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EPISODIOS
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Episodios
PRESENTACIÓN DE LA OBRA.
En una historia como la mía hay de todo. Hasta es posible que pueda haber
pasajes que desvirtúan la intención del escribidor cuando cuelgan negras telas que
permanecen aún ahí.
En cuanto a Papillón, se quedó corto. ¡Lo ves! se quedó corto y aún así lo
tratan de exagerado. Conocí a una persona española que trabajó y le conoció en la
discoteca de Venezuela donde trabajaban juntos. Papillón era fuerte y peleón. Es una
lástima que un C.L.P. de nombre Acosta Adjuntant Cheff de la Legión Extranjera, haya
dejado de escribir en este foro, él hubiese aportado sus experiencias en la selva de la
Guayana Francesa. Me hubiese ayudado a confirmar mis experiencias.
He conocido y encontrado a emigrantes que han permanecido aislados en la
selva por 15 años. Increíble. También he conocido a emigrantes que no conocen más
allá de la ciudad donde han permanecido toda su vida, sin sobresaltos, imbuidos en
sacar a su familia adelante, sin interesarles nada más; de éstos, una gran mayoría que
no conocen de asaltos, ni disparos, ni pistolas. Ni falta que les hace. No sé si me
explico, cada uno escribe sobre lo que le llama la atención.
Con la introducción de Internet en el mundo, ya no hay nada qué explicar y
mucho menos de impresionar o enseñar. Esta caja que tengo enfrente de mí, tiene
toda la información suficiente.
Yo mismo navego y visito páginas de lugares y fotos que en su día visité y
no las reconozco, ni eran como son ahora. Hasta llego a dudar de haber vivido allí
alguna vez.
Me era más fácil contar o rememorar antes que ahora. Hoy en día, todo el
mundo sabe mucho de todo. Hasta en nuestra asociación de veteranos paracaidistas
encontraréis personas que han visitado países, visto cosas y casos, pero que en las
mismas circunstancias y mismos lugares, no han tenido las mismas experiencias.
Quizás por su trabajo actual o juventud, no necesiten contarlo.
Hoy en día nuestra juventud se mueve mucho más y mejor que antes.
Estos episodios que escribo tienen un final. Para llegar a ese final tengo que
hacer un poco de su anterior historia y los motivos por los cuales nos involucramos sin
ser conscientes de ello.
Cuánta razón tiene mi amigo Juan, cuando asevera que nos hace mucho
bien el sacar lo que tenemos dentro. Ojalá mis escritos sirvan para que mis hijos me
comprendan mejor en aquello que no he sabido explicar con palabras y en persona.
No deseo para mis hijos lo que yo he pasado de no conocer los motivos
personales de mi padre, hasta los 65 años. Gracias a un libro editado hace poco, de
esos motivos nacieron mis circunstancias, y creé mi propia vida.
En cuanto a escribir, soy un profano egoísta que tan solo desea airear sus
vergüenzas, esperando que se me entienda cuando intento explicar las dificultades de
viajar del ayer, en diferencia con las facilidades del hoy. La falta de peso de lo español
en el extranjero, así como la nula ayuda de muchos Cónsules y Embajadores, más
ocupados en jugar al tenis o en partiditas de Bridge, que en ayudar a sus
compatriotas en dificultades.
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Entenderéis que haya lagunas y velos tupidos que es mejor que queden
enterrados.
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Fotografía: J. Conejo
EPISODIO-I
Vivir para ver
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EPISODIO-II.
Mi hermano Antonio- (I)
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EPISODIO-III
Mi hermano Antonio-(II).
Aquella jornada fue intensa, nos reunimos en Casa Genaro con el abogado.
Era al atardecer, en la mesa el whisky etiqueta negra, el cubo de hielo, tres Pepsis
reglamentarias, Chinoto (especie de gaseosa con un poco de gusto a limón), agua con
gas. Primer paso obligado de buenas intenciones, como debe ser.
Seguido a las introducciones pues yo no estuve en la firma del contrato con el
maestro de hacha y responsable. Nos sentamos Genaro, el abogado y yo.
Empezó el abogado, buena presencia de unos cuarenta años, algo calvo de
cara ancha y tez morena, la corbata a tres centímetros del botón de la camisa cuyas
puntas indicaban al techo.
_ Voy a ir al grano señor Vizcaíno: Cuando se presentaron en mi despacho su
hermano con su esposa e hijo acompañados del constructor, el contrato estaba
confeccionado. Fue su propio hermano quién me hizo quitar las cláusulas de
penalización en caso de incumplimiento del contrato por parte del constructor.
_ Lo sé Doctor, el señor Genaro me ha puesto en antecedentes, yo no le
culpo a Vd. pues tengo informes de su pulcritud y honestidad, me consta de sus
puntualizaciones al respecto. Simplemente quisiera encontrar una solución, pues
arriesgamos la continuidad de nuestro proyecto y la colocación de unas personas que
están casi contratadas de que pierdan su empleo, piense que este punto es difícil, ya
que como Vd. sabe, encontrar buenos patrones con liderazgo y conocimientos de
pesca. Este punto lo hemos conseguido siempre y cuando tengamos los barcos listos
en las fechas acordadas.
_ Me hago cargo, pero yo le aconsejo que como no se conocen, lo tantee
Vd. con mano izquierda y por las buenas consiga que continué con su trabajo, tenga
en cuenta que según consta en el contrato no se especificó fecha de entrega, y Vds.
no pueden entregar el trabajo a otra persona pues serían Vds. quienes incumplirán en
este caso.
_ Personalmente intentaré entrarle por mi parte, dijo el abogado,
Quizás a mí, por el respeto que me tienen en el pueblo, tocándole la fibra del
nacionalismo, haciéndole ver el daño que hace a la comunidad frente a la opinión de
esos extranjeros puedan tener de nosotros y de Venezuela. Quizás consiga algo, pero
déjeme decirle Sr. Vizcaíno que eso que han hecho Vds. como le indique en su día a
su hermano, esta mal hecho, pues un hombre de vida normal y cumplidor de sus
trabajos lo viciaron Vds. se volvió loco, Dándole tanta plata de un solo coñazo, perece
mentira que su hermano siendo venezolano y conociendo la idiosincrasia de su gente,
no haya sido más cauto.
_Tiene Vd. Doctor toda la razón, pero recuerde mi hermano ama a su tierra.
Hacía 25 años que no venía, se encontró de nuevo en su juventud, vio estos paisajes,
pateó sus calles, le volvió la nostalgia y se dejo llevar del corazón. He aquí todo el
error. Quiso confiar en el pasado y nos jugo una mala pasada.
La conversación llego hasta el tercer pelotazo, los tragos largos del abogado
ya hacían su efecto. El bueno de Genaro era un buen anfitrión y quién ponía el hielo y
el Whisky, A mí menos, Genaro.
El abogado parecía un amigo de toda la vida y pasamos de los barcos a la
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emigrante. Antonio se embarcó de nuevo siendo apátrida con destino a Nueva York,
donde trabajó en lo que pudo para pagar su estadía, allí permaneció esperando el
visado y papeles del Consulado venezolano.
Llegado a Venezuela, trabajando en varios oficios hasta conseguir la
nacionalidad que mejoraba su situación y ganaba más, ocupó oficios y trabajos hasta
llegar a la Orinoco Minning Company, extracción de minerales principalmente pirita,
ese polvillo rojo que te destroza los bronquios. Allí fue a buscarle su padre para
congratularse con su hijo. Recuerdo un regalo que me envió a Liverpool con un oficial
de un barco polaco: eran unas gafas Ray Ban y una hebilla cuadrada con el escudo de
Venezuela en oro. Era bonito pues por primera vez descubrí distintos colores del oro,
en tono verdoso, más oscuro y el conocido por mí de toda la vida. Allí permaneció
hasta que pudo regresar a España con el armisticio de 1965.
Viéndole allí en la cama hecho una pasa, tan indefenso, tan débil, no podía
imaginar que aquel pellejo pudiese haber pasado por tantas penurias, por tantos
calvarios.
Lo mío quedaba empequeñecido ante todo lo que fui descubriendo de él
mucho más tarde.
Con el cuarto trago yo ya tenía mi otro yo en el cuerpo, en este caso al
contrario de otras ocasiones, me salía el bueno ya no deseaba romperle el cuello ni
pisarle la cabeza. Me entraba el sueño.
Pensé en Pacheco y me puse a reír solo de pensar en la de ostias que
recibiría mi hermano de pedírselo a mi amigo.
EPISODIO- IV
Alterio. (I)
Debía por todos los medios encontrar al constructor, ¡por fin sabía su
nombre! Alterio.
-Qué piensas tú Genaro ¿encontraremos al constructor?-
-Creo que no tardará en aparecer, seguramente el abogado habrá dado con
él. Estoy seguro que le habrá asustado un poco, ten en cuenta que tiene mucho que
perder. El abogado es una persona influyente, le caíste bien. Cuando te marchaste la
otra noche, se quedó a tomar el último trago conmigo, a pesar de estar un poco
prendido (expresión muy venezolana para indicar que alguien esta ligeramente pasado
de tragos), le noté satisfecho de haberte conocido y le gustó lo rápido que acudiste al
saber de tú hermano enfermo.
-Tú ya sabes lo mucho que se aprecia la buena relación familiar en este país -
continuó Genaro- además está lo de los barcos, antes nadie se había atrevido a
construir barcos como los vuestros de tan gran tamaño. En este país todo el mundo
viene hacer dinero y marcharse; vosotros vinisteis a invertir, a dar riqueza al lugar.
Antonio siempre fue atento al igual que su esposa e hijo; andaban por el pueblo,
compraban pescado a los pescadores en el amarradero, las verduras y frutas en los
puestos de la plaza y vivían como todos nosotros.
En poco tiempo se habían integrado y saludaban al pasar.- Sí tú preguntas,
comprobarás todo lo que digo, la mayoría de la gente esta contra el tipo que os robo y
se porto tan malamente con vosotros-
-De esto estoy seguro, -le dije- esa era la idea, ten en cuenta que tenemos
otros proyectos a realizar tan pronto nos sea posible.-
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EPISODIO- V
Genaro.
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Fotografía: J. Conejo
EPISODIO- VI
Mi sobrino Tony.
-Pedro, Pedro, Está aquí, está aquí, el tío ese está en mi casa y nos espera-.
Salí del cuarto de mi hermano y encontré a Genaro gesticulado, debió
advertir mi cara de sorpresa y continuó, el Alterio nos espera.
Mi hermano intentó incorporarse, pero no lo dejé, -Déjame a mí, resuelvo yo,
no te preocupes. Todo va a ir bien, tan pronto acabe con él vendré y te contaré-.
Allí estaba, sentado en la casa de Genaro. No le conocía ni le había visto
nunca, era un hombre de aspecto de no haber matado una mosca en su vida, como
los muchos que pululaban por el pueblo, debía rondar los sesenta, hombros caídos,
enjuto, nariz aplastada, poco pelo, teñido de un color pajizo, con barba de no ver la
hojilla de afeitar en cuatro días, sus ojos chiquitos marineros, como los que había
observado en otros hombres del lugar , esas miradas que hacen arrugas en las sienes
de tanto empequeñecerlos para visualizar el horizonte; cuerpo rudo habituado al sol; al
salitre; a la claridad de aquel potente sol que convierte el mar en estrellas
centelleantes cuando se reflejan en el mar Caribe. Tienen un nombre “ojos de pescao”,
cuando el iris se apaga y cambia su color natural.
Después de saludarnos con un breve saludo de cabeza, Genaro quiso
dejarnos solos e hizo intención de escabullirse, -Genaro, siéntese Vd. Pónganme un
cafesito- le dije a Daniel que estaba con Alterio hablando cuando llegamos-.
No más sentarnos, empezó a hablar aquel extraño, casi no le oía, en mi
mente aparecía yo dándole puñetazos en la cara deseando rompérsela, lo veía con su
amiga la chica del abastito a la que veía al pasar, con sus tejanos y camiseta ajustada,
joven criolla de larga melena negra. Me calmé y presté atención a las excusas que
decía.
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-Mire Vd. señor, lo siento, por todo lo ocurrido, me volví loco, pero ya fui a
buscar las maderas y mis hijos las están cortando en la carpintería desde ayer. Tuve
muchos problemas con los troncos, por dos veces me los incautaron en las Cabalas
mientras las transportaban hacía aquí, mi rabia y desespero al retrasarme el trabajo,
me volví loco y tuve muchos problemas, me quedé sin dinero para comprar más
madera. Huí, Vd. no sabe, la camioneta me era muy necesaria para transportar
personal y material a la playa-.
Quiso continuar con las excusas pero era inútil, por aquel camino no sacaría
nada en limpio. Mi prioridad era empezar y acabar los barcos cuanto antes.
Volvieron otros pensamientos a mi mente, como: Tan sólo se había adquirido
un motor, eso si llegaba mi sobrino a tiempo y no surgía cualquier otro impedimento,
para el otro barco ya encontraría solución.
Pensaba en mi sobrino ¿Cómo haría para pasar la aduana sin que le pasará
algo con el dinero, nunca se sabe en los aeropuertos pasan tantas cosas. Estaba
también lo del visado, ¿Cuánto demoraría?
-Mire Alterio, yo no he venido buscando bulla, tan solo me interesa que mi
hermano se ponga bien y que los barcos estén listos a la mayor brevedad posible.
¿Ahora tiene Vd. madera para trabajar? ¿Qué más necesita Vd. de materiales? Vamos
a trabajar, vamos a echar esto adelante-.
-Si, no se preocupe Vd., podemos ir y verá cómo estamos trabajando-.
-Lo siento no puedo, tengo que salir para Caracas a recibir al hijo de mi
hermano-
No tenía ganas de estar más tiempo con aquel hombre, tenía demasiados
asuntos pendientes, la fábrica, a pesar de estar en contacto cada día y saber que la
situación monetaria estaba cubierta, no dejaba de estar preocupado, el trabajo
escaseaba y los pedidos eran de menor cantidad, lo que significaba una disminución
de la producción; era sistemático. A menor cantidad a producir, menor era el
rendimiento por operaria.
En cierta manera echaba de menos el olor que despedían los tejanos al abrir
los plásticos en los que venían metidos y cortados, listos para ser confeccionados,
aquellas cantidades de piezas de pantalón, todas numeradas para evitar los cambios
de color al lavarlos. En invierno las panas y piel de melocotón; los jeans todo el año. Y
como se decía en la época “de marca internacional”.
Recordaba aquella reunión de fabricantes y confeccionistas en Barcelona,
todos nosotros preocupados, pues entendíamos que en cada armario de cada casa ya
había uno o dos tejanos colgados. Había que idear para evitar el bajón en las ventas.
Las propuestas eran varias. Hacer que el tejido no fuera tan duradero; cambiar la
estética dando un nuevo tono; decolorarlos, como se ha hecho hasta la fecha;
añadirles piezas de pana y cuero en los bolsillos; hacer varios gramajes de 10 oz, 12
oz, hasta 14 oz. Este material de 14 onzas era muy grueso, principalmente al juntarse
las distintas piezas de los bolsillos delanteros y la costura de unión del delantero y
trasero, hasta las máquinas especiales y embudos para este menester sufrían y
ralentizaban la producción. La maquinaria era difícil de conseguir para alguna de las
operaciones; la marca Singer era la que mantenía el liderazgo, después estaban las
Pfass; Union Special en overlock; pero había una pega. La marca Singer había
tomado la delantera y su mecánico no tocaba las maquinas de otras marcas, lo que
se convertía en un monopolio. Si uno quería un buen servicio y evitar los parones en la
producción, había que contratar los servicios del mecánico. Las máquinas eran
modernas, rápidas, por lo tanto difíciles de enhebrar teniendo en cuenta que los hilos
se rompían con mucha frecuencia, alguna llevaban 4 agujas y cuatro áncoras lo que
significa ocho ovillos de hilo pasando por varios conductos.
Sí, me sentía orgulloso del taller. Había creado una actividad fuera del turismo,
estaba adiestrando personal femenino que evitarían convertirse en camareras de pisos
fregando y haciendo camas en un hotel.
¿Por qué ese afán mío en ir a contracorriente? Lo aconsejable era seguir el
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motor de estar al servicio del turismo, el cual cada día era más importante. ¿Quizás
fuera para evitar esa sensación de servilismo?
Cansado de la retórica de mis anteriores jefes para mejorar y sonreír ante el
cliente, hacerme sentir inferior ante la presencia cara a cara del señor que paga las
facturas del hotel, cuyos dineros nos alimentan.
Este era el credo, esta la razón de nuestra profesión, de camareros,
cocineros, recepcionistas y todo aquel que estaba cara al huésped.
Recuerdo que a pesar de mi juventud con conocimientos amplios de inglés y francés,
(algo raro en aquel entonces en España), no evitó la norma para los iniciados del
Hotel, que era: “Prohibido dirigirse al cliente en los tres primeros meses” eso fue
cuando empecé de aprendiz en un Hotel de Categoría A, en el Paseo Marítimo.
Verano del 58, recién llegado de Marsella.
EPISODIO- VII
Mis motocicletas.
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cómodo y bien montado. En pocas palabras vivía bien y sin mayores problemas.
Según su padre era un buen tipo, quizás demasiado honesto
Nos abrazamos y sentí como si lo conociera de toda la vida, tenía una
hermosa sonrisa y sus ojos estaban limpios, brillantes, resaltaba el azul, y eso a pesar
del viaje y el cambio horario de seis horas de diferencia.
En aquel momento pensé, malo, malo, las mujeres de aquí lo “bucearan” y
será un peligro.
- ¿Qué hay tío?-
- Oír aquella palabra “tío” me sobresalto. Hacía tanto tiempo que no la oía,
habían pasado muchos años, cuando era pequeño y vivía en la planta baja, le
recordaba gordito y tímido.
Eran otros tiempos, me cambié de vivienda y me fui como había hecho
siempre, lejos, la distancia sus estudios en la península y el distanciamiento mío con
sus padres, habían hecho pasar muchos años.
Aquel sobrino, nada que ver con el hombretón que me abrazaba.
En el trayecto del aeropuerto a Caracas había puesto en antecedentes a Jean
contándole los pormenores y la situación en la que estaban canalizadas las cosas, no
me olvidé de alertarle en cuanto al estado que se encontraría a su padre.
A pesar de sus deseos de continuar viaje hasta Carúpano, y terminar el viaje
cuanto antes, no fue posible porque no nos daba tiempo de enlazar el vuelo.
Saldríamos el día siguiente.
Pasamos la noche en el Meliá Caribe, en la Guaira, cerca del aeropuerto y
puerto de la Capital.
El Director era amigo mío desde antes de su traslado, pertenecía a la vieja
escuela de hostelería, aquella que se forjó con sacrificio. Ingresó en la empresa con el
fundador de la famosa cadena española, aquella que nos hacía sentir orgullosos de
encontrar en otros países un trozo de nuestra tierra. Como buen granadino, siempre
me tenía una sorpresa guardada.
Don Fermín, bajito, calvo, buena gente, siempre tranquilo y sonriente, fue
querido por su personal y dejó a su marcha muchos amigos entre el personal y
clientes. Mucha fue su labor en beneficio del país creando escuela y profesionales del
turismo. Murió cuando estuvo de director en el Meliá Pereira de Colombia. Nos
conocimos practicando Judo en Palma, frecuentando los mismos lugares, hasta la
misma gente. Teníamos mucho en común.
Llegamos al hotel y Fermín, nos había ubicado en una suite con todos los
agasajos posibles de bienvenida, la cara de mi sobrino era un poema. Exclamo -¡Tío
estamos como príncipes!- ¡Qué maravilla!, ¿Cuánto nos costará esto?
-No te preocupes, conozco al director y nos hará un buen precio, yo voy a la
sauna y a darme un masaje, después a cenar en la Tasca del Hotel..
-Está bien te acompaño, me gusta el programa, pero antes ¿Tomamos un
pelotazo?, total lo sudaremos en la sauna –
Al atardecer bajamos a la Tasca “Marques de Riscal”, rebanadas de pan con
tomate y aceite, aceitunas, a continuación un buen solomillo con panaché de verduras,
total, una buena cena.
Durante la cena le comenté a mi sobrino mi preocupación que tuve de que
llegara bien y con el dinero.
-Mira Jean-,
-Tío déjate de Jean, no lo utilizo llámame por el segundo nombre Tony-
-O.K. siempre y cuando dejes de llamarme tío-
-Como iba diciendo, nos salió bien esta vez, pero no es recomendable traer el
dinero en efectivo y tanta cantidad.- Le expliqué a mi sobrino.- No obstante tenía a
Omar, por si las moscas.
- ¿Quién era Omar? preguntó mi sobrino.
-Es el Jefe de seguridad del Hotel-.
Los jefes de seguridad de los hoteles suelen ser ex agentes policiales o de la
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elite del ejército. En el caso de Omar no era una excepción, sus interminables
intervenciones fuera y dentro del Hotel, le hacían acreedor de un alto prestigio.
En primer lugar, por facilitar información de clientes sospechosos o
reclamados por la justicia nacional e internacional. Evita los robos del empleado o
visitantes en el establecimiento y controla que no circule droga en el establecimiento.
En segundo lugar, por el agradecimiento de personas importantes que habían
disfrutado de sus servicios o el servicio de sus hombres durante sus excursiones o
visitas a la ciudad. Es un tipo efectivo y mantiene activa una plantilla de cerca de 30
hombres bien preparados y entrenados.
-De aquí a Carúpano no hay problema pues el dinero lo podemos repartir
entre los dos. Ya lo más difícil lo has superado, ir sólo siempre es más problemático
por no poder recurrir a nadie.-
EPISODIO-VIII
Akelarre.
A la cena acudió Fermín, de lo cual me alegré, pues siendo una persona tan
ocupada lo consideré una deferencia hacía mí, porque en vez de ir a su casa y
sentarse cómodamente en calzoncillos y las cholas, ahí estaba con su traje camisa y
corbata, después de Dios sabe cuántas horas.
La cena estuvo bien pero la compañía mucho mejor. Al salir de la Tasca
subimos al piso superior o planta principal, donde está la Recepción; las boutiques; los
distintos despachos con los agentes de viajes que trabajan con el Hotel. Al fondo se
encuentra el Jardín Tropical con su vegetación, algunas palmeras y un pequeño
puente de madera para pasar de un ambiente a otro; un piano con su maestro de toda
la vida; la cantante de voz melodiosa. En pocas palabras, un ambiente relajado,
apacible y el servicio extraordinario.
Yo observaba a mi sobrino callado, sin perderse nada de los comentarios y la
charla que manteníamos Fermín y yo. Me gustó que apenas demostrase interés por
las distintas y hermosas jóvenes que pasaban cerca de nosotros de vez en cuando.
Las miraba pero inmediatamente se ponía a escucharnos. Me pareció que estaba muy
interesado en saber de mí y los consejos que recibía yo de Fermín.
En mis estancias en Venezuela frecuentaba mucho el Hotel y estaba al
corriente de situaciones que habían sucedido, tanto pertenecientes al Hotel como
personas que lo frecuentaban. Por descontado confidencialidades mutuas que en
otras ocasiones habíamos compartido. Eso es normal entre personas que añoran su
tierra, que han dejado parte de su vida atrás con todas las consecuencias. Además un
Director de Hotel si permanece mucho tiempo en el extranjero, sabe que sale del
mercado laboral, por lo tanto de posibles oportunidades, a pesar de estar siempre
rodeado de gente, no deja de sentirse solo con sus anhelos y esperanzas, mucho más
en confidencialidades de familia laboral o íntima.
La situación de España en aquellos momentos era preocupante. E.T.A. no
dejaba de atentar y los políticos no dejaban de labrar su parcela, la economía se
resentía y la fuga de capitales era diaria ante el temor de que surgiera otro 36. Todas
esas cosas preocupaban no solo en España, también en el extranjero. Muchos
residentes, tenían intereses o patrimonio en su tierra natal y visitaban cada año a sus
familiares. En sus viajes habían visto el incremento y afluencia del turismo; el
crecimiento de un año para otro en las construcciones; las comunicaciones, pero, lo
que más les sorprendía y gustaba era la seguridad, poder pasear por las calles, entrar
en las Tascas y comer y beber a gusto, aquella misma seguridad que ellos carecían,
para mucha gente afín o no al régimen de Franco, con ideas más o menos
republicanas no dejaban de reconocer que España había y seguía avanzando mucho.
A pesar de los pesares.
En esto Fermín, dirigiéndose a mi sobrino le dijo -Tu tío es un echado
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pa’lante, ¿no te ha contado nunca que lo devolvieron en el mismo avión que había
venido y por no llevar el visado de turista, fue deportado? ¡No! ¿Por qué no se lo
cuentas?. Me puse a reír y él me dio carta blanca para contar la cosa. Ya he dicho que
Fermín se las sabía todas, se daba cuenta que me caía bien mi sobrino y quiso hacer
un poco de mi currículo.
El caso es, que Venezuela no tenía convenio, como otros destinos del Caribe
que ya lo habían conseguido para facilitar a los turistas, una mayor comodidad. A
pesar de no estar seguro pregunté en varias ocasiones por el dichoso visado o
vacunas como era preceptivo en otros viajes que yo había hecho, y la respuesta a
todo aquel que le pedí, fue: “No hombre, los españoles podemos viajar al extranjero,
por toda Latinoamérica sin visado”.
-Si si, un día y medio me pasé entre esperas en aeropuertos y el viaje de ida
y vuelta-.
Fermín continuó muriéndose de la risa, -cuéntale Pedro de ese otro día que te
presentaste en el hotel con los restos de camisa, tan solo le dejaron el cuello y los
botones de delante, el resto eran jirones, sudado, sucio. Ja,ja,ja.
-¿Qué le pasó?-, preguntó mi sobrino-esbozando una amplia sonrisa que
dejaba entrever unos dientes blanquísimos.
-Se metió en una Tasca Vasca en la Candelaria….en Caracas, cuéntaselo tú-
dijo.
Comencé un relato que a pesar del tiempo lo recordaba como si fuera ayer.
-Nada, eso fue en mi segundo viaje, estaba por el Barrio español de la
Candelaria, en el casco antiguo de la Ciudad y ví un letrero creo recordar, “Akelarre”,
entré y me senté en la barra, era pronto para comer y pedí una cerveza, me saqué el
paquete de cigarrillos, esos que fumo, Ducados Internacional, ¿ves? el filtro con una
cruz y la caja parecida a las británicas iguales al Players. En eso se ve que por el olor
o porque el muchacho que estaba tras la barra vio el nombre. La cuestión es, que me
pidió que se la enseñara, así que asentí con la cabeza y se la acerque. El tipo levantó
la cajetilla y se la enseñó a dos señores que estaban como yo en la barra.
Dirigiéndose a mí con la cajetilla en la mano y me preguntaron:
–¿Eres español?-
- Si- respondí –
-¿De donde vienes? –
-De Mallorca-
¡Ah! ¿y qué tal?
-Bien-
-¿Te gusta esto?-
Estábamos hablando sobre el país y sus bellezas, cuando de pronto, les dije
que estaba de turista y hospedado en el Meliá la Guaira, al decir esto, pude ver su
cambio de semblante de los tres. Entonces fue cuando uno de ellos el más próximo a
mi me espetó:
–Vivís bien con el dinero que enviamos a España -,
-¡Oye! que yo lo trabajo, ¿eh? y que yo sepa nunca he visto tu dinero- le
respondí, un poco molesto.
-Sí que vivís bien con Franco-continuó en tono bastante burlón, mirando a los
demás y haciendo ademanes con la mano mientras sorbía un trago de cerveza.
-Oye mira, yo de Franco no como,- intentando mirar al frente y restar
importancia, ya que veía por donde iban los tiros.
-No comes pero le lames el culo -dijo el otro más grueso y casi subiéndose a la
barra apoyando ambas manos para poder mirarme por encima del amigo que se
encontraba justo a mi lado.
-Mira, vamos a acabar mal aquí, el único lame culos eres tú, te enteras?-. Le
contesté levantándome y soltando la cerveza de un golpe sobre la barra.
-Español hijo de puta-
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-¡Ahí me as dao!-
A pesar de estar los dos gordos se movieron con rapidez y empezó la juerga.
Acabé con una banqueta en la mano y así como vino el chaval del mostrador, que yo
pensaba que lo hacía para separarnos, pues nó. Se había agregado a la pelea pero
para darme a mi también, recuerdo haberle dado al chaval y ese golpe si que lo di
bien, lo sentí por la vibración de la banqueta en mi mano y el sonido del golpe seco en
su cabeza. Cayó al suelo y mientras uno de ellos fue a levantarlo por un brazo, me
deshice del otro y salí corriendo hacia el exterior, justo delante había un taxi, lo
reconocí por el letrerito “Taxi” que fue lo único que atiné a ver y que llevan sobre el
techo del capó, tuve suerte, me metí sin saber si había alguien dentro y sin darme
cuenta que estábamos en un atasco
–Me lleva al Hotel Meliá, en La Guaira- con el poco aliento que me quedaba.
El taxista debía estar acostumbrado a ver tipos en mi estado, pues ni se
inmutó,
- ¡Epa señor! ¿qué le paso?, ¿le dieron duro?-
Yo tan solo me preocupaba por si salían del Restaurante. El atasco
continuaba y seguía en el mismo sitio sin podernos mover. Entonces me coloqué en la
parte contraría a la que me había metido en el taxi para tener mejor visión y ver si
salían tras de mí, y tener tiempo de reaccionar. Estaba pendiente, cuando de pronto
nos pusimos en marcha y desaparecimos de aquel lugar entre aquel tráfico infernal.
Recuerdo que sudaba a borbotones, el taxi era como el resto de los que hacen este
servicio, son particulares que simplemente colocan el letrero sobre el capó del
conductor a gusto del propietario. No tenía aire acondicionado, el salpicadero estaba
tapizado con un pelo sintético de color rojizo, una figurita de la Virgen de Coromoto y
justo al lado de la Virgen un señor con traje, sombrero, corbata negra, camisa blanca y
bigote que llegué a pensar que se trataba de Chaplin. Más tarde averiguaría de quien
se trataba.
Mi sobrino reía a carcajadas de imaginarse la escena.
El Ron con Cola siempre ha hecho un efecto extraño en mi; siento al cerrar los
puños como mas hinchados, más fuerte, con ganas de gresca. Era hora de ir a dormir,
empezaba a sentir la necesidad de compañía femenina. Siempre me pasaba lo mismo.
Lo sé, la próxima vez le daré al Whisky que me apacigua y me entra el sueño, pero
bueno debía satisfacer a mi sobrino en su primera noche, por la mañana partiríamos a
ver a su padre y comprobar cuántos hombres trabajaban en los barcos
EPISODIO- IX
Vascos en Venezuela.
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EPISODIO-X
Fermín.
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estaban sobre el montículo, seguían con las costillas al viento, pero ya empezaban a
meter cuadernas y se veían cinco hombres trabajando con aquel sol de las 15,30.
Nos acercamos y se levantaron para saludarnos dos de los hijos de Alterio, al
preguntar por su padre nos dijeron que estaba en el interior para conseguir más
madera.
Me alegré de ver que estaban trabajando, les había pagado los atrasos antes
de partir para Macuto. De momento todo bien tan solo recibir la madera y ampliar los
obreros.
Llegamos a la casa. Esta era un rectángulo en medio de 700 mtrs. de terreno.
El porche hacía la forma de una L frontal y lateral para preservar del sol. La
puerta principal daba directamente al salón de unos 30 mtrs. cuadrados con cuatro
ventanas, dos frontales que dan a la calle y una a cada lado del salón., los muebles en
ratán. Típicos de la región. Cruzando la sala está el corredor donde están las
habitaciones, dos habitaciones a la derecha y a la izquierda la habitación de mi
hermano y el baño con ducha. Al fondo está la cocina, con la misma dimensión de
salón y que hace de las veces de comedor.
Para poder entrar en la casa hay dos puertas, la exterior de barrotes de hierro,
la otra de madera, las ventanas del baño y habitaciones tiene barrotes del mismo
grosor de la puerta principal.
La cocina era diferente, hace una pared de 1,50 cmtr. de altura, sin ventanas tan solo
los barrotes, en ese mismo muro estaban las estanterías de azulejos que hacía las
veces de reposa vasos, platos y cacerolas con el fregadero, así como un lavamanos
con su toalla,
El suelo de toda la casa era de cemento visto. Me recordaba las pistas de
patinaje sobre ruedas, pulido con algún colorante rojizo, como había visto en otras
muchas casas.
La cocina era para mí el lugar preferido por la mañana temprano, me daba la
sensación mientras comía, de estar en una jaula, la pared a mi espalda, el resto
barrotes, pero era una maravilla los árboles de mango del patio, aquel frescor del
amanecer, los pájaros de todos los colores, tucanes, payasos, hasta colibríes se
acercaban a los dos grandes árboles para comer sus frutos y las flores del jardín, a
pesar de estar descuidado estaba lleno de plantas que crecían sin que nadie las
contemplase.
Mi cuñada había comprado una hermosa y gran nevera de dos puertas
laterales de aluminio que hacía hielo y congelación, la cocina también era de lujo, con
parrillera todo a gas butano. Lo que era una contradicción tanta modernidad
contemplando las bolsas de plástico con agua colgando de todas partes para evitar las
moscas.
Las bombillas de toda la casa eran de color amarillo para evitar en lo posible
los mosquitos.
Mi sobrino había encontrado bien a su padre, Genaro se ocupaba de traer al
barbero del pueblo, así que su hijo lo encontró, mucho mejor de lo que él esperaba, en
mejoría; limpio; afeitado y con mejor aspecto. Ya se levantaba y lograba dar un
pequeño paseo por el salón antes de comer, por las noches con el fresco de la noche
salíamos al porche.
Estábamos los tres en la cocina, el lugar más fresco de la casa, comiendo
“lebranches”. Eso es un pescado parecido a la Lisa que se cocina abiertas por la
mitad donde se sazona y se le mete cebolla, pimiento y tomate, se atan y envuelven
con hoja fresca de platanero y a la brasa que Genaro preparó en nuestra parrillera.
Después se había ido para que nosotros pudiésemos hablar de nuestras
cosas con total libertad.
Al atardecer nos acercamos a la casa de Genaro para llamar por teléfono ya
que era el único lugar que conocíamos que lo tuviera. Tony habló con su familia, yo
aproveché para hablar con la mía y averiguar cómo andaba todo y cuando calculaba
yo que podría regresar.
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Episodios
EPISODIO- IX
Tomando café.
Era sábado y nos levantamos como hacíamos cada mañana a las seis, con
el cantar de los pájaros chillones, con el fresco, lo primero y más importante era colar
café. Hervir el agua; preparar el chino de tela; poner el café, poco a poco deslizar el
agua hirviendo sobre aquel café; entonces se producía el milagro, aquel aroma tan
especial que abarcaba toda la cocina; desparramando su perfume por las habitaciones
y hasta fuera de la casa, era el despertador preferido, a mi me recordaba cuando era
pequeño que se hacía así el café en casa, pero no recuerdo que oliese igual, quizás
era por mi juventud o por la achicoria. Más tarde llegaron las Melitas.
Belkys llegó, como hacía cada mañana, al aroma del café; después del
desayuno empezaba a trajinar y limpiar la casa, nos lavaba la ropa que en dos horas
estaba seca y lista para poner; shorts; franelas y ya estábamos listos y preparados
para que nos recogiese Genaro para ir a Carúpano a pagar el motor; luego al herrero
para tranquilizarlo, darle algo de dinero a cuenta para mantener aquellos mamotretos
para cuando pudiésemos montarlos directamente a la embarcación y así evitar dos
transportes con su grúa; había que ir a ver los catálogos de las radio y sonda que eran
importados y tomaban su tiempo de espera.
Menos mal que todo lo que necesitábamos estaba cerca, porque para el
mediodía habíamos acabado de tanto trajín y nos íbamos al mercado de los sábados.
Antes de recorrerlo parábamos en una “luncheria” donde preparaban arepas de todo
tipo; empanadillas de cazón a pesar del calor y unos licuados “ 3 en 1”, que después
de beberlo, como que uno se sentía mejor y capaz de todo, El 3 en 1 es un licuado de
naranja, zanahoria y remolacha; tiene el color púrpura y es un reconstituyente muy
refrescante.
¡Cómo me gustaba disfrutar de todo lo desconocido!
El mercado al aire libre estaba en plena euforia con sus tenderetes de
variadas frutas; verduras; pescado; pollos; sombreros; chinchorros; ropa; herramientas
de cultivo; allí se encuentra todo lo rudimentario y necesario, hasta las vendedoras de
remedios, para amar; enamorar; cura del riñón; el retorno del marido infiel; la
procreación etc. Las hierbas, estas son un capitulo aparte, curan todo y para todos, un
milagro hasta para el cáncer. Los perros deambulan parsimoniosamente o están
tumbados bajo los tenderetes, No hay que mirar el suelo, allí tan solo hay que ver lo
que esta en venta, respirar los aromas; disfrutar de los colores; sentir que uno es libre
y respirar la libertad. Esa sensación era particular, seguramente debido a sentirme tan
pequeño ante aquella inmensidad de tierras y mar, lejos de todo lo que me ataba y
oprimía. La civilización.
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De regreso nos paramos, pues a pesar de ser sábado los hombres estaban
trabajando, hasta nos pareció que ya se habían contratado más gente. Saludamos y
seguimos nuestro camino, habíamos conseguido alquilar un FIAT 127 automático
usado. Genaro nos seguía, por si se paraba el coche. Algo necesario, pues uno no
sabe. Vale más prevenir que curar, era una especie de comprobación sobre la marcha
del sistema de refrigeración, carburación, dirección, marchas, frenos. En aquellas
carreteras de un solo carril estrechas bordeando costa con todas las curvas y
empechados, sobretodo lejos de encontrar remedios. La experiencia aconseja, que es
preferible andar seguros.
Me sentía más tranquilo, hasta pensé en aprovechar la estancia de mi sobrino
y regresar a Palma, ver cómo iban las cosas en el taller, poner en venta un
apartamento, debía disponer de dinero para afrontar los pagos, averiguar cómo estaba
la situación de la empresa que nos proporcionaba el trabajo. Mi esposa que estaba al
frente del taller se había convertido en muy eficiente, formando parte de la plantilla de
operarias, todo eso sin haber trabajado en este menester, pues a pesar, como yo, de
no tener anteriores conocimientos de confección.
De mutuo acuerdo los dos habíamos afrontado el reto de una nueva vida, con
la condición de poder disfrutar de la semana inglesa (esa hasta entonces desconocida
señora). ¡Ah! Sin olvidar las fiestas oficiales del calendario, poder compartir con
nuestros dos hijos los mismos días de descanso, nosotros del taller ellos del Colegio,
necesitábamos pasar más tiempo con nuestros hijos que ya se convertían en
adolescentes, pero pagamos un alto precio, habíamos aprendido por el camino difícil.
No pudo ser, disponía de muy poco tiempo para ir y volver en una semana.
Así que me quedé.
La compañía de mi sobrino me era grata, disfrutaba de su compañía y por las
noches en el porche, “guindao” (guindar: colgar, en este caso acostado) del
chinchorro, las conversaciones y cuatro tragos ahuyentaban los malos espíritus. Uno
como que notaba, al irse introduciendo en el cuerpo el dorado y frío líquido, cómo salía
el ardor interno de negros presagios.
A medida que hablaba mi hermano, más convencido estaba yo que la
cantidad a invertir en el proyecto sería mayor; la depreciación de la moneda sería
nuestro futuro problema.
Estaba en estos pensamientos, cuando apareció entre las nubes, la luna llena,
cómo resplandecía que hasta se distinguían los árboles del frente, tenía un vaso en
una mano y en la otra el cigarrillo, el humo hacía figuras en el aire, podía sentir cómo
las gotas de sudor resbalaban por mis brazos a pesar del sereno de la noche. Mil
pensamientos se agolpaban en mi mente, deseando desechar y abandonar la
sociedad de mi hermano, pero por el otro lado arriesgar y ver a qué final me llevaba
todo aquello. Me seducía abandonar.
España en la situación que se encontraba, la relación mía matrimonial no andaba por
buen camino, desde que mis hijos traían suspensos, sus amistades andaban jugando
con la droga. En aquel preciso momento recordé cuando una noche estando dormido
mi hijo mayor, -tendría alrededor de 15 años y lo levanté de la cama-; lo desnudé y le
miré cada centímetro de su cuerpo intentando averiguar si se pinchaba. No ví nada
sospechoso, pero yo no participaba de la opinión de mi esposa, los pelos largos;
zarcillos; una novia jovencita como él, saltando la ventana de la habitación desde el
jardín.
Un día, con la llegada del verano le descubrí una “Nota musical”, un tatuaje
hecho a mano en un brazo y su madre lo defendió diciendo:
- ¿Que quieres, tú también llevas tatuajes? “; ¿Crees que tus hijos no han
conocido a amigos tuyos de cuando tenías el Bar?; ¿No entiendes que se han
enterado de lo que hacías tú de joven con lo popular que eras?, tus peleas, tus
carreras en moto”. Palma es pequeña, todo se sabe y tú nunca fuiste un santo.
¡Quieren parecerse a ti!, a su padre. Aquellas palabras me cayeron muy mal.
-Nunca quise que mis hijos me tuviesen como ejemplo, yo deseo que tengan
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estudios superiores-, le contesté.- No quiero para ellos lo que pasé yo, ¿lo entiendes?-
.
-Si, lo sé. Pero en la escuela los profesores les dicen que la formación
Profesional es mejor porque en Madrid hay muchos abogados haciendo de taxistas
porque no encuentran trabajo. Déjame decirte, que tú tampoco sabes mucho de niños.
No los llevaste nunca al fútbol; ni jugaste con ellos como hacen otros padres.-
Me callé, porque no tenía nada que decir; reconocía que nunca supe cómo se
debe comportar un padre, pues yo apenas tuve trato con el mío, solo sé lo mucho que
lo quería y la falta que me hacía. Después de muerto.
Con aquel altercado intenté que mi hijo menor, desde su cuarto tomase buena
nota de lo que en la habitación contigua a la suya estaba pasando.
Cuando veía mi casa con sus muebles cuadros y jarrones, piezas de cocina
en cobre, todas aquellas piezas que había comprado en anticuarios, pagados a
medida de mis ingresos. De mi padre, tan valenciano él, platos de Manises pintados a
mano con distintos azules sobre fondo azulado, aquellos detalles alegóricos
costumbristas de Valencia y sus paisajes más emblemáticos como el juego de pelota;
barracas; la albufera; El Miguelet y muchos más heredados de mi padre; el jardín;
coche; moto; barca; amarre propio, viviendo en un chalet en la mejor zona de Calviá.
Sentía que había logrado mucho, pero no estaba seguro si tanta aparente buena vida,
estaba perjudicando a mis hijos. Todo aquel esfuerzo para nada. El taller se lo iba
comiendo todo; primero de un bocado, más tarde poco a poco. Tenía que acabar con
aquella sangría.
Contrastaba mi lucha interna con la paz exterior de mí alrededor, aquella
tranquilidad aparente de la noche estaba en lucha con la luz de mis pensamientos y el
batallar entre lo blanco y lo negro de mi situación.
Me levanté del chinchorro,
-¿Te vas a dormir?- preguntó mi sobrino.
-No, aún no, voy por otro- -¿Quieres tú uno?- Se lo pregunté a Tony quién
había respetado mi silencio, quedando a su vez el medio dormido en su chinchorro,
me alargó su vaso que estaba solo con agua del hielo derretido.
-Yo como que me tomaría uno, ¿cortito?- Dijo mi hermano.
-Papá, no puedes con los medicamentos que tomas.-
Mi hermano quedó tranquilo, hasta sonrió. Debió pensar, “medía vida en
solitario pasando mil calamidades, para que venga mi hijo a cuidarme”. Reconozco
que de haber estado los dos solos, el trago yo mismo se lo hubiese preparado, pero
estando Tony. . . .
-Fui a la nevera, conseguí el hielo y preparé dos tragos para seguir sudando
por los efectos del alcohol; guindado; bebiendo y fumando; deseando en mi interior,
tomar el hilo de mis pensamientos. Volví a mi posición anterior, guindado sin contacto
con el suelo, pero, la magia de mis pensamientos se había evaporado, había volado
entre aquellas nubes en movimiento.
EPISODIO- XII
Alterio. (II)
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Fotografía: J. Conejo
-Buenos días-.
-Mi sobrino me pregunto, ¿Porqué llevan un palo?
-Para despertar las culebras y otros bichos y darles tiempo a moverse- le
contesté. -Con el palo mueven la mata y con el machete la cortan, es un trabajo de
chinos laborioso y lento-.
Mientras hablaba con mi sobrino recordé que no sabía el nombre del viejo
que pausadamente se acercaba hacía nosotros. Buenos días, dijo no más llegar.
-Bueno días, como va la cosa, veo que han trabajado duro, tienen un buen trozo
de ese lado hecho-.
-¿Están instalados?
-No, aún no, tan solo nosotros tres, el resto de mi familia vendrá cuando tenga
el lugar. De momento tenemos el bohio, allí-, señalando con el dedo, -bajo el cocotal.
¡Vengan, vengan!, allí se estarán fresquito, levantó la mano y llamó. -¡Ezequiel,
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Bebimos hasta que quedó seca la boca, comimos de lo que traíamos y lo que
aportaron ellos y nos despedimos con abrazos y regresamos a casa felices y
contentos.
EPISODIO-XIII
Los barcos.
5º) Ahora cuanto más retrasen el trabajo mejor para ellos, más tiempo cobrando.
-¿Cómo lo ves?-
A pesar de mi rabia, sentí cierta ternura por aquel viejo, volví a mi posición
anterior y me sentí mal conmigo mismo.
-Bueno sí, tienes razón, pero yo asumiré la perdida y mantendré tu porcentaje
en el negocio-.
-Mira Antonio, no se trata de mi porcentaje, es más, aún me falta por entregarte
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cinco millones. Esa no es la cuestión. Me faltan veinte días para mi regreso, tengo
problemas con el taller, no se si tendré que cerrar, estoy aquí y siento que debo estar
allí, necesito moverme, hacer algo. Vendí el piso de Junípero Serra antes de venir
para poder pagar al personal-.
-No lo sabía- ¿pero sigues viviendo en el chalet?,
-Sí, todo está bien, tan solo que duele vender por necesidad, además que me
urgía debido a que los últimos cobros me fueron devueltos y tuve que mal vender.
- Pedro, ¿en cuanto vendiste el piso?-
-Nada, una miseria Tony, estaba tasada por el Banco en dieciséis y lo tuve
que vender en ocho millones, y no te creas, me costó venderlo.¡Epa¡ No te lo pierdas,
los intereses del Banco están en 22 %, hasta 30% en descubierto. ¿Como lo ves?
Está la cosa como para pedir prestamos.-
-En fin Pedro, tú verás.-
-Mira Antonio, creo que es buena idea dar ejemplo.- bueno…..Ya veremos.
Al rato nos acostamos, dejando a mi hermano despierto y en el porche
sentado. Sé que lo dejé pensando.
Al amanecer con el café, vino mi sobrino, -¡Yo también voy contigo!- me dijo,
me alegré por su decisión...
Llegamos a los barcos antes que llegasen los hombres. A las siete
empezaron a presentarse, les veía llegar con cara de asombro, yo diría que
preocupados por si estábamos allí para parar los trabajos. En ese momento, se
presentaron Alterio con los hijos en la camioneta cargada con más hombres sentados
encima de maderos ya cortados.
-¡Epa! ¿Qué pasó?. ¿No durmieron?
-Síííí Alterio, estamos aquí para ayudar en lo que podamos.-
-¿Ustedes? Bueno este es su barco, trabajo hay, pero traje más hombres-.
Decía todo esto mientras seguía andando.
Me di cuenta de que mientras andábamos Alterio miraba al personal, debía
reírse de nosotros, lo noté por la expresión de los hombres al paso, se habían
tranquilizado al ver que los trabajos continuarían y seguirían cobrado su jornal que
pagábamos semanalmente, al menos desde que yo había llegado.
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Fotografía: J. Conejo
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EPISODIO- XIV
Regreso a Palma.
Tuve que regresar a Palma antes de que llegara mi cuñada, que llegó 2 días
después, pero mantenía contacto telefónico con ella ya que había portado dinero y se
ocupaba de visitar cada día la marcha de los trabajos.
Antes de marcharme, se había logrado montar las cuadernas, después de
repasar todas las costillas; quilla; hecho las divisiones y apuntalamientos interiores del
barco antes de terminar y empezar por la cubierta. Conseguí meter los depósitos de
gas oil y agua y con mi dinero restante liquidé el resto de la factura; el pago del
personal incluidas Maris y Belkis, las señoras que se alternaban para cocinar y limpiar
nuestra casa.
En aquel avión y con tantas horas de incomodidad no queda otro remedio
que pensar, intentaba leer los periódicos españoles que siempre reparten, hasta las
revistas de la línea aérea, pero era inútil, todos los pensamientos me venían de golpe
y no podía ordenar aquella maraña. Pensaba en todo lo que habíamos pasado para
poner aquel taller de confección en marcha.
Al llegar a mi casa desde el aeropuerto, mi esposa me fue informando de los
pormenores del negocio, repitiendo todo lo que yo ya sabía por ella en cada llamada
telefónica. No acababa de llegar y ya deseaba no haber llegado; los chicos bien; el
trabajo, hoy hemos hecho tantos; para tal día mandaremos el container; el mecánico
no ha hecho falta.; continuaba el informe de mi mujer, del dinero a cuenta que
mandaron de Barcelona no se ha tocado nada, bueno tú ya verás las cuentas en el
Banco, etc.
A la semana de llegar, recibí respuesta a una llamada que había solicitado.
-¿Qué tal Pedro? ¿La familia bien?, ¿cómo te encuentras?-, era la voz de D.
Andrés uno de los cuatro socios de la Empresa SATIL S.A, el responsable de
producción. D. Juan Carlos era el responsable Comercial. D. Felipe era el responsable
de la administración, el cuarto socio, “el famoso” era el capitalista, este último nunca
llegué a saludarlo.
-Necesito hablar personalmente contigo, ¿Cuándo podrás venir para
cuadrar?-. Quedamos en el día y hora.
Al cabo de dos días llegué a Barcelona. Eran como las 10: 00, así que me dirigí
del aeropuerto directamente en un taxi dirección San Cugat. Ya estaba frente a aquel
edificio de cuatro pisos que hacia esquina; el frontal era la entrada hacía las oficinas;
despachos y exposición de artículos para clientes; por el lateral en la otra calle,
entraba el personal de carga y descarga, allí se recibía los trabajos confeccionados en
otros talleres, se repasaba por especialistas que comprobaban los acabados; costuras
y detectaban los fallos que podían haberse cometido, todo aquel trajín en largas
mesas; confirmada la receptoria pasaba a ser enviado al cliente una vez elaborado el
albarán de entrega y empaquetado.
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Subí en el ascensor hasta el tercer piso, allí estaba la sala de exposición y los
distintos despachos de los directores de las distintas secciones, seguí por el pasillo
hasta una antesala donde estaba una telefonista y recepcionista. Pregunté por el Sr.
Andrés, me hicieron sentar en mullidos sillones color tabaco. Sobre las mesas revistas
de confección y en las paredes, habían cuatro fotografías de 60X50 cmt., en un tono
amarillento que daban la sensación de muy antiguas, de talleres con las máquinas de
coser; otro con salas de corte; una del edificio donde yo me encontraba y otra de una
perspectiva del edifico con la marca de los pantalones que confeccionaba yo, en esta
última se apreciaban unos jardines que debían ser de Inglaterra. No alcanzaba a ver
las letras que aparecían debajo de cada foto con la ubicación y nombre. En una
esquina de la sala, dos tiestos con palmeras y una maceta con un Palo de Brasil
enorme, tornaba el ambiente cálido. Me gustaba la moqueta, todo con clase, elegante
y conservador.
Al poco tiempo de llegar me hicieron pasar al despacho, D. Andrés estaba de
pié, me saludo efusivamente con un apretón de manos:
-Siéntate Pedro, gracias por haber venido, cuando termine con unos clientes
vendrá Juan Carlos, quiere saludarte y hacerte unas preguntas-.
Mientras D. Andrés pulcramente vestido, como siempre; de traje gris claro con
una camisa a rayas finas azul oscuro; corbata granate y rayas azul oscuro; zapatos de
línea italiana negros y caros. No obstante, me habían dicho que antes de tener la
empresa era un buen sastre, muy presumido él; por descontado su eterno peluquín
castaño claro, cuando se volteaba se le notaba en el cogote como una raya, yo
suponía que debía ser como un casquete y aquella raya debía ser el punto de ajuste.
Mientras hablaba, yo siempre pensaba en la posibilidad de que se le cayera, o
pendiente de que se le moviera mientras hablaba, por una de esas cosas de la vida. A
pesar de mis ansias por saber lo que pasaba con el dinero que me debían y el motivo
de querer hablar conmigo, yo seguía en las mías, más pendiente de que se cayera el
peluquín. Reconozco que no tengo remedio, en los momentos de crisis o problemas
me enfrasco en cosas triviales que nada tienen que ver con el importante asunto, el
motivo de preocupación horas o días antes.
Estaba en eso, cuando entró D. Juan Carlos, como el otro se mantenía en
talla normal, D. J. Carlos era todo lo contrario, obeso, nervioso, con el pelo blanco
alborotado de pasarse la mano por la cabeza con frecuencia; el traje azul marino; el
cinturón estaba invisible bajo su barriga; la bragueta le llegaba a media pantorrilla;
todo el frente era camisa a rayas finas, cuyas puntas tenían una cierta tendencia a
mirar al cielo; la corbata en un color azul marino con rayas finas rojas y verde claro.
Llegó como un huracán soplando, nervioso.
-Bueno Pedro, ¿podemos contar contigo?-
Me agarró de sorpresa, a contrapié.
Dije -Sí- sin pensar, enseguida continué, -bueno en principio sí, pero
tenemos varías cosas de qué hablar-.
-Sí, por descontado, sigue tú Andrés-. A continuación se sentó en la butaca
de mi derecha frente al despacho donde el Sr. Andrés se había sentado.
La exposición fue la siguiente:
-La empresa que nos enviaba el trabajo estaba superando el bache, los
mismos socios me confirmaron que habían hecho una ampliación de capital y que
necesitaban de mis servicios-.
-La empresa ha superado una crítica situación, como sabes Pedro, ahora te
necesitamos más que nunca para que nos ayudes a remontar-, continuó.
-Sí, pero ¿quién me devuelve el piso que tuve que vender para pagar el
personal cuando sus cheques me fueron devueltos por falta de fondos?.-pregunté.
-Tienes toda la razón, pero piensa en la seguridad que te ofrecemos. Esta
firma es fuerte, tiene una importante cartera de clientes, te aumentaremos el precio por
pieza.
-De acuerdo, pero lo perdido ya no lo recuperaré, mal vendí porque nadie me
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cenar juntos?.-
-Sí., sí, de acuerdo, ¿Cuando sales para Palma?.-
-Mañana temprano.-
-Sí, me tienes que contar cómo te ha ido en Venezuela.-
-Vale, adiós.-
-Adeu-
Jordí es un buen amigo, al igual que su esposa cordobesa, más catalana que
Gaudí, jefa de 100 mujeres maquinistas.- Todo un fenómeno de eficacia y saber,
además de cantarme de vez en cuando, las cuarenta en bastos, como suele hacer aún
hoy en día, me gusta oírla hablar catalán con dejes andaluces.-
La familia de Jordí es una maravilla, muy trabajadora; aparte de sus empleos y sus
hijos que estudian en la universidad, manejaban un taller propio. Cenamos los tres y
les conté mi viaje a Venezuela y aparte de guapo me llamaron de todo, pero como
siempre, lo pasamos muy bien.
EPISODIO-XV
Pantalones tejanos.
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distinguir las distintas calidades del jamón. ¿Cuántas veces hablamos de los
necesarios cambios en nuestra sociedad?, ¿Del deterioro de nuestras costas?,
deterioro que se hacía con permisos concedidos en Madrid, en el Gobierno Central,
siempre a favor de pago por servitud y apesebramiento de algún personajillo afín al
poder fáctico de la época.
¿Cuántas veces me preguntó y le contesté de los problemas y estrecheces
que teníamos para levantar cabeza en un área que no conocíamos, con tal de no
depender de las fluctuaciones del turismo? Crear una industria; no ser borrego de las
tendencias.
Recordé también cuando juntos, las dos parejas asistimos ilusionados al
recital bajo la Catedral, de Víctor Manuel y Ana Belén donde se congregaron los
progres, y la izquierda camuflada de Baleares. Aquello fue un gran acontecimiento.
Recuerdo a Eva, emigrante retornada desde la parte francesa de Suiza, ella
toda una catalana, no podía ocultar su acento francés; bajita; fea; sus gafas de concha
y cristales de culo de botella de Champaña; su pelo corto; siempre atenta; siempre
dispuesta; trabajadora; gran maquinista y tremenda compañera; convertida en amiga;
tengo más adjetivos positivos que adornan a aquella persona.
En la primera huelga de Astilleros y Hierro en Palma, los piquetes de los
sindicatos recorrieron el polígono industrial en sus coches y altavoces clamaban por la
huelga general. En el taller, estábamos todos tranquilos trabajando, cuando de pronto
escuchamos “Compañeros, compañeras, uníos a la huelga” “Por el trabajador y sus
derechos, ¡huelga!”. Llamaron al timbre de entrada, salí y me encontré con unos veinte
manifestantes. No salía de mi sorpresa, cuando se acercó Paco megáfono en mano.
-Pedro hay que cerrar, tenemos que poner cuanto más gente parada mejor.
Tenemos que demostrar nuestra fuerza.-
Mi esposa al ver que yo había salido, salió también con varias chicas, me
volví y entrando de nuevo al taller, les dije:
-Me obligan a cerrar, es mejor obedecer-, aquellos personajes fuera,
hablaban con alguna de las chicas intentando convencerlas. -Es mejor que cerremos y
obedezcamos para evitar males mayores-, dije a las demás y a mi esposa que se
encontraba a mi lado. En ese preciso instante me vino a la mente, como una película,
las veces que Paco vino a mi taller, ahora entiendo alguna de sus preguntas: Pedro
¿Cuánto cobran tus chicas? A lo que siempre le contestaba que cobraban sobre
producción o ¿Cuantas horas trabajan? y ¿Qué horario? Ana me despertó diciéndome
por lo bajini:
-No se preocupe señor Pedro, haremos como hizo mi marido en su empresa-,
al rato volvieron al trabajo.
De acuerdo Ana - era maquinista de 1ª-, pero no quiero que tengáis ningún
problema, si hay que cerrar se cierra.
El personal recogió sus cosas y se fue.
Quedamos mi esposa y yo comentando el hecho de que fuera Paco,
precisamente él, el único que podía saber que había tanto personal trabajando, quién
se prestara a venir a un taller alejado sin letrero, acaso ¿no había suficientes
empresas mayores que la mía, en todo el polígono industrial?
-Seguro que fue él quién los dirigió hasta aquí- dijo mi esposa.
-Eso seguro, estoy de acuerdo contigo-.
-Ya lo sospechaba yo, que era un resentido- dijo mi esposa con rabia- se le
notaba cuando comentaba sobre los dueños de la imprenta donde el trabajaba.- ¿No
te acuerdas cuando te lo dije?-
-Sí Mary, si me acuerdo, pero que querías, recién llegado, sin conocer a nadie,
además su esposa es tu amiga. Que querías que no les hubiese hecho caso.-
-Te lo advertí, ese tío no es trigo limpio, mira que pronto cuando ha podido,
sabiendo de nuestra situación, nos ha puteado a gusto.-
-De acuerdo, qué quieres, que le pegue cuatro tiros?.- le contesté
-Vale ya está bien, se acabó. Ahora a esperar cuantos días se mantiene la
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cosa así.-
Al rato se presentaron algunas de las chicas para continuar su trabajo, total
habíamos perdido unas horas y un supuesto amigo, no se perdió nada importante.
Un día, pasado mucho tiempo, me encontré por casualidad a una de mis ex
empleadas, le pregunte por algunas de las compañeras suyas, aquellas a las que más
me recordaban, entre ellas por Eva.
-Marga., ¿y de Eva sabes de ella?- pregunté-
-¿O no lo sabe?-
-No, no se nada.-
- Cuando Vd. cerró el taller, ella se afilió al sindicato aquel de su amigo,
participó en manifestaciones, pero al buscar trabajo, le fueron mal las cosas y se
suicidó.
-¡Eva, muerta! suicida,
-Sí, de eso hace ya un buen tiempo.-
-No lo puedo creer, tan vital, tan fuerte.-
-Pues sí, creo que tuvo dificultades, para encontrar trabajo su hija aquella chica
que venía por el taller de unos 16 años. Le dio problemas.-
-Pero, cómo es posible, no lo puedo creer Eva, muerta- comenté.
-Así es, la encontraron en la bañera con la bombona de butano, y un papel en
la puerta que decía “OJO FUEGO NO”.
Me despedí, con un hasta pronto, para continuar mi camino a ninguna parte
concreta, estaba en Palma de paso.
Eran muchos los cambios, con el pasar del tiempo Paco fue un pez gordo en
el ayuntamiento, con las coaliciones de izquierda y una renuncia de un edil de su
grupo lo subió de escalafón de los elegidos. No tendría más sus dedos manchados de
tinta.
Miré por la ventanilla de mi derecha, ya estábamos llegando, la costa, los
edificios, las parcelas de distintos colores y los supervivientes molinos juglares del
viento en una época sin motores ni bombas necesarios hoy para tener el agua.
Estaba decidido, a la próxima ocasión de falta de trabajo, echaría el cerrojo.
Me buscaría la vida de otro modo. Acaso no tenía bastante con mis problemas, que
tenía que asumir como propios los problemas de otros.
Del aeropuerto fui directamente a ingresar los cheques.
Llegue al taller, a seguir la misma rutina, embalar pantalones y esperar
cualquier otra parada de producción.
Mientras estaba en el taller no dejaba de pensar y recordar, era una constante.
Me acordaba tanto de los barcos, aquella luz, sus verdes, sus gentes, de
aquellas noches, la forma de vida, la inmensidad de lugares dignos de ver y gozar,
sentí que me perdía algo importante.
-¿Que estarían haciendo ahora mi hermano y su esposa, habrían agilizado el
inició del otro barco?.
El construir tres barcos al mismo tiempo, era una estrategia lógica, dos faenando al
mismo tiempo con dos patrones y dos tripulaciones distintas. El tercero amarrado para
descanso del personal y posibles reparaciones.
Esta era la idea inicial, así se podía detectar más fácilmente cualquier sorpresa, o
mejor dicho una tentación de hacer dinero fácil, como la venta de gas oil en alta mar a
otras embarcaciones, vender parte de la pesca a otras embarcaciones, el poco
probable uso de la embarcación para el narco o contrabando. Siempre una posibilidad
a pesar del rigor de las condenas de probarse el hecho.
El tráfico de droga se mantenía con tanto secreto, que no se presentía que
existiese. No obstante de haber lo había, a pesar de que nunca tuve constancia de ello
hasta bastante más tarde.
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EPISODIO- XVI
Historias de la moto con Tony antes del tercer vuelo a Venezuela.
Hacía poco que había llegado de Barcelona y me llamó mi sobrino para tomar
algo al salir del trabajo.
Nos juntamos en un bar de un amigo suyo.
Al entrar en el lugar de sillas y mesas irregulares, pues parecía que se había
montado comprando un poco de aquí, un poco de allí. Carteles anunciando viajes y
postes de paraísos desconocidos. Palmeras en la arena bañadas por el mar. El
mercado flotante de Bangkok. Al ver aquel poste me vino a la mente, si Pacheco
recibió el dinero que le envié, hacía días que no sabía nada de él. En un rincón del
local estaba mi sobrino y su amigo, nos saludamos, me presentó como su tío, y nos
reímos de este hecho un rato, la diferencia de edad entre los dos era de 20 años más
o menos.
Su amigo al rato nos dejó pues empezaba a llegar gente la mayoría parejas.
-¿Como están las cosas por allá?
-Bien según tengo entendido, de momento tienen dinero, si les hace falta algo
ya llamarán.-
Quería pasar un rato a gusto con mi sobrino; conocernos y por un rato no
hablar de Venezuela; así que le pregunté:
-¿Qué?, ¿cómo va tu moto?-.
- Bien, tú tenías una igual, la primera que te ví era una Sanglas 400, después
tuviste una B.M.W 600 azul después la Daltona 1000-, me dijo. -Yo te veía pasar y me
moría de las ganas. Recuerdo del casco integral con dos manos negras, una en cada
lado-.
-Sí, empecé joven, a mí vuelta de Marsella con el dinero que traje, me compre
una Clua 49, c.c que se llamaba “Gorrión” competía con mi amigo Mariano que tenía
otra igual a la mía.
-¿Mariano el vecino de casa de mis padres?-
-El mismo, después compré una Bultaco “la tralla 101”, Mariano se compró la
Ducati 125, y cuando salió la 200.c.c. fue de los primeros en tenerla. Era un pique de
toda la vida que teníamos los dos, primero por ser vecinos y segundo porque sí.
-¿Ves esta cicatriz en mi frente? y ¿esta otra bajo este ojo?, bueno pues
persiguiéndole me estampé contra un coche que estaba aparcado en la curva de la
Bonanova. Por poco me ahorcan aquel día.-
-¿Cómo que te ahorcan?, ¿Por qué?-.
-Eran las fiestas de la Bonanova, frente a la ermita montaban tenderetes de
juguetes y golosinas. Yo no lo sabía. Estaba bajando de casa de mi padre en Na
Burguesa, cuando me paré en donde hoy es C’an Pedro, allí mismo había un pequeño
bar, al yo pasar y pararme, las hijas del dueño del bar que estaban fuera, en la terraza,
me dijeron: ¡Mariano acaba de pasar hacia la Bonanova! y sin pensarlo un segundo
emprendí hacía allí, a toda leche.
Al llegar a la curva, de pronto apareció una niña de la mano de su padre,
frené; me fui de lado hacía la verja del jardín y salí despedido contra el coche. Estando
en el suelo vino la gente hacía mí, de pronto el padre de la niña, debió agarrar un
cordel de algún tenderete y me lo paso por el cuello. Me encontré sentado en el suelo
sangrando como un cerdo, menos mal que la misma gente y el hijo del carpintero de
Génova que me conocía, lo apartaron de mí el tiempo necesario para recoger la moto
y en la cuesta para abajo la arranqué de nuevo. La moto estaba con el faro y las
suspensiones delanteras estropeadas, pero se puso en marcha y como pude,
sosteniendo con una mano la mejilla que se me caía e intentando controlar el aire que
hacía que la sangre me tapara la visión, llegué hasta el bar Noray de Porto Pi, donde
nos reuníamos en la terraza algunos conocidos esperando que salieran las turistas de
un Hotelito cercano, así era como seleccionábamos a las chicas que después
localizábamos en las discotecas, Para que lo entiendas, era un “ casting de selección”.
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EPISODIO- XVII
Cómo se llegó a los barcos en Venezuela.
Un día me llamó mi sobrino para vernos en el mismo local de la última vez. Nos
sentamos y empezamos a hablar, había transcurrido un largo tiempo desde el último
encuentro. Nos saludamos y encontramos el mismo lugar de la vez anterior, libre.
Estuvimos hablando, de pronto mi sobrino me preguntó:
-Pedro, ¿como llegaste a la confección? Cada vez que yo venía de vacaciones
oía cómo mis padres hablaban de ti, de tus negocios de tu nueva casa y lo bien que te
iban las cosas. ¡Claro!, yo solo me fijaba en tu moto al verte pasar.-
- Sí, me metí en muchas vainas, no siempre para bien, déjalo ya habrá tiempo
para contar-. En ese momento no tenía ganas de hablar de negocios.
-Dime al menos, ¿como fue el ir a Venezuela?, y ¿cómo se le metió en la
cabeza a mi padre volver a Venezuela?, si salió de allí con una mano delante y otra
atrás, ya sabes que desde que me casé estoy un poco apartado de sus planes,.-
-Sí, tu padre es todo un caso, un día tu padre vino a verme, se había enterado
que yo había estado en Venezuela, eso fue antes de meterme en la confección,
estuvimos hablando de allí, me hizo todo tipo de preguntas, entonces recordé que
tenía un periódico “El Universal”, se lo entregué. A partir de aquel momento, sus visitas
se hicieron más frecuentes; venía, me enseñaba precios de casas; hatos con ganado
a precios asequibles; en fin, ya sabes ese periódico tiene como diez páginas de
clasificados. Yo hacía planes para marcharme de nuevo, recuerdo que era Noviembre
y me preguntó que cuándo me marchaba, entonces fue cuando me dijo que pensaba
venir con todos vosotros para visitar los lugares que ellos vivieron, intentar encontrarse
con sus amigos y todo eso-.
Empezaba a sentirme a gusto contándole estas peripecias, veía que se
interesaba cada vez más y aquello me gustó.
-Le dejé un teléfono de contacto – continué diciendo- y la hora para cuando
viniese con toda la familia. Johanna me llamó dándome la fecha de su llegada,
francamente, a pesar de saber que cada año, tu padre sabe, hacía mejor clima en
invierno para evitar las pulmonías, yo no esperaba que viniese. En aquel entonces yo
había encontrado una casita de veraneo que me habían ofrecido unos amigos
venezolanos en Puerto Píritu. Ese lugar es un paraíso, con su laguna y un tremendo
arenal, metido en un pueblo de pescadores, lejos de Caracas. Consiguieron
localizarme así que, llegó tu padre con tu hermano, estuvieron conmigo dos días, fue
entonces cuando me dijo que quería invertir en Venezuela, le enseñé un par de
apartamentos frente a la playa que consideraba yo una buena inversión-.
El amigo de Tony se acercó en ese momento para ofrecernos una botella de
vino de la casa, la verdad no me pude negar, porque al ver la botella recordé su sabor
dulzón el mismo de la última vez. Con Tony me provocaba colocarme sabroso, me
gustaba su compañía, así que aceptamos gustosos el vino y una selección de quesos
y pan bolí. Mientras abría la botella continué:
-Ellos regresaron a Caracas, a casa de vuestra amiga Johana donde vivían.
Más tarde llegasteis vosotros.
-Sí, me acuerdo de aquel día, allí empezamos nuestra aventura, toda mi
familia viajamos de Caracas a Puerto la Cruz, hasta Ciudad Bolívar, recorrimos casi
todo el país. Hicimos 6,000 Kms, en aquella “Toyota Caribe”, fue espectacular,
tremendo viaje hicimos-.
-Correcto, después de este viaje, como al año, tu padre volvió a pasar el
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invierno en Venezuela, cuando regresó vino a verme con unos papeles al taller y me
enseñó su plan de los barcos. Quedamos para vernos, hablar y cenar juntos. Lo
encontré ilusionado, había conseguido la actualización de sus documentos
venezolanos después de casi 20 años de ausencia, había pagado los impuestos de un
terreno, por lo que estaba al día. Podía ver que él mismo estaba sorprendido, incluso
recuerdo que me dijo: ¡ese país es increíble!- .Al rato de conversación entramos en
materia, había contratado la construcción de tres barcos al precio de una Golondrina
de aquí. El proyecto inicialmente me gustó y la inversión me parecía poca por la
proyección a futuro. Así que le entregué dos millones de pesetas de los siete millones
que yo debía aportar. Así fue como me metí en ese asunto, él se marchó hasta que
nos vimos allí y pudiste ver como estaba todo-.
-La idea es buena y puede ser interesante si lográis acabar los barcos pronto
¿-Sabes Pedro?, mis padres nunca me ofrecieron participar en la sociedad.-
-No te ofrecieron participar porque saben cómo piensa tu esposa, además tú
sabes que no se tragan mucho.
-Sí, no me digas más, tienes toda la razón, no se llevan nada bien, no se
soportan.-
-Pues eso, no quisieron interferir en tu vida, yo estoy de acuerdo con la
decisión que tomaron. Además tú tienes un buen negocio, un hijo pequeño,
estabilidad.-
-¿Y tú por qué te metiste?.-
-Primero, por la poca inversión, segundo, porque me atrae la idea de ir a un
país tropical, tercero, porque tú hermano, con tu “Cédula de identidad” me ofrece la
oportunidad de invertir, cosa que yo como turista no puedo, cuarto, porque no me
gustan las cosas que pasan en España, además no resuelvo los problemas de mi casa
con los míos. ¿Te parece poco?.
-¿Pero, piensas vivir allí?. ¿Piensas marcharte?-
-De momento no lo sé, pero me ronda la cabeza que quizás soy yo el
culpable, quizás si me voy, mis hijos hagan piña con su madre sola, y la ayuden si falto
yo. No lo sé, francamente no lo se. Estoy hasta las narices del taller. Vuelvo a estar sin
trabajo, me parece que esta vez la Empresa cierra definitivamente.
-Del taller, lo sabía pero, ¿Qué pasó con las tiendas?
-Qué quieres que te diga, en poco tiempo, en un año me robaron tres veces, el
último me dejaron completamente limpio de género justo a principio de temporada, sin
posibilidad de reponer la mercancía, la compañía de seguros, aquella de la abeja, me
canceló unilateralmente el seguro al primer robo, así que cuando me robaron en las
dos tiendas la misma noche, lo perdí todo.
-Si no fuera por lo grave, esa sensación de impotencia sería hasta graciosa. Se
conocen a los ladrones, saben quienes son y no pueden hacer nada. La misma noche
me entraron en las dos tiendas, lejos una de la otra.-
- Adquirí la tienda de la Plaza Rosario para cobrar una deuda que me pagaron
con el traspaso, me aconsejaron que abriese otra tienda, con dos puntos de venta
jugaba con el mismo genero, parece mentira pero el mismo genero en un punto de
venta sale más que en otro, así que alquilé otra, donde alguna vez vino tu esposa a
comprar en la C/. San Joaquín.
-Sí, ya me acuerdo.¿Cómo están las cosas ahora?-
-Pues mira, alquilé un apartamento, vivo solo, a ver qué pasa.- Desde mi
regreso de Venezuela las cosas en casa van a peor, además quiero a mi esposa fuera
del taller, ya cayó enferma de pleura una vez.. No quiero que recaiga de nuevo. Ahora
nos han ofrecido una tienda en la playa, de esas cosas para turistas, souvenirs, a ella
le gusta y trabajará solo en verano, en invierno podrá ocuparse más de nuestros hijos.
Lo importante es que ella está ilusionada. Yo no me llevo muy bien con mis hijos, no
les entiendo y hemos tenido algunos enfrentamientos de palabra desagradables.
Reconozco mi carácter violento y no quiero llegar a mayores, así que mejor me
mantengo apartado.
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este mismo despacho.- lo dijo esbozando una amplia sonrisa, que manifestaba el
orgullo que sentía por su hijo, y continuó diciéndome:
-Si quieres podemos empezar por vender tu terreno, le ponemos un precio y
antes de ponerlo a tu nombre, quizás encontremos un comprador.- La idea me pareció
muy buena y acepté.
No había transcurrido una semana el terreno se vendió, pasando de una mano
a otra sin yo firmar un solo documento. Aquella primera operación me apasionó como
el que va al Casino por primera vez y apuesta al 8 negro y saca un pleno.
A partir de aquel momento, empecé a fijar carteles de “se compra parcela y mi
número de teléfono”. Aquello fue muy bien, durante un buen tiempo, mucha gente
compraba parcelas que reconstruían, ampliaban, fue una buena época hasta que se
complicó el tema del taller y la pleura de tu tía.
¡Coño!, no quería hablar tanto, pero Tony tu compañía y este vino de tu amigo
me abren la boca y el apetito. Eres un tremendo oyente eso es signo de inteligencia. Y
no era mentira, el vino ya empezaba a hacer su efecto, pero seguimos charlando esta
vez continuamos con motos, hasta acabamos la botella. Más tarde, nos despedimos y
me fui al apartamento de soltero. Al abrir la puerta, me impresionó un poco el silencio,
nada que ver con los reproches de la que hasta aquellos días había sido mi hogar.
Me hacía la pregunta de siempre, ¿Por qué una mujer deja de ser esposa para
convertirse solo en madre? ¡Coño! Acaso no habíamos estado enamorados hasta
llegar a morir el uno por el otro, por qué la entrada de nuevos personajes en la obra
tenían el derecho a romper el teatro.
No lo podía consentir, este pensamiento me martilleaba, llegaban a mi
pensamiento los comentarios de los extranjeros alabando la manifiesta maternidad de
las españolas, pues yo me cagaba en ello.
Escogí a una mujer preciosa; enamorados; convencido de que me seguiría a
todas partes, mi esposa; amante; compañera; amiga. Lo había conseguido, había
tenido éxito, hasta el momento que se convirtió en conservadora e intentó enjaularme
en su jaula de oro, compartimos con aquellos egoístas, que se permitían censurarme o
enjuiciarme hasta llegar a acaparar a lo que más quería. Hasta tenía que pedirles
permiso para pegar un polvo a su madre. Estaban en todas partes y a todas horas.
Habíamos matado el amor entre el trabajo los horarios y los hijos. Seguramente soy
yo, con mi puto carácter. ¡Bah! Que sea lo que Dios quiera.
No se puede degustar lo que te gusta y te acostumbras, y ver cómo
desaparece poco a poco. Es injusto.
En mis escritos solo hay mis experiencias, más o menos criticables hasta
admito que enjuiciadas.
He superado todas las criticas, porque siempre he sido auto crítico, empezando
primero por mí mismo.
Desearía que revisaras de vez en cuanto, escritos de otros compañeros, te darías
cuenta leyendo entre líneas, sus sacrificios y experiencias, tal vez, más dolorosas que
las propias que yo expongo. Pertenecemos a otra época, pertenecemos al deseado
nunca más.
Un amigo me contesto diciendo, " Vivimos mucho mejor que antes" en
referencia a nuestra juventud. Estoy totalmente de acuerdo con su afirmación.
El hecho, de ser honestos en descubrir nuestros errores, es con la sana
intención de servir de trampolín para aquellos que como nosotros, hemos ocultado
muchos de nuestros amargos momentos.
Afortunado es aquel que no tiene infortunios que contar, mi enhorabuena, a los
que como nosotros nos desnudamos, es más, les conmino a que hagan un poco de
nuestra propia terapia. Independientemente que nos juzguen como egoístas,
intransigentes etc. Están en su derecho por hacer público nuestros errores o aciertos.
Efectivamente, me importa un rábano, la opinión desfavorable que se tanga de
mí, este punto hace muchos años superé el test. Simplemente no soy una persona a
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imitar, y mucho menos a envidiar. Pagué por mis ilusiones y sueños, pero admito
haber sido libre y feliz hasta el día de hoy.
EPISODIO- XVIII
Salida dirección Venezuela.
-¿Pedro?-.
-Sí, dime-, reconocí la voz de mi sobrino
-Pedro, necesito hablar contigo.- Su voz no reflejaba ansiedad ni
preocupación, más bien seguridad y decisión, quizás por eso no me preocupé.
-¿A qué hora y dónde?
-A las seis y medía. En el bar de siempre, donde Cosme.- ¿cómo lo tienes?
-Bien de acuerdo allí estaré.- Al otro lado del teléfono, oí voces de su esposa,
sin saber qué decía.
Llegué un poco antes a la cita, tomé una cerveza en el mostrador y charlé con
la argentinita que estaba arreglando para empezar la faena. La voz de la canción era
de Astrid Gilberto, una bossa nova. El dueño aún no había llegado.
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de chanclas, ni short’s.
El mismo señor entregó los pasaportes al controlador, que rápido puso el sello de
entrada y nos saludó, deseándonos una feliz estancia. Viendo todo aquel movimiento
pensé, ¡qué cómoda y fácil es la vida, cuando se tiene donde amarrarse uno!
Omar se despidió del señor con un “pásese por el hotel, cuando tenga un
tiempito”.
-Salúdeme a Don Fermín, despidiéndose de nuevo, mientras se marchaba.-
Sentí un tremendo alivio, a pesar del golpe de calor al abrirse la puerta al
exterior. En todos los viajes a ciertos países que yo había visitado, siempre sentí una
cierta sensación de inseguridad en los aeropuertos. Cuando llegaba al destino no me
calmaba hasta no verme lejos del aeropuerto y a la salida hasta encontrarme con el
avión despegando dejando la tierra tras de mí, y todo eso, a pesar de no ocultar nada.
En la calle me encontré relajado, como cuando se quita los zapatos con los
pies hinchados, podía respirar tranquilo.
Reconocí el coche del hotel, aparcado justo en frente a la puerta de salida,
con un policía con chaleco antibalas y repetidora en sus manos, de los que mantienen
el lugar despejado, nos saludó al llegar y Omar le saludó pasándole su mano sobre el
hombro a forma de saludo, y arrancamos de camino.
Estuve tentado de preguntar quién era el señor del traje, pero preferí no
preguntar, si Omar quería ya me lo diría, este permanecía serio a mi lado mientras
conducía.
De camino al hotel, a mi izquierda, el inmenso mar y a la derecha los mismos
paisajes, los árboles; las colinas de tierra roja que aún permanecen vírgenes, sin
ranchitos. A medida que entrábamos en Catia la Mar, iba en aumento las
construcciones, sus callejuelas, sus cuestas empinadas hacia los cerros plagados de
casitas pegadas una con la otra haciendo equilibrios sobre quebradas, sus fachadas
de llamativos colores, en todas sus ventanas los barrotes de hierro que contrastaban
con “las quintas” chalets con grandes jardines y enormes cocoteros. Pasamos por
delante del cementerio cuya fachada daba frente al mar. La impactante y bien cuidada
“Casa Guipuzcoana” del tiempo de la colonia con su elegante estilo, hoy convertida en
oficinas de aduanas, dando testimonio del enorme tráfico del puerto que importa casi
todo del exterior
Cuando nos acercábamos al hotel, la fisonomía de las construcciones
cambiaban, a nuestra izquierda el club Náutico, las distintas calles se ampliaban y
aparecían atractivos comercios, pequeños hoteles villas y bloques de elegantes
apartamentos, al frente los hoteles Sheratón y Meliá .
Llegamos al Hotel, saludamos a Fermín en su elegante despacho con sala de
reuniones para ejecutivos sus paredes de fotografías de personajes y la bandera de
España y Venezuela de pequeño tamaños sobre un mueble.
Hechas las salutaciones repetimos como la vez anterior baño, sauna, masaje
y cena, al día siguiente partimos para Carúpano.
EPISODIO XIX
Río Caribe.
Allí estaba Genaro, en la única puerta que era entrada y salida de pasajeros
directamente a los aviones. El aeropuerto era pequeño, un edificio de un solo cuerpo
rectangular; una espaciosa sala de espera con cuatro puertas, dos de ellas eran los
baños, la otra era de la única línea aérea; para comprar y verificar pasajes y equipajes
había una sola taquilla y todo este trabajo se realizaba manualmente.
Allí estaba también mi cuñada levantando el brazo, llegamos hasta ellos y nos
abrazamos y emprendimos viaje a casa.
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En el camino al llegar a playa Iguana, vimos como estaban los barcos donde
los empezamos, encima una planicie a 20 metros de la playa de piedras. Uno parecía
casi listo, se veía en la cubierta el puesto de mando del patrón con sus dos literas, la
de él y la del mecánico; lo que debían ser el camarote con las 8 literas del personal; la
cocina; un baño; en el otro, comenzaban a meter las cuadernas y parecía un poco mas
pequeño que el primero.
No se había avanzado gran cosa, no me sorprendió, pero si me decepcionó
bastante.
Nos paramos para saludar al personal sin apearnos. Genaro les dijo a los que se
acercaban que estábamos cansados del viaje.-No vamos-.
- Antonio tiene ganas de veros, podéis venir mañana-. Comentó mi cuñada.
Por el comentario de mi cuñada, entendí que no estaba interesada en parar.
Llegamos al desnivel de la carretera donde inicia la bajada que llega hasta la
explanada del embarcadero. A la izquierda el mar, a la derecha las pequeñas casas,
algunas de ellas su propietario ha fantaseado haciendo un porche frontal con filigranas
grabadas en la madera, todo ese derroche dependiendo de la pesca y sus ingresos.
A medida que crece la familia van añadiendo habitáculos en la parte trasera, la
gran cocina del fondo se convierte en pasillo y una habitación nueva en cada lado,
arañando espacio al terreno posterior para hacer la cocina nueva del tamaño de la
anterior, entre las casas algún que otro galpón destartalado de mayor tamaño, estos
sirven para reparar las embarcaciones de 9 a 12 metros. Allí mismo tenemos la
carpintería, en un galpón que nos prestó Alterio.
Todas las viviendas y construcciones están en primera línea, justo en la
estrecha vía, por ese motivo se conduce muy lentamente, los pocos coches que
circulan van a ralentí evitando un atropello, los críos salen corriendo de sus casas sin
preocuparse del tráfico casi inexistente, siempre juegan béisbol o fútbol fuera de sus
casas, en la calle o en la carretera lanzándose la pelota.
Los conductores en sus coches saludan al pasar, hacen sonar sus músicas a
todo volumen, reconocen quién viene por el tipo de música o cantante que llega
sonando en el silencio del lugar, por las tardes las familias al completo sacan las sillas
al portal, salen a tomar el fresco, y si hay cerveza para compartir con los amigos pues
mucho mejor; en la parte posterior de las casas hay grandes vegetaciones de árboles
y plantas, con trochas hacia un árbol de mangos o los platanales y cocotales.
Al final de la carretera, donde hay que torcer a la derecha para entrar en el
pueblo esta la pequeña lonchería de Daniel el hijo de Genaro. Apenas amanece
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acuden los hombres que pululan por allí a comer sus empanadillas de queso; jamón o
pescado; los sándwiches de jamón y queso; los pescadores con los compradores
después de cerrar el trato, se toman su cafecito servido en un pequeño vaso de
plástico. El azucarero eterno sobre el mostrador, es un tarro de cristal con la tapadera
de lata donde le han hecho cuatro agujeros con un clavo, otro envase de cartón donde
están las cañas que tanto sirven para mover el azúcar del café como para absorber el
refresco en la botella. Al frente la explana con sus bancos y jardines, a la izquierda el
embarcadero con sus enormes ficus de hojas grandes y perennes, allí vienen los
compradores a negociar el pescado a la sombra de sus hojas. Al frente el hotelito que
en mi visita anterior lo conocí cerrado, ahora su portón de entrada estaba abierto. Era
un caserón de estilo colonial que lucia sus paredes de inmaculado blanco; sus grandes
farolas exteriores negras de hierro forjado; sus ventanas de sólida madera natural de
una pieza; los barrotes que protegen las ventanas están artísticamente torneados.
-¿Sigue todo igual?-. Comenté,
-Todo sigue igual, aquí cambia poco la cosa, solo que la posada del puerto
está abierta de nuevo. Me contestó Genaro.
- ¡Epa!, estáis mejorando, ¿Quiénes son esos de aquí delante?-
- Parece que sí mejora, están empezando a venir turistas, pocos, pero ya se
ven algunos canadienses. Los pescadores están contentos pues ahora podrán
cobrar en dólares haciendo viajes a los turistas hacía las playas y llevarlos de pesca.
Comentó mi cuñada.
- ¡Al fin! Corpoturimo abrió la posada, ya era hora.- Dijo Genaro.
- Seguramente ganarán más dinero así que pescando.- contesté.
Al llegar a casa saludamos a mi hermano, tomamos unas cervezas. Al ir al
baño, comprobé que mi cuñada dormía en la otra habitación. ¡Qué bueno, duermen
separados! Mi alegría fue inmensa, desde luego que lo esperaba teniendo en cuenta el
volumen de mi cuñada, mi hermano al lado de ella parecía un pajarito. ¡Qué bien!, iría
a la posada a dormir. Francamente deseaba estar lejos de la pareja.
Al poco, con la excusa de reservar habitación, Genaro nos bajó al pueblo y
conseguí habitación, dejé los bártulos y nos sentamos a charlar.
Me gustó el lugar, al cruzar el portón, un corredor amplio con el piso de
baldosa de terracota roja; el techo de vigas y forrado de madera color caoba; a mi
derecha el césped, algunas matas florecidas; bordeando la piscina no muy grande,
estaba el suelo en cementado y pintado de verde; el césped que limitaba con un
pequeño pasillos que daba el acceso a las habitaciones en planta baja; las tumbonas
blancas sobre el césped le daba un aire de tranquilidad y frescura; veía los troncos de
las altas palmeras; las puertas de las habitaciones y las ventanas eran de color caoba
también.
Seguimos andando, pasando por delante de los sillones de gran tamaño de
madera con cojines de lona en franjas de varios colores; dos mesas de centro; en el
muro de mi izquierda, se encontraban tres recias puertas y al fondo un pequeño
mostrador, donde estaba una joven muchacha de piel canela, típica raza de la zona,
con su pelo suelto negro, largo y rizado; su amplia frente con perfiladas cejas; unos
grandes y hermosos ojos negros y los labios bien perfilados.
Nos recibió con una hermosa sonrisa, para decir -¿Sres Vizcaino?-
-¿Si?,- pregunté.
-Su habitación está lista, cuando deseé es la numero 10, es la que da justo
enfrente-. Al mismo tiempo que dijo, señalo con sus labios encogidos, hacía el otro
lado de la piscina. Es una costumbre señalar con los labios encogidos, que quedan
como el capullo de una rosa, y que a mí me hacían tanta gracia.
-Ya estamos aquí-, dije,- la 10 justo en medio, bien vamos a aprovechar este
viaje y nos largamos a dar unas vueltas por ahí.-
Deseaba dejar mis bártulos, cambiarme inmediatamente de ropa, ponerme
cómodo y sentarme en aquel lugar; así que me dirigí a la habitación asignada
acompañado de mi sobrino. La habitación era sencilla y limpia, con colcha y ventilador
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de techo; dos sillas y un mueble de tocador; baño con ducha y cortina de plástico.
Todo un lujo. Me gustó. Nos sentamos cómodamente cerca de la piscina y pedimos
unas cervezas.
-Ya viste los barcos, están casi como los dejamos-. Le comenté a mi sobrino
no más sentarnos-.
- ¿Si no estás de acuerdo, por qué no te retiras antes de entregar ese dinero?-
- Porque ya se lo di a tu padre. ¿No lo viste?, mañana sacaremos cuentas y
veré lo que hago, de todas formas no le entregué la cantidad completa de lo que
traigo.-
Al decir la última frase, le observé a los ojos como intentando descubrir un
gesto de disgusto, pero, todo lo contrarío, esbozó una leve sonrisa de complicidad.
Estaba de mi parte. Lo presentí y me alegré por ello, pues era la confirmación de lo
que yo con anterioridad suponía.
Salió al paso con un ¡Pedro, Pedro!. Asintiendo con su cabeza, como
dándome la razón.
- ¿Que harás con el dinero que te queda?.-
- Vivir…..¿qué quieres?, vivir, señalando con mi dedo la reciente cicatriz de mi
operación. -Le daré el dinero a Genaro, que me lo guarde, e intentaré disfrutar del
paisaje.-
EPISODIO- XX
Cierre del Taller.
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el apartamento?.-
-Mira Mary, que hice la mili, que no lo hiciera aquí, no significa que no fuera
capaz de hacerlo, además tú sabes que viví mucho tiempo solo antes de conocernos.-
-Ya lo sé pero, no te veo haciendo de ama de casa.- Volvía con el rin tin tin.
¡Que lejos quedaba todo!, parecía que habían pasado mucho tiempo. Mas allí
sentado, me miré los brazos estaban blancos del invierno; levanté mi pierna para ver
mis pies sin las chanclas, los sentía fríos con el contacto de suelo.
Volvían a mis pensamientos los últimos meses remontando en años.
-Estoy preparando para cerrar el taller, voy a vender el apartamento liquidaré
al personal y a otra cosa mariposa.- intentando cambiar la conversación.
-¿Definitivo?, ¿Estas decidido, ya, ya?-
-Sí, es definitivo. No lo hice antes porque me duele cerrar el taller; vender el
apartamento para liquidar al personal. Son cuarenta y cinco días por año trabajado
más un mes por año de antigüedad.
Están las máquinas, según he hablado con Jordi este mercado está por los
suelos. Son muchas las empresas de confección que están cerrando. Lo que significa
que sacaré muy poco.
-¿No es posible?, ¿No tienes forma de cobrar?, ¿Cómo tienes la hipoteca del
taller?-
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día fueron.
Me sentía mal, no me gustaba el sentimiento que tenía dentro de mí de
fracaso, mi casa, los naranjos que planté…...
De salida hacia mi apartamento, pasé por delante del edificio Alkaid, miré
hacía arriba en la esquina, recordé cuando compré aquellos dos apartamentos uno
encima del otro con la intención de hacer un duplex, hasta tenía los planos diseñados
por el arquitecto de la finca, pensaba en una nueva distribución y escalera interior. Uno
de aquellos apartamentos ya lo había vendido.
Decidí venderlos el mismo día que asistí a la primera reunión de propietarios
sin estar terminados. Llegué al lugar, la sala estaba con dos docenas de sillas, en el
frente una mesa con dos sillas, empezaron a llegar los propietarios, el promotor y un
abogado. Se trató el tema de los aparcamientos y otras solicitudes de cambios en el
interior de los pisos. Empezaron las preguntas y respuestas, de pronto observé que de
las 40 personas allí reunidas, españoles solo éramos entre siete o diez, el resto eran
persas acaudalados, señores y señoras ostentosos, enjoyadas ellas y bigotudos y
barrigones ellos, todos de mediana edad, lo más probable huidos tras la entrada de
Jomeini en Irán. Nada que ver con la familia de persas que yo conocí y que fueron
durante algunos años unos buenos vecinos, elegantes y educados.
Al escuchar sus demandas y sus voces chillonas, en medio español, inglés y
francés, decidí no formar parte de aquella comunidad, dejar los dos apartamentos tal
cual los planos iniciales.
Ahora perdía el taller y con él se esfumaba aquel apartamento mirando al
mar. Solo me quedaba el apartamento de abajo. Seguí mi camino y el edificio quedó a
mis espaldas, cada vez más lejos.
EPISODIO- XXI
Visita a la Cueva del Guácharo Tucupita.
Los dos primeros días estuvimos trabajando en los barcos y compartimos con
el personal el viernes por la noche.
En aquellos dos días estuve pendiente de encontrar a mi hermano a solas.
Cuando tuve la oportunidad, le hice las preguntas que me hacían falta saber, cuándo
formalizaríamos la sociedad y para cuándo pensaban tener listos los barcos, entendí
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Lo más sensacional para ver es la salida de las aves a las 18 horas, éstas
llegan a oscurecer el cielo, el interior de la cueva es un poco decepcionante los grupos
son reducidos y se caminata en fila india por un estrecho pasillo fangoso al estar con
excrementos y aves muertas caídas de los miles de nidos, entre las espectaculares
formaciones de estalactitas y muros que han creado un microorganismo, el olor es
nauseabundo y meten un tremendo ruido, quizás fue por ser cerca de la hora de su
salida cuando nosotros la visitamos.
No quisimos quedarnos en el mismo lugar, así que emprendiendo la marcha
hasta que encontramos unas piscinas de cemento al lado de la carretera, eran aguas
termales de color blancuzco. Había otras personas bañándose, pero nos metimos; las
paredes del interior tenían un limo de color verde y blanco y el olor era como azufre
penetrante, menos mal que salimos limpios y con la piel suave. Al reiniciar el camino
encontramos un pomposo letrero ofreciendo habitaciones, decidimos parar allí y
quedarnos, después de todo lo más probable era, no encontrar alojamiento en varios
kilómetros.
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Hago este breviario para que se me entienda que cuando mencioné el Río
Manamo o el Rio Guaripa, es porque no supe en cual de los dos estuve.
En esa región llena de caños donde afluyen los dos mencionados más el
Amana, el Tigre; Morichal Largo; Lleno de caños, los llamados Llanos donde
dependiendo de la temporada se crean caños en una basta extensión de tierra. En el
trópico septentrional, que es donde se encuentran los Llanos en los equinoccios de
primavera y verano se produce el periodo de verano o sea la época de lluvias. Hablar
de la fauna otra dificultad, son tantas las especies, de aves; mamíferos anfibios;
vertebrados; invertebrados; monos, araguatos; capuchinos; marimondas; titís.
Herbívoros como el chigüire; caramerudo, la lapa especie de ciervo chiquito, el
matacán rojo.
Cerca del delta Amacuro se junta el agua salada de la dulce del río, por lo que
la pesca es abundante en ambas especies de pescado. La superficie del Orinoco se
estima 500,000 Km cuadrados, con una longitud de 1,100 Km. entre Colombia y
Venezuela.
Hay que estar allí para ver la magnitud de la naturaleza, ríos donde no se ve
la otra orilla.
EPISODIO XXII
Hans, un austriaco errante.
Amaneció y muy temprano nos levantamos, pues los rayos de sol nos
despertaron.
Hans hizo café, menos mal que había tazas de esas de hierro cubiertas de
una especie de losa, al igual que los platos de metal recubiertos abollados y algo
descascarillados, pero útiles, al igual que las cucharas, solo tenía dos, por lo que el
dueño del palacio comió con las manos.
La noche anterior se orinó donde le dio a cada cual; es curioso pero para tal
necesidad siempre ví que escogíamos un tronco cerca de las matas. Pensé, “algo de
perro tenemos”, o será para ocultar la medida de nuestra vergüenza.
Allí estaban, un austriaco, un nacido italiano y un español, como en los
chistes.
Al despertar quise ir al baño pero me di cuenta que no había, le pregunte a
Hans y me señaló un lugar que no era más que cuatro palos con estera de moriche
que hacían de paredes formando una “U”, dejando el frontal libre para ver el paisaje y
sin techo para ver las estrellas. -¡Todo un lujo!. Pedro, esto si que no te lo esperabas,
¿verdad?, me dije para mis adentros. Allí estaba yo, en cuclillas, corriendo el riesgo
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casa en aquel lugar donde él decidió vivir. Lejos y escondido de todo y de todos.
–Los guaraos aún se guían por el calendario lunar-, nos comentaba Hans,
como si de una clase de historia se tratara,- Las mujeres para casarse tienen que ser
raptadas por sus futuros maridos- y remató la clase diciendo-, nosotros tendríamos
que aprender de ellos y que raptasen a nuestras esposas y se las llevasen bien lejos
para no tener que pagar tanto en los divorcios.-
Nos reímos un buen rato. El anciano seguía sonriendo divertido de oír que sus
leyes eran alabadas por los extranjeros.
Hans continuó: -La construcción del dique, en el río Mánamo para hacer más
caudalosa la desembocadura del Orinoco y así facilitar la navegación de grandes
buques, ha creado el éxodo de los guaraos hacía San José de Buja, Tucupita y
Maturín. El viejo y su gente eran reacios a dejar su hogar de toda la vida.-
Mientras Hans nos explicaba, observé al viejo, había tristeza en sus ojos, seguramente
viendo las casas, un día habitadas y ahora vacías. Antes, las mujeres tejían cestos;
chinchorros; capazos de moriche. El Indú del abastito les compraba la producción que
a su vez enviaba a un familiar que tenía el negocio para turistas en Tucupita.
Hans dejó de hablar para señalar un lugar de la orilla del río. Allí estaban
cuatro jóvenes familiares del anciano construyendo una curiara; el tronco seco lo
vaciaban con fuego y hierros candentes; el resto a machete limpio. En efecto, la
curiara de Hans tenía, en el interior, las huellas de haber sido hecha con el mismo
sistema.
Aquella vida, ver la naturaleza en todo su esplendor y fuerza, los pies descalzos, sin
ataduras de ninguna clase. Digo lo de los pies, pues pensé que de tanto tenerlos
resguardados; sujetos; atados, dejan de sentir lo que pisan; pisar una piedra; un
tronco; una rama; el barro de la orilla que se introduce entre tus dedos, son
sensaciones beneficiosas, pues a pesar de sufrir algún daño, es bueno por ser real,
sabes lo que has pisado aún sin verlo.
-Hans, pero ¿esta gente qué posibilidades tienen?, los hemos visto en
Maturín pidiendo limosna en los semáforos, sentados en los parques- le preguntó mi
sobrino.
-Ninguna, tienen dificultad en hablar castellano, no tienen estudios, están
acostumbrados a esta vida; el humo de los coches les hace toser, ¿no os fijasteis?, y
aún así se acercan para olerlo. Cuando se muera el viejo, emigrarán buscando a otros
familiares que a su vez en su día emigraron. Las mujeres se pondrán a servir de
criadas en la ciudad y vivirán de lo que ella y la hija ganen, el hombre lo tiene más
difícil. Quitando de pescar; cultivar alguna cosa; subir a un cocotero, es muy poca o
ninguna la formación que tienen para salir adelante.-
Oyéndole hablar se notaba que no le gustaba hablar de ello. Los brazos y los
hombros caídos denotaban el afecto que sentía hacía aquella gente, sus palabras
dejaban entre ver la impotencia que sentía por no poder hacer más por la gente que lo
había acogido.
Era una de esas tardes en las que agotados de navegar río arriba y andar por
aquellos lugares, pensábamos en unas cervecitas bien frías, lo que no sabíamos era
que nos esperaba una tremenda cena.
Nada más llegar, mientras nosotros dos nos refrescábamos en la bañera de
miles de litros, Hans había salido con la curiara sin decirnos nada, fue a buscar
gasolina que encargaba a Babu en bidones de 10 Ltrs. Se presentó con las cervezas;
ron peleón y una pieza de carne.
-¡Hans, déjanos pagar, hombre!-.
-La próxima vez-, contestó.
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alrededor de la hoguera, después de bien cenar y beber, lavado cada uno su plato y
cuchara en un barreño con agua y arena que dejaban los cubiertos como la plata y
Tony le preguntó al austriaco:
-Perdona que te pregunte, ¿cómo haces para tener dinero?
-Tengo una familia austriaca afincada aquí, que me proporciona lo que
necesito, ellos pagan al primo de Babu directamente lo que yo consumo, mayormente
gasolina. Bueno, la verdad es que antes de marcharme de Austria, dejé a mi socio la
clínica dental, me paga un alquiler por el negocio y me lo deposita en una cuenta
conjunta que tengo con mi hermana en Austria. Esta familia, que tiene varios hijos y
viven en Tucupita, van casi cada año de vacaciones a Europa, mi hermana les
deposita a ellos lo que gasto, lo cual les va de perlas porque siempre tienen dinero en
su cuenta cada vez que van, la verdad es que no es mucho porque yo gasto muy
poco, ahora porque estáis vosotros y me apetece más compartir y pasarlo bien. Ellos
son una especie de visa o master-card.-dijo riendo, como si fuera la primera vez que
se le ocurría esta comparación.
-¿Y tú Pedro qué haces en Palma?-
- Ahora nada, estoy de vacaciones, vivo en casa de los padres de Tony, en
Río Caribe, acabo de cerrar un taller de confección.
Estuvimos hablando de nuestras cosas, de la vida, y de Venezuela. Estaba
intrigado por la carne que había comido, así que me decidí. y le pregunté:
-Hans ¿que es lo que hemos comido?-
-“Serdo”- contestó.
Por la mañana salimos en curiara, nos adentramos en el río hasta una costa
que resultó ser una isleta, empezamos a caminar, de pronto un ruido entre las plantas,
eran cerdos.
-Son de los guaraos, les compré dos hembras y un macho y crían muy bien,
los alimentan con cocos y yuca, el anciano que conocisteis distribuye a cada familia la
parte que corresponde.-
-¿No se escapan?, ¿no se inunda la isla con la subida del río? - preguntó Tony
- No hay problema, como esto es una isla, el cerdo no se mueve, y no tiene a
donde ir; tienen comida y agua, además son casi salvajes, se las saben todas; si el río
sube se van tierra adentro; permanecen lejos de los caimanes; saben hacer ruido para
ahuyentar a las culebras. No hay problema. Cuando la gente quiere un cerdo lo
escogen y lo cazan. Veréis que hay alguno marcado con color en el lomo, este está
escogido para ser el próximo en ser cazado. Les enseñé bien, ¿no?-, sonrió Hans
orgulloso.
No salíamos de nuestro asombro. -Cada día es una experiencia; un
adiestramiento constante; lo que estamos viviendo no hay dinero que lo pague- dijo
Tony, y yo asentí.
- ¿Cuanto tiempo llevas aquí Hans, creo que dijiste cinco años? Le pregunté.
- Si, más o menos cinco años, ahora que lo pienso, nunca creí sobrevivir tanto
tiempo en estas condiciones. Después de mi divorcio, arreglé los asuntos con mi
socio, hablé con mi hermana de tomarme un tiempo de reflexión; necesitaba irme
lejos. Llegué con un grupo de turistas. Al llegar donde dejasteis el carro, nos paramos
y me quise quedar, después de discutir, me dejaron, fue una casualidad, sin pensar,
me quedé a dormir una noche en el conuco del viejo y al cabo de unos días decidí
quedarme, regresé con un transportista hasta Maturín y regresé a Austria; dejé todo
allí arreglado pero con la idea fija de volver, así que volví; compré la barca; escogí con
el viejo el lugar y aquí estoy. Algunos días me cuesta creer que llevó tanto tiempo por
aquí, a mí me parece que hace poco. De vez en cuando regreso a mi país o
Norteamérica para comprar medicamentos y algunas cosas que hacen falta a esta
gente. Sobretodo antibióticos, para eso debo ir a Tucupita que conozco a un médico
que me extiende las recetas que necesito, los niños siempre tiene algún problema,
primero llaman al Samán, pero a mí también.
¿Tienes hijos? - pregunté-
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-Sí, tengo una hija, hace poco que se casó y cuando voy la visito-. Debió
advertir mi cara de interés en saber. Continuó – Sí, fue un poco difícil al principio; ella
estaba en la edad difícil cuando nos separamos. El maldito trabajo, primero para
conseguir montar la consulta, hacerte un nombre dentro del gremio; encontrar a un
colega como el que tengo; años de lucha, sacrificios. ¿Mi gran error?, el poco tiempo
para compartir y dedicar a mi familia.
Mi esposa encontró a otro hombre y pusimos las cosas claras. El mundo se
me cayó de golpe, fue como un mazazo. Dejé el trabajo; me trasladé a un apartamento
y estuve unos días sin salir de casa. La idea de estar pendiente de ver a mi esposa; el
miedo que sentía al entrar en un local y que mi esposa estuviese allí, o ir por la calle y
darme de narices con ella y su amigo, me enfermaba sólo de pensarlo. No podía
soportar estar pendiente de los días que me asignasen para estar con mi hija; no
poder disfrutar de su compañía cuando a mí me apeteciera; estar supeditado a los
cambios de humor de mi mujer que podían afectar la relación con mi hija. De alguna
manera sentía que la había perdido. Ya no tenía nada por qué luchar, había perdido
todo lo que yo creía que era lo más importante y seguro que olvidé algo en el camino,
creía haber sido un hombre luchador, buen amante y padre…..no lo sé, solo sé que
perdí mi casa, mi hija y mi esposa. Quería olvidar todo aquello que era un tormento.
Un día me desperté y me pregunté: ¿y si te hubieses muerto? Jajaja, Así que me
maté, desaparecí y nunca mejor hecho.-
Nos miramos mi sobrino y yo admirados de su franqueza.
-Además, aquí me siento a gusto. Hasta que venga más gente, de momento,
estamos apartados de todo y de todos, me siento útil, la gente me quiere, me llaman
para que les ayude. Esto es lo que no paga el dinero, aquella quimera mía por tener
más clientes, mejor casa; mejor coche; ropa linda. Primero fue para pagar y
convencerme de que era bueno profesionalmente, después se convirtió en un hábito,
monté eslabón a eslabón la cadena de mi condena sin saberlo. Aquí, nada de todo,
eso tiene su valor.
Pensamos quedarnos dos días, y nos quedamos cinco.
EPISODIO XXIII,
Llegó el día de despedirnos de Hans.
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En mis viajes por Latinoamérica siempre he detectado una cierta curiosidad por
parte de los que registran las pertenencias en los aeropuertos. Curiosos por saber,
que carajo lleva uno en la maleta, siempre he pensado lo mismo: Que gran país si se
tomaran tan en serio otras cuestiones, como hacen estos funcionarios.
No faltaba nadie, hasta las mujeres ancianas con sus vestidos y blusas
nuevas. Sus cuellos adornados con grandes collares dándoles dos y tres vueltas
colgaban de sus pechos.
Se veía al austriaco feliz de ver a toda aquella gente como nos despedía, en
mi bolsillo guardaba unas monedas que lance al viento para que las recogieran los
niños.
Fue una despedida alegre con sabor agridulce, prometimos volver a la primera
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ocasión.
-¿Oye austriaco, tendrás habitación libre si venimos?-. Se lazo a mi cuello con
un abrazo, para decirme:
-Español del carajo, cuando vengas tendré cubiertos nuevos, si no tengo sitio en mi
casa te haremos uno nuevo. Vuelve cuando quieras, aquí esta tu casa.- No dejó de
sonreír ni un minuto el puto austriaco. Cuando se ponía al amanecer en el porche, en
posición de yoga, era cuando mantenía una imagen como lejana, viendo pero sin ver.
A pesar de estar despiertos, nunca quisimos romper aquel silencio. Ese era su
momento.
Al llegar a la ciudad, conduciendo sin llegar al centro, nos dimos de frente una
carretera con los letreros indicando Carúpano - Cumana y sin mediar palabra entre
nosotros seguimos sin parar carretera adelante.
Seguramente ambos estábamos más metidos en nuestros cinco días, que con el resto
de lo que nos rodeaba. En el camino compramos mangos chiquitos de esos amarillos
que nos gustaban tanto, al abrir el maletero para depositarlos en el cesto, con este
maldito habito que tengo, quise comprobar si me faltaba algo de lo que llevábamos
dentro, las herramientas, recambios del motor como correas, filtro de aceite y aire.
¡Al fin! Llegó Tony cabeceando su melena y barba negra, parecía un bucanero,
me encontró en mi segundo trago, a gusto, con las manos arrugadas y oliendo a cloro.
-¿Qué, cómo fue con tus padres?-
- ¿No te lo imaginas? me dieron por todos lados, bueno mi madre.
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presenciado el varapalo.-
-Tony de hoy no pasa, necesito que me muevan el cuerpo, hay que aprovechar
que tenemos carro, mira que me lo pide el de abajo que sigue siendo el rey de este
cuerpo serrano.-
Me encontraba bien, a pesar de estar cansado del viaje, que había sido largo y
pesado.
-¡Venga, déjalo para otro día! Mañana conviene que vayamos a trabajar en los
barcos.
El barco ya tenia nombre “El Chorro”, en honor al hijo de Tony, ese nombre no
se de donde lo saco su abuelo, porque el verdadero nombre era Alberto. Al otro barco
le pondrían Marta Maria el nombre de mi cuñada.
El mismo día que Tony regresaba a Palma, recogí mis bártulos del hotel, para irme a
casa de mi hermano. El encargado me presentó la factura y los cinco días que
permanecí fuera, no me los cobró, a pesar de haber dejado mis cosas dentro para
evitar, quedarme sin habitación a mi regreso.
El coche lo mantuve alquilado, hasta tener que marchar yo mismo al
aeropuerto, pues pensaba estar en Caracas unos días antes de regresar a España.
EPISODIO XXIV
Tony en Puerto Santo.
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Ahora llegaba yo, a ver como por fin se botaba El Chorro al agua.
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Viendo que aquella persona era cordial, seguí, ¿Qué me aconseja Vd.?
¿Tiene Hotel en Panamá?
-No-
-Bueno yo le aconsejo que vaya al Hotel de un paisano suyo, gallego. Está en
el centro y el seguro que le informará. Mire, agarre un taxi en la salida, allí mismo- se
incorporó y con su dedo señaló el lugar-, al lado de la puerta tiene en la pizarra las
tarifas de los taxis, más o menos le costará 20 dólares llegar hasta el Centro.-
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Allí estaba mi hermano, en el porche, con las manos en los bolsillos esperando
mi llegada y no pude evitar pensar en lo que puede cambiar un hombre dependiendo
de la mujer que tenga al lado o ¿sería más bien los coletazos de su enfermedad?,
porque viéndolo allí, de pié, era de verdad mi hermano Antonio. Nos saludamos con el
abrazo y el beso de siempre, esta vez sus pómulos no eran tan huesudos. Dejé los
bártulos y fuimos los tres al restaurante de Genaro, me alegré mucho de verlo de
nuevo, nos abrazamos y tomamos unas cervezas mientras esperábamos la comida,
pescado, un rico pescado fresco.
Después de comer visitamos los barcos, desde luego, la diferencia entre un
barco y el otro era bastante, la proa del “Chorro” era más elevada, mas ancho de
casco y manga que el Marta Maria al que llamaban “eMe.eMe”, pero aún le faltaba
bastante para estar terminado. Subimos a bordo por la escalera, aquella cubierta; el
puente de mando; las cabinas con sus colchonetas; la cocina. Me gusto, de nuevo se
encendió la lamparita de la ilusión, el viajar pescando, llegando hasta las distintas islas
para vender lo pescado.
Mi hermano permaneció en el suelo junto a las vigas que sustentaban el barco,
al bajarnos, nos dijo:
-¿Qué os parecería si encima del cabinado hiciéramos un apartamento para
nosotros, las dimensiones son óptimas para ello, se podrían hacer dos cabinas
separadas; cocina; baño y salón, más o menos salen 36 mtrs de superficie.-
Ya me veía a bordo, con los 21 días de campaña previstos para 10 Tn,
pescando y viajando. Desde luego estaba más ilusionado que la vez anterior.
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Salimos a dar una vuelta por los alrededores. La mayoría de las viviendas
estaban con los techos de uralita, casas simples y humildes de una planta al borde del
mar; las paredes desiguales como si hubiesen sido hechas sin mucha profesionalidad,
algunas estaban pintadas de azul marino cuyos colores cambiaban por el efecto del
salitre.
La gente saludaba a Tony con familiaridad, como si fuera uno de los suyos de
toda la vida, me presentó el “Maria Luisa”, con las siglas correspondientes de
matriculación. Era su barca, con una Cabina con cristales elevada a popa, cocina y
literas para el personal, de unos 12 mts de eslora.
-¿Qué piensas hacer con esta barca, es un poco pequeña para serte
rentable?-
-Pescar langosta y bocas, encontré un foso a unos 20 metros de profundidad
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EPISODIO XXV.
Seguíamos caminando entre redes.
A nuestro paso acudió un niño de unos nueve años para saludar a Tony, que
miró su herida diciendo:
-Muy bien, esto marcha bien, mantén la pomada-, Tony dirigiéndose a mí me
dijo:
- Lo estoy curando como hacía Hans, ¡buena herencia nos dejo el hippy
austriaco -exclamé-.
Nos echamos a reír pensando en Hans, el tipo había hecho mella en nosotros
dos.
Hicimos todo el camino a pié hasta su casa, algunas personas con las que nos
cruzábamos saludaban cordialmente, me presentó al patrón y un chaval de su
embarcación.
-Nunca pensé que me fuera tan útil aquí ser A.T.S., ahora valoro mi pasantía
en el hospital.-
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Salí del hotel directo a un restaurante, El Marbella, cerca del malecón y del
hotel en la calle Balboa. Era como un chalecito de blancas paredes y grandes
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ventanales, buen servicio y mejor comida. Después de cenar andaba por la calle y ví el
letrero en un hotel cercano al mío con Casino. Entré como el que no quiere la cosa, ví
a un hombre moreno agraciado y bien vestido jugando muchas fichas en la ruleta
americana, me entró la curiosidad y me acerqué para ver los números que jugaba, sus
apuestas eran los números inferiores del 1 al 18, plenos y caballos, calles, detrás del
moreno elegante, unos metros más alejados seis u ocho hombres de pie con pinta de
gente de mar. Al pasar olí aquel olor a marino, mezcla de muchos olores que ya en mi
juventud había olido, morenos, uno de ellos debía ser el maquinista sus viejos zapatos
negros estaban manchados de grasa, era el más viejo.
Me picó el gusanillo, llevaba los dólares en efectivo, no había solicitado caja
de seguridad en el hotel, así empecé a apostar por los números mayores del 18 al 36
incluidos el O y OO, los números de la banca.
El tipo ganaba mientras yo perdía, se levantaba y le entregaba al hombre viejo
algunas fichas, seguía jugando, él ganando y yo perdiendo, por lo visto con la última
entrega de fichas los marineros salieron del lugar, debieron de conseguir del joven
moreno el dinero necesario para ir de marcha.
Jugué hasta quedarme limpio, intenté conseguir dinero de la caja con mi tarjeta Visa
pero no me la aceptaron, por estar prohibido por la cuestión del bloqueo. Llevaba
pocas horas y aquella palabra se repetía.¡Bloqueo!
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¡Menos mal!, ya tenía efectivo, así que como tenía tiempo y era fin de semana,
quise hacer un poco de turismo antes de entrar con los negocios.
Visité la isla San Blas. Tony, todas las caras de los indígenas son casi iguales, sus
narices caídas en forma de punta de flecha achatada. Las mujeres van vestidas
iguales, con sus mantos y abalorios que les cubren las piernas y los brazos.
Compré varios tapices hechos a mano que hacen las indígenas, con trapitos
sobrepuestos de distintos colores formando figuras de pájaros; guacamayos; flores;
paisajes estilo Naif, verdaderas maravillas.
Otro día agarré un ferry hasta isla Tahona. Allí conocí a un ingeniero y a su
señora que eran de Santander, hacía años que vivían en el cerro lleno de chalets de la
isla. Al llegar, en medio de aquella bahía, había un pequeño barco con bandera
Venezolana. Salía humo de las máquinas, estaba una lancha de socorro y dos barcos
más echando agua.
En la playa había muchos curiosos mirando, en eso que giro la cabeza y allí
reconocí algunos de los mismos hombres del casino; mojados sin zapatos, por lo visto
uno o dos de los tripulantes estaban malheridos. Regresé a Panamá por la tarde,
después de haber comido en casa de la pareja de Santander.
En Colón tuve muy buena acogida, en aquellos almacenes al por mayor los pedidos
fueron muy buenos. Tan buenos, que tuve que ir tres veces seguidas. Los propietarios
eran sirios, libaneses e hindúes, compran para todos sus familiares que tienen
negocios en U.S.A. y el Caribe. En mi vuelta, contaba el dinero que había ganado de
servirse los pedidos. Un pastón.
Cogí “la guagua” que me dejaba en la Avenida España, creo que a tres
cuadras del hotel. Estaba bajando la cuesta andando por la acera y detrás de mí había
una manifestación de funcionarios que reclamaban con pancartas algo así, como la
paga extra de verano que aún no habían cobrado y alguna cosa más. De pronto, se
oyeron unos disparos tras mío y del fondo de la calle los soldados o policías
panameños, desde un camión, dispararon a su vez, me agaché detrás de un coche
estacionado, en ese preciso momento, saltó sobre el capó, frente a mí un joven con la
cabeza o el cuello herido y sangrando mucho, lo halé hacía mi y me llenó de sangre la
cara y el pecho. De repente, me sentí agarrado por los pelos y el cinturón y metido de
cabeza en un furgón, con varias personas más.
Al llegar a una especie de comisaría, nos sacaron a base de tortas y algún
golpe de culata y cañón de arma, nos empujaron por una escalera estrecha hasta
llegar a un pasillo y nos metieron cara a la pared; de rodillas y las manos a la cabeza.
Debíamos ser unas 20 personas; hombres y alguna mujer; al que protestaba dos
tortas, hasta que llamaron “español” había pasado mucho tiempo, no se cuanto pero
mucho, como había aprendido en la mili, no respondí. Entonces me llamaron por mi
nombre. Haciendo un esfuerzo, levanté la mano sin moverme. Menos mal que al rato
de estar de rodillas, nos dejaron levantar mientras iban llamando a la gente de uno en
uno; pero al principio, de rodillas con las manos sobre la cabeza. ¡Allí sí que sudé!
Cuando iba hacía el despacho del tipo, me dolía todo, la espalda; los riñones; las
piernas; los brazos. Llegamos a un pequeño despacho con un oficial que tenía una
barriga tan prominente, que por un momento pensé no pararme delante de él por si
acaso se le saltaban los botones de la camisa que a punto estaría de estallarle. Intenté
concentrarme. Allí, sobre el escritorio, tenía mi cartera; mi maletín y entre sus manos,
mi pasaporte que lo estaba ojeando en el momento que entré.
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Cené en el hotel esperando ver al dueño para contarle, necesitaba tener algún
testigo. Por la tarde no está el consulado disponible. Al llegar a mi habitación tiré mi
ropa a la papelera e hice la maleta. Tenía mi salida sobre las 15 horas. No me moví
del hotel y desayuné esperando verme y despedirme del dueño, pero no estaba, hacía
unos dos días que no lo veía. Pagué la factura del hotel y me quedé con 20 o 25
dólares. Lo justo para el taxi.
En algunos hoteles, en las recepciones, suelen estar uno o dos chóferes de taxi
responsable y de confianza. En ese momento estaba uno allí y le digo:
- Bueno me queda lo justo para el taxi, me he quedado limpio agitando los
dólares en el aire.- El taxista se levantó de la silla, era el mismo que había utilizado en
varias ocasiones, me preguntó:
- ¿Tiene para la tasa de salida?, ¿el impuesto?-
- No, no lo tengo, ¿Cuánto es el impuesto ese?- pregunté alarmado.
- Para los extranjeros no sé, 20 o 30 dólares.-
Me quedé de una pieza, tenía que conseguir dinero como fuera. Metimos mi
maleta y el maletín en el taxi, fuimos al edificio de American Express. Pasamos la
cancela de entrada al sótano, subimos en el ascensor al piso…. no sé, alto, estaba
muy alto y entré acompañado del taxista.
¡No tenían dinero en efectivo! ¿Te lo puedes creer Tony? ni un dólar entre
todos aquellos despachos con personal, allí había seis o siete personas. ¡No puede
ser! ¡En este país que tanto se paga con Balboas, como en dólares! dije yo.
Se acercó un señor al mostrador y le dijo al taxista que ¿por qué no se los da
usted?, nosotros le expedimos un cheque que usted podrá cobrar, garantizado,
mañana mismo, pero hoy es imposible. Dirigiéndose a mí me preguntó ¿Cuántos
dólares necesita?
-Si pueden ser cincuenta, sino, el coste del taxi.- Respondí.-
Al llegar a Venezuela no tenía problema, agarraría un taxi del aeropuerto hasta el
Meliá y allí pagarían la carrera.
No había forma de conseguir convencer al taxista, estaba a punto de
marcharse, me miró y debió de apiadarse de mí, así que me dijo:
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-¡Nos vamos!-.
Salimos como diablos, teníamos el tiempo justo para embarcar. Llegamos al
aeropuerto y desde el taxi vimos la cola, el taxista me dijo:
- Vaya usted a hacer la cola, mientras yo aparco-.
Salí flechao hasta ponerme en la cola para el pago de la tasa. Estando allí, de
pie y más tranquilo por haber llegado a tiempo para el vuelo, pensé, -¡Hostias! dejé la
maleta; el maletín y no tengo suficiente para pagar la tasa.
Estaba en esa intranquilidad, sudando. El taxista no llegaba y pensaba que
perdía mis maletas, los pedidos, el vuelo. Todo un desastre.
Sudaba por todos mis poros y me decía continuamente: Como alguno de
estos policías que se pasean por aquí me vea sudando así, me detienen por
sospechoso. La fila de gente que esperaba como yo, iba lenta para pagar en la
ventanilla. Veía a unos tan contentos con su marcha, en cambio yo desesperado,
imaginando que por uno u otro motivo, me podría encontrar de nuevo en aquel pasillo
en cuclillas, con las manos a la cabeza; con la vista puesta en la pared de enfrente,
pintada de esmalte brillante gris, igualito a los barcos de guerra e intentando apagar mi
dolor de brazos y piernas. De pronto apareció el taxista, con mi maleta y mi maletín,
esbocé una amplia sonrisa, hasta dejé de sudar, ¡qué alivio madre, qué alivio!, estaba
salvado. Me entregó los cincuenta dólares que yo había firmado con mi tarjeta. Pagué
los 15 dólares de la tasa, me guardé 20 y el resto que eran más o menos 40 $ se los
di. En sus ojos pude ver que no estaba muy convencido de cobrar. Mientras me
despedía de él, le dije:
-Despídame del dueño del hotel, si usted tiene algún problema para cobrar, el
dueño tiene mi dirección y teléfono y le pagaré desde allí.-
No creí haberle convencido, pero nunca recibí ninguna noticia de Panamá,
por lo que doy por sentado que cobró de American Expres.
Despegó el avión y dije ¡bye, bye, Panamá!
-Tony, te podrás imaginar que durante el vuelo pensaba en mi arresto y como
nadie de mi embajada o cónsul vino a visitarme o interesarse por lo que me había
sucedido, si yo fuera americano, francés, inglés, hasta italiano, la cosa hubiera sido
distinta. ¿Sabes por qué? Porque enseguida que hay alguien de esos países detenido
les avisan, por las consecuencias que pueda tener no avisar. Siempre he tenido la
sensación de estar desamparado con los Embajadores y Cónsules de mi misma
nacionalidad, todo lo contrario de agregados consulares que representan a España
con otra nacionalidad o bandera, de ellos siempre he recibido una respuesta inmediata
y más o menos eficaz.
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Episodios
en día con las facilidades que se han conseguido y nadie se lo puede creer, Tampoco
me lo pude creer yo, hasta que me ví escoltado por uno de aquellos soldados de la
Marina vestido de blanco con su armamento en prevengan y su casco, acompañando
al "deportado" como vociferaba aquel energúmeno del traje y corbata. Me metieron en
el mismo avión que yo hacía apenas unas horas había llegado.
Total, por negarme a pagar los dólares que me pedían para meterme el sello
de llegada, total por olvidarse del visado.
Muchas de las cuestiones que me han pasado, han sido por ser tan bruto y
poco inteligente. Eso sí lo admito.
Lo cierto es que este cuento ya se está acabando, hoy me tomo el día libre
debo preparar mi viaje. Espero sea largo, independientemente que me interese o
no, pero es gratificante ver cómo me siento, que le llamen a uno cuando está en el
desguace. Debo ser bueno o loco, sólo mi Dios lo sabe.
Como aquel día que me gané mi rokiski, y todos, los de fuera, los otros,
creyeron que estaba loco.
Quería compartir con vosotros estos momentos en los que me siento nervioso,
como el niño que espera los reyes. Como el actor que se enfrenta a su público en día
de estreno.
EPISODIO XXVI
La botadura de El Chorro.
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Miguel, padre de tres hijos pequeños, un hombre de mediana estatura, enjuto; callado;
de ojos que no apartaban la mirada; debía ser joven a pesar de las arrugas de su cara.
Su sobrino, delgado; de cuerpo bronceado como el resto de los hombres del
lugar; alocado y voluntarioso, siempre dispuesto y con una alegre sonrisa, nadaba
como un pez intentando que Tony le adiestrase en el manejo y el buceo.
Con una tripulación como aquella, a pesar de ser pocos, uno se sentía
tranquilo, confiado, no importaba encontrarse con oleajes poco vistos por mí. Con solo
mirarles la cara de tranquilidad, sabía que estábamos en buenas manos.
Antes de partir sabíamos por Miguel que en aquella época era tiempo de
temporales, pero ante mi insistencia por navegar y un poco para demostrarme que
sabían lo que hacían, no sé, pero, la verdad es que lo que tenía que ser unos pocos
días, se fue alargando, lo pasábamos bien y yo previsor, portaba dinero para aguantar
cualquier contratiempo. Además estábamos a tiro de piedra de las Antillas
Holandesas, paraíso de facilidades, donde hay un orden y todo funciona a la
perfección.
El viaje lo empezamos por el litoral venezolano; playas increíbles que tan solo
habíamos visto en el cine. Visitamos islas pobladas, desiertas, llenas de color, calor,
fondeando donde nos apetecía, amarrando donde podíamos.
Yo creía haber visto temporales, pero nunca como aquellos. Empezaba con
una brisa suave que salpicaba nuestras caras crispadas de viento y mar; la brisa se
convertía en viento, todo a nuestro alrededor vibraba y agitaba, los nubarrones y el
mar que se juntaban en el horizonte, como una pared, uno picado y rebelde, el otro
agitando sus nubes como trapos desgarrados mecidos por el viento. Hubo veces que
parecía que la barca se fuese a romper crujiendo por todas partes, los cristales de la
cabina de mando se quejaban con su tintineo, el quejido del viento ante cualquier
obstáculo, éramos una paja a merced del temporal, derrotando, sacando hélices en
olas largas interminables, contaba con mi respiración el tiempo que tardaba la ola en
pasar por la quilla, toda una experiencia digna de ser vivida, aquel miedo que produce
el ser impotente antes tanta fuerza del mar. Tan solo se reza para que llegue la calma.
Nuestras palabras no se oyen, tan solo se llena la boca de agua salada.
Unas veces los temporales eran calmos, las nubes y el mar convertidos en un
muro como un gran cristal oscuro, se acercaban lentamente los compactos negros
nubarrones que durante horas acechaban y otras veces recalábamos en calas
desiertas donde el verde reluciente de ayer se tornaba oscuro, apagado, sin brillo,
tiñendo de grises los árboles y arbustos que agitados por el viento lo que ayer era
muro tupido y sólido, hoy amanecía agitado y débil, las ramas bamboleándose al
capricho del viento, la lluvia vigorosa que te obligaba a cobijarte y convertía el
escenario en un velo sin más allá, sin distancia, tan solo agua, convirtiendo nuestros
cuerpos cálidos en fríos, obligándonos a caminar inseguros tanto en tierra como en
cubierta, tal cual muñecos.
Pasamos varios días navegando y recorriendo aquel mar inmenso, solitario,
rico, naturaleza en estado natural.
El pescar y comer, no era problema, la pesca era tan abundante que
escogíamos el pescado, tan solo debíamos controlar el consumo de agua dulce,
donde podíamos aprovechamos para amarrar, comprar alimentos y llenar el
contenedor de agua el deposito de gas-oil. El motor de la embarcación era incansable,
estábamos encantados con su rendimiento.
En muchas isletas plantábamos las dos tiendas para dormir, cocinábamos
recogiendo troncos secos que la marea deja en la arena o bien buscando ramas secas
en el interior entre los arbustos. Por las noches en aquellas playas desiertas, cada uno
contaba sus experiencias o silencios largos, gratificantes, donde cada cual se queda
con su yo interno en silencio. Mientras miraba aquellos rostros y escuchaba, me decía
para mis adentros: somos como los árboles, solo nos dobla el viento, nos agitamos
con sus soplidos, hasta puede tumbarnos, pero en el suelo quedan raíces que no
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Fotografía: J. Conejo
EPISODIO XXVII.
Desaparición del Maria Luisa con su tripulación.
Dejamos al hijo de Tony en casa de Genaro jugando con los hijos de éste. Fue
cuando empezaron a contarme lo que sabían.
La cosa fue así-, empezó Genaro- recibí una llamada de Costas informando,
que el atunero el Guanche había comunicado por radio de haber abordado al barco de
Tony, el controlador me dio el nombre y el número de matricula, y que no había nadie
en el casco semihundido. No pudieron hacer más, por estar mala la mar.-
-¿Cuantos estaban a bordo?-
-Al menos cinco- contestó Blanca - Tony consiguió el permiso para la langosta,
me llamó de Los Testigos, para decirme que estaba todo bien, esa fue la última vez
que supe de él.-
-¿No encontráis extraño que Miguel; los hombres; Tony; todos expertos en
navegar no se amarrasen al casco ante el naufragio? El barco tiene porches con sus
vigas para poderse amarrar, anime donde agarrarse y flotar, los salvavidas……-
-Exacto- dijo Blanca interrumpiéndome-, no me cabe en la cabeza que no
hayan dejado rastro. ¡Maldita sea!-
-Tranquilízate Blanca, ya verás como todo tiene una explicación. ¿Sabéis
cuándo llega el barco que les encontró?-
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Marta seguía esperanzada, al igual que yo. Era imposible que Tony y la
tripulación entera hubiesen desaparecido sin dejar rastro.
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Lo vimos llegar; era un poco más pequeño que el Chorro, no más atracó, un
señor se acercó a nosotros y nos saludó. Era el responsable de la empresa a la que
pertenecía el barco y amigo del italiano, a quién mi cuñada había pedido que nos
acompañase; señaló al patrón diciendo. -Mire patrón informe del naufragio a estos
señores, son los familiares.-
Nosotros estábamos en el muelle, el patrón se acercó a la borda sin
abandonar su barco, ví a la tripulación reunida en grupo que permaneció atenta a las
explicaciones que nos daba su patrón, pero sin abrir la boca, sin un gesto, como éste,
nos señaló las bollas y mecates, hasta señaló la rotura que padeció en la proa de
babor su barco, al chocar con el de mi sobrino por culpa del oleaje.
-El oleaje era muy fuerte; había tormenta y nos acercamos tanto que
rompimos en proa, mire dijo señalando el estropicio de varias cuadernas y baranda.
Eso que hay aquí es del barco, mecates y anime, siguió, no había nadie, ni nadie
estaba amarrado al barco, y eso que tenían mecates a mano.-
-Oiga patrón, ¿cuando ustedes encontraron el barco, sabe si hacía mucho
tiempo del naufragio?.
-Debió ser la misma noche que lo encontramos, fue por casualidad, relució el
blanco del costado sobre una ola. No puedo decirles más.
Regresamos al restaurante de Genaro, después de haber informado a Blanca
de nuestra conversación con el patrón, la encontré mejor que el día anterior, pero sus
ojos denotaban rabia controlada, dolor, y llanto. Omitimos lo del mecate y
puntos, que pudiesen herirla más, sin entrar en muchos detalles.
EPISODIO XXVIII
Isla Maíz Nicaragua.
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-Créame usted. No obstante estas son las direcciones que puede visitar en el
supuesto que deseé informarse usted directamente.-Escribió en un papel las
direcciones y me despidió con un fuerte apretón de manos.- Ya lo sabe señor
Vizcaino, estoy a su entera disposición, no dude en consultarme cualquier duda.-
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