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LA CONCIENCIA Y EL ALMA, ¿SE PUEDEN INVESTIGAR DESDE LA CIENCIA?

Una persona dedicada a la ciencia, como simple ser humano tiene la


posibilidad y el derecho de pensar acerca de la conciencia y el alma.
Cualquier individuo puede especular acerca de estos temas, o tener de los
mismos una aproximación filosófica.
Pero un enfoque desde la Física, es algo completamente diferente.
Allí se plantea un gran desafío, y nos conduce de la mano tal vez a tener un
concepto diferente de la esencia de lo que es vida, y de una serie de
fenómenos que se ligan de alguna manera con la mecánica cuántica.
Tal vez una de las pocas personas en el mundo que es capaz de lograr una
síntesis semejante, es el Doctor Massimo Teodorani, astrofísico de Bolonia,
Italia. Distinguido miembro del UAPSG-GEFAI.
El Dr.Teodorani fue entrevistado por la periodista Anna Biason para la
revista Evideon, quien le planteó interrogantes verdaderamente difíciles y
desafiantes, y que tuvo --a mi entender-- respuestas brillantes de parte del Dr.
Teodorani.
Por esa razón, he considerado pertinente compartir este reportaje al Dr.
Teodorani en las páginas de este blog de nuestro Grupo. Porque una
adecuada visión científica nos pemite ver que todo lo que parece disperso o
diferente, sin embargo está vinculado, relacionado.
He aquí el reportaje en traducción exclusiva del italiano al español, para que
nuestros lectores puedan aprovecharlo.inión de un sta a Massimo
Teodorani
Opinión de un Astrofísico

Entrevista a Massimo Teodorani


Por Anna Biason

¿De qué manera la física cuántica está en


condiciones de explicar la conciencia?

La física cuántica entra en el estudio del cerebro y


por tanto de la generación de los procesos de
conciencia, gracias al modelo conjunto del
famosísimo físico-matemático británico Roger
Penrose, de la Universidad de Oxford y del
anestesiólogo estadounidense Stuart Hameroff de la
Universidad de Arizona. La hipótesis que en los
últimos tiempos está adquiriendo mayor fuerza y
credibilidad en los ámbitos académicos, afirma que
los procesos de conciencia s deben a las Tubulinas,
proteínas presentes en los Microtúbulos, a su vez
componentes fundamentales del cerebro que
regulan las conexiones entre las sinapsis. En base a
sus propias características peculiares, las tubulinas
constituyen un todo uno a nivel cuántico porque
están vinculadas a la misma función de onda, a partir
del momento en que están íntimamente ligadas entre
si por un estado de “coherencia cuántica”, o sea una
forma de implicación (entanglement) que vincula
localmente entre sí a más partículas. Lo que sucede
en las tubulinas es totalmente idéntico a lo que
sucede con los fotones producidos por un Laser, o
sea que el bloque de tubulinas en estado de
coherencia colapsa espontáneamente (para decirlo
en la jerga de la mecánica cuántica) y de manera
orquestada, como si un solo director controlase el
proceso. La coherencia cuántica en los microtúbulos,
y la de las tubulinas contenidas en los mismos, está
garantizada por el hecho de que las particulares
condiciones de aislamiento de los microtúbulos en el
cerebro, gracias a la mediación de un tipo de “gel”,
les hacen suficientemente inatacables por el
fenómeno de la incoherencia, cosa que destruiría la
vinculación cuántica, y que se verifica cuando un
sistema cuántico se encuentra interactuando con
factores físicos externos.
Llegados a este punto, ¿cómo se forma la
conciencia?

El proceso ocurre sustancialmente en dos fases. En


la primera fase tenemos un “momento inconciente”
correspondiente a la sobreposición cuántica de la
totalidad de los 10 a la 9 estados de las tubulinas en
los microtúbulos, una especia de “limbo de la
conciencia” de brevísima duración. En la segunda
fase tenemos el “momento conciente” verdadero y
propio, correspondiente al colapso de la función de
onda que recogería en sí un único estado cuántico,
la compleja implicación global que une los
microtúbulos en el cerebro: esta segunda fase se
denomina “reducción objetiva orquestada”. El físico
matemático Roger Penrose, explica el proceso de
formación de un dado “momento de conciencia”
como una perturbación espontánea que ocurre al
nivel del “vacío cuántico” o Campo de Planck (10 a la
33 cm) con efectos ya sea cuánticos como
relativísticos. De esa manera, el cerebro no sería
otra cosa que un vector en condiciones de hacer
manifiesta una Conciencia que de hecho se
encontraría “en algún otro lado”. Tanto mayor será la
Energía E = h/t(donde h es la constante de Planck)
asociada a la masa de los microtúbulos (dependiente
del número de los mismos) e: 1) Tanto menor será el
Tiempo con los cuales tendrá luego el Colapso; 2)
tanto mayor será la cantidad de momentos de
conciencia experimentados en el curso de un día.
Promedialmente para un ser humano un “momento
de conciencia” generado por este mecanismo dura
1/60 de segundo, de manera tal de experimentar
cerca de un millón de momentos de conciencia en un
día. De la simplísima ecuación presentada
previamente se deduce que si hacemos extender al
infinito el valor de la Energía entonces
encontraremos que el tiempo T tenderá a cero: esta
sería la “Conciencia de Dios”, o sea un límite
inalcanzable, dado que correspondería a un número
infinito de momentos de conciencia en un tiempo
nulo. El modelo cuántico de la conciencia, que está
imponiéndose preponderantemente sobre el viejo
modelo del cerebro según el cual la conciencia no
sería otra cosa que un proceso puramente eléctrico
surgido de los continuos cambios de energía que
tienen lugar en las neuronas, deja bien en claro un
aspecto: no es en manera alguna posible tener
momentos de conciencia si no existe un vector físico
dotado de la propiedad de coherencia cuántica que
la explique, como por ejemplo el cerebro y los
microtúbulos contenidos en el mismo. Pero en teoría
eso se podría verificar aún por medio de otros
vectores, como por ejemplo un condensado de
Bose-Einstein (un conglomerado de átomos
obtenidos congelando la materia hasta casi el cero
absoluto) y añadiendo un Laser, o quizás aún un
plasma. La idea de que la conciencia, que quizás
podría coincidir con el factor “alma” pueda existir (al
menos como factor activo) totalmente separada de la
materia está desmentida aún por el modelo que el
físico teórico David Bohm presentó respecto del
comportamiento de una partícula elemental, por la
cual es necesario invocar una componente causal y
local sujeta a las leyes normales de causa-efecto
totalmente ligadas a una componente no-local y a-
causal representada del así llamado “potencial
cuántico” (el factor que explica matemáticamente la
naturaleza del fenómeno de implicación –
entanglement--, llamado también de “sincronicidad
cuántica”). Según esta visión científica, por lo tanto,
el factor Conciencia, entendido en su operatividad
tiene absolutamente la necesidad de un vector físico
para explicarlo. En caso contrario queda de cualquier
manera como una especie de “software” con
capacidad de conservar toda la información
adquirida a la espera de un hardware que la ponga
en acción.

¿Cómo se explica el espíritu de manera


científica, y aún religiosa y metafísica?

Diría que el concepto de “espíritu” podría explicarse


adecuadamente con el concepto de potencial
cuántico elaborado por David Bohm, o sea de un
factor no-local por el cual no valen las leyes
normales de causalidad (y por lo tanto aún los límites
impuestos por la velocidad de la luz). Un factor en
grado de “existir” como algo único que abarca todo el
cosmos, donde todas las aparentes fragmentaciones
representadas por las conciencias de varios seres
con sus sentidos, dejan de existir. Nuestro espíritu,
en mi opinión, no es otra cosa que una pequeña
chispa generada por el mismo fuego eterno. Pero
aún en este caso, el espíritu para manifestarse tiene
la necesidad de un cuerpo, de cualquier tipo. Esta es
la razón por la cual existe el mundo físico
propiamente dicho: a fin de permitir al espíritu, a la
conciencia y al alma de explicarse, y por tanto de
obrar de manera que aquello que es en realidad un
depósito no físico de información (sin duda el
espíritu, y con él la conciencia y el alma) funcione
propiamente como un software no local, pueda ser
usado mediante un hardware llamado cuerpo físico o
más generalmente “materia”. Por lo tanto ciertos
nuevos conocimientos que se extienden desde la
física cuántica nos ponen absolutamente en duda las
leyes mecanicistas de la física tradicional –los
modelos matemáticos y las mediciones hechas de
manera repetible al infinito muestran que estas leyes
funcionan extraordinariamente bien –sino que
además abren las puertas a otro mundo (aquel no-
local) que no es alternativo del primero, sino
perfectamente complementario y adherido a éste.
Por lo tanto el problema de la física actual no es el
de quitar absolutamente a la física clásica tradicional
y a la teoría de la relatividad su natural extensión,
sino el de expandirla con un “quid” que por milenios
ha permanecido en las manos de las religiones y de
los pensadores y filósofos metafísicos (por ejemplo,
el “mundo de las ideas” de Platón) o aún la magia.
Todo eso nos muestra cuánto y cómo se ha
extendido, potencialmente, el radio de acción de la
ciencia, la física en particular. Y su objetivo final es
aquel de intentar describir el Universo no sólo como
mapa sino como territorio, no sólo como tratado
epistemológico sino también como disertación
ontológica, donde la materia privada de conciencia o
de un programa que la guíe sería un absoluto
sinsentido. Más aún, las leyes físicas las constantes
mismas de la naturaleza están muy bien
sintonizadas entre sí como para pensar en un
universo ciego o simple fruto de la casualidad.

¿Cómo interactúa el espíritu con la materia?

Aparte de las relaciones matemáticas del


anteriormente citado Bohm que vinculan al espíritu
(o conciencia) interpretado como potencial cuántico
con la materia (la física clásica) y que podría estar
en la base de cuanto se argumentará más adelante,
en la actualidad no existen aún modelos teóricos que
estén en condiciones de explicar de manera rigurosa
y auto-consistente una posible interacción entre el
espíritu (o mente, o conciencia) y la materia. En línea
de principio, el potencial cuántico nos dice que éste
está unido a la materia, pero no explica (por lo
menos no por ahora) de qué modo el mismo espíritu
pueda influir directamente sobre la materia, por
medio de la creación de fenómenos extraños como
por ejemplo la telekinesis, la levitación o el
poltergeist. Ciertamente en algunos laboratorios
serios de parapsicología se ha tenido éxito en
demostrar que en ciertas circunstancias ciertos
fenómenos definidos como “paranormales”
verdaderamente tienen lugar. Pero luego del
resultado, tales
experimentaciones demandan que sobre ellas se
desarrolle un modelo matemático que constituya un
esqueleto. Aún no hemos arribado a ese punto. Más
aún, según los cánones estándar de la ciencia, los
experimentos deben ser repetibles por parte del
cualquier observador en las exactamente mismas
condiciones. Pero en ciertas fenomenologías
extrañas esto no siempre sucede, probablemente a
causa del hecho de que a veces el observador
mismo perturba la realidad observada, según una
mecánica que recuerda indudablemente mucho de
cuanto sucede cuando un observador (o medidor)
intenta estudiar los estados cuánticos como las
partículas elementales. Tengo la impresión de que
para tener éxito en arribar y construir una verdadera
ciencia que describa de manera rigurosa la
interacción entre mente y materia, sea necesario
monitorear simultáneamente ya sea el objeto
observado (constituido del talento psíquico mientras
opera sobre la materia perturbándola) como del
observador que lo observa, y la cuestión llega a ser
complicada aunque en principio no imposible de
resolver. Por lo menos, prescindiendo de ciertas
evidencias experimentales (si bien que ocasionales)
que ya tenemos, sabemos ya como confrontar el
problema antes de resolverlo. Experimentos
efectuados por varios biofísicos muestran que ciertos
efectos de la mente sobre la materia no se verifican
cuando en presencia del talento psíquico que
debería producirlos se encuentran observadores
escépticos, en tanto sucede lo contrario cuando los
observadores son de mente abierta (lo cual no
quiere decir que haya una falta de rigor en la gestión
del experimento)- Algunos investigadores serios,
como por ejemplo el Dr. Dean Radin, sostienen que
la influencia del observador (y por tanto de su mente)
sobre la potencial “fuente mental” de los fenómenos
funciona exactamente como el cásico fenómeno de
la interferencia en física, que puede ser tanto
destructiva como constructiva. La compensación de
tales efectos es de fundamental importancia en la
puesta a punto de futuros experimentos.

¿Qué se sabe del alma?

Seria decididamente deshonesto decir que la física


posee un conocimiento del “factor alma”, aún por las
razones discutidas más arriba. Eso ahora no existe.
No obstante es posible hacer algunas deducciones
decisivamente importantes. Existen recientes
estudios biofísicos sobre el ADN, como por ejemplo
los del biofísico ruso Peter Gariaev, que muestran
que lo que nosotros llamábamos “ADN de descarte”
en realidad podría representar el hilo de Arianna que
conecta el alma al cuerpo. Por otro lado existen
interesantísimos estudios como los del físico teórico
Emilio del Giudice (fallecido muy recientemente)
sobre la coherencia electrodinámica cuántica que
muestran cómo la materia biológica, y en particular
el agua contenida en la misma, no puede sostenerse
sin una “cabina de control” que la gobierne. Se
trataría de un “campo informativo” cuyo objetivo no
es el de transportar energía, sino más bien el de
transportar Información de forma sincronizada a
todas las partículas. Es claramente una estructura de
orden (o bien de coherencia) que acompaña a las
normales estructuras de desorden y caótica típicas
de los movimientos moleculares. Esta cabina de
control estaría representada precisamente por un
campo cuántico electrodinámico coherente al punto
de desatar por su parte campos electromagnéticos
que serían responsables de la cohesión de las
moléculas, al grado de garantizarnos una evolución
coherente. Campos de este género tomarían un
orden no local propio del potencial cuántico (como lo
había definido Bohm). Según tal escenario el
potencial cuántico informaría de manera no-local a la
materia biológica, activando frecuencias precisas del
campo electromagnético atrapado en la materia
(átomos, moléculas, células), el cual crearía a su vez
estructuras coherentes en la materia misma
haciéndole asumir precisas oscilaciones de fase.
Manifestaciones de estos campos electromagnéticos
biológicos son seguramente los llamados
“biofotones”, muchas veces observados en
laboratorio utilizando sensibilísimos
fotomultiplicadores, sobre la base de estudios
iniciados por el biofísico alemán Fritz Albert Popp de
los laboratorios Kaiserlautern y luego proseguidos
por otros, como por ejemplo el ya citado Gariaev.
Llegados a este punto, ¿qué cosa es exactamente el
alma? Aún no lo sabemos, pero podremos intuirlo
bastante fácilmente. El alma no sería otra cosa que
uno de los infinitos brazos de un inmenso pulpo
representado por el potencial cuántico, sede de la
conciencia, y que funciona aún como banco de la
memoria, un “ente” que sería la emanación del
mismo campo electrodinámico cuántico. Alma no
como objeto físico, sino como “objeto informático”, o
de otra manera, información pura. Cada alma, si
queremos especular de manera un poco pindárica,
podría representar una especie de terminal de
computadora, mientras el potencial cuántico
representaría la computadora central que dirige
todas las terminales. Pero esa se configuraría como
terminal en el sentido estricto solamente si está
unida a un cuerpo de cualquier naturaleza, o bien a
un cuerpo que pueda garantizar los efectos de
coherencia cuántica a nivel de garantizar la
formación de momentos de conciencia. Aún un
plasma (una condensación de iones y electrones
libres), podría ser uno de estos vectores (o
“cuerpos”), no solamente un cuerpo denso de
naturaleza bioquímica, y ciertos estudios recientes
publicados en revistas prestigiosas como New
Journal of Physics muestran que los plasmas en
ciertas condiciones manifiestan características en
todo idénticas al ADN humano y por lo tanto a los
procesos que llevan a las manifestaciones de la
Vida. Del momento en que una vida sin conciencia (y
por tanto sin verdaderos valores morales y
espirituales) no tendría ningún sentido en la
economía del universo, es lógico pensar que el alma
presente en cualquier cuerpo (por lo menos
idealmente) deba servir aún como una “caja negra”
(como la de los aviones), para registrar todo cuanto
ha sido visto en términos del intelecto y de las
emociones. Ahora tenemos la internet y la posibilidad
de subir y bajar información a la velocidad de la luz.
No me maravillaría que todas las informaciones
recogidas por la llamada “alma” puedan estar
constantemente cargadas en manera no-local en un
“banco de memoria estratégica” que me gustaría
llamar “Gran Biblioteca”. De tal modo nada se
perdería, y obviamente la información recogida
podría ser bajada de cualquiera que posea la técnica
para hacerlo de manera racional y no instintiva.
Quizás inteligencias avanzadas respecto de nosotros
en millones o miles de millones de años podrían
haber construido esta especie de super-
computadora no-local desde épocas remotas,
jugando en el puesto del Bit 1 y 0 con las partes
arriba y abajo (partículas virtuales) de la masa
cuántica, aquella que representa “la voluntad
cuántica”, una voluntad de la cual podrían haberse
creado los Universos como burbujas, exactamente
como el nuestro, en esta y en otras dimensiones.
Las almas estarían siendo usadas simplemente
como “sensores” para adquirir información, en
materias tales que todas juntas enriquecerían la
conciencia del Universo en su globalidad. Quizás
una forma de volver a despertar a un Dios
adormecido haciéndole asumir plena conciencia de
sí.

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