.
Mantén la cabeza fría. Este es tu jefe y solo quiere que llegues a casa a salvo.
Jodida mierda. Apreté mis galletas, intentando alejar los pensamientos de Brogan con
una ligera toalla en la que resaltaba un bulto, del amplio pecho que podría aplastarme si se
pusiera encima. El calor subió por el interior de mis piernas y una pizca de piel de gallina
cubrió mis brazos. Decir que estaba afectada por él era el eufemismo del siglo veintiuno. De
hecho, afectada ni siquiera parecía una palabra lo bastante fuerte. Dudaba que hubiera alguna
en el idioma español que pudiera abarcar completamente lo que sentía. Apostaba a que había
una oscura palabra rusa para esta emoción. Una que gritara: Quiero saltar sobre los huesos de mi jefe,
pero es realmente una mala idea estar considerándolo, en primer lugar. Sí, una palabra rusa de diecisiete
sílabas para eso. Algo como: I vanna hump my bosses leg cshvogh.
—Espero que disfrutes de las galletas. —Alcé el paquete con mi porción (que estaría
comiéndome en menos de treinta minutos).
—Fue un placer comer tus galletas. —Sus labios se torcieron con diversión.
Solté una risita.
—¿Es eso lo que debería poner en el informe por acoso sexual que voy a poner sobre el
escritorio de mi jefe por la mañana?
—Sí. Justo debajo de irrumpir en su apartamento y secuestrar a su perro.
—Oye, siempre lo traigo de vuelta. Eso tiene que contar para algo, ¿cierto?
Bruce mostró su acuerdo dejando escapar un sonoro pedo.
Me agaché para rascarlo detrás de las orejas.
—Por eso no tienes una novia, Bruce. Vamos a trabajar en tus funciones corporales y tal
vez te dejaré acercarte a la caniche en Twenty-Seven A.
Brogan se rio y la sonrisa permaneció en su rostro. Mi corazón tartamudeó en respuesta.
—No le des esperanzas al pobre chico. Tiene un largo camino que recorrer.
—Tienes razón. Quizá deberías apuntarlo a clases de etiqueta. —Bruce resopló y rodó
sobre la espalda, alborotando y frotando la espalda en la alfombra—. Quizá no. Creo que eres
una causa perdida.
—Nunca es demasiado tarde para enseñarle a un perro viejo nuevos trucos, ¿no es así,
chico? —Brogan se agachó donde yo estaba y frotó la panza de Bruce. Perro afortunado.
En respuesta, Bruce dejó escapar un pedo incluso más alto.
Me levanté y me tapé la nariz.
—Después de esto, voy a encontrarme con tu chofer en el garaje.
Caminamos por el pasillo hacia el ascensor y presioné el dedo en el botón con un poco
más de fuerza de la que pretendía, cualquier cosa para no sentir esta necesidad recorriendo mi
cuerpo. 108
—Lainey. —Me tomó del brazo.
Desesperadamente quise ser el tipo de chica que podía ignorar los obstáculos entre
nosotros y empujarlo en el apartamento hasta su habitación y quitar cada prenda de ropa hasta
que consiguiera exactamente lo que rogaba el dolor entre mis piernas.
—¿Sí? —Mi voz salió estrangulada. Definitivamente nadie se tragaría mi fachada de
―mantén la cabeza fría‖.
—Gracias por esta noche. —Su mano acarició mi mejilla y se enredó en mis rizos. Me
incliné en su palma, mirando esos ojos marrones como chispas de chocolate derretidas. Su
mirada se movió de mis ojos a mis labios y luego a mis ojos de nuevo. Se pasó la lengua por el
labio inferior y mis ojos se cerraron, anticipando cuán suaves se sentirían sus labios contra los
míos.
Su respiración abanicó mi mejilla cuando cerró la distancia entre nosotros. Su barba
raspó un lado de mi mandíbula cuando se acercó más, tomando la parte carnosa de mi oreja
entre sus dientes. Ya no podía resistirme a él. Esta atracción entre nosotros era demasiado para
ignorarla y, solo por esta vez, tenía que permitirme ceder y perderme en el momento. Un
gemido jadeante, susurrado, se escapó por mis labios e incliné la cabeza para darle mejor
acceso.
La puerta del ascensor sonó al abrirse y de repente no fuimos los únicos en el pasillo.
Carajo.
En serio, ¿qué pasaba conmigo y mi perpetua mala suerte con los ascensores?
Se retiró una fracción de centímetro y su expresión fue de dolor, casi como si estuviera
en guerra consigo mismo. Gimió y murmuró algo. Nuestras miradas se encontraron y un
remolino de duda y crudo deseo se movió en sus ojos. Fue suficiente para enviar un
estremecimiento recorriendo mi espalda, porque esas pupilas dilatadas me dijeron todo lo que
necesitaba saber en ese momento… no me estaba volviendo loca. Brogan estaba luchando
contra su urgencia, igual que yo.
Una mujer mayor con un andador salió del ascensor. Un sonido sibilante amortiguado
llenó el pasillo mientras las ruedas, como pelotas de tenis en la parte inferior de su andador, se
deslizaban por el suelo. Nos fulminó con la mirada todo el tiempo que pasó, que fueron unos
buenos diez segundos, porque se movía en cámara lenta.
Brogan carraspeó.
—Buenas noches, señora Ellingson —dijo asintiendo hacia ella muy sonriente.
—Malditos niños. No tienen la decencia de usar la privacidad de sus casas —murmuró.
Lo apuntó con un dedo y se lo clavó en el pecho—. Tengo HBO si quiero ver estas
obscenidades —continuó, frunciéndole el ceño a Brogan aún después de pasarnos.
—Correcto. Tenga una buena noche —le dijo mientras arrastraba los pies hasta lo que
asumí que era su apartamento y desaparecía por la puerta.
Tan pronto como se cerró, nos miramos el uno al otro. Estallamos en carcajadas. Me
doblé, incapaz de recuperar la respiración y con las lágrimas rodando por mis mejillas.
Por fin recuperé la compostura.
—Tu vecina es un verdadero encanto.
109
—Tiene sus momentos. No digo que este sea uno de ellos —dijo, todavía riéndose.
Me tomó de la mano, la suya grande y callosa abarcando la mía. Mi cuerpo entero se
tensó en respuesta por el inesperado toque. Sus ojos estaban desprovistos del calor que habían
tenido unos momentos antes, pero todavía se las arregló para hacer fallar mis rodillas. Se
inclinó hacia abajo y susurró:
—Lo intentaremos de nuevo.
Se apartó lentamente, su mandíbula acarició la mía.
Asentí, esta vez sin mirarlo a los ojos. Porque esos ojos marrones hacían cosas en mi
resolución de las que no estaba orgullosa.
¿Cómo diablos se suponía que iba a funcionar en la oficina cuando estaba a menos de
seis metros y la única cosa entre nosotros era una puerta y un conjunto de despiadadas reglas?
Capítulo 15
Regla de vida de Lainey Taylor #73

Las chicas buenas no besan y lo cuentan.

H abía pasado una semana desde el encuentro con Brogan y la extraña interacción
con las galletas. No había estado en casa el resto de la semana cuando sacaba a
pasear a Bruce.
También había pasado una semana desde que había hablado con mi madre, un período
110

muy largo, bueno, no podía recordar la última vez que había sido tan largo.
Había pasado el resto del día mirando el ordenador, terminando estadísticas para
presentárselas a mi jefe, esperando volver a congraciarme con él en términos de mi función
laboral. Cuando miré el reloj en la esquina de la pantalla, ya había pasado la hora de irse y
Jackson había huido del edificio, probablemente a su hogar en la alcantarilla.
La mensajería entre oficinas sonó en mi ordenador y la señal de un mensaje de Brogan
apareció en la pantalla.
Brogan: ¿Aún estás aquí?
No me sorprendió que estuviera aquí tan tarde, pero me preguntaba con cuánta
frecuencia sucedía. Veinte pasos. Una puerta. Un hombre que no podía quitarme de la cabeza.
Incluso desde La infame noche de la galleta horneada me dejó cuestionando dónde diablos estaba
con él.
Solo había un modo de averiguarlo.
Lainey: Sí.
Brogan: Ven a mi oficina, por favor.
Me alejé del escritorio y corrí a la oficina de Brogan. La soledad del edificio y la falta de
ruido ambiental amplificaba mi taconeo contra las baldosas.
La puerta estaba sin seguro cuando moví la perilla. Brogan estaba sentado en su
escritorio con el ceño fruncido mientras miraba intensamente el ordenador.
—¿Qué necesita, señor Starr? —Usar su nombre formal se sintió como Nutella en mi
lengua, exquisito, sabroso y extraño.
Sus pupilas se dilataron y se sentó derecho en la silla. Un escalofrío me recorrió la
columna ante el momento de déjà vu. Excepto que esta vez no tenía una alarma que
interrumpiera.
—Estás aquí realmente hasta tarde —indicó.
Me recliné contra el marco de la puerta sin confiar en mí para llegar más lejos.
—Quería adelantar en el proyecto.
Asintió.
—Estoy impresionado con tu ética del trabajo.
—Gracias, señor. —Se sentía extraño dirigirme con formalidad a alguien que me llevaba
un par de años, pero no me había corregido hasta ahora.
Se detuvo y dio golpecitos en la mesa con el bolígrafo, aparentaba estar eligiendo
cuidadosamente sus palabras.
—Sé que ayudaste con la presentación la semana pasada.
Me quedé sin respiración. Si lo supo todo el tiempo, ¿por qué no había dicho nada o
puso a Jackson en su sitio?
—¿Sí?
111
Pulsó varias veces el bolígrafo de forma rápida.
—Jackson nunca ha presentado un material como ese. Además, cuando le pregunté
sobre los números esta mañana, jugueteó con ellos. —Asentí sin estar muy segura de qué
decir—. ¿Por qué no dijiste nada después de la reunión? —exigió.
Si no lo conociera, diría que su expresión tenía un aire de decepción.
—No quería humillarlo. —Puede que le hubiera clavado dagas con la mirada toda la
semana, pero no sería capaz de vivir conmigo si lo hubiera llevado más lejos.
Hizo una mueca y entrecerró los ojos, como si estuviera buscando la palabra correcta.
—Este negocio es despiadado. Necesitas hablar si alguien te roba tu idea.
Había decidido que parecería tonta si lo hubiera hecho en la reunión.
—¿Querías que humillara a tu segundo al mando en una reunión de la compañía?
—Si no te sentías cómoda diciéndolo durante la reunión, al menos me lo hubieras dicho
después. Incluso tuviste la oportunidad de decírmelo en mi casa. —Se detuvo y tragó saliva
con fuerza, luego levantó la vista retándome—. No llegué a donde estoy hoy permitiendo que
la gente me pisoteara.
Nunca había conocido un jefe como él, no es que tuviera un gran conocimiento de las
redes de CEO, pero imaginarme a Brogan alzando la voz (excepto cuando alguien estaba
tocando sus cosas) era algo difícil de entender.
—Pero, eres tan…
Arqueó una ceja.
—¿Amable? —Sonrió—. He aprendido a elegir mis batallas.
Asentí.
—La próxima vez me aseguraré de pegarle con el martillo duro y frío de Thor.
—Mañana asumirás la cuenta de Alexander Freeland.
—Pero es de Jackson. —Algún representante de Gizzara lo había metido
automáticamente en los casos de Jackson, sin preguntar.
—Y él aprenderá de la forma dura lo que pasa cuando toma lo que no es suyo. Estuve
esperando a que viniera y me lo contara después de la reunión, incluso le di una semana, pero
no pasó nada. Así que es tuyo. —Me miró a través de sus largas pestañas—. A menos que no
lo quieras.
—Lo quiero —respondí con bastante prisa. Estaba contenta y aterrorizada a partes
iguales. ¿Cómo manejaría Jackson esta noticia? Ojo por ojo no parecía una gran idea en este
escenario, pero Brogan era el jefe y ni de broma le diría que no quería más clientes—. Gracias.
—Bien. Entonces supongo que ambos tenemos que volver al trabajo —indicó,
frunciendo el ceño hacia la pantalla de su ordenador.
—¿En qué estás trabajando?
Como si no pudiera resistir la oportunidad de ser entrometida.
—Estoy confundido y no sé qué hacer con la cuenta Travers. Su crecimiento en la red
social ha bajado desde que entró aquí y no sé qué hacer. Nada en esta cuenta parece ofensivo y 112
aun así los fans le están abandonando.
La gran puerta de cristal esmerilado se cerró a mi espalda mientras caminaba hacia su
escritorio. La ficha técnica y las gráficas salpicaban la pantalla y hojeé la información en busca
de alguna posible tendencia. Me apoyé en el borde de la mesa y crucé los tobillos. A esa
distancia, el champú de Brogan era difícil de ignorar. La deliciosa esencia removió algo en mi
interior y tuve la desesperada necesidad de inclinarme hacia él. Curvé los dedos sobre la mesa
para mantenerme allí plantada. Seguiría como una profesional, incluso si empezaba a ser
doloroso físicamente.
—¿Qué pasó en enero de este año? —Eché un vistazo a la gráfica en la esquina izquierda
de la pantalla y divisé el error casi de inmediato.
—¿Por qué?
—Parece que sus seguidores empezaron a marcharse por ese entonces y luego el nivel
bajó los meses siguientes.
—Interesante. —Pasó la mirada del ordenador a mis piernas, y lentamente, demasiado
para ser juzgado apropiado o dentro de sus reglas, recorrió mi cuerpo—. Bien hecho.
Tuve un momento difícil pensando que un alumno de MIT que se graduó como el mejor
de su clase, no se diera cuenta de algo tan simple. A menos que…
Nuestras miradas se encontraron y permanecí congelada usando la mesa como apoyo.
Finalmente entendí cuando en las novelas decían que la anticipación flotaba en el aire. Significaba
un temblor que comenzaba tan profundo que agitaba los huesos. Significaba que los órganos
internos saltaban a lugares en los que no tenían permitido estar. Significaba que la piel me ardía
y se congelaba al mismo tiempo.
Aparentemente, mi estilo de anticipación se sentía como una mujer menopáusica de
cincuenta años.
—Gracias —susurré.
Se aclaró la garganta y el momento se acabó con un frenazo.
Cierto.
Reglas. Trabajo. Dinero.
Deja de pensar en sus labios, Lainey.
—¿Te marchas? —preguntó.
Me levanté y alisé las arrugas de la falda, notando que su mirada siguió mis dedos todo el
tiempo.
—No, tengo un poco de papeleo que necesito acabar. —Le gruñó el estómago y ambos
sonreímos—. ¿Has comido? ¿Tomaste tu batido de ciruela?
Alzó las esquinas de la boca.
—Las ciruelas son buenas para el tracto digestivo.
Palidecí.
—Si tienes ochenta años o eres un niño estreñido.
—Comida de verdad estaría bien —concordó.
—En camino, jefe. 113
Dejé la habitación, incapaz de respirar hasta que la puerta de cristal se cerró.
Después de marcharme para comprar sushi, llevé la comida a su oficina y me dejé caer
en la silla frente a él. Un surtido de sashimi descansaba frente a la mesa en un arcoíris de
pescado crudo. Se le iluminó el rostro.
—Eres la mejor.
—No soy totalmente altruista. Tampoco he comido —indiqué tomando unos palillos de
la caja—. ¿Quieres que te ayude a resolver un poco del papeleo?
Asintió y me deslizó unos cuantos archivos. Había movido la silla al lado de la suya
mientras estábamos comiendo, así podíamos decir cifras en su ordenador mientras
devorábamos sushi. Mientras se encorvaba sobre la mesa estudiando la información, seguía
ladeando el cuello de un lado al otro, girando los hombros y haciendo muecas.
—¿Mañana puedes llamar a mi masajista y sacar una cita?
—A primera hora de la mañana.
Se frotó el hombro y masculló unas cuantas palabras entre dientes.
—¿Bruce te dislocó el hombro durante uno de los paseos? —Treinta kilos de perro viejo
no era una broma y yo bien podría ser de papel maché por el modo en que me arrastraba por
el centro de la ciudad.
—Me lastimé el hombro levantando pesas.
Se estremeció otra vez cuando se masajeó cautelosamente el hombro con los dedos.
Tenía la camisa arremangada hasta los codos y la tinta de su piel estaba a plena vista.
Imágenes de los músculos de Brogan moviéndose mientras levantaba pesas con el sudor
deslizándose por cada muesca de piel cruzaron mi mente.
Hablé antes de que tuviera tiempo de procesar lo malo de la idea.
—¿Quieres un masaje ahora?
Tensó los hombros y su tono se volvió receloso.
—Yo… no creo que sea buena idea.
Oh, Brogan, tienes tanta razón. Tantísima razón.
Pero nunca tuve la habilidad de darle la razón a alguien.
Me hundí en un hoyo profundo. Echándole la culpa de esta osadía al wasabi, los
hoyuelos y la falta de sueño.
—Es algo por lo que le pagas a un completo extraño. Y a mí no me importa.
Me gustaría decir que mis tendencias desinteresadas estaban al tope esta noche, pero
seamos honestos, pensaría cualquier excusa para estar cerca de Brogan, en cualquier
circunstancia.
Porque mi vena masoquista era del tamaño de la Space Needle37.
—A mí sí me importa. —Su voz descendió una octava y me golpeó justo entre los
muslos—. Estar cerca de ti me hace olvidar el por qué escribí esas reglas en primer lugar.
El aire abandonó mágicamente mis pulmones y las palabras se mezclaron en sílabas sin
sentido. Porque, diablos, una cosa era tener un momento de coqueteo en un ascensor y otra 114
muy distinta decirlo en voz alta. ¿Qué había pasado en el transcurso de una semana? Y más
importante, ¿quería esto? Si me acercaba más, claramente estaba violando el Manual, por lo
tanto, poniendo en peligro mi puesto en su empresa. Entonces, ¿dónde estaría para ayudar a
mamá?
Tenía que pensar más allá de mí.
Lo más inteligente sería disculparme, escabullirme de la oficina y volver al bote de medio
litro de Ben and Jerry‘s Cherry Garcia en el que había estado trabajando anoche. La cuchara
todavía estaba en el envase, preparada y con ganas de continuar.
Pero algo en su expresión me detuvo de anular mi oferta. Su mirada era intensa, llena de
calor y deseo.
Francamente, sería una idiota si dejaba pasar la oportunidad.
—¿Qué dice el Manual sobre los masajes?
Aplastó los labios centrando su mirada en mi boca.
—No creo que haya nada en la lista.
Me levanté y puse una mano vacilante sobre el hombro.
—¿Y qué hay sobre tocar al jefe? ¿Dice algo de eso?
Se tensó momentáneamente y luego se derritió con mi contacto.
—No específicamente.
—Entonces, no veo nada malo en un masaje amistoso.
Tragué saliva con fuerza. Tal vez amistoso no era la palabra correcta porque el
pensamiento quiero atacarte, y ¿este masaje viene con final feliz? no era del tipo amistoso.
Giró la silla para enfrentarme y mis manos cayeron sobre su pecho. El vestido gris
carbón caía holgado a cada lado de mis piernas y me rendí a mi necesidad de acercarme. La
manzana de Adán de Brogan se movió mientras deslizaba perezosamente la mirada sobre mi
cuerpo.
—No lo tomaré como algo amistoso. —Su voz ronca me acarició y se me puso la piel de
gallina.

37LaSpace Needle es una torre ubicada en Seattle, Washington, y es un símbolo de esa región. Fue construida en
1962 en el centro de la ciudad.
Incluso sentado, solo tenía que inclinarme un par de centímetros para alcanzar su rostro.
Un silencio se extendió entre nosotros, la mirada fija en el otro, las respiraciones y el zumbido
de su ordenador eran las únicas cosas dentro de nuestra pequeña burbuja de rompiendo las reglas
de la oficina.
—¿Qué estamos haciendo? —susurré mientras alcanzaba mis caderas con sus fuertes
manos y me acercaba, de modo que mis piernas quedaron pegadas a la silla.
Me miró la boca.
—Estoy cansado de jugar según las reglas. Te he deseado desde ese día en la sala de
descanso. Tu boca listilla me vuelve loco. De hecho, no he pensado en otra cosa en toda la
noche que en tus labios.
Dejé de respirar cuando se movió una pequeña fracción, apretando su agarre en mis 115
caderas.
—Esta es una mala idea, ¿cierto?
Era las palabras más apropiadas cuando se acosa sexualmente al jefe, pero por mi vida
que no podía llegar a una razón para detenerme. Las únicas razones que me pasaban por la
cabeza eran destellos de Brogan en toalla, el peso de su cuerpo contra el mío y la necesidad de
que hubiera menos ropa en la ecuación.
—Sí.
Deslizó la mano por mi brazo y me acarició la mejilla. Tomó suavemente mi nuca y me
incliné, cerrando las manos sobre los reposabrazos. Nos separaban unos centímetros, tan cerca
que su suspiro fue mi siguiente aliento. Sus ojos se oscurecieron con hambre, una necesidad
que pulsaba directamente en mi centro. Separó los labios y cerró otro centímetro el hueco
entre nosotros.
—¿Deberíamos parar? —Mi voz era apenas un suspiro.
Pasó los labios por un lado de mi cuello.
—No.
Y sus manos estuvieron en mi cabello, acercándome hasta que nuestras bocas se tocaron.
Movió sus suaves labios sobre los míos y dejé salir un suspiro. Un lento calor se extendió ahí,
donde nuestra piel se tocaba, siguiendo cada músculo, cada pedazo de piel, convirtiéndome las
extremidades en gelatina. Trazó mis labios con su lengua y los separé, dándole la bienvenida a
su caricia.
Me derretí, cayendo en espiral a un sitio de profunda desesperación por estar más cerca
de él.
Bajó las manos por detrás de mi camisa hasta que alcanzó la parte de arriba de mi falda.
Me temblaron las rodillas y casi me caí en su regazo mientras nuestro beso se profundizaba. Se
apartó, con el calor y el deseo evidentes en su mirada, y depositó besos a un lado de mi
mandíbula, alcanzando el cuello hasta llegar a la clavícula.
Yo tenía las manos en su cabello y las deslicé sobre sus hombros, memorizando cada
centímetro. Moldeé los dedos contra los fuertes músculos y gimió mientras bajaba las manos
más y más.
Me había preguntado durante un mes cómo se sentiría este momento y finalmente tenía
la respuesta.
Se sentía como todo. Una respiración robada, labios suaves, una boca que demandaba
todo lo que yo le daba.
Un sonido penetró en medio del caos, sacándome del momento.
El teléfono. El maldito teléfono. Ambos nos congelamos, con las manos a mitad de
camino y los labios tocándose ligeramente.
De pronto, la gravedad de la situación nos golpeó más duro que una pelota en la cabeza.
El teléfono continuaba sonando y nosotros nos mirábamos el uno al otro. El pánico que
se filtraba en sus ojos coincidía con el horror golpeándome el pecho.
Porque en ese momento unas cuantas cosas se hicieron claras:
a) Maldita sea, mi imaginación palidecía en comparación a la realidad.
116
b) Simplemente había saltado la línea no cruzar.
c) Maldita sea, este era el jefe. ¡Abortar! ¡Abortar!
¿Qué habíamos hecho? ¿Y qué significaba esto en términos de mi trabajo? Oh Dios mío,
¿pensaba que era una de esas personas que trataba de ascender en la empresa teniendo sexo?
Porque cualquiera que no compartiera mi cerebro lo vería de esa forma. ¿Eso me convertía en
una trepadora de oficina? ¿La gente incluso seguía usando esa palabra?
El teléfono seguía sonado, cada maldito ring hacía que me encogiera.
—Probablemente deberías responder.
Su manzana de Adán se movió mientras pasaba la mirada por mi rostro.
—Debería.
Tímida, me enderecé y me encaminé a la puerta.
—Voy a marcharme ahora. —Puse las manos en las caderas y me mecí sobre los talones,
luchando por encontrar algo inteligente que decir.
—Mm, gracias por eso.
Fue lo único que se me ocurrió.
Y antes de que pudiera responder salí por la puerta, tomé la bolsa y las llaves del
escritorio y me encaminé al ascensor con el sabor de Brogan todavía en los labios.
Volver atrás no iba a funcionar, así que ¿dónde nos dejaba eso?
¿Dónde quedaba mi trabajo?
Capítulo 16
Regla de vida de Lainey Taylor #36

Presumir nunca es atractivo. Guárdalo para el espejo del baño.

l te dio qué? —chilló Jackson. La vena en el medio de su frente palpitaba


—¿É visiblemente hasta el otro lado de la habitación. Había recibido esta
mañana una circular de Brogan pidiéndole que me enviara toda la
117
información que tenía sobre la cuenta de Alexander Freeland.
Hay un tiempo en la vida de uno en que tienes la oportunidad de escoger otra variante
del test de personalidad. Los test de las revistas de moda y los de Buzzfeed que me
preguntaban qué personaje de Harry Potter sería (obviamente, Ginny), siempre tenían una
pregunta que iba más o menos así:
Tu enemigo consigue su merecido, ¿cómo te sientes?
a) Manos de jazz al aire.
b) Tengo la postura emocional de Suiza en este tema.
c) Oww, tengo el repentino deseo de consolarlo.
Mientras que siempre había rodeado la respuesta C (¿en serio alguien decía la verdad
completa en estas cosas? Quiero decir, en serio), en este momento liberé el espíritu interno de
mis dedos tamborileandoCell Block Tango38 porque reamente, realmente se lo merecía.
Mantuve el regodeo fuera de mi voz.
—La cuenta Gizzara. —Bueno, a uno de sus clientes. El resto estaba a salvo en las garras
nudosas del Grinch.
—No puedo creerlo. No te mereces a Alexandre Freeland. —Su voz se quebró en un
vano gimoteo. Saco las hojas de su cajón y las balanceó encima de mi escritorio, luego las dejó
caer en mi teclado como una avalancha de sobres de manila.
Puse las hojas en orden y las coloqué en mi bandeja.
—Madura Jackson. Estoy aquí para quedarme, así que vete acostumbrando. —O al
menos, eso esperaba.
Podía haber jurado que escuché un ―ya lo veremos‖ murmurado entre dientes, pero
decidí ser la adulta y dejarlo pasar.
Mi falsa confianza empezó a flaquear cuando eché una mirada al despacho de Brogan.
Después de lo que había pasado anoche, no estaba tan segura de que los gruñidos de Jackson
no fueran un poco justificados. Crucé bastante la línea y esto me dejaba en un limbo en
términos de trabajo. Brogan era muy severo con sus malditas normas.

38Es una canción de Chicago The Musical. Habla básicamente sobre alguien que recibió su merecido.
Brogan no se había molestado en detenerme cuando me fui y si no sacaba el tema de
nuevo, lo iba a atribuir a un momento de insensatez y pretendería que nunca ocurrió. Porque,
vamos a enfrentarlo, una Lainey en su sano juicio jamás habría arriesgado así su trabajo.
Aunque sus labios eran motivo suficiente para arruinarme para todos los hombres por al
menos una década.
Para el momento que fui a almorzar, Jackson estaba como siempre, empujando más
archivos a mi escritorio y enviándome dos veces por café (es algo muy valiente confiar en una
mujer que te odiaba para traerte café). Pero no le di importancia, había ganado un nuevo
cliente por mis propios méritos y esto se sentía malditamente bien.
Después de saludar a Zelda de camino a la salida, saqué mi sándwich de mantequilla de
maní y mermelada y llegué al parque, a unos pocos edificio del trabajo, para llamar a mi madre.
118
No habíamos hablado desde mi menos que amigable salida el anterior domingo y mi
medidor de culpa estaba parpadeando en alerta roja.
Nada más me senté en mi habitual banco, saqué mi teléfono y marqué su número.
—Hola mamá.
—¿Cómo estás? —su voz carecía de su alegría normal. No sabía si era el tratamiento o si
estaba enfadada todavía conmigo, y con razón.
Suspiré y saqué bastante valentía para enfrentar los hechos. La había jodido y tenía que
arreglar lo que sea que había hecho para desequilibrar nuestra relación.
—Lo siento por el último fin de semana. No quería enfadarte.
Un suspiro pesado llegó desde el otro lado del teléfono y estuvo callada durante un
momento.
—Cariño, me alegro que te preocupes tanto por tu trabajo. Es importante y lo he
manejado de la manera equivocada.
Fruncí el ceño, sintiéndome incluso peor.
¿Por qué demonios estaba disculpándose conmigo cuando yo me comporté como una
idiota?
—Nunca tienes que disculparte conmigo, mamá. Fui una imbécil y arruiné nuestro fin de
semana. —Después de la manera que mi padre la trataba, escogiendo su trabajo por encima de
ella un noventa por ciento del tiempo, y por ―trabajo‖ quiero decir su secretaria, no la culpaba
por ser un poco resentida con la obsesa del trabajo.
—Vamos a olvidar lo que pasó el último fin de semana, ¿suena bien? —dijo.
—¿Lo prometes?
—Si. —Podía escuchar la sonrisa en su voz.
Sonreí y un peso se me quitó del pecho. Sin importar lo bien que fuera mi vida, si las
cosas con mi madre estaban tensas, eclipsaba lo bonito en cualquier otro aspecto, porque nada
se sentía bastante bueno a menos que estuviéramos bien.
—¿Cómo ha ido tu presentación?
Le expliqué lo que había pasado y que después Brogan supo que había sido mi trabajo.
Todo menos el detalle del beso en su oficina. No pensaba que mi madre se entusiasmara tanto
como yo con mis aventuras después del horario de trabajo. De hecho, por mucho que me
gustara cada segundo de sus labios en mi piel, incluso yo estaba comenzando a cuestionar mis
elecciones. Ya no era una niña de segundaria. Esta era mi carrera profesional y podía ponerla
en peligro.
—No puedo creer lo de este chico —dijo ella, refiriéndose a la traición de Jackson.
Arranqué la punta de mi sándwich y me la comí.
—Sinceramente yo tampoco.
Siempre había sido un imbécil, pero no pensé que se rebajaría a ese nivel. Esto solo
demostró que las personas eran como un tarro fresco de Rocky Road: suave en la superficie,
pero una vez que escarbas, hay un aplastante número de bultos y nueces.
—Estaré visitándote en las próximas semanas. Y prometo que esta vez no llevaré 119
trabajo.
—Suena como un plan.
—Te quiero.
—Y yo a ti, bichito.
Colgué el teléfono sintiéndome diez veces más ligera. Una vez que regresé a la oficina,
mi correo estaba lleno de información del nuevo cliente y un mensaje en particular que pegó
en mi rostro una estúpida sonrisa.

Para: Lainey Taylor


De: Brogan Starr
Asunto: Paseo de perros.
¿Estás libre esta noche? A Bruce le encantaría verte. También se alegraría si compartieras con él una
pasta casera y una botella de vino.
-B
Brogan Starr, director ejecutivo de Starr Media.
Presidente Corporativo con necesidad de una paseadora de perros.

Muy bien, respira, no te está despidiendo o exiliándote al cuarto de correo. Aunque, con
la botella de vino sugerida en el correo electrónico, el despacho de correos no sería un mal
lugar para seleccionar cierto, ehh, correo. No habíamos hablado los detalles de lo que era esto.
¿Una aventura? ¿Encuentro amoroso de oficina? Esto sonaba tan cursi, aunque deliciosamente
sucio. Lo que sea que fuera, iba a quedarse como un secreto, como evidenciaba su correo
electrónico… siempre y cuando Bruce no quisiera realmente decir Bruce, porque tomar vino
con un perro era algo demasiado primitivo para mí. Debatiríamos los detalles sobre esto en la
noche, porque las extravagancias no se pueden ignorar cuando trabajábamos juntos todos los
días.
Apreté en el botón de respuesta y comencé teclear.

Para: Brogan Starr


De: Lainey Taylor
Asunto: Re: Pasear perro
Tal vez Bruce apreciará el ajo más que su dueño.
Lainey Taylor, Asistente adjunto de Brogan Starr, Starr Media.
Paseadora de perros profesional y bebedora de vino.

Para: Lainey Taylor


De: Brogan Starr
Asunto: Re: Pasear perro
120
Ajo, sí, pero el dueño puede ser mejor compañía.
Brogan Starr, director ejecutivo de Starr Media.
Excelente conversador.

Para: Brogan Starr


De: Lainey Taylor
Asunto: Re: Pasear perro
Pero ¿quién puede resistirse a los besos babosos de Bruce?
Lainey Taylor, Asistente adjunto de Brogan Starr, Starr Media.
Paseadora de un perro muy besucón.

Para: Lainey Taylor


De: Brogan Starr
Asunto: Re: Pasear perro
¿Es normal estar celoso de un perro?
Brogan Starr, Director ejecutivo de Starr Media
Dueño de un perro roba-chicas
***
Brogan estaba de pie en la cocina removiendo salsa en una cacerola cuando regresé con
Bruce al apartamento a las siete. Había hecho la habitual caminata al parque central y me
aseguré de poner su bolsita en el contenedor fuera del edifico a dos cuadras de distancia.
Aunque las excentricidades de Brogan me habían molestado en las primeras dos semanas, se
han vuelto algo lindo, algo que lo hacía destacar. ¿Qué había en la mente del joven director
ejecutivo que lo hacía verse un poco diferente de los hombres a los cuales estaba
acostumbrada? Y, ¿realmente había quebrado todas sus reglas desde el primer día porque me
deseaba? No sabía cómo sentirme con eso, excepto que no me gustaba la idea de tener
privilegios especiales por su atracción hacia mí.
Después de quitarle la correa, Bruce caminó lentamente hasta su cama en la sala y se dejó
caer con un jadeo dando vueltas sobre la espalda y resoplando como un cerdo. Moví la cabeza
y sonreí. Habíamos hecho una bonita alianza, una en donde él no se comía mi ropa y yo lo
dejaba olisquear el ochenta por ciento de los hidrantes y estantes de bicicletas a lo largo de los
edificios. Tracé la línea en cuanto a follar al poddle del vecino, que estaba fuera de su liga
porque no tenía sentido que el pobre se hiciera ilusiones.
El sabroso aroma de salsa marinera flotaba en el apartamento y mi boca se hizo agua.
Solo había tenido tiempo para zamparme una barrita de cereal a la salida del trabajo y cualquier
cosa que estuviera caliente y no viniera de una caja sonaba particularmente de lujo.
—Esto huele de maravilla. —Dejé mi bolsa y las llaves en la encimera y caminé hasta
ponerme a un lado de Brogan en los fogones. Al acercarme, el calor de su cuerpo me inundaba
y era suficiente para dejar frita mi mente, igual que harían diez pestañas abiertas en mi
explorador de internet. 121
—La receta de mi abuela. Vive en Italia y subo unos diez kilos cada vez que la visito.
—¿Y ella está de acuerdo? —Porque mi dieta de Top Ramen no iba durar mucho más.
Podía salir adelante con eso cuando vivía en los dormitorios de la universidad, pero once horas
de trabajo diario me dejaban necesitando más que una sopa con fideos. Cada céntimo de los
dos salarios que había recibido, con excepción de mi parte de la renta y apenas un mínimo para
comida, había sido enviado al seguro de mierda de mi madre que ni siquiera llegaba a cubrir la
mitad de su tratamiento. Por supuesto, mi madre no estaba contenta de que estuviera gastando
mi dinero ganado con esfuerzo en ella, pero ¿qué se suponía que hiciera? ¿Consentir mi
adicción a las bolsas y mallas mientras ella estaba demasiado enferma para trabajar y las cuentas
se apilaban? Nop. Ni pensarlo. Intentó devolverme cheques un par de veces y terminé por
depositar el dinero directamente en la cuenta de cobro. Además, soplar los mocos en pañuelos
de seda, bolsas de piel italianas, o bistec y pollo significaba que ella tenía que pagar más tarde.
No podía dejar que eso pasara. Así que fideos y cajas de macarrones con queso estarían en mi
futuro durante un tiempo impredecible.
Brogan se rio y continuó revolviendo la salsa. Me quité la bufanda y apartó la atención de
la salsa con la mandíbula abierta por un instante cuando sus ojos se posaron en el escote bajo
de mi blusa.
—Me alegro de que vinieras. —La formalidad que usábamos uno con el otro durante las
horas de trabajo se desvaneció cuando pasó los dedos por la curva de mi espalda, acercándome
para un largo y lento beso que derritió mis entrañas. Sus labios tenían esa capacidad
extraordinaria para reducirme a siete neuronas, las suficientes para que funcionara la boca y
llenara de aire los pulmones.
Cuando se alejó para seguir removiendo la salsa, me quedé con los labios hinchados y
una precoz arritmia cardiaca.
Pasó su pulgar por mi labio inferior.
—De lejos, la mejor parte del día. —Ambas manos encontraron el camino hasta mis
caderas y me atrajo para otro beso. Este contenía la urgencia de alguien que sabe lo que quiere,
alguien que siempre consigue lo que quiere. Y cuando se trataba de Brogan, estaba dispuesta a
darle justo eso.
La salsa empezó a hervir y Brogan rompió el beso para apagar el fuego. En ese segundo
de separación, fui capaz de recordar mi misión de esta noche: averiguar qué demonios era esto.
Tan pronto como encontrara el momento adecuado.
Miré alrededor de la cocina, sin estar segura de qué hacer con las manos… Además de
metérselas a Brogan, obviamente.
—¿Puedo ayudarte con algo? —pregunté. Toda la cosa del ligue era nuevo para mí y no
sabía realmente cómo funcionaba en términos de protocolo. ¿Habíamos llegado a lo bueno o
echaba una mano como cualquier novia haría? ¿Meter las manos en los bolsillos de sus muy
irresistibles pantalones de vestir? ¿O quitarle la camisa, botón por botón? Decisiones,
decisiones.
Un vergonzoso ruido fuerte surgió de mi estómago y Brogan arqueó su ceja.
—Puedes ser mi catadora de salsa.
—Me gusta la idea —dije. Gentilmente guio la cuchara hacia mis labios y el sabor
explotó en mi lengua, una rica mezcla de tomates, ajo y especies. Gemí y mis ojos se 122
cerraron—. Dios mío. Es espectacular. —Posiblemente la mejor cosa que había comido en un
mes.
Abrí los ojos y Brogan aún permanecía inmóvil con la mirada fija en mi boca. Las pupilas
estaban dilatadas con una clase diferente de hambre que la que estaba rodando por mi
estómago. Aquella mirada me llevó de vuelta a la noche anterior. La sensación de sus dedos
pasando por mi cabello, la suavidad de sus labios mientras devoraban los míos.
La cuchara de salsa aún colgaba a unos centímetros de mi rostro, temblando ligeramente
en la mano de Brogan. Por primera vez se veía inseguro de sí mismo. El personaje de sala de
juntas había sido desnudado, dejándolo abierto y vulnerable.
Debió darse cuenta del cambio en su propio comportamiento porque rápidamente dejó
la cuchara en la encimera y se aclaró la garganta.
—Me aseguraré de transmitir el mensaje a la Nona.
Permanecimos en silencio durante unos momentos, ambos mirándonos. Abrió la boca y
la cerró, como si estuviera decidiendo qué decir.
Tal vez, encuéntrame en mi cama en treinta segundos, o, por favor, déjame echarte una mano con esa
ropa, me adueñaré de ti y estrenaré el sofá de cuero.
Pero no dijo nada de eso.
—¿Puedes poner la mesa? Los platos están allá. —Señaló una alacena encima de la larga
extensión de granito. Está bien, así que ninguna ropa desaparecería todavía, pero la cena era un
paso en la dirección correcta.
—Claro. —Me dirigí a la alacena y agarré dos platos. Los puse sobre la mesa junto con
los cubiertos y las servilletas. Los movimientos se sintieron tan cómodos, como si lo
hubiéramos estado haciendo durante años, casi como si perteneciera aquí. Esta era la segunda
vez que me sentía de esta manera en su casa... un pensamiento peligroso cuando no sabía lo
había entre nosotros. Apenas lo conocía. Era mi jefe y me estaba cocinando la cena. Nos
habíamos besado a lo grande dos veces.
De repente todo en mi mundo se sentía al revés. ¿Esto era un hecho normal en su casa?
Con la apariencia y el dinero de Brogan, dudaba que su cama estuviera vacante mucho tiempo.
—¿Está todo bien? —Me miró de soslayo mientras vertía la salsa en un recipiente y
sacaba las albóndigas del horno.
—Sí. —¿Quizás? No lo sabía.
Me senté frente a él en la mesa, tamborileando los dedos contra el borde de la copa.
Se aclaró la garganta otra vez, esta vez moviéndose inquieto en el asiento.
—No hago esto muy a menudo. Por lo general, solo somos Bruce y yo.
Tenía mucho sentido. Incluso si pertenecía a la lista del "soltero más cotizado", no podía
salir de su oficina el tiempo suficiente ni para tener una cita.
Resoplé.
—La conversación debe ser estimulante.
—Bruce es buena compañía. Tiene excelentes modales en la mesa. —Se inclinó y rascó
la rechoncha cabeza de Bruce.
—Mi guardarropa desaparecido es una clara evidencia. —Puse los ojos en blanco. 123
La boca de Brogan se estacionó en una sonrisa atractiva que lanzó mi pulso hacia una
marcación inestable.
—Todavía estamos trabajando en los modales. —Miró a Bruce—. Creo que tenemos un
largo camino por recorrer. Me gustaría reembolsarte tu ropa arruinada.
Pensé en decir no a esto, pero ¿cuándo iba a ser la próxima vez que podría permitirme
ropa bonita? Además, no necesitaría ropa nueva si no fuera por Bruce.
—Puedes añadirlo a mi cheque.
—Voy a hacérselo saber a Tony a primera hora de la mañana.
Asentí y mordí la albóndiga más deliciosa y suave, con la cantidad perfecta de ajo y
condimentos. El jugo escurrió por mis labios y rápidamente limpié el lío con la servilleta.
—Estas bolas son increíbles. —Oh, Dios mío, ¿en serio eso acababa de salir de mi boca? Mis
ojos se abrieron y si hubiera una playa cerca, con mucho gusto hubiera metido la cabeza en la
arena justo ahora—. Albóndigas. Me refiero a las albóndigas.
—Tu habilidad con las palabras nunca deja de sorprenderme, Taylor. —Tuvo la audacia
de sonreír—. Me alegro de que te gusten mis bolas de carne
Me aclaré la garganta y traté de desviar el rumbo de la conversación.
—¿Es otra receta de tu abuela?
Esta vez una verdadera sonrisa se dibujó en su rostro, haciendo que las comisuras de sus
ojos se arrugaran.
—Sí. Pero le hice algunas modificaciones a la receta.
Tomé otro bocado y lo hice rodar por mi lengua, tratando de descubrir el ingrediente.
—¿Nuez moscada?
Asintió, impresionado.
—Sí.
Regresamos de nuevo a comer y, mientras miraba desde el otro lado de la mesa, me
preguntaba cómo podría funcionar esto. El coqueteo y los besos eran una cosa, pero ¿qué
significan?
No podía ir a trabajar y fingir que nada estaba pasando y luego venir por las noches
mientras me cocinaba increíble comida italiana, ¿o podría?
Mmmm, sí, claro que podría si involucrada estas albóndigas.
Mi avance normal de flujo mental se había congelado por los acontecimientos del día
anterior, y la pausa en la conversación quedaba perfecta para la pregunta que había estado
carcomiéndome.
—¿Brogan? —dije finalmente, sin ser capaz de contenerme ni un minuto más, como una
maldita loca.
—¿Sí?
—No quiero que esto —señalé entre nosotros—, afecte mi trabajo. —No podría seguir
adelante con esto si ponía en peligro mi trabajo, no importaba cuánto me gustara su tierna
boca—. Tengo que pensar en mi madre. 124
Su expresión se volvió seria y arrastró los dientes del tenedor por el borde del plato.
—Nada de lo que sucede fuera de la oficina influirá en mi opinión de ti en el trabajo.
—Bien. —Correcto, uno de los elementos de mi neurosis fuera del camino. Ahora
podría concentrarme en la gran pregunta—. Entonces, ¿qué es lo que quieres de esto? Quiero
que las cosas sean claras.
Todos sabíamos a dónde iban las ambigüedades. Directo a Villaloca, y seguro como el
infierno que no iba a abordar ese tren.
Suspiró y empujó los espaguetis en el plato.
—Eres inteligente, hermosa y me gusta pasar el tiempo contigo, no sé si puedo ponerle
una etiqueta a eso. No he hecho esto hace mucho tiempo, así que estoy fuera de práctica con
todo el asunto de las citas.
—A mí también me gusta pasar el tiempo contigo. Y no necesito una etiqueta, no estoy
en la escuela secundaria. —Alabado sea Jesús, aleluya—. Pero creo que tenemos que tener
algunas reglas.
Su frente se levantó una fracción, pero una sonrisa todavía jugaba en sus labios.
—¿La rompedora de reglas está optando por reglas? Estoy teniendo un derrame cerebral
ahora mismo.
—Rápido, ¿dónde está tu botón de Emergencias?
Sus labios se torcieron.
—Tal vez debería invertir en uno. No querría ser abandonado a mi suerte si me
rompiera la cadera.
—Podrías llevarlo de collar como el reloj de Flavor Flav.
—Yo... —Se detuvo sacudiendo la cabeza—. No tengo idea de quién es.
Gemí y puse los ojos en blanco.
—Tengo tanto que enseñarle, señor Starr.
Sus fosas nasales se abrieron ante el uso de su nombre y tomó una profunda y
entrecortada respiración.
—¿De verdad?
Le gustó cuando lo llamé así, estaba claro. Tal vez me dio demasiada satisfacción saberlo.
Se pasó el pulgar por el labio inferior y me miró pensativo.
—Tienes razón. Probablemente las reglas sean algo positivo.
Le hice un gesto con la mano.
—Eres el maestro de la regla. ¿Qué propones?
Se detuvo un minuto, tomando un sorbo de vino y limpiándose la boca con la servilleta.
—Nunca he hecho algo como esto, realmente no conozco el protocolo adecuado. Pero
vamos a mantenerlo simple. Uno: nadie en la oficina puede saber. Dos: no podemos estar
juntos en el trabajo de nuevo. Es demasiado arriesgado. Y tres: nada de apegarse.
—¿Nada de apegarse? 125
—No puedo comprometerme a nada serio. No con la compañía todavía en sus inicios.
—Levantó la vista del plato y sus ojos adquirieron una naturaleza triste que nunca había visto
antes—. Si no puedes manejar eso, podemos pretender que la noche anterior nunca ocurrió.
No quiero presionarte.
—Aprecio que seas claro. —Esto era mucho para asimilar.
Por una fracción de segundo mis pensamientos regresaron a mi padre. ¿Fue así como se
inició con su amante? ¿Una aventura de oficina que se convirtió en una nueva familia? Me
sacudí la idea. Esta era una situación completamente diferente, no había otra mujer. ¿Pero este
arreglo era algo que quería? Por una vez, daría cualquier cosa por ser tan meticulosa como
Zoey, equipada con listas y hojas de cálculo de ventajas y desventajas de cada detalle de la vida.
Si tuviera que crear una ahora mismo, se vería algo como esto:
Pro: Brogan Starr me desea.
Mi yo interior de catorce años que practicó besar en mi póster de JTT39, estaba
mayormente festejando y alzando los puños en este el momento.
Contra: esto era esencialmente una aventura.
Es decir, la palabra era de por sí desagradable. No era una taza de café desechable para
ser arrojada a la basura tan pronto como alguien se saciara. Además, la gente tenía expectativas
diferentes cuando se trataba aventuras, uno se apegaba más que el otro y siempre alguno salía
lastimado. Algo me decía que no iba a quedar en el extremo victorioso en este acuerdo.
Pro: Una aventura con Brogan era mucho mejor que no tenerlo en absoluto.
Eso se explicaba por sí mismo.
Contra: una fecha de caducidad ya establecida con la persona que expedía mi cheque de pago.
No dinero significaba no pago de quimioterapia. Y a pesar de que Brogan prometió que
esto no iba a interponerse en el trabajo, no veía la forma en que esto no se filtrara en la
interacción cotidiana de la oficina.
Pro: Brogan.
Una vez más, se explicaba por sí mismo. Porque, vamos, sexy, inteligente, tatuado y que

39JTT: Jonathan Taylor Thomas: actor estadounidense de cine, televisión y de voz (hizo la voz de Simba en la
película del Rey León).
puede ordenar en una sala de juntas, no era cualquier cosa. No muchas veces mis ovarios
tomaban el asiento delantero en la toma de decisiones, y esta rara ocasión no era algo para
pasar por alto.
Contra: Brogan era un buen tipo (normalmente una cosa excelente).
Muchas chicas subestiman el efecto de un buen hombre. Claro, los chicos malos eran
atractivos, ¿a quién no le gustaba un chico peligroso que no prometía nada salvo pecado y un
corazón roto en la parte de atrás de su Harley? Sin embargo, un buen hombre era peligroso.
Eran los chicos que te gustaría llevar a casa con mamá. Del tipo que te trae el desayuno a
la cama y compra los tampones en el supermercado de camino a casa porque tú estás ocupada
llenándote los carillos de helado y llorando por la tremenda injusticia de que Rose perdiera a
Jack en Titanic (había espacio absolutamente en ese trozo de madera para los dos). Sí, los
chicos buenos eran el verdadero peligro, porque algo me decía que Brogan no sería alguien del 126
que pudiera recuperarme rápidamente, si y cuando esto terminara.
De acuerdo, estaba harta de pensar en los aspectos negativos. Sí, él era mi jefe. Sí, esto
era probablemente muy estúpido, tal vez más que el incidente de mi casi afeitado del cráneo,
pero maldita sea, si podía tomar decisiones de pobre con mi dinero, también podía meterme en
este suicidio.
Me di cuenta de que lo había dejado colgando mientras me perdí en mi lista mental de
pros y contras. Cuando levanté la vista de mi plato, Brogan me estaba mirando fijamente con el
ceño fruncido, haciendo dibujos con el tenedor en la salsa de su plato.
—Creo que este arreglo podría funcionar —le dije.
Brogan colocó su tenedor sobre la mesa y parecía visiblemente aliviado con mi respuesta.
—Yo también.
A estas alturas los dos habíamos terminado la cena y fuimos a la cocina para enjuagar los
platos y ponerlos en la lavavajillas.
Los últimos restos de la marinara rociaban el fregadero mientras enjuagaba el plato. Si
hubiera estado sola, habría lamido el plato hasta dejarlo limpio, porque la salsa era algo fuera
de este mundo.
—No quiero ningún trato preferencial en el trabajo —añadí, recordando la sensación de
vacío en el estómago al pensar que Brogan pudiera convertirme en la excepción a sus reglas.
Sus labios se alzaron en una sonrisa.
—No estaba planeando hacerlo
Agarró mi plato y lo metió en la lavavajilla.
Apoyé la cadera contra el mostrador y me crucé de brazos.
—Y si no me equivoco, tengo que ser responsable, igual que todos los demás. —Hice
una pausa, y mi voz adquirió un tono más duro—. Quiero ganarme mi éxito y no quiero que
nadie piense erróneamente que es porque nos estamos acostando.
Porque en este momento estaba en las trincheras, abriéndome camino hacia arriba,
haciendo tareas de baja categoría, pero algún día iba a usar mi título y no quería que nadie se
preguntara por qué.
Igualó mi miranda intensa.
—Ni soñaría con eso. Vas a trabajar tan duro por tu éxito como todos los demás.
—Creo que eso lo resuelve. —Sonreí—. Estoy dentro.
Él sonrió y me dio un abrazo. Mis manos pasaron a lo largo de sus bíceps, a lo largo del
fuerte conjunto de los músculos que serpenteaba por sus brazos.
—Yo también.

127
Capítulo 17
Manual Starr Media
Regla # 322

Los correos electrónicos seguirán siendo profesionales y educados.


128

J ackson había reanudado su papel de compañero de trabajo indiferente en el momento


en que regresé a trabajar al día siguiente. Se sentó en su escritorio encorvado en la silla
y tecleando en su computadora con una mano.
—Más clientes en tu escritorio esta mañana.
Levanté la vista para mirarlo, tratando de descifrar sus motivos. ¿Me dio estos a mí,
sintiéndose mal por joderme ayer? Clientes de lástima. Demonios, los tomaría. Mientras más
clientes tuviera, más estabilidad laboral conseguiría.
—Si te estás preguntando por qué, es porque los encuentro mediocres y hundirán el
resto de mi portafolio.
Se me quedó mirando por encima de su computadora y luego volvió a su trabajo.
Correcto. Hoy era todo miel sobre hojuelas.
Dos carpetas de color manila se asentaban en mi escritorio y las empujé a un lado para
encender mi computadora.
Mi correo electrónico sonó mientras se cargaban los programas.

De: Brogan Starr


Para: Lainey Taylor
Asunto: Albóndigas.
Espero que no traigas albóndigas a la oficina. Tienen ajo y es posible que te estés reuniendo con un
cliente hoy a la 1:30. No llegues tarde.
Brogan Starr, CEO Starr Media.

Respondí rápidamente.

De: Lainey Taylor


Para: Brogan Starr
Asunto: Re: Albóndigas.
Jamás se me ocurriría comer tus bolas en el trabajo. Espero con interés la reunión.
P.D. —Planeo comerlas con pan de ajo y bolitas de papa de ajo esta noche.
Lainey Taylor, segundo asistente de Brogan Starr, Starr Media.
Amante del ajo.

Sonreí con suficiencia, pensando que tal vez tenía que moderar el siguiente correo
electrónico, porque ese tal vez había acatado poco las reglas.
Un nuevo evento apareció en mi agenda, una reunión con JD Sigmund, un presentador
de noticias que se transfirió recientemente a través de MTV. Reboté en mi asiento mientras
miraba fijamente la notificación. Cuatro nuevos clientes en un mes. A este ritmo, tendría una
carga de trabajo llena para el final del próximo año.
129
Me reí con nerviosismo mientras leía el correo electrónico de Brogan por cuarta vez.
—Por favor, sin demora comparte con la clase qué es tan jodidamente gracioso, novata.
—Jackson dio su fruncimiento de ceja número dos con un pequeño toque de indignación para
aderezarlo un poco.
—Solo un correo electrónico gracioso.
—¿Recibiste el de YouTube en el que el gato intercambia votos con una sandía? Janice
lo envió esta mañana.
—No. —Y me sentí extrañamente excluida de que todos en el personal estuvieran
viendo videos de un gato tonto mientras mi bandeja de entrada permanecía vacía.
Otro correo electrónico sonó en mi bandeja de entrada unos cuantos minutos después.

De: Brogan Starr


Para: Lainey Taylor
Asunto: Re: Albóndigas.
Tratando de mantener a raya a los vampiros, ¿eh? El rumor es que el ajo es un mito, aunque el agua
bendita y un círculo de sal harán el truco. ¿Estás libre el jueves?
-B

De: Lainey Taylor


Para: Brogan Starr
Asunto: Re: Albóndigas.
¿Acabas de hacer una referencia de Supernatural? Veo que Netflix está dando resultados.
Tendré que revisar mi agenda. Mi jefe es muy estricto y podría tener un montón de trabajo que hacer esa
noche.
-L

De: Brogan Starr


Para: Lainey Taylor
Asunto: Re: Albóndigas.
Intercederé por ti con tu jefe.
-B

Ahogué una risa con la mano y reboté las piernas contra el peldaño de mi silla. Oh Dios,
estaba en problemas.
***
Brogan estaba en su computadora cuando terminé de caminar con Bruce la noche
siguiente. Tenía un par de lentes con montura negra mientras se enfocaba en una hoja de
cálculo. Los lentes le daban un lindo borde friki a su musculoso exterior, algo que era
130
deliciosamente adorable.
—¿Cómo va la cuenta Henderson? —pregunté, dejando caer la bolsa y la cartera en la
mesa del café.
—Está caminando. Ya terminé. —Golpeó unas cuantas teclas en la computadora y luego
cerró el portátil. Se quitó los lentes y se restregó el rostro con las manos. Su mirada de
irritación se disipó cuando la deslizó sobre mí, reemplazada con una suave sonrisa—.
Maldición, eres un espectáculo muy necesario para los ojos cansados. Ven aquí, hermosa. —
Me tomó de la mano y me llevó al sofá.
Pasé los dedos a lo largo de la barba incipiente mientras nuestros labios se rozaban.
—¿Qué hay en la bolsa?
Se asomó al gran saco sobre la mesa.
—Los juegos de esta noche. —Agarré la bolsa y la puse en el sofá junto a él.
Mientras veía la bolsa, sus cejas se fruncieron.
—¿Es una pistola de plástico? —Puso el dedo meñique en el agujero del gatillo y la
levantó, examinándola.
—¿Crees que es un arma? —me burlé—. Es simplemente la mejor arma conocida por el
hombre. La Zapper NES40.
Negó, pero una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Me perdiste.
—¿Nunca has jugado Cacería de Patos? —Se me quedó mirando—. ¿De verdad viviste
bajo una roca en los años noventa?
—Podría haberlo hecho —murmuró, y su sonrisa cayó momentáneamente. Pero
reapareció rápidamente—. La parte del arma del juego, supongo. Mis padres creían que los
juegos de video y la televisión pudrían los cerebros, así que lo más que tuve fueron treinta
minutos de PBS41. No te preocupes, he compensado eso desde entonces. —Asintió hacia tres
diferentes consolas de juego enclavadas en su sistema de entretenimiento.
—Bueno, prepárate para perder unas cuantas neuronas esta noche, porque vamos a tener

40Zapper NES: Disparador de luz con formato de pistola, vendida como accesorio del original Nintendo en
1984.
41PBS: Servicio Público de Radiodifusion. Es una cadena de televisión pública estadounidense sin fines de lucro.
la apertura oficial de Cacería de Patos.
Desenterré la consola de Nintendo de la bolsa y conecté los cables en la televisión.
—¿Por lo menos podemos tomar un poco de vino?
—¿Eso siquiera se pregunta? El vino va con todo. Incluyendo… —Agarré la bolsa de
gusanos de goma de la bolsa y los lancé en el regazo de Brogan.
Hizo una mueca al paquete y lo levantó con cuidado como si contuviera desperdicios
tóxicos.
—¿No había algo en nuestro arreglo que dijera que no está permitido envenenarme?
—Es caramelo, no arsénico.
Levantó un dedo. 131
—¿Alguna vez escuchaste que un sistema limpio es un sistema saludable?
Correcto, por supuesto. El Señor Orgánico no comería gusanos de goma.
—Entonces el mío debe lucir como un vertedero de basura. No puedes criticarlos a
menos que los pruebes primero.
Puso los ojos en blanco pero abrió el paquete. Apretó el gusano entre sus dedos y se
estremeció. Parecía que iba a vomitar justo ahí.
—Esto es asqueroso.
Puse las manos en las caderas y solté un suspiro exagerado.
—Solo inténtalo.
—¿No se suponía que la presión social terminaba en la secundaria?
Pensativo, deslizó la mano por mi muslo haciéndome olvidar por un momento lo que
estábamos hablando. Sus labios besaron a lo largo de mi cuello y la piel de gallina cubrió mi
piel. Algo me dijo que nunca me acostumbraría a sus caricias.
Lanzó la bolsa de gusanos a un lado y siguió trabajando a lo largo de mi clavícula y luego
más abajo.
—Esta es una alternativa mucho mejor que el caramelo —dijo, deslizando las manos
hasta mi blusa.
Si pensó que podía salirse con la suya distrayéndome con la boca y las manos, bueno,
tenía razón. Pero no iba a ganar esta vez. Fui capaz de reunir algo de autocontrol.
—¿Escuchaste eso? Creo que hay un pollo en tu apartamento.
Soltó un suspiro.
—Me retracto de todo lo que dije acerca de admirar tu determinación.
—Es una cualidad adorable que aprenderás a aceptar con el tiempo.
—Bien. Pero para que conste, solo estoy intentándolo para que dejes de mirarme con
esos ojos de cachorro. No puedo decir que no a nada cuando me miras así.
—Mantendré esa pepita de información útil escondida.
Su mano acarició mi mejilla, y me sonrió de tal manera que dejó mi interior en llamas.
—Utiliza esos poderes para el bien, ¿sí? —Vio el caramelo en su mano y le dio una
tentativa mordida. Su expresión fue de disgusto a repugnancia en un período de pocos
segundos—. Esto sabe a mierda.
—Sabe a mi infancia. —Levanté la bolsa y metí un gusano en mi boca.
Sus ojos se abrieron mientras me veía masticar y tragar el dulce.
—Bueno, tu infancia debió ponerte en coma diabético.
No pude evitar la risa que burbujeaba, porque Brogan enloqueciendo por un gusano de
goma era la cosa más divertida que había visto en por lo menos una semana.
—Discúlpame, tengo que lavar el sabor de mierda con algo. —Movió su portátil del sofá
a la mesita auxiliar y desapareció en la cocina. Un par de minutos después, regresó, blandiendo
dos vasos de vino tinto. Me entregó una copa de cristal de cuello largo y tomé un gran sorbo.
Esto era muy diferente a las cervezas de tres dólares. Mis papilas gustativas estarían llorando la 132
próxima vez que fuera a un bar.
Coloqué la copa en un posavasos en la mesa de café, di una zancada hasta la consola y la
encendí. El viejo cazador y el perro destellaron en la pantalla, acompañados por los molestos
patos. No había jugado este juego en años. Desde que salieron los nuevos sistemas de juegos
este había recogido polvo bajo mi cama. Pero cuando Brogan dijo que no se había dado el
gusto con la buena tecnología de los años noventa, tenía que compartir algo que era cercano y
querido en mi infancia.
Después de entregarle el controlador a Brogan, lo instruí en cómo funcionaba el juego.
—Apunta a los patos. El objetivo es matar a cada uno y pasar al siguiente nivel.
—Parece muy sencillo. —Se encogió de hombros y apuntó con su controlador a la
televisión.
Sonreí.
—Mmm-hmm. —Correcto. Solo un novato diría eso. Cualquier versado en el ámbito
Nintendo sabría que conseguir a cada pato tomaría cierta cantidad de habilidad y suerte, y
posicionar el controlador medio centímetro al lado del pato, porque algunas veces la pantalla
estaba un poco desfasada del láser.
Lo veía mientras se aferraba fuertemente al gatillo y disparaba rápidamente pero siguió
perdiendo a los patos que volaban por la pantalla. Maldijo en voz baja, y sus cejas se apretaron
mientras se concentraba
—¿Qué demonios? ¡Los tenía!
—Ayuda si ves a través de la mirilla en lugar de ir todo G-unit42 contra ellos. Sé uno con
el arma, jefe.
—Correcto. —Negó y se estiró en el sofá, sosteniendo el arma frente a mí—. Qué tal si
me muestras cómo se hace.
Tomé el controlador de su mano y saqué la lengua.
—Con gusto.
La ronda empezó de nuevo y disparé a cada pato antes de que fueran capaces de volar

42G-unit: Unidad Guerrilla es un grupo de personas o pandilla que sale y utiliza su poder para intimidar y hostigar
a las personas de otra parte.
fuera de la pantalla.
—No sé cómo acabas de hacer eso, pero definitivamente me gusta verte con un arma en
las manos.
—¿Sí? —Fingí soplar el humo del cañón de plástico—. Entonces deberías verme jugar
Mortal Kombat. Soy competente con toda clase de armas. —Moví las cejas.
—No sé si tenerte miedo o estar excitado.
Una onda de calor me atravesó.
—Tal vez un poco de ambas cosas.
Lancé el controlador en la mesa y me subí encima de él con las piernas a cada lado de sus
muslos. Sus dedos se envolvieron alrededor de mis costados mientras me jalaba más cerca de
133
él. Nada era mejor que la sensación de su piel, la forma en que sus ojos se suavizaban cuando
me miraba… La forma en que todo lo demás se deslizaba y perdía importancia.
Mis palmas ahuecaron cada lado de su rostro y mis dedos se metieron entre su cabello.
Gimió y se inclinó hacia mis manos mientras masajeaba su cuero cabelludo.
—Miedo es la última palabra que usaría cuando estás encima de mí.
Su boca suave se encontró con la mía y un suspiro escapó de mis labios entreabiertos.
Un calor abrazador se extendió desde donde mi boca se encontraba con la suya y bajó en
cascada por mi columna mientras arqueaba mi cuerpo contra el suyo. A pesar de que
estábamos lo suficientemente cerca y que la única barrera que quedaba era nuestra ropa,
necesitaba más. ¿Cómo podía alguien tan diferente a mí provocar tal reacción? Ni siquiera
empezaba a entenderlo, pero su disposición a intentar algo que significaba mucho para mí era
reconfortante.
Si nos hubiéramos conocido en la universidad sería mi mejor amigo. Alguien con quien
compartir secretos y deseos. Alguien con quien me gustaría estar porque yo le gustaba como
persona antes que nada, y también porque Brogan era un buen chico, y los chicos buenos
siempre fueron más problemáticos.
Su lengua se deslizó por mis labios al mismo tiempo que sus manos trabajaban sobre mi
espalda. Cualquier pensamiento chocando en mi cabeza rápidamente se disolvió cuando
nuestro beso se profundizó y mi comprensión de la realidad se deslizó en una niebla de ligeras
caricias como plumas, piel y suspiros satisfechos.
Capítulo 18
Regla de vida de Lainey Taylor #92

Una forma segura para llegar al corazón de un hombre es a través del estómago.

—Y , para empeorar las cosas, estuvo posteando en twitter toda la cita.


Al tipo se le olvidó que nos seguimos mutuamente y que yo podía
ver las actualizaciones de su estado.
Zoey y yo estábamos dobladas con un ataque de risa en los taburetes de la barra,
134

escuchando el relato de la cita infernal de Zelda. Finalmente había aceptado su oferta de una
noche de chicas y arrastré a Zoey conmigo. Por suerte se estaban llevando bien, justo como lo
esperaba.
—¿Cómo terminó? —preguntó Zoey, mientras yo revisaba mi teléfono por décima vez
desde que nos sentamos hace treinta minutos.
Mi persistencia dio sus frutos, ya que había un texto en mi bandeja de entrada.
Brogan: Iba por el pasillo de galletas y pensé en ti.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro y rápidamente le respondí el mensaje mientras trataba
de escuchar la historia de Zelda.
Lainey: No sé si sentirme halagada u ofendida.
Me volví a concentrar en la conversación entre Zoey y Zelda justo a tiempo para que los
labios de Zelda se levantaran en una sonrisita idiota.
—Le envié un mensaje por twitter desde el taxi para que se encargara de la cuenta, y que
mi lápiz de labios no era ―rojo candente‖, era rojo ―supongo que esta noche solo obtendrás tu
mano.‖
—Oh Dios mío. ¿Te contestó? —preguntó Zoey.
Ella se encogió de hombros.
—Quién sabe, bloqueé su culo y conseguí una cena gratis. No estaba muy desconsolada
por ello.
Incliné mi botella de cerveza en su dirección.
—Quiero ser como tú cuando sea grande.
—Se necesita mucha práctica con malos besadores, pero creo que puedes hacerlo. —
Hizo un guiño.
Tomé un sorbo de cerveza y miré mi teléfono de nuevo. Los latidos de mi corazón se
aceleraron cuando vi otro mensaje de texto.
Brogan: Definitivamente halagada. Compré siete cajas y ninguna sabía tan bien como las que hiciste.
Lainey: Te dije que eran fuera de este mundo.
Brogan: ¿Eso significa que vendrás y hornearás para mí esta semana?
Lainey: Hmm... ¿qué gano con esto?
¿Hornear galletas para Brogan? Um, ¿dónde estaba la hoja de registro?
Zelda se volvió hacia mí.
—¿Qué hay de ti? ¿Estás viendo a alguien, Lainey?
Levanté la vista del teléfono y cerré la aplicación de mensajes. No es que alguien pudiera
ver mientras escribía mensajes debajo de la mesa, pero no tenía sentido ser descuidada.
—Realmente no lo sé todavía. Está en las primeras etapas. Todavía estoy esperando para
ver si va a funcionar.
Zelda levantó una ceja y se inclinó más cerca, apoyando la barbilla en la mano. 135
—¿Oh? ¿Alguien que conozca? Hay varios lindos en la oficina.
Sentí como me convertía en un ciervo ante los faros, en modo "cómo voy a responder a
esto."
—Sabes que no está permitido. No, es alguien fuera del trabajo. —Técnicamente era la
verdad porque lo estaba viendo fuera de los límites de las horas de trabajo.
Tomó un sorbo de su Martini.
—Vas a tener que traerlo.
Mmm, si tan solo supiera.
—Ya veremos. Es un poco tímido con respecto a cosas de una relación.
—Todavía puedo presentarte a mi amigo tatuado si este tipo no funciona. No hay un
hueso tímido en su cuerpo, si sabes lo que quiero decir. —Arqueó una ceja.
—Suena bien.
Nop, no había ninguna posibilidad en el infierno de que estuviera ocurriendo.
Zoey me sonrió y estuve agradecida de que estuviéramos en la misma longitud de onda y
de mantener la noticia de Brogan en secreto. A pesar que me gustaba Zelda, respetaba lo
suficiente a Brogan como para no decirle nada a alguien que trabajara en la oficina. Lo peor
que podría pasarme era ser despedida, bueno, y ser enviada a la lista negra de cualquier
compañía de medios de comunicación en la costa oeste, pero tenía la sensación de que las
consecuencias serían peores para Brogan, como titulares en los tabloides y clientela perdida,
especialmente cuando nuestra firma tenía la mayor discreción para con sus clientes. Si no
podíamos mantener nuestra vida personal en privado, ¿qué decía eso en términos de nuestros
servicios?
Mi teléfono sonó en el regazo, y lo levanté.
Brogan: Hmm... ¿Obtendrás un jefe feliz?
Lainey: Pensaré en ello. No es realmente un incentivo lo suficientemente bueno.
Bajé mi teléfono de nuevo y traté de no sonreír como una tonta. Coquetear con Brogan
era como un buen café con leche o un tazón de helado, completamente satisfactorio, pero con
cero calorías de culpabilidad.
—¿Y qué hay sobre ti, Zoey? —preguntó Zelda.
Zoey había estado inusualmente tranquila sobre el Chico sin Camiseta del otro día. Me
moría por saber qué pasaba con ellos, porque también había pasado un tiempo desde que había
estado en una relación. Pero cuando se trataba de su vida personal, a Zoey no le gustaba que la
gente fisgoneara, me diría cuando estuviera lista.
Agitó la pajita de su Tom Collins y miró distraídamente su bebida.
—Es complicado.
—¿Esto tiene algo que ver con el Chico sin Camiseta?
—Su nombre es Ryder —murmuró, con una nota de molestia en su voz.
Mientras Brogan tenía la constitución delgada de un nadador, Ryder tenía músculos
sobre músculos. El tipo era un anuncio de desnudistas que caminaba y hablaba.
136
—Ryder el Chico sin Camiseta, es un buen nombre —dijo Zelda.
No pude evitarlo. La curiosidad pudo más que yo y rompí nuestra regla sagrada para
empezar a fisgonear.
—¿Cómo se conocieron, de todos modos?
Bajó la vista a su bebida.
—Por el trabajo.
—¿Trabajo?
Si los diseñadores de interiores lucían así, obviamente entré en la profesión equivocada,
porque además de Brogan, todos en la oficina tenían un caso grave de culo de panqueque por
estar sentados todo el día.
Sus ojos se enfocaron en la nada, y me di cuenta que estaba ensimismada, probablemente
pensando en Ryder.
Como estaban las cosas, tomó cada pedazo de mi control permanecer presente en
nuestra noche de chicas y no revisar mi teléfono cada dos segundos.
—Trabaja para una firma en la que estoy contratada. Estoy rediseñando sus oficinas.
—Y estoy segura que solo estaban haciendo un poco de reorganización de muebles con
el Feng Shui cuando vino la otra noche —reflexioné.
Hundió la pajita en su bebida y el hielo se sacudió contra el cristal.
—Preferiría no hablar de ello. A menos que desees compartir tu vida amorosa. —Su
mirada decía que había ido demasiado lejos.
Tragué saliva y traté de mirarla a los ojos para decirle que lo sentía.
—De acuerdo.
En el momento justo, mi teléfono sonó de nuevo. Lo revisé discretamente mientras
Zoey y Zelda estaban discutiendo sobre la diferencia entre bailarines masculinos y desnudistas.
Brogan: Eres buena negociadora. Podría pensar en otras cosas para dar como pago.
Repentinamente sedienta, alcancé mi cerveza y me la tomé.
Lainey: Lo único que escucho es tu boca funcionando. Llena de promesas vacías, Starr.
Brogan: Estoy seguro que mi boca podría ser de utilidad.
Um, sí, por favor y gracias.
Lainey: Considera las galletas como un hecho.

137
Capítulo 19
Manual Starr Media
Regla # 7

Cambia tu contraseña a menudo para prevenir brechas en la seguridad.


138

L a oficina era un completo caos cuando llegué al día siguiente a las siete a la
mañana. O por decirlo mejor, Brogan estaba en un completo frenesí, con todo el
mundo a su alrededor intentando ajustarse. Jackson miró sobre el monitor de su
ordenador y dejó escapar un silbido bajo.
—¿Qué? —dije, arrojando mi bolsa en el cajón inferior de mi escritorio.
—He oído que estás en un montón de problemas.
—¿Problemas? —Mis cejas se fruncieron. ¿De qué demonios hablaba? ¿Qué podría
haber hecho en las doce horas que habían pasado desde que me fui del trabajo?
—¿No viste el mensaje de Craig Willington esta mañana?
Alguien realmente necesitaba borrar esa petulante sonrisa de su rostro.
Ay, mierda. ¿Mi cuenta? Eso no podía ser posible… ¿podía? Se me levantó el vello de la
nuca.
—No.
Ni siquiera había programado ninguna publicación. Eso estaba en mi lista de tareas de
esta mañana porque no había tocado esa cuenta desde el lunes. Abrí el sitio de medios sociales
y cliqué en el perfil de Craig. Mis dedos se congelaron en el ratón mientras miraba fijamente su
última publicación.
Craig Wilington: Hola, Gordy, espero que tu madre disfrutara de estar agachada anoche. Dile que me
llame si quiere montar de nuevo mi gran cosechadora en su campo de heno en algún momento.
Un emoticón enseñando el dedo medio concluía el malicioso mensaje.
Me quedé helada, mi ratón se cernía sobre la publicación. Mierda. ¿ Craig acababa de
desafiar a una de las estrellas de música country más grandes? Craig ni siquiera sabía cómo
funcionaba la aplicación de la cámara en su teléfono. No había manera de que pudiera navegar
en los medios sociales y usar un emoticón… Entonces, ¿qué demonios había pasado? Miré la
hora de la publicación… quince minutos antes de que llegara.
Bajo su ofensivo mensaje, donde realmente había etiquetado a Gordy (el Señor tenga
piedad), cientos de persona comentaron cosas como:
Ohhhh, ¿necesitas algo de hielo para esa quemadura?
LOLOLOLOL, muy divertido, amigo.
¡Que te jodan, Craig! Deja a la madre de Gordy en paz.
Has perdido mi respeto, amigo.
Para rematarlo, había un comentario de Gordy que decía: ¿Qué diablos, hombre?
Para hacerlo peor, unos pocos sitios de chismes habían hecho un dibujo de Craig
metiéndose con la madre de Gordy y especulando acerca de la razón. Rápidamente eliminé el
mensaje, pero el daño ya estaba hecho. Internet era para siempre, e incluso si Craig no había
escrito esto, la gente pensaría siempre que había metido su cosechadora en el campo de heno
de la madre de Gordy.
Antes de que pudiera decirle cualquier cosa a Jackson, mi intercomunicador zumbó.
—En mi oficina. Ahora. —La ira burbujeaba en la voz de Brogan y mi pulso latía con
fuerza contra las sienes mientras trataba de recomponerme y decidir qué iba a decirle. Ni 139
siquiera sabía que decir, no cuando acababa de descubrir hace dos segundos un error que no
estaba segura de haber cometido.
Algo me dijo que no estaríamos haciendo galletas en un futuro cercano.
Las cejas de Jackson se alzaron y una malvada sonrisa jugó en sus labios mientras
caminaba hacia la oficina de Brogan.
—Oh, cómo caen los poderosos.
Cuando estuve frente a las puertas de cristal, respiré profundamente y me armé de valor.
¿Cómo me las había arreglado para joder una publicación sin siquiera intentarlo? Un gran
control de daños sería necesario para arreglar esto, empezando por unas pocas publicaciones
de disculpa tan pronto como saliera de la oficina de Brogan.
—Siéntate. —La mirada de Brogan estaba centrada en su ordenador cuando entré en la
oficina. La otra noche habíamos estado haciendo lo mismo, aunque en aquel momento,
cuando me pidió que fuera a su oficina, fue en circunstancias muy diferentes. Prefería eso
mucho más que lo de ahora.
Fui hacia la silla giratoria frente a él y me senté con cuidado, esperando a que explotara
sobre mí.
Moví mi pie nerviosamente mientras esperaba a que hablara. Después de unos largos
momentos de silencio, al fin alzó la mirada, su enojo encendiendo un fuego bajo mi piel.
Incluso bajo toda esa ira, sus ojos se suavizaron un mínimo cuando me contempló. Mantener
mis sentimientos por él bajo llave era bastante duro y parecía que él se encontraba luchando
con eso también. El sudor cubrió el nacimiento de mi cabello y la parte de atrás de mis rodillas
y me moví con incomodidad.
—¿Qué pasó con esa publicación? —exigió señalando su ordenador. No necesitaba
mirar la pantalla para saber de qué hablaba.
Pensé que un eeeh, no recuerdo haber escrito nada no serviría de nada.
—No lo sé todavía, pero no debería haber pasado. Lo eliminé tan pronto como llegué a
la oficina.
Se pellizcó el puente de la nariz y cerró los ojos.
—Nunca permitimos que las celebridades humillen a otras celebridades… especialmente
cuando ambos son clientes nuestros. —Su tono fue seco y frío, falto de cualquier sentimiento.
Respiré profundamente y alejé el impulso de acobardarme. Era una chica grande y
necesitaba encargarme de este desastre.
—Lo sé.
Tamborileó con los dedos en el escritorio a ritmo de staccato. Su dolorosa expresión fue
una rápida patada en mi estómago.
—Dame una razón por la que no debería despedirte en este momento —dijo. Una
guerra de ira y traición batallaba en sus ojos.
Para todos los efectos, debió patear mi culo a la cuneta hace cinco minutos.
Mis mejillas ardieron y abaniqué mi camisa, intentando recibir una ráfaga de aire frío
sobre mi piel ardiendo. ¿Qué demonios se suponía que iba a hacer con esto cuando ni siquiera
lo sabía hasta hace cinco minutos? Me las arreglé para joder la cuenta de mi cliente sin ni 140
siquiera intentarlo.
No. Esto no fue mi culpa. Me había ganado este maldito trabajo y no estaba a punto de
perderlo a causa de una deshonesta publicación de la que no era responsable. Había trabajado
muy duro, aguantado mucho, perdido muchos momentos con mi madre cuando estaba en su
peor momento.
Mi pulso latió con fuerza en las sienes y la habitación se volvió borrosa ante el
pensamiento de que todo lo que había construido en estos meses trabajando duro, avanzando
en mi carrera, podría derrumbarse en cuestión de segundos.
Ahora no era el momento para dejar que las emociones se apoderaran de mí. Aparté mi
dolor y mi ira por ser injustamente acusada para examinar lo que había pasado. El inepto para
la tecnología de Craig seguro como el infierno que no había escrito esa publicación, lo que nos
dejaba con la pregunta… ¿quién, entonces?
—Porque yo no lo escribí.
Inclinó su cabeza.
—Bueno, ¿entonces quién lo hizo?
Mis manos se alzaron.
—No lo sé. —Fruncí el ceño—. Y me molesta. Obviamente la cuenta de Craig fue
pirateada. No sé por qué, pero no creo que fuera casualidad. —Me encontré con su mirada e
intenté expresar que sinceramente lamentaba lo que había sucedido. Que no supiera que me
hirió al pensar que le haría algo así a un cliente. No tenía la destreza tecnológica para descubrir
al responsable de esto. Pero la persona que se sentaba enfrente del escritorio lanzándome
dagas con la mirada sí—. ¿Puedes investigarlo por mí?
—Sí, haré que alguien lo investigue. —Tragó con fuerza y podía decir que quería creer lo
que dije—. ¿Has cambiado tu contraseña semanalmente?
—No.
Sus hombros se tensaron y puso las palmas de sus manos sobre el escritorio.
—Lainey, está en el Manual. Trabajaré por mi parte, pero necesitas encontrar una
manera de arreglar esto hoy. —El o si no al final de la frase estuvo definitivamente implícito en
su voz afilada como cristal roto.
La ira que había reprimido me invadió tan rápido que pensé que podría ahogarme. Sí,
entendía que estaba molesto porque la cuenta fuera pirateada, pero si me creía, debería dirigir
esa actitud hacia otro lado. Reprimí mi temperamento y respiré profundamente. No servía de
nada empeorar la situación desafiándolo.
—Lo haré.
—Y, por el amor de Dios, cambia tu contraseña. —Sus ojos buscaron los míos y
después de unos momentos dejó escapar un profundo suspiro y se recostó en la silla—. La
próxima vez no puedo dejarlo pasar. No importa lo que sienta por ti. ¿Está claro?
Asentí.
—Cristalino.
Pero ni siquiera lo hice, quería gritar. ¿Cómo habían usado todos mis golpes cuando ni 141
siquiera había bateado? El mundo real apestaba.
—Contacta al agente de Craig y dile que emita una disculpa formal. Y mientras tanto,
arregla el desastre en los medios sociales.
—De acuerdo. Ahora mismo. —Me mantuve con palabras simples. Unas que no me
permitieran meterme en más problemas. Unas que no mostraran lo cerca de las lágrimas que
estaba.
Para el momento en que volví a mi escritorio, Jackson no estaba en ningún lugar a la
vista y yo había formulado un plan para emitir una disculpa pública en la cuenta de Craig. La
mejor manera de afrontarlo, pensé, era decir la verdad. La cuenta fue pirateada y luego, con
suerte, todo sería perdonado.
Fruncí el ceño y me senté en la silla, intentando no dejar que lo que acababa de pasar me
afectara. Después de cambiar mi contraseña, abrí el perfil de Craig y tecleé una rápida respuesta
a los sucesos de esta mañana.
@craig_willington: Pido perdón a Gordy y a todos los que vieron esa horrible publicación esta mañana.
Mi cuenta fue pirateada. No siento nada más que respeto por Gordy y su familia.
Jackson salió del ascensor cuando envié el mensaje y se pavoneó hasta mi escritorio.
—Pensé que te haría un favor si te traía una caja de la oficina de correo. Esto debería ser
suficiente para todas tus posesiones mundanas. —Dejó una caja vacía sobre mi teclado.
Lo fulminé con la mirada y la empujé contra su pecho.
—No te vas a deshacer de mí tan fácilmente.
Lanzó la caja al final de su escritorio y se dejó caer sobre su silla.
—¿Qué demonios pasó, de todos modos? ¿Has recibido un pequeño mensaje feliz de los
medios sociales?
Lancé las manos al aire. Suficiente era suficiente. ¿Le robaron a este hombre el dinero de
la comida cuando era niño? Lo entendía, apestaba, pero no necesitaba su basura a causa de sus
problemas de inseguridad.
—¿Sabes qué? No tengo tiempo para tu mierda hoy. Ahórratela para alguien a quien le
importe.
Realmente esperaba que Brogan descubriera quién pirateó la cuenta de Craig porque
tenía la sensación de que ya sabía quién había sido. Y me encantaría verlo dejar de ser tan
arrogante.
Vaciló por un momento, succionando sus mejillas y mirando al vacío.
—Divertido, de repente me siento muy sediento. Podría realmente necesitar un latte de
soya.
Lo miré fijamente, parpadeando despacio, sin poder creer lo que estaba oyendo. Oh, en
realidad era la guinda en este mierdástico día. Todo en mí gritaba que le dijera por dónde debería
meterse su latte. Pero me levanté de la silla, me acerqué a su escritorio y me incliné sobre su
ordenador.
—No te haría daño ser amable con alguien por una vez. Tal vez de verdad harías amigos. 142
Me miró con la boca abierta como un pez fuera del agua. Finalmente puso su habitual
expresión burlona.
—Extra caliente…
—Sí, ―y no olvides la soya o estarás despedida‖. Lo entiendo. —Este tipo simplemente
no dejaría de molestar.
Me pregunté si el palo en su culo necesitaba ser removido quirúrgicamente y por eso
estaba irritable veinticuatro horas del día debido al roce anal.
Me apresuré al ascensor y pulsé el botón con el pulgar.
Para el momento en que regresé con el prístino e intachable latte de soya extra caliente de
Jackson, me las había arreglado para enfriarme un poco.
—Bien, supongo que tengo que afrontar las consecuencias —murmuré. Había visto a
gente ser despedazada por menos en las redes, pero esperaba que perdonaran a Craig esta vez.
Abrí la cuenta de Craig y miré. Miles de nuevos seguidores. Fans dejando comentarios de
apoyo. Incluso Gordy respondió con un ―No te preocupes, hombre‖.
Bueno, mierda. Esto no podría haber salido mejor si lo hubiera intentado. No es que me
gustara particularmente ser pirateada. Con suerte Brogan descubriría pronto quién lo hizo.
Pero con los nuevos seguidores de Craig, podría también salir bien parada de la situación. Era
el momento de publicar algo que los mantuviera leyendo.
Abrí una publicación en blanco, el cursor parpadeó sobre el espacio del texto. Piensa.
Inventarme algo para publicar en un medio social, para alguien que solo conocía por su
iCloud, era más difícil de lo que había pensado antes. Quería que resultara cariñoso y
mantuviera su encanto sureño, que yo como chica de Portland no tenía. Había abierto un par
de cuentas para otras estrellas de country esta última semana y estudié qué publicaciones eran
las más populares entre los espectadores. Las fotos sin camisa ganaban por goleada, seguidas
de las camisas empapadas de sudor de las actuaciones. Definitivamente, publicaciones que no
involucraran la palabra húmedo. Eso me dejaría sin trabajo en cuestión de minutos al ritmo al
que iba.
Si mi vida de esta semana pudiera resumirse en un hashtag, sería:
#cabezacontraelescritorio, o #falloépico.
Afortunadamente tenía una oportunidad de redimirme ante los ojos de Brogan y lo haría
al continuar aumentando los seguidores de Craig esta semana.
Pasé el resto de la mañana y el principio de la tarde creando publicaciones para Craig y
mis otros dos clientes.
Para la hora de la comida, había tecleado cuatro publicaciones y tenía una migraña
acechando en la periferia de mi exhausto cerebro. Zoey había llamado dos veces esta mañana,
pero mi teléfono estaba en silencio.
Escuché sus mensajes y luché contra la urgencia de dejar escapar un grito.
Zelda se detuvo junto a mi escritorio antes de ir al comedor.
—¿Vienes?
143
—No puedo. Tengo que hacer algunas llamadas. Al parecer, hubo una emergencia con
mi compañera de piso.
—Oh. —Frunció el ceño—. Bien, estaremos allí si terminas tus llamadas pronto.
—Gracias.
Puse el teléfono en mi oreja y reproduje el primer mensaje.
Hola, Lain. Soy yo. Solo quiero decirte que tuve un pequeño percance en la cocina. Nada que deba
preocuparte, solo un pequeño incendio. Además, conocí a un bombero muy sexy hoy.
Puse los ojos en blanco y pasé al siguiente mensaje.
Soy yo otra vez. Nuestro arrendador no está muy feliz por todo el humo. No te preocupes, porque lo
tengo cubierto, pero podrías querer quedarte fuera del apartamento durante un buen rato. Está… un poco
ahumado. Pero, oye, te gustan las fogatas, ¿verdad?
Buen señor, la chica quemaba hasta el agua. Ni siquiera quise saber que intentaba
cocinar.
Para alguien que planeaba cada detalle de su vida, pensarías que usar una taza de medir
sería como una segunda naturaleza. Marqué su número y respondió al segundo tono.
—¿Recibiste mis mensajes? —me gritó. De fondo había un amortiguado murmullo de
numerosos hombres hablando.
—Síp, los dos.
—Lo siento tanto. Las cosas se descontrolaron con los brownies. Es decir, una caja de
harina para mezclar no debería ser tan difícil.
—¿Hiciste brownies? —Querido Señor. ¿Qué demonios la había poseído para usar el
horno?
—Lo intenté. Pero en este momento sirven más como topes para puertas. —Suspiró—.
Sabes que Top Chef siempre hace que me anime. Tuve un día malo y quería darme otra
oportunidad para hornear.
Apoyé la cabeza en la mano y reprimí un gemido en su beneficio. No quería hacerla
sentir peor.
—¿Qué tan extendido está el daño?
—Solo un poco de negro alrededor de la estufa y parte de la encimera derretida, pero
más allá, nada. Cerré tu dormitorio, así tu ropa no olerá a humo.
Me recosté en la silla y respiré profundamente. Podría haber sido mucho peor.
—Gracias.
—Deberá estar bien para el momento en que llegues a casa esta noche.
—Muchas gracias. Y déjame lo de hornear la próxima vez, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Colgamos e inhalé profundamente, intentando usar la respiración de yoga de Zoey para
centrarme. ¿Tweets jodidos? Controlado. ¿El apartamento incendiado? Controlado. Con eso
solucionado, podía avanzar a mi próxima tarea del día sin peligro… vaciar mi cuenta bancaria
en el sistema de salud. Adiós, sueldo, fue agradable conocerte durante un total de cuarenta minutos.
El hospital había sido lo bastante agradable para añadirme a la cuenta, así podía
144
fácilmente hacer los pagos en línea (cuán altruista de su parte). Encendí mi portátil e inicié
sesión en el sitio, cliqueando en la parte de factura.
La cantidad apareció en la pantalla y las respiraciones de yoga se detuvieron en seco. Me
senté ahí y parpadeé.
No. Esto no podía estar bien.
Recargué la página cinco veces solo para asegurarme.
No, no, no.
Siempre había oído que las cosas malas pasaban de tres en tres. Esto debía ser un record.
La había revisado la otra semana y estaba segura de que no había tantos ceros. Me
tomaría cuatro años pagar si no tenía otros gastos. Seguramente tenía que ser un error. Sí, un
error administrativo, porque incluso sin el seguro de mierda, esta tarifa parecía exorbitante.
Mis temblorosos dedos marcaron el número de la compañía de facturación y pasaron
diez minutos de música de mierda y estática antes de ser atendida por una recepcionista.
—Hola, centro de facturación del hospital St. Vincent, soy Betty, ¿puedo ayudarle? —
dijo arrastrando las palabras con un pronunciado acento sureño.
Está bien, Betty, prepárate para la lluvia, porque necesito un árbol de dinero justo ahora.
—Hola, Betty. Llamo por la factura de mi madre. Inicié sesión en el sitio y parece que ha
habido un error con la cantidad.
Le di mi información e hizo hmm… eh…sí… señora… algunas veces.
—Sí, ahora veo la cuenta.
—¿Y ves que hay un enorme error en la cantidad a deber?
—Lo siento, cariño, pero parece que el nuevo tratamiento de quimioterapia es más caro
que el anterior que le estaban administrando. Tu seguro no lo cubre completamente.
Mi corazón se salió por una trampilla y se desplomó directo al suelo.
—Oh. —Mi árbol de dinero, el que Betty se supone que arreglaría, estaba en llamas,
quemando un agujero en mi menguante cuenta bancaria. Mi garganta se apretó y tragué con
fuerza, intentando mantener la calma el tiempo suficiente para terminar esta conversación.
—Lo siento, cariño. Desearía que hubiera más que pudiera hacer.
¡Yo también! Quería gritar, pero pobre Betty, con su dulce acento sureño, no era la que
decidía mi destino financiero. Como aprendí más temprano esta mañana, apestaba ser
receptora de la ira inmerecida de alguien. Así que me abstuve de gritar a una mujer que no lo
merecía.
—Gracias. —Y colgué el teléfono.
Miré la cantidad en la pantalla hasta que mi visión se puso borrosa y mi cabeza giró con
palabras como ―deuda eterna‖ y ―hambruna‖. De repente, jugar a la lotería no parecía una mala
idea.
Reprimí la histeria que se movía en el perímetro de mi mente, esperando atrapar todos
mis pensamientos racionales. No había problema. Podía vivir escasamente durante los
próximos dos años. Los fideos de descuento ya eran mis mejores amigos además de Zoey, así
que, ¿por qué no invitar a la carne en lata y los cereales de marca genérica a la fiesta? Valía la 145
pena si mi madre no tenía que preocuparse de esto. Tenía cosas más grandes en su plato,
principalmente seguir viva, lo cual era todo lo que me importaba en este momento. La
situación monetaria se resolvería. Finalmente.
Cuando fuera vieja.
Además, no había mucho que pudiera hacer. Starr Media pagaba un salario, así que no
importaba cuántas horas trabajara, no ganaría más. Con suerte, Brogan repartiría algo extra por
Navidad.
Pero seguro que necesitaba a Scrooge43 McBolsasdedinero en este momento.

43Es el personaje de Un cuento de Navidad de Charles Dickens que se dedicaba a prestar dinero.
Capítulo 20
Regla de vida de Lainey Taylor #92

Algunas veces, una aventura es solo una aventura.

A las siete menos cuarto apagué mi computadora y tomé mi abrigo del perchero.
Diciembre había traído un frío glacial y húmedo que se filtraba hasta los huesos y
enfriaba hasta la médula. Até fuerte el cinturón de mi impermeable y empecé mi
caminata de diez cuadras al apartamento de Brogan.
146

No había hablado con él después de nuestro menos-que-amigable intercambio en su


oficina. Esta era la primera vez que se había molestado conmigo, no estaba muy segura de qué
esperar cuando llegara a su casa. ¿Se suponía que debíamos ignorar que la había jodido?
¿Seguiría enfadado? No me había enviado un email o un mensaje diciendo que no fuera, así
que lo tomé como una buena señal, además, de todas formas tenía que sacar a pasear a Bruce.
Era extraño pensar que ya no iba directo a casa después del trabajo. No es que tuviera
prisa en llegar. Después del incendio, probablemente todo olía a plástico quemado (gracias
Zoey). Y mi compañera tuvo que trabajar horas extras en su nuevo proyecto, así que se
apreciaba la compañía en la cena. Nada era más triste que comer sopa con fideos chinos en una
habitación vacía, viendo nuevamente The Bachelor.
Afortunadamente, hoy no tenía que hacerlo. Cualquier cosa que cocinara Brogan tenía
que ser millones de veces mejor de lo que pudiera hacer en mi cocina. Actualmente inexistente.
Además, después de doce horas de conversaciones de tweets, imágenes de la nube de
seguridad y la cantidad de seguidores de alguien, estaba más que lista para un respiro.
En apariencia, todo entre nosotros había marchado bien hasta esta mañana. Llegar a
conocerlo a un nivel más profundo había resultado más difícil que bromear sobre películas y
solicitudes divertidas de algunos clientes. En el momento en que preguntaba más acerca de su
vida personal y su pasado, se callaba y murmuraba un no lo sé. Desde el comiendo supe que
Brogan era una persona reservada, pero imaginé que se abriría con el tiempo… esperaba que lo
hiciera. Sería lindo saber algo más aparte de que su abuela era italiana y le gustaba la cocina. De
hecho, eso era básicamente todo lo que sabía. Y después de estar saliendo unas semanas, no
era un buen presagio.
Bruce se sentó en la entrada moviendo la cola cuando entré por la puerta. En lugar de
saltar, era un enredo de patas moviéndose en una mezcla de tap y baile de alegría.
Me agaché y dejé que me diera un beso en la mejilla.
—Es bueno verte a ti también, chico. Jitters va a estar celoso.
—Hola. —Brogan estaba de pie en la puerta de la sala de estar y mi corazón saltó hasta
la garganta mientras su mirada me recorría lentamente—. Esa falda me ha estado volviendo
loco todo el día. —Se acercó y rozó con los dedos la curva de mi cadera.
Espera, ¿no estaba increíblemente enojado conmigo esta mañana? Está bien, entonces
supongo que ya no lo estaba. Es interesante que pudiera cambiar de opinión como un
interruptor. ¿Se suponía que debía hacer lo mismo?
—Me sorprende que lo notaras, después de lo que pasó temprano —dije
cautelosamente.
¿Cómo podía ser tan indiferente después de amenazar mi trabajo si metía la pata de
nuevo?
Presionó suaves besos a lo largo de mi cuello.
—Lo de la oficina se queda en la oficina.
—Ah. —Eso tenía sentido, supongo. Sin embargo, ignorar totalmente lo que pasó en la
mañana era imposible—. Cierto. 147
Mis dudas se deben haber grabado en mi rostro porque sus ojos se encontraron con los
míos y sus manos ahuecaron mis mejillas.
—¿Estás de acuerdo con esto? En el trabajo, manejo todo bajo mis especificaciones.
Nada es personal. Tengo que tratarte como trataría a cualquier otro empleado. Ambos
estuvimos de acuerdo.
Ahora me sentía estúpida. Por supuesto que tenía que hacerlo. No esperaba un trato
preferencial, pero no sabía cómo actuar fuera de la oficina después de ser regañada. Supongo
que era algo a lo que me tenía que acostumbrar.
Porque, incluso si solo era temporal, Brogan era mío. Su departamento se había
convertido en una red de seguridad, una luz brillante en extenuantes días y noches de
preocupación. Unas cuantas horas con él eran suficientes para calibrar mi sistema.
—Tienes razón. Todo está bien.
Sus labios se transformaron en una sonrisa.
—Bien, porque la cena está lista.
Dejé mi bolsa en el mostrador y me tomó en un abrazo. Sus labios encontraron los míos,
y mi cuerpo se derritió contra del suyo. Una pesadez profunda se instaló en mis músculos
mientras cada parte de mí dolía por conectarse con él. Cuando pasó la lengua sobre mis labios,
un entumecimiento dichoso me recorrió. Está bien, sí, podía dejar pasar lo que sucedió esta
mañana.
—Bien, porque estoy muriendo de hambre. Voy a estar sin cocina un par de semanas, así
que podríamos hacer las maletas ahora.
Un pliegue se formó entre sus cejas.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Mi compañera de piso provocó un incendio en la cocina. —Sacudí la mano restándole
importancia, como si fuera algo frecuente cuando se vive con un compañero de piso, lo que
supongo que era solo con Zoey.
Colocó las manos sobre mis hombros y la preocupación se notó en sus rasgos.
—¿Estás bien? ¿Es habitable?
—Sí, solo un poco… con olor a acre. En realidad, no es nada fuera de lo normal. Zoey
incendia todo lo que trata de cocinar.
—¿Entonces vives con un incendiario?
—Es inofensiva a menos que tenga una olla o un sartén. Aparte de eso, todo está bien.
—Recuérdame que nunca la deje entrar en mi casa. —Apretó los labios y se aclaró la
garganta. Metió las manos en los bolsillos y cambio el peso de un pie a otro—. Si necesitas un
lugar donde quedarte, aquí siempre hay una habitación para ti.
Todo el enfado y ansiedad de lo que sucedió hoy por la mañana se evaporó. Se me erizó
la piel ante la idea de quedarme con Brogan, durmiendo en su cama, despertando con mi
cabeza en su pecho. No sabía qué podría llegar a significar en término de nosotros, pero tomé su
oferta como una buena señal. Abrirse no parecía ser sencillo para él, así que esto era un gran 148
alivio.
—Gracias. Lo aprecio.
El silencio creció entre ambos por el momento. Este era un inesperado paso adelante
tras un día de mierda.
Una sonrisa se formó en su rostro, y puso la mano en la parte baja de mi espalda,
conduciéndome hacia el comedor.
—Correcto. Debemos comer antes que se enfríe la comida.
Platos blancos de porcelana estaban ubicados en nuestros lugares habituales en la mesa.
Un humeante plato de macarrones con queso, del tipo hecho en casa, no Kraft, estaba puesto
en el centro de la mesa, junto a un plato de panecillos esponjosos y un tazón de verduras
verdes mixtas.
Nos sentamos en la mesa y Bruce se acurrucó en su almohada de la sala de estar
roncando.
—Esto se ve increíble.
—Me alegra que pienses eso. Ha sido muy divertido cocinar para alguien más. —Me
sonrió, sus hoyuelos saltando a la vista—. Cenar juntos ha sido algo que espero con ansia.
¿Algún día podré acostumbrarme a él? ¿O siempre me dejará sin aliento con gestos
amables y sonrisas sencillas?
Con el tenedor pinché algunos macarrones tiernos, y el queso se estiró mientras llevaba
el bocado del plato a mi boca. El cheddar fuerte me golpeó la lengua, seguido por la salsa
cremosa y los fideos. Mis ojos revolotearon, y por una fracción de un segundo odié a Brogan
por arruinar para siempre mis Kraft Mac and Cheese.
Tomé un sorbo de vino.
—Me recuerda a la cocina de mamá.
—¿Tu mamá también es italiana?
Negué.
—Solo le gusta cocinar con mucho queso. —Lo señalé con mi tenedor—. A pesar que
nunca confié en los paquetes pre cortados. Tenía el mal hábito de no sacar los separadores de
papel del queso cuando hacía mis sándwiches. No hay nada más decepcionante que morder
plástico. Pasó por una fase vegana, y el queso vegano sabía a plástico, así que, siendo honesta,
no podía notar la diferencia entre los pre cortados y el vegano.
Hizo una mueca, y su tenedor se congeló a medio camino del plato a su boca.
—Desagradable.
—Oh, vamos, ¿tu mamá no solía hacerte almuerzos horribles? Por favor dime que no
soy la única.
Se encogió de hombros y tomó un trozo de pan.
—En realidad no. Fui a un internado a partir de séptimo grado.
—¿Qué? ¿Algo así como esos de varones donde la gente está de pie a un lado de sus
escritorios, gritan Yawpy y escriben poesía?
149
Me señaló.
—A decir verdad, vi Dead Poet Society. Y no, no fue ni de cerca tan emocionante. Pero me
las arreglé para chamuscarme las cejas en el laboratorio de química. Y nos escapamos para ver
a las niñas a unos kilómetros de distancia. —Una sonrisa traviesa se asomó en su rostro al
recordar.
—Apuesto a que eras bastante popular con las chicas. —Sonreí y comí otro bocado de
pasta. Apostaría mi próximo cheque de pago a que el Brogan más joven enloquecía las faldas
escocesas de muchas chicas de preparatoria.
Un destello iluminó sus ojos.
—No tenía ninguna habilidad cuando se trataba del sexo opuesto. Apenas podía formar
una oración coherente cerca de ellas. —Rio entre dientes.
El coro del Aleluya estalló, los ángeles cantaron y el Mar Rojo se abrió. Brogan
finalmente se estaba abriendo, aunque fuera un poco. Pensar en él como un adolescente torpe
y desgarbado era completamente encantador. Demostraba que los chicos buenos de la escuela
realmente terminaban bien. Y Brogan estaba más que bien.
Tal vez esto sería un buen anuncio en las escuelas secundarias: ¿Un adolescente torpe y
desgarbado? No se preocupe, terminará siendo un multimillonario CEO cuando llegue a los treinta. Sigan
haciendo sus cosas, nerds.
Incliné la cabeza.
—Me cuesta creerlo.
—Todo es verdad. Incluso cuando empecé mi compañía a los veintidós, era
terriblemente tímido cerca de las mujeres. Pregúntale a Jackson.
—Necesito verlo para creerlo. —Brogan, Señor Alto, Oscuro y Tatuado, ¿tímido cerca
de las mujeres? Pagaría mucho dinero para verlo. A pesar de que se mantuvo reservado en
nuestros intercambios, todavía se las arregló para hacer que me desmayara sin siquiera
intentarlo.
—Por el meñique. —Hizo la seña con los dedos—. Era una flor tardía, muy a pesar de
mi padre —refunfuñó la última parte, y su expresión se oscureció.
¿Un niño internado con problemas con su papi? Oh, la trama se complicaba.
—¿No te llevas bien con tu papá? —Ya sabía la respuesta después de la llamada de
teléfono a gritos durante mis primeras semanas en la compañía. Aun así, no pude evitar querer
saber más, especialmente cuando se estaba abriendo.
Frunció el ceño y arrugó la nariz.
—Realmente no me gusta hablar de él.
—Te hablaré del mío si tú me hablas del tuyo. Apuesto a que mis problemas con mi papi
pueden noquear cualquier cosa que hizo el tuyo —bromeé, manteniendo mi voz ligera cuando
en realidad, hablar de mi padre era equivalente a mojar mis globos oculares con lejía.
—Lo dudo —murmuró.
—¿Tu papá tuvo una vida secreta por quince años y tenía otra familia que visitaba cada
semana? 150
Sus ojos se ampliaron y se erizó.
—Eso es horrible. Lo lamento.
—Está en el pasado. No he hablado con él por un largo tiempo. Es mejor de esa
manera.
—Algunas veces lo es. —Asintió solemne—. Sin embargo, nadie superaría eso. —
Empujó algunos fideos por su plato, mirando al espacio. Todavía sin compartir nada de su
familia.
—Mi intención no es rogar. —Seamos honestos, lo estaba haciendo—. Solo quiero
saber más de ti. Siento que soy la única que comparte cosas personales, y no quiero que esto
sea unilateral. —Las conversaciones futuras serían bastante aburridas si seguíamos así.
Horribles recuerdos de cenas familiares me tomaron por sorpresa con este momento de
déjà vu. Mamá le preguntaba a papá por su día y él se encogía de hombros sin responder. Y
pensar que tuvo otra familia escondida por años.
Creía que era la única chica en la vida de Brogan, porque, vamos, el chico apenas tenía
tiempo para el trabajo y su perro, pero no quería caer en la misma rutina que mi mamá por
veintisiete años.
Lo presioné.
—¿Es por eso que tienes tantas reglas? ¿Debido a él? —No podía evitarlo. Brogan era
como un maldito paquete de Doritos. Una vez que lo abría, quería devorar toda la cosa.
Incluso si eso significaba rogar por un poco de información.
—Lainey. —Esta vez su voz sonó más severa—. Deja de presionar.
La presión en mi cabeza continuaba retorciendo mi cráneo. Me había esforzado por ser
paciente, pero estaba claro que no iba a sacar nada de él. Sus secretos, sus deseos, todos
estaban asegurados detrás de una puerta y jamás me daría la llave.
—Increíble. Lo único que quiero, es saber un poco más de ti. Ni siquiera estoy pidiendo
mucho. Mierda, pregunto sobre almuerzos de la escuela, y me tratas como si te estuviera
interrogando.
Levantó las manos.
—Así es como se siente.
Oh, demonios no. No me culparía por eso. El calor subió por mi cuello y dejé el
tenedor.
—Puede que sea preguntona, pero a la mierda si te estoy alumbrando con una luz de
policía. —Todo lo que sucedió hace cinco años explotó. La llamada de mi mamá, escucharla
llorar en el teléfono mientras me sentaba desamparada en mi dormitorio. Googleé a mis medio
hermanos y pasé el resto del día en el baño, enferma por la noticia.
Miré a Brogan con frialdad, este hombre que no quería compartir absolutamente nada
conmigo, ya había dejado claro que no tenía tiempo para compromisos.
—Esto es lo que las personas hacen en las relaciones, Brogan. Llegan a conocerse uno al
otro. ¿Sabes qué no hacen? Pretender que todo está bien en apariencia, mientras mantienen
toda su vida en secreto.
151
Su tenedor chocó contra el plato y me miró con ojos irreconocibles. Frio, implacable.
Similar a cuando me regañó esta mañana.
—¿Piensas que me gusta mantener todo dentro? Intenta tener tu vida estampada en
todas las portadas de cada revista. —Sacudió su cabeza, la derrota cruzando por su mirada—.
La gente rompe tu confianza, Lainey. Si he aprendido algo, es que es más fácil mantener a
todos alejados. Vivir siguiendo mis reglas me ha llevado a este punto, y no planeo cambiarlo en
ningún momento.
Me mordí el interior de las mejillas y tragué la opresión en la garganta. Bueno, este no era
el camino a seguir para conocer más a Brogan. En todo caso, se apartaría más. Debí dejarlo
pasar. Debería llevar esta conversación a algo agradable, algo que no implicara abrirse de
ninguna forma. Pero no pudo. Me merecía algo mejor que eso. Demonios, me gustaba Brogan.
De verdad, me gustaba. Pero, ¿cuál era el punto de estar con alguien que nunca me dejaría
entrar?
Le fruncí el ceño.
—Si estamos hablando de detalles técnicos, estás haciendo un trabajo de mierda
siguiendo tus propias reglas cuando se trata de mí.
Su mandíbula se tensó y parpadeó.
—Tienes razón. —Se pasó una mano por el cabello y dejó salir un fuerte suspiro—.
Pierdo la maldita cabeza cuando se trata de ti. Todo esto es una locura.
—Quiero decir, no es tan loco —murmuré.
Inesperado, sí.
Pero las relaciones locas existían. Como Tom Cruise y Katie Holmes.
—Sí, sí lo es. Hice estas reglas por una razón. ¿Por qué las quebraría? Han mantenido a
esta compañía funcionando. Miró fijamente su plato, luego cerró los ojos y tomó una profunda
respiración. Cuando finalmente me miró, una persona completamente diferente estaba sentada
al otro lado de la mesa. Alguien a quien podría imaginar peleando con uñas y dientes por el
lugar en el que está ahora. Alguien frío—-. Mi juicio está nublado. Obviamente, no he estado
pensado claro por semanas. —Su voz se tornó extrañamente tranquila—. Si no hubiera estado
tan desconcentrado, podríamos haber evitado el problema de hoy en la mañana.
Golpe bajo.
El golpe a mi rendimiento en el trabajo fue más profundo de lo que esperaba, y mi pulso
martilleaba contra el cráneo con un creciente malestar en mi pecho.
—Pensé que no íbamos a hablar de cosas de la oficina en casa.
—Tienes razón. Pero quizá me apresuré demasiado en mi decisión de invitarte aquí en
primer lugar. Todo era más sencillo antes de conocerte. —Un músculo tembló en su
mandíbula y miró fijamente su plato.
¿Más sencillo? ¿Por qué no me daba simplemente un puñetazo? Dolería menos una nariz
ensangrentada.
Puse la servilleta sobre la mesa y crucé los brazos sobre el pecho, ya no tenía hambre.
—No sé quién te hirió en el pasado y te convirtió en esto, pero no soy una idiota
queriendo sacar ventaja de ti. Estoy interesada en ti como persona, Brogan, y no puedo estar 152
en una relación contigo si no puedes dar un poco.
Su mirada fría me provocó un escalofrió.
—No puedo. —Solo dos palabras. Dos palabras que decían mucho más que cualquier
cosa que había dicho esta noche. Decía ―ya está‖ y ―no pasará‖.
Mis mejillas se calentaron y mis ojos picaron mientras luchaba contra las lágrimas
inesperadas. La poca esperanza a la que me aferraba estaba desinflándose más rápido que un
globo. ¿Cómo pasé de una invitación abierta a quedarme en su casa y estarme riendo del queso
vegano, a arruinar el ambiente en dos segundos?
Debería haber un record Guinness para esto. Si no, llamaría mañana.
Lainey Taylor: la persona más rápida en arruinar un buen momento. 1,2 milisegundos.
—Necesito tiempo para aclarar mi mente. Necesitamos un poco de espacio. —Señaló
entre ambos—. Creo que sería mejor si Jackson se hiciera cargo de Bruce por un tiempo.
Inhalé una respiración temblorosa y miré al perro que estaba boca arriba roncando en su
almohada.
—Está bien.
La noticia por si sola debería alegrar mi noche. Bruce no era más que un perro molesto y
baboso que arruinó mi ropa. Y también tenía la nariz más tierna y daba la increíble impresión
de un cerdo cuando estaba feliz. ¿Pero qué significaba esta cosa de ―espacio‖ y ―tiempo para
aclarar su mente‖? Pensé que estábamos haciendo un gran avance, que estaba llegando a
conocerlo realmente, y sin embargo, terminé alejándolo. Mi apetito de pronto se desvaneció,
los macarrones con queso daban vueltas tratando de regresar por donde entraron.
Tenía que haber un giro positivo en esto ¿verdad? Sin dar paseos al perro mis noches
quedaban libres para… sentarme en casa, mirar televisión y estar deprimida. Oh, hombre,
estaba peor de lo que pensaba. Mi mamá tenía razón. El trabajo se había apoderado de mi vida.
Estaba malgastando mis veintes en una oficina en lugar de estar tomando malas elecciones. Sí,
esto apestaba totalmente.
Se limpió la boca con una servilleta y la arrojó sobre la mesa. Su silla chirrió contra el
piso cuando se puso de pie y se ajustó la corbata.
—Tengo que regresar a la oficina.
—Cierto. —Su horario para la noche estaba listo. Me había asegurado de eso antes de
salir, porque si todo hubiera salido bien esta noche, estaba planeando aceptar su oferta de
hacer galletas.
Bueno, lo que yo pensaba era obviamente un punto discutible desde hacía treinta
segundos.
—Probablemente debería pasear a Bruce de todas formas. Lo traeré de regreso en un
rato y me iré a casa.
Me miró fijamente, con expresión ilegible.
Siempre elegía los momentos más oportunos para balbucear. Había dejado claro en qué
posición estábamos. Jefe. Empleado. Beneficios finalizados actualmente. Porque, incluso si él
quería comenzar algo, yo no podría hacerlo, cocinando bien o no. 153
Unas cuantas lágrimas cayeron por mis mejillas.
Levantó la mano como si quisiera limpiarlas, pero tragó con fuerza y la dejó caer a un
lado. Tomó su abrigo del perchero y salió por la puerta.
Bruce se levantó y se dirigió a mi silla. Acarició mi mano, y lo rasqué detrás de las orejas,
su lugar favorito. Resopló y sonrió.
—Por lo menos alguien disfruta de mi compañía. —Mi voz tembló y se quebró al final.
Rápidamente, me aclaré la garganta y tragué el gran nudo. Nop. No iré allí. Si Brogan podía
ocultar sus sentimientos detrás de un muro tan grande como el de Berlín, entonces yo también
podía.
Me lamió la mano en respuesta.
Amenazó otro ataque de lágrimas, pero las evité. No lloraría por algo tan tonto para
comenzar. Nadie conocía a Brogan, y yo me había engañado pensando que me estaba
acercando. Era mejor de este modo. Podía concentrarme en el trabajo y mi mamá. Me
estremecí mientras me encorvaba, frotando mis brazos en un intento por calmar los temblores
de mi cuerpo. Miré alrededor del departamento vacío. Sin vida, superficial, una cáscara. Esto
era lo que Brogan eligió, lo que había esperado que cambiara cuando pasáramos más tiempo
juntos. Las lágrimas corrían por mi rostro y me aferré a Bruce más fuerte, acariciando su pelaje.
Por lo menos terminamos las cosas antes de que rompiera mi corazón.
***
Jackson sacudió la correa de Bruce y una vena en su frente latió al doble de velocidad.
—No puedo creer que de nuevo estoy condenado a pasear a ese maldito perro. Él
destruye todo lo bueno en este mundo.
—Le gusta que lo rasquen detrás de las orejas —dije tranquila. Las lágrimas amenazaban
con salir en el instante en que coloqué la corre en la mesa de Jackson esta mañana.
—¿Qué? —espetó.
—Si le demuestras afecto, es menos probable que se coma tu ropa —aconsejé. Aunque
realmente, ¿por qué querría que Bruce respetara los mocasines italianos de Jackson que había
estado presumiendo las últimas tres semanas?
—La única cosa que le mostraré es la puerta si arruina mis mocasines nuevos.
Incluso yo sabía que era una amenaza vacía, ya que Jackson nunca haría nada que
pudiera molestar a Brogan.
Tenía ambos codos apoyados sobre el escritorio mientras descansaba la barbilla en mi
mano mirando el ordenador. Había estado leyendo el mismo correo electrónico durante veinte
minutos.
Para: Lainey Taylor
De: Brogan Starr
Asunto: Correa.
Por favor, devuelva lo antes posible la correa y la llave a Jackson. Él se encargará de todo lo demás.
Espero los archivos de la cuenta de Anderson en mi escritorio a primera hora el lunes.
154
Saludos.
Brogan Starr, CEO Starr Media.
Lo había presionado demasiado y lo perdí. ¿Pero siquiera lo tuve alguna vez?
Alguna vez había tenido una membrecía en un sitio web para alquilar bolsas de gama alta
a un precio increíble. Había conseguido esa bolsa color crema Michael Kors que era la meca de
todos las bolsas. Cuando la devolví, sentí como si una parte de mí se hubiera ido con ella. Esto
era peor. Mucho peor, porque las bolsas no me producían mariposas o me hacían sonreír a
pesar de tener un día terrible.
Y tampoco se veían ni de cerca tan bien con una toalla.
De nuevo, ¿cómo podría estar con alguien de quien no sé nada? La respuesta era simple:
No podía. Así que era tiempo de ponerme las bragas de chica grande y elaborar un plan para
sacar a Brogan de mi mente para siempre.
Capítulo 21
Regla de vida de Lainey Taylor #17

Un chico celoso puede ser algo bueno.

—C
reo que deberíamos salir —dijo Zoey mirándome desde el otro
lado de la habitación. 155
Gruñí, sin dejar de devorar mi helado Rocky Road del
envase en mitad en mi regazo. Todo el plan para sacar a Brogan
de mi mente había fallado en el segundo en que salí del trabajo. Una persona pasó con un
perro que se parecía a Bruce y, efectivamente, perdí todo interés en hacer cualquier cosa
excepto quedarme de mal humor en el sofá.
Cosa que había hecho con excelencia toda la semana anterior.
Zoey me miró.
—Empiezas a asustarme, chica de las cavernas. Utiliza palabras.
Levanté la mirada con la cuchara todavía en la boca.
—Yo no querer salir.
—Mucho mejor. Trabajaremos en los tiempos verbales otro día.
La fulminé con la mirada. Estaba completamente bien con mis atracones de helado y
Netflix. Definitivamente sin gusanos de goma, porque eso me haría pensar en Brogan y cómo
odiaba los ingredientes que no podía pronunciar.
—De verdad, lo que sea que sucedió, necesitas superarlo. Es viernes. Científicamente
hablando nunca vamos a ser tan atractivas como somos ahora, y necesitamos usar nuestra
ventaja para obtener bebidas gratis mientras podamos.
—¿Esto se supone que debe hacerme sentir mejor? —digo.
—No, se supone que te sacará del sofá. —Me quitó el helado del regazo, lo dejó en la
mesa de café y luego me tomó de las muñecas y me arrastró para que me pusiera de pie.
—¡Oye!, estaba a punto de ver el mejor capítulo de Gilmore Girls.
—El ojo negro de Jess puede esperar. Vamos a Dean‘s. Ni siquiera tenemos que beber si
no quieres, pero debes quedarte por los menos cuarenta minutos.
—¿Puedo ir con esto?
Hizo una mueca mirando mi sudadera vieja de UEO44 y pantalones de chándal
manchados.
—Solo si quieres que nadie se nos acerque.

44UEO: Universidad Estatal de Oregón.


—Entonces, estoy bien para ir. —La última cosa que quería esta noche era impresionar a
un hombre.
Hizo señas divertidas a mi habitación.
—Ve a vestirte. Será bueno que se aproximen los hombres que están emocionalmente
disponibles y vulnerables por el estado de ebriedad.
Dejé escapar una risa.
—Porque eso no suena abusivo ni nada.
—Ponte unos pantalones de verdad —gritó mientras yo entraba a mi habitación.
Unos minutos más tarde, salí con jeans ajustados, zapatillas púrpura y mi camiseta
preferida de AC/DC.
156
Zoey sonrió asintiendo.
—Mucho mejor. Ahora por los menos tendremos la oportunidad de no pagar nuestros
tragos esta noche.
—Pensé que no tenía que beber.
Se encogió de hombros.
—No tienes que hacerlo, pero no importaría uno.
Antes de cerrar nuestro apartamento, tomé mi abrigo y teléfono, mi tarjeta de crédito e
identificación, dejando mi bolsa en caso que bebiera lo suficiente para querer bailar.
Había una cola a un lado del Dean‘s mientras nos aproximábamos al edificio. Resonaba
la música Rock por las puertas abiertas, bloqueadas por una cuerda de terciopelo negra y un
portero hablando con un chico igual de musculoso en un lindo traje apropiado.
—Lo bueno es que traje mi abrigo. —Al ritmo que el señor Músculos estaba dejando
entrar, estaría congelada cuando entráramos.
—No lo necesitaras por mucho tiempo. —Tomo mi brazo y me llevo hacia la parte
delantera de la fila.
De más cerca, las luces de neón de la ventana brillaban en el traje del hombre. Tenía
unos pómulos extraordinarios y músculo sobre músculo. Lo habría reconocido si no tuviera
camiseta, porque era nada más y nada menos que Chico sin Camiseta… er, Ryder.
Su aspecto hosco cambio a una sonrisa de megavatios en el segundo en que vio a mi
mejor amiga.
—¡Zoey! —dijo con alegría, y demonios si no la escuché suspirar en respuesta.
Al parecer, tenemos que ponernos al día con muchas cosas, porque tenía el mismo
aspecto que Bruce cuando pasábamos al lado de la poodle del vecino.
Le asintió al portero que desabrochó un lado de la cuerda de terciopelo y nos hizo señas
para que entráramos.
—Pásenla bien esta noche. Si necesitan algo, estaré por ahí.
Le hizo un guiño y fue mi turno de suspirar.
Le di un codazo.
—¿Veo que las cosas van bien con Ryder?
Su sonrisa desapareció cuando dije su nombre.
—Es puramente profesional. Trabajamos juntos, eso es todo.
—Por favor, dime que con ―trabajo‖ te refieres a ―en sus pantalones‖.
Sus hombros se tensaron y frunció el ceño.
—No. Solo somos amigos. Y apenas.
La miré.
—Ah, niña. Obviamente no ves la forma en que te mira.
Puso los ojos en blanco.
—Solo porque es seductor no significa que esté interesado. Actúa de esa forma con
todos. 157
—¿Y también se pasea sin camisa a las diez de la mañana en sus casas?
Se sonrojó.
Ja. Te tengo, Zoey Reynolds.
Sí, no.
No estaba muy convencida, pero no iba a presionar más. Ella había sido lo
suficientemente discreta para no meterse en mis asuntos, porque ciertamente no quería admitir
que era la perdedora de todo este asunto de la aventura.
No, esta noche estaba punto de pulsar el botón de reinicio. Estábamos aquí para
divertirnos como lo hacíamos en la universidad, y la cerveza sonaba bastante bien ahora
mismo. ¿A quién le importaba si el vino de Brogan noqueaba al Blue Moon? Ciertamente a mí
no.
Nos arreglamos para encontrar dos lugares en la barra y colgamos nuestros abrigos en el
respaldar de los taburetes. El cantinero se apresuró hacia nosotras casi al instante y colocó dos
servilletas sobre la barra de granito.
Pedimos una cerveza y un Tom Collins y me volví para mirar la pista de baile. Las
personas, unos pocos años más jóvenes que nosotras, estaban eufóricas. Ya estaban ebrias.
Horas después del toque de queda.
Dean‘s había sido un lugar de costumbre para nosotras los últimos meses. Tenía una
buena variedad de country, karaoke, piscina y un primer piso que era más tranquilo si querías
una atmósfera más relajante.
—Esas solíamos ser nosotras el año pasado. —Señalé a dos chicas ebrias en la pista de
baile, moviendo las caderas al ritmo de la música.
Frunció los labios como diciendo Aaah, nooo.
—Por favor. Nos veíamos mucho mejor que eso.
Sonreí y le di un sorbo a mi cerveza.
—Es cierto. —O al menos el alcohol nos hizo creer eso.
—¿Recuerdas cuando bailaste en el bar de Malone’s creyendo que estabas en el Bar Coyote?
—Me reí y puse los labios en la boca de la botella.
—No. ¿Realmente lo hice? —El tequila era la kryptonita de Zoey. Dos chupitos y la
chica pasaba de belleza sureña a Pretty Woman en el lapso de una hora.
—Fue la noche en que rompiste el asiento de tu retrete y luego lo llevaste por ahí como
un collar.
Se estremeció.
—Sí, estoy muy contenta de que termináramos esa fase. —Alzó su Tom Collins para
brindar por nuestros primeros años universitarios de alcohol y novatadas.
—Yo también. Estaba a una resaca de ser abstemia hasta los cuarenta años.
—Gracias a Dios no llegó a eso. —Chocamos los vasos y me senté en el taburete del
bar.
158
Sujeté el brazo de Zoey y me mordí el labio.
—Gracias, Zoey. —Si no estuviera conmigo, estaría en casa enfurruñada. Lo que sonaba
bastante patético porque realmente no tenía por qué estar enfurruñada. Me negaba a auto
compadecerme. Si mi madre era lo bastante fuerte para atravesar la quimio, yo debería
atravesar la noche sin pensar en mi jefe. Y sus hoyuelos. Y sus habilidades culinarias. Y su
completa incapacidad de jugar a videojuegos vintage. Y el modo en que me hacía sonreír
incluso si estaba teniendo un día de mierda.
Sí, estaba haciendo un gran trabajo dejando todo eso atrás.
Mi completamente indeseada fantasía sobre mi jefe fue arruinada cuando un hombre con
necesidad de una buena ducha y desodorante, se acercó a nosotras en el bar.
—¿Cómo les va, señoritas? —Cuando puso las manos en nuestros taburetes y
permaneció entre nosotras, su hedor era suficiente para convertir mis rizos en rastas.
—Bien. —Incluso si quería que Pepé Le Pew45 se largara (preferiblemente a la ducha
más cercana) no estaba en mí decírselo.
—¿Qué están bebiendo?
Alcé la cerveza y respiré por la boca.
Nos miró lascivamente y tuve la repentina urgencia de vomitar en sus zapatos.
—¿Necesitan rellenarla?
—Simplemente nos sentamos. Escucha. Es muy agradable por tu parte, pero solo
estamos tratando de disfrutar una noche de chicas. —Le di una débil sonrisa y me giré hacia
Zoey, intentando amablemente darle la oportunidad de marcharse.
—Oh. —La pequeña rueda de hámster que tenía en la cabeza giró durante un momento
y sus ojos brillaron—. Lo entiendo. Estoy completamente a favor del movimiento de lesbianas.
—Alzó el puño y nos alentó—. ¡A por ello!
Zoey escupió el contenido de su Tom Collins, salpicando la barra del bar.
—¿Qué?
—Si alguna vez quieres expandir tus horizontes, te mostraré cómo se siente un hombre
de verdad. —Movió las cejas y se tocó la entrepierna.

45 También conocido como Zorrillo. Es un personaje de la serie animada Los Looney Tunes.
Eso, junto a su olor corporal, fue suficiente para tener arcadas.
Una mano se aplastó contra el hombro del tipo y fue apartado de nosotras.
—Lárgate, amigo. Creo que si quiere un hombre de verdad sabe a dónde ir.
Dejé la botella de cerveza a medio camino de la boca mientras veía a mi jefe en un
roñoso bar, con las manos sobre Pepe. Brogan adoptó posición sacando pecho, en una
exhibición primitiva de que te jodan.
—No quise decir nada, hombre —tartamudeó.
Era al menos quince centímetros más bajo que Brogan e incluso sin la diferencia de
altura, mi jefe tenía el factor de intimidación aumentado.
—Ve a casa. Dúchate. Serénate —mandó Brogan en su tono de sala de juntas y el tipo le
159
miró con pavor—. Vete —repitió una vez más y Pepe se dirigió a la puerta.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —cuestioné, sin comprender en absoluto que
estuviera aquí. En el mismo bar que yo. Infiernos, ¿estaba aquí por mí?
—La fiesta de cumpleaños de un amigo. —Señaló con la cabeza al grupo de chicos en el
centro del escenario tropezando con micrófonos y discutiendo sobre la carpeta negra de las
canciones del karaoke.
—Gracias por ser nuestro salvador —intervino Zoey.
Yo solo observaba a Brogan con la camiseta negra que abrazaba sus bíceps, deseando
que me llevara a un muy necesitado abrazo. Sus tatuajes estaban visibles esta noche y echando
un ojo alrededor, vi que muchas chicas estaban enviando miradas apreciativas en su dirección.
Sentí un incendio por todo el cuerpo, empezando por los dedos de los pies y terminando en mi
cuero cabelludo.
Brogan estaba tan cerca de mí y yo había arruinado mis oportunidades. Cualquiera chica
de aquí podría acabar yendo a casa con él esta noche y un pinchazo de celos me atravesó. Ves,
esta era la razón por la que las aventuras eran una mala idea. Obviamente, era demasiado para
mí y me estaba volviendo loca.
Una sonrisa jovial se mostró en sus labios, pero tenía el ceño fruncido de forma
dramática. Parecía estar igual de nervioso.
Zoey se aclaró la garganta, rompiendo el largo momento en que estaba segura que
permanecimos en silencio mirándonos el uno al otro.
Recuperé la compostura y recordé que esos dos no se habían conocido oficialmente, a
menos que contara espiar tras un árbol.
—Brogan, esta en mi mejor amiga y compañera de piso, Zoey. Zoey, este es mi jefe, el
señor Brogan Starr.
—Por favor, llámame Brogan. —Extendió la mano.
Él y Zoey se estrecharon la mano y sus hombros hundidos me contaban que ya estaba
bajo su hechizo.
La miró detenidamente, frunciendo el ceño.
—¿Nos hemos conocido antes?
—¿Tal vez chocamos el uno con el otro? —Se encogió de hombros.
Le di un codazo a Zoey, sin apreciar su referencia al incidente de escondernos entre los
arbustos.
Él pasó la mirada por mi camiseta.
—AC/DC es una buena apariencia para ti. —Sonrió, pero no lo suficiente para provocar
el efecto hoyuelos.
—No estaba esperando chocar con alguien esta noche.
Grrr, ¿porque no aceptaría el consejo de Zoey de vestirme elegante?
Detuve ese tren de pensamientos. No necesitaba vestirme elegante para el hombre que
me dijo que nuestra aventura, o lo que fuera, había sido un error. No, no me preocuparía lo
más mínimo por lo que pensara de mi elección de armario.
160
Mantuvo mi mirada unos segundos más.
—Bueno, solo quería cerciorarme de que estaban bien. —Tragó saliva con fuerza y se
aclaró la garganta—. Puedo ver que sí, entonces las dejaré para su tiempo de chicas. —No fue
capaz de encontrarse con mi mirada. En cambio, optó por mirar a su grupo de amigos.
¿Brogan estaba… celoso?
La punzada de su rechazo me hizo dudar que esto fuera algo más que amabilidad.
Porque eso era lo que Brogan hacía. Era agradable con todo el mundo. Todo el mundo lo
amaba. Y todo el mundo estaba contento de no indagar más, solo juzgándolo por las
apariencias. Yo no, desafortunadamente. Parecía como si yo fuera la única en Emerald City lo
suficientemente deseosa de castigo para querer saber más de la única persona que guardaba sus
secretos más obstinadamente que un mago de Las Vegas.
Quería saber el significado de cada uno de esos tatuajes. Quería saber por qué se
quedaba tanto tiempo en la oficina cuando no lo necesitaba y por qué nunca había visto las
películas que eran parte de nuestra cultura mientras crecía. Me golpeó como un tacón en el
estómago lo muchísimo que necesitaba saber todo eso.
Un chico bien arreglado con una cresta falsa se pavoneó sobre nuestro pequeño grupo y
puso una mano en la espalda de Brogan.
—¿Cantas Journey con nosotros, hermano?
Brogan le hizo señas al chico, que parecía tener demasiadas cervezas en la cabeza.
—Lainey, Zoey, él es Jace. Fue al Instituto Tecnológico de Massachusetts conmigo, pero
el bastardo se trasladó a Nueva York.
Jace le dio un puñetazo en el hombro.
—Wall Street no es tan malo como imaginas, Starr. No todo el mundo es un imbécil
como tu padre.
Ya había tenido la sensación de que su padre no era el mejor, es decir, ¿quién enviaba a
su hijos a un internado y los privaba de los videojuegos? Pero podía decir que había más en la
historia por la manera en que Brogan le lanzo una mirada asesina a su amigo.
Jace sacudió las manos.
—¿Esta es la Lainey por la que estabas deprimido? —Su barbilla apuntó hacia mí, y si no
hubiera estado tan oscuro, podría haber jurado que las mejillas de Brogan se pusieron diez
tonos de rojo arriba en el lapso de unos segundos.
El corazón martilleaba en mi pecho. ¿Brogan estaba de mal humor por mí? ¿Y realmente
le contó a alguien sobre eso?
Ignoró intencionalmente la pregunta de Jace.
—¿Qué están bebiendo las damas?
Tragué duro e intenté leer la expresión de Brogan, pero él mantuvo la sonrisa
permanente en su rostro. Excepto que esos hoyuelos ya eran una debilidad conocida (de
acuerdo, realmente eran extraordinarios, pero me estaba acostumbrando a ellos).
—Blue Moon y un Tom Collins —dijo Zoey. Ella nunca era de las que rechazaban una
posible bebida gratis. A excepción de Pepe.
Se volvió a Zoey.
161
—Una buena elección en bebida.
Ella levantó la copa en un brindis.
—Son altamente subestimadas.
—Estoy de acuerdo incondicionalmente. ¿Necesitas otro trago?
Tan pronto dije que no, Zoey dejó escapar un sí. Me dio un codazo y recordé sus metas
de ―todos los gastos del bar pagados por otras personas‖ para esta noche.
Rodé los ojos y asentí.
—Eso sería muy agradable, gracias.
El barman nos trajo otra ronda de bebidas, y los chicos estaban de pie frente a los
taburetes de la barra, bebiendo cervezas. Mientras Brogan estaba pendiente de la pista de baile,
aproveché la oportunidad para darle una ávida mirada a los tatuajes que recorrían su antebrazo.
Especialmente las elipses que cubrían la mayor parte de su muñeca. Por encima había letra
garabateada, pero no podía leer a menos que estuviera sentada unos cuantos centímetros más
cerca. Solo unos cuantos centímetros y mis piernas rozarían las suyas. Solo unos cuantos
centímetros y esas manos hábiles podrían deambular libremente por mi piel. De acuerdo, mi
mente y mi cuerpo realmente no estaban en la misma página.
Esto tenía que parar. Él no me quería. Lo había dejado claro. Y yo no era una niña
enferma de amor suspirando por el Señor Cualquiera.
Habíamos terminado.
Se aclaró la garganta.
—Es latín y dice ―mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca‖.
Me moví en mi asiento, dándome cuenta de que mi mirada seguía pegada torpemente a
sus brazos.
Mierda. Atrapada.
—Son interesantes.
Se inclinó más cerca.
—Me gusta cuando me miras —murmuró. Su mejilla sin afeitar rozó la mía, y su cálido
aliento acarició mi piel. Un estremecimiento me atravesó.
Boom. Descansen en paz ovarios, fue un placer conocerlos.
Me ahogué con la cerveza. No sabía si era mi cabeza jugando conmigo, mi romántica
interior soplando las palabras que deseaba que él dijera, o si únicamente había dicho que le
gustaba cuando yo lo miraba.
El hombre me estaba dando un latigazo. ¿Qué clase de idiota deja a una chica llorando
en su apartamento y luego la ignora por una semana? Si él pensaba que podía abalanzarse y
esperar que yo simplemente lo perdonara sin pestañear, le esperaba una gran sorpresa.
—Tenemos un par de canciones antes de que nuestro grupo cante karaoke. ¿Quieres
bailar? —Jace le preguntó a Zoey, tendiéndole una mano.
Ella lanzó una mirada nerviosa hacia la parte delantera del edificio, donde Ryder estaba
de pie hablando con otro chico, y tomó la mano de Jace.
Tan pronto como estuvimos solos, Brogan pasó la mano por mi brazo. Dulcemente, 162
lentamente.
—Lo siento por mi comportamiento de la otra noche. Fue inmaduro y estúpido.
Frunció el ceño y bajó la mirada avergonzado.
Me alejé de su contacto, a pesar de que me tomó cada pedazo de control no acercarme
más.
—No importa. Tenías razón. Probablemente es lo mejor, como dijiste. —Sería
completamente loco estar con un chico cuya actitud emocional sobre una relación iba de un
lado a otro en unos cuantos días.
—Ya te dije que lo que hice fue estúpido. Realmente lo siento, Lainey. De verdad. La
idea de poner mi confianza en alguien, sincerarme, me asusta demasiado.
Maldito sea por sonar tan sincero. ¿Cómo se supone que iba a resistirme a él cuando me
miraba así, cuando su caricia enviaba un millón de puntitos de calor a través de mi cuerpo?
Debes. Permanecer. Fuerte. Yo no era un maldito esclavo.
—No estoy buscando que compartas tu número de seguridad social. Todo lo que quiero
es saber más sobre la persona con la que estoy —hice un gesto con mis manos—, pasando
tiempo. O con la que estaba pasando tiempo. —Quizás eso parecía un poco casual comparado
con lo que había construido en mi mente, pero mi orgullo todavía estaba un poco lastimado
por la semana pasada, y estaba segura como el infierno de que no iba a rendirme tan fácilmente
con una escasa disculpa—. Dices que estás asustado, pero todo el mundo lo está. Las
relaciones implican asumir riesgos, pero encontrar a la persona adecuada también puede tener
sus recompensas. Nunca lo sabrás a menos que lo intentes. Pero cuando te cierras, eso se hace
imposible.
Sus labios se inclinaron en un puchero, y tomó todo de mí no pasar el pulgar por la línea
de su boca.
—Lo sé. Lo manejé como un idiota, y lo siento por eso —dijo.
—Es difícil saber dónde estoy contigo. Si solo soy otro empleado para ti, entonces tal
vez es mejor que no vaya a tu casa nunca más.
Sus ojos brillaban bajo las luces, y sacudió la cabeza.
—Eres más que eso para mí. Mucho más.
—¿Lo soy? —Crucé los brazos, pero por dentro mi porrista interior se estaba agitando.
Esta era la primera vez que realmente sentía como si estuviéramos llegando a un punto el uno
con el otro, finalmente en la misma página—. Porque a veces no se siente de esa manera.
—Sí. —Se arriesgó pasando un dedo por mi mejilla. Esta vez lo dejé—. Te mereces algo
mejor. —Frunció el ceño.
Asentí.
—Lo merezco. —Porque al diablo si me iba a desvalorizar por cualquier chico.
—Esta última semana ha sido miserable sin ti. Simplemente no ha sido lo mismo. —Él
frunció el ceño—. La otra noche, abrí Netflix y vi Mean Girls.
Me ahogué con el sorbo de cerveza.
163
—Estoy un poco celosa de no llegar a presenciarlo.
—Fue horrible, por cierto. Y tienes el peor gusto en películas, ¿pero sabes lo que estuve
pensando todo el tiempo?
—¿Qué?
—Cómo deseaba que estuvieras allí, porque me gusta escuchar tus comentarios. Quería
saber qué partes encontrabas divertidas. Quería compartir eso contigo. —Metió un rizo
perdido detrás de mi oreja—. Y eso me asustó, porque no he querido compartir nada con
nadie en mucho tiempo. No estoy acostumbrado a confiar en las personas, pero quiero
intentar contigo.
Mi aliento se enganchó con la sinceridad de su comentario. Quién hubiera pensado que
cambiaría de opinión con lo de la semana pasada.
—Tampoco soy fanática de la confianza, y después de la semana pasada... lo hiciste
parecer como si pudieras apagarlo solo así. ―Chasqué los dedos―. Entiendo que no se supone
que debamos ser serios, pero te portaste tan frío. Solo quería saber cuáles eran las cosas que te
gustaban cuando eras un niño. No solo me echaste, sino que lo dejaste así. No es así como
funciona. Esta es una calle de doble sentido.
Su mirada buscó la mía y estábamos tan cerca que podía ver las pequeñas manchas de
oro en sus ojos.
—Estoy bastante seguro de que he usado la palabra estúpido un par de veces. N-no sé
cómo compensártelo.
Me encogí de hombros.
—Tampoco yo.
Pensé que iba a alejarse. Pero luego sonrió, y fue como una corriente lanzándome hacia
abajo.
—¿Qué tal un, bailarías conmigo?
Lo miré fijamente, preguntándome por qué le había tomado una semana completa decir
esto. Pero su sinceridad hablaba con fuerza. ¿En qué podría afectar un baile?
—¿Y qué pasa con la regla de no bailar? Pensé que tu madre te marcó de por vida.
—Lainey, cuando se trata de ti, rompo todas las reglas. —Me tendió la mano—. Por
favor.
Empujé mi cerveza vacía para que se deslizara por la barra y tomé su mano.
—Está bien, Starr. Te concederé un baile.
Brogan sonrió.
—Eso es todo lo que necesito.
Me llevó a la pista de baile. Una canción country rápida retumbó en la sala, el ritmo
vibraba a través de mis huesos. Brogan me agarró las dos manos y tomó la delantera. En el
coro de la canción me hizo girar, inclinarme y sentirme cortejada.
Sus cálidas manos sobre mis caderas, la mirada sincera en sus ojos era más de lo que
podía manejar. Llámame tonta, pero si él hablaba en serio acerca de darle a esto otra
oportunidad, estaba dispuesta a darle un intento más.
164
Me reí mientras me levantaba en la caída final.
—¿Puedo escribirle una carta a tu mamá agradeciéndole por meterte en clases de baile?
Él negó y sonrió.
—Podrías, pero no me sé la dirección.
Lo dijo sin darle importancia pero me dolió el corazón, porque no podía imaginar una
vida sin mi madre.
Al final de la canción estaba sin aliento, y no sabía si era por estar tan cerca de él o que
sin importar cuántos kilómetros corriera, bailar siempre parecía más difícil para mi cuerpo.
Su mirada ardiente me perforó.
—¿Quieres salir de aquí?
Busqué sus ojos. Todavía estaban un poco aprensivos. Necesitaba estar totalmente
segura antes de salir de aquí.
—Depende.
Ladeó la cabeza.
—¿De qué?
—¿Estás realmente listo para dejarme entrar?
—Acabo de decir que lo estoy.
Fruncí el ceño.
—Las palabras son baratas, Starr. Alguien con tu sentido de negocios debería saberlo.
Él se inclinó más cerca.
—Realmente no puedo mostrártelo en un bar. Una cama es mucho más conveniente. —Su
aliento navegó sobre mi piel y un escalofrío se deslizó por mi espalda.
Bueno, mierda. Me consiguió. Una oferta que no puedo rechazar. No con la promesa de
unas suaves sábanas y nuestros cuerpos presionándose juntos.
—Eso suena un poco más convincente —dije pensativa.
—Creo que mi boca podría lograr persuasiones adicionales si le dan la oportunidad.
Hola, en la planta baja. ¿Escuchaste eso?
Sin querer parecer demasiada ansiosa, asentí.
—Necesito saber dónde está Zoey primero.
Escaneé la pista y la vi con Jace. Estaba restregándose contra él y sus labios se curvaron
en una sonrisa cuando me vio.
—¿Estás pasando un buen rato?
Apunté hacia las manos de Jace que estaban firmemente plantadas en sus caderas.
―Muuuuyyyy. —Nos miró, primero a Brogan y luego a mí—. ¿Puedo decir lo mismo de
ti?
Un sonrojo llenó mis mejillas.
—Sí. 165
—Si necesitas... ya sabes... salir de aquí, estoy perfectamente bien con eso —dijo.
—No lo sé. ―Odiaba dejarla en el bar sola, incluso si estaba con amigos de Brogan.
—Mi chofer puede llevarte a casa ―le ofreció Brogan a Zoey.
Sus ojos se iluminaron.
—¿Tienes un chofer?
Brogan sonrió.
—Sí. Jace se asegurará de que nadie te moleste y que llegues a casa segura. ¿Cierto, Jace?
Le lanzó una mirada seria a Jace, y este asintió.
Recurrí a él.
—Gracias. —El hecho de que estuviera dispuesto a asegurarse de que mi amiga llegara
bien a casa había hecho que mi corazón latiera rápido.
—¿Estás bien con eso, Zoey?
—Solo tomaré un par de bebidas más con ellos y entonces le diré al chofer que me lleve
a casa.
―Está bien. Pero llámame si quieres que venga a recogerte. Estaré cerca a pocas cuadras.
Miró de Brogan a mí otra vez y luego me guiñó un ojo.
―Espero un informe detallado sobre mi mesa mañana ―dijo.
Capítulo 22
Regla de vida de Lainey Taylor #46

Una chica debería ser besada apropiadamente en la nieve al menos una vez en la vida.

E l aire era denso con la promesa de una nevada cuando salimos a la calle lateral
débilmente iluminada. La escarcha brillaba en las ventanas cubiertas de hielo, y el
único sonido era la ocasional camioneta pasando y los suaves pisotones de
tacones en el pavimento.
166

Brogan caminaba a mi lado, su brazo rozando el mío algunas veces. Cada vez que
sucedía, un nuevo juego de escalofríos recorría mi piel y caía más profundo en la trampa de
hacerme ilusiones. Lo cual era completamente tonto. Pero sin importar cuántas veces me dijera
que él era mi jefe, eso no apagaba mágicamente el interruptor de mi deseo por él.
Su voz finalmente cortó el silencio mientras nos acercábamos a su edificio.
—Tu amiga parece que será un completo desafío para Jace.
Sonreí y me arrebujé más en mi abrigo. Zoey siempre decía lo que pensaba, nunca era
capaz de mentir ni aunque su vida dependiera de ello. Algo que me metió en muchos
problemas cuando éramos más jóvenes y le pedía que me cubriera.
—Se podría decir eso.
Caminamos en silencio por unos minutos más.
—Comencé a hacerme tatuajes cuando tenía diecisiete—comenzó a hablar Brogan—. El
hermano de mi amigo tenía una tienda de tatuajes a unas cuadras de mi internado y me
escabullía después del toque de queda y me tatuaba. Era una forma de vengarme de mis padres.
Mantuve mi mirada enfocada al frente, sin querer romper el hechizo del momento.
Estaba compartiendo algo conmigo, y no estaba dispuesta a dejar que esto se deslizara de entre
mis dedos como granos de arena.
—¿Cuál es tu favorito?
Señaló el de su muñeca, el que me había atraído desde el primer día.
—Los puntos suspensivos. Para mí significan que mi historia no ha terminado. Y no
importa los obstáculos que se interpongan en mi camino, siempre puedo cambiarlo.
—Eso es hermoso. —El caliente rubor de vergüenza se arrastró hasta mis mejillas.
Estaba segura de que no quería que sus tatuajes fueran llamados hermosos, pero lo eran.
—Nunca le he dicho eso a nadie antes.
Brogan se detuvo abruptamente y una intensidad inundó su rostro endureciendo sus
rasgos. Estaba segura de que iba a cerrarse, a detener toda esta cosa de compartir es querer que
teníamos.
—Me haces querer hacer todas estas cosas que me he dicho que no puedo hacer. Es
jodidamente aterrador.
—¿Cómo qué?
Acarició su pulgar sobre mi mejilla.
—Como tener una relación que esté basada en sentimientos, y no conveniencia. —Se
inclinó, y sus labios rozaron mi piel, suaves como una pluma.
Solté un tembloroso suspiro y cerré mis ojos. Mi mente cayó en picada, tratando de darle
sentido a lo que estaba pasando. Esto era un total giro de ciento ochenta desde los eventos de
la semana pasada. Me gustaba esta versión mucho más.
Sus manos subieron por mis costados, mi espalda, ahuecando mi trasero y jalándome
más cerca de él. 167
—Quiero reclamar cada centímetro de tu piel.
Mi respiración salía en pequeños jadeos mientras él acariciaba mi cuerpo.
—Supe la semana pasada que era un error al segundo que esas palabras salieron de mi
boca. Quiero confiar en ti, pero es difícil. Me han lastimado en el pasado.
Asentí.
—¿Qué más quieres?
—¿Qué?
—Dijiste que quieres todas esas cosas. Eso es plural. Sólo has enumerado una.
—Siempre la oyente atenta.
Motas de frío mordían mis mejillas y alcé la mirada para ver la nieve caer. Era del tipo
húmeda, grandes copos que seguramente se derretirían tan pronto como llegaran al suelo. No
nos movimos, todavía mirándonos a una cuadra de su apartamento.
—Quiero despertarme contigo en la mañana. Quiero compartir mi día contigo. Quiero
conocerte en cada forma posible.
Ni siquiera sabía cómo responder aparte de derretirme en un charco de puré en la acera.
Mi pecho se sentía pesado porque mi corazón había crecido diez tallas.
—Yo… vaya. —¿Cómo podía siquiera responder a eso?
La tela de mi delgada chaqueta se pegaba a mi piel mientras la nieve comenzaba a caer
más fuerte. Brogan sostuvo mis mejillas con ambas manos, y sus ojos buscaron los míos.
—Te deseo —dijo—. Todo de ti.
Asentí en silencio, todavía estupefacta. Mi necesitad por él latía fuerte en el bajo vientre.
Su cuerpo presionado contra mí, sus manos escurriéndose por mi cabello mientras sus
labios se cernían a centímetros de los míos. Tan pronto como nuestros labios tocaron, mi
cuerpo se derritió contra el suyo, ahora completamente bajo su hechizo. Todo lo demás
desapareció, ni de cerca tan importante como la necesidad de saborear sus labios, de rozar mi
lengua sobre la suya, de obtener una reacción de él.
Él se alejó a regañadientes y gruñó.
—Deberíamos entrar. Estás empapada.
Corrimos al edificio mientras el cielo se abría en un diluvio de ráfagas épicas. Para el
momento en que llegamos a su apartamento, mis zapatos rechinaban, y si exprimía mi camisa,
podrían acumularse unos buenos cuatro centímetros en el suelo. Bruce nos encontró en la
entrada en un borrón de patas frenéticas. Después de que Brogan sacó algunos premios de
perro de la despensa para aplacarlo, caminó lentamente hacia su cama y se acostó.
Brogan sonrió y enfocó su atención en mí, agarrando mi nuca y dejando besos a lo largo
del puente de mi nariz, mis mejillas, la línea de mi mandíbula.
—Amo tus pecas. —Continuó bajando por la curva de mi cuello—. Y la forma en que
me ves cuando piensas que nadie está mirando. —Las yemas de sus dedos quemaron un
camino por mi columna—. Desearte no es siquiera una palabra lo suficiente fuerte. Te necesito.
—Suaves dedos recorrieron el camino hasta el tirante de mi sujetador—. Te he necesitado
tanto esta última semana que me volví loco. 168
Solté un tembloroso aliento. Todo lo que podía hacer era cerrar los ojos y perderme en
el momento y en este hermoso hombre.
—Cada peca. Cada rizo. Cada centímetro de piel.
Mis manos estaban por todos lados, en su cabello, rozando la cálida piel bajo su camisa,
pasando por su bíceps.
—Yo podría apoyar en eso. Me gusta cuando rompes tus reglas —dije, sin aliento.
Su mirada se suavizó, y la ternura en sus ojos hizo que mi corazón latiera pesadamente
contra mi caja torácica.
—Rompería cada una por ti —dijo—. Nunca supe lo que me estaba perdiendo hasta el
día en que nos conocimos.
Incliné mi cabeza.
—Te refieres al día en que te llamé diablo.
Los hoyuelos se marcaron en sus mejillas.
—Creo que usaste el término ―Anticristo‖.
Sonreí.
—Tecnicismos.
Su mano se movió por mi mandíbula, sus ojos expresando nada más que adoración.
—La forma en que te mueves. La forma en que sonríes. —Sus dientes mordieron mi
labio inferior, y el calor se desplegó profundamente en mi vientre—. Demonios, la forma en
que me desafías. Todo sobre ti le habla a mi maldita alma, Lainey.
—Te dije que le tomarías cariño a mi determinación —me las arreglé para decir mientras
sus pulgares pasaban sobre mis pezones. Un temblor rompió mi cuerpo en respuesta, y caí
contra él.
Su brazo se envolvió alrededor de mi cintura, protegiéndome, y se movió lentamente
contra la pared del recibidor, mis piernas entre las suyas, mi cuerpo en desesperada necesidad.
Mi espalda chocó con un suave ruido sordo, y sus labios estaban sobre mí, en todas
partes, imparables, volviéndome loca.
La forma en que estaba desnudándose, abriéndose, vulnerable; me hizo tambalear. Estaba
listo para nosotros. Y el señor sabía que yo también estaba lista. El hecho de que esto estuviera
sucediendo, algo que había querido por meses, y saber que él se sentía de la misma forma…
me hacía sentir vertiginosa.
Mi corazón chocaba contra el pecho en un rítmico cántico de su nombre. Brogan. Brogan.
Brogan. Arqueé la espalda, y me aplasté contra él, mis pechos contra el suyo. No podía
acercarme lo suficiente. Necesitaba acercarme más.
Hice un hábil trabajo con los botones de su camisa y en cuestión de segundo yacía en el
suelo. Me tomé mi tiempo, estudiándolo. Los enormes hombros que llenaban sus trajes tan
bien. La profundidad y el oleaje de músculos desplegados bajo su esbelta piel. La oscura tinta
contra piel bronceada. Brogan era mejor que una fantasía.
Mis dedos inspeccionaron su tintado pecho, bajando por los abdominales, a lo largo de 169
la V de su cintura. Tembló bajo mi tacto y cerró sus ojos. Yo le hice esto. El hacedor de reglas
rompió todas las reglas por mí. Y eso significaba todo.
Sus ojos marrones se oscurecieron, y su lengua pasó entre sus labios mientras bajaba las
manos hasta el dobladillo de mi camisa.
Inclinó la cabeza, pidiendo permiso silenciosamente.
Sí. Todo. Sí.
Levanté los brazos y me arrancó la camisa, lanzándola encima de la suya.
Soltó un largo gemido mientras sus ojos hacían un apreciativo escrutinio.
—¿Sabes qué pienso en todas esas reuniones y conferencias telefónicas? ¿Lo que pienso
en la ducha y en mi cama… cada maldito segundo del día? —gruñó.
Su voz vibró a través de mi pecho, alterando todo dentro de mí, todas las piezas agitadas
como las motas de un globo de nieve.
—¿Qué? —Mi voz era apenas un susurro.
—En ti, Lainey. Todo lo que puedo pensar es en ti. —Me apretó más fuerte contra la
pared—. No puedo sacarte de mi mente. —Sus manos ahuecaron la parte posterior de mis
muslos, y me levantó. Envolví su cintura con mis piernas. Dios, en este momento le daría a
este hombre cualquier cosa que quisiera. Cualquier cosa. Lo pedía, era suyo. Quería perderme
en él, para que me mostrara exactamente lo que quería decir con sus palabras.
—Parece que tenemos el mismo problema. —Mis manos arañaron los tensos músculos
de su espalda.
Se alejó y me miró. Quiero decir que realmente me miró, llegando a un punto tan
profundo, que nunca saldría de esto ilesa.
—No eres un problema que resolver, Lainey. —Sus ojos contenían tanta intensidad que
me robaron el aliento—. Eres la respuesta a mis jodidas oraciones.
Su boca chocó contra la mía, implacable, mientras me llevaba a su habitación.
***
Un rayo de sol pasó a través de las cortinas a un cuarto para demasiado temprano. Gemí
y me di la vuelta quedando frente a frente con Brogan. Sus ojos se abrieron perezosamente,
salpicaduras de oro brillando en su iris marrón. Sonrió y envolvió un brazo a mí alrededor,
empujándome más cerca.
—Buenos días, hermosa.
Estar arropada en sus brazos, en el calor de su cuerpo, el olor de su embriagante gel de
ducha de menta… todo me hacía derretirme y nunca querer salir. Lo que compartimos anoche
se sentía como si intercambiamos un pedazo de nuestras almas, una conexión que nunca había
experimentado con ningún otro chico antes.
—Buenos días —dije suavemente, todavía dejando que el momento se envolviera
alrededor de mí como una cálida manta—. ¿Qué quieres hacer hoy?
Respiró profundo, y su intensa mirada me examinó mientras su mano desaparecía debajo
de las sábanas. 170
—A ti.
Bien, entonces. ¿Ronda cuatro? Alabado todo lo que era santo, porque Brogan era un
dios dentro y fuera de la sala de juntas. Sus dedos encontraron su camino al espacio entre mis
muslos, y eché la cabeza atrás contra la almohada, saboreando su caricia. Definitivamente
podría apoyar un día entero en la cama con Brogan.
Desafortunadamente, Bruce tenía otros planes. Soltó un sonoro gas y comenzó a
gimotear desde el extremo de la cama.
Me escondí bajo las sábanas mientras el olor comenzaba a flotar hacia mí.
—Bruce, realmente sabes cómo arruinar un momento, amigo —dijo Brogan. Se unió a
mí bajo las sábanas, y su sonrisa se suavizó. Pasó su mano a lo largo de la curva de mi cadera y
dijo—: Ahora, ¿dónde estaba?
Presioné mi frente contra la suya, y mis dedos trazaron la barba incipiente en su barbilla.
—Creo que estabas a punto de besarme de nuevo.
—Ah. Creo que tienes razón.
Sus labios rozaron los míos, y me derretí en él. Sus manos agarraron mis caderas y me
dio la vuelta para que estuviera a horcajadas sobre él. Era evidente a través del delgado material
de sus cortos bóxers que estaba listo para la ronda cuatro. Me moví contra él, y él soltó un bajo
gruñido, ahuecando mi trasero bruscamente.
—Desearía poder despertar cada mañana de esta forma —murmuró en mi oído.
Profundicé nuestro beso, mi lengua moviéndose más allá de sus labios, poniendo cada
pedacito de mí misma en esto. La sensación de caer sin saber si había algo debajo para
atraparme chocó contra mí como una ola. Me robó cada pensamiento razonable, hasta que las
únicas palabras atravesando mi mente eran necesito, quiero, debo tener. Brogan no era algo que
pudiera considerar deseo nada más, era una necesidad.
Parte de mí entendía que debía asustarme a muerte, pero estaba demasiado ocupada
perdiéndome en él.
Brogan se estiró a la mesita de noche y sacó otro condón. Justo cuando rasgó el
aluminio, Bruce gimoteó y pateó la puerta.
Suspiré y apoyé mi frente contra la suya.
—¿Quieres que lo saque a pasear?
Se quitó las sábanas y se sentó, atrayéndome con él. Su pecho desnudo contra el mío era
suficiente para hacerme querer ignorar al perro completamente y continuar donde lo habíamos
dejado.
—No. Es mi perro y yo lo pasearé. Pero me gustaría que vinieras conmigo. Y…
continuaremos esto más tarde. —La determinación en sus ojos envió una ola de piel de gallina
sobre mis brazos. Era una promesa. Una que me aseguraría que mantuviera.
Una aglomeración de nubes grises pasaban por el horizonte de Seattle. Un fino polvo de
nieve cubría los autos estacionados en las calles mientras caminábamos por la cuadra, una hora
más de lo que Bruce consideraba un tiempo aceptable de ser paseado.
Había una pregunta que todavía estaba molestándome desde anoche. El amigo de
Brogan, Jace, había mencionado que su padre era el tipo de idiota de Wall Street. Eso me hacía
preguntarme por qué Brogan decidió construir su propia compañía. Este negocio era lo 171
suficientemente duro como era. Me armé de valor y agarré la correa de Bruce un poco más
fuerte.
—¿Tu papá vive en Nueva York?
En mi otra mano, la de Brogan se tensó una fracción, pero se relajó un momento
después.
—Parcialmente. También tiene una casa en Bellevue. Ahí es donde lleva a cabo negocios
cuando se cansa de la ciudad. Ha estado haciendo eso por años.
—Debe haber sido duro para tu familia.
Se encogió de hombros.
—Mis padres se divorciaron cuando tenía quince años —dijo. Su voz contenía un dejo
de tristeza que llegó como golpe a mi estómago.
Asentí. Por el número de problemas de confianza que tenía, no me sorprendió.
—Lamento escuchar eso.
—No lo hagas. Mi mamá engañó a mi padre.
Oh. No había esperado eso.
—Ahora tiene una novia nueva cada mes. Esa casa es como una puerta giratoria. —
Abrió una foto de su padre en traje en el teléfono y me lo dio—. Conoce a Brandon Starr.
Quiere que me haga cargo de su firma. Me sacó de su testamento hasta que acepte.
Alcé una ceja.
—No es como si te faltara dinero. —Brogan tenía tanto dinero que yo nunca sabría qué
hacer con él.
—No, pero él cree que es la máxima traición que comenzara mi propio negocio. Ha
tratado de comprar mi firma un par de veces desde el comienzo. Es implacable.
—Eso es horrible. —Miré fijo la foto. Parecía una versión mayor de Brogan, con su
fuerte barbilla y esbelta complexión. Pero sus ojos tenían una oscuridad que los de Brogan no
poseían.
Se giró hacia mí y su mirada destelló con un repentino recuerdo.
—Olvidé decirte las buenas noticias acerca del hacker en la cuenta Willington. Estaba un
poco distraído anoche. —Arregló una sonrisa avergonzada.
—¿Descubriste quién estaba detrás? —Casi había olvidado toda la cosa, había sido hace
mucho tiempo.
—Resulta que era el hermano menor de Craig. Agarró su iPhone y pensó que sería
divertido comenzar a joder a otra estrella del país. —Sonrió—. Ningún hacker involucrado.
Me burlé, pero el alivio me inundó. Gracias a Dios esto era solo una broma, aún si era de
mal gusto.
—Qué imbécil.
—Craig se está encargando de ello. Le enseñé cómo poner una contraseña en su
teléfono. 172
—Buena idea.
Caminamos alrededor del parque un par de veces y luego regresamos al apartamento.
Cuando rodeamos la esquina, un chico con una cámara profesional se paró junto a un auto al
otro lado de la calle y tomó algunas fotos de nosotros.
—¿Eso sucede normalmente? —Le saqué la barbilla al chico que usaba una gorra de
béisbol, vaqueros y una camiseta.
Frunció el ceño.
—Va anexado al hecho de poseer una compañía. Por lo general no soy lo suficiente
interesante para llegar a los tabloides.
Me moví unos pasos más lejos de Brogan, sin querer causar ningún tipo de escándalo en
los medios. Nadie sabría quién era, pero era mejor ser cuidadosos.
Mi mamá probablemente no estaría demasiado complacida si veía mi rostro en la portada
del National Inquirer. Pensar en ella desencadenó el recuerdo de bailar con Brogan anoche,
cuando había dicho que no había visto a su madre en años.
—¿Alguna vez hablas con tu madre? Dijiste en el bar que no sabías su dirección.
—No he hablado con ella desde que se divorció de mi padre. Se fue con su asistente y
nunca miró atrás. —La sencillez de esa declaración me aplastó. ¿Cómo podía alguien hacerle
eso a su familia?
Volvimos adentro del edificio y esperamos el elevador. La expresión de mi rostro debe
haber cambiado, porque se detuvo y apretó mi mano.
—No te sientas mal por mí. Sucedió, se acabó, es parte de mi pasado.
—¿Es por eso que tienes tantas reglas? Encuentro difícil de creer que las reglas están
puestas solo porque eres joven y estás preocupado por cosas que puedan afectar tu compañía.
Tenía sentido. Su historia familiar era suficiente para volver loca incluso a la persona más
cuerda.
Se detuvo y pareció analizarlo.
—Tal vez. Pero creo que las reglas me ayudan a mantener límites. Son las cosas que no
puedo definir lo que me asusta hasta la muerte.
Pasé mi mano por su brazo y lo miré.
—Lo indefinible es lo que hace que vivir valga la pena. La gente no está destinados a
vivir por un Manual.
—Eso puede funcionar para ti, Lainey, pero no puedo permitir que mi vida profesional
se líe con mi vida personal. La única excepción eres tú. Estoy dispuesto a intentar esto, porque
tú lo vales.
—Gracias por dejarme entrar.
Asintió.
—No soy perfecto. Esto es realmente difícil para mí, pero estoy tratando.
El elevador se abrió, y entramos. Brogan pulsó el botón a su piso.
—Ya que estás tan determinado a intentarlo, ¿qué hay de una ronda cuatro? —Le sonreí.
173
Las puertas se cerraron y Brogan me empujó contra la pared.
—Eso sí puedo manejarlo.
Capítulo 23
Regla de vida de Lainey Taylor #72

Nunca asumas que los padres tienen en mente el mejor interés del niño.

L a semana después de navidad volví al trabajo. Brogan y yo habíamos sido


inseparables, excepto por los pocos días que estuve en casa de mi madre, los
cuales había pasado en su sofá viendo películas. Los médicos dijeron que los
nuevos medicamentos de quimioterapia eran efectivos, y que le darían su última dosis en un
par de semanas. Era una luchadora y estaba pateándole el culo al cáncer.
174

Las últimas semanas con Brogan habían sido un torbellino de besos robados, falta de
sueño y la atolondrada sensación de la nueva relación que se apoderaba de mí cada vez que
pensaba en él.
Había girasoles amarillos en mi escritorio cuando entré en el edificio. Sonreí y mi
corazón se derramó, rebasando su máxima capacidad. No estábamos en una relación abierta en
la oficina, pero esto era suficiente.
Una cadena enrollada alrededor de la base de flores, sostenía un sobre pequeño. Lo
desaté y lo abrí.
Encuéntrame en Hillside Park a las 8 p.m.

B.S.

Muy bien, ¿qué pasaba?


Hablar de esto durante el trabajo estaba completamente fuera de los límites y esta parecía
una petición extraña. Me sacudí la sensación y continué mi habitual ritual de la mañana,
comprobando las cuentas de las redes sociales de mis clientes, controlando iCloud, y
preparando los mensajes.
Me pasé el resto del día enterrada en el papeleo. Para cuando llegué a casa solo tenía
cuarenta minutos para ducharme y cambiarme antes que tuviera que salir al parque. Un lugar
extraño para encontrarse, pero supuse que si caminaba con Bruce allí todos los días, no estaba
demasiado fuera de lo normal.
Después de lavar mi rostro y volver a aplicarme maquillaje, saqué la chaqueta de la silla y
salí rápidamente del apartamento. La noche de principios de enero todavía tenía un poquito de
invierno, y mi cabello mojado comenzó a crujir en los extremos.
Me senté en el banco que era el punto de vista central del pequeño parque.
—Eres muy puntual —dijo una voz desconocida.
Mi mirada se disparó a un hombre mayor que reconocí por una foto que Brogan me
había mostrado. El padre de Brogan.
Envolví mi abrigo con más fuerza.
—¿Usted envió las flores?
—Suenas sorprendida.
¿Uh, tú crees?
—¿Cómo es que siquiera me conoce? —Pero lo supe antes que pudiera responder. El
hombre de la cámara, hace un par de semanas. No era de un tabloide. Pero, ¿el padre de
Brogan realmente podría caer tan bajo como para haberlo seguido? ¿Y por qué?
—Te he estado siguiendo desde hace unas semanas. —Lanzó una carpeta de manila en
175
el banco junto a mí. La abrí y encontré imágenes ampliadas en el apartamento de Brogan.
Sentados en la mesa de la cocina. Besándonos junto a la estufa, las manos de Brogan subiendo
por mi espalda. Nosotros en el dormitorio—. Parece que han llegado a conocerse bien
últimamente.
Mi corazón se hundió. Si esto salía, ¿que le haría a la compañía de Brogan? Y la pregunta
más importante… ¿Qué clase de monstruo toma fotos de su hijo sin su permiso?
—¿Qué es lo que quiere? —escupí las palabras, cerrando la carpeta de nuestros
momentos más privados. Se me revolvió el estómago y pensé que podría vomitar. Mi
privacidad. Mi cuerpo en plena pantalla. Alguien, que no había sido Brogan, había visto esto y
esa invasión envió una ola de ira y disgusto volando a través de mis venas.
—Tengo una propuesta de negocios.
—¿Oh? —¿Qué era esto, la jodida mafia?
—Quiero que filtres algunas de estas imágenes en las cuentas de tus clientes, mañana.
Se deslizó por la aplicación de su teléfono a través de imágenes de los clientes de Starr
Media en posiciones muy comprometedoras.
Posiciones para las que necesitaría al menos diez años de yoga y una botella de vino para
siquiera intentarlas.
Mis mejillas se calentaron y una oleada de náuseas se apoderó de mí.
—Esto sería suicidio social para estas personas.
Sonrió.
—Sí.
Mis labios se curvaron con disgusto. ¿Un padre tratando de arruinar la carrera de su
único hijo? Enfermo.
—Eso sería ir en contra de todo lo que Brogan representa. Esta compañía es todo para
él. ¿Qué le hace pensar que yo le haría eso?
Se burló.
—Porque tengo algo que tú quieres.
Casi esperaba que sacara un horrible acento italiano y me dijera. ‖Tengo una oferta que
no podrás rechazar‖.
—¿Y qué sería eso?
¿Qué podría valer la pena para arruinar la carrera de alguien, incluyendo la mía? Nada.
—Escuché que tu madre está enferma.
Me senté allí, incapaz de moverme. Este hombre tenía conexiones serias si había
averiguado quién era yo y la historia médica de mi mamá, solo con poner a alguien a seguirme.
—Voy a pagar todos sus gastos médicos.
Lo fulminé con la mirada, esforzándome por mantener la boca bien cerrada. Lo único
que necesitaba desesperadamente, y me lo estaba ofreciendo en bandeja de plata. Mamá ni
siquiera tendría que preocuparse por pagar las facturas.
¿Cómo sería ser capaz de comprar las cosas que quisiera? Derrochar en un nuevo
176
guardarropa, accesorios, salir a comer. Cosas que ansiaba hacer. Todo por el módico precio de
matar el sueño de Brogan.
Doblé las manos en el regazo y me quede mirando un árbol a la distancia, incapaz de
mirar a este hombre a los ojos.
—Infiernos, no.
—Voy a dejar que reconsideres eso. —Sacó un sobre del interior de su chaqueta y me lo
entregó, al más puro estilo de la mafia—. Un puesto, con tu nombre en él está listo en mi
empresa si así lo deseas.
Tentativamente abrí el sobre, y mis ojos casi estallaron fuera de sus órbitas cuando
alcancé a ver la cantidad en el cheque. Había más ceros de los que podría tener en mi cuenta
bancaria cuando me jubilara.
Reprimí un gruñido y empujé el sobre a un lado, enferma incluso por contemplar esto
por un segundo. Incluso si el dinero significara todo para mí y mamá, nunca podría hacerle
esto a Brogan. Yo… me preocupaba por él. No, más que preocuparme por él.
Preocuparme por él no explicaría la sensación de hormigueo en la columna que llegaba
con cada una de sus caricias. No explicaba la confianza que puse en cada beso. Y seguro como
el infierno que ni siquiera comenzaba a describir cómo caía, cada vez más duro, con cada
mirada de sus preciosos y suaves ojos marrones.
Lo amaba. Completamente.
Jesús. Simplemente tuve una epifanía. Supe que amaba a este hombre después de que me
ofrecieran millones de dólares por acabar con él.
Antes de ponerme a vomitar, mis dedos encontraron el centro del cheque y rápidamente
lo partí a la mitad.
—Como dije antes, infiernos, no. —Me levanté y me alejé antes de que las palabras
volvieran a mí y se clavaran en este individuo. No valía la pena… era basura, tal y como había
dicho Brogan.
Justo cuando me acercaba al borde del parque, me pareció ver a Bruce caminando con
alguien, pero doblaron una esquina antes que consiguiera un buen vistazo. Realmente, me
sentía paranoica por toda la situación. Casi esperaba que alguien viniera empuñando una
ametralladora y amenazara con enviar a dormir a los peces. Tal vez Brogan tenía razón, Netflix
me estaba pudriendo el cerebro.
En casa, me hundí en el sofá y encendí el televisor. Zoey había dejado una nota en el
mostrador diciendo que estaba con un compañero de trabajo y que llegaría tarde a casa.
Fruncí el ceño, pensando en todo el dinero que rechacé. Pero, ¿qué bien haría si me
sentiría culpable por el resto de mi vida? No valdría la pena. Nada valía la pena si hería a
Brogan.

177
Capítulo 24
Regla de vida de Lainey Taylor #57

Tener toallitas desinfectantes a mano para cuando las cosas se complican.

T endría que haber sabido al momento de entrar en el edificio que algo estaba mal.
Jackson estaba en su escritorio y gotas reales de sudor le caían por el rostro.
Los compañeros me miraron de camino a sus cubículos e hicieron muecas.
Cada uno sacudió la cabeza con expresiones dolidas.
178

Tenía este sueño recurrente cuando era más joven de que llegaría a la escuela y todos los
alumnos de repente me odiarían, susurrando con sus amigos justo delante de mí, llamándome
de todo, rayando mi coche. La realidad era mucho peor.
—¿Qué demonios hiciste, Lainey? —gritó Jackson.
—¿Qué?
Antes de que pudiera decir nada, la voz de Brogan sonó por el intercomunicador de mi
mesa
—Lainey, ven aquí ahora.
El corazón se me atoró en la garganta.
Jackson sacudió la cabeza con disgusto
—Quizá deberías empezar a recoger tus cosas.
—¿Qué?
En serio, esto tenía que ser una pesadilla, e iba a despertarme sudando frío en cualquier
momento.
—¿En serio? ¿Vas a hacerte la tonta? Ni siquiera yo pensaba que eras tan estúpida.
¿De qué demonios estaba hablando? ¿Y qué había hecho desde que había dejado la
oficina la noche anterior que podría haber suscitado tal reacción de todos mis compañeros?
Todo estaba sucediendo a una velocidad arrolladora.
Sin darme cuenta, mis piernas me llevaron a la oficina de Brogan, y me detuve tan
pronto como él se giró.
Me miró como si no fuera… nada. Como si fuera menos que nada. Las esquinas de sus
labios se curvaron en una burla de desprecio (como asumí que me veía yo cuando conocí a su
padre la noche anterior).
Giró el monitor de su ordenador para que lo viera y jadeé al ver una de las fotografías
que su padre me había enseñado el día anterior en la pantalla. Para hacerlo peor, estaban
publicadas desde la cuenta de cliente, mi cuenta de cliente.
—¿Hiciste esto? —Su suave tono tenía un borde que podía cortar el acero.
—No —susurré con un escalofrío. No podría hacerlo, sin importar cuánto pudiera
ganar—. Nunca te haría esto.
Dejó salir un pesado suspiro, y momentáneamente pensé que aceptaría mi palabra y que
discutiríamos un plan para controlar los daños
—He estado mirando esto toda la mañana, preguntándome cómo alguien por quien me
preocupo más que nada podría hacerle esto a la empresa que significa todo para mí.
—No lo haría. —Mi labio tembló, y mis rodillas se sintieron como si fueran a fallar en
cualquier momento. Me abracé contra la parte de atrás de la silla y traté de mirarlo a los ojos,
pero él se negaba siquiera a mirar en mi dirección. Verle tan decepcionado, tan dolido… fue
como si un millón de papeles pequeños cortaran mi corazón.
—Quiero creerte. En serio. —Su expresión era un torbellino de emociones, y sabía que 179
estaba en guerra consigo mismo por esto—. Pero… —Siempre había un pero. Lo había visto
en todos los programas donde a alguien lo jodían—. Es desde tu cuenta. No sé qué creer. —Se
pasó las manos por el cabello y me miró distante—. Tengo que seguir el código de conducta
que escribí, Lainey. —Sus labios se apretaron y se veía absolutamente dolido—. Son las reglas.
Tengo que despedirte. Desde que las comencé a romper ha sido una distracción. Ahora ha
pasado esto y… —dejó de hablar.
No me creyó. Pensaba que era capaz de hacer algo así de monstruoso que le causara
tanto dolor.
Una mezcla de emociones oscuras y frías se arremolinaron dentro de mí… Una serie de
arpones desgarraban mis órganos, un par de mocasines italianos golpeaban los restos, y una
pizca de sal amplificaba realmente el dolor.
No sabía si quería añadir un par de abolladuras a su escritorio o llorar en mi coche con la
canción Bad Day46a todo volumen.
Este hombre a quien le había dado mi corazón estaba llevándose la cosa que significaba
más para mí. Su confianza.
La lanza de traición se convirtió en enfado ante lo jodida que era toda la situación. ¿Tenía
que despedirme? ¿Qué mierda de respuesta era esa?
Diablos. No.
Que lo jodieran y a la mierda la perorata moral que me estaba lanzando. Que se joda el
progreso que habíamos hecho en las últimas semanas, aprendiendo a abrirnos el uno con el
otro. Obviamente todo era pura mierda para poder meterse en mis bragas.
Si realmente confiara en mí, mi culo no estaría en la guillotina. Estaríamos trabajando en
combatir esto como un equipo.
Esto era todo. Nunca sería capaz de competir con su empresa. Sus estúpidas reglas
siempre ganarían sobre los sentimientos y las relaciones. Tendría que haberlo sabido. Había
sido claro desde el principio, ¿pero había escuchado? Por supuesto que no.
—Que se jodan tus reglas. —Lancé los brazos al aire—. ¿Qué tal si encuentras a la
persona que hizo esto? La persona que lo publicó en mi cuenta.
Brogan frunció el ceño ante mi arrebato.

46Bad Day: Canción de Daniel Powter. Su traducción sería Mal día.


—No sé quién es, pero no puedo mantenerte como empleada aquí. Este es todo mi
mundo. Mi empresa puede que no sobreviva a esto. Has sido una carga desde el principio.
Ni siquiera tenía la decencia de mirarme a los ojos. Se había encerrado completamente.
Fin del juego. Brogan estaba de nuevo siendo el CEO cerrado que había conocido hacía meses.
El Brogan que amaba no haría esto.
—Una carga —repetí—. ¿En serio? Así que te olvidas del hecho de que los clientes de
mierda que me diste cuando empecé ahora tienen más de cien mil seguidores. O que las cuatro
ideas que se me ocurrieron para incrementar la productividad han disparado los números y tu
lista de clientes por las nubes. No. Tienes razón. Simplemente soy una gran y gorda
distracción. Me alegro de que lo hayamos aclarado todo. Me aseguraré de salir antes de joder
más tu empresa, Señor Starr.
—Sería mejor si para la hora de comer ya hubieras salido —dijo, mirando a la puerta. 180

La frialdad en sus palabras rompió mis entrañas con un giro lento y doloroso.
Me mordí el interior de las mejillas y realmente lo miré… y finalmente lo entendí. Nunca
cambiaría, y estaba engañándome pensado que alguna vez tendría la oportunidad de luchar por
él. El trabajo siempre sería primero y sus problemas de confianza eran profundos.
—¿Sabes qué, Brogan? Es bueno saberlo. Estoy agradecida de descubrir ahora cuán
jodido estás. Espero que tú y tus reglas tengan una vida feliz juntos.
La pérdida de todo en un instante retorció mi corazón y mis pulmones se cerraron, casi
no entraba el aire.
Me agaché hacia Bruce, que estaba estirado en su cama de perro al lado de la mesa de
Brogan, y rasqué detrás de sus orejas
—No te merece.
Bruce gimió y puso su gorda pata de perro encima de mi brazo, y casi enloquecí. Me
levanté y me limpié una lágrima perdida.
Una caja ya estaba esperando encima de mi mesa cuando salí de la oficina de Brogan. La
cara de Jackson todavía tenía esa mirada de disgusto.
—Me imaginé que la necesitarías. No dejes que Betsey te muerda cuando salgas.
Entró en la oficina de Brogan y la puerta de cristal esmerilado se cerró de forma
definitiva.
Un momento más tarde, Zelda vino corriendo por el pasillo y lanzó sus brazos alrededor
de mis hombros
—Escuché que te habían despedido.
Asentí, entumecida. La montaña de deudas pendientes comenzó a caer más rápido que
un juego perdido de Jenga47.
Sin trabajo. Sin dinero. Sin Brogan. Era demasiado para procesar.

47 También conocido como La Torre, es un juego de habilidad física y mental, en el cual los participantes, deben
retirar bloques de una torre por turnos y colocarlos en su parte superior, hasta que ésta caiga. Quien hace caer la
torre, pierde. Gana el jugador que ha realizado la jugada anterior al que ha perdido.
¿Cómo había ocurrido esto? ¿Por qué estaba perdiendo mi trabajo por algo que no había
hecho, y ni siquiera tenía ninguno de los beneficios por el acto que supuestamente había
hecho?
—Lo siento mucho. Si hay alguna cosa que pueda hacer, estoy aquí para ti. —Apretó mi
hombro. Ni siquiera podía mirarla a los ojos. Primero, porque mis ojos estaban llenos de
lágrimas, y segundo, porque no quería ver a otra persona decepcionada conmigo.
De nuevo asentí y continué apilando mis fotografías y el alijo de comida, la pasta de
dientes, y otras cosas para el aseo en la caja.
—Te echaré de menos —dije.
—Yo también. —Mi pulso latía en la frente ante el pensamiento de que esta era mi
última vez en Starr Media. Echaría todo de menos en este trabajo. La gente, la sensación que 181
tenía cada vez que publicaba algo que era bien recibido, la manera en que Brogan me hacía
sentir tanto dentro como fuera de la oficina. No podía creer que había confiado en él.
La tristeza rápidamente se convirtió en enfado mientras debatía cómo me había sucedido
esto. ¿Cómo el padre de Brogan había tenido el poder de publicar desde mi cuenta? ¿Cómo
había pasado a través de nuestra seguridad? Si tenía el poder de hacer esas cosas, ¿por qué
sobornarme? No tenía sentido. Demasiadas preguntas y cero respuestas.
Con la caja llena hasta los topes estaba casi preparada para salir del edificio. Todo lo que
necesitaba era limpiar mi máscara de ojos corrida, enderezar mi falda ajustada y salir con al
menos parte de mi dignidad.
Me senté en el baño para recobrarme, las manos se sacudían y los labios eran una
gelatina temblorosa. Me mordí los labios y presioné las palmas contra mis ojos mientras estaba
sentada en el inodoro. Estaba a punto de tirar de la cadena cuando la puerta del baño se abrió y
la familiar voz de Zelda inundó la habitación.
—… de acuerdo al plan.
Decidí quedarme en mi sitio, levantando los pies para que no supiera que estaba en el
baño.
—Espera —le dijo a la persona en el teléfono, y se quedó callada por un momento,
asegurándose de que el baño estaba vacío.
—No puedo hablar durante mucho tiempo. Tengo que volver a trabajar, pero se creyó
completamente que fue Lainey.
¿Qué demonios? ¿Con quién estaba hablando? ¿Era el padre de Brogan? ¿Había decidido
acudir a ella cuando yo le dije que no?
Mi enfado rápidamente se convirtió en rabia ante el hecho de que la única persona con la
que salía de la empresa era la que me estaba jodiendo. Era mi amiga. Bueno, obviamente no.
Continué escuchando, parada en el baño, preguntándome si debería salir y gritarle, o continuar
escuchando para enterarme de todo. La Nancy Drew interna ganó y me quedé plantada en el
asiento.
—¿Cuándo tengo el dinero? Fue difícil hacer que pareciera que era en su cuenta, eso
debería ganarme una bonificación.
No podía escuchar quién estaba en el otro lado de la línea, pero estaba noventa por
ciento segura de que era Brandon. ¿Cómo podía alguien querer herir a su hijo tanto que
recurría a destruir su negocio y credibilidad? Mi padre quizás se había ganado un lugar en la
Lista de los Peores Padres, pero nunca me haría algo así, sin importar cuánto quisiera que fuera
abogada.
—No soy ambiciosa. Pero no hago espionaje en empresas a diario.
Discutió un poco más y después se despidió.
—Adiós.
Tan pronto como dejó el teléfono, abrí el baño y nuestros ojos se encontraron en el
reflejo del espejo. Sus ojos se abrieron un poco, pero mantuvo el resto de su expresión sin
emoción.
Si alguien en la compañía tenía la capacidad de piratear mi cuenta, tenía que ser la gurú
de las tecnologías. ¿Por qué no había sido la primera persona en la que pensé cuando esto 182
ocurrió? Oh, sí, porque los amigos no se hacían para espiarlos, obviamente, regla número cinco
del manual de la amistad
—¿Cómo pudiste?
Me miró con pena.
—El dinero es dinero, Lainey. No podía dejarlo pasar.
Todo lo hice fue mirarla. Cómo podía ser tan fría con un jefe que le había dado trabajo,
un jodido buen trabajo
—Sí podías. Yo lo hice.
—Entonces eres estúpida. ¿No dijiste que tu madre estaba enferma? ¿Por qué no usarlo
para ella?
Tosí, asqueada.
—Porque soy un ser humano decente. No jodo a la gente por dinero. —La miré a través
del espejo—. Y la próxima vez, de verdad deberías mirar quién está en el lavabo antes de
hablar sobre espionaje corporativo. Estoy segura de que hay algo en el Manual acerca de eso.
Apreté los dientes, manteniendo cualquier cosa más detrás de los labios. No se merecía
que la reprendieran. Se merecía unas esposas y una celda. Nunca en mi vida había querido
golpear a alguien, pero ahora sí.
Sacudí la cabeza. Alguien que estaba dispuesto a lanzar a otro debajo de un camión
obviamente no entendería nada más que tuviera que decir. Pasé por su lado en silencio y la dejé
en el baño sola.
Toda la empresa estaba del revés hoy. Mi novio/jefe/lo que sea, pensaba que era una
mentirosa y le había arruinado la vida, y mi única amiga me había jodido. El mundo real
apestaba.
Fui hacia mi escritorio y miré por última vez a mi alrededor. Adiós a ese conjunto de
reglas estúpidas que había fracasado en seguir. Adiós al primer asistente que pensaba que era
vaga e incompetente. Adiós a la única persona que había reducido mi corazón a piezas de
confeti.
Cogí mi caja y me dirigí al ascensor.
Justo mientras las puertas se abrían, Brogan salió de su oficina corriendo.
—Lainey, espera —dijo sin aliento mientras corría hacia mí.
—Lo que sea que tengas que decir, no quiero escucharlo. He acabado contigo. Oh, y
quizás quieras comprobar el ordenador de Zelda y mirar el registro. Creo que quizás
encuentres que te has equivocado.
Cogí la caja por las agarraderas y elevé mi cabeza con orgullo mientras las puertas de
Betsey se abrían. Entré en el ascensor y presioné el botón de la primera planta por última vez,
después me volví para mirar a Brogan. Parpadeé para quitar las lágrimas y me las arreglé para
mostrar en mi rasgos algo que remotamente transmitiera la cantidad apropiada de jódete.
Su rostro cayó, y tomó todo lo que había en mí seguir parada y no correr a reconfortarlo.
Nuestros ojos se miraron, y me consolé sabiendo que nada podría doler más que esto.
—Adiós, señor Starr. 183
Capítulo 25
Regla de vida de Lainey Taylor #13

Nadie está ahí para ti como tu mamá.

C uando regresé al apartamento, Zoey estaba allí con un cartón de helado de Rocky
Road y brownies comprados que había dejado en la encimera.
Corrió hacia mí y me envolvió en un abrazo.
—¿Qué demonios pasó?
184

—Fui incriminada. —Enterré la cabeza en su hombro, deseando escapar de todo este


día. En serio, pensé que solo las personas en la cárcel decían esta mierda. Agarré el tazón de
helado y me dejé caer en el sofá—. Por Zelda.
—¿Qué? ¿Por qué lo haría?
—Por dinero. —Clavé la cuchara en un trozo de chocolate—. El papá de Brogan la
buscó, y ella me tendió una trampa. Incluso usó mi usuario. Mis clientes. La evidencia fue
lanzada contra mí.
—¿Él realmente no te creyó?
Negué y luego tragué, pasando el nudo en la garganta.
—No. No al principio. —Eso fue lo que más dolió. No el ser despedida y quedarme sin
ingreso. Era que Brogan y yo finalmente habíamos llegado a un punto donde confiamos el uno
en el otro. Pude verme con él en un futuro. Mi futuro brillante ahora se sentía como arena
deslizándose entre mis dedos. Desapareciendo e imposible de recuperar.
—Entonces no te merece, en primer lugar. Qué imbécil.
Pero esa era la cosa. No lo era. Brogan era un montón de cosas, pero esa palabra solo se
aplicaba a las cosas que No Se Hacen de su Manual de empleados. En el fondo, sabía que
debería estar más enojada, pero comprendí de dónde provenía. Esta era su compañía, su vida.
Él haría cualquier cosa para mantenerla a flote, incluso si eso significa despedirme. ¿Cómo
podía pedirle elegir entre el sueño de su vida y yo? No podía.

***

Al día siguiente envolví con cinta adhesiva la última de mis cajas y la pateé hacia la puerta
principal. Mucho podía ser acumulado a lo largo de cinco meses, y apenas tenía espacio
suficiente en mi Corolla para llevar todo hasta Portland.
Zoey envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y lloró en mi hombro.
—¿Qué voy a hacer sin ti?
—Lo mismo que haces siempre. Trabajar. Concentrarte en Gilmore Girls. Solo hazme un
favor y no consigas a tu próximo compañero en el Craigslist48. Escuché que hay un montón de
locos allí.
—Faltan unos meses para volver a pensar en eso. El cuarto permanecerá abierto para ti.
Fruncí el ceño.
—Sabes que no es necesario.
Ella asintió seriamente.
—Sí. Lo es.
Presioné los labios y traté de mantener mi compostura lo suficiente para llevar esta
última caja hasta mi coche. Había intentado convencerme de permanecer en Seattle y encontrar
185
un nuevo empleo, pero ¿cuál era el punto cuando podría estar con mi mamá mientras pasaba
por su última ronda de quimioterapia? Eso era mejor. Encontraría un trabajo en la ciudad y
pasaría un tiempo muy necesario en casa. Realmente, el papá de Brogan me había hecho un
favor. Me enseñó quién iba a estar ahí para mí durante los tiempos difíciles y, por desgracia. Mi
corazón había quedado atrapado en el fuego cruzado en este pequeño experimento.
Zoey me acompañó hasta el coche, y conseguí no llorar hasta que llegué a la carretera
interestatal. Lo que era particularmente peligroso porque todo mundo debería ser capaz de ver
mientras va a cien kilómetros por hora.
Un poco después mediodía, abrí la familiar puerta roja y fui recibida por los brazos
extendidos de mamá. Me derrumbé en ella y liberé todas las lágrimas reprimidas y de
frustración de los últimos días.
—Lo siento, cariño. Estoy aquí para ti.
—Lo siento, mamá. Te fallé. —Esta era la primera vez en mi vida que no había
cumplido con una promesa y era algo tan doloroso como decepcionar a Brogan.
Ella me alejó y me miró a los ojos con una expresión seria.
—No me fallaste, o a nadie más, para el caso. Eres la persona más fuerte y más confiable
que conozco, y si ese idiota no puede ver eso y creer en tu palabra, entonces no merece tenerte
como empleada en primer lugar.
No le había contado a mamá toda la historia. Dejé fuera la parte del padre de Brogan y la
exorbitante cantidad de dinero, porque no parecía justo colgarlo delante de ella para ponerle sal
a la herida. Además, ya estaba bastante molesta de que estuviera poniendo dinero en sus
tratamientos.
Deslizó una mano por mi brazo y me apretó.
—¿Puedo traerte algo? Sé que has tenido un largo viaje.
—No, creo que solo quiero descansar un poco.
El peso del día de ayer se había asentado en mis huesos y había drenado la energía de mi
cuerpo.

48Craigslist: Sitio web de anuncios clasificados.


Asintió y frotó su mano sobre mi espalda en círculos pequeños, calmantes. Tanto como
la necesitaba ahora mismo, inmediatamente comencé a extrañar la vida que había creado en
Seattle. Esto se sentía como si estuviera dando un paso atrás.
Traté de cerrar los ojos tan pronto como mi cabeza golpeó la almohada de mi vieja
cama, pero el temor por conseguir trabajo revolvió todos mis pensamientos. ¿Cómo se supone
que conseguiría un trabajo cuando había sido despedida? Estaría en la lista negra de los medios
de comunicación y de publicidad por el resto de mi profesión gracias a esto. A pesar de no
había sido yo.
Pude ver cómo iría la conversación:
—¿Podemos utilizar a su empleador anterior como referencia?
—Uh, no. Verás, dormimos juntos, y entonces él creyó que había saboteado su empresa. Probablemente 186
sea mejor que no preguntes.
Sí, las entrevistas irán de lo mejor.
Si no lo nombro como referencia, entonces tendría cero experiencias para poner en mi
currículum.
Todo porque dije que protegería a la persona que amaba.
¿Era amor cuando esa persona no sentía lo mismo?
Sí... solo que no correspondido.
Capítulo 26
Regla de vida de Lainey Taylor #49

Las empresas nunca están contratando cuando más lo necesitas.

P asé el día siguiente encerrada en mi habitación buscando trabajo en línea. Solo


había dejado mi cama para comer algo e ir al baño. Una película cubría mi rostro y
dientes, y en el lapso de cuarenta y ocho horas de desempleo, me había
convertido en la chica que se muda a casa de su mamá y vive en el sótano.
187

Al parecer nadie estaba contratando en el área de publicidad en Portland en este


momento, probablemente esperando abrir puestos cuando la escuela terminara el verano.
Hasta entonces, apretaría los dientes y trabajaría en un empleo para el que estaba sobre
calificada.
Pensé que si podía tener dos trabajos, estaríamos bien. El salario no sería comparable
con lo que hacía en Starr Media, pero serviría. Pagaríamos el saldo mínimo de las facturas hasta
que fuera capaz de conseguir un trabajo que pagara un poco más. Mamá tendría tiempo para
recuperarse, y yo estaría demasiado ocupada para extrañar mi antigua vida en la firma.
Mamá entró en mi habitación, y arrugó su nariz.
—¿Te has duchado?
Crucé los brazos sobre el pecho por si me había olvidado de ponerme desodorante.
—No.
Ella tomó una respiración poco profunda y se acercó un poco más.
—Hueles como a salsa de frijoles y malas decisiones.
—Mejor te acostumbras, supongo —murmuré, todavía mirando la pantalla de mi
computadora. Tenía que haber un trabajo ahí afuera que pagara por encima del salario mínimo.
Agarró mi portátil y lo puso sobre la cama. Luego se sentó.
—Quiero hablar contigo sobre algo.
—¿Sí? —Apenas pude levantar la cabeza de la almohada. El desempleo era agotador. O
al menos lo estaba culpando de mi fatiga y sensación general de indiferencia hacia la vida. Era
más seguro que contemplar la verdadera razón.
—Voy a regresar a trabajar —dijo, y su tono no admitía discusión.
Me moví en la cama y me levanté sobre mis codos.
—Pero no puedes. Tu sistema inmunológico está demasiado débil.
—Hoy hablé con mi antiguo administrador. Voy a enseñar para una escuela en línea.
Paga casi tan bien como mi posición en el salón. —Puso la mano en mi pantorrilla y apretó—.
Quiero que te tomes tu tiempo para encontrar un trabajo.
—Aquí no hay nadie contratando. No hay problema, tomaré un par con salario mínimo
y…
Agarró mi mano, silenciándome. Levanté la vista sintiéndome tan indefensa como hacía
años que no me sentía. Esta mujer que me crió era mi todo y le había fallado al ser despedida.
Me necesitaba y, maldita sea, iba a hacer todo lo que estuviera en mi poder para ayudarla.
—Cariño. Tienes que detenerte. Has hecho más que tu parte justa. Más de lo que jamás
debería haberte dejado contribuir.
Quería gritar, pero podría tener todo pagado en este momento si solo hubiera hecho la cosa horrible de
la que me han acusado, pero en cambio cerré la boca y fruncí el ceño.
—Quiero ayudarte. —Mi voz sonaba tan pequeña, tan ajena. Odiaba la forma en que
esta situación me hacía dudar de todo lo que había hecho en los últimos seis meses. 188
¿Por qué hacer lo correcto tenía que apestar tan malditamente demasiado?
—Lo sé. Y me encanta que he criado a alguien con tan buen corazón, pero tienes que
vivir tu vida.
Sacudí la cabeza sin entender.
—Puedo hacerlo desde casa.
Ella tomó una profunda respiración y una mezcla de menta y chocolate flotó debajo de
mi nariz.
—No, no puedes.
Fruncí el ceño.
—¿Qué quieres decir?
¿Estaba siendo echada? Hombre, ni siquiera era lo suficientemente buena para ser una
chica de sótano.
Su mirada se paseó por mi rostro con una expresión decidida en sus ojos.
—Se supone que tengas que estar en Seattle. Zoey está allí. Estás construyendo una vida
por tu cuenta. —Asintió como si se estuviera convenciendo a sí misma.
—¿Pero qué hay de...? —Mi voz se apagó. Al preguntarle qué pasaría con ella, se oiría
como si fuera débil, y no era el caso. Pero si me mudaba de nuevo a Seattle, estaría aquí sola.
Ella parpadeó con fuerza.
—¿Conmigo?
Recogí una pelusa de mi edredón, demasiado avergonzada para mirarla a los ojos.
Se aclaró la garganta y esperó para hablar hasta que subí la vista.
—¿Cómo crees que aprendiste a ser tan independiente?
Buen punto. Pero incluso si ambas éramos independientes, ¿no estaba bien apoyarse en
alguien en un momento de necesidad? Pero me di cuenta. Tal vez no necesitaba mi apoyo
tanto como yo pensaba. Tal vez no le había dado el crédito suficiente. Demonios, estaba
pateándole el culo al cáncer, por supuesto que no me necesitaba deambulando sobre ella.
Sonreí.
—Creo que aprendí mis habilidades de co-dependencia de ti.
—¿Todavía es socialmente aceptable golpear a los niños? —Golpeó mi muslo
juguetonamente—. También, necesito mi espacio —continuó—. Qué pasa si quiero traer a un
hombre a la casa y tú estás aquí. Eso sería un total aguafiestas.
Incluso si ella era mi mejor amiga, realmente no quería saber acerca de ese lado de la vida
de mi mamá.
—¿Estás preocupada porque yo frustre la polla de tus conquistas? ¿Siquiera estás
saliendo con alguien?
—No, pero cuando me sienta mejor, me gustaría empezar a hacerlo. —Sonrió.
Todavía estaba procesando el hecho que mi mamá pensara en traer hombres a nuestra
casa para pasar el rato.
—Ni siquiera sé cómo responder a eso. 189
Ella se rió y palmeó mi pierna.
—Estoy divorciada, no soy una monja.
Bueno, quería ser como mi mamá cuando creciera.
—Anotado.
Agarró mi teléfono de la mesita de noche y lo estuvo cambiando de una mano a la otra
antes de colocarlo junto a mí.
—Por qué no consideras mudarte de nuevo con Zoey. Sabes que te extraña —dijo ella,
vacilante.
Suspiré y me dejé caer hacia atrás sobre mi almohada.
Siendo una ciudad más cara y con cero ingresos claramente era una buena opción.
—No tiene sentido. No tengo un trabajo. Así que incluso si quisiera mudarme de
regreso, no puedo. Es que no es justo, mamá.
Oh Dios, estaba en el hoyo si lloriqueaba como un niño de tres años por la justicia. Pero
la sensación de completa impotencia y la absoluta desesperación para que todo esto fuera un
sueño horrible me estrelló de rodillas.
Frunció el ceño y me miró largo rato, con ojos que penetraban directamente a través de
mi alma. Después de un momento.
—No es justo que fueras despedida, pero sucedió. La vida pasa, cariño, y solo tienes que
rodar con las olas. Finalmente, tus pies golpearán la costa. —Me alborotó el cabello—. Y
mientras, hay helado y una saludable dosis de mal humor.
—¿Qué pasa si nunca consigo otro trabajo en mercadotecnia?
Resopló, como si hubiera dicho algo tan increíblemente loco que ni siquiera valía la pena
reconocer.
—Eres una Taylor. Harás que suceda. Eres una de las personas más trabajadoras que
conozco. —Cogió una fotografía de mi graduación de último año, conmigo y Zoey posando
en la escalera—. Pero tendrás una mejor oportunidad si vas a una ciudad más grande. La vida a
veces es una perra, pero obtendrás apoyo en ese caballo, cariño.
Inmediatamente me hizo pensar en el Manual de Starr Media. ¿Era posible tener
nostalgia por una empresa? Extrañaba todo de ella, bueno, tal vez no a Jackson o esa traidora
Zelda, pero todo lo demás.
Y Bruce. Echaba de menos su linda nariz rechoncha.
Mamá tenía toda la razón. No estaría feliz viviendo en casa. Había sobrepasado mi
antigua vida y necesitaba más. Por desgracia, más estaba a trescientos veinte kilómetros de
distancia y pensaban que realmente había tratado de sabotear su empresa.
Asentí, resignada al hecho que tenía que permanecer fiel a mí misma y darme la mejor
oportunidad para salir adelante en mi carrera después de un revés tan desastroso. Ella tenía
razón. Era una Taylor, e iba a aterrizar sobre ambos pies como una maldita gimnasta olímpica
y encontraría otro trabajo.
190
—Gracias, mamá.
Besó mi frente y se levantó de mi cama.
—Cuando quieras.
Tenía que hacer un plan para recuperar mi vida.
Capítulo 27
Regla de vida de Lainey Taylor #99

Los programas de chismes pueden ser muy educativos.

—¿Q uieres un café? —pregunté.


Cualquier cosa para mantenerme ocupada mientras mamá
estaba pegada a la máquina.
191

—Niña, si sigues dándome café, se me va a salir por los ojos.


—Lo siento.
Pasó una mano por mi mejilla y una sonrisa tranquilizadora arrugó la esquina de sus
labios.
—Oye, sé que todo esto es nuevo para ti, pero he pasado por esto un par de veces. Sin
embargo, te lo agradezco.
Asentí frunciendo el ceño. Había hecho esto sola por meses y cada onza de mis
neuronas inundadas de cafeína se sentían como la mierda por eso.
—Desearía haber podido estar contigo en todas. Lo siento, mamá.
—Cariño, no te eduqué para disculparte por todo. La única vez que debes disculparte es
si eres la primera en despertarte en la mañana y no tienes hecho el café.
Me jaló en un abrazo y envolvió mi brazo alrededor de ella, evitando la intravenosa
enganchada en su brazo. Su último tratamiento. Esta pesadilla finalmente iba a terminar, y
finalmente podría empezar a sanar. Incluso si ya no tenía mi trabajo soñado, tenía lo que más
importaba: mi familia.
Lo que me recordó que ya no tenía un trabajo con gran sueldo y necesitaba reducir los
pagos del hospital. Sería mucho más fácil hacerlo en persona que por teléfono.
—Ya regreso. —Me desenredé del abrazo de mi madre y me puse de pie.
Mi mamá levantó el brazo con las medicinas de la quimio.
—No te preocupes, no me voy a ningún lado.
Caminé por el corredor hasta que encontré la oficina de pago. Una mujer con un chal de
color negro estaba tras el escritorio tomando un sorbo de algo en una taza que decía ―Mi novio
literario es mejor que el tuyo‖. A menos que ese novio literario fuera el señor Darcy,
probablemente estaba equivocada, pero ahora no era el momento de decírselo.
—¿Puedo ayudarla? —Bajó la taza y escribió algo en su computadora.
—Me gustaría cambiar mis opciones de pago en la cuenta de mi madre.
Alzó la mirada, aburrida.
—Nombre.
Le di el nombre de mi madre y ella escribió un par de cosas más en el teclado. Frunció el
ceño mientras iba bajando con el dedo sobre el botón de cambio de su ratón.
—Parece que la cuenta ha sido pagada por completo.
Me congelé. ¿Podría haber sucedido un milagro? ¿Un error? ¿Un virus de computadora?
—¿Disculpe?
—La cuenta está cancelada –repitió, jugando con su bufanda.
Puse los codos sobre el mostrador y recargué la cabeza entre las manos, mirándola.
¿Cómo podía ser?
—¿Cuándo?
Entornó los ojos mirando la pantalla y murmuró en voz baja mientras bajaba a través de 192
la cuenta. Tan pronto como encontró la información, se detuvo y me miró.
—Ayer.
—Eso es imposible. Debía… —Un tonelada de mierda—. Mucho.
—Fue pagada con una gran suma ayer.
—¿Puede decirme quién pagó? —¿Quién demonios había pagado las cuentas médicas de
mi madre?
La única explicación, con una luz de esperanza, era que a mi padre le hubiera crecido una
consciencia y se hubiera hecho cargo de los gastos.
Pero eso era tan probable como que la maldita factura estuviera pagada.
—No lo dice la cuenta, lo siento.
Miré por los alrededores del escritorio, inclinándome para revisar si había cámaras o un
equipo de televisión que dijera que todo esto era una broma.
—¿Está segura de que no es una broma de televisión?
Me disparó una mirada que decía claramente que esta conversación estaba aburriéndola,
pero yo no podía superarlo. ¿Quién podría haber pagado esa cantidad de dinero? ¿Y por qué?
Se acabó.
No más galletas Tastytart. No más prohibición de compras en línea, bueno, tal vez hasta
que consiguiera trabajo. No más… facturas.
El sofocante peso de la deuda se levantó por primera vez en un año.
Las lágrimas caían por mi rostro. Éramos libres de vivir nuestras vidas como
quisiéramos, sin tener que preocuparnos por los pagos. Mi vida podría volver a la normalidad.
Podía conseguirme un trabajo de mierda en Seattle y preocuparme por cuál bolsa comprar.
Íbamos a superar esto.
Caminé de nuevo al cuarto donde mamá estaba viendo CGC, un programa donde se
discutían los últimos escándalos de las celebridades. Sus ojos se cerraban conforme el
tratamiento de la quimio progresaba. Me recargué contra la puerta y la miré, con la esperanza
burbujeando por encima de mis confusos sentimientos.
—Ya no debemos preocuparnos por las facturas médicas. —Mi voz era densa.
Me gustaría saber quién lo hizo para agradecerle. Esto no fue un simple acto de caridad
como dejar ropa a medio usar en Goodwill. Esto era algo que jamás podría pagar, no en esta
década, al menos.
Sus ojos se abrieron.
—¿Qué quieres decir?
Me aclaré la garganta y jugueteé con mis manos.
—¿Alguien pagó las facturas médicas? —Ni siquiera yo acababa de creerlo.
Movió la cabeza y su expresión hacía juego con su sentimiento: sorpresa.
—¿Cómo es posible?
—No lo sé, pero ahora mismo no me importa. Tan pronto como sientas hambre de 193
nuevo, vamos a tener una maratón de películas y comida chatarra.
—Hecho. —Las lágrimas llenaban sus ojos. Parpadeó y sonrió. Incluso durante esos
horribles tratamientos, era una guerrera. Si salía con siquiera un diez por ciento de la fortaleza
de mamá, habría ganado la lotería.
Algo en la televisión rompió nuestro momento. Una mujer con un traje estilo péplum
dijo la única palabra que podría tener mi completa atención; Starr.
Me concentré en el programa.
—Las acusaciones contra Starr Media se han dirigido personalmente a Brogan Starr, el
presidente de Starr Media. Habló en una conferencia de presa hoy más temprano —dijo la
mujer.
Pasaron un video de Brogan hablando a doce micrófonos desde un atril. Las cámaras
destellaban mientras él agarraba los costados del atril con los nudillos blancos por la fuerza con
que lo hacía. Líneas de preocupación arrugaban su frente, pero una sonrisa permanecía en su
rostro. Lo conocía lo suficiente para saber que no era una sonrisa honesta. Sin hoyuelo, sin
pequeñas líneas a los lados de sus ojos. Pero aun así me quitó el aliento. El hombre era
precioso y mi corazón se dolía por él y su compañía.
—Starr Media está cooperando con las autoridades en la investigación de la fuga de fotos
no autorizadas de cinco clientes diferentes. Hemos encontrado a los culpables y estos están
bajo custodia. Las causales y los motivos aún están bajo investigación. —Se detuvo y miró a la
cámara, su mirada estaba llena de dolor–. Quiero disculparme personalmente con todos los
clientes afectados por esta tragedia. También quiero decir que lamento profundamente que una
empleada de Starr Media haya sido erróneamente acusada y castigada por esto.
¿Estaba disculpándose conmigo? Que yo supiera, nadie más se había ido. Yo era la única
que había sido personalmente jodida.
Miré absorta a la televisión mientras él seguía.
—Si no fuera por esos empleados, no estaría donde estoy ahora. He lastimado a alguien
que me importaba demasiado y no sé cómo empezar a disculparme. Ni siquiera puedo
perdonarme a mí mismo por mis acciones apresuradas. —Se detuvo y clavó la mirada en sus
manos prensadas al atril—. Como el sabio Abraham Lincoln dijo una vez: ―En quien se confía
total y plenamente devolverá esa confianza‖. Esta persona me dio la confianza para ser un
líder… y no estuve ahí en el momento en que lo necesitó. Y por eso perdí a un honesto y
valioso recurso. Una persona que me enseñó la verdadera fuerza, no la debilidad. Debí ser más
cuidadoso antes de saltar a conclusiones apresuradas, y prometo que esto no sucederá de
nuevo. —Miró directamente a la cámara con más tristeza de la que pensé posible alguna vez–.
Gracias —dijo, y más emociones de las podía nombrar pasaron a través de esa palabra.
Recogió sus papeles y salió.
Me quedé petrificada mirando los flashes de la cámaras destellar mientras su figura se
retiraba. Se acababa de disculpar conmigo en televisión nacional. No me nombró
personalmente, pero sabía que era yo. Apreté los labios para evitar que temblaran. Era la cosa
más amable que pudo haber hecho. Podría haber dejado de lado el tema durante su discurso,
pero no lo hizo.
—¿Ese era el imbécil de tu jefe? —interrumpió mamá.
—¡Mamá! —Coloqué las manos en las caderas. Esa era la última palabra que se me
habría venido a la cabeza si tuviera que describirlo. No sabía si tendría la oportunidad de hablar 194
con él de nuevo, pero al menos el tema quedó cerrado cuando se dio cuenta de que no había
sido yo y, al anunciarlo públicamente, supe que se sentía mal por lo que hizo.
—¿Pero no lo es? Te despidió sin parpadear.
—No. Tiene una compañía que dirigir. Tiene que salvar el sueño de su vida —discutí.
—Debió tener las cosas en claro antes de actuar apresuradamente. —Frunció el ceño y
apagó la TV—. Eso es lo que hace un líder de verdad.
—Tiene razón, ¿sabes? —Una voz familiar vino de la puerta.
Me giré y vi a Brogan reclinado contra el marco de la puerta con unos vaqueros y una
chaqueta con cremallera. Se me congeló el cuerpo. ¿Qué estaba haciendo aquí en un hospital a
cientos de kilómetros de su casa?
Tuve que parpadear un par de veces para asegurarme de que no estaba imaginando toda
la cosa. En el tercer parpadeo estuve segura de que sí, que estaba aquí y que probablemente
pensaba que tenía un tic en el ojo.
–Imbécil es una gran palabra para describir mis acciones. —Caminó hacia mi mamá y le
dio la mano–. Hola, señora Taylor. Soy Brogan Imbécil Starr.
Mamá movió su mirada sobre Brogan con escepticismo en los ojos.
—¿A qué debo el placer?
—Quería disculparme personalmente por mi imbecilidad y conocer a la persona que
educó a una mujer de negocios tan inteligente.
Se giró hacia mí y murmuró.
–Este te va engatusar hasta quitarte los pantalones. —Regresó su atención a él—.
¿Asumo que también vino a compensar a Lainey por el tiempo perdido fuera del trabajo en
estos días, y para asegurarle que tendrá su puesto listo y esperando por su regreso el lunes?
—¡Mamá!
¿Quién dijo que quería volver a Starr Media? Incluso si de verdad quisiera, no sería lo
mismo. La gente me miraría de forma diferente e incluso si mi nombre había sido limpiado, el
daño a mi reputación estaba hecho. No había cómo regresar a eso.
Una expresión divertida levantó sus labios.
—¿Está haciendo un negocio por el bien de su hija?
Incluso con la intravenosa en el brazo, mamá todavía era capaz de sacar una mirada de
muchacho, te estás metiendo con la mujer equivocada, acompañada del chasquear de dos dedos.
Dios, amaba a esta mujer.
—¿De dónde cree que sacó su instinto para los negocios?
—Sin duda alguna de usted. —Sonrió—. También me gustaría felicitarla por su último
tratamiento de quimioterapia. Lainey me mantuvo al tanto de todo el proceso, y estoy muy
feliz de que el tratamiento fuera efectivo.
—Es una dulzura. —Palmeó mi mano con una suave sonrisa.
—Sí. Lo es.
El calor de su expresión me dio escalofríos.
195
Mamá se aclaró la garganta y soltó un falso bostezó.
—Estoy muy cansada. Si no les importa chicos, me gustaría estar a solas por un
momento.
Me dio un rápido guiño y cerró los ojos.
Miré a Brogan. ¿Quería hablar con él después de lo que sucedió el otro día? Me merecía
una disculpa en persona. Caminamos al pasillo en silencio.
—Lainey —susurró. Su voz tan familiar me acarició el oído, y si no hubiera estado
prestando atención, lo habría dejado pasar como si fuera mi imaginación.
Lentamente me giré para mirarlo. Tenía las manos en los bolsillos del pantalón y una
expresión avergonzada cruzando sus labios.
Esos labios que habían sido el centro de mis sueños las últimas dos noches.
—¿Qué estás haciendo aquí en realidad?
—Cometí un error.
Hice una mueca. Puede que lo haya perdonado una vez, pero la segunda vez no iba a ser
tan fácil. Se merecía retorcerse.
—¿Solo uno?, estoy bastante segura de que fueron varios. ¿A cuál te refieres?
Su ceño se frunció más.
—Sí. La jodí mucho. Debí creerte cuando dijiste que no fuiste tú. —Se detuvo indeciso y
luego aclaró—. Nunca pensé que fueras tú pero no pude pasar por encima de mis propias
reglas. Y te lastimé.
Apartó la mirada, avergonzado.
—La confianza no es exactamente tu fuerte.
Y por lo que había hecho él, no estaba haciéndolo muy bien con la mía.
—Estoy trabajando en eso. Me equivoqué al saltar a conclusiones precipitadas. Fue un
movimiento idiota. Y te mereces más. —Miró a su alrededor y luego de nuevo a mí—. Hice
algo de investigación y tenías razón, fue Zelda.
Incliné la cabeza.
—Me alegra escuchar que la educación en el MIT hiciera algo bueno.
Su lengua pasó nerviosa sobre el labio superior y cambió su peso de un pie al otro
mientras me miraba.
—Hablé con mi papá y me di cuenta de lo que te había ofrecido. No puedo creer que lo
hayas rechazado.
—¿En serio? Entonces no me conoces en absoluto —escupí—. ¿Cómo podría
lastimarte?
—¿Quieres decir de la forma en que yo te lastimé?
—Sí. —Exactamente. Porque justo cuando creí que habíamos dado el siguiente paso en
nuestra relación, retrocedimos cien.
–Fue un error que trabajáramos juntos. Debí haberte despedido desde el principio.
196
Lo miré boquiabierta, las palabras se escaparon de los confines de mi mente. ¿Qué?
—Eso… no era lo que esperaba oír. ¿En serio viniste hasta Portland para decirme esto?
Si es así, puedes irte. —Me di vuelta.
Qué imbécil.
—Solo escúchame —dijo. Lo miré a regañadientes, pero no dije nada—. Me alegro de
no haberlo hecho porque me has enseñado mucho, pero fue una gran distracción. No me di
cuenta a tiempo de la posición comprometedora en que nos puso Zelda, cuando de otra forma
me habría enterado. Usualmente estoy muy al tanto de la seguridad. La primera vez que hubo
una fuga con uno de nuestros clientes, debí tomar precauciones. Pero no lo hice, y no estoy
diciendo que esto sea tu culpa de ninguna forma, pero estaba distraído por ti.
Sacudí la cabeza sin entender a donde estaba yendo. ¿Estaba culpándome de una forma
indirecta?
—¿Estás esperando una disculpa? Porque no va a suceder.
—Claro que no. Me has hecho sentir cosas que jamás había sentido antes. —Agarró mi
mano y pasó el pulgar por mis nudillos. Habría dado cualquier cosa por derretirme con su
caricia, pero aparté la mano. Me había lastimado. Y no sería un tapete sobre el que podía
pararse cuando le viniera en gana—. Todo en ti es bueno para mí. Me haces un mejor hombre.
Te extraño acaparando el sofá. Y robando las mantas en la noche. Y la forma en que pretendes
estar molesta con Bruce, pero de hecho lo adoras. Me encanta todo en ti, Lainey, y no puedo
imaginarme pasando otro momento sin ti.
Esas palabras llegaban un poco tarde.
—Es un sentimiento tierno, Brogan, pero las acciones dicen más que las palabras. No
confías en mí. Esto fue lo que rompió a mis padres y lo que rompió a los tuyos. ¿Cómo
podemos construir una relación sobre algo roto? Preferiste ceñirte a una serie de reglas que
seguir a tu corazón. Cada vez que sale algo mal te vas. No está bien. Me lo has hecho dos
veces. Me niego a vivir de esa forma, siempre preocupada de hacer un movimiento en falso.
—No me iré más, te lo prometo. A la mierda las reglas. —Su grito hizo eco a través del
pasillo y la intensidad de su mirada era sorprendente—. La diferencia entre nosotros y nuestros
padres es que quiero que nuestra relación funcione. Quiero intentar ser mejor. Y dejarte fue el
peor error de mi vida. Por favor, confía en mí. Dame una oportunidad.
Moví la cabeza con el corazón estrujado. También había sido sincero antes y había
sucedido de nuevo. Quería creerle. Mucho. Y después de conocer a su padre, demonios, no era
de extrañar que estuviera tan jodido. Podía perdonarlo. Lo que mi mamá pasó era la prueba
viviente de que la gente podía perdonar. Pero no estaba segura de que podía perdonar de
nuevo.
—¿Entonces qué quieres exactamente?
—A ti —dijo—. Conmigo.
—¿Qué quieres decir? No puedo simplemente mudarme a Seattle sin ningún prospecto
de trabajo. Obviamente no voy a volver a trabajar contigo.
—No. No lo harás —estuvo de acuerdo.
Bueno, no estaba esperando eso. Una pequeña voz en el fondo de mi mente esperaba
que me pidiera volver, para tener la oportunidad de decirle que no.
197
—Correcto. Bueno, voy a regresar con mi mamá. —Apunté mi dedo hacia su cuarto.
Brogan tocó mi brazo antes de que pudiera alejarme.
—Lainey, simplemente lo siento mucho.
—Te perdono, Brogan, pero no sé si podamos volver después de esto. No después de lo
que sucedió. —Al menos el papá de Brogan sería procesado por sus acciones junto con Zelda.
Tal vez él había sido quién pagó las facturas médicas. Tenía sentido. Me había arruinado y
quería arreglar las cosas—. Aunque puedes decirle a tu papá que fue amable de su parte que se
le despertara la consciencia.
Brogan movió la cabeza con el ceño fruncido.
—¿De qué estás hablando?
—Pagó la cuenta médica de mi madre. —¿Quién diría que alguien tan corrupto podría
ser de hecho bueno?
Se aclaró la garganta y arrastró el pie por el suelo de linóleo.
—Él no pagó tus facturas.
—Pero…
¿Cómo no pude verlo antes? Claro. Tenía todo el sentido. La razón por la que estaba en
el hospital, la disculpa. Fue Brogan.
Asintió.
—Sí.
—¿Por qué?
—Te amo, Lainey. Vi a lo que renunciaste. Hiciste eso por mí, y estaré por siempre
agradecido. No quiero vivir mi vida a través de malditas reglas. Te quiero a ti y solo a ti.
No sabía cómo responder a sus palabras. Llenaron mi corazón y, a la vez, lo rompieron
en pedazos.
—No puedo dejarte pagar esto. Es demasiado. Cuando consiga el dinero, te lo pagaré.
—No sucederá —dijo.
Lágrimas calientes me quemaban la garganta. Me acababa de dar el mayor regalo que
podía jamás aceptar. La libertad financiera significaba todo. Pero no podía dejarlo tomar la
carga.
—Puede que tome un tiempo, pero te prometo que te devolveré cada centavo.
—Considéralo un bono por ayudarme a encontrar al espía corporativo. Quién sabe qué
tan malo se hubiera puesto si no me hubieras dicho.
—No puedo. Se siente extraño. Como si me dieras dinero por herirme. —Lo miré a los
ojos. Quería que viera lo que me había hecho.
—No. No es así en absoluto, Lainey. En serio. Es decir, sí me siento mal por lo que hice.
Pero pagué las facturas del hospital de tu mamá porque mi familia se metió contigo. Lo que
hizo mi papá no tiene nombre. —Metió la mano en su cabello—. Tú y tu madre son buenas
personas. Tú eres todo lo bueno en el mundo. Que pagara la deuda es una forma de decirte
gracias por eso. Si me lo pagas, no quiero tu dinero.
—No los sé —dije. Esto era demasiado para procesar. 198
Soltó un suspiro y sentí que estaba perdiendo la paciencia.
—¿Qué tal esto? Tengo otra posición. —Sus ojos buscaron los míos—. Estoy
encargándome de una nueva compañía de redes sociales en Seattle, ayudándolos a construir la
infraestructura. No puedo verlos mucho tiempo porque todavía estoy lidiando con el desastre
de Starr Media. Necesito a alguien de confianza. Me gustaría ofrecerte el puesto. Podríamos
decir que el pago de las facturas médicas fueron un bono anticipado.
Un trabajo. Donde no tendría que pasear perros o buscar café. Uno sin el molesto
Jackson y el carnívoro elevador. Un verdadero trabajo de marketing. Lo miré, todavía escéptica.
—¿Por qué no pones a Jackson en el puesto?
—Se va a quedar conmigo en Starr.
Asentí. Esto sería importante. Con el estado actual del mercado, no conseguiría una
oportunidad como esta en otra compañía.
—¿Cuál sería el puesto?
—Gerente de marketing. Podrías usar tus habilidades de la maestría en mercadeo en la
compañía.
La Lainey interna estaba saltando como si el piso se estuviera incendiando. La Lainey
que Brogan podía ver permanecía tranquila.
—Necesito algo de tiempo para pensarlo.
Su ceño me dijo que estaba esperando una respuesta diferente.
Colocó las manos sobre mis hombros, y esos ojos marrón chocolate perforaron hasta mi
alma.
—Por favor, Lainey —rogó—. Te extraño demasiado. Cometí un error, pero demonios,
soy un humano. ¿Hay alguna manera de que me perdones? Por favor, al menos considera
tomar el trabajo.
Fruncí el ceño.
—Pensaré en ello —digo de nuevo. Mientras daba vuelta para irme, me dolió el pecho.
Dolía respirar.
—Tu mamá tiene razón, sabes. —Su voz era muy baja, pero hizo eco en el pasillo vacío.
Me tragué el nudo en la garganta y volví el rostro para mirarlo.
—¿Cómo?
—Ni siquiera soñaba con encontrar a alguien como tú en esta vida o en la próxima. Eres
inteligente y amable, todo lo que podría pedir en una compañera dentro y fuera del dormitorio.
Me mostraste lo que es el amor y, sin importar lo que decidas, siempre estaré agradecido por
eso Lainey. Duele como el infierno haber perdido tu confianza, porque eres mi corazón. Y no
puedo vivir sin ti.
Mi pared se derrumbó como arena. Brogan era todo lo que quería en un hombre. No me
completaba porque, demonios, estaba completa desde el principio, pero era el perfecto
complemento, uno que me habría muy difícil encontrar en alguien más.
Dejé salir un exagerado suspiro y puse las manos en mis caderas.
—¿Cuál es el salario base? 199
Su expresión se volvió esperanzadora.
—¿Qué?
—Para el puesto de marketing. —Traté de lucir aburrida, como había visto en los
programas de abogados cuando la gente pedía más dinero, incluso si una risa tiraba de mis
labios.
Sus hoyuelos aparecieron.
—Estoy seguro de que puede negociarse.
—Quiero al menos un diez por ciento más –dije, completamente seria–. Que sea veinte.
—Pero ni siquiera sabes el salario todavía.
—Lo sé. Pero he estado sin comprar zapatos desde hace seis meses y planeo compensar
el tiempo perdido. Además, está el problema de la ropa arruinada por Bruce.
—Es un acuerdo duro, Taylor, pero creo que puedo manejarlo.
Sonreí.
—Haré que mi gente llamé a tu gente.
Cruzó los brazos y se columpió en los talones.
—¿Eso significa un sí?
—Con una condición. —Alcé un dedo—. Siempre y cuando pueda abolir la regla del ajo
en la compañía.
Sonreí.
—Eso puede negociarse. —Me atrajo a sus brazos y me acercó más. Sus ojos marrones
derritieron el resto de mi voluntad y, cuando se inclinó para besarme, encontré sus labios con
esperanza en el futuro, esperanza por nosotros hinchándose en mi pecho.
—Te amo, Lainey.
—Yo también te amo, Brogan.
Epílogo
Regla de vida de Lainey Taylor #467

Una oficina con vista triunfa sobre un cubículo cualquier día de la semana.

Seis meses después…

—E l poder te sienta bien, Taylor.


Sonreí y me quedé mirando la vista panorámica de la
ciudad de Seattle. Como la gerente de marketing, tenía mi propia
oficina y mi propio asistente. Claro, la oficina no estaba en una
esquina, pero mi ventana de tres por cuatro no estaba nada mal. Incluso tenía persianas con
200

control remoto, con las que pude estar jugando toda la mañana.
Mamá me venía a visitar la próxima semana. Había terminado con su radiación y estaba
en remisión completa.
Brogan se acercó a mi escritorio y sonrió.
—He diseñado un nuevo Manual de empleados y voy a ponerlo en práctica durante esta
semana. ¿Te importaría leerlo y decirme qué te parece?
Traía en la mano el libro encuadernado en piel.
—Por supuesto. ¿Eso quiere decir que tengo el poder de eliminar cualquier regla que me
parezca arbitraria?
Sus labios se curvaron en las esquinas y puso el Manual en mi escritorio.
—Que no se te suba a la cabeza. No me gustaría tener que reportarte con el CEO.
—¿Qué va a hacer al respecto? —dije deslizando los dedos por la superficie del
escritorio.
—Yo digo que el castigo se ajusta al crimen. —Señaló el libro—. ¿Leerías solo la última
página? Ahí es donde hice más cambios. —Se acomodó el nudo de la corbata con fuerza,
extrañamente nervioso.
Me encogí de hombros sin entender por qué esta última página era tan importante que
no pudo ser enviada por correo.
—Por supuesto. —Se me quedó mirando con expectación—. Ah. ¿Te refieres a que la
lea ahora?
—Sí.
—Está bien —dije lentamente, preguntándome qué era tan importante que no podía
esperar hasta después de nuestra cita de esta noche.
Abrí la última página del Manual y comencé a revisar las reglas. Sabía que había
cambiado mucho porque se había reducido al menos un centímetro.
Me quedé sin aliento cuando vi que la primera era por mí. A medida que leía la segunda,
mi pulso aumentó rápidamente contra las sienes y no pude evitar la sonrisa que se extendió por
mi rostro.

Regla #762

Lainey Taylor siempre tiene la razón. Es la persona más inteligente y más


amable que conozco. No sé lo que hice para merecerla.

Regla #763 201

Parece tener un gusto horrible para las películas, pero siempre la dejo escoger en
Netflix porque al final, siempre tiene la razón.

Regla # 764

Nunca rompas la regla de las cuatro tazas de café. Nunca. Estarás bajo pena de
muerte.

Regla # 765

Una mujer tan increíble como esa, no debería estar caminando sin ataduras.

Miré hacia arriba sin entender lo que significaba la última.


Le dio un último estirón a la corbata y apretó los labios. Con un movimiento rápido se
dejó caer sobre una rodilla delante de mí.
Su expresión cambió y se quedó serio. Con manos temblorosas metió la mano en el
bolsillo y sacó una pequeña caja negra.
Mi inhalación brusca fue el único sonido en la oficina. De inmediato me puse las manos
sobre la boca (algo que siempre me había parecido un cliché, pero realmente lo hice por
instinto).
—Lainey.
Su voz profunda vibró contra mi pecho.
—Brogan.
Mierda, ¿estaba sucediendo realmente?
—Eres la mujer más inteligente que conozco. Me vuelves loco, me haces reír, y eres mi
igual en todos sentidos. ¿Por favor te casarías conmigo y me ayudarías a romper todas las
reglas del Manual?
—Sí. —Me incliné sobre él para robarle un beso y me derretí mientras sus labios suaves
se deslizaban sobre los míos. Me preguntaba si alguna vez me acostumbraría al hecho de que
era mío.
Ahora, al parecer para siempre.

202
Sobre la Autora

203

J ennifer Blackwood es profesora de Inglés y autora de romance contemporáneo. Vive


en Oregón con su marido, su hijo y un cachorro de labrador negro que se porta mal.
Cuando no está persiguiendo a su hijo, puedes encontrarla dándose un atracón
con los episodios de Gilmore Girl’s y Supernatural.
De repente se encierra en su oficina a escribir.
204

You might also like