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Simbolismo de la sexualidad humana

El varón y la mujer son seres corpóreos. Espíritus encarnados que actúan y se manifiestan en todas sus
expresiones somáticas. No existe, pues, dualidad entre el alma y el cuerpo, ya que al advertirlos como
humanos estamos diciendo que se trata de un alma encarnada o de un cuerpo animado, que es exactamente
lo mismo. El ser humanos existe en una profunda unidad entre estas dos dimensiones de su ser.
La totalidad del cuerpo humano se nos manifiesta como una realidad radicalmente distinta de cualquier
otro fenómeno viviente. La mirada y la mano, por ejemplo, no sirven solo para ver y tocar. Son acciones
simbólicas que nos llevan al conocimiento de una dimensión más profunda o sirven para hacerla presente y
manifestarla: el cariño que estaba oculto por dentro, en el fondo del corazón.
Su tarea es la de ser epifanía (revelación) de nuestro interior personal, palabra y lenguaje que posibilita la
comunión con los otros. Como un verdadero sacramento, simboliza y hace presente lo que de otra forma no
se podría conocer, ni llegaría a existir. Así, lo corporal tiene un sentido trascendente, de apertura y
revelación, más allá de un enfoque simplemente biológico.
Varón y mujer: dos modos de vivir: el varón y la mujer constituyen las dos únicas maneras de vivir en el
cuerpo. La sexualidad designa las características que determinan y condicionan nuestra forma de ser
masculina o femenina. Es una exigencia enraizada en lo más profundo de la persona humana. Por ello, solo
podemos vivir como hombres o mujeres. El simple hecho de nuestra existencia no hace diferente y
complementarios hasta convertir cualquier comunicación en un encuentro sexuado. Por eso afirmamos que
la genitalidad será siempre una forma concreta de vivir la relación sexual, pero no la única ni tampoco la
más frecuente y necesaria.
A lo largo de todos los tiempos, se ha constatado la reciproca y mutua entre estas dos formas de existir y
comportarse. De este modo, la mujer solo puede descubrirse como tal ante la mirada complementaria del
hombre, y el hombre sólo llega también a conocerse cuando se sitúa delante de la mujer.
Y si, como habíamos dicho arriba, el cuerpo es lenguaje, epifanía, comunicación, es entonces el único
sendero por el que podemos acercarnos a la otra persona y el único camino por el que ella puede
responder a mi llamada. En este carácter mediático se encierra toda su riqueza. No es una simple realidad
biológica, sino un símbolo que descubre al ser que lo habita y dignifica. Así, cuando la atención se centra en
lo simplemente biológico se rompe el simbolismo y su riqueza.
Sin embargo, todavía existe un paso ulterior, en el que el hombre y la mujer alcanzan una comunión más
honda y vinculantes a través de la genitalidad. En torno a la expresión genital de la propia identidad
masculina o femenina surgen algunas preguntas: ¿Qué significado reviste este gesto corporal? ¿Cuál es el
simbolismo y la finalidad que manifiesta?
La dimensión genital: los mecanismos del impulso genital tienen una estructura biológica bastante
parecida a la de cualquier otro instinto. Sin embargo, la orientación y sentido de la sexualidad animal no
pueden identificarse con la humana, aunque existan ciertos elementos comunes.
Al observar la conducta sexual del animal, se constata de inmediato su evidente finalidad procreadora. A
medida que se avanza hacia los primates, se comienza a constata un uso del sexo, que excede a las
necesidades de la reproducción. Este fenómeno alcanza en el hombre una evidencia completa.
En el ser humano hay una serie de influencias psicológicas que adquieren un relieve extraordinario. Y es
que el encuentro sexual, para vivirlo en un clima humano, requiere uno presupuestos afectivos como
condición indispensable. En una relación de pareja, por ejemplo, cuando por algún acontecimiento, aunque
sea insignificante, se ha creado una cierta lejanía afectiva, no es posible la entrega total y sincera, si una
palabra o gesto de cariño y reconciliación no cicatriza ante las pequeñas heridas.
Y la finalidad de este encuentro excede la mera procreación. La sexualidad manifiesta también una
dimensión unitiva. Su misión radica en ser un vínculo de cercanía y amor personal. La entrega corporal es
la fiesta del amor, la palabra repetida de dos personas que sean ofrecidos el corazón como un regalo mutuo
y significativo.
La sexualidad es la primera realidad existencial de la persona humana, que se apoya en una estructura
biológica cualificadora y se manifiesta en todos los niveles bio-psiquico-espiritual hasta alcanzar una
dimensión social. La persona es sexual y el sexo es personal.

A partir de lo conversado y reflexionado, escribe una conclusión personal sobre la sexualidad-genitalidad.


(no menos de una carilla)

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