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Lo normal que suceda con la culminación de un proceso es que sea mediante una
sentencia independientemente de su sentido; cuando no ocurre así estamos frente a
una forma anormal, excepcional y extraordinaria. El Código General del Proceso
destina el libro Primero, Título Único, en los Art. 312 a 317 a tipificar la terminación
anormal del proceso, estas son transacción, desistimiento y desistimiento tácito, las
cuales tienen cabida en todo tipo de proceso o actuación de cualquier naturaleza, por
ser generales. Sin embargo, existen muchas otras formas típicas diseminadas en
distintas partes del estatuto, que tan solo operan para el caso en que específicamente
se le ha contemplado, como la inexistencia o pleito pendiente, muerte de un cónyuge o
la reconciliación en divorcios, el pago dentro de proceso ejecutivo, entre otros.
La figura del desistimiento tácito era antes consagrada como perención en el CPC de
1970, la cual fue derogada por Ley 794/03. Para llenar el vacío de su eliminación, es
incorporada como tal en la Ley 1194/08 a modo de “reforma”, lo cual el autor
desestima dado que ya estaba derogada. El CPG deroga el art. 346 del CPC y sustituye
su regulación de manera más completa al crear una segunda modalidad del
desistimiento tácito, la cual no es nada diversa a la reimplantación de la derogada
perención, pero distinta a la del numeral primero en la que proviene del juez.
El 2° numeral del desistimiento tácito, Art. 317 del CGP, tiene un alcance importante,
puesto que basta la constatación objetiva de que el proceso estuvo inactivo en
secretaría del despacho ininterrumpidamente (sin actuación del juez ni de la parte
demandante) por un lapso superior a un año (o de dos cuando existe sentencia
ejecutoriada a favor del demandante o auto que ordena seguir la ejecución) y no se
debe buscar responsable de su paralización para que el juez esté obligado a declarar
de oficio su terminación, perdiendo así su competencia para adelantar la actuación.