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Resumen

Este artículo se ocupará del surgimiento de la Inquisición como un


tribunal independiente de la justicia regia (siglos XI-XIII) y de algunas
condiciones culturales —políticas, religiosas y sociales — que explican su
nacimiento, así como de la participación de ambas potestades, la
eclesiástica y la secular, en este proceso. Pretende mostrar que,
contrario a la extendida idea de que la Inquisición fue un aparato de
control religioso y moral, el control político también fue un aspecto
importante desde su creación — aún hasta el final de la Edad Moderna
— y que su surgimiento no hubiera sido posible sin la intervención
decidida de las autoridades regias.

Palabras clave: heterodoxia, Inquisición, Papado, Imperio (Sacro


Imperio Romano Germánico), conflicto Iglesia-Estado.

Abstract

This article will address the rise of the Inquisition as an independent


court of royal justice (11th to 13th centuries), and some cultural
conditions –political, religious and social- that explain its birth, as well
as the participation of both powers, ecclesiastical and secular, in this
process. It intends to show that, contrary to the widespread idea that
the Inquisition was a religious and moral control device, political control
was also an important aspect since its creation -even until the end of
the modern age- and that its rise would not have been possible without
the decisive intervention of the royal authorities.

Key words: Heterodoxy, Inquisition, Papacy, Empire (Holy Roman


Empire), Church- State conflict

En este texto, no se tratarán las acusaciones por los abusos y los


crímenes, reales o supuestos, cometidos por la Iglesia en cabeza de la
Inquisición; no porque no hayan tenido lugar —aunque en ocasiones se
han desvirtuado los hechos, las responsabilidades y las cifras —, sino
porque ese tipo de narrativa acusatoria aporta poco a la comprensión de
los procesos históricos en el presente; se trata, además, a mi modo de
ver, de un rezago de los discursos de la Ilustración y del liberalismo del
siglo XIX, que en su afán secularizador, estigmatizaron a la Iglesia y la
hicieron la única responsable de procesos que se pueden designar como
propiamente sociales, pues contaron con frecuencia con el
consentimiento de la población, a veces incluso del pueblo raso1, y, en
todo caso, con el apoyo decidido de sectores dirigentes y autoridades
seculares.

Se debe tener a la vista que las persecuciones establecidas por la


Inquisición no sólo buscaban imponer el control eclesiástico bajo una
religión única, también se trataba de mantener el control social, político
e ideológico sobre toda la población y, más sutilmente, el control sobre
masas de pobres analfabetas descontentas y seguidores de doctrinas de
reivindicación salvacionistas, espiritualistas e igualitarias, que podrían,
eventualmente, poner en peligro el statu quo y, naturalmente,
provocaban temores en los sectores dirigentes y letrados —recuérdese
que muchos eclesiásticos eran propietarios y ejercían también funciones
de gobierno civil —. A esto se le sumó, además, el uso que se hizo de
este aparato judicial, en ocasiones, como forma de neutralización
política de personajes o grupos incómodos para el poder reinante2 (esto
es válido para la Inquisición moderna también)3, por lo que se puede
afirmar que la Inquisición, en el Medioevo y en la Edad Moderna4, ha
tenido también un carácter político, atento a vigilar y controlar las
amenazas contra el orden social y jerárquico. En este artículo, trataré de
mostrar, a través de un seguimiento historiográfico el surgimiento de la
Inquisición, esta tesis que ya la he ilustrado en mis investigaciones
sobre la Inquisición española5.

Cuando se habla de Inquisición, hay que establecer, en primer lugar, las


diferencias existentes entre lo que se conoce como Inquisición Papal, es
decir, el tribunal y la forma de ejercer justicia, que funcionó durante la
Edad Media en una parte de Europa occidental, y la
denominada Inquisición Moderna, que, como su nombre lo indica,
funcionó a partir de los siglos XV o XVI en Italia y los reinos de Portugal
y España, en Europa, Asia y América —Castilla, a diferencia de Aragón,
no había tenido Tribunal durante el Medioevo —.

1. Inquisición papal

El Tribunal de la Inquisición fue creado en la Edad Media, con el


propósito de reprimir la herejía; se trató de un largo proceso de
constitución, que, en un tira y afloje, concluyó en 1231 y se selló en
1232, cuando el Papa Gregorio IX, con apoyo del Emperador Federico II
y de otros monarcas europeos, entregó a los hermanos predicadores
Dominicos el oficio de inquisición, de inquirir. Este proceso no hubiera
sido posible sin la activa participación de las autoridades seculares y,
particularmente, del mencionado Federico, Emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico e interesado en consolidar el poder secular en
detrimento del eclesiástico y más concretamente del romano.

Unos pocos años más tarde (1237), se les unirían los Franciscanos, con
el fin de suavizar la posición extremadamente fuerte e intransigente de
los Dominicos, quienes, en esos contados años, habían iniciado no pocos
procesos y encendido algunas apresuradas hogueras. Castilla, Inglaterra
y Dinamarca no tuvieron Inquisición en el Medioevo y la de Aragón no
funcionaba activamente6. En estos países, no se presentaron las
grandes persecuciones que se dieron en Francia, el Imperio Romano
Germánico y otras regiones de Italia durante estos siglos.

La Iglesia, durante la Edad Media, era el lazo de unión entre Dios y el


mundo y cumplía un papel fundamental en la creación y la sustentación
de la cultura. En el período Carolingio, en buena parte de los reinos
europeos, la Iglesia se integró al Estado y comenzó a hacer parte del
ejercicio político. El régimen teocrático reemplazó al municipal (como en
el caso del Sacro Imperio, aunque no en el de España); también se
inició un proceso de centralización del poder (que concluiría, siglos más
tarde, en el absolutismo monárquico), y de construcción de la
concepción de la delegación divina del poder real, que tuvo como
consecuencia inmediata el forcejeo entre Emperador y Papa por
controlar la esfera política y el gobierno7.

El Medioevo estuvo plagado de movimientos heterodoxos8, grupos de


personas que seguían una doctrina y a sus predicadores, que fueron
clasificados como ''heréticos'', como desviaciones de la doctrina de la
Iglesia. Estos movimientos surgían en un mundo lleno de carencias y,
por períodos, arrasado por epidemias y hambrunas, porque el pueblo,
necesitado de consuelo e inconforme con lo que la Iglesia le ofrecía y
con el comportamiento de un sector importante del clero, atendía a y
seguía otras ofertas espirituales. Rechazaban, principalmente, la simonía
o compra-venta de cargos, prebendas y beneficios eclesiásticos, así
como de sacramentos y otros servicios de la fe, y el matrimonio o la no
castidad del clero. Una parte de estas preocupaciones también estaba
en las mentes de muchos hombres de Iglesia, por lo que en el siglo XI
hubo una lucha papal por reformar las estructuras eclesiales, que
concluyó en lo que se conoce como Reforma Gregoriana.
El cristianismo es una religión basada en la idea de la salvación,
salvación trazada desde la misma pasión de Cristo, quien, con su
resurrección fijó el camino de la salvación del género humano. A esta
idea se le unió la concepción escatológica del juicio final y de la
resurrección de Jesucristo al final de los tiempos9, de la que partirán
muchos movimientos heterodoxos, milenaristas y salvacionistas durante
el Medioevo. Desde épocas tempranas, además, los religiosos y el clero
se habían preocupado por inculcar entre los feligreses, como modelo a
seguir, el ideal de cristianismo primitivo y de la vida de los apóstoles y
de Jesucristo —la imitación de Cristo —,10cuyo eje central, el ideal de
pobreza, era altamente valorado; por lo cual, por supuesto, con esta
vara medía el pueblo a su Iglesia. Es por ello que, en el período
comprendido entre los siglos XI y XV, ante la confluencia de estas dos
representaciones, la escatológica con el ideal de pobreza, a cada vacío
espiritual sentido por la gente, se respondía con el surgimiento de
predicadores disidentes, generalmente itinerantes, y de movimientos de
población, denominados milenaristas o heterodoxos, que los seguían
espiritual y a menudo físicamente en sus correrías. Estos movimientos
estaban, unos más, otros menos, alejados de la ortodoxia cristiana
fijada por los padres de la Iglesia y sus altas jerarquías.

Debido a su profusión, se emprendió la tarea de controlar o hasta


eliminar estos grupos ''exteriores'' a la cristiandad y, para ello, se creó
la Inquisición. Durante el período aquí discutido, hubo una permanente
tendencia a clasificar la disidencia religiosa como herética
(estigmatización), así como a su demonización por parte de los sectores
dirigentes y letrados11, es decir, se declararon estas creencias desviadas
del cristianismo como herejía y se persiguieron con la acusación de
posibles influencias del Demonio o incluso de estar respaldadas por un
pacto con él. El historiador Carlo Ginzburg explica esta tendencia a la
discriminación con una teoría de la conspiración: según él, Occidente ha
necesitado de un enemigo exterior para su autoafirmación y para
explicar sus temores y lo otro, la alteridad, y, en la Edad Media, ese
enemigo estuvo encarnado por los movimientos heterodoxos, los judíos,
los leprosos y los moros (los infieles por excelencia)12.

¿Pero qué es la Inquisición? Inquisitio: era el procedimiento judicial en


el que un juez ordinario no debía someterse a las limitaciones de la
instancia de parte, es decir, no debía esperar a que alguien viniera a
presentar una denuncia formal, sino que estaba obligado a inquirir por sí
mismo, para descubrir los delitos. La forma usual para procesar
penalmente a los reos era el derecho consuetudinario, es decir, el
establecido por la costumbre, que en buena parte de Europa era el
germánico (en él, estaban contempladas las ordalías —juicio de Dios —
como forma de probar la inocencia o la culpabilidad de un acusado,
también para el caso de la herejía). Los asuntos civiles o privados se
dirimían a través del derecho común —ius communis —.

El procedimiento inquisitorial (en vez del procedimiento acusatorio)


comenzó a usarse en la lucha contra la disidencia religiosa, pero no era
un método nuevo: había sido empleado, tanto por el derecho imperial
romano, como por el germánico, en casos de crimen laesae
magestatis —de lesa majestad o que lesionaban la majestad real —,
delito al que se comenzó a asimilar la herejía desde el siglo XII —por
lesionar la majestad divina —, como respuesta a una expansión de la
disidencia religiosa a partir de este siglo. La Inquisición fue posible,
como veremos, gracias a la concertación de las autoridades eclesiásticas
y seculares: surgió de su consenso. Las autoridades estaban
convencidas de que la herejía era uno de los peores delitos. Para la
segunda mitad del siglo XIII, la Inquisición estaba totalmente
organizada.

¿Cómo fue este proceso? A mediados del siglo XII, la Iglesia debió
enfrentarse con un movimiento de gran envergadura: los cátaros13, la
herejía medieval de mayores dimensiones. Ya desde el siglo IX, se había
hecho más frecuente el surgimiento de movimientos milenaristas,
movimientos a la espera de la segunda venida de Cristo, o que
reivindicaban los ideales del cristianismo primitivo. A partir de este siglo,
había habido un aumento de la población letrada y alfabeta, que llevó,
consecuentemente, a una mayor curiosidad intelectual que, asociada al
hambre espiritual sentida por la gente y a la proliferación de
movimientos religiosos por fuera de la autoridad de la Iglesia,
condujeron a la lectura de textos sagrados y a la elaboración de ideas
religiosas heterodoxas.

La jerarquía eclesiástica osciló entre dos posiciones respecto al tema de


cómo tratar la herejía: represión y corrección, lo que provocó una larga
discusión sobre la pertinencia de la primera. Después del Concilio de
Tours (1163), comenzó la gran persecución contra los cátaros o
albigenses en la Occitania, que se extendería por más de un siglo y se
intensificaría con la cruel y devastadora cruzada en su contra. De Tours,
salió una doctrina general respecto de la herejía: no se podía tener una
actitud pasiva contra la heterodoxia, por lo cual los jueces, en los
asuntos de fe, no deberían esperar denuncias, tendrían que ''inquirir''
dónde se hallaban aquéllos que se apartaban de la doctrina y
procesarlos14.
Aquí se estableció, entonces, la política del uso de la inquisitio en contra
de quienes la Iglesia consideraba herejes, porque se alejaba del
pensamiento canónico, establecido teológicamente, por el cristianismo.
Corrían los tiempos del Papado de Alejandro III, quien partía del
postulado de que la herejía era una violación al bien común,
planteamiento ya enunciado por Graciano (1140), del que era posible
deducir que las autoridades laicas debían actuar en defensa de la
sociedad —y la religión era una parte fundamental de la cultura y de la
estructura socio política —, en acuerdo con los requerimientos de las
autoridades eclesiásticas15. Ese carácter corporativo de la ofensa y de la
ley permanecería hasta finales del Antiguo Régimen16 y se transformaría
definitivamente sólo con la constitución de las repúblicas liberales.

De esta manera, los herejes se equipararon a los infieles (los no


cristianos, como los musulmanes y los judíos) y esta equivalencia fue la
que permitió el desencadenamiento de la mencionada cruzada contra el
hasta entonces, políticamente independiente Mediodía francés17 en
1209. Tal como las emprendidas hacia Oriente en busca de la liberación
de Jerusalén y de las tierras sagradas de manos de los sarracenos, fue
predicada por el Papa, esta vez sólo a cambio de indulgencias18, y
encabezada por sus delegados Arnaud-Amaury y Milo y por Simon de
Montfort, con gran participación de barones del norte del reino
francés19 y hombres armados de varias regiones de Europa20.

El punto de partida para concitar el interés de los señores en la


persecución de la herejía provino del III Concilio de Letrán (1179,
concilio ecuménico, Papado de Lucio III), que permitió al poder temporal
confiscar los bienes de los herejes y, bajo anatema, prohibió que se los
hospedase, favoreciese o se estableciera con ellos comercio (Canon
27)21.

Al firmarse la paz entre el Papa, el Emperador y las ciudades de la Liga


Lombarda (Venecia, julio 27 de 1177), se había planteado la cuestión de
la herejía, con el compromiso de ambas potestades de combatirla. La
paz fue ratificada en Verona en 1184 por Federico I Barbarroja y el
nuevo Papa, Lucio III, quien pronunció la bula Ad abolendam sobre
represión de la herejía el 4 noviembre. Esta bula se apoyaba en el
pequeño tratado de Regino de Prüm (s. XI, Canon episcopi, 906) y
generalizaba las disposiciones de Tours. La Bula declaraba como herejes
a los cátaros, patarinos22, Pobres de Lyon o valdenses23 y arnaldistas24.
por solo mencionar algunos. Se incitaba a los obispos a que
''inquiriesen'' (los obispos ya tenían potestad para juzgar: justicia
episcopal). Se invitaría también a los herejes a la conversión y quienes
se resistiesen, serían castigados con ayuda de las autoridades laicas. De
la misma manera, se obligó a los obispos —so pena de tres años de
suspensión del cargo — a visitas y averiguaciones en sus comunidades,
para así descubrir a los herejes y procesarlos.

El 25 de marzo de 1199, en el decreto de Inocencio III Vergentis in


senium, dirigido únicamente a Viterbo Italia, donde había un gran foco
de herejía, se dio entrada a la opinión ya antes enunciada por otros
(Huguccio, Alfonso II de Aragón25), de que la herejía era un crimen de
lesa majestad divina (laessae majestatis divinae): que lesionaba la
majestad de Dios. Aunque el decreto no lo decía, la pena prevista en
muchos reinos europeos para este delito era la hoguera y, en todo caso,
la muerte. El endurecimiento de la Iglesia en este punto es una muestra
de sus temores ante el peligro que iba en crecimiento y, contra el cual,
ya algunas autoridades habían tomado medidas. Alfonso II de Aragón
había declarado a los herejes enemigos del pueblo y del Estado en 1194
y, como traidores (crimen laesae majestatis), les serían confiscados sus
bienes. Su hijo, Pedro II, endurecería estas medidas en 1197: para
obtener la colaboración de la población, prometió a los delatores un
tercio del valor de lo confiscado e introdujo la muerte en la hoguera
como pena para los herejes (Corpora eorum ignibus crementur). De esta
manera, la Iglesia lograba el apoyo decidido de un soberano para
castigar ejemplarmente las desviaciones de la ortodoxia de la fe.

Sin embargo la herejía continuaba expandiéndose por Europa y


manifestándose en diferentes doctrinas, pero en general (y muy
especialmente los cátaros o albigenses y los espiritualistas de Joachim
de Fiore) defendían el dualismo y se empeñaban en sostener la
esencialidad del mal26, sostenían la consustancialidad del bien y del mal,
dada la imposibilidad de la existencia del uno sin la del otro. Muchos
nobles, sobre todo en el sur de Francia y en el norte de Italia, en
conflicto con la Santa Sede, ayudaban a los cátaros y aspiraban a que
fuera reconocida como religión legítima (la simonía tenía un gran peso
en la toma de esta posición, tal como lo tendría más tarde en la
Reforma). Razón por la cual Inocencio III reconocería que las
disposiciones tomadas en 1163, completadas en 1184 y renovadas por
él mismo en 1199 habían fracasado. La doctrina cátara, con su liturgia y
su disciplina propias, se extendía rápidamente, y el espiritualismo de
Joaquín de Fiore27 y las corrientes averroístas28, que defendían la
eternidad del mundo (como los que predicaban el amor libre), también.
El Sínodo de Aviñón de 1209, precedido por el Papa, insistió entonces en
el deber de las autoridades seculares de apoyar estas luchas.

Inocencio III, aprovechando que su patrocinado, Federico II (Emperador


del Sacro Imperio Romano Germánico), había conseguido dirimir a su
favor la querella del Imperio (Güelfos y Gibelinos)29, decidió convocar en
1215, en consecuencia, un Concilio Ecuménico en Letrán, quizá el más
fecundo de todos los de la Edad Media, por el número de asistentes y las
disposiciones tomadas. El IV Concilio de Letrán no incorporó a la
legislación general las disposiciones de Tours, pero en el canon tres, se
generalizaron y extendieron a toda la Iglesia las disposiciones para la
erradicación de la herejía, que hasta entonces sólo regían en Italia y en
el Languedoc30.

En él, se establecieron cinco postulados básicos para la futura


Inquisición:

a. Toda herejía habría de ser perseguida por acción concertada de


autoridades eclesiásticas y laicas.

b. Los procesos por haeretica pravitate serían incoados de oficio, sin


esperar demanda de parte (sin emplear el método acusatorio y ante una
denuncia simple, es decir, sin que mediase la presentación de una
acusación formal y de pruebas; con ello, se perdía todo derecho a la
defensa en este tipo de procedimiento penal).

c. Los obispos dispondrían la inquisitio de herejes en cada parroquia de


su diócesis.

d. Los convictos arrepentidos sufrirían la confiscación de sus bienes.

e. Los recalcitrantes (negativos y relapsos) serían relegados al brazo


secular para ser castigados por éste con laanidmadversio debita (la
aplicación de la pena correspondía a las justicias seculares, así la
sentencia viniera de las eclesiásticas). No se decía cuál debía ser esta
pena. Pero estas disposiciones, sin el apoyo y la aprobación de las
autoridades seculares, permanecían casi inocuas. Por lo cual será el
espaldarazo dado por Federico II en la década de 1220, el que permitirá
el inicio de la persecución institucionalizada.

El 22 de noviembre de 1220, Federico II promulgó un edicto, mediante


el cual se declaraba que los herejes perderían sus bienes, serían
desterrados y podrían ser castigados con la hoguera. Con este acto,
sentaba la equivalencia entre herejía y delito de lesa majestad divina,
que permitiría la instalación de la hoguera como forma de castigo31.
Además, usó estas disposiciones contra los disidentes en Lombardía,
asimilándolos así a los herejes y sus fautores32 (Constitutio contra
haereticos Lombardiae, 1224), para resolver un problema político, su
problema político (la inquisición ha tenido un carácter político y ha sido
empleada no pocas veces contra quienes amenazaban el orden político y
jerárquico), bajo la acusación de haber atentado contra ambas
majestades, divina y terrena.

A pesar de las medidas y de la declaración de cruzada contra los cátaros


en 1209; en el Languedoc, los albigenses habían seguido proliferando,
tenían tres obispados y, en 1225, crearon un cuarto en Rajés. Inocencio
III33 murió en 1216 y fue sucedido por Honorio III, quien acentuó las
disposiciones rigurosas contra los movimientos milenaristas y
espiritualistas y publicó, entonces, la continuación de la cruzada con las
mismas indulgencias que las ofrecidas para Tierra Santa. Una oleada de
caballeros franceses se abatió nuevamente sobre el Midi, buscando más
botín que otra cosa. En 1225, le pidió a Luis VIII, rey de Francia, que
tomase en sus manos la cruzada hasta la total extirpación del mal, con
toda conciencia de las consecuencias de este acto, que condujo a la
anexión de Languedoc y Provenza a la Corona de Francia34.

Recomendó, así mismo, que los obispos empleasen a los frailes


predicadores (Dominicos) como instrumentos idóneos para la difusión de
la palabra de Dios, la refutación de errores y la pesquisa de herejes, ya
que parecían suscitados por Dios para estos menesteres, pero sin negar
la autoridad de los obispos. Los Dominicos y los Franciscanos, es decir,
las órdenes mendicantes, habían sido creadas hacía unos pocos años,
con el propósito de hacerle contrapeso a los movimientos espirituales y
de imitación de Cristo, para ganar la aprobación del pueblo, sediento de
una Iglesia que siguiera los ideales de pobreza de Jesús y los apóstoles.

Acto seguido, el Concilio provincial de Bourges (1225) solicitó a Luis VIII


de Francia y Jaime I de Aragón, que incorporasen a su legislación el
canon 3 del IV Concilio de Letrán; ambos respondieron con fórmulas
distintas35:

- Jaime I de Aragón, el 15 de abril de 1226: impedir que los herejes


busquen asilo en su reino y prohibir cualquier tipo de ayuda a ellos.
- Luis VIII de Francia, octubre 1226: castigar con animadversione
debita a herejes condenados por los obispos. Quienes les ayudasen
incurrirían en infamia.

Honorio III murió en 1227 y fue sucedido por Gregorio IX, quien
también recomendó que los Dominicos hiciesen las veces de jueces
especiales para combatir la herejía o, lo que es lo mismo, que la
Inquisición fuese ejercida por jueces especializados. Luis VIII murió
también y la heterodoxia creció nuevamente en 1229, por lo que los
regentes promulgaron la ordenanza Cupientes, mediante la que se
estableció la pena de muerte en la hoguera para los herejes procesados
en el reino francés. Nuevamente, se presentaba un excesivo
protagonismo de las autoridades temporales en esa lucha por el dominio
de los instrumentos de control.

El Concilio de Toulouse (1229) recomendó que36: se designaran


inquisidores especiales; se obligara a los fieles adultos a denunciar a los
herejes y a testificar contra ellos; permanecieran los testimonios en
secreto (con lo que se estableció el voto de sigilo, una de las principales
características de los procesos inquistoriales); finalmente, se definieron
los tres casos inquisitoriales típicos:

- Quienes se presentasen espontáneamente a confesar sus errores, sólo


recibirían penitencia canónica.
- Quienes se convirtiesen por miedo a la muerte, recibirían pena de
prisión.
- Los recalcitrantes negativos serían entregados al brazo secular para la
inmediata aplicación de laanimadversio debita, lo que significaba
claramente que padecerían la hoguera.

1231 está consagrado como el año de creación del Tribunal de la


Inquisición, porque en él confluyeron dos hechos definitivos para que la
Inquisición quedase constituida como una institución. El primero, cuando
ante el decreto emitido por Federico II37 en Padua el 22 de febrero, que
disponía la persecución de los herejes como culpables del delito de lesa
majestad y, por tanto, la atribución a los jueces regios del derecho y el
deber de ''inquirir'' la herejía, el Papa Gregorio IX, actuando contra las
ingerencias de las autoridades temporales que le restaban poder, emitió
la constitución Excommunicamus et anathematisamus, que recogía
todas las antiguas disposiciones, las de Verona, Avignon, Letrán,
Narbona y Toulouse —incluida la de la hoguera para los negativos —, en
la que se consignó que: todos los herejes recibirían automáticamente la
pena de excomunión; después de un año sin practicar la penitencia,
automáticamente se pasaría a delito de herejía; se aceptaba la
identificación entreanimadversio debita y muerte en la hoguera, así
como la cárcel perpetua para herejes arrepentidos por el solo temor de
la pérdida de la vida (diminuto confitente). Se incorporaban, además,
las siguientes novedades: se suprimían los abogados o notarios externos
al tribunal (en detrimento del debido proceso y la defensa de los reos);
los hijos de herejes, hasta la segunda generación, serían excluidos de
los cargos eclesiásticos (medida tomada en 1234). Y se nombraron los
dos primeros jueces especiales o inquisidores: Konrad von Marburg para
actuar en Alemania y Robert le Bougre para Francia.
El segundo, cuando Federico II insistió en legislar por cuenta propia,
pronunciando un decreto, en el que repetía las disposiciones tomadas ya
por la Iglesia, pero agravando las penas contra recalcitrantes y relapsos.
Como se ve, las regulaciones criminales de la época no eran más leves,
las autoridades regias (italianas, francesas y germanas) eran igualmente
severas contra personas consideradas como herejes.

En 1232, se completó el proceso con la entrada en vigencia de las


medidas tomadas por el Emperador en todo el Sacro Imperio y con la
designación papal de la tarea de la Inquisición a los Dominicos. Las
inquisiciones realizadas por los primeros inquisidores no fueron siempre
las mejores y generaron resistencia y reacciones en las parroquias
visitadas (Konrad von Marburg38 fue asesinado en 1233 y Robert le
Bougre fue condenado por sus actuaciones desacertadas a encierro en
un convento de por vida), tanto por su exceso de celo y abuso de sus
funciones, como porque la forma de procesar, de interrogar y de juzgar
no estaba aún establecida para este procedimiento. Posteriormente,
todo inquisidor contaría con una reglamentación y con guías para su
actuación39. En 1237, como ya se dijo, se les sumaron los Franciscanos
como inquisidores para morigerar, suavizar, la actuación, el rigor y la
dureza de los Dominicos.

2. Heterodoxia, herejía y milenarismo

Herejía —del griego αíρεσις, háiresis — significa elección, elección


frente a otra opinión o idea que, en términos del cristianismo, se
referiría a la ortodoxia. Ortodoxo es aquél que da su consentimiento a
un conjunto de verdades admitidas. De manera que herejía es la ruptura
en el asentimiento e implica paralelamente un rompimiento con la
comunidad (que es la sede de la ortodoxia), pues la fe se estructura en
la comunidad toda, en el consensus. Herejía se ha empleado para
referirse a fenómenos muy dispares: cisma, apostasía, secta, judaísmo.

De manera que hereje sería quien se separa, por su elección —y esto es


muy importante en términos de las regulaciones de la Iglesia —, de tal o
cual contenido del misterio o de la creencia (de la fe). Los herejes se
equiparan a los infieles. El hereje, es decir, el creyente que ''elige''
distanciarse de su creencia o fe, comete: primero, una impertinencia
hacia Dios. Segundo, un distanciamiento y posterior ruptura con la
comunidad, cuyo consenso es el sustento de la religión —de la cristiana
y de cualquiera otra religión o creencia —. Según M. D. Chenu40:
a. La herejía se produce en el campo mismo de la fe, y no mediante una
eliminación41.

b. El hereje es pertinax, porque se obstina en sus creencias en


detrimento de las verdades que se comparten en común.

c. La herejía se presenta, unas veces, como renovación progresista;


otras, como retorno a la pureza primitiva.

d. El hereje es quien ya no acepta o critica los dogmas cristianos.


Agrupa un número de adeptos que lo siguen (no es, en principio, un
hereje aislado) y juntos forman otro medio social, en el que le dan una
nueva orientación a la vida espiritual y, frecuentemente, a la material.

Los heterodoxos rompieron con las doctrinas establecidas en el


Medioevo europeo. Como ya se dijo, ante la corrupción reinante entre
algunas jerarquías de la Iglesia y el descontento de la población, los
siglos X y XI se concentraron en pro de una reforma moral de la
sociedad, laica o clerical, y de una reforma institucional de la Iglesia en
tres aspectos importantes: el primero, las reformas a la sociedad
eclesiástica (abadías de Cluny y de Gorze en 910, y luego Borgoña,
Francia, Suiza, Italia, España, Bélgica, Inglaterra, Alemania), que
transformaron la vida y la orientaron más hacia el mundo espiritual y la
austeridad material —sobre todo a finales del siglo XI —; el segundo, la
reforma y el saneamiento de las costumbres capitulares, con lo cual
ganó terreno el eremitismo; por último, Roma respondió buscando
arrancar a la Iglesia del control de los poderes laicos, como ya se
mencionó más arriba42.

Como resultado de estas corrientes ascéticas, que provenían de todos


los imaginarios, las creencias, las supersticiones y las ''profecías''
alrededor del año 1000, tan presentes en el siglo XI, Gregorio VII
proclamó, en 1075, la supremacía del poder religioso sobre el poder
civil. Sin embargo las necesidades espirituales de las gentes no lograban
ser satisfechas, a pesar de las declaraciones de las jerarquías
eclesiásticas, por lo cual los siglos X, XI y XII vieron proliferar
movimientos heterodoxos, milenaristas y espiritualistas, que provocaron
las reacciones ya expresadas y concitaron —cosa que parecía imposible
ante la lucha Papado/Imperio — la unión de las autoridades seculares y
eclesiásticas alrededor de un fin: la eliminación de la herejía y la
consecuente creación de un aparato de justicia idóneo para tal fin: la
Inquisición, como se mostró más arriba.

Milenarismo
El cristianismo es una religión recreada, ya desde sus inicios y debido a
la resurrección de Cristo43, alrededor de la idea de la salvación y ligada,
por tanto, a la escatología. Según los evangelios y el libro de la
Revelación de San Juan, revelación (en griego apokalypsis) que es el
motivo básico retomado y transformado en estos siglos. Según ella,
Cristo, después de su segunda venida, establecería un reino mesiánico
sobre la tierra y reinaría en ella durante mil años antes del Juicio Final.
El término milenarismo tenía, en un principio, connotaciones muy
precisas referidas a la segunda venida de Cristo, a la nueva parusía, al
establecimiento del reino de los últimos días. Posteriormente, se
asimilaría a movimientos de carácter salvacionista, forma en la que aún
hoy se usa. Los temas tocados alrededor del milenarismo se encuentran
por primera vez, de forma sucinta, en el tratado redactado a finales del
siglo X por un monje lorenés, Adsón de Montier-en-Der, quien puso por
escrito lo esencial de la doctrina sobre el tiempo final que existía en su
época44. Estos temas serían recreados, retomados y reinventados a lo
largo de esta parte de la Edad Media.

Los movimientos heterodoxos y milenaristas se concentraron durante


los siglos XI a XIV (a partir del siglo XV aparecerán las brujas) y su
proliferación fue la causante de la creación de la Inquisición como
instrumento de control social, de la fe y de las creencias.

Las sectas y movimientos milenaristas describen la salvación, según


Norman Cohn, como: colectiva; terrestre, inminente (ha de llegar pronto
y repentinamente); total (transformará toda la vida en la tierra y
conducirá a la humanidad hacia la perfección), y milagrosa (debe
realizarse por o con la ayuda de intervenciones sobrenaturales)45.

Los movimientos heterodoxos medievales se basaban, en general, en los


preceptos de la Biblia; le daban alto valor a la autoridad escrituraria y a
la interpretación de las escrituras, que posibilitaban la iluminación a
través de la palabra de Dios. Aunque en ocasiones tenían ideas sociales
radicales, generalmente predicaban el ejemplo con su propia vida y
practicaban virtudes como la caridad y la fraternidad y, con frecuencia,
también la castidad y la vida en comunidad. La pobreza era, junto con la
castidad y la obediencia, un medio para alcanzar la salvación, porque se
reprimían los ''malos instintos''. El otro aspecto importante era, como ya
se dijo, la imitación de Cristo y de la vida apostólica primitiva.

Durante la Edad Media, hubo variados movimientos del tipo milenarista,


así como movimientos heterodoxos de variada caracterización. Hubo
movimientos y sectas milenaristas y heterodoxas de actitud agresiva y
hasta violenta y otros de marcado pacifismo. En un extremo, se
encontraban los llamados ''espirituales franciscanos'' o fraticelli, que
florecieron en el siglo XIII. Eran ascetas rigurosos. La mayoría provenía
de familias ricas de nobles y mercaderes en Italia. Con todo,
renunciaron a sus grandes riquezas para hacerse más pobres que los
mendigos y, en su ideal, el Milenio debía ser una era del espíritu, en la
que toda la humanidad se uniría en la oración, la contemplación mística
y la pobreza voluntaria (eran Franciscanos que seguían rigurosamente
los ideales de Cristo). En esa misma línea, se ubicaban los Valdenses.

En el otro extremo, estaban movimientos y sectas que surgían de los


desposeídos de las ciudades y de los campos. Su pobreza no era
voluntaria, vivían en inseguridad extrema y su milenarismo fue a veces
violento, anárquico y revolucionario (aquí se pueden ubicar los
Patarinos). Los pobres recibieron, a través de las prédicas, sus ideas
heterodoxas de presuntos profetas y mesías, muchos de los cuales
provenían de la baja clerecía. Varias de las fantasías milenaristas
provenían de los judíos y de los cristianos primitivos46; otras tenían su
origen en Joaquín de Fiore, abad del siglo XII, y otras estaban
relacionadas con los místicos heréticos, agrupados en la fraternidad del
Espíritu pobre. Los judíos habían reaccionado ante el peligro, la opresión
y la injusticia en la Europa cristiana, mediante la invención de fantasías
que anunciaban el triunfo total y la prosperidad ilimitada, que Jehová
ofrecería a los elegidos47.

En los movimientos milenaristas, aparece el deseo de los pobres de


mejorar sus condiciones de vida y de encontrar consolación espiritual, y
este deseo se transfiguró hacia un mundo renacido a la inocencia, a
través de una destrucción final y apocalíptica. Desde ahí, los pobres
erigirían su reino, un reino sin sufrimiento ni pecado. Masas de pobres
se embarcarían, entonces, en estos movimientos. En algunos de los
textos proféticos —algunos del siglo VIII —, se encuentran pasajes que
predicen cómo, a través de la catástrofe cósmica, surgirá una Palestina
que será un nuevo Edén, un paraíso reconquistado. Pero, para ello, el
pueblo debería ser primero castigado con el hambre y la peste, la guerra
y la cautividad, para justificar el pasado culpable. En suma, en la
fantasía cultural milenarista, el mundo es dominado por un poder
maligno y tiránico, con una capacidad de destrucción ilimitada, hasta
que sea la hora en que los santos de Dios puedan levantarse y destruirlo
en esos mil años de la segunda venida.

Los movimientos heterodoxos y milenaristas se concentraron entre los


siglos XI y XIV; a partir del siglo XV, aparecerían, por un lado, los
imaginarios alrededor de las brujas y su persecución como otra forma de
controlar a la población, como válvula de escape para las tensiones
sociales y políticas acumuladas y como otra fantasía que servía para
vehicular los miedos. Por otro lado y en segundo término, la invención
del purgatorio48 y la creación del sacramento de la confesión49 (doctrina
de la expiación) provocaron la desaparición paulatina de la preocupación
por la salvación a través de la segunda venida de Cristo y de la
militancia en estos movimientos, pues aquellas dos ideas alejaron la
cercanía y los temores del infierno, que ya no era una cita tan cercana y
podía ser pospuesta para el final de la vida, en el momento de arreglar
cuentas antes de la muerte, o para que, a través de misas de difuntos y
de la oración de los parientes sobrevivientes, se pudiera alcanzar la vida
eterna, al pasar el día del juicio final del purgatorio al cielo por los
méritos alcanzados.

Finalmente, los descontentos con las jerarquías eclesiásticas, las


prácticas de la fe y los ''vicios'' del clero se concretarían en un cisma ya
definitivo: la Reforma protestante en 1517. Es que, a pesar de tantos
avatares, ante nuevos fenómenos, la Iglesia cristiana ha tenido un tal
poder de acomodamiento y acoplamiento al cambio de los tiempos, que
le ha permitido sobrevivir durante 2000 años.

Notas al pie

*La escritura final de este texto se llevó a cabo en Alemania, en una


estadía de investigación, financiada por el Servicio de Intercambio
Académico Alemán–DAAD.

1. Se exceptúan, evidentemente, acciones como la cruzada en contra de


los cátaros o albigenses en el Midi francés (región en el Mediterráneo
francés, conocida también como Occitania, donde se hablaba la lengua
de oc), que fue organizada por las autoridades seculares del reino de
Francia en 1209, con un claro objetivo político, sin el consentimiento de
la población del lugar y sin distinciones sociales de estamento, clase o
estatus. Más adelante se tocará el tema de los cátaros. Cfr. L. W.
Marvin, ''The Massacre at Béziers July 22, 1209'', en Heresy and the
Persecuting Society in the Middle Ages. Essays on the Work of R.I.
Moore, ed. Michael Frassetto (Leiden-Boston: Brill, 2006), 195-226;
Malcolm Barber, ''Northern Catharisme'', en Heresy and the Persecuting
Society, 115-138; Claire Taylor, ''Authority and the Cathar Heresy in the
Northern Languedoc'', en Heresy and the Persecuting Society, 139-194;
Susan Taylor Snyder, ''Cathars, Confraternities, and Civic Religion: The
Blurry Border between Heresy and Orthodoxy'', en Heresy and the
Persecuting Society, 241-252; Anne Brenon, Le choix hérétique.
Dissidence chrétienne dans la Europe médiévale (Cahors: La Louve,
2006); Emmanuel Le Roy Ladurie,Montaillou, aldea occitana de 1294 a
1324 (Madrid: Taurus, 1981), y René Nelli, La vie quotidienne des
Cathares du Languedoc au XIIIe siècle (Paris: Hachette, 1969).

2.Piénsese sólo en la lucha del Emperador con los Güelfos. Véase


Sascha Ragg, Ketzer und Recht. Die Weltliche Ketzergesetzgebung des
Hochsmittelalters unter dem Einfluß des römischen und kanonischen
Rechts (Hannover: Hahnsche Buchhandlung, 2006).

3. Como en algunos casos sonados, como los de Giordano Bruno


(relajado en 1600) y Miguel de Molinos, místico español (condenado en
1685) ante la Inquisición Romana; los de Fray Luis de León (1572),
Bartolomé de Carranza y Miranda, Arzobispo de Toledo (procesado entre
1558-1576, año en que fue condenado y caso ejemplar por los
enfrentamientos entre Felipe II y los papas Pablo IV, Pío V y Gregorio
XIII), Rafael de Macanaz , Ministro y Fiscal del Consejo de Castilla de
Felipe V (procesado entre 1715- 1716, mientras estaba en el exilio en
Francia) y el de Pablo de Olavide, Intendente de Sevilla y del Ejército de
Andalucía y Superintendente de las Nuevas Poblaciones de Sierra
Morena y Andalucía de Carlos III (condenado en 1778 a destierro y
confinamiento en un monasterio) ante la Inquisición española, o,
incluso, el de Miguel de Servet, condenado a la hoguera por Calvino en
Ginebra en 1553, quemado en efigie en Vienne, Toulouse, en el mismo
año y requerido por la Inquisición española en 1532. Consúltese Marcel
Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo
XVI (México: Fondo de Cultura Económica, 1982); Delio
Cantimori, Humanismo y religiones en el Renacimiento (Barcelona:
Península, 1984); Eugenio Garin, Medioevo y Renacimiento. Estudios e
investigaciones (Madrid: Taurus, 1983) yL'umanesimo italiano. Filosofia
e vita civile nel Rinascimento (Roma-Bari: Laterza, 1994); Francis
Yates, Giordano Bruno and The Hermetic Tradition (Chicago: University
of Chicago, 1964); Ernst Cassirer, El problema del conocimiento, Vol: 1
(México: Fondo Cultura Económica, 1979); Paul Oskar Kristeller, Ocho
filósofos del Renacimiento italiano (México: Fondo de Cultura
Económica, 1974); Henry Kamen, La Inquisición española(Barcelona:
Crítica, 1985); Bartolomé Bennassar, Inquisición española: poder
político y control social (Barcelona: Crítica, 1981); Henry Charles
Lea, Chapter from the Religious History of Spain connected with the
Inquisition. Censorship of the Press-Mystics and Illuminati-
Endemoniadas -El Santo Niño de la Guardia-Brianda de
Bardaxí(Philadelphia: Lea brothers and C°, 1890), v. y Geschichte der
Spanischen Inquisition, 3 tomos (Aalen: Scientia Verlag, 1980);
Johannes-Michael Scholz, ''Spanische Inquisition. Zum Stand
Historischer Justizforschung'', Ius Commune Vol: XVIII (1991): 225-
273; Defourneaux, Marcelin, Inquisición y censura de libros en la España
del siglo XVIII (Madrid: Taurus, 1973), y Vittorio Sciuti
Russi, Inquisizione spagnola e riformismo borbónico fra sette e
ottocento. Il dibattito europeo sulla soppressione del ''terrile
monstre'' (Firenze: Leo S. Olschki Editore, 2009).

4. Para esta discusión en la Edad Moderna, véanse Henry Kamen, La


Inquisición española; Bartolomé Bennassar, Inquisición española: poder
político; G. Henningsen y J. Tedeschi (ed.), The Inquisition in Early
Modern Europe. Studies of Sources and Methods (Deklab: Northern
Illinois University, 1986); Francisco Bethencourt, L'Inquisition à l'époque
moderne: Espagne, Italie, Portugal, XVe-XIXe siècle (Paris: Fayard,
1995); Bartolomé Benassar et al.,L'Inquisition espagnole: XV-XIXe
siècle (Paris: Hachette, 1979); Jean- Pierre Dedieu, L'Inquisition (Paris:
Cerf, 1987); Julio Caro Baroja, El señor Inquisidor y otras vidas por
oficio (Madrid: Alianza, 1970); José Toribio Medina,Historia del Tribunal
del Santo Oficio de la Inquisición de Cartagena de Indias [1899]
(Bogotá: Biblioteca Nacional de Colombia, 1952); Defourneaux,
Marcelin, Inquisición y censura; Colette Arnould, Histoire de la
sorcellerie en Occident (Paris: Tallandier, 1992); Henry Charles
Lea, Chapter from the Religious History, y Geschichte der Inquisition;
Joaquín Pérez Villanueva y Bartolomé Escandell Bonet eds., Historia de
la Inquisición en España y América, t. I. El conocimiento científico y el
proceso histórico de la Institución (1478-1834) (Madrid: Biblioteca de
Autores Cristianos, 1984), y Diana L. Ceballos Gómez, ''Quyen tal haze
que tal pague''. Sociedad y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de
Granada (Bogotá: Ministerio de Cultura, 2002).

5. Diana L. Ceballos Gómez, Hechicería, brujería e Inquisición en el


Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios (Bogotá-Medellín:
Universidad Nacional de Colombia, 1994 y 1995); '''Quyen tal haze que
tal pague'. Ante las llamas de la Inquisición'', en Historia de la vida
privada en Colombia, eds. Jaime Borja Gómez y Pablo Rodríguez
Jiménez (Bogotá: Taurus, 2011), 111-142, y ''Entre el Rey y el Papa. La
Inquisición: trayectoria de una institución plurisecular'', de próxima
publicación.

6. La Inquisición española fue creada en 1478, con el propósito de


redondear el proceso de Reconquista de la Península por parte de los
cristianos y ''solucionar'' finalmente el problema de los judíos y de los
''falsos'' conversos; posteriormente se extendería su jurisdicción a otros
infieles (moros, negros esclavos, mestizos).

7. Como muestra Anne Brenon, ''El papado, desde mediados del siglo XI,
por la Reforma gregoriana, se libera de toda tutela laica y afirma sobre
el mundo pretensiones superiores, de orden teocrático, en rivalidad
declarada con las otras dos potencias con legitimidad divina: el
emperador germánico y el basileo bizantino. El cisma de 1053 marca un
corte, que poco a poco se profundizará, entre cristiandad latina, dirigida
por el papa de Roma, y cristiandad griega —u ortodoxa —, alrededor del
patriarca de Constantinopla. La querella de las Investiduras [...] no es
sino la primicia de una competencia entre la Iglesia y el Imperio, que
crecerá en violencia, a través de Europa, a todo lo largo de los siglos
siguientes.'' Anne Brenon, Le choix hérétique, 100 (traducción de la
autora).

8. Véase, entre otros, el libro ya clásico de Norman Cohn, En pos del


Milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos de la Edad
Media (Barcelona: Barral, 1972), así como Jean-Claude Schmitt, Mort
d'une hérésie. L'Église et les clercs face aux béguines et aux béghards
du Rhin supérieur du XIVe au XVe siècle (Paris-La Haye-New-York:
Mouton-École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1978), y Eugen
Roll, Ketzer between Orient and Okzident: Patarener, Paulikianer,
Bogomilen (Stuttgart: Mellinger, 1978). Hay una buena cosecha de
textos publicados antes de 1980 y existe una bibliografía sobre historia
de los herejes en la Edad Media para libros publicados entre 1900 y
1966: Herbert Grundmann, Bibliographie zur Ketzergeschichte des
Mittelalters (1900-1966) (Roma: Edizione di Storia e Letteratura, 1967).
En las décadas de 1980 y 1990, los estudios inquisitoriales tuvieron un
buen impulso y, en el campo medieval, se publicaron textos como los de
Martin Erbstösser, Ketzer im Mittelalter (Frankfurt am Main: Büchergilde
Gutenberg, 1984); Bernd-Ulrich Hergemöller, Krötenkuss und schwarzer
Kater Ketzerei, Götzendienst und Unzucht in der inquisitorischen
Phantasie des 13. Jahrhunderts(Warendorf: Fahlbusch, 1996); Alain
Boureau y Claudio-Sergio Ingerflom, La Royauté sacré dans le monde
Chrétien. Colloque de Royaumont, mars 1989 (Paris: École des Hautes
Études en Sciences Sociales, 1992); Claude Carrozi, Apokalypse et salut
dans le christianisme ancien et médiéval (Paris: Aubier, 1999), y
Jacques Le Goff, comp. Herejias y sociedades en la Europa
preindustrial (siglos XI-XVIII), Comunicaciones y debates del Coloquio
de Royau mont (Madrid: Siglo Veintiuno, 1987); aunque un buen
número de las publicaciones de este período están dedicadas a la
Inquisición Moderna. Más recientemente se han publicado libros como
los de Anne Brenon, Le choix hérétique; Michael Frassetto, ed. Heresy
and the Persecuting Society in the Middle Ages; Jean-Claude Schmitt y
Otto Gerhard Oexle, dir. Les tendencies actuelles de l'histoire de Moyen
Âge en France et en Allemagne. Actes des Colloques de Sèvres (1997)
et Göttingen (1998). Organisé par le Centre National de la Recherche
Scientifique et le Max-Planck-Institut für Geschichte (Paris: Publications
de La Sorbonne, 2003); Sascha Ragg, Ketzer und Recht, y Jean-Claude
Schmitt, Le corps, les rites, les rêves, le temps: Essais d'anthropologie
médiévale (Paris: Gallimard, 2001).

9. Claude Carrozi, Apokalypse et salut.

10. La imitación de Cristo es un ideal de la teología cristiana, rastreable


desde las Epístolas de San Pablo, pero que se consagrará con San
Agustín y, sobre todo, con San Francisco, quienes propusieron un ideal
de vida cristiana, siguiendo como modelo la vida de Jesucristo, Para
Francisco, este modelo se debía aplicar, además, a las condiciones
físicas de vida, es decir, debía seguir el ideal de pobreza, que siguieron
Cristo y sus apóstoles. Estos ideales cristalizaron, alrededor de 1425,
en De Imitatione Christi, atribuida a Thomas à Kempis, que fue quizás el
libro devocional más popular durante el final de la Edad Media y en la
Edad Moderna. Circuló ampliamente por los reinos americanos de
España y fue traducido del latín al español por Fray Luis de Granada en
1536.

11. Esta tendencia a la demonización ya había sido padecida por los


cristianos primitivos en el Imperio Romano. Durante el Medioevo,
además de los heterodoxos cristianos, la padecieron los judíos, los
moros y los leprosos, y, en la Edad Moderna, cuando comienzan a
declinar los movimientos heterodoxos, pasaría a la cabeza de las brujas
y los protestantes y, en España, primero a la de los judíos y después a
la de los musulmanes (moros). El inicio de la persecución a las
imaginadas sectas de brujas se sitúa entre las postrimerías del siglo XIV
y en el XV. Véase Jakob Sprenger y Heinrich Instintoris [1486], Der
Hexenhammer (Malleus maleficarum), 7a ed. (Munich: Deutscher
Taschenbuch Verlag, 1987); Stuart Clark, Thinking with Demons. The
Idea of Witchcraft in Early Modern Europe (Oxford: Clarendon, 1997);
Norman Cohn, En pos del Milenio..., y Los demonios familiares de
Europa (Madrid: Alianza, 1980); Gustav Henningsen, El abogado de las
brujas. Brujería vasca e Inquisición española (Madrid: Alianza, 1983);
Gustav Henningsen y John Tedeschi, eds. The Inquisition in Early
Modern Europe. Studies of Sources and Methods (Deklab: Northern
Illinois University, 1986); Dieter Harmening, Zauberei im Abendland.
Vom Anteil der Gelehrten am Wahn der Leute. Skizze zur Geschichte des
Aberglaubens (Würzburg: Königshausen und Neumann, 1991); Carlo
Ginzburg, I Benandanti. Stregoneria e culti agrari tra Cinquecento e
Seicento, 3a. ed. (Torino: Einaudi, 1979), y ''Der Inquisitor als
Anthropologe'', en Ch. Conrad y M. Kessel, eds.Geschichte schreiben in
der Postmoderne. Beiträge zur aktuellen Diskussion (Stuttgart: Reklam,
1994) 203-218; Joseph Hansen, Zauberwahn, Inquisition und
Hexenprozeß im Mittelalter und die Entstehung der großen
Hexenverfolgung (München-Leipzig: A. Oldenbourg, 1900), y Quellen
und Untersuchungen zur Geschichte des Hexenwahns und der
Hexenverfolgung im Mittelalter (Bonn: Carl Georgi, 1901); Diana L.
Ceballos Gómez,Hechicería, brujería e Inquisición en el Nuevo Reino de
Granada. Un duelo de imaginarios y ''Mestizaje, prácticas mágicas y
demonización en el Nuevo Reino de Granada'', en Todos somos
historia (Medellín: Canal U-Universidad de Antioquia-Universidad
Nacional de Colombia, 2010), 55-72.

12. Una teoría parecida se ha esgrimido para explicar las acciones de la


política exterior estadounidense. Para la teoría de Ginzburg, confróntese
la primera parte de Historia nocturna. Un desciframiento del
aquelarre(Barcelona: Muchnik, 1991).

13. El catarismo o movimiento albigense (de Albi) fue una de las herejías
más fuertes, más consolidada y expandida en sectores altos de la
población en el sur de Francia, el norte de Italia y los Balcanes. ''[...] se
proclaman 'verdaderos cristianos', 'buenos cristianos', por oposición a la
Iglesia católica oficial que, según ellos, ha traicionado la auténtica
doctrina de los apóstoles. [...] admite [...] la existencia (de tipo
'maniqueo') de dos principios opuestos, incluso de dos dioses: uno del
Bien, otro del Mal. Uno, Dios, el otro Satán'', es decir, es dualista. Se
basa en la pureza espiritual, así como ''[...] en la distinción entre una
elite de 'puros''', los parfaits(perfectos) o bonshommes (hombres-
buenos) y la ''masa de los simples 'croyants' o creyentes''.
Los perfectosreciben, después ''de una iniciación, el sacramento
albigense de bautismo por el Libro y por las Palabras (y no por el
agua)'', el consolamentum (consuelo), después del cual el ''perfecto
debe permanecer puro, absteniéndose de carne y de mujeres. El
perfecto 'tiene el poder de bendecir el pan, y de recibir
el melioramentum o adoración, salutación ritual, que le otorgan los
simples creyentes. Él les da su bendición y su ósculo de paz (caritas)''.
Los creyentes reciben el consolamentum sólo en vísperas de su muerte.
Véase Emmanuel Le Roy Ladurie, Montaillou,aldea occitana de 1294 a
1324, 9-13.

14.Cfr. Norman Cohn, En pos del Milenio; Sascha Ragg, Ketzer und
Recht. Die Weltliche Ketzergesetzgebung; Martin Erbstösser, Ketzer im
Mittelalter; Heresy and the Persecuting Society in the Middle Ages, y
Claude Carozzi,Apocalypse et salut.

15.
Sascha Ragg, Ketzer und Recht. Die Weltliche Ketzergesetzgebung, y
Anne Brenon, Le choix hérétique.

16.Para el Imperio Español, véase Ceballos Gómez, Diana L., ''Quyen tal
haze que tal pague''; especialmente los capítulos cuatro a seis.

17. Según Le Roy Ladurie, ''La Occitania corresponde a los actuales


territorios del Mediodía de Francia, que en líneas generales están
situados al Sur de una línea Bordeaux-Limoges-Clermont Ferrand-
Valence. Se trata de una etnia o de un conjunto de etnias originales:
ariegenses del Este, languedocianos, provenzales, etc. Tienen en común
lo que queda de una lengua popular llamada de oc''. Emmanuel Le Roy
Ladurie Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, 13.

18.A pesar de lo cual tuvo una participación numerosísima para la época


—se calculan unas 25.000 personas — de muchos lugares de Europa. En
la mayoría de las cruzadas, se pagaba por la participación; no hay que
olvidar que era menester realizar un viaje ultramarino. Véase Lawrence
W. Marvin, ''The Massacre at Béziers July 22, 1209'', en Heresy and the
Persecuting Society, y Eugen Roll, Ketzer between Orient and Okzident.

19. Si bien esta arremetida arrasó con los territorios y sus gentes e inició
la anexión a la corona francesa de esta zona, el catarismo no
desapareció totalmente de Francia por lo menos hasta 1324, como
magistralmente se muestra en Le Roy Ladurie, Montaillou aldea
occitana.

20.Para el movimiento cátaro, véanse Michael Frassetto, ed. Heresy and


the Persecuting Society; Anne Brenon,Le choix hérétique; Emmanuel Le
Roy Ladurie, Montaillou, aldea occitana, y René Nelli, La vie quotidienne
des Cathares du Languedoc au XIIIe siècle.

21.Sascha Ragg, Ketzer und Recht; Martin Erbstösser, Ketzer im


Mittelalter; Norman Cohn, En pos del milenio, y Eugen Roll, Ketzer
between Orient and Okzident.

22. Movimiento social y religioso del siglo XI en el Arzobispado de Milán,


que propugnaba por una profunda reforma de la Iglesia y materializaba
el descontento contra los ricos, aristocracia y clero, pero sobre todo
contra la simonía (compra-venta de prebendas eclesiásticas y de
indulgencias) y el nicolaísmo (matrimonio y concubinato del clero). Sus
líderes fueron eclesiásticos y civiles y se levantaron contra el Arzobispo
Guido da Velate. Uno de aquéllos, Anselmo de Baggio, terminó siendo el
Papa Alejandro II (1061-1073) y materializó reformas defendidas por el
patarismo. Con una visión dualista y milenarista de la religión,
promovían la vida ascética y apoyaron la Reforma Gregoriana. Este
proceso desembocó en guerra civil en 1070 (güelfos y gibelinos) y los
patarinos apoyaron el partido del Emperador (gibelinos); enmarcado
dentro de las luchas entre el Emperador y el Papa, en el afán del
primero por controlar los Estados Pontificios, condujo a la reforma de la
Iglesia y sometió el Arzobispado de Milán, y con él la Lombardía, a la
autoridad del Papa, en detrimento del régimen arzobispal anterior
(Sacro Imperio). Debe su nombre al barrio Pataria de esta ciudad y se
extinguió a mediados del siglo XII. Posteriormente, se usó para
denominar a los cátaros. Arthur Siegel, ''Italian Society and the Origins
of Eleventh-Century Western Heresy'', en Heresy and the Persecuting
Society, 43-72; Joseph Goetz, ''Kritische Beiträge zur Geschichte der
Pataria'', Archiv für Kulturgeschichte Vol: 12 (1916): 17-55; Eugen
Roll, Ketzer between Orient and Okzident, y Norman Cohn, En pos del
milenio.

23. Seguidores del rico comerciante de Lyon, Pedro Valdo, quien en 1173
hizo traducir la Biblia del latín y repartió sus riquezas entre los pobres,
con el fin de llevar una vida apostólica en la pobreza y predicar y leer en
lengua vernácula el mensaje de las Sagradas Escrituras, para lo que
realizaban prédicas itinerantes. Según su doctrina, todos podían
predicar, si tenían suficiente conocimiento de la Biblia. Propugnaron por
reformas a la Iglesia; rechazaban el bautismo y la confesión ante curas,
la adoración de María, de los santos o de imágenes, las reliquias, así
como el purgatorio. El movimiento se extendió a Italia, Alemania, Suiza,
Austria, España, Bohemia, fue prohibido por el Sínodo de Verona (1184)
y el IV Concilio de Letrán (1215) y perseguido duramente, con
ejecuciones más o menos masivas en estos países. Se prolongó hasta la
Reforma Protestante, por la que fue absorbido. Veánse Philip
Schaff, History of the Christian Church, Vol: V: The Middle Ages. A.D.
1043-1294 (Grand Rapids, Mi: Christian Classic Ethereal Library,
1882), http://www.ccel.org/ccel/schaff/hcc5.html (consultado el 13 de
junio de 2011); Norman Cohn, En pos del milenio; Laura Maria Silva
Thomé, Da ortodoxia à heresia: os valdenses (1170.1215) (Curitiba:
Universidad Federal do Paraná,
2004),http://dspace.c3sl.ufpr.br/dspace/bitstream/handle/1884/2371/D
esserta%C3%A7%C3%A3o-Final.pdf?sequence=1 (consultado el 10 de
octubre de 2010); Henry Charles Lea, ed. A Formulary of the Papal
Penitentiary in the Thirteenth Century (Philadelphia: Lea Brothers,
1892) e History of the Inquisition of the Middle Ages, 3 vols. (New York:
Harper & Brothers, 1887). Para los valdenses en España, está el clásico
libro de Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos
españoles (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1956).

24. Movimiento que seguía a Arnaldo de Brescia, canónigo regular y


discípulo de Abelardo, acusado de los mismos errores que su maestro,
de carácter anticlerical y reformista, rechazaban la posesión de bienes
por los eclesiásticos, que, decían, habían adquirido por usurpación. Se
les acusó, a De Brescia y a sus seguidores, de aberraciones teológicas,
pero ''su real ofensa fue la forma enérgica como atacó los vicios del
clero y estimuló al laicado a retomar la gran riqueza y extendidos
privilegios que la Iglesia había adquirido''; para él los demonios del
Cristianismo estaban en el cuerpo eclesiástico, por lo que la Iglesia no
debía tener ni posesiones temporales ni jurisdicciones, sino cumplir
funciones espirituales. Henry Charles Lea, History of the Inquisition of
the Middle Ages, 72-73 (traducción de la autora). Fomentó revueltas en
las ciudades lombardas, por lo que, en 1140, el Papa Inocencio II lo
incluyó en la condena a Abelardo y ordenó su detención; en 1145-1146,
retornó a Roma y, tras nuevas revueltas, consiguió exiliar al Papa
Eugenio III (1145-1153) y controlar la ciudad. En 1155, el emperador
Federico I Barbarroja tomó la ciudad, aliado con el Papa Adriano IV
(1154-1159), y obligó a sus protectores a entregar a De Brescia. Fue
condenado a muerte y sus cenizas arrojadas al Tíber. Tuvo muchos
seguidores, que se extendieron a Francia, Suiza e Inglaterra e
influencias en otros movimientos, como el valdense. El arnaldismo fue
declarado herético en el Sínodo de Verona (1184) y publicado en los
edictos de fe de las décadas siguientes. Véase, también, Sascha
Ragg, Ketzer und Recht; Michael Frassetto, ed. Heresy and the
Persecuting Society; Norman Cohn, En pos del milenio, y Philip
Schaff, History of the Christian Church.

25.Cfr. Joaquín Pérez Villanueva y Bartolomé Escandell Bonet,


eds. Historia de la Inquisición en España y América.

26. Tal como lo han hecho muchas religiones africanas o americanas.

27. Joaquín de Fiore (ca. 1135-1202), monje y abad italiano cisterciense


(benedictino), fundador posteriormente de la comunidad monástica de
San Giovanni in Fiore, que tuvo seguidores en el ala espiritualista de los
franciscanos (espirituales o fraticelli), quienes mitificaron su doctrina,
dando como resultado el movimiento de los joaquinitas. Sus ideas sobre
el tiempo, sobre los tres estados, que parte de su lectura
del Apocalipsis, sostienen que la historia, como la Trinidad, está dividida
en tres épocas: la Era del Padre, la del Viejo Testamento; la Era del
Hijo, la del Nuevo Testamento entre la venida de Cristo y 1260, y la Era
del Espíritu Santo, que comenzaría en 1260 y sería de la plena libertad
del espíritu, reinaría el amor universal, en fraternidad con Cristo, y el
Orden de los Justos reinaría en vez de la Iglesia. ''Joaquín sustituyó la
idea de una angustiada espera de una Catástrofe Final por la espera
optimista de una nueva era final y ya próxima en este mundo'', en Jesús
Avelino de la Pienda, ''Lógica del gran tiempo en Joaquín de Fiore (1130-
1202)'', Teorema Vol: XII No. 3 (2003): 134. Sus tesis sobre la trinidad
y sus escritos le valieron la condena del IV Concilio de Letrán (1215).
Véanse Elisabeth Reinhardt, ''Joaquín de Fiore y el IV Concilio
Lateranense'', Anuario de Historia de la Iglesia Vol: XI (2002): 95-104;
Josep Ignasi Saranyana, ''Sobre el milenarismo de Joaquín de Fiore. Una
lectura retrospectiva'', Teología y Vida Vol: XLIV (2003): 221-232, y
Kurt-Victor Selge, ''La edición crítica de las Opera omnia de Joaquín de
Fiore'', Anuario de Historia de la Iglesia Vol: XI (2002): 89-94.

28. Apropiación del pensamiento de Averroes (1126-1198), quien había


tratado de conciliar el pensamiento de Aristóteles con el Islam. Este
movimiento pretende hacer lo mismo con el Cristianismo. Sostienen que
el mundo es eterno; que la verdad se puede alcanzar por la ciencia, la
verdad factual, o por la religión, por lo que algo puede ser verdadero en
filosofía y falso en religión; el entendimiento humano es uno; el alma
humana tiene dos partes, una individual, no eterna, y otra divina,
compartida por todos los humanos; no hay resurrección de los muertos.
Véase Philip Schaff, History of the Christian Church y el Diccionario de la
lengua española de la Real Academia de la Lengua, entrada averroísmo.

29. Los Güelfos, facción que apoyaba la casa de Baviera en Alemania


(Welfen) y al pontificado en Italia, y losGibelinos, que apoyaban a la
casa Hohenstaufen de Suabia (castillo de Waiblingen) en Alemania y al
emperador en Italia. Son las dos facciones de la lucha entre el Papado y
el Imperio, por consolidar su poder temporal.

30.
Sascha Ragg, Ketzer und Recht; Philip Schaff, History of the Christian
Church, y Henry Charles Lea, History of the Inquisition of the Middle
Ages.

31. El antiguo derecho romano permitía el uso del tormento en delitos de


traición.

32. Personas que ayudan a otras, en este caso, en la herejía.

33.Inocencio III no sólo promovió la cruzada contra el Midi de 1209;


además de Tierra Santa, también lo hizo para España y Alemania.
34.Con ello, se acabó definitivamente con la lengua, la cultura y la
preeminencia del País de Oc o Midi francés, y la región de L'Ille de
France quedó con el dominio político sobre una región, que todavía no
estaba bajo su égida política y cultural.

35.Joaquín Pérez Villanueva y Bartolomé Escandell Bonet, eds. Historia


de la Inquisición en España y América; Sascha Ragg, Ketzer und Recht;
Philip Schaff, History of the Christian Church, y Henry Charles
Lea, History of the Inquisition of the Middle Ages.

36.
Sascha Ragg, Ketzer und Recht; Philip Schaff, History of the Christian
Church, y Henry Charles Lea, History of the Inquisition of the Middle
Ages.

37. Por la paz de San Germano, se había acordado la colaboración entre


el Papa y el Emperador y el primero pudo regresar a Roma, de donde
había sido expulsado. En 1227, se habían peleado y Federico II había
sido excomulgado.

38.
Académicos han llegado a concluir recientemente, que no era
dominico, como se aseveró por décadas.

39.De hecho, varios inquisidores publicaron manuales de procedimiento,


como el de Nicolau de Eymeric [ca. 1376], El manual del inquisidor, 2a.
ed. (Barcelona: Fontamara, 1982).

40.Marie-Dominique Chenu, ''Ortodoxia y herejía. El punto de vista del


teólogo'', en Herejias y sociedades en la Europa preindustrial (siglos XI-
XVIII), 1-5.

41. Eso equivaldría a ser un infiel —y no un apóstata —, a pertenecer a


otra fe. Es por eso por lo cual la Inquisición española obligó primero a
los judíos a convertirse, para poder luego procesarlos como reales y
verdaderos cristianos y por ello a la Inquisición en América se le
prohibió en 1571 procesar a los indígenas, al considerarlos como
infieles.

42.El Papa comenzó a ser elegido por los cardenales en 1059; de igual
manera, los sacerdotes dejaron de recibir la investidura parroquial de
sus señores, ahora lo harían de la jerarquía eclesiástica.

43.Aquí se siguen, principalmente, las ideas consagradas en los libros de


Jean-Claude Schmidt, Le corps, les rites, les rêves, le temps. Essais
d'anthropologie médiévale (Paris : Gallimard, 2001); Norman Cohn, En
pos del Milenio, y Claude Carozzi, Apocalypse et salut.

44. Claude Carozzi, Apocalypse et salut.

45. Norman Cohn, En pos del Milenio, 15.

46. Norman Cohn, En pos del milenio.

47.Claude Carozzi, Apocalypse et salut, y Norman Cohn, En pos del


milenio.

48. Jacques Le Goff, La naissance du purgatoire (Paris: Gallimard, 1981).

49.Jean Delumeau, L'aveu et le pardon. Les difficultés de la confession


XIIIe-XVIIIe siècle [1964] (Paris: Fayard, 1992), y La peur en
Occident (XVIe-XVIIIe siècles). Une cité assiégée (Paris: Fayard, 1978).

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