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Causas emocionales de la depresión, la angustia y

la ansiedad
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loheriva April 15, 2014

“El corazón humano pide ayuda a gritos, el alma humana nos


implora ser liberada, pero no escuchamos su llanto, porque ya
no somos capaces ni de oír ni de comprender”(Khalil Gibran)

Los principales síntomas de la depresión son la pérdida de


interés y de placer en las actividades habituales, un sentimiento
de desesperación o de abatimiento asociado a la fatiga o a una
disminución de energía, menor capacidad de concentración,
indiferencia, desinterés, desánimo, repliegue sobre sí
mismo y rumiación mental. Por lo general, el individuo que la
padece no quiere pedir ayuda; prefiere que los demás sean
quienes cambien. Duerme mal, incluso con la ayuda de
somníferos. Habla poco y tiene tendencia a huir del mundo.
Con frecuencia se confunde la depresión con el agotamiento.
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La depresión es el medio que una persona utiliza para no
sentir presión, sobre todo afectiva. No puede más; ha
llegado a su límite. La persona con tendencias depresivas
tiene conflictos pendientes de resolver con su progenitor
del género contrario. Esto explica que muy a menudo ataque
a su cónyuge, en quien establece la transferencia. Lo que esta
persona hace sentir a su pareja es lo que hubiera querido
hacerle a su padre o a su madre, pero se contuvo. Al rechazar
ayuda, la persona depresiva continúa alimentando su
rencor o su ira hacia ese padre o esa madre, y se hunde en
su dolor. La gravedad del estado depresivo refleja la
intensidad con la que se vivió la herida siendo niño. Las
heridas pueden ser las siguientes: rechazo, abandono,
humillación, traición o injusticia. Para ocasionar un
desequilibrio mental tan grande como la depresión y la psicosis
maníaco-depresiva, el dolor tuvo que ser vivido en aislamiento.
Esta persona no tuvo con quien hablar en su infancia, alguien
que escuchara sus preguntas y sus angustias. Tampoco
aprendió a confiar en los demás, bloqueó sus deseos y se
replegó finalmente sobre sí misma, mientras aumentaba su
sentimiento de rencor o de ira.

En general, la persona depresiva no quiere ayudarse ni


pedir ayuda, por lo que quienes la rodean son los que intentan
resolver su problema. Si eres uno de ellos, te sugiero que seas
muy firme con ella y le digas que nadie en el mundo puede
sacarla adelante de manera definitiva, excepto ella misma.
Lo más importante es que acepte que su estado depresivo le
ocasionó el gran dolor que sufrió su SER en la infancia.
Rechaza lo que ES. La herida más común es el rechazo o el
miedo a ser rechazada. Esta persona debe admitir que aún
cuando haya sido rechazada en la niñez, ello no quiere decir
necesariamente que su padre o su madre no la quisieran. El
padre que rechaza a su hijo seguramente fue rechazado
cuando era niño y todavía se rechaza a sí mismo. Sentir
compasión por ese padre y perdonarlo es el inicio del
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camino hacia la cura. Después, la etapa más importante es
perdonarse a sí mismo por haber querido tanto a ese padre. A
continuación, lo único que resta es expresarle a ese padre lo
que sintió sin ninguna acusación de por medio. Es muy
humano albergar rencor o ira cuando se es niño y se sufre
intensamente el aislamiento. Por otro lado, sugiero que esta
persona tome la decisión de reconocer su propio valor. Si le
resulta difícil, puede pedir a quienes le conocen bien que le
digan lo que ven en ella. Por otro lado, si la persona depresiva
tiene ideas suicidas, sucede que alguna cosa en ella quiere
morir para poder dejar lugar a lo nuevo. Confunde la parte
de ella que quiere morir con ella misma.

La depresión implica una profunda tristeza interior, una


acumulación de emociones inhibidas provocando un
conflicto entre el cuerpo y la mente.

Esta enfermedad está conectada con un suceso señalado


de mi vida. La depresión se traduce por desvalorización y
culpabilidad que me corroen por dentro. Si soy depresivo, me
siento miserable, menos que nada. Vivo en el pasado
constantemente y tengo dificultad en salir de él. El presente
y el porvenir no existen. Es importante efectuar un cambio
ahora en mi modo de ver las cosas porque ya no es como
antes. La depresión frecuentemente es una etapa decisiva en
mi vida (por ejemplo: la adolescencia) porque me obliga a volver
a cuestionarme. Quiero a toda costa tener una vida diferente.
Estoy trastornado entre mis ideales (mis sueños) y lo real
(lo que sucede), entre lo que soy y lo que quiero ser. Es un
desequilibrio interior (quizás químico y hormonal) y mi
individualidad es irreconocible. Me siento limitado en mi espacio
y voy perdiendo despacio el sabor de vivir, la esencia de mi
existencia. “Me siento inútil“. En otras palabras, la depresión
tiene en su origen una situación que vivo frente a mi territorio,
es decir lo que pertenece a mi espacio vital, sean personas (mis
padres, mis hijos, mis amigos, etc.) animales (mi perro, mis
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peces, etc.) o cosas (mi trabajo, mi casa, mis muebles, etc.). El
conflicto que vivo puede estar vinculado a un elemento de mi
territorio que tengo miedo de perder: a una pelea que tiene
lugar en mi territorio y que me molesta (por ejemplo: las peleas
entre hermanos y hermanas). He aquí expresiones que revelan
cómo me puedo sentir: “Me ahogas!”, “Me chupas el aire”;
“Aire!”. A veces también, siento dificultad en delimitar o marcar
mi espacio, mi territorio: ¿Qué es lo que me pertenece en
exclusividad y qué es lo que pertenece a los demás? Las
personas depresivas frecuentemente son permeables a su
entorno. Siento todo lo que sucede alrededor de mí y esto
incrementa mi sensibilidad, de aquí un sentimiento de
limitación y la impresión de estar invadido por mi entorno. Así,
abandono porque encuentro la carga demasiado pesada, ya no
tengo el gusto de vivir y me siento culpable de ser lo que soy.
Incluso puedo tener tendencia a la auto–destrucción.

También puedo tener “necesidad de atención” para


ayudarme a valorarme; la depresión se vuelve en este
momento, un medio inconsciente para “manipular mi
entorno”. La risa ya no forma parte de mi vida. Poco importa la
razón, compruebo ahora la causa o las causas subyacentes de
mi estado depresivo. ¿Viví yo una presión de joven? ¿Cuáles
son los acontecimientos señalados vividos en mi infancia que
hacen que mi vida parezca tan insignificante? ¿Es la pérdida
de un ser amado, mi razón de vivir o la dirección de mi vida
que ya no consigo ver? Huir de la realidad y de mis
responsabilidades no sirve de nada (por ejemplo: suicidio)
por más que esto parezca ser el camino más fácil. Es
importante constatar las responsabilidades de mi vida porque
necesitaré otra cosa que antidepresivos para hacer
desaparecer la depresión: debo ir a la causa. A partir de
ahora, comprendo que soy un ser único. Tengo valores
interiores excepcionales. Puedo retomar el control de mí mismo

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y de mi vida. Tengo elección de “soltar o luchar”. Tengo todo
lo necesario para cambiar mi destino. Responsabilizándome
adquiero más libertad y mis esfuerzos están recompensados.

En vez de poner mi atención en “todo lo que no va en mi


vida”, tengo interés en dar las GRACIAS por lo que tengo.
Debo asumir, hacer proyectos y aceptar que tengo todo el
potencial para alcanzar todos los objetivos que me fijo. La
alegría y la felicidad podrán entonces tomar aún mucho sitio en
mi vida.

DEPRESIÓN Y MANÍA

Conflicto: Depresión (hemisferio derecho) = Conflicto frente


al territorio. La pérdida de espacio o la imposibilidad de
reproducirme, esto representa la muerte. Fase maníaca
(hemisferio izquierdo) = Conflicto con la identidad (delirios
de grandeza). Puede haber constelación entre las dos. Las
peleas en mi territorio (como podrían ser peleas entre hermanos
o en la oficina) por la necesidad de delimitar mi espacio, pueden
llevar a un bio o psicoshock que traiga consigo la pérdida del
incentivo de vivir. La depresión se vuelve una solución para
manipular mi entorno: Huir de la realidad y de mis
responsabilidades puede llevarme a pensar en el suicidio.
Ejemplo: Un paciente que se quiere suicidar porque el hijo de la
pareja con la que vive es un impresentable. Quiere que se vaya
de casa y su padre no le quiere. Se deprime e intenta
suicidarse. Vemos que es un conflicto de territorio, que no
lo acepto y lo quiero cambiar, pretendiendo que cambien
los otros. En la fase maníaca, la agresividad que se puede
mostrar, puede ser hacia uno mismo (autoagresión) o hacia los
demás. Esta puede ser debida a una pérdida de identidad o a
una falta de reconocimiento del grupo. Todos ellos pueden
ser vividos como una contrariedad en el territorio.

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Sentido biológico: Mantener el territorio y el espacio.

LA ANGUSTIA

Está caracterizada por un estado de desorientación psíquica en


la cual tengo el sentimiento de estar limitado y restringido en mi
espacio y sobre todo ahogado en mis deseos. Siento mi
espacio limitado por fronteras que, en realidad, no existen.
“Estoy cogido” o “Me siento cogido en una trampa”. Estoy
de acuerdo con el hecho que la gente invade mi espacio
psíquico y esto se manifiesta en mí por una especie de aprieto
interior. Dejo entonces de lado mis necesidades personales
para complacer primero a los demás para atraer el amor que
necesito (aunque haya otros modos de hacerlo). El aprieto me
lleva generalmente a ampliar mis emociones y mi emotividad
general en detrimento de un equilibrio adecuado. Ya que vivo
en la niebla, la confianza en mí se tambalea, la
desesperación y la gana de ya no luchar más se instalan.
¿Cuál puede ser la situación en que me sentí apretado* cuando
era joven de tal modo que reproduzco aún fielmente hoy este
patrón de conducta? (*observemos que angustia y
claustrofobia son sinónimos por la palabra aprieto). Es natural
por mi cuerpo para colmar mis necesidades psíquicas
fundamentales: la necesidad de aire para vivir y respirar, el
espacio entre mí y las demás personas, la libertad de decidir y
discernir lo que es bueno para mí. Si, a partir de ahora, contesto
a mis esperas frente a la vida en primer lugar, hay muchas
probabilidades para que deje las de los demás en su sitio: así,
estoy más seguro de estar de acuerdo con ellos! Y sin violar su
espacio porque debo recordar que si me siento ahogado, es
porque ahogo consciente o inconscientemente a la gente a
mi alrededor. Se manifiesta la angustia también como una
espera inquieta y opresiva, aprensión de “algo que podría
ocurrir”, con una tensión difusa, espantosa y generalmente sin
nombre. Puede estar vinculada a una amenaza concreta
angustiosa (tal como la muerte, catástrofe personal, sanción).
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Se trata más de un miedo, generalmente vinculado a nada que
sea inmediatamente perceptible o se pueda expresar. Por esto
las fuentes profundas de la angustia se encuentran
frecuentemente en el niño que fui y se vinculan
generalmente con el miedo al abandono, a perder el amor
de un ser querido y al sufrimiento. Cuando me encuentro en
una situación similar, la angustia vuelve a aflorar. Cada vez que
uno de estos miedos reaparece o que se vive una situación
imaginaria o realista, esto está captado por mi inconsciente
como una señal de alarma: ¡Hay peligro! la angustia
reaparece aún más fuerte. Cuando soy niño, la angustia se
manifiesta frecuentemente por el miedo a la oscuridad y una
tendencia a vivir una vida solitaria. A partir de ahora, uso de
discernimiento, valor y confianza en la vida para respetarme y
dejar ir a los demás a su espacio sin pesar, y borro de mi vida
cualquier remordimiento. Así veré “más claro” y adelantaré en
la vida con mucho más lucidez.

LA ANSIEDAD

La otra cara de la depresión. Depresión y ansiedad, distintas


manifestaciones de la misma enfermedad. Pensamientos y
creencias negativas. Se tiende a proyectar la mente en el
futuro, lo que no nos permite vivir el presente. La
preocupación y el sufrimiento psicológico, es un camino directo
a la enfermedad. La fiebre de la prisa, aumenta la ansiedad.

La ansiedad es un temor sin motivo. La persona que la padece


vive en la dolorosa espera de un peligro impreciso e
imprevisible.

La ansiedad tiene como efecto en la persona que la sufre el


bloqueo de la capacidad de vivir el momentopresente. Se
preocupa sin cesar. Habla mucho de su pasado, de lo que
aprendió, vivió, o de lo que le sucedió a otro. Esta persona
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tiene una imaginación fértil y pasa mucho tiempo imaginando
cosas que ni siquiera es probable que ocurran. Se mantiene al
acecho de señales que prueben que tiene razón para
preocuparse.

Tan pronto como sientas que entras en una crisis


de ansiedad, toma consciencia de que es tu imaginación la
que toma el poder, la que te impide disfrutar el momento
presente. Decídete a no tener que demostrar nada. Sé tú
mismo, con tus errores y cualidades, como todo el mundo.
Déjate ir ante lo desconocido, confiando en que tu intuición
sabrá guiarte si le das la oportunidad. También puede resultarte
benéfico confiar más en las personas que te rodean.
Permíteles ayudarte a su manera.
Fuente: Diccionario de Biodescodificación
El Gran Diccionario de las dolencias y enfermedades de Jacques
Martel

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