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And Then I Kissed Her

By: Miss Wong


"Kaneki quiere saber si estás disponible el sábado en la noche," dijo Banjou.
Era realmente difícil creer que hoy, por primera vez en su vida, dentro de unos
pocos minutos, Touka tendría su primera cita con Kaneki. One-shot.
Rated: Fiction T - Spanish - Romance - Kaneki K./Haise S., Touka K. - Words:
8,062 - Reviews: 7 - Favs: 12 - Follows: 5 - Published: Nov 27 - Status:
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«And Then I Kissed Her»

Todo de Sui Ishida.

Summary:
"Kaneki quiere saber si estás disponible el sábado en la noche," dijo Banjou.
Era realmente difícil creer que hoy, por primera vez en su vida, dentro de unos
pocos minutos, Touka tendría su primera cita con Kaneki. One-shot.

#Notasquetodosaman(?):

TOUKEN FOREVEEEEEEEEER.

Touka no tenía la menor idea de qué demonios estaba haciendo.

Durante un breve instante se sintió como una adolescente otra vez, como una
absurda pieza de ajedrez que se suponía no debía estar dentro del tablero, una
pieza sobrante, fuera de lugar, absurda. Y es que aquella situación realmente le
parecía sorprendente, incluso aterradora. Durante tres largos años se había
mantenido firme en su obstinación, esperando, su orgullo rodeándola cual
serpiente a su presa. Pero todos sus planes se habían ido al demonio cuando
Banjou se presentó frente a su humilde cafetería aquella mañana.

Lo supo, en cuanto divisó entre los árboles sus ojos amables y su sonrisa fácil,
supo de inmediato el motivo de su indeseable visita. Banjou era su amigo, por
supuesto, pero eso no cambiaba el hecho de que su visita le resultara
realmente indeseable. No porque no le agradara su presencia o porque hubiera
algún problema con Banjou, pero su visita traía consigo una petición, una
petición a la cual Touka no sabía si podría encontrarle una respuesta.

Banjou entró a la cafetería, pidió una taza de café, sonrió con calidez y asintió
con firmeza.

—Kaneki quiere saber si estás disponible el sábado en la noche.

Touka nunca creyó que ese día realmente llegaría.

Recordaba el momento a la perfección. Nishiki atragantándose con su café,


estallando en carcajadas. Tsukiyama jadeando con horror. Hori tomando una
foto del momento, capturando sus rostros sorprendidos y la sonrisa
despreocupada de Banjou.

Y el sonrojo excesivo en el rostro de Touka. Ésta se había cruzado de brazos,


tensa como una roca.

—¿Por qué no viene él mismo a preguntármelo?

Banjou se había encogido de hombros con desdén.

—Ah, ya sabes, nuestro pequeño rey ha estado un poco ocupado últimamente,


pero tengo entendido que éste sábado está disponible. Será mejor que me des
una respuesta para cuando me marche, Manager. Ha estado un poco
impaciente estos días.

Por supuesto.

Durante todo este tiempo desde que había regresado, Kaneki había vuelto a sus
antiguas raíces, trabajando de aquí a allá, requiriendo la ayuda de sus nuevos—
y viejos—amigos. Pero ésta vez, a diferencia del pasado, Kaneki se las había
ingeniado para cumplir su antigua promesa: visitar regularmente la cafetería.
La emoción en los ojos de Touka al verlo atravesar la puerta de :re cuando
creyó que nunca más lo haría de nuevo fue abrumadora. Lo seguía siendo. Y
aunque no había tenido el placer de verlo durante algunas semanas, los pocos
momentos que habían compartido juntos siempre conllevaban la participación
de otras personas, conversaciones relacionadas a los siguientes movimientos
estratégicos de Kaneki y la futura rebelión que poco a poco comenzaba a
alzarse, infundiendo temor en todos.

En efecto, no habían compartido un momento a solas desde su regreso. Y ésta


podía ser la primera oportunidad.

Se preguntó si sería correcto negarse. Muy en su interior deseaba hacerlo.


Deseó abrir sus labios y soltar aquél estúpido monólogo que había practicado
en caso de que algo así sucediera en el futuro, un discurso que conocía tan bien
como los pasillos de su desgastada cafetería. Con el paso de los años Touka
había aprendido a decir que no, a proteger su marchito corazón de ataques
inesperados, a recordarse a sí misma que, incluso si ella lo había esperado,
incluso si lo había recibido con los brazos abiertos… Kaneki podía repetir los
mismos errores del pasado en cualquier momento. Su impredecible corazón
podría abandonarla otra vez, lo hizo una vez, ¿qué le impediría hacerlo de
nuevo?

Deseaba creerlo. Deseaba confiar en que sus intenciones eran buenas, en que
las cosas podrían ser diferentes incluso por una sola vez. Sería fácil
simplemente cerrar los ojos y pretender que nada importaba, abrir su corazón
sin importar las consecuencias, pero lo hacían. Cada día, cada hora… todo el
tiempo. Y ahora Banjou se encontraba frente a ella para interrumpir sus
temores, su pacífica vida, aunque Touka no la consideraba tan pacífica como
realmente parecía ser. Solo era vacía, como un hombre que repentinamente
sufrió una ceguera y ahora debía aprender a caminar sin ver del todo hacia
donde se dirigía, sosteniéndose de objetos tan efímeros como el tiempo,
obligándole a tropezar un sin fin de veces contra el suelo, recordando su
miserable realidad.

Y ahora la cura yacía frente a sus manos y el temor en Touka era más que
abrazador.

Sin embargo, allí estaba.

Era realmente difícil creer que hoy, por primera vez en su vida, dentro de unos
pocos minutos, Touka tendría su primera cita con Kaneki.

Touka se observó al espejo por enésima vez, humedeciendo sus dedos con la
punta de su lengua para acomodar un rebelde mechón de cabello celeste que
se interponía entre sus ojos, intentando acomodarlo de la forma correcta para
que no estorbara. Suspiró, gruñendo con irritación.

—Maldita sea.

Resopló, rindiéndose, el mechón de cabello volando en el aire a causa de su


respiración luego de haber regresado a su antigua posición. Se apartó un poco
del espejo, observando de reojo su atuendo. Jeans, botas, suéter blanco y
abrigo verde. Bien, ¿verdad? Asintió, nerviosa como una chiquilla de diez años,
y regresó hacia la cafetería con rapidez, sus botas resonando entre los
desérticos pasillos.

Nishiki descansaba sus brazos contra el mostrador principal, sentado junto a


una silla frente a Hori, quien depositaba toda su atención en cambiar los rollos
de su cámara fotográfica.

—Eh, pedazo de mierda —llamó Touka, aterrizando frente a sus ojos. Suspiró,
temblando—. ¿Me veo bien?

El muchacho se volteó, dejando la taza de café sobre el mostrador. Se acomodó


los lentes, echándole un vistazo de arriba hacia abajo. Asintió, ladeando el
rostro.

—Si ignoramos tu rostro de cordero a punto de ser arrastrado al matadero,


diría que te ves bien.

Touka asintió, suspirando pesadamente.

—Bien, tomaré eso como un sí.

Touka se acercó al mostrador, descansando sus codos contra la madera y


arrebatando la taza de café que Nishiki estaba a punto de llevarse a la boca.
Bebió un sorbo, mientras la mano de Nishiki aun descansaba en el aire. La
observó de reojo, irritado.

—¿Por qué estás tan nerviosa? —replicó—. Es solo una cita.

—¿Te parece poca cosa? —respondió Touka, haciendo una mueca y esperando
que el sabor del café pudiera cambiar sus nervios—. Es la primera vez que
estaremos a solas luego de todo este tiempo. Ni siquiera sé que decirle, ¿de
qué vamos a hablar? Cada vez que nos vemos no sabemos qué demonios decir,
es incómodo.

Nishiki le arrebató la taza, acomodando sus lentes perezosamente.

—Yo te diré lo que sucederá —interrumpió, muy serio. A pesar de ser Nishiki,
durante un instante Touka puso atención a sus palabras—. Kaneki dirá algo
estúpido, como siempre. Tu te enfadaras y le patearás el trasero, como
siempre. Kaneki se sentirá culpable y te pedirá perdón, cómo siempre. Luego lo
perdonarás, como siempre, y todo regresará a la normalidad. Su relación es la
cosa más ridículamente predecible que he visto en mi vida, ya rompe con la
monotonía y dile que lo amas, imbécil.

Ella hizo una mueca, arrugando la nariz, y le arrebató la taza nuevamente.

—Cierra la boca, Nishiki de mierda.

Ambos voltearon el rostro al oír pasos acelerados acercándose por el pasillo


más cercano, y sus hombros dieron un respingo cuando Tsukiyama se presentó
dramáticamente frente a sus narices y de su boca dejó escapar un intenso
chillido de horror. Sus ojos estaban posados en Touka.

Incluso Hori apartó la mirada de su trabajo para observarle, confundida.

—¡¿Por qué demonios gritas?! —exclamó Nishiki, su mano posada sobre su


pecho debido al susto.

En ningún instante Tsukiyama apartó los ojos de Touka.

—¡¿Vas a usar… eso?! —dijo, y su mirada recorrió su atuendo de arriba abajo.

Un pánico atroz recorrió la espina dorsal de Touka. Se apartó del mostrador,


jadeando, observando su atuendo y luego a Nishiki, como si esperara que éste
hubiera mencionado algo al respecto antes.

—¿Qué pasa? ¿Qué tiene? —tartamudeó, mirando sus prendas, buscando algún
error—. ¿Está roto? ¿Tiene alguna mancha?

—¡Es horrible!

Touka entrecerró los ojos, apartando los ojos de su atuendo para dedicarle a
Tsukiyama una mirada de odio puro. Apretó los dientes, su corazón poco a poco
abandonando el susto provocado por ese imbécil esquizofrénico.

—Vete al demonio.

Se acercó al mostrador de nuevo, dispuesta a continuar bebiendo la taza de


café, sin embargo Tsukiyama se inclinó para tomarla del brazo.

—No puedes ir con eso, lo espantarás. ¡Dépêchez-vous! Tenemos que elegir


algo mejor —dijo, jalándola y esperando a que lo siguiera.
Nishiki arqueó las cejas, riendo, y Touka jadeó, intentando librarse de su
agarre, pero sorprendentemente las manos de modelo de Tsukiyama eran
fuertes.

—¡Qué demonios hac-

—¡Vamos, camina!

La sostuvo por los hombros, dirigiéndola por el pasillo con presunta rapidez.

—¡Tsukiyama, Kaneki estará aquí en menos de veinte minutos, no tengo


tiempo para-

—Stai zitto —interrumpió Tsukiyama, adentrándose en su desordenada


habitación para abrir el armario más cercano y comenzar a sacar prendas de
ropa por doquier. Blusas, jeans, bufandas, sostenes, bragas… Touka estuvo a
punto de desmayarse, en menos de dos minutos su habitación se había
convertido en una inmensa montaña de ropa por culpa de Tsukiyama.

—¡Tsukiyama! —replicó Touka nuevamente, terriblemente irritada.

Pero él parecía haber encontrado la solución.

—¡Voalá! —exclamó, tomando un pequeño vestido rojo de mangas largas,


arrojándolo hacia ella—. Usa esto.

Touka hizo una mueca cuando el vestido aterrizó sobre su rostro. Lo atrapó
torpemente, echándole un vistazo.

—¿A caso quieres que me muera de frío? ¡Está nevando!

¿Quién demonios usaría un vestido con semejante clima?

—No seas dramática. Ten, esto también —repuso, entregándole un suéter


negro y una bufanda—. Deberías considerar cambiar tu guardarropas de
inmediato, esto da pena. Te recomiendo visitar mi blog de moda, podrás
encontrar muchas c-

—¡No tengo tiempo para ver tu estúpido blog, pedazo de mierda!

Él arrugó el rostro, ofendido.

—Eres tan grosera. ¡Vamos, apresúrate, ve a cambiarte! —Tsukiyama la tomó


por los hombros nuevamente y la empujó hasta el cuarto de baño, cerrando la
puerta y esperándola en la entrada.

Touka suspiró, observando las ropas entre sus manos. Iba a arrepentirse de
esto, estaba segura. Rápidamente se quitó la ropa que llevaba puesta y se
calzó con el vestido rojo, el suéter y la bufanda. Era demasiado poco, el
invierno azotaba Tokio de manera voraz y presentía que la ligereza de su
atuendo iba a jugarle una mala pasada, además de ganarse las miradas
curiosas de la gente a su alrededor. ¿Quién en su sano juicio utilizaba un
vestido en invierno, dejando gran parte de sus piernas al descubierto, listas
para congelarse? Pero ya no tenía tiempo de cambiarse de nuevo, y no deseaba
hacer a Kaneki esperar. Luego de tres largos años, Touka debía asegurarse de
que ésta noche fuera perfecta.

Abandonó el cuarto de baño y suspiró cuando vio a Tsukiyama esperándola en


la entrada, recargado contra la pared más cercana. Lo ignoró, insegura,
caminando hacia el espejo de su habitación y se echó un vistazo, frunciendo el
ceño. Tsukiyama la siguió, sonriendo como un maniático.

—¡Te ves muy bien! —exclamó, colocando ambas manos sobre sus hombros.
Lucía como un hada madrina—. Aunque podrías verte mejor, of course, si
tuvieras ropa de… uh, mejor calidad, pero creo que-

—Voy a morirme de frío —replicó Touka, intentando bajar un poco el borde del
vestido para cubrir la mayor parte de sus piernas, pero no había caso.

—¡Deja de ser tan inexperta! —replicó Tsukiyama, ayudando a acomodar su


suéter—. Si tienes frío, es la excusa perfecta para que te entregue su chaqueta.
¿A caso no sabes nada sobre una cita?

Touka resopló, acomodando su bufanda.

—De todas maneras, ¿por qué estás ayudándome con esto? No es algo que tú
harías. De hecho, no me sorprendería si intentaras sabotear mi noche.

Tsukiyama alzó las cejas, jadeando, y llevó su mano a su corazón.

—¿Sabotear tu noche? ¿Por quién me tomas? Soy un hombre de honor, Touka.


Y me has ayudado, solo estoy haciendo mi parte.

—Como sea —replicó Touka, restándole importancia—. Alcánzame mis botas.

Él asintió, animado, y cuando se inclinó para tomar las botas que yacían junto a
la cama, la voz de Nishiki se oyó a lo lejos, gritando el nombre de Touka.
Ambos se paralizaron.

—¡Eh, Touka! ¡Kaneki ya está aquí!

Ambos, a la par, Touka y Tsukiyama, jadearon con sorpresa. Touka abrió los
ojos, desesperada, y correteó hacia donde estaban sus botas, intentando
colocárselas lo más pronto posible. Tsukiyama se acercó al espejo, acomodando
su cabello dramáticamente. Touka logró calzarse con sus botas, ajustando el
cierre e intentando mantener el equilibrio para no irse de boca hacia el suelo,
tal vez demasiado apresurada. Los nervios estaban carcomiendo sus entrañas.

—¡Touka! —exclamó Tsukiyama, volteándose—. ¡¿Cómo me veo?!

—¡¿A quién demonios le importa como te ves?! —replicó ella, empujándolo para
tomar su lugar frente al espejo—. Dios, mi cabello es un desastre.

Él asintió.

—Sí, definitivamente lo es.


Touka lo ignoró, haciéndolo a un lado, y con un suspiro exasperado tomó su
bolso y se dispuso a corretear hacia la cafetería. Tsukiyama, por supuesto, la
seguía, intentando igualar —o superar—su acelerado caminar. Cuando ambos
atravesaron la puerta y se encontraron a Kaneki hablando muy animadamente
con Nishiki a través del mostrador, Touka supo que el momento había llegado.
Ya no había vuelta atrás.

Como guiado por un imponente magnetismo, la informal conversación se


interrumpió cuando los ojos de Kaneki se posaron inmediatamente sobre
Touka. Él parpadeó, casi con conmoción, y un breve silencio se esparció dentro
de la cafetería :re. Nishiki continuaba hablando, mencionando algo sobre lo
sorprendente que era el verlo pisar la cafetería luego de semanas de ignorar a
Touka por completo, sobre lo egoísta que había sido al no sugerir llevarla con
ellos al karaoke días atrás y un atrevido "Touka está muy impaciente por esta
cita, ¿sabes? Ha estado hablando de ello todo el día…" que Touka habría callado
con un fuerte golpe en su estúpida cara si no fuera por la manera en que
Kaneki la estaba observando. La observaba de la manera en que merecen ser
contempladas las cosas que son hermosas, las cosas que requieren un tiempo
etéreo y determinado para ser contempladas, como si el tiempo estuviera
deteniéndose momentáneamente por el simple hecho de apreciar algo
agradable a la vista, como un magnetismo, una fuerza más poderosa que lo
que sucedía alrededor.

Nishiki hablaba, sin embargo sus palabras no tenían ningún sentido para
Kaneki. Sus ojos grises observaron a la muchacha parada frente a él, y las
semanas que pasó sin verla repentinamente se sintieron demasiado pesadas,
demasiado extensas, verla frente a él era como un respiro de aire nuevo, aire
fresco y puro para una vida demasiado agotadora. ¿Cómo había podido su
cuerpo—y su corazón—haber durado tantos días sin verla? Estaba ocupado, y
su mente se encontraba en un lugar demasiado lejano como para siquiera
encontrar el tiempo necesario para pasearse por la cafetería y conversar un
rato sobre temas triviales. Repentinamente se sintió nervioso.

— … y entonces creyó que su ropa estaba sucia y su expresión fue jodidamente


divertida, si me preguntas.

Ambos parpadearon, rompiendo la pequeña burbuja íntima en la que se


encontraban. Touka miró a Nishiki, horrorizada.

—¡Nish — Ah, Tsukiyama!

El cuerpo de Touka fue repentinamente estrellado contra la pared más cercana.


Tsukiyama la hizo a un lado y con una sonrisa brillante se detuvo frente a
Kaneki, colocando ambas manos en sus caderas.

—¡Te ves muy bien, Kaneki-kun! Veo que estás poniendo en práctica mis
consejos.

Touka gruñó, sobándose el hombro y caminando hacia el mostrador,


fulminando con la mirada al imbécil de Nishiki. Éste sonreía ampliamente.

—Oh, gracias, Tsukiyama-san —respondió Kaneki, sonriendo tímidamente y


rascando levemente la parte trasera de su cabeza.
Touka abrió la caja electrónica de la cafetería, buscando algo de dinero.

—¿Por qué dijiste esas cosas? Te odio —replicó Touka en voz baja.

Tsukiyama continuaba hablándole a Kaneki muy animadamente.

—No seas amargada, era necesario romper la tensión del momento. Me lo


agradecerás luego —susurró en respuesta.

Lo dudo, pensó Touka.

—Así que —Tsukiyama se apartó ligeramente de Kaneki, volteando el rostro


hacia Touka—. ¿A dónde irán?

—Veremos una película —respondió Kaneki—. Para ser honestos, hace años que
no voy a un cine.

Touka suspiró, caminando hasta colocarse junto a Kaneki. Miró a Nishiki con
aburrimiento.

—Sí, ¿cómo se llamaba la maldita película? Espero que sea buena, las entradas
fueron jodidamente costosas, ¿sabes?

Nishiki asintió, acomodando sus lentes y alzando un dedo animadamente.

—"La rebelión de los zombis mutantes", es una gran película, se los aseguro —
miró su reloj, alzando las cejas—. Deberían apresurarse, la función empieza en
media hora. Y sobre las entradas, yo fui quien las consiguió.

Touka se cruzó de brazos, jadeando con desprecio.

—Pero yo fui quien pagó por ellas, cuatro-ojos de mierda.

Tsukiyama y Kaneki viajaban sus miradas hacia Touka y Nishiki


constantemente, sumergidos en la discusión. Hori ni siquiera se inmutaba, su
concentración puesta absolutamente sobre su cámara fotográfica.

Nishiki arrugó el rostro.

—Eres tan tacaña.

—Y tú eres un engreído.

La conversación llegó a su fin cuando Nishiki dirigió sus ojos rápidamente hacia
Kaneki, sin intención de decir nada en lo absoluto. Touka creyó que continuaría
con la inútil disputa, pero los ojos de Nishiki distraídamente posados sobre
Kaneki captaron su atención. Frunció el ceño, confundida, y apartó la mirada
hacia él.

Kaneki estaba observándola fijamente. Por primera vez desde que llegó, Hori
apartó su atención de su cámara para observarlo también. Todos lo estaban
observando observándola a ella. Durante un instante Touka se sintió
terriblemente incómoda.
¿Por qué demonios la miraba de esa manera?

—¿Q-Qué pasa? —preguntó.

Kaneki vaciló, alzando su mano para tocar su propia frente.

—T-Tienes… tu pelo… —tartamudeó, y Touka supo que se refirió a ese rebelde


mechón que no parecía ser capaz de sujetar en ningún lado sin que regresara
hacia sus ojos nuevamente.

Touka alzó la mano, suspirando con la intención de apartarlo ella misma,


aunque sabía que volvería a desacomodarse nuevamente. Pero Kaneki la
sorprendió cuando también alzó su mano, obligando a bajar la suya propia, y
sus dedos se deslizaron por su frente suavemente, sosteniendo el mechón de
cabello y resguardándolo detrás de su oreja sin apartar su mirada de la suya. El
corazón de Touka se atascó en lo más profundo de su garganta, impidiéndole
respirar, y ambos jadearon cuando un intenso flash disparó directo hacia sus
caras.

Kaneki jadeó, confundido, y Touka quedó ciega durante varios segundos,


cubriéndose el rostro con la mano.

—¿Qué demon-

Hori mantenía la cámara alzada frente a su rostro, la bajó una vez que el flash
desapareció.

—Qué bonitos —dijo. Luego, se volteó como si nada hubiera sucedido, y


continuó cambiando los rollos de su cámara.

El incómodo silencio fue interrumpido por la risa de Nishiki.

—Hey, aún seguimos aquí, saben…

Touka hizo una mueca.

—Cierra la boca —se volteó, sosteniendo el brazo de Kaneki bruscamente para


jalarlo hacia la puerta—. Ya vámonos.

Sus mejillas se sentían más rojas que nunca.

Kaneki se dejó arrastrar por el insistente brazo de Touka, volteándose


ligeramente para despedirse de los demás con un ligero aleteo de manos.

—Nos vemos luego.

Nishiki asintió, descansando su mentón entre sus manos.

—¡Asegúrate de que no intenten comerte de nuevo en tu primera cita, idiota! —


gritó Nishiki antes de que la puerta se cerrara de un fuerte portazo gracias a
Touka.
—¡L-Lo tendré en mente! —vociferó Kaneki en respuesta, volteándose para
seguir a Touka a través de las calles de Tokio, sus siluetas desapareciendo
entre la oscuridad.

Sin embargo, Tsukiyama abrió ligeramente la puerta, recargándose contra el


borde, observando a Touka y a Kaneki alejándose por las calles, Touka soltando
su brazo una vez que supo que llevaba aferrándose a él por demasiado tiempo.
Sus labios se curvaron en una nostálgica sonrisa, y Nishiki abandonó el
mostrador para caminar hacia él, posándose a su lado. Siguió su mirada,
observando a Touka y Kaneki desaparecer luego de cruzar la calle. Sin
embargo, Tsukiyama continuaba mirando el lugar vacío que ambos habían
dejado. Nishiki frunció levemente el ceño, contemplando de reojo al hombre
alto que yacía junto a él.

—¿Qué sucede?

La mirada de Tsukiyama reflejaba cierta melancolía, sin embargo, el brillo en su


mirada era imborrable.

—Yo… —dijo en un susurro, y su voz se oyó tan sincera como una brisa de
verano—. De verdad espero que Kaneki se divierta esta noche.

Él más que nadie se lo merece, pensó Tsukiyama.

Nishiki resopló, sin saber qué otra cosa decir. No era propio de Tsukiyama ser
tan… sentimental.

—¿Vas a llorar?

Tsukiyama sonrió, suspirando profundamente. Se volteó, quedando cara a cara


frente a Nishiki, y colocó ambas manos sobre sus hombros. Nishiki se encogió
ante el contacto.

—Por supuesto que no. ¿Qué tal si me preparas un café y compartimos una
noche de chicos, Nishiki-kun? Podría hacerte una mascarilla facial, el estrés
está acabando con tu juventud.

Nishiki apartó sus manos rápidamente, asqueado.

—Ni hablar. Y si quieres un café, prepáralo tú mismo.

El muchacho se volteó, entrando en la cafetería, y Tsukiyama lo siguió con


impaciencia.

—¡Pero mis manos se arruinarán!

—o—

Touka nunca creyó que una simple noche de cine se convertiría en algo tan
incómodo.

El recorrido fue sencillo y sin preámbulos, las calles pobladas de nieve y las
luces festivas de una navidad pasada aún decoraban los edificios y negocios
principales de la ciudad, como si el tiempo se hubiera congelado en una
temporada que para todos se sintió un poco amarga. Los copos de nieve caían
sobre el cabello albino de Kaneki camuflando sus colores, y a Touka le hacía
gracia. Se preguntó que diría si se ofrecía a teñir su cabello, aún le parecía algo
descabellado que anduviera caminando por la ciudad tan tranquilamente sin
temor a que lo descubrieran.

Touka agradeció cuando finalmente llegaron a la sala de cine, para su suerte el


lugar no se encontraba demasiado lejos de la cafetería, y cuando entregaron las
entradas y se introdujeron dentro del establecimiento, Touka suspiró de placer
al sentir la calidez de los calefactores descongelar sus tiesas piernas, había sido
una pésima idea traer un vestido como este, y su mente ya comenzaba a
maquinar infinitas maneras para vengarse de Tsukiyama por haberla obligado a
usar esto. Sus ojos viajaban distraídamente hacia el resto de las personas
comprando bolsas de palomita y refrescos; su pecho no pudo evitar ser
sacudido por una pequeña oleada de envidia, preguntándose si las palomitas
eran tan deliciosas como todos mencionaban, por algo las compraban todo el
tiempo.

El verdadero martirio comenzó cuando entraron en la sala y la película


comenzó.

Touka nunca había deseado tanto matar a Nishiki como lo hacía ahora.

Para empezar, la sala de cine se encontraba completamente vacía a excepción


de una joven pareja de enamorados sentados frente a ellos besándose durante
casi toda la primera hora de la película, sus gigantes cabezas tapando gran
parte de la pantalla, el sonido de sus labios al chocar mezclado con los gritos
asesinos provenientes de los parlantes y todo se sentía demasiado absurdo e
irritante. La película también era una verdadera tontería y no dudaba en que
Nishiki la hubiera recomendado con tanto fervor, sin embargo la pareja frente a
ellos no parecían perturbados, tan sumergidos en su romance que estaban.

Zombis mutantes creados por un científico loco que deseaban liderar una
revolución y asesinar al presidente de los Estados Unidos. ¿Qué clase de bazofia
era esa? Kaneki ni siquiera parecía prestarle atención a la película y la situación
se volvía cada vez más absurda con el paso del tiempo. La sala de cine se
encontraba casi vacía y la mirada de Touka viajaba de la película hacia la boca
de ese par de extraños, frunciendo el ceño con repulsión ante las mil tonterías
amorosas que se susurraban entre beso y beso. Entre sus constantes miradas,
los ojos de Kaneki se toparon con los de Touka, sus bellos ojos resplandeciendo
bajo la oscuridad de la inmensa habitación, su cabello brillando más que nunca
gracias a las luces de la pantalla y durante un instante su corazón se detuvo,
aquellos dos extraños dejaron de existir y también la película frente a ellos, tan
solo fue ella.

Ella.

Quien maldecía por lo bajo intentando erguirse para tener una mejor visión de
la pantalla. Ella, quien suspiraba con nerviosismo y constantemente arrastraba
su mano hacia su frente para apartar ese rebelde mechón que se interponía
entre sus ojos. Ella, quien apartaba la vista rápidamente de la película cuando
una escena demasiado asquerosa se presentaba escandalosamente, fingiendo
no haberse asustado en lo absoluto. Cuando Kaneki se marchó de Anteiku años
atrás por un sin fin de cosas que en ese entonces Touka no comprendía,
destruyó su realidad por completo y entonces solo fueron ella y su cafetería,
ella y su soledad. Simplemente ella, cuando antes solían ser ambos.

Ambos. Promesas susurradas bajo una noche demasiado lejana que Touka ya
no se molestaba en buscar,

No me dejen sola.

No lo haré.

y noches en donde su cama se sentía demasiado fría, preguntándose si a diez


mil kilómetros de distancia Kaneki llegó a sentir lo mismo alguna vez. Quería
creerlo. Quería creer que continuó pensando en ella incluso luego de ese
terrible debo volverme fuerte—porque jamás fue un quiero, un deseo, o un te
odio, o un adiós. Debo, debo, debo, un muchacho perdido manipulado por las
circunstancias de su vida. Quería creer que su corazón también palpitó las
letras de su nombre (ka-ne-ki) como tantas veces lo había hecho el suyo.
Quería creer que su frialdad también habían sido absurdas maneras de intentar
olvidarla, porque ni siquiera ese muchacho llamado Rio o la infinidad de
muchachos que intentaron pretenderla parecían ser suficientes para llenar el
vacío que Kaneki dejó cuando se marchó años atrás.

Comenzaron una canción que sabían de memoria pero nunca cantaron y ahora
se quemaba dentro de sus pulmones día a día.

Kaneki mantenía sus ojos levemente posados sobre su rostro, y Touka ignoraba
completamente el hecho de que Kaneki estaba, probablemente, pensando
exactamente lo mismo que ella. No comprendía como era posible recordar tanto
solo con mirarla durante unos pocos segundos. Pero así era Touka. Tan bonita y
sencilla por fuera, tan profunda y compleja en su interior. Como el cielo
nublado, donde las estrellas se escondían temerosas detrás de las nubes pero
que al despejar los cielos podías encontrar galaxias enteras, constelaciones
infinitas que se unían para crear algo perfecto.

Touka le dedicó una última mirada a la pareja de enamorados, dubitativa, y


luego a él. Kaneki mantenía su cabeza recargada contra el respaldo, y su pecho
dio un vuelco al notar que estaba observándola. Entonces rió. Apartó el rostro
con sus mejillas ardientes y sus perfectos hoyuelos que no habían cambiado en
lo absoluto y agachó la cabeza mientras sus hombros daban ligeras sacudidas.
Volvió a mirarlo. Él también rió.

No con tanta emoción como ella, pero sus labios se curvaron en una extraña
mueca que Kaneki supo fue una sonrisa—ese tipo de sonrisas demasiado
extrañas, demasiado Kaneki—y la situación se tornó aún más absurda.
Entonces él supo, involuntariamente o no, que ambos ya no tenían nada que
hacer ahí. Con sus labios Kaneki gesticuló un inocultable ¿quieres irte? que
Touka supo debió pensar con detenimiento, permanecer quieta y evaluar todas
sus opciones. Tal vez no era una buena idea, ¿qué sucedería una vez que
estuvieran a solas? ¿De qué hablarían? Tal vez sería mejor que-

Sí.
Guiada por un impulso, Touka asintió perezosamente con la cabeza y vio alivio
en la mirada de Kaneki. Tal vez temía que se negara, tal vez temía que lo
enviara al demonio por invitarla a salir después de semanas sin haberse pasado
por la cafetería, tal vez, tal vez, tal vez. En ese instante Kaneki deseó poder
leer su mente aunque fuera una vez. Abandonaron la sala de cine con descaro y
Touka volvió a sentir esa chispa de adrenalina que sentía cada vez que él
estaba a su lado, esa sensación de estar haciendo algo terriblemente malo que
en realidad era increíblemente bueno.

Las calles se encontraban vacías y aunque el cielo permanecía nublado para


Touka era el escenario perfecto, casi como en los viejos tiempos.

—Ésta es la última vez que dejo que Nishiki me recomiende una película, es
como si lo hubiera hecho a propósito —se quejó Touka, apenada, mientras
caminaban en silencio por las calles de la ciudad. Suspiró, cruzándose de
brazos—. Lo siento…

Quería que fuera diferente, pensó.

Kaneki sonrió, mirando sus pies al caminar.

—Está bien, de todas formas fue gracioso. Creo que la película era tan mala
que la sala se encontraba casi vacía.

Touka gruñó por lo bajo. Jodido Nishiki.

Hizo una mueca, insegura.

—Pues… —comenzó, temiendo lo peor—. ¿Ahora qué?

¿Qué tal si la cita concluía aquí? ¿Qué tal si Kaneki decía "será mejor que
regresemos" y días después lo sucedido quedaría en el pasado, casi olvidado?
Touka no quería marcharse aún, ni siquiera habían terminado de ver la película,
ni siquiera habían pasado dos horas desde que la cita comenzó, no quería que
acabara tan pronto. Sin embargo, no se le ocurría ninguna otra cosa que
pudieran hacer. ¿Ir a cenar? Eran ghouls. ¿Patinar? Dudaba que ambos
quisieran hacer eso. La tensión e incomodidad era más que latente, miradas de
reojo que regresaban rápidamente a su lugar y palabras atascadas en la lengua
que ninguno de los dos se animaba a decir. Demasiadas cosas habían sucedido
entre ambos como para esperar poder pasar un agradable momento juntos sin
recordarlas, sin traerlas a flote otra vez. El pasado no podía ser ignorado,
especialmente cuando sentía que Kaneki había comenzado a evadir su
compañía otra vez; sin embargo, Kaneki la sorprendió con un leve
encogimiento de hombros, sonriendo suavemente.

—Vayamos por café. ¿No tienes frío?

Así que Kaneki deseaba continuar con la cita también. No la había finalizado, no
se había quedado sin palabras. Kaneki deseaba continuar.

Touka parpadeó, mirando a su alrededor. Sus labios temblaban.

—U-Uh, pues-
Su cuerpo dio un respingo cuando repentinamente sintió algo pesado y cálido
caer sobre sus hombros. Touka se sobresaltó, volteándose ligeramente hacia
Kaneki para notar que ya no traía puesta su chaqueta marrón, ésta ahora caía
sobre sus propios hombros cubriendo la delicada piel expuesta a causa de su
vestido. Lo observó con cuidado acomodar los bordes de la chaqueta sobre sus
hombros, y él no pareció intimidado a la hora de regresarle la mirada, tan alto
y serio que se veía. Y guapo. Ahora más que antes. Menos niño, más hombre.

Kaneki guardó sus manos en sus bolsillos y continuó caminando como si nada,
mirando hacia delante.

Kaneki le había entregado su chaqueta.

Tsukiyama tenía razón.

Internamente, Touka abrió los ojos y jadeó.

¿Cómo pudo ese idiota tener razón?

Kaneki continuó hablando tranquilamente, pero Touka no dejaba de pensar en


el hecho de que la chaqueta de Kaneki se encontraba sobre sus hombros, su
aroma a café y soledad bañando cada uno de sus poros, el mismo intenso
aroma que recordaba, vivo a pesar de los años.

—Oí que inauguraron una nueva cafetería cerca de aquí, dicen que es popular
—dijo él, dándole la espalda mientras continuaba caminando—. Demos una
vuelta y probemos a ver si el café es tan bueno como el tuyo, aunque lo dudo.

Touka tocó ligeramente con los dedos la tela de la chaqueta, dejando escapar
un profundo suspiro. Aún le costaba creer que esto en verdad estaba
sucediendo. Sin decir nada más, Touka comenzó a seguirlo en silencio. Kaneki
caminaba varios pasos más adelantados que ella, cada uno sumergido en sus
propios pensamientos, tal vez pensando y planeando las palabras adecuadas
que dirían luego, aunque Touka no tenía la menor idea de qué decir.

Poco a poco comenzó a notar que la nieve bajo ellos era abundante y estaba
repleta de las huellas que Kaneki dejaba atrás con cada una de sus pisadas. La
silueta de sus pies eran mucho más grandes que las suyas, pasos alargados e
igual de lentos que los de ella. Ladeando el rostro, Touka comenzó a pisar sus
huellas, sus pies enterrándose en la profunda silueta de sus pisadas, una por
una, caminando el mismo sendero que él. Continuó de aquella manera durante
largos minutos, y como Kaneki no oía absolutamente nada, lentamente se
volteó sin dejar de caminar; la imagen de Touka extremadamente concentrada
en pisar sus huellas le hizo sonreír, ella ni siquiera notaba que él estaba
mirándola.

Kaneki se volteó, y con una sonrisa traviesa comenzó a dar pasos muchísimo
más alargados y pesados, como el paso de un gigante. Touka hizo una mueca
al notar que el espacio entre las huellas era cada vez más grande, intentó
llenarlas, pero sus piernas no eran tan largas y su estatura tampoco, por lo que
cuando estiró su pie para alcanzar la huella más lejana, tropezó ligeramente,
jadeando, sin embargo los reflejos de Kaneki eran demasiado agudos. Se volteó
casi inmediatamente y sostuvo su mano, ayudándola a estabilizarse. Touka
parpadeó, pisando de nuevo, y notó la frialdad de su piel contra la suya, sus
dedos aferrándose alrededor de su mano para evitar que cayera. Alzó la
mirada, temblando y no a causa del frío. Kaneki observó sus ojos y cuando
éstos se posaron momentáneamente sobre sus labios, Touka apartó su mano
de la suya instintivamente, irguiéndose y recuperando la compostura.

—Y, b-bueno… —empezó ella, acomodando la pesada chaqueta sobre sus


hombros de nuevo—, ¿dónde queda esa dichosa cafet-

—Touka-chan.

Touka contuvo un profundo suspiro por la manera en que su voz susurraba su


nombre. Nunca iba a acostumbrarse a ello. Jamás.

Pero Kaneki no la observaba. Mantenía sus ojos fijos en un puto exacto sobre el
suelo, lucía pensativo.

—¿Si? —inquirió ella, insegura.

Tal vez no quería ir a la cafetería. Tal vez quería marcharse a casa, tal vez-

—¿Estás enojada conmigo?

Aquella pregunta le tomó por sorpresa. El silencio reinó sobre la calle, los copos
de nieve cayendo sobre ellos lentamente, y Touka notó que los árboles
desnudos a su alrededor estaban decorados con un montón de luces navideñas
perfectamente enroscadas alrededor de las ramas. Era una vista demasiado
hermosa, y la silueta de Kaneki se veía perfecta bajo las luces.

Ella negó con la cabeza, pero el tono de su voz se oyó demasiado decepcionado
como para que Kaneki le creyera.

—Claro que no —dijo, suspirando—. ¿Por qué habría de estarlo?

—Se que no he ido a la cafetería recientemente —agregó Kaneki rápidamente—


. He… estado muy ocupado, y aunque Nishiki y Tsukiyama han estado conmigo,
solo me han estado ayudando con todo lo demás, lo del karaoke solo fue un-

—Kaneki —interrumpió ella, cruzándose de brazos a causa del frío—. Yo


también he estado ocupada, ¿vale? No necesitas dar explicaciones. Además, no
es como si hubiera pasado el resto de la semana sentada frente al mostrador
esperando por que te aparecieras en la cafetería…

Vaya mentira más grande, pensó. Durante un instante se arrepintió de decir


aquello último, pues Kaneki alzó la mirada hacia ella nuevamente.

Touka hizo una mueca.

—Q-Quiero decir —joder, joder, joder—, no es que no q-quisiera verte, pero


tampoco estaba desesperada por hacerlo, no tienes que visitar la cafetería
todos los días si no quieres…
—Quiero hacerlo —dijo, sus ojos flameaban con una llama sin nombre—. Pero…
las cosas están complicadas ahora.

Ella asintió, la decepción lentamente devorando sus entrañas.

—Lo sé —admitió—. Todo es complicado ahora.

—Lo siento —Kaneki se disculpó, apartando la mirada de nuevo—. Yo… cuando


dije que regresaría… no creí que sería de esta manera, trayendo más
problemas. Creí que sería como antes.

Touka contuvo el impulso de cerrar los ojos. Sus palabras dolían.

—Pero estás aquí. Eso es lo que importa.

Kaneki no respondió aquello último, abriendo paso a un silencio abrumador. Los


ojos de Touka se posaron sobre sus propios pies, pensando en todos esos días
que pasó observando por la ventana, la emoción que sentía al ver a Nishiki
entrar por la puerta de la cafetería, una emoción que se desvanecía al notar
que Kaneki no lo acompañaba. Otra vez. Touka llegó a pensar que había
comenzado a ignorarla de nuevo, a evitar su presencia cada vez que podía, sin
embargo, ¿por qué la había invitado a una cita entonces? ¿Por qué solo los dos,
sin traer a ninguno de los demás con ellos? Podría haber traído a Hinami, o
incluso a Yomo, pero había llegado completamente solo. Él deseaba estar a
solas con ella.

Pero, ¿cuál era la verdadera razón?

Touka alzó la mirada suavemente y lo encontró contemplando la decoración de


los árboles con una pequeña sonrisa nostálgica, sus manos resguardadas en los
bolsillos de sus pantalones. Kaneki notó que lo miraba, así que habló.

—Siempre me han gustado las decoraciones navideñas —comentó, sus ojos


deslizándose por las luces de los árboles. Sus pupilas brillaban como dos
luciérnagas—. Se ven bien.

Ella lo imitó, contemplando los árboles al igual que él, sin saber qué otra cosa
hacer.

—Mmmh…

El suspiro de Kaneki lo cambió todo.

—Sabes —dijo, y Touka lo miró. Él sonreía amablemente—, la navidad pasada…


pensé en ti.

Touka se tensó.

—Cuando aún no tenía mis recuerdos —aclaró, sus ojos sumergidos en una
memoria antigua—. Me pregunté qué estaría haciendo la camarera de la
cafetería :re. Pensé que tal vez estarías en una cita, creo que me pareciste el
tipo de chica que estaría en una cita la noche de navidad.
Ella sonrió un poco, conteniendo sus emociones.

Había pensado en ella.

Aún cuando ni siquiera sabía quien era, Kaneki pensó en ella.

—Claro que no —negó ella, apartando la vista de las luces navideñas—. Las
citas no son lo mío, suelo arrastrar a los chicos a asquerosas salas de cine para
ver películas aburridas.

Kaneki sonrió ampliamente, inclinando el rostro para encontrar su mirada.


Ambos se sonrieron, y fue la sonrisa más sincera que compartieron en mucho
tiempo. Touka se preguntó si podría verlo sonreír así siempre.

—La primera vez que te vi en :re, yo… —comenzó, y la forma en la que


cuidadosamente comenzó a elegir sus palabras logró que su piel se erizara
incluso si cargaba su chaqueta sobre sus hombros. Su corazón latió demasiado
deprisa—, cuando te vi y luego probé tu café… aunque yo no lo sabía, creo que
una parte de mi sí lo supo. Supe que eras tú, y que estabas viva y a salvo.

Las manos de Touka temblaron, y sus labios se curvaron en una emotiva y


diminuta sonrisa. El viento no soplaba con fuerza a su alrededor, sin embargo
podía sentir sus ojos arder. Oírlo hablar de esa manera era algo que había
esperado durante años. Verdades. Porque la última vez que se vieron allí en el
puente, todo lo que Kaneki hizo fue mentir. Mentir para protegerla, mentir para
mantenerla a salvo, sin embargo ahora sus ojos no reflejaban otra cosa más
que honestidad, sus manos no viajaban hacia su barbilla, ya no había nada
entre ambos que pudiera generar más mentiras.

Ya no más.

—Yo también supe que eras tú.

Los ojos de Kaneki brillaron y no a causa del reflejo de las luces navideñas.

—Bueno —dijo Touka, mirando a su alrededor—. Vayamos a la cafetería.

Touka se apartó de Kaneki y comenzó a caminar, dispuesta a cruzar la calle


aprovechando que no había ningún auto a su alrededor. Bajó la acera con la
intención de cruzar hacia el otro lado y esperando que Kaneki la siguiera, sin
embargo, se sorprendió al notar la manera en que Kaneki detuvo su caminata
tomándola desprevenidamente por el brazo. Touka se volteó, confundida, y el
rostro de Kaneki lucía realmente desesperado, como si quisiera decir algo,
como si hubiera olvidado decir algo extremadamente importante.

Kaneki continuaba observándola de manera insistente, casi dudando, y Touka


partió sus labios con la intención de preguntar. ¿Por qué demonios la miraba de
esa manera? ¿Y por qué no soltaba su brazo? Intentó hablar, intentó que sus
labios formularan cualquier tipo de pregunta, pero las palabras no formaron
sonido alguno cuando notó los ojos de Kaneki contemplando sus labios.

Se paralizó por completo.


¿A caso…? ¿A caso él…? N

Con un pequeño suspiro, Kaneki se inclinó hacia sus labios sin ningún tipo de
advertencia previa, ni siquiera pareció dudarlo, simplemente lo hizo.

Touka se sonrojó, jadeando, y antes de que los labios de Kaneki alcanzaran los
suyos, ella dirigió su mano rápidamente hacia su boca, sus dedos cubriendo la
piel sensible y obligando a Kaneki a detenerse frente a ella. Los ojos de Touka
estaban abiertos de par en par.

—Qué estás haciendo, idiota —replicó por detrás de sus dedos que aún
presionaban contra su boca.

Sus palabras se oyeron demasiado apresuradas y Kaneki no pudo evitar sonreír


un poco.

Él suspiró, sin dejar de observar su mano cubrir su boca.

—No lo sé —fue lo único que dijo.

Entonces besó su mano.

Kaneki se inclinó y sus labios descansaron suavemente contra los dedos de


Touka que separaban sus labios de Kaneki, una pequeña barrera que no fue lo
suficientemente poderosa para que Kaneki se acobardara. La presión de sus
labios contra sus dedos fue demasiado cálida, y todo el frío que había sentido
horas antes se evaporó por completo. Sus propios dedos se veían atrapados
entre sus bocas, y a pesar de que los labios de Kaneki no estaban en contacto
con los suyos, pudo sentir el calor atravesar su piel hasta su estómago, el cual
saltaba y se sacudía con furia.

Los cabellos blancos de Kaneki se infiltraban entre sus ojos cerrados, la


cercanía de su nariz rozando la suya… jamás creyó que llegaría a estar tan
cerca de Kaneki antes, cuando pasaron más de tres años separados.

Finalmente Kaneki se apartó, pero solo un poco, solo lo suficiente para esperar
pacientemente a que Touka se rindiera y quitara su mano del medio. Cuando
Kaneki se apartó, el corazón de Touka dio un intenso vuelco cuando él sonrió.
Sus labios se curvaron en una tímida sonrisa, en un "mira lo que hecho, Touka-
chan", el tipo de sonrisa estúpida que puso cuando Touka halagó su primer
café, la única vez en la que ella se permitió felicitarlo por algo tan simple como
eso. Poco a poco Touka apartó su mano, conmocionada, deseando más.

Porque Touka estaría mintiéndose a sí misma si negara que aquél beso le había
molestado. La había tomado por sorpresa, y jamás habría pensado que Kaneki
sería el primero en dar el primer paso. Ambos conocían el tipo de relación que
tenían y Touka siempre supo que había algo más, pero las circunstancias eran
demasiado crueles con ambos y poco a poco las esperanzas de Touka decaían,
pero ahí estaba él nuevamente, tres años después, para recordarle que no todo
estaba perdido. Ambos no habían muerto.

Esto aún no se había terminado.


Kaneki se sentía más nervioso que nunca, y cuando Touka quitó su mano de
sus labios una increíble sensación de desahogo lo rodeó. Si quitó su mano,
significaba que tenía su aprobación. Tomó una bocanada de aire, sus manos
temblando estrepitosamente cuando los labios de Touka se curvaron en una
nostálgica y tierna y conmovedora sonrisa, con sus ojos brillosos que
amenazaban una pequeña lágrima y Kaneki supo que éste era el momento, era
ahora o nunca, y lo deseaba más que a cualquier otra cosa en el mundo.

Se inclinó un poco más, sus frentes poco a poco uniéndose con delicadeza…
Kaneki ya no podía controlar los pensamientos que nublaban su mente, su
perfume a vainilla confundían cada uno de sus sentidos, y por primera vez
Kaneki supo que hacía lo correcto. Se inclinó un poco mas, ladeando el rostro, y
Touka cerró los ojos con anticipación cuando los labios de Kaneki descansaron
sobre los suyos. Kaneki abrió su boca, atrapando sus labios en una firme y
lenta caricia; se apartó de nuevo, respirando con dificultad como si no pudiera
creer lo que hizo. Ambos observando los labios de cada uno con sus frentes
unidas, y Kaneki continuó. Volvió a ladear el rostro y juntó sus labios con los
suyos de nuevo, esta vez dirigió su mano hacia su cintura para atraerla cerca,
encerrarla entre sus brazos y profundizar el contacto.

Esta vez su lengua acarició su labio inferior, logrando que Touka desprendiera
un intenso suspiro que nubló sus sentidos por completo. Sus labios se sentían
fríos y suaves, sus brazos a su alrededor se sentían como un hogar, el pequeño
sitio que por tanto tiempo intentó alcanzar, y ahora lo había encontrado. Lo
había encontrado. Alzó su mano y la punta de sus dedos trazaron una tierna
caricia sobre su mentón, obligándolo a intensificar el beso, su cálido aliento a
menta tiñendo su piel cuando abrió su boca, la suavidad de su lengua al atrapar
la suya, la caricia de su nariz provocando cosquillas en su piel. "Touka", susurra
lentamente contra su boca, cada letra de su nombre saboreada entre sus labios
de la manera en que un rey rinde honores a su reina.

Cuando Kaneki se apartó, solamente sus labios fueron los que la abandonaron.
Sus brazos aún continuaban firmemente aferrados a su alrededor, su frente
seguía descansando contra la suya, pero sus ojos estaban cerrados. Touka
abrió los suyos, acariciando su mejilla, y Kaneki dejó escapar un profundo
suspiro, sonriendo.

Su sonrisa era preciosa, aún más con sus ojos cerrados.

—No sabes por cuanto tiempo he deseado hacer esto —admitió Kaneki, dejando
caer de su espalda un enorme peso.

Touka jadeó, riendo.

—Eres un completo idiota, Bakaneki.

La risa de Kaneki llenó las calles de Tokio con vida.

—o—

Cuando Touka regresó a :re muy tarde en la noche, se sorprendió de encontrar


una de las luces encendidas.
Con una sonrisa estúpida y la chaqueta de Kaneki aún aferrada sobre su
espalda, Touka cerró la puerta y alzó las cejas al encontrarse a Yomo bebiendo
un café en completo silencio, sentado detrás del mostrador con un libro sobre la
mesa.

—Oh, Yomo —saludó, sonriente—. ¿Qué haces despierto a esta hora?

Él frunció un poco el ceño, desconfiado.

—¿Por qué llegas tan tarde? Estaba esperándote, me preocupé.

Touka rió, caminando perezosamente.

—No estaba sola, viejo gruñón. Ya estoy aquí, mejor vete a dormir —dijo,
avanzando hacia el pasillo camino a su habitación. Se detuvo, mirando a su
alrededor—. Por cierto, ¿dónde está Nishiki?

Yomo suspiró, cerrando su libro.

—Él y Tsukiyama se marcharon para llevar a Hori a su casa, aún no han


regresado.

—Oh, bueno, si lo ves, dile le doy las gracias por lo de hoy —dijo, avanzando
por el pasillo y oyendo la voz lejana de Yomo venir desde la cafetería.

—¡Por cierto! —gritó antes de que Touka llegara a su habitación—. ¡¿Cómo te


fue con Ken?!

Touka sonrió, volteándose para gritar en respuesta.

—¡Te lo contaré mañana, tío!

Rió, imaginando la avergonzada expresión de Yomo.

—¡H-Hey!

Cuando Touka cerró la puerta de su habitación y se vistió con su pijama, notó


algo curioso yaciendo por encima de su almohada. Se sentó sobre su cama,
inclinándose, y sobre ésta encontró la pequeña foto que Hori había tomado
horas atrás cuando Kaneki llegó a la cafetería. La tomó entre sus manos, su
corazón palpitando furiosamente ante la escena plasmada en la fotografía:
Kaneki frente a ella, ambos mirándose a los ojos, mientras él sostenía el
mechón de cabello por detrás de su oreja. Sonrió, dejándose caer sobre su
cama con la foto presionada contra su pecho.

—Sabía que regresarías, Kaneki —susurró con sus ojos cerrados.

Ella tenía fe en él.

Hace mucho que quería escribir esto, pero me había estancado y no pude
continuarlo. Pero el último capítulo me inspiró así que heme a aquí(?)
Quise plasmar un poco esa nostalgia de Tsukiyama, el que a pesar de que ame
a Kaneki como algo más, se siente bien al saber que Kaneki es feliz con Touka
(?) y esas cosas, lmao.

Bless Nishiki.

¿Reviews? :o

—Mel.

peek-a-boo
By: pfeffersteak
AU. Esto es de lo que las pesadillas están hechas. O, Touka tiene un fetiche con
los chicos muertos y Ken es un monstruo precioso. *Dark!Fic*
Rated: Fiction T - Spanish - Friendship/Horror - [Kaneki K./Haise S., Touka K.]
- Words: 5,233 - Reviews: 4 - Favs: 4 - Follows: 6 - Published: Nov 8 - id:
12225152
+ -

Renuncia: todo de Sui Ishida.

Prompt: 001. Desencanto [Tabla "Angst"; minutitos]

Dedicatoria: para Misadere bc reasons. Algún día haré un Cyberpunk e igual


te lo regalaré (L)

Nota: horror chafa más Touken más fantasía mediocre igual a esta cosa (?)
advierto otras parejas y angst~

Nota2: ya lo había publicado, decidí borrarlo para hacer los capítulos más
extensos y ahora lo vuelvo a re-subir (aclaro para que sepáis que soy yo, todo
es nuevo a partir del iv). Probablemente me tome nueve vidas terminar esto
pero juro que lo continuaré ´u` edit 09/11/16: el feedback motiva siempre, no
lo olviden por favor! (rws o favs son gratamente recibidos y evitan que cometa
la estupidez de eliminarlo de nuevo, i swear). Me siento más motivada a
continuar si hay alguien del otro lado de la pantalla a quien le interesa

Nota3: la imagen de portada pertenece a neimana

"Creeping up the backstairs


Slinking into dark stalls
Shapeless and slumped in bathchairs
Furtive eyes peep out of holes..."

peek-a-boo; Siouxsie and the banshees.

I. Dulce infancia
(Hay una niña).

Tiene cabellos de madre selva y ojos enormes de aceituna podrida, con sonrisa
de piraña y garras recubiertas en plumas, piel de leche cortada tan blanca y un
vestido de holanes con adornos de insectos que pululan de aquí para allá.

(Hay una niña).

Le habla a las plantas y éstas le responden, para su sorpresa, la de él. ¿Aunque


por qué habría de sorprenderse, con honestidad? Todo en ella grita: ESPECIAL.
Y él es algo más rallando a lo común, con pelo de alas de cuervo cortadas, ojos
de cemento y un aire de debilidad vulnerable. Pero, pero, pero ya no más.

(Hay una niña).

Vive en la casa enfrente de la suya, y juega con él en las tardes solitarias,


arañándole las esperanzas y prometiéndole dulces fantasías entre risas
desdeñosas. Él se embelesa con ella porque es mágica y muy bonita y no tiene
ningún otro amigo —Mamá es demasiado exigente y los ahuyenta a todos,
excepto ella, claro está—.

(Hay una niña).

Cuando Mamá se frustra por los pagos y por las deudas y llega cansada de sus
trabajos de doble turno y se enfada con él y le da una cachetada en la mejilla y
luego un golpe en la nariz y un puntapié en el estómago, chillando (basta Mamá
me lastimas) y él llora, es ella quien le pone pomada y venditas después. Y
también es ella quien dice que qué injusto, que su madre no tiene derecho, que
si le da algo a cambio ella puede hacer que Mamá desaparezca para siempre.

(Hay una niña).

Y él es lo suficientemente ingenuo y desesperado como para acceder a su


oferta. Ella le pide que hagan un pacto con sangre, de esos que no se rompen
jamás. Él trae unas tijeras y se abre la palma, y luego ella lo imita, y chorrea la
sangre caliente de los dos; se dan un apretón de manos. —Ya no puede dar
marcha atrás—. Ella sonríe.

(Hay una niña).

Al día siguiente Mamá muere cuando un animal rabioso con espuma en la boca
y mirada de vidrio la ataca y le desgarra la carne, en la acera, a la salida de su
trabajo, —salió de la nada, pobre mujer, comentan apenadas las masas. Y él se
queda solo. Y es feliz un instante. Pero entonces–

(Hay una niña).

Ella viene una noche lluviosa y toca su puerta y él abre. Ella le dice que ha
cumplido su parte del trato y que es hora de que él le dé algo que ella quiere.
Una cosa de nada, ah-ah, ni siquiera la extrañaras que-ri-do. Él tiene sus
dudas. Ella le recuerda que hicieron una promesa. Él acepta. Y las sombras se
lo tragan, nadie lo escucha gritar auxilio.
Porque la cosa que le quita a él es...

Craaaaaaaaaaaaaaaaaackkkkkkkkkkk.

Más de pronto no hay nadie en esa casa. Nadie que esté vivo.

(sigue habiendo una niña).

Y ella se ríe, se ríe, se ríe.

II. Conejos negros

— Touka, no asomes la cabeza por la ventana. Te la van a cortar.

Touka suelta un bufido ante el regaño de su tío Yomo y a pesar de todo sigue
asomándose por la ventana del auto. En el asiento contiguo Ayato se ríe entre
dientes y por lo bajo, con disimulo.

— Qué rebelde hermana —musita él con desdén—. Me gustan las chicas


rebeldes.

— Cállate Ayato —contesta de mal humor. Él frunce el ceño y le enseña la


lengua en un impulso infantil. Ella le propicia una débil patada. Y el tío Yomo los
observa con ojos desaprobatorios mientras continúa conduciendo en el asiento
delantero. Touka se siente un poquito culpable pero no deja su actitud. Es
rebelde como cualquiera de dieciséis, no puede evitarlo. Y Ayato la saca tanto
de quicio– como que le digan qué debe y no debe hacer—. No me importa si
pierdo la cabeza Yomo —comenta tras un rato. Sólo entonces deja de
asomarse.

— Sí, una cabeza más, una cabeza menos, qué más da —prosigue Ayato—. Ni
que fuese la primera Kirishima que se muere.

Ante eso Touka aprieta los puños y el tío Yomo emplea más fuerza en el
volante.

— Ayato —advierte Touka. Él la reta con la mirada.

— Basta. Los dos, compórtense.

O es que desean asistir a terapia otros dos años, la advertencia va implícita en


el tono que el tío Yomo emplea al hablar. Ambos suspiran exasperados y cesa
la pelea. No es como si en realidad les gustara discutir el uno con el otro. Touka
quiere a Ayato, y en cuanto a Ayato... bueno, tal vez él no la odia, mucho.

Con Ayato nunca se sabe porque es muy áspero con todos. Sobre todo desde el
accidente de sus padres.

Touka aún se acuerda.

(—El asesino serial más conocido como Jason volvió a atacar el día de hoy, las
víctimas desafortunadas fueron una pareja, Arata y Hikari Kirishima, quienes
volvían de dejar a la escuela a sus hijos kkkkkckkkkkkkk... la custodia de
ambos niños ha quedado a cargo del pariente más cercano, el hermano de
Hikari Kirishima, Yomo Renji kkkcckkkkkk... se les recuerda que salgan con
precaución a la calle porque Jason y la pandilla que le sigue Los Trajes Blancos
continúan sueltos y son en extremo peligrosos... kkkcckkkkkk, en otras
noticias...)

Sí, sí, una palmadita en el hombro. Un «lástima, fueron buenas personas, y


adiós».

Como si Touka no tuviese suficiente con la hipocresía del mundo moderno.

— ¿Falta mucho para que lleguemos, viejo? —Inquiere Ayato. Touka parpadea.
La vista monótona de edificios, tiendas y parques ya ha empezado a aburrirla.

— En un minuto llegaremos —responde con seriedad, tan característica en él.

Ayato hace un ruido en señal de asentimiento y vuelve a sumirse en su lectura


de El Cuervo, ignorándolos a ella y al tío Yomo. Touka bufa otra vez.

Se vuelve a preguntar por millonésima vez por qué han tenido que mudarse a
otra ciudad. Por supuesto, ella es indisciplinada y la expulsan de todas las
escuelas a las que va, y Ayato tiene sus propios problemas.

(— Dime hijo, qué ves en esta mancha.

— Dígame señor, ¿está usted ciego o qué? quizás necesita comprarse unos
lentes).

Y el psicólogo les sugirió que cambiar de aires les ayudaría. Que vivir en una
ciudad distinta donde sus padres no hubiesen sido asesinados era lo mejor.
Pero–

Nos toca empezar de cero, y ya está, es todo.

Igual la frustra.

Ya no son unos niños pequeños. Son capaces de cuidarse por sí mismos.

— ¿Puedes repetirme cómo es la casa que compraste a un precio casi ridículo?


—Pide ella, esperando no sonar tan insolente.

— Sí, seguro que como salió tan barata ha de estar cayéndose a pedazos —
añade Ayato, aún concentrado en su lectura.

El tío Yomo suspira, en algo como resignación.

— Ya la verán, es bonita, y no se cae a pedazos.

— Ah ya —contesta Touka, incrédula. Juguetea con sus manos e insulta el


hecho de que sus audífonos hayan dejado de funcionar. Tendrá que comprarse
unos nuevos. Además, y contrario a Ayato, ella detesta la lectura. Así que no
tiene nada con qué entretenerse.
Maldita sea.

Sus pensamientos se ven suspendidos cuando el tío Yomo va deteniendo el


auto lentamente y apaga el motor. Tanto ella como Ayato alzan la vista con
curiosidad. Están estacionados enfrente de una casa, que parecería mansión de
no estar construida con concreto. No es enorme ni muy vistosa, tampoco
decadente o espeluznante, sólo luce normal, pero tiene cierto aire desolado. El
jardín necesita una buena podada, porque parece una jungla además. La
inquieta.

— ¿Es aquí? —Pregunta Ayato—. Luce horrible, parece que alguien hubiese
muerto dentro.

— Ayato —llama el tío Yomo.

— No, no —interrumpe Touka—. Me agrada, va con nuestro estilo.

— ¿Estilo, qué estilo? ¿El de un cadáver?

— El estilo de alguien que únicamente lee a Edgar Allan Poe y a Lovecraft —


dice ella, Ayato se pone colorado y replica con un «Cierra la boca, ugh. Todos
sois idiotas, honestamente váyanse al...». Más Touka no lo escucha terminar
porque sale del auto y cierra con brusquedad. Ayato no tarda en imitarla.

(Son como la sombra del otro).

Touka permanece de pie, observando las ventanas cubiertas de polvo y mugre.


Aparte de las ventanas y el jardín, todo lo demás luce impecable. Ladea la
cabeza. Y el tío Yomo y Ayato caminan a la puerta, cargando Yomo sus maletas
de mano y Ayato con su mochila; el camión de mudanza con el resto de sus
pertenencias vino hacía una semana, junto con su tío. Touka no los sigue.

— Deberían irse de aquí —susurra una voz a su lado de repente. Touka da un


brinco y se da la vuelta, no ve a nadie.

Pero qué...

Espera un minuto.

— Deberían irse de aquí —insiste la voz, más cerca. Ella aún no ve a nadie. Se
muerde los labios.

— ¿Quién dijo eso? —No le responde nadie—. Oye —nada todavía.

Silencio, silencio, más silencio.

Y entonces.

Touka ve una mancha de sal a unos pasos de ella, tan blanca. Pero se
desvanece con rapidez.

Y vuelve a quedarse sola.


III. Golosinas amargas

Ella come.

Y él la mira.

Ella come.

Y él sufre.

Ella come.

Y él va y viene, como un suspiro.

Ella come.

Y él la detesta.

Ella come.

Y él se arrastra por las paredes.

Ella come.

Y él araña el empapelado.

Ella come.

Y él ve a una joven acercándose.

Ella come.

Y él no tiene nada qué temer.

Ella come.

Y él vuelve a su antigua casa.

Ella come.

Y traga y mastica y lo observa alejándose, directo a esa joven.

Sonríe con sus huesos pelados.

IV. Familia de jengibre

Así comienza.

Touka Kirishima tiene nueve años. El pelo recogido en un chongo, un prendedor


de conejo en éste, mejillas arreboladas y un diente de leche flojo también. Usa
una bufanda rosa porque hace mucho frío, aunque están en agosto y es verano.
Hikari, su madre, acaba de arreglarle el flequillo para que no le caiga directo en
los ojos.

— Y pórtate bien. No olvides escuchar al maestro y hacer todo lo que te indique


—dice ella. Touka asiente en un solo movimiento. A su lado Ayato protesta con
Arata porque no quiere soltar su peluche de conejo y ya deben entrar a la
escuela. Es el primer año de Ayato en la primaria, va a ser difícil.

Que Ayato es un niño problemático que rara vez escucha a los adultos y no
desea separarse de Señor Felpudo, jamás, jamás.

— Ayato, no puedes asistir a clases con él, te lo devolveré a la salida–

Las palabras persuasivas de Arata son cortadas con unas tijeras de aire, y un
berrinche.

— ¡No, Señor Felpudo viene conmigo!

— Querido —interviene Hikari. Ayato aprieta el muñeco contra sí, fuertemente.

— ¡No voy a ir sin él! —Insiste.

— Ma, van a cerrar la entrada —comenta Touka, y le jala la manga del abrigo
para hacerse notar. Hikari la escucha y le da una palmadita en la cabeza—
. Mamá.

— ¡Lo guardaré en mi mochila, lo prometo!

Arata y Hikari comparten miradas, al final, él suspira y Hikari repite con Ayato
lo mismo que ha hecho con Touka hace unos instantes, arreglarle el pelo.

— Supongo que no habrá problemas... —deja la frase inconclusa. Ayato


exclama un ruidoso: ¡Sí! Parece querer extender sus alas de cuervo antes de
siquiera saber volar. Ansioso, tan ansioso. (Podría caerse del árbol por
accidente, y estrellarse).

Cuando están listos Hikari les da un beso en la frente a cada uno, y sonríe
como mazapán. Un maestro avisa que cerraran las puertas en tres minutos.

— Bueno, bueno. Pasaremos por ustedes a las cuatro. Touka, haz lo de


siempre. Y Ayato, disfruta tu primer día. No se metan en ningún problema,
¿entendido?

— ¡Entendido! —dicen los dos al mismo tiempo. Y con prisa avanzan hacia las
puertas y las traspasan, seguidos por más niños inquietos. Se despiden de sus
padres sacudiendo las manos con ganas (es la última vez que los ven). Ayato
aún aferrado a su conejo. Ese de tela y de un color morado profundo. Touka lo
observa de reojo.

— Eres un llorón hermano.

Ayato le enseña la lengua, en gesto infantil.


— ¡Duh! Como si me importara.

Se separan. Ayato se dirige a la fila de los de primer año. Touka a la de los de


tercero. Piensa en mamá y papá, piensa–

(tal vez debí decirles adiós).

Más desecha el pensamiento. Porque ¿qué hay que temer? Son niños y sus
padres les aman. Tienen una familia feliz. Son niños y no conocen la muerte.

Pero oh oh oh oh oh ahí viene ella. Y va a saludarlos.

— Mucho gusto, mucho gusto. ¿No les importa que los deje huérfanos verdad?
Son gajes del oficio, ya saben.

Touka no sabe. Ayato tampoco.

Empero, el día transcurre. Y pronto dan las cuatro de la tarde. Papá y mamá no
llegan. (En la distancia el suelo llora sangre inocente).

V. El joven con los ojos de cemento

Touka se despierta de su sueño al oír un golpeteo contra la ventana. Primero,


se confunde y piensa que aún está dormida. Pero el golpeteo se repite varias
veces, y ella no se acuerda de que estuviese ahí desde un principio, pues
estaba soñando con– con–

No logra recordar.

Agh.

Sin embargo, su almohada está húmeda, ha derramado unas cuantas lágrimas,


y debido a ello, supone que puede adivinar de qué iba el sueño. Es tan fácil. Se
talla los ojos y mira la habitación a oscuras.

En la noche la casa nueva es todavía más espeluznante. Como si estuviese viva


y llorase en silencio, como si–

Otro golpeteo.

Pock, pock.

Viene de fuera.

Touka espera un minuto. Ni el tío Yomo ni Ayato dan señales de haber


escuchado igual, en las habitaciones contiguas. Todas se encuentran en la
planta alta.

Pock, pock.

¿Alguien quiere que baje?, se pregunta con incertidumbre y algo de sueño.


Busca su celular en el buró de a un lado de la cama.

Son las... ¡dos de la mañana! Maldito idiota.

Vuelve a aguardar. Y tras un momento de indecisión, se resuelve, y baja de la


cama. El piso de madera está helado —igual que un muerto—. Touka se pone
unas zapatillas sin abrocharse los cordones y cuidando provocar el menor ruido
posible se acerca a la ventana y la abre.

— ¿Hola? —susurra a la noche y al viento que rasguña las paredes y al hollín


del cielo. Desde esa distancia no alcanza a distinguir ninguna silueta, o algo—.
¿Hay alguien ahí?

La situación se le antoja familiar, es igual que cuando recién llegaron–

Una piedrita golpea el vidrio, muy cerca de ella. Y Touka brinca y retrocede.

Mierda.

— ¡Ey, no puedes hacer eso en propiedad ajena! —Procura modular su voz para
que no se eleve tanto, pero su enojo gana camino al correr rápidamente. Para
su sorpresa, quien quiera que esté jugándole una mala broma, la escucha.

— Lo siento.

Touka vuelve a asomarse con vacilación. Ve una sombra. Un muchacho. Pero


pareciera una fotografía mal enfocada, y quizá sea la falta de luz, pues se
difumina de a poco.

— No hay... problema —titubea—. ¿Eres un bromista? ¿Un pandillero? Si es así


llamaré a la policía–

— No, no —se apresura a decir el desconocido—. Yo soy... yo no... perdona,


¿puedo verte?

Touka no sabe qué decir.

— ¿Ahora? ¿Aquí?

¿Habla en serio?

— Puedo subir escalando el árbol que da a tu ventana —señala él. Touka se


muestra recelosa.

— ¿Cómo sé que no intentaras robarnos o violarme?

— Pensar eso de una persona es muy grosero —suena realmente ofendido.

— ¿Disculpa? ¡Eres un completo extraño! —grita, y de inmediato se tapa la


boca. Silencio. Transcurren varios minutos. Nada aún. Suspira. Menos mal que
no la oyeron, sino sería un problema, para ella. Entonces lo medita, muchísimo,
con ganas—. Promete que no me harás nada hoy, y puedes subir.
— Eso es–

— Promételo.

— Está bien, no te haré nada hoy ¿contenta?

— Ahá.

El muchacho deja caer un montón de piedras pequeñas, y con cuidado empieza


a trepar el árbol. Touka lo mira, tratando de discernir si tiene algún objeto
peligroso o potencialmente dañino entre sus ropas, más es inútil. Pronto llega a
una de las gruesas ramas superiores.

— Puedes hacerte a un lado, por favor.

Su cordialidad la desconcierta. ¿Un violador o un ladrón son tan amables? De


todas maneras se mueve. El muchacho se balancea, adelante, atrás, adelante,
atrás. Gana impulso. Y salta. Cayendo con brusquedad en su cuarto. Hace un
ruido ensordecedor. Como si no fuese sólo un chico, sino una caja fuerte, o algo
muy pesado.

En el pasillo se prende una luz y se oyen pasos, Touka suelta una maldición.

— ¡Métete al closet, rápido!

— Espe–

— ¡Rápido!

Lo levanta y lo guía al closet. Nota que está frío frío frío. Como el hielo. (Un
hielo que quema). Pone el pestillo y se apresura de vuelta a la cama.
Tapándose con las sábanas, se cubre hasta la mitad del rostro.

El tío Yomo abre la puerta y se asoma.

— ¿Touka?

— Uhm, ¿sí? —finge estar somnolienta.

— Escuché un ruido de alguien como si se golpeara, ¿te encuentras bien?

— Estaba dormida... —un bostezo—. Quizás fue tu imaginación tío.

— Quizás —no suena convencido, Touka bosteza otra vez. Eso lo engaña, junto
con el cansancio de haberse levantado tan temprano, lo suficiente para no
hacer más preguntas—. No olvides que si necesitas algo estoy en la habitación
contigua.

— Hm. Buenas noches.

— Descansa.
El tío Yomo cierra la puerta y se va. Se apagan las luces. Touka decide
permanecer quieta unos instantes, como medida de precaución. Al cabo de un
rato, se levanta. Y va directo al closet. Cavilando todo el asunto es una
verdadera estupidez.

Seguro va a hacerme algo, tal vez vino a matarme.

Debería avisarle al tío Yomo. Pero–

Sonaba sincero, de alguna manera.

Quizás él–

Touka quita el pestillo y echa un vistazo. Sólo hay tinieblas. Eso no debería ser,
está segura que lo metió ahí. Se acerca un poco más y es como si se
materializara enfrente de ella, choca con el pecho del muchacho.

En un segundo no hay nadie y al siguiente sí.

— Ugh.

— Lo siento.

— Te disculpas demasiado para ser alguien que comete allanamiento de


morada —musita Touka de mal humor. Él sale y se queda de pie en medio del
cuarto, mirando en todas direcciones. Parece nervioso.

— Ya te dije que no es así. Yo, uh, yo vivía en esta casa.

— ¿En serio? —eso llama su atención, genuinamente.

— Sí. Me sorprendió ver que alguien la había comprado —hace una pausa
breve, y la mira de reojo—. No deberían estar aquí.

Un momento.

Eso es.

— Lo sabía, tu voz me sonaba de algo. En la tarde dijiste algo parecido. En el


pórtico.

El muchacho se da la vuelta con cierta rigidez.

— ¿Me viste?

— N-no, no que yo recuerde.

Relaja los hombros de papel. Curioso, tan curioso. Touka se acerca para verlo
mejor. Nota que tiene pelo de nieve, piel pálida, y que es un poco más alto que
ella. Viste ropa casual. Y entonces, sus ojos se cruzan y hay chispas de
electricidad que saltan por doquier.
Sus ojos, piensa Touka asombrada, son tan grises.

Como la ceniza, como el polvo, como el cemento. (Como la tristeza).

Se le seca la garganta.

— ¿Por qué deberíamos irnos? ¿Y por qué quisiste verme?

Él ladea el cuello.

— No puedo contestarte.

Qué clase de respuesta es esa.

— Eres tan raro —Touka admite, aún con la guardia en alto—. Ni siquiera sé tu
nombre.

— Oh. Cierto. Soy Ken. Ken Kaneki —para su consternación se inclina en una
leve reverencia, sin poder contenerse ella sonríe—. Y ese hombre, tu tío– él te
llamó ¿Touka?

— Touka Kirishima —dice, formal y cortés. Tal como Hikari le enseñó. En un


impulso imita su reverencia. Le saca una sonrisa diminuta a Kaneki. Touka
decide tranquilizarse. No luce como un lunático. Sólo un chico. Tal vez de su
edad. Un chico que desprende melancolía, por algún motivo que ella no alcanza
a comprender aún.

Kaneki inhala y exhala, interrumpiendo los hilos de sus pensamientos.

— Bueno, Touka-chan. Disculpa que te despertara, y por la intromisión tan...


repentina. Sólo quería conocerte, y ya lo hice. Así que me voy —camina hacia
la ventana y sale por ésta.

— ¿Eh? Pero– espe– ¿eres un vecino nuestro? —no quiere decirlo, no así. Pero
lo necesita, sólo para cerciorarse—. ¿Te volveré a ver?

Por qué me escucho tan desesperada, qué ridículo.

Resulta incomprensible.

Empero, cuando Kaneki se sostiene de una rama, de espaldas a ella, le formula


una pregunta en lugar de responder.

— ¿Touka-chan, sabes de qué color es el cielo?

Y salta directo al pasto del jardín. Desaparece.

(Ken Kaneki es neblina).

Touka se asoma por la ventana, pero es en vano. Se ha ido. Tan repentino


como llegó. Frunce el ceño y mira hacia arriba.
¿El cielo?

Azul, no, azul no.

— Es... negro.

(como la boca de un lobo).

Y está aullando.

VI. Estática

Kaneki cae de rodillas al piso, y jadea en busca de aire.

Hay una radio con estática en la mesa del centro de la casa.

Ella está ahí, ella nunca se va, ella no debe saber que él visitó a Touka, ella–

(tiene ojos en todas partes).

Pero.

Garras de animal escarban en sus pulmones. Y Kaneki aprieta los párpados.

Hay dolor dolor dolor. Demasiado.

Y la estática se intensifica de súbito. Kaneki quiere gritar.

Ella ya viene, ella está–

De pronto, la estática se corta. Y una ola de ruido proviene de la radio, en un


único sonido:

Una risa.

VII. Huérfanos rompiéndose

Mamá y papá están muertos.

Es lo primero que les dice el oficial de policía que estacionó la patrulla frente a
la primaria a las seis y diez de la tarde, muy parco y casi como si le doliese
tener que darles esa noticia, aunque no la expresa de ese modo (—Sus padres
se han ido, no volverán nunca). Pero por qué, por qué habría de dolerle si él no
es nada de ellos y ni siquiera los conoce. A Hikari y a Arata tampoco, al menos
mientras respiraban.

(esa misma mañana, ese mismo día, si tan solo–)

Touka siente las manos frías, está sujetando a Ayato con la fuerza de —un
fantasma— alguien que lo ha perdido todo y que sin embargo necesita seguir
de pie. No te caigas, no te caigas. Le pican los ojos, como si se le clavaran
cientos de pequeñas agujas cubiertas de acido. Y la garganta se le cierra. Igual
que una caja fuerte.

Hay un ruido.

— Llamamos a la ambulancia en cuanto les encontramos en el callejón–

Un ruido sordo. Apagado. Molesto.

— Ya era muy tarde, pero gracias a sus identificaciones y un poco de papeleo


inmediato pudimos comprobar que sus hijos estaban aquí–

Es igual que un pitido. Como cuando se pierde la señal de un televisor.

— Fueron Jason y su pandilla, lo sabemos por el patrón de las heridas en los


cuerpos–

[Kkkkkckkkkkkkk]

— Y los niños, necesitan alguien con quién quedarse–

[Kkkkkckkkkkkkk—kkkkkckkkkkkkk]

— Tienen un tío, vive en esta misma ciudad–

[Kkkkkckkkkkkkk—kkkkkckkkkkkkk—kkkkkckkkkkkkk]

— Una lamentable pérdida. Lo sentimos.

...c

Rack.

El funeral es solemne, gris y sólo asisten el tío Yomo, ellos dos y unos cuantos
amigos de sus padres. El cielo está nublado, y se avecina una tormenta, ya
pronosticada de antemano. Igual se encuentran en ese lugar sombrío y no
tienen la intención de irse pronto. Eran mamá y papá, después de todo. Mamá
(luz que ilumina las esquinas más oscuras) y Papá (caballero de armadura de
hollín) y ahora.

Ahora.

Murieron. Ya no existen. Hasta nunca y adiós.

La realidad golpea a Ayato entonces. Una puñalada al corazón. Empieza a llorar


e hipar, aún tomado de la mano con Touka. (Se ha negado a separarse de ella
desde ese día). Touka tiembla, se le sacuden los huesos y los músculos y las
arterias.

Ahí, ahí, ahí. En lo más hondo. Le duele.

Porque le arrancan algo, una parte de sí, indispensable, irremplazable y.


No es nada justo.

Ella también llora. Las lágrimas de sal le ensucian las mejillas.

— Tenemos que seguir adelante —se seca las mejillas con una de sus mangas.

— Ahá.

— Hay que superar esto —continúa, y se le quiebra la voz.

— Ahá.

Estamos solos, pero estamos juntos.

Ayato sacude la cabeza. Señor Felpudo yace olvidado en un rincón, lejos, en


esa casa que ya no es ningún hogar. (Es que él debe ser fuerte y crecer
rápido).

En ese instante, se hacen una promesa a sí mismos. No volver a ser débiles.


Pues van a proteger lo que más les importa. Van a volverse cuervos, aves
rapaces, dispuestas a extirpar ojos ajenos.

El mundo entero les da su pésame.

VIII. El vecino de nadie

Al despertar con los rayos del sol colándose cual intrusos indeseados por la
ventana y la alarma de su celular Touka piensa que todo ha sido un sueño.

El hecho de que un completo desconocido no tan desconocido, pues al fin y al


cabo se llama Kaneki (si es que ese es su verdadero nombre) haya estado en
su habitación a las dos de la madrugada se le antoja completamente imposible.
Por no decir estúpido.

Pudo haber sido un psicópata, un ladrón, un violador, un asesino, y aún hay


probabilidades de que lo sea y aún así–

Por qué.

Es una excelente pregunta, pero carece de respuestas a ésta.

Por qué.

Tal vez la locura sea contagiosa. Pero Ayato no está loco, sólo es... diferente.

Touka mira hacia la ventana, entreabierta. Y con diminutas marcas de golpes.


Golpes ocasionados por una piedra.

Entonces no fue un sueño, joder.

Se levanta hambrienta de respuestas. Cree que el tío Yomo puede dárselas. Así
que aún con su blusa y shorts para dormir sale del cuarto, camina por el largo
pasillo, baja las escaleras y se dirige directo a la cocina, donde su tío ya está
preparando el desayuno. No hay señales de Ayato.

— Buenos días —saluda ella, cortés. El tío Yomo hace un gesto para dar a
entender que la escuchó. Touka ocupa su lugar en la mesa, tanteando el
terreno—. Perdón por despertarte anoche.

— Eso debería decir yo Touka —prende la lumbre de la estufa y saca tres


huevos y un paquete de tocino—. Pensándolo bien pudo haber sido un gato en
el techo.

O un muchacho rarísimo, cavila ella. No lo dice.

— ¿Vas a poner chapas de seguridad y así? ¿En puertas y ventanas?

— Debería —tarda algo en contestar, ocupado con la sartén y el desayuno.


Touka se pone pensante.

— Los dueños anteriores debieron tener una seguridad pésima.

Silencio.

— ¿Tío Yomo?

— No ha habido dueños anteriores —frunce el ceño—, no en ocho años al


menos. Ha estado en venta todo este tiempo. Siempre que alguien quiere
comprarla se arrepiente.

Pero qué.

— ¿De verdad? —Inquiere, con genuina consternación—. Pero él dijo–

— ¿Él?

— N-nada, supuse que una casa tan bonita tendría varios compradores antes
de nosotros —miente con rapidez. El tío Yomo asiente. (Cerca, muy cerca).
Traga saliva. Y el tío Yomo sirve los platos en la mesa.

— Deberías despertar a tu hermano.

Debería. Cierto.

Sin embargo, lo de Kaneki–

Me ha mentido.

— Estoy en eso —se pone en pie y casi pierde el equilibrio. Lo recupera y sube
al segundo piso, directo a la habitación de Ayato, hasta el final del pasillo. Toca
tres veces con el dorso de la mano—. Levántate ya —oye ruidos del otro lado
de la puerta—. Sé que estás despierto y sólo no quieres desayunar con
nosotros, so idiota.

— Déjame en paz hermana.


— ¿Quieres que te tire la puerta otra vez?

Espabila, tonto.

— Ugh —protesta él, y al cabo de un rato—. No tenemos hambre, vete.

Una señal de alarma. ¿Tan temprano y poco después de mudarse? A Touka le


da mala espina.

El psicólogo dijo que un cambio de aires le ayudaría, claramente se equivocó–

— ¿Tenemos?

— Mierda, digo, tengo. ¡Sólo vete de una vez estúpida hermana!

— No es bueno que pases tanto tiempo solo Ayato.

Pero no estoy solo. No responde. Ella suspira y se recarga contra la puerta. Se


están alejando. Hay una fuerza invisible que los separa como polos opuestos, y
no puede hacer nada para evitar que suceda. Eso la irrita, demasiado.

Maldición, maldición, maldición.

(sóloquieroprotegertepero–)

— Si cambias de opinión tu desayuno está abajo.

Se retira.

De pronto, las paredes parecen tener cientos de ojos observándola con


atención.

(porque ella ella ella ella ella ella ella ella

ella ella está está está está está está

está está está está viniendo

viniendo).

Se acerca–

Y suena el timbre.

IX. Jardín secreto

Desborda entusiasmo por doquier. Después de tocar el timbre y en lo que


aguarda para que alguien (la bonita chica de mosaicos azules) venga a abrir,
ella se dedica a admirar la casa y el patio. No ha cambiado ni un poco, está
igual que siempre, igual que como la recuerda. Seguro que por dentro es lo
mismo.
Qué emoción, piensa, es como retroceder en el tiempo.

Hace mucho que no pisa esa casa. Y ahora tiene dueños (juguetes) nuevos
para visitar (jugar a su completo antojo). La ansiedad de su querido niño de sal
sólo confirma sus sospechas.

Mastica una risa involuntaria. Y la traga.

Todavía no, todavía no.

Luego, casi de inmediato, se escuchan pasos presurosos y el movimiento de


unas llaves en la cerradura. La chica de los mosaicos asoma la cabeza con algo
de recelo.

— ¿Sí?

Su corazón da un brinco entre las ramas y las enredaderas llenas de espinas,


pues es tan linda y tan ingenua (y esas son las más fáciles de devorar). Ella se
pone su más afable sonrisa como una máscara cualesquiera. Los dedos
inquietos y los monstruos furiosos. Pero.

Todavía no, todavía no.

Porque–

Pumpumpum.

Sus nudillos están rojos.

Pumpumpum.

Tiene el corazón reventado.

(El aura de Touka-chan la atrae como la miel a las moscas.)

X. Presentación

Entonces.

— Mucho gusto —dice—, soy su vecina de enfrente. Me llamo Eto Yoshimura. (y


quiero abrirte y romperte de adentro hacia afuera, espero nos llevemos bien).

Bajo sus pies un ciempiés se arrastra.

.
tbc

Nota4: fic totalmente inspirado en la canción homónima *corazones* y en el


video 'Blue Orchid' de The White Stripes. Podéis daros una idea de qué va con
eso, i'm gonna regret this tomorrow ᕕ( ᐛ )ᕗ byes

astigmatism
By: Silly Kitten
Discúlpame, pero es usted un angel (está allí lejos, inalcanzable) y ella es Dios,
debo rezarle.
Rated: Fiction T - Spanish - Drama - [Rize K., Kaneki K./Haise S., Touka K.] -
Words: 1,142 - Favs: 1 - Published: Nov 13 - id: 12230931
+ -

Renuncia: Todo a Sui Ishida.

Nota: Tabla Kinky- fandom_insano [LJ]

Advertencia: OoC, spoilers :re, multichapter, posible lime o lemon, badfic, etc.

n/A: Honestamente debo estar pasada en drogas para postear esto, un


multichapter, que tiene meses en la pc, con el segundo a la mitad, sin saber
cuántos chapters más va a tener, pero I'm here.

me odio bastante.

Miu!~

astigmatism

Hay una versión en donde Alicia atraviesa el espejo con astigmatismo miópico
en los ojos y vaga por el mundo del revés perdiéndose a sí misma, hasta que
encuentra al conejo blanco (. Y Alicia se pregunta si puede seguirlo y comer de
su carne blanda despacio), y luego también se encuentra con el gato Cheshire
que le sonríe con una familiaridad cálida, sincera, siniestra, espectral (. Y Alicia
se pregunta si puede detenerse y acariciarle el lomo con las garras).

i. And I won't stop until I'm done. (You are getting in the way)
Un día Sasaki Haise entra a :re y se sienta en su mesa usual. Y piensa en todo
el papeleo que tiene que leer, revisar, corregir, firmar, entregar antes de la
hora límite. Y las reuniones, oh, las reuniones con todos los investigadores
informando, exponiendo, analizando, teorizando, observando–lo,– a la espera
de –que él pueda– encontrar una buena idea (. Pues, es mitad ghoul, mitad
monstruo, mitad enemigo, mitad pecado) y luego está Akira, y los quinxs, y
Arima. Arima y su firmeza de padre, y el miedo a que le hinque los ojos, que la
mandíbula le tiemble hasta tener-al-go entre los dientes.

Entonces

, entonces la señorita Kirishima interrumpe en el medio de su agenda. Con un


saludo de buenos días y esa sonrisa que Haise ansía poseer, y que corresponde
sonriendo para ella como pretendiendo cierta calma, cierto equilibrio –mental–,
algo que perdió hace tres tiempos. Suelta un « ¿Como está? » y mordiéndose la
lengua, agrega:

―Es usted tan bella señorita, la persona más etérea que he conocido en mi vida
(e incluso mi amnesia cede y se deja atravesar, como si fuese de materia
incorpórea, con el recuerdo ¿suyo? en mi existencias pasadas). Tan bella
señorita Kirishima.

Y ella intenta ocultar los latidos del corazón que se oyen como
un túntúntúntictiac–Alicia– turbulento. La señorita Kirishima también pretende,
pretende que no lo ha escuchado, pretende que no conoce nada de hace tres
tiempos, pretende que no recuerda su orden y busca la libreta para anotar un
americano doble.

Pero cuando ella vuelve a su calma habitual, no lo hace del todo.


Haise es un observador natural, un aficionado a la psicología y además ha
estudiado y memorizado la gracia de la barista espresso tras espresso. Puede
notar algo en sus ojos, como una leve perturbación en la claridad de su cielo.
Haise no se atreve a cuestionarla, porque teme, porque la señorita Kirishima
parece estar construida a base de a plumas seráficas caídas y polvo estelar (,
de soles que se apagaron, estallando en un vacío tácito) y su estructura vuela
entre vorágines de tristezas que amenazan con el día de hacerla transparente.
Y entonces él siente que hay miriápodos gigantes y rojos descosiéndole la
mejilla izquierda, el hombro derecho, el dedo índice… tapándole la boca y
cosiéndole los oídos; gritando, con el paso de cada una de sus patitas
–ticticticticmiculpa–.

Haise ya no la puede ver. Ha desaparecido, se ha ido y ahora el olfato de


kagune se le inunda, con su estela que huele a granos de café carbonizados y
de escombros de tazas de cerámicas sucias y campos de orquídeas
enchastradas en sangre tras el mostrador, tras el vaho de las máquinas
espresso, tras la puerta de un lugar que ya quisiera conocer. Siente que los
pulmones se le llenan de angustia barata, de un terror absurdo y sin
explicación.

zarandea la cabeza apretándose la sien, como quitándose bichos carroñeros,


como ahuyentando una migraña, como aferrándose a la realidad. Y tantea Eine
Kreuzung, antes que las corneas sean reventadas como burbujas de plástico
–plop,plop–.
Entonces se pierde entre la sombra de letras –des–compuestas.

..
(Hasta que)
Escucha la campana sonar la melodía de violines carmín, añil y guinda, y un
saxo ajustado en fa, sol de risa astral. Y sigue sonando hasta encontrar su
interludio un par de mesas frente a él.

Tiene una sensación de déjà vu que decide ignorar (no sabe porqué pero siente
los ojos de Padre como lanzas presionando sobre los suyos) y seguir leyendo
donde se había quedado. Hasta que por alguna razón sus ojos se cansan y se
desvían solos, solitos, casi como una insubordinación, al lugar donde esas
melodías se sentaron. Entonces siente escapar todo ese oxígeno vencido de los
pulmones.

Ella es…
(—una abominación,mefistofélica,repugnante)
esotérica, sideral, abstracta.
Y Haise no puede evitar recorrerla con los ojos de perro hambriento, como si le
estuviesen tentando con un plato de carne crepitante y fría y dulce y
sangrienta. Ni quiere evitar quedarse atascado en las manos de parafina y
dedos largos con yemas de metano que sostienen un ejemplar del
mismísimo Eine Kreuzung. Y jura escuchar bajito su oración morada aunque los
labios delgados de vino tinto permanezcan inmóviles y entre abiertos, como si
le estuvieran implorando de manera implícita y casi taciturna «Hey, intruso
ven». Él la repugna por un segundo, tiene el impulso de repudiar la acción y
estrellar los dientes contra la boca ajena, pero se abstiene y se corrige al darse
cuenta que no es un deseo propio, ni educado. Y continúa el recorrido. Pues su
piel luce pálida, tan quebradiza y tersa, e imagina que la toca con sus propios
dedos crujientes y juntos hacen una melodía de–crack,crack– mientras ella
mantiene orbitando las letras sombrías rigurosamente entre los anillos de sus
orbes-planetas.
A Haise se le aplastan los pulmones entre sí, ya que no hay más oxígeno que
exhalar, pero la muchacha no parece notarlo y quiere quebrarse el dedo medio
mientras lo tuerce con el pulgar. Sus ojos sobre ella se lanzan e incrustan como
quintas extremidades más flexibles y viscosas y letales, como si quisiera
abrazarle las costillas y apretarla hasta hacerle notar con horror que él no es el
ávido lector de ojos luna tras los lentes si no, y que se dio cuenta tarde (—
, muy tarde para salvarte de la tragedia— corea el ciempiés cuando se cansa de
retorcerse en el dolor).

Y no vuelve a respirar hasta que el café está sobre la mesa, con los pies sobre
la tierra ajustados en los mocasines y las alucinaciones encerradas tras un
tablero Raumschach. Haise quiere –contemplar el cielo– agradecerle a la
señorita Kirishima, pero ya no está
se fue otra vez.

Pero la señorita ojos de Saturno le observa con una sonrisa de constelaciones y


hoyuelos abismales.

n/A: Perdón si lo borro mañana D:

Hydrangea
By: Miss Wong
AU. Touka salva la vida de Kaneki una noche cuando éste intenta lanzarse
desde el puente principal de la ciudad. Lo que él desconoce, es que Touka
busca exactamente lo mismo. Presos de la desesperación, ambos deciden hacer
una terrible promesa: quitarse la vida juntos cuando llegue el Otoño. Pero,
¿podrá el amor enseñarles a encontrar una razón para continuar viviendo? One-
shot.
Rated: Fiction T - Spanish - Romance/Drama - Kaneki K./Haise S., Touka K. -
Words: 11,897 - Reviews: 11 - Favs: 26 - Follows: 12 - Published: Oct 11 -
Status: Complete - id: 12186051
+ -

«Hydrangea»

Todo de Sui Ishida.

Summary:
AU. Touka salva la vida de Kaneki una noche cuando éste intenta lanzarse
desde el puente principal de la ciudad. Lo que él desconoce, es que Touka
busca exactamente lo mismo. Presos de la desesperación, ambos deciden hacer
una terrible promesa: quitarse la vida juntos cuando llegue el Otoño. Pero,
¿podrá el amor enseñarles a encontrar una razón para continuar viviendo? One-
shot.

#Notasquetodosaman(?):

TOUKEN FOREVEEEEEEEEER.

Invierno.

Esa noche, el viento susurra una canción.

La suave melodía recorre impenetrable el frío pavimento de una avenida que


canta con el asma de un viejo bandoneón. Autos varados a causa de ruedas
pinchadas con dueños malhumorados, ambulancias que chillan con sirenas
ensordecedoras, motocicletas con motores viejos y oxidados que dejan a su
paso un camino de humo tan negro como el cielo que yace sobre él. El
muchacho de veinte años alza la mirada y la brisa invernal viaja a su alrededor,
revoloteando su cabello negro, entumeciendo los dedos rígidos que se aferran
temblorosos contra las vigas de un puente que jamás lució tan terrorífico como
ahora, tan alto y seductor.

El lugar perfecto para morir con estilo.

Uno, dos, tres.


Tan solo debe saltar. Impulsarse hacia adelante y dejar que el río lo engulla
como las sombras que por tanto tiempo lo persiguieron. Impulsarse hacia
adelante y dejar todo atrás, el sonido de la ciudad, los gritos de su madre, la
sonrisa de su amigo Hide, la soledad que una vez consideró su más fiel amiga...
tan solo tres segundos serían suficientes para terminar con todo aquello.

Tan solo tres segundos.

Kaneki abre los ojos, conteniendo el aliento. No dolerá, se dice a sí mismo, no


mientras estés bajo el agua. Será como quedarse dormido, ante la
imposibilidad de respirar, tu cuerpo se desmayará naturalmente y no lucharás
contra el impulso de respirar. No dolerá, tan solo serán tres segundos, no
dolerá, será épico, no dolerá...

Uno, dos, tres.

Kaneki alza la mirada hacia el cielo estrellado y decide que eso será lo último
que verá antes de morir. Siempre le gustaron las estrellas. Conocía cada
constelación, cada historia atrapada en cada nombre descubierto en las páginas
de sus libros arrugados. Si tenía suerte, tal vez reencarnaría como una estrella,
o su espíritu quedaría atrapado en las galaxias como un pequeño insecto dentro
de una gran telaraña. Kaneki agacha la mirada, observando el agua moverse
bajo sus pies, y no es hasta que el viento acaricia su rostro que nota unas
cuantas lágrimas congelar la piel de sus mejillas. Por un instante desea reír.

Patético. Todo en él es patético.

Por algo está aquí, ¿verdad?

Uno, dos, tres.

Fue una buena vida, tal vez.

Uno, dos, tres...

Extrañará a Hide, eso es seguro.

Uno, dos, tres...

Y los libros. Especialmente los libros.

Uno, dos, tres...

¿Por qué no salta de una vez? Vamos...

Uno, dos, tres...

Salta, salta, salta.

Uno, dos, tr-

—¿Qué estás haciendo?


El joven parpadea repetidas veces, sus manos se aferran con más fuerza sobre
las vigas de acero y durante un instante cree que la voz ha hablado de nuevo.
La ha oído antes, aquella voz que le susurra cosas en el oído, la voz que le ha
enseñado como eran las cosas en realidad: nadie te quiere, eres un inútil, tu
madre te desprecia, tu mejor amigo te tiene lástima, no tienes a nadie, eres
patético. La misma voz que lo hizo abandonar la incomodidad de su casa para
trepar el puente de la ciudad con la intención de morir con estilo. ¿Qué estaba
haciendo? ¿A caso no era obvio?

—Oye, idiota, estoy hablándote.

Pero Kaneki no recordaba que la voz de su cabeza se oyera como la voz de una
chica. El muchacho parpadea, confundido, ceño fruncido y corazón
desenfrenado, y su rostro persigue el sonido de una voz que le recuerda
inevitablemente a la primavera. Entonces la ve. A su derecha, a pocos pasos de
él, sentada sobre el puente con sus pies colgando sobre el abismo, una chica
que se aferra a las vigas del mismo puente con la misma intensidad que él
mientras fuma un cigarrillo en completo silencio. Su cabello corto se agita con
el viento y sus ojos curiosos y rojizos lo inspeccionan detalladamente, como si
estuviera descifrando un enigma.

La ha visto antes, ambos asisten a la misma escuela, ambos toman el mismo


tren todas las mañanas. Siempre se sienta junto a la ventana, cerca de la
puerta, con sus audífonos negros y su mochila de conejito rosa. Sus ojos se
pierden en el frío paisaje camino a la escuela y no aparta la mirada de la
ventanilla hasta que el tren se detiene y es hora de bajar. No habla con nadie,
no observa a nadie, y Kaneki mentiría si dijera que nunca detuvo la lectura de
su libro para observarla disimuladamente. Siempre usa la misma chaqueta
verde, con sus medias moradas que hacen juego con su cabello corto y
desordenado, cubriendo su ojo derecho como si quisiera ocultarse del mundo
entero. Sus pestañas son gruesas y abundantes y sus ojos inexpresivos
parpadean con el cansancio de estrellas demasiado agotadas como para brillar
a tales horas del día. Su mirada es cortante como una navaja y para un
masoquista como Kaneki, observarla todas las mañanas camino a la escuela
dentro de un tren desolado es una tortura demasiado placentera.

Sus ojos curiosos y llenos de incertidumbre escudriñan su pálido rostro,


esperando por una respuesta.

—Intento matarme —responde luego de unos segundos.

Uno, dos, tres.

Ella frunce el ceño lentamente, sus labios carnosos suspirando el humo del
tabaco con elegancia. Durante un instante aprecia en sus ojos un tinte de
melancolía, las ojeras sobre su piel son demasiado pronunciadas.

—También yo —admite, entrecerrando los ojos luego de una incómoda pausa—.


No luces como alguien que quiera suicidarse. A decir verdad, no creo que
tengas las agallas de hacerlo.

Su honestidad le hace reír. Kaneki deja escapar una risa seca, amarga, casi
irónica.
—Te sorprenderías —admite, y la amabilidad en sus ojos, segundos antes de
saltar hacia el abismo, logran que la muchacha frunza aún más el ceño.

Nadie debería sonreír en un momento así.

¿Por qué está sonriendo?

Ella hace una pausa, sus ojos esforzándose por descifrar un cálculo matemático
extremadamente complicado.

—¿Cómo te llamas?

¿Por qué ahora? ¿Por qué? Han viajado en el mismo tren durante años. Se ha
sentado frente a ella y ha memorizado cada aspecto de su rostro a la perfección
desde que eran niños. Sus ojos la buscaban impacientes cada mañana, el lápiz
entre sus dedos trazaba su figura sobre un cuaderno que ocultaba detrás de su
libro tímidamente, intentando plasmar la misma mirada de melancolía que le
dedicaba a la ventana junto a la que se sentaba todos los días, deseando
escapar como una mariposa encerrada dentro de una jaula. ¿Por qué ahora?
¿Por qué cuando Kaneki estaba a punto de encontrar la libertad, cuando ya
había tomado su decisión... por qué?

No era justo. No era justo.

Era cruel.

Sin embargo, se encuentra a sí mismo respondiendo a su pregunta. Y cada


segundo que pasa es un segundo más de vida, cuando todo lo que Kaneki
quería encontrar era la muerte.

—Kaneki —dice, casi tartamudea, mientras un pequeño hoyuelo se escapa por


sobre su mejilla cuando sus labios se tuercen en una tímida y nerviosa
sonrisa—. Me llamo Kaneki.

—Kaneki —ella repite, grabando el sabor de su nombre en su lengua. Asiente,


pensativa—. Soy Tou-

—Touka —interrumpe Kaneki, asintiendo repetidas veces con presunto apuro—.


Touka Kirishima. Lo sé.

Touka frunce el ceño, casi ofendida. Kaneki cree que se ve bonita cuando luce
enfadada.

—¿Me conoces?

—V-Vamos a la misma escuela, tomamos el mismo tren todas las mañanas.

Sus facciones se relajan, casi con curiosidad.

—¿De verdad?

—De verdad.
—Vaya.

Uno, dos, tres.

Kaneki sabe que han pasado tres minutos que se suponía debían ser tres
segundos y luego su cuerpo estaría en lo más profundo del río. Pero los
minutos continúan pasando y Touka termina su cigarrillo, lanzándolo hacia el
vacío y los pies de Kaneki empiezan a doler de estar tanto tiempo parado sobre
las frías vigas del puente. Durante un instante considera la posibilidad de
sentarse, al igual que Touka, pero teme que su torpeza le juegue una mala
pasada, resbalarse y caer hacia el lago.

Espera, ¿a caso no era eso lo que deseaba? ¿No había sido esa la razón por la
que había venido aquí?

—Y, dime, Kaneki —la voz de Touka genera un ambiente demasiado casual, y la
escena es más bizarra de lo que había sido anteriormente—. ¿Por qué quieres
matarte?

Kaneki ni siquiera se toma la molestia de pensar en una respuesta


contundente.

—Soy un perdedor, básicamente —afirma, encogiéndose de hombros. Y puede


jurar ver en Touka una pequeña sonrisa de ironía, pero la oscuridad de la noche
es demasiado densa como para notarla—. ¿Y tú?

—La vida apesta —responde ella, sin demasiado esfuerzo, y Kaneki asiente con
una risa ahogada.

Sí, definitivamente apesta.

—¿Vas a...? bueno, quiero decir...

—¿Saltar?

Kaneki asiente.

—No lo se —responde Touka, y aparta la mirada hacia el horizonte—. Creo que


sí. Estoy... bueno, estaba esperando que... no lo sé. ¿Tú?

—Iba a hacerlo —dice, y durante un instante la detesta. Ha arruinado todos sus


planes—. Pero... me hablaste, y...

Touka hace una mueca, ladeando levemente el rostro.

—Lamento haber arruinado tu suicidio.

El muchacho aparta la mirada, avergonzado.

—N-No, no es nada.

—¿Quieres hacerlo ahora?


Su pregunta lo toma por sorpresa. Alza la vista, nervioso, y sus dedos se
aferran con más fuerza alrededor de las vigas. El metal se encuentra tan frío
que ya ni siquiera puede sentir sus dedos.

—¿Q-Qué? ¿A-Ahora?

—Podemos hacerlo juntos si quieres. No me molesta.

Uno, dos, tres.

Un jadeo es lo único que escapa de sus labios. ¿A caso está loca? Touka no
continúa con su discurso, y Kaneki no se molesta en responder
inmediatamente. Los minutos pasan, los autos continúan circulando y el río
bajo ellos aún sigue intacto, sus cuerpos siguen aferrados a las vigas del
puente y Kaneki suspira con derrota. Todo esto es completamente inútil.

—La verdad es que... —dice, y Touka ladea el rostro para observarlo de reojo.
Sus ojos negros brillan como estrellas bajo la luz de la luna—. Tengo miedo.
Creí que sería rápido... una vez que trepara. Pero la verdad es que llevo más de
una hora aquí parado antes de que llegaras.

Los pies de Touka se balancean debajo de ella como los de una niña.

—Está bien —dice—. Yo también tengo miedo.

Inesperadamente, ambos ríen. Kaneki suelta una pequeña carcajada que la


hace sonreír y durante un instante debe aferrarse con más fuerza a las vigas, o
de lo contrario caerá de boca hacia el lago. Touka ríe, de sus labios se escapa
un vaho que para Kaneki luce como vida pura y sus risas entremezclándose
crean un sonido completamente nuevo, algo que Kaneki jamás ha oído antes. Y
le agrada. Le agrada demasiado. Los ojos de Touka brillan con lágrimas
avergonzadas y toma una bocanada de aire para respirar, conmocionada.

—Somos patéticos, ¿verdad? —pregunta, parpadeando a causa del viento que


se interpone entre sus pestañas.

Kaneki asiente. No sabe por qué, pero él también desea largarse a llorar.

—Sí, lo somos —admite.

Salgan a pasear un día de principios de invierno, después del primer frío de la


temporada. Busquen una charca con una fina partícula de hielo en la superficie,
todavía limpia, intacta y transparente como el cristal. Cerca de la orilla, el hielo
aguantará tu peso. Deslízate un poco sobre él. Más allá. Al final encontrarás el
sitio donde la superficie soporta tu peso de milagro. El hielo se rompe bajo tus
pies. Miren hacia abajo y verán las blancas grietas recorriendo el hielo como
alocadas, complicadas telarañas. No se oye nada, pero puedes notar la
vibración a través de las plantas de los pies. Eso fue lo que Kaneki sintió
cuando Touka le sonrió.

Y sus ojos fueron la única cosa que Kaneki contempló verdaderamente esa
anoche, el único universo que no residía en el cielo por encima de su cabeza
porque sus ojos oscuros eran el universo, la luz de las estrellas reflejadas en
sus pupilas... esa chispa que estalló en su mirada esa noche. La miró con la
intención de decir algo ingenioso, alguna de todas aquellas frases que había
pensado año tras año para cobrarse de valor y hablarle camino a la escuela,
dentro del tren. Pero cuando Kaneki contempló sus ojos, las palabras lo
abandonaron. Se quedó mudo, no supo cuanto tiempo. Durante un eterno
momento fue completamente suyo.

—¿Tienes hambre? —es lo primero que pregunta, sin pensar, sin meditar—. Y-
Yo... eh, traigo dinero. E-Es absurdo, lo sé, no es como si fuera a necesitarlo en
un momento como éste, a decir verdad, n-ni siquiera sé por qué lo traigo
conmigo. Un hábito, tal vez, en caso de que vea una librería cerca... aunque mi
mejor amigo Hide dice que es porque soy un-

—¿Un idiota? —interrumpe Touka.

Kaneki asiente, algo sonrojado.

—A-Algo así...

—Te ves como un idiota —dice Touka, asintiendo.

—S-Supongo que si.

Sin embargo, Kaneki no lo toma como un insulto.

—Está bien —responde ella—. Vamos a comer algo. Si vamos a suicidarnos,


que al menos sea con el estómago lleno, ¿verdad?

El dinero de Kaneki no alcanza para dos hamburguesas. Sorpresivamente,


Touka también trae dinero consigo. Compran hamburguesas, refrescos y
hablan. De todo, de nada, de los libros de Kaneki, de los cafés que Touka
disfruta preparar. Kaneki divisa que sobre su muñeca hay marcas, cicatrices
que brillan como diamantes sobre su piel, algunas más rojizas que otras, y nota
que Touka cubre sus muñecas con las mangas de su abrigo para evitar que él
las mire, y Kaneki no encuentra el valor para preguntar.

—Mi madre murió cuando era bebé y mi padre se marchó de casa —dijo, luego
de beber un sorbo de coca-cola—. Vivo con mi hermano. Es un imbécil. ¿Qué
hay de ti?

—Vivo con mi madre —respondió, sin ofrecer demasiados detalles.

Pero Touka es inteligente.

—No es agradable, ¿verdad?

Y Kaneki niega con la cabeza.

—No. No lo es.
Y mientras las horas pasan Kaneki descubre cosas sobre Touka que nunca
había notado durante sus viajes en tren cada mañana. Sus ojos cambiaban de
color dependiendo la iluminación, a veces eran más azules, otras veces más
morados, casi negros. Cuando sonreía, incluso con malicia, sus mejillas
adquirían un tierno rubor rojizo. Ocultaba un mechón de cabello detrás de su
oreja cada vez que mentía, como cuando Kaneki le preguntó qué eran esas
marcas sobre sus muñecas y ella simplemente dijo que se lastimó mientras
montaba una bicicleta. Le gustaban los conejos, no, amaba los conejos, y su
libro favorito era Ilusiones, de Richard Bach. Decía que sabía preparar lattes
con forma de conejito, decía que quería tener su propia cafetería algún día, y
sus confesiones le resultaron terriblemente bizarras. Hablar del futuro cuando
minutos atrás ambos pensaban quitarse la vida. Decía palabrotas, demasiadas,
y eso le hacía reír. Kaneki no dejó de reír ni un solo momento desde que estuvo
con ella.

Touka sonríe, sonríe, frunce el ceño con enfado cuando Kaneki dice alguna
estupidez, lo insulta, vuelve a sonreír, un viaje que Kaneki habría deseado
recorrer una y otra vez. Pero la sonrisa nunca llegaba a sus ojos
completamente. Touka sonríe, pero sus ojos se ven completamente vacíos,
como un cielo sin estrellas.

Cuando la noche es demasiado oscura y las calles de Tokio están casi vacías,
ambos deciden regresar a casa y, de la misma manera en que todo había
comenzado, ambos deben tomar el mismo tren con el cual viajan a la escuela
todas las mañanas. Pero esta vez es diferente. Esta vez es de noche. Esta vez
Touka se sienta a su lado. Esta vez conoce su nombre, lo repite a cada
instante, esta vez él no es invisible para ella.

Esta vez, Touka ya no mira por la ventana. Esta vez, cierra sus ojos y descansa
su mejilla contra el hombro de Kaneki, rendida. Ya no están en el restaurante,
ya no hay necesidad de continuar pretendiendo, el tren se encuentra vacío y
Touka se aferra a él de la misma manera en que él se aferraba a las vigas del
puente horas atrás, deseoso de desaparecer pero temeroso de caer.

Y Kaneki sostiene su mano. Cuando las barreras se rompen, toma su muñeca y


poco a poco alza el extremo de su abrigo para revelar los cortes perfectamente
trazados sobre la delicada piel de sus muñecas. Líneas y líneas de distintos
tamaños y grosores, rojas y blancas, recientes y antiguas. Su corazón sangra
internamente.

—Touka —susurra, su aroma a primavera ciñendo su rostro a través de su


cabello—. Por qué...

La oye suspirar, un suspiro agotado, un suspiro desalmado.

—Te mentí. Cuando te dije que mi padre se marchó de casa... te mentí. Él se


suicidó. Se ahorcó en el patio trasero de la casa. Yo tenía diez años.

Puede sentir su cuerpo descongelándose contra el suyo, sus músculos tensos


relajarse uno por uno, liberando el aire que había contenido dentro de su pecho
durante horas. Y Kaneki se quema, eclipsando su cuerpo mientras las luces de
la ciudad caen sobre ellos a través de las ventanas. Y Touka se pregunta,
mientras cierra sus ojos, si así luce la muerte, luces atravesando tu piel hasta
que te conviertes en nada, una danza silenciosa que nadie puede ver.
—Estoy cansada, Kaneki, tan cansada —responde, y entonces Kaneki advierte
que está sollozando. El peso de su cabeza contra su cuerpo se hace cada vez
más pesado, y Kaneki rodea sus hombros con su brazo—. Deberíamos hacerlo
juntos, ¿sabes? Lanzarnos del puente. Deberíamos hacerlo juntos.

—T-Touka...

—Lo pasé bien hoy —dice, presionando su rostro contra su pecho, aferrando
sus dedos contra su brazo—. Eres distinto a los demás. Eres un idiota, ¿por qué
no me hablaste antes? Imbécil. Deberías haberme hablado, deberías haberlo
hecho... eres un idiota...

Kaneki cierra los ojos, descansando su cabeza contra el respaldo de su asiento,


sintiendo las lágrimas quemar sus débiles párpados.

—Lo sé.

—Es una pena —repite Touka en un susurro, y es como si estuviera


quedándose dormida entre sus brazos, poco a poco, y luego de repente.

Deberíamos hacerlo juntos.

Eso es lo último que Kaneki oye de sus labios antes de quedarse


profundamente dormido.

Primavera.

Cruel.

Touka no es malvada, ni retorcida, ni rencorosa. Es cruel.

Si una tormenta derriba una casa no dirías que la tormenta es malvada, es


cruel. Actúa conforme a su naturaleza y, desgraciadamente, produce daños.
Touka Kirishima es todo un misterio, el tipo de misterios que vale la pena
descubrir, el tipo de misterios que llevan toda una vida descifrar, y es extraño,
porque Kaneki ansía la muerte por sobre todas las cosas y aún así se encuentra
a sí mismo deseando un nuevo día para resolver otra pista del eterno misterio
que Touka representa para él. Es como, si de un día para otro, hubiera
encontrado una razón para despertarse cada mañana.

Pero Touka es cruel.

A veces sonríe, otras veces ignora sus llamadas. A veces lo busca,


desesperada, durante las noches, y otras veces dice no necesitarlo en lo
absoluto. Su teléfono resuena con infinidad de mensajes de disculpa en estado
de ebriedad, palabras mal escritas y llamadas que Kaneki no respondió por
haberse quedado dormido. Suplica verlo, dice que lamenta haberle
llamado idiota perdedor, dice que quiere verlo ahora, ya, en este instante, y
Kaneki toma su chaqueta para escapar por la ventana de su habitación y
reunirse con ella en el parque más cercano. Entonces, como una niña, Touka
vuelve a ocultar su rostro contra su pecho, recostada en un césped frente a un
columpio que se agita con el viento.

—Deberías odiarme —se lamenta, una y otra vez, contra su pecho—. Soy una
porquería. Soy terrible.

—No lo eres.

—Debes estar cansado de mi —replica, testaruda, y Kaneki frunce el ceño.


Touka es cruel—. Deberías marcharte y dejarme aquí sola.

Como todos lo hacen tarde o temprano.

—No digas eso.

—Eres demasiado bueno —las palabras de Touka pierden su agresividad—.


Cuando estoy contigo... me siento bien. Me haces bien...

Kaneki calla, suspirando, cerrando sus ojos y deseando que las cosas fueran
distintas. Pero Touka lo necesita, y hasta ahora Kaneki jamás ha brindado
consuelo a nadie. Él es el perdedor, él es el fracasado, él es quien desea morir,
él es quien necesita de las sonrisas de su amigo Hide para convencerse de que
aún tiene una razón para vivir. Entonces llega Touka, quebrantada, suplicando
por una energía que Kaneki no tiene en su interior, dos almas buscando su
lugar en una constelación sin estrellas.

Cuando Touka se calma, vuelve a su posición en el césped, junto a él, y


observan el cielo. Le agrada, piensa Kaneki. Cuando Touka contempla las
estrellas a su lado, le agrada. Porque todo lo que importa es lo que yace allí
arriba, y la melancolía que los rodea ya no es lo suficientemente grande para
alcanzarlos. Es como si durante un breve instante ambos fueran felices.

—Y esa es Alfa Centauri, es el sistema estelar más cercano al sol.

Touka sigue con la mirada el dedo de Kaneki que se estrecha hacia el poblado
cielo estrellado, encontrando en lo más alto una gigantesca bola de luz que
resplandece con más intensidad que las demás, destacando notablemente. Los
labios de Touka se despegan perezosamente, hipnotizada, mientras los pétalos
de los árboles de cerezo sobrevuelan los cielos a su alrededor como copos de
nieve.

—Nunca he visto una estrella tan grande —susurra Touka, impresionada.

A su lado, Kaneki asiente.

—Es considerada desde la antigüedad como una estrella única, es la más


brillante de la constelación del Centauro. Dicen que se encuentra a unos 4,37
años luz del sol.

Touka frunce el ceño, casi con enfado, y voltea el rostro para observarlo
acusadoramente.
—Sabes demasiado —replica, sin comprender—. Siempre tienes una respuesta
para todo. ¿Por qué sabes tantas cosas?

Kaneki ríe, su pregunta le resulta absurda.

—Leo mucho, eso es todo.

Touka suspira, regresando la mirada hacia las estrellas.

—Desearía ser tan inteligente como tú.

O, pero lo es.

Lo es.

Touka no lo sabe, pero es una de las chicas más estudiosas que ha conocido.
Kaneki se atreve a decir que es la muchacha con el mejor promedio de la
escuela. Matemáticas y biología son su especialidad, y las horas que pasa
trabajando dentro de esa cafetería llamada Anteiku son exageradamente
excesivas, Kaneki puede notar las ojeras sobre su piel cada vez que la espera
sentado sobre esa banca frente a la cafetería y Touka abandona el
establecimiento, cansada, y se sienta a su lado, dejando caer su cabeza contra
su hombro en una manera tan íntima que le provoca náuseas. Como en una
montaña rusa. Touka es una montaña rusa.

Pero no lo sabe.

Touka nunca sabe nada.

—Lo eres —susurra, sin apartar la mirada de las estrellas—. Y bonita, como esa
estrella de ahí.

Kaneki alza su mano, divertido, apuntando una estrella en particular. Pero


Touka no mira la estrella, ni su dedo apuntando el cielo, lo observa a él. Con el
ceño fruncido, los labios apartados, el intenso rubor en sus mejillas que no se
sienten halagadas por su comentario. Touka lo observa, impenetrable bajo la
oscuridad, y no lo entiende.

Simplemente no lo entiende.

—No lo soy —responde, como si Kaneki hubiera dicho un insulto, como si


estuviera corrigiéndole un cálculo matemático con la sabiduría de una
muchacha que es experta en la materia.

Él parpadea, confundido, y voltea el rostro. Touka lo aparta casi de inmediato


cuando sus ojos encuentran los suyos, y vuelve a mirar el cielo con el ceño
fruncido, pero Kaneki nota que no está observando el cielo. Nuevamente, en
sus ojos no hay nada. Nada.

—S-Sí lo eres... —responde, sintiéndose como un idiota. Nunca le ha dicho a


una chica que es guapa, tal vez a Rize Kamishiro, la única chica con la que
compartió una cita desastrosa. Sin embargo, siente el repentino impulso de
decirlo de nuevo. Quiere gritarlo, y sus labios se convierten en una acumulación
de colores que Kaneki quiere derramar sobre ella para pintar las partes
incoloras de su pecho. Extraño, demasiado curioso y extraño, la manera en que
desea pintarla de mil colores que nunca tuvo, preso de un mundo sin color
como las páginas de los libros que tanto adora leer—. Eres muy herm-

—Te dije que no lo soy —esta vez, la voz de Touka es firme y agresiva. Con un
suspiro toma asiento, dándole la espalda, teniendo una lucha interior que
Kaneki no comprende en lo absoluto.

El joven observa su espalda rígida, mientras ella abraza sus rodillas, y Kaneki
poco a poco toma asiento para igualar su postura.

—Oye, qué suc-

—¿Cuándo vamos a hacerlo? —pregunta, esta vez su voz no se oye agresiva.

Se oye impaciente.

Kaneki se sonroja profundamente. ¿A caso hablaba de...? ¿Será que quizás


ella...?

—¿D-De qué hablas...?

Touka resopla, molesta de que sea tan estúpido para no comprender.

—El puente —dice, y se voltea para mirarlo a la cara. Sus ojos recobran el brillo
perdido, pero no luce igual. Es un brillo afilado como una navaja, y Kaneki
siente que poco a poco lo destroza—. Dijimos que lo haríamos juntos,
¿recuerdas? Lo prometiste. ¿Cuándo lo haremos?

Por primera vez en años, la propuesta no le resulta tan tentadora como antes.

Porque él desea morir. ¿Verdad?

Es lo que siempre ha deseado. Librarse de su miserable vida, de los demonios


que lo atormentan por las noches, de los abusos de su madre, de la ausencia
de su padre, morir y dejar todo atrás. ¿Verdad?

Especialmente ahora, que la conoció a ella. La chica del tren, la chica que lo
abraza como si su vida dependiera de ello y prepara los mejores lattes con
forma de conejito que ha probado en la vida. No se imagina una vida sin probar
sus lattes de conejito.

Pero no importa, porque Kaneki desea morir.

¿Verdad?

—T-Te lo dije —responde, apartando la mirada. No puede sostenerla, no


puede—. Cuando llegue el otoño, estamos cerca. Yo... aún estoy escribiendo mi
poema para el concurso literario de la escuela, quiero publicarlo antes de que...
lo hagamos.

El rostro de Touka se relaja, compasiva.


—Oh, cierto —susurra—. ¿Cómo vas con el poema?

—Bien, eso creo.

Se quedan en silencio unos minutos, contemplando el césped con aspecto


somnoliento, cuando Touka habla de nuevo, firme como un roble.

—Quiero que me invites a una cita.

Kaneki parpadea.

Uno, dos, tres. Alza la mirada, confundido, creyendo que lo imaginó, y Touka lo
observa con demasiada determinación.

—¿Q-Qué?

—Una cita —repite—. Antes de morir, quiero que me invites a una cita. Beber
un café, comer un pastel y esas idioteces. Nunca tuve una cita antes. Un chico
de la escuela, Rio, me invitó, pero lo rechacé, era un imbécil. Pero tu eres
diferente, y vamos a hacerlo juntos. Mañana tengo el día libre en la cafetería.
¿Quieres que vayamos?

Una cita, una cita, una cita.

Una cita con Touka Kirishima.

Kaneki asiente repetidas veces, sintiendo el intenso calor en sus mejillas y un


cosquilleo inexplicable en la punta de sus dedos.

—E-Está bien —jadea, cayendo en la increíble conclusión. La inexplicable


realidad—. ¡S-Sí! Una cita, está bien. Mañana. P-Perfecto.

Touka asiente.

—Bien. Te veré a las cuatro en Anteiku. Si llegas tarde, juro que te patearé el
trasero.

Sin decir nada más, sin esperar una respuesta de su parte, Touka se incorpora
del césped con dificultad, ajusta la chaqueta contra su pecho y se da la media
vuelta para marcharse por el mismo lugar en donde había llegado, regresando
a casa. Y Kaneki permanece en silencio durante lo que parece ser media hora,
intentando procesar la inesperada situación.

Una cita. Tendría una cita.

Touka y Kaneki tendrían una cita.

Casi por un impulso, Kaneki se incorpora del suelo como si éste le hubiera
pinchado el trasero. Jadea, con ambas manos en su cabeza, observando todo a
su alrededor como si hubiera perdido una aguja en un pajar. Su corazón late
deprisa, sus manos comienzan a sudar, su pecho palpita con fuerza e
inexplicablemente desea cantar una canción. Tembloroso, toma su móvil del
interior de su bolsillo y marca un número que conoce incluso con los ojos
cerrados.

Espera.

Uno, dos, tres.

—¿Mmmhprgh?

—¡Hide, Hide!

A su amigo no le gustó que lo despertara a las cuatro de la madrugada.

—Ya vete a dormir, te haré calzón chino si vuelves a llamarme a esta h-

—¡Touka y yo tendremos una cita!

La cita es desastrosa.

Touka llega media hora tarde, y no respondía su teléfono cuando Kaneki intentó
llamarla, preguntándose qué demonios había pasado. Durante un instante el
miedo lo embarcó, ¿y si había...? ¿Y si había intentado hacerlo por su propia
cuenta...? Kaneki jamás temió tanto algo durante toda su vida, sin embargo,
pudo bajar la guardia cuando Touka apareció caminando a lo lejos con su
mochila de conejito y sus manos transformadas en puños, y durante un
instante Kaneki temió que fuera a golpearlo, pero lo único que hizo al llegar
frente a él fue tomarlo por el brazo bruscamente para introducirlo en la
cafetería y que empezara la cita.

La cual, nuevamente, fue desastrosa.

Touka estuvo de mal humor durante las dos horas en las que permanecieron
sentados frente a frente, entre un pastel de frambuesa y dos tazas de café por
encima de la mesa. Se había peleado con Yoriko, su mejor amiga, porque había
descubierto marcas en sus muñecas. A Kaneki le pareció justo que su mejor
amiga se preocupara por ella, él mismo había recibido millones de discursos
motivadores de su mejor amigo donde la palabra "debes vivir" y "no seas un
bastardo suicida" se repetían con constancia, pero a Touka no parecía
conmoverle la preocupación de Yoriko. Para Touka, eso era una molestia. Para
Touka, eso arruinaba sus planes de otoño junto a Kaneki. Para Touka, eso le
brindaba una razón para vivir, y Touka no deseaba ninguna.

Además, había comenzado a llover.

—Si no fuera porque es demasiado pequeña y frágil, la habría golpeado.

Kaneki suspira, cansado.

¿Por qué todas sus citas eran un desastre?

—Creo que deberías calmarte...


—¿Calmarme? Vete al demonio.

Kaneki aprieta la mandíbula, repentinamente irritado.

—Creo que estás siendo injusta y egoísta —replica, frunciendo el ceño—. Ella se
preocupa por ti. Es tu mejor amiga, si la vida apesta al menos deberías intentar
disimularlo frente a ella. Y, ¿s-sabes qué? Yoriko tiene razón. Lo que haces es
una estupidez. Lastimarte de esa manera, cortar tus muñecas así... es una
estupidez. Todo lo que haces es estúpido. ¿Por qué lo haces? Te dije que no lo
hicieras. Todo terminará en otoño, lo hemos decidido, pero a ti no te importa.
He estado esperándote durante media hora y me preocupé, ¿sabes? Intenté
llamarte pero no respondías, ¿sabes lo mucho que me asusté? C-creí que... que
tu... d-deberías haberme dicho que llegarías tarde, deberías haberme avisado.
Continúas apartando a la gente que se preocupa por ti porque tienes miedo. P-
Pues yo también tengo miedo, y aún así me preocupo por ti. Siempre me
preocupo por ti, yo... tú... esta es una cita de mierda. Te odio. Olvida la cita,
todo es una mierda —Touka lo observa fijamente, el Kaneki apacible que
conoce ya no existe, en su lugar, ve a un niño tartamudeando con sus manos
temblorosas y sus mejillas sonrojadas y durante un instante Touka no oye
ninguna de sus palabras—. ¡Pero, da igual! Sabía que pasaría esto, nunca he
tenido suerte en nada. Mi primera cita con Rize Kamishiro fue un desastre,
derramé jugo de manzana sobre mi pantalón y ella esparció el rumor de que
me había meado encima, todos en la escuela dijeron que-

Kaneki se detiene cuando las manos de Touka viajan hacia su camisa.

Sus palabras se atascan dentro de su lengua, creando un sonido extraño que lo


habría hecho reír si no fuera porque las manos de Touka se encuentran sobre
su camisa. Kaneki parpadea, intentando comprender qué demonios ha
sucedido, y agacha la vista, donde los dedos de Touka se aferran fuertemente
contra los extremos de su chaqueta, una fuerza sobrehumana impulsándolo
hacia adelante, y cuando Kaneki regresa la vista hacia Touka, ella estrella sus
labios contra los suyos.

Y la lluvia allí afuera parece detenerse. Y los pájaros comienzan a cantar con
más intensidad. Y su corazón palpita fuego, fuego puro. Y el tiempo parece
congelarse, incluso si a Kaneki lo envuelve un calor abrazador. Sus labios son
cálidos, picantes, suaves por el sabor del pastel de frambuesa y amargos por el
café. El toque de sus labios parece curar todo aquello que para Kaneki parecía
incurable, todo por lo que había deseado lanzarse de ese puente un miércoles
por la noche hasta que ella apareció, preguntando su nombre cuando él había
conocido el suyo durante años.

Touka. Touka. Touka.

Su costumbre de escapar de una cosa hacia la otra fue suspendida al instante,


Kaneki no tenía deseo alguno de que ese beso terminara. Jamás. Fue torpe e
inexperto y húmedo y poco duradero y los mil ciempiés dentro de su estómago
fueron remplazados por mariposas, mariposas azules como Touka. Un beso
como éste fue un comienzo, la promesa de un mañana.

La promesa de una esperanza.


Touka se aparta, casi tan sorprendida como él, y cuando Kaneki abre los ojos
las palabras lo abandonan. La observa fijamente, quieto como una roca, con
sus labios hinchados y abiertos, ansiando más, más, más. Touka parpadea,
conmocionada, sentada sobre su asiento, y el rubor en sus mejillas es tan
hermoso que Kaneki desea gritar.

—Te veo mañana en la estación de tren.

Sin decir nada más, huyendo con la adrenalina en la punta de sus labios, Touka
se levanta de su asiento y se marcha de la cafetería apresuradamente,
dejándolo petrificado en su lugar, con una sonrisa estúpida y el corazón a punto
de explotar dentro de su pecho. Mira su alrededor, sin saber qué hacer, cuando
los ojos de Yoshimura lo atrapan por detrás del mostrador, y el anciano sonríe.
Sonríe con nostalgia, sonríe con la sabiduría de quienes saben muchas cosas y
Kaneki no encuentra la vergüenza para apartar la mirada ante tal exposición.
Su felicidad es demasiado grande.

Jadea, aún sin poder creerlo, e inmediatamente toma su teléfono, marcando su


número.

Uno, dos, tres.

—¡Eh, Kaneki! ¡Al fin llamas! Te-

—¡Hide, Touka me besó! ¡Me besó!

Verano.

Paz.

Todo lo que Kaneki siente entre sus brazos es paz.

Le toma tan solo unos pocos segundos el comprenderlo, incluso si está justo
frente a sus ojos, eterno como la vida misma. Entre sus brazos, Kaneki se
siente eterno. Ella es la causante de eso. Ella está aquí. Y en segundos puede
sentir sus brazos rodearlo firmemente, acunándolo contra su pecho, como si
quisiera hacerlo parte de su alma. Touka ya no es la muchacha misteriosa que
tomaba el tren todas las mañanas. Ella es cálida, ella es eterna, ella es
hermosa, y él es suyo.

En momentos como este, donde siente la calidez de su piel entre un ordenado


desastre de sábanas sobre la cama, donde siente sus manos acariciar su
indomable cabello negro, donde siente su corazón latir en sincronía con el suyo
por encima de su pecho, su respiración tierna y cuidadosa... Kaneki sabe que
está a salvo. A salvo de los gritos de su madre, a salvo de sus miedos, de sus
demonios, a salvo de las personas que lo hirieron, a salvo de él mismo. Touka
lo salva, Touka es el puerto seguro cuando la noche es demasiado fría y
aterradora. Touka es su salvación.
Y a veces teme que él no pueda ser la de ella.

—Deberíamos hacer algo divertido —sugiere él, emocionado como pocas veces
suele estarlo, emocionado como lo ha estado desde el primer día en que Touka
lo besó.

Hide se ha burlado de él desde entonces.

"¿Qué te ha pasado? De repente parece como si fueras el rey del mundo algo
así."

Y Kaneki reía, sonrojado.

"Touka. Touka ha pasado."

"Touka es tan guapa. Asegúrate de que me presente a su amiga. ¿Cuándo será


la boda?"

"Nunca te invitaría a mi boda, te emborracharías y la arruinarías. Oye, estaba


pensando, si te presento a Yoriko, ¿qué tal si hacemos un viaje los cuatro? Te
dieron tu licencia de conducir, ¿verdad? Que tal si tomas prestado la camioneta
de tu papá y—"

Y de repente, en un simple parpadeo tan volátil como el aleteo de una


mariposa, Kaneki se encuentra a sí mismo haciendo planes. Planes para un
futuro. Una boda. Una ciudad nueva con una casa nueva. Una cafetería. Una
cafetería con libros. Muchos libros. Un perro. Incluso un nombre nuevo. Las
últimas palabras del poeta François Rebelais fueron «me voy en busca de un
gran quizá», y las últimas palabras de Thomas Alva Edison fueron «es muy
hermoso allá». Repentinamente, inesperadamente, sorpresivamente, Kaneki
deseaba encontrar el gran quizá. Tampoco sabía donde quedaba allá, pero
estaba convencido de que era en alguna parte, y esperaba que fuera hermoso.
Si Touka estaba con él, seguro lo sería.

Pero Touka era cruel.

—¿Algo como qué? —pregunta, mientras acaricia su cabello de manera


ausente.

Puede sentir sus manos temblar.

—No lo se, lo que sea —responde, cauteloso—. Podemos hacer lo que


queramos.

Uno, dos, tres.

Touka no responde.

Uno, dos, tres.

Kaneki se incorpora levemente, descansando su mentón contra su pecho para


poder verla cara a cara. No luce enojada. Luce hermosa, radiante, etérea, y
cruel. Ella alza la mano, apartando los mechones de cabello negro que caen
sobre los ojos de Kaneki debido a la posición, y la forma en que lo toca le eriza
la piel. Sus dedos son suaves, cuidadosos, y Kaneki sabe que podría
permanecer así toda su vida, sin hacer nada, simplemente cerrar los ojos
sintiendo sus manos acariciar su cabello para siempre.

Pero el siempre no existe.

—¿Qué sucede? —pregunta él en un susurro.

Touka continúa entrelazando sus dedos en su cabello.

—Kaneki —dice, y su nombre jamás ha sonado tan perfecto en la boca de


alguien como ahora. Touka aguarda unos segundos, pensando en las palabras,
mientras evita mirarlo a los ojos—. Mañana empieza el otoño.

—O-Oh.

Oh.

Claro.

Otoño.

Lo había olvidado.

Kaneki suspira, nervioso, y los ciempiés vuelven a atacar su estómago,


comiendo sus entrañas. ¿Cómo se lo dirá? ¿Cómo le dirá que está confundido?
¿Cómo le dirá que no está seguro de hacerlo? ¿Cómo le dirá que cada noche,
antes de dormir, piensa en alcanzar el gran quizá? ¿Cómo le dirá que desde que
la conoció la vida se ve un poco más brillante? ¿Cómo le dirá que ha cantado
mil canciones y escrito mil poemas nuevos desde que lo besó? ¿Cómo le dirá
que ella lo ha salvado de su propio infierno, de cometer una locura?

¿Cómo?

Vuelve a suspirar, apartándose de ella para tomar asiento, y su repentino


cambio de actitud parece alertar los sentidos de Touka. Ella se sienta también,
levemente confundida.

Kaneki despeina su cabello, intentando aclarar su descontrolado cerebro.

—T-Touka, uhm —empieza, indeciso—. La verdad es que... mira, estaba p-


pensando y-

Riing. Riiing. Riiiing.

El teléfono de Touka interrumpe sus palabras. Como si Kaneki no hubiera dicho


nada, Touka ignora su discurso y toma su teléfono, atendiendo de manera
desinteresada. Es Yoriko. Dice que Ayato, su hermano, se ha metido en
problemas de nuevo. Dice que debería ir cuanto antes. Kaneki contempla la
manera en que Touka cierra los ojos, extremadamente agotada, y vuelve a
abrirlos para encontrar absolutamente nada. Ningún brillo, ningún matiz de
color, no hay nada.
Y Kaneki tiene miedo.

—Está bien —responde—. Gracias, Yoriko.

Apaga el teléfono. Suspira. Lo mira.

—Tengo que irme, lo siento.

—¿Quieres que vaya contigo?

Touka niega con la cabeza, restándole importancia.

—No —siempre dice que no. ¿Por qué siempre dice que no?—. Está bien. Te
veré mañana, ¿si?

Ni siquiera lo mira. Se inclina hacia un costado, tomando su blusa que yace


sobre el suelo para colocársela rápidamente y antes de que se incorpore de la
cama para marcharse, Kaneki la detiene. La sostiene por el brazo, acercándola
a él, y oye su exasperado suspiro. La obliga a mirarlo, y puede notar cierta
rojez en sus párpados. Está intentando no llorar. Kaneki aparta su cabello, el
cual está más corto que antes, el cual se había teñido semanas atrás, un azul
pálido, vivo y claro como el cielo por la mañana. Kaneki atrapa sus mejillas
entre sus manos.

—Hey —dice—. Tranquila. Todo estará bien.

Estoy aquí. Estoy contigo. No voy a dejarte. No estás sola.

Ella asiente.

—Claro.

No lo cree realmente.

Y Kaneki teme que haga una locura.

Se inclina, y antes de que sus labios toquen los suyos Touka ya está cerrando
sus ojos. Durante un momento se deja llevar, deja que los labios de Kaneki
susurren entre los suyos cuanto la ama, y lo hace, lo hace. Sus narices chocan
y su respiración la embriaga y desearía quedarse aquí para siempre, ignorar a
su hermano, ignorar sus responsabilidades, quedarse junto a Kaneki dentro de
esta pequeña habitación y no salir nunca. Nunca.

Pero no puede.

Si se queda para siempre, tal vez Kaneki podría abandonarla.

Cuando sus frentes chocan y Touka finalmente respira, acaricia las manos que
sostienen su rostro.

—Yo también te amo —responde en un susurro que solo él puede oír.

Lo ama. Lo ama. Lo ama.


Ese es el problema.

Otoño.

Dicen que el primer amor duele.

Pero eso no es verdad.

El primer amor nos quita el velo de la inmadurez para contemplar el mundo


como realmente es. Una transición de lo opaco a lo vivo, de lo despiadado a lo
efímero, de la muerte a la vida, de la inmadurez a la madurez. El primer amor
nos enseña a vivir, nos enseña el significado de la valentía, de los riesgos, de
las promesas. El primer amor nos hace fuertes. Lo que en realidad duele es
caer en la realidad de que, inevitablemente, el primer amor nunca dura para
siempre.

Y eso Touka lo sabía perfectamente.

Sus pies recorriendo las calles humedecidas por una lluvia pasada se oyen
como estruendos bajo una tormenta. Splash, splash, splash. Uno, dos, tres,
mientras el frío entumece sus dedos y las lágrimas que caen de sus ojos,
convirtiéndose en hielo antes de que lleguen hacia su mentón. Sus manos
tiemblan, su estómago se contrae y las hojas de un recién llegado otoño le dan
la bienvenida cuando entra al parque principal de Tokio. Es el momento
perfecto, es ahora o nunca. En los meses de primavera todo está demasiado
lleno de vida. En verano, está demasiado fuerte y no hay manera de escapar. El
otoño es el momento idóneo. En otoño todo está cansado y más dispuesto a
morir.

Morir. Ese era el plan inicial. No había comido durante toda la tarde. No había
dormido durante toda la noche, sollozando sobre su colchón e ignorando las
insistentes llamadas telefónicas de Kaneki. No había ido a la escuela, ni siquiera
se había levantado de su cama luego de que su hermano Ayato hubiera azotado
la puerta para marcharse de casa.

Marcharse.

Los pies de Touka sangraron mientras persiguió su silueta rápidamente


desvaneciéndose entre una ciudad marchita sobre su motocicleta negra. Corrió,
corrió, corrió, hasta que cayó de rodillas ante una verdad nuevamente revelada
frente a sus ojos: todas las personas que Touka amaba terminaban por
abandonarla tarde o temprano. Su madre, su padre, su hermano menor...

Solo era cuestión de tiempo hasta que Kaneki hiciera lo mismo también.

Por eso lo había llamado horas antes, preguntándole donde estaba. Por eso sus
pies recorren las calles desoladas hacia el parque principal, en donde Kaneki le
dijo que se encontraba junto a Hide, bebiendo café. Por eso, por eso está aquí,
a esta hora, frente a él, temblando y deseando desaparecer.
Era ahora o nunca.

Kaneki oye los pasos de Touka acercándose incluso antes de que ella mencione
su nombre, y Kaneki puede prever que algo no está bien. Ambos alzan la
mirada hacia ella, que camina aceleradamente con ambas manos rígidas a cada
lado de su cintura. Kaneki intercambia una rápida mirada con Hide, y se
incorpora para recibirla con una extraña y cálida sonrisa, el tipo de sonrisas que
Touka no necesita ahora mismo.

—H-Hey, ¿por qué no respondías el teléfono ayer? Intenté llamarte para-

Touka lo interrumpe, sostiene su mano rápidamente y lo obliga a seguirla hacia


el árbol más cercano, buscando un poco de privacidad de los ojos de Hide que
los observan curiosos. La sonrisa de Kaneki se borra, y durante un instante
teme lo peor.

—Eh, qué suced-

—Vamos a hacerlo —ordena Touka, volteándose una vez que encuentran


refugio bajo la sombra de un árbol desnudo—. Ya, ahora mismo. Quiero hacerlo
aho-

—Hey, hey —Kaneki lleva sus manos a su rostro que ya ha empezado a


temblar, incapaz de terminar sus palabras. Kaneki aparta los cabellos mojados
de su frente y limpia las gotas de agua que caen de su cabello mojado, pero
Touka niega con la cabeza repetidas veces—. Tranquila, ¿qué pasa? ¿sucedió
alg-

—¡Eso no importa! ¿Qué más da? —exclama—. ¡Quiero hacerlo ahora! Ya es


otoño, ¿cuál es el punto de seguir esperando? No quiero esperar más, dijiste
que lo haríamos cuando fuera otoño, p-pues dejemos de dar vueltas y vamos
a...

La mirada melancólica de Kaneki es más que suficiente para que Touka no


necesite finalizar su oración. No es necesario. Kaneki sostiene su mirada,
abatido, y Touka frunce el ceño, porque lo conoce, lo conoce demasiado. En tan
poco tiempo ha llegado a conocer su esencia como conoce cada cicatriz sobre
sus delicadas muñecas. Conoce su aroma, suave y cálido como el verano.
Conoce sus manías, la manera en que toca su barbilla cada vez que miente y el
intenso rubor en sus mejillas cuando lo besó por primera vez. Conoce sus libros
favoritos, la forma en la que sonríe cuando Touka dice algo absurdo y su
inteligencia envidiable.

El rostro de Kaneki se aflige cuando las lágrimas aparecen en los ojos de


Touka. No las puede contener. Ya no más.

—Touka...

Se ha arrepentido.

Kaneki se ha arrepentido.
Sin siquiera decir una palabra, sin siquiera separar sus labios resecos, Touka lo
hace a un lado cuidadosamente y sus pies avanzan por el mismo camino por el
cual llegó, dejándolo atrás como todo lo demás. Pero, incluso si Touka dice
conocerlo perfectamente, hay una parte de Kaneki que es invisible ante sus
ojos. Touka ignora cuánto la ama.

Siente su mano tomar su brazo, impidiendo su huida, obligándola a mirarle a la


cara.

—Touk-

—¡Suéltame! —Touka se voltea, furiosa, y aparta su mano, empujándolo en el


pecho. El rostro de Kaneki no tiene precio—. ¡Te odio, te odio! ¡Lo prometiste!
¡Dijiste que lo haríamos juntos, eres una basura!

—No tenemos que hacer esto, Touka —Kaneki la toma por los hombros,
desesperado, intentando convencerla de lo contrario, pero los ojos de Touka
son tan duros como su corazón. Niega con la cabeza, llorando—. Podemos
encontrar otra manera... estoy seguro de que hay otra salid-

—¡Cállate! —Touka lo empuja de nuevo, y alza su mano para impactarla contra


su mejilla. El sonido resuena dentro del parque como un eco difuso, y el rostro
de Hide detrás de ellos hace una mueca—. ¡Eres un cobarde! ¡Siempre has sido
un cobarde, nunca has tenido las agallas para hacerlo! ¿Pero, sabes qué? Yo sí
tengo agallas. ¡Si tú no quieres hacerlo, bien por ti, vete al demonio! ¡Lo haré
yo sola!

Touka se da la media vuelta para marcharse, y su declaración alerta todos los


sentidos de Kaneki. Abre los ojos, asustado, y el dolor en su mejilla a causa de
su golpe ni siquiera puede compararse al terror que invade su cuerpo ante una
terrible posibilidad. Corre hacia Touka, jalándola por el brazo nuevamente,
intentando tenerla, intentando evitar que cometa una locura, pero Touka está
completamente decidida.

—¡No, Touka, espera!

Pero ya es demasiado tarde.

Touka corre, corre, corre como si el diablo estuviera persiguiéndola, porque lo


hace. Kaneki corre tras ella hasta que sus piernas parecen flaquear y pierde su
silueta entre la ciudad. Touka es rápida, tan rápida y escurridiza como un
conejo. Sus pies corren hacia el puente, trepa los bordes y sus manos se
aferran nuevamente a las vigas mientras el sol tiñe de dorado la ciudad de
Tokio bajo un crepúsculo y nadie a su alrededor parece notar que una
muchacha de cabello azul está intentando desaparecer. El viento azota su
rostro y las lágrimas que caen por sus mejillas mientras observa el agua
moverse furiosa bajo sus pies, mientras las horas pasan y el sol se marcha y
Touka aún sigue de pie, aferrándose a las vigas.

Uno, dos, tres.

Podemos encontrar otra manera.


No, no, no.

No hay otra manera. Nunca hubo otra manera.

Estoy seguro de que hay otra salida.

Touka niega con la cabeza, oyendo la voz de Kaneki en su mente. ¿Por qué?
¿Por qué tuvo que conocerlo? ¿Por qué lo besó aquella tarde de lluvia en la
cafetería? La primera cita que tuvo en toda su vida. ¿Por qué intentó que las
cosas resultaran bien? ¿Por qué dejó que él fuera el primer chico en tocarla de
verdad? ¿Por qué permitió tanto? ¿Por qué le dijo que lo amaba? Amar es
destruir, y ser amado es ser destruido. Kaneki la había destruido, tal y como lo
hicieron todas las personas que la habían abandonado a lo largo de su vida
pero, al mismo tiempo, había logrado reconstruirla. Touka reía. Desde que lo
conoció, Touka reía. Sentía mariposas en su vientre cada vez que él la besaba.
Le agradaba dormir entre sus brazos. Le agradaba pelear con él, la forma en la
que luego Kaneki regresaba hacia ella, suplicando, como si realmente la
necesitara, como si ella fuera tan vital para él como él lo era para ella. Le
gustaba observarlo leer, le gustaba cuando leía en voz alta para ella y Touka ni
siquiera prestaba atención a las palabras del libro, mantenía sus ojos fijos en
Kaneki, sus labios recitando las palabras de su libro favorito, dedicándoselas
solo a ella. Idiota, idiota, idiota, Kaneki era un idiota. Iban a morir juntos, era
el plan inicial, se lo había prometido. Si morían juntos, permanecerían juntos
para siempre y él nunca podría dejarla.

Pero ahora...

Si Touka moriría, estaría sola. Kaneki no moriría con ella. Y si viviera, Kaneki la
abandonaría tarde o temprano, era lo que todos hacían.

Touka se sienta sobre el puente, temblando, y permanece allí toda la noche.


Sus ojos viajan hacia el mismo lugar en donde Kaneki estaba la noche en que
lo conoció. El sol de la mañana alumbra su rostro y se pregunta si podría ser así
siempre. A veces, observar ciertas cosas como el sol amaneciendo entre los
rascacielos, el mundo existiendo frente a ti... a veces esos momentos se
congelan y el mundo se detiene momentáneamente. Solo durante un segundo.
Y, de alguna manera, logras encontrar la manera de vivir en ese miserable
segundo, y si ese momento dura eternamente, puedes vivir para siempre. Eso
era lo que sucedía cuando Touka miraba a Kaneki. El tiempo se detenía, y
aunque los problemas lograban alcanzarla, Kaneki siempre estaba ahí para
congelar el tiempo un poco más. Con los ojos hinchados y las mejillas secas,
Touka toma su teléfono y observa la innumerable cantidad de mensajes que
Kaneki había enviado. Sus manos tiemblan. Le ha dicho cobarde y Touka ha
permanecido sentada en el puente durante toda la noche, sin atreverse a
saltar. Contiene un sollozo y marca su número, pero Kaneki no responde.

Se tensa.

Vuelve a llamar. Uno, dos, tres. No hay respuesta. Touka lo llama diez veces, y
Kaneki no contesta ninguna de ellas. Entonces Touka empieza a temer, su
corazón late demasiado deprisa y sus manos sudan y siente que estará a punto
de desmayarse. Le importa, le importa demasiado. Vuelve a marcar su número,
desesperada, mientras abandona el puente y sus pies corren hacia su casa,
desesperada. ¿Por qué no responde? Ni siquiera parece que estuviera evitando
sus llamadas, porque cada una de ellas cae directamente a su correo de voz.
Como si lo tuviera apagado. Como si...

¿Y si él lo hizo primero? ¿Y si él...?

Touka entra en pánico.

Al llegar a su casa se sorprende de ver las luces apagadas. Son las diez de la
madrugada y Touka toca el timbre, golpea la puerta, grita su nombre, pero
nadie responde, nadie atiende su llamado. Rodea la casa hasta llegar hacia su
ventana y coge unas piedrecillas del suelo, impactandolas contra el vidrio.

—¡Kaneki!

Pero no hay respuesta.

Soltando una exclamación, Touka guarda su teléfono y comienza a trepar el


árbol para aterrizar en su ventana, abriéndola con algo de dificultad.
Efectivamente no había nadie dentro de la casa, así que supo que a nadie le
importaría si entraba en su habitación sin permiso. La ventana no estaba
cerrada del todo, así que no fue un problema abrirla. Sus pies aterrizaron en la
habitación, pero la cama estaba deshecha y vacía.

No, no, no.

—¡Kaneki! —gritó de nuevo, entrando al baño, pero no había nadie.

Desesperada, tomó su teléfono de nuevo y marcó el número de Hide.


Probablemente él sabía donde estaba Kaneki.

Hide reconoce el número de inmediato.

—¿Touka?

—Hide —responde, jadeando, apartando su cabello de la frente—. ¿Sabes


donde está Kaneki? No está en su casa, he estado llamándolo pero no responde
ninguna de mis llamadas, estoy preocupada...

Pero su amigo no responde inmediatamente.

—C-Creí que Kaneki habló contigo...

Uno, dos, tres.

Touka contiene las lágrimas.

—¿De qué? —pregunta, y teme la respuesta.

Hide suspira al otro lado de la línea.

—Ayer en la noche discutió con su mamá, luego de que ustedes... eh, bueno,
hablaran. Kaneki llegó un poco tarde y su madre se enojó, y le rompió el
teléfono, c-creo que por eso no pudo contestar. Lo echó de la casa.
Lo echó de la casa.

Lo echó de la casa.

Touka cubrió su boca con la palma de su mano, sintiendo un profundo dolor en


su pecho.

Cobarde.

Touka le había dicho cobarde. Basura. idiota. Y ahora su madre lo había echado
de la casa. Lo había dejado sin un hogar.

La muchacha cierra los ojos, temblando como una niña.

Era una estúpida. Estúpida, idiota, inútil.

¿Por qué, por qué, por qué? ¿Por qué tuvo que gritarle todas esas cosas? ¿Por
qué no pudo estar ahí para él? No había respondido ninguno de sus mensajes,
ni siquiera los había leído. Tal vez Kaneki la llamó por eso. Tal vez.. tal vez... él
la necesitaba, tanto como ella lo necesitaba a él, y Touka no estuvo, no
estuvo...

—H-Hide —tartamudea, las lágrimas caen de sus ojos como una cascada de
sangre—. ¿Dónde está? Yo... yo... tengo que hablar c-con él, tengo que d-
disculparme... tengo que decirle que-

—Está en mi casa —dice, y su respuesta alivia terriblemente la tensión de su


cuerpo—. Se quedará aquí por ahora.

—¿Puedo ir a verlo? P-Por favor... t-tengo que explicarle...

—C-Claro, ven, seguro querrá hablar contigo otra vez.

Touka asiente, limpiando sus lágrimas.

—Gracias, Hide.

Guarda su teléfono, soltando un exhausto suspiro, y cuando aparta su cabello


de su rostro y camina hacia la ventana para marcharse por el mismo lugar por
el cual entró, lista para ir a casa de Hide, algo capta su atención junto al
escritorio. Su mochila, a punto de caerse de la mesa, abierta y desordenada, y
un papel junto al borde, arrugado y olvidado, pero con un título demasiado
grande como para ignorarlo. Touka frunce el ceño, levemente atraída, y camina
hacia el escritorio para tomar el papel entre sus manos. El título yace gigante
en el centro, escrito en azul.

Hydrangea.

Sus flores favoritas.

Conteniendo el aliento, Touka toma asiento en su cama y descubre que ese


papel arrugado y olvidado es parte—o, tal vez, es—del poema que Kaneki iba a
presentar para el concurso literario de la escuela. Sus ojos comienzan a leer
con temor, y durante largos segundos no puede respirar.

Simplemente no puede.

Kaneki Ken. Poema para el concurso de literatura.

"Hydrangea."

No la conozco, y aún así creo conocerla.

Nunca hemos hablado, y aún así conozco el sonido exacto de su voz susurrando
mi nombre entre sueños.

Nunca me ha mirado, sin embargo sé que sus ojos tienen el poder para
derrumbar todos mis sentidos.

Su cabello se agita con el viento de la misma manera en que los pétalos del
cerezo avanzan impacientes sobre el cielo de una tarde primaveral. Verla
caminar es como observar a la primavera, una primavera que poco a poco se
transforma en un marchito otoño. Ella avanza, decidida, y los pétalos que deja
detrás se convierten en hojas secas que he estado recolectando durante años,
lo poco que puedo conseguir de ella. Sus ojos inexpresivos, como estrellas
demasiado cansadas para parpadear, y en la quietud de la noche intento
recordar por qué late mi propio corazón.

Duele. Mirarla duele.

Tal vez es su color de ojos, un turquesa tan vivo como los latidos de mi corazón
cada vez que ella está cerca mío; pequeñas manchitas de azul, violeta y
dorado, entremezclándose como una pintura sobre un papel, como una
constelación de estrellas acumuladas entre sí. Tal vez son sus pestañas,
oscuras y abundantes como un bosque. Tal vez son sus cejas prominentes que
intensifican su mirada, tal vez es esa chispa, esa luz vibrante que se luce como
fuego… tal vez solo es ella.

Ella, a quien he observado cada mañana dentro de un tren desolado que nos
llevaba hacia ninguna parte. Me dedicaba a contar las pequeñas pecas sobre su
nariz, como copos de nieve que caen del suelo y se niegan a derretirse al
contacto con su piel. Las dos pequeñas cicatrices que tiene cerca de su oreja, el
travieso hoyuelo que desfila sobre su mejilla cuando sonríe, el rubor de sus
pómulos sonrojados cuando se enfada conmigo, el brillo de sus ojos cuando
observa las estrellas. Ella es encantadora, al igual que la poesía es un reflejo
del alma. Su voz es como un retrato de su corazón, salvaje como un incendio,
afilado como un cristal roto, dulce y limpio como el trébol.

Yo soy sutil como una llovizna, ella es fascinante como un huracán. Y en la


quietud de la noche pienso demasiadas cosas. Pienso que tal vez no debió ser
interesarte ver a una chica de cabello morado en la estación de un viejo tren
mientras el sol caía sobre ella como lluvia dorada. Que tal vez no debí
continuar, recordarlo como algo bonito, que tal vez debí marcharme cuando me
besó a través de esa mesa, pasando por encima de dos tazas de café y un
pastel de frambuesa. Que tal vez ella es la razón que siempre he estado
buscando y ahora que la tengo frente a mi ya no importa lo que suceda, no
importa lo que haga.

Terminaré amándola de cualquier manera.

Cuando Touka abre la puerta de la habitación, se sorprende de encontrar las


ventanas abiertas.

Hide dijo que se encontraba en su nuevo cuarto y que posiblemente estaba


durmiendo. Dijo que Kaneki no había tenido tiempo de coger sus pertenencias
una vez que llegaron a su casa, y que Kaneki no había querido regresar a
buscarlas esa misma noche. Dijo que se encerró en la habitación y no había
salido de allí hasta ahora.

Hasta ahora.

Touka cierra la puerta detrás de ella, temblando como la niña que es, y
contiene el aliento al verlo. Está acostado, de espaldas, cubierto con
demasiadas frazadas, oculto bajo ellas como un niño que desea esconderse del
mundo entero. La ventana principal que se encuentra junto a la cama ofrece
una hermosa vista del parque principal, con su cielo de cristal debido a una
lluvia olvidada y el viento que hace respirar las copas de los árboles. Touka
suspira, caminando hacia él, y se arrodilla en el suelo frente a la cama.
Permanece en silencio unos segundos, observando sus manos, las cicatrices en
sus muñecas, la espalda de Kaneki, el cielo a través de la ventana...

Está llorando. No se da cuenta hasta que sus lágrimas tocan su barbilla y sus
manos viajan a su rostro, avergonzada, mientras cobra aliento y susurra su
nombre.

—Kaneki.

Uno, dos, tres.

No hay respuesta.

Sabe que no responderá.

Touka fija la vista en el cielo, lo único que se ve hermoso en un día tan


horrible.

—Ayato... —susurra, y su pecho quema ante la mención de su nombre—. Él...


se fue. Se fue de casa la noche en la que te busqué en el parque.

Hace una pausa, esperando una respuesta.

Pero no hay ninguna.

Suspira, cobrando aliento, y mira sus manos.


—Él... siempre fue especial. Siempre estuvo lleno de vida, todo lo contrario a
mi. Le gustaba acampar, de niños mi padre siempre solía llevarnos al bosque y
hacíamos una fogata. Pero cuando mi padre se suicidó, las cosas cambiaron. Se
que mi hermano siempre culpó a mi padre y nunca lo perdonó por lo que hizo.
Dice que fue un cobarde, que nos abandonó. Yo... lo intenté, hice lo mejor que
pude. Trabajé mucho, hice todo lo posible para que Ayato tuviera una buena
educación, tuve que criarlo yo sola. Pero no funcionó —Touka limpia sus
lágrimas, mordiendo su labio inferior con fuerza—. Ayato comenzó a meterse
en problemas, comenzó a ignorarme, llegaba ebrio a casa... y yo... no pude
soportarlo. Se que eso fue terrible para él. Cuando me vio cortarme por
primera vez... pensó que había intentado suicidarme, se volvió loco. Creo que
me odió desde entonces.

Touka hace una pausa, y durante un instante no puede respirar.

—S-Sabía que iba a marcharse. S-Siempre lo supe... ¿por qué iba a querer
quedarse conmigo, una estúpida suicida al igual que su padre? Y ya no me
importaba... si moría o no, si él debía enfrentar el mundo solo o no... creí que
no me importaría, ¿cual era el punto? Iba a dejarme de todas formas. Todos lo
hacen. Todos se marchan de mi vida tarde o temprano, ¿c-cuál sería la
diferencia si yo lo hacía primero? Llegué a pensar que tal vez él estaría mejor si
yo muriera. Pero esa noche en el puente... yo... no pude, y... luego apareciste
tu y... y yo...

Conteniendo un sollozo, Touka se incorpora del suelo y hace un pequeño lugar


en la cama, detrás de Kaneki. El colchón es lo suficientemente grande para que
ambos puedan caber, y Touka se acurruca junto a él, en posición fetal,
descansando su frente contra su espalda. Kaneki no se mueve, pero puede
sentir su respiración, y sabe que está despierto.

—Lo siento, lo siento... —solloza contra su espalda, su pequeña mano


acariciando su brazo—. P-Por favor, perdóname. Te dije cosas horribles... Hide
me dijo que tu madre te echó de tu casa... lo siento t-tanto, Kaneki. Fui una
idiota, fui una estúpida... lo siento. Yo... tú... eres lo único bueno que tengo en
mi vida, pero tenía t-tanto miedo... creí que si moríamos juntos entonces
siempre estaríamos juntos, y cuando supe que te habías arrepentido... me
aterroricé, Kaneki. Porque sabía que me dejarías tarde o temprano, pero no
tuve el valor de hacerlo yo misma. T-Te dije cobarde... cuando la única cobarde
aquí siempre he sido yo.

Su cuerpo se estremece en lentas sacudidas, las lágrimas mojan el colchón y


Kaneki mantiene sus ojos fijos en la pared, sintiendo la mano de Touka apretar
su hombro, siente las lágrimas mojar la tela de su camiseta.

—F-Fui a tu casa... trepé hacia tu habitación —dice, y su llanto se incrementa—


. L-Leí tu poema... Hydrangea. E-Era sobre mi, ¿verdad? Tú... Dioses... tú
escribiste Hydrangea... tú...

Kaneki cierra los ojos de nuevo, temblando, y Touka hace una pausa.

Uno, dos, tres.


—G-Gracias —dice, sobando su nariz. Su voz se oye como la de una niña
pequeña, tímida y asustada—. Gracias por hacerme tan bonita en la historia.
Yo... no sabía... que era tan bonita. N-No tenía la menor idea. No sabía nada...
como una idiota. Fui simplemente una idiota engreída. Qué estúpida fui...

Touka presiona su rostro más firmemente contra su espalda.

—Yo... no quiero morir, Kaneki. No quiero. P-Pero tengo miedo —susurra, y


luego hace una pausa, recobrando el aliento—. Sabes... hay un tipo de pájaro
cantor que cree morirse cada vez que se pone el sol. Pero en la mañana,
cuando sale el sol, se sorprende de seguir viviendo. Entonces, canta una
hermosa canción. Yo... he cantado cada mañana desde que te conocí.

Con un profundo suspiro, Kaneki se voltea hacia un lado, abandonado su


antigua posición para quedar cara cara frente a Touka. Ella abre sus ojos, los
cuales mantenía cerrados, y lo observa con sorpresa. Sabía que estaba
despierto, pero de alguna manera era como si esperara nada en lo absoluto. Su
rostro se ve pálido y cansado, y sus ojos rojizos e hinchados. Durante un
instante, Touka se siente terriblemente culpable.

Pero él toma su mano.

Sus dedos se entrecierran a su alrededor y Touka se acerca más a él, mientras


Kaneki cubre parte de su cuerpo con las frazadas. Permanecen así, en silencio,
durante varios minutos. Kaneki alza su mano y con la punta de sus dedos borra
las lágrimas de Touka, aparta los flequillos de su cabello, observa sus labios de
manera ausente. Touka acaricia su mejilla, temblando.

—Kaneki...

—Siento lo de Ayato —dice él, mirando sus manos unidas.

Es tan bueno. Siempre ha sido demasiado bueno.

—Y yo lo de tu madre —responde en un susurro, descansando sus dedos contra


su barbilla.

Kaneki suspira, negando con la cabeza.

—Está bien. Iba a irme de ahí pronto de todas formas. Yo.. aún debo ir a buscar
mis cosas.

Touka lo mira a los ojos, ve la amargura en su mirada, y durante un instante se


pregunta si han tomado la decisión correcta.

—Kaneki —dice de nuevo, y la mención de su nombre le obliga a alzar la


mirada, encontrando en sus ojos todas las respuestas que necesitaba—. ¿Qué
vamos a hacer ahora?

Y esa es, efectivamente, una pregunta curiosa. ¿Qué harían ahora? Ambos se
encontraban en las mismas circunstancias, ambos se encontraban
completamente solos otra vez. Su madre lo había echado de casa. Su hermano
la había abandonado. No poseían ninguna razón para continuar viviendo. Éste
habría sido el momento perfecto para lanzarse del puente y habría tenido
mucho más sentido hacerlo ahora que antes, esa noche, la primera vez que se
conocieron.

Puede sentir las lágrimas desfilar en los ojos de Touka, esperando una
respuesta, impaciente. Su mirada le quita el aliento, quita cada una de sus
palabras. Le aterra en todos los sentidos pero ella es esa fuerza sobrehumana
que lo impulsa a luchar incluso a pesar de sus propios temores. Kaneki cobra
aliento, respira de su perfume primaveral, toma su mano nuevamente y
descansa sus labios contra su piel.

—Quiero estar contigo —dice, y el temor en los ojos de Touka es grande,


demasiado grande.

Pero él no puede, simplemente no puede continuar sin ella. En esta vida, o en


otra, no puede. Así que con su aliento—o lo que cree que queda de él—Kaneki
derrama la poca energía que le queda en sus palabras, proclamando su verdad.

—Te amo, Touka. Nunca he amado nada en mi vida, ni siquiera a mi propia


madre. Siempre he estado solo, siempre he estado vacío, siempre he querido
morir, hasta que te conocí. Creo que todo sucede por una razón, y el que me
hubieras hablado esa noche cuando ambos buscábamos lo mismo... no creo
que haya sido una coincidencia. Cuando estoy contigo, siento que puedo hacer
cualquier cosa. Soy indestructible. Se exactamente a donde pertenezco, y eso
es tan importante para mi, Touka, es lo más importante de todo.

Sus dedos aún están entre sus labios, sintiendo su respiración, su vida.

Ambos están aterrados. Lo están. Pero sus corazones laten al unísono, y su


mano se aferra fuertemente a la suya, y Touka desea inclinarse y presionar sus
labios contra los suyos y congelar ese momento para siempre. Ambos están
rotos, ambos están solos y, sin embargo, se tienen el uno al otro.

—Así que por favor, por favor... —Kaneki suplica con la última gota de aliento
que le queda, intentando salvar su vida, sus vidas—. Vivamos, Touka.

Vivamos.

Es una promesa, y Touka sabe que si responde ya no habrá vuelta atrás. Las
palabras de Kaneki reverberan en el aire mientras una débil lluvia azota la
ciudad, deslizándose por la ventana como lágrimas de cristal. Y a pesar del frío
que la envuelve y la llovizna que no cesa, sorprendentemente la mano de
Kaneki sobre la suya se siente cálida, demasiado cálida. E incluso cuando cierra
los ojos aún puede sentirlo ahí, junto a ella, brindándole el calor que por tanto
tiempo ha estado buscando. Ambos están vivos, ambos existen, y el puente
que suponía un fin para ambos terminó uniéndolos más de lo que imaginaban.

Pero Kaneki la ama, y Touka sabe que lo ama también. En el amor no hay
temor, decía su padre. No lo hay.

Cuando Kaneki está a su lado, el temor no existe.

Ya no.
Touka suspira, cerrando los ojos, asintiendo suavemente, sintiendo la palma de
su mano descansar contra su mejilla.

Uno, dos, tres.

—Vale.

Ambos están en su hogar.

Les juro que esto no iba a ser tan largo, lo juro. Pero mi amor por la ship y mi
inspiración me jugaron una mala pasada, y terminó quedando más largo de lo
que esperaba. Pensé en dividirlo en dos partes, pero iba a arruinar la idea de
las estaciones y cómo cada historia avanza poco a poco, no quería cortar esa
continuación, así que yolo, lo dejé así (?)

He visto que no abundan muchos AU de Tokyo Ghoul, o al menos de Touken, y


me pareció interesante publicar uno al fin. De alguna manera, este fic hace
honor a ese lado suicida que tiene Kaneki, y a la manera en que el amor de la
gente que lo rodea siempre lo impulsa a continuar, a encontrar una razón para
vivir y seguir luchando. Creo que el amor siempre es lo más importante, y me
hace feliz el saber que Kaneki está rodeado de personas que lo aman y quieren
verlo feliz *llora*

Este fic va dedicado a mi waifu, Miss Lithium, que fue la que me dio la idea
inicial y tenía ganas de leer un touken, y le dije que iba a escribir uno porque
soy the best (L) I love you waifu, espero que te guste (?) y si no te gusta me
vale madres lololol, soy demasiado cursi.

En fin, un review siempre es bienvenido :)

¡Hasta la próxima!

—Mel.

La caída de los payasos


By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
Rated: Fiction T - Spanish - Mystery/Suspense - Kaneki K./Haise S., Touka K.,
Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
Updated: Feb 29 - Published: Feb 16 - Status: Complete - id: 11795032
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1. Prólogo
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Advertencia: esta historia ya fue publicada en wattpad, soy la misma


autora, tengo el mismo nick, etc, para que no hayan problemas.
Además éste fanfic es la continuación de la rebelión de los ghouls.
Prólogo

Ya han pasado 5 años desde la rebelión de los ghouls, pero aún tengo
problemas con esa otra voz ¿acaso él no tenía el poder de salvarla? El salió por
ese motivo y no lo logró, además no llegamos a tiempo para ver que contenía
el laboratorio, no importa cuánto tiempo pase, pero no puedo perdonar lo que
él hizo.

En todo este tiempo se ha estado reconstruyendo la ciudad de a poco, las


peleas con los ghouls siguen, pero todo vuelve poco a poco a su ritmo normal.

El escuadrón quinque sigue igual e incluso anunciaron que habrá más reclutas
con el mismo sistema cosas que los animó, pues ahora serán promovidos y
podrán tener su propio escuadrón, aunque siempre serán considerados como
unos niños por mi parte.

Por otro lado Akira sigue el carácter de siempre mientras Arima por esta fecha
se le puede notar una expresión triste, es normal cuando pierdes a la mujer
que amas ¿no? Creo que yo estaría mucho peor, suelto un suspiro y termino mi
trabajo para dirigirme al cementerio.

Una vez ahí me encuentro con Arima, quien parecía estar buscando a alguien,
pero desiste y me acompaña a la tumba de nuestra querida Lilith Leonhart, la
amaba como a una hermana y la perdí, mi vida estaba gris con algunos colores
por mis seres queridos que se preocupan por mí, pero nunca olvidaré ese día
cuando volví a casa y aquella pequeña estaba ahí como si me esperara.

1. Prólogo
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La caída de los payasos
By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
Rated: Fiction T - Spanish - Mystery/Suspense - Kaneki K./Haise S., Touka K.,
Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
Updated: Feb 29 - Published: Feb 16 - Status: Complete - id: 11795032
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2. ¿Kishou?
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Capítulo 1: ¿Kishou?

Haise con ingenuidad se acerco a la niña con ropa estilo gótico.

—Ey ¿estás perdida? —preguntó el albino agachándose a la altura de la niña.

—No, pero no tengo a donde volver—respondió la niña de cabello azul oscuro y


brillantes ojos celestes con tristeza.

— ¿Tus padres? ¿Familia? —Haise comenzó a observar detenidamente a la niña,


no parecía que estuviera viviendo en la calle o de un orfanato, estaba con ropa
demasiado costosa y bien cuidada, además tenía ciertos rasgos extranjeros,
quizás había huido de casa o se perdió, habían múltiples posibilidades, pero no
podía dejarla en la calle.

—No quiero—murmuró la pequeña.

— ¿No quieres que vayamos con la policía? —propuso el albino.

—Pero los ghouls…—habló mirándolo directamente a los ojos con tristeza.

—Mira yo soy un investigador ghoul si quieres mañana nos vamos juntos a la


CCG, para que puedas contarle tus problemas—comentó Haise con una sonrisa.

—Pero ¿si vienen por mí? —preguntó la pequeña con preocupación.

—Yo te protegeré—con una gran sonrisa le estiro la mano.

— ¿Lo prometes? —preguntó la niña con ingenuidad.

—Sí, te lo prometo. Bueno ¿cuál es tu nombre?—dijo aún con su mano estirada.

—Miyu—murmuró con pena.

—Bueno Miyu, soy Sasaki Haise, vamos—así la pequeña aceptó la mano del
nivel 1 Sasaki Haise y se retiraron a la casa de éste, pero era un poco tarde, ya
que sus habitantes estaban en sus respectivas habitaciones recargando
energías para el día siguiente—Con cuidado, no hay que hacer ruido—señalo el
albino llevándose a la niña a su habitación.

—Shhhh—balbuceo la pequeña poniéndose los dedos en la mano en señal de


silencio.

—Bien, no es el mejor cuarto, pero dormirás conmigo por hoy—comentó Haise


cuando siente como la pequeña corre a la cama y comienza a saltar
animadamente.

—Gracias hermanito Haise—exclamó la pequeña con una sonrisa.

—Pareces muy animada, ten—pasándole la parte de arriba de unos de sus


pijamas, pues la niña no podría dormir con el vestido tan extravagante que
poseía.

—Gracias—así ambos se cambiaron y se fueron a la cama a dormir donde la


pequeña se acurruco en el pecho del albino para conciliar el sueño, cosa que
fue una pequeña tortura, pues no estaba acostumbrado a tener a alguien a su
lado.

Mas en la madrugada Haise despertó a causa de que la pequeña se movía


mucho y balbuceaba cosas, así que se concentró para escuchar que decía.

—Ma…má no, no lo hagas…Papá sufrirá…—murmuraba principalmente entre


cosas y tuvo una especie de deja vu, pues con Lilith sufrió algo parecido ¿acaso
esta pequeña…? No, era imposible, descartó una alocada idea de su cabeza y se
dedicó a reconfortar a la niña.
La noche pasó sin muchos problemas después hasta la peli azul despertó de su
pesadilla que poco a poco pasó a ser un lindo sueño, gracias al nuevo
hermanito que ahora tenía a su lado cuidándola.

—Gracias hermanito y yo también te protegeré—murmuró bajo para no


despertar al albino, luego besó tiernamente una de sus mejillas y al volver a su
postura sus ojos se habían vueltos rojos con fondo negro—Necesito
encontrarlo—despacio salió de la cama, se vistió y se retiró por la ventana del
lugar que estaba en un segundo piso.

Cuando amaneció Haise se estiro, se levantó perezosamente con su cabello


revuelto y se percató que le faltaba la pequeña Miyu, rápidamente recorrió la
casa entera sin encontrarla y antes las miradas confundidas del escuadrón
quinque a los que posteriormente les explicó la situación, aunque ya estuvieran
promovidos seguían viviendo juntos y a veces se les asignaba misiones en
conjunto, pero claro seguirían siendo su querido escuadrón quinque.

—Pero Sassan es peligroso dejar a la niña así y más si unos ghouls la siguen—
exclamó Tooru preocupada.

—Lo sé, pero no tenemos idea a donde pudo haber ido—explicó el albino
preocupado.

—Por el momento, lo mejor será ir a la CCG—dijo Urie con su típica expresión


fría y desinteresado completamente en el tema, era un día laboral.

—Sí, arréglense—ordenó Haise y con desanimo se fue hacia la CCG como de


costumbre cuando siente como las secretarias que tomaban testimonios y
organizaban pistas estaban inquietas— ¿Pasó algo malo? —le preguntó a una
que se encontraba mirando a sus compañeras.

—Desde mañana llegó una niña que exige ver al agente especial Arima Kishou,
le dijimos que si puede darnos sus datos y no quiere, pero insiste y es un
problema…—habló con angustia la chica.

—Arima fue a una misión en otro lado y no volverá hasta mañana—dijo Haise y
se retiro hacia las otras chicas a ver la niña.

—Pero quiero ver a Arima—exclamó la voz tierna de una niña de 4 años.

—Lo sabemos pequeña, pero…—intentaba calmarla una de las chicas.

— ¿Miyu? —Haise sorprendido quedó mirando a la pequeña conocida.

—Hermanito Haise—exclamó con felicidad la niña y se lanzó a sus brazos donde


el albino la sostuvo en brazos, para hablar con ella.

—Ey ¿por qué te fuiste de casa sin decírmelo? —preguntó Haise un poco
enfadado y aliviado a la vez.

—Dijiste que vendríamos a la CCG y no quise despertarte…—respondió la


pequeña con tristeza provocando que toda la ira del albino desapareciera como
si nada.
— ¿La conoces? Podrías ayudarnos a saber sus datos y ¿Por qué quiere ver al
agente especial Arima Kishou? —pidió una de las chicas, un poco más calmada.

—Sí, sí lo siento. Miyu estas chicas sólo te quieren ayudar, así podrías empezar
por tus datos ¿sí? —explicó Haise con una cálida sonrisa, pero la niña mantuvo
la mirada baja y seria.

—Kishou…—susurró apenas audible.

— ¿Eh? —exclamó el albino, pues no logró escuchar bien.

—Miyu Kishou es mi nombre completo—dijo la pequeña con seriedad y después


se acurruco en el pecho del albino, mientras en la mente de Haise repasaba a
todas las personas que conocía con ese apellido, pero el único que tenía ese
apellido era su mentor, el agente especial y apodado dios de la muerte, Arima
Kishou.

—Kishou, pero el único Kishou es el agente especial Arima—dijo Shirazu que se


encontraba observando la escena junto a los demás—Será alguna pariente…—
agregó con una sonrisa.

—Es imposible—exclamó una rubia que veía desde lejos todo.

—Akira ¿Por qué? —preguntó Haise confundido.

—Arima es hijo único, sus padres están muertos hace años y no tenía
parientes—informó Akira con los brazos cruzando observando fijamente a la
niña y dejando confusión en el ambiente.

—Lo que nos lleva a que quizás sea su hija…—comentó despreocupadamente


Tooru dejando distintas reacciones de shock en los presentes, que el gran
Arima Kishou tenga una hija es impensable, nadie tenía una imagen de él con
una novia y menos como un padre.

—No, no, es imposible o…—comentó Akira—o es verdad…—agregó temerosa.

—No puedo ver a Arima de esa manera…—respondió Haise.

Muchas dudas, teorías y chismes salieron del escándalo de la mañana, pero


cuando trataron de hablar con la fuente del problema, la pequeña Miyu se había
quedado dormida en los brazos de su querido hermanito Haise.

—Bien, hasta que Arima llegue tú la cuidaras y cuando despierte llévala con el
jefe del laboratorio a que le haga una prueba de sangre—ordenó la rubia y se
retiró hacia su oficina.

—Sassan tendrá que hacer de niñera—comentó Shirazu divertido.

—Pero al parecer a la pequeña le agradas—agregó Tooru.

—Es algo…—tras un largo suspiro Haise se retiro hacia su oficina con la niña
que dormía plácidamente, por lo que la acurrucó en un sofá.
La tarde paso tranquilamente donde la pequeña Miyu despertó y accedió a
hacerse los exámenes sólo porque Haise se lo pidió de lo contrario se opondría
rotundamente, por lo que una vez en el laboratorio le dijeron que los resultados
se los darían al día siguiente.

—Ahh que día más agotador—exclamaba Haise estirándose a la salida del


laboratorio siendo observados por unos brillantes ojos celestes.

— ¿Es culpa de Miyu? —preguntó la pequeña bajando la cabeza.

—No, claro que no, es trabajo de un investigador es cansador y Miyu es tan


encantadora que nunca te cansarías de ella—respondió con una cálida sonrisa
animando a la pequeña, pero ganándose miradas extrañas de su antiguo
escuadrón que estaba acompañándolo.

—Sassan eso suena perturbador…—comentó Tooru.

—Sí, cualquiera te denunciaría por pedófilo—agregó Shirazu.

—Eso fue para animarla—se apresuro a excusas, pero una tierna risa inundo el
pasillo, Miyu a carcajadas reía animadamente ante la escena.

Así se retiraron de la CCG y se fueron a su cálido hogar donde la pequeña Miyu


alegraba aquel ambiente que se había vuelto un poco monótono desde hace
años, tras unas horas jugando se fueron a dormir y sólo quedaba esperar el día
siguiente, pues Arima volvería de su misión y estarían los resultados de las
pruebas de sangre, además de cierta sorpresa.

2. ¿Kishou?
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La caída de los payasos
By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
Rated: Fiction T - Spanish - Mystery/Suspense - Kaneki K./Haise S., Touka K.,
Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
Updated: Feb 29 - Published: Feb 16 - Status: Complete - id: 11795032
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3. Familia
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Capítulo 2: Familia

A la mañana siguiente todos se dirigieron a la CCG con aire de impaciencia que


lleno el lugar, pues este día se sabría la verdad. Akira, Miyu y Haise se
encontraban en la oficina de éste esperando al jefe del laboratorio que traería
los resultados, pero llegó otra persona antes.

—No puedo ver a Arima con una hija, es decir, es impensable—comentaba


Akira paseándose por el lugar.
—Créeme que para mí también lo es—respondió Haise mientras jugaba con
Miyu con unas muñecas que éste le había comprado el día anterior, cuando de
pronto tocan la puesta y un albino de lentes aparece en escena.

—Con permiso—habló Arima al entrar y comenzó a observar a todos los que


estaban en la oficina, pero cuando su vista se fijó en la pequeña peli azul se
dirigió automáticamente hacia ella.

—Eh Arima veras ella es Miyu y…—intento explicar Haise, pero su mentor pasó
por su lado directamente hacia la pequeña y se dedico a observar donde notó a
Miyu inquieta.

— ¿Por qué huiste ese día en el cementerio? —preguntó Arima agachándose un


poco para llegar a la pequeña que estaba sentada en el escritorio.

—Porque…porque no estaba preparada—respondió Miyu tomando valor para


levantar la cabeza y mirar a los ojos al dios de la muerte.

— ¿Preparada? ¿Para qué? —preguntó el albino confundido.

—Es que…tu presencia es…muy dominante, pero ya estoy lista y no huiré—dijo


la pequeña sonrojada mientras Arima en su mente analizaba cada reacción y
cada palabra que decía Miyu, pues definitivamente era ver a su amada Lilith
Leonhart de pequeña, con otro color de cabello y sin su clásico lunar bajo el
ojo.

—Acaso ¿la conoces? —interrumpió Akira.

—No—dijo sinceramente el dios de la muerte.

— ¿Qué? Pero hablas con ella como si nada…—comentó Akira, pero la puerta es
vuelta abrir dejando ver a un hombre con varias canas en su cabello castaño
con una característica bata blanca.

—Haise ya están los resultados…—exclamó con emoción, pero al ver quienes


acompañan al albino con raíces negras prefirió quedarse en silencio.

— ¿Resultados de qué? —preguntó Arima.

—Bueno verás…—intento excusarse Haise, pero Akira interrumpe y decide optar


por la verdad.

—Esta niña llego ayer pidiendo hablar contigo y aclamándose como Miyu
Kishou, por que se decidió hacer unas pruebas de sangre para ver si es tu
pariente y que grado—explicó Akira con seriedad.

—Ya veo, pero no era necesario…—habló Arima observando a la pequeña que lo


observaba con ojos brillantes como pidiéndole algo y claramente comprendió lo
que quería, estiro sus brazos y con una sonrisa Miyu salto a ellos.

— ¿Eh? —exclamaron Haise y Akira ante la escena.


—Esos son los resultados, grado de paternidad 99.99%. Arima es padre de la
pequeña Miyu—comentó el jefe de laboratorio—si no necesitan más, me
retiro…—agregó saliendo rápidamente de la oficina mientras Haise y Akira
quedaron en shock con la noticia por unos minutos donde Arima se dedico a
acariciar el cabello de su hija, pues lo estaba abrazando por el cuello.

—P-pa…—murmuraba Miyu.

—Puedes decirlo—dijo Arima soltándose del abrazo para mirarla a los ojos.

—Pa-papi—habló finalmente con un sonrojo notorio en su rostro y lo volvió


abrazar, con esta escena ambos espectadores quedaron totalmente K.O por
otros segundos, pues Miyu era demasiado tierna y adorable para ser hija del
dios de la muerte de la CCG.

—Pe-pe-pe-pero ¿con quién?—preguntó Akira sorprendida.

—Lilith Leonhart—respondió Haise, en su mente ya la había reconocido, esa


pequeña era su viva imagen.

—Ella era una ghoul…—dijo Akira con seriedad y mirando a la pequeña con
pena.

—No hay que preocuparse—comentó Haise que estaba leyendo el informe


médico, pues la pequeña no presentaba nada anormal que lo relacionara a un
ghoul—Aquí sale que su RC está por lo bajo y no tiene nada extraño.

—Bueno eso nos deja un padre soltero que no se hizo cargo de una niña por 4
años…—comentó Akira lo que los llevo a pensar a los 3 ¿Qué pasó en ese lapso
de tiempo? ¿Quién la cuido y crió todos estos años? De nuevo la escena se ve
interrumpida, por un agente.

—Disculpe, pero ya volvió el nuevo compañero para el señor Sasaki Haise, lo


espera en la entrada—comentó el agente que se retiro tras el anuncio.

— ¿Nuevo compañero? —preguntó Akira.

—Me asignaron un compañero que es nivel 1, pero quedó herido en una misión
y hace poco a vuelto—respondió Haise con una sonrisa de preocupación.

—Suerte, yo ya me retiro y ya hablaremos otro día—dijo Akira retirándose del


lugar.

—Miyu quiere acompañar al hermanito Haise—exclamó la pequeña en los


brazos de Arima.

—Vamos—agregó Arima y ambos siguieron al albino con raíces negras que los
guió hacia la entrada, pero en el camino conversaron sobre que Haise quería
hablar con su mentor algunos temas en privado.

—Bueno ¿Quién es mi nuevo compañero? —preguntó Haise hacia una de las


secretarias que le señalo a un joven que estaba de espalda tomando café,
Arima y Miyu se quedaron observando desde lejos mientras Haise un poco
nervioso se incursionaba hacia su nuevo compañero—Hola tú debes ser mi
nuevo compañero, soy Sasaki Haise—se presentó con una sonrisa que fue
quedando atrás al ver a éste nuevo actor en escena.

—Soy Hideyoshi Nagachika, aunque puedes decirme simplemente…—el joven


de cabello rubio fresa con alguna raíces y largo hasta casi los hombros, ojos
cafés, tez normal y una gran sonrisa irrumpieron en la mente del albino.

—Hi-Hide…—murmuró inconscientemente Haise y un intenso dolor apareció en


su cabeza.

—Sí, mucho gusto nivel 1 Sasaki Haise—dijo el joven estirando la mano, pero
se percató que su superior estaba en shock y pálido— ¿Se encuentra bien?

— ¿Ah? Sí, lo siento, mucho gusto—respondió Haise y devolviendo la mano


para saludar.

Tras aquel desliz la punzada en su cabeza quedó permanentemente y se hacía


peor cada vez que miraba a Hideyoshi ¿Por qué? ¿Acaso conocía a la otra voz?
¿Lo conocía de antes? Su cabeza estaba a punto de estallar, por lo que lo
presentó a su mentor y se retiró al baño, se lavó la cara y se quedó un largo
tiempo, para tranquilizarse.

"Recuérdalo este cuerpo no es tuyo y deberás desaparecer" esas palabras


llenaron su mente con la imagen de un chico cabello completamente blanco, no
importa lo que hiciera para intentar olvidarlo, él volvería y un día Sasaki Haise
ya no estaría en este cuerpo.

3. Familia
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La caída de los payasos
By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
Rated: Fiction T - Spanish - Mystery/Suspense - Kaneki K./Haise S., Touka K.,
Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
Updated: Feb 29 - Published: Feb 16 - Status: Complete - id: 11795032
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4. Tiempo
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Capítulo 3: Tiempo

Han pasado algunos días y los chimes se han adueñado de la CCG, pues el dios
de la muerte, el señor trabajólico por excelencia pidió vacaciones para estar
con su hija que apareció hace unos días por la oficina.

En la casa de Arima todo estaba vuelto un caos, pues comenzó a comprar y


modificar su hogar para la pequeña que había llegado a su vida ¿Quién lo diría?
Él con una hija, pero era igual a su madre, dejo un par de cajas en la
habitación y fue a ver a la pequeña que se quedó dormida en el sofá, la tomo
en brazos y la fue a recostar a su cama.
—Eres igual a ella…—murmuró Arima con una pequeña sonrisa.

Sí, podía oír los rumores de ¿Dónde? ¿Cuándo? es decir, el momento en cual se
creó a Miyu, pues su relación con Lilith se fue a pique cuando se descubrió su
verdadera identidad, una ghoul y no una cualquier sino una un ojo
increíblemente fuerte, pero para ellos no fue así, pues con ese acontecimiento
ellos consumaron aquellos sentimientos que sentían.

Era de noche y se había empeñado en seguir el rastro de la chica, más tras ver
los vídeos de todo lo que ella tuvo que sufrir por culpa de los seres humanos,
finalmente la halló en una casa abandonada, pero que contenía todo lo
necesario para vivir en su interior.

—Me debes odiar…—habló la rubia sin darse vuelta, estaban en la habitación y


ella sólo miraba por la ventana a la media luna junto a las estrellas.

—Te equivocas—respondió el albino con cierto sentimiento de alivio de que


estuviera a salvo.

— ¿Por qué? ¿Por qué no me odias? Soy una ghoul y destroce la CCG—exclamó
la rubia con histeria sin voltearse.

—Pero no lastimaste a nadie, sí eres una ghoul, pero eres buena. Todo este
tiempo realizaste tu trabajo como corresponde tanto en América como aquí—
comentó Arima.

—Aún así… ¿Por qué? —la voz de la chica se quebró con cada palabra y
pequeña lágrimas salieron de sus ojos.

—No vengo por órdenes de la CCG, vengo por mi cuenta…—dijo Arima


acercándose—Lilith—la llamó y aquellos brillantes ojos celestes finalmente lo
observaban empapados en lágrimas.

— ¿No me matarás? —preguntó con inocencia.

—Claro que no—respondió el albino acariciando la cabeza de la chica y es ahí


cuando ella se lanza a sus brazos, se acurruca en su pecho y se quedan así por
un tiempo—Pareces una niña—comentó divertido.

—Sólo un poquito…pero ¿por qué me buscabas?—preguntó Lilith aun abrazada,


pero mirando hacia los ojos grises del albino.

—Me tenias preocupado—respondió con sinceridad Arima.

— ¿Por qué? —la vista de la rubia bajo hacia los labios del agente, extraños
sentimientos emanaban de ella, no quería dejarlo ir.

—Quería saber que no te hubieras lastimado en esa huída, lo mejor será que
me retire. Debo volver y…—explicaba el albino cuando fue abruptamente
interrumpido por un beso atrevido y apasionado por parte de la rubia.

—No te vayas…—suplicó Lilith con una mirada especial en sus ojos a la cual ni
el dios de la muerte se resistió y como respuesta tomo el blanco rostro de la
chica, para devolver aquel beso donde el ambiente se puso cada vez más cálido
y turbio, varias prendas terminaron en el suelo y quedaron dos cuerpos
desnudos entregándose su amor por primera y única vez.

Tras un largo bostezo el dios de la muerte se recostó al lado de su pequeña hija


que dormida plácidamente y se quedó dormido, a esa hora en un café cercano
a la CCG que supuestamente estaba cerrado para el público se encontraba el
nuevo compañero de Haise acompañado por Yomo y Touka donde estaban
conversando y tomando café.

—Hide ¿estás mejor? Te lastimaron en la última misión a la que fuiste, además


no has quedado bien después de lo que pasó con…Kaneki—preguntó Touka
ordenando las tazas.

—Descuida, ya me recuperé y ahora tengo un nuevo compañero—comentó Hide


con una sonrisa.

—Luces feliz, ¿Cómo se llama tu nuevo compañero? —preguntó Yomo curioso


mientras secaba las últimas tazas.

—Sasaki Haise—ante esas palabras la peli morado sin querer botó una taza y se
quebró.

— ¿Estás bien Touka? —preguntó Yomo que rápidamente se acercó a limpiar el


desastre.

—Sí, descuida, iré por una escoba para recoger los trozos—dijo apresurada
Touka y se fue a buscar los utensilios de limpieza.

—Hide…tú sabes que él es…—habló Yomo recogiendo los trozos de porcelana.

—Lo sé, yo quiero recuperar a mi mejor amigo y lo salvaré. Gracias por el café
estaba delicioso, despídeme de Touka por favor. Nos vemos—dijo Hide mientras
salía del café con una vaga sonrisa recordando el día que perdió a su amigo.

Aquel día cuando se hizo la redada a Anteiku y se encontró con Kaneki en las
cloacas, después siguió su camino hacia una salida cercana con una profunda
herida en su abdomen que podría costarle la vida, pero un escuadrón de
rescate lo hallo y lo salvo, pero quedo en coma por un tiempo, después tuvo
que recobrar todos sus sentidos y comenzar a moverse de cero, pues ingresó a
la academia como investigador ghoul, ascendió rápidamente debido a que
trabajo como uno, quizás no tenía una gran fuerza de combate, pero si tenía un
gran poder de deducción.

Hace unos años había sido ascendido a nivel 1, paso por un escuadrón y ha
pasado por diversas experiencias en misiones de distinto tipo hasta que
finalmente llego a una donde trabajo personalmente con el dios de la muerte,
quedo herido gravemente por un ghoul nivel S que lo encontró desprevenido,
pero llegó Arima Kishou que en solo unos segundos derrotó al ghoul y lo salvo.
Ahora volvía con toda la emoción de recuperar a su amigo de toda la vida y
como si el destino le diera una oportunidad le tocó ser su compañero.
—Como en los viejos tiempos ¿eh? —una pequeña lágrima recorrió el rostro de
Hide—Te salvaré, lo juro—miró el oscuro cielo iluminado por las estrellas,
extendió su mano, la cerro en un puño y la atrajo a su pecho como un símbolo
de promesa hacia el mismo.

A la mañana siguiente en la residencia Kishou, un albino despertaba


perezosamente sintió un pequeño escalofrío y notó que la pequeña no se
encontraba su lado, rápidamente salió hacia el pasillo en donde se encontraba
la peli azul con una bandeja que contenía dos vasos de leche y en un plato una
variedad de galletas que a duras penas podía mantener en equilibrio, con una
sonrisa se acerco y la ayudo.

— ¿Por qué no me despertaste? —preguntó Arima tomando la bandeja.

—Miyu no quería despertar a papá, lucias tranquilo durmiendo. No lo volveré a


hacer—un pequeño puchero apareció en los labios de la pequeña.

—No me refiero eso, hubiera preferido que me despertaras para así preparar el
desayuno juntos—respondió el albino con una cálida sonrisa hacia la niña que
se acomodo en la cama y desayunaron en la habitación hasta que Miyu decidió
tocar ciertos temas.

—Papá ¿Cómo era mamá? —preguntó la pequeña algo nerviosa.

—Ella era grandiosa, era amable con todos tanto ghouls como humanos,
obviamente castigaba a los ghouls malos como yo lo hago, pero sé que si
estuviera aquí ustedes se llevarían bien, ya que son idénticas—respondió
acariciando la cabeza de su hija—Ahora quisiera que me contaras ¿Quién te
cuido todo este tiempo? —aquella pregunta retumbo en la mente de Miyu
haciéndola recordar el día en el cual su madre la puso en aquella probeta
gigante.

Lilith había quedado embarazada y lo noto a los días, pues su cuerpo se sentía
demasiado extraño y al saber la noticia sólo tenía dos opciones posibles: dejar
que su cuerpo absorbiera a su bebé o hacer lo imposible para que viva.

Debido a su pasado desde que llegó a Japón comenzó a construir un pequeño


laboratorio en una casa subarrendada, ya que tenía que ver cómo alimentarse y
de paso saber más sobre sí misma, pues no era un ghoul común. Gracias a sus
dudas ahora quizás podría salvar a su bebé.

Esa misma noche Lilith se encerró en el laboratorio, se gano cerca de una


probeta gigante la cual había llenado con un líquido especial que nutriría bien al
bebé como si estuviera dentro de su vientre, apunto sus manos a su caderas y
extrajo un pequeño feto que con rapidez lo depositó en la probeta junto a la
conexión de varias máquinas de signos vitales. Finalmente cuando éstas
comenzaron a sonar en aprobación la rubia con una sonrisa cayó de rodillas con
lágrimas en los ojos.

—Los ghouls desarrollan su género antes…sé que eres una niña, mi hija…no,
nuestra hija—hablaba la rubia apoyándose en el vidrio—Sabes pequeña tú
padre es muy fuerte, él investigador ghoul Arima Kishou, puede lucir muy serio
siempre, pero él es un buen hombre. Y yo…yo soy tu madre, Lilith Leonhart,
una ghoul de un ojo…perdóname, si no lo fuera no pasarías por esto…—bajo la
cabeza, su voz se quebrantaba por la culpa que sentía al ser un ghoul y tener
prohibido por naturaleza juntarse con un humano, pero lo que ella desconocía
es que aquel feto ya pensaba, sentía y recordaba.

"Mamá, por favor no llores" pensaba el pequeño feto, pero su voz no podía
llegar.

Lo días pasaron donde Lilith llegaba cada vez peor, pero le contó que con ayuda
de su amigo Sasaki Haise lograron varias cosas donde a él le dejó a cargo a su
pequeña, el pequeño feto no sabía que esa sería su último día juntas, aunque
un presentimiento la invadió.

"Mamá, no vayas…esa pelea no saldrá bien y papá se preocupará, no, no


vayas" intentaba gritar el feto, pero aún no estaba desarrollado, pues tenía días
de gestación.

—Le deje una carta a Haise, para que él se encargara de todo en caso de que
me paso algo…sí será lo mejor, tu padre tiene muchos enemigos imagínate si
se enteran que tiene una hija, sería horrible…perdóname—la rubia soltó un
suspiro y sonrió—Por otro lado te tengo un nombre mi pequeña y desde ahora
serás Miyu Kishou—sacó una placa de acero con su nombre y lo instaló en la
base de la probeta, para después irse y nunca más volver.

La pequeña Miyu quedó sola hasta que un chico de cabello negro con piercing y
varios tatuajes en su cuerpo apareció con una sonrisa en su rostro.

—Al fin te encontré. Sabes tu madre fue muy buena ocultándote, pero olor de
una ghoul cambia sutilmente cuando está embarazada y necesitaba comprobar
que había hecho realmente. Bueno llegó la hora del show—comentó Uta
sacando su máscara de entre sus ropas y riéndose al momento de salir.

Algunas horas pasaron y un grupo de ghouls con máscaras de payasos llegaron,


para desinstalar todo el laboratorio, pero primero debían revisar todo, por lo
que se tomaron su tiempo hasta que Uta volvió aparecer, más herido y su ropa
era diferente, pero finalmente decidieron mover el laboratorio a otro lado
llevándose a Miyu con ellos.

Cuando finalmente pasaron los nueve meses que se debió incubar a la


pequeña, ella ya conocía la malicia que poseían los payasos, incluso que su
madre estaba muerta, su padre no sabía de su existencia y que quizás Haise
nunca hubiera leído la carta, pero no se rendiría y necesitaba sólo esperar más
su desarrollo para lograr escapar de ese circo infernal.

—Miyu ¿estás bien? —preguntó Arima devolviéndola al mundo real.

—Eh…sí, pero primero quiero que llames al hermanito Haise—solicitó la


pequeña algo nerviosa y el albino optó por no preguntarle más, para no ponerla
en un peor estado.

Por otro lado Haise extrañado al recibir una llamada de su mentor, contestó y
oyó con cuidado lo que le solicitó, quizás todo el asunto con la pequeña Miyu
sería una misión privada y muy peligrosa, pero aún así fue sin dudarlo.
La mente de Haise estaba hecha un lío, pues aquella niña aún traía consigo
muchas preguntas ¿por qué la seguían ghouls el día que se la encontró? ¿Por
qué lo aceptó tan rápido? ¿Por qué aun siendo hija de una ghoul no tiene signos
de serlo? Su dolor de cabeza aumentaba, pues aún tenía el problema de su
nuevo compañero, tomo una gran bocanada de aire y siguió su marcha donde
quizás algunas de esas preguntas las sabría cuando llegara a la residencia
Kishou.

4. Tiempo
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La caída de los payasos
By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
Rated: Fiction T - Spanish - Mystery/Suspense - Kaneki K./Haise S., Touka K.,
Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
Updated: Feb 29 - Published: Feb 16 - Status: Complete - id: 11795032
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5. Información
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Capítulo 4: Información

Haise había llegado a la residencia Kishou inquieto y nervioso, toco el timbre, le


abrió su mentor, se saludaron e ingresaron al la sala de estar donde la pequeña
Miyu estaba comiendo unos dulces alegremente.

—Hola Miyu ¿Cómo estás? —saludo Haise ganándose al lado de la pequeña


mientras Arima se sentada al lado contrario.

—Hermanito Haise m…estoy feliz porque papi compró dulces, pero Miyu les
debe contar sobre…—hizo una pequeña—los payasos—al finalizar la frase el
ambiente se lleno de tensión, pues en todos estos años se ha dado con que los
payasos son un grupo de ghouls que provoca el caos y que al parecer actúan de
manera independiente, pues no poseen ningún líder, se ha logrado capturar a
algunas, pero no han sido de mucha ayuda a la investigación, por lo que es un
caso estancado.

— ¿Sabes quienes son? —preguntó Arima.

—Sí, ellos criaron a Miyu—respondió la pequeña comiendo un poco de pastel


provocando que su querido padre apretara fuertemente su puño y su querido
hermanito se pusiera rígido, los payasos era recordar la rebelión de los ghouls
que fue provocada por ellos y se llevo a su amada Lilith.

— ¿Cómo? Es decir, ¿te encontraron? —preguntó Haise.

—Cuando mamá me dejo en una probeta para que creciera como feto, Miyu ya
tenía conciencia y memoria, mamá se marcho hacia una batalla que no sabía si
ganaría, por lo que le dejo una carta a…Kaneki con todas las explicaciones
necesarias—explicó la niña.
— ¿Por qué a Kaneki? —preguntó Arima quizás un poco celoso y molesto, pues
le encargo su hija a otra persona en vez de a él.

—Mamá dijo que tu trabajo como investigador ghoul es peligroso, no quería


causarte problemas e incluso podrías poner a Miyu en peligro, pues podrían
secuestrarme o algo similar, por eso le dejo unas instrucciones a Kaneki con lo
que debería hacer, pero al parecer no le llegaron…—dijo Miyu observando a su
padre— No estés triste, Miyu ahora está aquí y estamos juntos papi—agregó la
pequeña moviendo sus bracitos de un lado para otro.

—Pero si no llegaron las instrucciones a Kaneki… ¿cómo? —habló Haise aun


extrañado, pues todos estos años selló a ese ser de su mente, aunque él a
veces le habla insistentemente.

—La noche en que mamá fue a esa batalla al tiempo después llegó el hermanito
con tatuajes y piercing que me cuido, quizás con la carta que era para
Kaneki…—respondió la pequeña.

—Bueno ¿qué sucedió después? cuéntamelo todo—pidió Arima mirando


fijamente a su pequeña peli azul.

—El hermanito dijo algunas cosas y se fue, después como mamá no llegó
llegaron varios hermanitos más y desbarataron todo el laboratorio, ahí se
llevaron a Miyu con ellos, pero no le hicieron daño, esperaron que creciera, ya
que las máquinas que tenía conectada darían una alarma cuando lograra salir—
explicó la pequeña.

— ¿Máquinas? —preguntó incrédulo Haise en donde Miyu tuvo que explicar todo
lo que hizo su madre para que ella viviera dejando al par de albinos con tristeza
¿Por qué se llevó toda esa carga ella sola? ¿Por qué no dijo nada? Pero
necesitaban escuchar toda la vivencia de la pequeña con los payasos—
Comprendo, prosigue Miyu.

—Cuando Miyu salió como bebé me criaron entre varios ghouls con mascaras
de payasos, no había sentimientos en el cuidado sólo obligación de quien
mandaba, el hermanito de tatuajes y piercing parece que es el líder, porque
todos lo obedecían. Así pasaron los años, me enseñaron a leer, escribir y hablar
bien, incluso me presentaban ante otros ghouls, pero siempre sentí que todo
era muy falso y planeado, aunque me mantenían siempre vigilada con 5 o más
hermanitos con máscaras—narró Miyu.

— ¿Tú lo reconocerías si te mostramos alguna foto? —preguntó Haise.

—Sí, el hermanito es único, me cuido y me sonreía, pero podía oírlo todo. De


cómo me usarían en contra de papá y sus planes para hacer desaparecer la
CCG de esta zona m…como dijeron ellos: "queremos que reine el caos", incluso
tienen varios archivos con distintos agentes…por eso reconocí a papá
inmediatamente—agregó Miyu explicando lo más detalladamente posible y un
poco avergonzada al final.

—Ahora ¿Cómo lograste escapar de ellos si te vigilaban siempre? —preguntó


Arima seriamente.
—Cada 15 días el hermanito con otros hermanitos de máscaras de payasos se
juntan en un bar a conversar de diversos temas, por lo que me dejan con
menos vigilancia, sólo tuve que pedir permiso para ir al baño y salí de ese
lugar—hizo una pequeña pausa—Además ese día estaban hablando sobre cómo
obtener al hermanito Haise—la pequeña bajo la mirada cuando una mano
acaricia su cabeza y al levantar la mirada Haise se encontraba sonriendo.

—No te preocupes Miyu, yo estaré bien—dijo el agente nivel 1, ya que no podía


ver a esa pequeña ternura triste, necesitaba animarla, aunque fuera con una
mentira.

—Entonces después fuiste al cementerio…—murmuró Arima.

—Yo sólo quería ver la tumba de mamá, pero me encontré papá y no estaba
preparada, lo siento—unas pequeñas lágrimas se asomaron en los ojos celestes
de la niña cuando una blanca mano las limpia.

—No tienes porque llorar, tú lo dijiste lo importante es que ahora estás aquí—
respondió Arima finalizando con un beso en la frente de su hija dejando al
invitado petrificado y en shock por varios segundos ¿Acaso su mentor Arima
Kishou era un excelente padre? ¿Sabía algo de paternidad o como actuar con
los niños? Mientras su cerebro hacia corto circuito en las cercanías de la
residencia Kishou algunos ghouls se movían rápidamente hacia su guarida.

—Señor ya encontramos a la niña—exclamó un ghoul agotado por la maratón.

— ¿Dónde está? —preguntó Uta impaciente por volver a tener a esa pequeña
en sus manos.

—Ese es el problema—comentó otro.

—Señor la niña está viviendo con el dios de la muerte de la CCG, Arima


Kishou—informó el ghoul, esperando enojo o un grito, pero obtuvieron una risa
que poco a poco se transformo en una gran carcajada.

—Me parece bien, esto se pondrá más emocionante mis amigos—exclamó Uta
hacia los otros payasos que brindaban con sangre en sus copas y risas
frenéticas—se acerca la última batalla ¿eh? Bueno de ti depende todo Kaneki
¿Caos Eterno o Tranquilidad moribunda? En cualquiera de las dos te recuperaré
a ti y a Miyu—agregó murmurando por lo bajo sus planes mientras caminaba al
taller donde hacía las máscaras.

5. Información
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La caída de los payasos
By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
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Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
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6. Organización
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Capítulo 5: Organización

Tras todo el incidente en la rebelión de los ghouls un gran porcentaje de los


ghouls se unió para organizarse como grupo y poder vivir tranquilamente
protegiéndose entre ellos, como una gran manada, habían excepciones que no
quisieron, pero fueron cazados por la CCG. Lo que todos desconocían que el
líder tras la organización eran los payasos, que ahora ocuparían su poder para
recuperar su hermoso juguete.

—Bien es hora de llamar a todos los ghouls asociados y que nos ayuden en una
redada al dios de la muerte—habló Uta.

—Pero ¿cómo los convencerás de atacar al dios de la muerte? Ir contra él es


prácticamente un suicidio…—exclamó una de sus compañeras con máscara de
payaso.

—Deberemos hablar con la verdad un poquito modificada y omitida—dijo el


pelinegro con una sonrisa.

— ¿A qué te refieres? —preguntó otro ghoul con una máscara de payaso.

—Vamos a tener que decir sobre la nueva especie que es esa niña, pero todos
ellos no saben que ya pertenecen al juego de los payasos, sólo diremos que
tener a esa niña nos ayudara como ghouls a quizás dejar de comer
humanos…Sé que con eso varios se unirán—explicó el chico con piercing y
tatuajes.

—Comprendo, muchos de los ghouls que quedaron no tienen a nadie y se


sienten como basura, al darles una oportunidad para tener una vida tranquila
quizás más humana…—habló uno de sus acompañantes.

—Lo más probable es que acepten ser nuestros kamikazes—respondió Uta y el


lugar estalló en carcajadas en el bar en donde se encontraban, dentro de 2
noches convencería a los demás en buscar a la niña mientras se retiró a su
taller y seguir como si nada estuviera pasando.

El día que finalmente daría su discurso había llegado, pero un inesperado


invitado llegó a las puertas de su taller de máscaras.

—Disculpe ¿puedo pasar? —habló un chico con traje de paloma, tez normal,
ojos grises y cabello albino con raíces negras.

—Claro—respondió el pelinegro con una gran sonrisa, pues Sasaki Haise había
llegado a sus dominios antes de lo previsto, cerró las puertas y le ofreció un
asiento, pero antes de que eso ocurriera un fuerte dolor llegó a la cabeza del
albino.

— ¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien? —preguntó Uta extrañado y acercándose


al chico, pero de pronto una fuerza lo sujeta del cuello y lo estampa contra la
pared, al fijar la vista en su agresor se percató de inmediato quien era ahora—
Tanto tiempo sin vernos…Kaneki—una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
—Uta ¿qué planeas? —preguntó Kaneki serio con su ojo transformado y su
kagune sujetando a su presa fuertemente, para desmembrarlo en cualquier
momento.

—No sé a qué te refieres—respondió el pelinegro siendo apretado aún más por


aquel Kagune con olor a Rize, provocando un pequeño gemido de dolor.

—Oh tú lo sabes…—hizo una pausa, trono sus dedos, poso una mano en su
cuello y su mirada cambiaba poco a poco a una totalmente desquiciada—No
puedo matarte, porque posees información valiosa, pero eso no me
impide…torturarte—el rostro de Kaneki se deformó por completo y una sonrisa
sicópata apareció, haciendo estremecer a Uta de placer al volver encontrarse
con el chico que tanto le agradaba.

— ¿Tanto te gustaba…Lilith Leonhart? —habló Uta como pudo.

—No sé a qué te refieres, ella solo era mi amiga—dijo Kaneki confundido por el
hablar del payaso.

—Pero te atraía ¿no es así? Gustos similares, edad similar, pero ella se
enamoro del dios de la muerte…—comentaba Uta sin sacar la mirada del albino.

— ¡Cállate! —gritó fuertemente golpeando la pared justo al lado del rostro del
pelinegro—Eso no es de tu incumbencia, ahora sólo protegeré lo que ella dejó y
no dejaré que tú ni los payasos la toquen—agregó, guardo su Kagune, ordeno
su pertenencias y se retiró del lugar dejando a Uta en la pared, quien con las
piernas temblorosas por la emoción cayó al suelo, se tapo su rostro con una
mano y reventó en una carcajada, sí, definitivamente sería una buena pelea.
Por otro lado Kaneki estaba mareado, pues Haise quería volver a tomar el
control, se metió en un pequeño callejón donde no había nadie y se desmayó
en el lugar, pero al poco tiempo después se volvió a levantar de otra forma.

—Maldición—exclamaba Haise golpeando el suelo, pues se dejó dominar por


Kaneki y ahora no sabía nada de lo que conversaron, enojado se retiro hacia la
residencia Kishou.

Cuando la pequeña Miyu reveló toda la verdad varias lagunas mentales y


memorias llegaron a la mente de Haise, una chica de cabello morado, una
pequeña castaña, un hombre de edad sonriendo, todos alegres en un café y ese
exquisito aroma de la preparación de un buen café, en otras memorias había un
chico con piercing y tatuajes que trabajaba en un taller de máscaras, llegó por
instinto y tomó la decisión de entrar días después para averiguar qué había
sucedido, pero con el desastre de ahora no sabía nada y había arruinado una
excelente oportunidad.

—Arima, yo…—habló Haise con la cabeza baja cuando sintió la puerta abrirse de
la residencia.

— ¿Por qué te disculpas? —preguntó Arima observando que la ropa del agente
estaba rasgada en la espalda e inmediatamente lo asocio a la salida de su
kagune y al ghoul Kaneki—Mejor entra—ordenó.
—Pero…—no pudo término la frase, ya que al levantar la mirada hacia su
mentor su mirada se desvió directamente hacia unos pequeños adornos rosa
que tenía en el cabello, no sabía si reír o no, pero quedó con un shock
impresionante.

—Entra—volvió a ordenar su mentor, donde el agente obedeció sin rechistar


mientras avanzaban hacia el salón el albino se fue sacando los adornos que
Miyu le había puesto—Fue Miyu deje que me ocupara de juguete un rato, pero
ahora está durmiendo así que podemos hablar tranquilamente. ¿Qué sucedió?
—preguntó Arima haciendo un gesto para que Haise se sentara mientras él
preparaba el té.

Los minutos pasaron así que mientras tomaban un poco de té Haise prosiguió a
contar todo lo que sabía sobre Uta, un diseñador de máscaras que tenía taller
en la ciudad, incluyendo todo lo que le había pasado estos días.

—Parece que comenzarán a hacer su movimiento, lo mejor será tener nuestro


plan—comentó Arima.

— ¿Eh? ¿A qué te refieres? —preguntó Haise sin comprender nada.

—Nosotros nos encargaremos de los payasos que quedan, lo más probable es


que ya no lo encontremos en ese taller, pero ya es tarde descansa y mañana
haremos nuestro plan—explicó Arima.

—Espera… ¿cómo sabes que él es un ghoul? —habló Haise preocupado, pues no


estaba seguro de lo que estaba ocurriendo.

—Si no lo fuera, él no hubiera actuado…—respondió Arima, aquellas palabras


resonaron en la mente de Haise. ¿Acaso él quería enmendarse? ¿Planeaba
algo? Su corazón comenzó a latir fuertemente, se retiró de la residencia Kishou
con la mente un poco más despejada y con la decisión de acabar con todos los
payasos.

La caída de los payasos


By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
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Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
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7. Especie
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Capítulo 6: Especie

La noche había llegado y todos los ghouls se encontraban en una bodega que
supuestamente se ocupaba para almacenar ropa importada y accesorios, todos
estaban encapuchados y con sus máscaras por precaución.
—Mis amigos, les tengo que decir una información importante—habló Uta
saliendo de entre unas cajas.

— ¿Por qué nos cito tan de repente? —preguntaba Hinami que los años había
crecido por todo lados y estaba agarrada del brazo de otra chica con su nueva
máscara algo clásica que cubría la mitad de su rostro junto a una peluca negra.

—No lo sé, pero tengo un mal presentimiento…—respondió Touka con su


máscara de conejo y su peluca rosa.

—Cualquier momento extraño nos salimos de este asunto—agregó Yomo.

—Ladys deben permanecer tranquilas—comentó Shuu quien venía junto a


Ayato que miraba de reojo a Hinami, ya que últimamente todo el grupo estaba
un poco más unido a excepción de Tsukiyama Shuu quien intentaba aparentar
estar bien, pero por dentro estaba destrozado por la falta de Kaneki desde hace
años, donde había ingresado a Aogiri y todos los problemas, sólo por saber más
de su querido Kaneki, pero en la rebelión de vio envuelto junto a la ex agente
extranjera que lo drogó con un buen café y lo dejó en la mansión Tsukiyama,
bien lejos de toda la pelea.

—Será mejor que se callen y escuchen—dijo Ayato con su típica expresión de


mal humor, pero ya con los años estaba más maduro y comprensivo.

—Desde hace años hemos estado criando a una pequeña e indefensa niña que
quedó sola, pues su madre murió en la rebelión y tras observar ciertos
comportamientos, se determino de que la niña no era una ghoul normal—
comenzó a relatar Uta haciendo una pausa para recalcar lo que venía—La niña
era una humana con poderes de ghoul, podía alimentarse con comida humana
y no sufrir daños, su RC estaba en niveles bajísimos y normales para un
humano. Si lográramos analizar aún más, quizás podríamos transformas
nuestros cuerpos, para que dejen de comer carne humana. Sé que es el deseo
de muchos—agregó con una sonrisa al final, pues logró la alegría de muchos
con esas palabras.

—Pero… ¿qué pasó con la niña? —exclamó de una ghoul.

—Lamentablemente, hace unos días exactamente en la otra reunión escapo, la


buscamos desesperadamente y resulta que la halló el dios de la muerte de la
CCG—respondió el pelinegro y el ambiente se puso tenso tan sólo al nombrar al
hombre más fuerte de la CCG.

— ¿Acaso no alcanzaron a analizar antes? —dijo otro ghoul.

—La analizamos, pero aún nos faltaban pruebas, pues aún es muy pequeña
para presentar síntomas de un kagune hecho y derecho—comentó Uta.

—Será imposible recuperarla…—murmuraban algunos.

—Es Arima Kishou, no podemos con él—murmuraban otros y así entre otros
comentarios.
—Señores, no es necesario enfrentarse al dios de la muerte, ya que adquirí
cierta información y tengo un plan en donde nadie se enfrentara a él, sólo a
unos investigadores—anuncio Uta extendiendo los brazos como si de un
salvador se tratara.

— ¿Plan? ¿Información? —murmuraban algunos.

— ¿Nos dirás el plan? —exclamaron otros.

—Por supuesto, el plan consiste en varias etapas—comenzó a explicar el payaso


con una grata sonrisa, no sólo la mayoría lo apoyaba sino que recuperaría a
Miyu y a Kaneki.

Haise con cansancio llegó a su hogar, el cual compartía con ex escuadrón y


Tooru lo esperaba con una sonrisa, ya que habían preparado café de otro país y
le habían guardado un poco.

—Sassan ¿estás bien? —preguntó la morena al verlo suspirar y pensativo.

—Sí, sólo estoy un poco cansado y por eso…—hizo una pausa para estirarse—
pedí vacaciones en la CCG.

— ¿Eh? ¿En serio? Pero si tú siempre estás trabajando—comentó Shirazu quien


llegaba a la cocina a sacar algo de comer.

—Sí, pero Arima me pidió un favor—respondió Haise bebiendo el café que le


había servido Tooru.

— ¿Arima? ¿Cuál? —preguntó Shirazu inquieto.

—Resulta que no ha encontrado m…como decirlo…nadie competente para cuidar


a Miyu, así que yo la cuidare hasta que puedan encontrar a alguien, las dejara
por las mañanas y cuando termine su trabajo la vendrá a buscar—explicó Haise
volviendo a su exquisito café extranjero.

—Que lindo será tener a Miyu de nuevo—exclamó Tooru con felicidad, de pronto
el albino dejó de beber su taza de café y se volteó rápidamente, un extraño
escalofrió recorrió su espalda y un mal presentimiento se adueño de su pecho.

7. Especie
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6. Organización
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La caída de los payasos
By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
Rated: Fiction T - Spanish - Mystery/Suspense - Kaneki K./Haise S., Touka K.,
Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
Updated: Feb 29 - Published: Feb 16 - Status: Complete - id: 11795032
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8. Planes
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Capítulo 7: Planes

A la mañana siguiente Arima y Miyu fueron hacia el hogar de su pupilo, quien


abrió con una sonrisa.

—Arima, Miyu, buenos días—comento Haise con una ropa normal y sus lentes
de lectura puestos.

—Hermanito Haise buenos días—exclamó Miyu corriendo a abrazarlo, para


luego entrar a saludar a los demás que preparaban sus cosas para salir.

—Parece muy animada, por cierto Arima ¿qué haremos? —preguntó Haise
mirando a su mentor con preocupación hasta que este le extendió un maletín
plateado.

—Me han estado siguiendo a donde quiera que vaya y quizás vayan por Miyu,
conseguí el permiso de que tuvieras a Yukimura, protégela—hace una pequeña
pausa para proseguir con la información—Tengo información sobre el escondite
de los payasos, los cazare uno por uno e iré a hablar con los líderes, porque
hay muchos clase SS y clase S entre los miembros, ya que necesito cierto
soporte y lo más seguro es que quieran a los responsables tras la rebelión de
hace 5 años.

—De acuerdo, me avisas cualquier información, además quiero ayudarte—


comentó el chico.

—Lo sé, nos vemos después—se despidió Arima retirándose rápidamente hacia
la CCG, pues aun sentía que varios ghouls lo seguían, pero lo que más le
preocupaba era que algunos se quedaron rondando el hogar de su pupilo.

En el hogar de Haise los otros miembros de la casa se retiraban hacia el trabajo


despidiéndose de su antiguo mentor y de la pequeña Miyu que revoloteaba por
todos lados.

—Bien Sassan nos vamos—exclamaba Tooru quien se iba con Shirazu, ya que
Urie se había retirado hace varios minutos.

—Bye bye—se despedía la pequeña de cabello azulado.

—Hoy pareces muy animada—comentó Haise caminando hacia la sala de estar.

—Sí, porque hoy podré jugar con el hermanito Haise todo el día—hablaba
emocionada la pequeña caminando junto a él y se sentó en el sofá mientras por
prevención iba a buscar a Yukimura que la dejo en la entrada.

De pronto una especie de latas ingresa por las ventanas provocando un


pequeño grito en Miyu, Haise rápidamente corre hacia la sala de estar, pero
estaba inundada en un humo blanco, aunque se tapo pronto sintió las
consecuencias, era humo anti-ghoul.
—Hermanito—exclamó Miyu acercándose a él, pues al parecer el humo no le
hacía nada.

—Cui…—no alcanzó a advertirle que unos hombres con mascaras de gas


estaban tras ella con un pañuelo y la adormecieron en unos segundos—Mal…
¿quie…so...? —apenas hablaba por efecto del gas, pero ya no podía más su
mente colapso y se desmayo.

Al volver a abrir los ojos se encontraba en una especie de jaula de cristal


reforzado, se puso a observar su alrededor, parecía una especie de bodega con
poca iluminación y Miyu estaba en otra jaula aún inconsciente, intento romper
la prisión que lo ahogaba, pero no lo logro.

—Tranquilo, aún hay tiempo—habló un ghoul con un traje a rayas y su máscara


puesta, seguido de varios ghouls con máscaras de payasos.

—Malditos…—murmuró con enojo Haise.

—Primero quisiera comprobar tus habilidades—comentó el hombre haciendo


que lo sacaran de su jaula y le pasaran a Yukimura, mientras el que parecía ser
el líder de los payasos tenía sólo un bastón y lo esperaba ansioso, no lograba
descifrar que planeaba.

En la CCG Arima se encontraba hablando los líderes para que aprobaran la


redada automática de los payasos, pues si no lo hacían ahora no podrían volver
a atraparlos, pero los poderoso no querían, ya que se requería tiempo y un
análisis previo para una misión a gran escala. La puerta se abrió abruptamente
dejando ver a un chico de cabello rubio fresa con raíces negras.

—Disculpen Señores, pero es necesario que sea ahora—exclamó apurado.

— ¿Cómo podemos enviar tropas sin saber nada? —respondió uno.

—Tengo fuentes que me esperan afuera y listos para partir—dijo Hide seguro
de sí—Además acaban de secuestran a mi compañero Sasaki Haise y a la hija
de agente de clase especial Arima Kishou—agregó provocando que el albino
reaccionara.

—Señores si no ayudaran yo iré a recuperar a mi hija y para mañana tendrán


mi renuncia—dichas esas palabras se retiro a buscar sus quinques dejando a los
líderes de la CCG sin responder. Hide se fue primero afuera, pues Touka,
Hinami, Ayato, Nishio y Yomo lo esperaban con máscaras de teatro que se
había conseguido, pues si ocupaban sus máscaras podrían ser identificados,
además de estar completamente encapuchados mientras Shuu se encontraba
afuera de la bodega informando cualquier anormalidad posible, había llegado la
hora de acabar con el reinado del caos de los payasos, pensaba Hide cuando
apareció el dios de la muerte con sus quinques, al momento a punto de
retirarse aparecieron todos los escuadrones disponibles, entre ellos los de
Tooru, Urie y Shirazu que con una sonrisa el rubio acepto y rápidamente fueron
hacia la bodega donde llegaría la batalla final de esta historia.

8. Planes
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La caída de los payasos
By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
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Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
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9. Escondite
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Capítulo 8: Escondite

La supuesta pelea entre Haise contra el líder de los payasos había comenzado,
pero cuando el albino se lanzó en una estocada su contrincante la esquivo y le
rozó un pañuelo por el rostro, que lo paralizo casi por completo, sí, era la
misma esencia del humo anti-ghoul, ya le parecía extraño que su oponente
llevara guantes.

—Hijo de…—maldijo por lo bajo el albino sin soltar a Yukimura.

—Nunca dije que sería un encuentro justo—exclamó sacándose la capucha que


lo envolvía dejando ver mejor su traje a rayas, su cabello negro junto a algunos
piercing y tatuajes—Aunque a menor cantidad esto demora en hacer efecto, lo
hará—agregó lanzando el pañuelo lejos.

—Te mataré…—murmuró con voz ronca.

—Inténtalo—provocó con una sonrisa interna esquivando todos los golpes que
Haise intentaba dar, pues su velocidad fue decreciendo junto a su fuerza y su
conciencia—Es una lástima, pensé que durarías más, pero yo no te quiero a ti.
Tráeme a Kaneki…—habló con seriedad sacando de su bastón un delicado
quinque con forma de un pequeño cuchillo.

—No lo haré—pronuncio como pudo Haise que trajo hacia él un fuerte golpe en
su rostro que lo dejo en el suelo.

—No lo volveré a repetir, tráeme a Kaneki—dijo Uta enojado y clavando la


quinque en una de sus manos, sacó otra similar de entre sus ropas y la ensarto
en la otra mano, dejando al albino crucificado en el suelo.

—Todos ustedes morirán…—murmuró la voz de una pequeña niña


completamente enojada, de pronto varias extensiones de un kagune de
escamas doradas con estilo Rinkaku alejaron a todos del lado de Haise
expulsándolos fuera de la bodega, entre ellos Uta que quedó incrédulo por un
rato, pues el tamaño, fuerza y regeneración de ese kagune estaba al nivel de
un adulto y no de cualquiera sino del búho de un ojo.

El rostro de Miyu estaba cubierto por su despeinado cabello cuando la


secuestraron, pero las Rinkaku no fueron las únicas que salieron sino también
de estilo Ukaku como alas plateadas que poseían gran puntería acabando con
los payasos más cercanos acertando en la cabeza dejando ver el cráneo con los
sesos dispersos, glóbulos oculares con su nervio respectivo volando por el
lugar, corazones quedando en las murallas o simplemente miembros mostrando
la carne viva, los huesos y bañados en sangre.

Algunos payasos intentaron hacerle frente combatiendo con sus kagunes, la


rapidez de Miyu era muy superior, pero en un plan alocado llegaron a cortarle
un brazo a la pequeña y cuando se voltearon a ver de nuevo a su presa
lamentablemente su brazo ya se había regenerado y no solo eso, la mitad
izquierda de su cuerpo había sido cubierta por una coraza negra demostrando
el rasgo Koukaku, con su brazo regenerado quito el cabello de su rostro
dejando ver los dos ojos transformados con una sonrisa sicópata y sacando 2
extensiones bajas de apoyo con el último rasgo Bikaku, a los pocos payasos
vivos que quedaban les invadió el terror.

—Hermanitos…—exclamaba Miyu sonriendo—Juguemos.

— ¡Maldito monstruo! —gritaban algunos payasos.

—Tú eres una buena niña, déjanos ir—decían otros cegados por el miedo.

—Miyu no es ningún monstruo, pero no puedo dejar a unos niños malos como
ustedes libres, así que juguemos a como los trituro y torturo para que paguen
con sus vidas todo el caos y maldad que han esparcido—habló riéndose la peli
azul, con sus kagunes doradas pulverizo a algunos payasos en el aire que
intentaron saltar por una ventana, con sus alas plateadas dejo ensartados en la
pared a otros que se escabullían donde la bodega quedó llena de sangre o lo
que restaba de ella, pues en el primer ataque había derrumbado la mitad de la
estructura.

Cuando había acabado con todos los payasos que estaban en el interior se logró
calmar y guardo sus rasgos ghouls nuevamente, pero estaba preocupada por su
hermanito que quedó inconsciente por culpa del hermanito mayor Uta.

En las afueras de la bodega cuando inicio la locura de Miyu, Tsukiyama llamaba


desesperado a los demás, pues el plan se estaba yendo por la borda. Touka por
su lado corría junto a Hide explicando que los payasos que estaban a cargo de
seguir a Arima iniciaron su ataque, pero dejaron a los escuadrones que los
acompañaban a cargo, pronto estarían llegando a la bodega.

Cuando Arima, Hide y los guías finalmente se reunieron con Shuu quien estaba
encapuchado y con otra mascara decidieron entran a las ruinas de la bodega
para encontrarse con algo que quizás nunca querían volver a ver.

Algunos minutos antes en la mente de Haise o se debería decir Kaneki el albino


con raíces negras estaba perdido en una especie de cuarto largo y alto de color
blanco, de pronto algunas rosas blancas brotaron del suelo.

—Llegó la hora Haise—habló un pequeño niño completamente albino.

— ¿La hora de qué? ¿Quién eres? —exclamó Haise confundido.

—Es hora de que me devuelvas mi cuerpo y desaparezcas—respondió el niño—


Tú y yo sabemos que este cuerpo no te pertenece, este cuerpo es de Kaneki
Ken.
— ¿Kaneki Ken? —balbuceo Haise alejándose un poco del extraño niño.

—Sí, este cuerpo que estas ocupando es mío—habló Kaneki con una triste
sonrisa en sus labios.

—Pero…—cuando Haise iba a reprochar algunos pequeños ciempiés comenzaron


a salir de las paredes manchándolas de negro cuando volteo a ver a Kaneki, ya
no estaba.

La oscuridad comenzó a llenar el cuarto, el poco brillo que quedaba provenía de


las flores blancas de pronto una máscara conocida apareció frente al rostro de
Haise.

—El parchado…—susurró observando con detenimiento la máscara que cubría la


boca y solo tapaba uno de los ojos, completamente negra y escalofriante.

—Sí, yo soy el parchado—habló Kaneki, quien apareció tras aquella máscara


que flotaba—Pero ya hemos hablado mucho y afuera hay un caos total.

Las flores comenzaron a abrirse y el color blanco se fue tornando rojo sangre
de las cuales comenzaron a caer gotas de sangre, el cuarto comenzó a hundirse
en sangre llevándose a ambos chicos con ella.

El cuerpo inerte de chico que estaba crucificado finalmente se comenzaba a


mover, lentamente abrió sus grises ojos, adolorido se levantó, observo el lugar,
vio que Miyu estaba en el centro mirándolo y le brindo su primera sonrisa.

9. Escondite
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La caída de los payasos
By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
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10. Caída
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Capítulo 9: Caída

Cuando Arima y compañía entro a las ruinas de la bodega lo que vieron fue
como un largo ciempiés negro devoraba los cadáveres de algunos payasos, al
voltearse se encontraron con un semi kakuja conocidos para ellos, el parchado
o Kaneki Ken. Arima sin dudarlo y con sus quinques en mano se acerco a él,
quien se volteo se sacó su máscara negra y con una sonrisa lo recibió.

—Cuidaste de este cuerpo mucho tiempo y te lo agradezco, pero


lamentablemente él ya no se encuentra—habló Kaneki donde se podía apreciar
que su cabello era completamente blanco de nuevo, pues volvió a su forma
normal—Tranquilo, no haré nada además cuidaba de tu preciado tesoro—
agregó caminando hacia un rincón y sacando a Miyu que estaba dormida
plácidamente cubierta con la chaqueta de Haise.

—Hermoso, sencillamente ¡Hermoso! —exclamó Uta con unos cuantos


seguidores, los últimos payasos llegaban a la escena, pues habían quedado
maravillados con el poder de Miyu y el regreso como nunca de Kaneki como
semi kakuja.

—Llévate a Miyu lejos de aquí—ordenó Arima a Kaneki, pero este lo miro


seriamente.

—No lo haré, después de todo él prometió ayudarte y aún estoy en deuda


contigo, dios de la muerte—habló Kaneki dirigiendo la mirada hacia sus
antiguos compañeros ghouls—Chicas llévenla lejos de aquí y cuídenla bien—
sintió la pesada mirada de Arima—Calma, no le harán nada—caminando hacia
Hinami y Touka, les entrego la pequeña durmiente—Se las encargó—murmuró
con una cálida sonrisa.

—Hermanito—susurró Hinami emocionada a lo que el albino le acaricio la


cabeza con ternura.

—Tú…Tranquilo, la cuidaremos—respondió Touka seriamente e inmediatamente


comenzaron a salir de la zona de batalla, dejando a los chicos.

—Kaneki…—habló Hide con emoción.

—Hide, gracias por velar por mi todo este tiempo, mi mejor amigo—respondió
el albino.

—Oh my geschätzt* and lecker* Kaneki—exclamó Shuu abriendo los brazos


extasiado por el retorno de su más deliciosa cena.

—Siempre dándonos más trabajo—agregó Nishio, Yomo se quedó en silencio


observando a Uta y Ayato solo miro para otro lado.

—Gracias por venir—dijo Kaneki con voz calmada volviendo al lado del dios de
la muerte—Sé que puedes contra ellos solo, pero espero que aceptes un poco
de ayuda y yo también quiero mi venganza—agregó mirando a Uta que se
sacaba la máscara y reía estrepitosamente.

—Aunque nos derroten a nosotros aún quedan algunos payasos, el caos volverá
y reinara sobre esta ciudad—explicó Uta sacando las quinques con forma de
pequeños cuchillos que guardaba junto a su hermosa kagune que se podía
apreciar dos claras características de Ukaku y Bikaku, unas largas alas negras
con delicadas plumas salieron desde la altura de sus hombros junto a tres
extensiones como colas negras con toques doradas desde el final de la espalda.

—Lucifer…—murmuró Arima para sí, recordando viejos casos de otros distritos


y de cómo un ghoul busca problemas aterrorizaba a la población, se mandaron
escuadrones, pero todos ellos perecieron en combate, se le dio una gran
prioridad hasta que un día simplemente desapareció del mapa, en las notas lo
asociaban a un hermoso ángel caído lo que le dio el apodo de Lucifer.
—Arima y yo nos encargaremos de Uta, ustedes acaben con todos los payasos
restante por favor—ordenó Kaneki cuando Uta estiro su mano para que su
súbditos fueran por su presas, rápidamente distintas kagunes hicieron su
aparición, la fuerte kagune roja de Yomo, la impenetrable kagune morada de
Shuu, la rápida kagune negra que lo envuelve completamente de Ayato y
salvaje kagune azulada de Yomo chocaron contra sus oponentes dejando el
camino libre para los albinos mientras Hide con una quinque como un rifle los
respaldaba eliminando a otros ghouls con tiros muy certeros.

—Me alegra que volvieras, ahora arreglemos este problema de raíz—susurró


Hide ganándose tras los chicos, para apuntar con calma. Así la pelea inicio,
aunque los súbditos de Uta no eran nada para el escuadrón improvisado de
ghouls el problema radicaba en que aparecían más y más, nunca habían estado
tantos ghouls juntos, por otro lado Arima y Kaneki se metían entre medio para
finalmente alcanzar a la mente tras todos los hechos.

—Maestro y pupilo, cazador y cazado junto para acabarme, pero ya sembramos


la semilla del caos en los humanos, aunque lo solucione ya ha muerto mucho
gente. En este intervalo hice que ghouls de otros distritos comenzaran una
matanza—explico Uta riéndose a carcajadas, pero el dios de la muerte ya
estaba frente a él listo para atacar con su quinque Narukami en su modo
ofensivo como una lanza. Uta velozmente alcanzo a esquivar el estoque de
Arima doblándose hacia atrás, al hacerlo se encontró directamente con una
kagune rojiza llena de escamas, las detuvo con sus colas y extendió sus alas
para lanzar sus plumas, Arima y Kaneki esquivaron todo sin problemas, pero
tuvieron que alejarse un poco dándole espacio a Uta para que se recuperara.

—Uta hay algo que inquieta ¿Por qué haces todo esto? ¿Qué sacas tú?—
preguntó Kaneki, pues lo quiera o no fue uno de los ghouls que lo estuvo
ayudando un tiempo.

— ¿No es obvio? Sólo quiero el caos, que el caos reine sobre la humanidad y
sobretodo que el show de los payasos continúe—tras esas palabras comenzó a
lanzar aquellas feroces plumas negras junto a sus colas para golpear y perforar
lo que fuera. Los albinos se miraron de reojo e inmediatamente se
comprendieron, Arima puso a Ixa en modo defensivo como un gran escudo
mientras pasaba a Narukami a su modo ofensivo como pistola y Kaneki se gano
tras el escudo que con sus extensiones detenía las colas y desviaba algunas
plumas.

—Uta ahora pagaras por la rebelión y lo de estos últimos años—exclamó Kaneki


saltando con ayuda de sus extensiones, Uta apunto sus plumas y colas hacia él,
pero un gran escudo se interpuso. Al bajar la vista el dios de la muerte lo
apuntaba con Narukami, una gran bola de luz salió del arma llevándose con ella
la mitad inferior del cuerpo de Lucifer, aun así unas risas salían de sus labios
pues había alcanzado a saltar, perdió sus colas, pero aun tenía sus alas.

—Vi a través de ustedes—dijo Uta lanzando sus plumas hacia Kaneki que iba a
atacarlo por la espalda con Yukimura, cuál fue su sorpresa cuando éste la lanzó
débilmente sin darle.

—Púdrete en el infierno—murmuró Arima tomando a Yukimura y moviéndola


velozmente en el aire, cuando el cuerpo del ghoul apodado Lucifer cuyo nombre
era Uta toco el suelo lo hizo en cientos de pedazos bañados en sangre junto a
las delicadas plumas negras que habían perdido su brillo y firmeza, poco a poco
se desvanecieron en el aire. Finalmente el líder de los payasos había caído,
pero el resto del grupo seguiría causando caos aun sin un líder, por lo que la
batalla aun no había terminado, continuaron peleando durante todo el día
corriendo por la ciudad cazando a todos los payasos que con el imparable dúo
de último momento entre el ghoul SS Kaneki Ken y el dios de la muerte de la
CCG Arima Kishou lograron lo imposible, dar caza a todos los ghouls
pertenecientes a los payasos.

Cuando Touka y Hinami se dirigían hacia a algún lugar seguro fueron rodeadas
por payasos, Hinami con los kagunes heredados de sus padres se lanzo al
ataque, Touka por su lado se gano en un rincón con la niña, pero eran muchos
y fue nuevamente acorralada. —Hermanita cuidado—exclamó Hinami corriendo
lo más rápido que sus piernas le daban, pues Touka tras la pérdida de Anteiku,
el jefe, Kaneki y más se vino abajo, no podía pelear, pues al tratar de sacar su
kagune, ésta no salía y terminaba bloqueándose.

—Yo…ya no tengo nada que perder—dijo la peli morado con enojo, finalmente
salieron sus hermosas alas multicolores que la envolvieron y dispararon hacia
los payasos, el conejo había vuelto más fuerte que antes.

—Ya puedes volver a pelear y vuelves a ser la de siempre—murmuró Hinami


feliz.

—Vamos hacia el café que está cerca de la CCG, es el mejor lugar —así ambas
chicas guardaron sus kagunes y corrieron hacia su destino.

*La frase de Shuu al final es: Oh mi apreciado y delicioso Kaneki. Una pequeña
mezcla de inglés y alemán.

10. Caída
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La caída de los payasos
By: DarkAyasha
[Continuación de: La Rebelión de los Ghouls] La historia se desarolla 5 años
después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
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Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
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11. Años
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Capítulo 10: Años

Una vez que todo acabo Arima y Kaneki se reunieron con el antiguo grupo
Anteiku en la cafetería en la que trabajaba Touka y Yomo.

—Kaneki ¿está todo bien? —pregunto Touka preocupada.

—Sí, descuiden—respondió entrando a la cafetería en donde solo estaba el


grupo siendo seguido por el dios de la muerte.
—Papi—exclamó Miyu corriendo a los brazos del albino—Miyu estaba
preocupada por ti ¿no estás herido cierto?

—No, tranquila—respondió Arima que dio un pequeño suspiro, sus músculos se


relajaron al tener de vuelta a su pequeña y única hija.

—Ehh…Clase especial—habló Hide dirigiéndose a Arima— ¿podemos hablar un


momento a solas?

—Papi no te preocupes—dijo Miyu sintiendo como el albino estaba preocupado


al dejarla sola con varios ghouls de existencia casi desconocida—el hermanito
Kaneki me cuidara.

—De acuerdo—dijo Arima bajando a Miyu y yendo con el rubio.

—Quisiera pedirle que no reporte a estos ghouls, ellos nos ayudaron y…—
comentaba Hide, pero fue rápidamente interrumpido.

—Lo sé y no lo haré, pero respecto a Kaneki…—habló Arima y el ambiente se


volvió tenso—Si la CCG lo encuentra lo volverán a encerrar, lo mejor será que
se vayan de aquí mientras aun hay confusión—una sonrisa apareció en los
labios del rubio.

—Gracias Señor—exclamó Hide haciendo una reverencia doblando la mitad de


su cuerpo, para luego irse con el grupo. En el momento en el que conversaban
Arima y Hide, los demás observaban nostálgicos a Kaneki.

—Estoy de vuelta—dijo Kaneki con una sonrisa.

—Maldito, nos hiciste ir a buscarte—comentaba Nishio.

—No hicimos varios enemigos por su culpa—refunfuñaba Ayato.

—Pero también nos volvimos mas unidos—dijo Hinami mirando de reojo al peli
morado, quien se sonrojo inmediatamente.

—Oh que delicia, mí querido Kaneki no sabes lo horrible que ha sido estar sin ti
todos estos años—exclamaba Shuu con un tono donde no aguantaba su
excitación, Yomo y Touka fueron a preparar unos cafés para todos.

—Tsukiyama calma, calma, ya me demostraste tu cariño—dijo Kaneki siento


como Shuu lo abrazaba y le mordía la oreja con emoción.

—Parece que el hermanito Kaneki es muy querido—comentó Miyu observando


divertida la escena, el albino al ver esa tierna sonrisa recordó el momento en
donde estuvieron solos en los restos de la bodega.

—Así que tú eres Kaneki—habló la pequeña con una sonrisa tras la coraza
negra que le cubría la mitad de su rostro.

—Sí—respondió acercándose como podía a la niña, se arrodillo para quedar a su


altura y la abrazo.
—Lo siento, lo siento…—sollozaba arrepentido, pues se sentía culpable por la
pérdida de Lilith y más cuando ella era su viva imagen.

—No te preocupes—le acaricio la cabeza y de pronto unas pequeñas gotas de


sangre salpicaron en el rostro de Kaneki, al abrir los ojos la pequeña había
cortado parte de sus alas y sus extensiones doradas.

— ¿Qué haces? —preguntó preocupado y escandalizado.

—Son para ti—respondió Miyu con una sonrisa.

—No me puedo comer tus kagunes, además quedaras herida…—exclamó


desesperado, pero al volver la vista hacia sus alas y extensiones se percato que
ya se habían regenerado por completo.

—Ves, no te preocupes, además necesitas fuerzas para derrotar al hermanito


Uta ¿cierto? —el albino se limito a mover su cabeza de arriba a abajo—
Entonces yo dormiré, ya me canse de ocupar las kagunes—agregó
acurrucándose en los brazos de Kaneki sin antes guardar todos sus rasgos de
ghoul. Quedó incrédulo por un par de segundos, la arropo en la chaqueta que
tenía y no le quedaba otra más que comer lo que le había dejando. Cuando dio
un primer bocado y ésta pasó por su garganta, pudo sentir un incremento de
fuerza impresionante, incluso sus heridas sanaron en nada de tiempo e
inconscientemente devoró los impresionantes restos de kagunes que la
pequeña le había dejado y aprovechando el tiempo opto por sacar los kagunes
de los payasos muertos para alimentarse un poco, en estos años la CCG lo
tenía a un régimen estricto y era hora del festín.

Su mente volvió al presente, ya que Hide estaba feliz y se apresuro a contar lo


que había conversando con el agente de clase especial, que a pesar de todos
los rumores era un buen hombre y excelente padre, aunque no lo parezca en lo
absoluto.

—Lo mejor será irnos ahora—finalizo Hide.

—Antes quisiera que el dios…digo el agente especial nos acompañara en


nuestro último café aquí—exclamó Touka quien traía varias tazas con el café
servido.

—Vamos papi—dijo Miyu que rápidamente fue a sentarse junto a los demás.

—Para ti pequeña te tengo un delicioso chocolate—comentó la peli morado con


una sonrisa.

—Chocolate wiii, gracias hermanita—respondió la pequeña con una sonrisa.

—Parece que no te queda otra que acompañarnos—habló Kaneki ofreciéndole


un puesto al lado de Miyu y junto a él, una pequeña sonrisa se formo en los
labios de Arima y se quedó en el último café del grupo de ghouls.

—Parece que llego la hora de decir adiós—dijo Hide acompañando a sus


amigos.
—Hermanito ¿en serio te debes ir? —preguntó Miyu mirando a Kaneki con
tristeza.

—Sí, me encanto estar este poco tiempo contigo y sé que a él le encantabas—


respondió Kaneki agachándose a la altura de la pequeña peli azul.

—Cuídate mucho y ven a visitarnos—sollozaba la pequeña aguantando el llanto


hasta que su padre la tomo en brazos y acurruco en su pecho.

—Lo intentare, gracias Arima—habló Kaneki y finalmente ambos bandos se


despidieron no como un adiós sino un hasta pronto.

—Papi siempre estará al lado de Miyu ¿cierto? —habló la pequeña mientras


volvían a casa después de estar hasta altas horas de la noche en la CCG dando
explicaciones, además de que le rogaron no dejar su puesto de investigador
ghoul y ofrecer cientos de niñeras para su hija.

—Por supuesto, ahora que estamos juntos y hemos pasado por tanto no te
dejare ir—respondió Arima brindándole una reconfortante sonrisa a su única y
preciada hija.

—Gracias papi, eres el mejor—exclamó Miyu feliz, así ambos volvieron a su


cálido hogar y quizás si el destino lo quiere podrían volver a aquel grupo
extravagantes de ghouls que la pequeña adoraba.

11. Años
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La caída de los payasos
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después de la rebelión de los ghouls donde poco a poco todo vuelve a la
normalidad hasta que una pequeña niña de 4 años aparece poniendo el mundo
de cabeza y los payasos la buscan por ser ¿una nueva especie?...
Rated: Fiction T - Spanish - Mystery/Suspense - Kaneki K./Haise S., Touka K.,
Arima K. - Chapters: 12 - Words: 13,340 - Reviews: 3 - Favs: 3 - Follows: 3 -
Updated: Feb 29 - Published: Feb 16 - Status: Complete - id: 11795032
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12. Epílogo
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Epílogo

Han pasado 15 años desde la caída de los payasos y muchas han cambiado en
el distrito donde vivían Arima y Miyu, la pequeña ahora era una mujer de 19
años lista para ascender a clase especial, pues decidió entrar a la academia y
por el hecho de ser la hija del gran dios de la muerte se le dio la opción sin
rechistar, por su parte Arima era actualmente uno de los líderes de la CCG
llevándola a una época dorada con escuadrones de elites nunca antes visto y
una paz estable por varios años.

—Wao no debiste molestarte con tanta comida papi—dijo Miyu observando una
cena de lujo mandada a pedir, la peli azul de tez blanca y brillantes ojos azules
se había desarrollado excepcionalmente igual a su madre físicamente atrayendo
miradas.
—Es tu cumpleaños, estuviste todo el día trabajando en una misión, ahora
necesitas descansar y estar con tu familia—respondió Arima saliendo de su
habitación una pequeña caja con un moño—Feliz cumpleaños pequeña—le paso
la caja con una sonrisa.

—Papi con la cena era suficiente—dijo la joven haciendo un pequeño puchero.

—Sólo ábrelo—ordenó el albino sentando en la mesa y observando cómo su hija


abría con delicadeza la caja.

—En…serio—hablaba Miyu sacando un brillante y fino collar que en su final


albergaba una especie de relicario, lo que provoco curiosidad en la chica y al
abrirlo se encontró con que partía en tres partes como portafotos, a la derecha
su fallecida madre, a la izquierda su padre y en el centro ella, los tres con una
sonrisa en sus rostros. La nostalgia llegó a los ojos de la chica provocando
algunas lagrimas, en silencio se paró de pronto y se lanzo a los brazos de su
padre—Gracias.

—Sé que ella estaría muy orgullosa—comentó Arima abrazándola, para luego
limpiarle las lagrimas.

—No tenía ningún recuerdo de mamá, gracias—dijo la chica colocándose en


relicario rápidamente alrededor de su cuello.

—Ten cuidado en las batallas, ya que se te puede caer—advirtió el albino.

—Lo sé, gracias—respondió la chica dándole un tierno beso en la mejilla a su


padre—Por cierto mañana re-abren el café cerca de la CCG ¿vamos en la
mañana? —propuso emocionada.

—De acuerdo—dijo Arima, así ambos se dedicaron a cenar y ver películas


juntos. A la mañana siguiente Miyu se encontraba un poco ansiosa por ir al café
y Arima sintió curiosidad, ya que ella nunca se encontraba así incluso cuando su
vida corría peligro, siempre calma y tranquila, con esas palabras recuerda sus
primeros días junto a ella y de cómo en menos de un día aprendió a controlar a
la perfección sus kagunes, sí, lo sabía, era una ghoul, pero no la entregaría por
nada del mundo, por eso le enseño a controlar absolutamente todo su poder y
nunca depender de los kagunes, en todos estos años nunca se vio obligada a
sacarlos y el secreto se ha mantenido intacto.

—Ya llegamos, vamos papi entra—exclamó la peli azul abriendo la puerta del
vacío local.

—Pero Miyu no parece que estuvieran atendiendo—dijo Arima extrañado.

—Oh vamos, sólo entra—comentó Miyu entrando a su padre por la fuerza


siendo seguidos por Shirazu, Tooru y Urie.

—Se-señor Arima—saludo Shirazu nervioso.

—Buenos días Shirazu, Tooru y Urie—dijo Miyu sonriendo.


—Buenos días—respondieron todos al unisonó hasta que siente unos pasos
provenientes de una escalera que daba a un segundo piso.

— ¡Bienvenidos los estábamos esperando!—gritó un hombre con cabello negro


con ropa de mesero junto a otro rubio con una ropa similar.

—Hermanito Kaneki—exclamó la peli azul corriendo a abrazar al hombre que


era seguido de Touka con su largo cabello morado amarrado a una coleta y más
bella que nunca, Hinami demostrando ser toda una mujer ahora al lado de
Ayato, Nishio junto a su novia, Shuu con un traje elegante y Yomo quien en
silencio se fue a preparar los cafés.

—Miyu has crecido mucho—comentó Kaneki observando como una niña de 4


años se había convertido en toda una mujer siendo igual a su madre—Por cierto
feliz cumpleaños atrasado—agregó sacando un regalo que tenía escondido que
era una hermosa gabardina.

—Que bella, gracias hermanito—exclamó Miyu feliz poniéndose de inmediato la


prenda.

—Bueno tomen asiento, ahora les serviremos café a su gusto—intervino Hide,


una vez todos sentados y con café se dedicaron a conversar sobre estos últimos
15 años, donde Kaneki se sentó al de Arima para poder hablar con más calma.

—Gracias por darme una segunda oportunidad—habló Kaneki observando al


dios de la muerte.

—No, yo debería dártelas por velar por Lilith y cuidar con tu vida a Miyu—
respondió el albino bebiendo un sorbo de café—Pero si se comportan mal los
tendré que llevar a la CCG.

—Descuida lo sé muy bien—dijo Kaneki sonriendo cuando de pronto siente que


bajo la mesa y en medio de ambos algo se asomaba.

—Buuuuu Miyu esta celosa—exclamó la chica saliendo y ganándose entre


ambos—Están hablando entre ustedes y no me incluyen—agregó haciendo un
puchero.

—Digamos que es algo que teníamos que conversar entre los dos—comentó
Kaneki ganándose una mirada indiferente.

—Miyu sólo hablamos de lo ocurrido nada más—habló Arima acariciando la


cabeza de su hija, quien lo abrazo y se acurruco en su pecho.

—Había escuchado rumores de que la gran hija de Arima Kishou está lista para
ascender a clase especial a corta edad y aún es una niña—murmuró Hide
divertido.

—¡Te escuche! y Miyu siempre será una niña—respondió sacándole la lengua.


Ante tal escena sacaron carcajadas en el café por parte de todos, ya que Miyu
los ayudo a volver, pues investigo en donde estaban y logró trasladarlos al
distrito gracias a un préstamo para obtener el café devuelta, además de darles
nuevas identidades, un hogar y una gran amistad.
No saben que les puede deparar el destino, pero ahora volvían a estar unidos
otra vez como una gran familia tanto los amigos de Kaneki como los de Haise
que siempre permanecerían en su corazón sea quien sea.

Fin.

Muchas gracias por seguir esta historia, no saben lo feliz que me hacen,
espero que sigan leyendo de mi historias 3

12. Epílogo
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