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UNIDAD II INTELIGENCIA Y RACIONALIDAD PRÁCTICA

La inteligencia como lo distintivo de la persona y su diferencia con


computadores y animales
Introducción

Es frecuente oír hablar de “inteligencia artificial” y de “inteligencia animal”, tanto en el


ambiente común como en el ambiente académico y científico. Algunos intelectuales vaticinan
que muy pronto los ordenadores podrán “pensar” como los seres humanos y tomar sus
propias decisiones; y existen filosofías que defienden la igualdad entre seres humanos y
animales, aduciendo que estos últimos también poseen inteligencia. ¿Podrá ser verdad lo que
sostienen unos y otros?

Detrás de estas posiciones hay presupuestos no comprobados empíricamente ni demostrados


racionalmente.

Los defensores de la inteligencia artificial asumen “a priori” que “conocer” se reduce precisa y
exclusivamente a una compleja actividad neurológica (y por tanto, exclusivamente material)
que puede llegar a ser descubierta por el hombre e imitada por las máquinas del futuro. Pero
tal reducción del conocimiento a procesos materiales implica contradicciones que esos mismos
defensores no son capaces de resolver; entre tales contradicciones, y quizás la mayor, se
encuentra la desaparición del sujeto de conocimiento.

• Por su parte, los patrocinadores de la igualdad entre hombres y animales, fundan sus
argumentos en una significación muy restrictiva del término “inteligencia”: identifican
“inteligencia” y “sentidos internos”, como explicaremos en el transcurso de esta
sesión. Partiendo de este supuesto, parece evidente que los animales poseen
“inteligencia”, puesto que poseen imaginación y memoria (al menos, los animales con
más desarrollo neuronal). El problema de este modo de pensar es que yerra en el
concepto de inteligencia.

• Para desarrollar y responder cabalmente a estas cuestiones será preciso atender a la


realidad del conocimiento humano y animal, aclara qué es conocer, quién conoce y
qué diferencia existe entre el conocimiento humano y el conocimiento animal.
I. ¿Puede existir una inteligencia artificial?

2.1 La cuestión

Algunos estudiosos del cerebro y de la cibernética (como Paul Fayerabend, Alan Turing
o Mario Bunge) consideran los hechos mentales como efectos o propiedades de la
materia, fenómenos altamente sofisticados de la materia.

Dado que, de hecho, los ordenadores pueden generar productos de cálculo,


ordenamiento de frases, búsquedas, etc., semejantes a los resultados de las
operaciones mentales humanas, se vuelve sugestiva la idea de que la inteligencia
humana puede ser simulada en su totalidad por las ordenadoras.

Para esta posición el cerebro no es más que un ordenador, que en vez de circuitos
eléctricos está constituido por neuronas, proteínas y demás elementos bioquímicos.
Por consiguiente, el ordenador podrá llegar a ser –cuando la tecnología lo alcance- lo
mismo que un cerebro humano, pero formado por circuitos eléctricos y metales varios.
Llegará un día –piensan algunos- en que las máquinas serán verdaderas inteligencias
autoconscientes, podrán saber qué es lo que hacen y por qué lo quieren hacer (Cf.
Luis Ruiz de Gopegui).

Pero ¿es posible llegar a formar inteligencias artificiales a partir de meros


componentes inertes?

Si queremos tener un mínimo de fidelidad a la realidad, debe responderse que no: una
verdadera “inteligencia artificial” hecha por el hombre es simplemente imposible.
Postular lo contrario muestra un profunda ignorancia de lo que es el conocimiento.

No se debe identificar el conocimiento con los “productos externos” del conocimiento;


estos productos pueden ser imitados (hasta cierto grado) por las máquinas, pero lo
que nunca podrá darse es que las máquinas sean capaces de conocer, ni siquiera a
nivel sensitivo. Y si no son capaces de conocer, mucho menos lo serán de entender y
de pensar.

2.2 ¿Qué es conocer?

Existen diversas modos de conocer: ver, oír, imaginar, recordar, entender, etc. Todos
los modos de conocimiento tienen ciertas características comunes:

En primer lugar, es una operación, una actividad, una acción de un sujeto.

Un ente (una cosa, una planta, un animal, el ser humano) puede realizar diversas
operaciones de acuerdo a su propia naturaleza; por ejemplo, la planta puede “crecer”,
el fuego puede “quemar”, una bacteria puede “reproducirse”, un albañil puede
“construir”, etc. Crecer , quemar, reproducirse, construir… son algunas operaciones de
los entes. El conocimiento es también una operación.

En segundo lugar, el conocer es una operación inmanente al sujeto que conoce :


Una acción inmanente es aquella cuyo término queda dentro del sujeto (por
ejemplo, de la acción de ver resulta algo en el sujeto que ve, no en la cosa que es vista;
en este ejemplo lo que resulta es la visión).

2.3 ¿qué es lo que queda en el sujeto cuando éste conoce?

Al conocer una cosa, queda en el cognoscente “algo” de la cosa conocida: cuando uno
conoce cualquier cosa o ser, se “apodera” de algo de esa cosa. Cuando veo, oigo,
gusto… un objeto, cuando recuerdo, pienso, entiendo… me he quedado con “algo” de
aquello que veo, oigo, gusto, etc. Por ejemplo, al ver una manzana me he quedado con
su color y con su figura; al acariciar un conejo pequeño, me quedo con la suavidad de
su pelaje.

Podemos afirmar que el conocimiento (todo tipo de conocimiento) es una especie de


“apoderamiento”, es una “captación” (captar significa “tomar”, “agarrar”, “capturar”).
Por eso, al conocimiento se lo ha descrito analógicamente como una “aprehensión”
(aprehender significa tomar, agarrar, coger), una “posesión” .Se trata por cierto de un
“apoderamiento” muy original, porque me quedo con algo de la cosa conocida, sin
quitarle nada a esa misma cosa.

2.4 ¿Qué es lo que queda en el sujeto cognoscente cuando éste conoce?

Queda una “semejanza” de la cosa conocida. Aristóteles describe esta “semejanza


cognoscitiva” como la semejanza que deja un sello sobre la cera blanda. Por este
motivo, el conocimiento ha sido descrito como cierta “asimilación”.

Ahora podemos comprender que, cuando el sujeto cognoscente conoce, dicho sujeto
realiza cierta “captura de una semejanza” de la cosa conocida. De aquí que el
conocimiento se haya designado como una especie de “presencia” y de
“identificación” entre el cognoscente y lo conocido. Así describe Aristóteles el acto
cognoscitivo: al conocer en acto “el cognoscente en acto y lo conocido en acto son uno”
(Aristóteles, De Anima).

Sin embargo – y esto es lo absolutamente peculiar del conocimiento- la presencia o


asimilación cognoscitiva no es ‘física’, es decir, no se realiza –ni se puede realizar-
tomando la materia ‘natural’ de la cosa conocida. Este dato es evidente, no puede de
otro modo, porque si al captar lo ‘blanco’ de la pizarra, tomáramos también su materia
concreta, nuestra mente se volvería ‘de madera’ o ‘de plástico’ (o del material que
fuese la superficie de la pizarra), o por lo menos, se volvería blanca. Si al ver un
elefante, tomáramos el color y la figura en su materialidad concreta, nuestro cerebro
debería volverse como ‘piel de elefante’ o como el elefante mismo.

Por ejemplo: cuando un hombre está oyendo un concierto ¿dónde está la audición?
¿En el tímpano o en alguna neurona o en algún sector del cerebro? Lo que un médico
o neurólogo encontraría en cualquiera de estas partes sería movimientos, impulsos
eléctricos o conexiones químicas, pero no podría encontrar la audición de ese hombre,
porque el “oír la música” no es una alteración física (aunque la requiere), sino una
presencia no física de una realidad material.
2.5 ¿Quién conoce?

La respuesta definitiva a los defensores de la inteligencia artificial es ésta: por muy


fino, rápido y preciso que sea un sistema de ordenador, nunca jamás realizará ni una
sola operación cognoscitiva porque no es un sujeto cognoscente.

Para que pueda darse conocimiento se requiere de un sujeto, esto es, de un ente que
sea algo más que mera materia, que pueda justamente hacerse presente la semejanza
no física de una cosa

Cuando un ordenador con cámara de video transmite las imágenes captadas hasta la
pantalla, ¿quién está viendo las imágenes transmitidas? ¿la cámara?, ¿la pantalla?,
¿los cables o la memoria de bites del ordenador? Claramente nada de esto, sólo el
sujeto que está mirando la pantalla: el hombre o el animal.

Cuando un ordenador da el resultado de complejísimas operaciones matemáticas


¿quién ha entendido todo el proceso?, ¿quién capta el significado del resultado? ¿Se
puede decir que el que entiende es el programa del ordenador?, ¿o el disco duro
donde está el programa? Ni uno ni otro entiende, sino el que ha diseñado el programa
y el que ingresa datos y recibe los resultados: sólo el sujeto puede conocer el qué y el
para qué.

Lo propio del sujeto es que sus acciones son “subjetivas”, es decir, que quedan en un
“dentro” imposible de captar más que por el sujeto mismo que las realiza. Cuando
organizo mentalmente las tareas del día, o estoy viendo una escena de teatro, nadie
puede ver ni oír ni medir mis pensamientos o mi visión con ningún aparato, mientras
yo mismo no lo diga o lo manifieste con alguna conducta.

Y lo propio de la subjetividad del sujeto cognoscente es que requiere algún grado de


“autoconciencia”, esto es, de capacidad de autosentirse o autoentenderse: una cierta
diferenciación entre uno mismo y el objeto que se está conociendo. Esto es ser
“sujeto”.

“Una cosa es la visión (operación de un ser vivo) y otra diferente es el objeto visto (un
árbol), pero ver el árbol como algo externo a mí, independiente de mi acto visual
supone una especie de media vuelta desde la sensación al objeto que la provoca, y
esta función es tan ajena al sistema nervioso que los neurólogos ni siquiera se la han
planteado como algo que corresponda a su campo de investigación”. (Ayllón, 2011, p.
35) .

En definitiva, puede demostrarse que una máquina nunca será capaz de conocimiento
porque la mera interconexión u organización de las partes no transforma a la
materia en sujeto.
II. Los animales ¿tienen inteligencia?

2.1 La cuestión

Ya hemos visto que los seres inertes no pueden conocer en modo alguno, porque
no son sujetos de conocimiento, en cambio, encontramos entre los seres vivos,
algunos que sí pueden conocer: los animales y el ser humano.

Podemos comprobar por experiencia que los animales conocen, de otro modo no
podrían sobrevivir. Por ejemplo: un león necesita carne para vivir, pero no podría
comer carne sino caza primero a su presa y para cazarla debe perseguirla, ¿y cómo
podría perseguir a una gacela, si no la ve o la oye? . Todas estas operaciones: ver,
oír, oler, guardar una imagen… son modos de conocimiento, son formas de
conocer presentes en los animales y en el ser humano.

Sin embargo, el pensamiento clásico occidental ha captado una diferencia esencial


entre los animales y el ser humano: la conducta de los hombres manifiesta un
modo distinto de enfrentar la realidad, en comparación incluso con los primates
físicamente más parecidos al ser humano, manifiesta un modo distinto de conocer.

Aunque los animales pueden captar la realidad material mediante sus sentidos, no
parecen ser capaces de pensar, ni de comunicarse mediante un lenguaje abstracto.
Por el contrario, en su lenguaje, en su modo de captar la realidad, en su conducta
libre, el ser humano descubre en sí mismo una capacidad cognoscitiva distinta: la
razón (también llamada inteligencia).

Actualmente, no obstante, se ha vuelto común la idea de que los animales


también poseen inteligencia, puesto que manifiestan continuamente acciones que
parecen dirigidas por una racionalidad interna hacia un fin. Por nombrar algunos
hechos: la tela de las arañas, el panal de las abejas, la represa que construyen los
castores, y un largo etc. parecen manifestar en el animal no humano la presencia
de una racionalidad directiva de sus actos.

2.2 ¿Qué se debe sostener, entonces?

Se hace cada vez más extendida la opinión de que en los animales no humanos
también hay inteligencia, menos evolucionada quizás, pero específicamente no es
la misma que hay en el ser humano. Se piensa que entre el modo de conocer del
animal y el modo de conocer del ser humano no existe una diferencia esencial,
sino sólo una diferencia de grado.

La respuesta a esta pregunta depende de lo que se entienda por “inteligencia”.


Si por “inteligencia” entendemos la capacidad de reaccionar adecuadamente
frente a los estímulos del medio en orden a mantener la supervivencia propia y de
la especie, entonces debe decirse que en los animales sí existe inteligencia.
En cambio, si por “inteligencia” entendemos la capacidad de captar y de expresar
qué es y por qué es cada cosa que existe (con independencia de nuestra
supervivencia o la de la especie), entonces la inteligencia es, en el Universo físico,
una capacidad exclusiva del ser humano. Ahora bien, en este último sentido se ha
entendido que el hombre es “animal racional”: la razón o inteligencia (el “nous”,
“logos” o “dianoia” de los filósofos griegos) es aquella cualidad específica del
hombre, que lo distingue de los demás animales.

El diverso modo de ser y de conocer del hombre respecto del animal se manifiesta
en una diversidad de aspectos que el animal es incapaz de alcanzar: la libertad, la
técnica, el lenguaje abstracto, la organización política, el arte, la religión, la moral
son dimensiones de la vida humana que solo son posibles gracias a una capacidad
cognoscitiva superior a la de los sentidos.

2.3 El conocimiento sensitivo es acto de los sentidos

Para demostrar más claramente la diferencia entre el conocimiento de los


animales y el del ser humano, vamos a estudiar con cierto detalle ese modo de
conocimiento común a hombres y animales que hemos llamado “conocimiento
sensitivo”, es decir, el conocimiento que se realiza mediante los sentidos.

Es un dato de experiencia que las facultades sensitivas (es decir, los sentidos)
están en órganos corpóreos: para ver usamos ojos, para oír, oídos, etc. De manera
que el conocimiento sensitivo es acto del sujeto viviente (pues quien conoce es, a
fin de cuentas, el sujeto viviente), es acto del alma (pues de ella emana toda
operación vital) y acto de un órgano (el del sentido correspondiente): es una
operación del alma y del cuerpo a la vez.

Todo conocimiento sensitivo requiere alteración orgánica. Para captar


sensitivamente algo, deben ser inmutados físicamente los correspondientes
‘receptores’ de cada sentido. Para ver, la luz debe alterar (inmutar) los bastoncitos
y los conos de los ojos, y debe realizarse todo el proceso cerebral correspondiente;
y de modo parecido sucede con todos los otros sentidos.

Lo que el sujeto genera en y por su conocimiento sensitivo es la imagen, esto es,


una semejanza particular de las cualidades sensibles de un objeto. La imagen es lo
que resulta del proceso cognoscitivo sensible, aquello “por lo cual” conocemos lo
que sensitivamente conocemos.

Del hecho de que el conocimiento sensitivo sea acto de un órgano se siguen,


lógicamente, varias consecuencias:
El conocimiento sensitivo se refiere siempre y necesariamente a cosas
‘materiales’, porque lo inmaterial no inmuta por sí mismo a los sentidos. Se
puede ver el color de una pizarra, oír el ladrido de un perro o sentir su olor,
pero no se puede ver ‘la libertad’, ni se puede oír ni tocar la ‘generosidad’, ni
siquiera se puede ver ni oír ni oler la propia alma.

Para expresarnos con más precisión se debe decir que el objeto propio de los
sentidos son las cualidades accidentales de las cosas materiales. La vista
sólo capta colores (y derivadamente figuras y movimiento), el oído sólo capta
sonidos (y derivadamente tiempo, distancia y movimiento), el gusto, sabores;
el olfato, olores y el tacto, diversas cualidades físicas como la textura, la
temperatura, la resistencia, etc.(y derivadamente movimiento, cantidad,
espacio…). Pero el color, el sonido, el olor, el sabor, la textura, la
temperatura, el movimiento, la cantidad, el lugar, el tiempo, etc. no son la
substancia, ni la esencia de nada, son meros accidentes materiales.

Por último y por la misma razón, la imagen se genera “según las condiciones
singulares de la materia”: la imagen expresa las cualidades del objeto ‘al modo de un
individuo’, no de manera universal. Es cierto que esa forma no tiene la materia física
que posee en la realidad (el color blanco de la pizarra, visto por mis ojos no posee la
materia física que tiene en la pizarra misma, y según este aspecto, es una forma
‘desmaterializada’, sin materia física), pero como el conocer por los sentidos es acto de
un órgano, la forma se encuentra necesariamente ‘individualizada’ y manifiesta las
condiciones de los objetos materiales ‘individuales’.

Ej.: al ver el blanco de la pizarra veo ‘ese’ blanco particular y no ‘todo lo blanco’ ni la
blancura misma; si oigo ladrar a un perro (o varios perros), oigo a ‘ese’ perro (o perros)
concreto(s), individual(es), particular(es); y así sucede con los demás sentidos. Y tiene
que ser así porque sólo ‘este blanco’ concreto, ‘este’ ladrido concreto puede afectar
mis órganos. La ‘idea’ de ladrido o la ‘idea’ de perro o la idea de ‘blancura’ en cuanto
tal no pueden afectar mis órganos, porque no tienen materia física.
2.4 Sentidos externos e internos

Los sentidos son 9: 5 externos y 4 internos, todos ellos tienen parte en la elaboración
de una imagen completa

a) Los sentidos externos

Reciben la información del mundo material exterior o de la propia corporeidad.

Requieren de la estimulación física de sus receptores (o de su respectivo sistema


neuronal)
Aportan la información que será elaborada por los sentidos internos.

Facultad Operación Objeto propio

TACTO Palpar, sentir, tocar (en general, Textura, temperatura,


actividades táctiles externas o internas) resistencia…
GUSTO Gustar, saber, saborear Sabor

OLFATO Oler, olfatear Olor

OÍDO Oír, escuchar Sonido

VISTA Ver Color

b) Los sentidos internos

Reciben, retienen y elaboran la información captada por los sentidos externos.No


tienen receptores externos, sino que, en general, sus órganos corresponden a
determinadas zonas del cerebro.
Facultad Operación Objeto propio
Sensorio Común Recepción y relación de sensaciones
externas y conciencia sensible Las sensaciones unificadas
(percepción)
Imaginación Retención de las percepciones,
representación de la imagen,
La imagen retenida
formación de nuevas imágenes
(imaginación creativa)
Estimativa Recepción (o captación) de las Conveniencia o
(Cogitativa) intenciones no sentidas. (intentiones inconveniencia de lo
insensatae) imaginado
Memoria Retención de las intenciones no
La imagen completa, con su
‘significado vital’ y situación
sentidas
temporal y espacial

CONOCIMIENTO SENSITIVO CONOCIMIENTO INTELECTUAL

•Proviene de los sentidos externos e • Proviene de la inteligencia (o razón)


internos.
•Su acto es el conocer sensiblemente • Su acto es el entender.
(ver, tocar, oír, imaginar, etc.)
•Termina en la formación de la imagen • Su actividad da como fruto la formación
completa. del concepto (o idea)
•Su objeto son las cualidades sensibles. • Su objeto es la esencia de las cosas.
•Su alcance se limita al mundo de lo • Su alcance llega a lo material y a lo
material. inmaterial.
•Conocimiento superficial, porque sólo •Conocimiento profundo, porque se
capta características sensibles de las refiere a la esencia de cada cosa
cosas.
•La imagen refleja lo particular e • El concepto es universal.
individual.
•Orientado directamente a la vida • Orientado directamente al
práctica. conocimiento de la verdad, e
indirectamente a la conducta práctica.

III. Integración del conocimiento sensitivo e intelectual en el ser humano

Habiendo estudiado un poco lo que es la inteligencia y lo que son los sentidos, se


puede afirmar que no hay inteligencia en los animales (al menos, asumida en el
estricto sentido de la palabra). También se puede evidenciar que en el ser humano se
encuentran ambos modos de conocimiento.
La pregunta ahora es ¿cómo se integran entre sí?, ¿se trata de dos procesos paralelos
sin conexión alguna?

Manifiestamente, el conocimiento sensitivo y el intelectual tienen una conexión real:


el sujeto humano cognoscente. Es un mismo e idéntico hombre el que conoce
mediante los sentidos y el que conoce mediante la inteligencia. Y como ya hemos visto
que el hombre es una unidad substancial (y no un agregado de sustancias), también
podemos mostrar que en la vida de cada persona, ambos modos de conocimiento se
integran y se necesitan.

¿Cómo puede cada uno poblar su mente de ideas, de proyectos, de recuerdos, de


propósitos?, ¿cómo llega el hombre a conocer las cosas? Parece clara la respuesta:
mediante el conocimiento de los sentidos. Los sentidos son la ventana por la que el ser
humanos se conecta con el mundo, el primer contacto de la persona humana con la
realidad; para llegar a formar sus conceptos, el hombre requiere primero, como
condición de posibilidad, la formación de imágenes.

Gracias a su inteligencia el hombre puede “iluminar intelectualmente” las imágenes


formadas y abstraer lo esencial. Mediante la operación de la “abstracción” cada
persona deja aparte los aspectos accidentales y meramente sensitivos de la cosa
percibida, y se queda con “lo que la cosa es”, formando así un concepto universal de
esa cosa.

Al formar los conceptos, la inteligencia puede elevarse desde lo material al


conocimiento de la existencia de lo inmaterial (por experiencia o por relación causa-
efecto). Por su capacidad intelectiva, el hombre puede llegar a conocer la existencia de
Dios, la esencia de su alma y de las dimensiones no materiales de la realidad.

La relación entre imagen y concepto en el ser humano, entre sentidos e inteligencia, la


expresa claramente Tomás de Aquino mediante una analogía “la imagen se relaciona
con el entendimiento como el color con la vista” (Suma Teológica 1, q. 75, a.2, ad 3um).
Esto significa: así como para ver, necesitamos que exista un objeto coloreado, de
manera semejante, para entender necesitamos que exista una imagen “a partir de la
cual” entender la cosa de la cual es la imagen

La manzana real que estoy viendo no es mi acto de “ver la manzana”, pero sin
manzana real (u otro objeto que refleje la luz) no puedo ver nada.
De manera análoga, la imagen desde la que abstraigo el concepto, no es mi
concepto ni mi acto de entender, pero si primero no tengo alguna imagen de
manzana no puedo llegar a formar el concepto de manzana y llegar a
entenderla.

RESUMEN

Se puede concluir que no hay inteligencia en los animales (al menos, asumida en el
estricto sentido de la palabra). También se puede evidenciar que en el ser humano se
encuentran ambos modos de conocimiento.

Se puede evidenciar que en el ser humano se encuentran ambos modos de


conocimiento: el conocimiento sensitivo y el intelectual tienen una conexión real en el
sujeto humano cognoscente. Es un mismo e idéntico hombre el que conoce mediante
los sentidos y el que conoce mediante la inteligencia. Y dado que el hombre es una
unidad substancial (y no un agregado de sustancias), también podemos mostrar que
en la vida de cada persona, ambos modos de conocimiento se integran y se necesitan.

Los sentidos son la ventana por la que el ser humanos se conecta con el mundo, el
primer contacto de la persona humana con la realidad; para llegar a formar conceptos
el ser humano requiere del proceso de formación de imágenes.

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