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IMPACTOS TERRITORIALES EN LA DÉCADA DEL 1990

Las transformaciones estudiadas sobre la década de 1990 dieron origen a dos procesos interrelacionados:
la modernización-integración selectiva de ciertos actores sociales, actividades, áreas y redes, y el deterioro-
marginación-exclusión de otros.

1. La modernización-integración: las inversiones en minería y combustibles, la producción agropecuaria exportadora,


las empresas industriales transnacionales y de servicios, el comercio e infraestructura del sector inmobiliario y el
turismo destinado a los sectores de ingresos más elevados fueron algunos de los ejemplos de los denomina dos
territorios selectivos, cuyos capitales eran de origen extranjero. Estos generaron segmentos del territorio que se
modernizaron según los patrones económico-territoriales del momento. Un claro ejemplo lo constituyeron los
ramales privatizados del ferrocarril de carga en la región pampeana que permitió la articulación de las zonas
"sojeras" con los puertos de aguas profundas para la rápida salida de la producción al exterior.
2. El deterioro-marginación-exclusión: los segmentos territoriales en los que se evidenciaron estas características
fueron "la otra cara" de los impactos de las políticas de la década de 1990. Por ejemplo, algunas áreas en las que se
asentaban empresas estatales u orientadas al mercado interno que se vieron fuertemente perjudicadas por el
cierre de los ramales ferroviarios, la fragmentación del servicio mediante concesiones y el establecimiento del
sistema de peajes en las principales rutas. La década de 1990 constituyó el escenario temporal del regreso de las
grandes ciudades al rol protagonice en términos de crecimiento, inversiones y concentración económica. La
profundización del modelo neoliberal volvió al "centro de la escena" a las grandes ciudades. La mayor parte de los
esfuerzos que se dieron durante la década de 1980 por desconcentrar las actividades económicas y expandirlas
hacia nuevas áreas geográficas perdieron vigor, dado el retorno y el refuerzo de las desigualdades territoriales.
3. El empobrecimiento de las economías regionales: Las medidas implementadas desde 1991 —entre las que se
encuentran la apertura externa, la inserción acelerada de la economía en el sistema financiero internacional y la
ausencia de regulación estatal— transformaron la dinámica de las economías regionales. La mayoría de la
producción había estado dirigida al consumo interno. El noreste proveía de yerba mate, tabaco, algodón en fibra,
frutas tropicales y tanino; el noroeste enviaba frutas, vinos, azúcar y hortalizas, además de petróleo y gas; la región
de Cuyo se especializaba en vinos, frutas, hortalizas y petróleo; y el área patagónica ofrecía productos de la pesca,
lana y una amplia gama de frutas y combustibles líquidos y gaseosos. El sistema de precios dependía de la dinámica
de consumo local y de la intervención reguladora del Estado a través de la fijación de precios mínimos y pautas de
comercialización, y el sobrante del mercado interno era lo que se exportaba. Pero a partir de la fecha antes
mencionada, el sector externo se constituyó en el principal demandante de la producción y los precios de
comercialización eran establecidos por los mercados internacionales. Esta situación supuso una gran
transformación de las producciones regionales mediante una modernización productiva para lograr su inserción en
el mercado. Sin embargo, dicha modernización sólo pudo ser llevada a cabo por los grandes productores o grupos
económicos nacionales o extranjeros. Los pequeños productores, en su mayoría, quedaron excluidos de este
proceso, al no contar con los recursos ni con el acceso al crédito para adecuarse al nuevo perfil productivo y
tecnológico. A partir del 2002, con la devaluación, se dio un crecimiento productivo en las economías regionales
vinculado a una mayor demanda interna y externa. Sin embargo, ello no se tradujo en una mejora para todos los
sectores que participaban de las economías regionales: se acentuaron las tendencias existentes, en las que los sec-
tores más modernos se beneficiaron con ese crecimiento.
4. Desempleo y subocupación Hasta mediados de la década de 1970, la Argentina era un país sin grandes problemas
de empleo. Desde entonces a la actualidad, el desempleo, el deterioro de las condiciones de trabajo y los salarios
bajos han sido características constantes de la economía del país. Con el inicio del Plan de convertibilidad, la
desocupación bajó a 6% en 1991. Desde entonces mostró una tendencia creciente, llegó a 16,6% y a 17,3% en 1995
y 1996, respectivamente, a causa del efecto tequila. Esto significa que, para 1996, cada 100 personas de la
población económicamente activa (PEA), 17 se encontraban sin empleo. Con la crisis del 2001, la desocupación
alcanzó el 18,3%.

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