Professional Documents
Culture Documents
-Afirmaciones de Habermas.
Para Habermas el Estado democrático liberal está sustentado en sus ciudadanos, elementos
de suma importancia, pues ellos son los que ponen a prueba su legitimidad. El Estado
encuentra dicha legitimidad en una justificación de índole secular y en su sistema
normativo. Ambos componentes son constructos modernos que son sostenidos por la
sociedad.
Los individuos que componen la sociedad tienen orígenes diversos, y también distintas
maneras de concebir el mundo y la vida; sin embargo, todos ellos son susceptibles de las
transformaciones impulsadas por el Estado en el orden normativo, por lo que si éste último
actuara sin la contemplación de las consecuencias entre sus ciudadanos y de sus creencias,
dice Habermas, los “ordenamientos liberales” se encontrarían en peligro, pues dejaría de
lado a parte de la población, y la pretensión del Estado democrático liberal es ser abarcante
e incluyente.
Otro de los pilares del Estado moderno democrático liberal es la razón. Para el autor es
posible defender un concepto de razón a través de las resultantes del análisis de lo que el
llama el “contenido normativo de la constitución comunicativa”, es decir, de los principios,
derechos, deberes y permisiones de la sociedad liberal, así como los mecanismos por los
cuales se llevan a cabo.
Habermas afirma que no hay ninguna concepción ajena al orden de las cosas de la sociedad
secular que sostenga a las autoridades, por ejemplo, argumentos metafísicos que legitimen a
la autoridad estatal. No hay autoridad fuera del derecho en el Estado constitucional, pues él
se construye sobre la base del consenso, a diferencia del consenso prejurídico en donde éste
se acepta.
Así, dada la constitución del Estado a través de la aceptación de sus ciudadanos, éste no
necesita legitimaciones religiosas o metafísicas, pues ella se la otorgan sus principios y sus
ciudadanos, de quienes se espera que con su participación en la constitución de normas y la
observancia de éstas, actúen en pro del bien común, cuestión que no puede imponerse
medio de la legalidad en el Estado liberal.
Por su parte, para Habermas las prácticas democráticas desarrollan una dinámica propia, en
donde se busca la participación de la sociedad a través de las libertades que sostiene en su
forma comunicativa. Así, es posible y deseable que se discuta acerca de la manera de
interpretar los principios constitucionales del proceso democrático y del Estado mismo. Es
decir, la manifestación del pluralismo que se encuentra dentro de las garantías del Estado
democrático liberal se hace a través de la expresión del mismo pluralismo. Sin embargo, el
Estado que intenta garantizar dicha divergencia de posicionamientos, necesita de la
convergencia de los grupos. De esta manera es deseable por parte del Estado una
solidaridad entre la población, la que sólo puede surgir cuando se juzgan justas las acciones
dentro de una sociedad y cultura determinadas. Por ello, afirma el autor que de producirse
una “modernización desencaminada”, tensionaría el vínculo democrático que sostiene con
los ciudadanos del que depende.
-Afirmaciones de Ratzinger
Para Ratzinger en la actual sociedad global hay una mayor interdependencia del poder en
sus formas política, económica y cultural, al mismo tiempo que tienen, teniendo cada vez
más interacción entre ellos. Asimismo, en la época en que vivimos se ha demostrado los
alcances de la humanidad, tanto de creación como de destrucción. Mientras tanto, la
posibilidad de contacto de diversas culturas han contribuido al quebranto de la ética en las
diversas sociedades.
Ratzinger sostiene que el incremento del conocimiento científico ha dado como resultado la
modificación de la manera de ver el mundo y del ser humano para el hombre, quebrantando
antiguos asideros morales. Por ello, la ciencia tiene una responsabilidad hacia el ser
humano, y hace especial énfasis en la filosofía, pues ve como su deber el analizar la
naturaleza del ser humano, su origen y el propósito de su existencia.
En cuanto a la ley se trata, el ahora papa, sostiene que el poder debe estar sometido a ésta,
regularlo y garantizar que se ejerza de manera razonable y razonada. Para el autor ahora
comentado la sociedad debe confiar en el derecho para vivir la libertad en comunidad, pues
si no hay normas que delimiten la libertad ésta se destruye en la forma de la anarquía.
Para este autor el derecho natural, mediante el cual la naturaleza y la razón acompañaban,
entró en crisis con la teoría de la evolución, siendo su último resabio los “derechos
humanos”. Para el ahora papa estos derechos están allende de la voluntad creadora del
hombre, pues sostiene que pueden—o deben—encontrarse, pero no inventarse, lo que deja
fuera de la configuración de lo existente al hombre, es decir, en este sentido los derechos
humanos son metahistóricos.
Así también, Ratzinger apunta que estos derechos deben de complementarse con unos
deberes humanos y de límites del hombre, al mismo tiempo que debieran interpretarse a
una escala intercultural, pues la cuestión de la interculturalidad está en el centro de la
discusión acerca de la naturaleza humana.
De este modo, el religioso afirma que no existe acuerdo que sostengan todas las culturas en
cuanto a la concepción del mundo se refiere; sin embargo, existe una generalidad cada una
de ellas: todas tienen discordancias en su interior. Aunado a esto, sostiene que las otras
culturas están sometidas a la presión tanto de la racionalidad occidental como de la fe
cristiana. De éstas dos últimas dice Ratzinger que, a pesar de su pretensión universalista, no
son universales, aunque influyen en el mundo como dos grandes culturas de occidente.
Debe tomarse en cuenta que no existe una visión del mundo única que sea aceptada por
todos los individuos del planeta, y por lo tanto no existe una ética global más que en forma
de abstracción. Lo que existe es un pluralismo de visiones y de consideraciones acerca de lo
que en occidente se llamó el “deber ser”.
Para concluir el autor afirma que existen patologías por ambos lados, tanto de la religión
como de la razón, por lo que es necesaria una “relación correlativa” de la razón y la fe,
siendo los ejes de esta relación la fe cristiana y la racionalidad secular, y a su vez, éstas
deben desarrollar una relación correlativa con las otras culturas.
-Pretensiones de validez de los autores.
Para ello este filósofo nos lleva a través de los presupuestos que conforman la teoría del
Estado democrático liberal, argumentando que esta cuestión tiene dos sentidos: la primera
es si el poder político admite aún una justificación secular, ajena a la metafísica y la
religiosidad como fuentes de sentido y legitimidad; y 2) si es posible imponer un aparato
normativo a una sociedad ideológica y religiosamente plural a través de un consenso.
También argumenta que las prácticas democráticas tienen una dinámica política propia que
se puede apreciar en las libertades comunicativas, a través de las que se realiza el debate de
los principios constitucionales por medio del pluralismo de opiniones. Sin embargo, estos
medios de integración social y la solidaridad interciudadana se están diluyendo gracias a las
transformaciones económicas y políticas que tienen lugar en la actualidad. Por ello, el
Estado debe considerar a las fuentes culturales de las que bebe la conciencia normativa de
su sociedad y la solidaridad de los ciudadanos, siendo ejemplo de dichas fuentes la religión.
Por otro lado está la cuestión de la relación entre razón y fe, entre religión y filosofía en que
para Habermas se toca el punto del lenguaje. La teología debió poner énfasis en la
diferencia entre el discurso secular y el religioso, mientras que la filosofía se acercó y
apropió el lenguaje religioso. Ambas disciplinas tuvieron procesos de adaptación, sobre
todo la religión. Ante esto el autor dice deberían cumplirse ciertas condiciones como la
secularización del saber, la neutralización de la autoridad estatal y la generalización de la
libertad religiosa, así como que ambos saberes deberían hacer más accesible su lenguaje al
público.
Ratzinger argumenta que el deber de la política es someter el poder a las leyes, pues eso
garantizaría que el poder se ejerciera de manera razonable, así, este poder dentro de la ley
sería opuesto a la violencia, la cual define como el ejercicio del poder que prescinde del
derecho. Por ello apunta a que la única manera en que las sociedades vivan en libertad es a
través de la aceptación de las normas y sus normas.
De ahí el religioso salta a la constitución de la ley. Se pregunta por el origen de la ley y sus
principios constitutivos. La ley como mecanismo de la formación democrática de la
voluntad popular que permite la incidencia en el proceso de su creación pertenece a todos, y
al mismo tiempo debe ser respetada por aquellos quienes la crearon, o sea la colectividad.
Por ello es que la democracia se ve como la forma más “razonable” de gobierno, pues
garantiza la participación en el proceso de conformación legislativa. Sin enmbargo, el
proceso democrático debe hacer uso de ciertos mecanismos según este autor: la delegación
y la decisión de la mayoría (salvo algunos casos), además de tomarse en cuenta que el
hombre tiene unos derechos gracias a su naturaleza, los “derechos humanos”, los cuales
emanan de la naturaleza de todo hombre.
El religioso argumenta que en la época actual han surgido nuevas formas de poder,
imponiendo nuevos desafíos a la sociedad y la manera de pensarse a sí misma. Gracias a
dichas formas el autor puede exponer los límites tanto de la religión como fundamento de la
radicalidad del discurso terrorista, como la soberbia del discurso cientificista de creación y
destrucción, en donde el ser humano se deshumaniza.
Por último está la puesta a prueba de dos de las columnas culturales de occidente, la
racionalidad secular y la fe cristiana, las cuales deben aceptar los límites de su discurso al
confrontarse con la interculturalidad. Asimismo, tanto religión como razón deben aceptar
sus límites, al mismo tiempo que deben dejar de juzgarse inofensivas al conocer la
posibilidad de la radicalización de sus discursos y sus consecuencias, por lo que debieran
limitarse mutuamente.
moderno y de sus fundamentos, así como la exposición de sus límites. Por otro lado,
Ratzinger también toca las limitantes de la razón y la religión, poniendo énfasis en otros
está fundamentado en cierto sistema de pensamiento, por lo que es comprensible por qué
de la filosofía y la religión cuestiones en las que convergen ambos autores. Tanto para
autorreflexión por parte de los saberes. Sin embargo, ambos autores dejan sin reconocer
Habermas deja de lado una cuestión muy importante del debate de la constitución del
Estado democrático, cuestión que es parte de las reflexiones de Ratzinger en buena parte de
su texto, me refiero a la interculturalidad. El filósofo cae con ello en una de las principales
justificación los supuestos de que tanto la conciencia secular como la fe cristiana deben ser
los ejes de la correlación correlativa entre razón y fe, dejando de lado otras concepciones
del mundo.
Por otro lado, el ahora papa no le reconoce a la filosofía su aportación a la sociedad, incluso
montados sobre la razón. Cabe mencionar que el análisis concreto que le demanda a esta
respectivos saberes y la turbulencia del momento presente los llevan a la misma conclusión
los discursos y contribuir al debate público acerca de la legitimidad, regulación del poder y
propio o ajeno.
Aun cuando estamos viviendo procesos globales tanto políticos como económicos que dan
como resultado la reducción del Estado, éste todavía puede sustentarse en un estado de
derecho a través del proceso normativo en el que se sustenta y que garantiza los derechos
proceso legislativo.
individuales, como los derechos del hombre. Sin embargo, los beneficios de la sociedad
moderna y sus instituciones nunca han funcionado para el grueso de la población. Por ello
es necesario que la base de la conformación del Estado liberal sea la del pluralismo, para
Asimismo, es necesario que la autoridad estatal promueva los papeles simultáneos de los
individuos en los que son coautores de las leyes observantes de las mismas. Sin embargo,
eso no garantiza que se mire como el objetivo de la sociedad el bien común. Aun así, la
voluntad no puede ser regulada, e iría en contra de los principios del Estado democrático
liberal.
basada en las libertades comunicativas, en las cuales la sociedad se abre al diálogo y puede