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(“La Caperucítala” pertenece al libro “Pepito y sus libruras”. Colección “La risa
de Pepito”. Editorial Alfaguara Infantil-juvenil. Chile).
Caperucita Roja
Blanca nieves y los siete enanitos
, podemos señalar que ambos pertenecen al verosímil maravilloso, debido a que los hechos se
presentan de manera natural, aún cuando desafían las leyes del mundo real (animales que hablan,
trabajan, etc.). El género al que corresponden ambos relatos es Cuentos de hadas (en el caso de
Caperucita es Roja es un cuento escrito en versos).
Respecto a la visión de infancia, estas obras corresponden a una reorientación de la LIJ, a partir
de la Segunda Guerra Mundial, la cual proporciona una rica variedad de temáticas infanto-
juveniles. En este sentido, se visualiza al lector como un ser crítico, con pensamiento
propio, original; características que se alejan enormemente de la primera y segunda visión de
infancia de mera diversión o instrucción, respectivamente.
En estas obras se desarrolla la literatura utópica, que combina el humor, la fantasía y la realidad, lo
cual es posible apreciar en ambos relatos seleccionados.
Fue el francés Charles Perrault quien en 1697 escribiera la primera versión de una
de las historias más famosas dentro de la narrativa infantil: Caperucita Roja.
Bajo el reinado de Luis XIV; Perrault fue nombrado académico del reino de
Francia.
Sin la versión de los Hermanos Grimm, el cuento del francés no hubiese logrado
ser uno de los cuentos infantiles más populares y trascendentes de la historia”.
Revisando la bibliografía pertinente y existente, podemos señalar que esta historia
nace de la tradición oral, específicamente, el folclore. Sobre esto último, Colomer,
T. menciona, a grandes rasgos, los elementos que Caperucita Roja comparte con
otras obras antiguas (Eterna Caperucita, 8-9). Un ejemplo de ello es el episodio
donde Caperucita y el lobo sostienen su diálogo sobre las partes del cuerpo es
semejante al diálogo que mantienen los personajes del Edda sobre las partes del
cuerpo de Thor; también es interesante agregar la coincidencia con el antiguo
motivo heroico en el cual los personajes aparecen o renacen desde el vientre,
como en el mito de Cronos o en la historia bíblica de Jonás. Si bien la versión de
Perrault mantiene estos motivos de la tradición oral, no obstante, señala Colomer,
es claro que dichos motivos no estaban pensados con el mismo fin, ya que el
público al que se dirigía la obra no era el mismo (Eterna Caperucita 9).
Para los hermanos Grimm quienes vivieron en una Alemania del siglo XIX donde
sus primeras investigaciones publicadas fueron cuentos populares que recopilaron
en los años 1812 y 1814, con el nombre de Cuentos de la infancia y del
hogar (Kinder- und Hausmarchen) donde la historia señala que estas
publicaciones respondían a los diversos hechos y teorías del gobierno
representativo, combinadas con la insistencia romántica de libertad e identidad
nacionalista, que inspiraron a los alemanes en un deseo de unificación nacional y
reforma liberal. Las conquistas de Napoleón Bonaparte fueron elevando dicho
sentido identitario. Este afán patriótico los llevó a mirar el pasado para “sacar de él
fe en el porvenir y entender mejor su presente”, por lo que dedicaron su vida a
recolectar cuentos que estaban esparcidos por los campos alemanes y en la
mente de sus habitantes. En estas excursiones literarias se encontraron que
muchos de los cuentos no eran propios de Alemania, sino que “pertenecían
muchos de ellos al patrimonio folklórico del alma universal de los pueblos”. De
esta manera, se dieron cuenta que el cuento de Caperucita que Perrault había
publicado hace dos siglos atrás, era muy diferente de la versión que ellos poseían;
la versión del francés contenía una moraleja explícita, mientras que al final feliz de
los alemanes se agregó un héroe: el cazador.
Finalmente, la versión de los hermanos Grimm es la que toma forma en la mayoría
de las ediciones posteriores, por lo que el trabajo de los hermanos por conservar
aquellos materiales literarios considerados vulgares o deleznables fue efectivo, ya
que son parte del canon literario.
La sociedad evoluciona y los contextos sociales son diferentes, por lo cual los
relatos orales se van transformando. El poder de la creación colectiva es
confirmado definitivamente por el hecho de que en el transcurso de los siglos, no
se ha producido una sola figura simbólica cuyas raíces no provengan de la
creación popular o un solo tipo universal, que no existiera previamente en los
cuentos o en las leyendas populares.
La versión de Caperucita Roja de Pepe Pelayo, con las ilustraciones de su hijo
Alex Pelayo, ambos cubanos, nacionalizados chilenos, el primero reconocido por
sus obras infantiles humorísticas y el segundo por su trayectoria en la ilustración,
aparece en el libro “Pepito y sus libruras”.
En este libro, y en su primer cuento, el personaje principal: Pepito que es un niño
que presenta en la introducción cada cuento. En el caso de Caperucita Roja,
particularmente, este personaje ficticio, crea un diálogo permanente con otros
libros que llevan su nombre, por ejemplo, con Pepito, el señor de los chistes. Por
lo que el personaje Pepito traspasa los límites del mundo de la ficción para
interactuar con la vida de sus creadores y con la de sus lectores, haciendo
aparecer a Pepito como un niño de carne y hueso.
Pepito se transforma en un mediador ficcional importantísimo entre lector y obra,
cuyo desarrollo va facilitado la comprensión con el uso de un lenguaje ameno y
cercano al habla común de los niños. El personaje parte, en su introducción
anunciando que el lector, verá tres versiones suyas de los cuentos clásicos
infantiles, mientras se presenta como el niño más bromista del planeta o el señor
de los chistes.
El autor comienza el cuento con el tradicional matutín inicial: Erase una vez, cuya
“E” en erase está escrita en una especie de letra gótica sobre una placa amarilla,
sostenida por un avecilla; ilustración que refleja la antigüedad de la fórmula en los
relatos clásicos, recalcada por dos pequeños murciélagos que cuelgan en la
esquina inferior izquierda de la letra. “Erase una vez una niña llamada
Caperucita, a la cual se le han hecho cientos de versiones de su cuento. Sin
embargo, ella no conocía ninguna, porque odiaba leer”.
En esta versión el autor reconoce las cientos de versiones realizadas a la obra,
parte como el cuento de Perrault, pero el personaje principal odiaba leer. Dicha
característica establece una singularidad entre el clásico y la obra presentada. El
reconocimiento de muchas versiones, reconoce diversas formas de tratamiento en
las versiones realizadas y acrecienta el bagaje literario con las nuevas versiones,
que se transformen en herramientas eficaces para la experiencia estética. Esto
último se conoce como competencia literaria.
Desde el punto inicial, el autor entra en sintonía con el lector, confidenciando una
característica sobre el personaje que puede resultar familiar para los niños. En el
párrafo siguiente, el autor, establece comparaciones estereotipadas de delleza
que el lector no podrá establecer y a continuación le otorga otros atributos físicos
que alejan al personaje principal del personaje clásico e ingenuo.
¡Ahora bien, cuando la niña se encuentra con el lobo en el relato de Pelayo, es de esperar,
nuevamente, que la descripción sea tan particular como la de la niña. El animal “venía vestido de
traje azul marino y corbata roja. Llevaba un portafolio negro en la mano y cara de yo no fui”. De
esta manera, la configuración del lobo en este relato se ayuda de distintos elementos para
caracterizar al animal de “inocente” o más bien de “inofensivo”. Pelayo acude a la estigmatización
que la sociedad tiene de los “ejecutivos” que llenan las calles de la gran ciudad para construir la
personalidad del lobo; éstos se “visten” de hombres importantes, pero que esconden sus
ambiciones de robar detrás del traje y el discurso, o como señala Perrault en su moraleja sobre los
lobos: “Los hay de modales dulces, que no hacen ruido ni parecen feroces o malvados y que,
mansos, complacientes y suaves” (7). Así, el lobo insiste en camuflar sus verdaderas intenciones,
disfrazándose de ciruelo, señal de tránsito o de inodoro, formas que, claramente, causan la risa de
los lectores. De esta manera, para que el niño o el adulto pueda hacer una interpretación o lectura
exitosa (suponiendo la existencia de un receptor ideal), su intertexto lector, es decir, el mecanismo
por el cual se hacen asociaciones literarias o no literarias, debe activar “nuestros conocimientos y
nuestras experiencias lecto-literarias, que son estimulados por alusiones o citas en cualquier
contexto comunicativo” (Mendoza, El intertexto lector 33). En la obra, el lector debería reconocer
los nuevos elementos antes mencionados, para luego relacionar los saberes previos sobre el cuento
y conectarlos con los nuevos en pos de una interpretación innovadora. Veamos lo que sucede más
adelante:
-¿No me vas a preguntar qué ojos más grandes tengo? -le dijo el animal.
-Me imagino que los tienes así porque te asustaste mucho al verme con este cuchillo en mi cesta.
-¿Y no te interesa saber por qué tengo una boca tan grande?
-¡Por favor, Lobo! ¡Esas cosas son para niños chicos! ¿A quién vas a engañar? -le respondió
Caperucita con un gesto de desdén (Pelayo 23).
El diálogo anterior es realizado entre Caperucita y el Lobo y es, por lo demás, una evocación clara
del diálogo del relato original entre los mismos personajes. No obstante, el autor juega con las
expectativas del lector, pues cuando Caperucita se acerca con “viveza” a la cama de la abuela (el
lobo vestido de abuela) ésta ya sabe lo que el animal se estaba tramando. Por eso, el diálogo entre
los personajes no puede dirigirse hacia el mismo final de la obra original. En este caso, es el lobo
quien debe forzar la dirección de las preguntas hacia el texto previo con el fin de devorar a la niña.
Caperucita con los brazos cruzados y una mirada carente de toda ingenuidad, responde a los
reproches del lobo porque Caperucita no formula las preguntas del texto original. En este sentido,
cuando Caperucita de Pelayo dice, ¡Esas cosas son para niños chicos! ¿A quién vas a
engañar?, inmediatamente se produce un nueva significación de la obra: si bien la obra original
entra como un símbolo invariante, en términos de Lotman, pues en el proceso de lectura
reconocemos el texto previo a través de los diálogos o citas, dicho texto o símbolo, no obstante,
entra al texto nuevo no solo para recordarnos la antigua historia del lobo y Caperucita, sino
también para ser transformado por él. Así, las mismas palabras del texto antiguo no están
destinadas a representar la ingenuidad de la niña de aldea que debe tener cuidado con los peligros
de la vida al iniciar la adolescencia, y esto se refuerza con la ilustración que nos muestra a
Caperucita colocando un palo en la boca del animal para evitar que la devore. Además, y como si
fuera poco, el lector se dará cuenta de que es la misma niña que “con el cuchillo, le abrió el
estómago [al lobo] y rescató a su abuelita” (Pelayo 25). Así, las niñas como la Caperucita de esta
versión (y la única versión para ella), no necesitan un hombre del bosque que sustituya la falta de
paternidad en el hogar como ocurre en la versión de los hermanos Grimm, sino que en un mundo
tecnológico como el siglo XXI los niños tienen cierta independencia.
Así, Caperucita y su abuela, sus padres, hermanos y hasta un primo lejano[...], fueron muy felices.
Bueno en realidad, no fue tan feliz como los demás, porque a partir de lo sucedido, entrenó y
desarrolló tanto su cuerpo, que se le agarrotaron todos los músculos. Entonces, obligada por el
reposo, se preocupó por desarrollar más su mente. Leyó miles de libros, entre ellos las versiones
que se le han hecho a su cuento -incluyendo ésta, por supuesto. Cuando creció, Caperucita Roja se
casó con un príncipe azul y tuvieron hijos violetas (Pelayo 27).
Finalmente, la familia es reunida tras el triunfo de Caperucita, y tras esto el lector podría esperar el
típico y satisfactorio felices por siempre. Dicha fórmula final de matutina se configura como una
especie de deus ex machina en los cuentos clásicos, pues en el relato de los hermanos Grimm,
“acertó a pasar el cazador por delante de la casa” y ayudó a Caperucita abriendo el estómago del
animal (4). No obstante, en el relato de Pelayo la típica fórmula final de felices por siempre no
acaba ahí, sino que prosigue con un inesperado no fue tan feliz como los demás. De esta manera,
elementos como el color violeta de los hijos de Caperucita Roja y el legendario príncipe azul de los
cuentos de hadas (azul + rojo = violeta), provocan la risa de los lectores como manifestación
valoradora de “lo innovador”. Y así como Caperucita se vio en la necesidad de leer las versiones de
su cuento para ampliar su conocimiento y desarrollar su mente, el lector hace uso de su
competencia literaria, es decir, de todo su bagaje literario previo, para los reconocimientos
intertextuales que son “la base del progresivo desarrollo del personal intertexto lector”
(Mendoza, El intertexto lector 47). A medida que el receptor/lector reconoce dichas
intertextualidades, el saber literario del lector crecerá en pos de la buena recepción de “nuevos
valores” en las obras nuevas (El intertexto lector 47). Además, no es coincidencia que la misma
Caperucita Roja haya leído las versiones de su cuento, ya que dicho cambio bien podría significar
un intento aparente de entrar en lo que Even-Zohar llama repertorio canonizado (El sistema
literario 12). Con respecto a esto, creo que, y como bien explica Even-Zohar, el texto de Perrault o
de los Grimm “ya no desempeña su papel en calidad de producto terminado, sino en tanto que
potencial conjunto de instrucciones, esto es, en tanto que modelo” (12), y a esto agregaría en
términos de Lotman, en tanto que símbolo potencial de nuevos vínculos de sentido (4).