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Salman Rushdie nacié en Bombay en 1947, estudié en Rugby y Cambridge y se licencié en Historia, Trabajé como actor de tea~ tro y escritor publicitario. A su primera novela, Grimus (1975), le siguicron Hijo de la medianache (Literatura Mondadori, 2009), que fue elegida por los lectores de todo el mundo como el mejor de Jos premios Booker de la historia; Vergienza (Debolsillo, 2006), ga- Jardonada en Francia con el Premio al Mejor Libro Extranjero; Los eros saténices (Debokill, 2004), dstinguida con el premio With- bread a la mejor novela; Elite suspito del more (Debokill, 2006); EL suelo bajo sus pies (1999); Furia (Deboksillo, 2003), y Shalimar, el ‘payaso (Literatura Mondadori, 2005). A ellas se unen los libros de relatos Oriente, Occidente (Debobill, 2006) y Hann y ef mar de las historias (premio Writer's Guild). En 1993 Rushdie obtuvo el pre~ ‘mio nacional austriaco de literatura europea. Es profesor honor rio de humanidades en el Massachusetts Institute of Technology y miembro de la Royal Society of Literature La encantadora de Florencia SALMAN RUSHDIE Traduccién de Carlos Milla Soler aw -MONDADORI Mio, 2009, [La encaneadora de Florencia “Tino oxgal Th Eco of Fire ‘eer icin en Expt be, 2009 £ Primer ein on México: eee 2009 DR 0 2008 Saman Rushdie DLR © 205, Cats Milla Slr, porta mada Adapecin ela cubits: Deparamento de deo de Random Hoa Mondado DRO 201, Jonathan Caps porle abies (Guarda de cbr: de de Th Baling Fadpr Set Pale dese el Aomane © Vice fe Alber Museu, Lond Bkgeman: Guna de conracabert dee 4s Car das Cana con un para de Fotencsexca Trauma © Naseo el Pena Comer, lore / Baseman. 1D. R.© 205, de preset ein en casellan par tod el mand: Randoms Howse Nondados 53. “Tavenes de Grin 47-497, 8121 Baclone DRO 2015, derechos de ssn mand ca lengua casas: Random House Nendo, SA dC. ‘Ne Home nin. 4, el Chapultepce Mores, Dean Miguel Hig 11570, exc, DLE eee Comentarios sore a in y contenido de nt eo eensh@randomfouemoniador. comme (Que sgt poids nica ci deo las del epi ao es siones esas ors eyes produc ttle pac dee capo gles me 0 poe ‘elimina comprendor spree amit informs, !slcomo ln stein degen dee misma mane algae puts pcos. ISBN 978.07 29.1605, ae pia * )\ 346124 Para Bill Buford BI AL ALBA LOS INQUIETANTES PALACIOS. DE ARENISCA ‘Al alba los inquietantes palacios de arenisca de la nueva «ciudad de la vietoriav de Akbar el Grande parecfan de humo rojo. La ma- ‘yoria de las ciudades empiezan a dar la impresién de ser eternas casi tan pronto como nacen, pero Sikri pareceria siempre un es- pejismo, Cuando el sol alcanzaba su cenit, el gran mazo de calor ‘meridiano batia los adoquines, ensordeciendo el odo humano a todo sonido, haciendo temblar el aire como un antilope asusta- do, y debilitando la frontera entre la cordura y el delirio, entre lo ‘que eran figuraciones y lo que era realidad. Incluso el emperador se dejaba llevar por la fantasia, Las reinas flotaban en sus palacios como espectros; las sultanas de Rajputa- zna y Tarquia jugaban al corre que te pillo. Uno de estos perso- inajes regios en realidad no existia, Era una esposa imaginaria, so- fiada por Akbar tal como los nifios propensos ala soledad suefian, ‘con amigos imaginarios, y pese a la presencia de muchas consor- tes vivas, aunque flotantes, el emperador opinaba que las reinas reales eran los fantasmas y la amada inexistente la real. Le puso tun nombre, Jodha, y nadie os6 contradecirlo, En la intimidad del serralo, en los pasillos con sedas del palacio de Jodha, crecian sw influencia y su poder. Tansen compuso cantos para ella y en el obrador-escritorio se celebraba su belleza en retratos y versos. La retraté el mismisimo maestro Abdiis Samad el Persa, pintindola a partir del recuerdo de un sueio, sin haberla mirado jamasa la cara, ¥y cuando el emperador vio su obra, aplaudié ante la belleza que resplandecia en la limina, «La habéis captado tal cual es, excla- —— 2 1mé, y Abdiis Samad se relajé y dejé de sentirse como si no eu vera la cabeza bien sujeta al cuello; y después de exhibirse esta ‘obra visionaria del maestro del taller del emperador, toda la cor- te supo que Jodha era real, y los mis excelsos cortesanos, los Navratna 0 Nueve Astros, reconocieron todos no solo su exis tencia, sino también su belleza, su sabiduria, la gracia de sus mo- vimientos y la dulzura de su voz. jAkbar y Jodhabai! Oh, oh! Fue la historia de amor de la época. Por fin se dio por terminada la construccién de la ciudad, a tiempo para el cuadragésimo cumpleafios del emperador. Tarda- ron doce calurosos aos en edificarla, pero durante mucho tiem po habian creado en Akbar la impresién de que se levantaba sin esfterzo, aio tras afio, como por ensalmo. El ministro de obras paiblicas prohibia toda actividad durante las estancias del empe- rador en la nueva capital imperial. Cuando el emperador se ins- talaba alli, las herramientas de los albaiiles guardaban silencio, los carpinteros no martillaban, los pintores, los taraceadores, los tapiceros y los tllstas de celosias se perdi de vista. Entonces todo, se deca, era placer amortiguado, Solo se consentian los so- nidos propios del deleite. Los cascabeles en los tobillos de ls bai~ larinas reverberaban con dulce eco; las ftentes tintineaban, y la armoniosa miisica del genio Tansen impregnaba la brisa, Susurra~ ban poemas al oido del emperador, y los jueves, en el patio del parchis, se jugaba Linguidamente, con jévenes esclavas a modo de piezas vivas en el tablero pintado en el suelo. Por las tardes, detris de las cortinas corridas, bajo los punkalis deslizantes del te- cho, habfa unas horas de calma para el amor. El sensual silencio se imponfa en la ciudad tanto por la omnipotencia del monarca como por el calor del dia. Ninguna ciudad es toda palacios. La verdadera ciudad, cons- truida no solo de piedra sino también de madera y adobe y bos- tay ladrillo, anidaba al pie del descomunal basamento rojo de piedra sobre el que se asentaban las residencias reales. Sus barrios se distribuian tanto por razas como por oficios. Aqui estaba la calle de los plateros, ahi las armerias con sus puertas recalentadas, yysuestruendo metilico, y ali siguiendo por aquel estrecho pasa~ Jj, la zona de los brazaletes y la ropa. Al este se hallaba la colonia hind y, més all ciféndose a las murallas de la ciudad, el barrio Ee a persa, y mis alli la seccién de los turanies, y mis alla, en las inme- diaciones de la colosal puerta de la Mezquita del Viernes, ls vi- vviendas de los musulmanes nacidos en la India. En los aledafios, salpicaban los campos as villas de los nobles, el obrador de arte y escritorio cuya fama se habia difundido ya por todo el pais, yun pabellén de mésica, y otro para la danza. En casi todas estas Sikris menores habia poco tiempo para la indolencia, y cuando el em- perador volvia de ls guerras, el silencio impuesto se percibia, en Ja ciudad de adobe, como una asfixia. Habia que amordazar a los pollos en el momento del sacrificio por miedo a perturbar el des- canso del rey de reyes. Una carreta que chirriase podia costarle tuna tanda de latigazos al carretero, y si gritaba por los azotes, la pena podia ser atin més severa. Las parturientas reprimfan sus chillidos y el especticuilo de mimo que se desarrollaba en el mer- cado era cosa de locos. «Cuando el rey esti aqui, enloquecemos todos—decian ls gentes, y como habia espias y traidores por do- uier, se apresuraban a afiadir~: de alegria.» La ciudad de adobe ‘veneraba a su emperador, insistiaen ello, inssta sin palabras, ya que las palabras se tejian con ese género prohibido: el sonido. Cuando el emperador partia rumbo a una de sus campaias —sus batallas interminables (aunque siempre victoriosas) contra los jércitos de Gujarat y Rajastin, de Kabul y Cachemira- la pri- sin del silencio abria sus puerta, y de repente se ofan toques de trompeta, y vitore, yla gente podia decirse todo lo que se habfa visto obligada a callar durante meses y meses. «Te quiero...» «Mi ‘madre ha muerto...» «Tu sopa sabe bien...» «Si no me pagas el dinero que me debes, te romperé los codos...» «Carifio mio, también yo te quiero...» Todo. Por fortuna para la ciudad de adobe, los asuntos militares se Ilevaban a Akbar lejos de alli muy a menudo; a decir verdad, ha- bia pasado Iejos de alli la mayor parte del tiempo, y en sus ausen= cias la barahtinda de los pobres en su hacinamiento, unida al jaleo de los obreros de la construccién ya sin freno alguno, perturba- ban a diario alas reinas impotentes. Las reinas se acostaban juntas yy gemian, y lo que hacian para distraerse, el entretenimiento que se proporcionaban mutuamente, tras los velos de sus aposentos, no se describiré aqui. Solo la reina imaginaria permanecié pura, y fue ella quien habl6 a Akbar de la privaciones que suftia el 4 - pueblo por el exagerado celo de los fancionarios, deseosos de hhacerle a él més grata la estancia en casa, En cuanto el empera- dor se enteré, dio contraorden, susttuy6 al ministro de obras pi- blicas por un individuo menos severo, ¢ insistié en cabalgar por las calles de sus oprimidos stibditos voceando: +jAlborotad tanto como gustés, pueblo mio! El ruido es vida y el exceso de ruido cs sefial de que la vida es buena. Ya tendremos tiempo de guar- dar silencio cuando estemos muertos y libres de todo mal. La ciudad prorrumpié en jubiloso clamor. Aquel dia qued6 claro que un rey distinto ocupaba el trono, y que nada en el mundo seguiria igual Por fin legé la paz al pais, pero el rey nunca tenfa el espirtu en ‘alma, El rey acababa de regresar de su ‘ltima campafia; habia aplastado la sublevacién de Surat, pero en su cabeza, durante los largos dias de marcha y guerra, habia lidiado con enigmas tanto lingiisticos y filos6ficos como militares. El emperador Abul- Fath Jalaluddin Muhammad, sey de reyes, conocido desde la in fancia como Akbar, que significa «el grandes, y mis tarde, pese a [a tautologia inherente, como Akbar el Grande, el grande grande, grande en su grandeza, doblemente grande, tan grande que la repeticién en su titulo no solo era apropiada sino incluso necesa~ ria a fin de expresar la esplendidez de su esplendor: el Gran Mo- gol, el emperador absoluto, polvoriento, cansado del combate, victorioso, reflexivo, incipientemente metido en carnes, desen- cantado, bigotudo, amante de la poesfa, ibidinoso, que parecta «en todos los sentidos demasiado magnifico, demasiado universal ysensuma, demasiado de todo para ser un solo individuo huma- no; y durante el largo y tedioso viaje de regreso, en el que lo acompaiiaban las cabezas de sus enemigos derrotados meciéndo- se dentro de tinajas herméticamente cerradas, esta arrolladora avalancha de soberano, este tragamundos, este monstruo multi- ‘céfalo que hacia referencia a si mismo en primera persona del plural, empez6 a meditar acerca de las inquietantes posibilidades de la primera persona del singular, el «yo. — 35 9 EN ANDIJAN LOS FAISANES ENGORDABAN TANTO En Andifin los faisanes engordaban tanto que cuatro hombres, no podian terminarse un guiso de una sola ave. Las violetas sal- picaban las orillas del rio Andijén, un afluente del Yaxartes o Sir Daria, y tulipanes y rosas florecian alli en primavera. Andijin, cuna de la dinastia mogol, estaba en la provincia de Fergana, «que se halla “habia escrito su abuelo en su autobiografiaen el quinto clima, el limite del mundo civilizado». El emperador nunca habja visto la tierra de sus antepasados, pero la conocia por el libro de Babur. Fergana se encontraba en la gran Ruta de Ja Seda de Asia Central, al este de Samarcanda, al norte de los imponentes picos del Hindu Kush. Se cultivaban excelentes me- Jones y uvas para vino, y uno podia regalarse el paladar con carne de ciervo y granadas rellenas de pasta de almendras. Discurrian torrentes por doquier; las montaas cercanas tenfan buenos pas- tos; erecian espireas de corteza roja con cuya madera se fabrica~ bban magnificas empusiaduras de ltigo y fechas, y de las minas se cextrafan turquesas y hierro. Se consideraba hermosas a las muje- res, pero eso, como bien sabfa el emperador, era siempre opina- ble. Babur, el conquistador del Indostin, habia nacido all, igual que Janzada Begum, y también (aunque no quedara constancia de su nacimiento) la princesa sin nombre. Cuando Akbar oyé por primera ver la historia de la princesa ‘oculta, emplaz6 a su pintor preferido, Dashwanth, en el Lugar de los Sueiios, junto al Mejor de Todos los Estanques Posibles. (Cuando Akbar accedié al trono sin haber cumplido atin los ca~ 106 torce aflos, Dashwanth era un muchacho de su misma edad, en spariencia ignorante y en extremo sombrio, cuyo padre se con~ taba entre los portadores del palanguin del emperador. Sin em- bargo, en secreto era un gran dibujante, y el genio rebosaba de él aaborbotones. Por las noches, cuando tenfa la certeza de que na- dic lo vefa, pintaba grafitos en las paredes de Fatehpur Sikri: no palabras ni imagenes obscenas, sino caricaturas de los proceres fe la corte, y tan cruelmente precisas que todos tomaron Ia fir~ me determinacién de datle caza Io antes posible y rebanarle aquellas manos satiricas. Akbar convocé en el Lugar de los Sue~ fios a Abul Fazl y al primer maestro del obrador de arte real, el persa Mir Sayyid Ali. «Sea quien sea, mejor sera que lo encon- {réis antes que sus enemigos -les dijo-, porque no queremos que semejante talento se extinga bajo la espada de un noble furioso.» ‘Abul Fadl regres6 al cabo de una semana, trayendo de la orejaa un ‘muchacho menudo, moreno y flaco. Dashwanth se retorcia y protestaba ruidosamente, pero Abul Fazl lo arrastré hasta Akbar, aque en ese momento jugaba al parchfs humano, Mir Sayyid Alt seguia de cerca al bribonzuclo y su captor, arreglindoselas para ostrarse complacido y cefiudo a la vez, El emperador apart6 la ‘mirada por un momento de sus piezas humanas, las bonitas es- clavas negras plantadas en el tableto de parchis, orden6 a Dash wanth que se incorporara de inmediato al obrador imperial y probibié que se le causara el menor dio. ‘Ante tal orden, ni siquiera Maham Anaga, la malvada ta del ‘emperador y principal nodriza, se atrevié a conspirar contra Dash- ‘wanth, a pesar de que el retrato que el muchacho habia dibyjado de ella su hijo Adham no solo habia sido la mis cruel de todas, sus obras sino también la mis profética. La caricatura de Maham ‘Anaga aparecié en la fachada del burdel de Hatyapul. El artista fa represent6, para aprobacién del comiin de las gentes, como tuna bruja riente de rostro azul, rodeada de pociones en eferves- cencia, mientras Adham, individuo ruin de instintos asesinos, se vyeia como una imagen reflejada en una enorme retorta de cristal cayendo de cabeza desde lo alto de las muallas de castillo, Seis aiios después, cuando Adham, en tna delirante intentona de ha- ‘erse con el poder, atacé fisicamente a Akbar, y cl emperador lo condend a ser arrojado de cabeza desde las murallas de la ciudad, 107 el monarca recordé con asombro la profecia de Dashwanth. Pero Dashwanth, segiin dijo, no se acordaba de ese dibujo, este se hae bia borrado de la pared del burdel hacia mucho tiempo, con lg cual el emperador no pudo menos de poner en tela de juicio su memoria y preguntarse hasta qué punto su vida en estado de vie lia habia sido contaminada por los suefios. Dashwanth pronto se convirtié en una de las estrellas mis brillantes del obrador de Mir Sayyid Alf y se forj6 un nombre pintando gigantes barbudos que surcaban el aire sobre urnas en cantadas, y los duendes vellosos y moteados conocidos como devs, y violentas tempestades en el mar, y dragones de colores, azul y oro, y magos celestiales que tendfan las manos desde las nubes para librar del mal alos héroes, todo ello a fin de satisfacer Ja imaginacién desbocada y fantasiosa —Ia jayal- del joven rey, ‘Una y otra vez pinté al legendario héroe Hamza a lomos de su caballo magico de tres ojos venciendo a monstruos inconcebi- bles de toda indole, y comprendi6 mejor que ningin otro de los artistas participantes en el ciclo de Hamza, obra realizada en el transcurso de catorce afios, alegria y orgullo del taller, que con su pintura estaba dando forma ala autobiografia onirica del em= perador, que si bien su propia mano empuiiaba el pincel, era la visién del emperador lo que aparecia en los lienzos. Un empera- dor era a suma de sus actos, y la grandeza de Akbar, como la de su alter ego Hama, no solo quedaba demostrada por sus triun= fos ante obsticulos descomunales ~principes recalcitrantes, dra~ gones auténticos, devs y demés-, sino que en realidad era creada, Por esos triunfos. El héroc en los cuadros de Dashwanth se con= virtié en el espejo del emperador, y los ciento un artistas reuni= dos en el obrador aprendieron de él, los maestros persas Mit Say- yid y Abdiis Samad inclusive. En sus obras conjuntas sobre las aventuras de Hamza y sus amigos, el Indostin mogol era inven tado literalmente; la unin de los artistas prefiguraba la unidad del imperio y, quiz4, propiciaba su existencia. «Juntos estamos pintando el alma del emperador ~dijo Dashwarth con tristeza a sus colaboradores-. ¥ cuando su espiritu abandone su cuerpo, ‘vend a descansar en estas pinturas, donde sera inmortal.» ese a sus logros artisticos, el temperamento depresivo de Dashwarth nunca mejoré. Jamés contrajo matrimonio; vivié la 0 —________ ‘ida céibe de un rishi, y con el paso de los afios su Snimo se en- sombreci6 més aun, y durante argos periodos era incapaz de tra- bajar, queddindose sentado en su pequefio cubiculo en el obra- dor con la mirada fija horas y horas en un rincén vacio, como si este contuviera uno de los monstruos que con tan gran maestria habia representado a lo largo de tantos aiios. Su comportamien- to era cada vez mis extraio, pero no por ello dejaron de consi- derarlo el mejor de los pintores indios que habian aprendido el oficio bajo la tutela de los maestros persasllegados con Humayiin, clpadre de Akbar, a su regreso del exilo afios antes. A Dashwanth, pues, emplazé Akbar cuando se le ocurrié derogar la severa dis- cin de su abuelo y restituir por fin la princesa oculta en la historia de la familia. eDevolvédsela al mundo con vuestra pin- tura -exhort6 a Dashwanth-, ya que hay tal magia en vuestros, pinceles que ella puede incluso cobrar vida, saltar de vuestrasli- ‘minas y reunirse con nosotros a comer y beber vino en un fes- tin.» La capacidad del propio emperador para dar vida se habia agotado temporalmente a causa del inmenso esfuerzo de crear y uego sostener a su esposa imaginaria Jodha, y por eso en este ‘aso no pido actnar directamente y tuvo que confiar en el arte. Sin pérdida de tiempo, Dashwanth empez6 a pintar la vida de latia abuela perdida de Akbar en una serie de extraondinarios fo- lios que eclipsaban incluso las representaciones de Hamza. Toda Fergana cobré vida: la fortaleza de tres puertas de Andijan, sor- bedora de agua ~nueve arroyos entraban en ella pero ninguno sala, y la montafia de doce picos por encima de la vecina po- blacién de Osh, y el inhéspito desierto donde los doce derviches se disgregaron y perdieron en un violento vendaval, y las muchas serpientes, ciervos y liebres de la regién. En la primera pintura acabada, Dashwanth mostraba a la princesa oculta como una pre- cosa nifia de cuatro afios vagando con una cestita por los magni- ficos bosques de las montatias del Yeti Kent, recogiendo hojas y races de belladona, para darlebrillo asus ojos y quizé para enve- nenar a sus enemigos, y descubriendo asimismo grandes exten siones pobladas por la planta mitica que los lugare‘ios llamaban «vig of, conocida también como raiz. de mandrigora. La man- ra era de la familia de la azucena rosa y se le parecia bastan- te por encima del suelo; pero bajo tierra sus raices tenian forma —_——__—_ de seres humanos y gritaban al arrancarlas como gritarfan los se. res humanos silos enterraran vivos. Sus poderes hechicerescos no requerian explicacién, y cuantos vieron esa primera pintura ‘comprendieron que la excepcional intuicién de Dashwanth re~ velaba a la princesa oculta como una Iluminada nata, que sabia instintivamente qué hacer para protegerse, y también para con= uistarlos corazones de los hombres, lo que con mucha frecuen— cia venia a serlo mismo. a propia pintura obré cierta magia, porque en cuanto la view 4a princesa Gulbadan la vio en los aposentos de Akbar, recordé, el nombre de la muchacha, que desde hacfa dias era un laste en. Ja punta de su lengua y le impedia comer. Su madre fue la sultana Majdum Begum ~dijo Gulbadan,, inclinada sobre la mina de vivos colores, hablando en voz tan baja que el emperador también tuvo que agacharse para oftla~, ‘Majdum, si asi se amaba la madre, el ‘iltimo verdadero amor del mirza Omar Sheij. ;Y la muchacha era Qara Ké2! (Si, eso, ‘Qara Kéz! Y Janzada la odiaba a rabiar, hasta que decidi6, claro, ‘que era mejor amarla Guihadan Regum recardé las historias sobre la vanidad de Janzada Begum. Cada mafiana, cuando la sefiora Janzada se le- vantaba para iniciar el dia (conté al emperador), su principal dama de honor tenia érdenes de decir: «Hela aqui, Janzada Be- gum, ya despierta; la mujer mis hermosa del mundo abre sus ‘ojos y contempla los dominios de su belleza». Y cuando iba a presentar sus respetos a su padre, el mirza Omar Sheij, los heral- dos exclamaban +Hela aqui, ya viene, vuestra hija, la mujer mas hermosa del mundo, ya viene la que es soberana en belleza como vos lo sois en poder, y al entrar en el tocador de su ma- de, Janzada ofa algo parecido de la propia reina-dragon; la ka~ ‘num Qutlugh Nigar, echando fiego por los ojos y humo por la nariz, anunciaba la legada de su primogénita: «Janzada, la mujer ‘més hermosa del mundo, ven a mi para solaz de mis pobres ojos, ya casi apagados». Pero entonces la sultana Majdum Begum dio a luz a la otra princesa, la menor. Desde el dia de su nacimiento la apodaron Qara Kéz, que queria decir Ojos Negros, por el extraordinario poder de esos luceros para hechizar a cuantos miraban. A partir de ese dia, anzada advirti6 un cambio en el timbre de sus dora ciones diarias, que empezaron a contener un nivel de insinceri- dad mis alto del que podia considerarse aceptable. En los afios, siguientes la pequeita fue victima de sucesivos intentos de asesi- ato, en ninguno de los cuales pudo demostrarse a participacién, de Janzada, Una taza de leche que bebié la sefiora Ojos Negros contenia veneno; resulté indemne, pero su perro faldero, a quien dio los tltimos sorbos, murié al instante retorciéndose de dolor. Mis tarde, alguien aiiadi6 a otra bebida cierta cantidad de dia ‘antes triturados, para infligi ala hermosa nia la atroz muerte conocida como «fuego bebedizor, pero los diamantes recorrie- ron su cuerpo sin dafiarla y el intento de asesinato no salié ala Juz hasta que una esclava de la servidumbre doméstica al impiar el excusado real, vio el titilar de las piedras en las heces de la BE Cuando re puso de manificeto que la sefora Ofoa Negros poseia facultades sobrehumanas, cesaron los intentos de asesina- to, y Janzada Begum, tragindose el ongullo, decidié cambiar de tictica y empezar a mimar y agasajar a su rival infantil. La her- ‘manattra mayor no tardé en caer hajo el hechiro de la peqnefa En la corte del mirza Omar Sheij comenzé a decirse que su hija ‘menor era la reencarnacién de la legendaria Alanquwa, la diosa solar mongol, antepasada de Temijjin o Chinguis 0 Gengis Kan, ¥y que, como controlaba toda la luz, también podia someter a los cspiritus de ls tnieblas amenazindolos con iluminar, y por con= siguiente suprimir, las sombras donde se escondian. Alanquwa crala sefiora de a vida y la muerte. En torno a la nifla surgi6 un culto religioso de adoradores del sol. No duré mucho. Su amado padre, el padishah 0 rey, pronto padeci6 un destino cruel. Habia ido a la fortaleza de Ajsi, cerca de Andijin ay, Ajsi, donde crecfan los deliciosos melones de ‘mirtinurt; Ajsi la que Dashwanth pinté construida al borde mis mo de un profido barranco-, y mientras vistaba asus palomas en el palomar, a tierra cedié bajo sus pies el padishah, las pa- Jomas y el palomar se precipitaron al barranco y desaparecieron. ‘Babur, hermanastro de la sefiora Ojos Negros, accedié al trono ala edad de doce aftos. Ella solo tenia cuatro. En medio de la tra- gedia familiar y el ca0s posteriores, el poder de la iluminacion 110 4 — ut sobrenatural de Qara Kéz cayé en el olvido. Alanguwa, la dio- sa solar, se retié una ver més al lugar que le correspondia en el cielo. La caida del mirza Omar Sheij, el bisabuelo del rey de reyes, fue representada alo grande por Dashwanth en una de sus me~ Jotes obras. El padishah aparecia cabeza abajo, recortindose st. silueta contra la negrura del barranco, y las paredes de piedra se deslizaban vertiginosamente a ambos lados con los detalles de su vvida y su personalidad entretejidos en la orla enrevesadamente abstracta de la imagen: un hombre bajo y gordo, locuazy de buen, caricter, un jugador de backgammon, un hombre justo, pero también un hombre que buscaba pelea, un paladin cubierto de cicatrices que sabia usar los puiios y, al igual que todos sus des- cendientes, al igual que Babur, Humayiin, Akbar y los hijos de Akbar, Salim, Daniyal y Murad, un hombre en exceso aficiona- do al vino y las bebidas fuertes, y a la golosina o dulce llamado ‘majun, que se elaboraba a parti de la planta del cnnabis y que lo habia llevado a una muerte repentina. Envuelto en la brama del majan, persiguiendo a una paloma, se acercé demasiado al borde den precipicio y abajo se fue, a ese averno en el que tanto daha situno era bajo o gordo o de buen caricter o locuaz 0 justo, en el ue no habja compafteros de backgammon ni adversarios con quienes luchar, y donde la delirante bruma del majun podia en- volver a un hombre toda la eternidad. La pintura de Dashwanth ahondaba en el abismo y veia los demonios que alli aguardaban para acoger en su reino al rey. La ‘imagen era lisa y lanamente un acto de lesa majestad, porque i sinuar siquiera que el antepasado del emperador podia haber c: do en el infierno era un delito merecedor de la pena de muerte, por contener la insinuacién de que Su Majestad podia seguir sus pasos, pero cuando Akbar vio la pintura, se limit a reir y decir: “El infierno se me antoja un lugar mucho mis grato que todo ese aburrimiento de los angeles al lado de Dios». Cuando el Be- bedor de Agua Badauni se enteré del comentario, legé a la con- clusién de que el imperio mogol estaba condenado al desastre, porque con toda seguridad Dios no toleraria a un monarca que venia degenerando en satanista ante sus propios ojos. No obstan- te, elimperio sobrevivid, no por siempre jams, pero si bastan- 2 te tiempo; y también sobrevivié Dashwanth, pero mucho me- nos tiempo, Los siguientes afios en la vida de la pequefia sefiora Ojos Ne- 70s fueron un periodo incierto y erritil, durante el cual su her- ano y protector Babur galopé de aqui para alld, ganando ba- tall, perdiendo batallas, conquistando territorio, perdiéndolo ‘otra ver, viéndose atacado por sus tios, atacando a sus primos, padeciendo la reaccién de sus primos, y volviendo a atacara sus tios, y detris de todos estos asuntos de familia normales y corrien= tes, aguardaba la figura de su mayor enemigo, el incivilizado huér- fano uzbeco, mercenario y azote de la casa de Timur, Ajenjo (es decir, «Shaibani») Kan. Dashwanth represent6 a Qara Kéz.a los «cinco, seis y siete afios como tn ser sobrenatural dentro de un pequetio huevo de luz a resguardo del fragor de la batalla, Babur ‘capturé Samarcanda pero perdié Andijin, luego perdié Samar- ‘anda y la volvi6 a capturar, y después la perdié de muevo, y con cllaa sus hermanas, Ajenjo Kan sitié a Babur en esa gran ciudad, yyse libraron enconados combates en torno a la Puerta de Hierro, fa Pucrta de los Fabricantes de Agujas, la Puerta de los Blan- _queadores y la Pnerta Turgnesa. Pero a la postre el hambre obli~ {g6 a Babur a salir del asedio. Ajenjo Kan habia ofdo la leyenda dela belleza de la hermana mayor de Babur, Janzada Begum, y ‘mand6 un mensaje diciendo que siJanzada se entregaba a él, Ba- bur y su familia podrian marcharse en paz. Babur no tuvo més eleccién que aceptar, yJanzada no tuvo mis elecci6n que acep- tara eleccién de Babur. Fue asi como se convirtié en offenda expiatoria, botin hu- ‘mano, y peén vivo como las esclavas del patio del parchis de Ak- bar. Sin embargo, en esa iltima reunién familiar en los aposen- tos reales de Samarcanda, Janzada afiadié su propia eleccién. Su mano derecha cay6 sobre la mufieca izquierda de su hermana como la garra de un rocho. «Si voy ~dijo-, me Hlevaré a a sefio- 1 Ojos Negros para que me haga compaiifa.» Ninguno de los circunstantes supo si habl6 asi por malevolencia © por amor, ya que las dos emociones estaban siempre presentes en el trato de Janzada con Qara Kéz. Tal como Dashwanth represents la esce- ra, Janzada aparecta magnifica, expresando su desafio con la boca muy abierta, mientras que la sefiora Ojos Negros en un primer — — 113 ‘momento semejaba tna nifia asustada, Pero luego e308 ojos os. ccuros lo atraian a uno hacia si y se veia el poder que acechaba en, sus profundidades, Qara Kéz también tenia la boca abierta: tam bign ella vociferaba, lamentando su padecimiento y anuinciandg su fortaleza. ¥ también Qara Kz tenia el brazo extendido; tam- bign tenia la mano derecha aferrada a una mufieca, Si Janzada iba a ser prisionera de Ajenjo Kan, y ella, Qara Kéz, iba a serlo de Janzadsa, la pequefia esclava, Espejo, lo seria de ella La pintura es una alegoria de los males del poder, cémo se ‘ransmiten en la cadena de los superiores alos inferiores. Los seres humanos eran agarrados, y ellos a su vez agarraban a otros. Sil poder era un grito, ls vidas humanas se vivian en el eco de Jos gritos de los demas. El eco de los poderosos ensordecia a los desvalidos. Pero debia obscrvarse un tiltimo detalle: Dashwanth habia completado la cadena de manos. Espejo, la esclava, captu- ada su mutieca izquierda firmemente por su joven ama, con la ‘mano derecha, libre, habia hecho presa en la museca izquierda de Janzada Begum. Formaban un circulo, las tres criaturas perdi- as, y el pintor, al cerrar ese circulo, daba a entender que el ate~ nazamiento 0 el eco del porter tamhién podia invertirse. La esela- ‘va podia, segiin y como, apresar a la dama real. En la historia el agarrén podia venir tanto de arriba como de abajo. Los podero- $08 podian ser ensordecidos por los gritos de los pobres Conforme Dashwanth pintaba a Qara Kéz camino de la ple- nitud de su belleza juvenil durante el cautiverio, result6 eviden- ‘te que alguna instancia superior se habia apoderado de su pincel. La belleza de sus lienzos era tan intensa que Birbal, al posar la vista en ellos por primera vez, dijo premonitoriamente: «Temo por el artista, pues tan enamorado esti de la mujer del pasado ue le sera dificil regresar al presente». La muchacha, la adoles- cente, la joven de luminosa belleza a la que Dashwanth dio, o mis bbien devolvi6, la vida en aquellas obras maestras era, compren= id de pronto Akbar mientras examinaba las pinturas, casi con toda certeza, la qara ko’zum, la belleza de ojos oscuros ensalzada por el «Principe de los Poetase, el supremo versificador de la len- gua chagatai, Ali Shir Navai de Herat, eTeje un nido para tien las profiundidades de mis ojos. Oh, ese cuerpo esbelto tuyo, como ‘un drbol joven que crece en el jardin de mi corazén, Allver una gota de sudor en tu cara, podria en el acto morit.» Dashwanth, de hecho, habia pintado una parte del dltimo verso en el dibujo de la tela de las vestiduras de Qara Koz, «Podria en el acto morit.» Herat, Iamada

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