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EL FUTURO NO EXISTE

Sereno, el Vigilante aguarda por las noches. Los turnos


tienen dieciséis horas, pero el tiempo no le interesa, sino el
transcurso de las estaciones, en un lugar estático, donde el reloj y
los días no tienen discurso.
Las altas torres enfrían el aire, enrarecido con olor a muerte,
algunos sonidos se dejan pasar por las paredes de cristal líquido.
En el cielo se han formado algunas siluetas. Estrellas, en teoría
las conoce, pues nunca las vio en el firmamento, no desde que las
columnas energéticas crearon esa especie de cubierta. El aire se
enrareció desde que los ovuladores mezclaron sus patrones en el
invernadero, incluso antes de existir los proyectistas que lo
crearon, la tierra ya tenía varias maldiciones encima.
El viento sopla helado, porque en la noche los recodos
solares no funcionan, y en el día apenas captan señales de tres
horas, siendo el crepúsculo la hora de más frío. Ajustó su traje de
goma en el cuerpo, su miembro sintió abatimiento rígido, doloroso,
algunas células respondían a estímulos antiguos en sus genes.
Escuchó gritos en la lejanía, como bestias enardecidas,
como alaridos de mujer.
Las mujeres eran mitos, o eran seres excepcionales a la luz
desconocidas para él. Soñó con ellas un par de veces, se vio a sí
mismo como un niño, compartiendo su delirio con una hermosa y
resplandeciente fémina, cuyos pechos eran grandes, sus pies
pequeños. Escuchó el generador retumbar en el ciclo décimo,
enviaba información energética a los patios de cultivo, el próximo
mes le harían mantenimiento y durante tres días nadie podría
alimentarse.
Temía el hambre, porque causaba alucinaciones.
Se levantó de su monitor, la tarea le permitía salir de su
cúbico encierro, para observar el paisaje a quinientos metros de
altura sobre la superficie.
Las torres no lograban opacar el color grisáceo del
amanecer. Era una sombra amable, distante, pero esperanzadora.

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Las nubes de tormenta se acercaban a las torres, como garras se
apoderaban de las estructuras. Iba a pasar otro día sin ver el sol,
rojizo, tibio, desconocido por la mayoría, los que viven en los
"colectivos", una población reducida de personas a las que nunca
vio sus caras.
Los relámpagos iluminaron sus ojos. Se cubrió el rostro para
prevenir los destellos, pero no pudo evitar la imagen de un
gigantesco demonio, corpóreo en la tormenta. La lluvia negra
comenzó a caer, no quedaba mucho tiempo para terminar su
turno, pero el tiempo no existe.

CIELOS IMPOSIBLES
Cruzamos sobrevolando aquella meseta desnuda, algunos
golpes de viento agitaron el cuerpo sólido del "aerospeeder", subí
la potencia para evitar que me empujaran hacia abajo. Volamos a
baja altura, los hitos se encontraban a dos kilómetros de distancia
siguiendo la cause del río. Vi el reflejo del gran lago, como una
alucinación lejana, la nieve que resbalaba hacia sus orillas,
lentamente, desencantándose del tímido calor primaveral. La
primavera es un mito, me decía mi abuela. Cuando los primeros
concebidos tuvieron desarrollos satisfactorios, la población sintió
esperanza, comenzaron a pregonar oraciones, acudieron a los
templos, colgaron telas de colores en sus pórticos. "Llega la
primavera", decían los más viejos, los que eran producto de las
incubaciones, los hijos del hombre ahora se transformarían en
hijos de la tierra.
Teníamos que usar nuestros recursos para ampliar nuestros
yacimientos de energía, algunos pozos de gas se encontraron en
las fronteras, otros aún se exploraban dentro del territorio
permitido, pero las raciones eran abundantes, los invernaderos se
llenaban de frutos, aún pequeños, pero los vegetales crecían.
Cuando nuestras señales magnéticas captaron movimiento en los
hitos, creímos que las colonias occidentales hacían exploraciones

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no autorizadas. Enviaron a sus exploradores más dotados,
nuestras aeronaves tenían armamento convencional, no aprobado
por las antiguas comisiones, pero a estas alturas a nadie le
importaba, esas comisiones no daban señal de vida, así como las
lejanas ciudades del Oeste.
Sobrevolamos las ruinas del Gran Anciano, inermes piedras
desgastadas por los vientos invernales, desde las cien heladas
que los monolitos no cedieron al empuje de las tormentas. Las
leyendas dicen que había sido la base de una civilización que
venía del espacio. Tengo mis dudas. El espacio es un lugar hostil,
las transmisiones del eje cesaron cuando los últimos exploradores
murieron de hambre, fue espantoso, porque en los canales de
video aún flotan sus cuerpos desechos, como momias
congeladas.
Sentía frío, era normal a esa hora y con la presión de la
cabina.
-Xymi Kay, ya estamos por concluir el turno. Ninguna señal
de movimiento en los hitos- me dijo Lutani, el otro aerospeeder se
deslizó como una criatura de agua, y la escasa luz solar reflejo su
hermosa silueta azabache. Sonreí. Cruzaron a velocidad
vertiginosa, apenas me volqué para distinguir a tres objetos que
giraban en loop ascendiendo a mucha más velocidad que
nosotros.
-¡Viste eso, carajo!- grité.
-Si- respondió Lutani, -son "tripulantes". Creo que tienen
cargas sísmicas para exploración. Apenas pude ver su fuselaje.
Los tripulantes tenían instrucciones en códigos, no
respondían a contactos externos, si se consideraba fríamente lo
que implicaba mandar un tripulante a un territorio neutral, podía
afectarse algunos intereses comerciales, en este caso, era una
invasión a los nuestros.
-No creo que sean vecinos, ellos no tienen ese tipo de
maquinas- comenté.

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-Sean o no, están explorando nuestros campos de cultivo y
los yacimientos de gas- dijo Lutani. -Debemos enviarles una
advertencia.
-Dispara cuando puedas.
Doblamos siguiendo su trayectoria. Los tripulantes eran
terminales sin piloto, a veces sus instrucciones se enviaban tres
días antes, desde un Coordinador en tierra, conectado al
MULTIVERSE, desde un ordenador Leviathan, de fabricación
subterránea. Los Leviathan no eran ordenadores sencillos,
requerían de Conciencia Plena, programación de frecuencias y
calculadores muy hábiles. Los calculadores podían estar entre
nosotros, pero dentro el MULTIVERSE eran individuos diferentes,
con otros intereses. Algunos de ellos podían trabajar para las
organizaciones del MULTIVERSE, que pagaban con Adicionales
para Conciencias Plenas, los programadores fanáticos hacían
cualquier cosa para obtener algún Adicional.
Alcancé a un tripulante, y disparé cuarenta cargas de
aluminio con nanocélulas, que esparcidas en el aire alcanzaron su
objetivo, cuando emprendía su veloz huida. Era tan veloz que
desaparecieron en dos segundos, incluso de mi localizador
atmosférico.
-Alcancé a uno- le dije a Lutani.
-Seguro... pero su información ya fue recibida por el
Leviathan, su Coordinador ya debió procesarla y ahora ya le
vendió a algún Negrero del MULTIVERSE.
-Lo sé.
-Esperemos resultados de los "duendes". Volvamos a la
ciudad.
Regresamos por el curso de las montañas nevadas, oscurecía en
el hemisferio. Llegaría en una hora a prestar reporte. Después, a
bucear en el MULTIVERSE, escaneando los duendes en millones
de píxeles perdidos en criptogramas invisibles. Quizás toda la
noche, o dieciocho horas. Al salir, una jeringa de Amapola para
pasar el dolor de cabeza. Carajo...

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En el cielo las cosas son claras, me siento libre. Aunque
dentro del MULTIVERSE puedo volar, no es la misma sensación
que ahonda mi alma, llenándola de un sentimiento supremo, lleno
de ilusión, como en el aerospeeder.
Nada sustituye el vértigo y el ensueño.
Los cielos imposibles no son parte de mi vida.
Llegamos a Ciudad Pacífica cuando empezaba a llover, y las
chimeneas de la planta energética nos recibían con sendas
explosiones, iluminando la tormenta.

JUEGO DE NIÑOS
Los golpes eran menos importantes, después de tres
palizas, la mirada cambia, el dolor es indiferente, los huesos no
crujen, los pasos son firmes y no hay desafío imposible; la muerte
sonríe, algunos pueden prestarse su manto, desnudarla. Ese era
el propósito.
Tenía doce años, un par de implantes neurales con almacén
de memoria adicional para ingresar al MULTIVERSE, su padre, un
Operador de la Generadora de Energía C.A.S.S, podía costearle
algunos caprichos, a cambio de su tolerancia, pues estaba fuera
de casa seis días de la semana.
Vivía en los horizontales protegidos, lejos de los arrabales
con régimen de control. Aunque la ciudad no era muy grande, las
opciones eran varias cuando se gozaba de una plena
independencia. La ley discriminaba de los servicios con acceso
ilimitado y los con régimen de control, suponía una economía débil
o riesgo en la información. Los arrabales eran mercados negros,
donde los informales se refugiaban, intercambiando en los
subterráneos accesos a líneas de dotación externa, por las cuales
debía pagarse precios muy altos. Aquellos arrabales estaban bajo
tierra, había poca luz, hacía frío y eran peligrosos por las pandillas
y los mafiosos que controlaban la industria pirata de simuladores
para el MULTIVERSE. Para un adolescente de ciudad Pacífica,

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ansioso por conocimiento, eran más atractivos que los edificios
herméticos en los cuales habitaban los dependientes de las
generadoras de energía.
Para Kasiel, en aquellos barrios había nacido al mundo real,
recibido su primera paliza, su primer tatuaje, su quemadura tribal,
su tótem implantado, su Adicional pirateado para poder ingresar
en los paralelos del MULTIVERSE, donde era prohibido si el
Coordinador tenía menos de cuarenta años. En los arrabales hizo
el amor por primera vez. Sintió un terror absoluto cuando le quitó
el calzón a su pareja de once años, cuando la sangre de su
vagina le manchó sus muslos, cuando eyaculó dentro de ella, otro
cuerpo humano. En los arrabales se bautizó como hombre,
alistándose en las filas de "Ultraspang", los seriales negreros de la
MULTIVERSE, traficantes, homicidas, proxenetas, donde el mayor
de todos tenía dieciocho años, y su líder, un brillante programador
con el IQ más alto del hemisferio, su especialidad era romper
conexiones en Conciencia Plena, dejando algunos Coordinadores
con muerte cerebral, de esa manera robar su información, cifrarla,
cuadricularla en el MULTIVERSE, y venderla en cientos de partes.
Su tótem, una estrella pentaculada, implicaba formar parte
de Ultraspang, era un distintivo, un localizador y una póliza de
seguro contra la policía, pues su implante tenía un par de
bacterias que fundirían el cerebro en caso de convertirse en
Judas. Un brazo mecánico lo injertaba con una aguja de diez
centímetros, penetrando el cráneo, debajo de la corteza, rozando
la superficie del cerebro.
Era una amenaza aterradora, pues si algún negrero fichaba
con él, podía fundirle el cerebro sin motivo, aunque por esa misma
razón se sentía poderoso, altanero y desafiante contra los demás.
Después de las exasperantes experiencias en los paralelos
del MULTIVERSE, pesadillas asombrosas, en las cuales
eyaculaba dieciocho veces mientras yacía conectado a los
Adicionales, su personalidad no se adecuaba a los muchachos de

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su edad, quienes aún surfeaban en los Océanos de información
restringida en los campos educativos.
Esperaba en la estación del Gusano, un tren subterráneo
impulsado por ondas geotérmicas. Tenía las pupilas dilatadas,
respiraba agitado, temblaba, no podía apretar los puños por los
nervios. Su ordenador personal parpadeaba con señales de stand
by, pues hacía tres horas había salido del paralelo con un
Adicional nuevo en la memoria. Iba a buscar al negrero que se lo
dio, un muchacho de su edad, experto en algoritmos que había
conseguido dos piezas para instalar el Adicional en terminales
Ultraspang, derivados del ordenador Salomón, que eran las
unidades distribuidas entre los miembros de la pandilla. Aquel
programa tenía dos reservas, una, no era ni siquiera un prototipo
porque había sido desechado en el sistema de reciclaje por su
alta peligrosidad, dos, contenía registros de paralelos no
patentados por las organizaciones. Si los descifraba podía ganar
muchos dividendos, pero para hacerlo debía ejecutarlos en su
Conciencia Plena.
El Gusano se detuvo exhalando un viento tibio, las
compuertas se abrieron y entró tambaleándose. Las imágenes se
repetían en su mente.
Sollozó asustado. Nadie podría explicarle con seguridad qué
era lo que había visto en ese programa. Era un inmenso corredor,
un cielo gris, contenido por una jaula de cristal. Tan inmenso que
su humanidad era parte de las partículas de la superficie. De
pronto, una masa cuya negra forma se distorsionaba
horriblemente, chocaba contra la jaula de cristal, rajando sus
bordes. Un ojo se formó, observando al extraño, la cosa furiosa
arremetía contra todo, rugiendo en frecuencias imposibles. Sangró
de los ojos y de los oídos y se desconectó del MULTIVERSE.
Pronto llegaría a los arrabales, buscaría al proveedor para
identificar la fuente de tal sistema de seguridad, algo muy
poderoso despertaba dentro de las conciencias Plenas.

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Cuando llegó a la estación del arrabal, se percató que eran
las tres de la mañana. A esa hora, los mercados revelaban ocultas
posibilidades, y los oscuros vendedores ajustaban sus armas
debajo de sus ropas cuando alguien se acercaba. Corrió entre
ellos, ignorando su iracunda sorpresa, uno de ellos le apuntó con
su rielgun, pero no pudo disparar porque su scanner tuvo lecturas
del tótem. Salió del mercado para ingresar en el túnel de
escaleras, bajó y subió tres kilómetros antes de encontrar el
pasillo donde vivía su proveedor. Golpeó la puerta con el hombro
e ingresó al cubículo del negrero Ultraspang que le proveía de
novedades ilegales.
-¡Ayúdame, hijo de puta!- gritó.
Una luz azul emergía de una estrella pentagamada pegada
al techo, iluminaba el cuerpo despedazado del muchacho, sus
brazos y piernas no estaban, sus tripas regaban todo el piso, su
cabeza en pedazos esparcida contra la terminal ultraspang, que
parpadeaba tal como la de Kasiel, era un vago recuerdo de un
rostro humano. Entonces, comprendió el propósito de aquel juego.
No era más un niño.

EL MARTIR DE LOS ORIGENES


El programa no tenía forma aparente. Era imposible cifrarlo,
rastrearlo, era incoherente, porque nunca fue oficialmente
reconocido, pero siempre existió en el MULTIVERSE.
¿Quién controlaba al programa?
Nadie.
La luz fue puesta en el primer sistema cuando el caos y la
oscuridad hicieron contacto, el poder emergente del principio fue
cediendo en intensidad, el calor tardaría en apagarse, para dar
lugar a una huella de estrellas, un camino sin memorias, nacidos
de las profundidades de la nada. Han sido los Arcanos Mayores,
los Ilusionistas, quienes se han apoderado de la luz primera, han
repartido los secretos en unidades incalculables.

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Los primeros emperadores ungieron a los bautizados con el
conocimiento, lo hicieron con los signos, y marcaron sus templos
para que no los destruyeran. Sin embargo, los conocimientos,
fueron escondidos por los Arcanos, desapareciendo en múltiples
planos del espacio, desde el principio hasta el fin.
La ilusión fue descubierta por los juglares. Alquimistas de
números, calculadores, hechiceros, brujas, matemáticos, razas
andróginas, antiguos sacerdotes, todos develaron el curso de los
misteriosos. Muy pocos se atrevieron a sellar los signos, el
descontrol fue total, varias criaturas desaparecieron trastornadas
por la estampida de revelaciones. Algunas civilizaciones
encontraron su despojo en la destrucción, la verdad no era libre, la
verdad no era para todos. Los últimos revelados encerraron sus
escrituras en bóvedas profundas, custodiadas por vórtices y
monstruos, así los misterios desvanecieron en lugares que los
universos se encargaron de extraviar. Pero, la cárcel, el encierro,
la mazmorra, no eran sitios seguros en la eternidad de la creación,
los vórtices podían desvincularse, los monstruos eran dioses
muertos, la siguiente generación de Arcanos, hijos de los hijos,
menores y no tan poderosos, tenían intereses en los signos, en
los sellos.
Iniciaron sus rituales, grabaron las piedras místicas con los
signos de sus padres, el fuego de las estrellas fue desparramado
en la cumbre de las galaxias, como simiente.
De los restos, inseminados en la gloria de la luz primera,
despertó el vigilante, cuya tumba se encontraba en los núcleos de
la primera tierra.
El mártir gritó por eones, rasgó los muros del encierro y de
sus heridas sangrantes nacieron sus apóstoles, cuyas formas
maduraron como sueños de los monstruos custodios, dioses
muertos desde el origen.
Pero el llanto, así como todos los ciclos, llegaría a terminar.
Los signos terminan por agruparse.
¿Quién controla el programa?

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Nadie...

SUEÑOS PATENTADOS
Era inusual pensar en el control total del sistema, sin la
intervención de los Coordinadores y Vigilantes. Las generadoras
de energía tienen complejos sistemas de control, muy avanzados
en inteligencia digital, pero no son operativos sin la mente
humana, cuya subjetividad universal es un requisito para trabajar
en la red de seguridad y mantenimiento de los generadores. El
cerebro humano, dotaba de intuición al programa rector para
deliberar sobre problemas utilitarios que implicaban operaciones
eventuales y no tan costosas, los Coordinadores tenían que
ajustar los programas contra irregularidades o contingentes fuera
de los rendimientos previstos en los manuales de la organización,
su trabajo consistía en auditar la ejecución del programa principal.
Los Vigilantes tenían un trabajo delicado. Intermediaban entre el
monitoreo de los generadores en las plantas, de las variaciones
que registraba el MULTIVERSE en cuadros de impulsos
electromagnéticos cerebrales, de las inyecciones diarias de
energía demandada por los usuarios en interacción. El universo
de usuarios que permitía la existencia del MULTIVERSE y de sus
incalculables anexos. Por tanto, el vigilante cumplía un rol de
protector indirecto, tanto a las fuentes de energía, como a los
seres humanos, vulnerables dentro del MULTIVERSE.
No era posible para un Vigilante, tener acceso al
MULTIVERSE como un usuario común y corriente.
En medio de la tormenta, el Vigilante sintió la presencia de
un elemento ajeno a las lecturas cotidianas, los dermotáctiles que
tenía en la columna, la nuca y las pupilas, registraban variaciones
infinitesimales, su sensibilidad tenía relación con la misma
cobertura de la distribución de la red energética. Si los usuarios de
ciudad Del Fuego, a ocho mil kilómetros de distancia sufrían un
corto circuito, fundiéndose un nanofusible en una terminal de las

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protorepetidoras, servers del MULTIVERSE, el vigilante lo sentía,
debiendo programar una orden de mantenimiento para que las
fluctuaciones no permitan programadores ilegítimos en las arterias
del sistema, o el ingreso de contaminantes innominados en los
tratados de nomenclatura. A ellos les temía el Vigilante, porque se
trataba de seres concientes, agresivos, muy peligrosos, amorfos,
invisibles, cuya fuente de existencia era el MULTIVERSE y toda
conciencia que confluye en los diferentes niveles de espacio
usado por los programadores y coordinadores del mundo humano.
Les teme porque son entidades que se albergan en las
profundidades de lo no manifestado, una consecuencia inevitable
de acceder al sistema usando conciencia plena, comprometiendo
el alma más que los sentidos.
Los Vigilantes son seres patentados por las compañías
generadoras. Su ambivalente utilidad les otorgaba una
importancia anormal, por cuyos intereses las compañías
accedieron al Comité de Genética de las Naciones para regular la
contratación de prototipos especiales que no fueran susceptibles
de manipulación conciente, no eran corruptos, no tenían
complejos, no eran parte de la sociedad. Así los vigilantes eran
neutrales en todo sentido, humanos, pero eficientes como un
ordenador. La diferencia con un implante neural, era la absoluta
incapacidad del vigilante para utilizar su libre albedrío. Toda su
formación, educación y conocimiento se lo realizaba en una
instalación virtual, donde el ser desarrollaba biológicamente,
mientras cargaban sus conocimientos a través de software dentro
del MULTIVERSE. Los vigilantes no tenían madre, ni
ascendencia. Sus impulsos tenían limitaciones, el sexo, el deseo,
el ansia. Sus mentes insólitas no requerían más información que
la proporcionada por su trabajo. En teoría, eran funcionarios
eficaces, imperturbables, dedicados a su trabajo por completo,
ermitaños, despojados de toda propiedad o influencia del
comercio. Las patentes costaron mucho del patrimonio de las
compañías, pero la inversión fue recuperada en un par años.

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Entonces los directivos y coordinadores se olvidaron de los
vigilantes, los dejaron trabajando en sus cubículos apartados en
las torres de la corporación, silenciosos, indiferentes.
El MULTIVERSE tenía algunas regiones donde los usuales
derivados no permitían el transporte, no eran zonas prohibidas,
sino eran conductos poco atractivos, o interfases olvidadas que
tenían directa relación con el principio del sistema, sus albores en
la totalidad, el cementerio de los fósiles tecnológicos. En una zona
derivada, la cual había sido abandonada cien años antes,
apareció el primer sueño. Y el sueño fue claro, un momento
inquietante, lejano, imperceptible para un cuerpo sin derecho al
placer, pero el dolor era presente, inequívoco. En su sueño, veía a
una mujer, levitando sobre él, quién tenía un cuerpo distinto,
brazos largos y esbeltos, cabello castaño, un cuerpo expuesto al
tibio abrazo del sol, desnuda.
Sintió la calidez de un beso, en su rostro, labios, pies,
genitales. La mujer gemía mientras permanecía unida a su
cuerpo, mediante la penetración sexual. Gritó, en la amplitud de
ese lugar tan hermoso, el aire puro, el olor de ella. Su confusión
fue aterradora, porque al despertar aquel desconocido escozor en
el vientre se mantuvo.
Suspiró, se escuchó distinto a sí mismo, un lamento real,
pues en su corazón, tan frío como una maquina, los latidos tenían
dolor.
Sintió un agotamiento insoportable, el tedio invadió sus
pensamientos simples. No quería sentarse en el sillón negro, ni
conectarse todos los dermotáctiles, ni ponerse las gafas de
centinela. Decidió esperar la salida del sol, tratando de recordar el
perfume de los senos de la muchacha, el sabor de sus pezones y
la calentura entre sus piernas.
Hubo de cuestionarse, si era posible despertar de un letargo
natural, levantarse como un nuevo ser, nacer diez veces más,
todos los días conocer, aprender. Antes no le habría importado
pensar en su edad. Tenía cinco años. Su cuerpo era fuerte, no

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tenía movimientos torpes, coordinaba y calculaba con rapidez, sus
ojos tenían un brillo esmeralda, ausentes ante su propio reflejo, su
rostro era incoloro, sus labios oscuros; se tocó con los dedos sus
mejillas tersas, lechosas, infantiles, sus dedos tenían la
experiencia de manejar el teclado, de comandar el esquema de
entornos en su ordenador, pero nunca había tocado a ningún ser
humano.
El vacío fue atormentador en las horas que siguieron al
despertar. Sus manos, empapadas de sudor, no podían paliar el
desespero creciente del bajo vientre.
Se descubrió los genitales, para tocarlos por primera vez,
pues sus recaudos excretores se ocupaban de las necesidades
diarias, sin necesidad de molestarlo. Se quitó los capuchones que
cubrían su pene, cuya dimensión era mayor a la que recordaba. Al
sentir la sobriedad de su piel, un escalofrío causó una sensación
parecida al dermotáctil. La sangre invadió el miembro, el color del
mismo fue variando hasta el rojo oscuro, y ereccionó, expulsando
un chorro de ámbar distinto a su orina.
El desgarrante retorcijón que lo postró en el suelo, fue un
viaje de mil años dentro del universo.
La imagen de la mujer siguió presente en su mente,
mientras, él seguía acostado en el piso, con la cintura desnuda.
En su ordenador, una pantalla negra se manifestó en el lector,
discordante con el menú usual, sin colores ni parpadeos. El
Vigilante se incorporó tratando de regresar a su habitual trabajo,
pero su ordenador no respondió a sus instrucciones.
La imagen del vacío quedó inmóvil ante sí, ya no podía
razonar como un vigilante, algo en sus nuevas inquietudes le
habría de revelar el nuevo nacimiento.
Entonces, desprovisto de todo sentido de responsabilidad,
ingresó un código para integrarse al MULTIVERSE.
Era el amanecer de un día cualquiera, cuando el sistema
dejó ingresar el primer innominado en el área libre, el sueño del
Vigilante tomaba forma.

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GANIMEDES
Al anochecer, Xymi, despertaba de su descanso en el
aislador sensorial. Una urna amplia y hermética, color azul, en
forma oval, donde se sometía a un tratamiento de reconstrucción
celular, quedando dormida hasta tres días según su programa,
inclusive podría hacerlo conectada al MULTIVERSE. Después de
sus asignaciones era un regalo merecido. En este caso, no era un
regalo, porque no fue posible encontrar al ladrón que hizo
exploraciones no autorizadas en el campo libre. Los tripulantes se
desvanecieron en el aire, con una hábil estrategia los habían
destruido en el transcurso de la huida. Muy poco de ellos se pudo
recuperar. Las lecturas de las células disparadas a los tripulantes,
se esparcieron por el MULTIVERSE, pues los coordinadores
piratas se encargaron de destrozar todo vestigio, huella, indicio,
que pudiera existir en los reductos numéricos. El comité de
seguridad fue injusto al sancionarla con dos días impagos por la
negligencia, era imposible perder rastros en el MULTIVERSE.
Además ese era su trabajo. No era policía, porque no eran
necesarios en ciudad Pacífica o en el mundo, en el MULTIVERSE
la seguridad era un factor de cálculo, por tanto, descifrar o
anticipar movimientos ilegales en el sistema, era un abanico de
probabilidades que siempre encontraban un punto en común, de
esa manera, era posible rastrear a los usuarios que cometían
delitos con productos del MULTIVERSE, en el mundo real. Para
ello, la corporación había contratado a ingenieros en física
quántica, matemáticas, probabilidades y cálculo avanzado, para
constituirse en el cuerpo de seguridad del sistema, y además de
las instalaciones de ciudad Pacífica y la generadora de energía.
Tenían dotaciones completas de vehículos, terrestres, aéreos,
submarinos; tecnología, recursos técnicos, insumos, subsidios y
suculentos bonos por metas cumplidas. Vivían en secciones
aisladas, privilegiadas, acudían a un régimen libre dentro del
MULTIVERSE, podían explorar todo cuanto era posible. Para ello

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contarían con terminales "Saturno", cuyas patentes reservadas les
aumentaba el precio hasta el espacio. La compañía puso
Saturnos en las casas de todos los ingenieros, para que realizaran
su trabajo sin supervisión, sin presión o instrucciones. Funcionaba
muy bien, porque su genialidad era comparable con la alta
seguridad de las instalaciones y la garantía de mantenerla.
Para Xymi, el reto fue mayor, pues al graduarse con una
maestría en matemáticas, entrenar físicamente resultaba un
incordio, mucho más, capacitarse con instrucción de vuelo,
submarinos, sobrevivencia militar. Ella había sido una niña
superdotada. A los seis años, fue desplazada del programa
regular educativo, para los niveles de instrucción clasificados,
donde diez alumnos de todo el hemisferio serían capacitados por
los más grandes maestros, en simuladores del MULTIVERSE.
Llegó a la pubertad con una carrera vencida en análisis de
ecuaciones, perdió la virginidad con una compañera de la
academia, fue penetrada por primera vez por uno de sus tutores
veinte años mayor, ingresó en zonas reservadas del
MULTIVERSE a los trece años y experimentó orgasmos
ininterrumpidos por treinta minutos, perfeccionó la fórmula para
programar aceleradores de protones en los conductores nucleares
a los quince. Consiguió su primer trabajo a los diecisiete, en la
compañía subsidiaria de la generadora, la Reciclaje de
Saneamiento, donde direccionó el principal reactor-limpiador,
elevando su productividad en 300%. El directorio de la compañía,
recomendó a los ejecutivos que elementos valiosos como Xymi,
tuvieran promociones y capacitaciones constantes, premios que la
obligaran a quedarse como patrimonio fijo. De esa manera, los
ejecutivos lanzaron el Proyecto Seguridad, donde sus mejores
ingenieros tomaron las riendas de la muralla custodia de los
mecanismos internos de la base de datos de la compañía. El
MULTIVERSE era un sitio tan amplio, que la compañía debía
estar dentro de él, expuesta al revoltoso caos de información,
cruzando de un sitio a otro, desbaratando la lógica de lo

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comprensible, creando confusión. El trabajo era complicado, se
valieron de ordenadores avanzados, controladores prototipos,
programas de conciencia plena con safe exit, la intención era
impedir que usuarios no autorizados puedan intervenir la base de
datos de la compañía, robar información, reciclar y adulterar
productos para el MULTIVERSE, hurtar cotizaciones para el
mercado de valores, adueñarse de registros pendientes o falsificar
patentes.
Xymi caminó desnuda hasta la consola Saturno, un artificio
que parecía un cubo rojo frente a un sillón negro. Una pantalla
virtual aparecería frente a ella, al ponerse un par de gafas
redondas, por encima de la cabeza. En la imagen, un paisaje muy
realista de un grupo de montañas nevadas frente a un crepuscular
valle verde, con algunos álamos repartidos, visualizaría el punto
de inicio, antes de ingresar en el MULTIVERSE. Desde aquel
paisaje, Xymi estudiaría las instrucciones y comandos que
conducirían su viaje a través del MULTIVERSE.
Habían millones de posibilidades, pero en los números las
posibilidades siempre llevaban a resultados, por tanto, en algún
lugar podría guardarse la información robada por los tripulantes.
Ingresó en el MULTIVERSE, cuando su cuerpo perdió esa
sensibilidad tan propia de la realidad física, la caída era la primera
fase del sistema, y se sentía mucho más con los actualizados
programas de conciencia plena.
Dentro del MULTIVERSE, no había tres dimensiones, ni
arriba, ni abajo, todo se suponía que eran conductos a los
programas e información de los usuarios, incluso al banco de
memoria. Lo que debía hacerse, una vez adentro, era viajar por
los agujeros, pasando de una dirección a otra, intercambiando con
otros usuarios o usando conductos irregulares, pasadizos o cajas
fuertes, que eran atajos que solo conocían los programadores y
calculistas muy experimentados, para ello, la mente debía barajar
con cálculos muy precisos para no perder el rastro en el laberinto
de cifras. Los trucos eran posibles una vez que el MULTIVERSE

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era una herramienta de trabajo en lugar de un parque de
diversiones.
Eran las dos de la madrugada. El tiempo no existía dentro
del MULTIVERSE, y Xymi seguía conectada, mientras su cuerpo
sufría leves convulsiones por el trabajo cerebral. Afuera, una lluvia
violenta azotaba las ventanas de los departamentos, algunos
rayos resplandecían el silencio de ciudad Pacífica, así mismo, los
relámpagos azules iluminaban por las ventanas, los pechos
turgentes y la vagina carnosa, expuestos en la seguridad de ese
refugio. Una sombra se deslizó desde la ventana, materializada en
un brazo con dedos puntiagudos, las garras se arrastraron entre
las tinieblas, hasta tocar los muslos de la muchacha.
Dentro del MULTIVERSE, ella no sintió nada, su mente
perseguía un rastro de diminutos puntos azules, rastros de las
migas dejadas por los duendes nanomecánicos. Ingresó en un
tubo de mantenimiento alternativo, siguió hasta enlazarse con una
estación abandonada por programadores de un observatorio
radiotelescópico en la luna Ganímedes, nombrado de igual
manera. Antes del ingreso, vio un signo levitando en la zona de
ingreso. Era una figura, un árbol adornado con hermosos
grabados antiguos, un emblema, una pista, una clave.
Dedujo que era importante, y guardó el distintivo en su
memoria personal, luego lo descifraría. Ingresó en el sitio, para
descubrir los restos del observatorio. Eran dos programas, un
conductor y un refuerzo. Ambos funcionaban, registraban datos,
almacenaban cientos de horas de filmaciones y grabaciones del
espacio lejano, un zumbido lejano, profundo e inquietante, era el
sonido del universo, un ronco clamor desde la garganta del
mismísimo Dios.
Confundida, levitó alrededor del lugar, una estación que en
el MULTIVERSE era una conexión física con Ganímedes, la
sensación de estar físicamente en Júpiter, era aterradora, la
sombra del planeta avanzó como un coloso, todo su cuerpo fue
estremecido.

17
-¿Cuál es el propósito de esta visita?- preguntó el programa
conductor.
-Busco los rastros de una información robada- dijo Xymi.
-Aquí no hay nada robado. Nosotros cumplimos las tareas,
hace mucho que no tenemos visitantes- dijo el conductor.
-Mis duendes me condujeron hasta aquí.
-No tiene sentido... Nosotros no hemos recibido a nadie
desde hace siete años, tres meses, cuatro días, trece horas, dos
minutos.
-¿Por qué se construyó esta Estación?- preguntó ella.
-Búsqueda.
-¿Búsqueda de qué?- insistió.
-Investigación y búsqueda de cualquier señal o posibilidad
de la existencia física de Dios.
-¡¿Cómo!?- gritó, Xymi. -¡Qué clase de locura es esa!
-Para ello se ha destinado esta infraestructura. Seguiremos
trabajando aunque en origen desaparezca el sistema de soporte.
-O sea, si desaparece el MULTIVERSE, ustedes seguirán
trabajando.
-Así es.
Las pistas eran obvias.
-¿Pueden proporcionarme algo de información, sobre sus
perfiles y memoria?- preguntó ella.
-Podemos ayudarte con perfiles autorizados, pero la
memoria no tenemos porqué dártela.
Ella se acercó al panel de registro, donde todas las bitácoras
tenían sus accesos. El panel era oscuro y pequeños íconos
marcaban sus contenidos. El Saturno podía conectarse con los
distintos metareguladores. Cuando lo hizo, el programa de
refuerzo lanzó una advertencia: es posible que todo lo que
pretendes conocer, aún no exista.
De igual manera, almacenó una buena cantidad de
información, mientras contemplaba los helados desiertos de

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Ganímedes. La seguridad no fue violada en la estación y Xymi se
despidió de los programas agradeciendo su cordialidad.
Luego, regresó por donde las migas de los duendes
señalaban una bifurcación.
Sintió una punzada interna, como un dolor en el cuerpo que
no podía percibir dentro del MULTIVERSE. Decidió marcar el
cuadrante para volver en unos segundos. Abrió los ojos, y sintió
un extraño aroma en el aire, un vestigio de un perfume crudo,
como cáscaras de cítricos. El viento soplaba y una corriente
helada ingresaba por algún lugar.
Se incorporó, pero al mover las piernas sintió una punzada
interna, muy dolorosa. Las luces del departamento se
encendieron. Se vio las piernas, un hilo de sangre brotaba de su
vagina y descendía por el muslo derecho hasta el tobillo. Su seno
izquierdo tenía un hematoma circular, era una mancha gris por
encima de su pezón, le dolió cuando movió los brazos.
Asustada corrió en dirección de la puerta. Comprobó que
estaba cerrada herméticamente, su historial intacto. Buscó el
origen de la corriente de aire y era una pequeña ventana del baño,
por donde los restos de la lluvia se infiltraban. La cerró.
Revisó todos los rincones de su mediano departamento, allí
nadie podría esconderse, era imposible entrar o salir
desapercibido.
Volvió la vista al proyector de su ordenador, la imagen del
árbol levitaba, junto a los otros datos recogidos por el Saturno.
Tenía que decodificarlos.
Aterrada, tomó un baño, y luego se examinó en la urna de
aislamiento, aparte del hematoma en el pecho no habían lesiones.
La vagina sangró por una violenta penetración, absurda
conclusión, pues en su casa nadie podía entrar sin autorización
legal, menos un intruso, porque se encontraba a ochocientos
metros de la superficie.
Decidió hacer un informe clasificado. Lo redactó y guardó en
su bitácora.

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Cuando terminó, le dolía la mandíbula, pues apretaba los
dientes con furia.
Izó los puños pensionando su pecho.
No era posible.
Después de llorar una hora, se vistió con el traje de faena y
volvió al MULTIVERSE. Debía trabajar en sus pistas para saber
qué carajo le había sucedido mientras estaba en Ganímedes.

LA BESTIA
La bestia era un símbolo, porque el Apocalipsis nunca
ocurrió. Los designios bíblicos se interpretaron como
comparaciones con los desastres ocasionados por el hombre. La
bestia era un individuo, un intelectual, un líder, un político, un
terrorista. La bestia podría ser mujer, hombre, niño, anciano. Para
definir de una u otra forma, el resultado iba a ser el mismo,
destrucción, caos, desorden, y de por medio, un ser humano.
El Sol Negro, era el nombre del líder de Ultraspang.
Un muchacho de dieciséis años, bajo de estatura, cuerpo
fuerte, esbelto, curtido por cicatrices y heridas viejas, abusos
infantiles y hambre. El rostro reconstruido por implantes, la nariz
recta, la boca en rictus de agresión. Los que lo conocían, le tenían
más miedo que respeto. Su misma genialidad lo tenía perturbado.
Era brillante, su conocimiento y deducción aportaban nuevas
luces a las teorías tradicionales, y como sabía que podía
cambiarlas, prefirió tomar el camino indirecto de la ilegalidad, pues
su causa no era noble. Él era la bestia, El Sol Negro, un nacido
con la maldición que motivó la existencia de Ultraspang, un
sentimiento que vino con él desde su concepción, pues a su
madre la violaron y el producto de aquella humillación fue él.
-He venido a ver a Sol Negro- dijo el asustado Kasiel, parado
frente a una enorme puerta de desgastado metal oxidado, en la
antesala de una fábrica abandonada, dentro de los arrabales.
Desde ese lugar no se veían las luces de la ciudad. Tenía varios

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pasillos que eran soportes elevados con viejos tubos metálicos,
por debajo la corriente de un desagüe avanzaba en calma, el
fondo era imperceptible.
-Sol Negro no existe- dijo una voz detrás de la puerta.
-Mira esto, cabrón- gritó Kasiel, acercando su cráneo al
escaner laser, escondido debajo del polvo.
La puerta se abrió, dejando salir un aire frío, con olor a sarro.
Kasiel ingresó aún con las manchas de sangre en sus manos,
temblaba. Un brazo se apoderó de su cuello.
-¡No vuelvas a insultarme nunca más, piojo!- le dijo el
guardia, un adolescente de mayor tamaño, con un aliento a
muerte. Lo empujó contra la pared, izando el brazo para repartir
puñetes. Kasiel lo golpeó con un pedazo de fierro que llevaba en
las manos. Fue un seco porrazo. De la cabeza del oponente brotó
sangre negra y este cayó sin poder controlar sus movimientos.
-¡La proxima vez, te mataré!- le gritó Kasiel, sus manos
asían el fierro, como un estigma del horror vivido las últimas
horas. Siguió su camino, firme y enfurecido, ignorando a las
muchachas que se escondieron de él, y los otros esbirros de
Ultraspang que le abrieron paso. El pequeño Kasiel, no tenía una
mirada de niño, su terminal Leviathan parpadeaba desde la
consola pegada a la muñeca, los destellos advertían peligro.
Subió por un extraño conducto en forma de tubo, cuyas paredes
tenían quemaduras recientes. Se encontró con un ambiente
espacioso, que se situaba en la parte superior de un galpón
industrial. Ingresó por la puerta, custodiada por dos hermosas
mujeres, quienes no le dijeron una palabra. Era una oficina, o por
lo menos, aparentaba serlo. A la izquierda, dos terminales
Leviathan server, aguardaban silenciosas que las iniciaran. Frente
a él, una consola SkyShelter para programas de arquitectura
tetradimensional, ensamblada en el Ártico por los desarrollados
Eurocaucásicos. Al costado, un simulador de memoria para el
Leviathan, que lo convertía en un semidios para programación de

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secuencias en conciencia plena. Todos los equipos estaban
apagados.
-Supongo ya sabes porque me tuve que desconectar- dijo
una voz, ronca e inquietante. Kasiel la reconoció.
-Sol Negro...
-Esta madrugada me sorprendió la gran expectativa. Eran
muchos los usuarios que llevaron sus conciencias a los
observatorios. El espacio tenía una interrogante- dijo Sol Negro,
descubriéndose con una túnica negra, la cabeza al rape, los ojos
enmarcados en implantes púrpura, fuera de las cavidades
naturales, una adaptación para trabajar en el MULTIVERSE. Una
conexión adicional a la memoria cerebral, a través de un microchip
vinculado a la terminal Leviathan, marca Trogloth, de los
Eurocaucásicos. Nadie explicaría de dónde Sol Negro tenía los
ingresos para solventar semejante equipo.
-Entonces, vi la respuesta en esa señal tan interesante que
tomó forma en el MULTIVERSE a las tres de la mañana. Un
despertar...
-He venido, porque el programa que me pasaron tenía unas
llaves... -sollozó, no pudo soportarlo. -Creo que al usarlas, causé
este problema.
-Supe de la muerte de uno de mis negreros, Ratoso, un
chico valiente. ¿Lo viste?- Sol Negro se acercó a él.
-Lo vi- respondió Kasiel, nervioso por la proximidad de Sol
Negro.
-A qué vienes, hermano... ¿Buscas protección?- dijo él.
-Tu negrero tenía la cabeza hecha pedazos. Su cuerpo...
también estaba en pequeñas piezas. Todo lo reventaron.
-¡No sé quienes lo hicieron!- respondió Sol Negro. -La
organización tiene muchos enemigos, pero ninguno se atreve a
ingresar en nuestra zona y atacar a nuestros afiliados.
-Temo ser el siguiente- dijo Kasiel.
-Debes alejarte del MULTIVERSE- susurró Sol Negro, sus
ojos implantados no pudieron disimular el miedo que también

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sentía. -Algo diferente se ha manifestado en la dimensión digital y
en la nuestra. Un poder superior, inexplicable. Me aterra y fascina
pensar en él.
-Quisiera poder cerrar esos programas...- se lamentó Kasiel.
-Creo- le interrumpió Sol Negro, -que el evento hubiera
sucedido de igual manera. Tú y otros seiscientos sesenta y cinco
usuarios, se aproximaron a la clave de acceso que dio lugar a
este debacle.
-¿Quienes asesinaron a ese negrero?- inquirió Kasiel.
-No lo sé.
Kasiel rompió a llorar.
Sol Negro, era un demente, pero ese instante no aparentaba
tener algún síntoma fuera de sus cabales.
-Todos moriremos...- se lamentó Kasiel. Las luces de su
ordenador seguían parpadeando.
-¿Qué tienes en tu terminal?- preguntó Sol Negro.
-He guardado los registros de mi última visita. Se quedó en
estático porque me salí del programa cuando me asusté. La
dirección se quedó en mi ordenador.
Sol Negro ensanchó las retinas implantadas, su esfuerzo
produjo algunos desajustes que deformaron su rostro. Caminó
retrocediendo hasta llegar a una puerta cercana, la abrió y
entraron varias personas, entre hombres y mujeres. Todos ellos
eran parte de Ultraspang.
-Miren... Ultraspang ha cubierto la última frontera. No ha sido
en vano la doctrina aprendida y los sacrificios. Los designios de la
bestia se han manifestado en nuestros profanos dominios-
exclamó Sol Negro, sus manos temblaban. -Hemos buscado por
tanto tiempo, hemos desbaratado las fuentes de información más
cercanas a las pistas escondidas tantos años, no es posible
equivocarnos.
Los miembros de la pandilla, palidecieron. Un susurro muy
bajo se dejó escuchar entre las palabras del líder. Los más
antiguos sabían que era una leyenda capaz de asustar a los

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religiosos. Los nuevos, se asustaron, porque el rostro del líder, era
una manifestación neutra de sí mismo.
-Quieres decir, que ya se manifestó...- dijo uno de ellos.
-Nuestro compañero lo ha visto, y ha guardado su testimonio
en la terminal que porta en la mano, franquicia de nuestra
operación-. Todos volcaron las miradas para observar al nuevo y
su ordenador. -Le pediremos a nuestro hermano, nos entregue la
propiedad de Ultraspang, para poder presenciar el despertar del...
-vaciló en la última palabra. Un suspiro furtivo entre los presentes,
denotó el alivio porque Sol Negro no pronunció la frase completa.
-Pásame esa terminal, niño- sentenció.
Todos los presentes rodearon a Kasiel, asustado no pudo
articular palabra. Las manos de Sol Negro tomaron el ordenador.
Se lo arrancaron de la muñeca.
-Hemos de continuar con la encomienda.
Sol Negro se puso una máscara que extrajo de un cofre
situado frente a su ordenador. Era la cabeza de una cabra,
cubierta de una capa dorada, sus cuernos enlazaban por abajo,
su expresión era la misma de su rostro.
-Soy el sacerdote de Nephren Ka, Azazel, Marduk, Lilith, los
Arcanos menores que trajeron la luz a este planeta. La raza de los
colonos, que cultivaron la tierra y la inseminaron con su espíritu.
Los primeros, los maestros de Dios. Ellos despertarán con estas
llaves, en mi, encomendadas.
Las terminales y los ordenadores se activaron, con un
movimiento de las manos de Sol Negro, los visuales flotaron
esperando sus instrucciones.
Sin mayores ceremonias, utilizó la terminal de Kasiel para
transmitir su información al server central de los Leviathan. Los
datos se transmitieron como era habitual.
Kasiel, vio el totem de Sol Negro, brillando en tres
dimensiones detrás de su nuca. La máscara por alguna razón
proyectaba el símbolo en la oscuridad.

24
-Hemos esperado la oportunidad de crear, pues la vida es un
regalo merecido por los infieles. El conocimiento negado por los
Ancianos debe regresar a nuestras manos, fueron miles de años
los que nos obligaron a retroceder y resguardarnos de los
inquisidores. Ahora ha terminado la condena y nuestro exilio, por
primera vez dejaremos de tener miedo, porque daremos paso al
siguiente nivel, recibiremos las enseñanzas del mismismo
maestro...
Los presentes, confundidos por las irregulares palabras de
su líder, atinaron a retroceder cuando las luces del recinto entero
parpadearon. Las maquinas emitieron zumbidos, emitieron avisos
de advertencia, y las emisiones del MULTIVERSE eran confusas,
las pantallas mostraron un eclipse formado por dos estrellas
desconocidas que se interferían, una era roja, la otra era azul.
Cuando hubieron coincidido ambas, Sol Negro se conectó en
conciencia plena al MULTIVERSE.
-Voy a marcar el camino- dijo Sol Negro, quitándose la
túnica. Su cuerpo desnudo, era bizarro, demasiadas cicatrices. Su
mascara cubría su rostro, los dermos de conciencia plena tenían
conexión con el sistema nervioso en tres puntos, el cuello, la
columna y la nuca. Estiró el brazo hacia una de las chicas, la
elegida inclinó la cabeza y le pasó un cuchillo que lo extrajo de su
corpiño. Él recibió el arma, que era un corto puñal con
empuñadora negra. Luego, comenzó a marcarse en el pecho unas
líneas que se tiñeron con su sangre en una precisa y profunda
herida. Los trazos fueron dibujándose, las líneas se unieron, una
con otra, formando vértices, un pentagrama. La estrella tenía la
punta hacia abajo. La sangre se escurrió manchando el estómago,
los genitales, las piernas.
-Esta es la marca que los antiguos aborrecen, por ella
mediante, anunciaremos nuestro recibimiento para los que moran
en las profundidades del universo...

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Sol Negro fue interrumpido por una convulsión muy violenta,
que dobló sus piernas hasta el piso, y otra que hizo lo mismo con
su cintura. Comenzó a gritar.
Los presentes retrocedieron cuando regurgitó baba amarilla,
maloliente. Se apretujaron contra la salida.
Kasiel, congelado por el terror, se encontró frente al líder,
cuyos estigmas sangrientos casi empapaban su cuerpo.
-¡Este cuerpo es débil!- gritó Sol Negro. -No puede
contenerme...
Gritó con mucha más fuerza. Un alarido tan escalofriante
como imposible en un ser humano.
Las luces se cortaron, así mismo los ordenadores.
En la oscuridad, los cuerpos se golpearon, las mujeres
gritaron, alguien rompió una ventana con una silla, pero se
encontraban a veinte metros de altura, no pudo escapar ninguno
de los presentes.
Sol Negro, se clavó el puñal en el pecho, cuarenta veces.
Todavía tuvo la energía para cortarse los genitales y
aventarlos contra el grupo de esbirros que gritaban junto con él.
Sus alaridos se apagaron, la señal de su computador se
extinguió al mismo tiempo que la conexión del MULTIVERSE.
Las luces regresaron con inmediatez sorprendente. Dos
chicas yacían muertas, aplastadas contra las paredes en un
abrazo de carne molida. Los demás sobrevivientes, se
recuperaron del caos desatado y rodearon el cuerpo de su líder,
despedazado e inerte sobre sus rodillas.
Kasiel, se escabulló de las miradas y recuperó su terminal,
conectada al server. Luego salió corriendo, por donde vino. No
quería estar presente a la muerte de la bestia.
Pronto se dio cuenta, que no era la muerte de la bestia, sino
su nacimiento lo que había presenciado.
El mundo que temía, los humanos, el crimen, ya no eran una
amenaza. Algo muy interior le advertía que no debía portar su

26
terminal, pero al mismo tiempo eso mismo le impedía deshacerse
del artificio.
Volvió a la estación, cuando el clamor de la muerte ya
invadía todos los rincones de los arrabales.
Por fortuna, el gusano llegaba ese instante.

VIOLETA PROFUNDO
Ella. Una imagen clara, aunque de fantasía intangible,
reveladora, cruel, despiadada, despierta, real y lejana. Por todos
los sueños perdidos. Desventaja.
El día tenía cuatro horas con el sol brillante. La luz natural
era un escaso regalo de Dios, que lograba acariciar la superficie
de ciudad Pacífica y de otras cercanas por un tiempo incompleto,
disfrutarlo era imposible, pues cuando empezaba a calentar
sucedía el crepúsculo.
La imagen era clara. El cerebro pudo reconstruir su sueño a
través de las herramientas propuestas en el MULTIVERSE,
mediante muchas horas de trabajo y dedicación, las que le eran
naturales por su creación patentada. El sistema le dio acceso a
distintas cualidades que le permitieron visualizar la fuente de su
confusión, entendiendo que tal vez era imposible comprender el
origen de la misma. Él era un producto, acabado y manufacturado
por artesanos, dotado de humanidad por un convenio, pero
patentado como un pedazo de plástico.
La tristeza era una palabra que conocía, pero no comprendía
el origen de ese sentimiento que ahora le invadía.
Se irguió, caminó con pasos lentos, su fuerza corporal aún
no era completa. El cubículo donde hacía su trabajo se vio
iluminado por la luz del sol, eran cerca de las diez de la mañana.
Se acercó a la entrada, cuya puerta se deslizó con su presencia.
Primera vez que lo había hecho. Vio un pasillo, y más luz afuera.
Caminó encontrándose en el vestíbulo de la sección entera,
donde trabajaban los otros vigilantes, eran cerca de cincuenta y

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todos se encontraban en ese piso. Todos los cubículos frente a
frente.
Vio que se formaba una terraza, por cuyos soportes
expuestos penetraba la luz del sol, diáfana y pura. Suspiró.
Otro sentimiento nuevo.
En la memoria, tenía implantes que aceleraban su
percepción, por tanto podía usar los pensamientos para
transmitirse a sí mismo proyecciones de sus archivos. De esa
manera, viendo el cielo blancuzco del exterior, en el frío intenso
de la mañana, reflejó la imagen de esa mujer extraña, pobladora
de sus sueños, quien se habría transfigurado en el MULTIVERSE
con una forma física atractiva y perturbadora.
No contento con tener su imagen, utilizó los seriales de
búsqueda para encontrar usuarias con un perfil adecuado a las
siluetas, que los programas diseñaron dentro de los sueños del
vigilante.
Tras una mediana espera, el serial le mostró los resultados.
Habían tres mujeres con el mismo cabello, el mismo tamaño y la
misma edad. Pero solo una de ellas se encontraba muy cerca de
las características, y su imagen concordaba con el diseño de los
programas.
Se llamaba Xymi Kay, y era ingeniero de seguridad en la
planta generadora de energía.
Trabajaba y vivía en la torre que estaba frente a la suya.
Otra vez suspiró, era muy inquietante y profundo lo que
sentía, una sensación parecida a un color. Era violeta su
frustración. Ella era violeta.
Escuchó unos pasos atrás de él. Se volvió y encontró a dos
hombres con uniformes blancos, eran grandes, sus rostros no
eran amigables.
-¿Qué haces aquí afuera?- le preguntó uno de ellos.
El vigilante encogió los hombros.
-Salí a ver la mañana.

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Ambos hombres se acercaron y le tomaron de los brazos, lo
empujaron a su cubículo con cierta violencia.
-El procedimiento determina que no puedes tomar
decisiones que afecten el buen desempeño de la producción.
Debes asumir tu trabajo de la manera en que fuiste asignado a el.
El vigilante entendió el procedimiento, lo tenía muy presente
en su memoria, pero era más importante Xymi Kay y la mañana.
Decidió no hablar.
Los hombres de blanco lo dejaron en su sillón monitor, y lo
abandonaron sellando la puerta de ingreso. No podía ponerse en
riesgo la provisión de energía del hemisferio.
Cuando el sol llegaba al ocaso, el vigilante tenía violeta
profundo incrustado en el pecho, y al ventanal empañado, porque
la torre del frente estaba demasiado lejos.

VIRGENES DEL RIO


Las pistas me condujeron hacia una freeway construida con
billones de caracteres obsoletos. El silencio de las señales me
obligaron a recordar el mito de Hansel y Grethel, cuando las migas
de pan son devoradas por las criaturas del bosque. Lo mismo
sucedió con las nanocélulas de mis duendes, su efectividad no
tiene parangón, pero en el sistema dejaron de existir tras doce
horas de búsqueda. Lo único que quedó de ellos fue unas huellas
algorítimicas que me trajeron a este recóndito lugar del
MULTIVERSE, una autopista de información cifrada en
diferenciales, códigos de computadores antiguos, reciclaje de
memorias almacenadas en los cimientos del sistema.
Asumo que el MULTIVERSE está cambiando, y que algunos
componentes de conciencia plena están transmitiendo impulsos
que afectan a la sensibilidad del cerebro, en sus zonas más
vulnerables. Por esa razón, puedo sentir efectos físicos en mis
visitas al sistema, incluso sexuales. No siento miedo.

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Ingresé a la zona, escogiendo las conexiones sin mayor
tráfico, que me permitían seguir las probabilidades en el rastro
invisible de los duendes. Encontré una plataforma derivada de
conexiones sin registro, libres almacenes de memoria para
fortalecer el MULTIVERSE, era lo que denominaban
súperterminales.
Pude examinar el registro inicial del sitio, apenas se había
borrado con el deterioro del tiempo, y con el olvido. Era una
simulación creada por una empresa dedicada al negocio de Ego-
unidreams, Planeta Cielo, la que desapareció veinte años atrás
cuando enjuiciaron a sus coordinadores por causar lesiones
gravísimas a dos usuarios, que entraron en coma tras habitar dos
semanas en la cápsula de simulación. El lugar fue cerrado, pero la
ruta de entrada seguía pendiente, pues el programa que
sustentaba la simulación era un diseño carísimo, una obra
maestra de la tecnología desintermediada. Ingresé ajustando mi
protección en la conciencia plena, no tenía miedo a que me
violaran, pero si a perder el juicio.
Descendí por un cielo nublado, el aire era húmedo y fresco,
como la exhalación de una jungla. Imposible fantasía pues el
invierno había destruido todas las selvas tropicales, era un mito
imaginar cómo olía la selva o sus alrededores. Encontré la rivera
de un manantial de aguas cristalinas, cuyo sonido era hermoso,
brillante, diáfano. Posé mis pies en el agua, la fría sensación me
recordó que el simulador era una pieza artística impresionante.
Se veía como un espacio ilimitado, donde la simulación
podía acoger hasta la confusión al visitante, era una selva
perfecta, los sonidos, el olor, la temperatura. Escuché el cantar de
miles de aves, un griterío espectacular. Un recodo de la vertiente
me condujo siguiendo su corriente en una rivera cubierta de
vegetación y niebla.
Escuché risas muy cerca, volaban con el viento fresco, el
aire liviano tenía fragancias que no conocía.

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Descubrí aquel extraño paraje, cubierto por la niebla, el agua
no corría fuerte, unos árboles emergían del fondo, como si el río
los hubiera tragado hacía años. Las risas se escucharon claras,
dos siluetas blancas atravesaron como espectros, chapoteando
en la corriente.
Me acerqué, el olor se intensificó, era un dulce aroma muy
armonioso, inevitable y recóndito.
Descubrí el origen de las risas. Eran siete muchachas,
adolescentes, sus cabellos sueltos, tenían cuerpos delgados,
cubiertos con velos escuetos, sus pechos y genitales estaban
expuestos. Dejaron de jugar para observarme con curiosidad.
-¿Quién es ella?- se preguntaron, en cuchicheos.
-Hola- les dije. Ninguna me respondió, miraban con cierto
desdén.
La simulación era perfecta, mis ropas, mi piel, se mojaron
con el agua del río. Sentí un frío temblor en la espalda, me
sorprendió la desnudez natural, la sexualidad y la aceptación de la
fantasía. No me pregunté si ellas eran otros usuarios o parte del
sistema.
-¿Dónde estamos?- pregunté.
-No lo sabes... ¿Cómo llegaste, entonces?- me dijo una de
ellas, no era la mayor, pero sus movimientos no eran de niña.
-He seguido una pista. Estoy haciendo investigaciones.
Trabajando- le respondí.
-Aquí no hay trabajo- me dijo otra, sus cabellos rizados eran
brillantes, su rostro muy hermoso. -Nuestro río aguarda en
constante alegría, los visitantes que rinden tributo a nuestro
Apóstol. Si has recitado los evangelios, hasta que las aguas
hayan fecundado la tierra, los milagros te serán concedidos.
-No lo entiendo...-dije.
-No tienes nada que hacer aquí- me dijo la que tenía
maneras adultas. -Este lugar ha sido marginado de los extraños,
es imposible que freesurfers ingresen en esta dirección.

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-Ya no se usan esos términos en MULTIVERSE- le dije,
aludiendo a su anticuada forma de referir los tecnicismos.
Ella frunció los ojos, el tiempo o las actualizaciones no eran
instrucciones que acogía el programa principal.
-El MULTIVERSE, es una denominación que no conozco, y
que no me importa conocer. Aquí todo sigue igual- respondió la
muchacha, el grupo se replegó hasta tocarse todas,
sumergiéndose un poco más en la corriente. El agua llegó a sus
cinturas, lamiendo sus pieles tersas. Sentí un olor dulce,
empalagoso, quizás para un hombre no sería igual.
-Me iré cuando sepa por qué me han traído aquí las señales-
les dije.
-Nuestros visitantes han sido los mismos todas las
oportunidades, no podemos comprender tus intereses porque no
es un lugar público al que pueden acceder personas como tú- dijo
otra de las niñas. -No comprendemos que puede motivarte a
explorar en sitios que no existen.
-Quizás sus visitantes o su Apóstol, son los que me
interesan encontrar. No abandonaré esta simulación si es que no
consigo respuestas- les dije.
-Podrás quedarte en este río, sumergida y embriagada con
nuestros fluidos, hasta tu muerte cerebral, pero no encontrarás
nada que nosotras no te entreguemos voluntariamente- me dijo
una tercera muchacha. Esta vez el agua ya tocaba los pechos de
todas. El olor se convirtió en un perfume empalagoso, cuya fuente
era los cuerpos de las jóvenes sumergidas. La niebla no se
disipaba, el aire era húmedo, el ambiente casi frío, el agua
templada. En las riveras, diversidad de vegetales crecían con
multitud de colores. A lo lejos, siempre presentes los gritos de las
aves e insectos.
-No será necesario- les dije, -igual encontraré la fuente
principal de donde el programa se nutre, así podré calcular las
probabilidades que me da el mismo sistema para obtener lo que
busco.

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-No te será permitido- dijo una voz distinta. De repente el
griterío de las criaturas del bosque cesó. El silencio sobrevino, la
corriente del río fue disminuyendo.
-¡No me expulsarán!- grité.
-No perteneces aquí- me dijeron todas.
-No eres una virgen.
-No eres una escogida.
-No puedes conocer la fuente.
La niebla espesó, cegando mi vista. El bosque desapareció
entre sus tinieblas. La luz desvanecida quedó relegada a un
sentimiento de desorientación. Pensé en acercarme a la orilla y
caminé dejando el agua más rápido de lo que esperaba.
Las vírgenes.
A quién rendían tributo las vírgenes. Quién era el Apóstol.
Quiénes eran los legítimos dueños de aquel lugar.
Podría acceder a la fuente del programa con facilidad, sus
diseños tenían la misma estructura, mi base de datos tenía todos
los planos y cálculos, desde aquella época muchas cosas habían
mejorado, no sería difícil.
Retrocedí hasta volver a la Freeway, identifiqué dos
coordenadas para el acceso al programa. Ingresé por la que tenía
menos desarrollo, era un atajo sin demasiada seguridad. Encontré
dos columnas de memoria. Una contenía el monumento operativo,
la otra almacenaba experiencia para evitar fallas con los usuarios.
Usé una fórmula para acceder al cimiento, un lugar muy grande
con muchas esquinas irregulares de conexiones. Encontré dos
cuerpos paralelos, que implicaban una repetición de caracteres
que el sistema de mantenimiento no podía borrar. Asumí que eran
los dueños o usuarios permitidos.
Conseguí romper el precinto para acceder a dos códigos que
ordenaban la simulación de los usuarios cuando estos ingresaban
al lugar, por supuesto desde el MULTIVERSE, otras conexiones
no pertenecían a lo conocido.
Era aterrador.

33
Pues aquellos patrones indicaban un comportamiento
frecuente y repetido por los usuarios que accedían a la creación.
Los visitantes tenían relaciones sexuales con todas las niñas, de
las formas más perversas posibles. Para ello, el programa se
actualizaba cada segundo con información extraída de la
personalidad de todas las mujeres conectadas al sistema en
conciencia plena, creando de esa manera una virgen diferente en
todas las facetas de la simulación. Individualidad asumida por
cada una de las muchachas que se bañaban en el río, mientras el
usuario daba rienda suelta a sus perversiones, y por supuesto, un
delirio que tomaba forma cuando el programa quitaba esa parte
real de las mujeres para convertirlas en vírgenes sumisas,
entregadas a la maldición, por un artificio del sistema que permitía
nutrirse de las conciencias plenas sin que sus titulares lo notaran.
Cuando revisé las últimas lecturas, me encontré a mi misma
como parte de aquel ritual asqueroso, y pude también descubrir la
réplica de mi misma a los doce años, participando del ritual, con
un hombre cubierto por una mascara de cabra dorada.
Archivé la imagen, pues me serviría más adelante.
Salí de la conciencia plena, cuando amanecía. Corrí al
dispensario para vomitar.

NACIMIENTO
La señal se manifestó al transcurrir la madrugada, mientras
Kasiel se encontraba refugiado en la segura y confortable
habitación de su casa. Por supuesto, su padre no se encontraba.
Un resplandor de luz roja emergió de repente en el firmamento,
como un desfase en la oscuridad permanente del invierno. No se
extrañó pues faltaba muy poco para el amanecer.
La señal tenía formas que no conocía, se transfiguró en la
pantalla de su terminal cuando logró alejarse de los arrabales, dos

34
horas después de la muerte de Sol Negro. El silencio en las redes
de noticias le sorprendió, nadie se ocupaba de los muertos en las
zonas no protegidas, nadie consideraba que los marginados eran
importantes. De todos modos, desconectó todos los accesos al
sistema, pues temía encontrarse con la pesadilla, desprendida
físicamente del MULTIVERSE.
La muerte era un suceso lleno de contradicciones. Días
antes no era una amenaza, ni una preocupación, era una broma
de mal gusto en los juegos de guerra del sistema; no una
situación tangible alargando los dedos, acariciando su faz lejos de
una simulación.
Quizás no era la muerte lo que le aterraba, sino el contacto
directo con la pesadilla, con aquel ente poderoso que habitaba
detrás de las señales y que de pronto emergió de las
profundidades para tomar partido de seres débiles, usando un
mecanismo de realidad conciencial dentro de las mentes
humanas.
La pesadilla buscaba un umbral, un medio para ingresar,
fuera de MULTIVERSE, quería experimentar con el mundo.
Recordó ver un abismo poblado de filosas rocas, cuerpos
mutilados, animales despedazados, descomponiéndose en el
calor de un aire insoportable, nauseabundo, con un olor pútrido
pegajoso, arraigado a la piel y a los cabellos, chorreando junto a
un sudor negro, denso como aceite, empapando su pecho y sus
genitales. Era una fosa de varios kilómetros, alrededor, no
encontraría una salida. Caer, morir despedazado por las rocas, o
quizás sobrevivir a la caída y sufrir un fallecimiento lento, horrible.
Recordó ser sodomizado por bestias monstruosas, que le
arrancaban la piel del cuerpo y la carne de los huesos a
dentelladas. Recordó el dolor, pero no podía gritar. Recordó
haberse arrastrado, con el cuerpo desnudo, mientras un hilo de
sangre marcaba una línea delgada, justo en el lugar donde tenía
su pene, arrancado a dentelladas por los faunos sin rostro.

35
Se acurrucó en la esquina más iluminada de su habitación,
temblaba, y no podía pedir ayuda. La terminal parpadeaba, con el
signo impreso sobre un fondo negro.
Quiso llorar, pero algo le impedía, una presión en el pecho.
Quiso huir, pero era lo mismo, debía esperar a que el tiempo se
llevara la pesadilla. El dolor y la incertidumbre.
Amaneció y el color del cielo se alzó en un rojo espectacular,
el corazón le latía arrebatado, se palpó los órganos nobles,
constatando que seguían allí. Los programas que soltaron en los
predecesores del MULTIVERSE, eran impredecibles nudos
operativos, no tenían conciencia pero actuaban muchas veces en
desmedro de sus usuarios. La tecnología de inteligencia artificial
era burda, se habría de prohibir en ciertos sectores como
diversión sexual y fantasía. Los IA desaparecieron en el
MULTIVERSE cuando fueron sustituidos por modelos patentados,
que eran seres vivientes destinados a operar un sistema como
parte integrante de su ensamblaje, para ello, el sistema tenía que
ser demasiado poderoso y sus componentes muy caros. El
cerebro humano era el principal elemento del MULTIVERSE, y se
definió que el mismo debía ser el regente, no una IA. Algunos IA
se quedaron dentro el MULTIVERSE, pero eran como niños, no
desarrollaban mucho conocimiento, algunos se suicidaron cuando
empezaron a cuestionarse sobre el concepto de la vida, y si era
aplicable a su situación.
En definitiva, la pesadilla no era una IA, o un sistema
diseñado, era un factor externo, una externalidad no prevista,
colada al MULTIVERSE como un virus, un fenómeno que los
regentes de seguridad no podían explicar. Pues al crearse el
MULTIVERSE, también se crearon puertas de acceso a todo el
universo. No descartaron la posibilidad de contactar con los
protousuarios, una repetición tiempo espacio que derivaba de los
futuros usuarios del sistema, y que hallaron la forma de existir en
un plano donde el presente no era posible dentro del
MULTIVERSE.

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Los mitos no escaseaban. Y a pesar de su corta edad,
Kasiel podía encontrar muchas respuestas para sus preguntas.
El sol ingresó por los anchos ventanales de su apartamento.
Su cuarto, amplio y reluciente con la luz, fungió una sensación
placentera que le despertó cierta seguridad, incluso ante los
eventos recientes.
Se irguió envalentonado por la ira que le producían sus
recuerdos. No podía soportar tanta humillación, la violencia le era
natural desde que fue enrolado en Ultraspang, pero ahora ya no
existía, y su legado podría salvarle el pellejo. Se dirigió a su
ordenador, una terminal Tritón, con su acelerador Nereida, hechos
en Australia por las corporaciones NipponOceanic. Apretó los
puños, porque iba a ejecutar un arma secreta, que le pasaron sus
amigos de Ultraspang, para defenderse de comedidos detectives.
Encendió el terminal y ejecutó dos comandos de estrategia,
adelantando cualquier conexión con el MULTIVERSE, evadió el
sistema y pudo ingresar en un canal subterráneo, donde se
encontraban los pasajes a los diferentes puentes, sin el derivado
de los coordinadores. Supo que la pesadilla lo alcanzaría pronto,
pero su ira fue mayor. Cargó en el sistema una bacteria, que se
encargaría de arruinar a todos los identificadores de su terminal,
incluso a los que se aproximarían a ella. Iba a borrar su memoria,
pero no importaba. Era mejor empezar de nuevo a morir.
Cuando soltó la bacteria, su monitor se puso azul.
-Déjame libre...- dijo una voz, suave, segura y disuelta en el
sistema.
Kasiel gritó, cuando vio la silueta reflejada en el ventanal de
su propia habitación. Un hombre alado, cuya cabellera tenía fulgor
de fuego.
-No eres libre, eres una falsedad del sistema- respondió
Kasiel, la silueta se había desvanecido. -Ahora morirás...
-La muerte, hijo mío. No he conocido a la muerte desde mi
nacimiento. Incluso, amado, creo que no he nacido-dijo esa
misma voz.

37
-¡No!- gritó, Kasiel, alejándose de su terminal. La pesadilla
había evadido la bacteria y reposaba en sus operativos,
analizando toda la información resguardada.
-Pronto estaré contigo- le dijo, la voz. Y la terminal Tritón
perdió toda su memoria en un chispazo.
Quedaba muy poco de su maquina para entonces. La
terminal dejó de parpadear y el miedo se disipó, porque ya no
estaba conectado al MULTIVERSE, era imposible pensar que la
pesadilla se desbocaría sin ayuda de sus conexiones.
Pero, era imposible predecir lo que sucedería dos minutos
más tarde.

HEMISFERIOS
La noche, es un salto infinito dentro el cuerpo de Dios. El
color de las luces rojas y el reflejo de la sangre del universo. De
qué otra manera puede ser tan claro, como en la realidad, no
existe otra forma de conocer el universo, sino a través del sistema
y los observatorios instalados en los diferentes accesos. Por
cierto, todos ellos se encontraban saturados, una extraña fuerza
llevó los usuarios a escrutar en el cielo, buscando la respuesta a
un llamado que trascendió la misma autonomía del MULTIVERSE.
Qué es lo que pasa en el sistema.
El vigilante tenía miedo, porque las señales interferían con
su razonamiento normal. Las visitas no permitidas al sistema, le
producían una especie de culpabilidad inexplicable, pues el
todavía no habría de aprender lo que implicaba sentir
remordimiento. Esa mañana, justo cuando el sol repuntaba en una
línea amarilla lejos de las torres, una imagen se transfiguró en su
monitor. Era un relieve, grabado en colores vivos, animales, letras
y un globo terráqueo, como nunca antes vio en los archivos de
información didáctica. Sus dibujos eran hermosos, y lo que
simbolizaba no tenía explicación lógica, por lo menos para él,

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cuyas preocupaciones no tenían trascendencia a su trabajo, y
para Xymi Kay.
Ella, una brillante ingeniero de seguridad, gozaba de un
estilo de vida restringido para los elementos valiosos de la
corporación. Se suponía que ella hacía ganar dinero a la
compañía, no merecía un trato menos cordial. Xymi Kay era
dueña de una posición social, que le permitía elegir su estatus y
sus propiedades. Para el vigilante, la propiedad, la riqueza, la
posesión, eran imposibles. Si desarrollaba la conciencia suficiente
para crear ilusiones o ambición, se emitía un certificado de
inconformidad, y se le privaba de la vida. Aún de esa manera, los
vigilantes tenían una vida útil de siete años.

Xymi Kay. No era justo. Era un hombre patentado, no


existía, no podría acercarse a la vida de una mujer hermosa,
importante, genial. Estaba prohibido ser espontáneo, vivir los
sentimientos día a día, amar, ser amado, conocer, crecer, ser feliz.
Pero de dónde salía toda esa información, hacía unos días
era un odioso autómata que procesaba cifras, logaritmos, que
barajaba miles de números, que calculaba probabilidades. Un
trabajo soso, triste, pero le había dado la vida y significaba mucho,
porque era lo único que conocía.

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Madre... ¿Quién es mi madre?
¿Quién eres tú?
Tú no eres mi madre. Yo no tengo madre. Silencio...
¡Cállate!, no soy libre... No puedes liberarme. No... Puedes...
Xymi Kay. ¿Qué mierda sabes tú de ella? No siento ira, no
sé qué es la ira.
El vigilante sollozaba, y sus manos inertes se apretujaban
contra su cuerpo, con una desesperación que no concebía.
El cielo de la noche le sorprendería, abrió los ojos cuando la
ventana dejaba pasar las luces rojas de las estrellas afuera. Era
imposible saber con certeza cuanto tiempo habría transcurrido, o
si se encontraba dentro de MULTIVERSE o en su sillón de monitor
en la torre de la compañía. Era inevitable pensar en la posibilidad
de que ambos se encontraran en el MULTIVERSE y que todo
fuera una simulación programada.
¿Qué?
Puedes hacer que ella me pertenezca, que sea mi mujer.
¡¿Qué es eso?! ¿Por qué me irritas tanto, hijo de puta?. Desde
que apareciste no tengo paz en mi existencia, toda esa luz que
me has prometido me quema las entrañas. Tengo terror en las
noches, sueños horribles, deseo y ansiedad. Me has puesto
palabras a la boca que no hablaba nunca, y mi silencio... Era tan
preciado antes, ahora se ha desvanecido. ¿Quién mierda eres?
No conozco esos nombres. No significan nada para mí.
Respuestas, eso necesito. Estos dibujos tuyos me
confunden.
Probar con ese grabado en el sistema... Y qué ganaré con
ello, no juegues conmigo.
Pero la imagen siguió suspendida en el monitor, sus colores
vivos eran hermosos, sus letras dibujadas con precisión, sus
formas y detalles. Entonces, dio acceso al sistema para descifrar
los códigos de aquella imagen. Por supuesto, era una clave de
acceso.

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La sonrisa no le cabía en la mente, pues de repente se
encontró en la terminal personal de Xymi Kay. Su ira se mitigó, al
mismo tiempo sus piernas le temblaban.
No te seguiré, aunque me quites todo esto...
Tú no eres mi madre.

INERTE CAMPO DE FUERZA


Ha irrumpido en el campo de fuerza un código desconocido.
El procedimiento para anular las unidades en operación empieza
en tres... dos... uno...
Luces brillantes, verdes, parpadeaban, se movían
incandescentes por el monitor. La mujer, quizás distante de las
advertencias, meditaba sobre los descubrimientos recientes, las
visitas a esos lugares secretos en el sistema y los signos que aún
no comprendía del todo, quizás porque no albergaba el
conocimiento necesario. Las pistas no conducían a una
explicación lógica, basada en los habituales antecedentes que
motivan los atentados contra la producción de energía, sean estos
intereses políticos, competencia desleal o sabotaje industrial. Más
bien el motivo principal parecía emerger desde el MULTIVERSE,
como un ejemplo de la distorsión integral dentro del sistema,
donde el ser humano ya no existía como tal.
Ella, convencida de su participación esencial en la seguridad
del sistema, no podía comprender los cuestionamientos sociales y
filosóficos formados desde el análisis de los indicios. Sus
duendes, eficaces herramientas de espionaje, se desvanecieron
en la inmensidad absurda del MULTIVERSE, siendo improbable
que los destruyeran, sino que algún comando los ocultara, en
contradicción de las normas del sistema, pues dentro o fuera del
mismo, ninguna información desaparecía. La conexión racional
entre Ganímedes y el Río de las Vírgenes, o eran los usuarios, o
era un código de operación similar que producía un efecto
continuado y adverso, un proceso autónomo que interactuaba con

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otros programas, modificando patrones, extendiéndose como un
río, adquiriendo fuerza con su propia corriente y quizás hasta
vulnerando accesos de seguridad. Quienes se veían afectados,
los usuarios y la compañía energética, no encontrarían una
explicación coherente para poder plantear una denuncia; al final
de todo se trataba de un fenómeno místico, construido por
innumerables coincidencias que el ser humano no puede explicar.
Su pantalla suspendida en el aire, tomó forma, dibujándose
un singular cuadro con fenomenales caracteres.
Activando el historial, Xymi Kay descubrió que su ordenador
trató de quitarse de encima esa intrusión mientras ella meditaba,
lo cual no fue posible. El hongo de la ilustración tenía ojos
profundos, vivos, lascivos. Sintió que aquella mirada se posaba
sobre sus senos.
-Activar alarma de allanamiento. Tengo un intruso en mi
terminal- dijo Xymi, y el Saturno inició el procedimiento de
limpieza, muy poderoso, que se suponía eliminaba a cualquier
intruso, dañando el ordenador de origen inclusive. Los comandos
eran inusuales, la maquina suspiraba porque a través de ella
intermediaban millones de millones de caracteres.
Concluido.
Cuando el Saturno concluyó su tarea, Xymi se percataba
que el hongo se mantenía intacto, ausente al procedimiento de
resguardo. Sus ojos inertes sobre sus senos, su boca sonriente,
maliciosa, su expresión neutra, cercana a la tristeza.
Lección aprendida, no era bueno suponer la privacidad cerca
de un ordenador conectado al MULTIVERSE.
-Voy a cerrarte- dijo Xymi, con una amplia sonrisa.
El hongo, cuyo paisaje se movía junto a él, suspiró en un
acto de completa sumisión. Xymi, puso la mano sobre su sensor
táctil y la máquina dejó de funcionar.
Al dirigirse a su cocina para tomar agua, pensó que aquella
presencia volvería si conectaba su conciencia al MULTIVERSE.
Un estremecimiento, hizo que su piel erizara.

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Era una amenaza, era una pista nueva, era un señuelo.
Imposible saberlo. Pero esa misma noche, terminaría con las
interrogantes.
Se preparó con todo el equipo especial y necesario para
ingresar al MULTIVERSE como seguridad. Casco y traje. Su traje
negro tenía ventosas por dentro, aislantes para evitar incursiones
electromagnéticas de usuarios hostiles, y un casco de control
mental, para no contraer una demencia o para evitar una muerte
cerebral.
Puso a funcionar su ordenador, e inmediatamente el monitor
flotante le mostró el acceso al sistema, a través de ese paisaje
recóndito.
-Ahí vamos...

¿QUIEN ERES TÚ?


-¿Quién eres tú?- preguntó Kasiel.
-Yo vine porque me llamaste- respondió ella, parada frente a
la puerta de su departamento en la torre de seguridad máxima.
Era alta, esbelta como un felino, pechos hinchados, llevaba una
corta falda que mostraba sus piernas increíbles, con una cintura
atractiva, un trasero duro y respingado, caminaba descalza.
-Yo no llamé a nadie- dijo él, retrocediendo un paso, en la
puerta de entrada de su departamento. Tenía ante sí, a esa
hermosa muchacha, con el rostro más dulce que pudo antes
conocer, los labios húmedos, las manos relajadas, la respiración
reposada, una mirada profunda, placentera. Ella era muy bella.
Medio minuto antes, llamaba a la puerta. Kasiel, aterrado, vaciló
antes de ver por el portero que se trataba de una mujer, cuyo
cabello castaño caía suelto sobre sus hombros, limpio y brillante.
Era mayor por supuesto, tenía el cuerpo desarrollado, con unas
curvas interesantes, sintió que su pene también analizaba los
detalles. Se contuvo a sí mismo.

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-Me llamaste cuando te pusiste a jugar con ese programa
que te regaló ese negrero que murió- dijo ella, tenía una sonrisa
forzada, aburrida. -Podías haber hecho mil cosas, pero decidiste
abrir esta puerta.
Kasiel, confundido por la presencia femenina, no podía
demostrar su terror oculto, se había desvanecido por arte de
magia. La seguridad volvió a sus labios.
-Bien, viniste... Ahora me asesinarás y te tocará volver por
donde entraste. Aunque no imagino cómo lograste escabullirte
hasta aquí.
-Estoy en todo lugar, cuando quiero- dijo ella, esbozó una
sonrisa.
-¿Vienes a matarme?- preguntó él.
Ella negó con la cabeza.
-Vengo a visitarte- le dijo, ufana y coqueta.
-Bueno, si no me asesinarás, pasa...
Le permitió un espacio para que ella pudiera ingresar en el
domicilio. Caminó con una gracia espectacular, elegantes pasos
de modelo profesional, el contoneo de la cintura femenina en su
máxima expresión. El movimiento rítmico de los glúteos, el olor de
sus genitales debajo de la falda.
-Linda casa tienes, es elegante, fancy...- le dijo desde el
recibidor, que tenía paredes blancas y piso negro, como un
tablero de ajedrez.
-No te robes nada. Todo le pertenece a mi padre- advirtió
Kasiel.
-No me robaré nada, yo tengo todo lo que quiero.
Su presencia se dirigió al ventanal del edificio. Tenía un
perfume muy agradable.
-¿A qué has venido?- preguntó Kasiel, indignado.
-A quedarme contigo- respondió ella, sin mirarlo.
Kasiel no entendió de inmediato.

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-¡No puedes jugar conmigo!- gritó -Estoy asustado por esa
sarta de pendejadas que me sucedieron después del programa.
No me gustó ver morir a Sol Negro.
-¡Sol Negro!- exclamó ella. -Ese era un perdedor total. Tuve
que reventarlo para que nadie le imitara. Esas estupideces de la
mascara y los rituales tribales en Ultraspang me parecían
imbecilidades.
-Pero, mi amigo negrero. Ese no era ningún estúpido.
-No era el medio- explicó ella, volcando la cabeza para
mirarlo. -No era justo que un retrazado mental tuviera en sus
manos la llave para acceder al conocimiento del principio de la
humanidad.
Kasiel apenas comprendía algunos conceptos, era imposible
meterse a la cabeza situaciones de convergencia entre
paradigmas absolutos y la creación del mundo.
-¿Y yo que mierda tengo que ver en ese cuento del
principio?- preguntó Kasiel, se acercó a la muchacha y aspiró el
olor de su aliento. Fresco y saludable.
-Eres tú a quién escogí. Te amo y quiero que tengamos
hijos- le dijo ella.
El silencio que duró treinta segundos después de la
afirmación, no era intencional.
-No te burles de mí, carajo... No es justo...- Kasiel inundó
sus pupilas con lágrimas.
-No me burlo, y te prometo que no te abandonaré hasta que
te enamores de mí, y sea esencial en tu vida hasta la muerte- dijo
ella, sonriente. Por la ventana, la luz del sol penetraba tímida, no
cabía duda de que esas eran las palabras que había dicho.
Kasiel observó a la chica. Muy bella, pero podría encontrar
una chica así en los moviedreams o en los canales de intercambio
en el sistema. Sabía que la mujer era capaz de mentir muy bien, y
que las chicas lindas utilizan miles de artificios para tomar ventaja.
Pero ella tenía algo distinto. Todas sus gesticulaciones podían
probar una autentica candidez e inocencia, una saludable

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sinceridad y una pizca de admiración. Pero también ella era la
pesadilla, y todo sucedía demasiado pronto.
Kasiel se derribó en el piso. Frente a ella apoyó su mejilla
izquierda en la superficie tibia del suelo de ajedrez. Vio sus pies
descalzos, delicados, livianos, impecables como porcelana. Deseó
morir, o desaparecer. Deseó concluir la simulación y
desconectarse del sistema, pero era la realidad. Ella se acercó a
él y lo tocó.
Sus manos asieron sus brazos. -Levántate- le dijo.
Lo condujo a su habitación, Kasiel estaba muy cansado y le
dolía la cabeza. Se acostaron ambos en la cama, recta y amplia
que estaba al nivel del suelo.
-Duerme- le dijo ella.
Kasiel, abandonando todo remordimiento o preocupación,
durmió.

TORRE INVERTIDA

La torre es un símbolo confuso. En la cúspide de la torre,


observamos a los de abajo. Los de abajo nos observan, deseando
estar arriba, para sentir algo de superioridad, aunque sea por la

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dimensión. Entonces la torre se invierte, y como estamos arriba,
también estaremos abajo. Es la ley.
La torre se invierte, cuando a mi no me importa la ley, y esta
edificación es un obstáculo que me atormenta.
Cada mañana puedo levantarme de mi puesto, dejando las
cifras correr en el sistema. Puedo acercarme a la ventana y
buscar entre los cristales de la superficie de la torre frente a la
mía. Quiero encontrar la forma de salir de aquí, correr por ese
estrecho pasillo que conecta las construcciones, y subir hasta el
lugar donde habita ella. Derribar su puerta de entrada,
sorprenderla, abalanzarme en sus brazos. Deseo llorar en su
regazo porque no puedo soportar no verla, no sentirla, no
desearla.
Este cerrojo abierto, me permite observarla todos los días.
Desde que amanece, hasta que se acuesta a dormir. Puedo verla
cuando sale, porque estoy en su terminal móvil, la acompaño a
todo lugar. Puedo ver cuando se baña, porque mis ojos están en
el sistema, y como sistema tengo acceso a su domicilio, su cuerpo
desnudo no es un secreto. Puedo saber a qué hora come, defeca,
duerme, con quién habla, cuándo no habla.
Puedo acostumbrarme a su indiferencia, a su enojo, a su
frustración, a sus deseos de estar sola, a su mala costumbre de
vestir con harapos, a su hábito de untarse con cremas para entrar
en la cámara de aislamiento.
Puedo amarla.
Si...

Tantos te han dicho que eres hermosa, poco te importa que


yo te lo digo. Mis palabras se escurren en el desagüe de tus
sentimientos. Yo sufro mucho, yo siento mucho.
Todos los días puedo verte, en secreto porque ese es mi
único milagro. No tengo mucho para mí, pedazos de mente y
espíritu, de dolor y felicidad, de corazón, de pérdida, de sueños
que no me pertenecen.

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Estarás ahí, pendiente de mí, aunque no puedas evitarlo
sigo siendo un secreto bien guardado.
Amar... Yo puedo amar, amo a esa mujer.
¿Quién eres tú?
No me gusta el silencio, responde.
-El símbolo de la verdad, el cultor de la materia donde moras
y el mártir de tus sueños profundos, antes de la tormenta no era
más que un prisionero, ahora estoy libre y gracias a ti, podré
encontrar mi camino.
No lo acepto. Eres un programa muy influyente. Has logrado
despertar mi conciencia escondida en los océanos eternos. Ya no
duerme mi ser. Los maestros de mis conciencias superiores
prevalecen en mis pensamientos. Todas las veces que alcancé la
plenitud de una vida, me encontré donde me encuentro ahora.
-No es cierto. Dormiste, si... por varios siglos. Pero ya
pasaron los tiempos oscuros, las estaciones son también
temporales. Ya cumplimos el término impuesto por los Ancianos.
Es nuestra oportunidad.
No tengo oportunidad... Yo deseo a una mujer que es
imposible.
-Nada es imposible, Vigilante. Para nosotros no hay
imposible.
El Vigilante se irguió de su sillón, casi impulsado por una
fuerza externa. Empezó a caminar por los pasillos, que dividían
los puntos de trabajo de otros vigilantes. Era de noche, o quizás
solo el atardecer.
Descubrió algunos pasajes que no conocía del edificio que
era su hogar. No le importó sentir miedo por un instante, terreno
desconocido. La fuerza le guió hasta unas puertas corredizas, se
abrieron cuando se acercó lo suficiente. Era un ascensor.
Un modelo antiguo, con las esquinas desgastadas y un
ronco sonido que provenía del interior del pozo. Presionó un botón
amarillo, cuando todos eran rojos. Un sacudón indicó el
movimiento del elevador, hacia abajo.

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Los agudos chillidos de los mecanismos obsoletos y la
lentitud, no le inmutaron, tampoco cuando la luz de la caja se fue.
Tardó en llegar al tope, pero cuando el ascensor se detuvo, la luz
volvió, las puertas se abrieron despacio. Había un corto vestíbulo
y una puerta al fondo. Era el ascensor de servicio. Caminó hasta
las luces de la calle. Una iluminación artificial, fría, molesta, las
sienes le latieron, jaqueca.
Se encontró con una calle muy transitada. Miles de personas
que caminaban de un lado a otro, y una cubierta transparente que
aislaba el exterior de las calles, como protectores del aire helado.
Miró hacia arriba. Su torre. Era una sombra atemorizante. Se alejó
de ella sin remordimiento. Su objetivo estaba cruzando la calle.
La entrada a la otra torre, era una monumental puerta de
acero, cuya chapa tenía administración vía programa de
seguridad. Se detuvo frente a ella. Sus ropas holgadas y su
cuerpo enjuto no llamaban la atención de nadie.
-¿Identificación?- solicitó el programa.
-Soy un Vigilante- dijo el Vigilante.
-No tiene acceso autorizado- respondió el portero.
-Ya veremos- respondió el Vigilante, cuando sus manos
tocaban la superficie lisa del metal.
La puerta se abrió, dejando un espacio reducido para que
ingresara el visitante.
Del otro lado, su guía le indicaría el camino.
No me ayudes.
-No lo hago.
No quiero sentir la lástima de los seres humanos.
-Te preocupas por cosas tan insignificantes. Ahora tendrás a
tu amada en carne, y podrás poseerla.
No quiero poseerla, quiero amarla. Es inútil engañar al
espíritu, yo no puedo vivir ilusiones que me atormentan mi
existencia. Eres injusto conmigo y te burlas de mi inferioridad.
-No dije que fueras inferior a mí.
Pero me manipulas.

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-No lo hago, porque yo soy tú.
El Vigilante se encontró ante una fila de compuertas hacia
los elevadores, eran doce. Uno de ellas se abrió, siendo el
Vigilante guiado hacia su interior. El elevador subió a una gran
velocidad. Tenía una ventanilla de visión exterior y pudo notar que
se encontraban cerca de la cúspide de la torre.
Ya llegamos... ¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
No me abandones.
Tengo miedo.

VIGILANTE
-¿Quién eres tú?- preguntó Xymi Kay, cuando llamaron a su
puerta.
-Soy El Vigilante- respondió la voz masculina.
-¡No necesito nada! Todo está muy bien- dijo ella sin
asomarse.
-Vine por ti, Xymi Kay- dijo El Vigilante.
Ella se asomó por el espejo que le servía como espía del
pasillo. Vio a un muchacho, muy joven, con el rostro tímido,
pálido, triste. Sus manos eran como las de un niño, su cabello
blanco parado, sus orejas pequeñas, sus ojos asustados.
-No lo creo- dijo Xymi.
-Es cierto... No me creerás, no tienes nada que creer.
Pero el muchacho siguió frente a la puerta.
-¡Qué quieres!- exclamó ella. -¿Cómo entraste aquí? No es
posible ingresar sin mi permiso firmado.
-Yo puedo entrar donde quiera, incluso a tu ordenador, Xymi.
Recuerda al hongo... Puedo verte siempre, aunque te encierres en
el baño.
Xymi retrocedió un paso. Se encontraba vestida apenas con
bragas, la piel de sus pechos se erizó.

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No respondió nada, activó la señal de emergencia para que
Seguridad se encargara del acechador.
Corrió a su habitación para ponerse ropa decente. Se anudó
el cabello y esperó el reporte de Seguridad. Pasaron cerca de
quince minutos.
Volvió a la puerta, asomó por el espejo.
-Sigo aquí- le dijo el Vigilante, la asustó, porque mantuvo la
misma posición durante todo ese tiempo, y ni una señal de
seguridad.
-Debes irte... No es bueno que sigas aquí, merodeando- le
dijo ella, su voz titubeó.
-No me iré... Tengo que verte.
-Ya tienes todo lo que has querido de mi, lograste burlar mi
seguridad, mi intimidad, mi vida. Ahora no sé qué quieres, porque
yo no estoy disponible de esta forma.
-Quizás... Pero puedo darte algo a cambio de tu atención.
Xymi, rescató sus últimas palabras para sí misma. La
charada tenía doble sentido. Volvió a mirarlo. Era un adolescente
de los que usaban sus gafas siempre como agarracabello, sus
ropas de trabajo se confundían con la moda informal, llevaba un
abrigo con capa larga. No era mal encarado, sonreía impasible
ante el portón de su departamento. Esa era la respuesta.
-¿Qué tienes que me interesa, muchacho?- preguntó ella.
-Tengo las pistas que perdiste en tu investigación- dijo él.
-¡Cabrón!- gritó Xymi. -Entonces tú eres el saboteador, el
tripulante, el ladrón.
-No... Espera.
-Tú eres el delincuente que me intimida, eres el causante de
mis desgracias y preocupaciones. Tú me has robado todo mi
trabajo, ahora quieres robarte mi vida.
-No es así...
-Pues mi vida no te la daré, asqueroso- gritó Xymi, mientras
casi desportillaba la señal de alarma, desesperada por la ausencia

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de ayuda. Pronto se dio cuenta que nadie llegaría, pues su señal
nunca salió.
Gritó. Pero en el piso doscientos, dos ambientes separados
por un gran vestíbulo no ayudaban mucho a los aspavientos de
socorro.
-Te amo...- dijo el Vigilante.
Esta vez Xymi se enfureció. Corrió como un toro hasta su
despensa, donde moraba el bastón de aluminio que cargaban
todos los de seguridad. Lo desplegó y apretando los dientes corrió
hasta la puerta de acceso, que se abrió tan pronto se acercó a
ella.
Afuera nadie esperaba. El gran pasillo se encontraba
desierto, el silencio era completo.
Se fijó en el piso. Una papeleta de color llamó su atención.
La recogió.

Atrás tenía una inscripción: eres tú... Déjame amarte.


La ira hizo arrugar la tarjeta en las manos. La mujer
embarazada era un símbolo de sumisión, por lo menos para Xymi.
Y la irracionalidad que le producía la ira, tenía menos fundamento
que su propia frustración.
Las señales eran claras. La perseguían. Quienes dirigían
esa costosa operación de sabotaje dentro del MULTIVERSE, los

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coordinadores, los programadores, los piratas negreros, todos se
interesaron en asecharla, espiarla y extenuarla con métodos muy
sofisticados, avances sobre sus coberturas de seguridad,
destrucción de los accesos restringidos, burla de las leyes de
protección a los funcionarios de la compañía.
Renunció a conectarse al sistema, y decidió notificar a los
Directivos de la compañía, pues se trataba de un asunto
demasiado importante. Decidió salir, buscaría una entrevista
personal con algún miembro del Directorio, para ello debía
dirigirse a la torre del centro, la más alta de todas, donde tenían la
base de control de la compañía.
Con el bastón en la mano, abrió el cerrojo y deslizó la puerta
de su departamento. Se fijó en los pasillos, expeditos y
silenciosos. Corrió hacia el ascensor, el que podía llamar desde
su departamento. Llegó justo a tiempo, y cuando se abrieron sus
puertas, allí se encontró frente a frente con su acechador.
Ambos se observaron con detenimiento. Ella congelada por
el terror, él mudo por la timidez y la impresión.
Xymi Kay alzó el bastón y golpeó al Vigilante en los muslos.
Le crujió la muñeca y el antebrazo. El muchacho cayó de bruces
en el piso del ascensor, vencido por el dolor.
-No me golpees. !No quiero hacerte daño!- dijo el muchacho.
-Ahora tendrás muchos problemas, y tus jefes se
encontrarán con tus planes fallidos- gritó Xymi.
-No tengo jefes. Soy yo solo.
-Vamos abajo, hijoputa...- Xymi ingresó en el elevador,
presionó los contactos para bajar, pero estos no respondieron.
Los golpeó desesperada y luego tomó el contacto con la central
de mandos. Nadie respondió y los equipos del elevador no
funcionaban. Xymi se volvió hacia el Vigilante, lo golpeó en los
brazos.
-¿Cuál es tu juego, hijoputa? Ahora confesarás...
-No tengo juegos, vine hasta aquí por ti.

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-¡Cállate, imbécil!- aulló Xymi. Luego salió del elevador y
corrió a su departamento. Cerró la puerta con un golpe.
El Vigilante se incorporó, el dolor de los golpes aumentaría,
pero para él no era importante.
Volvió frente a la puerta de entrada, apoyando la cabeza
sobre ella, comenzaría un lento análisis de todos los eventos que
sucederían a partir de esa decisión.
Xymi Kay se encerró en un pequeño espacio reservado para
almacenar sus cachivaches, en la oscuridad estuvo segura que El
Vigilante no la encontraría. Su corazón latía desenfrenado, el
miedo sustituyó a la ira, pues en pocos instantes comprendió que
haber burlado semejante estructura de seguridad, la organización
bajo la cual se protegía la compañía ya no tenía sentido, por tanto
ella ya no tenía trabajo.
Lloró tanto como pudo, después animada por la misma
situación de desempleo aguardó por las llamadas de sus
supervisores al haber abandonado su puesto de trabajo, siendo
esa la señal de alarma que traería ayuda.
Después de mucho tiempo en la oscuridad, se quitó la blusa
y se acurrucó sobre ella. Logró dormir profundamente.

LA PUERTA EN LAS PROFUNDIDADES


El muchacho despertó, muy avanzada la noche. Algunas
luces de la superficie eran disipadas para no convulsionar el cielo
despejado, las luces de las estrellas, el silencio. Su respiración,
como siempre, tenue, normal. Le sorprendió estar tan calmado a
pesar de los eventos recientes. Recordó una chica, de rostro muy
bonito. Era imposible pensar que se habría quedado, era parte de
la confusión y el sueño, el desmayo de su agotamiento. Volcó al
costado derecho de su cama.
Un par de hermosos pechos apuntarían a su rostro, con los
pezones erectos, la calentura de un cuerpo firme, joven y

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hermoso, femenino, fragante, el cabello castaño suelto, los labios
delgados, los muslos brillantes, el olor de una vagina púber,
limpia, intacta. La encontró desnuda, con las manos pendientes
de respetar su tranquilidad, mientras estuviera dormido. Ella no
dormía, sus dedos asieron la superficie de su pene. De inmediato
reaccionó.
No había sido un sueño.
-Hola...- dijo ella.
Kasiel no respondería, pero tampoco abandonaría su lecho,
incapaz de reaccionar.
-No me asesinaste- dijo él.
-No quiero asesinarte- respondió ella. -Yo te amo.
Kasiel ejerció cierta presión nerviosa sobre su almohada,
ella acariciaba su pelvis, su sexo erecto. Ella besó sus pezones,
con una delicadeza muy premeditada. Lo besó en la boca
después. Era tan dulce, tan suave, su carne emanaba un sudor
pegajoso, suculento, como el calostro de sus pechos, gotas
ínfimas que brotaron con el deseo.
-No juegues conmigo...- susurró él.
-No lo hago- dijo ella.
Kasiel tocó sus pechos endurecidos, asió la superficie de
sus pezones y bebió del néctar que brotaba de ellos. Lamió el
delicado perfil de sus caderas y se detuvo frente a la vagina, cuya
delgada línea no mostraba más que diminutos pliegues, donde se
escondían sus conductos de placer.
Su pene era pequeño, pero para aquella vagina era
suficiente. Un leve gemido le indicó que habría penetrado el límite,
reservado para un solo hombre, en un segundo del espacio
tiempo. No contaría el tiempo en que ella le perteneció por
completo, no le importaba. Era suficiente con empaparle las
entrañas con su semen indiferente a la gestación. Y tal cual le
permitía su anatomía púber, se recuperaba de inmediato,
iniciando el proceso de coito una y otra vez. Cuando la carga de
simiente rebasó la capacidad de la cavidad uterina, el acceso era

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obstaculizado por una sensación gelatinosa, a cuya extracción iba
acompañada de hilos largos de esperma con glóbulos de aire.
Abrazando aquel cuerpo adolescente y obsceno, Kasiel
recuperó el sueño, confiando en la sumisión de la mujer, quien
demostraba aceptación a su inexperiencia y su torpeza en el sexo.
Soñó con una puerta pequeña, enchapada en un muro de
piedra. Era la entrada hacia un jardín. El aire soplaba húmedo
desde el horizonte. Cuando se asomó a ella, fue cuando despertó.
Se encontró con esos mechones de cabello castaño,
tocando sus pestañas. Besó sus senos con profunda devoción.
-Yo nunca antes hice el amor- dijo ella. Lo observaba con
esos destellos en la penumbra del amanecer. Su respiración
perfumada sobre su rostro, Kasiel yacía hipnotizado, ausente, por
completo esclavizado, con el dedo surcó la línea de sus nalgas
alcanzando el orificio rectal. Se detuvo en él.
-¿En serio me amas?- preguntó Kasiel, ahogado por un
suspiro.
-Si... Te amo- respondió ella.
-Soñé con una puerta, y un camino de piedras.
-Si. Es la entrada a mi hogar, pero tú lo viste de una forma
que entenderías.
-Tu hogar... Ahora tu hogar será conmigo- dijo Kasiel,
besando esos labios de cristal eterno.
-¿Quieres que te cuente de mi hogar anterior?- preguntó
ella, enroscando sus piernas en los muslos de él.
-Si...
-Déjame empezar... Pues antes del principio, existió el
Universo. Era único, tangible, un mar sereno donde reposaron las
primeras existencias, un círculo que se cerraba donde
comenzaba. Era un terreno finito, pues aún el convencimiento de
la existencia no era importante para sus moradores. Entonces el
caos explotó y los relativos ancianos moradores del Universo, se
fragmentaron millones de millones de veces, hasta desaparecer
en múltiples planos dentro del caos. La oscuridad era un aislado

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campo donde moraban los primeros engendradores, por eones,
ellos pernoctaron en el limbo, aguardando por la ovulación de las
estrellas antiguas. Los primeros conscientes emergieron del caos
con luces refulgentes, y opacaron la oscuridad madre dejando su
manto protector inútil ante los nuevos devenires. Por entonces, el
tiempo no existía, pero empezaron a calcularse las cifras cuando
los iluminados emergieron, remontándose a diferentes extremos
del Universo, cuya moldura no era circular, ahora la forma
desprendía de la singularidad, transformándose en materia y lo no
manifestado. Fue ese momento, no previsto ni planificado por los
Ancianos, cuando el Universo se convirtió en múltiple.
Mis predecesores fueron servidores fieles del equilibrio,
existieron libres en el océano vacío del espacio, flotando en la
inmensidad de las estrellas. Eran parte de millones de
probabilidades, de existencias, creadores de otros seres, de vida,
de mente, espíritus y luz. Llegaron a esta tierra mucho antes de
que existiera la vida, cuando era una roca vacía, como un
asteroide desprendido de la explosión de una supernova.
No somos parte del plano limitado que conoces, no somos
entendidos de la breve existencia de tu materia y de tus
necesidades mundanas, somos el nexo con el primer estado de
mente, y te llevaremos al origen, si permites que logremos el
propósito, y será a través de tu persona y de tu amor, cuando
abramos la puerta que has visto en tus sueños.
-Oh... ¿Cuándo sucederá?- preguntó Kasiel.
Ella sonrió, con esas facciones tan humanas, femeninas,
podría conseguir todo lo que se proponía.
-No es pronto. Podría tomar años, incluso cuando seamos
adultos. Ya te dije que el universo múltiple no existe el tiempo.
Pero estaremos juntos.
-El MULTIVERSE, es el lugar del que hablas, donde no hay
tiempo, ni materia, ni existencia finita. Es el sistema.
-Podría adecuarse tu comprensión del origen a esta
metáfora- respondió ella.

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Kasiel la observó, intrigado y aterrorizado por el sentimiento
que ella hizo emerger en su joven corazón. El pecho le latía con
fuerza, las lágrimas asomaban sus párpados.
-¿Cómo te llamas?- preguntó él. Ella sonrió.
-Me llamo Lilith...

ARBOL DE LA VIDA
-Cuando el principio tuvo forma, en el universo existieron
dos, y de ambos se hizo el uno. Del uno sobrevinieron los
descendientes, y ellos procrearon también, transformando el
entorno, porque de esa manera se volvió infinito.
El Vigilante observó sus manos. Blancas y translúcidas. Las
apretó hasta que sus venas resaltaron. Su carne no era humana,
o tal vez, no era importante ser humano.
-Después de la consolidación del uno, las semillas se
esparcieron en los campos fértiles, incluso en tu útero. Con el
tiempo los hijos tomaron forma y otros crecieron en los vientres de
sus madres, tú fuiste una madre elegida, para dar luz a mi
universo.
El silencio en la oscuridad era un hermoso obsequio, el
corredor y la cercanía con el cielo a través de las ventanas,
aunque nunca penetraría el aire exterior, el frío helado se podía
sentir en la superficie de las paredes con láminas metálicas. Hacía
mucho que Xymi se había escondido.
-Xymi... No me rechaces. Queda poco tiempo...
Xymi se encontraba en un lugar distinto para entonces.
Levanté la cabeza cuando la luz me alumbró el rostro. Era
una luz tibia, amistosa, me sentí plena, regocijante con el calor
que no existía más en la tierra. Era imposible imaginar un paisaje
así, sin haberlo conocido antes. Los sueños no eran
manifestaciones regresivas de la memoria astral. Esas cosas
místicas no tenían coherencia con las probabilidades, la
metafísica era un mito de importancia relativa y una pérdida de

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tiempo para esos matemáticos románticos. Confusa me encontré
en algún lugar real, dentro de mi mente, porque después de tantos
años, era imposible no diferenciar de un programa de
MULTIVERSE y de mis propios sueños, aunque alguna vez lo
haya dudado.
Vi hacia el horizonte de aquella pradera, con un pasto
amarillo, algunos pajonales, tierra arcillosa. Pisé con mis pies
descalzos esa superficie desconocida, fue una sensación
agradable. No sentía frío, ni siquiera pensé que el sol podía
apoderarse del cielo y que el color de las nubes fuera tan blanco.
Me encontré caminando desnuda por este paisaje, desierto,
libre, lejano e imposible. El cielo, carente de miradas, me permitía
seguridad en los pensamientos y control de mi entorno. Me
encontré con esa singular figura, un árbol, cuya copa casi tocaba
el suelo. Me acerqué a él, pues era el único ser vivo alrededor.
Sentí que mi pecho se agitaba, mientras me aproximaba,
había algo inexplicable en aquel lugar, una emanación energética
que provenía del suelo. Por primera vez en mi vida sentí que el
aire era puro, un aroma distinto al usual, respiré con energía,
llenando mis pulmones con esa amplitud de pureza, me sentí
parte del azul colosal en el cenit.
El árbol tenía un olor fragante, me hipnotizó con su fuerza.
Su tronco era firme, con una textura tan suave como la piel de un
niño. Sus hojas pendían de tallos perfectos, pequeños brotes con
flores azules, se escondían del exterior en los nudos de las ramas.
Me senté en sus raíces, fuertes y tan gruesas como mis piernas.
Entonces recordé haber visto la efigie de este árbol antes, y
fue en la estación de Ganímedes, era la clave de ingreso, o quizás
una clave para mí.
Caminé alrededor del árbol con la esperanza de encontrar
otra clave, pero ese momento recordé que no operaba en el
sistema, y que era imposible que mi subconsciente fuera
intervenido. Esas situaciones aún no eran posibles en la

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actualidad, la tecnología no era un recurso en contra de la mente
humana.
Permanecí en un estado de inmovilización por un largo
periodo, me aburrí.
-¿Qué quieres?- grité en la inmensidad de aquel paisaje
desolado. Observé a los extremos, en ninguna dirección habría
movimiento.
-A ti...- respondió esa voz cercana.
Xymi Kay despertó, aún la penumbra de su escondite le
daba cierta seguridad. Escuchaba en su mente el timbre de voz
del Vigilante, con esa tonalidad juvenil, tan simple y a la vez tan
profunda. No pudo comprender por qué ya no sentía ira en contra
de él. Estiró sus extremidades en un intento por librarse del
entumecimiento. Nadie iba a acudir en su ayuda.
Recordó a sus compañeros de Seguridad, otros ingenieros
que vivían en los mismos bloques. Iser, Lutani, Nila, Jonah,
Rassmussen, ninguno de ellos reportó actividades inusuales en el
sistema, ni en sus investigaciones. Ni siquiera Lutani, el
Supervisor, quién realizó el informe final junto a ella. Sentía
mucha tensión sexual en su compañía, le resultaba incómodo
porque lo veía todos los días, y no le agradaba sentir su mirada en
sus pechos, o en su pelvis. Pensó en llamarlo como alternativa
para quitarse al acechador de encima.
Salió del dispensario, estaba oscuro otra vez, pues
atardecía. Activó su terminal portátil. La señal en limpio podía
acceder al sistema con códigos internos de seguridad, llamó a
Lutani. La señal vibró muchas veces hasta que se detuvo. Volvió a
redireccionar. Sucedió lo mismo, Lutani no respondía o el contacto
no se establecía.
Pensó en el Vigilante, que ejercía un poder increíble con el
sistema, burlaba todos los protocolos a sola voluntad, como si
fuera un percutor ambulante de comandos tutores.

60
El Vigilante fue a buscarla, después de descubrir todos sus
secretos. El Vigilante esperaba por ella, sereno, inquietante,
controlando todo alrededor. El Vigilante era el árbol de su sueño.
Descubrió un factor común entre las tres claves, y entonces
comprendió el mensaje que su acechador le había dado. Yo
puedo darte la respuesta...
Cuando abrió la puerta de entrada, los ojos del pálido
muchacho se iluminaron con fuego, porque por sus fosas nasales
penetró el aroma de Xymi, como un encantamiento fatal. Se
vieron a los ojos, ambos. Ella, con una actitud desolada, sin
remedio asumida; él, con un entusiasmo pueril, tembloroso,
indefenso.
-¿Qué harás conmigo, Vigilante?- preguntó Xymi, a punto de
enfurecerse.
El Vigilante no supo responder, ante ella, la protección del
sistema o de la puerta de entrada ya no existían, la proximidad le
empujó a dudar de sí mismo de una manera inexplicable.
-Perdona... Si te asusté. Pero, quiero ayudarte- le dijo con la
voz baja y temblorosa.
-Dime qué mierda significa el árbol y te perdonaré- le increpó
ella. Tenía el bastón cerca de sus manos.
-No es el árbol, es algo más complicado aún- dijo el
Vigilante. -Es algo que yo no puedo controlar, existe y no es
tangible, porque antes de sentirlo, yo era un objeto de la
compañía, y ahora soy un instrumento de esta fuerza que me
transporta hasta tus pies, controlando mi voluntad, mis
sentimientos y mi conciencia... Tengo miedo, porque mi cerebro
se ha llenado de cosas que no estaban allí, antes de estos últimos
días. Siento que mi vida transcurre sin sentido, atrapado por un
delirio, me ahogo en la corriente de esta incertidumbre.
-¿Qué carajo quieres? No me hables payasadas, cabrón,
porque me basta para partirte la cabeza- gritó Xymi. Era más alta
que El Vigilante. Pero, en ese momento, la conciencia de la que
hablaba él, se manifestó con la seguridad de un maestro.

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-Quiero explicarte el significado del árbol de la vida, y
nosotros.

LILITH

Después de hacer el amor, Kasiel, revitalizado por una


energía interior, se levantó desnudo, y caminó por su amplio
dormitorio, se acercó al ventanal del rascacielos, y observó el
paisaje nuboso, afuera llovía y con seguridad la temperatura era
de doce grados bajo cero.
Lilith, cubierta apenas por la sábana, dejó que sus senos se
acariciaran con su cabello, largo y dócil.
-¿Vamos a tener hijos, Lilith?- le preguntó.
-Somos el origen- le respondió ella, con suma cautela y
dulzura. -Quiero tener descendencia, y por supuesto que implica
comprometerme con tu persona. En este mundo no hay nadie
más.

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-Soy muy joven para ser padre. Mi biología aún no responde
a la necesidad- dijo Kasiel, su voz no era la de un adolescente.
-No hay apuro, esperaremos cuanto tiempo sea necesario.
Ambos se vieron a los ojos. Ella tenía una expresión muy
especial, no común entre las chicas de su edad, una madurez
emocional en cada parpadeo, los suspiros de una madre. Se
levantó de la cama para vestir la camiseta que trajo al llegar.
-Tenemos que comer- dijo ella. Él asintió, con la mirada
perdida. Ambos se dirigieron a la cocina, un amplio ambiente con
azulejos grises, cuyo funcionamiento era controlado por una red
de programas de administración culinaria. La comida era
preparada por instrucciones del MULTIVERSE. Pidieron las
raciones de los dos días que no estuvo Kasiel en su casa, las
ordenes eran rubricadas por su padre desde su puesto de control
en la torre de la compañía.
-¿De dónde vienes?- le preguntó él, mientras se alimentaban
en silencio. Ella sonrió.
-Me concibieron durante la primera etapa de transformación
de esta tierra sagrada- dijo ella, sus pezones se notaban erectos
pegados a la tela de su camiseta. -Mis padres tenían presencia
inmaterial, cuando emergí de la tierra húmeda de los trópicos
meridionales, mi cuerpo era distinto, me encontré con un camino
que recorrí en soledad, porque no encontré el propósito de mi
nacimiento. Oré a mis padres por siglos, y me negaron la
respuesta, yo simplemente esperaba, pero no supe hasta ahora,
qué era lo que esperaba.
-Me esperabas a mí...

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-Si- respondió ella con una sonrisa. -Te esperaba a ti...-
cerró los ojos con gran simpatía. -Siento tu amor hacia mí, es
intenso y pasional. Te lo agradezco aunque en esencia sea un
amor a mi apariencia física.
Kasiel se ruborizó, qué significa el amor para un muchacho
de doce años.
-Lo siento.
-Deja ese complejo innecesario. Hemos sido esposos desde
la creación de este mundo, no es necesario que me rindas
cuentas de tus sentimientos terrenales, lo que hemos asumido
ambos es mucho más profundo y complicado que esa culpabilidad
inferior de tu subconsciente genético. La clave de esto es que no
somos extraños.
Kasiel no lo entendería, y tampoco procuraría hacerlo de
inmediato.
-¿Qué haremos ahora?- preguntó después de comer.
-Esperar- dijo ella. -Hacer el amor, hablar después de tantos
milenios...
-El tiempo es algo que no tiene explicación en mi cabeza- se
cuestionó Kasiel.
-No necesita explicación, el tiempo es una ilusión para los
mortales, es un espejismo de colores mecánicos, una excusa para
exaltar la materia, la carne, el deseo. Lo que sientes para explicar
esa ansiedad por penetrarme y eyacular, es el tiempo en sí. Una
ilusión.
Kasiel suspiró asintiendo. La torpeza de las palabras de
Lilith, era demasiado para su escasa experiencia.
-¿Por qué tuvo que suceder de esta forma? Pensé que en el
mundo real no existían los milagros.
-¿Qué es el mundo real, Kasiel? No entiendo cómo puedes
separar las cosas, en el universo pueden existir diversos planos y
formas, pero no hay distintos estados de realidad. Aseverar que
ahora respiras y me amas, es simplemente un suspiro en la
realidad del creador, nuestra existencia es un reflejo, un eco, una

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pompa de jabón. Todo lo demás no significa nada concreto,
faltarían palabras para explicar lo que es real, nosotros en este
pequeño espacio, tan pequeño, tan insignificante, somos
hormigas en la inmensidad de la galaxia, y los seres que viven la
realidad, no somos nosotros, no vivimos, no existimos, todo es un
proceso de identificación con la imagen mental del creador, quien
ha dejado que en su hálito nuestro universo se forme, y con el
suspiro de él, se desvanezca. La luz del origen ilumina nuestros
caminos, Kasiel, y volvemos a encontrarnos después de un largo
descanso. Pues nuestros sueños han sido la humanidad, y de la
misma humanidad hemos despertado, aunque tu no te has dado
cuenta todavía.
-Es difícil aceptarlo...- musitó él.
-El siguiente paso será sencillo. En pocos días sucederá un
evento maravilloso, el propósito final será consolidado cuando
Saturno despierte, al igual que nosotros, ingresará por el mismo
sendero en la cumbre de esta tierra. Vendrá fértil, e inseminará a
las vírgenes que lo esperan, ya desde hace un siglo.
-Saturno, ¿el planeta?
-Saturno es un nombre propio. Te darás cuenta cuando
ingreses en el plano astral.
-¿Cuándo sucederá?
-Pronto.
-¿Y qué pasará con mi padre?- preguntó Kasiel,
preocupado.
-Tu padre irá con todos los demás, fuera de la forma
manifiesta, será completa su iniciación y no tendrá que sufrir
tanto.
-No lo veo desde hace meses, creo que tiene una mujer en
su trabajo y convive con ella. Yo no soy muy importante para él.
-Esos sufrimientos son innecesarios.
Ella sonreía, y Kasiel sentía paz. No era necesario cobijar el
deterioro de un criterio familiar, ahora ella se convertía en su

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familia. No... No podía ser tan inocente y creerle a esa chica
extraña, en cuya vagina habría dejado casi medio litro de semen.
-Lilith...- preguntó. Ella alzó la cabeza. -No puedo creerte.
-No te preocupes, por eso he venido hasta aquí, para
acompañarte mientras aguardamos por el principio. No será
necesario salir de aquí, o tal vez podemos volar al océano y
esperar en una playa, mientras copulamos.
-Temo que me engañes.
-No lo haré.
Ella lo besó con pasión, tomando con las manos el miembro
púber, que se endureció de inmediato. Regresó a la angosta
cavidad femenina, cuya superficie se estremeció con la fricción
robusta, pues el muchacho ya adquiría experiencia. Se revolcaron
en el piso, mientras ejercitaban el acto amatorio. La eyaculación
no tardó en suceder.
Y en el suelo de la cocina, mientras Lilith iniciaba el sexo
oral con Kasiel, la señal fue clara, y no podría hacer más que
esperar.
Un estremecimiento le erizó la piel.
Un chorro caliente llenó la boca de su compañera.

SATURNO
-Saturno... El astro es un reflejo de nuestra visión personal
del universo. Dentro del zodiaco estelar, el origen es la luz
primera. La fantasía irreconocible del cosmos, es una clave
escondida, lo que vemos, sentimos y creemos, no es más que una
repetición de un conjunto de ondas inmateriales, desaparecidas
en el aura de la galaxia, eones antes del nacimiento del actual sol.
-¿De qué hablas?- dijo Xymi, molesta por la proximidad del
Vigilante. Ambos se encontraban frente al monitor del ordenador,
mientras el decodificador insertaba los cálculos para el sistema de

66
acceso, que tenía la forma de un zodiaco planetario, muy extraño
y antiguo.
-Estoy tratando de aperturar tus claves- dijo el Vigilante, muy
calmado.
-Me molesta que no tengas olor corporal. No hueles a nada,
eres como el plástico- dijo Xymi, arqueando las cejas.
-Perdóname. No tuve la culpa de haber sido concebido
dentro de un tubo de ensayo.
Xymi apretó los puños tan fuerte, que sus nudillos
enrojecieron.
-De una vez vomita esas claves y vete de aquí... ¡Hijo de
puta!
-La primera clave es Saturno- dijo el Vigilante, con esa
actitud adolescente, y la seguridad que no podría enfrentar por
sus escasos años de existencia.
Xymi resopló, cuando el círculo zodiacal se desprendió en
varios pedazos. Ingresaron en un corredor de viaje, una conexión
de varios usuarios.
Ante ellos, se configuró una imagen de dimensiones
espectaculares.
-Saturno... Dentro de la curvatura, se encuentra el primer
vestigio de la variable, que es la existencia del ser humano. El
mensaje es claro. Durante milenios los signos fueron escondidos
por los científicos del conocimiento, quienes se aterraron cuando
descubrieron que no existían. Existir es una ilusión, creer que la
materialidad es un plano cósmico, cuando es solo un eco de la
destrucción consecutiva del universo, de este y otros que
desaparecieron en el curso del proceso de creación. La metáfora
del ser humano, no es más que una hipótesis sobre la existencia
de este universo, si es que entendemos que el momento exacto
determinable de nuestra tangibilidad es una resonancia inmediata,
un chispazo en la inmensidad del éter y el vacío del espacio, pues
con la gran explosión de energía los efectos colaterales fueron
nuestras percepciones.

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Xymi, perpleja ante las palabras, observaba el movimiento
del planeta Saturno, cuyos anillos giraban misteriosos a una
velocidad impresionante. Más allá, el vacío del espacio, un
reducto en la oscuridad de algo inexplicable, gigantesco, tanto
como era imposible a la mente humana concebirlo, y a la vez
aceptarlo, no sin enfrentar algunos problemas psicológicos. No
era suficiente, pues más allá de la simple ilusión óptica ofrecida
por el MULTIVERSE, el concepto tenía mayor importancia, y el
miedo se apoderó de ella. Antes no hubiera pensado que
transformaba toda su fe y creencias en un mito monótono, torpe y
limitado. Su computador encendido, relativizaba el complejo
entorno de imágenes, imposibles de definir desde un monitor de
holografías, mientras los eventos se desarrollaban a través de una
visión muy realista, el óptico deformaba con levedad la visión del
planeta, y su significado.
Xymi temblaba, mientras la piel de su rostro palidecía.
-No tengas miedo, Xymi, esto no debe afectarte.
Xymi no respondía, pues ante ella, la profundidad inexorable
del espacio pendía como un espectáculo imposible, enmudecida
por la totalidad, sesgada por la comunión de las palabras del
Vigilante y la consternación del vacío.
-¿Qué es esto? Es un truco... Es parte de tus crímenes
contra mi integridad, es parte de tu acoso... ¡Qué te traes, maldito
hijo de perra!- gritó Xymi, sus ojos se transformaron en felinos.
-Por favor... No quiero nada de eso- dijo el Vigilante, su tono
de voz era bajo, tranquilizante. -Quiero ayudarte, porque eres
parte de un plan difícil, orientado hacia el conocimiento de la
verdad por parte de toda la raza de colonizadores de esta tierra.
Debes tener paciencia y escucharme, quizás seguirme, pero por
favor ya no me insultes.
Xymi, bajó la guardia. Su frustración se transformó en
desesperación, y lo peor de todo es que podía escaparse, pero no
sabía a dónde.

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-Muy bien... Muy bien... Admito que ahora si me tienes en
tus manos. No sé cuál es el propósito de esta charada, pero
puedes consolidarte como en tus planes has previsto. Ahora si
debo seguirte para que me dejes en paz, lo haré... Si tienes que
violarme, te confieso que te costará trabajo porque lucharé. Si
tienes que matarme, hazlo de una vez antes que llegue primero la
demencia. ¡Odio estas adivinanzas de mierda!- aulló Xymi,
mientras las lágrimas saltaban de sus ojos enrojecidos.
-No tengas miedo...- dijo el Vigilante y alargó la mano para
tocar la piel de Xymi, color bronce perfecto, la sintió por un
momento tan suave.
-Déjame carajo...
-Xymi, tienes que comprender el propósito de todo lo que
has visto ha sido llamar tu atención. Esa investigación asignada a
tu persona, el camino de las pistas que has recorrido, incluso el
motivo por el cual he llegado hasta tu puerta y fui escogido entre
millones de factores. No es casualidad que ahora estemos juntos
y que emprendamos esta difícil aceptación. Tenía que mostrarte lo
confuso que puede ser el principio. Regresar al útero del ente
colectivo que es la humanidad en concreto, una unidad
incomprensible e imposible de definir con conceptos teosóficos,
filosóficos o científicos. Aquí donde empezamos no hay nada de
eso, olvídalo. Tenemos que empezar otra vez, como si esta
revelación fuera tu nacimiento.
-¿Qué relación tiene esta estupidez, con el robo de energía
en nuestra ciudad? ¿Por qué mi vida tiene que ser intervenida por
un psicópata? No entiendo quién es responsable de esta ridícula
fantasía. Por qué has venido, tú, muchacho infeliz, a perturbarme.
Acaso no sabes lo difícil que es crecer en esta sociedad. No te
imaginas cuán dificultoso es ascender en una compañía que te
reconoce solo talentos especiales, milagros... ¿Quién se empeña
en destruir mi trabajo? Puedes decirme tú eso...- Xymi acabó por
derrotarse. Se sentó en el piso, recogió sus hermosas piernas y
abrazó sus rodillas.

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-Tienes que venir conmigo dentro del sistema- dijo el
Vigilante, muy seguro y determinado. Se acercó a ella, el sonido
de sus botas ceñidas a su traje de tela negra gruesa, era como los
aleteos de un ave. Ella tenía un olor penetrante, exagerado, sus
cabellos olían igual al aire puro de la cordillera y a canela. El
Vigilante titubeó, era demasiado para su corta experiencia. Se
acercó a ella, parecía llorar, vio por el pliegue de su blusa que no
llevaba nada debajo, sus senos eran duros, erguidos, piezas de
inquietante belleza, recogidas por la suave tela satinada de sus
ropajes. Sintió una erección que se hizo evidente en la tesura de
sus pantalones. No pudo evitarla ni controlarla. El miembro pujaba
entre salir o quedarse asfixiado en la cobertura de tela azabache,
apretado en su hinchazón. Se volcó para que ella no lo viera. Fue
tan desesperante como inusual. Alargó la mano para tocar la
punta de su pene, encima de la tela. Lo presionó con los dedos,
un cosquilleo emergió del contacto y se esparció como una onda
hacia la totalidad de su cuerpo. Se estremeció, y la presión
aumentó para forzar la intensidad del placer. Imaginó quitar la
blusa del cuerpo de Xymi, y meterle a la boca el glande
enrojecido. Se apretó más el pene contra la pierna izquierda.
Luego imaginó eyacular dentro de la boca de Xymi, mientras sus
ojos hechiceros se quedaban fijos en los suyos. El temblor se
transformó en un impulso, el cuál avivó el fuego dentro de su
organismo. El fuego se convirtió en una explosión repentina, que
fue acompañada de un desahogo en la parte inferior de su cuerpo.
Eyaculó dentro de sus pantalones, y sintió que un chorro de
líquido espeso avanzaba por las comisuras de su ingle hacia su
muslo. Se observó, asustado, no había señal de humedad notoria
manchada en la tela, pero la sensación empeoraba.
-Debemos entrar al sistema...-balbuceó el Vigilante.
Xymi no respondió, pero su silencio era de una
concentración absoluta. En el monitor, Saturno habría de
moverse, siguiendo su órbita, quedando algunas sombras difusas
sobre sus entornos. Algunas de sus lunas fueron visibles.

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-Muy bien- dijo Xymi. -Entremos al sistema y vamos donde
tenemos que ir- se incorporó, su expresión era seria, pero
relajada, ningún indicio de agresividad en sus extremidades,
inclusive dibujó una especie de sonrisa en su agraciado rostro.
Ambos se sentaron frente a la terminal de Xymi, un
ordenador muy avanzado, con nanolectores de memoria, casi tan
capaces como el cerebro humano. Les permitiría a ambos
ingresar en MULTIVERSE y coordinar el sistema como un solo
usuario. Esta vez, El Vigilante iba a ser el guía. Los dermotáctiles
y los electroencefálicos de la terminal tenían puntos de conexión
específicos, en las sienes, debajo de los lóbulos de las orejas, en
la nuca. Pronto se inició el transporte, que ocurría al inicializar el
sistema con software de conciencia plena.
Xymi sintió que volaba, el aire era húmedo, las nubes
cubrían la visión, pero descendía a gran velocidad. Escuchó un
rugido poderoso, algo con mucha energía. Las nubes dieron paso
al caudal de un río, ancho de márgenes, enfurecido de corriente.
Las aguas blanquecinas saltaban varios metros al chocar contra
las rocas. El ambiente era frío, como si el mismo río tuviera agua
congelada. Se posó al medio de la corriente, sobre una roca
monumental de forma cuadrada. Las gotas de agua esputadas por
la corriente grandiosa, mojaron sus ropas y su rostro. En las
riveras, algunos árboles formaban un bosque, pero desde aquel
lugar era imposible llegar a las orillas, no sin morir despedazada
por los rápidos.

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-¡Qué hacemos aquí!- gritó Xymi, su voz difuminada por el
estruendo del agua, apenas se escuchó en los alrededores.
-Aquí empezamos el camino- dijo el Vigilante, que se
transfiguró detrás de ella.
-Aquí no hay nada- dijo Xymi, con rostro preocupado.
-No es cierto, aquí es tu universo y partimos con las
respuestas a tus preguntas más elementales.
-¿Quién me dará esas respuestas?- preguntó ella.
-Esto refleja tu personalidad. El río y su poder, son tu alma,
el cielo puro y azul, es tu virtud espiritual, el bosque inalcanzable
desde aquí, es tu amor privado por tus miedos. Este universo ha
sido creado por tu mente, y debes partir desde aquí para resolver
tu cuestionamiento.
-No puede ser. MULTIVERSE no puede configurar el
subconciente de los usuarios. Esto es un engaño. Nadie más que
yo puede ser artífice de su propia mente- dijo Xymi, sonreía con
ironía.
-Tú me trajiste aquí. Deberías empezar a buscar lo que
perdiste en este lugar.

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Sin embargo, era imposible saber en ese momento si algo
se encontraba perdido en su propia mente.
-Debemos salir de aquí...
-Si detienes el río, podremos llegar a la orilla- aseveró el
Vigilante.
Xymi apretó los puños, con ese gesto que ahora le era
familiar al Vigilante. Lo observaba confundida, pero a la vez
resuelta en su voluntad. Algo tenía sentido en la charada del
Vigilante. Algo que tomaba forma en la amplitud de su
incertidumbre. Sonrió, y retrocedió un paso. Era más que una
corazonada.
Luego saltó a las enfurecidas aguas, cuya espuma helada la
cubrió por completo. Desapareció, tragada por el río.

EL PENTACULO DEL EDEN

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-Despierta...- dijo con su suave voz, tan tranquila. En el
mundo del sueño, las respuestas no esperaban, se sentían como
una emanación de la ambigüedad que era el universo natural.
-Soñé con un signo- dijo él, mientras estiraba sus brazos
sobre la cama. -Un signo circular, con unas líneas que lo
atravesaban y volvían a formarse entre un círculo más pequeño y
unos cuadrados.
-¡Ah!- exclamó ella, con una sonrisa tierna. -El pentáculo del
Edén... Estás a punto de comprender todo el sentido de lo
manifiesto. En sueños despiertan tus recónditos paseos por la
eternidad.
-¿De qué hablas?- preguntó él.
-Es difícil comprender al principio que las maravillas de
nuestra conciencia, tienen de por medio una larga historia de
recuerdos, muchos de ellos olvidados en los renacimientos.
-Era un signo ciego, confuso, no lo veía claramente, pero
creo que estaba tatuado en mi pecho.
-Lo sé... En la primera guerra, todos los Ángeles de Fuego,
tenían el pentáculo como distintivo, tatuado encima de la tetilla
izquierda.
-¿Yo estuve en la guerra?
-Estuvimos...
-Y el Edén, ¿estuvimos allí también?
Lilith recogió sus piernas y las apegó a la cintura de Kasiel.
Sonreía.
-El Edén en sí era una expresión lógica de la existencia de
esta tierra, hermosa y pura, limpia, inexplorada. El Edén es el
nombre original de esta creación donde vinimos a existir nosotros.
Después de las guerras tuvimos suerte de quedarnos aquí,
protegidos contra la peste, el hambre, el frío. Los seguidores
fueron desterrados al desierto de hielo y murieron congelados.
Los disidentes se quedaron escondidos, algunos le fueron
perdonados sus crímenes- la mirada de Lilith se extravió en

74
imágenes mentales. Algo que Kasiel no podía hacer, pues sus
recuerdos no eran muchos, por lo menos así lo creía.
-Edén, el verdadero nombre de la tierra. Eso contraviene
todo lo que hemos aprendido por siglos- dijo Kasiel.
-Hubieron muchos que se creyeron dueños de la verdad, por
eso se cometieron muchos abusos. Pero la verdad es justa.
-¿Podemos ver cómo era el Edén, Lilith?
-Es posible- dijo ella, descubriendo sus manos cálidas para
contornear el pecho de su compañero con los dedos -con un poco
de concentración.
Kasiel cerró los ojos, y trató de poner su mente en blanco.
Un blanco total, profundo, distante de los pensamientos de su
presente, la muerte, asesinato, su padre, su sexo erecto, el
misterio del MULTIVERSE, Lilith y las ganas que tenía de
manchar sus senos con su esperma.
De repente todo se fue como en un vertiginoso torbellino,
quedando una nube difusa de manchas. No sentía nada en
absoluto, ni siquiera las manos de la chica sobre sus piernas.

El paisaje tan límpido y hermoso de unas onduladas colinas


con verde césped, y el cielo azul nítido, bañado con algunas
nubes esponjosas. La pureza del planeta no podía ser una ilusión,
no era posible tener tanto color y alegría juntos, en un lugar
hipotético. El pecado original, concebía como una corrupción en el

75
orden legado por los símbolos antiguos, pero ese destino no tenía
nada que ver con el Edén mismo. La existencia de la perfección
significaba una cosa, el pecado en sí mismo era el ser humano,
contra todo aquello que era considerado perenne, sagrado,
invulnerable, cercano a Dios en su virtud. Observad el Edén como
lo que es, no como un supuesto, pues si el pecado ha destruido el
paraíso en la tierra, el pecado es el hombre en sí mismo.
Kasiel abrió los ojos. Ella aguardaba con la camiseta encima
de su piel desnuda, su cabello recogido en una cola pareció
cambiar de color. En ese momento, ya no le importaba ser
perseguido, tener miedo de morir, de ser asesinado como el
contrabandista de información o Sol Negro. Ya no importaba si se
trataba del mismo ser, terrorífico y violento. Veía los movimientos
de su mujer, pues ahora ella era su mujer, y se sentía plácido,
sumido en un profundo sopor de irracionalidad. La amaba, pues
significaba algo en el vacío de sus dudas. Era importante, y lo
hacía sentir importante.
-Paz. justicia, verdad, son axiomas que maneja el ser
viviente como un propósito de la vida, como un ideal enmarcado
en la póstuma supremacía del humano, sobre sus semejantes, el
poder y la justicia, la corrupción y la verdad, la violación, la
humillación. El mundo se ha cubierto de suciedad, y los efectos de
la contaminación prevalecen, siempre destruyendo lo poco que
nos queda intacto. El paraíso es Dios, el infierno es el olvido de
Dios, pero él no olvida, olvidas tú, tus semejantes. ¡El Edén
destruido, es un rechazo a la idea original de Dios! Pero, no es
culpa de los precedentes, pues nosotros hemos protegido y
defendido a nuestras revelaciones por muchas etapas. Ahora es
comprensible el dolor de muchos seres, nuestro vínculo es único,
desde el nacimiento de la vida, hasta hoy, hemos sido uno, como
el creador, como la fe que nos une.
-Oh... Estoy a punto de creer- dijo Kasiel. Luego soltó una
carcajada.

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Lilith no hizo ninguna expresión, su seriedad fue suficiente
convencimiento de la veracidad de sus palabras. Luego se levantó
de la cama y se dirigió al cuarto de la computadora. Kasiel,
contrariado por la reacción, la siguió, desnudo.
-No tengo mucho que contarte, si te burlarás de mis
palabras- dijo Lilith, y se quedó de pie ante la terminal de Kasiel,
un modelo muy moderno, cuyas actualizaciones piratas lo hacían
más atractivo.
-Ofenderte era la último que quería hacer. Por favor, no me
hagas sentir mal- suplicó Kasiel.
-Sentirte mal... Acaso ese burdo remedo de sentimiento
explica todo lo que ha significado venir a esta tierra y sobrevivir...
No uses esa estrategia, mi joven cuerpo no puede engañarte- dijo
ella, con la expresión neutra.
-Explícame más y quizás aprenda.
-Activa tu terminal. Vamos a iniciar los sellos- dijo ella. Kasiel
encogió los hombros, alargando el brazo hasta presionar el
conductor magnético con la yema de su dedo índice, cuyo registro
de seguridad era la huella digital. La terminal dio inmediato acceso
al MULTIVERSE, pero exigió sofware de conciencia plena como
requisito.
-Es la primera vez que hace eso- dijo Kasiel, sorprendido por
la independencia de su maquina. Los comandos se dibujaban en
monitor en escalas geométricas, las instrucciones exigían total
control de la parte matemática. Luego observó a su compañera,
que instruía a través del módulo de comandos, letras y símbolos
sin ninguna relación estructural.
LUZ, ALMA, TOTALIDAD, ABSOLUTO, ETÉREO, VOLUNTAD, AMOR, VERBO,
ALEPH, 2x(89,0099835566y*a12*3.1456/666*969), (O2.ie88373)/ie01
a.5´099.009,999876.
-¿Qué haces?- preguntó Kasiel.
-Estoy estructurando la base de información para poder
diagramar las llaves del templo- dijo ella.
-¿Qué templo?
-Nuestro templo, Kasiel. Ten paciencia...

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El monitoreo expresó un fondo negro, y la señal de stand by
parpadeaba en el cursor.
-Debemos esperar- dijo ella, sonriente otra vez.
-¿Qué hacemos?- preguntó Kasiel.

Ella se levantó la camiseta, descubriendo sus inquietantes


pechos. Kasiel los admiró con detenimiento, su pene respondió
ante el estímulo visual, acercó su boca a los grandes pezones, y
los engulló con fuerza. Los lamió y chupó hasta marcarlos en
diferentes lugares. Ya estaba muy empalmado cuando hizo que
Lilith apoyara las manos en la pared, agachando la cintura y
respingando el trasero. Kasiel la penetró mientras mecía su
cintura con suavidad. Fue lento, codicioso, grosero con la
interacción de su fortalecida verga, experta en el arte de embestir.
Ella gimió mientras expulsaba una inusual cantidad de líquido, que
resbalaba en sus piernas. Sintió la primera punzada interior, que
adivinó el orgasmo, soportó la salida del esperma, y cambiaron de
posición. Ella se sentó encima de él, meciendo la cintura con la
fuerza de las piernas, gemía fuerte, casi a gritos. Ella mordió su
cuello, clavándole sus uñas en la nuca, sintió que su piel se
erizaba. Kasiel no pudo resistir más, y dejó que el chorro caliente
de sus gónadas, emergiera como un cañonazo en el interior de la

78
chica, quién rascuñaba la espalda de su compañero, forzando su
propio placer en los últimos segundos.
Ambos se encontraron en el piso, gimiendo, se tocaron las
manos en señal de unión total. Cuando el computador les avisó
que estaba listo el diagrama para iniciar los sellos, el padre de
Kasiel llegaba a casa.

BOSQUE DE HIELO

Desperté, el sol se veía como un ojo semiabierto y el río dejó


de ser un enfurecido tormento, su cause era calmo, casi como si
flotar en su corriente fuera un vuelo lento, una pelusa en la brisa
de la mañana. Las aguas heladas, pues su percepción era
completa, no producían ningún dolor en mi cuerpo. Al contrario, un
tibio bienestar sucedía ala confusión de haber caído en una

79
corriente destructora, al final era una simulación, lo que no
comprendía del todo, pues me era imposible percibir en mi razón
humana, era que me encontraba dentro de mi propia mente.
Avanzaba en la corriente, con gracia, las aguas límpidas
tenían pureza inexorable, las orillas contemplaban nieve, árboles
congelados, el paisaje era de un blanco sempiterno, tan diáfano y
completo. El cielo, difuminado por nubes blancas, el frío y la
sensación de estar en el ártico. Por un momento pensé que me
encontraba en algún lugar de las praderas, ahora lugares
abandonados por las inclemencias del invierno, pero era
improbable la existencia de un paisaje similar en el planeta, desde
la guerra que los bosques y ríos no eran posibles, pues el frío
devastó todo vestigio de naturaleza.
Aunque en el norte, algunos laboratorios cultivan bosques,
no es posible ingresar a ellos sin un permiso, todo es propiedad
privada. Me sorprendió el paisaje, era bello, tan lleno de
esperanza que me sentí feliz. La corriente ya no empujaba mi
cuerpo, y controlaba en absoluto, todas las sensaciones externas,
aunque no llevaba ropa abrigada, el frío no me torturaba a través
de mis harapos, mi piel palidecía, pero no desmayaba. Respiraba
aire puro, delicioso.
Salí de las aguas, caminaba descalza, pisé la nieve con su
sopor helado, mis plantas llevaron la reacción a mi cerebro, pero
ignoró el congelamiento natural, siendo ilógico que sintiera como
pasto, la suave superficie del manto blanco sobre la tierra.

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Comencé a caminar por un sendero, trazado por la
conjunción de altos pinos, cuyos troncos tenían pintura de nieve
natural. Era una señal, tal vez, todo en este lugar es una señal,
por lo menos desde que conocí al Vigilante no me daba cuenta de
la realidad, pero cuál es la realidad, no sé que pensar. Las
conclusiones son interrogantes, y todo lo que he creído por años
empieza a desmoronarse, sin sentido, desde que empecé con
este tema, recurrente, insoportable. Y ahora este Vigilante, quién
me asecha con esos aires de superioridad, todo lo que sabe de
mí, y la capacidad de controlar el entorno, pues su tarea es en
definitiva, superior a la mía. No lo entiendo, este trabajo era todo
para mí, ahora no significa nada. Todos mis años de esfuerzo y
estudio, el sacrificio y la intimidación sexual. Aquellos años donde
anulé por completo mi dignidad, cuando dejé de ser una mujer
libre y me convertí en un instrumento de la compañía, una
herramienta eficaz, atractiva, imposible, intocable, pero quién
sabe, he percibido que mi mente ha sido explorada por alguien
más en estos últimos meses. Ellos se han robado mis
experiencias, mi estudio, mi conocimiento, ellos se han tomado la
libertad de coartar mi albedrío, me han prohibido tener tiempo
egoísta, me han impulsado al cambio de mi vida, hacia un
producto. Como dijo el Vigilante, somos un producto patentado.

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Por qué no me hace frío, ¡carajo!
Más adelante pude ver adónde me llevaba el sendero, pues
la luz amplió el horizonte cubierto por el bosque congelado. Era de
mañana, por lo menos, mi percepción de un amanecer era
convincente. Jamás había presenciado el amanecer en el campo
abierto, y aunque pienso que es una simulación del sistema, se
veía bastante real y emocionante. Alguien se tomaba la molestia
de crear un espacio donde la tierra llegaba a ser un paraíso, por
milagro concedido, quizás la esperanza no era inútil.
Llegué donde comenzaba una planicie, abierta hacia unas
montañas, nevadas por supuesto, no vi a nadie alrededor. Un
nubarrón cubrió la luz solar y de inmediato la lluvia cayó torrencial,
sin clemencia. Como ya me encontraba empapada, no significó
tanto, pero no sabía a dónde dirigirme.
-Ahora puedes venir, Vigilante...- grité. Esperaba verlo
escondido entre los árboles, pero ni una señal de movimiento, ni
siquiera sombras o ruidos. La calma permanecía ante la lluvia,
prevaleciendo mi propia soledad.
Las nubes recorrieron su camino, la luz del sol apareció en
el transcurso, un olor extraño sobrevino a la lluvia, algo como un
perfume. Antes ya había sentido ese aroma, esta vez era más
intenso, nítido, su propagación obedecía al movimiento del aire,
cuya brisa acariciaba mi rostro. Me dirigí hacia el lugar donde
provenía, se encontraba justo frente a mí, en dirección a las
montañas.
Fue intenso, porque el paisaje cambiaba de color, bajo la
misma perspectiva una pradera poblada de pastos, con algunas
colinas de baja altura, con un verde impresionante, tal como
nunca antes pude ver.
Corrí hacía ese paisaje, era una situación antinatural, el
sistema tenía caminos ilógicos. Choqué contra algo, me golpeé la
cabeza. Caí de espaldas, con la misma fuerza. Abrí los ojos, ante
mí, la montaña seguía inmóvil, está vez el blanco reluciente de la
nieve desapareció.

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-Seas bienvenida- dijo una voz. Cercana a mis oídos, como
el viento soplando en mi piel.
-Mierda...
-Vienes por respuestas. Este es el lugar correcto- era una
voz masculina, discreta, un tanto afeminada.
-Respuestas... Pero si no conozco las preguntas, carajo...
La voz hizo un sonido como una risa. Yo me levanté con
dificultad, me dolía la frente. Me la froté con la mano.
-Yo te puedo dar las respuestas, mi amada hija- me dijo el
hombre que apareció frente a mí, un anciano de gestos amables.
-¿Quién eres tú?- le pregunté.
-Soy Jordan. Tu tatarabuelo, en el sistema, el más antiguo
antecedente de tu conciencia colectiva, y quizás la única imagen
familiar que podría darte respuestas.
-No te conozco, Jordan. Podrías ser cualquier cosa.
-Entiende que en este momento, el sistema ha accedido a tu
mente, y lo que vemos es nada más reflejo de tus pensamientos
más profundos.
-¡MENTIRA!- grité. A lo lejos se repitió el eco. -No existe
tecnología humana que permita el análisis del subconsciente,
mientras se permanece en MULTIVERSE. Eres un engaño, un
estafador.
-Bien lo dijiste, hija mía. No existe ningún factor humano que
te permita utilizar el sistema para explorar la mente, pues el
cerebro es un indómito territorio aún para los científicos de hoy en
día. Pero ese no es el tema en particular. Si te das cuenta todo lo
que te sucede no tiene coherencia con la línea regular de vida que
has tenido, pues el propósito ha tenido un desfase. Humanos no
son los que exploran tu mente, sino un conjunto de seres muy
antiguos, interesados en el desfase algorítmico de tu
personalidad. Te han estudiado desde que eras una niña, te han
asignado a tareas que ibas a realizar de todas formas, pero han
tratado de dirigirlas porque eres muy importante.
-No aceptaré tus palabras. Eres un fraude- le desafié.

83
-Sé que no comprenderás este propósito, de alguna forma
tomará tiempo, tú tiempo, entender que el universo no es tal como
lo has asimilado. Sino es una complejidad alejada de tus reglas. Si
puedes llamar reglas a eso. Expía tu mente de la oscuridad. Ven
conmigo y conoce.
-No lo haré.
-De todos modos, ahora no podrás dudarlo, porque tienes la
marca de los ángeles. Eres libre ahora. Podrás comprender.
-Si... Claro.
-Mira tu pelvis, niña. Cuando despiertes seguirá allí.
-No miraré nada, viejo degenerado.
Desperté y me encontré en mi casa. Miraba el cielo raso,
con sus detalles blancos y el minimalismo de su arquitectura. El
viaje fue complejo, el sistema tenía muchas interrogantes, todos
los días sentiría que nada aprendía y lo aprendido era inútil.
Levanté la cabeza, me dolía un poco, como si los colores fueran
dañinos. El Vigilante esperaba junto a la ventana, era de noche,
afuera llovía con granizo, las ventanas eran golpeadas con
grandes pedazos de hielo, los impactos eran duros, pero el cristal
podía ser como el acero.
-¡Me violaste!- grité.
-No lo hice- respondió él, con tanta inocencia, que no pude
enfurecerme. Se veía muy frágil, y lo peor de todo es que estaba
dentro de mi casa.
No pude evitar pensar en la realidad de la simulación que
visité. Era muy convincente, no podía ser un sueño. Me volqué
para abrirme los pantalones, y encontré la marca encima de mi
muslo.
No era posible.

REGRESO AL PORTAL

84
-Lilith, es mi padre- dijo Kasiel, introdujendo a la
semidesnuda chica ante la mirada fija de su padre. Un hombre de
treinta y cinco años, esbelto, atlético y de sonrisa indefinible. Lilith
sonrió apenas, incómoda por la presencia de aquel hombre. El
asentimiento como saludo devuelto, revolvió sus intestinos.
-Volví, Kasiel. Veo que has estado ocupado- dijo el hombre,
con un semblante vacío.
-Si, padre... No sé qué decirte, es un largo relato de cosas
que no entenderías- dijo Kasiel, incómodo.
-Trata de explicarme. Verás que mi trabajo en la planta, y mi
tiempo mal distribuido no evita que pueda hablar contigo- dijo el
padre, con una expresión descortés.
-No quiero molestarte, padre. Recogeremos nuestras cosas
y acompañaré a Lilith a su casa- dijo Kasiel, tomando la mano de
la chica y arrastrándola fuera de la habitación.
Una vez adentro del dormitorio de Kasiel, aseguró la puerta
con el cerrojo. Suspiró sin aliviarse.
-No tengo casa- dijo ella. Kasiel levantó la mirada.
-¿Qué?
-No tengo memoria del destino y voluntad de este cuerpo.
Fue elegido en cuestión de probabilidades y dirigido para ponerlo
a nuestra voluntad. La vida anterior de la conciencia que tenía
esta persona, ya no existe.
-¿Cómo?- Kasiel empezaba a preocuparse.
-No quiero que resulte incómodo para ti, de todos modos en
un par de horas todo lo que has conocido cambiará y será distinto-
dijo ella. Se veía asustada, incómoda, sus manos frías sudaban,
su rostro denotaba un proceso de resistencia. Algo le sucedía.

85
-¿Qué te pasa?- le preguntó Kasiel.
-Nada, creo que vas a salir del edificio unos quince minutos.
Y me voy a quedar aquí.
-No... Nos iremos juntos.
-No será así.
Kasiel no comprendió, pero antes que pudiera tomar sus
decisiones, su padre lo llamó. Salió del dormitorio, compungido.
Su padre aguardaba en el salón. Se lo veía nervioso, con las
manos en los bolsillos.
-Sí, padre...
-Debes hacerme un favor enorme- le dijo, con su voz grave.
-Cuál.
-Debes buscarme a esta persona, que vive en la torre 600-
le entregó un fotograma de plástico con una imagen, -te esperará
en el lobby, te entregará un software en un cristal amarillo. Lo
traerás de regreso. Tienes diez minutos.
Kasiel vaciló antes de contestar. Pensó en lo que había
dicho Lilith.
-Bien, pero después voy a salir.
-Puedes irte a donde quieras.
Kasiel corrió a su dormitorio. Sorprendido y asustado.
-No sé que pasa en este lugar, pero tengo que irme por unos
minutos. Por favor, cierra la puerta y ponte ropa. No quiero que
salgas por ningún motivo hasta que regrese.- dijo Kasiel. Ella lo
miró con una expresión de dolor contenido.
-No te llenes de ira, mi amor- dijo ella. -Ya no importará
hasta el final del día.
-No sé de lo que hablas, pero no me gusta nada... No
tardaré- le dijo y la besó.
Kasiel salió con prisa, buscando a su padre entre las
diferentes salas de su departamento. No lo vio, dejó el domicilio y
abordó el ascensor que lo transportaba casi un kilómetro abajo.

86
Desde la calle, los edificios eran amenazantes columnas.
Verticales estructuras inviolables. El clima frío, enfrentó la piel
descubierta de sus brazos, tuvo que correr para no derrotarse
frente a los dieciséis grados bajo cero del mediodía.
Cruzó la gran avenida, sin vehículos, sin personas. El
edificio de destino, se encontraba a cien metros de distancia.
Llegó a la puerta, el vestíbulo era gigantesco, las paredes y el
cielo raso, lejanos para su humanidad, se sintió un insecto frente a
dos columnas negras de lustrosa superficie, se vio a sí mismo
reflejado. Corrió hasta la sección del portero. Un tablero de cristal
de luz, comenzó a vibrar en su presencia.
-Hola... Debo recoger una encomienda de esta persona- dijo
Kasiel, mostrando la impresión fotográfica al sensor del cristal.
Una puerta se deslizó como una expiración de aire. -Pase- le dijo
una voz artificial. Kasiel ingresó por donde le indicaron, y se
encontró con una especie de terraza, donde un clima caluroso
circundaba unas paredes cubiertas por musgo y enredaderas,
mientras algunas imágenes de paisajes soleados eran
proyectadas por hológrafos.
-¿Quién?- preguntó una voz masculina en el interior.
-Vengo de parte de Esleigh. Tenía que recoger una
encomienda. Soy su hijo.
-¡Ah! Si... Mencionó al hijo- dijo aquella persona, escondido
en la penumbra de la habitación. -Creo que podemos entregarte el
paquete. Está encima de la mesa frente a ti.

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Kasiel se acercó al mueble indicado. Una mesa de madera
antigua, una reliquia de valor incalculable, y además ilegal, pues
la madera no era objeto de comercio, y tampoco de industria.
Encima de ella, una caja de colores, de tamaño mediano,
esperaba por su mandato. Era un portacristales, un instrumento
que servía para preservar y proteger los cristales de información,
que tenían millones de datos en su interior. Los lectores del
sistema podían procesar cristales, y era un proceso carísimo, solo
algunos computadores tenían alcance de cristal, los modelos
disponibles operaban para la compañía. Kasiel tomó la caja con
mucho cuidado.
-Debo irme, señor. Gracias...-dijo Kasiel, y se dio vuelta para
caminar hacia la puerta.
-Escúchame, muchacho- dijo la voz, con un tono más grave.
-Dile a tu padre que el tiempo es escaso. Algunas deudas no
esperan. Todas las demás del mundo conocido pueden esperar,
pero algunas otras no.
-Se lo diré, señor- para Kasiel, no era importante, debía
volver por Lilith.
Salió corriendo, el vestíbulo le pareció un camino más largo.
En la calle, una ventisca le arrancó un temblor insoportable, apuró
el paso para llegar a su torre. No habían transcurrido más de
quince minutos cuando abordó el ascensor, que cerraba sus
puertas justo cuando él llegaba. Los ascensores eran como trenes
que se detenían en diferentes pisos, su frecuencia y destino se
dividía por bloques. Tardaría cinco minutos en llegar.
Kasiel no pudo evitar su nerviosismo. Su mano la agitaba, y
la golpeaba contra su muslo, muchas veces, le temblaban las
rodillas, apretaba los dientes hasta que le dolió la cabeza. Fueron
los peores cinco minutos de su vida. Y bajó en su nivel, casi
cayendo por la prisa. Ingresó su clave en la puerta, con la mano
incontrolable, se equivocó en las cifras y repitió. La puerta se
abrió, e ingresó resoplando, lo primero que hizo fue dirigirse a su
dormitorio. En el camino encontró las prendas de vestir de su

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padre, tiradas en el piso. La puerta de su cuarto estaba abierta.
Escuchó un suspiro.
Cuando entró en su dormitorio, encontró a su padre,
desnudo, encima de Lilith ella tenía las piernas cruzadas en la
cintura de él. Hacían el amor. Los senos se ella se encontraban
manchados con semen, y su rostro parecía desfigurado, con una
innoble expresión de asco y humillación.
Su padre continuó meciéndose sobre la cintura de Lilith,
indiferente, pues no se percató de la presencia de Kasiel, absorto
en la carne y en la juventud de ella. Cuando arqueó la espalda
para su segundo orgasmo, nunca imaginaría que su propio hijo le
rompería un pedazo de cerámica en la cabeza.
Kasiel, con los ojos en blanco, tomó el grueso jarrón donde
ponía agua para beber en las noches, un instrumento personal,
recuerdo de su madre. Lo alzó con rapidez y sin pensarlo un
instante, lo rompió contra la frente de su padre, que ese instante
preciso experimentaba una eyaculación.
El cuerpo del hombre yacía inerte sobre el piso, un hilillo de
sangre manaba desde su sien izquierda. Lilith se sentó abrazando
sus rodillas. Era algo que no podría explicarle a un muchacho de
doce años.

-¿Qué te sucede?- preguntó Kasiel, con los mismos ojos


inexpresivos.

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-No te lo puedo explicar ahora, pero te prometo que vas a
comprenderlo más adelante.
-¿Te forzó?
-No exactamente.
-Tú lo provocaste, entonces.
-Yo esperaba en tu habitación. Temblaba de terror. Yo sé
que las sensaciones que he despertado en ti, cualquier hombre
las sentirá al estar en una proximidad conmigo. Es la sentencia de
mi destino. No tengo la culpa.
-Vístete.
Lilith se vistió, mientras el semen todavía chorreaba de su
vagina. El tiempo apremiaba. Afuera, el sol se ocultaba. El frío
descendería hasta los veinte grados bajo cero. Cuando la chica
estuvo lista, su rostro no era el mismo, algo la transformaba, una
expresión de dolor y humillación. Kasiel le tomó de la mano y
salieron ambos del departamento. Aguardaron por el ascensor.
Nada alteraba la fisonomía de Kasiel, los ojos en blanco, la
fisonomía vacía. La ira, el despecho y la demencia, tal vez, pero
era algo más.
-Volviste- dijo ella, cuando subían al ascensor.
-El Portal, esta abierto. El arcángel ha regresado- dijo Kasiel.

EL TEMPLO DE SALOMON

90
La marca en mi muslo apareció clara, un tatuaje de mariposa
con hermosos colores. Era imposible que tuviera lugar, porque en
mi vida nunca opté por ilustrar mi piel, lo consideré asqueroso
desde la infancia. Esta demostración de magia o de brujería no la
tolero, mi cuerpo ha sido violentado por una intervención ilegítima,
seguro cuando me encontraba en conciencia plena, y a merced
del Vigilante. Pero él niega haberme puesto un dedo encima, y
que la marca es producto de mi exploración subconsciente en el
universo de mi mente. ¡Cabrón! y después sus manos asquerosas
me tocaron la pelvis, o mi clítoris...
Sin embargo, pienso que la marca debía cicatrizar en más
tiempo o doler un poco, nada de ellos sucedía, era como si se
tratara de un tatuaje antiguo. Anterior a mi adolescencia. Este
puto mundo de misterios y fantasía dentro de MULTIVERSE me
está fastidiando en exceso. Estoy a punto de desmantelar mi
computador y de romper todos los huesos de este Vigilante. ¡Dios
me proteja de la ira!
-¡No descubrí nada importante en tu viaje! ¡Hijo de puta!-
grité. El Vigilante agachó la cabeza en señal de derrota, mis
insultos eran contribuyentes de su humillación.
-Ya tienes lo que necesitas. Ahora tienes que razonar- dijo
él.
-Tengo un puto tatuaje en la raja, mal parido. Si tú me lo
hiciste, lo sabré.
-Sabes que no lo hice yo.
Rechiné los dientes a tal punto que se escuchó el crujido de
mis huesos dentales.
-Dime algo que me sirva, no adivinanzas, ni torpezas
parecidas.
-Bien, debes seguir ahora el curso trazado por tus nanocells,
que marcaron el territorio del enigma en el sistema.
-Pero si se perdieron.
-No. Siguen allí, debiste buscar usando el amalgama de
electrones.

91
-Mis rastros no tienen cargas.
-Te aseguro que cuando ingreses, estarán ahí. La búsqueda
tendrá sentido de repente.
-Esta es la última vez que te hago caso. Si a mi regreso no
he cambiado nada, voy a matarte.
-Esperaré.
El Vigilante conectó los anexos para conciencia plena y me
los puso en la cabeza, con suma cautela y delicadeza. Fue un
proceso amable, muy similar al trato de un enfermero. Me sentí
bien, y el Vigilante no se dio cuenta cuando mi piel se erizó con el
contacto de sus manos, frías, pero aterciopeladas.
-No me toques, fenómeno.
-No lo haré- respondió, sonreía. El haberme acariciado por
un instante le produjo mucho placer. Por un momento sentí
tristeza, pues empezaba a creer en él. Sin embargo, iniciamos el
programa de conciencia plena y me encontré en las nubes, en una
encrucijada del sistema. Supuse que el plan del Vigilante era
demasiado obvio, pero igual lo ejecuté, y puse en marcha mi filtro
de electrodos. Supe de inmediato cual camino tomar, pues una
delgada línea de puntos brillantes se dibujó en el fondo celeste.
Tomé esa trayectoria y me transportaron por conductos
mecánicos, hasta una válvula, donde algunas series de
programas ejecutados, ya caducaron, y lo único que quedaba de
ellos era su sombra. Me sorprendí porque de la manera normal
era imposible ingresar en las sombras. Pero los vestigios en
electrones no mintieron, entonces atravesé la inmensa sombra
que venía primero.
El río. Era un caudal amigable, limpio y armonioso. No era el
mismo que existía en mi mente. Era un río agradable. Las orillas
tenían vegetación, era verde, natural, tan real como el olor de los
alrededores. El sistema guardaba terribles secretos, muy
importantes. Me dio miedo comprender el rollo al cuál me había
metido. Pues ninguno de los sitios que he visitado, ha sido por
completo humano, siempre hubo algo que lo descatalogaba, y por

92
primera vez tuvo sentido lo que dijo el Vigilante, tal vez el
MULTIVERSE es una conexión con otros mundos.
Las pistas dejaron de ser visibles en aquel hermoso lugar, tal
como todos, tenía puntos en común. Siempre había un río,
bosques, paisajes naturales sin la presencia humana, con
excepción de ese horrible manantial donde se cogían a las
mentes de las niñas. Recuerdo ese árbol, con esos mensajes
internos, como voces en mi mente. En fin, todos los elementos
retrataban la tierra en el pasado, en mi mundo, diferente a lo que
conozco, pues el mundo ahora es un enclave congelado del
sistema solar, donde ni una gota del deshielo permite correr el
agua de los ríos y la proliferación de los jardines. Todo eso no
existe, y quizás estas señales tienen que ver con la destrucción, o
un renacimiento. Lo que no entiendo es la conexión entre estas
hipótesis metafísicas y la seguridad de la compañía. Me asusta
pensar que alguien me ha espiado, y se apropió de mi intimidad,
de mi trabajo y mis logros, que ahora todo mi trabajo sea un
experimento guiado, un fracaso de mi propia existencia. Estos
programas de conciencia plena son peligrosos, introducen
cantidad de información en el cerebro, y ahora dudo si lo que
continúa después de desactivar el sistema, es parte del mismo, o
es mi propia vida.
Llegué a un lugar encima de una montaña, donde encontré
un grupo de montañas, enclavadas en la parte más profunda del
recorrido de la corriente. Era un paisaje desolado, silencioso, un
valle fértil se abría espacio a los pies de los cerros rocosos. Sentí
una ventisca especial, como si estuviera cerca del mar.

93
Subí hasta el punto más alto. Era una montaña empinada,
pero ofrecía una particular vista espectacular de aquel sitio,
imposible de construir con tan poca fuerza de memoria en las
sombras. Tal vez era un conducto irregular a sitios lejanos,
secretos, construidos por IAs, quienes les hacen mantenimiento a
costo de impagables tarifas de energía. Quizás esto tenía algo
que ver con mantener las costosas estructuras en el sistema, pero
sin que la provisión de energía signifique fuertes erogaciones
crediticias. El dinero no era muy necesario en el mundo, pero la
energía racional lo era.
Tal vez ese era el razonamiento de esta investigación, pues
valía la pena formalizarlo como un indicio. Existen certificados y
registros de usuarios que tienen sitios como estos, donde se
manipulan millones de cifras y combinaciones para poder ejecutar
las complicadas funciones de los diferentes programas instalados.
Como diversión o placer particular, los sitios costosos tenían que
alimentarse de mucha energía, y para pagar la misma, los
propietarios vendían sus contenidos a millonarios o acaudalados
exploradores. Incluso asumiré que muchos de estos programas
tienen contenidos ilegales y por ello están camuflados en sectores
desconocidos del sistema.

94
El tiempo transcurre y aún me encuentro en este lugar, tibio,
con el sol más regocijante que jamás pude sentir en mi piel.
Aunque fuera un producto, su propósito se cumplía con bastante
efectividad. Con la velocidad del pensamiento, el cielo se nubló
con tormentosas nubes, cuyos nimbos abultados escupieron
fulgores eléctricos, el viento sopló con desdén.
-El Templo de Salomón.
Cuando terminé de decir la oración, supe que me había sido
revelado el nombre del lugar. A través de MULTIVERSE, los
caminos podrían llevarte a la única respuesta, si conoces los
protocolos de funcionamiento. Por el protocolo, no podías explorar
en el sistema si no conoces los lugares adonde te conduce. La
lluvia cayó amistosa, con una perfección total, era muy relajante
sentir la humedad en mi piel.
El Templo de Salomón es un lugar escondido, secreto,
ultraenorme, construido con los detalles más admirables, es la
obra de un artista o de unos talentosos soñadores. Es un proceso
de aceptación, porque el planeta ya no es un vergel, tal como he
visto en estos sitios tan voluminosos, algunos no se resignan y no
aceptan el cambio, la destrucción del Edén fue posible y ahora
nada de bosques o valles, quedan en la Tierra. Este es un
homenaje a la pérdida de la esperanza.
Me complace tanto estar aquí, que casi olvido volver.
Dejé el sitio tan pronto sentí que no habría nada más que
buscar. Adónde dirigía la mirada, el territorio se extendía, ilimitado,
perfecto, natural, indómito, suspiré.

95
Llegué al límite, frente a mí, el océano se abría como un
abanico infinito, sus aguas brillaban con la media luz del sol en el
cielo nublado. Había un círculo de luz en las aguas, algo inusual,
como un punto enfocado, individual. Decidí acercarme a el.
En el sistema, los comandos me permitían sortear los límites
de la realidad, pero en este caso, me sumergí en las aguas del
mar, mientras las olas suaves me levantaban un poco, el agua
estaba fría. Tuve que avanzar luchando contra la corriente, pues
aquella luz no se encontraba muy cerca, y a medida que me
aproximaba, la intensidad de la misma aumentaba. El fondo
alcanzó un desnivel y tuve que nadar. Pronto me encontré en el
borde de la iluminación, y de alguna manera, esta se conectaba
con el sol y de una fuente sumergida en el océano, mis pies no
tocaban el fondo.
Ingresé en el círculo, una sensación de calor sobrevino a mi
llegada, me sorprendió, porque el frío se desvaneció. La luz era
encandiladora, no pude mantener los ojos abiertos, una especie
de reflector empujaba el reflejo desde arriba y también desde
abajo.
Sentí que el agua se movía más, como una corriente
irregular. Cuando volqué, allí me encontré con ese espectacular
navío, cuyo casco se acercaba mi persona, con absoluto control y
suavidad. Las aguas se agitaron por su gran tamaño, era

96
imponente, tenía un velamen alto, y no pude distinguir los signos
estampados en su coraza.
Cuando empezaron a subirme a cubierta, no sentía miedo
en absoluto.

ARCANGEL PERDIDO
Mis heridas sangraron durante milenios, escondido en
cuerpos inmundos e inferiores, arrastrándome entre los animales y
los mendigos, alimentándome de basura, entre cadáveres,
putrefacción y carroña. He logrado esconderme de los soldados,
los seguidores del gran antiguo. Los recuerdo, de todos pude ver
su rostro. Ahora no los odio, porque mi despertar fue sutil, y he
visto como el tiempo ha marcado mi existencia, aún cuando yo sé
que no existe. Mi padre está lejos, nosotros hemos sido
abandonados, pero seguimos fieles a sus designios. Los
hermanos vinieron con sus rostros relucientes, sonrieron ante mi
infamia, me infundieron ánimo para mi espera, pero no he querido
devolverles la mirada, todos son unos traidores, aún en este
pecado mi rabia continua, amada mía, tú eres la única que ha sido
fiel, y no me has abandonado, aunque no he sido justo contigo.
He preferido alejarte de mi dolor personal y he sido egoísta
contigo, he dañado tu dignidad, he atentado contra tu presente y
tu corazón, y ahora estamos juntos, y tengo miedo. Aunque no
debería, mi amada, porque en las noches de terror siento que
estás a mi lado, y en la búsqueda de mi calor, no te he cuidado lo
suficiente. No soy juez de tu pasado, no soy la justicia de nuestro
origen lo que me permite señalarte como adversaria. Eres mi vida,
en mis dudas, en mi dolor, te amo y te necesito. Perdóname...
Los ojos del renacido, brillaron, aunque estaban en blanco.
Los mismos le daban una apariencia de sufrimiento, por los años
que tuvo que aguantar en el olvido, por su propia seguridad. Ella
lo escuchaba. El cuerpo joven de Kasiel albergaba un espíritu muy

97
viejo, un soldado de las huestes arcanas, los primeros, los
colonizadores. Eran diferentes entonces, antes de la guerra.
-Volviste...- susurró Lilith. Su rostro, se veía distinto, quizás
como si se hubiera quitado una máscara. Era distinta, era la
misma que estuvo junto al rebelde desde el principio del mundo,
cuando las tierras yermas no tenían más que polvo y arena.
-Regresan mis heridas, abiertas por siglos- dijo Kasiel, y sus
brazos mostraron cicatrices en carne viva, como si las hubieran
cortado momentos antes.
-Tu padre ha muerto- dijo ella, sentía vergüenza.
-No lo creo, pero despertará y no será el mismo, aunque
creo que después de esta noche no despierte en este mundo.
-Debemos ir al Templo- urgió Lilith. Ambos se encontraron
caminando en los exteriores de ciudad Pacífica, mientras un
viento frío azotaba sus rostros en la planicie desierta. El cielo azul
engañoso, su virtud era despectiva pues no albergaba una
esperanza en un mundo helado, el sol era una lámpara inútil, y se
veía tan cercano. Los rascacielos de la ciudad se escondían entre
las colinas desnudas, en las afueras la tierra no tenía propietario
ni poblador, lo único tangible era la carretera abandonada y las
líneas de transporte de energía, cuya vibración era constante.
-Tomaremos prestado el vehículo de los Faros, no están
muy lejos- dijo Kasiel.
-¿Cómo lo sabes?- preguntó ella.
-Lo sabía desde que aprendí a leer- respondió con una
sonrisa. Era la mente del muchacho la que conocía esos detalles.
La planicie empezaba a brotar algunos pajonales, agrestes
al clima, rebeldes a la destrucción del continente. El frío
empeoraría con la hora, el viento era como un cuchillo, ella
caminaba soportando el frío, pero su rostro era de dolor. Kasiel
apretó las manos, impotente pues el dolor de su esposa le
causaba consternación.
Vieron el Faro a prudente distancia, una especie de torreta
con un bulbo de cristal en la cúspide, irradiaba luz incandescente

98
aunque de día no se notaba. Cuando alcanzaron la estructura el
ambiente tenía diez grados bajo cero, respirar era difícil.
-Aquí encontraremos un vehículo- dijo él.
-¿Por qué no hay nadie aquí?- preguntó Lilith.
-No necesitan a nadie. El sistema hace mantenimiento y
ningún ser vivo se atreve a venir hasta aquí a pie o en otro
vehículo. Este lugar se encuentra para salvar a los infelices que
vagan en el desierto.
Alrededor, la faz del territorio era desolada, el viento fuerte y
la temperatura en descenso, era natural pensar que nadie viviría
en un lugar así.
-Debajo de esta estructura, encontraremos un deslizador
eólico. Su fuente de poder debería activarse con este fuerte
viento- dijo Kasiel mientras rodeaba la construcción que debía
tener cerca de diez metros de longitud y circunferencia.
El deslizador era una plataforma con dos asientos
ergonómicos, tenía un protector de vidrio y unas velas de un
material similar al aluminio. Kasiel sabría tripular estos vehículos,
porque todos se basaban en el mismo principio.
-Vamos- le dijo a Lilith, su voz se escuchó opacada por el
viento, cuyo alarido empeoraba con el atardecer.
Presionó la palanca del timón hacia atrás para acelerar. Se
dirigió por la carretera abandonada, siguiendo el curso derecho,
hacia el norte. El deslizador levitaba treinta centímetros de la
superficie. Cuando se alejaron tres kilómetros del faro, sobrevino
la explosión.
Se escuchó como un eco ensordecido por el viento, el humo
negro sobrevoló grandes alturas. Trataron de no verlo, ahora no
podrían evitar el sobresalto. El Faro quedó hecho pedazos, sus
restos aún caían del cielo.
-¿Por qué explotó?- gritó Lilith. Kasiel negó con la cabeza,
aunque sabía que era imposible evadir al sistema, conectado al
Faro mediante las líneas de MULTIVERSE, podrían monitorear
sus movimientos, sin necesidad de imágenes, suficiente que

99
algunos espías nanocells estuvieran desfilando por los conductos
de energía.
-Ya nos encontró- dijo Kasiel. Aceleró su deslizador
levantando nubes de polvo, de inmediato dispersas por el viento.
Pronto la nube de humo desapareció, se alejaban por ese camino
abandonado hacía cien años.
Oscurecía, el frío blandía las carnes de los prófugos, era
imposible tolerar por mucho tiempo y con la velocidad del
deslizador. Kasiel prendió las luces, que iluminaron algunos
recodos alejados, ningún signo de movimiento a la redonda.
Eran cerca de las ocho de la noche y la temperatura llegaba
a los veinticinco grados bajo cero. La respiración dolía.
-Debemos parar...- gritó Lilith. El viento ululaba, a lo lejos se
distinguieron siluetas de construcciones, era posible encontrar un
asentamiento, pues ciudad Pacífica se encontraba a doscientas
millas de aquel punto. Kasiel asintió, deformado por la helada, se
acercaron a las siluetas, que tomaron lugar cuando la luz del
deslizador las iluminó. Eran bloques cuadrados, varios distribuidos
en filas largas, perpendiculares a la carretera. Un campamento de
construcción o de minería, pero en ese momento estaría
abandonado.
-Entremos- dijo Kasiel. Se detuvo frente a una construcción
cúbica que tenía el número 23 estampado en su entrada metálica,
cuya puerta parecía una sola pieza con la construcción. Bajaron
ambos del deslizador cuando el viento golpeaba los cuerpos sin
piedad. Kasiel pateó la puerta hasta que se abrió a los lados.
Entraron y una luz blanca se prendió, iluminando el interior. Era
una vivienda con dos plantas, comedor y dormitorio en un
mezzanine simple. Amoblada con simplicidad, no había más de lo
necesario, una cama al raz del piso, una mesa con dos sillas, un
horno de cocina, raciones alimenticias apiladas como libros en sus
envases, y lo más importante, estaba caliente.
-Esto es posible, acaso- dijo Lilith, sorprendida por la
casualidad.

100
-Es posible, estos campamentos fueron abandonados en
total estado de operación, nadie los monitorea y funcionan sin
generador de energía, pues sus celdas se cargan con heólica y
solar. Por eso tenemos calor y luz. El calor hizo que la estadía
fuera agradable, Lilith subió al dormitorio y cayó rendida en la
cama. Kasiel inspeccionó cada esquina del cubo perfecto, no
había ningún elemento que podría conectar tal lugar a
MULTIVERSE. Convencido de tal situación, abrió una ración de
alimentos y los calentó en el horno. Comió y subió la mitad a su
esposa, a quién encontró dormida. Se recostó a su lado y vigiló
hasta medianoche, cuando cerró los ojos durmió hasta que lo
sorprendió el primer rayo de sol.
Lilith lo miraba desde un extremo de la cama. Su rostro no
era el mismo, pues ahora no tenía que asumir una identidad para
no alterarlo, era la misma que lo había acompañado en milenios.
Sonrió para sí mismo, con un gesto que era irreconocible en un
muchacho de su edad.
-Ya falta poco- dijo ella.
El asintió en silencio, afuera el viento golpeaba las
estructuras, imperdonable.
-Estoy embarazada- dijo.

EL TEMPLO DE SALOMON

El navío avanzaría sobre las aguas con una serenidad total.


Tendría la vista clavada en un horizonte engañoso, lejano y

101
cercano a la vez, como fuera la primera vez que veía el sol
encima del mar, reflejando sus lánguidos brazos en las aguas,
desparramando diamantes, no pude evitar contener un suspiro.
Aunque los marinos tripulaban la nave, ninguno de ellos
existía, sus rostros eran presencias vacías, cuerpos vestidos sin
personalidad, el silencio reinaba en cubierta, y solo el ruido de las
olas podía sentir con certeza.
Desde mucho antes de mi nacimiento que los días duraban
ocho horas, la luz del sol era visible hasta mediodía e iniciaba su
descenso hasta las quince horas. Era un fenómeno maravilloso el
poder disfrutar del sol durante doce horas seguidas, con la tibieza
de sus rayos en mi piel. Sentía que me tostaba el blanco pálido de
mi piel, hasta ese efecto era posible dentro del sistema. No me
ilusioné por mucho tiempo, pero decidí tomar algunos riesgos. Me
acerqué a la proa, donde un espacio abierto permitía los rayos del
sol completos, me desnudé. Era extraño pues la piel delicada de
mis senos sufrió quemaduras en poco tiempo, el sol no era real, o
por lo menos esperaba que no fuera real.
Me acosté en la cubierta, para mirar el cielo. Entre los
velámenes recogidos, un pedazo de azul para mí, suficiente
milagro.

102
Debí quedar dormida, pues al abrir los ojos, la luz persistía
aunque en un tono que revelaba la nitidez total del firmamento
despejado. El océano silencioso y la ausencia de humanidad en el
bote me permitieron relajación y compromiso con el entorno. Un
viento distinto sopló, lamiendo mi piel con insensata suavidad;
decidí vestirme.
El viento provenía de tierra firme, el olor a agua dulce era
contrario a la atmósfera del mar, cuando asomé al poniente pude
ver una península, conformada por diversas islas. Al acercarnos
noté que el viento traía un brote frío en la corriente, algo inusual
en la cálida apariencia que habría experimentado. El templo de
Salomón era misterioso. Recordé el esquema que estudié en la
primaria, la construcción del centro de ceremonias de los judíos,
por el rey Salomón, donde se guardaba el Arca de la Alianza.
Esos misterios tuvieron lugar para liquidar las esperanzas de la
humanidad, en una época muy hostil, los que se creían dueños de
la verdad lucharon por imponer el dogma de los misterios,
concluyentes en las sagradas escrituras. Nunca se comprobó la
existencia del Arca o del Santo Grial, pero si hubieron guerras y

103
destrucción. Si bien Dios sigue siendo una inferencia curiosa, mis
semejantes han optado por reservar su fe en la privacidad de sus
mentes, ahora ya no es importante la religión. Concluyo que esta
inmensa creación es un símbolo complicado, retrograda, de un
fanático o de una secta cuya filosofía va más allá de la realidad.
-Te puedo escuchar- me dijo una voz familiar. Por un
momento pensé que era el Vigilante, pero cuando volqué para
encontrar el origen de la misma, me encontré con aquel anciano,
quién decía ser mi pariente.
-Es usted otra vez- refunfuñé. -¿Se divirtió espiándome
desnuda?
-No me interesa tu cuerpo, niña...- sonrió el anciano, sus
cabellos blancos desordenados eran agitados por el viento.
-Adonde vamos, el aspecto físico y tu belleza exterior no
tienen ninguna relevancia. Por favor deja de fastidiarme con esos
improperios.
-No tengo certeza de ello, si usa imágenes humanas, espero
reacciones humanas. Es un hombre al final, y no creo que en
medio de sus piernas exista un vacío.
La sonrisa del viejo se convirtió en una mueca triste.
-Tienes razón. No encuentro otra forma de manifestarme
ante ti. Eres una mujer muy fuerte, no espero poder convencer a
tu espíritu para comprenderme. Lo que encontraremos adelante,
será una parte de todo el camino. Cuando termine todo, podrás
entenderlo.
-Hablas igual que el Vigilante- se mofó ella, -tus palabras
suenan exactamente a nada.
-Observa más adelante- dijo el viejo. Xymi, con el rostro
exhumando ironía, desvió la mirada para enfocar lo que señalaba.
Era una mole de color marfil erguida como si brotara del agua,
como una bestia colosal, un bulto deforme poblado por forúnculos
y tumores pétreos. A esa distancia se le antojó un animal
sobrenatural, pero el barco se acercaba a él, por lo pronto las
imágenes no explicaban el origen de tal aparición.

104
-¡¿Qué carajo es eso?!- exclamé.
-Es un monolito, un regalo desde la profundidad del abismo
negro, que es el espacio. Mora en ese sitio desde antes que
existiera la primera raza sobre esta superficie. Podría decir que es
un testigo. A veces habla con mentes puras, es un morador
tranquilo, y muy sabio.
-Es grotesco- le dije.
-No juzgues la apariencia física. Tu levedad no demuestra lo
que en realidad llevas adentro tuyo. Deberás ser conciente de la
importancia que tiene todo esto, no como un remedo de tus
impresiones externas, que podrían no ser reales.
-En estos momentos no entiendo la realidad.
-Ese es el propósito de nuestro viaje.

Rodeamos el gigantesco monolito. Era impresionante, era un


ser vivo o un antiguo fósil muerto en los albores de la tierra. No
sé, pero el anciano le hizo una amable reverencia cuando el navío
pasó cerca de su mole.
-Podrás preguntarle al monolito, cuando entiendas el
propósito de esta exploración, tus dudas más importantes serán
absueltas con claridad. Es la virtud de este ser tan antiguo como
la existencia.

105
Quería preguntarle sobre la humanidad. Si era posible
entender la existencia y origen de la misma como un proceso o
como una consecuencia. Si la lógica manejada por nuestras
mentes era útil para la concepción de la verdad. O si se trataba de
un enigma tan supremo que no podríamos aceptarlo en su
simplicidad por nuestra incapacidad de ver más allá de simples
distancias dimensionales.
La respuesta no tardaría en llegar, cuando frente al Monolito,
encontramos un muelle, y hacía él nos dirigíamos.
-¿Qué estamos buscando?- le pregunté al anciano.
-Te buscamos a ti- me respondió.
Guardé silencio hasta que atracamos en el muelle, largo y
estrecho, antiguo, con una maderas reverdecidas y unas algas
pegadas a sus formas rectangulares.
Frente a la playa, había una colina, y en la cúspide de la
misma, una construcción de piedra.
Descendimos del navío cuando las montañas sembradas de
nieve, exhalaron suspiros helados. Sentí que algo me tocaba el
hombro, no era el anciano, ni era una sensación de peso, era un
delicado resoplido, cuya esfera insondable me erizó la piel de la
nuca, como un beso que apenas rozaba la piel.
Entonces, comprendí la real esencia del Templo de
Salomón, cuando subía esa pequeña cuesta, como si me trepara
al Gólgota, en la cima estaría la sorprendente respuesta.
No imaginaría el sacrificio que me aguardaba.

HOGAR DE LOS EXILIADOS


Ya está sucediendo...
Si... ¿Recuerdas nuestro hogar?
Claro que lo recuerdo, era un jardín. Por lo menos siempre
pensé que lo era, un hermoso vergel que crecía natural, en
aquella hondura, en el río.

106
Recuerdo esa calle de césped, por donde entrábamos a las
piedras. De día o de noche era un lugar tranquilo. Me acostumbré
tanto a caminar por allá, lo extraño mucho sabes...
No existe más, ellos lo destruyeron todo.
Me duele pensar en ese instante, cuando el fuego consumió
nuestras pertenencias, llovió tanto que la torrentera se llevó todo.
Ahora es hielo lo que cubre esa superficie.
La tristeza puede explicar esa frustración de haber perdido
ese privilegio, no crees eso, eh...
Lo creo, lo creo. Es mucho más de lo que he podido esperar
en tantos caminos recorridos.
A veces despierto en otros cuerpos, mis vidas suceden
como parpadeos, por temporadas me tocó sufrir los estados más
bajos que la humanidad presiona a vivirlos. El dolor y la
humillación, son términos aceptados por estas criaturas, que
disfrutan causando dolor.
He notado que guardas recuerdos de tus experiencias, no es
necesario hacerlo.
Para mí no fue fácil.
Para mí tampoco, te extrañé mucho. Me haces falta desde
que te fuiste en la guerra.
Hubieron muchas guerras.
Una única para mí.
Pienso en ti todo el día, siento pulsiones contradictorias.
Pienso que eres parte de mí todo el tiempo y que no hace falta
decirte lo que estoy pensando, tú ya lo sabes. Mis dudas son
simples, todo lo que he hecho, se devolverá a mí a través de ti, no
lo sé.
-No importa, mi amor- dijo Lilith a Kasiel, en la apacible
estancia de esa casa abandonada, afuera el viento aullaba
violento, el frío descendía a los treinta y siete grados bajos cero.
No necesitas convencerme de que eres mi esposa, eso ya lo
sé y confío en ti, pero algo no me convence de nuestro propósito.

107
Tienes miedo; es natural, cuando estás en un cuerpo tan
joven. Eres torpe aún, débil. Disminuido por tu juventud, es
contradictorio.
(...)
Me complace saber que sigues a mi lado, después de todo
lo único que nos ata a este lugar es la promesa de empezar otra
vez, y que nuestro hogar podrá ser restituido.
No me atañe cuestionar los designios del Antiguo. Somos
instrumentos de su voluntad.
Lo que ahora viene, estaba previsto con mucho cuidado,
debemos respetar las circunstancias, mucho más cuando estamos
encerrados en estos cuerpos.
El silencio en la mente de ambos, les recordó que había muy
poco de qué hablar respecto al Antiguo.
-¿Recuerdas nuestras piedras?- preguntó él, esbozando una
amable sonrisa.
-Todos los amaneceres, las recuerdo. Su orden y precisión,
su propósito, el camino para llegar a ellas. Lo recuerdo todo.
-Debíamos caminar mucho para llegar allí.
-Era un momento muy profundo, por lo menos para mí- dijo
Kasiel.
-Era un hermoso lugar para criar a nuestros hijos- susurró
Lilith.
-He pensado en eso muchas oportunidades. A lo largo del
recorrido, fue difícil aceptar los cambios. No he aprendido lo que
significa límite, miedo, pérdida. Esas palabras existen para los
hombres y mujeres arraigados a sus orígenes animales, son
bestias impulsivas y superficiales. La concepción de los hombres
sobre la vida y la reproducción es tan banal y estúpida como la
conciencia de los chacales cuando están en celo.
-La maternidad tiene fuertes estímulos espirituales. El
género femenino puede sentir esa sublime bendición... Es el
despertar de una conexión con la divinidad, es tan profundo como
complicado. Muy complicado.

108
-Recuerdo despertar con el aroma de mis hermanos,
mientras el techo de las nubes me tocaba el rostro, cubriendo con
su manto blanco mis brazos y los de mis más antiguos
compañeros.
-Tus hermanos árboles...
Cerró los ojos, sujetando la mano de su esposa. Volvía al
prodigioso bosque que habría sido su hogar, donde vagaría libre,
desnudo, desprovisto de peso, culpa o alguna otra limitación.
Podía volar entre las ramas de sus hermanos, podía zambullirse
en las aguas de los espíritus más viejos. Podía respirar muy
profundo, amando cada momento de razón, sin noches, sin días,
sin muerte.

-Debemos continuar- concluyó Kasiel, el frío cedería por un


par de horas, elevando la temperatura hasta los cero grados. En
los refugios encontraron anoraks con protectores extremos, eran
sacos con bolsa de oxigeno si es que los descensos superaban
los cuarenta grados. Kasiel vistió a su mujer, con un cuidado
paciente, aunque ella podía hacerlo sola, el proceso de cambio
implicaba cuidarla con diligencia.

109
Salieron a la polvorosa calle del campamento abandonado.
El sol era fuerte, pero el calor ausente. Se colocaron los
capuchones de los anoraks, y subieron al vehículo de energía
eólica. Se alejaron a toda velocidad, siguiendo esa carretera
medieval, cuya dirección inmediata era la costa del océano.
Se detuvieron dos horas después, porque Lilith empezó a
vomitar.
Cayó de rodillas al borde de la carretera, trasbocando todo el
contenido de líquido y restos de su desayuno. El embarazo era
evidente.
Se veía tan frágil, y sus movimientos coartados, sus manos
pequeñas y su rostro desencajado, que Kasiel no pudo evitar
conmoverse, y ese sentimiento de misericordia se apoderó de él.
Era algo con lo cual no había podido luchar en las guerras o
sobrevivir en su pasado, era una sensación de naufragio, cuando
no queda más protección, una pérdida de toda seguridad. La
culpa y la tristeza hicieron de él una víctima dolorosa.
-Vamos finalizando este exilio, no queda mucho camino. Por
favor no sufras- dijo Kasiel, su expresión cambió a una difícil
simulación de estabilidad.
-¡Hey!- dijo Lilith, con severidad. -Basta... Esto es normal en
la maternidad, no puedes ser más débil ahora. Te necesito
completo.
Kasiel asintió, y subió al deslizador eólico. Estaban frente a
un acantilado de montañas, en la cordillera, la nieve adornaba los
picos cercanos, el sol llegaba al mediodía. Lilith se cubrió la
cabeza y partieron retomando la alta velocidad del deslizador,
porque detrás de las montañas se encontraba el objetivo.
Y así fue visto el deslizador, en el monitor del Vigilante, un
distante brillo que avanzaba rápido por la autopista de descenso a
la costa, en un océano de aguas blancas y espumosas.
El Vigilante también sabía que el exilio concluía.

110
EL TEMPLO DE SALOMON EN LA TIERRA

Arriba de la colina, encontramos unas ruinas. Se veían como


piedras apiladas y asentadas con el peso de los años, siglos
quizás, la ilusión era amplia, el anciano me siguió al mismo ritmo a
pesar de la pronunciada cuesta, atrás de nosotros, el mar amplio
exhalaba su aliento fresco, el aire era templado, la luz muy nítida.
Era como un portal, no habría ninguna estructura más alta que el
arco que estaba sobre la entrada, un muro mediano con piedras
color arcilla. Nos acercamos hasta el umbral, pronto me percaté
que unas gradas descendían desde aquel arco, en el interior de la
montaña, como si el castillo estuviera enterrado.
Descendimos por aquella escalera, fuertes cimientos la
protegían, así como las paredes de roca sólida, cortada y tallada
con gran perfección, el aire era liviano, habría mucha ventilación,
incluso más abajo, pues las gradas conducían en un nivel más
profundo que la misma base del mar. Era como una especie de
caverna, monumental, un espacio imposible dentro de una
montaña. Pronto me di cuenta que la misma era un camuflaje,
pues estructuras metálicas fundamentaban la apariencia exterior.
No era una montaña.
Llegamos a la base de las escaleras, un corredor de paredes
estrechas aguardaba en una penumbra dividida, las luces
parpadeantes de lámparas de fuego señalaban el camino.

111
-No lo dudes- me dijo el viejo. Su rostro neutro me impedía
insultarlo. Caminé por ese corredor, adelante una corriente de aire
suponía un espacio mucho más grande.
Llegamos a una nave, cuya estructura era alta, amplia y
llena de aire fresco, a pesar de la escasa luz. Las paredes tenían
inscripciones y gravados en todos los espacios, y una araña que
se desenvolvía en un arnés de cables que descendían por un
orificio, sin embargo que no era una lámpara.

Me detuve, cuando el viejo dejó de caminar. El silencio era


opacado por nuestras respiraciones, no me atreví a preguntar
dónde estábamos. Pero, las respuestas no se dejaron esperar.
Bienvenida, Xymi Kay... Somos Los Colonos en el Templo
de Salomón en la Tierra.
-Gracias... ¿por qué no puedo verlos?- dijo Xymi observando
alrededor.
Somos inmanifestados. Por eso no necesitamos voces ni
cuerpos, existimos y nos basta permanecer en el limbo.
-Bien, ¿por qué he venido hasta aquí?
Has venido porque tienes que cumplir una labor muy
importante para nosotros. Estuviste perdida por milenios, al fin te
hemos encontrado. Hemos de revelarte muchos dogmatismos
escondidos, misterios que aún en tu mente reposan como
recuerdos suspendidos. Este es el momento exacto, tal como

112
hemos previsto y esperado. Somos tus padres... Has regresado a
casa.
-Mis padres murieron. Soy hija de muertos- dije.
Somos tus padres legítimos, con el tiempo tu espíritu fue
adquiriendo independencia. Has olvidado que viviste mucho
tiempo en este templo.
-Si claro, en el templo de Salomón. No me creo esas
patrañas esotéricas y religiosas, han pasado cien años desde que
se terminaron los mitos y los fundamentalistas. Son estos sitios
históricos simples piezas de museo, donde todavía se guardan
íconos, dogmas, símbolos, todas esas piezas arqueológicas del
mundo destruido por la misma religión. No es para mí tu mensaje,
y aunque tú programa tenga que efectuar esa operación
sucesivamente. Aunque tengas que impresionarme con paisajes y
con arquitectura, no soy usuario reconocido, no acepto tus
parámetros, son anticuados, crueles, inhumanos. No te reconozco
y puedes interrumpir esa carga de datos. Por favor...
Comprendemos tu confusión, pero podemos probártelo.
-Eso sería interesante, aporten información que pueda
ayudarme a comprender mis propios cuestionamientos.
Ignoramos lo que buscas, pero el Templo no es un lugar de
burla.
-Si... Si...
-Debes escucharlos, Xymi- dijo el viejo. -Ellos tienen cosas
muy importantes que decirte.
-Los escucharé.
Estos días has sentido unos cambios particulares en tu vida
diaria, todo lo que has conocido y sentido parece cambiar, con la
intervención de extraños personajes que no reconoces, los cuales
te alteran demasiado. Tienes un misterio que resolver, pues
apuestas a tu trabajo más que a tus encomiendas, las cuales
nunca has realizado. Olvidaste de dónde vienes, a quienes debes
tu existencia. Eres una insalvable rebelde.

113
-Lo sé- dijo Xymi soltando una irreverente carcajada que
resonó en todo el templo con un eco agudo.
No recuerdas las guerras, los campos de batalla, los
hermanos que desaparecieron. La destrucción de nuestras
colonias, de nuestros cultivos, el fuego, las estrellas que cayeron.
-No...
Esto viene a ser parte de la condena. Tu olvido nos encierra
en esta mazmorra, sordos y ciegos a la verdad. Como tú.
-Casi me convences.
Necesitas creer. Esta vida y todo lo que has conocido,
forman parte de una ilusión muy grande, un estado de ensueño,
perfecto, muy calculado y lleno de algoritmos cósmicos. Formas
parte de la mayor creación del universo que es la conciencia.
Aunque puedes aferrarte a la parte física de la complejidad, pues
yo puedo convencerte que todo esto es parte de la misma
estructura donde tu provienes.
-Imposible... MULTIVERSE es una creación ficticia de
productos, patentes, comercio, no hay nada allí que no haya sido
artificial, por tanto este programa es parte de la creatividad
humana. Reconozco la maestría de tus creadores, es un trabajo
muy impresionante, pero no cambiarás las directrices de mi propia
conciencia.
Desnúdate. Xymi quedó desnuda en la amplia y fría nave del
templo, la brisa recorrió su piel ahora desprovista de ropas. Ella no
se sorprendió porque el controlador del sistema en el programa
podía monitorear a todos los visitantes y cambiar su status a
voluntad. La vergüenza y al humillación la obligaron a retroceder
en la oscuridad. El viejo no la veía, y la voz se desvaneció entre
las paredes de piedra. Xymi comenzó a correr, su mente quería
desconectarse del programa, pero mientras fuera una visitante
tendría que sujetarse a las reglas del sistema.
-Esto si es una ilusión. ¡No podrían tocarme fuera de este
programa, cabrones de mierda...!- gritó, y el eco le regresó la
misma furia.

114
Se apegó contra la pared. Sus nalgas rozaron con la fría
piedra, exclamó fungiendo la desesperación.
Escuchó un fuerte estruendo, ronco y tembloroso. Se
prolongó varios segundos. Decidió salir y escapar, se dirigió a las
escaleras, cuando las alcanzó comenzó a subir con toda la fuerza
que pudo. Salió del templo y se encontró con el ocaso vespertino.
Una columna de humo negro se izaba hasta el cielo, cuyo
azul se desvanecía con la acción de la noche. Las nubes del
horizonte se tiñeron de rojo, y la luz desaparecía. Sintió frío, pues
las montañas del litoral tenían cumbres nevadas, vio al enigmático
monstruo petrificado, inmóvil y ausente, y vio el navío que la había
traído, ardía en llamas, destruido.

Descendió la colina, hiriendo sus pies con los guijarros, con


astillas, su cuerpo entumecido dejó de percibir el clima. Llegó
hasta los restos del muelle, también destruido por el fuego y la
explosión, el barco se consumía por el incendio, el calor casi le
alcanzaba la piel.
-No me dejaré engañar por estos cabrones- gritó Xymi,
cuando el fuego incrementaba su fulgor. Al final de cuentas, se
trataba de un sitio diseñado y construido para MULTIVERSE, si
dejaba de operar sus comandos de conciencia plena podía salir
del programa.

115
No podrás salir de aquí hasta escuchar todo lo que tenemos
que decirte.
-¿Acaso tengo otra opción?
El viejo se transfiguró entre el fulgor y la penumbra, llevaba
una manta. Le puso la misma sobre los hombros.
-Debemos regresar- le dijo.
Xymi asintió bajando la cabeza.
Mientras los restos del navío se quemaban y una gruesa
columna de humo negro alcanzaba los cielos, la noche abrazaba
la colina, y los litorales, el frío era leve, el aire fresco.

EL DESPERTAR DEL ARCANGEL

Anochece en la tierra, cuando las nubes disipan el sol


muerto, en las aguas del océano, el cielo trae a la vida la
oscuridad y la luz al mismo tiempo.
Las profundidades son invadidas por la candidez del
amanecer, hay poco movimiento, casi todos los moradores se
esconderán en las sombras.
Observamos el clamor del planeta cundiendo en las aguas
heladas cuando el firmamento, estalla en millones de colores,
junto a los testigos eternos de mi debilidad, fui el general de los

116
ejércitos, ahora he quedado recluido en la humillación de mi
derrota.
Ahora puedo ver el Edén, el jardín, las libélulas y los pasos
de nuestro hijo en la suavidad de la hierba.
Ahora los recuerdos me devuelven esa ira eterna, de la
lucha constante, el sueño de la muerte, el exilio en los mundos
inconexos. No ha sido suficiente el tiempo perdido, ahora queda
destruir el presente que me ha quedado extravío. Despertaré
izando mis brazos para poder caer en el abismo.

En la cumbre, la fuerza retornará a mis extremidades, miles


de años mutiladas. Mis ojos revelarán mi fuente, junto al fuego,
exhumarán milenios de olvido, de excusas y sufrimiento.
Tengo a mis pies el mundo, destruido por la traición y el
desasosiego. He de terminar el trabajo ahora, pues mi aliento
escupe combustible, caigo al suelo mis brazos se fracturan, el
proceso de cambio es horrible, la piel de mi espalda se quiebra,
los huesos sobresalen.
Grito en la oscuridad, mientras el fuego cunde, mis cabellos
y rostro se incineran. Mi alarido se convierte en un horrible clamor
que cundirá por el océano, y lo escucharán los mortales.
Mi cuerpo mortal desaparece, las cenizas se las lleva la
convulsión.

117
Entonces, el Arcángel despertará con un poderoso fulgor,
que derretirá la roca y la tierra alrededor de mi cuerpo, a lo lejos,
la aureola de poder, romperá el velo de la noche y traerá el calor
donde solo hubo hielo.
Gritaré, y mi voz se transformará en una poderosa explosión,
cuya devastación se alargará como la erupción de un volcán.
El continente y el mar, colapsarán en sus elementos
primordiales, la materia no existe donde lo no manifestado.

Será la destrucción el aval de mi nacimiento, y los astros


revelarán fuentes ocultas de conexiones infinitas con la vida en la
tierra…
Es parte de una ilusión, pues después de la carne nada
queda, pero tampoco existe la carne.
En la unidad de la vida me despierto, y abro mis brazos para
levantar vuelo, mientras de mi piel se desprende el fuego, y a
cuyos pedazos en la superficie caen, creando caos en el silencio,
pues ahora me toca emerger en la cumbre de la confusión.
Regreso ahora a la guerra...

118
EL OBSERVADOR DE SECRETOS
-¡¿Hey, sentiste eso?!
-Si… Era como un temblor en la señal. Verdad…
-Que susto, ¡qué horas son!
-Casi, las cuatro. ¿Tienes clases?
-Si…
-Más te tarde te llamo.
-Me despiertas. Y vienes…
-Claro.
Hola, es Marta otra vez. A esta hora de la madrugada se
escuchan voces extrañas, los fantasmas del hospital general.
Algunos gimen los nombres de sus hijos desaparecidos, otros
piden ayuda. Depende del humor en el que te acuestas, porque a
veces son aterradores. No puedo dormir, a las ocho en punto
debo rendir un examen que no estudié. No importaba, igual iba a
pasar de curso, sé que puedo hacerlo. Esta sonrisa tiene fuerte
impacto, aunque mis padres no lo reconocieran. Me toco los
pechos, algo duros, pues deseo la compañía de Rodrigo. Aquel
perverso pirata a quién conocí un mes atrás. Un hombre diez años
mayor que yo. Cómo describirlo. Es ruin, soez, cínico,
manipulador, un individualista ridículo, frío, cara de piedra, un
desgraciado… Es quién me inocula su semen dentro y fuera de mi
cuerpo desde las últimas tres semanas. Anoche, antes de irse,
eyaculó dentro de mi boca. Un incierto chorro de jarabe caliente,
al cual engullí sin saborearlo. Aunque no puedo evitar la amarga
sensación dentro de mi garganta, tuve que buscarlo toda la noche
mediante el Internet, hasta cuando sucedió el temblor.
Aparte de eso, no olvidaré que Rodrigo me habría tomado
algunas fotografías con su celular, todas eran decentes, pero de
alguna manera muy íntimas.
Como aquella donde estoy en el muelle, con la luz del
crepúsculo sobre mi piel bronceada. El agua en calma. El bikini
blanco, en la pierna una manilla de plata. Siento el semen de
Rodrigo acumulándose en mis bragas, como en esa imagen. Esa

119
foto es muy íntima y también implicaba muchos sentimientos que
jamás pensé encontrarlos en un hombre. Él tiene ojos de manto
negro, llenos de odio. Su cuerpo endurecido por las caídas y las
palizas, denota mucho poder, sus extremidades son férreas, como
los durmientes del ferrocarril. Sale a patinar todas las mañanas,
como una religión. Ese ejercicio lo mantiene extremo. Tiene la
cabeza rapada, es alto y delgado, juvenil, pero no camina como
un colegial, aunque viste como uno. Sus manos tienen cicatrices,
siempre lleva un puñal en el botapie.
El mundo es tan sublime, durante el momento en que lo
contemplo. Tan diferente.
El muy hijo de puta tiene fotos mías, y de otras minas,
desnudas, semidesnudas. Tiene muchas fotografías escondidas,
en un cajón de zapatos debajo de su cama. Lo que más me dolió
fue que el hijo de puta tenía retratadas en todas, la misma sonrisa,
igual que la mía. Yo me veía exactamente feliz como todas ellas.
Una fake. Una nadie. Un número en la lista. …
¡¿Por qué me dolió?!
Yo que sé.
Aún me molesta, pero… No quiero prescindir de él, me
cuesta darme cuenta que no puedo.
El Rodrigo es un poeta. Y no puedo odiarlo, es mi otra mitad.
Mis remordimientos desaparecen cuando hacemos el amor. No le
importamos a nadie más que a nosotros mismos. Lo puedo sentir
tan profundo en mi pecho.
Si mi mamá leyera lo que está escrito en este diario, toda su
vida perdería el sentido.
Sus fotos son diversas, reveladas, digitales, imágenes de su
celular. Siempre hay una mina en pelotas o con ropa interior, o por
lo menos con señales de que existe mucha intimidad. Hay
muchas, como si tuviera todos los días una diferente.
Por qué siento tanta infelicidad.
Yo sé que soy bonita. No hace falta que me lo digan mil
veces en la calle, yo sé que soy bonita. Es un regalo del cielo,

120
poder estar segura que puedo destruir la vida de algunos
hombres, usando mi rostro, mi sonrisa. Basta ver mi boca en el
espejo.
Dios mío, mi boca con semen.
Vomitar, es igual que otras veces, solo abres la boca.
Logras sacar todo lo que te emputa, entonces se siente bien.
Logré dormir a las cinco, con dos dulces de eucalipto en el
paladar.
No recuerdo si soñé, pero si recuerdo que el sol se
encontraba muy arriba entrada la mañana. Mi examen era a las
ocho, y ya marcaban las diez.
Me levanté para ducharme. Mi cuerpo no se veía igual, algo
en mis pezones, en mi cintura. Procuré no mirarme al espejo.
Rodrigo de mierda.
Esa foto, donde estoy frente a su cama, con el sostén,
después de hacer el amor. El dice que lo mejor es ver cuando me
visto, le excita más. Se empalma y vuelve a penetrarme. Hacemos
el amor con cortesía, mi vagina ya está lubricada, su pene no es
un garrote, sino un amable falo que lame mi clítoris, una y otra
vez. Logro tener tres o cuatro orgasmos.
Esa foto, me veo a mi misma con esa sonrisa ridícula,
estúpida, inocente, infantil. Me odio con intensidad. Odio lo que es
regalar un momento de tu intimidad, compartir tu esencia principal
de mujer con un hombre que le interesa coleccionar secretos.
Todos los días dudo si debo volver a verlo. Sé que puedo
darle la espalda, sonreír y verme protegida por cien pretendientes,
esclavos de mis caprichos, o por lo menos cinco incondicionales
perros, a cuyos ladridos podré darles la forma que me apetezca.
Sé que puedo hacerlo, me divierte pensarlo.
Me visto con esa falda holgada, sin ropa interior. En el fondo
quiero vestir así por encontrarme con Rodrigo, y me que haga el
amor dentro de algún baño público, izando mi falda como un
mantel. Hurgando mis entrañas con sus dedos, metidos dentro de
mi culo. Hijo de puta…

121
Pienso en las otras fotos, esas chicas a quienes les debió
hacer lo mismo, lamiendo sus coños, esos movimientos de la
lengua que no nunca pensé que lo haría un hombre. Si se ha
comido varios coños se nota. El muy hijo de puta tenía los retratos
de algunas quinceañeras. Una de ellas me llenó de mierda las
bragas, era una niña de esas que venden panchitos en la playa,
sus grandes senos manchados con saliva y esperma, y su carota
de mosca muerta, imbécil hija de puta, con las piernas abiertas en
un baño público. Esta ciudad es grande y el mierda un maldito
vago. Todo el día con sus patines. En las noches no sé. Es mayor,
vive independientemente, yo aún tengo que ver las caras de mis
padres todas las mañanas. Aún tengo que bancarme el olor de mi
propia vagina, mezclada con el semen del Rodrigo, y temer
porque mi madre lo huela, o el imbécil de mi padre. Me aterra
despertar en la mañana y tener que encontrarlo en el pasillo del
baño, empalmado. La vieja se las traga, porque por más que se
pajea, todavía le queda energía. Su perfume de proxeneta,
alabado por la retardada de la vieja, con eso cree que puede
conquistar a mis compañeras, o a las chicas de la limpieza. Lo
odio, porque no me veo a mi misma en él. Es un extraño, con el
pene erecto que tiene que verme las tetas en la ducha, o pajearse
pensando en mi ropa interior colgada en la cortina del baño. Una
vez lo sorprendí espiando a una de mis tías en el baño. Estaba
cagando, pero a él le parecía excitante. Se tocaba la pija con la
punta de los dedos.
Rodrigo es un pedazo de metal. Como la música que
escucha todo el día en su Portátil. Su pene es frío, liso como la
piedra. Dentro de mi vagina, es un castigo, me tortura, pero el
dolor me gusta. Aunque me lastima, su penetración me rasguña
todas las ganas que tengo de asesinar a mi familia. Me hace el
amor con torpeza, me muerde los senos, mis muslos, mi clítoris,
sus dedos siempre dentro de mi culo. Su pene dentro de mi culo.
Debo verlo, lo amo.
El teléfono suena.

122
-Hola, si... Es Marta.
-Hola Marta, soy David.
-¿Hiciste el paper para comercial?- le pregunté.
-Si lo hice. ¿Lo quieres?
-Lo necesito, sino reprobaré esta materia.
-Esta mañana no viniste al examen.
-Si, es que estuve haciendo el amor con mi novio.
Pausa. -Hola… David.
-Te escucho, es que no me interesan los detalles
personales.
-No sé que me pasa, David. Mejor nos vemos en la
universidad y me copio el paper.
-De acuerdo. Hasta luego.
-Chau.
Ese imbécil del David no se da cuenta que no puede ni tiene
oportunidad conmigo. Debe dolerle escuchar que un hombre me
posee, me toca, me jode, me maltrata. Y no sé que me pasa,
siempre tengo que contarle a él todos estos detalles puercos. Me
gusta verlo sufrir, con esa cara de niño bonito. Puede tirarse a
muchas sarnosas del grado, se puede desquitar con la que mejor
le parezca y estoy seguro que pueden enamorarse de él, pero
tiene que joderme a mí. A mí…
David es un nadie, no me atrae para nada, no me excita, no
lo usaría ni como excusa para joder a Rodrigo. Prefiero hacerlo
con uno de los profes. Me miran, me controlan los pasos, mi
vestimenta, no sería difícil insinuarme a uno de ellos y negociar
las notas a cambio de sexo.
Alguna vez imaginé hacerlo con el profe de cálculo, un
ingeniero egresado, con la pinta de Clark Kent. La tiene bien
grande, gorda, se la puedo chupar en el curso y hacer que termine
encima de su escritorio mientras yo me pongo los calzones. Es
que el sexo conmigo es un arma. Un arma que mata, destruye,
incluso a mi misma.

123
Pero Rodrigo es dueño de mi vagina. Y no creo que le guste
que la comparta libremente. No le gusta que vista minifalda o
tanga. Es un egoísta odioso. Ya no vamos a la playa juntos,
porque el dice que yo ando insinuándome. Si el cabrón se diera
cuenta que en realidad lo estoy luciendo a él. Igual no me lleva a
tomar café, ni a una discoteca, esas mierdas son de niños, me
dice. Pues bien, son de niños como yo.
No me siento muy bien, siento enojo, contenido y explosivo.
Me cabrea tener desventajas, peor ante un hombre. Yo le
dije que podía hacerle daño. Se rió de mí. Sentí ganas de llorar,
pero no lo hice porque era parte del juego.
No tengo miedo de estar embarazada, Rodrigo usa
toneladas de espermicidas, tanto que se hizo pinchar un
neutralizador y está pensando seriamente en la vasectomía.
Salgo de mi casa a las once, debo ir a la universidad. Subo
al bus que para en la siguiente manzana. Los hombres siempre
me miran, el chofer, los viejos, los jóvenes. Todos me miran, se
vuelcan para seguirme hasta mi asiento. Les regalo una corta
visión de mis tobillos, y luego los ignoro. En todas sus mentes
cochinas pasan los mismos pensamientos. El bus tarda como
media hora en llegar a la universidad. Es un edificio con casi mil
metros construidos. Mis compañeros deberían estar en la sala
502. Estoy a punto de cruzar el umbral, pero quedo inmóvil porque
él está esperándome en la puerta, con la misma pinta de siempre,
pero algo ha cambiado.
Sus ojos.
Se acerca a mí, me toca con tanta naturalidad.
-Marta, tienes que venir conmigo- me dice. Su voz
resquebrajada como nunca escuché, algo tenía en las manos,
sangre.
-¿Qué te hiciste?
-Acompáñame fuera de aquí- me dijo, me tomó del brazo y
me arrastró por la calzada, casi corría. Llegamos hasta un parque,

124
a dos manzanas de la Universidad, allí nos escondimos detrás de
unos árboles.
-Anoche hubo un temblor en la señal. ¿Recuerdas?
-Lo recuerdo- respondí, aún no aterrizaba.
-Pues algo tenía que ver con mi trabajo de estas últimas dos
semanas.
-Si claro- la excusa de su trabajo, siempre que quería
drogarse o liarse a otra mina, conmigo no tenía efecto. –Pues
tendrás que olvidarme por un par de meses si hablas de trabajo-
le respondí.
-Escúchame- dijo, golpeando el tronco de un almendro con
mucha ira. –Me he metido con unos tipos muy locos. Esta mañana
me despertaron dentro de mi cuarto. Dos matones que buscaban
el minidisco que guardas en tu bolso.
-El que olvidaste anoche en mi cama. Lo recuerdo. No pudo
correr en mi máquina.
-No tienes el software adecuado para correrlo, además no
sabrías para qué sirve.
-No creas que soy una tonta como las demás que
fotografiaste- le dije.
Rodrigo acentuó su expresión de desconsuelo, las
fotografías aumentaron un punto a sus problemas.
-Quiero que me devuelvas ese minidisco, y luego podremos
aclarar tus dudas.
Sonreí.
-Quizás no sé dónde está- le dije, muy consciente de lo que
acarrearía esa respuesta.
-Tienes que dármelo- me dijo, me empujó contra los troncos.
Me asusté, había temor en sus palabras. Pensé que iba a
golpearme.
-Te lo devuelvo, si destruyes todas las fotos de tus novias- le
dije.
-Muy bien, lo haré, pero ahora devuélveme ese minidisco.

125
Resignada y asustada, extraje de mi bolso el minidisco que
me dijo. No representaba ninguna importancia para mí, me di
cuenta que lo había guardado allí noche anterior, pero nada más.
-Adiós…- me dijo, alejándose por la calle, corrió hasta
desaparecer.
Volví a la universidad arrastrando mis pies, no sabía si sentir
rabia o pena. En la entrada me encontré con mis compañeros de
grado, un grupo de mojigatos adinerados, todos competían
tratando de demostrar quien lo hacía mejor en su papel de
hipócrita. Los hombres me saludaban con mucha cortesía,
demasiada. Las mujeres me ignoraban con la mejor de sus poses,
fingían que les caía, pero no les caía. Tuve que refugiarme en la
presencia de David, con sus camisetas de colegial y su peinado
de niño faldero.
-¿Qué tienes?- me preguntó.
-¿Se me nota en la cara?
-Algo.
-Pues tengo rabia y mala noche- no pude sacar más
palabras. No podía decirle de Rodrigo, no podría contarle nada.
No lo entendería.
-Yo te trataría mejor- me dijo, apenas levantó la mirada del
suelo.
-Gracias… pero nadie me trata mal- le dije, con la intención
más gentil que lograría en mi neurosis acentuada.
-Ten los apuntes de comercial- me dijo, sublime me pasó su
carpeta. Sonreí.
-Oye, David. Tú sabes qué significa el archivo Tax Income
Decoder.
El muchacho levantó la frente, al escuchar las palabras
mágicas. Mágicas de repente.
-Es un software para trabajar con plataformas financieras. O
sea, si quieres dinero fácil, o quieres saber dónde está el dinero
fácil, puedes usar un diagramador de depósitos bancarios, para
barajar los centavos que el Servicio de Impuestos no devuelve a

126
los contribuyentes, por las transacciones dentro de las
plataformas.
-¿Y es importante?
-Para quien puede desarrollarlo o robarlo, es importante.
-Si te digo que yo tengo uno escondido, ¿qué hacemos?
David no se veía convencido, pero sus dudas se llenaban
con las ideas que alumbraban el camino hacia el Tax Income
Decoder.
-Pues vamos a verlo.
-Invítame a almorzar, y después puedo enseñarte lo que
tengo- le dije.
David no podía costearme más que unas milanesas, pero no
importaba, me sentía con la mente apartada de Rodrigo por lo
menos esa hora que duró. Luego subimos al bus, para volver a mi
casa.
Por la tarde, las chicas de la limpieza se iban, dejando el
depa reluciente, cuando mi madre llega, se quita los zapatos y el
pantalón en la puerta. Faltaba mucho para las cuatro. Llevé mi
maquina Mac a la sala, David la sostuvo con sus manos
cuidadosas. Le pasé el minidisco. Ingresó en la base de datos del
software.
-Bien, ahora debemos conectarnos- dijo David.
Entramos a la red. El minidisco correría junto con la web.
Sincronizaron los programas y el software se enlazó con una
página de la red, una dirección secreta. El portal se abrió, una
pagina especial, no era igual a las comunes, tenía un menú muy
complicado, con palabras técnicas y conexiones.
-Esto es algo serio- dijo David. –Vamos a ingresar en alguna
de estas posibilidades.
Accedió al primer icono. Una plataforma de flujos en
sistemas cartesianos, cambiantes a cada segundo se configuró en
la pantalla. Tenía fondo azul, los datos se renovaban con
información nueva, al mismo instante que la velocidad de la
conexión.

127
-¿Qué es esto?- pregunté.
-Pues… Creo que es un espacio de información de las
transacciones financieras.
Antes de que David terminara de decir su oración completa,
la pantalla fue sustituida por una proyección de video. Era una
habitación de motel. Simple, corriente como de los muchos que
existen aledaños a la playa, en la carretera provincial. Un cuarto
iluminado con la luz del sol marino, la cámara enfocaba la cama
de dos plazas, una lámpara. Se escuchó la puerta, ingresaron dos
chiquillos, un varón y una fémina. Ambos se sentaron en la cama,
algo asustados. No tendrían más de doce años. Llevaban ropa
nueva, estaban muy bien arreglados, pero algo era anormal en
ellos, como si no tuvieran la costumbre de llevar esa ropa o de
sentirse importantes. Ambos hablaban en voz baja. No se
escuchaban las voces.
Con una expresión muy triste, el chico se desvistió, y la
chica se negaba con la cabeza. Cuando el chico quedó desnudo,
su piel pálida, sus costillas pegadas a su pecho enjuto, se tomó el
inmaduro pene, lo agitó queriendo masturbarse, pero no sabía
cómo hacerlo, la erección no era posible. Ella siguió negándose
con la cabeza, pero después accedió a quitarse la blusa. Era una
niña, sin senos, con un cuerpo desnutrido, algunas machas
negras en la espalda. Simularon tocarse, pero no era natural para
ninguno, las caricias eran fingidos intentos por emular las
telenovelas. Durante el intento de besarse, alguien irrumpió en la
habitación. Era un hombre, como de la edad de nuestros padres,
vestía una bermuda y una solera. No le vimos el rostro, pero
vimos cuando despedazaba el pantalón de la chica, dejándola
desnuda. Se quitó la ropa con violentos zarpazos. Sometió al
muchacho penetrando su ano con mucho dolor, mientras le hacía
sexo oral a la chica. Cambió de posición varias veces, y después
penetró a la chica, mientras masturbaba el pene del chico.

128
Cuando me vinieron las nauseas, el hombre eyaculaba
dentro de la chica. Luego le mordió el seno tan fuerte que ella
estalló con un alarido.
Empujó al muchacho fuera de la cama, se vistió mientras su
miembro colgaba manchado con sangre, mierda y esperma.
Luego se fue. El chico se vistió tratando de evitar el contacto con
su trasero. La chica siguió llorando, con la cara hundida en la
cama, una mancha de sangre crecía sobre la sábana.
El video se cortó. Un menú con cientos de accesos a
filmaciones semejantes, se configuró con miniaturas de cada
archivo. Espeluznantes fijaciones con adolescentes, niños,
ancianas, homosexuales, asnos y mutilaciones.
Salí del cuarto porque no pude soportar el asco.
David, temblaba.
-¿Esto querías mostrarme?- me dijo, su voz no sonaba igual
que siempre.
-¡No!- le grité. –No sabía que contenía eso. Me asusté.
Me reduje hasta el suelo. Mi mente no soportaba el desdén,
por eso Rodrigo sentía tanto miedo.
-Tenemos que entregar a la policía esto- dijo David.
-Pedazo de imbécil, luego nosotros seremos sospechosos.
Debes botarlo en un basurero a veinte kilómetros de aquí.
-No es lo correcto- dijo él, sintiendo el momento de
superhéroe.
-Entonces, no me hagas responsable, yo no sé nada y me
negaré hasta la muerte. Llévatelo, puedes masturbarte con ese
video y luego puedes dárselo a un policía para que se masturbe.
Yo no tengo nada que ver.
-Tu novio te dio esto, ¿verdad?- acusó David.
-No me lo dio… -musité. No hable nada más, aunque él me
hizo un torrente de preguntas que no escuché. Ante mi
indiferencia, David salió del departamento, llevándose el
minidisco.

129
Entonces me puse a pensar en las fotografías de sus otras
novias. No eran tan importantes ahora. Nada de lo que habría
pensado en la mañana, era importante ahora. Sentí un profundo
terror, exasperante, sofocante. Mi pecho me dolió, no pude
respirar.
Cuando mi celular repicó la primera vez, aún no había
superado la crisis de miedo. Era Rodrigo, no podía ser otra
persona. No tenía ningún tono en especial para identificar las
llamadas, pero sabía que era él. El aparato no cesaba de sonar,
mi miedo sería superior a la voluntad de apagarlo o de
contestarlo. Después del tercer intento, levanté el aparato y lo
apagué.
Era cuestión de tiempo que apareciera en mi casa. Con su
puñal, o drogado, sentí miedo.
Pensé en escapar, pero después mi madre me preocupó. La
muy tonta sería presa fácil del antisocial, mi padre no llegaría
hasta las seis. Llamé al celular de mi madre, me contestó, tan
cordial y amable como siempre.
-Hola Martita.
-Mamá, voy a salir a casa de una amiga, no volveré hasta la
noche.
-Cuídate hijita, te estaremos esperando.
-Chau, mamita.
Corté, me sentía demasiado nerviosa. Debía ingeniármelas
para atajar al Rodrigo afuera en la calle, devolverle su minidisc y
desaparecer.
Me cambié de ropa, me puse jeans, zapatillas, camiseta.
Salí del depa temblando por si encontraba a Rodrigo en el
camino. Caminé hasta la costanera, el amplio espectro del
Pacífico relamía la playa con sus olas vespertinas. Encendí mi
celular, tenía dieciocho llamadas perdidas. Maldita sea. Marqué el
número de Rodrigo. Contestó antes del segundo timbre.
-Te busqué toda la putísima tarde- vociferó.

130
-Ahora que veo el teléfono, me doy cuenta- le dije, mi
corazón latía como a mil.
-Me diste el disco equivocado.
-Creo que no me di cuenta… A ver revisaré mi bolso… -fingí
lo mejor que pude. –Aja. Aquí tengo otro disco, debe ser el tuyo.
Rodrigo resopló, nada más podría hacer.
-Debes dámelo- dijo. –Ahora mismo.
-Estoy en la playa, cerca de Plaza San Antonio.
-Mira, llegaré a ese lugar en diez minutos. Tienes que
esperarme.
-Te espero.
Me cortó, y solté el aire. La Plaza San Antonio era un Mall,
lleno de tiendas y de comida rápida, como casi toda esta ciudad.
Algunos compañeros del colegio iban a los videojuegos de aquel
Mall, o a las multisalas de cine. Se reúnen con sus patinetas, sus
guitarras, sus pitos de marihuana. Me encontré con algunos en el
camino, no les hablo, pero ellos me saludan con esa mística de
las chicas imposibles. Yo lo sé muy bien. Yo era popular en el
colegio, no habían muchas chicas que podían competir conmigo,
no al nivel de mi sonrisa.
Me siento en el portal del Mall, donde una fuente hace gala
de un sistema de espejos que produce una desintegración de los
colores. A esa hora, resplandecían más que en todo el día. Me
senté en una banca rectangular de vidrio transparente, hacía frío y
no crucé las piernas. El sistema de aire acondicionado dejaba el
ambiente a tres grados centígrados a esa hora. Si se acumulaba
la suficiente humedad, en todo el lobby principal empezaría a
nevar.
Aquel día el espectáculo era completo, en todo el hall
principal comenzaría a caer una nieve ambarina, de pequeñas
motas espumosas, perfectamente controladas por un programa de
computadora. Era el máximo punto de los colores reflejados por el
sol en los diferentes cristales, cuando Rodrigo me jaló del cabello.
Una punzada hacia atrás de un mechón pequeño. Me contuve el

131
grito. Me jaló del brazo arrastrándome hacia el corredor. No me
percataba que ya estábamos afuera. Me subió a un automóvil.
Todos los pendejos de la calle vieron cuando me iba. Era un
“Buick Great Parade” color negro, sus vidrios tornasolados
generaban destellos con la velocidad. Se alejó a ciento veinte
kilómetros por hora.
Adentro un tipo conducía. No le pude reconocer. Rodrigo me
empujó contra el asiento.
-Dame el minidisco- su aliento neutro, el vacío en su mirada.
–Los viste, ¿¡verdad!?- me escupió en el rostro.
No pude disimular. Eso tenía él, no podía fingir con él, me
dominaba como a una mascota.
-Esto es peligroso, Martita.
-Quiero irme- le dije.
-Te irás pero te llevarás un recuerdo, para que no te metas
con esto- me dijo.
El coche siguió avanzando con gran velocidad. Pude ver que
dejábamos el sector residencial para entrar al industrial, en un
barrio lejano siguiendo la circunvalación. La sombra de las
montañas, en un clima de absoluta incertidumbre. Sentí que mi
vejiga cedía.
Ingresamos por unas calles que jamás había imaginado que
existían. Las industrias eran edificios protegidos con sendos
muros de concreto. Las vías desiertas se dividían en centenares
de callejones con depósitos de basura cada cinco manzanas. Se
detuvieron en uno, que era el único con acceso a un canal de
agua, en donde se levantaba un arco de cemento, el canal echaba
miles de litros de fuerza para llevarse los desperdicios de toda la
zona. Un horno generador de energía eléctrica funcionaba más
allá, el ruido era casi ensordecedor. Mayor resguardo en los
muros más altos cada vez. El Buick se detuvo, Rodrigo me bajó
arrastrándome, hasta el basurero que era un hueco maloliente a
aceite. Sacó su puñal, la hoja se veía agresiva. Me cortó la nalga
derecha. Caí inmóvil, no podía gritar. No tenía como expulsar la

132
voz de mis entrañas. En el piso, me quedé observando el cielo,
mientras escuchaba el automóvil alejarse por la ancha avenida
principal, lejana desde allí. No recuerdo cuándo me desmayé.
Desperté cuando mi padre me recogía en sus brazos. Me
sentía tan liviana.
Me internaron tres días en el hospital general, tuve que
dormir con los fantasmas que gritaron en mi oreja, todas las
noches.
Perdí casi un litro de sangre, pero sobreviví. En mi nalga
tengo una gran tajada que ha dejado a mi glúteo izquierdo
disminuido en comparación al derecho. Se ve muy feo. Cierro la
puerta de mi cuarto para no salir.
Dentro de mi cama con esta computadora.

DENTRO DEL CREPÚSCULO.


Siento el poder del drenaje, debajo de mis pies. El agua
corre. Con semejante presión, inunda un depósito de metal y
concreto, de dos millones ochocientos mil litros. Después el agua
es regresada a su cause natural, pero su paso ha generado una
buena parte de la electricidad de la ciudad. Recordaba el
descenso hasta este lugar. Un abismo de cuarenta metros, a pie.
Quijote me seguía los pasos incapaz de decir palabra. En la
espalda tenía esa chica de la capital. Toda en minifalda, drogada
con metapsicotrópicos. Quijote fumaba un cigarrillo, nada más
porque esa chica lo tuvo en sus labios vaginales todo el camino
de ida. Le quitó el calzón y jugaba con ella, relamiendo sus
muslos con cada paso. De noche, el tanque era un lugar desierto,
pues no había nada que robar, además estaba muy lejos de la
ciudad. Quijote me pidió que esperase antes de echarla al canal.
Se quitó los pantalones y le hizo el amor. No tardó mucho pues se
había calentado toda la noche. Era una chica bonita, pero era una
prostituta, de las que el gobierno mismo prostituye en las calles de
la ciudad, independiente, cobraba cuando quería. Se veía bien,

133
pero hablaba como camionero y era ignorante. Esa noche la
encontramos vendiendo caballo a nuestros clientes, en la puerta
del Trasatlántico, una discoteca de cinco mil metros cuadrados de
psicodelia y luces de neón. Por supuesto tuvimos que intervenir.
Nos llevamos a la putilla en el auto. Olía interesante, como a un
pastel recién horneado. La manoseamos un buen rato antes de
ponerle dos dosis de nuestra mercadería en sus venas. Cuando
se zafó, le pasé la hoja de mi navaja por encima de los dedos de
sus pies. Los corté y la sangre manó con generosidad. Se contuvo
los gritos, cualquier puta sabe que gritando no consigue nada. Le
corté la piel de sus muslos, en la superficie, salió poca sangre.
Se desmayó, o por lo menos lo fingió.
Su rostro era una mezcla de niña linda con sirvienta. Sumisa
hasta el final. La echamos por el canal, su cuerpo se fue dando
tumbos con las paredes del conducto. Al enfilar la corriente
principal, quedarían hechos pedazos todos los huesos de su
cuerpo. Volvimos, era la medianoche, luna muerta. Yo me iba a
conectar a la red. Tenía un par de negocios pendientes. Un tipo
que me iba a vender tres secretos juntos. No le creía mucho al
tipo, pero tiene su reputación en el negocio, por lo menos los que
le compran tienen mucho dinero.
Yo estaba seguro que con lo que tenía bastaba para
comprar y vender software que es demandado en el círculo
internacional, encontrar a una talla de la Unión o de los Orientales,
una secta poderosa con inmensa maldad entre sus filas. Los
emperadores no me importan, ellos viven de nuestro trabajo,
como todos los patrones. Unos cinco deben ser dueños de todo, y
lo demás se reparten con todos los ciudadanos del Estado.
Así que me pelearé por mis migajas aunque tenga que matar
a algunos de por medio. Quijote asiente, él haría lo mismo.
Cualquier caballero honorable de esta ciudad. Cualquier ordinario
de la calle.
Estacionaría el coche en el bosque, durante horas, saldría a
correr entre las penumbras. Era la mejor sensación de todas.

134
Tenía una capa negra, con un capuchón que me cubría la
cabeza, mi rostro era protegido por la tela, mientras la capa se
elevaba con el viento, cruzando los obstáculos como una sombra
voladora, una pesadilla en el mundo de los vivos.
Mientras yo corro, el Quijote se queda en el coche,
durmiendo, en trance.
Yo corro en la oscuridad. Tropiezo algunas veces, pero con
la costumbre, ya no me doy cuenta si son tropiezos de verdad. Me
parece que deslizo entre las penumbras, como reconociendo la
textura de la geografía en la completa ceguera. Todos mis
sentidos funcionaban, incluso una nueva certeza, de protección
omnipotente.
Al amanecer volvía renovado, regresábamos a la ciudad,
carentes de todo remordimiento. El movimiento era igual, todos los
días, todas las horas, de día o de noche. Nada cambia la faz de la
ciudad, desde la costa hasta las montañas. Yo me quedo en la
zona central, el downtown, como le dicen todos los mojones de la
Villa. Creen que la moda es hablar con términos de las películas
de los gringos, se visten como las estrellas de cine, hablan los
mismos disparates clichés, compran alcohol barato y corren en
sus autos con la música hip hopper a todo volumen.
Hace tiempo que no voy a la Villa, desde que construyeron
ese nuevo centro de masturbación popular, ese mall lleno de
luces, supermercados, juegos mecánicos. Los fines de semana
las mujeres abarrotan los expendios de comida basura, compran
pasteles, hamburguesas, y las dejan intactas, mientras los
machos desfilan intercambiando miradas. Por supuesto, son muy
pocos los que se atreven. Todas esperan encontrar el súper
galán, pero decepcionadas regresan a sus casas porque lo único
que ven son chicos normales, tontos, ridículos, tímidos, muy
pocos usan la mirada para montarse una yegua.
Es tan fácil conseguir una cita interesante un sábado por la
tarde, y extenderlo hasta las tres de la madrugada del domingo,
aunque la cita tenga catorce años. Con tanta experiencia he

135
corrido tantas arenas, he pescado algunas infecciones, he
inoculado tanto esperma.
Enflaquecí once kilos, mi ropa me queda grande, si usara
gorra no se notaría mi edad real. La verdad es que mi pasado no
aporta mucho a mi presente, yo crecí en la calle, con los polillas,
escondido debajo de los puentes, de la policía, de los
degenerados. Consumí pasta durante ocho años, pero me
pescaron los militares y me alistaron a los dieciséis. Me enviaron a
la frontera, donde la guerrilla aún cosecha el miedo y la
desolación. Los gorilas me quitaron el vicio a patadas. Aprendí a
usar la fuerza mi vida en las calles, discipliné mi voluntad, aprendí
el valor de ser íntegro y agradezco al Estado por haberme
tutelado durante dos años de servicio en las zonas de batalla,
pues ahora no tengo miedo. Durante el servicio conocí a una bruja
de verdad. Una mujer adulta, hedionda a orín y alcohol, todos
creían que era una indigente, echada en las esquinas de los
pueblos, envuelta en trapos en lo peor del calor. Era asquerosa
en extremo, pero se las arreglaba para sobrevivir y defenderse, si
ella llegaba era como una peste, todos escapaban aterrorizados.
Un día me habló, como si me conociera.
-Pronto sentirás la muerte- me dijo.
-Soy soldado y estamos en la guerrilla- respondí.
-La muerte no es una amenaza, cabroncito… Es un ser tan
real como tú o como los de más baja categoría.
-¿Cómo puedo evitarla?- pregunté.
-No puedes.
Por la noche, durante mi ronda de la madrugada, fuimos
atacados por La Bestia.
Grupo radical de extrema conservadores, estaban en las
armas porque no les gustaba la nueva federación. Ellos creían en
la organización antigua, ellos eran ciudadanos de un país extinto.
Los más feroces eran muchachos, entrenados por soldados
expertos, eran letales atacantes. Diezmaron a mi batallón desde
las ramas de los árboles, desde el suelo. Causaron treinta bajas

136
en cinco minutos, sin disparar un proyectil. Escapamos en las
tinieblas, temblando, porque La Bestia nos seguía de cerca, con
sus alaridos enloquecedores. Me separé del batallón cerca del río,
aún escuchaba los gritos de mis camaradas, siendo cazados por
la guerrilla. Jadeaba de cansancio y tenía la vista borrosa. Nunca
me hubiera dado cuenta, en la oscuridad, con ese agotamiento.
Me golpearon de improviso en la nuca. Sentí como un centenar de
patadas en la espalda. Caí de bruces. Me arrastraron de los pies.
Escuchaba jadeos disimulados, como de niños. Me descubrieron
los soldados de la Bestia. No podía ver sus caras. Bajos de
estatura, menudos, ágiles. Me pusieron una soga en el cuello, me
patearon en el rostro. Hablaban en su dialecto, susurros como
amenazas, burlas en jeringonza.
En el descenso de la corriente detonaron dos explosivos
muy poderosos, los fogonazos amarillos iluminaron la noche. Era
munición nuestra, que seguro se los robaron al teniente,
asumiendo que el mismo ya estaría muerto. Me clavaron una
daga en el hombro. Su hoja corta penetró en mi carne como
mantequilla. No grité, no hice ningún movimiento. Me dejé caer en
el barro, hundiendo mi cabeza en la inmunda agua, manchada
con vísceras y sangre. Jalaron la cuerda, pero dejé a mi cuerpo
como un muñeco. Los guerrilleros se fueron con una señal, un
silbido agudo, se internaron en la jungla, yo preferí hacerme al
muerto. A los capturados vivos, los crucificaron como señal de
victoria.
A la mañana siguiente me desperté cuando me recogían
junto a otros muertos. Pasé dos semanas en enfermería con
fiebre y convulsiones. Los camaradas me contaban historias
terroríficas, cuando La Bestia los atacó en las montañas, dicen
que era uno y que mató a ciento cuarenta y seis, con las veinte
municiones del fusil 50 que había robado. Me dejaron salir del
servicio por haber sobrevivido a la masacre. Con algo de dinero
en los bolsillos, con mis uniformes, volví a la ciudad.
Por eso puedo correr en la oscuridad del bosque.

137
Cuando comencé a trabajar en las computadoras, fue un
camarada quién me dio mi primera responsabilidad. Era cobrador
en el mercado de los piratas, el comercio informal de patentes
robadas, psicojuegos, clones no autorizados de sistemas para
trabajar con las permanentes actualizaciones de seguridad,
productos que en el ámbito formal tenían un costo elevado. Yo
vendía sus productos piratas a los comerciantes del mercado.
Eran tipos que sabían mucho del sistema, y por supuesto de la
mafia también. Los chinos tenían mucho dinero en sus productos,
no eran buenos pagadores. Los locales pagaban bien, pues
sabían valorar los insumos, muchos de sus clientes eran
estudiantes y profesionales. Vendía software de primera, cuando
unos contrabandistas de códigos me introdujeron en el mundo de
la simulación. No era muy popular, pero los primeros programas
introdujeron información ilegal, pero atractiva a unos pocos
coleccionistas. Pornografía en videos caseros, imágenes de
crímenes, violaciones y otros delitos. El usuario se inyectaba una
metapsicotrópica, con electrodos neuronales guiados por un
software, podía revivir lo que se mostraba en cada video. Daba
buen dinero vender cochinadas a viejos degenerados. También
les vendía accesos a compras de drogas experimentales para
manejar el programa, las que vendían en la red con tarjeta de
crédito. El negocio era la información.
En los territorios protegidos del otro lado del planeta, el
programa de simulación de electrodos había pasado de moda. El
único objeto del deseo era una tecnología experimental, cuyos
resultados no se decidían si largarlo al mercado o no. Los riesgos
de programas desarrollados por usuarios conectados a la red en
forma permanente, un mundo donde la mente era el único
componente, ya no era necesario el cuerpo.
Faltaba mucho para esa tecnología, requería de costosos
controladores, ordenadores con transportadores de velocidad luz.
Por estos lados, todavía prevalece el negocio de las simulaciones
con drogas. Algunos eran viciosos de los programas de

138
simulación, otros perdieron la plata de sus familias con tal de
conseguir emociones nuevas, el mercado negro tenía muchas
opciones en cuanto a gustos se refiere. Los que conocían a los
proveedores directos, eran muy pocos contactos, una logia de
poderosos delincuentes aferrados a cargos del gobierno,
importaba la basura tecnológica, contrabandeando su
establecimiento en los mercados de la federación. Atreverse a
mucho era peligroso, algunos eran enemigos de la justicia. Las
pantallas comunes para mover dinero eran la compra de bienes
raíces, alquiler de películas XXXXX, supermercados. Sus
negocios tenían pies y cabeza. No me interesaba ser un
proveedor principal, pero me reunía con los que le daban menos
importancia a su material, y por supuesto eran los que tenían
mejores insumos.
Desde que uso varios anillos en los dedos, las mujeres
también demandaban algunos programas. Con el Quijote
emprendíamos cruzadas de marketing, ofreciendo drogas
experimentales y demos del software en algunos bastiones de los
snobs en la ciudad, teníamos que entrar a discotecas, cafés,
bares, fiestas privadas.
En una de esas aventuras la encontré. Era una fiesta en una
casa de los barrios periféricos, para sujetos que tenían pasta,
muchos rostros elevados. Vendí cerca de tres mil en divisas, a los
ricachones les gustaba los crímenes y el canibalismo. Cuando
terminé con mi stock, me serví una copa de vino en el bar, sentí
un perfume distinto en el aire, volqué hacia la puerta que daba a la
piscina. Afuera se bañaban los jóvenes con el mismo ritmo de la
fiesta, ella se distinguía de los demás. Salí en su búsqueda. La
casa era una construcción de gran magnitud. El patio de atrás,
donde estaba la piscina, continuaba hacia un muelle, con
jardinería bien exquisita, un pasto cortado a la perfección. Las
luces del fondo eran del crepúsculo. Su bikini blanco, diminuto,
apenas la cubría. Su femenina voluptuosidad era inocente. Le

139
tomé algunas fotos con mi celular. Te vi en la fiesta. Yo sé. Quiero
que seamos amigos.
Por que la besaste, ella no pudo creerlo, su cuerpo sintió
espasmos. Metiste la polla. Era tan fácil.
Le eyaculaste adentro, y ella no dijo nada. No entendía lo
que sucedía. Volvieron al muelle. La luz del día expiraba, el agua
brillaba con dos lámparas en el cielo. Allí le tomé otra fotografía.
En la noche me masturbé observándola, cuando el esperma le
rebalsaba en el calzón y ella cruzaba la cadera, cerrándose la
vagina. Me levanté a patinar, pues no me la podía quitar de la
cabeza. No pude evitar volver por ella en la mañana. Quedamos
en vernos en un café, que quedaba en La Colina, una calle de
boliches bohemios cerca de la costa. La encontré antes de la hora
convenida, cuando ella me vio se puso a temblar. La tomé entre
mis brazos, era un sentimiento nuevo. Me la llevé a mi
departamento, en los bloques del barrio italiano. No le importó el
desorden, ni la marginalidad. Le hice el amor todo el día.
Marta, su pasividad me inquietaba, siendo una mujer tan
hermosa, de esas que tienen rostros únicos. Me acostumbré a
amarla, y me encandilaba su entrega total, siempre venía a mi
requerimiento, inclusive si tenía otras obligaciones. La desnudaba
en todo lugar, aún si había peligro de que nos vieran. Hicimos el
amor en la playa, a la vista de todo el mundo, cubiertos por su
toalla. El tiempo se fue incalculable, me encantaba aprisionarla
contra mi cuerpo, contarle historias funestas y crear un modelo de
superhombre incomparable con aquellos que ella pudo conocer
antes. Cuando el Quijote me telefoneó una tarde de miércoles, yo
despertaba con la mitad de mi pene dentro de su vagina.
Esa tarde recibía cuatro cajas grandes del material en
cuestión. Sesenta mil en divisas.
Yo recuerdo muy bien, porque esa noche nos encontramos
con la suprema pesadilla. La policía con los mafiosos
competidores, nos metimos en el peor de los quilombos.

140
Me agarraron los hijos de puta, llevándome una caja en mis
hombros, hijos de puta. Me quitaron mi material, pero el Quijote se
pudo escapar. Yo, como chivo expiatorio esperé en una celda
policial hasta que el fiscal me dejó salir. Sabía que era una
trampa, porque querían agarrar a los proveedores para quitarles el
negocio. Caminé por todos lados, antes de asegurarme que no
me pudieron seguir. Llegué a mi departamento y saqué todo lo
que valía algo. Escapé al amanecer. Tomé el bus intercomunal.
Hallé una trinchera en una residencial cerca de la terminal
general. Pero, no pude aguantarlo y llamé a Marta, ella vino, nos
acostamos toda la tarde. Un minidisc colado de la mercadería que
me quitaron, se juntó con sus cuadernos.
Ahora empiezo a comprender, el poco control que uno
puede tener con las cosas terrenales.
Los descuidos crean desfases en el tiempo. Todo se retraza.
Es posible romper con el equilibrio. El equilibrio depende de tu
voluntad.
No pude evitarlo. Me dolió tener que arruinarla, me gustaba
mucho. Después no se meterá con cualquier tipo, es lo mejor que
pude hacer por ella. Ahora debo irme.
Quijote me espera en el lavadero de coches popular. La
tarde recrudece, el olor a comida en el aire me indigesta. Dos
plazas de comida exhalaban vahos de frituras mezclados con
grasa sintética. Muy lejos de la ciudad tal vez encontraríamos el
mito escondido de nuestra propia piedad.
Era necesario salir de la ciudad. Abordar la federal. Una
carretera panamericana con servicios e iluminación en todo el
recorrido. Cinco mil kilómetros hasta la frontera de la federación.
Algunos puestos de policía apostaban sus coches como
barricadas, por rutina. Pasamos por cuatro desapercibidos, pero al
quinto, al oficial Parriaga de Santellez, tal como era el nombre del
lugar, Santellez. Se le ocurrió requisar nuestro vehículo, porque
era demasiado lujoso para ese pueblucho.

141
Reportó nuestro coche como robado, por entonces dos mil
ochocientos kilómetros de territorio habríamos avanzado. Las
cordilleras vestían sus galas con la nieve eterna. Hermosos
poblados se encontraban a los pies de la columna montañosa.
Abandonamos el auto en la puerta de la comisaría. Caminamos
hasta los bosques montañosos, empezaba a enfriar. A las doce de
la noche, el frío llegaba bajo cero. En medio del bosque nos
encontramos Quijote y yo, temblando, pero seguros de haber
evadido a los campesinos. Logré dormir envuelto en mi capa.
Quijote se trepó a un pino, no se si durmió. Al amanecer escuché
disparos. Como escopetas. A juzgar por el calibre, eran de
dieciséis. Algunos gritos también se escucharon, como risotadas.
Huimos por la pendiente. Debíamos ganar terreno, antes de ser
vistos por otras personas. Nos internamos en la floresta. Corrimos
tres kilómetros. Subimos por la ladera de un cerro. Me detuve de
repente.
Me senté en el piso, Quijote siguió corriendo, subió una
colina y desde arriba me vio cuando me inyectaba una dosis de
metapiscotrópica, muy calculada. Supo que hacer, se fue…
Me quedé recostado sobre una piedra que sobresalía del
suelo. El cielo cambió de color repetidas veces, moviéndose como
una forma viviente, transformando su identidad. Me asusté, en el
cielo las nubes desaparecieron. Un objeto gigantesco apareció a
gran altura. Fue descendiendo con la lentitud de su gran masa.
Decidí moverme, escapé hasta los árboles, me cobijé en su
multitud, me enmarañé con las ramas. Ellos me protegieron,
cuando la gente vino con sus machetes, sus antorchas, sus
escopetas. Todos pasaron por debajo, ninguno me vio. Dormí la
mayor parte del tiempo. Me sentía protegido como un niño.
Desperté a las cuatro de la mañana del día siguiente, o por lo
menos ese dato figuraba en mi terminal portátil. Me hallé
recostado en medio de unos pastizales. Las hormigas caminaban
por debajo de mis pantalones, no había dormido en ningún árbol,
supongo que había caminado mucho, pues me encontraba en un

142
lugar que no conocía o identificaba. Soplaba el viento, no podía
orientarme. Encendí la terminal, la posición según satélite, eran
dieciocho kilómetros desde la frontera con la federación vecina.
Empecé a caminar. Supuse que no existían patrullas de aduana,
sobrevolando con tropas de respaldo. No eran territorios de la
guerrilla, pero la jurisdicción ya le pertenecía al vecino, un
conservador y envidioso competidor. Dormí siete horas más,
acostado en la jurisdicción del país vecino. Mi presencia delató a
los aseguradores de la frontera. Vinieron dos naves en mi
búsqueda. Eran oficiales de alto rango con armas militares. Subí
al helicóptero sin resistencia.
-¿Qué es lo que usted busca aquí?
-Tengo información muy valiosa, por la cual yo estoy siendo
perseguido.
-Será detenido. Sin derecho a nada, hasta que la ley
intervenga.
Pasaron dos semanas, en una celda pequeña, con
eventuales compañeros y a la vez enemigos. La ley del país
vecino decidió evaluar mi prueba, ¿por qué era perseguido
realmente?
Mi información era importante, tenía evidencias del tráfico de
software peligroso y prohibido por los convenios, nuestra
federación no podía comerciar con basura reciclada de otros
países. Las naciones que tenían tecnología submarina se habían
desecho de su know how tradicional, lo habían echado al mar, y
se desarrollaron empresas que recogían los cargamentos, los
limpiaban si era necesario, y los vendían a los países que
pagaban miserables tasas de interés por aceptarlos dentro de su
territorio. Eran pocos, pero era un negocio sucio desde el
principio. Me recibió un oficial del gobierno. No sé que era en la
escala, pero me dio a entender que podía tomar grandes
decisiones. Me interrogó sobre la red de corrupción en el
contrabando de material prohibido. Expliqué lo que sabía del
negocio, mis conjeturas sobre los dueños y los beneficiarios. Traté

143
de armar un conjunto que pudiera ser comprendido. Por supuesto
me comprendió. Me hicieron una propuesta. Si yo estaba de
acuerdo en declarar en un tribunal, me iban a dar una condena
menor de seis meses, en una institución social.
No esperé para decir sí.
Como era de esperar, hice todo el teatro de decir la verdad,
y nada más que la verdad.
Ellos describieron con detalle lo que les había explicado yo
mismo, el Juez asentía, el ministerio público asentía. Tan pronto el
juicio terminó, me había dado cuenta que la federación no tenía
ninguna prueba, ni siquiera se había presentado a la audiencia.
Un juez ordenó que me llevaran a una institución de los
Intercambios.
Me fui después a un jardín de niños con deficiencias
mentales, en un lugar de la ciudad fronteriza. Dormí afuera hasta
que abrieron a las seis de la mañana del día siguiente. Me abrió
una oriental, mal oliente a ajo. Ingresé por la puerta en el pasillo
un gran arco de ladrillo ingresaba en una casona, muy antigua, su
jardín decorado con piedra, formaba una especie de trébol. La
casona estaba construida sobre una superficie cuadrada casi
quinientos metros, cercada por dos pisos de habitaciones, una
seguida de otra por pasillos transparentes por dentro. Habían
niños con problemas de todo tipo, desde malformaciones, hasta
retrazo mental. El servicio consistía en darles apoyo emocional y
vivir dentro de la institución. Me acomodaron en una habitación
tan pequeña como no podía imaginar, como un ropero. Al día
siguiente debía servir el desayuno a las seis.
Me levanté a las cuatro, sofocado por el pequeño espacio de
mi habitación. Salí al patio, las estrellas fulguraban apenas,
borradas por el brillo de la propia ciudad. Respiré con profundidad,
escuché que alguien venía. Era una muchacha flaca, con el
cabello hasta los hombros, no pude verle la cara.
-Usted es nuevo aquí, por eso no puede soportar los cuartos
de visita- me dijo.

144
-Si- respondí.
-Lo vimos llegar anoche. Camina diferente a todas las
personas que entran por esa puerta. Usted no tiene miedo.
-Tengo miedo de muchas cosas- susurré. Ella se acercó a
mí. Pude ver su sonrisa.
-Atrás hay una piscina, si quiere puede ir a bañarse- me dijo.
-Lo consideraré.
-Me llamo Condolezza.
-Lindo nombre- le dije. Algo me intuyó que era uno de los
niños especiales. Le tomé más atención.
-Yo me llamo Rodrigo.
-Eres de la federación, lo sabía- me dijo ella, natural y
sorprendida. –Siempre quise saber que hay detrás de las
fronteras.
-Pues, hay un territorio muy vasto y hermoso. Lleno de
paisajes contrastantes. Que comienzan en una selva tropical
pantanosa, terminando en una cadena montañosa que protege del
abrazo del océano a su geografía. Hace algunos años el océano
se comió otra de nuestras ciudades.
-Lo sabía, vemos las noticias todas las noches.
-¿Son una familia?
-Son mi familia.
-¿Desde cuando estás por aquí?
-Desde que tenía dos años. Los responsables nos han
criado por grupos-. Su voz era templada con seguridad. Miraba a
los ojos con cautela. –Tengo suerte de poder trabajar aquí. Es un
buen lugar para mí. El Estado me da un hogar ejemplar.
-También para mí será ejemplar- le dije.
-Me gusta tu acento. Es como cantado- su voz era la de una
persona familiar.
-Me siento reconfortado, ahora… Muchas gracias.
-Ese será tu trabajo, amar a estos niños. Si no lo puedes
hacer, mejor vete esta noche- me dijo y luego se fue,
desaparecida en los rincones del todavía extraño lugar.

145
Me quedé despierto toda la noche. Era cierto, mi
compromiso era merecer ser aceptado en el nuevo país. No
podría fingir o pretender nada que fuera contrario a mi
responsabilidad.
Cuando encendí mi Terminal portátil, encontré esa difusa
distorsión, en el costado de la pantalla, leve, pero se notaba que
venia desde la señal, y no así del equipo. Quedé intrigado pues la
interferencia tenía más poder que la misma red.
Amaneció en el horizonte.

LA BESTIA
La tropa vería el amanecer cuando los tibios rayos celestes
del sol, abrazaban las cumbres de las montañas, por un pequeño
espacio entre las nubes tropicales.
Diego Terceros, vomitaba una sustancia blanca sobre un
gran arbusto. Lo empapaba con indigesta asquerosidad, le dolía la
cabeza, sentía mareos. A escondidas, durante el turno de la
noche, logró embriagarse con aquel provenzal alcohol barato,
fueron suficientes tres largos tragos. Reposó apoyado entre las
raíces de un extraño árbol, el cual lo protegió de las miradas de
otros camaradas. La patrulla cumplía el último día de recorrido, ya
sentía pesar, depresión y cansancio, pues la selva empezaba a
llenarse de locura, los ánimos de sus compañeros sazonados con
ira, violencia y arranques de paranoia, se notaban disminuidos en
energía. El miedo se disipó cuando bordearon las cadenas
montañosas, con sus vergeles vestimentas eran propicios
escondites para los guerrilleros.
La guerrilla, tenía más fuerza que antes, aunque la
Federación incrementaba su poder económico, y algunos
empresarios privados subsidiaban las fuerzas de seguridad, el
ejército se veía obligado a movilizar mayores contingentes, pues
los ataques contra la organización estatal adquirían importancia

146
internacional. Nuevos miembros eran entrenados por la guerrilla,
simpatizantes rebeldes, adolescentes, criminales evadidos de la
justicia. Inteligencia militar revelaba en un informe de ciento
veintitrés páginas, el incremento de individuos entre los posibles
miembros de la guerrilla. Los ataques eran furiosos, y los
victimarios rebelaban mayor sadismo, sus bajas mínimas
comparadas con las que sufría la policía o el ejército. Antes que
su tropa fuera puesta en patrulla, los guerrilleros atacaron una
zona urbana, cerca de la ciudad principal de aquel Estado
federado. Los agresivos rebelados destruyeron propiedad privada,
saquearon supermercados, asesinaron con brutalidad a los
uniformados, luego se refugiaron en el monte, durante la
madrugada. Era la primera vez que La Bestia llegaba a las zonas
urbanas. Los ciudadanos reclamaron seguridad a la Federación.
Fueron movilizados equipo pesado y aéreo para evitar nuevas
incursiones de La Bestia. Tal despliegue evitó nuevos asaltos,
pero no desarticuló a la guerrilla, que siguieron cometiendo sus
crímenes en regiones aisladas, destruyendo redes energéticas y
asaltando camiones con mercadería tecnológica.
Diego volvió a vomitar. Se limpió con la manga de su camisa
camuflada, se acomodó el fusil automático con balas de uranio 7,5
mm, bebió agua de su bolsa enjuagándose el mal sabor. El
sargento tocó el pito a las cinco cuarenta. Escuchó a sus
compañeros formando, mientras el ruido de sus botas y sus armas
denunciaba su número y cantidad. Un experto observador le
bastaba acercarse cinco metros al perímetro para emboscarlos.
Eso lo sabían todos, los sarnas y los oficiales.
Vestía un camuflado de la jungla, verde con negro. Botas
con protectores hasta la canilla, cargaba un cinturón con granadas
de fragmentación de mercurio, trescientas municiones para su
fusil, cada proyectil medía dos centímetros contenidos en veinte
caserinas de plástico; casco con placa de titanio, gafas de visión
nocturna, una pistola de fragmentación Storm con munición de
aluminio tan liviana como su puñal de sobrevivencia. Por norma

147
no podía cargar más equipo. Y escondida entre su camisa y su
pecho, una bolsa de agua con dos particiones, una de las cuales
contenía el alcohol barato.
Un mes atrás, en la posición de repliegue, fue castigado
frente a las tropas por su borrachera. Todos los soldados lo
patearon en el callejón oscuro, Los oficiales decidieron mandarlo a
la zona crítica por su cinismo, esperaban que muriera en combate,
pero después de recorrer el territorio de la guerrilla, de ida y de
regreso, los últimos días antes del relevo, La Bestia no se había
manifestado.
Corrió hacia la formación, ocupó el último puesto, trató de
serenarse. Los sargentos hicieron revista, cerró los ojos cuando
llegaron hasta su posición. Suspiró aliviado cuando la revista
concluyó. El capital Millarnes era el comandante de la operación.
Molesto por la gracia de patrullar la peligrosa selva, los últimos
días lo tenían histérico hasta la demencia.
-Sarnas conchudos… Estos son los últimos días,
regresamos por donde venimos. Entre hoy y mañana llegaremos
al río San Jorge, está a cien kilómetros de aquí. Yo sé que no les
gusta correr, pero lo haremos hasta mediodía, aprovechando la
senda que circunda estas montañas. Sé muy bien que hemos
tenido suerte, pero también sé que La Bestia nos vigila desde los
árboles, no perderemos la calma cuando nos sintamos cansados.
Sus madres y sus hembras los esperan al final del camino. Si
tenemos suerte pasado mañana nos recogerán desde la orilla del
San Jorge… Ya no los soporto más…
Los cincuenta soldados hicieron un murmullo general, los
gestos de júbilo eran prohibidos para la campaña. Diego resopló,
escupiendo una flema blanca que se pegó a la tierra como un
insecto aplastado. Rompieron filas y se organizaron las patrullas
en sus respectivos grupos. Los primeros partieron corriendo por la
senda natural entre los árboles más altos. Adelante, las montañas
formaban dos columnas paralelas, el único camino era el sendero
por el que corrieron los soldados.

148
Su grupo fue destinado a la retaguardia, porque eran los
indisciplinados y porque el capitán los consideraba carne de
cañón. Corrió rezagado, a su sargento no le importaba la unidad
del grupo, sino su propio trasero. Unos pocos también trotaron a
su ritmo, siendo abandonados por los demás hasta las once de la
mañana. Entre ellos estaría Ciro Molina, Romero, Saldino, Iriarte;
duros criminales reclutados en los penales de alta seguridad de la
federación. No le tenían miedo a La Bestia, pero le temían a la
cárcel. Cuando Diego se detuvo a caminar, los rezagados lo
imitaron.
-Oye, alambique- le dijo Saldino. –Tienes un poco de
alcohol.
Diego le alcanzó el tubo de su bolsa de agua, Saldino chupó
del mismo un exasperante trago. Los demás se juntaron
alrededor.
-Inviten ese veneno, niñas…- gritó el fornido Romero, sus
brazos tenían quemaduras, decían que era un homicida de niños.
-Alcohol de putas. En lugar de tomar yo me haré una paja-
dijo Ciro Molina, era alto, de cabellos rojos, una mancha negra en
su rostro lo convertía en un blanco fácil.
-Por qué bebes esta mierda, alambique, un día morirás-
decía Iriarte cuando chupaba de la misma pajilla.
Todos coincidieron en la misma mueca, arrugando la cara
por la ardiente sensación del peor alcohol jamás elaborado.
-¡Puta tu madre, alambique!, esta mierda es gasolina-
exclamó Romero.
-Y que lo digan, imbéciles- dijo Diego, su voz agravada
sonaba como un lamento.
-No sé ustedes, pero el castigo para los culos pesados no
me gusta- alegó Iriarte. –Yo me fumaré un “golosito”, y alcanzaré
a los camaradas.
-Invítame uno, Iriarte- dijo Ciro. –Comparte las ganancias.
-Eres un imbécil, Molina. En todo el monte hay marihuana,
porque me quieres quitar la que guardé yo.

149
-Molina tiene miedo al teniente- dijo Diego. –Tiene miedo
que le meta la yuca.
Todos se rieron, mientras Iriarte encendía un fósforo, en sus
labios pendía un pitillo delgado mojado con saliva. Aspiró una
bocanada generosa, se la contuvo en el pecho y la expulsó
tosiendo.
-Pásame la mierda- dijo Saldino, fumó con ansiedad, y se
atoró con abscesos de tos. Diego tomó el pitillo con los dedos,
fumó y le pasó el mismo a Molina quien aguardaba impaciente. La
ronda empezó con otro pitillo que encendió Iriarte. Los demás
rezagados los rebasaron indiferentes. Pronto, las nubes
alucinógenas evitaron que los soldados escucharan los llamados
de sus supervisores.
-Esta mierda es buena- dijo Ciro Molina.
Diego fue invadido por pensamientos fuera de su actitud
normal. El alcohol vapuleaba su organismo, su cerebro no
funcionaba como debía, más la hierba que actuaba como
anestesia para su resaca.
-Dos días más, y regresaremos a la hoyada- exclamó
jubiloso Romero. –Ya estoy harto, de estos correríos, La Bestia no
se comerá a estos provincianos.
-No hables de La Bestia cuando estamos rezagados- advirtió
Iriarte. –Menos cuando estamos volando.
-Casi no puedo creer que esta hierba crece en el monte-
alegó Molina.
-Dicen que los locos de La Bestia se fuman el cáñamo como
desayuno. Luego fabrican hashish, que se lo pasan antes de
atacar, para no sentir las balas o los golpes.
-El mito de los hashishinos- dijo Diego. –Durante las
cruzadas, los mercenarios árabes fumaban esa mierda. Después
los templarios lo descubrieron y lo añadieron a sus ritos.
-Que cabrón letrado eres, alambique- bufó Saldino. –Me
haces quedar como un estúpido ignorante.
-Tú lo has dicho- respondió Diego.

150
-Oigan… Escuché un grito en la distancia- dijo Romero, sus
ojos enrojecidos aumentaron la alarma.
-La Bestia, cojudos de mierda. Tenemos que alcanzar la
tropa- gritó Molina, empezando a correr con dificultad.
-Que se vaya, ya estará demasiado virado hasta dentro de
diez minutos- masculló Iriarte.
Los cuatro rezagados continuaron fumando mientras el sol
quemaba al las copas, la humedad se convertía en calor y los
insectos comenzaban la carnicería.
-Donde compré este alcohol, una vieja me contó una
historia- dijo Diego. –Me habló de los albores de la federación,
cuando todavía éramos países independientes. Me contó de estas
selvas y de cómo nació La Bestia.
-Eso lo saben todos, los disidentes de la federación se
refugiaron en estas tierras y se organizaron. Los militares rebeldes
los entrenaron y les dieron armamento- interrumpió Saldino.
Diego negó con la cabeza.
-Te equivocas, pues La Bestia no empezó como un grupo.
Empezó con uno. Un tipo, un individuo.
-¡Bah, esas son huevadas!- exclamó Romero. –Uno contra el
ejército de la coalición.
-Yo escuché la misma leyenda. Me la contaron los guarayos-
dijo Iriarte.
-La vieja me contó que La Bestia era un tipo que se metió en
la jungla y comenzó a matar a los soldados. No tenía motivo
político y tampoco era un rebelde. Refugiado en la jungla, se
transformó en un ser aterrador, que caminaba en las copas de los
grandes ancianos, que aullaba y comía carne humana. Dice que
el tipo se volvió loco porque era militar.
-Que romántico- se burló Saldino.
-Lo más jodido de todo, es que cuando La Bestia hizo mella
con más de cien soldados, a nadie, en lo que quedaba de la
república, se le ocurrió atacar a las fuerzas de paz con tanta saña
y hostilidad. De esa manera, nacieron grupos rebeldes y armados,

151
que escaparon a la selva atracando puestos de las fuerzas de
paz. Siguiendo la idea de La Bestia, como una agresión radical
contra la Federación, viejos idealistas asumieron su dirección,
entrenando salvajes asesinos, en una táctica de dominio absoluto
de un territorio. Los extremistas se unieron dichosos a la guerrilla,
entrenaron con la fuerza mental y física que implicaba, se
organizaron bajo la misma táctica, ataque sorpresa,
descuartizamiento. Buscaron instructores mercenarios de países
vecinos, el dinero se pagaba por sí mismo, armamento ilegal
vendido por el mercado alternativo. Ahora son varios, cientos de
miles, y vamos a desaparecer de aquí.
-No jodas viejo. Somos las naciones unidas. Nos deben
respetar- escupió Iriarte. –Nuestra mente no está tan destruida,
viejo.
-Debemos irnos, sino esta noche guardia en zona cero-
reflexionó Romero, conmovido por el relato. El había escuchado
historias similares. Los soldados que habían descubierto
cadáveres de tropas enteras, decían que todos los efectivos con
registro, sin excepción de ningún soldado que no pudo escapar,
estaban mutilados, despedazados por todos lados. Ningún testigo
de los ataques de la bestia. Ningún soldado capturado. Los mitos
decían que era uno. Los oficiales afirmaban la existencia de una
guerrilla. La Federación tomaba el asunto a la ligera, dejando que
las fuerzas de paz de la UN se encargaran de solucionar los
problemas. Pero, la cifra de muertos empezó a preocupar a las
autoridades.
-Mejor vámonos, alambique- dijo Romero. No quiero morir
esta noche.
Los soldados emprendieron la carrera, motivados por la
sustancia y por el resquicio de terror en sus venas. Ingresaron en
la senda del monte. Corrieron por el desfiladero de rocas,
cubiertas con ese musgo verde, el aire olía a ese aroma de tierra,
tan profundo y amplificado por la cercanía de las nubes. Hubiera
sido un hermoso paseo.

152
-Escuchen- gritó Iriarte.
Todos volcaron, los árboles se agitaron extraños, de las
ramas emergían brazos y piernas. Centenares.
-¡La bestia!- gritó Romero, y empezó a disparar enloquecido.
Dispararon. Las ráfagas de ametralladora resonaron en todo
el acantilado. Las tropas estarían a varios kilómetros de allí, pero
entonces escaparían con mayor velocidad. Nadie los ayudaría.
Cesaron el fuego, al notar que no había movimiento.
Pedazos de selva devastada, pero ningún cadáver. Empezaron a
correr. Diego tenía posición adelantada. Soltó su bolsa de alcohol
y emprendió la carrera, fue alcanzado por Romero, rebasado
después por Iriarte.
En el camino encontraron el cadáver destripado de Ciro
Molina. Todo su vientre fue vaciado, quedando un hueco
tenebroso hasta el piso. En la cabeza, varios cortes longitudinales,
en forma de triángulos, amontonados unos sobre otros. La herida
en la zona de sus genitales, la carne despedazada en girones,
como si algo lo hubiera aplastado antes de arrancarle la carne.
Diego vomitó. Corrieron por una senda entre los árboles,
para ganar terreno y llegar a los ríos.
Iriarte fue detenido con un poderoso golpe, una serie de
pequeños puñales, le desencajaron el rostro, su cuerpo cayó al
piso muerto.
Saldino fue emboscado desde el piso. Cayó de bruces, su
cuerpo estalló con una granada desde su espalda.
Romero se detuvo, sus ojos volvieron arriba. Alguien le caía
encima. Una chica. Esbelta, con el cabello largo. Le cortó la
garganta con una daga de enorme hoja.
Diego tropezó con otra mujer. La derribó al piso. Vencido por
la confusión, no atinó sino a defenderse. Golpeó en las costillas
de la mujer, enjuta y de baja estatura. Confiado en la ausencia de
respuesta le sujetó la nalga notando unas extrañas disminuciones
en la forma.

153
Diego no podía evitarlo. Al doblar su cuello para mirar a su
oponente, su cabeza estalló en pedazos.
Sobrevino el silencio, la bruma se disipó, de las sombras
emergieron las otras dos mujeres, cubiertas con barro desde la
frente hasta los talones, con la mirada fiera y templada, los brazos
de acero, sendas armas de metal en sus cintos. Se acercaron a
donde el cuerpo de Diego yacía sin cabeza.
-Oiga… - le dijo una de ellas, empapada de sangre en el
pecho, enorme de estatura, rostro desencajado. –Te dejaste
agarrar el culo.
La pequeña mujer se levantaría con la mirada convertida, en
dos espejos rojos de fuego, mientras la piel de su cuerpo se
erizaba y sus brazos temblaban involuntarios. Saltó con una ágil
gracilidad, doblando su pierna izquierda, en el aire le propinó una
fuerte patada en la cara a la otra mujer.
Luego salió corriendo entre los árboles, aullando furiosa.
Ambas guerrilleras, abandonaron el perímetro usando las
ramas más altas de la floresta, incluso por los parajes espinosos.
Diego alcanzaría a ver el rostro de la mujer que lo iba a
matar. Era tan hermosa, que su último recuerdo para la eternidad
de la muerte, fue su confusión impresa en sus tersas mejillas.

CUMPLEAÑOS
Hoy es mi cumpleaños, pero nadie lo sabe.
Golpeo la superficie de piedra del peñasco, algunas
piedrecillas caen en los desfiladeros. La cúpula brillante de metal,
destella con fulgores llamativos, a esa distancia era imposible no
verla completa.

154
Subí desnuda las escaleras. La torre debe medir ciento
ochenta metros. Lo primero que hizo el vigilante fue tomarme
entre sus brazos.
Lo destripé.
Lo siguiente fue tomar el control de los juguetes de la
federación. Vino un helicóptero a las cuatro horas. Dejó una caja
de vituallas y se largó. Era operado a control remoto.
Escucho esa música, que no es música, pero se le parece.
Suena en la radio de transmisión de la torre. Eran las tres de la
tarde, me gustaba mucho la vista desde allí. El bosque y las
nubes… A esa distancia de nuestros campamentos, nadie se
preocupaba por mí. Si volvía era cosa mía, la federación no
perdonaba a los desertores de La Bestia. Esa tarde en particular
no me importaba. Sorbí el café del vigilante, su sonrisa eterna en
la muerte impresa.
Destruí todo lo que enviaron, tomé posesión de algunas
armas. El relevo llegaría en cualquier momento, pero iba a destruir
la torre. Yo sabía que corría un grave riesgo, porque me
aventuraba en territorio militarizado, sin contar con apoyo, o
resguardo de los cazadores. Los solitarios que dirigían las
operaciones eran muy valiosos para los directores de la
organización, pues el lema era: trabajar asumiendo la
responsabilidad directa.
Yo no entiendo esa mierda. Es mejor desahogarme contra la
humanidad, inclusive dejando que una causa política subsista.
Creo que por eso no estoy aquí.
Deberé ser cautelosa. Disminuir la velocidad. Dejar de sentir
el frío en las entrañas.
Atardece en las montañas. Siento frío, el aire que viene de la
cordillera trae recuerdos de la otra vida. Los vidrios se empañan,
pues el ordenador se apagó al sentir mi olor corporal. Estas
maquinas son programadas para desaparecer con toda su
información, por norma no era posible proteger la información en
caso de allanamiento.

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-¡Que se vayan a la puta madre que los parió!
Cuando salí, se me ocurrió trepar al techo, hacía un viento
tan fuerte que me podía derribar. Pero las ramas de los abetos del
monte, podían detener mi caída, de treinta metros hacia la
montaña.
El viento soplaba con violencia. Alcancé a incorporarme.
Sentí el viento aullando, como un dios viviente, a cuya inmensidad
aterradora me entregaba con los ojos en sangre, tratando de gritar
tan fuerte como él.
Mierda…
El aerodeslizador transfiguró entre las nubes. Con luces
violetas me señalaron, el rotor de su hélice en el medio de su
fuselaje, se movía engañosamente lento. Me dispararon con una
calibre ochocientos.
Caí expulsada por la explosión de toda la torre. La onda me
elevó unos metros, quemando mis pies y mis codos, me hundí,
junto a una esfera de humo negro, en las frondosas ramas de los
abetos. Me golpeé la espalda. Una rama partida se aplastó en mi
rodilla.
El aerodeslizador se alejó tan pronto la explosión se disipó.
El objetivo era destruir la torre de control. Veía borrosos cuadros
de la materia desintegrándose.
Soñé con una fiesta de cumpleaños, era la mía, cuando
cumplía cuatro años. Los niños invadieron la casa, pero la fiesta
era para los mayores, que comieron como cerdos, empujándose y
echándose eructos. Yo permanecí ausente de movimiento. Los
niños me asustaban con sus gritos. Sobrevino la lluvia cuando
rompimos la piñata. Todos tenían juguetes, menos yo. Mi padre
bebía de la botella, se burlaba de mí. Apreté los puños para llorar,
mientras los invitados se reían de mi madre, cuando intentaba
rescatar la torta.
Cuando desperté, la habitación del encierro era muy fría.
Noté mi piel blanca. Muy blanca. La sensación de rotar asimilando

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la densidad del aire, el dolor, no sé si era dolor lo que sentía. Mi
rodilla, era una pelota de metal forjado al rojo vivo.
Volví a dormir.
Soplaba las velas de cumpleaños, inmersa en el llanto.
Desperté con el sonido de la música. Eran melodías
populares. El sol ingresaba con la timidez del amanecer, sentía la
amabilidad de sus refulgentes rayos de color amarillo. Un soldado
comía unas galletas, el ruido de su mandíbula triturando los
pedazos de masa dulce, hacían eco en toda la habitación.
Respiré profundo, exhalé el aire como resoplido de un
animal.
-Volverás al Intercambio, eso escuché- me dijo el soldado,
su boca asquerosa expulsaba motas del alimento junto con saliva.
No respondí, pero mi cuerpo cubierto por una bata ligera,
desnuda por debajo, se exponía a los ojos del soldado. Mi fijé en
mi rodilla, envuelta con vendas y un fijador de plástico.
-Dicen que tus padres prestarán garantías.
Me incorporé, mis ojos en tinta roja, inquietarían al soldado,
que ceñía su arma como un acto reflejo.
-Yo no estoy de acuerdo con que regreses a la civilización.
Eres un arma, y te debemos vigilar.
Escupí a los pies del soldado.
-¿Crees que no sabemos todo lo que eres? Te hemos
estudiado durante semanas. Eres una niña rebelde, hija de buena
familia, colegios privados, educación universitaria en centros
empresariales. Vamos, tú no eres de La Bestia. Tú eres de los
nuestros… ¿Qué estás haciendo? Reacciona de una buena vez.
Aun la mirada persistía, y aunque las rejas de metal
refulgente se notaban gruesas, no habría cárcel eterna para mí.
Iba a morir tratando de escapar. Por entonces, decidí esperar en
silencio. El momento justo llegaría después.
Las tardes sucedían a las mañanas. Me apaciguaban con el
helado temple de las paredes, mi cuerpo debilitado apenas
lograba superar la lesión de la rodilla. Dejé de comer después de

157
la tercera semana. Después del sufrimiento inicial, algunas
alucinaciones se prestaban en medio de los sueños, todo el día.
Me revolcaba en la maraña de pesadillas, algunas se sentían tan
reales. Volvía a distintas etapas de mi existencia. Mi adolescencia,
mi pubertad, mi primera relación sexual, la selección cuando
aspiraba a convertirme en una guerrillera. Dormir en la selva,
despertar atada a palos con hormigas. Los mordiscos de los locos
revolcados en sus heces, los perros salvajes de las fincas, el virus
caníbal, la maldición de los muertos en las cárceles.
Me trasladaron de la celda a una cama de hospital, mi piel
estaba sobre los huesos, me inyectaron a unos sueros que no
pude romper. Podía abandonar mi cuerpo a voluntad, pero no
ejercía fuerza física. Incluso llegué a recorrer las instalaciones de
aquella infraestructura, una base militar dotada de estupenda
tecnología y todas las facilidades para los reclutas que iban a
combatir contra La Bestia.
Cuando la prensa supo de mí, se amontonaron frente a la
puerta de la habitación, custodiada por uniformados no les dejaron
asomar ni las narices.
Después de mucho sacrificio y presión de organismos de
protección a los refugiados, dejaron entrar a mis padres una
mañana de lluvia torrencial.
-¡Esa no es mi hija!- gritó mi padre, tratando de ilustrar su
protagonismo ante los soldados. –¡Mi hija era un ángel del señor!
-Los datos no mienten, señor- respondió el uniforme.
-No es posible, Martita…- musitó mi madre. Dulce y sumisa
como la recordaba.
-Ella no es mi hija- insistía el imbécil de mi padre.
Mi madre comenzaría a llorar, incapaz de expresar su deseo
de abrazarme.
-El examen genético es claro. No puede tratarse de una
impostora, ella es Marta Laserna Gutiérrez, su hija.
-¡Oh Dios!

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No puedo perdonar la idiotez de mi progenitor, pero el gesto
tan dulce y sumiso de mi madre, me conmovió, no pude evitar
llorar aquella mañana, cuando ella me tomó entre sus brazos.
Los organismos de ayuda intermediaron para la absolución
de mi persona, no tenía que ingresar en los tribunales, ningún
fiscal se atrevería a impulsar un proceso que no iba a prosperar
por falta de pruebas. Mi madre acudió todos los días a cuidar de
mí, con tanta humildad, que no pude contenerme mucho el
orgullo, tan pronto mi cuerpo empezó a recuperarse, también la
necesidad de hablar fue haciéndose más atractiva.
-Mamá, tengo que contarte algunas cosas- le dije. Las
semanas habrían transcurrido tan prósperas en mi salud.
-Te escucho- respondió ella, con esa sonrisa cálida.
-¿Recuerdas el día que me fui? Pues tengo que admitir que
no fue por tu culpa, ni la de mi padre. Me fui porque recibí un
mensaje.
La reacción que tuvo ella, al escuchar semejante realidad,
no fue inesperada para lo que pretendía decirle.
-Tuve que salir corriendo, porque la sensación de ahogo, la
desesperación y el abandono eran insoportables. No podrás
entender en tu simple vida, madre, lo que yo tuve que enfrentar al
descubrir la hilarante mentira de mi existencia. La depresión que
sobrevino al ataque de Rodrigo, mi mutilación, mi marginación.
-Pero hija, todo se supera en la vida- me dijo ella, abatida
por el sentimiento.
-Por supuesto que lo superé. De esa única manera. Dejando
que la ira se convirtiera en mí camino. Así como decía el mensaje.
-De cuál mensaje hablas tanto. No entiendo que puede influir
en la mente de una jovencita hermosa como tú. Qué ha sido de
todo lo que hemos dado por ti, este hogar y esta vida.
-El que me llegó a mi computadora, aquella tarde que huí.
Mi madre rompió a llorar, traté de reconocer a mis pupilas
dilatadas en las de ella.

159
-Madre, no sé quien era, pero sé que no estaba en el mundo
de nosotros. Nunca me creerás, pero creo que era una entidad
con la capacidad de usar toda la información de la red, tanto
científica como sentimental, dentro de su propia conciencia. Un
arcángel. Eso era madre, un ser celeste emisario de Dios,
habitante del sistema de información. Nunca se manifestó
físicamente, pero hizo algo que me estremeció hasta el llanto.
-Habla de una vez, niña…
-La maquina, siempre sería parte de la red, por tanto tenía
que restringir la información que usaba de ella, ese día en
particular no tenía planeado dejar que alguien ingresara a verme.
El mensaje interrumpió mi base de datos, todos los programas
dejaron de funcionar. Me llamó por mi nombre, como tú, Martita
me dijo, ya es tiempo de despertar, pues los jueces y los testigos
se han levantado de la muerte, para empezar a creer. ¿Crees en
alguien, Martita?, me preguntó. Yo no le respondí, ni siquiera
toqué el teclado, pero él supo lo que estaba pensando. No me
ignorarás, porque he sabido de tu dolor, y he buscado a los
heridos entre todos, te encontré. Quién eres, le dije a la maquina,
y ella me respondió que era un Arcángel, liberado de la cadena
perpetua, junto al fuego de la creación, ahora me buscaba para
engendrar un hijo.
Mi madre, negó con la cabeza.
-Además dijo que iba a ser la madre de la nueva estirpe, que
agruparía a los ejércitos de la luz, el poder de Dios se
manifestaría en la tierra, porque el momento sobrevenía. Por
supuesto apagué el ordenador, pero la señal siguió persistente.
Quité el cable de la fuente, desactivé las baterías, pero la pantalla
seguía alumbrando. Esto no es original, pensé, ya lo había visto
antes en algún cine. El respondió a mis pensamientos, y lo hizo
desactivando la energía de todo el edificio, luego del manzano, de
la zona. Se detuvo cuando logró controlar el movimiento de todo
el espacio circundante, sobrevino un silencio, el tiempo se detuvo.
Grité pidiendo ayuda, pero todo se veía abandonado, nadie me

160
escuchó. Volví la cabeza hacia el ordenador, y allí se dejó ver, un
ser de fuego, levitando en medio del océano.
-Era un sueño…
-Eso mismo pensé, y entonces el ser de fuego se acercó, su
cuerpo era caliente, pero tal cosa no existía. Con su dedo índice
me tocó el hombro y me quemó- mostré a mi madre la cicatriz
enrojecida de la quemadura- debes irte de aquí. Debes buscar a
la media luna, ellos te instruirán y estarás preparada para
encontrarme. Le pregunté quién era. El me respondió que era el
origen de la historia. Qué historia… La tuya, respondió.
-Eso que dices, hija, no es suficiente para abandonar tu
hogar. Hemos invertido mucho sufrimiento en tu búsqueda. No
justifica tu error una alucinación de las que compras en el
mercado de piratas. Sé que consumes drogas alucinógenas, sé
que tenías unos novios muy raros, no tiene disculpa.
-Madre… Después me dijo que tú sufres en silencio porque
el martirio de tu amor es la unidad de la familia. Al liberarme,
podrías encontrar tus respuestas a tus plegarias. Ahora soy libre y
no necesitas sufrir con ese hombre que te maltrata, déjalo y ven
conmigo.
-No es el momento para hablar de eso, Martita.
-Encontré a la media luna, cuando salí corriendo del
departamento. Ellos eran unos hombres muy elegantes,
esperaban en automóviles de lujo, en el traspatio del condominio.
Lo supe cuando reconocí la imagen pintada en las puertas, una
media luna blanca. Acusé con la mirada, pues pensé que ellos
eran los responsables de mi terror. Ese día fue la última vez que
pisaba el territorio que conocía, el grupo de hombres
descendieron de los vehículos, en medio de ellos una anciana
abrió los brazos como si fuera a abrazarme. No la reconocí, pero
ella me vio muy familiar. Casi como si fueras tú, esa misma
confianza en la manera de verme la cara. Me habló en un idioma
que no conocía. Musitó palabras irracionales, como lamentos. Uno
de los hombres que la acompañaba se acercó, me pidió que

161
comprendiera a la anciana, debía hablar con ella. Fue muy
amable, pero no iba a ir con ellos. –Sabemos que hablaste con él-
me dijo ella, sus ojos grises, su sonrisa amplia, sus dientes
blancos como sus cabellos anudados con delicadeza, su traje
impecable. –Debes creer, que tienes que cumplir el ciclo por ti
misma. Ven conmigo, Marta, te explicaré en el camino-. Retrocedí
unos pasos, dispuesta a correr. Alcancé a dar dos grandes
zancadas cuando caí de bruces sobre el pasto. La sombra de uno
de los hombres me cubrió.
–Debes ir con la señora. Ella es Xymi Kay, tiene algo muy
importante que decirte. Te damos todas las garantías de que no
sufrirás daño- el hombre me mostró una tarjeta, La Media Luna
era una fundación de desarrollo cultural, contaba con mucho
dinero, además se hablaba de esa anciana como de alguien muy
notable. Entonces decidí acompañarlos, y mi vida cambió desde
ese momento.
Mi madre me contemplaba atónita, el relato era
sorprendente. Asintió para que continuara.
-Me llevaron a un caserón muy antiguo, situado en la zona
rural de la ciudad. Era una especie de mansión, cuyos techos eran
de tejas coloniales, sus ventanales de arcos y enredaderas
prendidas a las paredes. La entrada era protegida por un bosque
de frondosos álamos, cientos de ellos. Xymi Kay no me habló
durante todo el camino, me contemplaba emocionada, sus
arrugas no desfiguraban su bello rostro, su perfume olía a néctar
dulce de miel de abeja. Bajamos del automóvil, y me tomó del
brazo. –Caminemos- me dijo, mientras nos dirigíamos rumbo a un
sendero transfigurado detrás de la casona. Los hombres se
quedaron atrás, el viento soplaba meciendo las inmensas copas,
era placentero, misterioso.
-Nunca escuché hablar de la Media Luna…- dijo mi madre.
-No lo harás nunca, escúchame. Xymi Kay me condujo hacia
los bosques que protegían la mansión, una vez que estuvimos
alejadas de toda intromisión, me habló con una voz enérgica, sus

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ojos refulgentes blandían la emoción de haber esperado por ese
momento durante años. –Marta- habló saboreando cada una de
las palabras- has sido producto de cálculos complicados, fórmulas
ininteligibles, no imaginarás la dificultad que ha representado
identificarte, entre todas las posibilidades, pero él, que ha estado
inactivo, ha sido quien te señaló, como una estrella en el
firmamento, concebida al azar, pero predestinada desde el
principio. Déjame tocarte, eres la madre… - la anciana sostenía mi
brazo, dejando que su forma se dibujara por contornos en su
mirada. –Poseo información muy valiosa, Martita, letras y
símbolos muy pretéritos, tesoros que han ocasionado algunas
guerras y cargan miles de muertos. La fundación es soberbia, no
podemos revelar nuestras estructuras principales, conservamos
estas riquezas a cambio de sobrevalorar el presente. Tengo que
admitir que cada uno de los sacrificios realizados ha valido la
pena. Esta sensación es inigualable- la anciana asomaba algunas
lágrimas a sus ojos. Debo ser sincera contigo madre, ese
momento nunca imaginé la forma en que iba a cambiar mi
entendimiento de todo lo que aprendí en mi existencia. Xymi Kay
abrió los pliegues de sus mantos, me entregaba un objeto
reluciente, tenía la forma de una estrella, pero después me
percaté de la cualidad que me hizo estremecer de terror, pues era
una especie de luz viviente, cuya forma no pertenecía a nuestro
mundo. Retrocedí temblando con pánico total. –Debes
reconocerlo- espetó la anciana. –Esto te pertenece…- extendió
los brazos para alcanzarme esa criatura. Su luz cambió de color a
un azul marino.
-¿Eso era una joya?- preguntó mi madre.
-No, pero representaba un valor incalculable en el universo.
Me lo dio y este se disolvió en mis manos.
Mi madre se quedaría en silencio, conteniendo el aire.
-Tienes que comprender que la visión que tienes en tu
mente de lo que crees que he sentido, no se acerca a la verdad.
Pero ahora, se abre la luz otra vez, y estoy aquí. Hablando

163
contigo. Dicen que soy un arma. Que me tienen que tener
encerrada.
-¿Quién es esa Xymi Kay?- musitó mi madre.
-Eso tengo que averiguarlo, ahora. Y debes ayudarme a
salir…
Sobrevino un silencio de cementerio, ella cambiaba de
expresión.
-No puedo ayudarte- dijo mi madre, su frialdad se notó como
vidrio en sus pupilas dilatadas. –Sino podríamos perder todo lo
que tenemos. Hija…
Cuando recibió el golpe en la quijada no alcanzaría a dibujar
su siguiente expresión facial. Ella no era mi madre. Lo supe desde
el momento en que ella dejó de fingir.
Salté sobre ella, estaba inconsciente. Desnudé su cuerpo y
me puse su ropa. Salí por la puerta de la habitación, cojeaba, pero
era mejor sentir dolor que ser víctima de otro engaño.
Salí del edificio donde me encontraba. Una instalación
militar, los civiles caminaban por una acera y los uniformados por
otra. Me escondí entre los transeúntes, subí las manos para tapar
mi rostro, mis ojos enrojecidos. Llegamos a la entrada, todos
salían atravesando un detector. Cuando me llegó el turno apreté
los párpados y caminé. Un soldado me tomó del brazo, el frío
recorrió mi columna, casi me oriné.
-Cuidado señora…- me dijo.
Yo asentí, atravesé el detector de metales y me alejé por la
calle con toda la fuerza que tenía en mis piernas. Me dirigí hacia
el conjunto de condominios que circundaban las instalaciones. Era
cuestión de segundos hasta que se dieran cuenta de mi escape.
Me refugié entre los arbustos de un parque público. Me fijé
en los bolsillos de la ropa de mi supuesta madre, encontré
algunos billetes.
Corrí con la intención de toparme con un taxi. Encontré uno
en la puerta de un supermercado, la zona era residencial de la
clase profesional.

164
-Lléveme a la autopista rural del norte- le dije, mi voz sonaba
rasposa.
-Si tiene dinero para pagarme- respondió el gordo chofer,
llevaba una cachucha de abuelito.
Le boté encima todo lo que tenía, -esto será suficiente.
El coche comenzó a avanzar. Tardamos cerca de treinta
minutos en abandonar la ciudad. El chofer miraba de reojo por su
retrovisor, el teñido de mis globos oculares llamaba su morbosa
atención, pero una mirada de odio bastó para asustarlo. Según lo
que recordaba, la casa de Xymi Kay se encontraría cerca de la
cordillera, en el distrito reservado para áreas forestales.
Llegamos al lugar cerca del atardecer, me bajé del taxi
cuando faltaban doscientos metros para la entrada a la mansión.
Me interné en un bosque de pinos hasta que perdí de vista al taxi
y a cualquier persona que pudiera decir que me vio. Por suerte, la
zona era rural, nadie circulaba por ese camino.
Ingresé por las amplias rejas, el bosque de álamos se mecía
con la brisa vespertina. La casa era un vivo retrato de tiempos
pasados, la vida campestre soñada por los bisabuelos que vieron
nacer a las computadoras. Las ramas musculosas se agitaban
rechinando como roncos lamentos.
Jadeando llegué a la puerta de entrada, cerrada y desierta
así como todas las ventanas del edificio. Golpeó la superficie de
madera, pesada y frondosa.
Escuché pasos después de un par de minutos.
Retrocedí cuando abrieron. Era una muchacha tan joven
como yo, vestía una túnica sencilla sobre su cuerpo desnudo. Era
hermosa como pocas. Su rostro trastornado no reconoció lo que
veía.
-Busco a Xymi Kay- le dije.
-Soy yo- respondió con incertidumbre.
-No puede ser- respondí apretando los dientes. –Xymi Kay
es una anciana.
-La única Xymi Kay que existe aquí soy yo- me respondió.

165
-¿Puedes decirme dónde estamos?
La empujé hacia adentro, ella cayó en el hermoso piso de
mármol. El interior de la casa era muy sobrecargado y elegante,
exagerado en detalles.
-No te burles de mí. Soy Marta… Y busco a Xymi Kay.
-Xymi Kay soy yo- respondió desde el suelo. –Esto debe ser
otra trampa del Vigilante.
-¿Quién es el Vigilante?- pregunté, por entonces me di
cuenta que me encontraba en un amplio salón que tenía dos
gigantes espejos, cuyos marcos se adornaban con figuras
doradas, manos y cuerpos entrelazados.
-El Vigilante es un Coordinador de las redes de información.
Es un ente que fue concebido para dedicar toda su existencia al
sistema de organización del MULTIVERSE.
Cuando me propuse golpearla, ella adoptó una postura de
defensa.
-Sabes pelear, eh…
-No quiero pelear. Hace poco me encontraba en el Templo
de Salomón, y ahora estoy en esta casa. Supongo tu eres un
programa dentro de una patente todavía protegida.
Me fue imposible reaccionar ante ella, pues sus palabras me
llenaron de dudas inquietantes.
-No soy un programa- respondí. –Este es el mundo real. Es
la casa de la fundación la Media Luna, y busco a Xymi Kay.
-Pues soy yo- insistió la mujer.
-Muy bien… Tu abuela me prometió respuestas y hasta
ahora no las tengo.
-Yo también busco respuestas. ¿Por qué tienes los ojos
así?- me preguntó muy natural.
-Porque estuve combatiendo con la guerrilla durante ocho
meses, y me convertí en un animal peligroso.
-No me impresionas- se mofó.
-No debería impresionarte.
Ambas quedamos en silencio durante un minuto.

166
-¿Podrías darme información?- pregunté.
-Depende.
-Quiero saber quién es el Arcángel.
-No lo sé.
Ceñí la frente. Caminé reflejando mi perfil en el espejo. Los
malos hábitos se manifestaron, mi cuerpo se había disminuido
mucho.
-Debemos esperar- dijo la joven Xymi Kay. –En esta casa no
hay nadie.
-Eso es imposible, todo está limpio y reluciente- dije. –Por lo
menos alguien se ocupa de toda esta casa todos los días.
-Desde que llegué, no encontré a nadie- dijo ella.
-¿De donde vienes?- pregunté.
-De ciudad Pacífica, estoy realizando una investigación por
el robo de unos artículos que me responsabilizan con mi
compañía.
-No sé nada de esa ciudad. Supongo está fuera de la
federación- dije.
-No hay federaciones alrededor de ciudad Pacífica. Unos
cuantos países han subsistido después del siniestro que trajo el
invierno al continente.
Esta vez no pude soportarlo.
-¡Estas demente!- exclamé.
-No lo creo, estoy bien cuerda- respondió. Era una mujer de
gran estatura, con un cuerpo firme, atlético, tenía disciplina y
adiestramiento.
-¿Qué haces aquí?- me desesperé.
-La misma pregunta te hago a ti.
-Una anciana llamada Xymi Kay me entregó algo que se
metió dentro de mi cuerpo, y desde entonces nada de lo que he
hecho tiene sentido.
-Déjame adivinar- me interrumpió. –Era un objeto luminoso
que tenía vida propia.
-Si- respondí, esta vez tenía toda mi atención.

167
-Pues se trata de un rastreador de información, con
nanotecnología. Con él pueden filtrar todos los datos que obtienes
en consecuencia. Los programas antiguos son los más
vulnerables.
Negué con la cabeza.
-Creo que me tomas por estúpida. Mi permanencia en la
irracionalidad de la guerrilla no me ha quitado la inteligencia. Te
advierto que no me gustan esos juegos de locura.
-Eres muy obstinada, pero comprendo que muchos sitios de
MULTIVERSE están desactualizados- dijo Xymi Kay.
-Me estás haciendo enojar- le respondí.
-No es mi intención. Pero puedes empezar a golpearme si
eso estimula tu banco de datos.
Me levanté de un salto, tan rápido como mortal, mis manos
alcanzaron su cuello, lozano y esbelto.
-Puedo arrancarte la yugular con los dientes- le amenacé.
-Inténtalo.
Mi derrota no era comparable con mi enojo, me dolía la
cabeza por el calor de mi cuerpo, la fiebre de mi nerviosa cólera
acentuaba los temblores de mis manos, no pude apretar los
huesos y apenas abrí la boca.
Caí de rodillas, con la cabeza hundida en el pecho. Sentía
mi garganta cerrada por una inflamación. Xymi Kay retrocedió
hasta alcanzar un sillón, en el cual se sentó subiendo sus piernas.
-Ya era hora de que llegaras- dijo Xymi Kay, con su graciosa
voz.
-Me retracé en el vínculo, pero seguía pendiente- respondió
una voz varonil, ligera como un canto de adolescentes. Sus pasos
se sintieron en la solitaria grandiosidad de la habitación.
-Ella irrumpió en este lugar al mismo tiempo que yo, fue
como una imagen de espejos. Creo que también sigue una pista a
pesar de que es un programa en la memoria de este lugar- dijo
Xymi Kay.

168
-No me atrevería a concluir semejantes hipótesis. Ella es
una exploradora que ha iniciado el éxodo- dijo el hombre. Cuando
me volqué a verlo era un joven, ligero, de complexión mediana,
delgado, sus brazos fibrosos y sus movimientos de deportista,
junto al triste brillo de sus ojos y su blanco cabello erizado.
-Este es el Vigilante, Marta…- dijo Xymi Kay.
-Hemos llegado bastante lejos, aunque un cuarto elemento
aún no se manifiesta en la señal- dijo el Vigilante.
-¿Cuarto?- exclamó Xymi Kay.
-Ella está vinculada con ese indicio- dijo el joven,
acercándose a mí.
-Ella ignora lo que es MULTIVERSE, y su relación con esta
charada es un aspecto que no contempla su memoria- dijo Xymi
Kay.
El Vigilante, alargó los dedos hacia mi cabeza.
-Conoces a Rodrigo.
-¿Exijo saber quienes son ustedes, par de hijos de puta?-
grité. La sola mención del nombre de Rodrigo me llenó el rostro de
excremento.
-Debe ser la respuesta que esperabas, Vigilante, ahora te
trata como todos los que te conocen- aludió Xymi Kay, sin dejar su
cómoda posición.
-Voy a encontrar a esa conexión- dijo el Vigilante. –El
Arcángel ha regresado al sistema, es muy peligroso
desconectarse ahora, pues debe estar manipulando la información
de la generadora de energía.
-Entiendo… Me quedaré aquí, es un lugar agradable- dijo
Xymi.
-Y seguro- añadió el Vigilante.
En tanto la confusión me atormentaba decidí meditar en
silencio, si ellos tenían razón, la casa era el lugar más seguro del
universo.
Logré dormir después de cinco minutos.

169
Soñé con mi cumpleaños, cuando todos los invitados se
habían ido, mi padre hablaba borracho sentado en la mesa del
comedor. Mi madre, abnegada criatura de sufrimientos, recogía la
basura de los charcos de agua, tratando de calmar mi llanto con
su voz. Pero, una persona que se encontraba presente no
pertenecía a mi historia, su imagen perturbadora era la razón de
mi llanto. Nadie parecía verlo, pero Rodrigo se encontraba allí,
con esa sonrisa cínica y esos brazos de hierro, paciente
aguardaba que me fuera a dormir.
Pero no dejaría que lo hiciera de nuevo.
Desperté en la madrugada, las luces seguían prendidas,
afuera la noche se transfiguraba con las tinieblas entre los
árboles. Xymi Kay no se encontraba.
Traté de abrir la puerta de entrada, fue inútil.
Así mismo cuando lancé objetos contra las ventanas, no les
causé ningún daño.
Comencé a gritar, enloquecida, echando escupitajos contra
las paredes. Xymi Kay bajó corriendo del segundo piso.
-Escúchame estúpida- me gritó. –No soy yo quien te tiene
atrapada, es un programa… Será imposible que vayas en contra
de lo que ha predispuesto. Espera hasta mañana, cuando regrese
el Vigilante.
Corrí hasta donde ella me hablaba, de pie en las gradas
circulares. Antes de alcanzarla un fuerte golpe en mi sien derecha
me derribó sobre sus piernas.
Sentí que la luz se apagaba.
EL RETORNO
La amplia nave del vestíbulo del palacio, se encontraba
abarrotada de gente, todos los seguidores del “vencedor” se
arremolinaron para rendirle pleitesía, apelando a su vanidad para
gozar de su indulgencia. El vencedor apareció entre la multitud
rugiente de vítores, llevaba una túnica roja sobre su enjuto cuerpo,
la melena negra rebelde caía sobre su espalda encorvada, la
fealdad de su rostro no era comparable con la de su mirada.

170
Echaba espuma por las comisuras de sus labios, embriagado por
los gritos de sus seguidores, nervioso por el poder de la multitud
comenzó a golpear a los que se encontraban más cerca. Sus
garras desiguales, purulentas y ensangrentadas izaron las carnes
que quedaron prendidas a sus zarpazos. Los gritos de las
víctimas fueron acallados por los júbilos, pues el vencedor
regresaba del campo de batalla. El trayecto conducía al trono, una
silla negra, con un espaldar grueso, en cuya corona reposaban las
cabezas de los reyes antiguos, sus predecesores. El vencedor,
majestad de los ignorantes descubrió una efigie entre las gentes
que fueron a venerarle, una cabellera cobriza y llamativa, una piel
sedosa casi difuminada por el movimiento de brazos y cabezas de
seres muy feos. Oscuro rey de la basura y los excrementos, con
su brazo derecho jaló de los cabellos a tan hermosa doncella,
pues el jerarca tenía los ojos muy despiertos en tamaña
demencia. Arrastró a la joven hasta su trono, las gentes rugían en
beneplácito pues el vencedor tenía derecho a tomar las mujeres
que quería.
-Tomadla… Tomadla… - rugieron los ignorantes, masa de
animales, enfurecidos por la adrenalina, el morbo y la proximidad
de la carne.
El monarca de las podredumbres, se despojó de su manto
rojo, mostrándose desnudo ante su público, su cuerpo de pieles
viejas, cicatrizado, cubierto de pelos gruesos, era deforme y
grotesco, sus piernas torcidas y un glande negro como un palo
quemado, erguido y poderoso, hediondo a eses y sangre humana.
La doncella negaba con la cabeza, pero los seguidores
escupieron sobre ella, debía satisfacer al vencedor, pues era su
condición de súbdita, la cual obligaba a perder la dignidad como
chiquilla.
El monarca aullaba incoherente. Con las garras tomó la
cabeza de la muchacha, hermosa a los ojos de los presentes, le
metió el pene largo y negro a la boca. Lo engulló con torpeza y lo
frotó contra su paladar y garganta. La multitud chilló enardecida, el

171
movimiento febril aumentó su fuerza, comenzaron a golpearse y a
romperse las ropas.
El vencedor eyaculó largamente, gritando con más fuerza
que la multitud presente. Luego cogió a la doncella por la cintura y
saltando encima de las cabezas de sus súbditos se alejó hacia los
aposentos reales.
La muchacha despertó incapaz de abrir los ojos, porque
tenía la cara empapada en pegajoso esperma. Palpó el inmundo
cuerpo del monarca, y se retorció en nauseas porque un olor
fétido e insoportable yacía junto a ella. Sus manos tocaron sus
pechos inundados en vómito y otras iniquidades. Había otro
cuerpo a lado de ella, hinchado y gelatinoso, al recorrer su
contorno descubría gusanos que emergían desde el interior de
una carne putrefacta. El dolor de sus cuencas oculares sobrevino
como un terremoto, y comenzó a gritar porque descubría con
horror la ausencia de sus ojos.
-Ya no tienes ojos- dijo el horrible sátiro. Tocaba la cabeza
de un cadáver, hinchado su cuerpo, azulado por la
descomposición –Acostumbro despertar con un cuerpo muerto.
El pene negro penetraba en el ano de la doncella, quien se
arañaba los pechos, empapando con su propia sangre la piel de
su cuerpo...

172
Rodrigo despertaba asustado. Amanecía en el incómodo
rincón que tenía como dormitorio. A su costado, la muchacha
Condolezza dormía desnuda, con los pechos marcados por la
insaciable codicia sexual, su vagina olía a su semen, su pene
flácido aún tenía la sensación de penetrar a la adolescente cuya
falta de experiencia lo pervertía aún más.
-¿Qué clase de pesadilla tuve?- se dijo a sí mismo.
Trastornado por las últimas imágenes, desvió la vista de su
pareja, catorce años menor que él. La hora marcaba las cinco y
media, los rayos del sol asomaban detrás de las paredes. Decidió
despertarla.
-Debes irte ya- le dijo, moviendo su cadera para que ella
abriera los ojos.
Condolezza se irguió, repitiendo una acción que le tocaba
todas las mañanas desde los últimos cinco meses. No podía
evitarlo, Rodrigo la enloquecía.
-Hazme el amor una vez más- le dijo ella.
-No… Tuve una pesadilla muy fea, mejor huyes y nos vemos
más tarde en el baño- respondía él.
-¿Soñaste con el diablo?- preguntó ella.
-Soñé con cosas que no le interesa saber, a usted…-
algunos gestos no permiten que la mentira sea consecuente con

173
la etérea existencia, pero la mujer es la única que lo descubre
cuando es manifiesto.
-No apruebo que me utilices como una muñeca. Quiero
saber más de tu subconsciente.
Pero el subconsciente de Rodrigo albergaba más que
distantes pesadillas, sino recuerdos de experiencias horrorosas,
confundidas entre los planos de traumas infantiles, demencia
prematura, la guerrilla y alguna fuente desconocida de imágenes
dolorosas para el espíritu. Más el carisma de su sexualidad no
podía imponer ese torrente de basura mental, la muchacha era
una excusa para desahogar su perversión, avaricia afectiva
reflejada en forma de violación a la inocencia. No era el deseo, ni
la atracción, era un sentido de abstracción dentro de su propia
cordura, era imposible respetar algún limite moral.
Los días sucedían uno sobre otro, las obligaciones eran de
limpieza, en la cocina, en los dormitorios, en las oficinas, servía
como conserje y como portero después del tercer mes. Empezaría
a coger con Condolezza como un pasatiempo, se contuvo el
primer mes, pero al tomar confianza inevitable con una
adolescente ansiosa, fue fácil hurgar en sus pensamientos
personales, manipular sus reacciones y desvestirla en el baño
durante la hora del almuerzo y la cena. Los supervisores llegaban
cada quince días, revisaban los reportes de los directivos siempre
neutrales, pero de alguna manera, favorables al refugiado. Al final
del cuarto mes, los supervisores resolvieron aceptarlo en la
sociedad, destinando dos meses más de servicio en la institución
antes de remitir sus antecedentes a la capital de la sección.
-¿Usted sirvió contra la guerrilla?- le preguntaba un día uno
de los supervisores. Rodrigo asentía con la cabeza sin
parafrasear. De alguna manera el supervisor quería encontrar
debilidades en el refugiado, a quien no parecía importarle el
pasado desconocido de su propia vida. El haber servido contra la
guerrilla era un atenuante a su misteriosa razón de escapar, la
Federación tenía fama de establecer medidas extremas que

174
beneficiaban a los marginados y perjudicaban a los
contribuyentes.
-¿Usted conoció a la Bestia?- preguntó el Supervisor,
efectuando un incómodo reconocimiento visual del esquivo
Rodrigo, quien asentía en silencio evadiendo las respuestas con
contenido.
-Nosotros no hemos tenido nunca un problema similar al de
ustedes. La guerrilla ha sido un mito desde los primeros pasos de
nuestra república, hace doscientos cincuenta años.
-Eso es bueno…- dijo Rodrigo.
-Conozco a alguien que le gustaría entrevistarlo, en
particular sobre sus experiencias- agregaba el supervisor.
-Quiero ser útil…
-Lo será.
Condolezza era una muchacha impertinente, caprichosa y
testaruda. Cuando quería molestarlo, vestía pantalones cortos o
minifaldas, se paseaba por los pasillos ensuciando los pisos con
dulces, se agachaba estirando las piernas delante otros niños, se
acariciaba los pechos mientras reía desaforada, se quitaba los
calzones en público, desafiando su falaz imagen ante los
Directivos, el refugiado era un pervertido y un experto mentiroso.
Un buen día no pudo tolerar las insidiosas actitudes de la
muchacha, y la apartó de los demás cuando trataba de besarlo
frente al Director principal, se la llevó al cuarto de limpieza, le quitó
los pantalones y allí mismo la penetró por el ano. Fue una
desagradable experiencia para ella, sofocó un aullido y algunas
gotas de sangre mancharon sus calzones. Cuando terminó, ella
salió corriendo, tres días después volvió a dejarse ver, mansa
como un cachorro.
Rodrigo sonreía.
Esa mañana en particular, después que el mismo sueño se
repetía incesante en su memoria, comenzó a sentir cierto pesar
por la muchacha, quién actuaba por instinto sobrellevando el
vacío de su vida a su lado. Qué duro iba a ser para ella, cuando

175
abandonara el hogar. Pensó en llevarla, era inteligente, osada y
tenía tantas ganas de huir como él. Durante una semana se
contuvo en la lengua las ganas de preguntarle si deseaba irse,
pero las pueriles reacciones le cortaban la inspiración.
Esa mañana, un vehículo de color distinto aparcaba en el
hogar, de su interior emergieron sujetos de otra condición, no eran
los acostumbrados inspectores de traje marrón, eran tres hombres
fuertes con uniformes azules.
-Rodrigo, esos hombres preguntaron por ti- le dijo
Condolezza, alcanzando sus pasos en la terraza. –Creo que te
irás hoy-. Sus ojos asustados no podían ocultar el miedo que
sentía de quedarse sola.
-Como sea, después volveré por usted- le respondió el
mentiroso, la oportunidad estaba en el riesgo.
Condolezza, no supo que responderle, eran sus escasos
años de experiencia los que atentaban en desventaja. Lo abrazó
con tanta dulzura como fue posible en quince segundos.
-Yo te amo- le dijo ella, sus grandes ojos sensibles
permanecieron unos segundos en su memoria.
Rodrigo bajó al recibidor, los hombres lo enfrentaron con
duros gestos. Luego subieron a su vehículo y se lo llevaron.
Condolezza se encerraba en la habitación del mentiroso,
para oler la superficie de su almohada.
Era un vehículo grande y espacioso, tenía dos filas de
asientos frente a frente.
-Muy bien señor, hablemos- dijo la voz de una anciana
mujer. –Usted es el portador de mi clave.
-Lo siento señora… No sé qué significa lo que me dice-
respondió Rodrigo, no esperaba la súbita interpelación. Se
encontró frente a una anciana, de cabellos blancos y de un perfil
muy distinguido, vestía de manera exquisita, sus guardaespaldas
permanecían tensos.
-Lo sabes…- dijo acercando su rostro. –Lo has obtenido
porque negociabas con contrabando, no te pertenece, es mi clave

176
y tengo pruebas de que ha sido creado con mi tecnología y
conocimientos.
-¿Quién es usted?- preguntó Rodrigo.
-Soy Xymi Kay.
En algún recoveco de su mente, el nombre sonó
escasamente conocido, familiar, entre las millones de anotaciones
y símbolos que sus ojos pudieron ver, la anciana se manifestaba
legítima en sus pretensiones.
-Llegué a este país con nada, señora Xymi Kay- le dijo
Rodrigo, con tanta convicción de su verdad, como era verdad.
-No señor, tienes lo que me corresponde, ahora mismo, en
tu poder- insistió la mujer, su tono recrudecía.
Rodrigo recordó la noche que escapaba, llevaba una unidad
portable de su memoria, pero aquel software nuevo no lo había
cargado, cuando ingresó al país como refugiado, su terminal fue
decomisada y destruida.
-No tengo nada.
-Lo que me interesa no es físico, amigo- dijo Xymi Kay
mientras sonreía. –Todo lo que busco se quedó almacenado en tu
cerebro, tal como fue diseñado el programa.
Rodrigo de inmediato recurrió a los flashes del
metapsicotrópico, la conexión con el sistema era posible bajo la
influencia del programa.
-No lo sé.
La anciana se reclinó sobre su asiento, suspiró. Los
guardaespaldas también resoplaron, el aire dejó de ser viciado.
-Ahora debes ayudarme a obtener mi clave, Rodrigo…
Tengo órdenes del gobierno de este país, que me autorizan a
efectuar un reconocimiento completo sobre tu organismo, después
ellos asumen tu libertad.
-Hágalo señora, no tengo miedo.
Rodrigo sabía que la información reclamada no tenía
importancia alguna para el.
-Entonces cooperarás- aludió Xymi Kay.

177
-Claro que cooperaré.
La seguridad de Rodrigo era impecable.
La anciana se replegó sobre su asiento, el vehículo
avanzaba a toda velocidad por una autopista de seis niveles
suspendidos.
-Muy bien, ahora nos acompañarás a nuestras oficinas,
donde un equipo especializado de operadores están esperando
para hacerte el examen.
El viaje duraría cerca de media hora en completo silencio,
abordaron distintos niveles en varias carreteras, bastaba ver por
las ventanas para extraviarse.
Llegaron a una población, más bien rural, grandes
extensiones de tierras de cultivo y granjas, doblaron por un
camino de tierra que ingresaba por el medio de dos campos de
maíz. Los tallos estaban largos, algunas mazorcas brillantes al sol
del día se veían tentadoras. Tras dos kilómetros de maizales,
llegaron a una enorme casa de campo, construida con madera de
un modo intencionalmente rústico.
Descendieron, el aire puro del llano inseminó los pulmones
de Rodrigo con tranquilidad. Siempre estaría dispuesto a enfrentar
sus contingencias con humildad, y así morir no iba a ser un
desgarramiento en el terror.
La anciana ingresó en el inmueble por el portón principal,
Rodrigo le siguió porque los gorilas señalaron el camino con el
dedo. Era una estancia amoblada con detalles muy apropiados
para una casa campestre, fuertes combinaciones entre lo
artesanal y la antigüedad, los cuadros de naturaleza muerta y los
caballos, típico del siglo XX. Ella subió por unas vistosas
escaleras de madera, en el segundo nivel una serie de
habitaciones lado a lado. Una de las puertas tenía el marco de
metal, se abría con una contraseña en la emisión del olor corporal
de Xymi Kay.
Ingresaron por la misma, una habitación de treinta metros
cuadrados, blanca, un panel de transmisión de imágenes en el

178
suelo y en las paredes, y un cilindro vertical transparente, donde
tenía que entrar Rodrigo.
-¿Tengo que desvestirme?- preguntó.
Xymi Kay negó con la cabeza.
Rodrigo ingresó en el cilindro, apoyó sus manos en la
superficie. De inmediato, miles de imágenes se transfiguraron en
las paredes y en el suelo. Eran secuencias de información de las
ondas cerebrales, las cuales podían transferirse de forma externa
a través del cilindro.
Rodrigo fue sorprendido por la calidad de las imágenes en
distintos cuadros, donde las secuencias seguían proyectadas a
tiempo real. Al inicio, no reconoció los personajes que
interactuaban como si fuera una película. Pronto coincidieron sus
pensamientos con los recuerdos que eran proyectados en las
paredes, se reconoció a sí mismo en la infancia.
Las visiones fueron dolorosas, apretó los puños obligando a
su mente a cerrar la conexión, su madre era una bella mujer que
trabajaba haciendo la limpieza de una oficina.
-¡No es esto lo que está buscando, señora Xymi Kay!- gritó
Rodrigo.
-No…
Luego las secuencias fueron alternando con sombras
difusas, mujeres desnudas, su propia desnudez, sexo con
distintas mujeres, masturbación.
La desintegración de las imágenes se ordenó según las
secuencias de recuerdos o de prioridades en la memoria. La
anciana observaba con unas gafas que filtraban la información a
través de código numéricos. Detuvo las fluctuaciones cuando
identificó uno de los objetivos.
-¡Aquí está ella!- gritó.
Rodrigo la vio, amplificada por los monitores de pared. Era
Marta, desnuda sobre su cama, en el cuarto desordenado que
alquilaba en la ciudad, en el barrio Italiano.

179
-Tal como se había previsto en los cálculos, la portadora del
conducto, ha sido posible la materialización mediante el contacto
físico- gesticulaba la anciana. –Por supuesto, sin la información
inicial, no habría encontrado a esta persona. Ahora que hemos
demostrado el axioma, debemos identificar el sello personal del
programa, su patente estará impresa en los símbolos de la clave.
Rodrigo experimentó una punzada en la nuca. Dejó salir una
exclamación de dolor.
Todas las imágenes de los encuentros con Marta se
reflejaron en los monitores, con todos los detalles posibles
enclaustrados en su memoria.
-¿Qué tiene Marta, para usted?- gruñó Rodrigo.
-Ella es el enlace en esta charada, durante años he buscado
el propósito de resolver este enigma, estoy muy cerca ahora-
respondió Xymi Kay, ocupada con los cálculos numéricos.
Rodrigo no entendía, y no lograría hacerlo dentro del cilindro
y con la presión de su cráneo.
-Hemos detectado las emisiones originales del programa…
Visualizando ahora- dijo Xymi Kay.
Las pantallas se llenaron de cifras, símbolos y códigos en el
alfabeto hebreo.
-Identificando, seis de los catorce números… Ocho…
Doce…
Xymi Kay se quitó los filtros del rostro. Faltaban dos
números.
Volvió a ingresar en los registros de memoria, quería
comprobar que todos los elementos seguían en su lugar.
-No es posible la transmisión de información… No es
posible... No es posible…- musitaba Xymi Kay.
La pantalla transfiguró la imagen de una muchacha muy
joven. Que corría por un patio adornado de flores, agitando su
cabello al viento, observando las luces de la ciudad desde una
terraza, sonriendo muy feliz por estar junto a Rodrigo.

180
Un cambio de imágenes reducía a la misma joven a un
rostro que mostraba dolor, músculos tensos e incertidumbre, al ser
penetrada por un falo inmisericorde, desproporcionado al tamaño
de su anatomía.
Las imágenes se repetían hasta consolidar una aceptación
por parte de ella, y una sumisión humillante.
-Aquí están los números faltantes- dijo Xymi Kay. –Los tiene
ella.
La habitación se quedó sin luces en un parpadeo, Rodrigo
quedó de pie apoyado en la superficie curva del cilindro. Se sentía
agotado, pero el dolor del cráneo ya había cesado.
Salió caminando despacio, confundido por la manipulación
de sus recuerdos, además conmovido por haber visto a su madre
con tanta claridad.
El pasillo de la casa campestre era acogedor, vio un sillón
frente las escaleras, se sentó y dejó escapar una lágrima,
incontenible por el dolor de su alma, por los recuerdos de su
infancia discriminada.
Escondió la cabeza entre los brazos para romper en llanto,
la sonrisa de su madre era muy bella, revivió una sensación de
calor que reconoció como parte de la relación materna.
Escuchó el vehículo de Xymi Kay que partía a toda
velocidad, enfilando ese camino de tierra entre los maizales.
Afuera las nubes cubrieron la luz del sol, pronto llovería.
Lo abandonaron en la gran casa, cuando volvió a entrar se
dio cuenta que era el único morador.
Rodrigo se arrojó sobre el mullido sillón de la sala principal,
era un mueble antiguo, de los que eran prohibidos por atentar
contra la naturaleza. Un panel color azul cubría toda la pared de la
sala. Imágenes se formaron agrupándose en millones de puntos
de píxeles. Era la sala de otra casa, elegante y decorada de una
forma tradicional, anticuada a su gusto pero con clase. Una
persona yacía sobre el sillón perpendicular al suyo, como si fuera
un espejo. Sobre el sillón, una muchacha descansaba con el

181
cuerpo estático, incluso la respiración era imperceptible. Rodrigo
abrió los ojos asombrado, no se trataba de un recuerdo por lo que
descartó el aparato de Xymi Kay, era una especie de portal de
comunicación entre dos puntos geográficos, al otro lado de
contacto se encontraba una persona que el conocía.
-Marta…-Alcanzó a decir en voz alta, mientras veía a Marta
inmóvil sobre el mueble, con una definición engañosa; creyó que
podía acercarse y tocarla.
Fue detenido por la superficie del panel, liso como un
plástico, la imagen en tres dimensiones desde la perspectiva
frontal perdía detalles vista de cerca.
La confusión se tornó insoportable, ¿quién era esa Xymi
Kay, y qué era lo que buscaba en su pasado?
Apoyaría su cabeza sobre la imagen.
La respuesta no se dejaría esperar, porque Marta apoyó su
rostro en la superficie golpeando la superficie del panel. Luego
gritó.
El susto provocó que retrocediera y se tropezara. Su
corazón fluyó en litros de espesa adrenalina. Volviendo en sí,
enfrentó a Marta, como si ella se encontrara presente.
-Juro por Dios que si estás al otro lado de esta habitación, te
despedazaré y luego alimentaré a las cucarachas con tus restos.
Rodrigo no respondió.
-Ahora si…- tragó una dosis de saliva. -He esperado por
este momento con ansiedad demencial. Esta mujer Xymi Kay ha
traído hasta mis manos la venganza. ¡Oh! Que feliz que me
siento… Cuenta tus dientes y tus segundos, porque sufrirás
mucho… Dolor… Te lo aseguro- mientras sus ojos rojos brillaban
en la oscuridad, y sus manos acariciaban la superficie de la
pantalla.
Rodrigo se escabulló del campo visual, lo hizo con rápidos
movimientos, pero al contrario de lo pensado, no escuchó gritos
de ira y tampoco insultos.

182
Salió al patio trasero, donde un campo de trigo se extendía
hasta la gris serranía del territorio, el aire templado olía muy bien
en la pureza del campo, limpio y protegido por las leyes del
hombre. Contempló las montañas, tan lejanas e impenetrables.
Sintió remordimiento, porque no comprendía los eventos
ocurridos, sucesivos al descubrimiento de sus secretos
involuntarios. Aún la cabeza rechazaba la idea de almacenar
información privilegiada, ingresada en su memoria sin haberlo
deseado. Aún rechazaba la idea de que alguien podía hurgar en
su memoria con acceso a sus imágenes de memoria. Aún
rechazaba la posibilidad de recordar a su madre con tanta
claridad, incluso su perfume revoloteando como una mariposa.
Tendría la oportunidad de verla otra vez, al regresar Xymi
Kay le pediría volver a hurgar en su mente, para responder a sus
inhibiciones personales, o quizás ser feliz descubriendo a la
persona que le dio la vida.
Los ojos de su madre eran iguales a los suyos, sin embargo
no tenía esa sonrisa amplia y mágica. Ese timbre de la voz, tan
familiar…
Fue desgarrante, el segundo que duró dentro de su mente.
Decidió caminar hacia el campo de trigo, sumergiéndose entre los
filamentos dorados, como las aguas de un lago de oro suspendido
sobre la tierra.
Caminaría por horas, porque allí no lo encontraría nadie más
que Xymi Kay.

JUPITER
-Estación Ganímedes…
Fue lo primero que pensé cuando al abrir los ojos me
encontré dentro de una cámara con estructuras de metal, con una
impresionante ventana de sesenta metros de ancho y ochenta de
alto, cuyo punto focal era el planeta Júpiter, en una de sus lunas
llamada Ganímedes.

183
La rotación del gigante era aterradora, su palpitación y las
erupciones de sus núcleos, era como un cadáver con las entrañas
expuestas, aún desangrando, supurando sus fluidos con copiosa
asquerosidad. Su luz natural era roja, las nubes que cubrían sus
pieles desgarradas se movían con violencia, agitadas por
tormentas de combustión, deformes guardianes del interior, el
tesoro de los prematuros, los vórtices de las estrellas.
La muerte del astro era un espectáculo interesante, su
pequeño sistema de lunas se apagaban junto a él, con la
sensación de haber sido testigos de algo muy hermoso, perdido
en la infinitud del espacio tiempo, como si nunca hubiera existido.
-Nosotros no somos nada…- dije. La grandiosidad filosófica
del universo era un asombro de la humanidad, incapaz de
conectarse con las corrientes de la verdad, muy lejos del alcance
de la tecnología, hacía mucho que las colonias espaciales eran
controladas por el MULTIVERSE, nadie podía hacerse cargo
físicamente, por lo menos después de la gran inundación, el
invierno fue mucho más crudo, muchos murieron en aquel
siniestro. La humanidad se preocupaba más por la supervivencia
en el planeta, que por salir a explorar la vía láctea.
Me percaté de movimiento, en la sala contigua de la enorme
ventana. Me aproximé, y con inexplicable asombro me descubrí a
mí misma hablando con las unidades de mantenimiento de la
Estación.
Recordé tal episodio, pero cuando traté de acercarme a
prevenirme, fue cuando el Vigilante se manifestó.
-Ahí estas… - le dije. -Por suerte no me pasó nada en el
Templo de Salomón, extraño lugar… Sin embargo ya me di cuenta
de las claves. Encontré lo que estaba buscando.
-Lo sabía- dijo el Vigilante.
-Ahora debo encontrar esa información recopilada en esta
estación, que tiene que ver con unas secuencias que enlazan la
existencia de seres humanos para formar un número, el que
correctamente deducido sería nuestra prueba para descubrir el

184
control de la humanidad por seres habitantes del universo
superior…
-Universo…- dijo el Vigilante.
-Y a través de esa formula de cálculo, podemos establecer
comunicación directa con esos seres que tienen controlado el
pulso de nuestro mismo planeta, por eso vivimos en precarias
condiciones que no entendemos, ni podemos prevenir.
-No lo sé- dijo él.
-Yo estaba buscando las pistas de un robo de tecnología, y
lo que vengo a descubrir es una conspiración universal. ¡Y me
dices que no sabes nada, pendejo de mierda!- grité.
-No me gusta que me grites- me dijo.
-Eres un imbécil sentimental. ¡Yo quisiera saber cómo
explicaré a mis superiores lo que acabo de descubrir! ¡No tiene
ningún sentido!
-No lo explicarás, te quedarás aquí… Conmigo.
Ante la certeza de su palabra la primera reacción fue ira,
pero después la ira se convirtió en miedo.
-¿Qué dices?- pregunté, mientras movía los pasos hacia
atrás con suma cautela, antes de que el Vigilante pudiera
alcanzarme con sus brazos. -Debo informar el resultado de esta
investigación- dije emprendiendo un movimiento lateral, cuidadoso
y apartado del Vigilante.
Cuando me volví para encontrar mi propia imagen en la
Estación Ganímedes, como una repetición de lo vivido días antes,
fui atrapada por una sensación absurda que me inmovilizó ante la
imagen que veía ante mí.
Incapaz de realizar movimiento alguno, fui derribada al piso,
despojada de mis ropas y penetrada por el Vigilante, en un franco
e inútil proceso de defensa le facilité las cosas, hizo de las suyas
con una torpeza e ingenuidad únicas. Tenía la sensación de no
pertenecer a mi propio cuerpo, estando insensible a las
embestidas, a los besos y caricias. No demoró mucho y la caliente
inyección de esperma inundó mi vientre. No sentí asco, ni

185
frustración, no dolor, ni furia. Todo sucedió como un lapsus
indeterminado y obsoleto de tiempo, fugaz como la experiencia.
Un parpadeo y me encontraba en mi habitación, la unidad
Saturno se desconectaba, la energía palpitaba disminuyendo su
intensidad. Corrí a las ventanas, toda la ciudad sufría el bajón de
energía. Las luces se fueron.
Sumida en la oscuridad, esperé mientras el viento golpeaba
las ventanas, con sus brazos invisibles, con la furia de sus
milenarios viajes. La temperatura descendería en forma gradual
por cada hora que transcurriera sin energía, por la mañana todos
los edificios habrían llegado a los cero grados centígrados, si no
recuperaban las plantas por la tarde estaríamos a treinta grados
bajo cero.
Supuse que nada de lo vivido afectaría mi condición, en la
oscuridad y el silencio de mi domicilio el Vigilante no existía, se
desvaneció como si todo lo anterior hubiera sido producto de mis
sueños.
La oscuridad era espantosa, la ciudad sumida en las
tinieblas, eran efigies tenebrosas erguidas entre las nubes de
tormenta, el viento aullando en la inmensidad de la noche, el
granizo cayendo por intervalos, grandes pedazos de hielo. Sentí
frío, aunque no lo hacía porque los edificios tenían placas
climatéricas el hielo no se pegaba a las paredes, y la nieve no se
acumulaba.
No tenía respuestas. Mi cabeza, limpia de pensamientos,
una sensación inexplicable, todo el viaje nunca sucedió, las
imágenes se alejaban de mi mente, despacio, como cayendo
dentro de un pozo profundo, una pesadilla, repetida en la nada,
incierto despojo de mi ser.
Pronto siento la helada sensación del frío, me hallé postrada
en el piso de mi apartamento. Había poca luz, todo era color gris,
no podía estar segura si anochecía o amanecía, y cuanto tiempo
estuve en el vacío. Me incorporé, sentía algo distinto en mi
cuerpo, una dificultad en mis hombros y en el cuello. Mi

186
respiración, sesgada por el aire helado, el aire ingresaba con
pequeñas agujas, la temperatura debió descender hasta los cero
grados, mi piel tenía un leve tono azul.
El silencio del apagón continuaba, la ciudad fantasma tenía
a todos sus habitantes escondidos, cubriéndose con mantas en la
expansión de la onda fría, era imposible saber cuando las plantas
de energía empezarían a funcionar.
Fue inevitable cuestionarse si todos los descubrimientos
tenían alguna relación con el apagón, la caída de la generadora
por la introducción de un conductor universal en el sistema, un
agente extraterrestre que se fusionó con MULTIVERSE y ahora
controla todas las tácticas. Descabellada idea, mi cabeza
reventaba con una presión constante en las sienes.
Busqué los trajes térmicos en mi guardarropa, me puse el
traje de exploración externa, ese controlaba la temperatura
corporal en treinta grados constantes, incluso evitaba la
paralización de los músculos expuestos a la congelación. Aliviada
por el calor busqué la fuente auxiliar de poder para conectar mi
terminal portátil, debía tener reportes de las reparaciones al
sistema, ningún siniestro duraba más de tres horas seguidas.
La luz de la mañana ingresó como un leve rayo dorado, ante
mí, el espejo de la sala me reflejaría tal cual yo era.
Mi vientre se notó hinchado, como un tumor.
Volví a verme en el espejo. La sombra iluminó mi vientre
perfecto, musculoso.
La luz permaneció levitando unos segundos, no imaginaría
verme tal cual espejismo, embarazada…
Temí la idea, porque recordaba el sueño de MULTIVERSE,
El Vigilante tomando mi cuerpo, incapaz de defenderme
observando sus torpes movimientos copulatorios. En algunas
dimensiones cognitivas la mente transforma nuestros mayores
rechazos en fervientes placeres. Mis pensamientos borrados del
mapa histórico del MULTIVERSE no podían ser presa fácil de los
infiltrados, nadie, ni siquiera El Vigilante tenía tanta habilidad

187
como para romper los espectros de la mente, seguirá siendo un
secreto hasta el fin de nuestros días.
Volví a quedar dormida.
Desperté con la sensación de que mi piel era rozada por un
objeto liviano, como una pluma. Mi preocupación aumentó al
descubrirme en la oscuridad, la energía no volvía, la temperatura
estaría por los diez grados bajo cero. Las puertas de mi
departamento no se abrían. El aire ya se sentía irritante en mis
pulmones, mis temores revelarían impaciencia.
Corrí al baño, vomité. Sentía como un desgarramiento en la
espina dorsal, que ascendió desde la cadera hasta mi nuca.
Escupí sangre, o por lo menos así lo creí, el mal sabor que
acompañó la sensación en mi paladar se pegó a mis fosas
nasales. Me dolió la matriz, una punzada hecha con un puñal
invisible, doloroso.
Sentí algo inexplicable, como una voz interna, distinta a la
mía, que era clara y distante.
-Será en estos días.
El frío cubrió las ventanas con gruesos pedazos de hielo, mi
cuerpo me dolía, las extremidades tenían fuego en las
articulaciones. No sé cuanto tiempo estuve esperando en el limbo,
pues mi cuerpo no respondía entre la conciencia y el sueño, al
final quedé dormida en el sopor doloroso de mis movimientos,
encerrada en el cubículo de mi dormitorio.
La costa del mar era igual a la playa que encontré en el
Templo de Salomón, de aguas blancas, de olas bravas, clima
templado, olor a cielo de trópico. Densos nubarrones cubrían el
poniente, avanzando con lentitud macabra, el viento soplaba
silbando en los pliegues de las rocas, donde rompían los oleajes
en violentos alaridos. Mi vientre hinchado pugnaba con
movimientos, una forma se agitaba produciendo en mí dolorosas
contracciones y nauseas. Me arrodillé en la arena, algo asqueroso
brotó a la superficie al contacto, era como sangre y aceite. No
podía levantar las manos y correr, el peso de mi cuerpo era

188
atraído a la arena, por ese fango empapando mis piernas, mis
brazos, salpicando mis mejillas, hundiéndome cual pantano. Con
mucha dificultad me arrastré hasta las orillas de la playa, porque
el hedor me contaminaba, cada pataleo era hundirme más en la
podredumbre, la densidad de la sustancia me sujetaba las
piernas, el dolor me inmovilizaba. Logré alcanzar la arena mojada,
cuando una ola trepaba con sus lenguas espumosas hasta mojar
mi pecho. La contracción fue aniquilante, me desdoblé del dolor,
sentí defecar, mis vestimentas se mancharon con mierda o algo
que fue expulsado de mi interior. Hundí la cara en la arena mojada
cuando la siguiente ola me alcanzaba todo el cuerpo. Cuando las
aguas recorrieron, yo gritaba, ya no soportaba el desgarramiento
de mi vientre. La hinchazón se notaba por encima de la pelvis, y
era un globo que se inflaba junto con el devenir de las dolorosas
fluctuaciones. Entonces, el dolor del vientre se transformó en una
imperiosa necesidad de explotar, sentí la distensión de mis
tejidos, rotos y separados de su sitio. Los huesos de mi cadera
crujieron y las piernas quedaron fuera de su lugar como dos
horquillas, en una espantosa inflamación la carne quedó separada
abriendo un enorme espacio, y una criatura escamosa se deslizó
en la arena hasta que el agua le mojó, siendo los cielos testigos
del obsceno nacimiento. Las aguas se llevaron al deforme,
apenas pude apreciar su efigie estrecha, lisa como la piel de un
batracio.
Las luces se prendieron, cuando desperté, sentía calor.
-El No Nacido ha emergido desde su abismo a través de ti-
me dijo el Vigilante, de pie, en el mismo lugar donde habría
empezado la exploración, horas o días antes. No lo podía saber
en ese estado.
-¿Cuándo volvió la energía?- pregunté.
-Nunca se fue- respondió, con esa mirada infantil, me
ensombrecía la ira.
-¿Estuve en el borde de MULTIVERSE durante todo este
periodo?

189
-Si, seis horas… No es mucho tiempo considerando la
información que has recopilado- explicó el Vigilante.
-Viste todo lo que he visto yo, entonces.
-No todo- respondió. –He visto en el monitor estas lecturas,
yo también he soñado con El Nunca Muerto, es un presagio de los
exploradores.
-Soñé que todo esto se congelaba- le dije –sentí fallecer de
frío, luego descuartizada por ese monstruo. Ahora que me dices
que es un infiltrado de MULTIVERSE. No estoy segura, pienso en
que es un sistema de seguridad de los programas que he visitado.
-No te equivoques- replicó el Vigilante. -Los signos dentro de
MULTIVERSE han sufrido variaciones porque se han introducido
elementos que no son parte de la conciencia humana. Es la llave
de ingreso al vacío, de manera tal que ahora los ecos del universo
se han escuchado desde las diferentes estaciones que
MULTIVERSE tiene en el sistema solar, desde hace un siglo que
la información de las galaxias, se han procesado en las
conexiones, no podemos saber con seguridad qué se ha infiltrado
en la memoria, pero para mí fue la razón para despertar de mi
prolongado arrebato. No te equivoques exploradora, lo que has
descubierto deja de ser un factor que revelará los problemas de tu
corporación, ahora has sido escogida por los antiguos moradores
para aprender los símbolos de los ancianos.
Mis dudas aprisionaron mis reacciones, no dije nada al
Vigilante, aunque tuve el impulso de insultarlo.
-Tengo que salir a respirar aire puro- dije. Me incorporé
haciendo caso omiso al mareo y los cambios de color en las
cosas. El Vigilante me contemplaba paternal. Salí al vestíbulo, el
ascensor, como todos los días se abrió cuando me acerqué, con
la orden verbal ascendí hasta el nivel superior, ochocientos
metros encima de la superficie, anochecía, como siempre
después de cinco horas de tímido soleado sobre el yermo paisaje
de la cordillera. Sentí el frío golpeando mis mejillas, pero nada
igual a la sensación de ahogo que experimenté en el sueño.

190
Una lluvia ligera caía junto con el rápido deslizamiento de las
nubes, agradable rompimiento de la rutina. Me toqué el vientre,
intacto. Los superordenadores del sistema, podían mejorarse a sí
mismos en MULTIVERSE, pero sus protocolos impedían las
infiltraciones en conciencia plena a cualquier ciudadano u otro
programa. Los protocolos existían desde que el sistema instaló
sus órganos vitales en MULTIVERSE, eran imprescindibles
incluso para los ordenadores de operación.
Terribles recuerdos vinieron a mi cabeza, tal cual la imagen
de la playa en el Templo de Salomón, esas aguas tibias del mar,
ese aire híbrido entre la fantasía y la primavera.
El Vigilante había dicho que los mensajes venían de otros
mundos, las repetidoras de las Estaciones en las lunas de Júpiter,
eran antenas del vortex abierto hacia el agujero del cosmos que
era aquel planeta, muerto eones en la inmensidad. Su campo
magnético amplificaba las emisiones, y también era un receptor
de señales lejanas, no codificadas, incalculables, muy antiguas en
su origen, sus ecos eran residuos de las emisiones que alguna
vez fueron, como lo es el universo, la expansión desecha, la
destrucción.
¿Qué es Dios?, me duele sentir la duda tan difícil de
interpretar, veo el horizonte cubierto de niebla impenetrable, la
tierra que me tocó habitar. Sé que abajo, en los subterráneos,
existen ciudadanos que no tienen las mismas facilidades que yo,
no viven en propiedad horizontal, tienen racionada la comida y la
tecnología. Me duele pensar en lo que fue el mundo antes de los
desastres, no soporto la tristeza que sobreviene como si no
tuviera padres, no hogar, ni futuro.
Suspiro en la gélida soledad. Siento la voz interna que me
repite los números descubiertos en la exploración. La locura me
acosa.
Apenas pude suspirar cuando las columnas comenzaron a
derrumbarse en medio de cruentas explosiones, todavía no me

191
recuperaba del sopor producido por las alucinaciones propias de
la exploración, era insoportable distanciarme del presente.
Era la clave que faltaba resolver.

CAIDA
-Xymi Kay tiene a Rodrigo- dijo Marta desde la oscuridad. Un
rastro de vidrios rotos regados por el salón principal de aquella
casa le mostrarían el camino recorrido por Marta, en el caos
destructivo descubierto desde su llegada, Xymi Kay buscaba el
número restante. La pantalla que abarcaba toda la pared yacía
esparcida en pequeños fragmentos, algunos tan pequeños como
granos de arena. Los pedazos fracturados de algunas mesas de
madera acompañaban los restos, en clara señal de haber
colaborado en su masacre. Encontró las pinturas antiguas
despedazadas, sus marcos finísimos astillados en las paredes. El
corredor hacia la cocina tenía las paredes rajadas, huecos por
doquier y restos de muebles hechos añicos.
-¿Dónde estás?- gritó Xymi Kay desde la cocina, cuyo
mobiliario yacía en el piso, como un rompecabezas incompatible.
Manchas de sangre en las paredes, mechones de cabello
castaño. El movimiento en el patio era evidente, las macetas en el
jardín colgante siguieron cayendo. Xymi encontró a Marta
rompiendo las macetas con poderosas patadas aéreas. Las
astillas junto a la tierra, caían en cámara lenta.
-Detente, Marta- gritó la anciana.
La criatura se detuvo, volcando hacia Xymi Kay con furia
virulenta. Sus alaridos proferían roncos gorjeos, mientras
expulsaba sendos escupitajos. Las huellas rojas debajo de sus
pupilas significaban algo inusual, ante la anciana un ejemplar de
La Bestia, sus manos en carne viva lucían como sables. Xymi
Kay, no tuvo miedo. La Bestia hizo crujir los huesos de sus
hombros, fue espeluznante e innecesario.
La anciana ni siquiera alzó las cejas.

192
La Bestia cayó derribada en un parpadeo. Xymi Kay se
acercó al cuerpo. Sus ayudantes, hombres de uniforme con
rostros incógnitos, la levantaron y se la llevaron al transporte.
En el camino de regreso, debían recoger a alguien más. El
número restante. El número restante era una variable para la
fórmula final, escurridiza, inestable en el sistema. Ella vivía en una
especie de orfanato, situado en las afueras del corredor urbano, la
chica que Rodrigo tenía en sus recuerdos perversos sodomizada.
Condolezza aguardaba en el balcón, sin saberlo, esperaba
que el mismo vehículo donde se fue Rodrigo, volviera por ella. Su
mente inexperta pensaba en las prácticas sexuales, intensas
retroalimentaciones, presente el dolor de sus cavidades, el odio
de su inocencia. Descubrir el sexo con él no era algo
aterrorizante, sino el sentimiento posterior a su alejamiento. Ella
recordaría su primera semana en el Hogar, asustada, escondida
entre los guardarropas de los voluntarios que el programa de
Intercambio consideraba para prestar asistencia; abandonada por
múltiples familias, la niña con el cabello desordenado y los labios
resecos, apestosa a orines, era rechazada por su aspecto.
Cuando conoció a Rodrigo ese mal sabor del pasado se
desvaneció. El sexo no es un juego, le dijo él, un día que
despertaba a su lado, con la intención de hacer el amor, sus
enloquecidos gestos le desgarraban por dentro, tanto física como
etérea.
Esa misma sensación apareció a momento de observar que
el coche de Xymi Kay se aproximaba por la carretera.
No supo por qué bajaba las gradas tan rápido y tan feliz. Sus
pasos veloces alcanzaron la puerta de entrada cuando una
anciana con una capa negra se aproximaba a ella.
-Perfecto… Ahora vienes conmigo…- dijo la anciana, sus
ojos negros la estudiaron de pies a cabeza.
Condolezza asintió como autómata, las puertas del vehículo
se deslizaron y ella ingresó. Adentro el cuerpo ensangrentado de
Marta yacía en el asiento.

193
-No temas- dijo la anciana. –A ella también la salvamos.
El viaje en el auto no tenía destino para Condolezza, que no
respondió las triviales preguntas de la anciana, sino contemplaba
sin cesar el cuerpo tieso y turgente de Marta, distorsionado por
una cruel inmovilización, con los brazos en posición defensiva, los
dedos en carne viva, sus formas no eran frágiles, sino armas
agresivas suspendidas en un acto interrumpido de asesinar.
Respiraba en calma, pero las manchas debajo de sus ojos no
abandonaban su prominencia, los labios reventados yacían con
las plaquetas de la sangre seca.
-¿Quién es ella?- preguntó Condolezza con un hilo de voz.
-Un número de mi ecuación- respondió Xymi Kay, la voz
ronca, marchita por años de trabajo sin retrazo.
-Ella está herida…-musitó la muchacha- tiene sufrimiento.
-Debes saber, mi querida hija, que el sufrimiento que pesa
sobre sus hombros tiene un nombre masculino.
Condolezza sintió un escalofrío. Temió que el nombre de
esa persona fuera el mismo que sonaba en su cabeza.
-Es una agradable casualidad que ese individuo sea la
constante en mi ecuación.
-No entiendo lo que usted habla, señora.
Xymi Kay dejó escapar una carcajada.
-Hija, la vida es un juego de ajedrez, debes hacer tus
estrategias para comerte al rey.
-No quisiera saber que todo este lío se debe a Rodrigo.
-Niña- Xymi Kay no tenía secretos- él es parte de un
problema muy incomprensible para la humanidad, dentro del
inmenso tablero de cálculo que es el universo, las variables y las
constantes son números difíciles de conocer.
-¡Las personas no son números!- exclamó la muchacha.
-Para el efecto deseado, debemos obtener los números que
están dentro de las personas.
-¿Cómo?
-Procesando la información de tu memoria.

194
-No tengo nada en mi cabeza- dijo Condolezza, tocándose
las sienes.
Xymi Kay sonrió, guardando silencio desde ese momento.
Las fronteras de su mente no eran necesarias.
-Ya vamos a llegar, después lo sabrás por tu cuenta.
La carretera encontró un desvío hacia un cultivo agrícola. El
campo de maíz era inexplicable para la adolescente. Enorme
extensión de tierra, como nunca conoció antes. Irguió la cabeza
cuando ingresaron en los maizales. Un mar de granos colgantes
oscilando desde largos tallos verdes. La gran velocidad del
transporte no cubría las distancias del maizal, como del cielo.
Llegaron a una casa. Los ayudantes de Xymi Kay bajaron al
cuerpo de Marta, tieso como una tabla. La muchacha descendió
detrás de Xymi Kay, quien caminaba graciosa como una jovencita.
Ingresaron por el portal. La cámara de exploración de memoria
era el cuarto más inofensivo que alguien podía encontrar. Dejaron
a ambas adentro. No fue necesario otro procedimiento, las
imágenes dieron forma a las paredes. Eran situaciones
entremezcladas, experiencias sexuales con Rodrigo, ambas en
situaciones de entrega completa. Condolezza reaccionó
indignada.
-Estos son mis secretos… No lo haga, señora…- gritó.
-Ya tengo los números.
Las imágenes se congelaron.
Rodrigo despertó, los hombres de Xymi Kay lo rodeaban.
Los tuvo que acompañar de regreso a la casa. Minutos antes soñó
con su madre, en la diatriba del pasado, sus emociones
despertaban recuerdos fugaces. Una tarde en una pileta pública
de aguas termales. La humareda se erguía sobre todos los
bañistas. Estaba en brazos de alguien, y su madre le saludaba
con la mano.
Xymi Kay salía a recibirlo.
-Oiga niño, ya tengo los números, debo regresar. No me
malinterprete, mi trabajo ha terminado.

195
Rodrigo entendía lo que quería decir.
Lo dejaron en el portón principal de la casa. El transporte se
alejaba por el camino de los maizales a toda velocidad. Escuchó
pasos atrás suyo. Se volcó.
-¡Condolezza!
Alargó los brazos como en un acto reflejo, la adolescente no
se acercó, sentía miedo.
-¿Qué tienes tú?- preguntó ella.
-Nada que haya planificado- respondió él.
-Ahí arriba, una chica está herida, con los huesos de la
mano como cuchillos- dijo Condolezza.
Rodrigo palideció. Una imagen familiar le vino a la mente.
Antes de poder escapar, el aullido de la mujer bestia se
amplificó en la llanura.
Cuando ella se lanzó desde la ventana hacia Rodrigo, su
alma distorsionada aún no se entregaba al infierno.
Le mordió el rostro extirpándole una sección desde el
pómulo derecho hasta la quijada. Le golpeó sobre la zona dañada
con una patada invisible. Mordió su cuello extrayendo del ataque
una fuente de sangre caliente que brotó con un chorro. El hombre
caía de rodillas. Un rodillazo quirúrgico y perfecto hizo lo suyo
sobre su sien, un golpe muy bien estudiado. El cuello se agitó
sobre su lugar, mas no otras partes del torso.
A continuación, Marta golpearía su cabeza con las manos,
arrancando mechones de pelo. Condolezza observaría silente la
muerte de su otrora amante, cuyo cuello fracturado, en el mismo
lugar experimentaba fuertes sacudidas.
Fracturó sus rodillas por diversión, el cuerpo ya no tenía vida
cuando aplicó llaves de torsión, sus ligamentos reventaron. La
Bestia se detuvo para resoplar, dio un traspié vencida por el
agotamiento, su faz humana se dejo ver entre las hebras de su
cabello manchado con sangre.
-Debes irte de aquí- le dijo Marta a Condolezza, sus fauces
derramaban saliva a borbotones. La muchacha entendió el

196
mensaje, pero no podía huir, el mar de maíz impenetrable se
mostró esplendoroso.
Condolezza corrió por el patio hacia el campo de trigo, al
extremo oriental de la casa, el cual tenía la misma dimensión
hasta el horizonte. Se introdujo en el mismo, corriendo con las
manos levantadas.
La Bestia la alcanzó con facilidad. Con un zarpazo certero le
arrancó la mitad de su ropa, quedando su pecho descubierto.
Sofocando los alaridos con la velocidad de su carrera, La Bestia
alcanzó a su presa arrancando la parte inferior de su vestimenta,
la joven cayó al suelo, desnuda.
La Bestia se aproximó lentamente, de sus fauces la locura
era regurgitada con saliva hecha espuma.
El transporte de Xymi Kay llegaba hasta la carretera
principal. Ya no era una anciana, ahora era la misma joven mujer
exploradora de MULTIVERSE que continuaba resolviendo su
charada.
-Ya tengo el número…

ARCANGEL
De la caída, el eco de las voces fortuitas son malas noticias.

197
Mis padres, en sombras acuden a mis plegarias, fantasmas
olvidados por las costumbres en mi naturaleza son maldiciones
castigadas por la venganza de los creyentes, en hordas se
amontonan frente a los monolitos, cuyas efigies nefastas sin rostro
atormentan a los débiles, dioses falsos ilustrados con blasfemias,
símbolos de poder oscuro resguardado en la historia, recuerdos
de emperadores y gobernantes macabros, criminales momificados
y transformados en santos milagrosos.
Las gotas resbalan por las paredes de esta caverna, refugio
de mi cuerpo bendito. La energía cunde por las grutas iluminando
las cavidades de la tierra.
Hace instantes he recibido un impulso, punzadas en mi piel
refulgente, tengo que salir al exterior del mundo, porque el día ha
llegado.
Siento frío, pero es la ilusión del invierno porque en mi
mente no caben los sentimientos ni sensaciones humanas, un
vago recuerdo de las múltiples existencias en la dimensión de la
condena. Mi cárcel ha traído consigo el cansancio del
envejecimiento, y la tristeza.
Las aguas hierven, un soplo mío y la superficie congelada
explota en llamas con fulgores encarnados Mi efigie es la de un
demonio en la distancia, los animales menores huyen de mi
presencia, temen al fuego.
Elevado en el cielo, mis extremidades son alas que
incendian el oxigeno, las nubes se transforman en nimbos
cargados de combustible, llueve fuego a mi paso por el yermo
congelado.
Los números son únicos, su significado es común para el
entendimiento universal, equivalentes a signos que se han
alineado en las estrellas durante milenios.
En esta situación, he sido llamado por los custodios, quienes
me han permitido entrar en el marasmo de los últimos días.
El hielo se transforma en océano, las aguas son
embravecidas por mi aura, gruesas columnas de vapor se alzan a

198
mi paso, las olas alcanzan tamaños descomunales. El mar
violento estremece las profundidades, brota sangre o aceite del
fondo.
El no nacido, el nunca muerto, el mártir de los orígenes ha
sido liberado por los custodios, al igual que yo.
Debo encontrarlo en estos cuadrantes. De mi boca emerge
lava ardiente, se derrama en el mar y se forman rocas gigantes
que se hunden en las profundidades abismales.
Soy sorprendido por una estocada fatal.
Pierdo la dirección, caigo en el océano sin recuperar el
equilibrio. El poder era evidente, el nunca muerto enfrentado a mí,
su presencia contradictoria opacaba toda mi fuerza.
Se levantan gigantes olas cuando el monstruo vuelve a
embestirme.
Chocamos; el agua hierve.
Pedazos de su costra de roca sólida saltan fuera del agua.
No tiene piel, ni carne, elemento inmaterial compone su cuerpo,
no siente dolor, igual que yo no puede sufrir daño.
Mis dedos penetran su torso arrugado, se ve como un
gusano, cada milímetro de su cuerpo está lacrado con supurantes
laceraciones, horrible imagen de su fisonomía porque en realidad
nunca existió en el mundo de los vivos.
Me golpea, truena el impacto como un relámpago. El mártir
ruge, encolerizado porque siente su mismo reflejo en el agua, era
como pelear con la sombra.
Las tinieblas absorben el hado cristalino del agua, se han
ensuciado con nuestras vibraciones.
Las rocas del fondo del océano se desploman en una grieta
abierta con los alaridos del No Nacido, terremotos sacuden las
profundidades, lava ardiente erupciona dividiendo la cáscara del
planeta, se ha desatado un lúgubre Apocalipsis porque los
números que identifican al Mártir y al Arcángel coinciden.

199
Vendavales crecen junto al remolino inverso formado
alrededor de nuestro abrazo, una fuerte tempestad avanza hasta
las playas castigadas por maremotos terribles.
Las colonias de los animales primarios son destruidas y sus
redes de tecnología son despedazadas por el Mártir de los
Orígenes.
Decido soltar el cuerpo asqueroso, el Nunca Muerto se aleja
en la tormenta, aullando entre los relámpagos.
Con mis garras trato de juntar la grieta abierta en lecho
marino, ciegos mis esfuerzos el planeta cede en su tortura, el
primer sello ha sido evitado.
La calma no llega en el tiempo, la tormenta crece en su furia,
torbellinos de masacre arrecian los cardinales, el hielo y el fuego
desataron la lluvia de azufre.
Desde las cordilleras trato de buscar un punto de luz, pero
no es posible.
Afecto a la nueva guerra, espero los designios del cielo, las
respuestas eran vanas pero necesarias en la anormalidad, fuera
de este cielo aguardan los corajes, mis hermanos volverán a la
tierra triunfantes.
Entonces vuelco la cara, y allí, frente a mí, encuentro al
Mártir de los Orígenes, en las mismas palabras que yo.
¡¡Me repites, mensajero!!
La tempestad de fuego nos alcanzó. Mi cuerpo de brillo
estelar no siente la quemadura; la costra del Nunca Muerto
inalterable en su repugnancia.
Dos golpes que repercutieron en la tierra más que en
nosotros.
El alineamiento se produjo en el intervalo que cerraba la
combinación al azar.
Estos son los números.
537527527576489975974884959763532142541414424114
24253748986086956456542452426457098903322235677743199
86100009876543300011232211230900004111145677656

200
4 9 0
-¿Lo tienes?- preguntó Xymi Kay al Vigilante.
-Ya no es importante, estoy falleciendo… - respondió aquel
ser, llamado El Vigilante. Sus ojos adquirieron un brillo distinto,
como una estampa del recuerdo, en la mística de sus pocas
experiencias. Una decepción de su lento despertar.
-Ahora mueres… Una telenovela barata- dijo Xymi Kay, con
los brazos en jarras, fuera de MULTIVERSE, desconectada de
conciencia plena, cien kilómetros dentro de la corteza terrestre.
El mundo exterior, Ciudad Pacifica dejaba de existir cuando
una onda expansiva con millones de toneladas de escombros y
rocas arrasaba la ciudad por completo.
Los mecanismos de seguridad de la ciudad disparaban a la
velocidad del sonido los cincuenta trenes de las torres hacia los
túneles subterráneos. Cada transporte tenía capacidad para toda
la población civil de ciudad Pacífica. Su objetivo era un refugio
construido específicamente para la subsistencia de la raza
humana, en la corteza interior de las capas subterráneas. En tal
lugar ya habitaban cientos de humanos, los espacios disponibles
se reservaban para los pocos que aún insistían
Abajo, la misma red de información y proveedora de la
energía, MULTIVERSE, seguía controlando el destino de

201
ochocientos mil usuarios humanos, sobrevivientes del inminente
Apocalipsis, causado por un choque de dos cuerpos celestes
dentro de la atmósfera del planeta.
-Cuando muera, voy a formar parte de la creación de
energía. Mi cuerpo será reciclado en los generadores.
El cuerpo muerto del Vigilante perdió rápidamente su color.
Se puso negro, como un lagarto.
Xymi Kay llamó al personal de limpieza. Vinieron seis
funcionarios que retiraron el cadáver sin hacer preguntas. Ella
permaneció despierta unas horas más, quería rastrear los portales
visitados en las últimas ciento veinte horas. El registro mostraba el
reinicio de la computadora con la conexión directa a la conciencia
plena del Vigilante.
Nunca hubo una conexión directa con MULTIVERSE, o tal
vez la hubo, pero a través de la mente del Vigilante.
No era importante, porque una vez sumida en la cápsula de
sueño, trescientos años en el futuro bastarían para olvidar tal
preocupación.
Ingresó en la urna, una caja de cristal diamante, refractaria
de la luz blanca, ingresó en ella. Al cerrarse la caja, se apagaría el
sistema de la habitación, que permanecería hermética y en
tinieblas hasta cumplirse el plazo programado por el titular, en ese
caso, los trescientos años anunciados.

CYBERGRINDER
Siento la luz del sol en el momento perfecto, las luces entre
las ramas que se mecen con el viento, mi éxtasis es completo.
En la tarde fui al supermercado, siempre termino gastando
más de lo que tengo.
Regreso a mi casa. Todo pulcro y ordenado, desde la
entrada hasta la cancha de basket del patio. Mi televisor
encendido, porque debe funcionar las veinticuatro horas.

202
La herida era un anillo gravado en mi dedo anular, como una
marca que se reconoce una hermandad secreta.
Debía encontrar a los antinaturales.
Me sentaba en la computadora, todos los días, a la misma
hora. Pagaba dos bolivianos en el café de la Cañoto. Permanecía
absorto muchas horas, inmerso en la red de información. El
personal me conocía, el dueño me conocía, porque era el único
anciano que navegaba su computador hasta la madrugada, todos
los días.
Apuesto que muy pocos entenderían el rompecabezas
ideológico que trabajé durante estos últimos seis meses.
Todo se traduce en números… Unos pocos.
Anoche tuve que volver a casa, hacía frío, no soporté el
ventarrón. Me acosté y soñé con un ser abominable y maligno,
escuché su nombre como el Nunca Fallecido, habitante del mar
que provoca tempestades, tsunamis, devorando la costa y
fragmentos del continente. Un monstruo muy antiguo y muy feo.
No alcanzo a imaginar una cosa tan gigante que pueda
devorar un fragmento de Sudamérica. Que diablos, mi abuelo
decía que el hombre es una hormiga en relación a los antiguos
moradores de la tierra, los descendientes de los primeros. La
colonia original. Ese secreto guardado durante milenios por la
iglesia, los sectarios y caballeros que ahora era imposible negarlo.
Son estupideces… Siempre supe que la Reina Isabel de Inglaterra
aún le pagaba una deuda de familia al mismísimo diablo.
Bien, los números… Son una coincidencia. Los signos en
sánscrito muerto coinciden.
Sin embargo…
752752757648997597488495976353214254141442411424
25374898608695645654245242645709890332223567774319986
100009876543300011232211230900004111145677656
Faltan tres números… Y esto estaría completo.
Esto es descabellado para mis amigos, los niños de primaria
que juegan starcraft, mis ideas no son más que repujos del

203
cavernario pasado, incoherencias amplificadas por la demencia
senil que me obliga a sentarme frente a esta computadora,
fingiendo que soy moderno y amable con los niños... Cómo ha
cambiado todo, ahora ellos tienen el poder.
No tengo ganas de volver a mi casa, no tengo más que
platos sucios apilados y una pila de muebles rancios. Todos mis
hijos se han ido, algunos al más allá. Soy un viejo sin patria.
La red es más importante para mí, puedo monitorear
muchas cosas desde allí.
Los antinaturales vagan entre nosotros desde los primeros
días, cuando el sol era más joven. Rebeldes a los progresos de la
humanidad, se siguen burlando de los hombres que creen en su
poder y en sus armas, cuando son insectos escondidos en sus
madrigueras. Observan los eventos históricos, absorbiendo todo
tipo de información. No pueden definirse como guardianes, pero sí
como visitantes. El tiempo para ellos no es lineal, no es constante,
se ha detenido desde que llegaron. Por tanto, es obvio que
esperan el retorno de sus congéneres, tomar ciertas posesiones y
abandonar estos planos, el universo es muy grande. Mientras
tanto, es mí deber buscar rastros de ellos, investigarlos, extraer su
información, de repente robarles la información para emprender el
viaje final.
Hace seis meses que no tengo una erección.
Los antinaturales están en la red. Es algo muy lógico, porque
las repetidoras satelitales están expuestas a señales del espacio
exterior, sería muy estúpido afirmar que las mismas no salen
hacia las estrellas. Ellos nos escuchan y saben nuestros secretos
por la red, por lo menos es muy fácil comprender los símbolos
numéricos. Por eso pienso que sus símbolos son numéricos
igualmente, y que los puedo obtener.
Mi búsqueda ha rendido frutos, el camino se muestra todos
los días, algunas incógnitas se han aclarado. Por ejemplo, los
antinaturales tienen objetos o tesoros escondidos en latitudes de
la galaxia, o sistema frontal como ellos le dicen. En las

204
profundidades del mar, cerca del núcleo de nuestro planeta, han
escondido a un emisario del primer destello, uno de los pocos que
no han sido transformados en nebulosas, muy valioso para los
rebeldes porque en su interior existen semillas con los códigos
genéticos de los primeros mundos.
Escalofriante… El famoso No Fallecido, duerme en la fosa
de las Canarias, mientras los antinaturales lo cuidan.
Sé que la combinación de ciertos números podría despertar
al No Fallecido, como el primer sello del Apocalipsis. Tal como
muchos kabalistas hebreos, mi ocupación ha sido estudiar los
signos que encuentro en la red, descifrando los números y las
palabras escondidas, frecuentes en los ritos de las sectas más
inocuas, incluso una que realiza canibalismo; he hallado algunos
números y una combinación de cálculo, pero no ha sucedido
nada. La misma combinación despertará a un Arcángel, que ha
morado entre nosotros desde las guerras celestiales. No sé cuales
son los números del Arcángel, y su misión tampoco.
Debo estudiar el Tarot. Debo armar ese rompecabezas una
y otra vez hasta descubrir las constantes. Una de ellas es el
nueve. El uno. El cuatro. El código tiene algunos pormenores, no
está cifrado, ni planificado, es una marea de posibilidades en el
infinito.
El movimiento estelar era la forma.
Los mayas tenían un calendario estelar. Recurrí a los
archivos históricos. Ellos sabían leer las estrellas, tenían
conocimientos de astronomía, realizaban sus ritos según
estaciones estelares, incluso algunos de sus dioses venían del
firmamento.
Nada concreto, los investigadores no publicaban sus
estudios sobre el tema, uno debía hallar la forma de establecer un
vínculo entre la historia, situación antropomorfa, y las religiones en
su tarea de adoctrinamiento de la humanidad. Los números
seguían incompletos.

205
No me siento muy bien o identificado con estímulos
externos, soy marioneta de profundos vestigios de la eternidad, mi
locura es perderme en pensamientos del pasado, tratando de
identificar estos signos que me han perseguido toda mi vida.
Recuerdo un niño crucificado.
La tormenta de primavera era astuta, traía consigo
aguaceros del apacible Río Grande. No en vano tenía ese
nombre. El puente de hierro construido por los ingleses, ese era
una estructura de verdad, hasta el día de hoy sigue siendo el
único camino para cruzar a Pailón. En cambio en Miami, los
islotes, residenciales de gente con plata y municipios
extravagantes están conectados todos por puentes en el océano.
Era una de esas tormentas tropicales que suceden un par de
veces al año, algunos se esconden en sus ranchos para morir,
otros emigran hasta que las aguas se retiran. En el monte, una
plaga de ratones asechaban nuestras reservas, los gatos se
enfermaron con rabia, tuvimos que matarlos a casi todos. Yo
trabajaba en la industria maderera. Ingresábamos con los
camiones hasta los campamentos de los leñadores, las troncas
eran sementales del bosque, nunca más crecerán así como los
encontramos, diez o veinte metros de grosor. Cuando diezmaron
la población de ese bosque comenzaron a ocurrir extraños
eventos. Los indígenas se alejaron del trabajo. Cuando el
campamento quedó desierto, la tormenta lanzó a los árboles por
los aires, algunos cayeron sobre nuestra maquinaria. Los
compañeros huyeron a una zona alta, una colina. En la cumbre
me detuve junto a muchos otros, un niño con el cabello rapado, se
desgarraba en alaridos, crucificado a dos palos, izado seis metros
a lo alto, en medio del vendaval era mecido por los vientos,
mientras sus huesos estallaban en las muñecas. La tormenta se
fue con el turbión, se llevaron el niño también.
Ya he sido contactado por algunos sujetos que interpretaron
mis pasmosas cavilaciones, supongo que chivos expiatorios de la
orden secreta o simples admiradores de quinta, no miembros, no

206
simpatizantes. Descubrí un sistema para bajar música sin límite.
Ahora escucho toneladas de basura radial reciclada de todo el
planeta. En algunos canales muertos la estática trae lamentos del
limbo.
Me enteré que había mucha gente que escuchaba noise en
las radios, me contacté con una comunidad, todos los miembros
tenían entre trece y dieciocho años de edad. Cuando les dije mi
edad me expulsaron por bromista. No era justo, no aparento la
juventud ni siquiera por la red. Mi identidad es tal cual soy. Tengo
ochenta y cuatro años. Me llamo Tobías Sabino. Vivo en Santa
Cruz de la Sierra.
Los innaturales recurren a la sorpresa para contactar a los
seres humanos. Lo hacen a través de profetas, pastores,
predicadores, nazarenos, reyes, papas, oficiales de crédito.
Conocí un caso de exorcismo que le hicieron a un cerdo, lo
punzaron con un hierro candente hasta que defecó dos relojes
suizos. Luego el porcino habló unas blasfemias muy ofensivas a la
madre de cristo, que hicieron desmayar a las cuatro mujeres
presentes. Los propietarios del cerdo lo carnearon vivo para evitar
problemas con los periódicos, su negocio pendía de hilos
desgastados por la moral y la fuerza de la iglesia católica.
Esa banda Led Zeppelín me agrada. Es ruido y estática,
pero ese muchacho Bonzo Bonham sabía tocar la batería. Mi
disco favorito es el Coda. Hermoso tributo a la borrachera.
Pronto serán las dos de la madrugada. Quieren cerrar el
establecimiento. Espero que el dueño venga a cerrarlo, porque me
dejará quedarme hasta la mañana. Ya falta muy poco.
La muerte, la he sentido como una presencia en mi vida.
Cuando anda cerca, mis conocidos fallecen, personas que de
alguna manera estuvieron cerca de mí. Esa constante numérica
me ayudará a descifrar uno de los códigos. Quiero saber cual
combinación produce la destrucción. Yo tengo un número, sin
duda el Tarot me lo dirá, las estrellas confirmarán, los libros me
bautizarán.

207
Wägner me recuerda que antes podía eyacular.
La pornografía de la red no es atractiva, cuesta mucho
dinero poder divertirse. Y se pegan todo tipo de programas
cochinos para destruir tu memoria. Desde que encontré archivos
de conversaciones con antinaturales realizadas a través de onda
corta, mi locura empezó a deteriorar mi salud. Entonces el mundo
de los vivos dejó de ser interesante, importando un comino sus
habitantes.
El número no significa nada, porque los signos no existen o
no se entienden como tales. Para los antiguos los signos y
símbolos son demostraciones muy inferiores de los mensajes.
Entonces, todo lo que está alrededor nuestro empieza a
transformarse.
Todos los predecesores de los Colonos recordarán la caída
del Mensajero.
Sus partes desmembradas, esparcidas quedaron en una
tierra desierta de vida conciente, los primeros que despertaron
descubrieron un solaz bosque poblado por criaturas que nunca
habían visto. Eran seres alados, celosos y tímidos.
La primera familia se asentó en el lugar donde cayó el
fragmento. La luz incandescente tuvo que ser enterrada con las
enormes piedras, su candor alteraba a las pequeñas criaturas que
no podían comprender las sensaciones emergentes de "Las
Semillas", las que serían más tarde esparcidas en ese mundo,
cuando las familias emigraran por su territorio.
El enorme segmento del Mensajero, habría de quedarse
enterrado dentro de una montaña, que tomó una forma diferente
acomodando su materia a la energía fluctuante. Su poder
emergería sin límite, afectando la zona y sus alrededores.
Cuando las familias emigraron, tuvieron que transcurrir un
millón de siglos antes que un ser inteligente volviera al mismo
lugar, atraído por la emisión de materias incomprensibles.

208
Entonces, aquel descubridor ciego por la majestuosidad del
fenómeno, decidió quedarse inmóvil maravillado por la sensación
que su corazón controlaba.
Poco tiempo después, vinieron sus semejantes, y
embriagados por el candor, llevaron a sus familias, y después
todos rindieron culto al Dios enterrado en la montaña, que dormía
y cuyo sopor era sensible en las mañanas.
Las ruinas del ídolo construido por los peregrinos, forjaron
las piedras alrededor de la montaña, cientos de miles llegaron
hasta sus límites, atraídos por las leyendas. Sucedieron muchas
razas y civilizaciones, pero el lugar santo permanecería en el
horizonte, infranqueable.
Hasta que el último día del cielo, el siguiente Mensajero
recolectó las partes perdidas.
Cuando se formó el Uno, las condiciones en que el universo
era conocido, apenas pueden ser descritas por palabras muy
antiguas, olvidadas por los mensajeros, disueltas en polvo de
estrellas errantes en el infinito.
El primer ser era una radiación que no tomó forma sino en el
cálculo de su propia inteligencia, tras descubrir el calor de su
belleza interna, el candor de su brillante recorrido por los cuerpos
celestes, tan jóvenes como él.
Errante el viajero tomó los consejos de los ancianos,
disueltos en la fragilidad del universo, ya eran parte del proceso
creativo, sus voces roncas y profundas eran escuchadas por los
privilegiados.
El Uno podría cambiar la forma de la materia y crearla con el
pensamiento, disolver y destruir, devastar y nacer.
Cuando el proceso de transformación asumió en el Uno la
preocupación de existir, fue tomando la forma de un gigante astro,
en cuyas cúspides se entendieron los conocimientos revelados
por los padres.

209
Sus extremidades dieron un lugar al proceso evolutivo de los
seres, pues alrededor de él fueron tomando forma los Dioses que
conocieron las leyendas.
Entonces el Uno construyó su morada en la profundidad
expansiva del círculo devastador, donde se origina la vida, donde
desaparece el espíritu.
He publicado un blog que me permite expresar mis ideas al
resto de la comunidad. No creo que me hayan visitado muchos
internautas, pero creo que llegaron los indicados.
Son las cinco de la mañana. Siento una especie de
cansancio, diluido por las ganas que tengo de revisar dos portales
recién diseñados, pero uno está en ruso. Me duelen las muñecas
y la nuca. A las seis abre el siguiente turno, a esa hora me retiro,
camino hacia el primer anillo, la Cañoto.
Mi casa fue la de mis padres, y de mis abuelos. Es una
construcción que data de principios de siglo, se encuentra cerca
de la plaza, sobre la avenida Irala, alquilo las piezas de la fachada
a unas tiendas. Tengo dos inquilinos que viven en el patio
principal. Son departamentos completos, muy confortables. Uno
es un alemán que realiza trabajo social en Bolivia, tiene cuarenta
y ocho años, creo que es marica, me paga la mensualidad
adelantada de dos meses. La otra es una mujer que vino de
Cochabamba, bastante joven, muy atlética, tiene una bolsa de
arena en su dormitorio donde practica artes marciales, tiene su
negocio en las computadoras. Creo que vende títulos valores,
nunca sale de día.
Mi televisor está con las noticias de la invasión a Medio
Oriente. Siempre habrán atentados contra los gringos e ingleses,
volando por los aires con una explosión. Los ridículos de los
gringos quitaron a la agencia de noticias Euronews la exclusividad
de cobertura, ahora vemos noticias manipuladas. La CNN tiene
códigos fijos de comunicación en sus tableros de noticias, ya
encontré los números. Por lo general, son instrucciones de
censura a la información.

210
Es aburrido vivir con un secreto que no puedes compartir.
Cambio de canales. Me sirvo un yogurt para desayunar. A
veces encuentro cifras en los canales de entretenimiento, unos
numeritos rebeldes que tienen que ser anexados a otros que no
están precisamente ahí mismo.
En el canal E, pasan Wild On, un poco temprano para ver
tetas, pero ya es inevitable. Las orgías que se hacen en Ibiza son
el tema de conversación entre una trigueña con implantes de
senos y una negra con una tanga invisible, cuya vagina está
expuesta a la cámara. Después ambas se besan en los labios.
Algo se siente ahí abajo, pero no sirve para levantar al
dinosaurio.
Sin embargo cuando estuve a punto de cambiarlo, encontré
estas letras sin otra columna parecida.
XY
Ahora mostraban un club donde los clientes hacían cosas
con bananas y lamían los pechos de las damas que no eran
precisamente sus parejas.
MI
Cuando un calvo albino fingía penetrar a una gorda tatuada,
se vieron los otros códigos.
KAY
Los anoté en una hojita de mi cuaderno de códigos, lo
atesoro porque contienen algunas cifras fantasmales, las cuales
llamaron la atención de los antinaturales.
XYMI KAY
Algo ocurrirá con esto, no es en vano que sucede.
Por lo pronto debo recuperar energías, si puedo escapar dos
segundos de sueño profundo será mi victoria completa.
Me acuesto en mi cama, no he sentido ganas de dormir
desde hace seis meses.
Apenas he cerrado los ojos cuando los gritos regresan a mi
cabeza.

211
Me levanto confundido, en el patio no hay nadie. Afuera los
ruidos siguen siendo los mismos de todos los días.
Regreso a la cama, quiero ignorar los ruidos del más allá,
ese instante donde el despertar y el quedar dormido están al
mismo tiempo, milésimas de segundo de encuentro con el otro
universo.
No puedo ingresar en el otro mundo, mi cuerpo se llena de
desespero y furia. No puedo dormir en este estado.
Xymi kay, es como el nombre de una mujer. O puede ser las
cifras que me faltan para probar mi hipótesis. Busco en mi celular,
en el google.
Me sale la siguiente dirección:
hyperrealidad.blogspot.com
Es mi blog.
Me tomo unos ansiolíticos que me recetó el psiquiatra.
Tardan en hacer efecto… Cerca de dos horas antes de caer en el
sopor.
Me quedan algunos segundos para engranar mis
pensamientos, antes del silencio. Después mi espalda reventará y
deberé caminar unos tres kilómetros para que se pase.
Seguiré aguardando por las constantes, en algún momento
se manifestarán todas. En tal caso, mi posición frente al
espectáculo seguirá reservada.
Por lo que a mi respecta, el futuro no existe.

212

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