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Consideraciones de la escuela de Frankfurt

“Si queremos decir que determinadas relaciones o prácticas son patológicas, hemos de remitirnos a formas sanas de
praxis social”
(Axel Honneth, a propósito de una entrevista)

Para plantear las ideas que tenemos a este respecto, vamos a plantear tres premisas
fundamentales1:

- No solo existen dos generaciones de la escuela de Frankfurt, sostenemos que existe


tres generaciones que hacen fructífera esta escuela.
- Las tres generaciones, cada una a su turno, ha planteado tres horizontes dominados
por un solo principio de dos variables: la Razón y la Crítica.
- Los principios de las tres generaciones son:
1era. Generación: la racionalidad es existencial, por ello es necesario plantear una
teoría crítica, más allá de las cosificaciones mediáticas unidimensionales y la
efectividad de la investigación administrativa positivista.
2da. Generación: la crítica parece complicarse en el horizonte, siendo que en ella
se entremete la opinión pública, dejando a la Razón en su peor instrumentalización
jalonada entre el conocimiento y el interés, para encontrarse en un conjunto justificado
de relaciones humanas categorizada como la teoría de la acción comunicativa.
3ra. Generación: la Razón asume formas y/o figuras que exigen un reconocimiento
frente a un conjunto de fenómenos denominados como patologías sociales, que no
permiten la mejora de la sociedad.

Tenemos, por tanto, tres premisas que marcan la distinción de las tres generaciones de
la escuela, pero que se pueden conjuncionar en una sola: la exigencia de una
racionalidad crítica ante una sociedad reificada de patologías que no buscan reconocer
un marco de comunicación con un fin humano, ampliado y social.

Veamos algunas ideas, planteando el siguiente itinerario:

1. Primera generación (de 1923 a 1950)

Dice Martín Jay (1974) que la escuela de Frankfurt nace un 3 de febrero de 1923.
Pero se sabe que antes de esa fecha existieron aprestos interesantes que hay que
mencionar: la revolución Rusa de 1917 que había trascendido en Europa. Ante este
acontecimiento, como ya había sucedido con Kant y Hegel, los pensadores alemanes de
ese tiempo se preguntaban si la revolución se generaría también en Alemania. Ante este
problema, surge la llamada crisis del marxismo, motivo fundamental para plantear un

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Queremos dejar en claro que no vamos a referirnos a la biografía de ninguno de los integrantes de la
escuela de Frankfurt, esto es, ninguno de los autores mencionados de las tres generaciones están
detallados en fechas de nacimientos y fallecimientos.
Nos hemos regido al tenor de un trabajo superficial que quiere cumplir un objetivo: replantear en lo
básico la escuela de Frankfurt utilizando una disertación.

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seminario sobre marxismo, en Ilmenau Thuringia, donde invitados como Georg
Luckács, Karl Korsh y otros, imparten charlas sobre tal temática.

Por otro lado, la Primera Guerra Mundial de 1914-1918 había marcado a las
generaciones de es tiempo, transformándolos en sujetos críticos a su situación histórica
y social.

Considérese ahora que estas dos situaciones hacen necesaria buscar respuestas a los
problemas de ese tiempo. Entre estos problemas se encontraba la concepción marxista
en su totalidad; esto es, la concepción de la fuerza de trabajo, el modo de producción,
las formas de producción, las relaciones de producción que, al parecer, no habían tenido
sentido revolucionario en Alemania. Era menester someterlos a una reconsideración y
tematización; y son los más entendidos en filosofía marxista los que van a iniciar esta
faena. Como consecuencia, el seminario sobre marxismo antes mencionado concluirá
con la fundación de un Instituto de investigación social del cual se hará cargo Carl
Grumberg, aunque debería serlo Kurl Albert Gerlach, quien fallece tempranamente
aquejado de una enfermedad. Tal Instituto estaba financiado por Herman Weil un
industrial que se había hecho de fortuna por lugares argentinos, como exportador de
granos.

Más allá de lo mencionado, el hecho de que el Instituto debiera tener un Director de


la Universidad de Frankfurt, pese a su autonomía, determina su especificidad con dicho
nombre; escuela de Frankfurt.

Es entonces que, como ya habíamos dicho, el 3 de febrero de 1923, se funda


oficialmente la escuela de Frankfurt. Entre sus primeros integrantes se encuentran: Carl
Grumberg, Friederick Pollock, con quienes se fortifica el trabajo de la escuela de
Frankfurt. Posteriormente se adjuntan intelectuales de la talla de Max Horkheimer, Felix
Pollock, Karl Mannheim, Paul Tillich, Hugo Zinsheir, para más luego adjuntarse Erich
Fromm, Theodor Wiesengrund Adorno, Leo Lowënthal y otros, entre los que destacan
Herbert Marcuse y Walter Benjamín (aunque todavía se discute su verdadera filiación).

Con todo, la escuela de Frankfurt, ha tenido dos espacios de desarrollo intervenidos, a


la vez, por la segunda guerra mundial de 1939 -1945: Frankfurt y el Estado de Nueva
York, en Norte América (Universidad De Columbia). Nos encontramos con una escuela
ya constituida plenamente, cuyo director, a partir de 1931, a través de un Discurso sobre
“filosofía social”, había sido Max Horkheimer.

1.1. Los postulados:

Cómo abordar los postulados de la primera generación de la escuela de Frankfurt, si


no es que recordando algunas de sus ideas.

1ro. La Razón: es un concepto que debe concebirse de forma especial. Para la Escuela
esta palabra se debate entre dos acepciones: Vernunft (fundamento, concepción de
vida, esencialidad del ser, del ser humano; horizonte de referencia absoluta de la historia
de realidad), Verstand (simple entendimiento instrumental) (Marcuse, 1972). La
polémica entre ambas acepciones se remonta a Kant y a Hegel, a través de los escritos
del joven Marx o del Marx de la Crítica a la economía política. Esta polémica sostiene
que el modo de producción capitalista, a través del mercado, ha determinado el sistema

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social, para cambiarlo necesitamos cambiar su modo de producción, su economía, es
decir, la fuerza de trabajo, en cuyo caso las relaciones de producción están
determinadas. Así, Marx considera que la contradicción entre fuerzas productivas y
relaciones de producción llegarían a generar la crisis del sistema capitalista, y solamente
a través de la crítica a este sistema, tales contradicciones serían efectivas; en todo esto,
sin embargo, de lo que se trata es de concebir la categoría de productividad desde un
punto de vista más racional, humanista y liberador, que instrumental y cosificatorio.
Por tanto, la Razón asume un contenido humanista y fundamentalmente histórico-
realista y absoluto. Es decir, la Razón es una productividad que debe buscar la libertad
del ser humano conllevando con todas las consecuencias este respecto. Contrariamente,
la Razón se torna en un instrumento de perfección del mercado que únicamente busca la
productividad para la satisfacción de unos pocos; la Razón se convierte en un
instrumental de intereses que no buscan el bien común. De aquí que Marcuse criticara
esta concepción racional como Unidimensional y Horkheimer hablara de la crítica a la
Razón instrumental.

En resumen tenemos, entonces, las siguientes consecuencias:

- La teoría crítica es una postura que busca discernir la concepción de la Razón en su


forma más prístina, más ideal y realista a la vez que humana, histórica y productiva
- La teoría crítica abandona todos los fenómenos autoritarios que vienen a favorecer
las relaciones sociales de desigualdad que se reflejan, en particular, en la familia.
- Los medios de comunicación y la cultura de masas son sólo instrumentos de la
domesticación y el sometimiento de las propias sociedades. Los medios son sólo
instrumentos de la manipulación humana manejadas por el poder capitalista.
- Ante los proyectos políticos, los autoritarismos y la sociedad mediatizada, surge un
fenómeno: la cosificación. Los seres humanos son tratados como cosas u objetos
desechables, que el sistema económico puede prescindir.
- La crítica al positivismo científico es evidente, sobre todo por Adorno y Horkheimer
ya desde 1969, en aquel congreso de sociología donde Popper y Adorno contraponen
sus puntos de vista, donde Adorno acusa a este positivismo de excesivamente
administrativo y pseudo-objetivo.

En consecuencia, para la teoría crítica el conocimiento nunca deja de ser resultado del
contexto social, de la totalidad histórica, del referencial humano como tal; en cambio,
para el positivismo el conocimiento es un conjunto instrumental que sirve para el logro
de un avance técnico, científico y normativo, al grado de perder el objeto del
conocimiento por la objetivización metodológica (Adorno, 1979).

Esta generación problematiza, sin embargo, dos cuestiones que no podemos dejar de
nombrarlas: el problema de la normatividad de la Razón y el elevado aristocratismo
academicista de su miembros; Adorno, por ejemplo, era un crítico defenestrador del
jazz., Horkheimer no dejaba de ser soberbio ante las nuevas generaciones (H. C. F.
Mansilla, 1987). Con todo, los críticos de esta primera generación, no dejaron de
acusarles por ser defensores de una Razón moderna y rígida que sólo podía ser asumida
por una exigencia conciencial del individuo.

2. Segunda generación (de 1950 a 2001)

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Es claro que esta generación tiene como principal protagonista a Jürgen Habermas y
su postura ante la teoría crítica de viene sostenida desde su tesis doctoral sobre la
opinión pública, pasando por el fenómeno de los intereses del conocimiento y la acción
comunicativa.

Como ya dijimos, toda visión de la escuela frankfurtiana parte de los postulados


marxistas, pero lo innovador de Habermas es que plantea un punto de partida diferente.
Piensa que la cuestión del análisis no debe centrarse en el fenómeno de en la fuerza de
trabajo, sino la de la acción comunicativa. Es decir, el quid de todos nuestros problemas
generados por el sistema capitalista no radica en las fuerzas de trabajo, sino en la acción
comunicativa. Los seres humanos, antes que puro trabajo, son interacción social.

Habermas sostiene que en la historia de la humanidad ha habido siempre intereses


que determinan el conocimiento, así, en le marco de las relaciones productivas y las
fuerzas de producción, existen dos extremos de interés: la técnica y la ciencia
instrumental, por un lado, y la forma humana, subjetiva e intersubjetiva, por otro lado.
Es decir, el debate se encuentra ahora, entre la mera acción instrumental y la mera
acción comunicativa. Es en esta última, dice Habermas, donde radica la Razón como
Vernunft.

De esta forma, Habermas considera que existen tres formas de acción: el trabajo, el
lenguaje y la interacción social. A través del trabajo se alcanza un dominio técnico y
científico de la naturaleza. A través del lenguaje se alcanza un dominio por la lectura de
la historia, de la cultura y la sociedad. A través de la interacción social se alcanza el
interés común social, los consensos y los acuerdos liberadores de la humanidad, es
decir, sus emancipaciones que no sólo radicarían en la subjetividad del los individuos,
sino en la intersubjetividad de todos los individuos.

Por tanto, la teoría crítica ahora adquiere carácter de teoría de la acción comunicativa
cuyo objetivo radica en tres premisas: autojustificarse por sí misma, ser una teoría
absoluta, marcar una concepción metodológica que nos permita llegar a los verdaderos
sentidos de la interacción social a sí como a su nivel no-comunicativa, descubiertos a
través de los actos del habla y bajo condiciones de validez del diálogo, tales como el
mundo de vida, el Otro, los deseos, las circunstancias, por ejemplo.

Como dijimos más arriba, la teoría crítica de Habermas proviene de su tesis doctoral
sobre la opinión pública, en otros términos Habermas piensa que hubo un tiempo en el
los grupos sociales protestaban y discrepaban y se oponían a las resoluciones del poder
a través de quejas, denuncias, y espacios que se aprovechaban para tal efecto. Es a
partir de este tópico que surgen las interacciones intersubjetivas sociales y se posibilita
la existencia de una opinión pública (Habermas, 1999) que lamentablemente utiliza la
crítica como un instrumento para el mantenimiento de un sistema de poder

Ante todo lo mencionado quedan dos cosas: el reconocimiento en la interacción social


y los extremos del capitalismo: sus patologías

3. La tercera generación (del 2001hasta nuestros días)

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Queda como fiel representante de esta tercera generación Axel Honneth quien,
después del retiro de Habermas a su correspondiente cátedra el año 2001, pasa a
reemplazarlo.

El contexto que determina a esta generación radica en el hecho de que el capitalismo


se ve reforzado, las tendencias categoriales postulan el dominio de un posmodernismo
triunfante, las constelaciones culturales se hacen más fuertes, las teorías posnacionales
y poscoloniales se ponen de moda y el nihilismo cada vez se hace más fuerte. Ante este
panorama Honneth, replantea la concepción de la teoría crítica en el mismo nudo de su
esencia comunicativa, y argumenta que para que la acción comunicativa tenga sentido
debe darse el reconocimiento del Otro. Es decir debe existir una aceptación humana
para con el Otro extraño y, hasta cierto punto, desconocido. Este reconocimiento
sentaría las bases de la acción comunicativa como racionalidad humana. Lo contrario es
caer en un marco de enfermedades que Honneth llama patologías. Estas patologías
serían los extremos de un capitalismo que ha degenerado al extremo de perder su
horizonte humano. Tales patologías serían: lo absurdo, las reificaciones (cosidades), la
aceptación de pseudoverdades centradas en lo grotesco, tales como los planteados por
Sloterdijk. Los grandes obstáculos de nuestro tiempo son las patologías, verdaderas
enfermedades sociales de los cuales no nos damos cuenta; el excesivo culto al cuerpo, la
soledad en la multitud, el abandono en el compromiso de estar con alguien, la
dependencia con la red, la dependencia con el móvil y otros por el estilo (Axel Honneth,
2005)

En conclusión, como dijimos al inicio de este somero replanteamiento, las tres


generaciones han hecho de la Razón un principio fundamental de sus tesis, siendo la
teoría crítica el orden metodológico de su trabajo. Su relación con la comunicación es
meramente filosófica y hasta existencial. Es la comunicación no como un mero
instrumental sino como un principio y un final fundamental. Para entender su
trascendencia debiéramos entender que para esta comunicación el fin no justifica los
medios, sino los medios justifican el fin y la comunicación, como medio, sólo debe
justificar el fin, puesto que el fin es la racionalidad humana.

Bibliografía

ADORNO, Th.
1979 La sociedad Ed. Proteo Buenos Aires 205 págs.
JAY, M.
1974 La imaginación dialéctica Ed. Taurus Madrid 511págs
HABERMAS, J.
1999 Conciencia moral y acción comunicativa Ed. Península Barcelona
219 págs.
MANSILLA, H.C.F.
1987 “Max Horkheimer”, en Presencia Cultural La Paz Pág. 4

MARCUSE, H.
1972 Razón y revolución Ed. Alianza Madrid 445págs.

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