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Episodios

Pedro Vizcaíno Sancho

EPISODIOS

Fotografía: Google Salto Ángel

Un relato de los episodios de una etapa de mi vida en Venezuela.

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Recopilados en el presente libro por Juan Conejo López para AIVEPA.

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Episodios

PRESENTACIÓN DE LA OBRA.
En una historia como la mía hay de todo. Hasta es posible que pueda haber
pasajes que desvirtúan la intención del escribidor cuando cuelgan negras telas que
permanecen aún ahí.

Muchos de los personajes que salen en la historia, sé que han fallecido.


Otros pocos siguen vivos.
De los fallecidos, que suelen ser las mejores personas, no es mi estilo sacar lo
negativo, salvo que sea para ofrecerles, no a todos, mis más queridos sentimientos
hacia ellos; a pesar de todo, lo demás que hayan hecho por sobrevivir o por su
carácter, en mi sentir, los justifico. Seguimos siendo amigos aún después de muertos.

En cuanto a Papillón, se quedó corto. ¡Lo ves! se quedó corto y aún así lo
tratan de exagerado. Conocí a una persona española que trabajó y le conoció en la
discoteca de Venezuela donde trabajaban juntos. Papillón era fuerte y peleón. Es una
lástima que un C.L.P. de nombre Acosta Adjuntant Cheff de la Legión Extranjera, haya
dejado de escribir en este foro, él hubiese aportado sus experiencias en la selva de la
Guayana Francesa. Me hubiese ayudado a confirmar mis experiencias.
He conocido y encontrado a emigrantes que han permanecido aislados en la
selva por 15 años. Increíble. También he conocido a emigrantes que no conocen más
allá de la ciudad donde han permanecido toda su vida, sin sobresaltos, imbuidos en
sacar a su familia adelante, sin interesarles nada más; de éstos, una gran mayoría que
no conocen de asaltos, ni disparos, ni pistolas. Ni falta que les hace. No sé si me
explico, cada uno escribe sobre lo que le llama la atención.
Con la introducción de Internet en el mundo, ya no hay nada qué explicar y
mucho menos de impresionar o enseñar. Esta caja que tengo enfrente de mí, tiene
toda la información suficiente.
Yo mismo navego y visito páginas de lugares y fotos que en su día visité y
no las reconozco, ni eran como son ahora. Hasta llego a dudar de haber vivido allí
alguna vez.
Me era más fácil contar o rememorar antes que ahora. Hoy en día, todo el
mundo sabe mucho de todo. Hasta en nuestra asociación de veteranos paracaidistas
encontraréis personas que han visitado países, visto cosas y casos, pero que en las
mismas circunstancias y mismos lugares, no han tenido las mismas experiencias.
Quizás por su trabajo actual o juventud, no necesiten contarlo.
Hoy en día nuestra juventud se mueve mucho más y mejor que antes.

Estos episodios que escribo tienen un final. Para llegar a ese final tengo que
hacer un poco de su anterior historia y los motivos por los cuales nos involucramos sin
ser conscientes de ello.
Cuánta razón tiene mi amigo Juan, cuando asevera que nos hace mucho
bien el sacar lo que tenemos dentro. Ojalá mis escritos sirvan para que mis hijos me
comprendan mejor en aquello que no he sabido explicar con palabras y en persona.
No deseo para mis hijos lo que yo he pasado de no conocer los motivos
personales de mi padre, hasta los 65 años. Gracias a un libro editado hace poco, de
esos motivos nacieron mis circunstancias, y creé mi propia vida.
En cuanto a escribir, soy un profano egoísta que tan solo desea airear sus
vergüenzas, esperando que se me entienda cuando intento explicar las dificultades de
viajar del ayer, en diferencia con las facilidades del hoy. La falta de peso de lo español
en el extranjero, así como la nula ayuda de muchos Cónsules y Embajadores, más
ocupados en jugar al tenis o en partiditas de Bridge, que en ayudar a sus
compatriotas en dificultades.

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Quiero agradecer la colaboración y los buenos deseos con mis escritos a


quienes de seguro, los cuidarán mejor que yo mismo.

Estuve tentado de dejarlo ir, de no escribir mis recuerdos pensando que a


nadie le interesa la vida de nadie; de hecho, cada uno de nosotros tiene bastante con
la propia. Pero me maravilla y produce satisfacción comprobar que hay personas que
aún, a pesar de todo, se interesan por las vidas ajenas.

Respondiendo a que ciertas preguntas no las deje en el tintero, quiero decir


que en Venezuela, el Presidente era Lusinchi -84/89-; En México, Salinas de Gortari -
88/94-; En Panamá, Noriega, que dejó el gobierno el 3 febrero del 90 apenas dos
meses después de lo mío.

Condensar en cuatro líneas la vida de un individuo es muy difícil. Tantas


anécdotas, tantos casos curiosos, hasta difícil de creer.

A ver si esto os ayuda en algo:


Nací en 1941 y tengo por tanto 66 años. En 1946 estuve varios meses, creo,
que en Tánger. En 1954 en Liverpool, hasta 1957. En Exeter y Londres, algún otro
tiempo. Visité algunos países de Europa y acabé en Marsella 6 meses después. Luego
viví en Palma de Mallorca. Conocí Monrovia en Liberia. Volví a Marsella en 1961.
Estuve unos meses en Argelia. Ingresé en la Brigada en el 63, hasta el 65. Me casé.
Hice varios viajes por Oriente y la India en el Bangkok que tenías que hacer escala en
Dubai.
En 1984, con 43 años, empecé a viajar por Latinoamérica hasta el 91, donde empiezo
la historia que voy a contar.

De nuevo mil gracias a mis posibles y leales lectores. Se entenderá que


empecé muy joven a moverme.
Recuerdo el viaje de Tánger a Palma Mallorca con 7 años. En solitario viajé a cargo de
las azafatas. Se recordará unas etiquetas de aquellas marrones con un agujero para el
un hilo que se utilizaban en los sacos de patatas.......Empecé el viaje de Tánger a
Algeciras; Algeciras- Manises- Valencia; De Valencia a Palma, donde me esperaba
una cachifa para cuidarme en un aeropuerto que tenía las dimensiones y el aspecto de
un chalet con una pequeña torreta de control. Intentad explicar ahora lo que era aquel
entonces.

Entenderéis que haya lagunas y velos tupidos que es mejor que queden
enterrados.

Regresé a España. Tengo tres hijos pequeños y una nueva esposa.

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Fotografía: J. Conejo

EPISODIO-I
Vivir para ver

Hablando del rey de Roma. Nuestro amigo el mandatario venezolano se


presentará a la reelección.
Chávez anuncia que expulsará a los extranjeros que se opongan a su gobierno y le
critiquen.

No hace falta expulsar a los extranjeros, ya se fueron.


Desde la distancia recuerdo de qué forma tan sutil ejercen su poder mediático,
poco a poco, buscando al responsable de sus propios vicios y complejos.
Con malas artes, como ocurre siempre, menospreciando, socavando sus
intereses.
Se volteó la tortilla, sus afiliados consiguen las propiedades de aquellos que se
sienten inseguros y optaron por marcharse, sus viviendas sus propiedades con los
propios muebles quedan como regalo o a precio de gallina flaca, para el nuevo rico
con carné del partido.
Nada nuevo en este Universo, se hizo antes y se hace ahora.
Trabajar duro durante años para perderlo todo en un fin de semana. No solo
las propiedades, los amigos hasta familiares. Estos planes siempre buscan al venido
de fuera para curar sus propios males.
Lo lamentable es ver a algunos en tu propia tierra lucir camisetas hasta
tatuajes con la cara del "Che" quien representó la revolución a base de ejecutar y
fusilar por decreto a todo aquel que difería de sus ideales.
Eso no sé como calificarlo, si de manifestación o de ignorancia. De todo lo que
aquí digo existen libros y documentales.
En fin vivir para ver

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EPISODIO-II.
Mi hermano Antonio- (I)

Llegué a la casa donde estaba mi hermano. Lo encontré demacrado, pellejo y


huesos, me quedé de una pieza y con sarcasmo le dijo "!!!Coño Antonio estás bien
jodido¡¡¡ ¿¿¿Tan mal comes en Casa Genaro????, o es que andas de putas y te han
dejado disecado. Sonrió y me llamó cabrón, iba a decir otra palabra, pero quizás se
acordó del daño que hizo a mi madre, sí "aquella" la muerta, la madrastra joven con la
que se había casado mi padre al enviudar de su madre con la que le dejó cinco hijos
adolescentes. Le di un beso en el hueso del pómulo, cosa habitual entre mis
hermanastros y mi padre. Sentí que se alegraba de verme, como el náufrago que le
alcanzas la mano.
Al poco, salí de la habitación donde estaba el ventilador con un trozo de hielo
para refrescar aquel esqueleto vivo.
Genaro, que me sirvió de chofer desde el aeropuerto, me llevó a su
restaurante a comer. Habíamos dejado a mi hermano en manos de una vecina que le
había hecho un caldo de Sancocho con Tapioca.
Genaro me informó de todo desde mi marcha.
_ Mira Pedro, te llamé porque tu hermano no quería angustiar a su esposa e
hijos, Me prohibió que llamase a nadie, inclusive a ti, pero viendo en qué estado se
encontraba, decidí llamarte. El médico dijo que eran varias cosas, los disgustos, el
dengue y la depresión-
No me digas, dengue, depresión, pero que pasa???
_ Bueno tú ya viste lo lento que van. Tu hermano le entregó demasiado dinero
de golpe para iniciar las compras de materiales, Eso jodió al tipo, con el dinero que
nunca había visto junto en su vida, compró una camioneta, consiguió una mujer joven
y le montó un abastillo, ese que te señalé al pasar por el frente.
_ El tipo no trabaja, anda arriba y abajo, se ha peleado con los hijos, hasta
con las nueras, no por la nueva mujer, sino por el dinero y su forma de utilizarlo, por
rascarse el tipo y andar con la camioneta metiendo bulla arriba y abajo, con las luces
prendidas en el mata-burros, como un pavo, a sus 60 años.
Tu hermano fue al abogado para ver qué se podía hacer para poner en
vereda al tipo, pero claro. El abogado le contestó estando yo presente, que ya le avisó
antes de firmar el contrato, las cláusulas no comprometían al constructor. Que tu
hermano fue demasiado condescendiente hablando de fiarse mutuamente, alegando
los buenos informes que tenía del tipo. Que era más un pacto entre caballeros. En fin
que no se podía hacer nada contra él.
Mientras tanto, me comía el pescado frito con yuca y dejaba hablar y
desahogarse al Genaro.
Que podía hacer???? Dónde encontrar la solución.
Desde la transición todo eran problemas. Los negocios en España andaban
más bien mal que bien, la prensa no ayudaba con sus titulares, la disminución y crisis
por la falta de pedidos, facturas sin cobrar sobre todo de amigos, devolución de
pedidos, hacían que mi fábrica pasase por un bache duro.
Con esfuerzo había conseguido vender a bajo precio un piso y poder
mantener los salarios, esperando que con las primeras elecciones se acabase con la
sangría de atentados y muertos, y volviésemos a la normalidad, subiese el turismo y a
empezar de nuevo.
Estaba con estas cavilaciones, pensando en Pacheco que estaba en
Bangkok enfrentándose a la instalación de un establecimiento de comidas.
Yo me había comprometido a visitarlo y aportar el dinero necesario para
cumplir nuestros compromisos.
Allí estaba, a miles de kilómetros junto aun casi muerto. Igual a un esqueleto
de los dos barcos iniciados y no continuados. Del tercer barco, había que olvidarse.
En poco tiempo todo se me venía encima.

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Al llegar a casa, medicar a mi hermano y poner otro nuevo trozo de hielo


frente al ventilador para que pasara la noche fresco, salí al porche con mi cubata bien
lleno. Necesitaba pensar, cómo podía solucionar todo aquel desaguisado, el motor y
los tanques para el agua y el tanque de gasoil estaban listos y faltaba pagar el último
tramo para que me fuera entregado. Todo aquello que tanto costaba, en un país donde
la devaluación estaba creciendo de la noche a la mañana. Las cifras iniciales ya no
cuadraban.

EPISODIO-III
Mi hermano Antonio-(II).

Aquella jornada fue intensa, nos reunimos en Casa Genaro con el abogado.
Era al atardecer, en la mesa el whisky etiqueta negra, el cubo de hielo, tres Pepsis
reglamentarias, Chinoto (especie de gaseosa con un poco de gusto a limón), agua con
gas. Primer paso obligado de buenas intenciones, como debe ser.
Seguido a las introducciones pues yo no estuve en la firma del contrato con el
maestro de hacha y responsable. Nos sentamos Genaro, el abogado y yo.
Empezó el abogado, buena presencia de unos cuarenta años, algo calvo de
cara ancha y tez morena, la corbata a tres centímetros del botón de la camisa cuyas
puntas indicaban al techo.
_ Voy a ir al grano señor Vizcaíno: Cuando se presentaron en mi despacho su
hermano con su esposa e hijo acompañados del constructor, el contrato estaba
confeccionado. Fue su propio hermano quién me hizo quitar las cláusulas de
penalización en caso de incumplimiento del contrato por parte del constructor.
_ Lo sé Doctor, el señor Genaro me ha puesto en antecedentes, yo no le
culpo a Vd. pues tengo informes de su pulcritud y honestidad, me consta de sus
puntualizaciones al respecto. Simplemente quisiera encontrar una solución, pues
arriesgamos la continuidad de nuestro proyecto y la colocación de unas personas que
están casi contratadas de que pierdan su empleo, piense que este punto es difícil, ya
que como Vd. sabe, encontrar buenos patrones con liderazgo y conocimientos de
pesca. Este punto lo hemos conseguido siempre y cuando tengamos los barcos listos
en las fechas acordadas.
_ Me hago cargo, pero yo le aconsejo que como no se conocen, lo tantee
Vd. con mano izquierda y por las buenas consiga que continué con su trabajo, tenga
en cuenta que según consta en el contrato no se especificó fecha de entrega, y Vds.
no pueden entregar el trabajo a otra persona pues serían Vds. quienes incumplirán en
este caso.
_ Personalmente intentaré entrarle por mi parte, dijo el abogado,
Quizás a mí, por el respeto que me tienen en el pueblo, tocándole la fibra del
nacionalismo, haciéndole ver el daño que hace a la comunidad frente a la opinión de
esos extranjeros puedan tener de nosotros y de Venezuela. Quizás consiga algo, pero
déjeme decirle Sr. Vizcaíno que eso que han hecho Vds. como le indique en su día a
su hermano, esta mal hecho, pues un hombre de vida normal y cumplidor de sus
trabajos lo viciaron Vds. se volvió loco, Dándole tanta plata de un solo coñazo, perece
mentira que su hermano siendo venezolano y conociendo la idiosincrasia de su gente,
no haya sido más cauto.
_Tiene Vd. Doctor toda la razón, pero recuerde mi hermano ama a su tierra.
Hacía 25 años que no venía, se encontró de nuevo en su juventud, vio estos paisajes,
pateó sus calles, le volvió la nostalgia y se dejo llevar del corazón. He aquí todo el
error. Quiso confiar en el pasado y nos jugo una mala pasada.
La conversación llego hasta el tercer pelotazo, los tragos largos del abogado
ya hacían su efecto. El bueno de Genaro era un buen anfitrión y quién ponía el hielo y
el Whisky, A mí menos, Genaro.
El abogado parecía un amigo de toda la vida y pasamos de los barcos a la

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política y acabamos la charla hablando de mujeres. Lo habitual. Nos despedimos con


la excusa de atender a mi hermano.
De regreso a casa acompañado en el auto de Genaro, encontramos junto a mi
hermano las dos hijas pequeñas de la señora que le cuidaba, les di unos bolívares de
regalo y quedé solo.
Allí estaba mi hermano. Lo encontré más negro, resaltando el color sobre las
sábanas, me recordaba a las momias. Estaba durmiendo.
Monté el chinchorro en el porche frontal de la casa, me preparé un cubata y
encendí el cigarro. La Luna iluminaba la noche; hasta se distinguía la calle, las
sombras oscuras de los árboles, los enormes murciélagos que pasaban arriba y abajo,
pero aquella paz, tan solo los cantos tan peculiares de las ranas, muy parecidas al
canto del grillo, pero mas fuerte, más seco.
Las nubes construían figuras para difuminarse y crear otras nuevas, era todo
un espectáculo que enamora, ese olor en al aire.
El cambio horario, a pesar del trajín y nervios del viaje me mantenían
despierto, le daba vueltas a mi situación y cómo desenredar todo aquel ovillo, casi sin
medios por el momento. Pensaba en cómo afrontar al día siguiente al constructor,
seguramente Genaro se ofrecería a encontrarle, pues tanto podía ser que estuviese
en el pueblo como que nó.
Al ir a buscar hielo para el cuarto cubata corto de alcohol como hago siempre,
le puse otro trozo al ventilador de mi hermano.
Me quedé en el quicio de la puerta contemplando a mi hermano, o
hermanastro. Allí estaba casi sin vida, del que me contaron que aprovechó el día de la
despedida de la familia cuando partía para Melilla destinado en Tabor de Regulares,
por su quinta. Se enfrentó a mi padre y la cosa seguramente fue a mayores
conociendo a mi padre.
Los dos hermanos mayores fueron los que peor aceptaron el matrimonio de
mis padres. No tuvieron en cuenta que mi madre debía querer mucho a mi padre para
ocuparse de cinco hijos del primer matrimonio. Entre ellos Pedro el mayor, y Antonio.
De todo eso hablo de oídas cuya información me llegó de muy mayor ya. De
eso hace muy poco.
Estando en Melilla incorporado a su unidad, recibió la noticia de la muerte de
su hermano Pedro en Valladolid en manos de unos pendencieros uniformados. Motivo:
no dejarles entrar gratis a ver un espectáculo. Le metieron en la pelea un machetazo y
lo dejaron bien muerto.
Hace poco, debido a la muerte de mi hermano Eduardo, recibí la carta del
párroco que escribió relatando los hechos que causaron la muerte de mi hermano
Pedro. Mi padre nunca me la contó y poco habló en vida de este hecho, la carta está
fechada el 19 de Julio de 1943.
Seguramente ante tanta desgracia, Antonio deserto en compañía de otros tres
compañeros, pasaron a Argel en plena evolución del desembarco aliado
en Sicilia.
Según tengo entendido gracias a tener conocimientos de inglés y francés,
estando prisionero lavaba la ropa a los soldados americanos, quienes le
correspondían sus trabajos con leche condensada conservas etc.
Un día con sus compañeros, pertrechados de víveres planearon la huida,
robaron una barca y se lanzaron al mar siendo recogidos casi muertos y deshidratados
por un mercante inglés con destino a Australia.
El viaje se lo hicieron pagar caro, pues siempre que lo mencionaba solo
hablaba de lo mal que lo pasó en la travesía.
En Australia estuvo varios años trabajando en lo que fuere, empezando de
friega platos, como se inicia siempre, hasta que llegó a conocer una familia catalana
que poseían una granja. De estos señores siempre habló bien, incluidas sus gentes.
Un día vio la noticia en la prensa, debía ser a principios de los años 50:
Venezuela reclamaba personal cualificado concediendo visados y facilidades al

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emigrante. Antonio se embarcó de nuevo siendo apátrida con destino a Nueva York,
donde trabajó en lo que pudo para pagar su estadía, allí permaneció esperando el
visado y papeles del Consulado venezolano.
Llegado a Venezuela, trabajando en varios oficios hasta conseguir la
nacionalidad que mejoraba su situación y ganaba más, ocupó oficios y trabajos hasta
llegar a la Orinoco Minning Company, extracción de minerales principalmente pirita,
ese polvillo rojo que te destroza los bronquios. Allí fue a buscarle su padre para
congratularse con su hijo. Recuerdo un regalo que me envió a Liverpool con un oficial
de un barco polaco: eran unas gafas Ray Ban y una hebilla cuadrada con el escudo de
Venezuela en oro. Era bonito pues por primera vez descubrí distintos colores del oro,
en tono verdoso, más oscuro y el conocido por mí de toda la vida. Allí permaneció
hasta que pudo regresar a España con el armisticio de 1965.
Viéndole allí en la cama hecho una pasa, tan indefenso, tan débil, no podía
imaginar que aquel pellejo pudiese haber pasado por tantas penurias, por tantos
calvarios.
Lo mío quedaba empequeñecido ante todo lo que fui descubriendo de él
mucho más tarde.
Con el cuarto trago yo ya tenía mi otro yo en el cuerpo, en este caso al
contrario de otras ocasiones, me salía el bueno ya no deseaba romperle el cuello ni
pisarle la cabeza. Me entraba el sueño.
Pensé en Pacheco y me puse a reír solo de pensar en la de ostias que
recibiría mi hermano de pedírselo a mi amigo.

EPISODIO- IV
Alterio. (I)

Debía por todos los medios encontrar al constructor, ¡por fin sabía su
nombre! Alterio.
-Qué piensas tú Genaro ¿encontraremos al constructor?-
-Creo que no tardará en aparecer, seguramente el abogado habrá dado con
él. Estoy seguro que le habrá asustado un poco, ten en cuenta que tiene mucho que
perder. El abogado es una persona influyente, le caíste bien. Cuando te marchaste la
otra noche, se quedó a tomar el último trago conmigo, a pesar de estar un poco
prendido (expresión muy venezolana para indicar que alguien esta ligeramente pasado
de tragos), le noté satisfecho de haberte conocido y le gustó lo rápido que acudiste al
saber de tú hermano enfermo.
-Tú ya sabes lo mucho que se aprecia la buena relación familiar en este país -
continuó Genaro- además está lo de los barcos, antes nadie se había atrevido a
construir barcos como los vuestros de tan gran tamaño. En este país todo el mundo
viene hacer dinero y marcharse; vosotros vinisteis a invertir, a dar riqueza al lugar.
Antonio siempre fue atento al igual que su esposa e hijo; andaban por el pueblo,
compraban pescado a los pescadores en el amarradero, las verduras y frutas en los
puestos de la plaza y vivían como todos nosotros.
En poco tiempo se habían integrado y saludaban al pasar.- Sí tú preguntas,
comprobarás todo lo que digo, la mayoría de la gente esta contra el tipo que os robo y
se porto tan malamente con vosotros-
-De esto estoy seguro, -le dije- esa era la idea, ten en cuenta que tenemos
otros proyectos a realizar tan pronto nos sea posible.-

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EPISODIO- V
Genaro.

Mi hermano estaba mejorando, se levantaba un poco cada día pero pensaba


para mis adentro que aquello se alargaría más de lo esperado.
La playa ya tenía una familia que se instalaría en ella, Genaro había
conseguido a una pareja de campesinos con una larga prole. Personas muy
recomendadas. Cuando me presentaron al patriarca, no me lo podía creer, debía tener
la misma edad de Genaro sesenta años calculé, era alto, enjuto de rasgos criollos, piel
curtida por el sol, largos brazos en sus manos sostenía el sombrero de paja de anchas
alas, la ropa ajada, sus cholas de cuero con la suela de neumático. Estaba
acompañado de su hijo mayor, este era más bajo que su padre, tenía sus mismos
rasgos no podía negar ser su hijo, pelo largo y tez morena, vestido igual a su padre.
Les saludé con un apretón de manos a los dos, les pregunté si estaban de
acuerdo con las condiciones que habían conversado con Genaro.
-Si señor,- me contestaron.
Al ver aquellas personas, les miré a los ojos y me vino a la mente lo que sabía
de ellas por Genaro, me salió de dentro, añadí –Mire señor si estoy contento con su
trabajo, a final de año les daré dos meses de paga extra, pueden cultivar tan pronto
me desbrocen parte del lugar, yo les proporcionaré lo que necesiten para que tengan
agua del riachuelo que pasa por la finca, también pueden elegir las maderas que
necesiten de la carpintería, siempre y cuando no sean necesarias para la construcción
de los barcos. ¿Estamos de acuerdo?- A medida que iba hablando pude observar
como sus ojos se iban achicando mientras se dibujaba una tímida sonrisa.
-Si señor- Muchas gracias señor, ya teníamos referencias de Vds. Como buena
gente, por parte del señor Genaro. Dios se lo pague.-
Se alejaron y al voltearse pude verles los remiendos de sus posaderas en los
pantalones.
Me volteé y encontré la mirada de Jesús en la pared, menos mal que la
expresión de satisfacción de Genaro, su cara de alegría, me cortó el
reproche que tenía en la mente.
-¿Genaro, cómo puede ser tanta pobreza, tanta lucha como reflejan estas
personas? ¿No me dijiste que eran campesinos y propietarios de sus tierras?-
-Así es, me respondió, Mira, la falta de conocimientos, el aislamiento al que
se acostumbran, los hijos que les atan a la tierra, el temor a lo desconocido.- Además,
el clima, la tierra, a pesar de las plagas, te proporciona el alimento necesario; esta
gente se acostumbra a vivir tal cual les enseñaron sus ancestros, sus hijos apenas
acuden al pueblo y mucho menos a la escuela. Viven muy lejos. Yo los conseguí un
día en el pueblo; su hijo mayor me cuida los cochinos que tengo en la cochinera cerca
de la casa que os alquilé. Él ha sido quién convenció a su padre de moverse, la
posibilidad de ganar dinero y poder comprar cosas. Hablamos y llegué al acuerdo que
habíamos acordado, pero déjame decirte que me alegré de las facilidades que les
ofreciste.-
-Pedro, te auguro un buen futuro, lo estás haciendo bien.
Para mis adentros no estaba tan convencido, no me alcanzaba el último
pago, me faltaban 20,000 dólares y tenía el temor de que si me retrasaba en el pago,
no conseguiría el motor, los depósitos eran más difíciles de vender, pero podían
aumentar el precio por no pagar en fecha convenida. La inflación dichosa.
No había otra solución, tenía que ponerme en contacto con Jean, el hijo
mayor de mi hermano y así lo hice, le expliqué la situación y comprobé con alegría que
aceptaba y me contestaba positivamente, él mismo disponía del dinero y lo traería a la
mayor brevedad posible. Dependía de dejar su negocio en manos de su esposa por
los días necesarios de viaje para traer el dinero. Convinimos en mantener la boca
cerrada, sobretodo para su madre y hermano menor.
Mi sobrino llegó un martes sobre las tres de la tarde. Yo le esperaba en el

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aeropuerto. La verdad no teníamos mucho contacto desde hacía 8 años. Ciertamente


era un extraño para mí.

Fotografía: J. Conejo

EPISODIO- VI
Mi sobrino Tony.

-Pedro, Pedro, Está aquí, está aquí, el tío ese está en mi casa y nos espera-.
Salí del cuarto de mi hermano y encontré a Genaro gesticulado, debió
advertir mi cara de sorpresa y continuó, el Alterio nos espera.
Mi hermano intentó incorporarse, pero no lo dejé, -Déjame a mí, resuelvo yo,
no te preocupes. Todo va a ir bien, tan pronto acabe con él vendré y te contaré-.
Allí estaba, sentado en la casa de Genaro. No le conocía ni le había visto
nunca, era un hombre de aspecto de no haber matado una mosca en su vida, como
los muchos que pululaban por el pueblo, debía rondar los sesenta, hombros caídos,
enjuto, nariz aplastada, poco pelo, teñido de un color pajizo, con barba de no ver la
hojilla de afeitar en cuatro días, sus ojos chiquitos marineros, como los que había
observado en otros hombres del lugar , esas miradas que hacen arrugas en las sienes
de tanto empequeñecerlos para visualizar el horizonte; cuerpo rudo habituado al sol; al
salitre; a la claridad de aquel potente sol que convierte el mar en estrellas
centelleantes cuando se reflejan en el mar Caribe. Tienen un nombre “ojos de pescao”,
cuando el iris se apaga y cambia su color natural.
Después de saludarnos con un breve saludo de cabeza, Genaro quiso
dejarnos solos e hizo intención de escabullirse, -Genaro, siéntese Vd. Pónganme un
cafesito- le dije a Daniel que estaba con Alterio hablando cuando llegamos-.
No más sentarnos, empezó a hablar aquel extraño, casi no le oía, en mi
mente aparecía yo dándole puñetazos en la cara deseando rompérsela, lo veía con su
amiga la chica del abastito a la que veía al pasar, con sus tejanos y camiseta ajustada,
joven criolla de larga melena negra. Me calmé y presté atención a las excusas que
decía.

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-Mire Vd. señor, lo siento, por todo lo ocurrido, me volví loco, pero ya fui a
buscar las maderas y mis hijos las están cortando en la carpintería desde ayer. Tuve
muchos problemas con los troncos, por dos veces me los incautaron en las Cabalas
mientras las transportaban hacía aquí, mi rabia y desespero al retrasarme el trabajo,
me volví loco y tuve muchos problemas, me quedé sin dinero para comprar más
madera. Huí, Vd. no sabe, la camioneta me era muy necesaria para transportar
personal y material a la playa-.
Quiso continuar con las excusas pero era inútil, por aquel camino no sacaría
nada en limpio. Mi prioridad era empezar y acabar los barcos cuanto antes.
Volvieron otros pensamientos a mi mente, como: Tan sólo se había adquirido
un motor, eso si llegaba mi sobrino a tiempo y no surgía cualquier otro impedimento,
para el otro barco ya encontraría solución.
Pensaba en mi sobrino ¿Cómo haría para pasar la aduana sin que le pasará
algo con el dinero, nunca se sabe en los aeropuertos pasan tantas cosas. Estaba
también lo del visado, ¿Cuánto demoraría?
-Mire Alterio, yo no he venido buscando bulla, tan solo me interesa que mi
hermano se ponga bien y que los barcos estén listos a la mayor brevedad posible.
¿Ahora tiene Vd. madera para trabajar? ¿Qué más necesita Vd. de materiales? Vamos
a trabajar, vamos a echar esto adelante-.
-Si, no se preocupe Vd., podemos ir y verá cómo estamos trabajando-.
-Lo siento no puedo, tengo que salir para Caracas a recibir al hijo de mi
hermano-
No tenía ganas de estar más tiempo con aquel hombre, tenía demasiados
asuntos pendientes, la fábrica, a pesar de estar en contacto cada día y saber que la
situación monetaria estaba cubierta, no dejaba de estar preocupado, el trabajo
escaseaba y los pedidos eran de menor cantidad, lo que significaba una disminución
de la producción; era sistemático. A menor cantidad a producir, menor era el
rendimiento por operaria.
En cierta manera echaba de menos el olor que despedían los tejanos al abrir
los plásticos en los que venían metidos y cortados, listos para ser confeccionados,
aquellas cantidades de piezas de pantalón, todas numeradas para evitar los cambios
de color al lavarlos. En invierno las panas y piel de melocotón; los jeans todo el año. Y
como se decía en la época “de marca internacional”.
Recordaba aquella reunión de fabricantes y confeccionistas en Barcelona,
todos nosotros preocupados, pues entendíamos que en cada armario de cada casa ya
había uno o dos tejanos colgados. Había que idear para evitar el bajón en las ventas.
Las propuestas eran varias. Hacer que el tejido no fuera tan duradero; cambiar la
estética dando un nuevo tono; decolorarlos, como se ha hecho hasta la fecha;
añadirles piezas de pana y cuero en los bolsillos; hacer varios gramajes de 10 oz, 12
oz, hasta 14 oz. Este material de 14 onzas era muy grueso, principalmente al juntarse
las distintas piezas de los bolsillos delanteros y la costura de unión del delantero y
trasero, hasta las máquinas especiales y embudos para este menester sufrían y
ralentizaban la producción. La maquinaria era difícil de conseguir para alguna de las
operaciones; la marca Singer era la que mantenía el liderazgo, después estaban las
Pfass; Union Special en overlock; pero había una pega. La marca Singer había
tomado la delantera y su mecánico no tocaba las maquinas de otras marcas, lo que
se convertía en un monopolio. Si uno quería un buen servicio y evitar los parones en la
producción, había que contratar los servicios del mecánico. Las máquinas eran
modernas, rápidas, por lo tanto difíciles de enhebrar teniendo en cuenta que los hilos
se rompían con mucha frecuencia, alguna llevaban 4 agujas y cuatro áncoras lo que
significa ocho ovillos de hilo pasando por varios conductos.
Sí, me sentía orgulloso del taller. Había creado una actividad fuera del turismo,
estaba adiestrando personal femenino que evitarían convertirse en camareras de pisos
fregando y haciendo camas en un hotel.
¿Por qué ese afán mío en ir a contracorriente? Lo aconsejable era seguir el

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Episodios

motor de estar al servicio del turismo, el cual cada día era más importante. ¿Quizás
fuera para evitar esa sensación de servilismo?
Cansado de la retórica de mis anteriores jefes para mejorar y sonreír ante el
cliente, hacerme sentir inferior ante la presencia cara a cara del señor que paga las
facturas del hotel, cuyos dineros nos alimentan.
Este era el credo, esta la razón de nuestra profesión, de camareros,
cocineros, recepcionistas y todo aquel que estaba cara al huésped.
Recuerdo que a pesar de mi juventud con conocimientos amplios de inglés y francés,
(algo raro en aquel entonces en España), no evitó la norma para los iniciados del
Hotel, que era: “Prohibido dirigirse al cliente en los tres primeros meses” eso fue
cuando empecé de aprendiz en un Hotel de Categoría A, en el Paseo Marítimo.
Verano del 58, recién llegado de Marsella.

EPISODIO- VII
Mis motocicletas.

El avión llegaba un poco retrasado, pero ya estaba aterrizando.


Las manos me sudaban, lo importante era no pensar, mantenerme tranquilo.
¡Maldita sea!, no había donde sentarse en aquel pasillo donde estaba atiborrado de
gente esperando a los pasajeros que llegaban en el vuelo procedente de Madrid.
Mientras paseaba observaba los ladrillos del suelo sus dibujos en vértice en
ocre y negro idéntico a los tableros de un bakgammon.
Poco a poco iban saliendo los pasajeros con los carritos repletos de maletas
y bolsas del Corte Inglés, señal que los pasajeros ya estaban recibiendo las maletas.
En los dos días que estuve en Caracas esperando a mi sobrino, no deje de
pensar en la posibilidad de que le decomisaran el dinero. Una contrariedad posible
para tener el lote completo. Menos mal que logré hablar con Pacheco y me tranquilizó,
asegurándome que no pasaba nada, que él estaba bien y tranquilo. La operación
estaba en sus inicios y aún no había entregado ningún dinero. El puñetero encima me
daba ánimos a mí,
-Pedro, que lo hemos pasado peor en las Banderas-. Aquellas palabras me
hicieron recordar hasta sonreír. Hablamos de una sobrina de la propietaria del
restaurante amiga de nuestro amigo Pau, él fue quién nos puso en contacto e
información de su deseo de traspasar o asociarnos con ella para llevarle su
restaurante.
–Tú, “cuidao” con su tía, esa no va de bromas, acuérdate la mirada que le puso
a la niña cuando nos atendía y la vio sonreírnos.- También hablé con Pau, me dijo: -
Tranquilo estamos bien y tenemos suministros para pasar dos meses, así que no
corras.-
Confiaba en ellos, sabía de su sinceridad muchas veces demostrada, de
Pacheco no tenía dudas, si él había decidido establecerse en Asía, antes de tomar esa
decisión se lo habría pensado seriamente.
Al fin apareció Jean, Un tremendo alivió, el dinero llegó sin novedad.
El tipo era majo 1,78, mucho pelo con media melena negro y barba, de unos
28 años de edad, casado padre de un hijo de tres años, al frente de su propio negocio.
Un día que le visité comprobé que disponía de una Zodiac y equipos de buceo, había
bajado hasta 40 mtrs. de profundidad. Agregado de A.T.S. en Barcelona y asistente en
quirófano. Había optado por esa alternativa al no poder acabar la carrera de médico
por el nacimiento prematuro de su hijo.
En otras ocasiones le veía pasar con su moto una Daltona 1000 B.M.W. Le
reconocía por su casco, mi curiosidad era fruto de intentar ver la matricula de la moto
que yo había vendido, aquella gran moto de deposito dorado. Nada que ver con la
Sanglas 400 que tuve anteriormente. A la que llamaba “La trotona”.
Un día que visité la casa de mi sobrino, era un adosado muy bien situado

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Episodios

cómodo y bien montado. En pocas palabras vivía bien y sin mayores problemas.
Según su padre era un buen tipo, quizás demasiado honesto
Nos abrazamos y sentí como si lo conociera de toda la vida, tenía una
hermosa sonrisa y sus ojos estaban limpios, brillantes, resaltaba el azul, y eso a pesar
del viaje y el cambio horario de seis horas de diferencia.
En aquel momento pensé, malo, malo, las mujeres de aquí lo “bucearan” y
será un peligro.
- ¿Qué hay tío?-
- Oír aquella palabra “tío” me sobresalto. Hacía tanto tiempo que no la oía,
habían pasado muchos años, cuando era pequeño y vivía en la planta baja, le
recordaba gordito y tímido.
Eran otros tiempos, me cambié de vivienda y me fui como había hecho
siempre, lejos, la distancia sus estudios en la península y el distanciamiento mío con
sus padres, habían hecho pasar muchos años.
Aquel sobrino, nada que ver con el hombretón que me abrazaba.
En el trayecto del aeropuerto a Caracas había puesto en antecedentes a Jean
contándole los pormenores y la situación en la que estaban canalizadas las cosas, no
me olvidé de alertarle en cuanto al estado que se encontraría a su padre.
A pesar de sus deseos de continuar viaje hasta Carúpano, y terminar el viaje
cuanto antes, no fue posible porque no nos daba tiempo de enlazar el vuelo.
Saldríamos el día siguiente.
Pasamos la noche en el Meliá Caribe, en la Guaira, cerca del aeropuerto y
puerto de la Capital.
El Director era amigo mío desde antes de su traslado, pertenecía a la vieja
escuela de hostelería, aquella que se forjó con sacrificio. Ingresó en la empresa con el
fundador de la famosa cadena española, aquella que nos hacía sentir orgullosos de
encontrar en otros países un trozo de nuestra tierra. Como buen granadino, siempre
me tenía una sorpresa guardada.
Don Fermín, bajito, calvo, buena gente, siempre tranquilo y sonriente, fue
querido por su personal y dejó a su marcha muchos amigos entre el personal y
clientes. Mucha fue su labor en beneficio del país creando escuela y profesionales del
turismo. Murió cuando estuvo de director en el Meliá Pereira de Colombia. Nos
conocimos practicando Judo en Palma, frecuentando los mismos lugares, hasta la
misma gente. Teníamos mucho en común.
Llegamos al hotel y Fermín, nos había ubicado en una suite con todos los
agasajos posibles de bienvenida, la cara de mi sobrino era un poema. Exclamo -¡Tío
estamos como príncipes!- ¡Qué maravilla!, ¿Cuánto nos costará esto?
-No te preocupes, conozco al director y nos hará un buen precio, yo voy a la
sauna y a darme un masaje, después a cenar en la Tasca del Hotel..
-Está bien te acompaño, me gusta el programa, pero antes ¿Tomamos un
pelotazo?, total lo sudaremos en la sauna –
Al atardecer bajamos a la Tasca “Marques de Riscal”, rebanadas de pan con
tomate y aceite, aceitunas, a continuación un buen solomillo con panaché de verduras,
total, una buena cena.
Durante la cena le comenté a mi sobrino mi preocupación que tuve de que
llegara bien y con el dinero.
-Mira Jean-,
-Tío déjate de Jean, no lo utilizo llámame por el segundo nombre Tony-
-O.K. siempre y cuando dejes de llamarme tío-
-Como iba diciendo, nos salió bien esta vez, pero no es recomendable traer el
dinero en efectivo y tanta cantidad.- Le expliqué a mi sobrino.- No obstante tenía a
Omar, por si las moscas.
- ¿Quién era Omar? preguntó mi sobrino.
-Es el Jefe de seguridad del Hotel-.
Los jefes de seguridad de los hoteles suelen ser ex agentes policiales o de la

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Episodios

elite del ejército. En el caso de Omar no era una excepción, sus interminables
intervenciones fuera y dentro del Hotel, le hacían acreedor de un alto prestigio.
En primer lugar, por facilitar información de clientes sospechosos o
reclamados por la justicia nacional e internacional. Evita los robos del empleado o
visitantes en el establecimiento y controla que no circule droga en el establecimiento.
En segundo lugar, por el agradecimiento de personas importantes que habían
disfrutado de sus servicios o el servicio de sus hombres durante sus excursiones o
visitas a la ciudad. Es un tipo efectivo y mantiene activa una plantilla de cerca de 30
hombres bien preparados y entrenados.
-De aquí a Carúpano no hay problema pues el dinero lo podemos repartir
entre los dos. Ya lo más difícil lo has superado, ir sólo siempre es más problemático
por no poder recurrir a nadie.-

EPISODIO-VIII
Akelarre.

A la cena acudió Fermín, de lo cual me alegré, pues siendo una persona tan
ocupada lo consideré una deferencia hacía mí, porque en vez de ir a su casa y
sentarse cómodamente en calzoncillos y las cholas, ahí estaba con su traje camisa y
corbata, después de Dios sabe cuántas horas.
La cena estuvo bien pero la compañía mucho mejor. Al salir de la Tasca
subimos al piso superior o planta principal, donde está la Recepción; las boutiques; los
distintos despachos con los agentes de viajes que trabajan con el Hotel. Al fondo se
encuentra el Jardín Tropical con su vegetación, algunas palmeras y un pequeño
puente de madera para pasar de un ambiente a otro; un piano con su maestro de toda
la vida; la cantante de voz melodiosa. En pocas palabras, un ambiente relajado,
apacible y el servicio extraordinario.
Yo observaba a mi sobrino callado, sin perderse nada de los comentarios y la
charla que manteníamos Fermín y yo. Me gustó que apenas demostrase interés por
las distintas y hermosas jóvenes que pasaban cerca de nosotros de vez en cuando.
Las miraba pero inmediatamente se ponía a escucharnos. Me pareció que estaba muy
interesado en saber de mí y los consejos que recibía yo de Fermín.
En mis estancias en Venezuela frecuentaba mucho el Hotel y estaba al
corriente de situaciones que habían sucedido, tanto pertenecientes al Hotel como
personas que lo frecuentaban. Por descontado confidencialidades mutuas que en
otras ocasiones habíamos compartido. Eso es normal entre personas que añoran su
tierra, que han dejado parte de su vida atrás con todas las consecuencias. Además un
Director de Hotel si permanece mucho tiempo en el extranjero, sabe que sale del
mercado laboral, por lo tanto de posibles oportunidades, a pesar de estar siempre
rodeado de gente, no deja de sentirse solo con sus anhelos y esperanzas, mucho más
en confidencialidades de familia laboral o íntima.
La situación de España en aquellos momentos era preocupante. E.T.A. no
dejaba de atentar y los políticos no dejaban de labrar su parcela, la economía se
resentía y la fuga de capitales era diaria ante el temor de que surgiera otro 36. Todas
esas cosas preocupaban no solo en España, también en el extranjero. Muchos
residentes, tenían intereses o patrimonio en su tierra natal y visitaban cada año a sus
familiares. En sus viajes habían visto el incremento y afluencia del turismo; el
crecimiento de un año para otro en las construcciones; las comunicaciones, pero, lo
que más les sorprendía y gustaba era la seguridad, poder pasear por las calles, entrar
en las Tascas y comer y beber a gusto, aquella misma seguridad que ellos carecían,
para mucha gente afín o no al régimen de Franco, con ideas más o menos
republicanas no dejaban de reconocer que España había y seguía avanzando mucho.
A pesar de los pesares.
En esto Fermín, dirigiéndose a mi sobrino le dijo -Tu tío es un echado

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Episodios

pa’lante, ¿no te ha contado nunca que lo devolvieron en el mismo avión que había
venido y por no llevar el visado de turista, fue deportado? ¡No! ¿Por qué no se lo
cuentas?. Me puse a reír y él me dio carta blanca para contar la cosa. Ya he dicho que
Fermín se las sabía todas, se daba cuenta que me caía bien mi sobrino y quiso hacer
un poco de mi currículo.

El caso es, que Venezuela no tenía convenio, como otros destinos del Caribe
que ya lo habían conseguido para facilitar a los turistas, una mayor comodidad. A
pesar de no estar seguro pregunté en varias ocasiones por el dichoso visado o
vacunas como era preceptivo en otros viajes que yo había hecho, y la respuesta a
todo aquel que le pedí, fue: “No hombre, los españoles podemos viajar al extranjero,
por toda Latinoamérica sin visado”.
-Si si, un día y medio me pasé entre esperas en aeropuertos y el viaje de ida
y vuelta-.
Fermín continuó muriéndose de la risa, -cuéntale Pedro de ese otro día que te
presentaste en el hotel con los restos de camisa, tan solo le dejaron el cuello y los
botones de delante, el resto eran jirones, sudado, sucio. Ja,ja,ja.
-¿Qué le pasó?-, preguntó mi sobrino-esbozando una amplia sonrisa que
dejaba entrever unos dientes blanquísimos.
-Se metió en una Tasca Vasca en la Candelaria….en Caracas, cuéntaselo tú-
dijo.
Comencé un relato que a pesar del tiempo lo recordaba como si fuera ayer.
-Nada, eso fue en mi segundo viaje, estaba por el Barrio español de la
Candelaria, en el casco antiguo de la Ciudad y ví un letrero creo recordar, “Akelarre”,
entré y me senté en la barra, era pronto para comer y pedí una cerveza, me saqué el
paquete de cigarrillos, esos que fumo, Ducados Internacional, ¿ves? el filtro con una
cruz y la caja parecida a las británicas iguales al Players. En eso se ve que por el olor
o porque el muchacho que estaba tras la barra vio el nombre. La cuestión es, que me
pidió que se la enseñara, así que asentí con la cabeza y se la acerque. El tipo levantó
la cajetilla y se la enseñó a dos señores que estaban como yo en la barra.
Dirigiéndose a mí con la cajetilla en la mano y me preguntaron:
–¿Eres español?-
- Si- respondí –
-¿De donde vienes? –
-De Mallorca-
¡Ah! ¿y qué tal?
-Bien-
-¿Te gusta esto?-
Estábamos hablando sobre el país y sus bellezas, cuando de pronto, les dije
que estaba de turista y hospedado en el Meliá la Guaira, al decir esto, pude ver su
cambio de semblante de los tres. Entonces fue cuando uno de ellos el más próximo a
mi me espetó:
–Vivís bien con el dinero que enviamos a España -,
-¡Oye! que yo lo trabajo, ¿eh? y que yo sepa nunca he visto tu dinero- le
respondí, un poco molesto.
-Sí que vivís bien con Franco-continuó en tono bastante burlón, mirando a los
demás y haciendo ademanes con la mano mientras sorbía un trago de cerveza.
-Oye mira, yo de Franco no como,- intentando mirar al frente y restar
importancia, ya que veía por donde iban los tiros.
-No comes pero le lames el culo -dijo el otro más grueso y casi subiéndose a la
barra apoyando ambas manos para poder mirarme por encima del amigo que se
encontraba justo a mi lado.
-Mira, vamos a acabar mal aquí, el único lame culos eres tú, te enteras?-. Le
contesté levantándome y soltando la cerveza de un golpe sobre la barra.
-Español hijo de puta-

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-¡Ahí me as dao!-
A pesar de estar los dos gordos se movieron con rapidez y empezó la juerga.
Acabé con una banqueta en la mano y así como vino el chaval del mostrador, que yo
pensaba que lo hacía para separarnos, pues nó. Se había agregado a la pelea pero
para darme a mi también, recuerdo haberle dado al chaval y ese golpe si que lo di
bien, lo sentí por la vibración de la banqueta en mi mano y el sonido del golpe seco en
su cabeza. Cayó al suelo y mientras uno de ellos fue a levantarlo por un brazo, me
deshice del otro y salí corriendo hacia el exterior, justo delante había un taxi, lo
reconocí por el letrerito “Taxi” que fue lo único que atiné a ver y que llevan sobre el
techo del capó, tuve suerte, me metí sin saber si había alguien dentro y sin darme
cuenta que estábamos en un atasco
–Me lleva al Hotel Meliá, en La Guaira- con el poco aliento que me quedaba.
El taxista debía estar acostumbrado a ver tipos en mi estado, pues ni se
inmutó,
- ¡Epa señor! ¿qué le paso?, ¿le dieron duro?-
Yo tan solo me preocupaba por si salían del Restaurante. El atasco
continuaba y seguía en el mismo sitio sin podernos mover. Entonces me coloqué en la
parte contraría a la que me había metido en el taxi para tener mejor visión y ver si
salían tras de mí, y tener tiempo de reaccionar. Estaba pendiente, cuando de pronto
nos pusimos en marcha y desaparecimos de aquel lugar entre aquel tráfico infernal.
Recuerdo que sudaba a borbotones, el taxi era como el resto de los que hacen este
servicio, son particulares que simplemente colocan el letrero sobre el capó del
conductor a gusto del propietario. No tenía aire acondicionado, el salpicadero estaba
tapizado con un pelo sintético de color rojizo, una figurita de la Virgen de Coromoto y
justo al lado de la Virgen un señor con traje, sombrero, corbata negra, camisa blanca y
bigote que llegué a pensar que se trataba de Chaplin. Más tarde averiguaría de quien
se trataba.
Mi sobrino reía a carcajadas de imaginarse la escena.
El Ron con Cola siempre ha hecho un efecto extraño en mi; siento al cerrar los
puños como mas hinchados, más fuerte, con ganas de gresca. Era hora de ir a dormir,
empezaba a sentir la necesidad de compañía femenina. Siempre me pasaba lo mismo.
Lo sé, la próxima vez le daré al Whisky que me apacigua y me entra el sueño, pero
bueno debía satisfacer a mi sobrino en su primera noche, por la mañana partiríamos a
ver a su padre y comprobar cuántos hombres trabajaban en los barcos

EPISODIO- IX
Vascos en Venezuela.

¿Porqué se metían contigo si Franco murió hace más de 10 años?-. Preguntó


mi sobrino
- Hombre, ellos se referían a que hemos prosperado económicamente
precisamente por haber vivido en la época de Franco.
-Aquí en Venezuela se dice que hay alrededor de 45, 000 vascos la mayoría
nacionalistas, de ellos muchos separatistas,- añadió Fermín.
-En cierta ocasión, continuó explicando, conocí a un tal Iñaki casado con una
venezolana hija de un buen cliente del Hotel, él, Iñaki, es representante de ferretería,
maquinaria pesada para la construcción, de todo eso. Un día que estaba con su
suegro aquí mismo, en este mismo lugar, me invitó a la comunión de su hija, yo no
suelo acudir a normalmente a actos así, pero estaba su suegro insistiendo y acepté.
El vive cerca de aquí, en la Guaira; en un chalet de su propiedad. En el jardín
disponía de piscina y cerca la barbacoa donde había una puerta, cruzamos el umbral y
disponía de una mesa para 16 personas con una barra americana y tras la barra, una
cocina. En las paredes del comedor tenía todo tipo de fotografías de caseríos, la ría de
Bilbao con el puente colgante, la Concha de San Sebastián, La Ikuriña y el escudo de

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Episodios

E.T.A. la serpiente y el hacha grabados en madera de gran tamaño. Le pregunté si era


separatista y sin tapujo me contesto que sí. Desde el atentado a Carrero Blanco se
han crecido y se consideran los verdaderos héroes contra el régimen franquista y a
ese columpio se han adherido todos los partidos de izquierda.
Personalmente creo en el odio que sienten al español. Se notaba que Fermín
no era partidario de ese pensamiento, ni mucho menos simpatizante. Se le notaba que
a medida que hablaba se iba calentando y su cara se encendía como una bombilla. Ya
no había quién le parase y siguió contando.
En algunas conversaciones que he mantenido con emigrantes vascos,
siempre me dieron a entender que deseaban ser gobernados por vascos, que su
desarrollo sería mayor si no estuviesen, según dicen ellos, bajo el yugo de España. Es
más, observarás en Venezuela que muchos en sus restaurantes siempre ponen
Cocina Vasca, a pesar de hacer paellas o tortillas españolas. No ponen cocina
Española como sí hacen otros, todo esto que os cuento, son los pequeños detalles
para marcar su identidad.
En eso, Fermín sentenciando: -A partir de las próximas elecciones ya veréis,
va haber un cambio en España. Espero que D. Juan Carlos pueda manejar la nave,
porqué hay que ver venir los toros. Vaya tela. Mira que llamarle Juan el Breve. Por
primera vez que teníamos un hombre alto, bien plantao, con idiomas, que nos
representaba en el Mundo. Tiene guasa. ¿no?, ¡sí es que somos del último que nos
canta!, individualistas, cada cual a su bola.
-Venga Fermín, no te enfades. Tu bien sabes al igual que yo, por lo menos yo
así lo he observado, los emigrantes en el extranjero se agrupan entre ellos con la
esperanza y el deseo de prosperar, ahorrando el máximo posible; algunos hasta
convertirse en obsesivos miserables, pasando todo tipo de estrechez. Su única ilusión
y objetivo es hacer suficiente dinero para regresar a su tierra. Empiezan comprando
una casa en el pueblo que nacieron, tan pronto como pueden regresan; al principio de
vacaciones haciendo todo tipo de alardes para demostrar que han triunfado. Entran en
los cafés donde les conocen a la hora que saben que está la parroquia reunida;
saludan e invitan a todos levantando el índice hacia el techo, volteándolo para indicar
que pagan la ronda. Estos señores cuando el dólar estaba a 4,30 Bolívares, hasta los
camareros se permitían viajar por todo el mundo. A los venezolanos los conocían en
Miami y les llamaban “los está barato, dame dos” Era la época del aumento en el
precio del petróleo. Cuando llegaban a un restaurante o de compras, al principio lo
hacían silenciosos y tímidos, pero apenas habían calculado mentalmente el precio en
bolívares, ¡Ay Dios! Ahí empezaba la chulería del ¡está barato dame dos!.
En tu caso Fermín la cosa cambia. En este hotel acuden aquellos que han
triunfado ya, que este es su sitio de reunión y de noticias frescas de primera mano.
Después están muchos de la Candelaria, como los que me atacaron en el
Restaurante, esos que no han triunfado, que mantienen su cuerpo dividido entre lo que
podían haber o no haber hecho, viendo que sus hijos y nietos son mayores ya, y
venezolanos con sus propias familias con sus trabajos y amistades en este país. Eso
los mantiene llenos de rencor, éste fue el motivo por el cual la tomaron conmigo por su
rabia contenida. El sentirse fracasados por no lograr tener lo que no saben que
desean. Cuando están allí recuerdan las bondades de aquí y cuando están aquí solo
recuerdan lo bueno de allí.
Eso solo pasa cuando no se toma conciencia de lo que realmente se tiene, no
saben valorar lo que han conseguido, no saben contentarse con lo que tienen, echan
la culpa a los demás de lo que no han logrado.
-Bueno, dijo Fermín-, admito Pedro que tienes parte de razón, tú has
conocido las dos partes, el que tiene y el que no, ahora mejor me voy- dijo
levantándose y dando a entender que seguiría hasta el amanecer.
-Buenas noches. ¿Necesitáis que os despierten?
- No, salimos sobre las once, nos da tiempo.- Le dije aprovechando para
retirarnos también.

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Episodios

-Bueno intentaré estar en el desayuno antes que marchéis-.


A la mañana siguiente, temprano cuando me desperté, encontré la cama de
mi sobrino vacía fui al pequeño salón y lo ví sentado en la terraza.
-Buenos días Tony, Al abrir la puerta que da a la terraza me llegó el aroma
del mar con ese golpe de calor a pesar de estar a la sombra -¿Qué? ¿Sufriendo el
cambio de horario?
-Sí, he dormido poco, estaba viendo lo rápido que sale el sol, y el Club
Náutico, No sabía que el Sheraton estuviese tan cerca. Esta parte no la conocí la otra
vez que vine, no pasamos por aquí.
La verdad es que la vista desde la habitación era muy bonita. En todo el
frente se veía el hotel Macuto Sheraton que daba a una pequeña bahía donde se
podían ver yates y barcas de recreo. No era lo que estamos acostumbrados en Palma,
pero era bonito, grandes palmeras y el azul del mar es muy diferente.
-Esta es una zona privilegiada, le contesté,- - Por eso están estos dos
hoteles tan cerca uno del otro así dominan toda la playa, sus vigilantes de seguridad
mantienen a los “malandros” fuera y controlados para evitar disgustos a los clientes-
¿Ves esas cuatro barcas que están allí delante, las que tienen el puente tan
elevando?- Le dije a mi sobrino, señalando con el dedo y pasando mi brazo por su
hombro y esforzándome para que el las identificara entre el resto de embarcaciones.
-Pues estas son las que se alquilan para la pesca de altura, el famoso pez
Vela. Los americanos y canadienses son los principales clientes. -El coste, -continué –
es algo así como 35 $ la hora y se necesitan cerca de 6 á 8 horas para quizás no
pescar nada. Eso me ocurrió a mí en mi viaje anterior, para variar.
Este comentario me hizo recordar aquel día en alta mar.
-La cosa fue así. Estaba hospedado aquí mismo dos o tres días antes de
regresar a España. Un día Fermín me presentó a tres españoles que habían
contratado una de las embarcaciones para ir a pescar, la cuestión es que me invitaron
a acompañarles. A las tres horas de navegar el patrón de la embarcación me llamó
para hablar con él. Los tres turistas y el chaval que ayuda al patrón, estaban en la
bañera tirados por el suelo, con la manguera abierta para refrescarse. Estaban los
cuatro mareados. Subí a la cofa o como se llame, y el patrón me pregunto.- ¿Qué?,
¿como va por ahí abajo?, y le contesté casi riendo: están todos mareados ya echaron
su primera papilla.
-Qué, ¿le hace una “cervesita o ronsito”?, con ese toque tan sudamericano de
pronunciar la S por la C.- Tengo hielo, aquí hay de todo ¿Vd. no se marea?
-Pues no, la verdad es que hoy no me toca. De donde yo vengo voy de vez en
cuando a navegar, y pescar pero a volantín, pero solo pescamos pescadito pequeño.
El volantín es un simple hilo con plomada y anzuelos y para poder pescar algo
tenemos que ir a 80 o 100 mts de profundidad, empleamos de carnada el camarón
chiquito vivo-.
-Sí ya sé, nada que ver con esto-, me contestó.
-Nosotros también salimos con dos cañas como estás, y cucharilla, pero
navegamos cerca de la costa, y a poca velocidad, para el bonito, palometa-.
En la torreta realmente me di cuenta que navegábamos con una tremenda
mar de fondo de grandes olas, allí arriba sí sentía el mareo. Intentaba fijar la vista pero
solo veía la mar negra por todas partes.
-¿Oiga señor tenemos tremenda mar de fondo?-
-Si, un poco pero mire allí-. Apuntando hacia el norte con el dedo, Yo no veía
nada más que mar por todas partes, de pronto apareció otra barca en el horizonte,
igual a la nuestra. Que aparecía y desaparecía.
-Nada, enseguida que pesquemos uno, verá Vd. como se despiertan.
-Cuando baje Vd..pregúntele a sus amigos si desean regresar-
-Bueno me voy pa’ bajo- Sentí que me mareaba, en la cofa, se sentía mucho
más el balanceo del mar, aparte del aliento que salía de la boca del patrón al tener que
acercarme el oído para escuchar lo que me decía.

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Episodios

¡El tipo navegaba mamao!


El día estaba encapotado ya antes de salir, pero debido al poco tiempo que
tenían de vacaciones, ya habían decidido salir. Yo les oía hablar mientras
desayunábamos.
-No, yo no me mareo estoy acostumbrado al mar del norte, ¿sabes?-
El otro le contestaba, bueno tú no te mareas pero por si acaso no comas
mucho-
El tercero decía: Vamos a verlo, habrás navegado en el mar del norte, pero
eres de secano.

EPISODIO-X
Fermín.

El recepcionista que nos cobraba debió avisar a Fermín de nuestra salida,


porque no pasaron ni 5 minutos cuando apareció acompañado de su Jefe de
seguridad.
-Pedro, Omar os acompañará al aeropuerto, él ya sabe. La próxima vez que
vengas avísame con tiempo, ¿de acuerdo?-
El aeropuerto nacional estaba a doscientos metros del Internacional, pero
completamente separados.
Omar aparcó donde quiso, los policías del exterior al igual que los del interior
portaban sus chalecos antibalas, armamento reglamentario, esposas etc. En pocas
palabras bien pertrechados.
Con Omar entramos como perico por su casa, las maletas pasaron los
controles sin necesidad de abrirlas,
-Pasen que yo los esperaré dentro en Salidas, nos dijo Omar. Es por el
escáner, llevo el hierro-. Hizo un ademán de acercar la mano a la espalda.
Omar saludaba tanto a los agentes de paisano con sus trajes y corbatas,
como uniformados de varios cuerpos, militares y policiales que estaban por ahí, se
sentía como pez en el agua.
Llegó la hora de ir al avión, nos despedimos sin novedad e iniciamos nuestro
viaje a Carúpano. El avión era parecido a los D.C. 3 pero más grande.
Debíamos estar cerca de llegar, dejamos la costa para entrar en los valles
entre montañas, de pronto empezó a salir vapor denso blanco en los asientos de las
primeras filas, los pasajeros se levantaban sin dejar sus pertenencias de mano, en el
lado cerca del nuestro una señora se levantó con un enorme cesto que salían las
hojas de unas plantas. La azafata les hizo sentarse y calmarse, aquello no era nada
importante tan solo un escape del aire acondicionado, las montañas en ambos lados
aparecían por el ventanuco a la altura de las dos alas.
-¿Qué? ¿Llegaremos?, preguntó mi sobrino mirándome directo a los ojos -
¿Tu debes estar acostumbrado a viajes tan peculiares? Por cierto ¿Qué se siente al
saltar de un avión?
-Miedo, miedo a que no se abra el paracaídas, - Le contesté -miedo a no ser
capaz de salir del avión, y pánico a las consecuencias, primero de los compañeros y
después del castigo que te caiga en suerte-.
-¡Ah! ¿Pero hay alguien que no se atreva a saltar?- preguntó casi incrédulo.
- Todo sucede y todo puede suceder, depende mucho del estado de ánimo
del individuo la noche anterior del salto.- No pude continuar, estábamos aterrizando y
empezó el pasaje como hace siempre a aplaudir y santiguarse entusiastamente, no
por el aire que ya no salía, sino por la pericia del piloto y por llegar sanos y salvos a
casa.
Al salir con las maletas por la puerta, allí estaba Genaro esperando, nos
abrazó como hacía siempre con aquella alegría y sincera amistad correspondida.
En el trayecto se comentó de todo, al llegar a la altura de los barcos allí

19
Episodios

estaban sobre el montículo, seguían con las costillas al viento, pero ya empezaban a
meter cuadernas y se veían cinco hombres trabajando con aquel sol de las 15,30.
Nos acercamos y se levantaron para saludarnos dos de los hijos de Alterio, al
preguntar por su padre nos dijeron que estaba en el interior para conseguir más
madera.
Me alegré de ver que estaban trabajando, les había pagado los atrasos antes
de partir para Macuto. De momento todo bien tan solo recibir la madera y ampliar los
obreros.
Llegamos a la casa. Esta era un rectángulo en medio de 700 mtrs. de terreno.
El porche hacía la forma de una L frontal y lateral para preservar del sol. La
puerta principal daba directamente al salón de unos 30 mtrs. cuadrados con cuatro
ventanas, dos frontales que dan a la calle y una a cada lado del salón., los muebles en
ratán. Típicos de la región. Cruzando la sala está el corredor donde están las
habitaciones, dos habitaciones a la derecha y a la izquierda la habitación de mi
hermano y el baño con ducha. Al fondo está la cocina, con la misma dimensión de
salón y que hace de las veces de comedor.
Para poder entrar en la casa hay dos puertas, la exterior de barrotes de hierro,
la otra de madera, las ventanas del baño y habitaciones tiene barrotes del mismo
grosor de la puerta principal.
La cocina era diferente, hace una pared de 1,50 cmtr. de altura, sin ventanas tan solo
los barrotes, en ese mismo muro estaban las estanterías de azulejos que hacía las
veces de reposa vasos, platos y cacerolas con el fregadero, así como un lavamanos
con su toalla,
El suelo de toda la casa era de cemento visto. Me recordaba las pistas de
patinaje sobre ruedas, pulido con algún colorante rojizo, como había visto en otras
muchas casas.
La cocina era para mí el lugar preferido por la mañana temprano, me daba la
sensación mientras comía, de estar en una jaula, la pared a mi espalda, el resto
barrotes, pero era una maravilla los árboles de mango del patio, aquel frescor del
amanecer, los pájaros de todos los colores, tucanes, payasos, hasta colibríes se
acercaban a los dos grandes árboles para comer sus frutos y las flores del jardín, a
pesar de estar descuidado estaba lleno de plantas que crecían sin que nadie las
contemplase.
Mi cuñada había comprado una hermosa y gran nevera de dos puertas
laterales de aluminio que hacía hielo y congelación, la cocina también era de lujo, con
parrillera todo a gas butano. Lo que era una contradicción tanta modernidad
contemplando las bolsas de plástico con agua colgando de todas partes para evitar las
moscas.
Las bombillas de toda la casa eran de color amarillo para evitar en lo posible
los mosquitos.
Mi sobrino había encontrado bien a su padre, Genaro se ocupaba de traer al
barbero del pueblo, así que su hijo lo encontró, mucho mejor de lo que él esperaba, en
mejoría; limpio; afeitado y con mejor aspecto. Ya se levantaba y lograba dar un
pequeño paseo por el salón antes de comer, por las noches con el fresco de la noche
salíamos al porche.
Estábamos los tres en la cocina, el lugar más fresco de la casa, comiendo
“lebranches”. Eso es un pescado parecido a la Lisa que se cocina abiertas por la
mitad donde se sazona y se le mete cebolla, pimiento y tomate, se atan y envuelven
con hoja fresca de platanero y a la brasa que Genaro preparó en nuestra parrillera.
Después se había ido para que nosotros pudiésemos hablar de nuestras
cosas con total libertad.
Al atardecer nos acercamos a la casa de Genaro para llamar por teléfono ya
que era el único lugar que conocíamos que lo tuviera. Tony habló con su familia, yo
aproveché para hablar con la mía y averiguar cómo andaba todo y cuando calculaba
yo que podría regresar.

20
Episodios

Cumplidas nuestras obligaciones, nos sentamos con Genaro y su hijo y unas


cervezas
-Así que ¿podrás acompañarnos a pagar el motor?-, pregunté a Genaro
-Sí, tengo que hacer un par de cosas y yo mismo los acompañaré-
-Genaro, ¿tenemos el lugar para guardar el motor?, es que preferiría tenerlo a
mano y cerca de mí si es posible antes de entregar el dinero, como hablamos.
-Sí Pedro, no te preocupes, Daniel trae la llave, podemos ir a ver el local está
aquí cerca y podemos ir andando.
-Tony preguntó, Genaro, ¿donde puedo alquilar un coche? No es por nada
pero el tiempo que estoy aquí me gustaría visitar algunos lugares, además estoy
acostumbrado a conducir y no sé estar sin coche, la casa está apartada y
seguramente iremos temprano a ver los trabajos en los barcos.
-Sí, mira, mañana les llevaré al concesionario que se dedica a la compra venta
de coches de segunda mano, me parece que también tienen dos o tres coches para
alquilar.

EPISODIO- IX
Tomando café.

Era sábado y nos levantamos como hacíamos cada mañana a las seis, con
el cantar de los pájaros chillones, con el fresco, lo primero y más importante era colar
café. Hervir el agua; preparar el chino de tela; poner el café, poco a poco deslizar el
agua hirviendo sobre aquel café; entonces se producía el milagro, aquel aroma tan
especial que abarcaba toda la cocina; desparramando su perfume por las habitaciones
y hasta fuera de la casa, era el despertador preferido, a mi me recordaba cuando era
pequeño que se hacía así el café en casa, pero no recuerdo que oliese igual, quizás
era por mi juventud o por la achicoria. Más tarde llegaron las Melitas.
Belkys llegó, como hacía cada mañana, al aroma del café; después del
desayuno empezaba a trajinar y limpiar la casa, nos lavaba la ropa que en dos horas
estaba seca y lista para poner; shorts; franelas y ya estábamos listos y preparados
para que nos recogiese Genaro para ir a Carúpano a pagar el motor; luego al herrero
para tranquilizarlo, darle algo de dinero a cuenta para mantener aquellos mamotretos
para cuando pudiésemos montarlos directamente a la embarcación y así evitar dos
transportes con su grúa; había que ir a ver los catálogos de las radio y sonda que eran
importados y tomaban su tiempo de espera.
Menos mal que todo lo que necesitábamos estaba cerca, porque para el
mediodía habíamos acabado de tanto trajín y nos íbamos al mercado de los sábados.
Antes de recorrerlo parábamos en una “luncheria” donde preparaban arepas de todo
tipo; empanadillas de cazón a pesar del calor y unos licuados “ 3 en 1”, que después
de beberlo, como que uno se sentía mejor y capaz de todo, El 3 en 1 es un licuado de
naranja, zanahoria y remolacha; tiene el color púrpura y es un reconstituyente muy
refrescante.
¡Cómo me gustaba disfrutar de todo lo desconocido!
El mercado al aire libre estaba en plena euforia con sus tenderetes de
variadas frutas; verduras; pescado; pollos; sombreros; chinchorros; ropa; herramientas
de cultivo; allí se encuentra todo lo rudimentario y necesario, hasta las vendedoras de
remedios, para amar; enamorar; cura del riñón; el retorno del marido infiel; la
procreación etc. Las hierbas, estas son un capitulo aparte, curan todo y para todos, un
milagro hasta para el cáncer. Los perros deambulan parsimoniosamente o están
tumbados bajo los tenderetes, No hay que mirar el suelo, allí tan solo hay que ver lo
que esta en venta, respirar los aromas; disfrutar de los colores; sentir que uno es libre
y respirar la libertad. Esa sensación era particular, seguramente debido a sentirme tan
pequeño ante aquella inmensidad de tierras y mar, lejos de todo lo que me ataba y
oprimía. La civilización.

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De regreso nos paramos, pues a pesar de ser sábado los hombres estaban
trabajando, hasta nos pareció que ya se habían contratado más gente. Saludamos y
seguimos nuestro camino, habíamos conseguido alquilar un FIAT 127 automático
usado. Genaro nos seguía, por si se paraba el coche. Algo necesario, pues uno no
sabe. Vale más prevenir que curar, era una especie de comprobación sobre la marcha
del sistema de refrigeración, carburación, dirección, marchas, frenos. En aquellas
carreteras de un solo carril estrechas bordeando costa con todas las curvas y
empechados, sobretodo lejos de encontrar remedios. La experiencia aconseja, que es
preferible andar seguros.
Me sentía más tranquilo, hasta pensé en aprovechar la estancia de mi sobrino
y regresar a Palma, ver cómo iban las cosas en el taller, poner en venta un
apartamento, debía disponer de dinero para afrontar los pagos, averiguar cómo estaba
la situación de la empresa que nos proporcionaba el trabajo. Mi esposa que estaba al
frente del taller se había convertido en muy eficiente, formando parte de la plantilla de
operarias, todo eso sin haber trabajado en este menester, pues a pesar, como yo, de
no tener anteriores conocimientos de confección.
De mutuo acuerdo los dos habíamos afrontado el reto de una nueva vida, con
la condición de poder disfrutar de la semana inglesa (esa hasta entonces desconocida
señora). ¡Ah! Sin olvidar las fiestas oficiales del calendario, poder compartir con
nuestros dos hijos los mismos días de descanso, nosotros del taller ellos del Colegio,
necesitábamos pasar más tiempo con nuestros hijos que ya se convertían en
adolescentes, pero pagamos un alto precio, habíamos aprendido por el camino difícil.
No pudo ser, disponía de muy poco tiempo para ir y volver en una semana.
Así que me quedé.
La compañía de mi sobrino me era grata, disfrutaba de su compañía y por las
noches en el porche, “guindao” (guindar: colgar, en este caso acostado) del
chinchorro, las conversaciones y cuatro tragos ahuyentaban los malos espíritus. Uno
como que notaba, al irse introduciendo en el cuerpo el dorado y frío líquido, cómo salía
el ardor interno de negros presagios.
A medida que hablaba mi hermano, más convencido estaba yo que la
cantidad a invertir en el proyecto sería mayor; la depreciación de la moneda sería
nuestro futuro problema.
Estaba en estos pensamientos, cuando apareció entre las nubes, la luna llena,
cómo resplandecía que hasta se distinguían los árboles del frente, tenía un vaso en
una mano y en la otra el cigarrillo, el humo hacía figuras en el aire, podía sentir cómo
las gotas de sudor resbalaban por mis brazos a pesar del sereno de la noche. Mil
pensamientos se agolpaban en mi mente, deseando desechar y abandonar la
sociedad de mi hermano, pero por el otro lado arriesgar y ver a qué final me llevaba
todo aquello. Me seducía abandonar.
España en la situación que se encontraba, la relación mía matrimonial no andaba por
buen camino, desde que mis hijos traían suspensos, sus amistades andaban jugando
con la droga. En aquel preciso momento recordé cuando una noche estando dormido
mi hijo mayor, -tendría alrededor de 15 años y lo levanté de la cama-; lo desnudé y le
miré cada centímetro de su cuerpo intentando averiguar si se pinchaba. No ví nada
sospechoso, pero yo no participaba de la opinión de mi esposa, los pelos largos;
zarcillos; una novia jovencita como él, saltando la ventana de la habitación desde el
jardín.
Un día, con la llegada del verano le descubrí una “Nota musical”, un tatuaje
hecho a mano en un brazo y su madre lo defendió diciendo:
- ¿Que quieres, tú también llevas tatuajes? “; ¿Crees que tus hijos no han
conocido a amigos tuyos de cuando tenías el Bar?; ¿No entiendes que se han
enterado de lo que hacías tú de joven con lo popular que eras?, tus peleas, tus
carreras en moto”. Palma es pequeña, todo se sabe y tú nunca fuiste un santo.
¡Quieren parecerse a ti!, a su padre. Aquellas palabras me cayeron muy mal.
-Nunca quise que mis hijos me tuviesen como ejemplo, yo deseo que tengan

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estudios superiores-, le contesté.- No quiero para ellos lo que pasé yo, ¿lo entiendes?-
.
-Si, lo sé. Pero en la escuela los profesores les dicen que la formación
Profesional es mejor porque en Madrid hay muchos abogados haciendo de taxistas
porque no encuentran trabajo. Déjame decirte, que tú tampoco sabes mucho de niños.
No los llevaste nunca al fútbol; ni jugaste con ellos como hacen otros padres.-
Me callé, porque no tenía nada que decir; reconocía que nunca supe cómo se
debe comportar un padre, pues yo apenas tuve trato con el mío, solo sé lo mucho que
lo quería y la falta que me hacía. Después de muerto.
Con aquel altercado intenté que mi hijo menor, desde su cuarto tomase buena
nota de lo que en la habitación contigua a la suya estaba pasando.
Cuando veía mi casa con sus muebles cuadros y jarrones, piezas de cocina
en cobre, todas aquellas piezas que había comprado en anticuarios, pagados a
medida de mis ingresos. De mi padre, tan valenciano él, platos de Manises pintados a
mano con distintos azules sobre fondo azulado, aquellos detalles alegóricos
costumbristas de Valencia y sus paisajes más emblemáticos como el juego de pelota;
barracas; la albufera; El Miguelet y muchos más heredados de mi padre; el jardín;
coche; moto; barca; amarre propio, viviendo en un chalet en la mejor zona de Calviá.
Sentía que había logrado mucho, pero no estaba seguro si tanta aparente buena vida,
estaba perjudicando a mis hijos. Todo aquel esfuerzo para nada. El taller se lo iba
comiendo todo; primero de un bocado, más tarde poco a poco. Tenía que acabar con
aquella sangría.
Contrastaba mi lucha interna con la paz exterior de mí alrededor, aquella
tranquilidad aparente de la noche estaba en lucha con la luz de mis pensamientos y el
batallar entre lo blanco y lo negro de mi situación.
Me levanté del chinchorro,
-¿Te vas a dormir?- preguntó mi sobrino.
-No, aún no, voy por otro- -¿Quieres tú uno?- Se lo pregunté a Tony quién
había respetado mi silencio, quedando a su vez el medio dormido en su chinchorro,
me alargó su vaso que estaba solo con agua del hielo derretido.
-Yo como que me tomaría uno, ¿cortito?- Dijo mi hermano.
-Papá, no puedes con los medicamentos que tomas.-
Mi hermano quedó tranquilo, hasta sonrió. Debió pensar, “medía vida en
solitario pasando mil calamidades, para que venga mi hijo a cuidarme”. Reconozco
que de haber estado los dos solos, el trago yo mismo se lo hubiese preparado, pero
estando Tony. . . .
-Fui a la nevera, conseguí el hielo y preparé dos tragos para seguir sudando
por los efectos del alcohol; guindado; bebiendo y fumando; deseando en mi interior,
tomar el hilo de mis pensamientos. Volví a mi posición anterior, guindado sin contacto
con el suelo, pero, la magia de mis pensamientos se había evaporado, había volado
entre aquellas nubes en movimiento.

EPISODIO- XII
Alterio. (II)

Llegó el domingo y decidimos visitar la familia instalada en la playa. Salimos


temprano, visitamos primero los barcos. Todo en orden; el vigilante nos salió al paso,
nos ofreció un cafecito y le regalamos dos empanadillas.
-¿Como hace Vd. en caso de emergencia?
-Está todo bajo control, mi hijo duerme conmigo en el chamizo con una
bicicleta que nos prestaron, si ocurriese algo lo mando a avisar a casa del señor
Alterio.
-¡Ah! bueno.- contesté.
-No demoraríamos nada, es todo cuesta abajo y se va rapidito-

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-Bueno, nos vamos ya-


-Dios les guarde-
Nos dirigimos a nuestra playa. Esa sensación de propiedad nunca la tuve,
nunca estando allí tuve la sensación de poseer nada, siempre me pareció ir de
prestado.
De nuevo en marcha llegamos con el coche hasta donde pudimos y nos paró
la vegetación, continuamos a pié por el sendero hasta subir el montículo; al llegar a la
cima miramos abajo y allí estaba el señor con dos de sus hijos machete en mano y el
palo en la otra; desnudos de medio cuerpo desbrozando la maleza en la parte
izquierda aprovechando donde aún había sombra.
Nuestra presencia la detectaron no más llegar.
-Saludamos con un ¡Buenos días! mientras íbamos bajando en dirección a la
arena.

Fotografía: J. Conejo

-Buenos días-.
-Mi sobrino me pregunto, ¿Porqué llevan un palo?
-Para despertar las culebras y otros bichos y darles tiempo a moverse- le
contesté. -Con el palo mueven la mata y con el machete la cortan, es un trabajo de
chinos laborioso y lento-.
Mientras hablaba con mi sobrino recordé que no sabía el nombre del viejo
que pausadamente se acercaba hacía nosotros. Buenos días, dijo no más llegar.
-Bueno días, como va la cosa, veo que han trabajado duro, tienen un buen trozo
de ese lado hecho-.
-¿Están instalados?
-No, aún no, tan solo nosotros tres, el resto de mi familia vendrá cuando tenga
el lugar. De momento tenemos el bohio, allí-, señalando con el dedo, -bajo el cocotal.
¡Vengan, vengan!, allí se estarán fresquito, levantó la mano y llamó. -¡Ezequiel,

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Episodios

Ezequiel!, véngase pa’cá.-


Seguimos al viejo por una trocha hasta llegar a un claro donde había seis
palos y el techo de hojas de palmera, el bohio. Allí estaban los cacharos de cocinar
con el fogón de piedras, y los chinchorros colgando en los palos.
- Mire, nosotros veníamos por si necesitan algo, si necesitan ir a comprar, en
fin cualquier cosa-, le dije.
Ezequiel había llegado.
-Mira, bájeles unos cocos a los señores, para que tomen algo fresco-.
Por mucho que rehusamos alegando que no íbamos a molestar, que
estábamos bien, Ezequiel subió como un mono, tan solo con una cuerda que tenían en
un rincón con el resto de sus escasas pertenencias, la cuerda tenía dos vagas donde
introdujo sus pies y a saltitos haciendo presión en la cuerda contra el tronco, estuvo
arriba antes de decir amén, con el machete empezó a bajar hasta seis grandes cocos.
Con maestría el viejo sujetó en una mano el coco, y tal cual, con la otra mano
le dio tres golpes certeros para dejar el hueco donde beber.
Estuvimos un rato sentados sobre unas piedras, mientras bebíamos los
cinco. Su padre había llamado a su otro hijo Sau. Me imaginé que era Saúl.
Quedamos de acuerdo en traerle madera tan pronto tuviésemos canalizadas
las cosas pendientes en el taller.
Nos despedimos para seguir camino hasta playa Medina, aquella que salía
en los carteles propagandísticos. El camino era estrecho de tierra y piedras, al llegar
arriba de la cuesta vimos un trozo de playa y las palmeras, nos paramos, salimos de
auto y contemplamos la vista bajo nuestros pies. ¡Que maravilla! Aquello si
era una playa virgen; el cocotal parecía haber sido plantado por un experto, la
separación entre tronco y tronco era casi exacto perfecto; la arena amplia y blanca; el
agua cristalina.
Bajamos y aparcamos donde había tres “4X4”. Al acercarnos a la orilla en la
parte izquierda había tres tiendas de campaña. Optamos por el lado de la derecha,
dejamos nuestras pertenencias, nos quitamos los lentes y las camisetas y nos
lanzamos tal cual al mar. Que agua tan salada y tan fresca, al salir el sol resplandecía,
la arena al pegarse en el cuerpo centelleaba como purpurina.
Era temprano no más de las diez, estábamos bajo la sombra del cocotero,
abrí la cava con hielo donde nos habíamos pertrechado de hielo; agua; cervezas;
“güisqui” y Colas, así como empanadillas de pescado.
Mi sobrino se lanzó a nadar e nuevo.
Estaba preparándome un pelotazo acompañado de empanadilla, cuando ví
acercarse a dos parejas que venía desde las tiendas bordeando la orilla. Les saludé y
se acercaron. Eran jóvenes y educados, las chicas una belleza de mini bikinis
coloreados, les invité a sentarse hasta compartí mis bebidas, menos mal que ya
habían desayunado.
Hablamos y una vez identificadas la nacionalidades. Todos ellos nacidos
venezolanos, incluida la pareja que faltaba que se agregó en nuestro segundo trago
Empezaron como se hacía siempre, sus descendencias, una de las chicas era
hija de italiano y austriaca, tremenda mezcla tan solo había que verla, rubia de ojos
negros y de buena altura con un bello cuerpo sostenido por dos columnas en vez de
piernas.
La otra chica era un poco más menuda, de piel canela, largo pelo negro
azabache, con tremendos ojos castaños, mezcla de español y Guajira. Era simpática y
me cayó bien cuando dijo aquello de “mi padre es español, de Madrid” ¡Vale! Dije yo,
con toda mi sorna. La otra chica llegada más tarde, parecía un poco más tímida no sé
si por el café, que sospechaba yo que había tomado la pareja antes de integrarse al
grupo, o porque soy un mal pensado, capaz de pensar en otro, lo que hubiese hecho
yo de estar mis amigos lejos, ¡por fin! dejar a mi chica que se explaye a gusto y chille
lo que quiera.
Bueno, podía estar yo equivocado, tan solo había que ver como se notaba

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Episodios

tras el bañador el armamento de su amigo.


Ella dijo que era nieta de polacos, francés, libanés y criolla, un verdadero
galimatías de nacionalidades, pero sus padres venezolanos.
Las tres estaban bien proporcionadas y alegres.
Los chavales eran morenos, bien parecidos, también de descendencias
europeas y criollas.
Lo pasamos muy bien, mi sobrino no bebió, menos mal, porque aquellos otros
sí lo hicieron.
-¿Así que Uds. de vacaciones?- Preguntó uno de ellos el más mazacote de
cara cuadrada,
y pelo corto. -¿Yo sí?- dijo mi sobrino. Tengo a mi padre enfermo y vine a verle, aquí
mi tío le está cuidando.
-Que bueno-. ¿Vd. Vive aquí?- , No, yo también estoy de vacaciones, hasta
que termine mi permiso de 45 días, como marca la ley, espero que mi hermano estará
bien para entonces.
¡Ah!, pero Vd. puede prolongar su estadía si se presenta con el pasaporte en
Cumana.
-Siiii, pero también tengo el pasaje cerrado y no puedo cambiarlo sin perder el
regreso, y un pasaje de ida, solo, cuesta casi lo mismo que uno de ida y vuelta.
-¿Pero su hermano, vive aquí, es español?-
-Si, -dijo mi sobrino y continuó, mi padre es venezolano y un día decidió
encontrar un lugar tranquilo para retirarse.- Nada mejor como Río Caribe. Yo nací en
Varese, norte de Italia. Así que aquí somos un popurrí.-
-Teníamos que dejar bien sentado que estábamos legalmente como turistas,
no decir nada de los barcos, ni de la playa, sobretodo dejar claro que mi hermano era
venezolano. Nunca se sabe.
Siempre he notado en el venezolano cierta mirada de expectativa frente al
foráneo, como se dice, con la mosca tras la oreja, intentando descubrir si vas a
quitarles algo o aprovecharte de algo, que consideran suyo.
-Oiga, ¿Vd. es marino o militar?- Me preguntó el cabeza cuadrada.
-¿Por qué lo dice?-
-Por los tatuajes-
-No, fui Legionario Paracaidista-
- ¿Legión Francesa?
-No Española, nosotros también tenemos nuestra propia Legión-.
-¡Ah!, no sabía.
-Pues sí-
Al grito de a “nadar” de la pícara morena, como resortes automáticos nos
levantamos todos y nos lanzamos al mar, pensé para mis adentros, qué poder tiene la
voz de una mujer. Ahí estábamos los ocho todos a una, al regresar seguimos tomando
y conversando, sin soltar prenda sobre los barcos.
Resultó que el cabeza cuadrada era capitán paracaidista en las fuerzas
especiales de selva. Tipos duros, que controlan a las guerrillas, el tráfico de cualquier
tipo, hasta la delincuencia, preservando las fronteras y grandes zonas desabitadas, en
canoas recorriendo los ríos hasta el litoral marino.
Seguimos en conversación el cara cuadrada y yo, me hacía preguntas
relacionadas con la Bandera, tipo de aviones, paracaídas que usábamos, disciplina
etc.
De pronto advertí que su actitud, un poco a la defensiva en un principio, se
diluía, tomó otra manera de dirigirse a mí, me ofreció sus servicios para cualquier
eventualidad, fue hasta su tienda a buscar bolígrafo y papel, como dicen allí “se puso a
la orden”. Guardé su teléfono, y pensé, nunca se sabe.
Recuerdo que me comentó: -En los paracaidistas, nos une el miedo.- Esas
palabras hicieron cambiar mi opinión sobre él, ya no lo consideré un BRUTO
arrogante.

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Episodios

Bebimos hasta que quedó seca la boca, comimos de lo que traíamos y lo que
aportaron ellos y nos despedimos con abrazos y regresamos a casa felices y
contentos.

EPISODIO-XIII
Los barcos.

Lo habíamos pasado bien aquel domingo. Después de ducharnos, asearnos y


cenar, hicimos lo de cada tarde noche, pues oscurece rápido justo al inicio del
atardecer.
Nos lanzamos al porche cada uno con su chinchorro y con cerveza fría en
mano para beber a morro.
Allí estábamos, cuando le propuse a mi sobrino:
- Deberíamos mañana lunes ir a ayudar en lo que sea a los barcos-
-¿Como?-.
-No sé, para que ellos vean que no se nos caen los anillos, que tenemos la
necesidad de terminar cuanto antes, así también estaremos atentos a lo que falte y las
necesidades-.
-Bueno, como quieras, me parece una buena idea-
-¡No!, ¿Cómo vas a meterse Tony en esa brega, ni tú, que no tenéis ni idea?-,
dijo mi hermano casi indignado. -Además Tony debería aprovechar para llegar hasta
La Cueva del Guácharo, el Hato de Búfalos, Playa Colorada, hay tantas cosas
interesantes por ver-
-No, si él puede hacer lo que quiera, tiene el coche, pero yo iré; quiero que
comprendan que no tenemos tanto dinero, que necesitamos salir cuanto antes de este
nudo.-
-No te preocupes, ya saldremos, la situación no es tan grave, ni tan necesaria
como para que vosotros estéis allí trabajando-, contestó mi hermano restando total
importancia al tema del dinero.
Pensé para mis adentros, ya esta aquí el soñador, de momento estamos
atrasados. ¿Cómo carajo me metí en este peo? Ahí está sentado, hace dos semanas
estaba medio muerto, míratelo ahora. Este pensamiento mío era una constante.
Me irritó el pensamiento de mi hermano, como si no hubiese pasado nada, no
tenía él en cuenta que ya no sería posible hacer los tres barcos necesarios e
imprescindibles para controlar la pesca.
Ya no pude más y exploté, me enderecé usando mis manos y le dije a mi
hermano sin perder de vista sus ojos. Sentía la necesidad de leer en su mirada si
entendía lo que estaba a punto de decirle:
- La situación es esta.
1º) El dinero no esta aquí, hay que traerlo,
2º) De tres barcos como debía ser, no creo que podamos. Salvo que metamos
más dinero y mi situación ahora no me lo permite.
3º) Estamos muy atrasados y el dinero que debía ser dosificado sobre obra
hecha, fue entregado al contado. Y este ha desparecido.
4º) No tenemos forma de obligar al constructor.

5º) Ahora cuanto más retrasen el trabajo mejor para ellos, más tiempo cobrando.

-¿Cómo lo ves?-
A pesar de mi rabia, sentí cierta ternura por aquel viejo, volví a mi posición
anterior y me sentí mal conmigo mismo.
-Bueno sí, tienes razón, pero yo asumiré la perdida y mantendré tu porcentaje
en el negocio-.
-Mira Antonio, no se trata de mi porcentaje, es más, aún me falta por entregarte

27
Episodios

cinco millones. Esa no es la cuestión. Me faltan veinte días para mi regreso, tengo
problemas con el taller, no se si tendré que cerrar, estoy aquí y siento que debo estar
allí, necesito moverme, hacer algo. Vendí el piso de Junípero Serra antes de venir
para poder pagar al personal-.
-No lo sabía- ¿pero sigues viviendo en el chalet?,
-Sí, todo está bien, tan solo que duele vender por necesidad, además que me
urgía debido a que los últimos cobros me fueron devueltos y tuve que mal vender.
- Pedro, ¿en cuanto vendiste el piso?-
-Nada, una miseria Tony, estaba tasada por el Banco en dieciséis y lo tuve
que vender en ocho millones, y no te creas, me costó venderlo.¡Epa¡ No te lo pierdas,
los intereses del Banco están en 22 %, hasta 30% en descubierto. ¿Como lo ves?
Está la cosa como para pedir prestamos.-
-En fin Pedro, tú verás.-
-Mira Antonio, creo que es buena idea dar ejemplo.- bueno…..Ya veremos.
Al rato nos acostamos, dejando a mi hermano despierto y en el porche
sentado. Sé que lo dejé pensando.
Al amanecer con el café, vino mi sobrino, -¡Yo también voy contigo!- me dijo,
me alegré por su decisión...
Llegamos a los barcos antes que llegasen los hombres. A las siete
empezaron a presentarse, les veía llegar con cara de asombro, yo diría que
preocupados por si estábamos allí para parar los trabajos. En ese momento, se
presentaron Alterio con los hijos en la camioneta cargada con más hombres sentados
encima de maderos ya cortados.
-¡Epa! ¿Qué pasó?. ¿No durmieron?
-Síííí Alterio, estamos aquí para ayudar en lo que podamos.-
-¿Ustedes? Bueno este es su barco, trabajo hay, pero traje más hombres-.
Decía todo esto mientras seguía andando.
Me di cuenta de que mientras andábamos Alterio miraba al personal, debía
reírse de nosotros, lo noté por la expresión de los hombres al paso, se habían
tranquilizado al ver que los trabajos continuarían y seguirían cobrado su jornal que
pagábamos semanalmente, al menos desde que yo había llegado.

28
Episodios

Fotografía: J. Conejo

Aquellos días trabajando fueron un alivio, el trabajo con tanto personal


cundía. Conocimos a dos hombres de más edad que el resto del personal, sabían lo
que hacían y trabajaban muy bien, a decir verdad, me pareció que querían
demostrarnos que sabían trabajar duro.
Para mí fue un alivio, verles trabajar y sudar juntos, como que era una buena
medicina. Como que les animaba ver a los dos españolitos sudar con ellos, nos
sonreían al pasar, al vernos cargar y lijar maderos. Hasta los saludos del “Buenos
días”, o el “Adiós” por las tardes me sonaba distinto, más de compincheo, sin dejar el
respeto.
Sí, aquel respeto que siempre sentí, verdadero o falso, pero respeto por
ambas partes, marcando la diferencia entre compadre y cuñao.
Aquel viernes al terminar el trabajo, después de haber cobrado, nos
plantamos en el abastito de la novia de Alterio, el mismo lugar donde se habían ido
nuestros reales, allí estábamos a tomar cervezas frías, hasta terminar con las
existencias, todos felices y contentos. Mientras bebíamos no dejaron de venir las
esposas a pedir la paga, antes de que sus maridos acabaran con ella, una costumbre
muy arraigada. Los hijos también a ver si conseguían de sus padres un refresco o un
helado, no como los del heladero que pasaba por las calles con aquel artilugio de
bicicleta y nevera en cuyo manillar había los timbres que lanzaban aquel peculiar
sonido de campanillas que sonaban por sus recorridos. Los niños querían helados
envueltos en papel de plata, los mismos que comían los domingos al salir de Misa o de
la casa evangelista, incluso a algunos les regalaban un juguete que hacía un ruido casi
infernal, la perinola, un palito de madera unido a un cono en forma de sombrero a
través de un hilo y que consistía en tratar de introducir con un golpe de muñeca el
“sombrero” dentro del palito. La primera vez que ví aquel artilugio, me dio por intentarlo
y no pude ni meter uno, pero me maravillaba como un niño de 4 años era capaz de
hacerlo hasta 50 veces seguidas mientras los demás niños van contando 1, 2 , 3 ,
4…animando al experto.
Llegó el día del regreso de Tony. Lo dejé en el aeropuerto. Mientras facturaba
su equipaje, me encontraba unos tres metros apartado, cuando vino hacía mí un
policía local de los que había en el paso de control y equipajes y me pregunto:
-Buenos días, ¿español?-
-Sí-, le conteste
Siguieron una serie de preguntas, si residía allí, le conteste, en Río Caribe.
La cuestión, es que se metió la mano en el bolsillo y envuelto en un pañuelo
saco un revolver del 38 cañón corto,
-¿Le gusta? Se lo vendo a buen precio.-
Le conteste que no, que no quería armas y le di las gracias.
-Bueeeeeno ‘tá bien, buenos días- y se fue por donde había venido.-
En eso mi sobrino, ya por fin había logrado facturar, llegaría a Maiquetía sobre
las doce y el avión para Madrid salía sobre las cinco de la tarde.
-¿Que quería el policía?-
-Venderme una pistola-
-¿Porque no la compraste?, sería bueno tener una, ya viste como los
compradores de pescado y langosta andan luciendo sus armas-.
-No hombre, no, ¿de manos de un policía que no conozco?, ¿que puede
hacernos un registro cuando quiera y hasta chantajearnos por la puta pistola?, incluso
ese mismo es capaz sabiendo que tenemos el arma requisarla. ¡No! Qué va, de eso
nada. Niño, que somos extranjeros, además yo me regreso dentro de poco-.
-Tienes razón visto de ese modo-.
-¡Coño!, no está el horno para bollos.
-Tony mira, ahora tu padre ya se encuentra bien, intenta convencer a tu
madre que se venga, a ser posible antes que yo me marche y se haga cargo de pagar

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Episodios

al personal y las compras de material necesario, como hemos hecho nosotros.-


-Sí, -no te preocupes-, la pondré al día de todo lo que hemos hablado.
Nos abrazamos en un adiós, mientras le veía marchar con el brazo en alto sujetando
los pasajes, pensé, ese no vuelve por aquí ni en vacaciones. Si en aquel momento me
dicen todo lo que ese chaval fue capaz de hacer por volver a Venezuela, me hubiese
partido de la risa.
Regresé con el coche alquilado al menos hasta mi día de partida; me sentí
solo, observé el paquete de empanadillas que Genaro nos tenía preparadas como
todos los días; el paquete abultaba como para comer dos personas. Daba igual ya
encontraría cómo hacer con las que sobrasen.
Aquel día arremetí con más ahínco en el trabajo, me faltaba mi sobrino. Cómo
se pasa de ser un desconocido a hacerte falta, insólito pero ya no era lo mismo.

EPISODIO- XIV
Regreso a Palma.

Tuve que regresar a Palma antes de que llegara mi cuñada, que llegó 2 días
después, pero mantenía contacto telefónico con ella ya que había portado dinero y se
ocupaba de visitar cada día la marcha de los trabajos.
Antes de marcharme, se había logrado montar las cuadernas, después de
repasar todas las costillas; quilla; hecho las divisiones y apuntalamientos interiores del
barco antes de terminar y empezar por la cubierta. Conseguí meter los depósitos de
gas oil y agua y con mi dinero restante liquidé el resto de la factura; el pago del
personal incluidas Maris y Belkis, las señoras que se alternaban para cocinar y limpiar
nuestra casa.
En aquel avión y con tantas horas de incomodidad no queda otro remedio
que pensar, intentaba leer los periódicos españoles que siempre reparten, hasta las
revistas de la línea aérea, pero era inútil, todos los pensamientos me venían de golpe
y no podía ordenar aquella maraña. Pensaba en todo lo que habíamos pasado para
poner aquel taller de confección en marcha.
Al llegar a mi casa desde el aeropuerto, mi esposa me fue informando de los
pormenores del negocio, repitiendo todo lo que yo ya sabía por ella en cada llamada
telefónica. No acababa de llegar y ya deseaba no haber llegado; los chicos bien; el
trabajo, hoy hemos hecho tantos; para tal día mandaremos el container; el mecánico
no ha hecho falta.; continuaba el informe de mi mujer, del dinero a cuenta que
mandaron de Barcelona no se ha tocado nada, bueno tú ya verás las cuentas en el
Banco, etc.
A la semana de llegar, recibí respuesta a una llamada que había solicitado.
-¿Qué tal Pedro? ¿La familia bien?, ¿cómo te encuentras?-, era la voz de D.
Andrés uno de los cuatro socios de la Empresa SATIL S.A, el responsable de
producción. D. Juan Carlos era el responsable Comercial. D. Felipe era el responsable
de la administración, el cuarto socio, “el famoso” era el capitalista, este último nunca
llegué a saludarlo.
-Necesito hablar personalmente contigo, ¿Cuándo podrás venir para
cuadrar?-. Quedamos en el día y hora.
Al cabo de dos días llegué a Barcelona. Eran como las 10: 00, así que me dirigí
del aeropuerto directamente en un taxi dirección San Cugat. Ya estaba frente a aquel
edificio de cuatro pisos que hacia esquina; el frontal era la entrada hacía las oficinas;
despachos y exposición de artículos para clientes; por el lateral en la otra calle,
entraba el personal de carga y descarga, allí se recibía los trabajos confeccionados en
otros talleres, se repasaba por especialistas que comprobaban los acabados; costuras
y detectaban los fallos que podían haberse cometido, todo aquel trajín en largas
mesas; confirmada la receptoria pasaba a ser enviado al cliente una vez elaborado el
albarán de entrega y empaquetado.

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Episodios

Subí en el ascensor hasta el tercer piso, allí estaba la sala de exposición y los
distintos despachos de los directores de las distintas secciones, seguí por el pasillo
hasta una antesala donde estaba una telefonista y recepcionista. Pregunté por el Sr.
Andrés, me hicieron sentar en mullidos sillones color tabaco. Sobre las mesas revistas
de confección y en las paredes, habían cuatro fotografías de 60X50 cmt., en un tono
amarillento que daban la sensación de muy antiguas, de talleres con las máquinas de
coser; otro con salas de corte; una del edificio donde yo me encontraba y otra de una
perspectiva del edifico con la marca de los pantalones que confeccionaba yo, en esta
última se apreciaban unos jardines que debían ser de Inglaterra. No alcanzaba a ver
las letras que aparecían debajo de cada foto con la ubicación y nombre. En una
esquina de la sala, dos tiestos con palmeras y una maceta con un Palo de Brasil
enorme, tornaba el ambiente cálido. Me gustaba la moqueta, todo con clase, elegante
y conservador.
Al poco tiempo de llegar me hicieron pasar al despacho, D. Andrés estaba de
pié, me saludo efusivamente con un apretón de manos:
-Siéntate Pedro, gracias por haber venido, cuando termine con unos clientes
vendrá Juan Carlos, quiere saludarte y hacerte unas preguntas-.
Mientras D. Andrés pulcramente vestido, como siempre; de traje gris claro con
una camisa a rayas finas azul oscuro; corbata granate y rayas azul oscuro; zapatos de
línea italiana negros y caros. No obstante, me habían dicho que antes de tener la
empresa era un buen sastre, muy presumido él; por descontado su eterno peluquín
castaño claro, cuando se volteaba se le notaba en el cogote como una raya, yo
suponía que debía ser como un casquete y aquella raya debía ser el punto de ajuste.
Mientras hablaba, yo siempre pensaba en la posibilidad de que se le cayera, o
pendiente de que se le moviera mientras hablaba, por una de esas cosas de la vida. A
pesar de mis ansias por saber lo que pasaba con el dinero que me debían y el motivo
de querer hablar conmigo, yo seguía en las mías, más pendiente de que se cayera el
peluquín. Reconozco que no tengo remedio, en los momentos de crisis o problemas
me enfrasco en cosas triviales que nada tienen que ver con el importante asunto, el
motivo de preocupación horas o días antes.
Estaba en eso, cuando entró D. Juan Carlos, como el otro se mantenía en
talla normal, D. J. Carlos era todo lo contrario, obeso, nervioso, con el pelo blanco
alborotado de pasarse la mano por la cabeza con frecuencia; el traje azul marino; el
cinturón estaba invisible bajo su barriga; la bragueta le llegaba a media pantorrilla;
todo el frente era camisa a rayas finas, cuyas puntas tenían una cierta tendencia a
mirar al cielo; la corbata en un color azul marino con rayas finas rojas y verde claro.
Llegó como un huracán soplando, nervioso.
-Bueno Pedro, ¿podemos contar contigo?-
Me agarró de sorpresa, a contrapié.
Dije -Sí- sin pensar, enseguida continué, -bueno en principio sí, pero
tenemos varías cosas de qué hablar-.
-Sí, por descontado, sigue tú Andrés-. A continuación se sentó en la butaca
de mi derecha frente al despacho donde el Sr. Andrés se había sentado.
La exposición fue la siguiente:
-La empresa que nos enviaba el trabajo estaba superando el bache, los
mismos socios me confirmaron que habían hecho una ampliación de capital y que
necesitaban de mis servicios-.
-La empresa ha superado una crítica situación, como sabes Pedro, ahora te
necesitamos más que nunca para que nos ayudes a remontar-, continuó.
-Sí, pero ¿quién me devuelve el piso que tuve que vender para pagar el
personal cuando sus cheques me fueron devueltos por falta de fondos?.-pregunté.
-Tienes toda la razón, pero piensa en la seguridad que te ofrecemos. Esta
firma es fuerte, tiene una importante cartera de clientes, te aumentaremos el precio por
pieza.
-De acuerdo, pero lo perdido ya no lo recuperaré, mal vendí porque nadie me

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Episodios

advirtió con tiempo, para poder recurrir a otras fuentes.


-Pedro, todos hemos perdido mucho, ni nosotros esperábamos una huelga
tan brutal, creíamos que los trabajadores estaban contentos. De pronto nos pilló a
nosotros dos en Londres negociando, cuando nos esteramos por Luís. Para nosotros
fue una sorpresa, ahora sabemos que nos utilizaron los distintos sindicatos para
afianzar posiciones y conseguir afiliados. Tenemos en plantilla 600 empleados,
éramos un bocado apetitoso, más, siendo uno de los cuatro socios una persona
famosa, conocida e hijo del pueblo, eso fue una de las claves de montar tal alboroto.-
Con los nuevos cheques firmados y conformados por el Banco, cobraba la
deuda, volvía la rutina, de momento no tenía otra alternativa que me permitiese dar
trabajo a tanto personal. Traga, Pedro, a ver si consigues tiempo para buscar otra
solución de poder mantener el negocio funcionando, seguimos hablando de
trivialidades hasta que J. Carlos como un autómata con resorte se levantó,-Bueno me
tengo que ir, me esperan mientras miraba su reloj.
Entendí que la conversación había terminado, nos despedimos y salí del
elegante despacho.
Bajando las escaleras entre a la sala de corte, que se encontraba en el primer
piso. Allí me recibió el encargado de corte, con el que habíamos coincidido en varias
ocasiones, al que conocía más por teléfono, pues siempre recurría a él para cualquier
consulta que se presentaba, una persona muy valiosa y de gran ayuda para nosotros.
-¡Hola Jordi!, ¿como van las cosas?.-
-¿Que tal Pedro, vienes a ver lo que te estamos preparando?. Nos abrimos
paso a través de un pasillo bordeando las grandes mesas de corte, rollos de telas y
estanterías.
Mientras le seguía hasta su despacho, él seguía hablando, -¿Te quedas a
dormir hoy?
-Sí, reserve en el hotel de siempre, estaré esta noche y mañana me voy de
vuelta.
-¡Mira todo esto!.- Recogió unos pedidos sin titular que estaban en el despacho
y los aireo-, ¿ves? unos doce mil.-
¿Cuando tendrás listos los que te mandé?.-
-Entre pasado mañana o sea el miércoles o jueves, antes quería saber cómo
estaba la situación por aquí.-
-Por aquí, a tope, después de tantos días sin servir nos están dando palos por
todas partes, ahora tendremos que hacer horas extra y trabajar hasta los sábados,
para entregar cuanto antes, todo lo que nos están pidiendo -
-Oye Jordi,- me acerqué y diciéndole casi al oído -He visto a los jefes muy
eufóricos y atentos conmigo y me ha extrañado un poco-.
-¡Claro hombre!, tú no denunciaste los cheques sin fondos, esperaste hasta
hablar con ellos. Entregaste todo el trabajo, sin reposición. Además ahora tienen
pocos talleres que les confeccionen, eliminaron a casi todos los que les reclamaron los
cobros. Algunos de esos talleres ya han conseguidos otros clientes. En fin, que
andamos cortos de producción, este asunto les ha obligado a montar otra cadena,
estamos aumentando la plantilla en nuestro taller.
-Vale, vale, ¿pero como lo ves tú?-
-Sinceramente, espero que vaya todo bien, el parón fue una sorpresa, se
hablaba, ya sabes pensábamos que eran rumores pero nadie esperaba que fuese tan
rápido como fue, yo mismo llegué y me encontré con todo el personal en la puerta.
Claro estoy aquí metido y casi no tengo contacto con nadie-
-No, no es eso lo que te pido.-
-¡Ah!, ya se. Bueno yo de ti, en vista de lo que hay, me buscaría otra
alternativa, cumplir con nosotros, pero vas buscándote algo. Mira, Pedro, a partir de
ahora cualquier cosa es posible. De momento hay trabajo de sobra, aprovéchate, pero
ve buscando.
-Bueno vale, ¿Que haces, nos vemos cuando salgas, en mi hotel y salimos a

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Episodios

cenar juntos?.-
-Sí., sí, de acuerdo, ¿Cuando sales para Palma?.-
-Mañana temprano.-
-Sí, me tienes que contar cómo te ha ido en Venezuela.-
-Vale, adiós.-
-Adeu-
Jordí es un buen amigo, al igual que su esposa cordobesa, más catalana que
Gaudí, jefa de 100 mujeres maquinistas.- Todo un fenómeno de eficacia y saber,
además de cantarme de vez en cuando, las cuarenta en bastos, como suele hacer aún
hoy en día, me gusta oírla hablar catalán con dejes andaluces.-
La familia de Jordí es una maravilla, muy trabajadora; aparte de sus empleos y sus
hijos que estudian en la universidad, manejaban un taller propio. Cenamos los tres y
les conté mi viaje a Venezuela y aparte de guapo me llamaron de todo, pero como
siempre, lo pasamos muy bien.

Un comentario sobre la fabricación de telas. La cosa era así: Aquella empresa


estaba en Alcoy o en Onteniente, no recuerdo bien y el logo de sus artículos era una
vieja sentada en una silla bordando. El dueño le llamábamos Tony "El guapo"; Tony el
Chulo", o algo así. Hace poco me dijeron que ahora conduce un taxi. Era paracaidistas
del curso 200 y pico, creo recordar. En aquel entonces, era un tipo importante en eso
del bolillo.
Estuve en un hotel nuevo que hacía poco habían inaugurado y visité dos o tres
restaurantes que resultó que estaban en la guía Michelin; restaurantes importantes del
buen comer en aquel tiempo. Me pareció increíble que aquellos restaurantes
estuviesen en aquellos lugares. ¡Ah! también hicimos algún estropicio en un puticlub
de la zona; debía ser el año 87 o algo así.
Estuve en una fábrica de sabanas y toallas de lujo. Visité otra fábrica de tejidos
de una marca importante italiana. No recuerdo el nombre, pero fue la primera vez que
ví el tejido fosforescente para paredes de niños, con estrellitas y lunas que brillaban en
la oscuridad. Sí, fui varias veces y lo pasé genial, el dinero no era problema. Ja ja ja ja.
Para mí fue impresionante ver una industria de tanta categoría en medio de la
nada entre montañas.
-Siempre se aprende, aun a pesar de todo-.

EPISODIO-XV
Pantalones tejanos.

De vuelta a Palma, sentado en el avión, recordé mi pasado en la confección,


los motivos por los cuales dejé mi actividad anterior para sumergirme en un mundo
desconocido, muchas veces había acudido a Barcelona y con la única persona que me
entrevistaba allí y mi punto de contacto era con Jordí y su esposa, de vez en cuando
en el pasillo me encontraba con D. Juan Carlos, o D. Andrés, que representaban el
50% de SATIL.S.A. Con ellos solo había un simple y educado saludo.
Desde luego, cómo cambia una persona cuando deben dinero y necesitan
favores, ahora que ellos me deben pasta y necesitan de mi producción, la cosa
cambia.
Tremendo despacho tienen, palpé por encima de mi americana el sobre donde
estaban los cheques, estos sí, conformados.
Si ellos habían sufrido un descalabro con la última huelga, yo también les
podía hablar de mi última huelga, puestos a poner yo también tenía la mía.
Recuerdo a mí amigo Paco, el mismo que repartía Mundo Obrero. Aquel
chaval que me presentaron cuando aún era soltero, el mismo con el que cenábamos
en mi casa muchas veces, que le gustaba tanto el jamón de Jabugo y el buen vino; su
esposa amiga de la infancia y de la mía; siendo catalán de base, era capaz de

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Episodios

distinguir las distintas calidades del jamón. ¿Cuántas veces hablamos de los
necesarios cambios en nuestra sociedad?, ¿Del deterioro de nuestras costas?,
deterioro que se hacía con permisos concedidos en Madrid, en el Gobierno Central,
siempre a favor de pago por servitud y apesebramiento de algún personajillo afín al
poder fáctico de la época.
¿Cuántas veces me preguntó y le contesté de los problemas y estrecheces
que teníamos para levantar cabeza en un área que no conocíamos, con tal de no
depender de las fluctuaciones del turismo? Crear una industria; no ser borrego de las
tendencias.
Recordé también cuando juntos, las dos parejas asistimos ilusionados al
recital bajo la Catedral, de Víctor Manuel y Ana Belén donde se congregaron los
progres, y la izquierda camuflada de Baleares. Aquello fue un gran acontecimiento.
Recuerdo a Eva, emigrante retornada desde la parte francesa de Suiza, ella
toda una catalana, no podía ocultar su acento francés; bajita; fea; sus gafas de concha
y cristales de culo de botella de Champaña; su pelo corto; siempre atenta; siempre
dispuesta; trabajadora; gran maquinista y tremenda compañera; convertida en amiga;
tengo más adjetivos positivos que adornan a aquella persona.
En la primera huelga de Astilleros y Hierro en Palma, los piquetes de los
sindicatos recorrieron el polígono industrial en sus coches y altavoces clamaban por la
huelga general. En el taller, estábamos todos tranquilos trabajando, cuando de pronto
escuchamos “Compañeros, compañeras, uníos a la huelga” “Por el trabajador y sus
derechos, ¡huelga!”. Llamaron al timbre de entrada, salí y me encontré con unos veinte
manifestantes. No salía de mi sorpresa, cuando se acercó Paco megáfono en mano.
-Pedro hay que cerrar, tenemos que poner cuanto más gente parada mejor.
Tenemos que demostrar nuestra fuerza.-
Mi esposa al ver que yo había salido, salió también con varias chicas, me
volví y entrando de nuevo al taller, les dije:
-Me obligan a cerrar, es mejor obedecer-, aquellos personajes fuera,
hablaban con alguna de las chicas intentando convencerlas. -Es mejor que cerremos y
obedezcamos para evitar males mayores-, dije a las demás y a mi esposa que se
encontraba a mi lado. En ese preciso instante me vino a la mente, como una película,
las veces que Paco vino a mi taller, ahora entiendo alguna de sus preguntas: Pedro
¿Cuánto cobran tus chicas? A lo que siempre le contestaba que cobraban sobre
producción o ¿Cuantas horas trabajan? y ¿Qué horario? Ana me despertó diciéndome
por lo bajini:
-No se preocupe señor Pedro, haremos como hizo mi marido en su empresa-,
al rato volvieron al trabajo.
De acuerdo Ana - era maquinista de 1ª-, pero no quiero que tengáis ningún
problema, si hay que cerrar se cierra.
El personal recogió sus cosas y se fue.
Quedamos mi esposa y yo comentando el hecho de que fuera Paco,
precisamente él, el único que podía saber que había tanto personal trabajando, quién
se prestara a venir a un taller alejado sin letrero, acaso ¿no había suficientes
empresas mayores que la mía, en todo el polígono industrial?
-Seguro que fue él quién los dirigió hasta aquí- dijo mi esposa.
-Eso seguro, estoy de acuerdo contigo-.
-Ya lo sospechaba yo, que era un resentido- dijo mi esposa con rabia- se le
notaba cuando comentaba sobre los dueños de la imprenta donde el trabajaba.- ¿No
te acuerdas cuando te lo dije?-
-Sí Mary, si me acuerdo, pero que querías, recién llegado, sin conocer a nadie,
además su esposa es tu amiga. Que querías que no les hubiese hecho caso.-
-Te lo advertí, ese tío no es trigo limpio, mira que pronto cuando ha podido,
sabiendo de nuestra situación, nos ha puteado a gusto.-
-De acuerdo, qué quieres, que le pegue cuatro tiros?.- le contesté
-Vale ya está bien, se acabó. Ahora a esperar cuantos días se mantiene la

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Episodios

cosa así.-
Al rato se presentaron algunas de las chicas para continuar su trabajo, total
habíamos perdido unas horas y un supuesto amigo, no se perdió nada importante.
Un día, pasado mucho tiempo, me encontré por casualidad a una de mis ex
empleadas, le pregunte por algunas de las compañeras suyas, aquellas a las que más
me recordaban, entre ellas por Eva.
-Marga., ¿y de Eva sabes de ella?- pregunté-
-¿O no lo sabe?-
-No, no se nada.-
- Cuando Vd. cerró el taller, ella se afilió al sindicato aquel de su amigo,
participó en manifestaciones, pero al buscar trabajo, le fueron mal las cosas y se
suicidó.
-¡Eva, muerta! suicida,
-Sí, de eso hace ya un buen tiempo.-
-No lo puedo creer, tan vital, tan fuerte.-
-Pues sí, creo que tuvo dificultades, para encontrar trabajo su hija aquella chica
que venía por el taller de unos 16 años. Le dio problemas.-
-Pero, cómo es posible, no lo puedo creer Eva, muerta- comenté.
-Así es, la encontraron en la bañera con la bombona de butano, y un papel en
la puerta que decía “OJO FUEGO NO”.
Me despedí, con un hasta pronto, para continuar mi camino a ninguna parte
concreta, estaba en Palma de paso.
Eran muchos los cambios, con el pasar del tiempo Paco fue un pez gordo en
el ayuntamiento, con las coaliciones de izquierda y una renuncia de un edil de su
grupo lo subió de escalafón de los elegidos. No tendría más sus dedos manchados de
tinta.
Miré por la ventanilla de mi derecha, ya estábamos llegando, la costa, los
edificios, las parcelas de distintos colores y los supervivientes molinos juglares del
viento en una época sin motores ni bombas necesarios hoy para tener el agua.
Estaba decidido, a la próxima ocasión de falta de trabajo, echaría el cerrojo.
Me buscaría la vida de otro modo. Acaso no tenía bastante con mis problemas, que
tenía que asumir como propios los problemas de otros.
Del aeropuerto fui directamente a ingresar los cheques.
Llegue al taller, a seguir la misma rutina, embalar pantalones y esperar
cualquier otra parada de producción.
Mientras estaba en el taller no dejaba de pensar y recordar, era una constante.
Me acordaba tanto de los barcos, aquella luz, sus verdes, sus gentes, de
aquellas noches, la forma de vida, la inmensidad de lugares dignos de ver y gozar,
sentí que me perdía algo importante.
-¿Que estarían haciendo ahora mi hermano y su esposa, habrían agilizado el
inició del otro barco?.
El construir tres barcos al mismo tiempo, era una estrategia lógica, dos faenando al
mismo tiempo con dos patrones y dos tripulaciones distintas. El tercero amarrado para
descanso del personal y posibles reparaciones.
Esta era la idea inicial, así se podía detectar más fácilmente cualquier sorpresa, o
mejor dicho una tentación de hacer dinero fácil, como la venta de gas oil en alta mar a
otras embarcaciones, vender parte de la pesca a otras embarcaciones, el poco
probable uso de la embarcación para el narco o contrabando. Siempre una posibilidad
a pesar del rigor de las condenas de probarse el hecho.
El tráfico de droga se mantenía con tanto secreto, que no se presentía que
existiese. No obstante de haber lo había, a pesar de que nunca tuve constancia de ello
hasta bastante más tarde.

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Episodios

EPISODIO- XVI
Historias de la moto con Tony antes del tercer vuelo a Venezuela.

Hacía poco que había llegado de Barcelona y me llamó mi sobrino para tomar
algo al salir del trabajo.
Nos juntamos en un bar de un amigo suyo.
Al entrar en el lugar de sillas y mesas irregulares, pues parecía que se había
montado comprando un poco de aquí, un poco de allí. Carteles anunciando viajes y
postes de paraísos desconocidos. Palmeras en la arena bañadas por el mar. El
mercado flotante de Bangkok. Al ver aquel poste me vino a la mente, si Pacheco
recibió el dinero que le envié, hacía días que no sabía nada de él. En un rincón del
local estaba mi sobrino y su amigo, nos saludamos, me presentó como su tío, y nos
reímos de este hecho un rato, la diferencia de edad entre los dos era de 20 años más
o menos.
Su amigo al rato nos dejó pues empezaba a llegar gente la mayoría parejas.
-¿Como están las cosas por allá?
-Bien según tengo entendido, de momento tienen dinero, si les hace falta algo
ya llamarán.-
Quería pasar un rato a gusto con mi sobrino; conocernos y por un rato no
hablar de Venezuela; así que le pregunté:
-¿Qué?, ¿cómo va tu moto?-.
- Bien, tú tenías una igual, la primera que te ví era una Sanglas 400, después
tuviste una B.M.W 600 azul después la Daltona 1000-, me dijo. -Yo te veía pasar y me
moría de las ganas. Recuerdo del casco integral con dos manos negras, una en cada
lado-.
-Sí, empecé joven, a mí vuelta de Marsella con el dinero que traje, me compre
una Clua 49, c.c que se llamaba “Gorrión” competía con mi amigo Mariano que tenía
otra igual a la mía.
-¿Mariano el vecino de casa de mis padres?-
-El mismo, después compré una Bultaco “la tralla 101”, Mariano se compró la
Ducati 125, y cuando salió la 200.c.c. fue de los primeros en tenerla. Era un pique de
toda la vida que teníamos los dos, primero por ser vecinos y segundo porque sí.
-¿Ves esta cicatriz en mi frente? y ¿esta otra bajo este ojo?, bueno pues
persiguiéndole me estampé contra un coche que estaba aparcado en la curva de la
Bonanova. Por poco me ahorcan aquel día.-
-¿Cómo que te ahorcan?, ¿Por qué?-.
-Eran las fiestas de la Bonanova, frente a la ermita montaban tenderetes de
juguetes y golosinas. Yo no lo sabía. Estaba bajando de casa de mi padre en Na
Burguesa, cuando me paré en donde hoy es C’an Pedro, allí mismo había un pequeño
bar, al yo pasar y pararme, las hijas del dueño del bar que estaban fuera, en la terraza,
me dijeron: ¡Mariano acaba de pasar hacia la Bonanova! y sin pensarlo un segundo
emprendí hacía allí, a toda leche.
Al llegar a la curva, de pronto apareció una niña de la mano de su padre,
frené; me fui de lado hacía la verja del jardín y salí despedido contra el coche. Estando
en el suelo vino la gente hacía mí, de pronto el padre de la niña, debió agarrar un
cordel de algún tenderete y me lo paso por el cuello. Me encontré sentado en el suelo
sangrando como un cerdo, menos mal que la misma gente y el hijo del carpintero de
Génova que me conocía, lo apartaron de mí el tiempo necesario para recoger la moto
y en la cuesta para abajo la arranqué de nuevo. La moto estaba con el faro y las
suspensiones delanteras estropeadas, pero se puso en marcha y como pude,
sosteniendo con una mano la mejilla que se me caía e intentando controlar el aire que
hacía que la sangre me tapara la visión, llegué hasta el bar Noray de Porto Pi, donde
nos reuníamos en la terraza algunos conocidos esperando que salieran las turistas de
un Hotelito cercano, así era como seleccionábamos a las chicas que después
localizábamos en las discotecas, Para que lo entiendas, era un “ casting de selección”.

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Episodios

Al llegar en el estado que llegué ninguno de ellos se movió, quedaron paralizados al


verme en aquel estado; entré en el bar y pedí un coñac. El dueño que estaba de
espaldas, al girarse para servirme se quedó parado con la botella en una mano y la
copa en la otra, fue su esposa la que tuvo que servirme. Entonces entraron tras de mí
los amigos y me metieron en el Biscuter de Pep, el hijo de Pañerías Mallorca, me
llevaron hasta la casa de Socorro donde me cosieron.
-Sí, me contaron muchas de vosotros dos, el que te conoce a ti bien es el
mecánico de la B.M.W.-
-Ah, sí Pacheco, sí un buen amigo, hicimos la mili juntos, un buen mecánico
ya me tocaba la Sanglas.-
¿La vendiste, la B.M.W.?
- Sí qué remedio, mi mujer decía que pasaba mucha pena conmigo; los niños y
esas cosas, además después con el taller… no tenía tiempo y necesitaba el coche
para el trabajo, así que para evitar tentaciones, además necesitaba el dinero y preferí
venderla. Una moto si no la manejas con frecuencia mejor apartarse de ella.-
-Sí, a mí me pasa lo mismo con mi mujer, no le gusta que vaya en moto, es
más creo que se ha montado cinco veces desde que la tengo y ahora con el niño
menos. Si supieses lo que me ha costado cambiar la vieja por la negra S.R.1000-
-Sí siempre igual, cuando se convierten en madres dejan de ser esposas y
novias.-
-Eso mismo me pasó con la barca, salí con la familia no más de cinco veces,
un día me llamó el Capitán del Club: Sr. Vizcaino su barca tiene caracolillo, yo no
sabía que era caracolillo ni lo que era la barba. El único tiempo que la barca estuvo en
perfectas condiciones, fue cuando la usaba el primo de mi esposa, que trabajaba de
funcionario y tenía las tardes libres. Él sí la cuidaba y utilizó. Yo, cuando iba allí el
motor arrancaba a la primera, los chalecos salvavidas en su sitio, las bengalas al día,
bien mantenida y gas-oil en el tanque. El día que decidió comprarse un velero, vendí la
barca y el amarre. Yo no tenía tiempo para usarla ni ganas.
-Pues yo tengo mis más y mis menos con mi esposa, con la moto, el buceo y
la Zodiac-
-¿Tú también? No me jodas. Ya somos dos- le contesté.
Nos echamos a reír. -Estaba bueno, jajaja-.
Viendo pasar los platos que servían, me apeteció probar uno. Tenían buena
pinta, eran las siete de la tarde y aún no había comido. Pedimos, y mi sobrino me
acompaño. Mi plato era dos lonchas de pan payes mallorquín tostado, con ajo, dos
medios tomates para refregar, aceite de oliva virgen, y dos lonchas de queso
mahonés, aceitunas negras y verdes partidas, hinojo marino y alcaparras. Una delicia,
de vicio para mi paladar.
Mi sobrino pidió un “plat de payés”, pan mallorquín con distintos embutidos. Con una
sonrisa me dijo:
- Tengo que mirar por el negocio, todos esos productos,- apuntando con el
índice su plato-, me los compra a mí, es un buen cliente y un tremendo fotógrafo,
todas las fotos que ves en las paredes son suyas.-
Eché una ojeada y la verdad que habían algunas muy interesantes.
Estábamos por la tercera Carlsberg y a gusto, con dos copas de vino tinto de la
casa que levantaba un muerto, pues me pareció a mi que el dueño le agregaba vino
de Málaga, el sabor era una gozada, hizo bien su amigo ofreciéndonos aquel vino, el
tipo era su amigo.
En aquellos momentos estábamos los dos como en Venezuela, nada
importaba, hablamos de nuestras sensaciones en aquel país. Hasta que se rompió el
encanto.
-Pedro, me tengo que ir, son las diez y mi mujer me estará esperando.-
Se fue con su integral en la mano, yo me quedé todavía un rato, el trabajo en
el local estaba controlado. El dueño vino a sentarse conmigo y compartimos las
hierbas dulces y charlamos un rato de viajes y lugares.

37
Episodios

Salí con el fresco de la noche y llegué a casa a escuchar el sermón de la


dueña. Me senté en el sofá delante la tele. Hasta que oí el bocinazo, ¡Venga, a
dormir!, ¿no ves que te estas durmiendo? Como un cordero respeté la orden, gracias a
Dios mis hijos estaban durmiendo y no la oyeron.

EPISODIO- XVII
Cómo se llegó a los barcos en Venezuela.

Un día me llamó mi sobrino para vernos en el mismo local de la última vez. Nos
sentamos y empezamos a hablar, había transcurrido un largo tiempo desde el último
encuentro. Nos saludamos y encontramos el mismo lugar de la vez anterior, libre.
Estuvimos hablando, de pronto mi sobrino me preguntó:
-Pedro, ¿como llegaste a la confección? Cada vez que yo venía de vacaciones
oía cómo mis padres hablaban de ti, de tus negocios de tu nueva casa y lo bien que te
iban las cosas. ¡Claro!, yo solo me fijaba en tu moto al verte pasar.-
- Sí, me metí en muchas vainas, no siempre para bien, déjalo ya habrá tiempo
para contar-. En ese momento no tenía ganas de hablar de negocios.
-Dime al menos, ¿como fue el ir a Venezuela?, y ¿cómo se le metió en la
cabeza a mi padre volver a Venezuela?, si salió de allí con una mano delante y otra
atrás, ya sabes que desde que me casé estoy un poco apartado de sus planes,.-
-Sí, tu padre es todo un caso, un día tu padre vino a verme, se había enterado
que yo había estado en Venezuela, eso fue antes de meterme en la confección,
estuvimos hablando de allí, me hizo todo tipo de preguntas, entonces recordé que
tenía un periódico “El Universal”, se lo entregué. A partir de aquel momento, sus visitas
se hicieron más frecuentes; venía, me enseñaba precios de casas; hatos con ganado
a precios asequibles; en fin, ya sabes ese periódico tiene como diez páginas de
clasificados. Yo hacía planes para marcharme de nuevo, recuerdo que era Noviembre
y me preguntó que cuándo me marchaba, entonces fue cuando me dijo que pensaba
venir con todos vosotros para visitar los lugares que ellos vivieron, intentar encontrarse
con sus amigos y todo eso-.
Empezaba a sentirme a gusto contándole estas peripecias, veía que se
interesaba cada vez más y aquello me gustó.
-Le dejé un teléfono de contacto – continué diciendo- y la hora para cuando
viniese con toda la familia. Johanna me llamó dándome la fecha de su llegada,
francamente, a pesar de saber que cada año, tu padre sabe, hacía mejor clima en
invierno para evitar las pulmonías, yo no esperaba que viniese. En aquel entonces yo
había encontrado una casita de veraneo que me habían ofrecido unos amigos
venezolanos en Puerto Píritu. Ese lugar es un paraíso, con su laguna y un tremendo
arenal, metido en un pueblo de pescadores, lejos de Caracas. Consiguieron
localizarme así que, llegó tu padre con tu hermano, estuvieron conmigo dos días, fue
entonces cuando me dijo que quería invertir en Venezuela, le enseñé un par de
apartamentos frente a la playa que consideraba yo una buena inversión-.
El amigo de Tony se acercó en ese momento para ofrecernos una botella de
vino de la casa, la verdad no me pude negar, porque al ver la botella recordé su sabor
dulzón el mismo de la última vez. Con Tony me provocaba colocarme sabroso, me
gustaba su compañía, así que aceptamos gustosos el vino y una selección de quesos
y pan bolí. Mientras abría la botella continué:
-Ellos regresaron a Caracas, a casa de vuestra amiga Johana donde vivían.
Más tarde llegasteis vosotros.
-Sí, me acuerdo de aquel día, allí empezamos nuestra aventura, toda mi
familia viajamos de Caracas a Puerto la Cruz, hasta Ciudad Bolívar, recorrimos casi
todo el país. Hicimos 6,000 Kms, en aquella “Toyota Caribe”, fue espectacular,
tremendo viaje hicimos-.
-Correcto, después de este viaje, como al año, tu padre volvió a pasar el

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Episodios

invierno en Venezuela, cuando regresó vino a verme con unos papeles al taller y me
enseñó su plan de los barcos. Quedamos para vernos, hablar y cenar juntos. Lo
encontré ilusionado, había conseguido la actualización de sus documentos
venezolanos después de casi 20 años de ausencia, había pagado los impuestos de un
terreno, por lo que estaba al día. Podía ver que él mismo estaba sorprendido, incluso
recuerdo que me dijo: ¡ese país es increíble!- .Al rato de conversación entramos en
materia, había contratado la construcción de tres barcos al precio de una Golondrina
de aquí. El proyecto inicialmente me gustó y la inversión me parecía poca por la
proyección a futuro. Así que le entregué dos millones de pesetas de los siete millones
que yo debía aportar. Así fue como me metí en ese asunto, él se marchó hasta que
nos vimos allí y pudiste ver como estaba todo-.
-La idea es buena y puede ser interesante si lográis acabar los barcos pronto
¿-Sabes Pedro?, mis padres nunca me ofrecieron participar en la sociedad.-
-No te ofrecieron participar porque saben cómo piensa tu esposa, además tú
sabes que no se tragan mucho.
-Sí, no me digas más, tienes toda la razón, no se llevan nada bien, no se
soportan.-
-Pues eso, no quisieron interferir en tu vida, yo estoy de acuerdo con la
decisión que tomaron. Además tú tienes un buen negocio, un hijo pequeño,
estabilidad.-
-¿Y tú por qué te metiste?.-
-Primero, por la poca inversión, segundo, porque me atrae la idea de ir a un
país tropical, tercero, porque tú hermano, con tu “Cédula de identidad” me ofrece la
oportunidad de invertir, cosa que yo como turista no puedo, cuarto, porque no me
gustan las cosas que pasan en España, además no resuelvo los problemas de mi casa
con los míos. ¿Te parece poco?.
-¿Pero, piensas vivir allí?. ¿Piensas marcharte?-
-De momento no lo sé, pero me ronda la cabeza que quizás soy yo el
culpable, quizás si me voy, mis hijos hagan piña con su madre sola, y la ayuden si falto
yo. No lo sé, francamente no lo se. Estoy hasta las narices del taller. Vuelvo a estar sin
trabajo, me parece que esta vez la Empresa cierra definitivamente.
-Del taller, lo sabía pero, ¿Qué pasó con las tiendas?
-Qué quieres que te diga, en poco tiempo, en un año me robaron tres veces, el
último me dejaron completamente limpio de género justo a principio de temporada, sin
posibilidad de reponer la mercancía, la compañía de seguros, aquella de la abeja, me
canceló unilateralmente el seguro al primer robo, así que cuando me robaron en las
dos tiendas la misma noche, lo perdí todo.
-Si no fuera por lo grave, esa sensación de impotencia sería hasta graciosa. Se
conocen a los ladrones, saben quienes son y no pueden hacer nada. La misma noche
me entraron en las dos tiendas, lejos una de la otra.-
- Adquirí la tienda de la Plaza Rosario para cobrar una deuda que me pagaron
con el traspaso, me aconsejaron que abriese otra tienda, con dos puntos de venta
jugaba con el mismo genero, parece mentira pero el mismo genero en un punto de
venta sale más que en otro, así que alquilé otra, donde alguna vez vino tu esposa a
comprar en la C/. San Joaquín.
-Sí, ya me acuerdo.¿Cómo están las cosas ahora?-
-Pues mira, alquilé un apartamento, vivo solo, a ver qué pasa.- Desde mi
regreso de Venezuela las cosas en casa van a peor, además quiero a mi esposa fuera
del taller, ya cayó enferma de pleura una vez.. No quiero que recaiga de nuevo. Ahora
nos han ofrecido una tienda en la playa, de esas cosas para turistas, souvenirs, a ella
le gusta y trabajará solo en verano, en invierno podrá ocuparse más de nuestros hijos.
Lo importante es que ella está ilusionada. Yo no me llevo muy bien con mis hijos, no
les entiendo y hemos tenido algunos enfrentamientos de palabra desagradables.
Reconozco mi carácter violento y no quiero llegar a mayores, así que mejor me
mantengo apartado.

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Episodios

Me di cuenta que efectivamente mi sobrino se mantenía muy al margen de


toda la familia, pero intuí que deseaba estar informado, que necesitaba saber.
Aproveché para decirle lo que me rondaba la cabeza desde que estuvimos en los
barcos.
-Déjame que te diga algo, no creo que tu padre sea capaz de llevar a cabo
este proyecto, yo creía que sabía el terreno en el que se metía, pero ya lo viste tú, ha
cometido muchos errores que son difíciles de rectificar. Los tres barcos a estas alturas
deberían estar trabajando. ¿Qué tenemos? Uno, y medio por terminar. Se ha gastado
una pasta y ahora estamos a la mitad y sin vistas a terminar, por ahora. La playa sin
dinero es una quimera.
-Calla, calla Pedro, mi esposa está con la mosca tras la oreja, casi cada día me
recuerda lo bien que hemos hecho manteniéndonos al margen, .pero son mis padres,
me duele verlos así, comprendo que hay que buscar un lugar para que mi padre pueda
pasar los inviernos de Mallorca. Que extraña es la vida, mi padre, que padece de los
bronquios contraídos en aquel país, ahora tenga que volver allí para no sufrir los
inviernos y humedad de aquí. Eso es, con anterioridad estuvo en Brasil, Cuba, ahora
es Venezuela.
-Menos mal que se lo puede permitir, porque hay que ver cómo vive y ha vivido
desde que llegó aquí. Buena herencia le dejamos todos los hermanos, ¿No te
parece?-
-No sé, me imagino, ¿como fue?-
-Cuando mi padre, tu abuelo, murió, el negocio familiar quedó repartido entre
nosotros los cinco hermanos. Como tu padre era el más viejo y con tres hijos, los dos
hermanos que manejaban el negocio cedieron su parte -En el camino vimos como
estaban los barcos, uno parecía casi listo, el otro estaba metiéndole cuadernas,
parecía un poco más pequeño que el otro.
.
-Pero por aquel entonces tú trabajabas en un Hotel. ¿Tanto ganabas?.-
-No, no ganaba tanto, de hecho cuando lo dejé me metí a vender licores por
los pueblos y playas. De toda mi vida siempre me he mantenido aparte de mis
hermanos.
-Sí, me di cuenta de ello.-
No me quejo, no me importó nunca su fraternidad, tuve suerte, visitando
pueblos, con la B.M.W , aquella 600 azul que tú conociste, la compré adrede, en los
pueblos salían a verla cuando estaba aparcada, la Sanglas no decía nada, la Guardia
Civil ya las había popularizado, pero la otra era de las primeras con sus dos motores
laterales todos aquellos botones, frenos de disco delante y detrás, sin cadena de
transmisión, lo nunca visto, eso me permitió entablar conversación, conseguir más
pedidos, por aquello de la confianza. Una forma de iniciar una conversación sin tocar
el tema de mi visita, además en el coche me dormía.
Allí empezó un nuevo ciclo en mi vida, Un día que entré en un bar de pueblo,
ví en la pared colgando en marco forrado de cartón, un trozo de papel sujeto con una
chincheta que anunciaba: “Se vende parcela 1, 500, mtrs. Con casa de aperos”.
Pregunté al dueño del bar que quién era el propietario, le comenté que yo estaba
interesado en saber el precio y verlo. Dio la casualidad que el propietario del terreno
estaba allí sentado. Hablé con él y quedamos en vernos al día siguiente para saber
dónde quedaba y ver el terreno. A la hora acordada y con mi coche, fuimos a verlo, me
gustó y le entregué un dinero a cuenta como paga y señal.. Por aquel entonces yo
visitaba frecuentemente a mi abogado, quién se ocupaba del papeleo necesario del
primer taller.
Le comenté al abogado la compra que había hecho del terreno, entonces me dijo.
-¿Qué piensas hacer con el terreno?- me preguntó
-De momento nada-
-No, yo lo decía, porque mi hijo acabó la carrera de abogado y esta
sacándose el titulo de Agente de la Propiedad, pensamos abrir una inmobiliaria en

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Episodios

este mismo despacho.- lo dijo esbozando una amplia sonrisa, que manifestaba el
orgullo que sentía por su hijo, y continuó diciéndome:
-Si quieres podemos empezar por vender tu terreno, le ponemos un precio y
antes de ponerlo a tu nombre, quizás encontremos un comprador.- La idea me pareció
muy buena y acepté.
No había transcurrido una semana el terreno se vendió, pasando de una mano
a otra sin yo firmar un solo documento. Aquella primera operación me apasionó como
el que va al Casino por primera vez y apuesta al 8 negro y saca un pleno.
A partir de aquel momento, empecé a fijar carteles de “se compra parcela y mi
número de teléfono”. Aquello fue muy bien, durante un buen tiempo, mucha gente
compraba parcelas que reconstruían, ampliaban, fue una buena época hasta que se
complicó el tema del taller y la pleura de tu tía.
¡Coño!, no quería hablar tanto, pero Tony tu compañía y este vino de tu amigo
me abren la boca y el apetito. Eres un tremendo oyente eso es signo de inteligencia. Y
no era mentira, el vino ya empezaba a hacer su efecto, pero seguimos charlando esta
vez continuamos con motos, hasta acabamos la botella. Más tarde, nos despedimos y
me fui al apartamento de soltero. Al abrir la puerta, me impresionó un poco el silencio,
nada que ver con los reproches de la que hasta aquellos días había sido mi hogar.
Me hacía la pregunta de siempre, ¿Por qué una mujer deja de ser esposa para
convertirse solo en madre? ¡Coño! Acaso no habíamos estado enamorados hasta
llegar a morir el uno por el otro, por qué la entrada de nuevos personajes en la obra
tenían el derecho a romper el teatro.
No lo podía consentir, este pensamiento me martilleaba, llegaban a mi
pensamiento los comentarios de los extranjeros alabando la manifiesta maternidad de
las españolas, pues yo me cagaba en ello.
Escogí a una mujer preciosa; enamorados; convencido de que me seguiría a
todas partes, mi esposa; amante; compañera; amiga. Lo había conseguido, había
tenido éxito, hasta el momento que se convirtió en conservadora e intentó enjaularme
en su jaula de oro, compartimos con aquellos egoístas, que se permitían censurarme o
enjuiciarme hasta llegar a acaparar a lo que más quería. Hasta tenía que pedirles
permiso para pegar un polvo a su madre. Estaban en todas partes y a todas horas.
Habíamos matado el amor entre el trabajo los horarios y los hijos. Seguramente soy
yo, con mi puto carácter. ¡Bah! Que sea lo que Dios quiera.
No se puede degustar lo que te gusta y te acostumbras, y ver cómo
desaparece poco a poco. Es injusto.

En mis escritos solo hay mis experiencias, más o menos criticables hasta
admito que enjuiciadas.
He superado todas las criticas, porque siempre he sido auto crítico, empezando
primero por mí mismo.
Desearía que revisaras de vez en cuanto, escritos de otros compañeros, te darías
cuenta leyendo entre líneas, sus sacrificios y experiencias, tal vez, más dolorosas que
las propias que yo expongo. Pertenecemos a otra época, pertenecemos al deseado
nunca más.
Un amigo me contesto diciendo, " Vivimos mucho mejor que antes" en
referencia a nuestra juventud. Estoy totalmente de acuerdo con su afirmación.
El hecho, de ser honestos en descubrir nuestros errores, es con la sana
intención de servir de trampolín para aquellos que como nosotros, hemos ocultado
muchos de nuestros amargos momentos.
Afortunado es aquel que no tiene infortunios que contar, mi enhorabuena, a los
que como nosotros nos desnudamos, es más, les conmino a que hagan un poco de
nuestra propia terapia. Independientemente que nos juzguen como egoístas,
intransigentes etc. Están en su derecho por hacer público nuestros errores o aciertos.
Efectivamente, me importa un rábano, la opinión desfavorable que se tanga de
mí, este punto hace muchos años superé el test. Simplemente no soy una persona a

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imitar, y mucho menos a envidiar. Pagué por mis ilusiones y sueños, pero admito
haber sido libre y feliz hasta el día de hoy.

Quiero incluir en mi saludo a D. Antonio, para nosotros adeur2, P.Puente,


Chapela, el mágico Mateo, y un largo etc. de compañeros que nos encontramos de
vez en cuando en este foro y en estos escritos.
En todos ellos hay historias, de orfandad, de lucha por mantener un trabajo,
una familia, haber sido capaces contra viento y marea, mantenerse firmes a un
compromiso o a un sentimiento.
Una vez una persona a la que respeto mucho por su honestidad, seriedad y
rectitud, que escribió aquí mismo, sus intenciones de suicidio. Me quedé estupefacto,
no por el hecho, sino de quién venía, tal afirmación.
El hecho, creo yo que muchos han experimentado el deseo de finiquitarse así mismos,
creo que hasta han llegado a experimentar la inenarrable sensación que siente uno al
ser poseedor de su propio fin. Hasta se puede gozar ante el manido vocablo de "Soy
Capaz" de mantener el cañón frío y duro con ese peculiar y exclusivo sabor del hierro
en la lengua, sabedor de los 15 tiros que esperan al menor movimiento para salir
disparados. Esos quince diablos que tanto sirven para salvarte la vida como para
liquidarla. Hasta dónde puede llegar el ser humano en su capacidad para sufrir.
¿Dónde está el listón que marca el límite de cada ser humano?. Lo que es problema
para uno, es reto para otro. Esa es la parte del juego "Medio lleno o medio vacío".
Por todos los distintos caminos que el ser humano se enfrenta en su vida, opta
por un camino o por otro. Yo nunca juzgo a nadie, no por temor a ser juzgado, pues
como dices tú: "me importa un rábano".
Lo que me afectó hace muchos años, hoy me resbala. Convertí mi piel sensible
en caparazón de tortuga, en cambio permeable al sentir por actos más corrientes, más
frecuentes, que a muchos harían reír de descubrirlos en ciertas personas.
Es una maravilla por ejemplo descubrir al curtido bombero, guardia civil,
enfermero que ha presenciado muchos desgarros de la vida, cómo puede llegar a
brotarle una lágrima por el dolor de un desconocido. Ese y no otro es el gran valor del
ser humano, esa y no otra es la fuerza, que te empuja hacia adelante. Esa es la
verdadera caja fuerte a la que recurres cuando te vienen mal dadas.
¿Quién es capaz en su sano juicio de enjuiciar a otra persona sin haber
pasado por los mismos trances? Acaso no entiende nadie que es una cuestión de
muchos factores, como sentimiento, frustración, impotencia?, Según algunos
ignorantes en la materia, les es más fácil pensar en cobardía.
Yo siempre he tenido el convencimiento de que para llegar a este fin, es
necesario valor, mucho valor, sea el instrumento, pastilla, vena o lanzarse al vacío.

EPISODIO- XVIII
Salida dirección Venezuela.

-¿Pedro?-.
-Sí, dime-, reconocí la voz de mi sobrino
-Pedro, necesito hablar contigo.- Su voz no reflejaba ansiedad ni
preocupación, más bien seguridad y decisión, quizás por eso no me preocupé.
-¿A qué hora y dónde?
-A las seis y medía. En el bar de siempre, donde Cosme.- ¿cómo lo tienes?
-Bien de acuerdo allí estaré.- Al otro lado del teléfono, oí voces de su esposa,
sin saber qué decía.
Llegué un poco antes a la cita, tomé una cerveza en el mostrador y charlé con
la argentinita que estaba arreglando para empezar la faena. La voz de la canción era
de Astrid Gilberto, una bossa nova. El dueño aún no había llegado.

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Al rato entraron los dos, el dueño y mi sobrino.


-Hola, ¿qué tal, cómo te encuentras?
-Bien- contesté-, las palmaditas en la espalda. Nos sentamos en el mismo
lugar que hacíamos siempre, la música era suave y permitía hablar, el ambiente un
poco bohemio de paredes oscuras, contrario al decorado tradicional de paredes claras,
el confort de las sillas, que yo procuraba que fuese la misma dentro de aquel birk a
brak, de sillas y mesas de todo tipo.
¿Qué pasa?, ¿qué hay de nuevo?-
-Mis padres, que me han llamado, sé que te llamaron a ti también.-
-Sí, me preguntaron si tenía el dinero o parte, les dije que sí, por cierto me
confirmaron que ya empezaron con el otro barco, me pareció que todo iba bien.-
-Ya lo sé, solo quería saber cuando te marchas.-
-Les dije a tus padres que estoy liquidando el taller, que me llevará algunas
semanas más, ten en cuenta que tengo que vender las máquinas y el taller.-
-Es que me gustaría ir contigo-, me contestó.
-No hay problema por mi parte, el personal está liquidado. El resto, el local y las
máquinas será más lento.- ¿Cual es la urgencia?
-Mis padres necesitan dinero.-
-Vale, pero, ¿por qué no me han dicho nada de dinero a mí?
-Fui yo que me ofrecí a visitarlos y les pregunté si necesitaban algo, como tú
hace poco que saliste del hospital, no sabía cómo tenías tus cosas.-
-Te dio fuerte, ¿quieres volver a Venezuela?-
Asintió con la cabeza y noté algo de tristeza en su cara.
- ¿Qué pasa Tony? Tienes problemas, oí voces por teléfono.-
-Sí mi esposa, no quiere que vaya, hemos discutido y se pone furiosa cada vez
que hablo de Venezuela.-
Me callé, pero reconocí que mi esposa, en comparación con la suya era un
caramelo. En mis adentros me reía a carcajadas, evitando que mi cara reflejara lo que
sentía en aquellos momentos.
- Mira sabes que te digo? que podemos marchar cuando estés listo.-
Tony sonrió, su cara se iluminó. En aquel momento sentí, como si aquellas
conversaciones con él, fueran las que hubiese querido tener con mi hijo.
- Tengo que aprovechar ahora que disminuye el trabajo en la charcutería.-
-Esta bien, por mi parte no hay problema, ¿consigues tú los pasajes?-
Hubiese preferido marchar cuando todo estuviese liquidado y sin ataduras,
pero deseaba acompañar a mi sobrino. Por otra parte, deseaba ver qué habían hecho
aquellos dos en mi ausencia con los barcos.
Llegó el día tan esperado del viaje, yo ya estaba en el aeropuerto esperando
para facturar juntos, por allí llegaba él, con su maleta de ruedas. Me extrañó que
llegase solo por lo que le pregunté.- -¿Como has venido?- Isabel me ha traído.
-¿Donde está ella?-
-No, ella no entrará, ya sabes, no le gustan las despedidas, además tiene que
ir al negocio, a esta hora está abierto.-
-Está la dependienta, ¿no?, -
-Si pero ya sabes.-
-Bien, vamos a facturar entonces.- le dije mientras me dirigía a uno de los
mostradores.
Llegamos a Madrid y a esperar nuestro vuelo a Maiquetía. Caracas. El vuelo
fue bien, dormimos algo y llegamos sin novedad. Ya estábamos en fila con el resto de
pasajeros en el control de pasaportes,
Omar venía hacia nosotros acompañado de un señor de traje y corbata,
después de saludarnos nos pidió los pasaportes y nos apartó de la fila, y dirigiéndose
al señor, le entregó nuestros pasaportes diciendo: Estos señores son clientes
importantes y amigos del señor Fermín. La experiencia es un grado, suponía que
Omar vendría por nosotros, le dije a mi sobrino que vistiéramos lo mejor posible, nada

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de chanclas, ni short’s.
El mismo señor entregó los pasaportes al controlador, que rápido puso el sello de
entrada y nos saludó, deseándonos una feliz estancia. Viendo todo aquel movimiento
pensé, ¡qué cómoda y fácil es la vida, cuando se tiene donde amarrarse uno!
Omar se despidió del señor con un “pásese por el hotel, cuando tenga un
tiempito”.
-Salúdeme a Don Fermín, despidiéndose de nuevo, mientras se marchaba.-
Sentí un tremendo alivio, a pesar del golpe de calor al abrirse la puerta al
exterior. En todos los viajes a ciertos países que yo había visitado, siempre sentí una
cierta sensación de inseguridad en los aeropuertos. Cuando llegaba al destino no me
calmaba hasta no verme lejos del aeropuerto y a la salida hasta encontrarme con el
avión despegando dejando la tierra tras de mí, y todo eso, a pesar de no ocultar nada.
En la calle me encontré relajado, como cuando se quita los zapatos con los
pies hinchados, podía respirar tranquilo.
Reconocí el coche del hotel, aparcado justo en frente a la puerta de salida,
con un policía con chaleco antibalas y repetidora en sus manos, de los que mantienen
el lugar despejado, nos saludó al llegar y Omar le saludó pasándole su mano sobre el
hombro a forma de saludo, y arrancamos de camino.
Estuve tentado de preguntar quién era el señor del traje, pero preferí no
preguntar, si Omar quería ya me lo diría, este permanecía serio a mi lado mientras
conducía.
De camino al hotel, a mi izquierda, el inmenso mar y a la derecha los mismos
paisajes, los árboles; las colinas de tierra roja que aún permanecen vírgenes, sin
ranchitos. A medida que entrábamos en Catia la Mar, iba en aumento las
construcciones, sus callejuelas, sus cuestas empinadas hacia los cerros plagados de
casitas pegadas una con la otra haciendo equilibrios sobre quebradas, sus fachadas
de llamativos colores, en todas sus ventanas los barrotes de hierro que contrastaban
con “las quintas” chalets con grandes jardines y enormes cocoteros. Pasamos por
delante del cementerio cuya fachada daba frente al mar. La impactante y bien cuidada
“Casa Guipuzcoana” del tiempo de la colonia con su elegante estilo, hoy convertida en
oficinas de aduanas, dando testimonio del enorme tráfico del puerto que importa casi
todo del exterior
Cuando nos acercábamos al hotel, la fisonomía de las construcciones
cambiaban, a nuestra izquierda el club Náutico, las distintas calles se ampliaban y
aparecían atractivos comercios, pequeños hoteles villas y bloques de elegantes
apartamentos, al frente los hoteles Sheratón y Meliá .
Llegamos al Hotel, saludamos a Fermín en su elegante despacho con sala de
reuniones para ejecutivos sus paredes de fotografías de personajes y la bandera de
España y Venezuela de pequeño tamaños sobre un mueble.
Hechas las salutaciones repetimos como la vez anterior baño, sauna, masaje
y cena, al día siguiente partimos para Carúpano.

EPISODIO XIX
Río Caribe.

Allí estaba Genaro, en la única puerta que era entrada y salida de pasajeros
directamente a los aviones. El aeropuerto era pequeño, un edificio de un solo cuerpo
rectangular; una espaciosa sala de espera con cuatro puertas, dos de ellas eran los
baños, la otra era de la única línea aérea; para comprar y verificar pasajes y equipajes
había una sola taquilla y todo este trabajo se realizaba manualmente.
Allí estaba también mi cuñada levantando el brazo, llegamos hasta ellos y nos
abrazamos y emprendimos viaje a casa.

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Episodios

Fotografía: Google. Puerto pesquero de Río Caribe

En el camino al llegar a playa Iguana, vimos como estaban los barcos donde
los empezamos, encima una planicie a 20 metros de la playa de piedras. Uno parecía
casi listo, se veía en la cubierta el puesto de mando del patrón con sus dos literas, la
de él y la del mecánico; lo que debían ser el camarote con las 8 literas del personal; la
cocina; un baño; en el otro, comenzaban a meter las cuadernas y parecía un poco mas
pequeño que el primero.
No se había avanzado gran cosa, no me sorprendió, pero si me decepcionó
bastante.
Nos paramos para saludar al personal sin apearnos. Genaro les dijo a los que se
acercaban que estábamos cansados del viaje.-No vamos-.
- Antonio tiene ganas de veros, podéis venir mañana-. Comentó mi cuñada.
Por el comentario de mi cuñada, entendí que no estaba interesada en parar.
Llegamos al desnivel de la carretera donde inicia la bajada que llega hasta la
explanada del embarcadero. A la izquierda el mar, a la derecha las pequeñas casas,
algunas de ellas su propietario ha fantaseado haciendo un porche frontal con filigranas
grabadas en la madera, todo ese derroche dependiendo de la pesca y sus ingresos.
A medida que crece la familia van añadiendo habitáculos en la parte trasera, la
gran cocina del fondo se convierte en pasillo y una habitación nueva en cada lado,
arañando espacio al terreno posterior para hacer la cocina nueva del tamaño de la
anterior, entre las casas algún que otro galpón destartalado de mayor tamaño, estos
sirven para reparar las embarcaciones de 9 a 12 metros. Allí mismo tenemos la
carpintería, en un galpón que nos prestó Alterio.
Todas las viviendas y construcciones están en primera línea, justo en la
estrecha vía, por ese motivo se conduce muy lentamente, los pocos coches que
circulan van a ralentí evitando un atropello, los críos salen corriendo de sus casas sin
preocuparse del tráfico casi inexistente, siempre juegan béisbol o fútbol fuera de sus
casas, en la calle o en la carretera lanzándose la pelota.
Los conductores en sus coches saludan al pasar, hacen sonar sus músicas a
todo volumen, reconocen quién viene por el tipo de música o cantante que llega
sonando en el silencio del lugar, por las tardes las familias al completo sacan las sillas
al portal, salen a tomar el fresco, y si hay cerveza para compartir con los amigos pues
mucho mejor; en la parte posterior de las casas hay grandes vegetaciones de árboles
y plantas, con trochas hacia un árbol de mangos o los platanales y cocotales.
Al final de la carretera, donde hay que torcer a la derecha para entrar en el
pueblo esta la pequeña lonchería de Daniel el hijo de Genaro. Apenas amanece

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Episodios

acuden los hombres que pululan por allí a comer sus empanadillas de queso; jamón o
pescado; los sándwiches de jamón y queso; los pescadores con los compradores
después de cerrar el trato, se toman su cafecito servido en un pequeño vaso de
plástico. El azucarero eterno sobre el mostrador, es un tarro de cristal con la tapadera
de lata donde le han hecho cuatro agujeros con un clavo, otro envase de cartón donde
están las cañas que tanto sirven para mover el azúcar del café como para absorber el
refresco en la botella. Al frente la explana con sus bancos y jardines, a la izquierda el
embarcadero con sus enormes ficus de hojas grandes y perennes, allí vienen los
compradores a negociar el pescado a la sombra de sus hojas. Al frente el hotelito que
en mi visita anterior lo conocí cerrado, ahora su portón de entrada estaba abierto. Era
un caserón de estilo colonial que lucia sus paredes de inmaculado blanco; sus grandes
farolas exteriores negras de hierro forjado; sus ventanas de sólida madera natural de
una pieza; los barrotes que protegen las ventanas están artísticamente torneados.
-¿Sigue todo igual?-. Comenté,
-Todo sigue igual, aquí cambia poco la cosa, solo que la posada del puerto
está abierta de nuevo. Me contestó Genaro.
- ¡Epa!, estáis mejorando, ¿Quiénes son esos de aquí delante?-
- Parece que sí mejora, están empezando a venir turistas, pocos, pero ya se
ven algunos canadienses. Los pescadores están contentos pues ahora podrán
cobrar en dólares haciendo viajes a los turistas hacía las playas y llevarlos de pesca.
Comentó mi cuñada.
- ¡Al fin! Corpoturimo abrió la posada, ya era hora.- Dijo Genaro.
- Seguramente ganarán más dinero así que pescando.- contesté.
Al llegar a casa saludamos a mi hermano, tomamos unas cervezas. Al ir al
baño, comprobé que mi cuñada dormía en la otra habitación. ¡Qué bueno, duermen
separados! Mi alegría fue inmensa, desde luego que lo esperaba teniendo en cuenta el
volumen de mi cuñada, mi hermano al lado de ella parecía un pajarito. ¡Qué bien!, iría
a la posada a dormir. Francamente deseaba estar lejos de la pareja.
Al poco, con la excusa de reservar habitación, Genaro nos bajó al pueblo y
conseguí habitación, dejé los bártulos y nos sentamos a charlar.
Me gustó el lugar, al cruzar el portón, un corredor amplio con el piso de
baldosa de terracota roja; el techo de vigas y forrado de madera color caoba; a mi
derecha el césped, algunas matas florecidas; bordeando la piscina no muy grande,
estaba el suelo en cementado y pintado de verde; el césped que limitaba con un
pequeño pasillos que daba el acceso a las habitaciones en planta baja; las tumbonas
blancas sobre el césped le daba un aire de tranquilidad y frescura; veía los troncos de
las altas palmeras; las puertas de las habitaciones y las ventanas eran de color caoba
también.
Seguimos andando, pasando por delante de los sillones de gran tamaño de
madera con cojines de lona en franjas de varios colores; dos mesas de centro; en el
muro de mi izquierda, se encontraban tres recias puertas y al fondo un pequeño
mostrador, donde estaba una joven muchacha de piel canela, típica raza de la zona,
con su pelo suelto negro, largo y rizado; su amplia frente con perfiladas cejas; unos
grandes y hermosos ojos negros y los labios bien perfilados.
Nos recibió con una hermosa sonrisa, para decir -¿Sres Vizcaino?-
-¿Si?,- pregunté.
-Su habitación está lista, cuando deseé es la numero 10, es la que da justo
enfrente-. Al mismo tiempo que dijo, señalo con sus labios encogidos, hacía el otro
lado de la piscina. Es una costumbre señalar con los labios encogidos, que quedan
como el capullo de una rosa, y que a mí me hacían tanta gracia.
-Ya estamos aquí-, dije,- la 10 justo en medio, bien vamos a aprovechar este
viaje y nos largamos a dar unas vueltas por ahí.-
Deseaba dejar mis bártulos, cambiarme inmediatamente de ropa, ponerme
cómodo y sentarme en aquel lugar; así que me dirigí a la habitación asignada
acompañado de mi sobrino. La habitación era sencilla y limpia, con colcha y ventilador

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de techo; dos sillas y un mueble de tocador; baño con ducha y cortina de plástico.
Todo un lujo. Me gustó. Nos sentamos cómodamente cerca de la piscina y pedimos
unas cervezas.
-Ya viste los barcos, están casi como los dejamos-. Le comenté a mi sobrino
no más sentarnos-.
- ¿Si no estás de acuerdo, por qué no te retiras antes de entregar ese dinero?-
- Porque ya se lo di a tu padre. ¿No lo viste?, mañana sacaremos cuentas y
veré lo que hago, de todas formas no le entregué la cantidad completa de lo que
traigo.-
Al decir la última frase, le observé a los ojos como intentando descubrir un
gesto de disgusto, pero, todo lo contrarío, esbozó una leve sonrisa de complicidad.
Estaba de mi parte. Lo presentí y me alegré por ello, pues era la confirmación de lo
que yo con anterioridad suponía.
Salió al paso con un ¡Pedro, Pedro!. Asintiendo con su cabeza, como
dándome la razón.
- ¿Que harás con el dinero que te queda?.-
- Vivir…..¿qué quieres?, vivir, señalando con mi dedo la reciente cicatriz de mi
operación. -Le daré el dinero a Genaro, que me lo guarde, e intentaré disfrutar del
paisaje.-

EPISODIO- XX
Cierre del Taller.

Me levanté como de costumbre, temprano, salí por el portón que estaba


cerrado. El personal del hotel aún no había llegado.
Me impactó el movimiento en el embarcadero, tomé mi cafesito en donde
Daniel, estaba abierto, observé que no tenía bebidas alcohólicas, me extrañó por
conocer a los pescadores de mi tierra, para los que la cazalla es un ritual.
Pregunté, ¿Daniel, no vendes alcohol?
-No, me contestó, en las luncherias está prohibido porque vienen mujeres y
chicos a comprar.-
-¡Ah! Eso está bien, buena normativa.-
-Deambulé en los puestos bajo los ficus, estaban limpiando el pescado y la
gente comprando.- observé que los peces pequeños y con espina los tenían
apartados.-
-¿Oiga y esos pescados?-
-No, esos tienen espinas, me contestó la anciana.-
-Me quedé perplejo, eran “gallinetas” pensé en lo ricas que estarían hervidas
como hacemos con el “cabracho” con all-i-oli. ¡Húm! Allí tan caros y aquí para
descarte, no los quieren porque tienen espinas.-
A las siete ví el portón del hotel abierto, desde donde yo estaba sentado en un banco
de la plaza observando la estatua del Libertador montado sobre caballo blanco. Me
preguntaba, Que erguido y fuerte se te ve compañero, no quiero pensar en lo que
debiste sufrir, liberar y convertir en republicas siete países, para morir olvidado;
enfermo y decepcionado en casa de un español, cuando tanto luchó contra los
españoles, para conseguir la independencia de Latinoamérica.
“El castigo más justo, es aquel que uno mismo se impone: Simón Bolivar”

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Episodios

Fotografía: Google. Casas de Río Caribe

Estaba en el comedor de la posada listo para tomar mi desayuno. En la mesa un


plato con frutas, mangos; piña; sandia y unas tostadas; mermelada y café con leche.
Mientras seguía recordando, no podía dejar de pensar en lo que había dejado tras de
mí.
Hacía varios meses que vivía solo en el apartamento. Los domingos iba a
comer con mi familia, mi suegra que vivía en el piso de arriba desde mucho antes de
enviudar; mis dos hijos y mi esposa, nos sentábamos a la mesa y charlábamos
animadamente, pero con una tirantez, cierta frialdad en el aire cuyos silencios se
podían cortar.
Llegaba el verano, mi esposa preparaba con el asesoramiento del anterior
inquilino, las compras para la temporada.
Aquel domingo recibí una ducha fría, mi hijo mayor se iniciaba en el mundo
laboral, en la empresa de un vecino herrero, su hijo mayor al igual que el mío,
empezarían juntos al tener la misma edad y ser amigos del barrio. Así las cosas. Estoy
seguro que se notó en mi cara mi decepción. No es que quisiera a mi hijo presidente
de una gran empresa, pero sí deseaba para él una formación superior; no me alegraba
saber que tuviera mil faltas de ortografía y deficiencias en las cuatro reglas de
aritmética. Los muchachos salieron a la calle, mi suegra subió al piso y quedamos mi
esposa y yo en el salón tomando café,
-¿Qué?, ¿cómo lo llevas?-
-Bien, tranquilo-
-¿Quién te hace la cama, y la ropa?-
Intuí en sus preguntas cierta sorna, una doble intencionalidad, como
queriéndome pillar en falta, o averiguar si existía otra mujer en mi vida, como una
conversación forzada, llena de rencores.-
-¿Quieres un poco de Marie Brizard en el café?, ¿Cómo ahora vives soltero,
no se si cambiaste de gustos?-
-Sí, por favor dame un poco, tanto no he cambiado, creo que necesitamos un
tiempo de reflexión-.La cama; la ropa y planchar me lo hago yo, iba a decirle, no me
hace falta nadie, pero preferí callar y evitar enfrentamientos.
-¡¿Tú?! No me lo puedo creer, ¿tú te haces la cama; lavas; planchas y limpias

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Episodios

el apartamento?.-
-Mira Mary, que hice la mili, que no lo hiciera aquí, no significa que no fuera
capaz de hacerlo, además tú sabes que viví mucho tiempo solo antes de conocernos.-
-Ya lo sé pero, no te veo haciendo de ama de casa.- Volvía con el rin tin tin.
¡Que lejos quedaba todo!, parecía que habían pasado mucho tiempo. Mas allí
sentado, me miré los brazos estaban blancos del invierno; levanté mi pierna para ver
mis pies sin las chanclas, los sentía fríos con el contacto de suelo.
Volvían a mis pensamientos los últimos meses remontando en años.
-Estoy preparando para cerrar el taller, voy a vender el apartamento liquidaré
al personal y a otra cosa mariposa.- intentando cambiar la conversación.
-¿Definitivo?, ¿Estas decidido, ya, ya?-
-Sí, es definitivo. No lo hice antes porque me duele cerrar el taller; vender el
apartamento para liquidar al personal. Son cuarenta y cinco días por año trabajado
más un mes por año de antigüedad.
Están las máquinas, según he hablado con Jordi este mercado está por los
suelos. Son muchas las empresas de confección que están cerrando. Lo que significa
que sacaré muy poco.
-¿No es posible?, ¿No tienes forma de cobrar?, ¿Cómo tienes la hipoteca del
taller?-

Las preguntas no tenían respuestas. No cobraría. Primero cobrarían los


Bancos y después ya no quedaría nada. Años más tarde me informaron que el
administrador de SATIL.S.A., había sido nombrado director de una Caja de ahorros en
Córdoba, justo después de la quiebra.-
-Con la venta del apartamento solucionaré si logró venderlo por el precio que
me han dicho.-
-¿En cuanto?-
-Siete millones de pesetas.-
Se hizo un silencio.
-Si no queda otro remedio, dijo ella.-
-No, no quedaba otro remedió; apuré demasiado el tiempo, mantener la plantilla
completa a bajo rendimiento. . .
Recordaba las indicaciones de mi abogado, también su consejo “Pedro si
guardas siempre tendrás, si tienes siempre podrás iniciar de nuevo”-.
No quise hacer caso a las indicaciones de mi abogado para salvarme de la
pérdida de mis bienes, estas soluciones que se me plantearon iban contra la gente
que había confiado en mí, no me dio la gana de salir con el rabo entre las piernas. Me
avergonzaba tanto mi incapacidad, no podía consentir que después de tanta lucha de
tantos, se fuera todo al garete. Esperaba poderlo solucionar, deseaba tanto no
abandonar.
-¿Qué piensas?-
-No, nada, necesito vender, ten en cuenta que tu negocio, debemos casi todo
el genero que estamos metiendo, más el que queda por meter, hay que tener liquidez
en caso que el negocio no rinda lo que se espera, ten en cuenta que después hay que
esperar hasta la próxima temporada sin ingresos hasta abrir de nuevo-
-Sí, ya lo sé, menos mal que el Señor Enric nos está asesorando para no
comprar muertos.-
-Sí, menos mal, dije yo-
Mientras, pensaba en el taller, lo mucho que disfruté viendo como crecía a
medida que el personal se perfeccionaba, ahora todo perdido. Sin olvidar lo que
pasamos con nuestros socios.
Seguimos hablando un rato más, hasta que llegó mi hijo menor con un amigo,
entonces aproveché para marcharme, no deseaba prolongar más mi tiempo allí, no
quería tener tentaciones, sabiendo que después me arrepentiría, por mucho que lo
deseara era mejor irse, pues sabía que mis sentimientos hacía ella, no eran los que un

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Episodios

día fueron.
Me sentía mal, no me gustaba el sentimiento que tenía dentro de mí de
fracaso, mi casa, los naranjos que planté…...
De salida hacia mi apartamento, pasé por delante del edificio Alkaid, miré
hacía arriba en la esquina, recordé cuando compré aquellos dos apartamentos uno
encima del otro con la intención de hacer un duplex, hasta tenía los planos diseñados
por el arquitecto de la finca, pensaba en una nueva distribución y escalera interior. Uno
de aquellos apartamentos ya lo había vendido.
Decidí venderlos el mismo día que asistí a la primera reunión de propietarios
sin estar terminados. Llegué al lugar, la sala estaba con dos docenas de sillas, en el
frente una mesa con dos sillas, empezaron a llegar los propietarios, el promotor y un
abogado. Se trató el tema de los aparcamientos y otras solicitudes de cambios en el
interior de los pisos. Empezaron las preguntas y respuestas, de pronto observé que de
las 40 personas allí reunidas, españoles solo éramos entre siete o diez, el resto eran
persas acaudalados, señores y señoras ostentosos, enjoyadas ellas y bigotudos y
barrigones ellos, todos de mediana edad, lo más probable huidos tras la entrada de
Jomeini en Irán. Nada que ver con la familia de persas que yo conocí y que fueron
durante algunos años unos buenos vecinos, elegantes y educados.
Al escuchar sus demandas y sus voces chillonas, en medio español, inglés y
francés, decidí no formar parte de aquella comunidad, dejar los dos apartamentos tal
cual los planos iniciales.
Ahora perdía el taller y con él se esfumaba aquel apartamento mirando al
mar. Solo me quedaba el apartamento de abajo. Seguí mi camino y el edificio quedó a
mis espaldas, cada vez más lejos.

Estaba inmerso en mis recuerdos, cuando de pronto apareció mi sobrino


acompañado de Genaro. Estaba decidido, compraríamos un coche, observé que a
Genaro no le hacía gracia. Lo que para mí me pareció que sería un alivio, para él
resultó ser todo lo contrarío, según me comentó más tarde.
–Lo de llevaros arriba y abajo y acompañaros es como unas vacaciones para
mí, me sacáis de la rutina, del aburrimiento de tantos años de hacer lo mismo,
vosotros contáis cosas de allí.
¿Genaro, cuanto tiempo hace que no visitas Italia?.-
- 35 años- le salió del alma. -Los niños; mucho gasto; cuesta mucho dinero, además
ya no conocería a nadie.
Sentí cierta melancolía en su voz y en su mirar.
-Sí, tienes razón,- le contesté, pero sentí dentro de mí si no me estaría
equivocando huyendo de todo.
¡Bah!, pensé. Será por poco tiempo hasta poner mi cabeza en orden. Después
ya veré. Esto no será para siempre, volveré a recuperar lo perdido, si lo conseguí una
vez, lo puedo conseguir de nuevo.
Recordé la frase de Cervantes:
”La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los
cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la
libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.

EPISODIO- XXI
Visita a la Cueva del Guácharo Tucupita.

Los dos primeros días estuvimos trabajando en los barcos y compartimos con
el personal el viernes por la noche.
En aquellos dos días estuve pendiente de encontrar a mi hermano a solas.
Cuando tuve la oportunidad, le hice las preguntas que me hacían falta saber, cuándo
formalizaríamos la sociedad y para cuándo pensaban tener listos los barcos, entendí

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Episodios

enseguida que mi hermano me daba largas. No había mencionado a su mujer que


había recibido dinero mío.
-Pedro, mi mujer no sabe nada de nuestra sociedad, el motivo es que todo
esto es más caro de lo que le dije a ella, entiéndelo, más adelante se lo diremos, ten
en cuenta que he gastado más de lo que ella sabe, de no hacerlo así, nunca me
hubiese dejado invertir aquí. Los barcos tuve que decirle a Alterio que redujese
plantilla para que ella no supiese lo que costaba el personal por semana, por ese
motivo no hemos avanzado como tú esperabas, ten paciencia, dentro de nada regresa
a Palma con Tony y podremos agilizar los trabajos.-
Entendí que no había mala intención pues él era bastante desprendido, pero
su mujer era otra cosa, a pesar de llevarme bien evité entrar en polémicas.
Una cosa me quedó claro, no se tendría prisa. Los barcos estarían más tiempo
a terminarse.
-Antonio, el resto de mi aportación quedará suspendido hasta que hayamos
formalizado y firmado la sociedad contesté a mi hermano. -Yo también tengo
problemas y no debo meter más dinero sin tener las cosas claras. ¿Lo entiendes?,
¿No? Piensa que la depreciación de la moneda encarecerá mucho más las
importaciones. O sea todo lo que necesitamos de bombas, motor, radios sonar etc.
¡Ah! Sin olvidar la emisora de radio y “cuidao” con los aparejos. –
-Sí, te entiendo. No hay problema, yo adelantaré el dinero que haga falta.-
Su contestación me había sacado un peso de encima. La playa estaba
controlada, la familia que allí vivía estaba contenta y ya empezarían a recolectar lo
sembrado, tenían su conuco terminado.
Con la nueva remesa de dinero, mi cuñada entregó la señal de pago del otro
motor para la barca que estaban empezando. El codaste del primer barco estaba
cambiado pues el que había al principio era insuficiente para el eje de la hélice. Algo
habíamos avanzado.
Iniciamos el viaje, menos mal que no se apuntó nadie más al paseo.
El sábado apenas amaneció, arrancamos motores para poder aprovechar y
hacer un recorrido hasta decir basta, con una Toyota que nos arrendó el concesionario
de coches en espera de conseguir uno de segunda mano a buen precio y en buenas
condiciones, menos mal que comprobamos la rueda de recambio, estaba
deshinchada. Al llenar el tanque de gasolina; revisamos el aceite; hinchamos
neumático; cargamos los bártulos imprescindibles como jabón para lavar la ropa y el
Autam para ahuyentar los mosquitos; hasta llenamos un bidón de agua como
prevención a un posible recalentamiento del motor, ahora si estábamos listos para
emprender el viaje.

Visitamos la cueva del guácharo, los 1,500 metros autorizados. Para


recorrer hasta 7 Km. hace falta una autorización especial, pues la cueva tiene 10 Kms
de recorrido.
En esta cueva existe la mayor colonia de aves parecidas a un halcón;
nocturnas; ciegas, que recorren cientos de kms., para alimentarse de frutos, se dice,
que en sus recorridos diarios llegan hasta Brasil. Algunas de las tomas de la película
“Los pájaros” fueron tomadas allí y la estancia principal de la gruta, creo que se llama
Humbold en honor al antropólogo alemán que recorrió Venezuela alrededor del año
1800, fue utilizada por los religiosos en su evangelización americana allá por 1 600,
pero de este hecho apenas se documenta.

51
Episodios

Fotografía: Google. Cueva del Guácharo Tucupita.

Lo más sensacional para ver es la salida de las aves a las 18 horas, éstas
llegan a oscurecer el cielo, el interior de la cueva es un poco decepcionante los grupos
son reducidos y se caminata en fila india por un estrecho pasillo fangoso al estar con
excrementos y aves muertas caídas de los miles de nidos, entre las espectaculares
formaciones de estalactitas y muros que han creado un microorganismo, el olor es
nauseabundo y meten un tremendo ruido, quizás fue por ser cerca de la hora de su
salida cuando nosotros la visitamos.
No quisimos quedarnos en el mismo lugar, así que emprendiendo la marcha
hasta que encontramos unas piscinas de cemento al lado de la carretera, eran aguas
termales de color blancuzco. Había otras personas bañándose, pero nos metimos; las
paredes del interior tenían un limo de color verde y blanco y el olor era como azufre
penetrante, menos mal que salimos limpios y con la piel suave. Al reiniciar el camino
encontramos un pomposo letrero ofreciendo habitaciones, decidimos parar allí y
quedarnos, después de todo lo más probable era, no encontrar alojamiento en varios
kilómetros.

Al amanecer después de desayunar, estábamos listos para emprender de


nuevo la marcha.
Llegamos a Maturín, después de hacer unos 200 Km.; tomamos la calle que
más tráfico tenía, señal que nos llevaría al centro de la ciudad, como así sucedió. Al
final de la avenida, nos topamos con el Parque Simón Bolívar con su estatua y
espléndidos jardines; el Palacio del Gobierno de construcción colonial; la iglesia San
Simón, patrono de la capital; el resto son amplias avenidas; edificios y comercios
elegantes. Nos llevamos una agradable sorpresa al ver la cantidad de espectaculares
casas coloniales, lo que es una verdadera maravilla. Por todo aquello nos fuimos
rápido, a pesar de ser una ciudad moderna y hermosa, ambos huíamos de la
civilización. Bordeando la ciudad, los ranchitos hechos de cualquier material al alcance
de la mano, junto a pequeñas edificaciones de material de construcción. El petróleo y
su riqueza crea estos grandes contrastes, le comenté a Tony, mientras él asentía con
la cabeza. .

Saliendo de la ciudad, encontramos grandes extensiones de caña de azúcar,


algodón, ganado, tomates, yuca, etc. Viendo estas tierras tan ricas y productivas uno
no llega a entender nada, ni la miseria, ni las carencias en muchos lugares del país.
En medio de aquella carretera, donde solo se ve el verde de la vegetación, vimos un
letrero hecho a mano, “AREPAS, CHICHARRÓN, TOSTONES”, no lo pensamos y nos
detuvimos. Pedí una “reina pepeada”, mi sobrino una de carne esmechada y para
acompañar, una ración de tostones con una fría cerveza “polar”.

52
Episodios

Después de comer emprendimos viaje en dirección a Tucupita en el Delta


Amacuro. Doscientos Kms. nos esperaban de carretera.
-Nunca pensé que hacer 200 Kms. fueran tan agotadores, si decimos esto en
casa se reirán de nosotros.-
-¡Sí¡, pues que vengan aquí y se lo diré.- contesté
Me quedé dormido hasta que se paró el coche, desperté y encontré varías
casas en la angosta carretera.
-Vamos a tomar algo aquí.-
-Si-, respondí.-
-¡Epa!, buenas tardes, dos polarcitas.-
Nos despachó el dueño, un indú, paquistaní o turco, ¿Qué hace este por aquí
tan apartado del mundo? –Pensé, los venezolanos llaman a todos los musulmanes
turcos y a los españoles “gallegos”. Entramos en aquella chabola con el letrero de
cerveza; dos mesas de madera con sillas de estructura de hierro; trenzadas espaldar y
asiento de moriche. Detrás del local estaba el río con los palafitos de los indios
guaraos. Estábamos tomando cerveza cuando apareció un europeo de pelo largo con
coleta, rubio barbudo desaliñado, se acodó en el mostrador sin dejar de observarnos,
con la botella de cerveza se acercó a nosotros preguntando ¿turistas?.
-Sí-, respondió mi sobrino
Se sentó, acercando una silla a la mesa,
Estuvimos hablando de donde veníamos, qué hacíamos por allí, todas esas
preguntas de rigor. Era austriaco y hacía tiempo que estaba viviendo por allí.
¿A donde os dirigís?
-Ahora a Tucupita- le contesté.
Al rato de charla con mi sobrino, que por cierto se entendían muy bien, Tony
era A.T.S y el austriaco dentista; de unos 40 años; separado; enjuto; alto y agradable
en sus maneras. Se notaba que habían contactado bien. Al final nos preguntó:
¿Tenéis prisas?, ¿por qué no os quedáis un par de días?
¿Dónde? y ¿que hacemos con el coche?
-Eso no es problema, os quedáis en mi casa, el coche lo cuidarán aquí, no pasa
nada, ¿Verdad Babu-, dirigió la pregunta al hombre del mostrador que asintió diciendo:
- No problema-
La idea era soberbia, nos atraía un montón a los dos. Me enteré en la charla
que mi sobrino se había equivocado de camino. Mi sobrino que conducía,
supuestamente conocía el camino ya que había estado en Tucupita en su viaje con
sus padres, pero claro en viaje salían desde Ciudad Bolivar, o Puerto Ordaz.
Recogimos nuestras cuatro cosas sin olvidar los mosquiteros y las esterillas de dormir.
-Tony, ¿donde vas con el maletín?- Ese maletín negro que no soltaba nunca,
yo sabía que llevaba medicamentos, pero nunca había visto su contenido.
-Mis cosas, nunca se sabe.-
Mientras hablábamos, los niños indígenas estaban disfrutando mirándose en
los espejos de los retrovisores del coche sin tocar nada, se reían; empujaban;
andaban descalzos; desnudos los más pequeños y con camisolas y pantalones cortos
los mayores. La etnia guarao procedía de los Incas.
El austriaco dijo que tenía de todo en su casa, si nos gustaba el pescado, que
no hacía falta comprar nada, solo cerveza. Me preguntaba yo, ¿en donde compraría
algo más, pues precisamente allí no había casi de nada?
Bajamos caminando por una trocha hasta el río, allí estaba su medio de
transporte, una larga embarcación estrecha, “curriara”, con un motor fuera borda.
Emprendimos el camino pasando por delante de los “palafitos”, algunos indígenas
estaban tumbados en sus chinchorros y se les veía bien, pues no tienen ni puertas ni
ventanas, solo alguna separación hecha de moriche. Llegamos a un remanso del río,
bueno no era un rió en sí, era un caño del Manámo o Guaripa, allí estaba el palacio del
austriaco, varios compartimientos sin puertas, lo que podríamos calificar de chamizo.
Un eterno fuego fuera de la casa en una especie de fogón con el trípode de

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Episodios

hierro donde colgaba el gran caldero hirviendo agua.


Apalancamos la barca fuera en la parte de arena negruzca, unos metros más
allá frente a su casa la arena era más blanca. Hans metió las cervezas en una especie
de nasa y la lanzó al río, atando el cabo a una roca donde parecía tener más
profundidad. Mientras se acercaba diciendo. –Mi nevera automática- nos echamos a
reír mientras sacábamos nuestras pocas cosas de la curiara y montábamos los
chinchorros con los mosquiteros donde Hans nos indicó, en unos espacios de su casa.
Cenamos de pescado a la vara con yuca hervida, deliciosa cena regada de cerveza y
Ron añejo Aniversario, una botella redonda envuelta con una cuero fino marrón claro.
Lo único que no era cómodo eran las sillas de madera que al rato el culo
dolía, pero que no importaba al notar los sonidos de la noche, el murmullo del río, el
fuego. ¡Ah! El fuego nos dejaba ver alguna mariposa nocturna revoloteando al
contraluz. El auyentador de mosquitos no servía para los diminutos jejenes que no
pican, muerden.
Dormimos como reyes. Los mosquiteros funcionaron y los chinchorros más.
Por lo visto el ron era especialmente bueno.

Hago este breviario para que se me entienda que cuando mencioné el Río
Manamo o el Rio Guaripa, es porque no supe en cual de los dos estuve.
En esa región llena de caños donde afluyen los dos mencionados más el
Amana, el Tigre; Morichal Largo; Lleno de caños, los llamados Llanos donde
dependiendo de la temporada se crean caños en una basta extensión de tierra. En el
trópico septentrional, que es donde se encuentran los Llanos en los equinoccios de
primavera y verano se produce el periodo de verano o sea la época de lluvias. Hablar
de la fauna otra dificultad, son tantas las especies, de aves; mamíferos anfibios;
vertebrados; invertebrados; monos, araguatos; capuchinos; marimondas; titís.
Herbívoros como el chigüire; caramerudo, la lapa especie de ciervo chiquito, el
matacán rojo.
Cerca del delta Amacuro se junta el agua salada de la dulce del río, por lo que
la pesca es abundante en ambas especies de pescado. La superficie del Orinoco se
estima 500,000 Km cuadrados, con una longitud de 1,100 Km. entre Colombia y
Venezuela.
Hay que estar allí para ver la magnitud de la naturaleza, ríos donde no se ve
la otra orilla.

EPISODIO XXII
Hans, un austriaco errante.

Amaneció y muy temprano nos levantamos, pues los rayos de sol nos
despertaron.
Hans hizo café, menos mal que había tazas de esas de hierro cubiertas de
una especie de losa, al igual que los platos de metal recubiertos abollados y algo
descascarillados, pero útiles, al igual que las cucharas, solo tenía dos, por lo que el
dueño del palacio comió con las manos.
La noche anterior se orinó donde le dio a cada cual; es curioso pero para tal
necesidad siempre ví que escogíamos un tronco cerca de las matas. Pensé, “algo de
perro tenemos”, o será para ocultar la medida de nuestra vergüenza.
Allí estaban, un austriaco, un nacido italiano y un español, como en los
chistes.
Al despertar quise ir al baño pero me di cuenta que no había, le pregunte a
Hans y me señaló un lugar que no era más que cuatro palos con estera de moriche
que hacían de paredes formando una “U”, dejando el frontal libre para ver el paisaje y
sin techo para ver las estrellas. -¡Todo un lujo!. Pedro, esto si que no te lo esperabas,
¿verdad?, me dije para mis adentros. Allí estaba yo, en cuclillas, corriendo el riesgo

54
Episodios

que apareciera alguna serpiente y me quitara el sarmiento; preparado para el salto de


la rana y sin esfuerzo volví atrás en mi vida, recordé las letrinas como aquella. Las del
pueblo, fuera de la casa; encalada de blanco; elevada del suelo como una poltrona
con su tabla de madera con un agujero en el centro y oliendo a lejía. Las del cuartel,
que también servían para camuflarse; eran pequeños habitáculos con las puertas, que
un día fueron pintadas creo de verde oliva; con orificios hechos por los muchachos
mientras hacían sus necesidades, así podían mirar por los agujeros y ver si el que
pasaba por delante era mando o subalterno; las dos peanas en forma de zapato,
hechas de cemento elevadas quince centímetros del suelo, supuestamente para evitar
salpicar las botas relucientes pero siempre con el culo al viento; ahora salpicaba mis
pies desnudos y me reí a gusto al pensar que nadie me arrestaría por ello. Tanto no se
había cambiado en el tiempo, en uno mantenías la puerta cerrada con una mano, en
esta me veían de lejos.
Al terminar la limpieza del culo se hacía metiendo la mano en un cubo con
agua, y frotar hasta dejar el lugar limpio y aseado, o bien metiéndose entero en el río,
pues el papel no existía.
Nos gustó el lugar; la escogencia y compañía del rubio. Este había aterrizado allí y
vivía como un paria. En la casa no había casi nada de pertenencias, ni muebles.
-¿Para evitar el dengue o malaria qué haces? Le preguntó Tony.
-Esperar a que no me pique el pata larga, la hoguera me ayuda a
ahuyentarlos; por lo demás, tomo mis precauciones evitando las infecciones hirviendo
el agua y la guardo en esos bidones.- señaló hacia dos enormes recipientes de
plástico con sus tapones que había en un rincón.
Para el aseo matinal, nos lanzamos los tres al río, el agua no estaba muy fría.
-¡Esto es vida!-, exclamó mi sobrino mientras nos zabullíamos como críos.
-Esta es la vida que he escogido, pero yo puedo marchar cuando quiera, son
los supuestos civilizados que difícilmente pueden vivir como yo vivo, ¿Quién es más
esclavo?-Hans sentenció sonriendo y chasqueando los dedos.
-Tú eres un hippy.- le contesté lanzando un gran chorro de agua con la palma
de mi mano y nos echamos a reír estrepitosamente. En aquel momento me di cuenta
de que hacía mucho tiempo que no me reía tan a gusto y llegué a sentir una envidia
sana de aquel bohemio.
Salimos en la barca a recoger a un anciano en el pequeño poblado y
emprendimos camino un buen trecho río arriba. Nos llevó a pescar y recorrimos
lugares impresionantes de garzas rosadas; rojas y blancas; guacamayos; loros; todos
aquellos distintos pájaros, que levantaban el vuelo al pasar nosotros entre los
manglares.
-Tenéis que probar ahora que estáis aquí, la comida warao, o guarao; palma
de manaca; yoruba (harina); semilla de moriche y gusanos blancos del centro del
tronco, se comen crudos o asados de la palma de moriche; la yuca, eso ya lo
conocéis.-
El viejo escuchaba y reía asintiendo con la cabeza. Hans nos demostró estar
integrado y respetado por la gente del lugar. Su comportamiento y dedicación hacia
nosotros fue ejemplar.
En los días siguientes, algunos de los guaraos nos seguían en sus curiaras
cada vez que salíamos, ellos las manejaban como querían, eran verdaderos
especialistas en unas barcas tan estrechas que alcanzaban una gran velocidad; el
anciano que nos acompañaba nos hacía parar el motor y seguir con los remos, para
terminar agotados y sin ninguna posibilidad de alcanzarlos. La camisa que llevaba el
viejo puesta, debió de ser de alguien más grueso pues el cuello y resto de la prenda
era de un hombre corpulento, del austriaco no podía ser, calculé que su talla debía ser
la 40/42 y la camisa era de la 54 más o menos. Este hombrecito de pies grandes y
anchos en comparación con el resto de su cuerpo, era un gran amigo del austriaco.
Este nos contó, que aquel hombre era como un jefe y fue de una gran ayuda que
recibió de aquel indio cuando decidió quedarse. Su gente fue la que le construyó su

55
Episodios

casa en aquel lugar donde él decidió vivir. Lejos y escondido de todo y de todos.
–Los guaraos aún se guían por el calendario lunar-, nos comentaba Hans,
como si de una clase de historia se tratara,- Las mujeres para casarse tienen que ser
raptadas por sus futuros maridos- y remató la clase diciendo-, nosotros tendríamos
que aprender de ellos y que raptasen a nuestras esposas y se las llevasen bien lejos
para no tener que pagar tanto en los divorcios.-
Nos reímos un buen rato. El anciano seguía sonriendo divertido de oír que sus
leyes eran alabadas por los extranjeros.
Hans continuó: -La construcción del dique, en el río Mánamo para hacer más
caudalosa la desembocadura del Orinoco y así facilitar la navegación de grandes
buques, ha creado el éxodo de los guaraos hacía San José de Buja, Tucupita y
Maturín. El viejo y su gente eran reacios a dejar su hogar de toda la vida.-
Mientras Hans nos explicaba, observé al viejo, había tristeza en sus ojos, seguramente
viendo las casas, un día habitadas y ahora vacías. Antes, las mujeres tejían cestos;
chinchorros; capazos de moriche. El Indú del abastito les compraba la producción que
a su vez enviaba a un familiar que tenía el negocio para turistas en Tucupita.
Hans dejó de hablar para señalar un lugar de la orilla del río. Allí estaban
cuatro jóvenes familiares del anciano construyendo una curiara; el tronco seco lo
vaciaban con fuego y hierros candentes; el resto a machete limpio. En efecto, la
curiara de Hans tenía, en el interior, las huellas de haber sido hecha con el mismo
sistema.
Aquella vida, ver la naturaleza en todo su esplendor y fuerza, los pies descalzos, sin
ataduras de ninguna clase. Digo lo de los pies, pues pensé que de tanto tenerlos
resguardados; sujetos; atados, dejan de sentir lo que pisan; pisar una piedra; un
tronco; una rama; el barro de la orilla que se introduce entre tus dedos, son
sensaciones beneficiosas, pues a pesar de sufrir algún daño, es bueno por ser real,
sabes lo que has pisado aún sin verlo.
-Hans, pero ¿esta gente qué posibilidades tienen?, los hemos visto en
Maturín pidiendo limosna en los semáforos, sentados en los parques- le preguntó mi
sobrino.
-Ninguna, tienen dificultad en hablar castellano, no tienen estudios, están
acostumbrados a esta vida; el humo de los coches les hace toser, ¿no os fijasteis?, y
aún así se acercan para olerlo. Cuando se muera el viejo, emigrarán buscando a otros
familiares que a su vez en su día emigraron. Las mujeres se pondrán a servir de
criadas en la ciudad y vivirán de lo que ella y la hija ganen, el hombre lo tiene más
difícil. Quitando de pescar; cultivar alguna cosa; subir a un cocotero, es muy poca o
ninguna la formación que tienen para salir adelante.-
Oyéndole hablar se notaba que no le gustaba hablar de ello. Los brazos y los
hombros caídos denotaban el afecto que sentía hacía aquella gente, sus palabras
dejaban entre ver la impotencia que sentía por no poder hacer más por la gente que lo
había acogido.
Era una de esas tardes en las que agotados de navegar río arriba y andar por
aquellos lugares, pensábamos en unas cervecitas bien frías, lo que no sabíamos era
que nos esperaba una tremenda cena.
Nada más llegar, mientras nosotros dos nos refrescábamos en la bañera de
miles de litros, Hans había salido con la curiara sin decirnos nada, fue a buscar
gasolina que encargaba a Babu en bidones de 10 Ltrs. Se presentó con las cervezas;
ron peleón y una pieza de carne.
-¡Hans, déjanos pagar, hombre!-.
-La próxima vez-, contestó.

A mí me pareció que la pieza que estaba asándose en aquel momento era


cochino. Le preguntamos a Hans y con su sonrisa, dijo “serdo”, pero yo no me fiaba
mucho de las salidas del austriaco, que se divertía mucho de nuestra ignorancia, y
tampoco conseguimos saber en dónde la había conseguido. Estábamos los tres

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Episodios

alrededor de la hoguera, después de bien cenar y beber, lavado cada uno su plato y
cuchara en un barreño con agua y arena que dejaban los cubiertos como la plata y
Tony le preguntó al austriaco:
-Perdona que te pregunte, ¿cómo haces para tener dinero?
-Tengo una familia austriaca afincada aquí, que me proporciona lo que
necesito, ellos pagan al primo de Babu directamente lo que yo consumo, mayormente
gasolina. Bueno, la verdad es que antes de marcharme de Austria, dejé a mi socio la
clínica dental, me paga un alquiler por el negocio y me lo deposita en una cuenta
conjunta que tengo con mi hermana en Austria. Esta familia, que tiene varios hijos y
viven en Tucupita, van casi cada año de vacaciones a Europa, mi hermana les
deposita a ellos lo que gasto, lo cual les va de perlas porque siempre tienen dinero en
su cuenta cada vez que van, la verdad es que no es mucho porque yo gasto muy
poco, ahora porque estáis vosotros y me apetece más compartir y pasarlo bien. Ellos
son una especie de visa o master-card.-dijo riendo, como si fuera la primera vez que
se le ocurría esta comparación.
-¿Y tú Pedro qué haces en Palma?-
- Ahora nada, estoy de vacaciones, vivo en casa de los padres de Tony, en
Río Caribe, acabo de cerrar un taller de confección.
Estuvimos hablando de nuestras cosas, de la vida, y de Venezuela. Estaba
intrigado por la carne que había comido, así que me decidí. y le pregunté:
-Hans ¿que es lo que hemos comido?-
-“Serdo”- contestó.
Por la mañana salimos en curiara, nos adentramos en el río hasta una costa
que resultó ser una isleta, empezamos a caminar, de pronto un ruido entre las plantas,
eran cerdos.
-Son de los guaraos, les compré dos hembras y un macho y crían muy bien,
los alimentan con cocos y yuca, el anciano que conocisteis distribuye a cada familia la
parte que corresponde.-
-¿No se escapan?, ¿no se inunda la isla con la subida del río? - preguntó Tony
- No hay problema, como esto es una isla, el cerdo no se mueve, y no tiene a
donde ir; tienen comida y agua, además son casi salvajes, se las saben todas; si el río
sube se van tierra adentro; permanecen lejos de los caimanes; saben hacer ruido para
ahuyentar a las culebras. No hay problema. Cuando la gente quiere un cerdo lo
escogen y lo cazan. Veréis que hay alguno marcado con color en el lomo, este está
escogido para ser el próximo en ser cazado. Les enseñé bien, ¿no?-, sonrió Hans
orgulloso.
No salíamos de nuestro asombro. -Cada día es una experiencia; un
adiestramiento constante; lo que estamos viviendo no hay dinero que lo pague- dijo
Tony, y yo asentí.
- ¿Cuanto tiempo llevas aquí Hans, creo que dijiste cinco años? Le pregunté.
- Si, más o menos cinco años, ahora que lo pienso, nunca creí sobrevivir tanto
tiempo en estas condiciones. Después de mi divorcio, arreglé los asuntos con mi
socio, hablé con mi hermana de tomarme un tiempo de reflexión; necesitaba irme
lejos. Llegué con un grupo de turistas. Al llegar donde dejasteis el carro, nos paramos
y me quise quedar, después de discutir, me dejaron, fue una casualidad, sin pensar,
me quedé a dormir una noche en el conuco del viejo y al cabo de unos días decidí
quedarme, regresé con un transportista hasta Maturín y regresé a Austria; dejé todo
allí arreglado pero con la idea fija de volver, así que volví; compré la barca; escogí con
el viejo el lugar y aquí estoy. Algunos días me cuesta creer que llevó tanto tiempo por
aquí, a mí me parece que hace poco. De vez en cuando regreso a mi país o
Norteamérica para comprar medicamentos y algunas cosas que hacen falta a esta
gente. Sobretodo antibióticos, para eso debo ir a Tucupita que conozco a un médico
que me extiende las recetas que necesito, los niños siempre tiene algún problema,
primero llaman al Samán, pero a mí también.
¿Tienes hijos? - pregunté-

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-Sí, tengo una hija, hace poco que se casó y cuando voy la visito-. Debió
advertir mi cara de interés en saber. Continuó – Sí, fue un poco difícil al principio; ella
estaba en la edad difícil cuando nos separamos. El maldito trabajo, primero para
conseguir montar la consulta, hacerte un nombre dentro del gremio; encontrar a un
colega como el que tengo; años de lucha, sacrificios. ¿Mi gran error?, el poco tiempo
para compartir y dedicar a mi familia.
Mi esposa encontró a otro hombre y pusimos las cosas claras. El mundo se
me cayó de golpe, fue como un mazazo. Dejé el trabajo; me trasladé a un apartamento
y estuve unos días sin salir de casa. La idea de estar pendiente de ver a mi esposa; el
miedo que sentía al entrar en un local y que mi esposa estuviese allí, o ir por la calle y
darme de narices con ella y su amigo, me enfermaba sólo de pensarlo. No podía
soportar estar pendiente de los días que me asignasen para estar con mi hija; no
poder disfrutar de su compañía cuando a mí me apeteciera; estar supeditado a los
cambios de humor de mi mujer que podían afectar la relación con mi hija. De alguna
manera sentía que la había perdido. Ya no tenía nada por qué luchar, había perdido
todo lo que yo creía que era lo más importante y seguro que olvidé algo en el camino,
creía haber sido un hombre luchador, buen amante y padre…..no lo sé, solo sé que
perdí mi casa, mi hija y mi esposa. Quería olvidar todo aquello que era un tormento.
Un día me desperté y me pregunté: ¿y si te hubieses muerto? Jajaja, Así que me
maté, desaparecí y nunca mejor hecho.-
Nos miramos mi sobrino y yo admirados de su franqueza.
-Además, aquí me siento a gusto. Hasta que venga más gente, de momento,
estamos apartados de todo y de todos, me siento útil, la gente me quiere, me llaman
para que les ayude. Esto es lo que no paga el dinero, aquella quimera mía por tener
más clientes, mejor casa; mejor coche; ropa linda. Primero fue para pagar y
convencerme de que era bueno profesionalmente, después se convirtió en un hábito,
monté eslabón a eslabón la cadena de mi condena sin saberlo. Aquí, nada de todo,
eso tiene su valor.
Pensamos quedarnos dos días, y nos quedamos cinco.

EPISODIO XXIII,
Llegó el día de despedirnos de Hans.

No deseábamos marchar. Miraba mis pies desnudos haciendo dibujos en


aquella tierra rojiza suave como polvo; la misma ropa del primer día, solo me la
quitaba para lavarla y enseguida se secaba y vuelta a poner.
-Pedro, no podemos quedarnos más tiempo, nos hemos esfumado, mis
padres estarán pasando pena al no tener noticias nuestras.-
-Sí, lo entiendo, pero me quedaría unos días más. Tony, déjame que te diga,
que tu padre estuvo años sin escribir, sin saber de él. Cuando llegó a Australia,
apenas escribió unas cuatro veces en cinco o seis años. En Venezuela escribía de
uvas a peras.
Nos mandó una foto de tu hermana que e.p.d. cuando tenía seis años de edad,
fue entonces cuando descubrimos que estaba casado y con una hija. ¿Cómo lo ves?.-
-Sí, tienes razón pero mi madre estará preocupada por no haberla llamado.-
-Sí, los padres solemos ser así, no hagas lo que yo hice, haz lo que te digo.-
Hans llegaba, se oía el ronronear del motor, señal que venía a toda máquina,
cosa rara en él que siempre navegaba a ralentí; agarrado al timón de su fuera borda
que más bien parecía de juguete; sentado en la popa, elevada la proa en punta como
una flecha, iba horadando el cristal del río, su esquelética y alta figura; su barba y
largo pelo panizo recogido en una coleta, yo lo comparaba a El Quijote que caracterizó
el gran actor Fernando Rey. Cuando navegaba contemplaba el paisaje, como pasando
revista por si faltase algún matorral o algún árbol estuviera fuera de su lugar.

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Bajó con dos cestas hermosas de moriche.


–¡Tomad!, un regalo del loco Hans. ¿Estáis listos?, ¿lo lleváis todo?-
De pronto un griterío enorme proveniente del cielo, miramos en la dirección era
impresionante, una alfombra verde de loros que pasaron como un suspiro. Nunca
había visto volar a un loro en manada y mucho menos, tantos juntos.
-Esos también se van, sonrió Hans.-
Recogimos nuestros bártulos del porche de madera, vimos las tres
tragavenados enrolladas como una estera, estaban tranquilas tan solo movían sus
lenguas.
Me costaba mucho el marchar pero al mismo tiempo, me sentí orgulloso de no
haber echado de menos la comodidad a la que estaba acostumbrado. Me prometí
volver algún día. Esta es la fórmula para evitar las dolorosas partidas, pensar que se
puede arreglar de nuevo todo y que se puede regresar, como si nada hubiese pasado,
tremenda parida, lo que se rompe es muy difícil de reparar, en el supuesto que se
consiga, siempre quedarán vestigios de la rotura.
Emprendimos la vuelta al lugar de nuestra llegada la taguara de Babu, allí
estaban una treintena de gente, casi todo el poblado. El coche se veía en la distancia
limpio, me imagine a los chiquillos trajinando baldes de agua desde el rió para que lo
encontráramos limpio, menudo trabajo.
Hans nos advirtió antes de llegar, -Cuando lleguéis dadle las gracias al viejo
por los cestos, el pobre estaba violento por no haberos regalado algo, cuando me vio
con los dos cestos, suponía que los cestos que había visto tejer a su esposa e hijas
eran para mí, pues él no sabía vuestro día de partida-.
Le estaba dando las gracias al viejo, cuando ví que mi sobrino como un
ceremonial le agarró las dos manos se las junto como para rezar seguidamente de la
misma manera depositó el obsequió entre sus manos, como un acto de respeto. Le
entregaba su propio machete con su funda.
Al despedirse de Hans, hizo lo mismo esta vez entregando mi propio machete
al enjuto y gran hombre Hans. Dos machetes de Albacete “Aitor” me dió un vuelco el
corazón, mi sobrino tuvo mi mismo pensamiento, pero con la diferencia que yo no lo
hice aún deseándolo, y él no tuvo necesidad de preguntármelo. Esta era la parte
importante, habíamos congeniado tanto, que lo que hiciera o decidiese uno, era
aceptado por el otro.
El viejo miraba y desenfundaba los machetes, comprobaba que los dos eran
iguales de grandes y afilados, y ¡como lucían las hojas con aquel sol!; mientras movía
la cabeza de arriba a bajo, le devolvió mi machete a Hans, que impertérrito se lo metió
en el bolsillo.
Siguió acompañándonos hasta el coche, con uno de nosotros a cada lado y
sus largos brazos como un águila, nos cubrían los hombros. Los chiquillos nos
seguían, nos despedimos de Babu.
Lo de los machetes no era por el valor de compra, era por lo que padecimos
pasando la aduana Venezolana con ellos metidos entre las ropas en la maleta,
arriesgando que nos los decomisarán.

En mis viajes por Latinoamérica siempre he detectado una cierta curiosidad por
parte de los que registran las pertenencias en los aeropuertos. Curiosos por saber,
que carajo lleva uno en la maleta, siempre he pensado lo mismo: Que gran país si se
tomaran tan en serio otras cuestiones, como hacen estos funcionarios.
No faltaba nadie, hasta las mujeres ancianas con sus vestidos y blusas
nuevas. Sus cuellos adornados con grandes collares dándoles dos y tres vueltas
colgaban de sus pechos.
Se veía al austriaco feliz de ver a toda aquella gente como nos despedía, en
mi bolsillo guardaba unas monedas que lance al viento para que las recogieran los
niños.
Fue una despedida alegre con sabor agridulce, prometimos volver a la primera

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ocasión.
-¿Oye austriaco, tendrás habitación libre si venimos?-. Se lazo a mi cuello con
un abrazo, para decirme:
-Español del carajo, cuando vengas tendré cubiertos nuevos, si no tengo sitio en mi
casa te haremos uno nuevo. Vuelve cuando quieras, aquí esta tu casa.- No dejó de
sonreír ni un minuto el puto austriaco. Cuando se ponía al amanecer en el porche, en
posición de yoga, era cuando mantenía una imagen como lejana, viendo pero sin ver.
A pesar de estar despiertos, nunca quisimos romper aquel silencio. Ese era su
momento.

Al llegar a la ciudad, conduciendo sin llegar al centro, nos dimos de frente una
carretera con los letreros indicando Carúpano - Cumana y sin mediar palabra entre
nosotros seguimos sin parar carretera adelante.
Seguramente ambos estábamos más metidos en nuestros cinco días, que con el resto
de lo que nos rodeaba. En el camino compramos mangos chiquitos de esos amarillos
que nos gustaban tanto, al abrir el maletero para depositarlos en el cesto, con este
maldito habito que tengo, quise comprobar si me faltaba algo de lo que llevábamos
dentro, las herramientas, recambios del motor como correas, filtro de aceite y aire.

No faltó nada, me arrepentí de ser tan desconfiado, pero me indulte pensando


que en otro lugar no hubiesen quedado ni los neumáticos.
-Pedro, ahora que hemos llegado, acércate a casa de mis padres, querrán
verte y enseguida te llevo al hotel, será cosa de diez minutos.-
-Lo siento Tony, pero tengo unos retorcijones y necesito ir al baño, pásate tú
luego y nos damos un baño en la piscina.-
-Hombre acompáñame, no te cuesta nada, allí puedes hacer de cuerpo.-
-Lo siento Tony no puedo aguantar más, no quise decir nada antes.-
Al pasar por delante de la Posada de Río Caribe me apeé del coche. Eran
más o menos las cinco de la tarde.
-Vente luego, te espero.-

Mientras me dirigía a mi habitación, la número 10 no dejaba de recriminarme:


Que cabronazo eres, dejas al chaval enfrentándose a sus padres, dando explicaciones
por la falta de llamadas. Lo pensaba, pero al mismo tiempo me divertía imaginando la
escena, de todas formas el culpable siempre sería yo. La verdad es que no necesitaba
ir al baño, recordé el sin techo, ni puerta que había dejado atrás.
La habitación lucia más bonita, más lujosa, deje en el suelo mis cuatro cosas,
me lance al pequeño frigorífico de la habitación, no faltaba nada de cómo yo la había
dejado, agarré mi vasote tamaño extra, no creo que fuera vaso más bien era un jarrón
para flores el mismo que compré en Carúpano; el ron; las colas y el hielo, me serví un
buen pelotazo; los cigarrillos y el yesquero; salí a la piscina, deposité el vaso y el
tabaco en el borde y me zambullí en la piscina con el agua templada, después de
recibir el sol casi todo el día, hacía más fresco fuera que dentro del agua. Dí unas
cuantas brazadas, alcancé el vaso con el cubata lleno de hielo y un cigarrillo.
No necesitaba nada más en aquel momento.

¡Al fin! Llegó Tony cabeceando su melena y barba negra, parecía un bucanero,
me encontró en mi segundo trago, a gusto, con las manos arrugadas y oliendo a cloro.
-¿Qué, cómo fue con tus padres?-
- ¿No te lo imaginas? me dieron por todos lados, bueno mi madre.

Tal cual venía, se quitó la camiseta y sin ducharse se metió en la piscina,


bebiendo de mi vaso.
-¡Coño! Está cargado.- dijo arrugando el entrecejo y sacudiendo la cabeza mientras se
encogía de hombros y noté que le habían dado duro, me alegré de no haber

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Episodios

presenciado el varapalo.-
-Tony de hoy no pasa, necesito que me muevan el cuerpo, hay que aprovechar
que tenemos carro, mira que me lo pide el de abajo que sigue siendo el rey de este
cuerpo serrano.-
Me encontraba bien, a pesar de estar cansado del viaje, que había sido largo y
pesado.
-¡Venga, déjalo para otro día! Mañana conviene que vayamos a trabajar en los
barcos.

Así fue, permanecimos hasta el día de su marcha, trabajando como peones,


igual que el resto de los hombres, hasta me sacaron fotos.

El barco ya tenia nombre “El Chorro”, en honor al hijo de Tony, ese nombre no
se de donde lo saco su abuelo, porque el verdadero nombre era Alberto. Al otro barco
le pondrían Marta Maria el nombre de mi cuñada.
El mismo día que Tony regresaba a Palma, recogí mis bártulos del hotel, para irme a
casa de mi hermano. El encargado me presentó la factura y los cinco días que
permanecí fuera, no me los cobró, a pesar de haber dejado mis cosas dentro para
evitar, quedarme sin habitación a mi regreso.
El coche lo mantuve alquilado, hasta tener que marchar yo mismo al
aeropuerto, pues pensaba estar en Caracas unos días antes de regresar a España.

La noche de la salida de mi sobrino, estuve con mi hermano, lo encontré más


dicharachero, más…….él mismo. Estuvimos hablando de los barcos.
-He pensado, en un maestro de hacha Margariteño que me han recomendado,
voy a intentar que finalice el Marta Maria, a ver si podemos poner los dos en el agua
juntos.-
-Mira Antonio, no puedo ocuparme de los barcos, ni tengo más dinero que
aportar, cuando decidí entrar en el negocio, en aquel momento estaba en Palma,
pensaba que sería como me prometiste, lo vi como un sueño, pero desperté. De
aquello han pasado muchos meses y muchos inconvenientes, si con los barcos se ha
retrasado tanto, no quiero pensar lo que tardaremos en poder iniciar lo de la playa,-
-¿No será por haberle ocultado a Marta nuestro compromiso?, si quieres
podemos ir al abogado para que redacte el contrato, ¿Te quedarás más tranquilo?.-
-No, da igual Antonio, me fió de ti, yo ahora tengo que buscar otras cosas con
resultados a más corto plazo, cuando vaya a Palma veré lo que hago.-

No había pasado un día y ya echaba de menos a mi sobrino.

EPISODIO XXIV
Tony en Puerto Santo.

Volvía a volar entre las montañas, camino de Carúpano, ¿cuantas cosas


habían sucedido desde aquel día en la piscina de la posada en Río Caribe?
Empezando por lo increíble, nunca lo hubiese imaginado. ¡Tony viviendo en
Venezuela!.
Según me había enterado por mi cuñada, en uno de mis viajes a Palma, Tony
regresó a Mallorca después de conocer a Hans. Se encontró de nuevo ante su
negocio, la rutina, la clientela que pide 50 grs. de jamón sin grasa, del bueno
¡¿Eh?!...... la gente. Y decidió regresar a la aventura de los barcos, vendió su moto, la
Zodiac, discutió con su mujer y se fue para El Morro de Puerto Santo a poca distancia
entre Carúpano y Río Caribe.
La trifulca que debió tener con su mujer por marcharse, debió ser sonada.

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Ahora llegaba yo, a ver como por fin se botaba El Chorro al agua.

Ahí estaba, esperándome en el aeropuerto, mi ahijado del alma, su barba; su


pelo todo un Che Guevara. Nos abrazamos, con ese sentimiento que debe existir
cuando dos hombres se abrazan.
-¿Cómo fue el viaje?
-Bien, Tony bien. Te encuentro estupendo.-

Subimos al coche que conducía.


-¿Es nuestro este coche?-le pregunté.
-Sí, lo conseguí a buen precio?-
-¿Es el mismo con el que hicimos el viaje?-
-Correcto, al fin lo conseguí, mi madre quería uno simple, pero conseguí que
aceptasen un 4X4, aquí es mejor un coche así, por si hay que cargar y que resista los
baches.-
-¡Bien hecho!-, respondí. Era un buen coche y resistente, además de la casa
Toyota se encontraban recambios fácilmente.

En el camino a casa de su padre, me daba la impresión de no haber marchado


nunca, todo seguía igual a como lo deje, Tony me fue contando.
-Nada Pedro, cuando regresé a Palma, deje de interesarme por mi negocio; a
todo le encontraba pegas; discusiones con Blanca mi mujer, hasta que un día
hablando con mi madre la convencí para participar en la sociedad de los barcos y la
playa. Te puedes imaginar, como se puso mi madre, maldiciendo la cuestión de los
barcos; la educación de su nieto; la destrucción de mi familia, en fin…..que te cuento
que tú no hayas pasado por ello.
Así que, me decidí, le pregunté a mi mujer si quería venir conmigo y empezar
una nueva vida. Me dijo que no, que no quería abandonar su casa, el negocio. Todos
sus razonamientos trajeron cola. Así que así están las cosas, menos mal que has
venido, te esperamos, sobre todo mi padre, para hablar contigo.-
-Y tú, ¿que has hecho durante todo ese tiempo?.-
-De todo un poco, después de nuestro viaje con Hans logré vender el taller,
estuve en negocios en México, U.S.A, y Venezuela. Ahora llevo unas
representaciones. En Palma conseguí a través de un amigo dos empresas una de
Alcoy de géneros de bolillo y la otra de grifería, en ambas me entregaron sus listas de
clientes de hacía varios años y me puse a viajar.
-¿Cómo?, ¿tú de representante?, cuando me lo dijeron no me lo podía creer,
bueno de ti si me lo creo todo,
- En Venezuela, conseguí varios pedidos importantes, sobretodo en Isla
Margarita. Visité los clientes de las empresas, me acogieron muy bien y estaban
verdaderamente interesados, pero la fluctuación de la moneda, y la congelación de las
importaciones no básicas, no permitieron la operación, pues estas cosas son F.O.B
(Free on board) o sea si no hay carta de crédito o dinero por delante, no hay venta.
-¿Tenías buena comisión?-
-Si, un 10 % de las ventas pero los gastos de viajes y estancia corrían de mi
cuenta.-
-No está mal-
-No está mal cuando se cierra la operación, pero este no es el caso.
-Cuenta, cuenta.- Tony estaba interesado en saber
Estando en Caracas me invitaron a una barbacoa en el Litoral, allí nos
juntamos algunos amigos entre estos un piloto amigo mío. Viendo lo que yo fumaba,
“Negro Primero” un tabaco negro local, me preguntó: ¿Pedro, que pasó con
tu tabaco?-
-No lo encuentro, el mío se acabó y este es el más parecido, pero no me
satisface.-

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Episodios

-¡Ah pues!, tu tabaco lo ví yo en el Free Shop del aeropuerto de Panamá, allí


habían muchos cartones-
-¿No me digas en el aeropuerto de Panamá?-
-Seguro, yo sigo volando alguna vez a México y hago escala en Panamá,
tanto de ida como de vuelta., precisamente me fijé porque había visto los tuyos.-
-¿Podrías traerme algún cartón?-
-Sí, pero el problema es que no se cuando volveré a volar allí ¿Por cierto cómo
tienes lo de México?-
-Aquello de la lotería no funcionó, perdimos todo.-
-¡Coño Pedro! no me digas.-
-En un principio parecía que funcionaría, hicimos las inversiones necesarias,
gastamos una fortuna, y cuando llegó la hora, no aparecieron los permisos prometidos.
Nada nuevo, aquí en Venezuela nos paso lo mismo hasta teníamos el montaje de una
sala de Bingo en un hotel de cinco estrellas.-
-¿Ahora qué haces, tienes algo montado?
-Sí, siempre estoy moviéndome.-
Seguimos hablando de otras cosas.

En mi regreso a casa, tuve tiempo de pensar, la barbacoa estuvo estupenda,


estaba de regreso a casa. Entonces recordé que tenía una lista de clientes pendiente
de visitar en Colon, el puerto franco de Panamá.

Al día siguiente estaba en la agencia de viajes dispuesto para emprender mi


viaje, compré el pasaje y a los dos días volaba con destino a Panamá. Al llegar al
aeropuerto, efectivamente compré lo autorizado por ley cuatro cartones. No por nada,
podía esperar al regreso pero por si las moscas ya los tenía. Seguí por los pasillos
hasta encontrar un mostrador que pudiera informarme sobre alquileres de coche. El
señor del mostrador me preguntó:
-¿Es su primer viaje a Panamá? Le consté, que Sí-
-Mire señor no alquile un coche, las cosas con el bloqueo se están poniendo
peludas-Me iba diciendo el señor apoyando ambos codos sobre el mostrados,
juntando las manos en su barbilla y su voz se atenuaba para dar la sensación de que
aquello era un secreto.
-¿Cómo es eso?- Le pregunté soltando la bolsa con los paquetes de tabaco
entre mis brazos acercándome a aquel hombre, mostrando un gran interés por lo que
estaba a punto de desvelarme, lo cual no era ningún secreto.
-Sí, los de tráfico conocen el coche alquilado e intentan conseguir algún
beneficio del turista. ¿Vd. me entiende?.-
-Sí, sí, claro que le entiendo. Pero dígame una cosa ¿de cuánto puede ser la
mancha?-le pregunté acercando aún más mi cara a la de él.
-No menos de 100 dólares.-
-¡Cómo! 100 dólares de multa.-
-Si señor.-

Viendo que aquella persona era cordial, seguí, ¿Qué me aconseja Vd.?
¿Tiene Hotel en Panamá?
-No-
-Bueno yo le aconsejo que vaya al Hotel de un paisano suyo, gallego. Está en
el centro y el seguro que le informará. Mire, agarre un taxi en la salida, allí mismo- se
incorporó y con su dedo señaló el lugar-, al lado de la puerta tiene en la pizarra las
tarifas de los taxis, más o menos le costará 20 dólares llegar hasta el Centro.-

Tomé al pié de la letra la información recibida. ¡Fenomenal!, llegué bien al hotel


con nombre mejicano, no me acuerdo del nombre, Acapulco, Jalisco, algo así, -

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Episodios

Mientras me registraba en la Recepción, salió un señor de unos 50 años, más


o menos de mi misma edad, medio calvo, mediana estatura. Se presentó y quedó a la
orden muy cordial, -Cualquier cosa que necesite pregunte por mí.- me dijo mientras
apretaba mi mano. En aquel momento no sospechaba que me sería de tanta ayuda
aquella persona.

En ese preciso momento llegamos a la casa de mi hermano. Mientras


aparcábamos, Tony que durante todo el trayecto, reía y movía la cabeza con cada
palabra de mi relato Panameño, me dijo:
- Pedro, al final terminarás diciendo que fuiste a Panamá a por tabaco- No
aguanté y solté una gran carcajada.

Allí estaba mi hermano, en el porche, con las manos en los bolsillos esperando
mi llegada y no pude evitar pensar en lo que puede cambiar un hombre dependiendo
de la mujer que tenga al lado o ¿sería más bien los coletazos de su enfermedad?,
porque viéndolo allí, de pié, era de verdad mi hermano Antonio. Nos saludamos con el
abrazo y el beso de siempre, esta vez sus pómulos no eran tan huesudos. Dejé los
bártulos y fuimos los tres al restaurante de Genaro, me alegré mucho de verlo de
nuevo, nos abrazamos y tomamos unas cervezas mientras esperábamos la comida,
pescado, un rico pescado fresco.
Después de comer visitamos los barcos, desde luego, la diferencia entre un
barco y el otro era bastante, la proa del “Chorro” era más elevada, mas ancho de
casco y manga que el Marta Maria al que llamaban “eMe.eMe”, pero aún le faltaba
bastante para estar terminado. Subimos a bordo por la escalera, aquella cubierta; el
puente de mando; las cabinas con sus colchonetas; la cocina. Me gusto, de nuevo se
encendió la lamparita de la ilusión, el viajar pescando, llegando hasta las distintas islas
para vender lo pescado.
Mi hermano permaneció en el suelo junto a las vigas que sustentaban el barco,
al bajarnos, nos dijo:
-¿Qué os parecería si encima del cabinado hiciéramos un apartamento para
nosotros, las dimensiones son óptimas para ello, se podrían hacer dos cabinas
separadas; cocina; baño y salón, más o menos salen 36 mtrs de superficie.-
Ya me veía a bordo, con los 21 días de campaña previstos para 10 Tn,
pescando y viajando. Desde luego estaba más ilusionado que la vez anterior.

Ya en casa, mi hermano empezó:


-Mira Pedro, la cuestión es la siguiente. Tony ha decidido vivir aquí, quiere
comprar una moruda y se ha comprado una barca de 12 metros, puede continuar
independiente, pero le debo el dinero que nos prestó para el motor, así que he
pensado que podría participar en la sociedad por acciones dependiendo del capital
aportado. Es más aportaría lo necesario para terminar el M.M. ¿Que te parece la
propuesta?-
-En principio me parece bien- No tuve que pensarlo mucho, me gustaba la
idea de contar con Tony.
-Sí, es una buena idea, ¿Tony estas convencido que eso es lo que quieres?
Otra cosa ¿que es una moruda?
-Es una especie de habitáculo de red para la pesca con trampa, se coloca en
aguas limpias y tranquilas a media altura, suspendida con bollas y se saca el pescado
cada día sin necesidad de sacarla.-
-¡No me digas!, ¿tan fácil?-
-Sí, la hace un pescador del puerto de Andráx.-
-¿Cuánto cuesta?-
-Un millón de pelas.-
-¿Donde la pondrías?-
-Encontré un lugar que no esta nada mal, para empezar, cerca de Güiria. En

64
Episodios

Paria; estuve buceando y en principio lo ví bien.-


-Estupendo, así que ya lo tienes todo previsto.-
-Sí. Por cierto, tienes que ver la casa que he alquilado, en Puerto Santo.-
-Invítame,- Le dije entusiasmado por todo lo que estaba haciendo mi sobrino.

Mi hermano se quedó en su casa y nos fuimos los dos. Llegamos a un portón


de un solo cuerpo de hierro de esos que se deslizan sobre un raíl. Al entrar con el
coche me di cuenta que el terreno debía medir 1000 mtrs en rectángulo. Al fondo de
aquel terreno, se veía la casa en un segundo piso, que me recordó las casas de
madera que aparecen en las películas americanas sobre un árbol, pero esta era más
bonita. Pero lo que me pareció alucinante era ver que el mar estaba justo al otro lado,
prácticamente llegaba por debajo de la casa. A los lados del coche, ví dos porches de
uralita que iban desde el portón hasta la casa, al final de cada pasillo habían dos
habitaciones que se usaban para depósito y eran donde se sostenía la casa. Entre los
dos habitáculos y debajo de la casa había una reja de hierro que cerraba el paso al
embarcadero y permitía meter la barca dentro.
Mi sobrino me explicó, que el propietario hizo aquella construcción. Los
porches eran para depositar las redes y los dos habitáculos eran para utensilios de
pesca; nasas y otros. Al mismo tiempo que servían para edificar la vivienda encima.
Subimos por una escalera de madera hasta el primer piso, la distribución eran
dos dormitorios, un baño, salón y cocina, todo bastante amplio, al asomarme a las
ventanas del salón el agua estaba debajo.
-Desde luego Tony esto es genial, me gusta mucho, debes oír las olas desde
tu habitación.-
-Si es como estar navegando pero sin moverte. Hasta puedes mear por las
mañanas desde la ventana directamente al mar.- Dijo riendo y haciendo el ademán de
estar meando.
-¡Cojonudo! me gusta- respondí.

Estábamos en la cocina charlando, cuando de pronto mi sobrino se dio cuenta


que yo miraba las maderas.
-Los techos y algunas de las separaciones son de madera para evitar la
humedad, ¿era esto lo que mirabas?-
-Efectivamente, tengo la sensación de estar en un yate.-
-Si, es una suerte, espero que a Blanca le guste y la convenza para quedarse
aquí, hecho de menos al niño y a mi esposa.-
-Te creo-, respondí.

Salimos a dar una vuelta por los alrededores. La mayoría de las viviendas
estaban con los techos de uralita, casas simples y humildes de una planta al borde del
mar; las paredes desiguales como si hubiesen sido hechas sin mucha profesionalidad,
algunas estaban pintadas de azul marino cuyos colores cambiaban por el efecto del
salitre.

Llegamos al pantalán de Puerto Santo, donde amarraban las barcas de los


pescadores cada una de ellas tenía su propia caseta de madera para exponer sus
capturas.

La gente saludaba a Tony con familiaridad, como si fuera uno de los suyos de
toda la vida, me presentó el “Maria Luisa”, con las siglas correspondientes de
matriculación. Era su barca, con una Cabina con cristales elevada a popa, cocina y
literas para el personal, de unos 12 mts de eslora.
-¿Qué piensas hacer con esta barca, es un poco pequeña para serte
rentable?-
-Pescar langosta y bocas, encontré un foso a unos 20 metros de profundidad

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Episodios

plagado de cangrejos; caracolas grandes…….-


-Sí, de acuerdo- le interrumpí- pero ¿quién las compra aquí?-
-Se vende bien en Curasao, Aruba, Bonaire, además la langosta la compra
todo el mundo, traje mi equipo de buceo completo y en Carúpano hay unos
muchachos que se dedican al buceo profesional, ya sabes para los barcos y alguna
excursión de turistas, tienen todo lo necesario para llenar las botellas y equipos.-
-De acuerdo, pero para la langosta tendrás que conseguir los permisos, hay
muchos meses de prohibición además con botellas ¡¡¡Hum!!! Le dije, un poco
preocupado.
-Vale, por eso lo de la moruda, pero hay mucho margen, ya lo verás. ¿Cuánto
tiempo te quedarás?
-No lo sé, hasta botar el barco y ver como sale todo, tengo ganas de verlo
flotando y navegar, así que tengo tiempo.-
-Qué bueno, entonces porque no te quedas aquí en mi casa conmigo, aquí
tienes habitación.-
-¿Y tu padre?-
-Nada hombre, le dices que vamos a salir de pesca juntos, así evitas el viaje
hasta aquí. El lo entenderá, esto es hasta que logremos la botadura del Chorro.-
-¿Tardará mucho?-
-No creo unos días, el tractor lo tenemos contratado y esta pendiente de
nuestra llamada, faltan los dos peñeros grandes para jalar desde el mar, a estos
tendremos que esperar que estén amarrados aquí, ahora están de campaña
pescando, nada cuestión de días.-
-O de semanas. Sentencie.-
-No seas cenizo Pedro, estamos en el 90, nuevo decenio la suerte cambiará, ya
verás.-

EPISODIO XXV.
Seguíamos caminando entre redes.

Seguíamos caminando entre redes, nasas y cajas de pescado, el suelo


mojado a fuerza de manguerazos; en las casetas lucían hermosas dentaduras de
tiburón secándose y otras listas para vender, las había de todos los tamaños, ví dos o
tres capaces de engullir medio cuerpo de un hombre, las encías son un cartílago
semiduro, como el de las serpientes que se amoldan al tamaño de la presa. Los
dientes se emplean para collares o la dentadura completa, como lucen en las paredes
de muchos bares marineros.

A nuestro paso acudió un niño de unos nueve años para saludar a Tony, que
miró su herida diciendo:
-Muy bien, esto marcha bien, mantén la pomada-, Tony dirigiéndose a mí me
dijo:
- Lo estoy curando como hacía Hans, ¡buena herencia nos dejo el hippy
austriaco -exclamé-.
Nos echamos a reír pensando en Hans, el tipo había hecho mella en nosotros
dos.

Hicimos todo el camino a pié hasta su casa, algunas personas con las que nos
cruzábamos saludaban cordialmente, me presentó al patrón y un chaval de su
embarcación.
-Nunca pensé que me fuera tan útil aquí ser A.T.S., ahora valoro mi pasantía
en el hospital.-

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Episodios

–Este es Miguel, el patrón y Juan, del Maria Luisa. Saludamos y nos


despedimos.-

En la cocina de su casa estábamos los dos sudando ante dos cervezas,


después de haber recorrido todo el lugar, por cierto que no había mucho por ver, ¡Ah!
eso si, al final del malecón del pequeño puerto estaba un chaletazo de muy buena
construcción. No pude dejar de preguntar.
-Tony ¿cómo es posible que hayan construido tremendo chalet en un lugar tan
pestilente como ese?
-¡Ah! Vete tú a saber, yo por si las moscas no pregunto de quién es. Por cierto,
no acabaste de contarme como terminó lo de Panamá.-
Empiné la cerveza y por un segundo me vinieron todas las imágenes de
Panamá. Coloqué la cerveza sobre la mesa y sin soltarla, miré fijamente a mi sobrino.
-¡En la cárcel!-
-¿Cómo que en la cárcel?- preguntó Tony abriendo los ojos que se veían más
verdes con el bronceado de su piel.
-Sí Tony, sí, acabé en la cárcel. Ahora me río pero la vaina en aquel momento
no era para reírse. Eso fue en octubre o noviembre del 89. Me he metido en varios
negocios, primero en México, luego en U.S.A y por último Bonaire.- La cara de Tony
era un poema y no dejó de mantener la boca abierta durante un buen rato.
-Unos meses antes de la invasión por los americanos- continué-, ¡Coño! Tony
¿acaso no viste la muerte filmada por el mismo periodista español, cuando estaba en
el suelo y el oficial americano le disparó?, salió en todas las televisiones del mundo.
Me indignó tanto.-
-Sí, ahora me acuerdo.-
-Sí hombre, sí, fue muy fuerte, pues aquello ocurrió entre final de diciembre o
principios de enero del 90. Cuando los norteamericanos entraron en la ciudad y se
llevaron a Noriega.
-Bueno, pues llegué por la tarde al hotel con los cigarrillos y una botella de
whisky del Free Shop, al ir hacia mi habitación, ví una maquina de cubitos en el pasillo,
no más entrar me metí un pelotazo. Después de ducharme, me quedé dormido sin el
A/A, abrí la ventana dejando solo la contraventana abierta para oír el ruido del
aguacero que puntualmente llega todas las tardes. Porque llueve cada tarde a la
misma hora. ¡Es genial!
Al despertar me sentí animado. De pronto sonó el teléfono de mi habitación, extrañado
lo cogí y una voz femenina me preguntó:
-Hello, Mr. Hopper-, creo que fue ese el nombre que dijo-
-No, se ha equivocado.- le contesté y cuando casi cuelgo el teléfono, ella apuró
en volver a preguntar:
-¿Es la habitación 518?-
-Sí- le contesté, -pero mi nombre no es ese-
-¿Usted es español?-
-Sí, soy español.- La cuestión, me dijo, que el cliente anterior a mí había sufrido
un esguince de tobillo y ella lo había atendido en la clínica donde ella trabaja, y que
llamaba para averiguar cómo se encontraba, pues era un señor muy amable.
Ese es el truco del almendruco, Tony. Son las profesionales que reciben de
alguien que trabaja en el hotel la información a cambio de una comisión. Esta es la
forma elegante de contactar a los hombres solos, dando una seguridad de higiene con
su profesión. Le seguí la corriente, uno nunca sabe, además su conversación se
prolongó muy agradable. Se ofreció a visitar conmigo los lugares interesantes de la
ciudad. Sin dudar, una tremenda profesional de voz cálida, pero a mí me gusta ver la
mercancía y no por cable. Quedé que la llamaría.

Salí del hotel directo a un restaurante, El Marbella, cerca del malecón y del
hotel en la calle Balboa. Era como un chalecito de blancas paredes y grandes

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ventanales, buen servicio y mejor comida. Después de cenar andaba por la calle y ví el
letrero en un hotel cercano al mío con Casino. Entré como el que no quiere la cosa, ví
a un hombre moreno agraciado y bien vestido jugando muchas fichas en la ruleta
americana, me entró la curiosidad y me acerqué para ver los números que jugaba, sus
apuestas eran los números inferiores del 1 al 18, plenos y caballos, calles, detrás del
moreno elegante, unos metros más alejados seis u ocho hombres de pie con pinta de
gente de mar. Al pasar olí aquel olor a marino, mezcla de muchos olores que ya en mi
juventud había olido, morenos, uno de ellos debía ser el maquinista sus viejos zapatos
negros estaban manchados de grasa, era el más viejo.
Me picó el gusanillo, llevaba los dólares en efectivo, no había solicitado caja
de seguridad en el hotel, así empecé a apostar por los números mayores del 18 al 36
incluidos el O y OO, los números de la banca.
El tipo ganaba mientras yo perdía, se levantaba y le entregaba al hombre viejo
algunas fichas, seguía jugando, él ganando y yo perdiendo, por lo visto con la última
entrega de fichas los marineros salieron del lugar, debieron de conseguir del joven
moreno el dinero necesario para ir de marcha.
Jugué hasta quedarme limpio, intenté conseguir dinero de la caja con mi tarjeta Visa
pero no me la aceptaron, por estar prohibido por la cuestión del bloqueo. Llevaba
pocas horas y aquella palabra se repetía.¡Bloqueo!

Al día siguiente en el desayuno, encontré al dueño gallego, le comenté que no


me aceptaron en el Casino de enfrente mis tarjetas de crédito.
-No se aceptan tarjetas ni Traveller cheques, sólo efectivo, eso es debido al
bloqueo de Estados Unidos, por el asunto Noriega,- me contestó.
-¿No me diga?, pero si ayer pagué-. Entonces me acordé, que tanto el taxí
como la cena la pagué en efectivo, bueno sí, ayer utilicé todos los dólares.-
- ¿Ahora que hago yo?, me quedé sin efectivo.-
-¿Qué tipo de dinero lleva usted, aparte de las tarjetas? ¿Usted no sabía nada
de la situación de este país?, ¿nadie le informó antes de venir?
-Sabía del enfrentamiento de Noriega con EE.UU y el bloqueo, pero no
esperaba que se dejase de usar tarjetas o cheques de viaje.- Contesté. - Traigo
cheques de viajero de un Banco Español-. Le dije algo preocupado pues no tenía ni
para pagar el hotel.-
El señor gallego debió de ver mi cara de preocupación. Seguimos hablando,
mientras tomábamos el segundo café. Al rato, después de explicarle el motivo de mi
visita y los sellos de mi pasaporte de muchos países, me dijo:
- Mire usted. Le voy a coger los Traveller cheques.- ¡UUUFFF! estaba
salvado, pensé.
- Usted no sabe el peso que me quita de encima, de lo contrarío no sé como
hubiera podido hacer para cancelar el hotel, mi viaje habría sido inútil. ¿Cómo hacen
ahora los turistas?-
- Desde hace un tiempo, las cosas van para peor. Mucha gente abandonó el
país y desde hace tiempo, Estados Unidos ha bloqueado las cuentas. Y señalando
hacia la calle a través del ventanal de la cafetería del hotel, me preguntó:
-¿Usted ha visto la cantidad de mastodontes de edificios, que hay? Esto es
como el wall street de Latinoamérica- Asentí con la cabeza.

-Tony, la bahía de Panamá es preciosa, en verdad que hay tremendos edificios


en el litoral. El canal, la cantidad de tráfico marítimo; las avenidas, de verdad que
impresiona. Como siempre, tiene la parte rica que está a un lado de la ciudad con sus
centros de ocio; grandes centros comerciales y urbanizaciones, y por otro lado la parte
pobre con los ranchitos. Me pateé toda esa zona, tendrías que haber visto la cantidad
de naves abandonadas convertidas en rings de boxeo. De allí han salido grandes
figuras, como Mano de piedra Durán. Ví por lo menos a 30 niños que intentaban
emular a su ídolo. Yo me di banquete y ví varios combates amateur y gratis. En fin,

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Episodios

que el gallego me siguió contando:


-Son 140 entidades comerciales y bancos de todo el mundo. Esa es la fuente
de la economía de Panamá. El turismo ha disminuido mucho al cancelarse el
comercio. Pues ya verá cuando vaya a Colón.-
Asentí y me pidió que le acompañara a su despacho, allí me cambió los cheques. El
tipo tenía en su despacho pantallas que dominaban todas las áreas del hotel.

¡Menos mal!, ya tenía efectivo, así que como tenía tiempo y era fin de semana,
quise hacer un poco de turismo antes de entrar con los negocios.
Visité la isla San Blas. Tony, todas las caras de los indígenas son casi iguales, sus
narices caídas en forma de punta de flecha achatada. Las mujeres van vestidas
iguales, con sus mantos y abalorios que les cubren las piernas y los brazos.
Compré varios tapices hechos a mano que hacen las indígenas, con trapitos
sobrepuestos de distintos colores formando figuras de pájaros; guacamayos; flores;
paisajes estilo Naif, verdaderas maravillas.
Otro día agarré un ferry hasta isla Tahona. Allí conocí a un ingeniero y a su
señora que eran de Santander, hacía años que vivían en el cerro lleno de chalets de la
isla. Al llegar, en medio de aquella bahía, había un pequeño barco con bandera
Venezolana. Salía humo de las máquinas, estaba una lancha de socorro y dos barcos
más echando agua.

En la playa había muchos curiosos mirando, en eso que giro la cabeza y allí
reconocí algunos de los mismos hombres del casino; mojados sin zapatos, por lo visto
uno o dos de los tripulantes estaban malheridos. Regresé a Panamá por la tarde,
después de haber comido en casa de la pareja de Santander.
En Colón tuve muy buena acogida, en aquellos almacenes al por mayor los pedidos
fueron muy buenos. Tan buenos, que tuve que ir tres veces seguidas. Los propietarios
eran sirios, libaneses e hindúes, compran para todos sus familiares que tienen
negocios en U.S.A. y el Caribe. En mi vuelta, contaba el dinero que había ganado de
servirse los pedidos. Un pastón.
Cogí “la guagua” que me dejaba en la Avenida España, creo que a tres
cuadras del hotel. Estaba bajando la cuesta andando por la acera y detrás de mí había
una manifestación de funcionarios que reclamaban con pancartas algo así, como la
paga extra de verano que aún no habían cobrado y alguna cosa más. De pronto, se
oyeron unos disparos tras mío y del fondo de la calle los soldados o policías
panameños, desde un camión, dispararon a su vez, me agaché detrás de un coche
estacionado, en ese preciso momento, saltó sobre el capó, frente a mí un joven con la
cabeza o el cuello herido y sangrando mucho, lo halé hacía mi y me llenó de sangre la
cara y el pecho. De repente, me sentí agarrado por los pelos y el cinturón y metido de
cabeza en un furgón, con varias personas más.
Al llegar a una especie de comisaría, nos sacaron a base de tortas y algún
golpe de culata y cañón de arma, nos empujaron por una escalera estrecha hasta
llegar a un pasillo y nos metieron cara a la pared; de rodillas y las manos a la cabeza.
Debíamos ser unas 20 personas; hombres y alguna mujer; al que protestaba dos
tortas, hasta que llamaron “español” había pasado mucho tiempo, no se cuanto pero
mucho, como había aprendido en la mili, no respondí. Entonces me llamaron por mi
nombre. Haciendo un esfuerzo, levanté la mano sin moverme. Menos mal que al rato
de estar de rodillas, nos dejaron levantar mientras iban llamando a la gente de uno en
uno; pero al principio, de rodillas con las manos sobre la cabeza. ¡Allí sí que sudé!
Cuando iba hacía el despacho del tipo, me dolía todo, la espalda; los riñones; las
piernas; los brazos. Llegamos a un pequeño despacho con un oficial que tenía una
barriga tan prominente, que por un momento pensé no pararme delante de él por si
acaso se le saltaban los botones de la camisa que a punto estaría de estallarle. Intenté
concentrarme. Allí, sobre el escritorio, tenía mi cartera; mi maletín y entre sus manos,
mi pasaporte que lo estaba ojeando en el momento que entré.

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Episodios

-¿Que hacía usted en la manifestación?- me preguntó con gran prepotencia.


-En fin, le contesté a todas las preguntas y después de responder a todo el
cuestionario, le dije:
-Llame al hotel; mire mi pasaje de llegada y la fecha que tengo para salir-, fue
entonces cuando cogiendo mi bloc de pedidos de mi maletín, me dijo:
-Mejor llamo a estos señores, a ver si es verdad que usted estuvo allí esta
mañana. Así lo hizo y la contestación debió satisfacerle y pensé ¿Acaso no ves la
fecha en el pedido? ¡capullo!, me callé. Entonces, otro oficial de impecable uniforme,
me preguntó que mirase mis pertenencias, por si echaba algo a faltar.
-¿Le falta algo? miré, no, esta todo-. Solo quería marcharme cuanto antes,
me habían limpiado la cartera menos mal que mantenía el reloj.
¡Ah sí! , antes de marchar me dijo el de los botones:
-Su gobierno está en contra de Noriega, ¡dicen mentiras! Nosotros no somos
delincuentes; ni narcos. Déjeme que le diga que el muchacho que quedó herido
esta bien, no somos asesinos.- Y levantando la mano le dijo al guardia -Acompañen al
señor.-
Me llevaron en un coche los mismos policías, seguramente por estar todo
manchado de sangre. La chica de la recepción ni se atrevió a preguntarme, yo advertí
que miraba de vez en cuando hacía la puerta de la calle y mis ropas manchadas,
debió pensar que vendría alguien tras de mí, o yo qué sé, me entregó mi llave,
después de lavarme y cambiarme de ropa bajé y solicité vuelo para el día siguiente.
Viendo como estaban las cosas, era mejor marcharme, no fuera que se arrepintiera
alguien y acabase en la cuneta de cualquier parte.

Cené en el hotel esperando ver al dueño para contarle, necesitaba tener algún
testigo. Por la tarde no está el consulado disponible. Al llegar a mi habitación tiré mi
ropa a la papelera e hice la maleta. Tenía mi salida sobre las 15 horas. No me moví
del hotel y desayuné esperando verme y despedirme del dueño, pero no estaba, hacía
unos dos días que no lo veía. Pagué la factura del hotel y me quedé con 20 o 25
dólares. Lo justo para el taxi.

En algunos hoteles, en las recepciones, suelen estar uno o dos chóferes de taxi
responsable y de confianza. En ese momento estaba uno allí y le digo:
- Bueno me queda lo justo para el taxi, me he quedado limpio agitando los
dólares en el aire.- El taxista se levantó de la silla, era el mismo que había utilizado en
varias ocasiones, me preguntó:
- ¿Tiene para la tasa de salida?, ¿el impuesto?-
- No, no lo tengo, ¿Cuánto es el impuesto ese?- pregunté alarmado.
- Para los extranjeros no sé, 20 o 30 dólares.-
Me quedé de una pieza, tenía que conseguir dinero como fuera. Metimos mi
maleta y el maletín en el taxi, fuimos al edificio de American Express. Pasamos la
cancela de entrada al sótano, subimos en el ascensor al piso…. no sé, alto, estaba
muy alto y entré acompañado del taxista.
¡No tenían dinero en efectivo! ¿Te lo puedes creer Tony? ni un dólar entre
todos aquellos despachos con personal, allí había seis o siete personas. ¡No puede
ser! ¡En este país que tanto se paga con Balboas, como en dólares! dije yo.
Se acercó un señor al mostrador y le dijo al taxista que ¿por qué no se los da
usted?, nosotros le expedimos un cheque que usted podrá cobrar, garantizado,
mañana mismo, pero hoy es imposible. Dirigiéndose a mí me preguntó ¿Cuántos
dólares necesita?
-Si pueden ser cincuenta, sino, el coste del taxi.- Respondí.-
Al llegar a Venezuela no tenía problema, agarraría un taxi del aeropuerto hasta el
Meliá y allí pagarían la carrera.
No había forma de conseguir convencer al taxista, estaba a punto de
marcharse, me miró y debió de apiadarse de mí, así que me dijo:

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-¡Nos vamos!-.
Salimos como diablos, teníamos el tiempo justo para embarcar. Llegamos al
aeropuerto y desde el taxi vimos la cola, el taxista me dijo:
- Vaya usted a hacer la cola, mientras yo aparco-.
Salí flechao hasta ponerme en la cola para el pago de la tasa. Estando allí, de
pie y más tranquilo por haber llegado a tiempo para el vuelo, pensé, -¡Hostias! dejé la
maleta; el maletín y no tengo suficiente para pagar la tasa.
Estaba en esa intranquilidad, sudando. El taxista no llegaba y pensaba que
perdía mis maletas, los pedidos, el vuelo. Todo un desastre.
Sudaba por todos mis poros y me decía continuamente: Como alguno de
estos policías que se pasean por aquí me vea sudando así, me detienen por
sospechoso. La fila de gente que esperaba como yo, iba lenta para pagar en la
ventanilla. Veía a unos tan contentos con su marcha, en cambio yo desesperado,
imaginando que por uno u otro motivo, me podría encontrar de nuevo en aquel pasillo
en cuclillas, con las manos a la cabeza; con la vista puesta en la pared de enfrente,
pintada de esmalte brillante gris, igualito a los barcos de guerra e intentando apagar mi
dolor de brazos y piernas. De pronto apareció el taxista, con mi maleta y mi maletín,
esbocé una amplia sonrisa, hasta dejé de sudar, ¡qué alivio madre, qué alivio!, estaba
salvado. Me entregó los cincuenta dólares que yo había firmado con mi tarjeta. Pagué
los 15 dólares de la tasa, me guardé 20 y el resto que eran más o menos 40 $ se los
di. En sus ojos pude ver que no estaba muy convencido de cobrar. Mientras me
despedía de él, le dije:
-Despídame del dueño del hotel, si usted tiene algún problema para cobrar, el
dueño tiene mi dirección y teléfono y le pagaré desde allí.-
No creí haberle convencido, pero nunca recibí ninguna noticia de Panamá,
por lo que doy por sentado que cobró de American Expres.
Despegó el avión y dije ¡bye, bye, Panamá!
-Tony, te podrás imaginar que durante el vuelo pensaba en mi arresto y como
nadie de mi embajada o cónsul vino a visitarme o interesarse por lo que me había
sucedido, si yo fuera americano, francés, inglés, hasta italiano, la cosa hubiera sido
distinta. ¿Sabes por qué? Porque enseguida que hay alguien de esos países detenido
les avisan, por las consecuencias que pueda tener no avisar. Siempre he tenido la
sensación de estar desamparado con los Embajadores y Cónsules de mi misma
nacionalidad, todo lo contrario de agregados consulares que representan a España
con otra nacionalidad o bandera, de ellos siempre he recibido una respuesta inmediata
y más o menos eficaz.

En un vuelo coincidí con un empleado de un consulado español, le manifesté


mi queja, quiso quitarle hierro a mis palabras, contestándome que la confusión política
de España propiciaba cargos concedidos por favores prestados o deberes cumplidos.
Pues debe ser desde hace muchísimo tiempo que eso ocurre, porque sinceramente,
siempre me ha parecido a mí; salvo las excepciones de toda regla; que se ofrecen
estas plazas a esos hijos de importantes familias, esos que tienen unas tendencias
raras y que pueden ejercer lejos de España sin ruborizar a la familia. ¿Tony, tú me
entiendes? ¿nó?. Si aparte son elegantes; educados y besan muy bien las manos de
las señoras y en privado la de los señores si es menester. También juegan muy bien al
bridge; al tenis y saben sujetar muy bien el vaso en una mano en cualquier cocktail
que se precie.

Siempre he sentido un vacío como extranjero, me han hecho sentir ciudadano


de segunda o tercera clase si me comparaba con otros sujetos de otros países, cuyos
funcionarios ejercían la autoridad que estos funcionarios españoles carecían.

Han pasado apenas 15 años y compruebo que el mundo ha cambiado tanto.


En mi primer viaje en el 84, me rebotaron por no llevar visado; lo cuentas hoy

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en día con las facilidades que se han conseguido y nadie se lo puede creer, Tampoco
me lo pude creer yo, hasta que me ví escoltado por uno de aquellos soldados de la
Marina vestido de blanco con su armamento en prevengan y su casco, acompañando
al "deportado" como vociferaba aquel energúmeno del traje y corbata. Me metieron en
el mismo avión que yo hacía apenas unas horas había llegado.
Total, por negarme a pagar los dólares que me pedían para meterme el sello
de llegada, total por olvidarse del visado.
Muchas de las cuestiones que me han pasado, han sido por ser tan bruto y
poco inteligente. Eso sí lo admito.

Lo cierto es que este cuento ya se está acabando, hoy me tomo el día libre
debo preparar mi viaje. Espero sea largo, independientemente que me interese o
no, pero es gratificante ver cómo me siento, que le llamen a uno cuando está en el
desguace. Debo ser bueno o loco, sólo mi Dios lo sabe.

Como aquel día que me gané mi rokiski, y todos, los de fuera, los otros,
creyeron que estaba loco.

Quería compartir con vosotros estos momentos en los que me siento nervioso,
como el niño que espera los reyes. Como el actor que se enfrenta a su público en día
de estreno.

En mis escritos he pasado un tiempo estupendo, desenredando lo que había


olvidado.
Gracias por soportarme, ya solo faltan dos episodios, que entregaré antes de
marcharme.
Lo escribí, con el convencimiento, que todo lo por mi escrito, muchos de
vosotros lo han sido o vivido.
Muchos de vosotros por vuestras profesiones tenéis conocimientos más allá de
lo explicable y seguramente llenarías hojas y más hojas de vuestro día a día.
Lo mío ha sido otra cosa, explicar que nada me fue dado gratis, que el
emigrante español, como el italiano o portugués, no tiene nada que ver con otros
emigrantes europeos que se lo montaban mejor, quizás por tener ellos más contactos,
quizás por estar más preparados, quizás porque fueron mejor recibidos que los
anteriormente mencionados.
De todas formas me hacéis sentir bien, porqué sé que me entendéis.
Como habéis visto, lo escrito ahora, no tiene nada que ver con lo de Marsella y
Argel. Aquello fue amor e ignorancia, esto de ahora eran objetivos y dinero.

EPISODIO XXVI
La botadura de El Chorro.

Mientras esperábamos la entrada en puerto de los dos peñeros necesarios


para la botadura de nuestro primer barco, trasladé mis bártulos de casa mi hermano a
casa de Tony.
Aquello si fue un paraíso. Salíamos a navegar, acompañados del patrón y su
sobrino, gente de mar, conocedores de los vientos y aquellos mares; la barca de Tony
navegaba muy bien. La cara del patrón Miguel, estaba pletórica de satisfacción, metido
en la cabina con sus manos en el timón. Yo de vez en cuando levantaba el pulgar,
indicando lo bien que sonaba el motor.
-Está muy contento de navegar, él es quién a puesto el motor en condiciones.
He tenido suerte, curé a su hijo y consintió venirse conmigo a trabajar. Es un tremendo
tipo-. Me dijo Tony.

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Miguel, padre de tres hijos pequeños, un hombre de mediana estatura, enjuto; callado;
de ojos que no apartaban la mirada; debía ser joven a pesar de las arrugas de su cara.
Su sobrino, delgado; de cuerpo bronceado como el resto de los hombres del
lugar; alocado y voluntarioso, siempre dispuesto y con una alegre sonrisa, nadaba
como un pez intentando que Tony le adiestrase en el manejo y el buceo.
Con una tripulación como aquella, a pesar de ser pocos, uno se sentía
tranquilo, confiado, no importaba encontrarse con oleajes poco vistos por mí. Con solo
mirarles la cara de tranquilidad, sabía que estábamos en buenas manos.
Antes de partir sabíamos por Miguel que en aquella época era tiempo de
temporales, pero ante mi insistencia por navegar y un poco para demostrarme que
sabían lo que hacían, no sé, pero, la verdad es que lo que tenía que ser unos pocos
días, se fue alargando, lo pasábamos bien y yo previsor, portaba dinero para aguantar
cualquier contratiempo. Además estábamos a tiro de piedra de las Antillas
Holandesas, paraíso de facilidades, donde hay un orden y todo funciona a la
perfección.

El viaje lo empezamos por el litoral venezolano; playas increíbles que tan solo
habíamos visto en el cine. Visitamos islas pobladas, desiertas, llenas de color, calor,
fondeando donde nos apetecía, amarrando donde podíamos.
Yo creía haber visto temporales, pero nunca como aquellos. Empezaba con
una brisa suave que salpicaba nuestras caras crispadas de viento y mar; la brisa se
convertía en viento, todo a nuestro alrededor vibraba y agitaba, los nubarrones y el
mar que se juntaban en el horizonte, como una pared, uno picado y rebelde, el otro
agitando sus nubes como trapos desgarrados mecidos por el viento. Hubo veces que
parecía que la barca se fuese a romper crujiendo por todas partes, los cristales de la
cabina de mando se quejaban con su tintineo, el quejido del viento ante cualquier
obstáculo, éramos una paja a merced del temporal, derrotando, sacando hélices en
olas largas interminables, contaba con mi respiración el tiempo que tardaba la ola en
pasar por la quilla, toda una experiencia digna de ser vivida, aquel miedo que produce
el ser impotente antes tanta fuerza del mar. Tan solo se reza para que llegue la calma.
Nuestras palabras no se oyen, tan solo se llena la boca de agua salada.
Unas veces los temporales eran calmos, las nubes y el mar convertidos en un
muro como un gran cristal oscuro, se acercaban lentamente los compactos negros
nubarrones que durante horas acechaban y otras veces recalábamos en calas
desiertas donde el verde reluciente de ayer se tornaba oscuro, apagado, sin brillo,
tiñendo de grises los árboles y arbustos que agitados por el viento lo que ayer era
muro tupido y sólido, hoy amanecía agitado y débil, las ramas bamboleándose al
capricho del viento, la lluvia vigorosa que te obligaba a cobijarte y convertía el
escenario en un velo sin más allá, sin distancia, tan solo agua, convirtiendo nuestros
cuerpos cálidos en fríos, obligándonos a caminar inseguros tanto en tierra como en
cubierta, tal cual muñecos.
Pasamos varios días navegando y recorriendo aquel mar inmenso, solitario,
rico, naturaleza en estado natural.
El pescar y comer, no era problema, la pesca era tan abundante que
escogíamos el pescado, tan solo debíamos controlar el consumo de agua dulce,
donde podíamos aprovechamos para amarrar, comprar alimentos y llenar el
contenedor de agua el deposito de gas-oil. El motor de la embarcación era incansable,
estábamos encantados con su rendimiento.
En muchas isletas plantábamos las dos tiendas para dormir, cocinábamos
recogiendo troncos secos que la marea deja en la arena o bien buscando ramas secas
en el interior entre los arbustos. Por las noches en aquellas playas desiertas, cada uno
contaba sus experiencias o silencios largos, gratificantes, donde cada cual se queda
con su yo interno en silencio. Mientras miraba aquellos rostros y escuchaba, me decía
para mis adentros: somos como los árboles, solo nos dobla el viento, nos agitamos
con sus soplidos, hasta puede tumbarnos, pero en el suelo quedan raíces que no

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Episodios

puede destruir ni el viento. Pensaba en mis hijos.


Fondeábamos o amarrábamos solo para telefonear y averiguar si los dos
peñeros habían llegado. La vida de holgazanear se nos acabó. De regreso compramos
hielo y lo metimos en la cava. Aprovechamos el viaje pescando algo, que luego
vendíamos en tierra, ese dinero fue para Miguel y su sobrino, pero las langostas nos
las quedamos, una de ellas era enorme. Para cocinarla tuve que meter la cabeza
primero y después la cola, por no tener una olla lo suficientemente grande para tal
elemento, que hasta crustáceos tenía por su caparazón, su vena dorsal era del
tamaño de mi dedo meñique.

Ahora nos enfrentamos a la botadura del barco.


Llegamos por la noche y Alterio tenía según él, todo listo. Al amanecer
estábamos en Playa Iguana, al llegar había poca gente y al avanzar el día fueron
llegando más curiosos, todos pendiente de ver aquel barco tan grande, el mayor por
allí construido.
Yo subí a bordo, preocupado por la altura del desnivel que había hasta llegar a
la orilla. Me encontraba con Alterio que daba órdenes al personal desde la cubierta
corriendo de babor a estribor, de popa a proa, mientras la escavadora empujaba con
su pala contra unos sacos llenos de viruta de madera para evitar dañar la popa. En
cambio yo estaba nervioso, necesitaba sentir el golpe de la quilla al bascular en el aire
hasta alcanzar la orilla. Los dos peñeros por falta de calado, jalaban a unos treinta o
cuarenta metros con maromas, el barco avanzaba lentamente, los motores sonaban y
las cuerdas subían y bajaban sobre el nivel del mar, aquellos momentos fueron de
pura angustia.
A medida que avanzaba el barco me asomé a su proa y ví los dos peñeros,
en este preciso instante miré hacía abajo, al fondo la orilla y me dio la impresión que
estaba a quince metros de la orilla, me agarré a la baranda esperando el golpe.
Afortunadamente fue bajando lentamente, pero de pronto sentí el crujir de la quilla y el
casco contra las piedras romas de la costa, me pareció tener los pies desnudos
sintiendo cada piedra, hasta que al fin aquel barco de dimensiones inadecuadas en la
zona con sus 19 mtrs de eslora y seis metros de manga quedó en el mar. Los peñeros
lo dejaron fondeado en el Morro, había que mandarlo a Cumana para la reparación del
crujido.
Después de la botadura, aquella misma noche bautizamos el Chorro con toda
la gente que había participado en tal colosal hazaña. Genaro había hecho unas
empanadillas, los habituales cachitos de jamón y queso, estaba preparando arepas
para los más hambrientos y regado todo con cientos de tragos.
Oyendo los comentarios, después de tener varios tragos en el cuerpo, me
quedé más tranquilo, no había sido el único en pensar que el barco se partiría en dos.
-Mira que no somos los únicos en haber estado cagaditos de miedo.- le
comenté a Tony que bebía una cerveza polar.
-Yo también sabía con anterioridad, por comentarios de la gente, que iba a
ser difícil, así que disfrutemos de que casi lo hayamos logrado- chocamos nuestras
latas, y continuó diciendo-, ahora basta saber el daño que ha sufrido. No me extraña
nada que hubiese tanta gente mirando.-
- Jajajaja-, No pude contenerme, ahora me afloraban los nervios al sentir la
proa bajar hasta la playa, con todo aquel peso.
¡Mierda, que suerte hemos tenido¡ Tony, ¿otra polar más?.
La esposa de Genaro me llamaba desde la puerta levantando el brazo y acudí.
-Es para Vd. la llamada, de España D. Pedro-
Me puse al teléfono, era un amigo que me llamaba porque había un señor
interesado en hablar conmigo sobre los créditos de un banco alemán. Así que a los
dos días volaba con destino a Caracas. En el avión recordé cómo me había metido en
aquel asunto de los créditos.

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Episodios

Hacía unos años, que mi ex esposa me había conseguido un local de playa,


para montar un supermercado que funcionaba solo siete meses al año.
La idea me gustó, pues a pesar de no gustarme mucho el trabajo por su bajo
beneficio y la cantidad de maleducados que se ven en eso lugares, tocando el genero,
apretando la fruta con sus dedos para tantear si esta está madura o no, para al final
escoger una pieza o dos, habiendo dejado sus improntas en géneros tan delicados
que se pudren casi inmediatamente, o los listos, que viene a esperar cualquier
descuido del dependiente para llevarse un bronceador o una máscara de buceo. Como
esto que cuento hay mil anécdotas más, pero sería muy largo. La ventaja de este tipo
de negocio, trabajar unos meses y después me quedaba tiempo libre para viajar y
buscar otras alternativas sin ataduras de fechas.

Mi hermano Alberto me citó y me hizo acompañarle al despacho de un


abogado.
El abogado era unos años más viejo que yo, de la misma edad de mi
hermano.
Después del saludo, nos sentamos ante una mesa redonda en otro habitáculo
anexo a su despacho donde estaríamos más cómodos.
Empezó:
-Sr. Vizcaino, su hermano con el que tenemos negocios juntos, me habló de
Vd., que viaja mucho por Sudamérica y que está muy introducido por aquellos países.
Yo represento a unos broker que invierten grandes cantidades en empresas
necesitadas de expansión. Sabemos que Venezuela tiene un índice de inflación y los
intereses bancarios son muy altos. Nosotros le ofrecemos a nuestros clientes unos
puntos por encima del euribor. ¿Que le parece, puede interesar?-
-En principio parece interesante y ¿eso cómo se haría?, ¿cual sería mi
función en esta operación?.- pregunté-
-Simplemente, captar posibles clientes con empresas importantes que
necesiten ampliar su empresa, una vez en conocimiento nuestro, intervendrían
nuestros socios alemanes y yo mismo, Vd. recibiría una comisión del 1,5% de la
cantidad entregada.-
-Me parece bien siempre y cuando hablemos de cantidades importantes,
¿como se me garantizaría mi comisión?.-
-Su comisión Sr. Vizcaino estaría avalada por la sociedad que tengo con su
hermano, como supongo estará Vd. Informado.-
Mi hermano Alberto, posando su mano en mi muslo, asentía, para continuar:
-Pedro yo te garantizó el cobro.-
El abogado entonces me dijo:
-Nosotros-, refiriéndose a mi hermano -hemos conseguido varías operaciones
en Palma, ahora abriremos una oficina con un delegado en Valencia, ¿por qué no nos
acompaña, salimos pasado mañana, venga con nosotros?
En Valencia visitamos la nueva oficina que estaba en una zona cara y muy
céntrica, bocacalle de la Plaza del Ayuntamiento, en el corazón comercial de la ciudad.

Me presentaron a Vicente Furió, un hombre de mediana edad y muy activo.


Una vez hechas las presentaciones, se le veía muy interesado en acudir con la
presencia del abogado a una entrevista concertada con dos industriales hermanos que
dirigían una empresa importante de la construcción. Me convenció el ver el aplomo
con que hablaban y las cantidades que se barajaban. Francamente me interesaba.
Sabía que con los intereses tan altos en Venezuela, para un empresario ante las
perspectivas de cambio en la presidencia, disponer de capital en dólares era garantía
de éxito.
La situación en Venezuela presagiaba un cambio en la política. Volvía otra
vez a la palestra de las elecciones Carlos Andrés Pérez, presidente de la Internacional

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Episodios

Socialista, precursor de la nacionalización de Petróleos de Venezuela y otras


empresas importantes como la ley de hidrocarburos y minerales.
Parte del éxito socialista en las elecciones presidenciales de España, tuvo el
padrinazgo y apoyo, en su momento, del futuro presidente venezolano.
En mi interior presentía, por las conversaciones con amigos que ganaría por
mayoría aplastante, también sería un gran avance para el país, no en vano la
población no entendía cómo una de las naciones más ricas del mundo, carecía de
muchos artículos de primera necesidad y sobretodo las de lujo.
En aquel entonces, muchos venezolanos emigraban o iban de compras al
extranjero por no encontrar lo que deseaban en su propio país. Las limitaciones en la
importación y la corrupción eran evidentes. La gente pensaba que habiendo sido
presidente una vez, su segunda legislatura sacaría al país del pozo en el que se
encontraba. El pueblo bullía de animación y esperanza; se apostaba por la industria
sin chimeneas ni polución, como es el turismo, y creador de muchos empleos. Como
dicha industria genera educación y formación profesional, España jugaría un
importante papel en la nueva Venezuela turística. Los precios que años atrás eran
prohibitivos, ahora estaban al alcance de cualquier bolsillo, hasta resultaba barato, por
todo eso tenía muchos números del sorteo para ser ganador.

No más llegar a Venezuela, informé a Fermín, que se sintió muy satisfecho,


además conocía a muchos empresarios que estarían interesados y con los que
hablaría y me los presentaría. Fueron días de mucha actividad, se barajaban millones
como garbanzos.
Viajé bastantes veces por Venezuela y el extranjero, siempre con los gastos a
mi cuenta. Realicé varios viajes con industriales interesados, acudimos a citas con los
alemanes y con el abogado.
Para conseguir estos préstamos eran necesarios dos requisitos:
Primero: era imprescindible un aval de un banco reconocido.
Segundo: El préstamo debía ser para invertir en industrias con un proyecto
viable y no para especular con el capital recibido.

Estaba yo en Caracas recién llegado de Madrid, cuando recibí una llamada de


mi cuñada en mi casa,
-Pedro, Tony con la tripulación han desaparecido-.
No podía concebir, no me entraba en la cabeza.
-¿Cómo? ¿Qué ha desaparecido? ¿Cómo ha ocurrido?, ¿Qué sabes?-
Mi cuñada lloraba, no la entendía muy bien, o yo no quería oír aquella noticia.
-Recibimos una llamada de la marina, que habían localizado la barca de Tony
semihundida sin nadie,-
-Quizás sea otra barca con el mismo nombre-, dije yo.
-Es la barca de Tony, han dado los números de la embarcación.-
- Marta. ¿Quién la ha encontrado? ¿Cuánto llevan desaparecidos?-
-Un atunero llamado el “Guanche” ha llamado y la empresa es de Cumana.
Hace de esto hoy tres días. Pedro, te llamo desde Palma, ¿cuándo podrás ir
para allá?, Blanca está desesperada y su hijo está con ella; está sola-. Se le cortaba la
voz a mi cuñada para continuar-. Yo llegaré tan pronto consiga el pasaje. Tú hermano
está conmigo, así que viajaré sola,-
-Tranquila, a lo mejor lo ha recogido un yate y están de camino, dile a mi
hermano que salgo pa’ llá, rápidamente.
-Sí, sí…
-Escúchame, para cualquier cosa que necesitéis de mí, estaré en casa Genaro,
como siempre hemos hecho, a las 18 horas. Allí estaré cada tarde esperando llamada,
si sé algo antes llamaré yo. No os preocupéis, no será nada.-
-Pedro, hace dos días que recibí la noticia y no pude localizarte hasta ahora-.

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-No estaba en Caracas, acabo de llegar de Madrid, tranquilízate, ya verás que


todo se soluciona, aparecerán.

Fotografía: J. Conejo

EPISODIO XXVII.
Desaparición del Maria Luisa con su tripulación.

En el aeropuerto me esperaba Genaro: Blanca, la esposa y el hijo de Tony, el


trayecto hasta casa de mi hermano fue silenciosa, sin tocar el tema. Me extrañó que
Blanca no viviese en la casa junto al mar, en cierta manera lo entendí, intuí que no
deseara estar alejada en el Morro, en cambio en Río Caribe estaba comunicada
telefónicamente, pues siempre utilizábamos el teléfono de casa Genaro.

Dejamos al hijo de Tony en casa de Genaro jugando con los hijos de éste. Fue
cuando empezaron a contarme lo que sabían.
La cosa fue así-, empezó Genaro- recibí una llamada de Costas informando,
que el atunero el Guanche había comunicado por radio de haber abordado al barco de
Tony, el controlador me dio el nombre y el número de matricula, y que no había nadie
en el casco semihundido. No pudieron hacer más, por estar mala la mar.-
-¿Cuantos estaban a bordo?-
-Al menos cinco- contestó Blanca - Tony consiguió el permiso para la langosta,
me llamó de Los Testigos, para decirme que estaba todo bien, esa fue la última vez
que supe de él.-
-¿No encontráis extraño que Miguel; los hombres; Tony; todos expertos en
navegar no se amarrasen al casco ante el naufragio? El barco tiene porches con sus
vigas para poderse amarrar, anime donde agarrarse y flotar, los salvavidas……-
-Exacto- dijo Blanca interrumpiéndome-, no me cabe en la cabeza que no
hayan dejado rastro. ¡Maldita sea!-
-Tranquilízate Blanca, ya verás como todo tiene una explicación. ¿Sabéis
cuándo llega el barco que les encontró?-

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-Están de campaña, tan pronto tengan noticias de su llegada, nos avisarán


con tiempo para que podamos hablar con el patrón personalmente.-
-Bien Genaro, esperaremos y cuando nos llamen estaremos allí. Marta no
tardará en venir, tan pronto llegue visitaremos a la Armada en La Guaira. De todas
formas vamos a tener paciencia, quizás hayan sido recogidos por algún barco-
Personalmente, sabía que mis palabras estaban huecas, de haber sido
rescatados por un barco o cualquier otra nave, se habría comunicado con la marina
informando del hecho, como hizo al encontrar el barco el atunero.
Los días siguientes a la desaparición del Maria Luisa, en el pueblo todo eran
opiniones, Que si habían sido secuestrados por los narcos. Otra posibilidad, que
estuviesen retenidos por las autoridades de Trinidad por carecer de identificación,
como había sucedido muchas veces con anterioridad. La mayoría de los pescadores
no portaban sus identificaciones encima. Una tercera opinión era, que la guerrilla los
hubiese secuestrado, Tony era una persona que por sus conocimientos de medicina
les podía ser necesario.
La opinión más consistente era que estuviesen en alguna isla cercana sin
medios para comunicarse, pero vivos. Al ser esta la esperanza más posible, enviamos
el Chorro a navegar buscando en dirección a las corrientes marinas los posibles
lugares donde pudiesen estar. Al mismo tiempo que alquilamos los servicios de una
avioneta durante bastantes días a sobrevolar las posibles zonas del naufragio.
La cantidad y diversidad de opiniones y experiencias, hacían del caso muchas
opciones posibles, lo que abarcaba muchos frentes de esperanza, al mismo tiempo
que de impotencia, por no saber por dónde empezar.
Al día siguiente, me fui a Caracas esperando la llegada de mi cuñada, de antemano
habíamos solicitado cita en la Armada.
El día de la cita, un martes, llegamos los dos por la mañana a las instalaciones
de la Marina de Guerra con sede en la Guaira.
Nos recibieron dos oficiales de alta graduación en un despacho, respondieron a
nuestras preguntas y nos informaron de haberse hundido el Maria Luisa a 35 millas N-
E de los Roques, Por ser un peligro para la navegación, nos garantizaron que no había
vestigios de humanos en el barco, que este apareció hundido de lado, flotando a la
deriva.
-Señores, deseo encontrar los restos de la embarcación –solicitó Marta-, les
agradeceré me den el punto exacto del hundimiento, conociendo a mi hijo me cabe la
posibilidad de que se mantenga con vida en una burbuja de la cabina-. La idea de una
burbuja de aire en cabina había sido su constante pensamiento durante todo el tiempo
que habíamos permanecido juntos los dos desde su llegada, siguió expresando sus
esperanzas y dudando de las palabras de los oficiales.
Yo permanecí callado, su madre tenía en el pensamiento todos los
interrogantes almacenados en aquellos días. Hacía las preguntas acertadamente,
siempre desde su punto de vista de no aceptar la muerte de su hijo.
. El oficial de más edad y mayor graduación, le contestó:
-Señora; somos conscientes de su pesar y desconsuelo, pero nos consta que
donde fue hundido hay corrientes marinas muy fuertes, por los días transcurridos
desde el suceso, puede encontrarse en cualquier lugar lejos de donde fue hundido.
Entendemos que no acepte lo peor, pero un ser humano no resiste más de 72 horas
en el mar por las temperaturas de sus aguas.-
Nos despedimos y tomamos el taxi que nos esperaba con dirección a las
oficinas de la D.E.A. en Caracas en una dirección de la Policía Científica D.I.S.I.P.-
En las instalaciones, fuimos acompañados de un policía de uniforme negro con
las singlas en la espalda. Le seguimos por distintos corredores hasta un despacho sin
identificación. Estuvimos esperando nos más de cinco minutos en una antesala con
cuatro sillas de metal, hasta que apareció por la puerta, un señor alto de unos
cuarenta y tantos años que nos invitó a entrar, era un norteamericano. Le noté el
acento, a pesar de hablar correctamente el castellano con apenas acento venezolano,

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salvo algunas palabras; de buena presencia; en mangas de camisa; atento; de mirada


fría de ojos azules muy claros, casi celestes y pelo cano. Le encontré un cierto aire al
artista Cary Grant.
Contestó a todas las preguntas de Marta y cuando ya no quedaban más que la
de la posibilidad del narcotráfico, le respondió:
-Señora, la posibilidad de haber sido abordados por el narcotráfico es muy
poco probable; yo le puedo asegurar que imposible por dos motivos: uno la cercanía y
vigilancia nuestra desde Puerto Rico- extendió sobre su mesa un mapa e iba
señalando mientras explicaba- Esta zona se haya fuertemente controlada por
patrulleras convenientemente comunicadas de nuestra armada en este triángulo.
Número dos: El narcotráfico es más probable que opere en esta otra zona- señalando
el Lago Maracaibo y frontera marítima de Colombia- como puede comprobar hay una
gran distancia de donde apareció su barco-.
Se despidió de nosotros muy cordialmente, deseándonos que de un momento
a otro aparecieran vivos nuestros seres queridos.
Las explicaciones escuetas y precisas del responsable visible de la D.E.A.,
nos había convencido, ahora tan solo esperábamos un milagro y que apareciesen en
cualquier momento.

Reflexionando con mi cuñada sobre las atenciones recibidas por parte de


aquellos dos despachos, quedamos convencidos, que la desaparición del Maria Luisa
no era un caso aislado y que dichas personas con las cuales habíamos hablado,
estaban informadas del naufragio.
Los dos, después de pasar la noche en casa de la amiga de mi cuñada,
descansamos para salir al día siguiente hacía Río Caribe.
Las búsquedas contratadas por nosotros y la navegación de nuestro barco, no
daban ninguna noticia positiva de sus rastreos.

Marta seguía esperanzada, al igual que yo. Era imposible que Tony y la
tripulación entera hubiesen desaparecido sin dejar rastro.

Hubo una llamada de un amigo italiano de mi cuñada, nos urgía a


presentarnos en Cumaná. De la compañía atunera le habían informado la prevista
llegada del Guanche, que sería al día siguiente al mediodía. Marta atendió el teléfono
sentada en la mecedora. Siguió llamando a diestro y siniestro, informando casi a cada
hora sin apenas haber ocurrido nada. Llamadas a su familia en Italia, amigos y
familiares de España, brujos de aquí y de allí, opiniones para todos los gustos, aquello
se convirtió en una verdadera locura. Recuerdo haber pasado apuros por someter a la
familia del pobre Genaro a aquel tormento de lágrimas y lamentos.
La llegada de Marta, permitió apartar a Blanca de aquella escena de nervios,
había adelgazado ostensiblemente y tenía profundas ojeras. La acompañé a su casa
de la playa recomendándole que se tranquilizará, que parecía que Tony ya estuviese
muerto, me agradeció mis palabras mientras la acompañaba. Allí se quedó, con su hijo
y en su casa, necesitaba descansar y alejarse un poco de aquel trajín, aquella locura
de ir y venir, las condolencias de mucha gente conocida y desconocida, todos tenían
algo que decir, algo que opinar, intentaban confortar y era agobiante, todos en casa de
Genaro en el patio pendientes del teléfono.
No conseguía entender cómo mi cuñada soportaba aquella presión; la veía allí
sentada con su humanidad, sus lloros. Le pedí a Genaro que me acompañara hasta la
Posada a tomarnos unas cervezas, no deseaba acabar loco, ni Genaro tampoco.
Los dos, bebiendo aquellas cervezas frías, sentados frente a la piscina,
aquella paz es como si nada hubiese ocurrido. Acordamos reunirnos por la mañana y
llegar hasta el puerto de Cumaná a esperar la llegada del atunero.

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Lo vimos llegar; era un poco más pequeño que el Chorro, no más atracó, un
señor se acercó a nosotros y nos saludó. Era el responsable de la empresa a la que
pertenecía el barco y amigo del italiano, a quién mi cuñada había pedido que nos
acompañase; señaló al patrón diciendo. -Mire patrón informe del naufragio a estos
señores, son los familiares.-
Nosotros estábamos en el muelle, el patrón se acercó a la borda sin
abandonar su barco, ví a la tripulación reunida en grupo que permaneció atenta a las
explicaciones que nos daba su patrón, pero sin abrir la boca, sin un gesto, como éste,
nos señaló las bollas y mecates, hasta señaló la rotura que padeció en la proa de
babor su barco, al chocar con el de mi sobrino por culpa del oleaje.
-El oleaje era muy fuerte; había tormenta y nos acercamos tanto que
rompimos en proa, mire dijo señalando el estropicio de varias cuadernas y baranda.
Eso que hay aquí es del barco, mecates y anime, siguió, no había nadie, ni nadie
estaba amarrado al barco, y eso que tenían mecates a mano.-
-Oiga patrón, ¿cuando ustedes encontraron el barco, sabe si hacía mucho
tiempo del naufragio?.
-Debió ser la misma noche que lo encontramos, fue por casualidad, relució el
blanco del costado sobre una ola. No puedo decirles más.
Regresamos al restaurante de Genaro, después de haber informado a Blanca
de nuestra conversación con el patrón, la encontré mejor que el día anterior, pero sus
ojos denotaban rabia controlada, dolor, y llanto. Omitimos lo del mecate y
puntos, que pudiesen herirla más, sin entrar en muchos detalles.

EPISODIO XXVIII
Isla Maíz Nicaragua.

Mi cuñada esperaba en el patio de casa Genaro sentada en la mecedora junto


al teléfono. En el mismo lugar donde la habíamos dejado hacia ocho horas, cuando
emprendimos el camino muy temprano por la mañana. Le contamos todos los
pormenores de lo hablado en cumana con el patrón. Su amigo el italiano se nos había
adelantado llamándola por teléfono.
Hablando con Blanca y Marta después de que algún iluminado brujo, les
hubiese dado la idea de buscar en Trinidad, me ofrecí a investigar en el vecino país.
Llegué a Port Spain. Necesitaba salir de aquella locura que rodeaba a mi
cuñada, cogí el avión con alivio, el viaje fue corto a pesar de hacer traslado en
Caracas. Después de alojarme en un pequeño hotel familiar cerca del Hilton, me
personé en el despacho del representante consular de Italia y Suiza. Estaba ubicado
en una de las naves del muelle comercial y me atendió un señor muy agradable que a
parte de su cargo era el responsable de una naviera local. Tony había nacido en Italia
por lo que al no encontrar ninguna oficina española, me decidí por aquella.
La respuesta fue que él personalmente me garantizaba que ningún súbdito
extranjero estaba retenido en Trinidad.

-Las autoridades Trinitarias son muy responsables en estos asuntos, nos


informarían automáticamente de la retención de cualquier extranjero. Contestó--Es que
en Venezuela nos han informado que muchas veces retienen aquí a pescadores
indocumentados.-
-¡Ah! Venezuela, ya, señor Vizcaíno, se dicen muchas cosas. Ya les gustaría a
ellos ser tan trasparentes como lo somos nosotros-, esbozó una mueca de
incredulidad para seguir su explicación, -pero su sobrino es europeo, por lo que
estaríamos informados, nos habrían avisado, aún en el supuesto que padeciese
amnesia.-
Yo lo miraba y al mismo tiempo pensaba en la tirantez que existe siempre entre
países vecinos. La culpa de todo la tiene siempre el vecino.

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Episodios

-Créame usted. No obstante estas son las direcciones que puede visitar en el
supuesto que deseé informarse usted directamente.-Escribió en un papel las
direcciones y me despidió con un fuerte apretón de manos.- Ya lo sabe señor
Vizcaino, estoy a su entera disposición, no dude en consultarme cualquier duda.-

Al salir en dirección al centro de la ciudad buscando la cárcel, observé el rostro


del taxista por el retrovisor. Al mencionar yo la nueva dirección, ni se inmutó, lo que dio
pié a su respuesta, a mi pregunta: ¿Cómo estaban las cárceles en Trinidad?-
- No sir, las cárceles están muy bien aquí, no son como en Venezuela-.
Para mí la visita era obligada, un primer paso para poder responder a la
pregunta que Blanca me haría no más llegar al aeropuerto, ¡Vamos! de eso seguro,
así que empecé por la cárcel.
Estaba sentado en el taxi, y comprobé la diferencia con el país vecino que yo
acababa de dejar, iba montado en un hermoso y limpio Mercedes; bien identificado; el
chofer y dueño un indú, lo reconocí por su acento tan agudo y gracioso cuando hablan
inglés.
Toda la diferencia del mundo si comparaba con el país vecino, donde casi la
mayoría de taxis no estaban identificados, viejas glorias importadas de U.S.A.; viejos y
destartalados coches cuyos dueños utilizaban a su conveniencia, con tan solo poner
un letrero de taxi en el techo del capó.

Llegué a la cárcel. La atención del sargento de guardia fue educada y


convincente. Señor Vizcaíno, no puede entrar por el derecho del recluso a ser
identificado sin su voluntad, ni puedo darle nombres de presos. Le garantizo que en
este momento no existe ningún extranjero detenido, ni preventivamente, ni condenado.
No obstante, aquí tiene la dirección de la oficina de los derechos de los presos. Me
extendió la dirección y me despidió, informándome que dicha oficina estaba cerca, no
sin antes dar la dirección al taxista.
No me lo podía creer, no estaba acostumbrado a tener tantas facilidades, ni
tanta perfección y disciplina, incluidas las españolas, donde la mayoría de funcionarios
de ventanilla de mi país se convertían en reyezuelos de su metro cuadrado de vida,
tratando al ciudadano de a pié que busca de información o apoyo, en un ignorante
para ellos. Hasta tal punto llegaba en algunos su desidia, que olvidaban que cobraban
de nuestros impuestos, y que no les debíamos nada, más bien eran ellos los
deudores.
Estuve en la oficina de apoyo de los presos y obtuve las mismas respuestas:
“Aquí no tenemos ningún extranjero con la descripción que menciona usted”.
Regresé al hotel, por la tarde noche, visité bares, siendo atento y simpático con
los barman, intentando recabar más información, hasta algún dato que pudiese
interesarme, como el club náutico de Trinidad.

Siguiendo mi periplo por la ciudad, entré un una discoteca de música en vivo,


con canciones de reguetón reivindicativas. Al llegar a la barra, observé a sus gentes,
yo era el único blanco, y no es que sea muy blanco de piel que digamos. Tomé mi
cerveza y ví pasar gente apartando una tupida cortina de terciopelo negro, entraban
pero no regresaban. Como había pagado la cerveza no más ser servida, la curiosidad
me pudo, así que crucé la cortina que daba a un corredor donde estaban identificados
los servicios, seguí andando hasta llegar a un jardín con su barra, mesas y sillas allí
estaba todo más claro. Me acerqué y acodé en la barra, sentado en un taburete.
Se acercaron dos tipos negros, negros, grandes como armarios; sus manos y cuello
eran una exposición de oro de una joyería, menudos pedruscos de oro llevaban,
debían pesar lo suyo. En su cabeza portaban dos stetson negros a lo tejano. Ni me
corté un palmo, les abordé de inmediato. En mi mejor inglés me presenté, fueron muy
educados y amables, me respondieron con las mismas palabras que había escuchado
de otros a lo largo de la mañana. “Si está aquí, usted lo sabría ya” No se si hablaban

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Episodios

con la experiencia de presos o guardianes.

Al levantarme y desayunar, el contacto con el resto de clientes y empleados


del hotel fue cordial, hasta familiar, buena atención y mejor ambiente. Llamé al indú
que viniese a buscarme; solícito y puntual estaba en la recepción esperando. Mientras
cruzaba sus calles y parque me impresionó su limpieza, pulcritud, señales de tráfico,
señalizaciones y direcciones a la biblioteca; Zoo; al jardín botánico; el centro. Una
verdadera maravilla, todo lo contrario de los informes que me habían dado de Trinidad,
antes de partir.

La cuidad estaba dividida por razas, indús, musulmanes, chinos, rastras y


europeos. Estas eran las razas más relevantes, dentro de estos ghetos había la de los
ricos y los pobres. Había un parque enorme, donde unos chavales negros jugaban al
críquet, en el lado opuesto, un campo de fútbol, era una amplia zona justo bajo el
montículo donde se encuentra el hotel donde me hospedo y el Hilton. Pegado a
Zoológico y alrededor del campo, estaban unas hermosas casas coloniales de otras
épocas, en cuyos techos hay como una especie de minaretes idénticas a las casas
indús o árabes, unas pintadas en blanco y otras en celeste, como había visto en otras
partes de oriente, pero en todo se notaba la impronta de los británicos en todas sus
colonias, sobre todo en las islas del Caribe donde habían amarrados barcos llenos de
gentes de todas las razas.
Esta observación la comparé con los uniformes de los policías eran casi una
copia de los británicos al igual que los picaportes de sus puertas.
No tuve éxito en mis pesquisas, así que aproveché a holgazanear, antes de
emprender viajes a Sant Vincent, Sant Thomas, etc. Sabía de antemano que no
conseguiría nada, pero debía hacer lo que se había cordado, esperando en cualquier
momento la noticia del hallazgo de la tripulación viva.

Habían transcurrido seis meses de la desaparición del Maria Luisa.


El cadete que había comunicado a la familia la información del naufragio, tuvo
un percance. El patrón del Guanche estaba desaparecido. Mi cuñada seguía acusando
en la prensa local, la falta de soluciones a la desaparición de un total de 36 personas
en pocos años, a consecuencias de incomprensibles naufragios cuyos tripulantes no
aparecieron, salvo el anterior al nuestro.

En una entrevista en la T.V Venezolana, llegó a acusar a las autoridades de su


desidia y abandono que sufrían los pescadores ante la falta de movilización en casos
de desapariciones y naufragios.
Marta defendía a su cachorrillo con dientes y uñas. Llegó hasta denunciar que en caso
de que a ella le ocurriese un accidente, responsabilizaba de ello a las altas jerarquías
del Estado Venezolano.
El María Luisa naufragó en Carnavales Febrero o Marzo. En diciembre
anterior, antes de las navidades, tres jóvenes universitarios salieron de Carúpano con
una motora a pescar caracolas para vender en Curasao.

Nunca más se supo de ellos, los restos de su lancha aparecieron destrozados


en Curasao.
Mi hermano, desde Palma vía fax utilizando su membrete de Provisionista de
buques, había estado enviando a todas las navieras, consulados españoles e italianos
del área del Caribe, los datos del hundimiento del Maria Luisa.

En Agosto del 92 recibió un fax del consulado de España en Nicaragua, en el


cual le informaban del hallazgo por unos pescadores del María Luisa, lo encontraron a
la deriva sin tripulación en Isla Maíz Nicaragua.
Blanca se personó inmediatamente dirigiéndose al lugar donde estaba

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Episodios

amarrado, comprobó que en la barca estaba en perfectas condiciones de navegar.


Según Blanca, en el interior de la cabina estaba todo en orden, reconoció las
prendas que usaba su marido ordenadas, los alimentos en las estanterías de la
cocina. El exterior presentaba señales de disparos.
Toda la información de las autoridades que daban al descubierto, al igual que
sus mentiras, ¿Qué pasó? ¿Por qué la mentira del hundimiento por ser un peligro para
la navegación? ¿Cómo llegó la barca a tanta distancia sin haberse detectado antes en
su recorrido? ¿Dónde estuvo la barca durante seis meses?
Los cinco tripulantes desaparecieron, nunca más supimos de ellos.

Hasta los siete años, no se reconoce la desaparición como defunción o muerte.


Nunca una explicación, nunca una investigación, ni por parte de los
venezolanos, ni de los servicios españoles en el extranjero.

Siempre existió vara de medir, así como embudos.


Lo injusto se convierte en dogma de los justo.
Sigo pensando, que un español para su Gobierno, tiene poco valor en el
extranjero. ¡Ah claro! dependiendo de qué español,. Supongo.

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