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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ


ESTUDIOS GENERALES LETRAS

TRABAJO INDIVIDUAL

Título: La vida laboral de un obrero técnico: el caso de Felipe Zambrano

Nombre: Ciro Alexander Castro Pacheco

Tipo de evaluación: Método Biográfico

Curso: Antropología

Horario: 0501

Profesor: Manuel Ráez

SEMESTRE 2017-1
Método Biográfico

a. Personaje : Felipe Zambrano Camacho de 78 años


b. Importancia de su selección: Es el padre de la mejor amiga de mi mamá. De ahí
que, alguna vez mi mamá le facilitó un permiso dirigido al seguro social para
que le puedan operar la rodilla de emergencia. A mí, conociendo esta historia,
me interesó conocer cómo es que muchas personas mayores como él no pueden
acceder a los servicios sociales, a pesar de que hayan trabajado durante gran
parte de su vida.
c. Tema a desarrollar: Su vida laboral

Percepción del actor social:

d. Biografía (secuencial en etapas de vida)


e. Puntos de inflexión

Análisis sobre el actor social (tomando en cuenta la historia del Perú desde
1930)

f. Conclusiones

Texto

Infancia/niñez

Felipe Zambrano nació en la maternidad de Lima un 7 de abril de 1939, durante el


gobierno militar de Oscar R. Benavides. Su padre fue Armando Zambrano Hernández y
su madre Lucía Camacho Flores. Don Armando trabajó durante su juventud como
transportador de gallos de pelea, una actividad muy difundida en el Lima y la costa
peruana. Doña Lucía era parte de una familia de pequeños hacendados en Huaral, estos
cultivaban algodón. Aunque ambos eran de Huaral se conocieron en 1937 durante una
pelea de gallos en un pueblo cercano, del cual Felipe no recuerda el nombre exacto.
Después de la aprobación de los padres de Lucía, se casaron en 1938 y se mudaron al
Rímac ese mismo año. Era una casa alquilada, al lado de la Iglesia La Cabeza donde
Felipe pasó sus primeros años de vida. Sucedía pues que los barrios populares del centro
de Lima en la primera de década del S.XX pueden ser definidos como espacios de
emigración, donde las viviendas podían permanecer en estado de alquiler durante
generaciones. Su abuela vivía en Jr. Calloma, en el Cercado de Lima, muy cerca. Por tal
motivo se mudaron allí. Él recuerda un Rímac mucho menos poblado y con un malecón
en el que salían a pasear las familias del vecindario, en especial los niños. Estudió su
educación inicial en un pequeño colegio cercano a casa llamado “Filomeno”, culminó
cuando tenía aproximadamente 7 años. Por esos años, su papá comienza a trabajar en el
hipódromo de San Felipe, que acaba de ser inaugurado tras el término de la enfiteusis
del Jockey club del Perú, por parte del Estado. Aquí se dedicaba a manejar una máquina
“chancadora” que aplanaba el piso antes de cada carrera para que los caballos corriesen
mejor. Se mudaron a San Isidro, a José Guillermo Prezco. Aunque era algo lejano sus
padres consideraron que el Colegio Central de Huaral era la mejor opción para que
curse la primaria. Felipe califica a su colegio de muy disciplinado, en comparación con
los de hoy en día. Pues en el colegio Central llevaban un uniforme beige, similar al
militar. Los estudiantes de educación primaria tenían una bolita azul en su boina y, los
de secundaria, una roja. Ciertamente, la influencia de la instrucción militar sobre los
sistemas escolares era amplia. El Estado peruano asignaba un militar, de rango de
sargento, semanalmente para que instruyera al alumnado bajo un modelo castrense de
obediencia. Esto sucedía en la mayoría de los colegios públicos nos comenta Felipe,
mientras recuerda con nostalgia que cada estudiante tenía galones que indicaban el
grado en que se encontraba. Tuvo una formación durante de esta etapa basada en las
autoridad de los padres. En la misma medida en que se les disciplinaba en el colegio sus
padres lo educaban en casa estrictamente. Nunca podía faltar a la hora indicada de los
desayunos, almuerzos y cenas familiares, el castigo podía ser físico o verbal. No
obstante Felipe no reniega de la formación que recibió sino la respeta, la abraza como
parte de lo que él mismo es. Cree que su niñez acaba junto con su graduación en
primaria, no tuvo aquí ningún problema con las calificaciones. Sus padres lo
presionaban lo suficiente para que cumpliera con todas sus tareas. Cabe resaltar, nos
comenta él, que no había celebraciones festivas en pos de una ceremonia de graduación,
como las hay hoy. Esta se reducía a una foto grupal con los certificados
correspondientes, lo cual para la década de los 40´s significaba un bello y moderno
recuerdo.

Adolescencia

Sus dos últimos años de secundaria los terminó en el Melitón Carbajal, también por
decisión de sus padres. Tenía 15 años cuando comenzó a jugar fútbol por su barrio, su
primer equipo fue el Garcilaso de la Vega. Luego por el Boca junior de Chorrillos,
finalmente por Comas. Llegó a estar afiliado a la Federación Peruana de Fútbol (FPF).
Comenta, alegremente, que “en esos tiempos todos jugaban por amor a la camiseta,
tenías que comprar tus propios chimpunes para jugar”. Así, hace referencia, sin saberlo,
a un momento inicial en la historia del fútbol en el Perú, donde circulaban discursos
como el amateurismo. Este justificaba la constante promoción del balompié por parte de
los Estados modernos por ser una actividad favorable para los niños y adolescentes de
todas las clases sociales (Álvarez 2013: 362). Era, pues, esta pasión por el fútbol lo que
caracterizó su adolescencia, aunque continuó jugando independientemente hasta sus 45
años aproximadamente. Para Felipe, la actividad futbolística fue no solo un momento de
ocio sino de tiempo para sí mismo. Dado que tras una semana entera estudiando, y
luego trabajando, podía desarrollarse en lo que él considera un arte. Agradece a la FDF
por haber organizado las diversas asociaciones deportivas populares que iban surgiendo
en la primera mitad del S. XX, ya que su padre le contaba de lo elitista que era antes
cualquier tipo de deporte. Por otra parte, sus ambiciones antes de terminar secundaria
eran de talla universitaria y profesional, deseaba estudiar Derecho. Siempre veía en los
periódicos que compraba su padre que se el Ministerio de Educación había aumentado
su presupuesto y que querían que los peruanos se eduquen. Esto es cierto, puesto que
como indica “Carlo Contreras, la partida presupuestaria, en educación a fines de la
década de 1950 superaría la quinta parte del presupuesto nacional” y venía
incrementándose sostenidamente desde su fundación en 1936 (Rojas 2015: 255). Pero, a
pesar de sus sueños, su realidad era otra, dice Felipe. Eran 8 hermanos, donde era el
mayor, y sus padres no podrían haberlo ayudado económicamente para su preparación,
matriculando en alguna academia o comprándole el material necesario. Asimismo, él
generaliza esta situación a toda su “clase social” o personas de la misma “estirpe”:
“siempre hubo discriminación hacia los morenos, además tenías que tener un apellido
importante para que ingresases a la universidad sin problemas”. La ascendencia negra
que tenía Felipe la había heredado de su padre, quién era nietos de esclavos. Como
sabemos, en el Perú, el racialismo o discriminación racial no se eliminó junto con la
esclavitud sino es parte de un proceso heredado de esta. Tal y como señala Carlos
Aguirre son “los grupos tradicionalmente condenados a posiciones inferiores [los
negros, quienes] se encargan de desafiar los viejos esquemas socio-étnicos […]. Y
aunque la discriminación y el racismo se mantendrán por mucho tiempo, abrigamos la
esperanza de que en un futuro cercano, gracias a los esfuerzos populares, nuestra
sociedad se verá liberada de explotación e injusticia” (Aguirre 1993: 319). Exactamente,
este es la sensación que tiene Felipe cuando habla de su anhelo de estudiar alguna
carrera universitaria y ascender socialmente a través de la educación. Una de sus
hermanas, por ejemplo, estudió 2 años para postular a la UNI y, de hecho, postuló dos
veces. No pudo ingresar y se decidió por una carrera técnica. Esto fue lo que Felipe hizo
también. Estudió por correspondencia en la National School, con local en la Av. La
Colmena, la carrera de Mecánica Automotriz. Era un sistema práctico que le condujo a
su primer empleo como practicante. Además, le fascinaba sentirse en parte educado por
una “potencia mundial”, como le denomina él mismo. El inicio de sus estudios técnicos
marca, para Felipe, el inicio de su juventud.

Juventud

Trabajó en una Autotécnica como practicante, ella proveía de autopartes a corredores de


carreras peruanos tan importantes como Antón Lizardo de las Casas, pero también
proveía de partes a automóviles ordinarios. El trabajo era prometedor, tras el boom
económico que vivió el Perú durante el gobierno del general M. Odría, la cantidades de
autos en Lima se multiplicaron (Cueto 2015: 36). En simultáneo, Felipe cumplía con sus
deberes de enviar sus separatas resueltas a la National School para obtener su
certificado lo más pronto posible. En 1960, ya graduado y con 21 años, su abuela
paterna le consigue un trabajo en el taller de un amigo, Don Fabrizio. Como era novato,
juntos con otros nuevos, lo mandaban hasta el muelle de Ancón a cambiar las bujías de
los barcos. En esos tiempos aún Lima era mucho más pequeña aunque en proceso de
formación a partir de sus primeras oleadas migratorias. Eran largos recorridos en bus
hacia su zona de trabajo, lo cual hacía que fuese mucho más agotador de lo que debería.
Dejó este trabajo sin mayores preocupaciones pues ya había acumulado experiencia y
sentía ansias por ganar un mejor sueldo, renunció en 1964. Felipe sentía que sus
estudios técnicos le daban seguridad, confianza y cierta posición privilegiada en sus
proyectos laborales. De ahí que Martín Monsalve comente que la clase obrera durante la
década de 1960 era como el “sector alto” de las clases populares (2015: 203). En esos
tiempos el trabajo no era tan difícil de encontrar como hoy, nos indica Felipe. Aplicó,
así, a la fábrica de mayólicas Trébol, donde trabajaría en los moldes de estructuras
metálicas de las máquinas que se utilizan para elaborar las cerámicas. Es aquí donde
conoció a su esposa Carmen Vargas ella trabajaba en el sector de atención al cliente de
la planta. Por las noches, Felipe la acompañaba en su regreso a casa, cerca al puerto del
Callao. Muy pronto se convirtieron en enamorados. A esas horas a veces tenía que
regresarse caminando siguiendo las vías del Tranvía. De ahí que, Felipe asegura que
“antes” las calles de Lima eran más seguras, “no había tanta matanzas como hay ahora”.
Su estadía en Trébol bordeó los 10 años. Quizá debido a la seguridad que le transmitía
un sueldo fijo, la pertenencia a un sindicato y la cercanía a Carmen. Todo esto sucedía
en un contexto favorable, el Estado peruano tenía por objetivo modernizar la legislación
laboral, y en general la sociedad peruana (Remy 2015: 237). En este largo periodo se
casó con doña Carmen en 1970 en la Catedral de Lima, en un evento comunal, y
comenzarían una familia. Felipe afirma que fue la disciplina y educación que recibió de
sus padres lo que lo animaron a proyectar su vida familiar. Vivieron juntos en la casa de
su padre por unos meses para luego buscar una casa propia. La encontraron en el distrito
de Comas, urbanización San Martín. Recuerda muy amenamente que pudo reservarla
con tan solo 5 soles de oro y le entregaron las llaves con otros 25. En esos momentos
había programas públicos para el sector inmobiliario de las clases obreras y medias, se
pagaba paulatinamente al Banco de Vivienda. Estas facilidades a las clases populares,
fueron parte de los efectos de las políticas efectuadas por las bancas estatales de
fomento del gobierno militar de Juan Velazco Alvarado (Remy 2015: 238). Felipe vive,
con su esposa, ahí mismo hasta la actualidad. En el ínterin de la dictadura, se convirtió
en padre por primera vez con el nacimiento de su hija mayor en 1972 y, por segunda
vez, con el nacimiento de la menor en 1974. Su paternidad lo hizo dar cuenta de las
responsabilidades con las que cargaba, ya se consideraba un adulto “hecho y derecho”.

Adultez

En Trébol llegó a ser secretario del sindicato, y aunque no tenía una vida política muy
activa, a pesar de pertenecer a una ala de la CGTP aprista, cree que siempre tuvo un
trato muy “político” con sus compañeros de trabajo y jefes. Puesto que, trataba de que
los repartos de producción sean equitativos y los horarios de trabajo, como las fechas de
pago, justos. En tal sentido, siente que cumplió con su deber. Cuando dejó Trébol, lo
hizo mirando hacia el futuro. Felipe quería darles educación universitaria a sus hijas, y
para esto necesitaba capacitarse y aumentar su salario. Su esposa le ayuda con la
economía del día a día en la casa pues pudo, tras algunos años de ahorro, invertir en un
pequeño salón de belleza, del cual ella sería dueña y trabajadora. No obstante, no era
suficiente para seguir pagando al banco las letras de la casa y a la vez la preparación
pre-universitaria de sus hijas. El PAP le ofreció una capacitación en Relaciones Públicas
y Comerciales en la Universidad Pacífico; además de mantener su puesto de secretario
sindical. Felipe habla con cierto énfasis de esta parte de su vida, considera que si no
hubiese tenido esta oportunidad durante la restauración democrática del país su
economía familiar no podría haber enfrentado la crisis de la década que recién
comenzaba. Entró a trabajar a Herramientas S.A tras haber culminado sus estudios
especializados previamente. Ahora ocupaba un puesto distinto a la mera producción y
mantenimiento de estructuras metálicas, también era asesor de ventas para los mismos
productos. En cierto sentido, Felipe se concebía como novato otra vez. En vista de las
funciones que desempeñaba implicaban hacer visitas a posibles clientes fuera de la
empresa y convencerlos, con agasajos y demás, que Herramientas S.A era la mejor
opción. Pero antes, de que pudiese ascender en la jerarquía organizacional, el presidente
militar Francisco Morales Bermúdez promulgó la Ley de Emergencia, el retiro del
derecho de los trabajadores y el congelamiento de salarios. El estilo de vía se encarecía
y muchos comenzaban a renunciar por necesidad, entre ellos Felipe. En este contexto,
obtuvo un trabajo momentáneo en la fundación CARCAMO, donde volvía a sus inicios
laborales fabricando herramientas relacionadas con la actividad minera.

A principio de los ochenta él y un grupo de excompañeros de trabajo se plantearon


fundar una empresa propia. Contaban con experiencia en distintos sectores del mismo
negocio: el comercio de herramientas. Y la atmósfera legal en el Perú ya era favorable,
el segundo gobierno de Belaúnde apertura la importación de materiales extranjeros y la
exportación de los nacionales. La empresa se llamó Producción de los Andes Peruanos
(PROAPER) y abrió sus puertas en marzo de 1981. Y, lamentablemente, las cerró en
diciembre del mismo año; dado que, no había una coordinación entre todos los
miembros. Muchos no cumplían con los horarios de trabajo o no se esforzaban por
hacer una marca competente. El grupo decidió disolverse y continuar cada uno por su
parte. Felipe no tuvo mayores problemas en conseguir trabajo, fue contratado por
Travers Tools. En la línea del fortísimo fenómeno del niño de 1982, él era uno de los
encargados de vender las lampas, carretillas y demás para remover las oleadas de barro
depositadas en pueblos enteros. Esto es, al por mayor. De esta manera, se le hizo
relativamente sencillo cumplir con sus metas comisionarías. Ahora, Felipe, ya no recibía
un sueldo fijo sino una comisión del 5% de lo que vendiese. Más adelante durante la
crisis hiperinflacionaria tuvo que cambiar nuevamente de trabajo, esta vez hacia el
negocio de las cerraduras. Felipe ya había obtenido la suficiente experiencia como para
trabajar en ventas de productos independientemente y no se sentía presionado por los
pagos de las letras de la casa pues con la jubilación de su esposa pudieron terminar el
pago. Así pudo obtener la suficiente estabilidad económica, a comienzos de los 90´s,
como para comprarse su primer auto. Indudablemente, esto no pudo ser posible sin el
boom en la construcción que sufrió la economía peruana (Jiménez 2000: 8), que se
alimentaba de los productos que vendía Felipe.

En el año 1995 le diagnosticaron cálculos biliares. Todo parecía indicar que no


sobreviviría, su familia estaba muy angustiada puesto que los médicos no daban señales
de poder resolver el problema con operaciones simples. Milagrosamente, una misión de
médicos alemanes pasaban por las instalaciones del Hospital Almenara, ellos ofrecieron
realizar una operación de emergencia con posibilidades considerables de éxito. Y así
fue. Durante su reclusión en el nosocomio bajó 20 kilogramos, Felipe se sentía tan
ligero como cuando era joven.

Vejez

No obstante, la experiencia de la enfermedad le indicaba que ya no contaba con las


fuerzas de antes, considera que este fue el inicio de su vejez con 56 años de edad. Así
que comenzó a pensar en jubilarse, pero antes tenía planeado terminar de pagar la cuota
de su auto. En ese tiempo, pasó por su último trabajo en la empresa AROS, que se
especializaba en la venta de químicos y trabajó allí hasta que sus capacidades físicas se
lo permitieron. Los trámites para su jubilación iniciaron en 2001. Comenzó a tener
problemas con su rodilla en el 2004, los médicos le dijeron que era el desgaste común
por la práctica constante de fútbol. Felipe comenta que él ya no se sentía capaz de
caminar y decidió dejar de trabajar para descansar en casa. Pero aún en 2005 no habían
aprobado su pensión de retiro. Con ayuda de una conocida (ni madre), falsificaron sus
documentos como asegurado por Essalud y pudo operarse antes de que su rótula
comenzara a descomponerse. Esto pudo haber sido causa de gangrena le decían los
doctores. La operación fue en 2007 y no tuvo mayores complicaciones. De ahí en
adelante, ya camina sin dolor alguno. Actualmente, Felipe tiene 77 años, ha trabajado en
varias empresas pero muchas no han pagado regularmente a la ONP. Así que cuando
presentó sus certificados no los consideran absolutamente válidos, sino parcialmente. Se
pone en duda la cantidad de aporte que tuvo en su vida laboral para su pensión pública.
Con aires de resignación, Felipe comenta que su “padre ya [se] lo había dicho, a los
ancianos los prefieren muertos. Y Los trámites solo avanzan con sobornos a los
burócratas”. En los últimos meses ha contratado a una abogada, con ayuda de sus hijas,
para que revise su caso. Por otra parte, no se siente “acabado”. Reconoce que ya es una
persona de la 3era edad pero no vive sus días sin salir de casa o recordando el pasado.
Felipe recibe cierta cantidad de dinero para costearse sus salidas de ocio con su esposa
por parte de sus hijas que ahora son profesionales universitarias. Las actividades que
más disfruta son el ir al cine con Carmen o visitar a sus amigos cuando hay algún
cumpleaños, o festividad otra.

Conclusión

El objetivo de este trabajo fue explorar las dimensiones laborales de la vida de Felipe
Zambrano. Como hemos mencionado a lo largo de la biografía, los puntos de inflexión
personales e históricos para Felipe estuvieron íntimamente relacionados. Desde
cuestiones tan generales y abstractas como la discriminación racial que pueden sufrir los
peruanos de tez morena hasta la influencia más concreta de las políticas públicas en la
vida laboral de Felipe son notables. En ese sentido, haré la siguiente división entre los
hechos analizados: las transables y las no transables. Estas categorías son propuestas de
modo que supongan la capacidad de elección que tenía Felipe ante cada situación. En
los hechos transables serán entendidas como las acciones de Felipe que son guiadas por
su propia percepción social de los hechos objetivos y, en los no transables, son los
hechos objetivos considerados como históricamente relevantes los que determinan el
contexto de cada acción. Estos últimos, evidentemente, no dependen del individuo. Por
su parte los hechos transables son producto de la interacción entre el contexto histórico
general y el imaginario individual.

En primer lugar, cabe mencionar algunos hechos no transables importantes en su


biografía: el posicionamiento socio-económico de su familia, las leyes que afectaron su
status laboral y la situación del mercado nacional e internacional. En la medida en que
la familia de Felipe era numerosa y no podría haber financiado sus estudios
universitarios, sumado al hecho de que el propio sistema peruano contaba como criterio
discreto de admisión la “raza”, le fue casi imposible haber recibido educación
profesional desde un principio. Podemos suponer que esta era la misma situación de
muchos jóvenes limeños de tez morena, e incluso cobriza, pertenecientes a las clases
populares durante la década de 1940 y 1950. Vivían inmersos en un discurso que
enaltecía la movilización social a través de la educación, más el sistema universitario
peruano no era capaz de absorber al peruano de a pie. Por su parte, tanto las leyes que
le causaron la pérdida de su posición privilegiada en una empresa como las que le
favorecieron durante su incursión en la venta le restaron y sumaron, respectivamente, en
su proyecto de vida. De igual manera, podemos decir la clase obrera de Lima, durante la
“segunda fase” del gobierno revolucionario de las FFAA, perdió demasiada
importancia. No solo se vio superada cuantitativamente por los sectores informales y las
barriadas en Lima, sino que a un nivel jurídico-político no pudo recuperar los derechos
laborales de los que gozaron durante la primera mitad del S. XX. Sin embargo, parece
ser que este proceso neoliberizante (Campodónico 2015: 202) de los mercados laborales
dio cierto chance a los obreros para que se adapten a una oferta laboral desregulada.
Felipe pasó de ser técnico en autopartes, con un sueldo fijo y derechos laborales
defendidos por un sindicato fuerte, a ganarse la vida vendiéndolas, con un sueldo
dependiente de su productividad y en constante competencia con sus pares. En última
instancia, la situación del mercado internacional es particularmente determinante para la
PEA peruana puesto que durante la segunda mitad del S. XX se experimentaron
distintos modelos: la industrialización por sustitución de importaciones y el modelo
primario exportador con tintes neoliberales. Esto hizo que la economía de los peruanos
sea bastante sensible ante cualquier variación del mercado externo. Aquí debo hacer
énfasis en que estos procesos altamente dinámicos, por sobre todo favorecieron al
porcentaje PEA que se adaptaron a los nuevos requerimientos que iban teniendo el
mercado laboral. Si generalizamos el caso de Felipe se puede estimar que gran parte de
los obreros con experiencia en sus sectores productivos que pudieron capitalizar esa
experiencia y complementarlas con cursos de especialización pudieron soportar la etapa
de crisis económica y política de la década de 1980 y 1990.
En segundo lugar, los hechos transables también se presentan constantemente en la vida
laboral de Felipe. Entre estos podemos mencionar los siguientes: la decisión de buscar
vivienda propia, la decisión de cambiar de trabajo constantemente y la aceptación de la
oportunidad de capacitación universitaria dada por el PAP. Si bien es cierto, por
ejemplo, las condiciones del mercado de vivienda en Lima durante el periodo de
independización mobiliaria, en la juventud Felipe, era favorable a sus posibilidades
económicas; pudo haber sido distinto. De hecho, Felipe tomo esa decisión por
circunstancias familiares particulares, entre estas la posibilidad de sus padres de
sostenerlo y sus proyectos personales. De ahí que, bajo otras percepciones de su entorno
otros obreros en Lima que se casaron en el mismo periodo histórico no hayan decidido
mudarse de las casas de sus padres. De similar manera, la confianza que tenía Felipe en
los altos niveles de empleabilidad cada vez que renunciaba de un trabajo no es algo
generalizable. Esta confianza si bien está justificada, no la poseía todo miembro
perteneciente a las clases populares limeña. Había sectores manufactureros deprimidos
en la economía como la industria alimentaria o la no metálica, por lo menos en distintos
momentos (Jiménez 2000), lo cual hace dudar de una percepción social de seguridad
muy difundida entre los mercados laborales industriales. Finalmente, su capacitación en
cuanto a Relaciones Públicas y Comerciales en la Universidad Pacífico fue una decisión
clave para Felipe. Se dio en un contexto en el que le preocupaba el futuro profesional de
sus hijas y preveía que la situación económica en el Perú empeoraría. Hábilmente,
aceptó el reto de trabajar, estudiar y continuar con sus deberes en el sindicato, cuando
menos empeñosamente, ya que eran ellos los que le ofrecieron la oportunidad. Felipe
tuvo una oportunidad y la aprovecho, quizá no muchos de nosotros se hubiese esforzado
tanto por los mismos motivos. En ese sentido, su valoración de la familia y su tenacidad
laboral lo hicieron “triunfar” en términos relativos a su proyecto de vida.

Entonces, se puede concluir que la información histórica contenida en este actor social
es amplia, como también específica. No solo fue objeto de las circunstancias sino
también modificó su destino a través de las situaciones que se le presentaban según su
apreciación de lo que lo llevaría a una vida mejor. Fue representante de las clases
populares, pero de un sector privilegiado. Más específicamente se distinguía de los
inmigrantes y de los obreros no técnicos en Lima. Esto le permitió tener un margen de
agencia mucho mayor, en cuanto a sus proyectos personales, al de los miembros menos
capacitados del proletariado y los sectores informales de la economía.
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