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La economía política vulgar surgió casi al tiempo que la escuela burguesa clásica.
Estaba limitada por sus conveniencias de clase, solo se limitó a satisfacer a la
burguesía. En tiempos de Petty y Smith la economía política vulgar se hallaba en
fase de aparición y formación. Negaba las concepciones científicas y las adaptaba
a las necesidades explotadoras de los grandes industriales y terratenientes. El fin
que perseguía la economía vulgar era hacer comprender a la burguesía los
fenómenos más amplios de la vida económica y adaptarlas como decir, al “uso
doméstico” del burgués. La estructuración de la Economía Política Vulgar se
desarrolló entre choques de las diferentes clases, en la época de la Revolución
Francesa a fines del siglo XVIII cuando en Francia se imponía el capitalismo.
Pero una vez que los capitalistas conquistaron el poder político en Inglaterra y
Francia, la lucha de clases entre proletariado y burguesía se puso teórica y
prácticamente a la orden del día, especialmente tras la primera gran crisis
económica de 1825. Fue a partir de entonces cuando la economía política
burguesa experimentó un brusco viraje hacia la defensa cada vez más ostensible
del sistema, esforzándose al mismo tiempo en conciliar los intereses entre
patronos capitalistas y asalariados:
Con el ejemplo de Bastiat ya hemos visto cómo y por qué la llamada por
Marx economía vulgar, replegó el campo de estudio de la economía política hacia
las relaciones de intercambio que tienen lugar en el mercado, abandonando
las relaciones de producción que habían sido el centro de interés de los clásicos.
Con este repliegue hacia la superchería, los burgueses demostraron estar única y
exclusivamente interesados en la circulación de los valores, esto es, en los
problemas de mercado, en el movimiento de los precios, el dinero y el crédito. Con
ello todavía pretenden que el proletariado solo vea el rostro amable del
capitalismo, el de la supuesta equidad del intercambio entre equivalentes que
refleja el contrato de trabajo, donde parece ser que ambas partes se benefician
por igual. Para los burgueses y sus sofistas intelectuales a sueldo, hablar de
la desigualdad social que salta a la vista estudiando las relaciones de
producción —donde se descubre que la ganancia capitalista solo puede brotar y
crecer a expensas del salario y que la gallina burguesa de los huevos de oro tiene
un límite histórico absoluto infranqueable—, es como mentar la soga en casa del
ahorcado.
“Para que quede claro de una vez para siempre, por economía política clásica
entiendo toda economía que, desde W. Petty, investiga el nexo interno de las
relaciones de producción burguesa en contraste con la economía vulgar, que sólo
se mantiene dentro de la conexión aparente, cuidándose tan sólo de ofrecer una
explicación plausible de los fenómenos más burdos, por así decirlo, y rumiando
una y otra vez, para el uso doméstico de la burguesía, el material suministrado
hace ya tiempo por la economía científica, y que, por lo demás, se limita a
sistematizar, pedantizar y proclamar como verdades eternas las ideas banales y
fatuas que los agentes de la producción burguesa se forman acerca de su propio
mundo como el mejor de los mundos posibles”. El carácter fetichista de la
mercancía y su secreto. Nota a pie de página. Karl Marx.
Hay además otro aspecto importante a destacar en la crítica que Marx hace a la
economía vulgar. Los señala como investigadores que no van más allá de las
ideas que se hacen los agentes prácticos de la producción burguesa. Se limitan a
sistematizarla y a pedantizarlas. Pero hacen algo peor: las proclaman como
verdades eternas, verdades válidas para todos los tiempos, sin fecha de
nacimiento y de caducidad. Y no paran ahí: ayudan a los burgueses a creer que su
mundo es el mejor de los mundos posibles. Se vuelven en apologistas del orden
existente.
Todo el mundo es un ser unilateral bajo el punto de vista del trabajo y un ser
multilateral bajo el punto de vista de las necesidades. El hombre no es un ser
fuera del mundo, es un ser dentro del mundo, y su existencia depende del mundo.
Y para vivir necesita satisfacer sus necesidades. Y para satisfacerlas necesita del
trabajo de los otros, de los muchos, de la sociedad. Vemos que en el hombre
mismo se da la contradicción entre lo individual y lo social, que lo social no es sólo
algo externo, sino que también se da forma interna: las necesidades (lo interno) y
los medios para satisfacerlas (lo externo) son sociales.
Primeros representantes
Thomas Robert Malthus.
Sus primeros representantes, Jean-Baptiste
Say, Thomas Robert Malthus, John Stuart
Mill, John Ramsey McCulloch y otros,
suplantaron el conocimiento científico de los
fenómenos económicos por la descripción de sus
nexos puramente externos, superficiales, con
miras a la intencionada defensa del régimen
capitalista.
Marxismo
Cuando aparece el Marxismo, la tarea principal de
los economistas vulgares estriba en refutarlo.
Utilizando el anticomunismo como principal arma
político-ideológica del Imperialismo, la economía
política burguesa contemporánea dirige burdos y
primitivos ataques contra el Socialismo científico y
los países socialistas, inventa nuevas impugnaciones “científicas” del marxismo,
intenta adaptar la doctrina económica marxista-leninista a las nuevas necesidades
de la apología del capitalismo actual.
Socialismo y capitalismo
En las condiciones a que da origen la lucha entre los dos sistemas mundiales—el
socialista y el capitalista—, los economistas burgueses consideran, que su
principal tarea estriba en conservar por todos los medios el capitalismo,
presentarlo como capitalismo “popular” del que se afirma que ha perdido su
naturaleza capitalista y se ha convertido poco menos que en socialismo, con lo
que pretenden evitar su hundimiento inevitable.
«Entiendo por economía política clásica toda la economía que desde W. Petty
investiga la concatenación interna del régimen burgués de producción, a diferencia
de la economía vulgar que no sabe más que hurgar en las concatenaciones
aparentes, cuidando tan sólo de explicar y hacer gratos los fenómenos más
abultados. Es fundamental comprender el cambio necesario de concepción que
debe realizar el economista estalinista y postestalinista que pasa de la economía
política a la vulgar. En efecto, este define la economía como lo hacía la economía
política, tiene básicamente su misma teoría del valor
(teoría que denomina del “valor trabajo”), busca el
mismo tipo de leyes en la economía (objetivas,
sociales...), incluso acepta la lucha de clases... pero
olvida todo esto cuando se trata de analizar su
propia sociedad mercantil.