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pensar en él como provisto de pautas no siempre explícitas. Dedicamos especial aten-
ción a las reglas que pudieran derivarse del lugar donde se desarrolla la sesión. Hay
espacios que estimulan el discurso (con jóvenes, un bar puede convertirse en un esce-
nario correcto, como muy bien muestra Martín Criado) y, por el contrario, otros cohíben
por su naturaleza (la universidad: lugar normativo).
• Existe una relación entre sujeto observado y sujeto observador. No reconocerlo
supondría un obstáculo para obtener información, más bien se trata de convertir su
mutua influencia3 en una oportunidad de análisis. Queremos subrayar que la informa-
ción se genera no sólo haciendo un buen uso del conocimiento y de la técnica, sino
aprovechando la posición que se adopta entre el equipo de investigación y los sujetos
observados. La simetría no se logra mediante habilidades sociales, sino cambiando el
binomio pregunta-respuesta por una estructura conversaciona14 •
• Nuestrb material de análisis es el lenguaje. Porque a través de sus enunciados
queremos acceder al marco de referencias de los sujetos (su "mapa de significados"5).
Con lenguaje aludjmos a todos sus materiales: símbolos, textos -las transcripciones de
las sesiones de grupo-, imágenes. Pero sabiendo que no todos los discursos son útiles
a nuestros propósitos.
• Nos centraremos en rescatar el sentido que los sujetos aportan a lo que "hacen"
y a lo que "dicen". Porque han sido convocados como aquellos miembros que mejor
representan un discurso social (por ejemplo, en un mismo sindicato podemos percibir
distintos enunciados a la hora de definir la labor de sus militantes). La investigación
social se nutre tanto de hechos como de significados. La metodología cualitativa cuenta
con técnicas que ofrecen el tiempo necesario para que se expresen contenidos 'que no
poseen un código común.

Por añadir un ejemplo de la polisemia (o multitud de significados) que se dan cita en


un hecho concreto, recurrimos a Taylor y Bogdan. EIlos, como investigadores cualita-
tivos, resaltan la diversidad de representaciones que rodean un hecho concreto. Un
alumno de un instituto rompe un cristal. Sobre este hecho se suceden diversas "opinio-
nes": para el director es un problema de conducta, para el tutor se trata de un problema
familiar, mientras que el bedelIo resume en la falta de disciplina. Comprobamos que, además
de explicaciones equidistantes (la ley, el orden, la responsabilidad familiar), parece imposible
haIlar dos individuos que compartan la misma'información sobre esta situación.

No es presuntuoso aventurar que todo objeto de estudio viene acompañado de una


gran complejidad de percepciones. En los grupos de discusión los participantes llegan al
acuerdo, o discrepan, gracias al mecanismo de conversación. La conversación no im-
plica que se compartan idénticos conceptos, porque nada ,garantiza que los individuos
atribuyan los mismos significados sociales.

3.2. Hechos y significados


Que en Moscú la policía se dejara corromper por la mafia no era nada nuevo, era un
hecho de la realidad objetiva que no debía olvidar a la hora de analizar las informaciones
y adoptar decisiones. Pero cuando esto sucedía en su propio departamento, y se trataba

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de sus amigos, el problema perdía el cariz oficial y analítico para convertirse en un conflic-
to moral. Y para resolverlo no bastaba con encontrar una respuesta. El problema era
¿cómo trabajar a partir de ahora?
El sueño robado, Alexandra Marínina.
Los individuos tienen la idea de que las cosas se desarrollan fuera de su influencia.
Es decir, que ellos no las "hacen ocurrir", como subraya Anthony Giddens. Sin embar-
go, en el campo de la investigación social también se tiene la oportunidad de analizar
aquellas situaciones en que los interesados sí intervienen en que ocurran las co-
sas, es decir, cuando defienden los motivos que les han llevado a ejercer una acción
determinada. En esta línea, deberíamos acceder tanto a lo que se dice como a lo que se
actúa, sin esperar que siempre coincidan ambos planos. Esta doble condiCión entre las
expectativas del sujeto y sus acciones son claves a la hora de diseñar tanto las técni-
cas como el proceso de interpretación de resultados. Precisamente éste es el tema del
que nos ocuparemos a continuación: su capacidad de significar, porque depende qué
busquemos, hechos o significados, usaremos una perspectiva metodológica distinta,
dado que se prestan a ser tratados con técnicas distintas.

3.2.1. Aprender a discriminar hechos y significados

Encontramos fenómenos sociales que existen por sí mismos y no hace falta que
nadie se arrogue el privilegio de su observación para otorgarles identidad; sin embargo,
otros hechos incluyen un conjunto de representaciones que aportan más información
que el hecho en sí mismo. Hay fenómenos ante los cuales no percibimos sus dimensio-
nes, si éstos no son "hablados" por los sujetos que se ven implicados en ellos.
Un hecho social "puro" estriba en que es más fácil de constatar. No admite discu-
siones sobre su naturaleza, así como tampoco su realidad está hipotecada a interpreta-
ciones (por ejemplo, el número de pacientes que acuden a los servicios de atención
primaria). Para identificar los hechos basta con preguntar por sus contenidos, es de-
cir, por aquellos hechos que la sociedad de hablantes descifra muy bien en la medida
que los comparte. Por ejemplo, respecto a una pregunta sobre el concepto de actividad,
tenemos dos hechos objetivos: estar en situación de empleo o desempleo. Pero estos
hechos incluyen una serie de percepciones cuyo análisis incrementaría el grado de
información sobre este fenómeno: qué "significa" tener, o carecer de, un trabajo
retribuido. Con lo cual nos metemos en la polémica sobre qué es un material de
análisis científico, si los hechos o los valores 6 , cuando en realidad ambos están estre-
chamente unidos.
De haber objeciqn, la p01émica se resuelve preguntando al objeto de investigación.
Es decir, indagando qué parte pesa más en el tema a estudiar: ¿los hechos o los signi-
ficados? Si el objeto de análisis se compone de contenidos explícitos, y sobre los cuales
es muy sencillo lograr un acuerdo, el diseño metodológico deberá ser cuantitativo. Si en
nuestro objeto las percepciones han llegado a cobrar más relevancia que los hechos,
recurriremos a técnicas que permitan captar las representaciones que los sujetos atribu-
yen a los hechos.

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Por ejemplo, respecto a un objeto de análisis, como la inmigración 7, los hechos que-
dan reflejados al recoger el número de emigrantes, su procedencia, sus perfiles (estudios,
estatus, situación familiar). Pero estos datos no agotan el problema, porque las expecta-
tivas y mitos respecto a su presencia son indisociables de este fenómeno. Sobre estos
factores es preciso preguntar a sus propios protagonistas o aquellos profesionales que
estén en relación con los primeros. La misma cuestión se manifiesta al analizar la vejez,
donde el número de personas jubiladas, tasas de mortalidad, situación socioeconómica,
entre otras variables, deberán compartir protagonismo con lo que representa envejecer
en las sociedades modernas 8 , puesto que la vejez parece ligada "más" a la idea de cadu-
cidad -en relación con el mercado de trabajo- que a una fase evolutiva.

La primera posición (el análisis de los hechos) remite a lo que se ha denominado


"realidad de primer orden". Es decir, el estudio de aquellos fenómenos sociales cuya
existencia no se altera por l<is diferentes opiniones que se viertan sobre ellos. Fenóme-
nos que representan una realidad cuya definición está relacionada con las propiedades
"objetivas" del tema a tratar. Por ejemplo, una guerra es un hecho absolutamente
objetivo, que muy bien puede ser estudiada a partir de indicadores cuantitativos, ya que
su estimación aporta una valiosa información sobre sus dimensiones.
La segunda posición nos sitúa en una "realidad de segundo orden" vinculada al
significado, es decir, a los valores que los actores sociales depositan sobre los hechos
que vivencian. Aquí nos decantaríamos por rescatar la opinión que los individuos man-
tienen sobre un fenómeno social. Siguiendo con el ejemplo anterior, es imposible anali-
zar un hecho bélico sin recurrir a aquellos significados que esgrimen los responsables
de provocarlo, o bien las representaciones que depositan sobre el perfil de sus adversa-
rios. El análisis de los discursos resulta clave para saber cómo se imponen estos signi-
ficados a la opinión pública.

Veamos otros ejemplos. Con respecto a la violencia de género. Tenemos un hecho


objetivable: tipo de agresiones, periodicidad, perfiles de víctimas y agresores. Pero este
fenómeno no se agota en el registro numérico, aunque su dimensión debe cuantificarse;
también cabría preguntarse: ¿cuál es el significado que le sirve para interpretar lo ocurri-
do al sujeto maltratante9? (los agresores muestran perplejidad ante las medidas policiales).
Piénsese en otro significado social que asociaba la violencia a un asunto privado (en el
ámbito de relaciones que sólo concierne a la pareja). A pesar del número de víctimas,
tuvo que cambiarse su significado para incluirlo en la agenda política y adoptar medidas
de carácter legislativo.

Ningún objeto social se nos revela únicamente a través de fenómenos fácilmente


, contrastables, como tampoco se muestra sólo a través de significados. El diseño
metodológico no debería depender de las creencias del investigador (cada maestrillo
tiene su librillo), sino que debemos reconocer cuál es la naturaleza de nuestro objeto
de investigación. Además, en investigación social es difícil trabajar -sólo- a partir de
elementos demostrables, dado que la primera dificultad es hacer preguntas a nues-
tros sujetos estudiados y asegurarnos de que mantenemos un mínimo acuerdo res-
pecto a que han entendido el sentido de nuestras preguntas.

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Cuando se trata de variables socioeconómicas está garantizado el mutuo entendi-
miento. Por ejemplo, estar casado o divorciado no admite muchas interpretaciones, por
mucho que cada uno lo esté a su "manera"; lo mismo sucede con el nivel de renta,
siempre insatisfactorio, pero susceptible de incluirse en una escala numérica. Ante
estos referentes, no existe dificultad para compartir el mismo código (o interpretar la
pregunta con una equivalencia de sentido); sin embargo, otros conceptos están propen-
sos a mayor ambigüedad.

Por ejemplo, en nuestro país, María Angeles Durán fue la primera científica que halló
serios obstáculos para conciliar las definiciones teóricas del concepto de trabajo con la
parte metodológica de una investigación. El problema estriba en sortear las posibles
diferencias de interpretación: ¿qué entiende cada sujeto por '~'? De ahí, que la
siguiente duda fuera ¿cómo medir resultados a partir de una categoría que merece
revisarse? Con el mismo empeño, la economista Cristina Carrasco 10 encara importantes
interrogantes epistemológicos en cuanto al significado que mantiene la categoría traba-
jo, cuando es preciso recoger formas de trabajo no retribuido en los diseños de una
investigación. Utiliza unos ejemplos muy ilustrativos sobre el plano de los significados
y nos hace las siguientes preguntas:
l. Si miramos por una ventana y observamos a una mujer viendo la televisión mien-
tras sus hijos juegan, ¿podríamos decir que está trabajando?
2. Si miramos a través de una ventana en una unidad de bomberos, durante un
momento de descanso viendo la televisión, ¿pensaríamos que están trabajando?
3. Si preguntamos directamente a una ama de casa: ¿usted trabaja? ¿Qué contesta-
ría? (añade algo más: ¿nos daríamos por satisfechos con su respuesta?)

En estos ejemplos tenemos dos elementos:


1. Los hechos -"objetivos"- que apuntan a una única denominación de trabajo,
conforme a la teoría del pensamiento clásico económico, a las contabilidades
nacionales de los países desarrollados, a la Encuesta de Población Activa (EPA),
elementos que suscriben el siguiente esquema de trabajo: el desempeño de una
actividad a cambio de una remuneración determinada.
2. Poner en relación los significados "subjetivos" de los actores sociales a quienes
interrogamos durante la investigación, como la señora que "no" trabaja
remuneradamente, con aquellas teorías que suponen un avance en la inclusión
de trabajos no mercantiles, como la "carga global de trabajo"".
Conforme a estos ejemplos, el problema lo tendríamos al preguntar a una ama de
casa si ésta "trabaja" o no. Todo depende lo que entienda por "trab~jar". Es decir, si
contesta conforme al referente oficial de trabajo (sinónimo de actividad remunerada), o
bien si valora su actividad doméstica como una actividad que reporta beneficios y
recursos a partir de su tiempo de dedicación. Si nos conformamos con la primera
respuesta (yen función del referente responde que no trabaja), avalamos una concep-
ción clásica del término trabajo.
Cuando un equipo de investigación acepta el referente "trabajo" sin mover un ápice
su definición, mantiene la teoría en punto muerto. Por estos motivos, favorecer una
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discusión en el equipo de investigación nos brinda la oportunidad de "hacemos" pre-
guntas. Y una investigación también sirve para testar la vigencia de las categorías con
las que operamos, puesto que toda categoría debe guardar una relación lógica con lo
que dice representar y, cuando no lo representa, es la ocasión para reconceptualizar
cuantas categorías hayan quedado obsoletas. Sólo así se cumple la conexión entre
teoría y trabajo de campo.
Aquellos investigadores que han mirado con lupa las posibles contradicciones entre
conocimiento teórico y conocimiento aplicado (por ejemplo, cuando surgen datos no
previstos, o se han preguntado por un elevado porcentaje de no sabe/ no contesta) han
encontrado una oportunidad para revisar conceptos, con la pretensión de qqe éstos
aumenten su capacidad explicativa. La ciencia no es un dogma y su optimización de-
pende de sumar elementos de distinta clase. Cuando iniciamos una investigación (o nos
integramos en un proyecto) buscamos hipótesis contrastables capaces de mostrar su
valor en la explicación de la realidad que pretendemos estudiar. Recoger datos que se
adapten a las categorías de cada teoría (desde la psicología, sociología, la medicina) sin
alterar el guión da como resultado un trabajo meramente descriptivo.
Las contradicciones no se disipan con sólo desearlo. Piénsese en las diferencias que
se expresan cuando se recurre a preguntas imposibles de contestar. Las encuestas del
CIS nos quitan un peso de encima cuando concluyen que los españoles no somos
racistas. En este caso, es la ocasión para pensar en el diseño de los instrumentos. No
es lícito acusar de mentirosos a los encuestados -justificación recurrente-o Más que
una ambigüedad calculada, lo que hallamos es la ausencia de un código común entre un
sistema experto (que lanza preguntas formalizadas) y unos sujetos que se debaten en el
dilema: contestar lo correcto o dar penda suelta a sus representaciones. ¿Hasta dónde
influye el contexto en el trabajo empírico? Por otro lado, ¿cómo se resuelven las expec-
tativas de respuesta? Ante esta tesitura, los encuestados se enfrentan a una paradoja
. que ellos no han creado: si cumplen "bien" su rol de entrevistados, fracasan en cuanto
a la veracidad de la contestación. Y si eligen otra opción -decir lo que piensan- vulne-
ran un referente social (lo políticamente correcto). El reto para los investigadores va
más allá de la socorrida acusación sobre la veracidad de los datos, nos emplaza a
reflexionar sobre los códigos de lenguaje que utilizamos los expertos y sus dificultades
de respuesta.

3.2.2. El lenguaje como práctica social


Ahora entraremos en el lenguaje, que es mucho más que un vehículo de expresión,
puesto que organiza nuestra experiencia y gracias a él conocemos el sentido de la
realidad. Como muy bien dice Lamo de Espinosal 2, no vivimos la realidad, sino la
realidad según ha sido construida, seleccionada y categorizada por una lengua.
Gracias al lenguaje nos aproximamos a los significados. Y precisamente el descubri-
miento de significados conforma la materia de análisis de los métodos cualitativos. En
otras palabras, lo esencial en la investigación cualitativa es el análisis objetivo del
significado subjetivo. Sobre este tema, dos familias se disputan la ortodoxia de las
técnicas cualitativas:

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1.- Una corriente, proveniente de la etnografía (Boas, Malinowski, G. Wright, R.
Linton), la antropología (Spradley, Ch. Taylor) y el interaccionismo simbólico (Schütz,
Blumer, Mead, Cooley) mantienen que el verdadero significado de los actos es conoci-
do, fundamentalmente, por los propios actores.'
2.~ Una segunda corriente, proveniente de la sociología y la etnometodología, reser-
. va para el investigador, propiamente dicho, la capacidad de una interpretación más
completa y genuina (Max Weber, Cicouriel, E. Goffman). Se examina a los individuos
y grupos desde fuera, enfocando las formas más elementales de la vida cotidiana.
. Entre sus muchos puntos en común, nos interesa subrayar no sólo que ambas
desechan que la única garantía de cientificidad descanse en el análisis de los hechos
objetivos, sino que enfatizan la importancia del estudio de los significados. Y donde
mejor se observan es en la vida cotidiana de los sujetos, en una suerte de análisis social
a pequeña escala. Se trata de un cambio de rumbo: colocarse desde la perspectiva del
actor 13 . Describir las intenciones, acciones y manifestaciones de los individuos, toman-
do lo cotidiano como objeto de análisis científico, resulta clave para la perspectiva cualita-
tiva '4 .
Nuestra labor como investigadores estriba en desentrañar los significados
institucionales y particulares que sirven para mantener las convenciones sociales. Y
para ello, tenemos que hacer hablar a los sujetos sobre sus prácticas diarias. Hay una
obra clásica al respecto, La construcción social de la realidad, de Luckmann y
Berger. Su planteamiento es el siguiente: la conciencia se articula en una trama de
significados de índole particular-por lo tanto, es subjetiva-o Sin embargo, al compartir
estos significados con otros de la misma índole, se vi vencia un alto grado de normalidad
porque se actúa conforme a un patrón que sigue la mayoría. Estas pautas, al extender-
se, se convierten en sociales; pero en la medida que nos "sumamos" a lo establecido, se
tiene la sensación de que no intervenimos en su creación. De esta manera, lo real se
percibe como algo externo al sujeto, cuando en verdad se trata de un juego de doble
dirección: toda práctica social depende de su repetición para lograr implantarse social-
mente.
Es fascinante cómo estos autores combinan los dispositivos subjetivos y objetivos
para explicar cómo los sujetos atribuyen validez a una serie de acciones cotidianas.
Para que los individuos depositen una credibilidad subjetiva a lo que hacen, necesitan
percibir que la mayoría de individuos se mueven en la misma dirección. Sólo así se
logra una normalidad respecto a las acciones que se llevan a cabo. Por eso, Berger y
Luckmann nos recuerdan que los actores sociales participan de los marcos cognitivos
de la sociedad a laque pertenecen l5 y añaden qUf! la socialización no es sólo un apren-
dizaje, sino la asimilación qe significados sociales (los propios de la sociedad en la que
viven). Significados de lo~ cmíles también participamos los investigadores.
En la perspectiva cualitativa queremos conocer cuáles han sido los contextos que
han cimentado esta identidad social y en función de qué reglas se repiten acciones
hasta convertirlas en hábitos' 6 • O bien, qué condiciones sociales han provocado la
disolución de pautas sociales para inaugurar otras nuevas. Aproximarnos a este con-
glomerado de informaciones precisa de una metodología que tenga en el lenguaje su

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material de análisis, dado que los discursos individuales son la llave maestra para cono-
cer el orden social.
, A pesar de que Michel Foucault afirmara que Occidente padece de "logofilia", ola'
necesidad de poner todo en un discurso, curiosamente éste ha quedado fuera del apren-
dizaje científico de las ciencias sociales. Pero en investigación social diseñamos
metodologías que contienen preguntas que contienen frases, significados sociales (aun-
que la respuesta se traduzca en número o enunciado) sobre los cuales es preciso re-
flexionar. Por lo tanto, en investigación social nos interesa saber cómo se representa
una cosa, cómo un término alcanza un significado común. En suma, averiguar el entra- .
mado que define la representación, En lo relativo al lenguaje, existen dos acepciones
que seguro nos resultan familiares: lengua y habla.
1:- A nivel fonético -la lengua-, se define como una cadena sintáctica ordenada de
acuerdo con una secuencia lingüística. La cual se rige por una serie de reglas
consensuadas por una comunidad hablante. La lengua se refiere a una serie de enun-
ciados, como si se tratara de un "diccionario común".
2. A nivel semántico -el habla-, se define porque el sujeto hablante hace un uso
individual de la lengua, pudiendo introducir variaciones (por ejemplo, el argot). Es decir,
el habla dota a la lengua de un sentido particular en la medida en que se pueden añadir
enunciados particulares.
Lengua y habla no están separadas 17 , sino que mantienen una relación de mutua
influencia. Recurriendo a un ejemplo de Roland Barthes, la moda sería equivalente a la
lengua, porque emana de un grupo de decisión capaz de Imponer sus pautas. Mientras
que el arreglo personal (mftáfora del uso del habla) dependerí~ del gusto propio y,
aun siguiendo las tendencias marcadas por el canon, siempre emergerán pautas que
logren identificar a un grupo minoritario.
Las palabras funcionan como elementos dentro de un sistema de códigos comunes,
gracias a disponer de equivalencias de sentido mediante las cuales logra entenderse
una comunidad de hablantes. En el lenguaje, se crean, afianzan -o rechazan- supers-
ticiones, creencias, fábulas 19, mitos, prejuicios. Para nosotros, el habla es el material de
trabajo gracias al cual conocemos la estructura social de una comunidad. Porque ade-
más de saber cómo se nombra -cuál es el lenguaje soberano-, nos interesa saber qué
términos elige el hablante para expresar sus significados; ¿qué condiciones sociales
inciden en la elección de unos términos sobre otros a la hora de describir el objeto de
investigación? Puesto que a partir de las elecciones del hablante podemos hacernos
preguntas del tipo: ¿por qué circula este significado y, en cambio, otro está excluido de
las expresiones del habla? Una sociedad se conoce tanto por los significados que pone,
en circulación como por los que censura.

3.2.3. El significado más conocido: el significado lingüístico


Para afianzar más el concepto de significado, vamos a recurrir a Ferdinand de
Saussure, Este lingüista descubre la magia de entenderse gracias a compartir unas
reglas semejantes a la hora de nombrar las cosas. En suma, al disponer de un código

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común entre receptor y emisor. Simplificando sus aportaciones, pensemos en el con-
cepto "árbol". Al término se le denomina significante ya la imagen que se evoca en
nuestra mente se la denomina sigrliílGªd~o. Vinculando ambas -e incluso admitiendo
múltiples variedades en función del entorno botánico del intérprete (castaño, higuera,
pino)- se posee un código común que permite entendernos (en la medida que interpre-
temos significados semejantes). Por lo tanto, el significante lingüístico alude a términos
que gozan de un amplio consenso entre los hablantes. A pesar de que este sistema
funciona magníficamente, la relación entre significado y significante (entre la imagen
que evoca el hablante y el concepto mediante el cual se nombra) es una relación com-
pletamente arbitraria. Es decir, no existe una relación objetiva entre lo que se nombra y
su representación. Por lo tanto, las imágenes que evoque un término pueden variarse
en función de las circunstancias sociales del hablante.
Las técnicas de recogida de datos cuantitativas trabajan con referentes sociales,
esto es, con términos cuyo uso registra una excelente correspondencia entre el con-
cepto y su imagen (entre significante y significado). Por ejemplo, preguntar por la
vivienda aludiendo a contenidos que, como mucho, precisan de alguna pequeña expli-
cación: metros cuadrados, ubicación, precio, no genera dificultad alguna. Sin embargo,
en investigación social nos hallamos ante temas repletos de ambivalencias, porque los
conceptos que utilizamos no son canjeables por un significado común. Volviendo al
mismo ejemplo, la percepción de la vivienda como un espacio propio, proveedor de
estatus, o inversión a largo plazo, es una información inseparable del significado social
de la vivienda.
Ojalá tuviéramos la oportunidad de trabajar en investigación social con esquemas
tan sencillos como los que nos propone Saussure. Sin embargo, no utilizamos términos
cuya equivalencia sea tan fácil de identificar, como el término "árbol". En principio, con
estos conceptos no caben problemas de interpretación en cuanto a su significado, pero
otra cosa muy distinta es si pensamos en un término tan común como la "familia".
Puesto que cada hablante añade los significados que le remiten a "su" sistema familiar.
Por lo tanto, caeríamos en una ambigüedad preocupante con preguntas del tipo: ¿ sien-
te el apoyo de su familia?20, en vez de optar por una pregunta más abierta: ¿cómo
definiría el papel de su familia? Extraer una información homogénea es difícil,
porque se presta a distinta significación -dependiendo de cada sujeto-.
Nuestra tarea como investigadores radica en descubrir las reglas que siguen los
sujetos para significar. Dicho de otro modo, cómo "traducen" los significados sociales
y los acoplan a su experiencia.

¿Qué sistema de significación tiene la familia, por ejemplo, en atención a su propia


experiencia? Pensemos en las familias gitanas o en aquellas que se han denominado
"desestructuradas", o bien en los nuevos tipos de familias reconstituidas formadas por
una pareja, donde cada uno puede aportar hijos de sus anteriores convivencias.

Hemos rescatado el enfoque lingüístico para mostrar la dificultad que existe en el


propio lenguaje para ponerse de acuerdo respecto a los enunciados. Sin embargo, pese
a la riqueza de sus aportaciones, debemos dejar aquí la lingüística (con su significante y

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significado). Porque lo que nos interesa estudiar es cómo se construyen socialmente
los significados. Dicho de otro modo, qué condiciones sociales son las responsables
de que se produzcan.¿Por qué unos significados logran una rápida implantación en la
comunidad de hablantes, mientras que otros se resisten?, ¿quiénes los ponen en circu-
lación? O bien, ¿qué grupos o instituciones tienen la capacidad de crear significados?

3.2.4. El significado social


El lenguaje implica algo más que el uso de una gramática común. Para comprender
cómo alguien ofrece una explicación sobre su experiencia, cómo rememora una se-
cuencia de hechos y los presenta ante otros en el marco de una conversación, hemos
de recurrir a la teoría del conocimient021 en el ámbito de las interacciones sociales.
Necesitamos saber cuál es el sentido que un sujeto otorga a lo que conversa: lo que
cree o lo que pone en duda.
Queremos saber cómo se construye el sentido común; en otras palabras, saber qué
se da por supuesto, de tal manera que parece objetivo. Qué tipo de discurso circula con
mayor fluidez gracias a contar con el aval de los referentes sociales. O bien, qué
significados han logrado transformarse en una realidad común para todos (por ejemplo,
identificar el ciclo de vida social con unas pautas que, de cumplirse, apuntan a un signo
de integración: tener un trabajo, hijos, vivienda propia). Los sujetos aceptamos seguir
unos patrones comunes sólo en la medida que tengan "sentido" para nosotros. El sen-
tido se expresa a partir de la experiencia cotidiana de los actores sociales. La definición
de sentido, siguiendo a Umberto Eco, se basa es un conjunto de reglas mediante las
cuales se "traduce" un mensaje acudiendo a un código común. Codificar es seleccio-
nar la información recibida. En suma, hablar sobre el sentido es hablar sobre cómo se
reproducen los referentes sociales, los prejuicios, los rumores, las ideologías en los
actos cotidianos de los individuos.
El sentido nos permite acceder a las diferentes posiciones que los sujetos adoptan
ante nuestro objeto de investigación, puesto que al ser una actividad selectiva -ésta y
"no" cualquier otra-, dicha elección nos posibilita conocer la complejidad de los siste-
mas sociales. Por este motivo, la captación del sentido que realizan los sujetos pasa
por asegurarse un contexto de interacción donde los sujetos hablen. Ésta es la piedra
angular del grupo de discusión, técnica estrella de la metodología cualitativa.
Si el significado se percibe a través de la enunciación -lo que se dice-, en cambio,
el sentido se localiza en la pragmática: en lo que se hace. Como investigadores sociales,
tenemos el propósito de buscar las reglas que el individuo utiliza para realizar eleccio-
nes, tanto en el plano de la expresión como en el plano de la acción.

Por ejemplo, los movimientos gays, insisten en la importancia de evidenciar pública-


mente su opción sexual, puesto que si se privatiza su situación (no se "sale del armario")
se carece de influencia para cambiar los referentes sociales que sitúan la heterosexualidad
como la opción predominante y normalizada. Todavía en los cuestionarios, o en los
grupos de discusión, ante cualquier tema vinculado a relaciones afectivas, se nos "cue-
la" a los expertos, la heterosexualidad como norma social, tipificando las preguntas en el

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binomio: él o ella. Esta inercia puede afectar al sentido de las respuestas, aunque se haya
aclarado el malentendido. Es evidente que la modificación del código civil, en la medida
que posibilita el matrimonio homosexual ha construido un sentido nuevo.

La producción de sentido se verifica mediante la conversación, donde gracias a


preguntas muy abiertas los sujetos expresan ideas, así como su concreción en la prác-
tica. Exponer aquello de lo que se está convencido, pero no se plasma en la realidad,
bien por los conflictos que conlleva, o bien por lo que supone la elección, representa una
información valiosa sobre el peso de los referentes sociales. En estos casos, tenemos la
oportunidad de calibrar qué cambios favorece la sociedad y qué cambios sanciona, así
como el "margen" de elección que tiene el individuo.

3.3. Los significados en investigación aplicada


Para dar mejores pistas en la recogida de significados, vamos a mostrar elementos
que permiten identificarlos. Citaremos los que nos parecen más recurrentes, es decir,
aquellos que se invocan para validar "por mayoría" lo que se dice: la costumbre, la
autoridad o lo que es "natural" (en oposición a lo social). Después continuaremos con
la denotación y la connotación, que no es otra cosa que un recurso para saber "desde
dónde hablan" los sujetos, si mantienen una distancia con nuestro objeto de investiga-
ción (denotación) o, todo lo contrario, se muestran involucrados al sumar sus propias
creencias (la connotación).

3.3.1. Los avales de la significación social


U na forma de detectar significados radica en saber a qué mecanismos se apela
para validar una opinión o afirmarse en un comportamiento. La pregunta es qué actitu-
des y experiencias adquieren rango de verdad para la mayoría de los hablantes y por
qué el principio de semejanza parece definir nuestros comportamientos. El lenguaje
común se abre camino mediante expresiones que obedecen a una significación colec-
tiva. En suma, al reproducir los significados sociales los sujetos obtienen, a cambio,
la constatación de saberse "actuando" dentro de un marco de legitimación social. Se
entiende por legitimación convertir en ley lo que es arbitrario; no obstante, lo arbitrario
nunca se presenta como tal, sino todo lo contrario. Estos son los mecanismos de los que
se sirve la legitimación social:

3.3.1.1. El principio de la costumbre


La costumbre se detecta en los discursos, especialmente cuando los sujetos se ex-
presan partiendo de una posición continuista: "siempre ha sido así", acudiendo a la
costumbre como principio de validez. La costumbre aporta la seguridad de que se ha
seguido un camino trazado por un consenso: "lo que debe ser". Además es una pieza
clave de la reproducción social, que consiste en que la sociedad mantenga sus reglas,
siempre que los individuos "repitan" aquellas conductas que se espera de ellos. Con

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reproducción queremos decir repetición de las prácticas sociales, en función de unas
inercias sociales que no se cuestionan. Pero estas reglas no son inocuas, remiten a
formas de ideología y de dominación 22 • Pensar en los significados ligados a la costum-
bre nos ayuda a saber cómo se inscriben en los discursos de los sujetos y qué capaci-
dad tienen éstos de modificar las reglas de juego. Pero, sobre todo, tener presentes los
significados ligados a la costumbre nos sirve para el diseño de nuestros instrumentos de
recolección de datos. Por ejemplo, ¿cómo abordar el fracaso escolar, cuando el discur-
so social ha colocado la máxima responsabilidad del lado de la familia, si tenemos que
preguntar sobre este asunto a padres y madres?
Es un hecho que muchos expertos de países latinoamericanos se quejan de la trans-
ferencia de metodologías que no tienen presente sus sistemas ideológicos. La ideología
-nos dice Giddens- son relaciones de dominación que conectan su significación
con la legitimación de intereses sectoriales. Quizás este esquema explique la falta
de operatividad de muchos sistemas de intervención social, a pesar de lo sofisticado de
sus instrumentos de análisis a la hora de hacer un diagnóstico de situación.

Un ejemplo de la fuerza de significados arraigados en la costumbre lo hallamos en el


servicio militar. Aparentemente era un hecho (un periodo de tiempo equis, en una institu-
ción normativa y disciplinar), pero acercando la cámara vemos con más detalle que exis-
ten significados sociales ligados a su cumplimiento. Es decir, imágenes que no por su
carácter subjetivo dejan de ser absolutamente reales: "hacerse un hombre", con todo el
correlato de la virilidad. Significados que adquieren el rango de referente social, puesto
que "hacer la mili" era requisito para entrar en el mercado de trabajo. ¡Prodigioso!, algo
artificial (producto de la decisión humana) se trasmutaba en el estatus social del adulto
masculino, y éste no era contestado, puesto que la costumbre legitimaba asumir este
hecho. Incluso había ritos de despedida de la vida civil (como la fiesta de los quintos).

3.3.1.2. El principio de naturaleza


Uno de los dispositivos más importantes para incidir en el proceso de significación
es operar como si el ámbito social no fuera producto de los individuos, sino un orden
ajeno a ellos, tan externo que se reviste de las características de lo natural. De esta
manera, los fenómenos sociales, lejos de parecer arbitrarios, cobran carta de naturale-
za. Es fácil identificarlos cuando el discurso social lo presenta bajo el enunciado: "lo
natural es" (por ejemplo, que te gusten los chicos y no las chicas, que te cases, o
que estudies lo que estudió tu padre y tu abuelo). Recurrir a esta regla genera
patrones de conducta rígidos, pero sumamente eficaces.

Para pensar en la fuerza de un significado ligado a "naturaleza", nos bastan los roles
sociales, los que tipifican los géneros masculinos y femeninos. Fijémonos en ellos. Co-
nocemos los dispositivos de internalización de significados gracias a las fases de socia-
lización. Sin embargo, los sujetos experimentan sus comportamientos de género al des-
cribir sus prácticas sociales como si estas identidades de género fueran relaciones
objetivas, más emparentadas con la biología que con la sociedad. El discurso social
muestra ejemplos que aluden a las características de hombres y mujeres, provistos de

61
naturalezas diferentes (lo natural es que ella sea "responsable del cuidado" y él sea
"responsable de aportar la renta principal").

La tradición recurre a una magnífica estrategia: transformar en natural lo que es de


origen social y, por lo tanto, puede cuestionarse. De esta manera, la repetición asegura /
la vigencia de ciertas instituciones. Sin embargo, cuando los individuos combinan su
experiencia particular con las pautas recomendadas, surge una nueva significación
social. Por ejemplo, al desvincular la convivencia del matrimonio, o la maternidad de la
sexualidad gracias a la reproducción asistida aparecen nuevos estilos de vida. Cuando
el orden social se muestra más flexible, su apertura posibilita que emerjan conductas
individuales capaces de ensayar nuevas formas de vida inauditas hasta ese momento.
Gracias a estos cambios, lo que era natural se transforma en meros valores sociales y,
como tales, siempre son revisables.

3.3.1.3. El principio de la verdad

Los individuos pueden relatar sus experiencias apelando a principios de verdad.


Unas veces la verdad está en manos de los expertos, otras en las instituciones especia-
lizadas en crear significados (los discursos religiosos, por ejemplo). Los sujetos, cuando
son interrogados por un equipo de investigación, pueden recurrir a validar sus aporta-
ciones en virtud de un repertorio de saberes que confirmen su posición (de esta manera
una opinión particular se convierte en una opinión provista de una referencia científi-
ca). Cualquiera que haya coordinado un grupo de discusión ha podido comprobar cómo
se apela a una certeza científica, institucional, que se muestra como "verdad".
Hay que admitir que no estamos en el mejor momento para que proliferen las certe-
zas. Ulrich Beck nos muestra que hoy en día nada es inmutable: los roles, las institucio-
nes, los marcos afectivos, todos han variado sus formas de expresión. Es más, resulta
difícil contar con puntos de anclaje que garanticen una seguridad, como la familia, el
trabajo o los vínculos afectivos. Todos ellos se someten a cambios constantes. Ante
este panorama, Beck aporta su categoría riesgo, que viene a definir las sociedades
contemporáneas como lugares donde la incertidumbre -y no la estabilidad-logra impo-
nerse en las relaciones sociales. Dentro de esta lógica, también se ve afectada la forma
de conocimiento, ya no es posible hacer predicciones porque resulta difícil observar
prácticas sociales basadas en la estabilidad. Aun así los cambios generan resistencias,
y las instituciones son un buen ejemplo de ello.

Los discursos muy estructurados se detectan en aquellas personas cuya posición en


la estructura social las sitúa dentro de instituciones o grupos. Se suele aportar un discur-
so repleto de evocaciones teóricas, científicas o normativas. En suma, se apoyan en una
serie de referentes a los que atribuyen carácter de verdad. Lo que nos importa --como
investigadores- es remitirles a su práctica diaria para conocer cómo ajustan un discurso
"legitimado" con su quehacer cotidiano. Interesamos por esta distinción entre el hacer y
el decir, representa una magnífica vía de análisis. Por ejemplo, entrevistados líderes
ecologistas, su discurso sobre los principios teóricos que les avalan no dejaba "hueco"

62
para pensar en los efectos de sus acciones.¿Dónde quedaba el consenso con el agricul-
tor -e incluso con el cazador- en un espacio que en un futuro pasaría a ser protegido?

En la perspectiva cualitativa nos interesa que los sujetos informantes de nuestro


objeto de investigación se sientan "expertos" respecto al tema que nos interesa estu-
diar. Por ello, precisamos de unas técnicas que les procuren ese papel. Tenemos que
hacerles notar que nos importa -y mucho- "su" sistema de significados. Cuando traba-
jamos con individuos que ocupan un lugar relevante en una institución, es habitual que
sólo nos dediquen un discurso institucional, pero la habilidad investigadora estriba en
que "sumen" a este discurso su experiencia particular.
Pero hoy en día la investigación social y sus metodologías han de vérselas con un
sujeto que más que un individuo es un "malabarista". Hace equilibrios sobre sus suce-
sivas realidades, sólo que ahora sin definiciones compartidas o reglas macrosociales a
las que asirse para poder explicar sus comportamientos. Circunstancias que le convier-
ten en un individuo menos seguro, con menos facilidades para mostrarnos discursos
muy denotados. Cada día tenemos menos certezas sobre las que sustentarnos. Por
este motivo, resulta clave esforzarnos en trabajar en códigos semejantes, adaptándo-
nos a su lenguaje. Es preciso pensar en ello, porque ¿con qué aspectos objetivables se
elapora un ítem, o una entrevista estructurada, si el territorio común de la sociabilidad
exhibe ahora una complejidad creciente?
Para concluir, apuntaremos una recomendación: admitir que cuando un equipo de
investigación diseña la fase de recolección de datos debe tener en cuenta que los
sujetos van a contarnos -con "su" registro- cuál es su posición sobre el objeto que
estamos trabajando. Es decir, bajo la óptica de su significación, utilizando sus marcos
conceptuales. Esto supone que tienen que organizar su experiencia para convertirla en
una narración (la identidad, dice el filósofo José María González, es una narrativa).
Como todos los enunciados, éstos no tienen por qué gozar de la coherencia que espe-
raría el equipo de investigación; a nosotros nos corresponde desvelar cómo han pene-
trado los referentes sociales y cómo los individuos los recogen -o los rechazan- para
justificar sus argumentos.

3.3.2. Otraforma de reconocer significados: denotación y connotación


3.1.2.1. La denotación

Decimos que un discurso denota cuando el hablante hace uso de unas significacio-
nes que parecen contar con la fuerza de la "objetividad" para la mayoría de los sujetos.
El rasgo esencial de la denotación estriba en participar de la misma referencia que
define un término en una cultura determinada. El término "abuso sexual" sería denota-
do negativamente, por concitar un significado de rechazo. En cambio, otros términos
deben su estatus de referente a las épocas sociales en las que se inscriben, e incluso
han podido revestirse de "hechos objetivos" como si no pudieran ponerse en duda por
parte del hablante. Por ejemplo, el matrimonio denotaba estabilidad y durabilidad antes
de 1982, que se aprueba la ley del divorcio en España. De la denotación emergen los

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"enunciados impuestos", nos decía Jesús Ibáñez, o los estereotipos de las ideologías
dominantes.
'¿Qué información nos brinda la denotación? Una vía para conocer la fuerza de las
e~tructuras sociales, los criterios de verdad de los que se sirve el di.scurso social. En los
, discursos de carácter denotativo, hallaremos un buen material para describir la tensión
entre la eficacia de las tradiciones y la vigencia de significados que se presentan como
objetivos.

3.3.2.2. La connotación

Cuando el discurso refleja la percepción particu~r'del habla#e, emerge la conno-


tación. ¿Cómo la detectamos? Porque al connotar adoptan una posición más persoñal
respecto a nuestro objeto de investigación. En este caso, los sujetos no mantienen una
distancia confortable desde la cual emiten opiniones, sino que optan por un vocabulario
de contenido emocional para opinar sobre nuestro objeto. Sabemos que existen temas
sobre los que no se "toma partido" y no requieren una implicación especial, pero otros
no se expresan separadamente de un acervo emocional. Por ejemplo, la noción de
Estado resulta un tema sumamente complejo entre los sujetos del"'País Vasco, que
connotarán nación, país, estado, con mayor diversidad de representaciones que los de .
la Comunidad Cántabra. Las metáforas son una excelente vía para trabajar la connota-
ción.

Por ejemplo, pensemos en un objeto de investigación que gira en tomo al mundo


laboral. Buscamos sus significados y, si los participantes de un grupo de discusión
connotan la "jerarquía" como algo inherente a la esfera laboral, ¿atenderemos estas
formas de expresión sin preguntamos cómo ha llegado a signifiCarse de esta manera?
Calificar la jerarquía como propia del mundo del trabajo (y no como algo arbitrario) nos
permite analizar las relaciones verticales, a-sumidas como "verdad" dentro de la lógica de
empresa. Una de las preguntas que ha de hacerse sería qué peso mantiene el referente
social: trabajo equivale a jerarquía.

Si los sujetos defienden la jerarquía a través de significados que apelan a lo objetivo,


a lo dado institucionalmente, están denotando "su" realidad laboral, que no es otra que
la que se ajusta a los referentes sociales. Mientras que si enuncian el tema adoptando
posturas de tipo personal, sin necesidad de apelar a grandes referentes sociales para
fundamentar sus opiniones, estaríamos hablando de connotación.

Resumen
Las perspectivas cuantitativa y cualitativa son más complementarias que antagó-
nicas. La perspectiva cualitativa parte de la definición que los actores sociales dan
de su realidad, es decir, trabaja más con significados que con hechos. Por eso su
diseño es necesariamente abierto y adaptable, partiendo de lo que se nos dice
(inductivamente), incluyendo el contexto y, sobre todo, ellenguaje-como unidad d,e
análisis. Por tanto, se trabaja más con significados (realidad de segundo orden) que

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, con hechos (realidad de primer orden, propiedades objetivas): nos interesan los valo-
res que se atribuyen a los hechos a través del lenguaje. La investigación cualitativa
es, por tanto, un análisis del significado subjetivo. El lenguaje organiza nuestra expe-
ri.enc.ia y es a través de él como conocemos la realidad: se trata de desentrañar los
significados (institucionales y particulares) que sirven para mantener las convencio-
nes sociales, es decir, el sentido común, que se justifica apelando a la costumbre, la
naturaleza y la verdad. Por eso hacemos hablar a los sujetos sobre sus prácticas
, cotidianas, para poder observar las reglas que guían las f;llecciones de expresión y
de acción, intentando discernir entre la denotación (cultural, de la lengua) y la conno-
tación (particular, del habla).

Notas:
1 La necesidad de una prueba científica no es igual que la necesidad de una prueba semiótica (la prueba de

significación) y, para no quedarse sólo en señalar la distinción, Eco argumenta que la semiótica contiene pruebas
de validez en su texto Semiótica y filosofía del lenguaje.
, Jesús Ibáñez denominará perspectiva estructural --en atención al concepto de estructura social- a la
metodología cualitativa basada en el grupo de discusión, y perspectiva distributiva --en atención a su diseño- a
la metodología cuantitativa cuya aplicación más general será la encuesta estadística (1979, p.l3)
3 Una investigación en una prisión fue autorizada por una psicóloga que conocía la importancia de la
confidencialidad en una técnica como la entrevista. A pesar de ello, quiso estar presente. Al negársele esta
posibilidad, redujo el tiempo de la entrevista a 30 minutos previa "autorización" del guión. ¿Acaso no es relevante
la información que se desprende de este hecho?
4 La conversación es el dispositivo con mayor fuerza de implicación para los sujetos que participan en ella.

Jesús Ibáñez, en su último libro, El regreso del Sujeto, recoge, en un breve capítulo: «Prohibido conversar», el
PRder subversivo de la conversación, proclamando que Una revolución es ulla inmensa conversación: un rescate
del ser de las garras del valor. Y, ya en un plano microsociológico, añade las verdaderas razones que se ocultan
para evitar la conversación, dado que quien conversa ha de mostrar, además de una voluntad de entendimiento,
altura para vencer el vértigo de la simetría: Lo que está prohibido por impresentable es: la relación reflexiva,
la relación simétrica, la relación transitiva con lo inmediato por semejanza.
'.En este mismo capítulo desarrollaremos el término significado.
6 Sobre la polémica Hecho y Valor, ver anexos 1.14, 1.16 y 1.17.

7 Ver el excelente texto de Enrique Santamaría, La incógnita del extraño.

R En relación con estos temas, y por la excelente pluralidad de metodologías ell su planteamiento, véase el

libro de Silveria Agulló Tomás, Mayores, actividad y trabajo en el proceso de envejecimiento y jubilación.
" Es muy interesante revisar las posiciones teóricas que se han experimentado respecto a la violencia de género,
desde la supuesta patología del sujeto violento (no con su jefe o con un compañero de trabajo aficionado a
contradecirle), pasando por los agentes externos: alcohol, estrés, hasta las teorías de la personalidad y el amor
cortés, siendo la perspectiva de género la teoría con mayor capacidad explicativa, pero con menor uso experto,
a pesar de ser un hecho recursivo el género de las víctimas, la particular relación afectiva que se registra con el
selectivo agresor y el ámbito donde se produce.
• 10 Cristina Borderías y Cristina Carrasco se han ocupado con éxito, sobre la redefinición de categorías que

ri),~ecían inmutables. Ver CARRASCO, C. (ed.) (1999). Mujeres y economía. Barcelona, Icaria. I
11 Los_trabajos de Cristina García Sainz apuntan en esta dirección, con su tesis doctoral titulada Carga global

d~ trabajo.
t I~ En su libro Sociedades de cultura, sociedades de ciencia. Ensayos sobre la condición moderna, nos muestra
muy "bien cómo aprendemos a aprender y nuestra posibilidad de pensar en nuestras formas de conocer.
1] Una corriente que se ocupa de la validación del actor social como foco de análisis es la fenomenología: en

sentido amplio designa una tradición de las ciencias sociales preocupadas por las referencias por las que el sujeto
guía sus acciones.
14 Las teorías del mundo de la vida representan la veta que inspiró a Jürgen Habermas (en su división de la

producción simbólica y la producción material), así como a Bertrand Husserl para su teoría de la constitución
de la experiencia dentro del contexto de la cotidianidad. Las teorías del mundo de la vida plasman en la

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fenomenología una traslación de lo cotidiano al campo teórico de las ciencias sociales, especialmente con Mauricc
Merleau Ponty y Alfred Schütz.
" Los marcos de sentido de Erving Goffman se ven claramente en su texto La prc.lelltacióll de la persona
en la vida cotidiana.
lb Las repeticiones de la acción se observan muy bien a partir de los hábitos. El concepto de hábito alcanzó

una gran potencia explicativa a partir de Pierre Bourdieu. Para el sociólogo francés, los hábitos no sólo se definen
a partir de las rutinas o de las prácticas cotidianas que marcan diferentes estilos de vida. SIno' que remiten a una
estructura cognitiva. Ver Anexo 1.9.
17 Ver Lengua y Habla en el Anexo 1.12.

18 Roland Barthes, en su lección inaugural de ingreso en la cátedra de Semiología, insiste en la posibilidad de

escapar a las reglas que impone la lengua hasta denominarlaJ(lscista, porque es imposible decir de "otro" modo.
Los malabarismos para mencionar algo nuevo y 'propio se expresan deliciosamente en el texto sobre el Discurso
amoroso. De los ejemplos descritos en estas páginas da cuenta La 1ll'eIltllrll semiológica (1990), Barcelona,
Paidós. pp. 61 ss.
19 Las identidades sociales contemporáneas tienen en la fábula de la opulencia uno de sus significados más

notables, como ha desarrollado Miguel Marinas en La fábula del bazar. Orígenes de la cultura del consumo.
20 Pregunta formulada en un cuestionario a pacientes con trastorno alimentario, dentro de una investigación
sobre educación en la salud, financiada por un departamento de endocrinología.
" Los trabajos sobre inteligencia artificial se han centrado en tomar el cerebro humano como un gran
computador, intentando sintetizar en un ordenador procesos de información. Si una máquina ha conseguido ganar
al ajedrez, le resultará extraordinariamente complejo algo muy sencillo para nosotros (reconocer a quien
esperamos entre una multitud). Almacenar y clasificar un gran volumen de conocimiento nos lleva a pensar en
la mente. el lenguaje y el proceso de información de los sujetos. Recomendamos a algunos autores empeñados
en seducir al lector gracias a su forma de escribir. Roger Penrose, La I/l/em mente del emperador (1991); Murray
GelI-Mann, El quark y el jaguar. Aventuras de lo simple y lo complejo (1998); Humberto Maturana, El tÍ/bol
del conocimiento (1990); Roger Schank, The Connoisseur's Cuide to the Mind (1991); Nicholas Humphrey,
Una historia de la mente (1995).
22 Anthony Giddens plantea que las constricciones en los sistemas sociales son visibles gracias a las prácticas
sociales: las acciones son a pequeña escala un reflejo de los sistemas sociales. Las acciones que los individuos
emprenden son estructuras inherentes, pero la misma estructura que "te" constriñe también "te" habilita
socialmente. Giddens trata la reproducción social como una condición misma del sistema social en La constitución
de la sociedad. Bases para una teoría de la estructuración.

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